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PARA COMPRENDER
EL MUNDO ACTUAL
UNA GRAMÁTICA DE LARGA DURACIÓN
prohistoria
ediciones
Carlos Antonio Aguirre Rojas
PARA COMPRENDER
EL MUNDO ACTUAL
UNA GRAMÁTICA DE LARGA DURACIÓN
prohistoria
ediciones
ISBN 987-20884-8-9
Rosario, 2005
Aguirre Rojas, Carlos Antonio
Para comprender el mundo actual – 1ª. Ed – Rosario : Prohistoria Ediciones, 2005
176 p. ; 23 x 16 cm. (Colección Protextos, 4; dirigida por Darío Barriera)
ISBN 987-20884-8-9
1. Historia I. Título
CDD 900
© prohistoria ediciones
Tucumán 2253, S2002JVA ROSARIO, Argentina
Email: prohistoriaediciones@yahoo.com.ar
URL: www.prohistoria.com.ar
Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio, gráfico,
magnético, electrónico u óptico, incluyendo su diseño de portada, tipográfico y logos, sin
expresa autorización del editor.
ISBN 987-20884-8-9
IX América Latina hoy. Una visión desde la larga duración ...................... 121
1
Por citar sólo un ejemplo, entre los muchos posibles, cfr. IANNI, Octavio Teorías de la globalización¸
Siglo XXI, México, 1996.
2
Así, una revista de gran circulación mundial como es la National Geographic puede publicar un
número cuyo artículo central es sobre “Cultura Global”, en el cual la “globalización” se da como un
hecho incuestionable, cuyos efectos, en este caso culturales, habría que analizar. Cfr. National
Geographic (edición en español) Vol. 5, No. 2, agosto de 1999.
10 Carlos Antonio Aguirre Rojas
del idioma inglés –hoy hablado, en mayor o menor medida, por un quinto de los
habitantes del mundo–, divulgan ampliamente los modelos de la cultura urbana,
moderna, cosmopolita, móvil e innovadora, modelos que más allá de las identidades
culturales locales o de los patrones específicos de cada lugar, tienden a reproducirse y
a adaptarse en los más diferentes rincones del planeta, para imponer en todas partes
ciertos patrones y ciertas concepciones del mundo a ellos vinculados.
Radiografiando entonces, de este modo, estas múltiples y diversas expresiones
de la llamada globalización, en los planos económico, político, social y cultural de las
sociedades más contemporáneas, la mayoría de los científicos sociales ha terminado
por aceptar, como algo legítimo e incuestionable, a este repetido concepto de la
globalización. Un concepto que además de no tener, hasta el día de hoy, una definición
única, rigurosa y precisa, estructurada conceptualmente y fundamentada de manera
lógica y bien argumentada, parecería en cambio obtener su supuesta legitimidad
científica, de un lado, de su evidente y casi voluntaria ambigüedad, y de otra parte, del
simple hecho de las supuestas evidencias empíricas de la realidad que lo respaldan, y
a las que él, de modo directo e inmediato, pretendería simplemente expresar.
Pero dado que la filosofía nos ha enseñado, desde hace mucho tiempo, que los
conceptos nunca son la “copia” fiel y la transposición “directa” de la realidad, y puesto
que la razón crítica, que debe ser el fundamento de toda la ciencia social que
producimos, nos exige revisar con cuidado la fundamentación rigurosa, los contenidos
específicos y la capacidad explicativa y heurística de los conceptos que utilizamos,
entonces puede resultar pertinente revisar este difundido “concepto” de la
“globalización”, sometiéndolo a esta triple interrogación, de su fundamentación
específica, de los contenidos que revela y sobre todo de los que oculta, así como de su
verdadera capacidad de dar cuenta de los procesos que han caracterizado al capitalismo
mundial y a las sociedades contemporáneas de todo el planeta, durante los últimos
treinta años que hemos vivido.3
3
Siguiendo en este punto las observaciones de Immanuel Wallerstein que en un artículo reciente afirma:
“Los años de 1990 han estado sumergidos bajo el discurso referente a la globalización: hemos estado
escuchando, de prácticamente todas partes, que ahora estamos viviendo nosotros, por primera vez, en
una era de globalización. Y hemos estado escuchando que la globalización ha cambiado todo: la
soberanía de los Estados está declinado, la habilidad de cada uno de nosotros para resistir las reglas
del mercado ha desaparecido, nuestra posibilidad de autonomía cultural se encuentra virtualmente
anulada, y la estabilidad de nuestras identidades ha venido a ser muy seriamente cuestionada. Esta
situación de presunta globalización ha sido celebrada por algunos y lamentada por otros. Pero este
discurso es, de hecho, un gigantesco error respecto de la realidad actual, realidad que nos ha sido
impuesta por grupos poderosos, e incluso, lo que es peor todavía, que nos hemos autoimpuesto nosotros
mismos, y frecuentemente sin reflexionar [...] El futuro, lejos de ser inevitable y de ser algo que no
acepta alternativas, está siendo determinado en esta transición por un conjunto de salidas extremamente
inciertas. Los hechos a los que usualmente se refieren los que hablan de la globalización, no son en
verdad para nada nuevos. Ellos han existido durante aproximadamente quinientos años”.
WALLERSTEIN, Immanuel “Globalization or the age of transition? A long-term view of the trajectory
of the world-system”, en el sitio del Centro Fernand Braudel en Internet: http://www.binghamton.edu/
fbc
12 Carlos Antonio Aguirre Rojas
4
Cfr. MARX, Carlos y ENGELS, Federico Manifiesto del Partido Comunista, Progreso, Moscú, 1970.
5
Vale la pena recordar que, más allá del propio libro de El Capital y de la mayoría de sus borradores
preparatorios, el texto que mejor expresa la rica y compleja visión de Marx sobre estos puntos del
mercado mundial y de la universalización histórica que acompaña al proyecto de expansión e imposición
de la civilización burguesa capitalista en todo el globo, es el de sus Grundrisse. Cfr. Elementos
fundamentales para la crítica de la economía política. Borrador 1857-1858, Siglo XXI, México,
1971-1976.
Para Comprender el Mundo Actual 13
cualquier otro lugar del planeta, es una añeja realidad que comenzó desde el siglo
XVI, cuando el planeta se “redondeó” en términos geográficos, realidad que se ha ido
expandiendo e intensificando sin cesar, conforme crecía y se ensanchaba también esa
realidad ya aludida de la construcción progresiva del mercado mundial capitalista.
Mercado mundial capitalista que también, desde esas tempranas épocas
posteriores al descubrimiento de América, comenzó a desarrollar la producción de
bienes que se elaboraban con materias primas provenientes de lejanas zonas o países,
las que a través de intercambios desiguales y de mecanismos coloniales diversos, eran
integradas progresivamente a una entonces incipiente “mundialización” o
“globalización”, tanto productivas como comerciales, pero también referidas al nivel
de los patrones de consumo entonces vigentes.
Y si bien es cierto que la medida cuantitativa de estos procesos, y el alcance
respecto de los grupos y clases sociales, es hoy mucho mayor que hace uno, dos o tres
siglos, también es verdad que no parece haber grandes diferencias cualitativas, entre
las formas ya mundializadas de la producción, el intercambio, el comercio, y el consumo
presentes en la Génova del siglo XVI, la Holanda del XVII y XVIII, o la Inglaterra del
siglo XIX, con las que hoy existen en Tokio, Nueva York, París, la ciudad de México
o Bonn.6
Lo mismo sucede cuando uno reflexiona en torno a las repetidas tesis de los
efectos políticos y geopolíticos de la globalización. Pues frente a dichas tesis, puede
ser interesante volver a preguntarse que tan reales han sido, históricamente, la autonomía
y la fuerza, así como el papel efectivo tanto de los Estados nacionales, como de las
múltiples fronteras entre las naciones. Pues si es verdad que el capital nunca ha tenido
patria, y que la invención moderna del “Estado-nación” sólo tenía como fin, acotar
espacios determinados para la constitución de mercados nacionales, con todas sus
múltiples consecuencias, a la vez que crear las formas políticas para delimitar las
zonas que correspondían al control de cada burguesía específica, entonces resulta
pertinente interrogarse acerca de esta supuesta novedad de la debilidad de los Estados
y la fronteras nacionales, frente a las instituciones y los centros de poder y decisión
globales.
Así, y recordando en este punto los trabajos de Immanuel Wallerstein,7 podemos
cuestionarnos cuándo es que ha habido Estados fuertes, autónomos y soberanos, en
todo el vasto y mayoritario espacio de lo que abarcan los países menos desarrollados
en términos capitalistas, o la periferia capitalista, o el llamado “tercer mundo”, o el
6
Sobre el carácter ya ampliamente globalizado, o mundializado, de estos procesos económicos de los
siglos XVI, XVII, etc., cfr. ARRIGHI, Giovanni El largo siglo XX, Akal, Madrid, 1999.
7
Por eso, una de las tesis principales de Immanuel Wallerstein, es la de que el Estado-nación, o la
“sociedad nacional” no debe ser nunca la unidad de análisis de los científicos sociales, y que por lo
tanto, el único marco pertinente para explicar los fenómenos sociales, debería ser el del sistema-
mundo en su conjunto. Al respecto, y por mencionar sólo algunos de los textos donde esta idea está
desarrollada, véase WALLERSTEIN, Immanuel “Hold the tiller firm: on method and the unit of analysis”
14 Carlos Antonio Aguirre Rojas
hoy nombrado “sur”. O también cuándo no se han impuesto, por encima de fronteras
y Estados, los poderes económicos más fuertes, ubicados hoy como ayer, en los países
más desarrollados en términos capitalistas, o centrales, o del llamado “primer mundo”
o de lo que ahora se denomina como el “norte”.
O también, al revisar las manifestaciones tanto sociales como culturales de dicha
globalización, viene a la mente la lección que muchos historiadores nos han enseñado,
y que nos ha ilustrado abundantemente como, desde el siglo XVI, las ideas, los hábitos,
las costumbres y las modas comienzan a circular planetariamente, difundiendo lo mismo
al maíz en Asia y Europa, que al arroz y al trigo en América, pero también creando las
modas universales del chocolate, del café o de las diferentes bebidas alcohólicas en
los sucesivos siglos del itinerario de la modernidad capitalista.8
Con lo cual, desde la difusión del francés como lengua de las élites culturales de
occidente, o la expansión y difusión de estilos arquitectónicos, de las sociedades
secretas, de los partidos políticos o de las formas de vestir europeas, hasta la
popularización y readaptación múltiples del pensamiento socialista y luego marxista,
del liberalismo ilustrado, o de las distintas variantes del individualismo posesivo
moderno, resulta realmente amplio el inventario de realidades culturales y sociales
que han sido progresivamente “globalizadas” o “mundializadas” a lo largo de los
últimos cinco siglos recorridos.
Revisando entonces, con más detenimiento, los múltiples “signos” argumentados
como rasgos o trazos de la globalización, en sus dimensiones económicas, sociales,
políticas y culturales, parece revelarse claramente que todos ellos aluden, en su esencia,
a realidades y a procesos mucho más antiguos, y en general, constitutivos todos ellos
de la esencia misma de la modernidad capitalista.9 Pero entonces, ni la globalización
sería una etapa nueva e inédita del capitalismo, ni esos rasgos constitutivos implicarían
ningún nuevo esfuerzo de teorización, más allá de la simple y elemental constatación
12
Sobre los significados más profundos de esta revolución cultural de 1968, cfr. BRAUDEL, Fernand
“Renacimiento, Reforma, 1968: Revoluciones Culturales de Larga Duración” en La Jornada Semanal,
No. 226, México, octubre de 1993; WALLERSTEIN, Immanuel “1968: Revolución en el sistema-
mundo. Tesis e interrogantes” en Estudios Sociológicos, No. 20, México, 1989 y AGUIRRE ROJAS,
Carlos Antonio “1968: La gran ruptura” en La Jornada Semanal, No. 225, México, octubre de 1993,
y “Repensando los movimientos de 1968” en el libro 1968: raíces y razones, Universidad Autónoma
de Ciudad Juárez, Ciudad Juárez, 1999.
13
Sobre esta caracterización de los últimos treinta años, como una “situación de bifurcación histórica”
o situación de transición histórica global, cfr. WALLERSTEIN, Immanuel “Globalization…”, cit.;
The end of the world as we know it, Minnesota University Press, Minneapolis, 1999, y su libro con
Terence K. Hopkins, The age of transition. Trajectory of the world-system 1945-2025, Zed Books,
Nueva York, 1996.
Para Comprender el Mundo Actual 17
percibir de modo más claro, esos múltiples síntomas de la actual crisis general o
civilizatoria que vive la modernidad capitalista, a la escala del mundo en su conjunto.
Y entonces, lejos de mirar solamente a las maravillas tecnológicas de la
comunicación instantánea o de extasiarse con la circulación mundial de los bienes,
podremos también comenzar a analizar la posible catástrofe ecológica que, cada vez
más, se cierne como amenaza real del mundo actual, poniendo en evidencia el carácter
depredador y destructivo del uso capitalista de la tecnología, así como los límites aún
no asumidos de la actitud capitalista prepotente hacia el conjunto del universo de lo
natural.
O también, más allá de discutir acerca del “fin de los mercados nacionales” y de
la integración económica planetaria, recordaremos que el mundo actual no ha dejado
de ser un mundo cada vez más polarizado, en el que los “beneficios” de esta
“mundialización” siguen limitados siempre a pequeñas minorías y grupos, al
concentrarse de modo muy desigual en ciertas clases sociales, en ciertos países ricos,
en ciertos espacios urbanos y en ciertas culturas específicas.
Con lo cual, volvemos a descubrir que hoy, lo mismo que desde hace cinco
siglos, la subsunción global y planetaria del mundo al capital, avanza siempre de modo
irregular y accidentado, en un proceso lleno de contradicciones internas, que lejos de
ser una línea ascendente y progresiva, se dibuja como lleno de límites, de fracasos
totales y parciales, de espacios inalcanzables y de zonas de débil implantación.
Así, al incorporar todas estas “zonas ocultas” de las que no habla nunca el
concepto de globalización, incluso las mismas realidades que este último término intenta
connotar, adquieren una nueva significación. Y entonces, en vez de hablar solamente
del “fin” de las fronteras nacionales, y de la reestructuración de la geopolítica mundial,
quizá debamos empezar a teorizar acerca del fin o la crisis definitiva global del “hecho
nacional” y de su función histórica particular, y en consecuencia, de la posible muerte
histórica de dicho ‘hecho nacional’. Porque ha sido sin duda la modernidad capitalista,
la que ha creado el ente “nación” y todo lo que gira en torno a él, desde las fronteras
geográficas y los ejércitos defensores de la patria, hasta los Estados y los mercados
nacionales, pasando por los mitos de la identidad nacional, las banderas, los héroes y
las leyendas patrióticas, entre tantos otros signos de esta estructura de la ‘nación’.
Entonces, si es la modernidad la que crea a la nación, resulta también lógico que con
la crisis global de esta modernidad, entren en crisis sus principales creaciones históricas,
y junto con ellas el núcleo mismo de esta construcción de lo “nacional”.
Algo similar a lo que acontece con el “Estado-nación”. Pues quizá la pérdida de
vigor de estos Estados nacionales que señala la globalización, apunta a un proceso
mucho más profundo, que aludiría en verdad a la crisis misma de lo estatal y hasta de
lo político en cuanto tal. Una crisis quizá, de ciertas estructuras de larga duración,
como son el Estado mismo y el nivel de la dimensión política de lo social, que parecen
estar expresando cada vez más, la caducidad definitiva y absoluta de la política como
actividad humana y social, la verdadera “muerte de la política” que Marx había ya
18 Carlos Antonio Aguirre Rojas
14
Así, sería muy interesante debatir con más cuidado esta hipótesis de Fernand Braudel, que postula la
existencia de una larga rama depresiva de la tendencia secular, que recorrería desde la crisis mundial
de 1972-73 hasta aproximadamente el año 2050. Algo que resulta muy esclarecedor respecto del
futuro económico del mundo, en el próximo medio siglo. BRAUDEL, Fernand Civilización material…,
cit., pp. 50-64.
20 Carlos Antonio Aguirre Rojas
por una sociedad diferente y más igualitaria, haya también naufragado. Pero para
mantener ese objetivo, hoy y en los cincuenta años por venir, no basta con ‘hacer de
lado’ dicho socialismo real, calificándolo de simple desviación o perversión del
‘esquema original’, sino que se hace necesario explicar, tanto las razones y
circunstancias que le dieron vida y existencia histórica, como también las enseñanzas
y lecciones, en negativo y en positivo, que se derivan de esta serie fundamental y
difícil de experiencias concretas.15
Y entonces, y desde este balance crítico y detenido de esas complejas experiencias,
en gran parte fallidas pero al mismo tiempo y en otro sentido profundamente exitosas,16
de los diferentes ‘socialismos’ del siglo XX, habrá que redefinir también la naturaleza,
las formas de organización y las formas de lucha de esos nuevos movimientos sociales
que ya despuntan claramente en el horizonte, como el movimiento neozapatista
mexicano, el movimiento de los ‘sin tierra’ de Brasil, los movimientos de los
desocupados, el movimiento indígena ecuatoriano o las manifestaciones contra la
‘globalización’ de Seattle o de Francia, entre tantos otros.
Igualmente, y vinculado con este nuevo rol de los movimientos sociales
antisistémicos mas contemporáneos, se impone la teorización sobre las formas y los
desarrollos previsibles de la ya aludida crisis terminal de los Estados, y de la anunciada
‘muerte de la política’ que la acompaña. Porque cuando los Estados de todo el mundo,
comienzan a privatizar la educación en todos sus niveles, a suprimir las jubilaciones,
las pensiones y los seguros de desempleo, a recortar y escatimar los servicios de salud,
y a demostrar su incapacidad total para mantener un mínimo de control sobre la violencia
global del cuerpo social y para proveer de un mínimo de seguridad a la sociedad,
entonces es claro que lo que está desestructurándose de modo definitivo, es ese aparato
que se construyó y se afianzó junto con la modernidad capitalista, que es el Estado
moderno. Estado moderno que, si en esos orígenes históricos del capitalismo, se erigió
15
Así, en nuestra opinión, cualquier balance global de lo que ha sido el siglo veinte histórico debería
necesariamente hacer frente a esta caracterización del sentido profundo, de la naturaleza singular y de
la significación histórica específica de este conjunto de experiencias del llamado ‘socialismo real’.
Sobre este punto cfr. HABERMAS, Jürgen “Nuestro breve siglo”, en Nexos, agosto, 1998;
WALLERSTEIN, Immanuel “The twentieth century: darkness at noon?” en el sitio de Internet del
Fernand Braudel Center, cit., HOBSBAWM, Eric Historia del siglo XX, Critica, Barcelona, 1996 y
ARRIGHI, Giovanni El largo siglo XX, cit. También nuestros ensayos, AGUIRRE ROJAS, Carlos
Antonio, “1989 en perspectiva histórica” y “Marxismo, liberalismo y expansión de la economía-
mundo europea”, ambos en el libro Breves Ensayos Críticos, Universidad Michoacana, Morelia, 2000.
16
En nuestra opinión, es importante insistir en el hecho de que, si bien todos estos intentos de construir
el socialismo en distintas partes del mundo han fracasado, en el sentido de que no han logrado edificar
sociedades y mundos superiores al capitalismo, todos ellos han triunfado igualmente, en el sentido de
provocar, dentro de las sociedades que han llevado a cabo estos intentos, un enorme y muy sustancial
desarrollo global de esas mismas sociedades en los planos económico, político, social y cultural. Así,
lo que hace hoy distinta a Cuba de Haití, o a la China Popular de la India, es justamente ese hecho de
que los primeros han intentado desarrollar el socialismo y los segundos no. Las consecuencias de ello
saltan a la vista.
Para Comprender el Mundo Actual 21
igual que con la crítica de la estructura ‘disciplinar’ vigente dentro de las ciencias
sociales actuales. Una reorganización total del ‘episteme’ del saber humano social,
que se encuentra también, hoy en día, solo en sus estrictos comienzos.
Lejos entonces de seguir repitiendo esos términos poco explicativos, y quizá
mas complicados que útiles para la comprensión del mundo actual, que son los
conceptos de la ‘globalización’ y de la ‘mundialización’, podríamos mas bien comenzar
a trabajar todo este universo de complejos problemas, que aquí hemos solamente
esbozado de una manera muy general.
17
Sobre esta muy distinta noción del tiempo, concebida como tiempo histórico-social, dentro de la
tradición de la corriente de los Annales, cfr. BLOCH, Marc Apología para la historia o el oficio de
24 Carlos Antonio Aguirre Rojas
Por eso, y ya desde hace varios lustros, los historiadores críticos se han
acostumbrado a dejar de lado a esos simples y vacíos siglos cronológicos de perfectos
y precisos cien años, para hablarnos en cambio de diferentes siglos históricos, de
duraciones cronológicas muy diversas, que los han llevado a postular la existencia de,
por ejemplo, un ‘largo siglo XVI’ de aproximadamente 200 años y que abarcaría entre
1450 y 1650, o también de un siglo XVII que sólo culmina hacia 1730, lo mismo que
de un estudio sobre ‘los siglos XVI y XVII’ definidos en este caso entre 1492 y 1715,
o de un ensayo sobre el siglo XVIII concebido como el periodo que cubre
aproximadamente entre 1715 y 1815. Subdividiendo además ‘el largo siglo XVI’ en
un ‘primer siglo XVI’ y en un ‘segundo siglo XVI’, o proponiendo que todos los
siglos históricos son siglos largos, que por lo tanto y forzosamente se encabalgan o
superponen todo el tiempo los unos sobre los otros, los historiadores o científicos
sociales realmente críticos han terminado por establecer, muy claramente, que la
específica duración de cada siglo histórico depende, esencialmente, de los principales
procesos y fenómenos históricos que lo caracterizan y que dentro de él se despliegan,
los que con su propia curva o itinerario de vida global, determinan justamente esos
cortes iniciales y terminales de cada siglo histórico estudiado.18
De este modo, y siguiendo esta lección importante de la historiografía francesa
del último medio siglo, es que los distintos científicos sociales han tratado de
caracterizar cuál puede ser la temporalidad específica que corresponde al siglo XX
histórico, temporalidad que entonces debería de establecerse en función de cuáles han
sido los procesos y los fenómenos fundamentales que han tenido vida dentro de esta
misma centuria histórica considerada. Lo que entonces ha llevado a algunos a hablar
de un ‘corto siglo XX’ o de un ‘breve siglo XX’, pero también a otros a postular un
‘largo siglo XX’, poniendo a veces el énfasis en el nacimiento, desarrollo y crisis del
socialismo como proyecto histórico, o también en la irrupción del fascismo y el nazismo
con todas sus profundas secuelas históricas, pero igualmente y en otras explicaciones,
historiador, FCE, México, 1996 y BRAUDEL, Fernand Escritos sobre Historia, FCE, México, 1991.
Véase también nuestros trabajos, AGUIRRE ROJAS, Carlos Antonio, La Escuela de los Annales.
Ayer, hoy, mañana, Montesinos, Barcelona, 1999; Fernand Braudel y las ciencias humanas,
Montesinos, Barcelona, 1996 y Ensayos Braudelianos, Prohistoria, Rosario, 2000. Pensamiento
historiográfico e historiografía del siglo XX, Prohistoria, Rosario, 2000, 264 pp.
18
Sobre los ejemplos recién mencionados cfr. Fernand Braudel, que habla de un ‘largo siglo XVI’, por
ejemplo en su ensayo “European expansion and capitalism. 1450-1650” en Chapters in Western
Civilization, Columbia University, Nueva York, 1961, o Pierre Goubert, que define la temporalidad
del siglo XVII desde 1598-1602 hasta 1730, en su libro Cent mille provinciaux au XVIIe siecle,
Flammarion, París, 1968. También MOUSNIER, Roland Los siglos XVI y XVII, Destino, Barcelona,
1981 o MOUSNIER, Roland y LABROUSSE, Ernest El siglo XVIII. Revolución intelectual, técnica
y política (1715-1815), Destino, Barcelona, 1981. De un ‘primer’ y un ‘segundo’ siglo XVI ha hablado
Immanuel Wallerstein en El moderno sistema mundial, tomo I, Siglo XXI, México, 1979. También es
Wallerstein quien defiende la idea de los siempre ‘largos siglos históricos’ que se superponen
constantemente, en su libro Crítica del sistema-mundo capitalista. Entrevista con Immanuel
Wallerstein, Era, México, 2003.
Para Comprender el Mundo Actual 25
¿Cuál es entonces el trazo dominante y esencial del siglo XX, el proceso central que
en él ha tenido lugar, y que en consecuencia resignifica y sobredetermina a todos los
restantes procesos y fenómenos de esta misma centuria? ¿Cuál es la clave maestra que
nos da el acceso inicial e imprescindible para la comprensión global de ese momento
histórico fundamental que ha sido ese mismo siglo XX considerado en términos
rigurosamente históricos?
19
Sobre estas distintas caracterizaciones del siglo veinte histórico, cfr. HOBSBAWM, Eric Historia
del siglo XX, cit., HABERMAS, Jürgen “Nuestro breve siglo”, cit., ARRIGHI, Giovanni El largo…,
cit., WALLERSTEIN, Immanuel “Siglo pasado, milenio pasado” en el diario La Jornada, 10 de marzo
de 2000, y “El siglo XX: ¿oscuridad al mediodía?” en Eseconomía, num. 2, 2003, Bolívar Echeverría,
“El sentido del siglo XX” en Prohistoria, num. 8, 2004, y AGUIRRE ROJAS, Carlos Antonio, “1989
26 Carlos Antonio Aguirre Rojas
21
Quizá el autor más representativo de esta posición sea Immanuel Wallerstein. De este último autor,
cfr. su artículo “El siglo XX ¿oscuridad al mediodía?”, cit., y Crítica del sistema-mundo capitalista…,
cit. Véanse también sus artículos “La imagen global y las posibilidades alternativas de la evolución
del sistema-mundo, 1945-2025”, en Revista Mexicana de Sociología, num. 2, México, 1999 y “Paz,
estabilidad y legitimación, 1990 – 2025/2050” incluido en Después del Liberalismo, Siglo XXI,
México, 1996.
28 Carlos Antonio Aguirre Rojas
Más allá de estas dos claras posturas, y tal vez sin pretender proponer por su
parte una nueva temporalidad específica para el conjunto del siglo XX histórico, hay
autores que han tratado de insistir en ciertos fenómenos del siglo XX, como sus
fenómenos decisivos o centrales, los que quizá marcarían el parteaguas fundamental
de su itinerario global, o en otro caso definirían su sentido de desarrollo más profundo
y esencial. Por ejemplo, al afirmar que dicho parteaguas esencial es el hecho de la
‘derrota del fascismo’, después de la segunda guerra mundial, derrota que vendría
entonces acompañada de una reivindicación radical de los valores de la herencia de la
Ilustración, reivindicación que abriría el espacio para el desarrollo del Estado de
bienestar social, y para todos los procesos de descolonización de la segunda posguerra
mundial.22
O también, en la postura que vería a la violencia nazi y fascista como la respuesta
radical y exacerbada del ‘partido del orden’ europeo, y del proyecto burgués de la
modernidad, frente a la posibilidad del triunfo del proyecto comunista proletario,
prefigurado y afianzado a lo largo de toda la segunda mitad del siglo XIX, y que
habría tenido una primera y fugaz encarnación extraña en la revolución rusa de 1917
y en los primeros años de la historia de la Unión Soviética. Una postura que nos
recuerda el diagnóstico radical de la Escuela de Frankfurt sobre la significación esencial
del holocausto y de la barbarie nazi, a la vez que lo recontextualiza dentro de esta más
vasta confrontación histórico-global, entre el proyecto de la modernidad burguesa y
un posible modelo de una modernidad comunista alternativa a la primera.23
¿Deberíamos entonces hablar de un ‘breve siglo XX’ o de un ‘largo siglo XX’?
¿Y deberíamos considerar como el trazo dominante de este siglo veinte histórico, al
proyecto histórico del socialismo en el mundo, o a la curva de la hegemonía
norteamericana? Y en cualquier caso, ¿cómo reexplicamos desde ese trazo dominante
a la primera guerra mundial, al nazismo y al fascismo, a la segunda guerra mundial, a
los movimientos y a la revolución de 1968, o a la caída del Muro de Berlín, entre otros
de los fenómenos esenciales de este siglo XX histórico?
22
Este punto de vista es defendido por Jürgen Habermas, en “Nuestro breve siglo”, cit. En nuestra
opinión, a pesar de que Habermas menciona varios de los procesos y de los fenómenos importantes
característicos del siglo XX, no logra articularlos dentro de una explicación más comprehensiva, que
resaltara dentro de ellos, justamente, a una línea central o a un proceso fundamental y articulador de
todos los demás, proceso cuya temporalidad permitiera justificar su postura en torno a un breve siglo
XX.
23
Para el desarrollo más amplio de esta postura cfr. Bolívar Echeverría, “El sentido del siglo XX”, cit.
En nuestra opinión esta postura, que hace remontar la raíz de la explicación del fascismo y de la
barbarie nazi plasmada en el holocausto judío, a esa confrontación de larga duración entre el proyecto
comunista y el proyecto burgués, parecería apuntar también hacia una posible coincidencia con la
hipótesis que aquí trataremos de desarrollar acerca de la existencia de un ‘muy largo siglo XX’. Sobre
la postura de la Escuela de Frankfurt referida, cfr. ADORNO, Theodor y HORKHEIMER, Max La
dialéctica del iluminismo, Sudamericana, Buenos Aires, 1969, y también de Theodor Adorno, Mínima
Moralia, Taurus, Madrid, 1987.
Para Comprender el Mundo Actual 29
En nuestra opinión, y tratando de superar esa antinomia entre las dos posiciones
ya reseñadas, a la vez que recuperamos sus aportes principales, podríamos quizá
postular la existencia de un muy largo siglo XX histórico, similar al también muy
largo siglo XVI, que habiendo comenzado su existencia aproximadamente a partir de
las revoluciones europeas de 1848, extendería su periodo de vigencia a lo largo de los
últimos ciento cincuenta años y más allá, para cerrarse quizá en alguna fecha
comprendida entre los años de 2030 y 2050. Muy largo siglo XX, de alrededor de
doscientos años cronológicos, cuyo proceso esencial o trazo dominante sería más bien
el de abarcar a la entera rama descendente del proyecto de la modernidad burguesa,
proyecto comenzado hacia 1492 con el descubrimiento de América, y también con
ese ‘nudo histórico privilegiado’ que es el siglo XVI –el siglo que, a decir de Marx,
marca el inicio de ‘la era del capital’–, y que habría desplegado su rama ascendente
durante aproximadamente trescientos cincuenta años, y justo hasta la irrupción de
esas revoluciones europeas de 1848.
Lo que, analizado desde una perspectiva de larga duración, se hace evidente en
los planos geográfico, tecnológico, económico, social, político y cultural en general.
Porque es claro que el conjunto de tareas histórico-progresivas que le corresponden a
este periodo histórico de la modernidad capitalista burguesa se ha cumplido ya, llegando
a su punto cualitativo de culminación histórica, cuando en el nivel geográfico territorial,
la presencia de la civilización europea capitalista se volvió estrictamente mundial, en
el momento en que las potencias europeas lograron incluir dentro de las mallas del
mercado mundial capitalista a todo el planeta, lo que justamente se logra con las guerras
del opio en contra de China y con el reparto completo de África cumplidos hacia esas
décadas intermedias del siglo XIX cronológico.24
Y junto a esa culminación de la ‘tarea geográfica’ se dan también la revolución
industrial y la creación de las formas más adecuadas del modo de producción capitalista,
es decir las claras expresiones del coronamiento tecnológico y económico de la función
histórico-progresiva de la civilización capitalista. Al mismo tiempo, y con la formación
completa de la estructura global de las clases sociales hoy existentes, y con la
Revolución Francesa, van a crearse tanto las jerarquías y las figuras sociales principales
características del mundo burgués moderno, como también las formas del Estado y de
la política más acabadas y más desarrolladas posibles que corresponden a este mismo
proyecto de la modernidad burguesa aún vigente. Finalmente, y con el vasto movimiento
de la Ilustración burguesa, van a culminar también todas las transformaciones
progresivas que dicha modernidad capitalista ha podido aportar a la historia cultural
del género humano.25
24
Sobre las diversas vicisitudes históricas de este proceso de expansión geográfico-económico, de
magnitudes planetarias, de la civilización europea, BRAUDEL, Fernand Civilización material…cit.;
Las civilizaciones actuales, cit; y WALLERSTEIN, Immanuel El moderno sistema mundial, tomos I,
II y III, Siglo XXI, México, 1979, 1984, y 1998, respectivamente.
25
Esta idea de que el siglo XIX es el siglo que culmina los aportes histórico-progresivos de la modernidad
30 Carlos Antonio Aguirre Rojas
es expresada claramente por Carlos Marx en su célebre Manifiesto del Partido Comunista, pero también
y de una manera mucho más compleja y desarrollada en sus importantes Elementos fundamentales…,
cit.
26
Sobre este nacimiento del marxismo y sobre el desarrollo del horizonte del pensamiento crítico
contemporáneo cfr. Bolívar Echeverría, El discurso crítico de Marx, Era, México, 1986, y también
AGUIRRE ROJAS, Carlos Antonio Antimanual del mal historiador, Prohistoria, Rosario, 2003 y “El
problema de la historia en la concepción de Marx y Engels”, en Revista Mexicana de Sociología,
núm. 4, 1983.
Para Comprender el Mundo Actual 31
que sí se trató de toda una serie de genuinos intentos de superar al capitalismo, intentos
nacidos de potentes revoluciones anticapitalistas inicialmente triunfantes que, sin
embargo, luego de cortos periodos de algunos lustros o décadas –quizá hasta
aproximadamente 1927 para el caso ruso, o hasta 1976 para el caso de China, por
ejemplo— terminaron involucionando, para concluir construyendo bizarras versiones
del capitalismo en sus respectivos países. Pero ello, no sin antes representar reales
victorias de los movimientos sociales anticapitalistas, cuyo legado será fundamental –
como en el caso de los profundos debates en torno a la construcción de una economía
no capitalista escenificados en la Rusia de los años veintes, o como la revolución
cultural china— en los futuros intentos y esfuerzos de superación del capitalismo
todavía reinante.
Involución de esas revoluciones anticapitalistas triunfantes que, en gran medida,
se debe al hecho de que las mismas tuvieron siempre lugar en países muy poco
desarrollados en términos capitalistas, y por lo tanto en sociedades poco maduras en
términos económicos, sociales, políticos y culturales. Lo que, de una manera dramática,
nos recuerda la tesis ya planteada por Marx de la necesidad de un cierto grado mínimo
de desarrollo general capitalista, como precondición de todo intento exitoso de su
propia superación histórica.27
Pero por otra parte, y frente a los defensores de un largo siglo XX, y de la
centralidad de la hegemonía norteamericana, habría que subrayar que se ha tratado de
una hegemonía mundial propia de la etapa de la decadencia de la modernidad
capitalista, y por ende de una hegemonía no progresista sino destructiva, que sin aportar
casi ningún nuevo desarrollo cualitativo importante ni en los planos político, social o
cultural, se ha limitado sólo a potenciar el crecimiento económico y la riqueza material
desde el esquema vacío y limitadamente técnico del american way of life.
Y si este muy largo siglo XX es el siglo de una hegemonía mundial decadente, y
de la decadencia general de la modernidad, eso es lo que explica que en vez de nuevas
‘Américas por descubrir’ sólo haya habido nuevos repartos mezquinos del mundo, y
que los progresos tecnológicos y económicos actuales estén más que nunca orientados
a los fines de su uso bélico en las guerras cada vez más destructivas que ahora
presenciamos, lo mismo que de una explotación económica creciente y también del
desarrollo cada vez más sofisticado de procesos complejos de manipulación de la
conciencia y de la opinión pública, a la vez que la polarización social entre las clases,
grupos y naciones alcanza extremos escandalosos, y que las grandes y nuevas
‘invenciones’ políticas del siglo XX son el fascismo, el nazismo, el franquismo y las
dictaduras militares, junto a una cultura cada vez más vacía y cada vez más consumista
y cosificada en general.
27
Sobre este punto pueden verse los trabajos de Carlos Marx, La ideología alemana, cap. I, ECP, México,
1974, y también la Crítica del Programa de Gotha, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1979.
32 Carlos Antonio Aguirre Rojas
Una vez que hemos establecido los límites inicial y terminal de ese posible siglo XX
histórico, se plantea entonces el problema de su posible periodización, es decir de los
posibles cortes significativos que, en un segundo momento del análisis, subdividirían
internamente a esa historia del siglo XX que aquí intentamos explicar.
28
Sobre este problema cfr. AGUIRRE ROJAS, Carlos Antonio “11 de septiembre de 2001: una puesta
en perspectiva histórica” en el diario electrónico La Insignia en el sitio en Internet http://
www.lainsignia.org, del 20 de noviembre de 2001, y también el ensayo “El maccartismo planetario.
América Latina después del 11 de septiembre” en el diario La Jornada, Suplemento Masiosare, num.
237, 7 de julio de 2002.
29
Sobre esta rebelión neozapatista de Chiapas, véase el libro de Bolivar Echeverría, Immanuel Wallerstein,
Carlos Montemayor y Carlos Antonio Aguirre Rojas Chiapas en perspectiva histórica, El Viejo Topo,
2ª. Edición, Barcelona, 2002.
Para Comprender el Mundo Actual 33
30
Sobre esta revolución cultural de larga duración de 1968 cfr. BRAUDEL, Fernand “Renacimiento,
Reforma, 1968…”, cit.; WALLERSTEIN, Immanuel “1968: revolución en el sistema-mundo….”,
cit.; AGUIRRE ROJAS, Carlos Antonio “1968: la gran ruptura”, cit. y “Repensando…”, cit.
31
Sobre esta tesis de la bifurcación histórica o crisis terminal del capitalismo, cfr. WALLERSTEIN,
Immanuel Después del liberalismo…, cit. y Utopística o las opciones históricas del siglo XXI, Siglo
XXI, 1998; también The Age of Transition…, cit.
34 Carlos Antonio Aguirre Rojas
superpuesto proceso, que es, en primer lugar, el del inicio de la fase de decadencia de
la hegemonía norteamericana sobre el planeta, hegemonía que habría sido ejercida
prácticamente sin contestación entre 1945 y 1973, y que a partir de esta última fecha
se irá erosionando y debilitando cada vez más, hasta desembocar en las desesperadas
y fraudulentas respuestas belicistas de Estados Unidos al 11 de septiembre con las
inmorales invasiones a Afganistán y a Irak.
Y en segundo lugar, el inicio también de la crisis terminal del capitalismo como
sistema histórico, crisis que desde hace treinta años desestructura lo mismo a la entidad
‘nación’ o a la figura misma del Estado, que comienza a colapsar a la economía, a la
sociedad, a la política y a la cultura modernas. Un colapso que se produce cuando
estas realidades y niveles de la modernidad capitalista actual se ven acosadas lo mismo
por una insoluble crisis ecológica, que con una catastrófica baja de la rentabilidad
capitalista de las inversiones, pero también por una democratización social generalizada
que rebasa cada vez más los marcos capitalistas, o por un descrédito generalizado de
las poblaciones respecto a la actividad misma de la política y de lo político en general,
junto a una crisis global de todo el sistema de los saberes y de los conocimientos
humanos, construido desde hace cinco siglos por esta misma modernidad burguesa
capitalista.
Así, separándose en su evaluación de estos cortes de 1945 y de 1968, las dos
perspectivas sobre un largo o un breve siglo XX van a tener también visiones distintas
respecto de las dos fechas que limitarían al siglo XX corto, y que son las de 1914-17,
por un lado, y la de 1989-91 por el otro.
Y mientras para los defensores del breve siglo XX, 1914-17 es la fecha
fundamental del inicio del proyecto socialista y por ello el inicio de ese siglo corto,
para los autores que hablan de un largo siglo XX se trata en cambio más bien del
inicio de la disputa definitiva –disputa que en esta concepción llevará treinta años en
resolverse, hasta 1945–, entre Alemania y Estados Unidos, por el puesto de comando
de la hegemonía global dentro del sistema capitalista mundial. Lo que implica que la
revolución rusa de 1917 sea vista, en esta última concepción, y más allá de su heroísmo
y abnegación, como un proyecto que estaba condenado desde su origen al fracaso, al
intentar desarrollar una sociedad nueva y socialista, y por ende superior al capitalismo,
dentro de un solo país, y además de un país pobre, semirrural y que entonces era sin
duda parte de la periferia global del capitalismo en aquella época.
Lo que entonces, lleva a estos autores a afirmar que más que ser una revolución
socialista, la revolución rusa de 1917 –como también sucederá con las revoluciones
posteriores de China, de Europa Oriental, de Vietnam o de Cuba— será en el fondo y
solamente una revolución nacionalista triunfante, impregnada tal vez de un profundo
y hasta radical sentido social, pero cuyo resultado global será, no la construcción real
de una sociedad socialista, sino más bien un proceso que le permitirá a Rusia pasar
desde el estrato de la periferia capitalista del sistema hasta el estrato de su semiperiferia.
Para Comprender el Mundo Actual 35
32
Sobre este colapso total del liberalismo, y sobre esta dialéctica histórica entre las tres ideologías que
caracterizan a la cultura de los últimos dos siglos, cfr. WALLERSTEIN, Immanuel “El colapso del
liberalismo” en Después del liberalismo, cit. Sobre algunos de los efectos principales de esta crisis
del liberalismo posterior a 1989, cfr. AGUIRRE ROJAS, Carlos Antonio, “Chiapas, América Latina y
el sistema-mundo capitalista” en Pensamiento… y también la Introducción “Una perspectiva global
del ‘Análisis de los sistemas-mundo’”, en Crítica del sistema-mundo capitalista…, cit.
36 Carlos Antonio Aguirre Rojas
De este modo, resulta claro que las dos posiciones divergentes en torno a defender
por un lado la existencia de un largo siglo XX, y por el otro la de un siglo XX histórico
breve, no sólo difieren en cuanto a la caracterización de cuál ha sido el proceso
fundamental que singulariza a este mismo siglo XX histórico, sino también en cuanto
a la evaluación y explicación de lo que, en términos generales, han representado esas
rupturas o puntos de viraje histórico fundamentales que han sido 1914-17, 1939-45,
1968-73 y 1989-91. Fechas todas de una indudable relevancia histórica general, que
también pueden ser evaluadas bajo otra luz, cuando las abordamos desde la perspectiva
que aquí proponemos, de la existencia de un muy largo siglo XX comenzado en 1848
y todavía hoy vigente.
Así, desde este punto de vista, que caracteriza a ese siglo XX muy largo desde la
tensión permanente entre una larga decadencia del capitalismo mundial y un también
lento pero persistente proceso de aprendizaje y fortalecimiento de los movimientos
anticapitalistas, y de construcción de las premisas generales para el paso hacia un
nuevo sistema histórico, la fecha simbólica que representaría el parteaguas principal y
más relevante de todo este muy largo siglo sería, sin duda alguna, la del corte de 1968-
1973. Porque, como lo afirman los defensores de la tesis del largo siglo XX, es claro
que, efectivamente, se trató de una verdadera revolución cultural mundial, de
consecuencias profundas que han afectado y continúan afectando a las estructuras
mismas de la civilización capitalista creada por la modernidad, en una línea de
transformaciones que sólo culminará con la disolución total de esa civilización
capitalista, y con su sustitución por parte de un nuevo proyecto de civilización humana.
Y ello porque cuando analizamos este corte de 1968-73, desde la óptica de ese
muy largo siglo XX, podemos observar que hacia esa fecha no sólo comienzan tanto
una crisis cultural de grandes proporciones, como una aguda crisis económica mundial,
sino también y más ampliamente una crisis general de todas las estructuras de la
civilización burguesa moderna, que afecta lo mismo, por ejemplo a las premisas básicas
y a la concepción general de las propias ciencias naturales, que a las estructuras del
Estado y de la Nación modernos, pero también a la misma relación fundante del hombre
con su entorno natural que a las relaciones y formas diversas de la socialidad
contemporánea, junto a los patrones globales del comportamiento demográfico de las
sociedades o a las formas de la moralidad y de las costumbres vigentes, entre muchas
otras.
Hemos entrado, después de 1968, en una situación de una crisis civilizatoria
global, que se manifiesta al mismo tiempo como caos, confusión y disolución de todo
tipo de vínculos y de relaciones antes vigentes y sólidas, que como múltiple búsqueda
de salidas, alternativas y formas nuevas de organización para esas mismas relaciones
en crisis. Y ello, desde el nivel primario de la ecología y de la relación con la naturaleza,
hasta las formas más sofisticadas del arte y de la creación humana, y pasando por toda
Para Comprender el Mundo Actual 37
33
Sobre esta crisis global de la civilización capitalista cfr. ECHEVERRÍA, Bolívar Valor de uso y Utopía,
Siglo XXI, México, 1998.
38 Carlos Antonio Aguirre Rojas
34
Sobre este problema cfr. ELIAS, Norbert El proceso de la civilización, FCE, México, 1989, y La
sociedad cortesana, FCE, México, 1982. En su libro de Los Alemanes, Instituto Mora, México, 1999,
Para Comprender el Mundo Actual 39
Pues más allá de que estos cortes de la primera y la segunda guerra mundiales,
sean efectivamente etapas de la construcción de la hegemonía estadounidense, y también
los momentos iniciales de reiteradas victorias de los movimientos anticapitalistas y de
intentos luego desviados de construir mundos socialistas, es claro que representan,
igualmente, desbordamientos desmesurados de la violencia social y política capitalista,
violencia que en esta rama descendente de la curva de la modernidad va a manifestarse
más repetidamente y de modo mucho más agudo, radical y descarnado, que durante la
larga etapa de la rama ascendente de esa misma modernidad.
Y es por eso que otra cadena que cruza todo este muy largo siglo XX, es la de
esa violencia desenfrenada, irracional, creciente y absurda, de 1914-18, del holocausto
judío, de la segunda guerra mundial, pero también de la guerra en contra de Vietnam,
de las masacres de las dictaduras y los gobiernos de América Latina, África y Asia, de
las guerras étnicas fratricidas de Ruanda y de Kosovo, lo mismo que de las injustas
invasiones recientes de Estados Unidos en contra de Afganistán y de Irak, entre muchas
otras de sus terribles manifestaciones.
Finalmente, y siempre a esta misma luz de un muy largo siglo XX, la fecha de
1989 se presenta, además de como la conclusión del periplo histórico recorrido por
esas extrañas sociedades del “socialismo realmente existente” –que para esta fecha,
de “socialistas” no tenían ya más que el nombre–, y también del colapso general del
liberalismo como ideología dominante del capitalismo mundial, como el momento
simbólico de la apertura de un proceso de radicalización y agudización crecientes de
la más general tendencia decadente del capitalismo mundial, agudización radical que
permite explicar lo mismo la tragedia del 11 de septiembre de 2001 y las irracionales
invasiones de Estados Unidos a Afganistán e Irak, que el creciente auge de los nuevos
movimientos anticapitalistas y antisistémicos, desde el levantamiento neozapatista
mexicano de 1994 hasta la geografía mundial de las protestas iniciadas en Seattle,
junto a los dos Foros Sociales Mundiales de Porto Alegre en Brasil. Detengámonos
con un poco más de detalle en esta etapa más reciente de ese muy largo siglo XX
todavía vivo y vigente.
Elias desarrolla también una brillante explicación del holocausto judío por parte de los nazis, en esta
vía de un proceso “descivilizatorio” o de regresión de los avances de lo que él llama el proceso de la
civilización. Cfr. también nuestro ensayo, AGUIRRE ROJAS, Carlos Antonio, “Norbert Elias,
historiador y crítico de la modernidad” en Pensamiento historiográfico… cit.
40 Carlos Antonio Aguirre Rojas
Para los defensores de la tesis de un corto siglo XX, la caída del Muro de Berlín y el
fin de los proyectos del socialismo realmente existente, es en ocasiones interpretada
en el sentido de que una de sus posibles consecuencias principales sería la del
fortalecimiento, quizá sólo coyuntural pero importante, del poderío de Estados Unidos
y del unilateralismo claro en cuanto al diseño actual de la geopolítica mundial. Es
decir, una situación en la que, a la espera de nuevas revoluciones sociales o de nuevas
transformaciones radicales, el capitalismo actual parecería enseñorearse ampliamente
por todo el planeta.35
En cambio, para los defensores de un largo siglo XX, cuyo desarrollo estaría
todavía en curso, esa fecha simbólica de 1989 sólo habría representado el colapso
total del liberalismo y de su hegemonía ideológica mundial, lo que implica que los
trece últimos años transcurridos sean más bien evaluados como la continuación de los
dos procesos de decadencia iniciados desde 1968-73, procesos que acompasan el
declive y el fin de la hegemonía mundial norteamericana, con el periodo terminal de
vida del capitalismo como sistema histórico específico. Procesos que, entonces, se
verían todavía agudizados y acrecentados con ese desmoronamiento de la ideología
liberal, la que hasta antes de 1989, funcionaba como un cierto elemento de cohesión
ideológica de ese mismo sistema capitalista mundial.
Dos evaluaciones muy diferentes de la última década recién vivida, que también
llevan, lógicamente, a muy distintas evaluaciones de los agitados sucesos que hemos
vivido en los últimos veinte meses, sucesos que, en tanto signos o señales de procesos
y de realidades más profundos, pueden permitirnos también avizorar un poco los futuros
previsibles que habremos de enfrentar en los próximos años y décadas por venir.
Entonces, cuando analizamos estos últimos trece años vividos, y también los
sucesos más recientes, desde esa visión de un muy largo siglo XX que aquí hemos
planteado, coincidiríamos mucho más con la tesis que ubica a estos años y a estos
sucesos más recientes como manifestaciones de esa creciente e indetenible decadencia
de Estados Unidos como potencia hegemónica mundial, y al mismo tiempo también
como claras evidencias de esa crisis final del capitalismo en tanto que sistema histórico
particular. Pero, a diferencia de los promotores de un siglo XX largo, y puesto que
35
Sobre este punto, cfr. por ejemplo HOBSBAWM, Eric Entrevista sobre el siglo XXI, cit. y HABERMAS,
Jürgen “Nuestro breve siglo”, cit.
Para Comprender el Mundo Actual 41
36
Immanuel Wallerstein ha estado desarrollando sistemáticamente esta tesis de la decadencia
norteamericana y del uso de su poderío militar como elemento de ‘compensación’ en esta derrota
económica frente a Europa y frente a Japón. Al respecto y por citar sólo un ejemplo posible, véase su
artículo reciente “¿Conmoción y pavor?” en La Jornada, 19 de abril de 2003.
42 Carlos Antonio Aguirre Rojas
37
Para una evaluación más detenida de estos sucesos recientes, cfr. el conjunto de los Boletines redactados
por Immanuel Wallerstein, y publicados cada 15 días en el sitio del Fernand Braudel Center en Internet:
http://fbc.binghamton.edu, Sección “Commentaries”, en especial los Boletines posteriores a los sucesos
del 11 de septiembre de 2001. También véase AGUIRRE ROJAS, Carlos Antonio, “11 de septiembre
de 2001: una puesta en perspectiva histórica” antes citado, y “Otra mirada sobre el 11 de septiembre.
Un balance provisional” en Le Monde Diplomatique – Edición Colombia, num. 5, septiembre de
2002, y también “El maccartismo planetario. América Latina después del 11 de septiembre”, antes
referido.
38
Sobre las razones de este rol de vanguardia, de los movimientos anticapitalistas actuales de América
Latina cfr. AGUIRRE ROJAS, Carlos Antonio “América Latina hoy: una perspectiva desde la larga
duración” en Theomai en el sitio en Internet, http://unq.edu.ar/revista-theomai, en el num. 6, del
segundo semestre de 2002, y también el ensayo El maccartismo…, cit.
Para Comprender el Mundo Actual 43
respecto del tipo de cambios radicales y de transformaciones globales que ahora sería
necesario impulsar. Porque a diferencia de los movimientos impulsados por las viejas
izquierdas verticales, reformistas y autoritarias, las nuevas izquierdas se presentan en
cambio como movimientos plurales, abiertos, tolerantes y mucho más horizontales y
flexibles en sus formas de organización y de decisión. Al mismo tiempo, y a tono con
estos nuevos movimientos sociales, más incluyentes, más diversos y más plurales, van
a multiplicarse y diversificarse también sus diferentes demandas y frentes de lucha,
pasando a incorporar, junto a las esenciales reivindicaciones económicas y políticas
de cambio social, también los problemas culturales, las cuestiones de género, los temas
de la discriminación social y del racismo, los reclamos de los grupos ecologistas, la
lucha por la gestión y el uso de los espacios sociales, la defensa de los derechos de las
minorías de todo tipo, o el derecho a la diferencia en sus múltiples expresiones, entre
muchos otros de los nuevos temas de la agenda de lucha de estos nuevos movimientos
sociales anticapitalistas.
Simultáneamente, han cambiado también los modos de concebir los procesos de
cambio social global que promueven e impulsan estos nuevos movimientos
anticapitalistas, los que en vez de fomentar el cambio puramente político de sustituir
a un pequeño grupo en el poder por otro, delegándole a este último todas las decisiones
importantes, han comenzado a pelear en cambio por un involucramiento permanente
de las masas en la toma de decisiones políticas, involucramiento que desarrolla distintas
formas de la autogestión popular, en una lógica en la que las propias masas populares
se vuelven no sólo el apoyo colectivo del movimiento, sino los propios constructores
activos y permanentes de las nuevas formas y figuras del también nuevo sistema
histórico con el que ellas intentarán sustituir al agonizante sistema capitalista actual.
Y si el capitalismo mundial de los últimos trece años, tiene como dos de sus
líneas de evolución centrales a estas que hemos mencionado, la de la gestación de una
familia de múltiples nuevas izquierdas modernas, inclusivas y mucho más radicales
que las antiguas, y de otra parte la de la acelerada doble decadencia de la hegemonía
de Estados Unidos y la del conjunto de las principales estructuras de esta misma
sociedad burguesa capitalista, es pertinente entonces preguntarse acerca de cuál podría
ser la naturaleza y el carácter del nuevo sistema histórico que, en las próximas décadas,
terminará por sustituir a este capitalismo mundial. Y es claro que la respuesta a esta
pregunta se encuentra más allá del final del muy largo siglo XX histórico, y del segundo
milenio histórico que también concluye con ese siglo XX muy largo.
Pero esa respuesta sólo será el fruto de nuestra acción colectiva, de nuestra
inteligencia social, y de nuestra voluntad y capacidad de construir, allende este
capitalismo injusto, explotador, despótico y discriminador, una nueva sociedad más
libre, más justa, más autogestiva y más racional en todos los sentidos. Confiemos en
que con el nuevo siglo XXI histórico, y con el nuevo tercer milenio histórico, llegará
también ese mundo nuevo y superior con el que soñaron y por el que pelearon tantas
generaciones de hombres lúcidos, honestos, abnegados e inteligentes, que vivieron a
44 Carlos Antonio Aguirre Rojas
lo largo de este muy largo siglo XX de la historia humana, que en unos pocos lustros
habrá sin duda llegado ya a su fin.
CAPÍTULO II
39
Publicado originalmente en La Jornada Semanal, num. 225, México, octubre de 1993.
46 Carlos Antonio Aguirre Rojas
Si 1968 tuvo en París y en Praga, dos de sus epicentros principales y más representativos
–el primero corresponde al mundo capitalista desarrollado, y el segundo inserto en el
área de las economías del bloque europeo-oriental bajo la influencia soviética–,
encontró en la ciudad de México el espacio de su tercer epicentro, éste, representativo
de la revuelta y de la impugnación características de todo el conjunto de rupturas, que
en diversos escenarios protagonizaron los países del llamado «tercer mundo».
A tono con sus significados y secuelas asumidos y provocados en todo el mundo,
también en México la ruptura del año de 1968 constituyó un verdadero parteaguas en
nuestra historia. No sólo porque concluyó de hecho, con un prolongado ciclo que
podemos llamar «posrevolucionario» de la historia de nuestro país, que había vivido
alimentándose de las instituciones, herencias y transformaciones provocadas por la
Revolución Mexicana desde 1921 y hasta justamente ese fin de los años sesenta; sino
también porque reactualiza y hace impostergable el acceso forzoso –en nuestras
peculiares condiciones, muchas veces brutal y salvaje– hacia la modernidad capitalista
entonces imperante y vigente a nivel mundial.
Así, más allá de la derrota política inmediata del movimiento de 1968 en México,
y a un cuarto de siglo de distancia, resulta ahora fácil observar el modo radical en que
esa misma fecha transformó el nivel de lo político en nuestro país, es decir, a ese nivel
menos espectacular pero más profundo de los comportamientos políticos más cotidianos
de las grandes masas de la población, de sus actitudes frente a los partidos y frente al
Estado, y de su posición más global frente al mundo mismo de la vida política
institucional.
Porque en nuestra opinión, y a diferencia de las décadas anteriores a los años
sesenta, la ruptura del 68 desencadenó en México un proceso de profunda politización,
lenta pero progresiva y creciente de la vida social mexicana: desde los años setenta y
en adelante, la política se convierte en asunto cotidiano de los mexicanos, que no sólo
empiezan a interesarse por participar en diferentes movimientos sociales y políticos
–recuérdese como estos años setenta y ochenta estarán marcados por el auge de los
movimientos campesinos, por la efervescencia y la riqueza de las discusiones de las
izquierdas, por el renacimiento de los movimientos obreros combativos y por la primera
eclosión orgánica del movimiento urbano-popular–; sino que abandonan
progresivamente su tradicional apatía política para intentar buscar los canales adecuados
de expresión de esta nueva politización.
Para Comprender el Mundo Actual 49
Dejando de lado, cada vez más, ese consenso pasivo que caracterizó a un sector
mayoritario de la población mexicana, durante la larga historia política transcurrida
hasta la sexta década de este siglo, los mexicanos se incorporan, luego de los
acontecimientos de 1968, de manera masiva a la vida social y política que llena los
últimos 20 años de nuestra historia, tal y como lo demuestra de manera fehaciente la
reciente votación de julio de 1988. Ella misma, en un cierto sentido, hija también de la
ruptura vivida cuatro lustros atrás.
Cerrando de esta manera, la coyuntura social y política iniciada con el fin de la
Segunda Guerra Mundial, e inaugurando la nueva coyuntura que hemos vivido hasta
1989, el acontecimiento-ruptura de 1968 y sus secuelas constituyen la clave de lectura
que permite comprender varios de los datos y de los procesos recientes de la historia
social y política mexicana. Historia que hemos vivido durante los últimos 25 años.
Pues si todos los partidos políticos, sin excepción alguna, entran en crisis profundas
en este período, viéndose obligados a escindirse, renovarse, o transformarse de raíz,
eso se explica justamente por las nuevas demandas y solicitaciones a que los somete la
población mexicana, ahora inmersa en el mencionado proceso de una politización
creciente. Así, el surgimiento del neopanismo o la escisión de la «corriente democrática»
y luego la formación del PRD, pero también la crisis del viejo Partido Comunista
Mexicano y sus sucesivas metamorfosis hasta su condición actual, o el florecimiento
de los nuevos partidos «paraestatales», pueden todos ser leídos como distintos síntomas
de esa clara politización en aumento de la sociedad mexicana. Politización progresiva
que además se expresa no solamente en esta redefinición constante del espectro
partidario, sino también en el ámbito de los movimientos sociales: es también en estos
cinco últimos lustros que se colapsa definitivamente el sindicalismo oficial –hoy, cada
vez más, una fachada que se sobrevive a sí misma, más que una realidad viva–, frente
a la emergencia y consolidación del sindicalismo independiente, y luego de lo que
popularmente ha sido llamado el «neocharrismo» sindical, a la vez que se suceden en
la escena social mexicana, en una suerte de carrera de relevos, los movimientos de la
tendencia democrática de los electricistas, las luchas campesinas –en prácticamente
todo el país–, el sindicalismo universitario, el movimiento urbano-popular, el
movimiento estudiantil o la movilización general pre y post-88.
Al mismo tiempo que cambia la estructura social y la vida política de México, se
modifica también completamente la esfera productiva de nuestro «capitalismo salvaje».
No sólo porque se agota el movimiento ascendente de la economía mexicana, que
entre el «milagro mexicano» y el «desarrollo estabilizador» da curso a la coyuntura
expansiva mundial de la segunda posguerra (en el período de 1945-1973), sino también
porque se consolida hacia estos años un verdadero sector nacional de procesos que
por fin podemos caracterizar como de gran industria. Del tal modo que, luego de la
primera irrupción de la crisis económica internacional, con todos sus devastadores
efectos sobre la economía de nuestro país -crisis que en México se encubre y se posterga
realmente a causa del «paréntesis petrolero» del segundo lustro de los años setenta-,
50 Carlos Antonio Aguirre Rojas
Si 1968 abre una coyuntura excepcional de dos décadas, que estará marcada por
cambios profundamente revolucionarios del tejido social y de la vida toda de las
sociedades contemporáneas, esa coyuntura se cierra en cambio, luego de 1989, con
los paradójicos y un poco confusos presagios que estamos viviendo actualmente.
Porque hoy, pareciera que luego de 20 años de tantas y tan profundas
transformaciones, las sociedades quisieran darse una especie de «pausa de reposo»,
dejando que todo vuelva a ser como antes y renegando hasta del nombre mismo de
cualquier cambio posible. Y así, la ola posmoderna y desencantada que hoy se expande
con cierta fuerza, y que descree de certidumbres anteriores y de utopías antes
ampliamente movilizadoras, al mismo tiempo que constata derrotas y fracasos
evidentes, olvida que ella misma no es más que el síntoma efímero de un mundo que,
Para Comprender el Mundo Actual 51