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CAPITULO IV Batlle y el Movimiento Obrero y Social 2 Carlos M. Rama x esta serie a otros corresponde mostrar las especiales catacteristicas de la vide politica y de la economia uruguaya en la época ‘de Batlle y Ordénez, asi como el SGCorrollo de nuestra cultura intelectual y el avance de las prac- ticas_educativas. ‘Especialmente, sin tener en cuenta las caracteristicas nue- yas due adquiere 1a economia a partir del gobierno de Latorre, yimas todavia desde 1890, es. dificil ‘comprender la importancia Yue en el Uruguay de principios del siglo. XX comenzd a co- Qeponder al proletariado.y a las clases medias urbanas y el por. qué de su incidencia en ja vida politica. Al intentarse en el primer tema demo-liberal, por vez DI entran como protagonistas en jndisolublemente vinculado a Ja Batlle y Ordéiez. LOS COMIENZOS DEL MOVIMIENTO SOCIAL Y OBRERO La primera organizacion obrera uruguaya de, que. tenemos noting & de 1865, y corresponde-a los obreros tipégrafos que 5° : coaligan especialmente con la introduccion de piente intelectual es muy anterior pues se biente intelcgsteban Echevarria que funda en 1837 la “Sociedad de Faris Sy publica “Dogma Socialista”, en. la estela de Saint Simon y i tomo 1a labor de Bugéne Tandonnet que oor 184 dedica buena parte del periddico “Le Messager Fran- qzise”._aue, $e * dita en el Montevideo sitiado, a la difusién de _ personalidad y las ideas de Charles Fournier, 1a propaganda de as oe utopicas” y la critica de la “sociedad indus- “ial”. ‘Gugeao en Europa la Primera Asociacién Internacional, de Jos Trabajadores propicia la organizacion obrera —ahorg. estre- 10s rate winculada a las nuevas ideas sociales de sus dirigen- havens, Engels, Bakunin, y los, proudhonianos franceses— jun- to a las “secciones exitlonales” de los paises latinos, Inglaterra, Alemania, Suiza, ER UU, etc, se contara también el Uru- / guay. Tay Esta fecha corresponde en toda América Latina con. Jo fundacién de socieda i ‘Tipogratica” de Chile ides similares, (‘‘Sociedad de 1853 es la aaima es la “UniGn Tipografica” de Buenos Aires en Zefislado en nuestro libro, actualmente €n prem” socialistes. ‘Latine (1492-1836). jos. LAmerique estos es ee A Argno en Flig- mm sido Co! . tro, medio. eetonsturia, Montevideo, Garcia. 1945 Poles 88 is yon fro Las ideas sociallstas en el siglo XIX, “Montevideo. Medina, 1949, (3) Yer G1 revista’ Nuesfro Tiempo N° 2, febrero de 1935, 1a nota ‘Los ver on nals del 78 y tanseripeién documental. —39 Baille y el Movimiento Obrero y Social tolerante, escaso en tensiones y da oportunidades de ingreso a estos apellidos nuevos. La ideologia revolucionaria es. entonces sustituida por el progresismo batllista. Como es habitual en es- tos casos ello no supone siempre una renuncia total a los idea- les de la juventud. El nuevo grupo a que se incorporan estara tenido de muchas ideas revolucionarias, su legislacién y mas todavia su estilo de accién y prédica registrara aquel contacto. LA. EXTREMA IZQUIERDA Y BATLLE 4Qué opinién le merecia a la extrema izquierda contémpora- nea la personalidad de Batlle y su actuacién publica? En estos afios son muchos los articulos de la prensa anar- quista, socialista y sindicalista en que se comenta el batllismo como problema. Nos parecen eee tipicos los ejemplos que siguen, que son casi coincidentes y se difunden en la misma época. En: “El Socialista” —érgano oficial del Partido Socialista Uruguayo— bajo el titulo definitorio de “Nuestra Politica”, di- ce en 1912: “Constituimos una extrema izquierda avanzada que critica la accion gubernamental en todo lo que ella adolece de resabios criollos y burgueses, que la espolea hacia las mas francas orien- taciones reformadoras, contrarrestando el efecto de las influen- cias conservadoras, y que finalmente vigila celosamente las con- quistas realizadas. Esta orientacién (actual) de una politica so- cial no reposa mas que en un hombre, no es la obra ni la con- dicién de un partido. El hombre pasar y el partido continuara en el Poder y no seria dificil que volviese a depararnos, después de un gobierno francamente radical un gobierno solapadamen- te reaccionario como el de Williman, etc.” (44) 2 Al afo siguiente en “El Anarquista’, Antonio Marzovillo escribiendo bajo el titulo de “Batlle y los anarquistas”, expresa: “Una buena parte del pueblo uruguayo, incluso algunos anar- quistas no muy firmes en sus mismas creencias, se encuentran -mareados por la politica del actual mandatario Batlle y Ordo- fiez. Es cierto que es un caso especial el que pasa con el gober- nante de este pais que se encuentra empecinado en introducir un conjunto de reformas no comunes entre gente de mando; pe- ro, es muy cierto también, que tales reformas resultaran mas que inttiles en la practica, si una conviccion y conciencia en el pueblo no hace efectivd esos beneficios cuando los interesa- dos pretendan rehuir las leyes respectivas. $ “Por Jo tanto, el lugar de los anarquistas debe estar entre el pueblo, no para apoyar la politica de Batlle sino para elevar su cultura, etc. Es la ocasion mas oportuna para demostrar al pueblo el verdadero engranaje de la actual forma de sociedad, el cual engranaje por su estructura, no admite simples reformas sino una’ radical transformacion en la propiedad privada y en la forma de gobernarse los pueblos para que se sienta la verda- dera efectividad de un bienestar economico y moral. (aa) Bditorial del N° 45 (28 de enero de 1912). Corresponde destacar que waite coneeptos tomaban pie en un articulo similar aparecido en el primer numero del periddico libertario Ideas que cirigia Eduardo G Gilimon. 56 Carlos _M. Rama _ “Sin. embargo —termina el articulo— esperamos del buen criterio del lector no confundirnos con esa gente que, tanto com- bate a Batlle como mafiana lo defenderian si éste les diera parte en el comedero (presupuesto) nacional”, (45) : El reciente juicio histérico de la extrema izquierda sobre Batlie, ya alejado de la lucha cotidiana, ha sido similar en sus apreciaciones. Asi Emilio Frugoni en su oracién.del Ateneo en 1936 dice: “Tal vez algun dia explique, desde esta misma tribuna, por qué lo combatiamos (a Batlle) los socialistas, y por qué ya Jo consideramos uno de esos grandes forjadores de la nacionali- dad que merecen el respeto consciente de las masas populares y de los partidos de la clase obrera”. (46) i El Sr. Francisco R. Pintos, en la nueva “linea histérica” que en materia politica comienza a aplicar el Partido Comunista a que pertenece desde 1934, publica un volumen sobre Batlle, en que. reconoce que hasta la fecha se habia “apreciado falsamen- __~te” la obra y la personalidad de Batlle. Postula en cambio ‘la valoracion de los aspectos progresis- tas y democraticos del ideario batllista y considera a su lider “primera figura politica del pais, desde que él existe como Es- tado independiente, y una de las primeras de toda América en su época”. Mas adelante haciendo el paralelo entre ‘rigoyen y Batlle concluye que “el gran mérito (del ultimo) es existiendo las condiciones, dar una satisfaccién aj las aspiraciones populares y aun~adelantarse en algunos casos a ellas”. (47) LA DECADA DEL 20 ‘ La corriente politica que anima el Sr. Batlle en la década de] veinte se cristaliza y adquiere sus facetas definitivas. Es de 1920 1. adopcién del Programa del Partido en que se resumen sus ideas, y mas todavia se establece la defensa de las conquistas logradas en las décadas precedentes. _Por_otra Ee se establece una decantacién politica y hasta social, Después del “riverismo”, y el “vierismo” se aparta —to- davia en vida de Batlle— el grupo del Dr. Julio Maria Sosa. E| batllismo se beneficia del enorme crecimiento de las cla- ses medias, surgidas de la emigracién europea, que su politica ha favorecido, y su politica tiende a orientarse de acuerdo a su idiosincracia. Los empleados, pequefos comerciantes o industria- les, los profesionales universitarios, hijos de los obreros manua- les de 1890, comienzan a actuar en las filas del partido del Sr. Batlle y hacen de éste un verdadero idolo de las multitudes. La legislacién social de estos afios busca consolidar. las anteriores conquistas y procuran como norte mas la seguridad que la de- mocratizacién social. / del N° 1 del 16 de abril de 1913. El editorial intitulado El anar- reitera similares conceptos, (“venimos a afirmar la _persona- narquista, frente a blancos y colorados de todo matiz, frente tas y anarquistas, partidarios del reformismo, del batllismo, del blanquismo y de cualquier otro ismo que no sea el anarquismo’’). (46) ae aa 22 is octubre de 1936, inclaido en El Libro de los elo- | . Ob. cit, Pp. (47) Batlle y ol proceso histérico del Uruguay, Montevideo, Garcia, 1 ra y oF Yense tambien Justice, del"6 de mayo de Sab, eomien: arlo de 'L. F, eon el mismo titulo, os ings BT Batlle y el Movimiento Obrero y Social La situacién de los obreros rurales no tiene la misma au- diencia que afios antes, correspondiera a los obreros urbanes, La timida ley de salarios minimos de los peones es propuesta por el mensaje d. diciembre de 1919, y llega mutilada a su apro- bacién en 1923. Las masas rurales, los proletarios del campo, no estan agremiados, en su medio no han penetrado las ideas que procuran su redencion, y los mismos débiles intentos guber- namentales no le son siquiera conocidos, f El latifundio, dedicado a la ganaderia extensiva, a que se refiere el Programa del Partido Colorado de 1920, y para cuya desaparicién se creyé podria ser decisiva la aplicacién. confis- catoria del impuesto, —siguiendo ideas de Henri. George— se mantiene y hasta se concentra haciendo a la clase de sus pro- ‘pietarios mas poderosa. Se inicia entonces una situacién que todavia vivimos. Una , eiudad democratica con un proletariado consciente, al lado de una campafia latifundista, con un proletariado ignorante explo- tado por escasos centenares de grandes propietarios. ~ Las mismas relaciones de Batlle con la clase urbana de Montevideo en estos afos tienen altibajos. En definitiva sigue la suerte de los gobiernos apoyados en las clases medias, que en el caso del batllismo incluye asimismo a Jos industriales y los profesionales universitarios, que no siem- pre comparten ideas o posiciones con los proletarios. Un episo- dio especialmente sefialado es la huelga de los vendedores de periddicos contra el diario “El Dia”, y el subsiguiente boycot de solidaridad que contra la empresa decretan los gremios obre- Tos organizados. : Batlle, liberal del siglo XIX, fué un critico de la primera hora de la Revolucion Rusa de 1917 y de los movimientos revo- lucionarios de post-guerra, que tantas esperanzas y adhesiones despiertan en el movimiento obrero y social uruguayo de la época. La misma Revolucién Rusa al radicalizar el movimiento obrero, incluyendo a los mismos anarquistas que hacen de la FORU un organismo “especifista” (48) distancia del ambiente oficial a los militantes y con mayor razon los cuadros del Par- tido Socialista en cuyo VIII Congreso de 1920 triunfa por 1.257 votos contra 175 y 275 abstenciones, la. adhesion a la Tercera Internacional. Cuando en 1922 Emilio Frugoni reconstruye el Partido Socialista, este grupo minoritario en razon de su pro- grama reformista y su misma composicién social, vivira amplia- mente de la critica constante que hace —por lo menos hasta 1933— de su vecino lateral, el batllismo. Ne Ademas durante 8 afios de esta década el Partido Socialis- ta estara ausente de la Camara (48) de Representantes por no al- canzar el cociénte electoral. : ; = Esto no impedira entre la socialdemocracia y el demdlibera- lismo, contactos ideolégicos y pasaje de individualidades mas o menos constantes. 48) En 1923 se escinde de la antigua F.O.R.U. un conjunto de gremios i que forman la Unién Sindical Uruguaya (USU) entidad también de orientacién libertaria, pero con una visién muy, sindiealista, Enton- ces. la antigua FORU, al igual que la FORA de entonees, declara ideario oficial el anarquismo, “lo especifice”’, come H@ deela entoncer 5B Carlos M. Rama 4 455) as relaciones de Batlle con la extrema izquierda de ese tiempo fué posiblemente menos positiva que en afios anteriores. Asi, por ejemplo, mientras la politica del sefior Batlle fren- te a las empresas inglesas que explotaban servicios publicos, y la creacién de entes industriales y comerciales del Estado conci- taba la adhesion de los .activistas del. ambiente socialista y obre- To, era severamente criticada su actitud pasiva ante los Esta- dos Unidos. Estos son los afios del “big stick” con la ocupacién por los “infantes de la marina” de Santo Domingo, El Salvador, eeu y especialmente Nicaragua con la resistencia de San- El balance de los 25 afios de actuacién publica del Sr. Batlle resultara del conjunto de estos trabajos, me corresponde des- tacar aqui su incidencia sobre el problema social y obrero. ., Los progresos obtenidos se miden con la comparacién con palses semejantes como nuestros vecinos de América del Sur, y del duro camino de tensiones sociales, de represién popular y de dictaduras_abominables que han debido recorrer. El mérito singularisimo de Batlle fué apreciar temprana- - mente las nuevas fuerzas sociales e ideologicas que iniciaban su marcha en el pais, no oponerse a su desarrollo, e incluso colabo- rar buen trecho con ellas, de una manera firme, perseverante e infatigable. % Por eso cuando’ en 1929 desaparece, en visperas de la crisis €conomica y de una lamentable crisis politica, el pais tiene la sensacién de que ha perdido a uno de sus mas grandes hombres en momentos en que es irremplazable, Abril de 1956. d Batlle y el Movimiento Obrero y Social Las “secciones” de obreros y artesanos de origen francés, italiano y espafiol en Montevideo, muchos de ellos refugiados de las luchas sociales de Europa, se retinen en 1875 en la Fede- racion Obrera que la A.LT., en su Congreso de Verviers de 1877, acepta en su seno. . Esta Federacién, llamada en otros textos Montevideana o directamente Asociacién Internacional de los Trabajadores, y donde’ predominan los anarquistas, en 1885 se transforma | en Federacién Local de los Trabajadores del Uruguay, y anima importantes: huelgas. entre 1884 y 1886, Este movimiento se uesorganiza y sdlo cobrara fuerza nue- vamente en 1895, fecha fundamentai para la historia del mo- vimiento obrero y social del Uruguay. Numerosos gremios se organizaron librando con éxito sus luchas rr’ mejoras de salario, jornada de ocho horas, etc., y Jos sindicatos se vinculan en una nueva Federacién Regional, que en definitiva sigue Ja linea de las anteriores de 1875 y 1885. Una nueva etapa se cumple en 1905, en que por iniciativa de los obreros del puerto se realiza un congreso con la asisten~ cia de 22 sindicatos, donde surge la Federacién Obrera Regional Uruguaya (FORU), que como la FORA argentina corresponden -a “las federaciones regionales” de Espafia, que agrupan socie- dades de resistencia imbuidas del ideario anarcosindicalista, (4) En todo el siglo XIX este movimiento es un auténtico mo- vimiento de parias, al margen de los cuadros Politicos, sociales, juridicos y culturales del “Uruguay oficial”. Buena parte de la Nisha de los sindicatos y hasta de los grupos de ideas socia- tas va dirigid:. a emigrantes euro} eos, e incluso esta a me- nudo redactada en italiano o francés. En ella son escasas las referencias del Uruguay, y en cambio abundan las informacio- nes, los comentarios y las polémicas sobre Europa, y el mo- vimiento social y obréro que la agita entonces. El Uruguay co- mo “problema” to entra en las consideraciones de estos “inter- nacionalistas” con excepcién de un constante repudio del cle- ricalismo y de las “revoluciones” o “patriadas” de entonces. Ideolégicamente es todavia mas visible ‘el divorcio con las clases altas. Desde la Universidad estas defienden el “espiri- tualismo eclético” al estilo de Cousin entre 1849 y 1877, fructifi- cando en el “liberalismo doctrinario” y_el laicismo, frente al dogmatismo catélico. A partir de esa ultima fecha el positi- vismo desplaza a su vez al espiritualismo de la Universidad, aunque este sigue manifestandose en la prensa, el Parlamento ¥ los centros intelectuales y cuenta con personalidades como José Batlle y Ordonez. Cuando en 1890 se produce el] desplazamiento del militaris- mo, que ampar6 al positivismo, también en la Universidad hay una restauracion del espiritualismo, pero para dar lugar pron- (4) Aqui resumimos aspectos de nuestra comunicacién al Décimo Con- greso Internacional de Ciencias Historicas de Roma sobre Los movi- mientos sociales en América Latina durante el siglo XIX, todavia inédito, Véase también los trabajos de Francisco R. Pintos reeditad recienitemente en Gaceta de Cultura, NO 4-5, noviembre-diclembre ‘ae 40 Carlos M. Rama tamente al neo-idealismo inspirado en Bergson y William Ja- mes-que dominaran en el primer cuarto del siglo XX. @) La amada “‘cuestién social”, o los temas que interesan ai incipiente movimiento obrero -y’ social estan ausentes en los autores de todas estas corrientes, y con mas razon en_el dog- matismo catdlico, en cuya critica coinciden, A lo sumo podrian mostrarse_leves tangentes. Entre los ro- mianticos, y alin antes de ponerse Cousin de moda, Esteban Eche- varria utiliz6 las ideas de Saint Simon, pero su conceptuacién estara ausente en las obras de los “principistas”. Por su parte entre los “evoluciunistas” del positivismo hay autores como An- gel Floro Costa gue tiene atisbos del problema social, y los li- bros y la obra de José Pedro Varela sobre educacion popular Sirve_ al ascenso social de los artesanos y bajas clases medias. (6) El movimiento socia. se inspira por lo contrario en P. J. Proudhon, (cuyas ideas impregnan los escritos de los “interna cionales” de] 75), en Miguel Bakunin (muerto en 1876, después de expandir el anarquismo en todos los paises latinos que sis- tematiza Pedro Kropotkin), y en Carlos Marx, desaparecido a .SU vez en 1883 y continuado hasta 1895, por su camarada Fe- derico Engels. Sus ideas llegan a través, mas que de sus libros, de los periddicos obreros y socialistas de Europa y de los escritos de sus epigonos, Uruguay son obreros y artesanos autodidactas, enemi- os de la Universidad burguesa de las grandes familias, quie- mes los propagan, con Ja ocasional colaboracién de “agitadores” de fama internacional como Errico Malatesta, que se estable- ce en el Rio de la Plata por 1885, Pietro Gori ya-en 1901, Enrico Ferri en 1904, Jean Jaurés en 1911, etc. Su conceptuacién filo- s6fica subyacente es racionalista, materialista y atea. Los intentos de coordinar en una entidad permanente a los anarquistas fueron muchos, pero por efecto de la presién ne- Sativa de los “individualistas” los mismos fracasaron hasta 1898 en que se funda el Centro Internacional de Estudios Sociales. Obreros y artesanos, en su mayoria sastres, inician en un lo- -cal de Rio Negro N° 1180, (donde actualmente se alza el edificio del Ateneo Popular), una actividad intelectual y una agitacién politica Sin cuyo conocimiento es incomprensible el periodo 1898- 1930. Mientras el viejo Ateneo de Montevideo decae, el Centro Internacional es la sede de una vida poderosa que se manifies- ta en millares de conferencias, cur; s, polémicas, mitines, reunio- nes sindicales, desfilando por su tribuna un nuevo tipo de “in- telectual”, el autodidacta de orientacién social avanzada. (7) (5) Aqui seguimos esquematicamente el cuadro trazado por A, Ardao en Espiritualismo y positivismo en el ey. Mexico, F.C.E., 1950. Cotreeponde yi conferencia de Ak lo lari, recogida fragmenta- riamente en a. (7) Alfredo Ferrara de Paulés cita entre otros a: Pedro Gori, Adri4n Troitifio, Armando Vasseur, P. Guaglianone, Liorca, Maria Collazo, Belen de per tee Rafael Barret, Orsini Bertani, Amoroso, A. Te- . Fernandez Rios, Angel Falco, Florencio SAnchez, Ernesto Herrera, Medina (el secretario de Almatuerte), Pérez y Cu. rk, Alejandro Sux, Enrique Crosa, Emilio Frugoni, Juana Buela, Lasso de la oma, ®. Bianchi, 0. Baroffio, Malarini, Bertoto, Balsan, Tato igi Cotelo, Gamba, Carril, "Noriega, Cayath’ Sone Maelo, ©. Moratorio, BE, Burtenés, Pacheco,’ Art. en Claridad, Bue- ow 41 i Batlle y el Movimiento Obrero_y Sociat Entre los individuos de origen obrero, artesanal e incluso de la ntre 1895 y 1910.es di- clase media que alcanzan la juventud e: ficil encontrar quienes de alguna manera no se encuentren in- i fluidos directa'e indirectamente por las ideas avanzadas y €S- pecialmente por el anarquismo. okie i . La socialdemocracia se desarrolla con posterioridad. En 1895. aparece El Defensor del Obrero, “primer periddico socialista : - ) eientifico”, que propicia al afio siguiente la fundacion del Cen- | tro Obrero Socialista de escasa duracién. Hay intentos vincu- jJados a las personalidades’ de ‘Adolfo Vazquez Gomez y Alvaro Armando Vasseur en los afos siguientes, pero que no ms hasta que en 1904 se funda el Centro “Carlos Marx” del Dr. Emilio Frugoni, Recién entre 1910 y 1912 se termina de estruc- turar el Partido Socialista Uruguayo (Seccién Uruguaya de la Internacional Obrera). (8). BATLLE Y LOS OBREROS Se ha discutido largamente la formacién filoséfica de Batlle y la originalidad de su ideario politico, pero no se ha destaca- do nunca la importancia que en su formacién tuvieron las ex- periencias histdricas. a Fi Esto es especialmente importante a propdsito de sus. ideas sociales y como motivacion de sus actitudes ante el movimien- to obrero y social. En 1895, cuando nuestro personaje cuenta 39 aos de edad, se producen una serie de huelgas que convierten las deman- das proletarias y las jdeas: socialistas que les inspiran en obli- gado tema del Uruguay de entonces. El 19 de Mayo de 1896, por vez primera en ‘Montevideo, se celebro con una manifesta- cion callejera la fecha obrera. (9) Basta hojear la prensa de esos afids, o sopesar el silencio de muchos actores de la vida politica, para apreciar como aquel instante fué definitorio para la casi totalidad de las capas ilus- tradas de nuestra sociedad en que primaron los intereses de clase a las posibles ideas democraticas. No fué este. el caso de Batlle, y el testimonio se encuentra en la magnifica serie de sus articulos ‘de “El Dia”. i j Es categorico. “Simpatizamos con las huelgas... he ahi los : Ae, débiles que se hacen fuertes y que, después de haber implora- | do justicia, la exigen”. (10) Es también profético. “Entre nosotros el movimiento obre- ‘ ro debe ser considerado como el advenimiento del pueblo tra- bajador a la vida publica, y asi visto ese movimiento adquie- re una importancia nacional. Va a entrar en la vida publica, en efecto, esa enorme masa de hombres que habia creido hasta aho ra que su interés consistiria, y su deber, en trabajar en silene Tos Aires, 1931, Zum. Felde agrega: José Peyrot, Roberto de las Ca 70S ds, Lopez Campafia, Guzman Papini, Medina Bentancort, Alberto Tuapisces, C. M. de Vallejo, Natalio Botana, en t. Il de Proceso In télectual del Uruguay, Montevideo, Imp. Nac. Colorada, 1940, pag. ho (8) Ver nuestra nota El manifiesto inicial del Partido Socialista, revisis Nuestro Tiempo, N° 3, Montevideo, abril 1955, ’ (9y Para ver el sentido reivindicativo ¥ militante del 19 de Mayo & fines 3.) Gel siglo XIX, el reciente libro de Maurice Dommanget, (Buenos Altes ee See Ce a a sehenealee, 1956), Sobre la historia en e) Uruguay de Ja techs, eb Mitcalo de F. R. Pintos en “Justicia” del 29 de abril de 1040 (10) El Dia, articulo del 3 de enero de 1896, 42 Carlos M. Rama cio, ajenos a toda agitacién da a popular, en ae ona ejercian su oficio. He aqua a A ie y eee por tanto, que habia vegetado ed one eal ‘Os sin que se ocupase solidariamente dk ee Pinctncypan aces de vida, y que de pronto des; ef ae Soe la lucha que sostiene esa misma ase ney ee te bipgeimeaunad del mundo civilizado se nunca gente y eee ace haan Gave de una manera inteli- r i ] i Vt alee eS medidas de la primera presidencia dirigid: ae eacese ae ae ee trabajadores no seran onc as a anpliamente BRO a responden a una visién democrati- ejemos de lado la legislacié i eae gislacion social qui i sre ri pre saeenea y_destaquemos i Saporenee ae fs eae fatenta al movimiento obrero y social. Sin cies Sean: a lido aprobarse las leyes sociale, geet pues altarian a los sindicatos, clubes cantros ¥ ea ai ieepte de libertades publicas necesaria: ie Batt s apiee Denese artesanos y empleados en su defel eee Bel eee if servado en 1895 que la huelga “era Ties 1 Behar oat at pi Aaa por las autoridades policiales ec sublevaciones” G3) -y Hreherndee ee eal nee ae ies On eee a favor de los mulronces Gr? Rtn See Me iaen. Ma aca, qe ce del Presidente Batlle en 1904 Fr ne declararse en baie Reangenenmie ty iblemente Batlle hubiera suscri B suscript " ee eee las cuales “Consitiera (roll acess ae nacional, es eae ee ree fe rettetece ec emengencia a en tna Ae eeeae iS mas peligrosas que pueden aconte- in la huelga ferroviari ; ‘i c ‘ia de 1905 al i None one ape pies de la Rant a nents fo ce n jue! jari ag nae ‘Briviston ie Beneane ean cham entts into de vista de Batlle e: " } ‘ nt d lle es —aclarem i Boer x en las citadas instrucciones ae a = Dae tae \ tad qAD, HE tate el ingreso de meratiieea’ ee [oe | sabotaye, ‘n hue! Ba, y garante la propiedad caved del n “El Dia”, en estos mo iri Pte : ia’, en estos momentos dirigid i { Met: Bees as huelgas son, sendillemente, tie ie le Oe BHO pore shat eae, et obrero y de. los esfulerzos ie ipalive BOF pus afsnes”. (13). se pague mejor, precio por su sudor - (1) EI Dia, articulo det 9 (2). Cltado en Giudice - Goneuier Cones $98; 8) Low textos que siguen fueron firmados’ pe ok c los porque colnciden casi literalmente con textos de Bare eee atile y res- paldan’ Ins, disposiciones 1 le nidencig, Son extraldon serene amentarias de la primera pre- quay, Montevideo, Garcia, 1939, \p. "60, ‘correspondie ee le Junio de 1905 pondiente a un articulo — 43 Batlle y el Movimiento Obrero y Social “La policia —se dice en otra parte— no puede intervenir sino donde las leyes se lo manden... y lo que manda la ley es que intervenga solamente en el caso de flagrante delito”. (14). “f] Gobierno se ha mantenido totalmente prescindente en los diversos pleitos que se han suscitado entre patrones y obre- ros, y en esa prescindencia justa y legal se mantendra mientras que a su juicio no se comprometan las altas cuestiones de orden publico que esta en el deber de tutelar’”’. (15). Este tipo de consideraciones podria resultar refido con la yealidad si no estuviera refrendado por una aplicacion practica realista. fn ausencia de una legislacién sindical el gobierno y la prensa adicta defienden la legitimidad de los sindicatos (“asocia- ciones de resistencia”:como se llamaban especialmente aquellas organizadas por los anarquistas); el derecho de sus afiliados a las hhuelgas, y la posibilidad de actuar sus militantes Qos “agitado- res”, como les Hamaba la prensa burguesa). ( “Carece de todo fundamento —dice “El Dia”— la propagan- da que contraria las asociaciones de resistencia. Los que se inte- resan por el mejoramiento paulatino de las clases trabajadoras (como decian —anotamos— los ,periodistas reaccionarios), debe- rian por el contrario fomentar la ereacion de aquellos centros, pugnar porque estuviesen bien dirigidos y que contasen con ele- mentos suficientes”. (16). E] derecho a la hhuelga es consagrado, aunque se critica y ana- liza la situacion del “krumiro”, pues “El Dia” opina que “el que acude al trabajo hace uso de su derecho y debe ser respetado, sobre todo cuando obra movido por la violencia moral de ne- ccesidades ineludibles”. (17). En cuanto a los Ilamados “agitadores”, “son los que despier- tan al obrero de su letargo, son los que dan vida a sus latentes aspiraciones de mejoramiento, los que sefialan el camino qué puede llevar al éxito, y los que, en fin, disciplinando las masas y organizando la resistencia, hacen posible la lucha”. La opinién patronal sefialaba especialmente la presencia en- tre los sindicatos de “agitadores extranjeros”, y Don Domingo Arena, siempre desde “E] Dia” dice: “En un pais esencialmente cosmopolita como el nuestro, todo extranjero que Mega a él tiene el perfecto derecho de actuar en cuestione., econdmicas y socia- les mientras no se aparte de la'érbita de las leyes. Y esa actua- cién de los elementos extranjeros en las huelgas, se explica tanto mas, cuanto ie una gran parte de los obreros huelguistas son precisamente extranjeros. Por otra parte, es natural que para directores, de esos movimientos se escoja con preferencia a per- or a hayan tenido cierta actuacién en el viejo mundo,” el. . (14) Ob. cit. p. 68, art. del 12 de junio de 1905. (18) Ob. cit. p. 65, sin fecha en Ja edicion citada. (16) Ob. . p. 84-95, art, del 23 de junio de 1905. (17) Ob. cit. p. 89, art. del 27 de junio de 1905. (18) Ob. . Pp, 61, art. sin fecha. 4 Cartos M. Kama En los mismos afos en que en nuestro pais se inicia el pro~ ceso democratico que preside Batlle, en la Argentina hay una constante y sangrienta represién policial del movimiento social y -sgindical. El 31 de agosto de 1902 el Congreso aprueba la ley N° 4144, llamada “de residencia” autorizando al Poder Ejecutivo. a expulsar del pais, en un plazo de tres dias, sin necesidad de proceso legal, “todo extranjero cuya conducta comprometa la se- guridad nacional o turbe el orden politico”. (1g). , En aplicacion directa de esas disposiciones, por simples me- didas policiales, fueron deportados muchos destacados militan- tes obreros argentinos, que siendo de origen italiano o espafol, se Jes enviaba a un seguro calvario en las carceles de aquellos. paises. vy Batlle, apoyado firmemente por toda la opinion progresista del pais, abrié las fronteras del Uruguay a esa singular emigra- cién, dio ordenes de hacer bajar de las barcos que atracaran a Montevideo ‘a los deportados de Argentina que prefirieran residir entre nosotros, € incluso en alguna oportunidad hasta se pago ell pasaje de un anarquista deportado desde Rio de Janeiro a nues~- tro puerto. Esta medida leva a la prensa reaccionaria a predecir que los acratas extranjeros recién Iegados, promoverian una ola de atentados. Es notorio que en el Uruguay no ha habido atentados politicos en todos esos anos. Es asi que ingresaron al pais, entre otros muchos de 1901 a 1912, los socialistas Bartolomé Bossio, Luis Bernard, Castor Garcia Balsas y A. Caramella y los anarquistas Pascual Guaglia- none, Antonio Marzovillo, Orsini Bertani, Carlos Balsan, Juan Llorca, Francisco Corney, Ristori, Eduardo G. Gilimén, Joaquin. Hucha, Adrian Troitifio, Basterra, etc., que en los afios siguien~ tes los encontramos entre los conferencistas del Centro Inter- nacional y del Centro “Carlos Marx”, organizando nuevos sin- dicatos o colaborando en la prensa, la labor editorial, etc. LAS ELECCIONES DE 1910 Las elecciones de 1910 presentaron muchos signos revelado- res del tema que estamos exponiendo. Habiendo decidido el Partido Nacional la abstencién, el Par— tido Colorado que ya proclamara para su segunda presidencia al Sr. Batlle y Ordofiez, procuro colmar las bancas que correspon- dian a la minoria. Se comenz6 por ofrecerlas a_veinte neutrales, figuras conocidas de] ambiente universitario. Estos, después de largas deliberaciones y gestiones, resolvieron no aceptar la pro- posicion del partido mayoritario, Los catélicos anunciaron que se presentarian como partido a las elecciones. Se constituyé asimismo-una “Liga Agraria” por Jatifundistas de la Federacién Rural. Frente a estos intentos gano terreno la idea de crear partidos 0 agrupaciones electorales de origen obrero y social. Es muy interesante el intento de “Partido Obrero”. Con fe- (19) Véase la obra de nuestro compatriota Jacinto Oddone Historia del So- clalismo argentino, Buenos Aires. La Vanguardia, 1934, 2 ts. y de D. A. de Santillan, Fora. I ia y trayectoria del movimiento obre- to revolucionario en la Argentina. Buenos Aires. Nervio, 1933. . — 45. Batlle y el Movimiento Obrero y Social cha abril 2 de 1910, el poeta Leoncio Lasso de la Vega (“socialis- ta, aunque no de partido”, conocido por sus colaboraciones anti- clericales en “El Dia”), publica un manifiesto. En él opina: “Sostenemos, sin reserva, que Batlle y Ordonez es una de las mas grandes figuras de la historia uruguaya, y nuestros nietos ccontemplaran con respeto en la plaza publica, la estatua que le habra levantado la gratitud de una posteridad exenta ya de las pasiones que hoy rugen”, etc., y después de mostrar que sus ene- migos son las clases propietarias y reaccionarias, dice: “Son sus amigos (de Batlle) —no de la persona, sino de las ideas que en- earna— todos los proletarios, todos los obreros, todos los deshe- redados, que constituyen el ochenta por ciento de la naci6n”. Prosigue: “jHay 80 mil obreros en la capital! Hay, en los regis- tros civicos menos de 25 mil inscripciones. Hay, segtin comprueba una larga experiencia estadistica, menos de 12 mil votantes”. Los obreros, termina su pensamiento, “no saben la incontrasta- ple fuerza, el formidable empuje de progreso verdadero que. po- drian imprimir a esta fragil maquina politiquera, si ellos a’su vez, en defensa de sus derechos, siempre vejados, dejasen a un , Jado falsos prejuicios, desdefaran la- necia preocupacion de pa- tria, para ciudadanizarse y votar y se desembarazaran del sen- timiento andrquico para inscribirse y votar”. (20) El Centro Internacional salié al encuentro del proyecto de Partido Obrero con otro manifiesto “Al Pueblo” donde se expre- sa que “Los obreros no iran a votar. Ellos no iran a las urnas ara dejar en ellas su poca independencia presente, su ansiada ibertad futura... No combatimos, pues, determinada persona 0 gobierno, iremos siempre contra El Gobierno, sea: cual fuere su color politico y sea cual fuere la forma 0 sitio en que él se ma- nifieste”. (21). El anatema del Centro Internacional fue decisivo y fracasé la tentativa de un “partido obrero” batllista, reclutado en el pro- letariado éncuadrado por el anarquismo, Cuando faltaba una semana para las elecciones, el Club Li- : beral y cl Centro Carlos Marx (“organo y plantel de un partido on formacion”) acuerdan ir aliados a las urnas llevando las can- dideturas de los Dres. Pedro Diaz y Emilio Frugoni. El manifies- to eluctoral del Centro Carlos Marx, verdadero manifiesto inicial del Partido Socialista, se cierra diciendo que: “Para imponer el verdadero remedio, para determinar medidas de gobierno orien- tadas a la solucién decisiva y contrarrestando Ja influencia po- derosa de los ganaderos y de los grandes terratenientes, como para conseguir la reduccion de las fuerzas militares o evitar al menos que su mantenimiento desangre a los trabajadores, és- tos deben constituirse en legion organizada, entrando como partido de clase a ejercer sus derechos politicos y a forjar con el calor de sus anhelos de justicia el arma de la ley, en de- fensa de sus'intereses, conscientes y orgullosos de la misién (20) Hoja suelta de 31x45 cms. impresa doblemente, intitulada La Futura ‘Presidencia/Al Pueblo Uruguayo/Levaniate Lazaro! El Partido Obre- ro/Que la redencién del proletariado sea su propia obra! Edicién del 30 de julio de 1910, Archivo del autor. (21) Hoja suelta de 29 por 41 cms Al Pueblo/A los obreros en particular. archivo del autor. 46 Carlos M. Rama eC oN en historica que al proletariado de todos los paises corresponde evar a cabo”. en Sobre la personalidad de Batlle se dice que es “un hombre representativo de principios democraticos y liberales, en quien el pueblo ha puesto su esperanza de ver realizadas algunas im- portantes reformas y que €S, en las actuales cireunstancias ej dentro de la relatividad de las cosas en el dominio de las insti- tuciones burguesas y tratandose de gobernantes burgueses, el tinico candidato que puede ser considerado prenda segura de un gobierno respetuoso de los derechos y reivindicaciones de la cla- se trabajadora”. (22). Si la figura y las ideas de Batlle y Ordéfiez ocupan ‘os. tra- pajos electorales de las agrupaciones de origen obrerista, sus problemas tienen un significativo lugar en el manifiesto del 10 de agosto de 1910 con que el sefor Batlle hace conocer su pro- grama de gobierno como candidato. (23) be Inmediatamente después de tratar los problemas politicos aborda las reivindicaciones obreras, a las que dedica mas de Ja quinta parte del manifiesto. Es, posiblemente, uma de las ex- presiones mas ‘sistematizadas del pensamiento de Batlle en estos temas y retoma ideas expuestas en el proyecto laboral de 1906. Sus ideas principales son: a) “las reivindicaciones obreras son justas y respetables” y seguidamente las cita y comenta; b) el problema social existe en el Uruguay; c) la mejor politica es resolver estos problemas sin esperar a que erezcan haciéndose insolubles; d) cualquier sacrificio sera compensado -por el au- mento de la emigracién y de la poblacién que provocaran las reformas; e) promete activarla aprobacién del proyecto de 1906 y cita otras ideas que se propone Ylevar adelante en materia de prevision social; f) reitera su opinion contraria a la lucha de ca- pital y trabajo y su conviccion de que en el Uruguay un obrero puede cambiar de clase. , El resultado de las elecciones en Montevideo puedé *carac- terizar el espiritu de/los electores y las limitaciones de la época: Colorados: 7.755; Coalicién liberal-socialista: 895; Catdlicos: 342. ‘A los efectos de la legislacion social, en su segunda Presi- dencia, Batlle tendra la enorme ventaja de que toda la mino- ria sitora parlamentaria estaré “constituida por los Diputados Emilio Frugoni y Pedro Diaz, favorables a una expansién de Jos derechos de las clases trabajadoras. ‘La verdadera oposicién en este campo surgira en 1913 en el seno de su mismo partido al desglosarse la derecha del Partido Colorado, el “riverismo”. c LA AGITACION POR LAS 8 HORAS En la mas difundida de las biografias de Batlle, y a ropo- sito de los problemas sociales, se lee: “El pueblo nada pedia, na- (22) Hoja_suelta de 33 por 49 cms. con el titilo: Manifiesto Socialis- ta/ El Centro “Carlos Marx’ AL PUEBLO, firmado Emilio Frugoni. Secretario General, archivo del autor. Una nota i, edicién critica en el citado trabajo El Manifiesto inicial del Socialista. (as) Hoja guetta de 34 Gi PCr Gotz fou teat infegto/impertantes de- 10 - eZ, in! ‘tant elaraciones, firmado ‘Yosé "Batlle ¥ Ordonez, rein Deer —47 Batlle y el Movimiento Obrevo y Social ——— ba. Era feliz en la umbra de su propia ignorancia. Batile 1o arranca de su basividad y de su indolencia”. ¥ ae se agrega: “Batlle creo oe proyectos y cred el ambiente. To sonal”. nN iki roe fe eciets son hijos de la admiracion, pero no produc- to de la ciencia histérica. La relacién entre Batlle y las masas, como sucede por Jo demas con todos los grandes hombres, es de naturaleza dinamica y se caracteriza Te mutuas influencias. Como hemos visto el problema social, y la misma ocr obrera nacié en nuestro pais mucho antes de aparecer Batlle en el primer plano de la vida politica y Batlle la reconociod e incluso la canalizé a favor a sus conceptuaciones politicas par- i vida nacional. eee oe anay uit de este cuadro de relaciones es. la agitacion por jas 8 horas. Se trata de un movimiento mundial gue se mani- fiesta en los paises industriales ya en la década del piel adquiere fuerza incontenible en Estados Unidos entre Bs y. 1886, culminando a ek cues ie a 1° de Mayo de este ultimo Ai iudad de Chicago. ie a us icles y el mitin anual del 1° de Mayo como expresion permanente de la aspiracién de la clase obrera se cumple en Montevideo desde 1890, siguiendo las recomendaciones, prime- ro, de la American Federation of Labor, y después del Con- greso de Paris de 1889 constitutivo de la Segunda Internacional. En 1895 —en las grandes huelgas que hemos indicado— ob- tienen mediante su exclusiva fuerza sindical las 8 horas los gre- mios de albafiles y marmolistas de Montevideo, y los obreros graficos conquistan no solo las 8 horas, sino 7 horas en el ho- rario nocturno. A partir de entonces numerosos gremlos obtie- nen en sus movimientos esa conquista y ella se inscribe en el programa de la Federacién Obrera Regional Uruguaya. Cuando el 21 de diciembre de 1906 —3 meses antes de la terminacion de su mandato— Batlle presentatsu proyecto de Re- glamentacion del Trabajo (26) en los considerandos dice: “Ac- tualmente la jornada de trabajo de 8 horas, ha sido ya conquis- tada por numerosos gremios entre nosotros, pero quedan muchos: otros que no gozan de este beneficio por no haber tenido ja or-. ganizacion y los recursos necesarios para obtenerlo”. E] mensaje ° ‘econocimiento de la justicia que implica la reivin- icacian brea, pero posiblemente teniendo en cuenta las resis- tencias que levanta —incluso en el mismo Partido Colorado como: se vera mas adelante— propone fijar la jornada en 9 horas el primer ana y recién en 8 en los siguientes. Para los empleados “no excedera de 11 horas en el primer afio ni de 10 en el si- ean proyecto fué archivado durante el Gobierno Williman, y Batlle en su mensaje pre-eleccionario promete someterlo de nue- vo a las Camaras. Efectivamente, con fecha 26 de junio de 1911 se reitera el proyecto de Reglamentacién del Trabajo, sensible- (24) Roberto B. Giudice y Efrain Gonzalez Conzi, Batlle y el Batllismo, Yb. 49. ob. cit., p. 49. x r obre Uruguay nuestros articulos:; 69 afios de (25) Verge Mavos Nes de Nuestro Tempo, Montevideo, abril-mayo 1955. ¥ Una historia del 19 de Mayo, “El 1”, mayo de 1956. (26) Diario Oficial, tomo, ‘Vv, NO 378. 4B nm Garlos M. Rama ca mente mejorado pues.ahora se habla exclusivamente de § ho- ras para obreros y empleados de la industria y el comercio, junto a otras mejoras que no corresponde aqui tratar. En el mismo texto se anota: “Desde la fecha en que fué presentado este proyecto hasta el presente, el constante esfuerzo de las clases trabajadoras ha reducido considerablemente la duracién del trabajo diario y es posikle, desde ya, suprimiendo todo periodo~ de transicion, fijarla en 8 horas sin producir sensibles pertur- baciones en las industrias”. 5 _ El estudio de los hechos de la vida obrera y social en ese mismo afio 1911 demuestra como la clase obrera y los propa- gandistas de las ideas socialistas, sin esperar las decisiones gu- bernamentales, en la realidad de los hechos, incorporaban a las costumpres la jornada laboral de 8 horas. Por entonces los sin- dicatos obreros de Montevideo eran 44, aparte del Centro Inter- nacional de Estudios Sociales y varios centros andrquicos simi- lares, cinco centros socialistas y una prensa relativamente ex- pandida que sostenfan todas estas organizaciones. para difundir sus ideas. £ _ En 1911 hacen huelga por las 8 horas y triunfan los gre- mios siguientes: frigorificos, curtidores, peones de barraca, eba- nistas, aserradores y en el interior, los albaniles de Pando y Tacuaremb6, a los que se uniran ya en 1912 los de Paysandi y San Ramon. Espontaneamente los patrones de tiendas de la ca- pital conceden a sus empleados el horario solicitado. En cambio se produce una derrota obrera con el lock-out de Jas fabricas de zapatos que liquida una huelga de 2 meses de los obreros zapateros por las 8 horas. La Union Industrial se pro- nuncia energicamente en contra de las demandas obreras mien- tras el Partido Socialista hace una intensa campafia en la pren- sa, la calle y el Parlamento sobre el problema. (27) No es por cierto el panorama de una sociedad que pasiva- mente recoge los dones venidos de las alturas gubernamentales. Asimismo en este afio de 1911 hay un episodio que mues- tra la actitud de Batlle, y explica el odio de los representan- tes de los grandes intereses econdmicos. Se produce en mayo una ‘huelga general de obreros tranviarios de Montevideo: solicitan- do justamente las 8 horas. La FORU, en nombre de los gremios organizados, fracasa- das todas las tratativas con las gerencias de las empresas ex- tranjeras, declara la huelga general obrera de solidaridad que dura 3 dias. Los obreros montevideanos en huelga van en mani- festaci6n a la Plaza Independencia y piden a Batlle que les hable. “El Socialista” de la época lo relata -asi: “El ciudadano Batlle y Ordéfiez accedié al pedido y dijo que los obreros hacian bien en unirse y organizarse, y que serdn respetados por la auto- ridad publica en~el ejercicio de sus derechos, declarando que hallarian un amparo en ella mientras se mantuvieran en el te- rreno de la legalidad. La manifestacién disolviése poco después en medio del mayor entusiasmo”. (28) ore (27) Véane especialmente Jos editoriales de los mumeros 31, 32, 33 y 34 de : “EL Socialista’, y el texto del anteproyecto del diputado socialista en 1011, (20) Namero 11 del 6 de junio de 1911, —49 Batlle y el Movimiento Obrero y Social , La actitud de Batlle respaldé al movimiento obrero y obtu- vo de las masas su calido apoyo, pero también determino en el geno del Partido Colorado escisiones categéricas. La ley de.8 horas tardé en total diez afios en aprobarse, re- cién en el Gobierno del Dr. Viera, contando con el voto adverso incluso de quienes habian suscripto el mensaje original con Bat- fle. El mismo Viera en 1919 al explicar su escision afirma: “El Partido Colorado no es socialista, ni va al socialismo. A mi jui- cio, su mision, ahora mas que nunca, es conciliar el capital con el trabajo”. (29) ic De Pero en 1916, al aprobarse la ley, aquel movimiento obrero reivindicando las 8 horas que se iniciara en el Uruguay por lo menos en 1890, habia triunfado en casi todos los gremios orga- nizados. La disposicion legalizé y respaldé algo que para mu- chos estaba practicAndose en el terreno de los hechos. En cam- bio en los gremios desorganizados, en las pequefias poblaciones y en las actividades en que actuaban personalmente los patro- nes como gerentes, a menudo la ley se adelanté a los hechos.. Del atraso de nuestra América da una idea el que todavia en 1916 la disposicién resultara novedosa y hasta exdtica en la legislacién laboral de estos paises. i ‘Historicamente la ley de 8 horas ha significado mas que un cambio de gobierno. Una anécdota podra ilustrar su sentido simbélico para las masas y el valor que el mismo Batlle daba a su iniciativa, a los 10 afios de lucha para imponerla y a su defensa. Producida la escisién vierista, Batlle realiza en 1919 una gira de propaganda por todo el pais que culmina con la gran manifestacién del 27 de noviembre de 1919. Cuando Batlle, acalladas las ovaciones, toma la palabra ante la multitud, manifiesta: “He visto un le- trero que dice: “Las 8 horas peligran”. Después de haber visto AS re yo puedo decir: “Sefiores, ya no peligra na- Qe BATLLE Y LA IDEOLOGIA SOCIALISTA En la limitacién de este breve trabajo no nos esta encomen- dado precisar las lineas de la ideologia del sefior Batlle y Or- défiez, pero no podemos sustraernos a ciertas consideraciones que fespondan a la pregunta: Puede considerArsele un socia- ista? En primer lugar conviene repetir con Grompone, “A Batlle no puede considerarsele un tedrico rigido, y esa era la distin- cién esencial con los intelectuales enamorados de su programa 0 con los que lovabandonaron sin que en sus vidas influyeran los rincipios” pues’ “En Batlle existid el hombre politico, el hom- re de accion en todo momento, dominando siempre la construc- cion dé las ideologias” (31). Pero el mismo autor nos dice: “En Batlle es siempre el hombre del siglo XIX, liberal e individua- lista, el que intenta resolver los problemas sociales. Ha habido, pues, incomprension de su pensamiento y de su concepto social (29) Diarios del dia 8 de mayo de 1919. Zum Felde ya ha hecho notar que la_ misma motivacién explica el surgimiento del “riverismo” en 1913. 83 Giudice - Gonzalez Conzi, ob. cit. p. 567. 31) Antonio M, Grompone, Batlle, Montevideo, M. Garcia, 1938, p. 24. 50— Carlos M. Rama al colocarlo, como se ha hecho a veces, en la corriente socia- lista”. (82 " Justamente, por que no era “un tedrico rigido” tal vez no pueda tomarse demasiado al pie de la letra la definicién ideo- Jégica del mismo Grompone. ‘Asi es cierto que era un liberal (“fanatico de la legalidad” como ha dicho Zorrilla de San Martin pero también era un de- mécrata progresista, que no solamente procuré —por vez prime- ra— la intervencién de la masa en la vida politica nacional, sino que traté de “darle la certeza de que era ella misma Ja que tenia en sus manos el destino”. Si era un individualista, esto no puede confundirse con el individualismo burgués manchesteriano, y su concepcién no esta lejana de ciertas ideas politico-sociales del siglo XIX, como es por ejemplo el anarquismo. Del ideario socialista compartié conceptos como el de “justi- cia social”; reconocié la existsncia —aunque no la conveniencia— de la “lucha de clases”, y tuvo de ciertos derechos individuales, como la propiedad privada, una vision ampliamente socializada. No es extrafo que ante su legislacién social y sindical sus énemigos —reclutados en su mayor numero en las clases acau- daladas— le tildasen de revolucionario y socialista, y que cen- tenares de hombres de las mismas filas sindicalistas y socialistas creyeran en él con pasién mesianica. Nos parece que Batlle integra conjuntamente con otros es- tadistas, de los cuales Roosevelt podria ser una figura ejem- plar, una forma especial del liberalismo, —el neo-liberalismo— que a partir de 1880 en Europa renueva esa corriente y actua eficazmente como una ideologia de transicién entre el antiguo liberalismo y el socialismo cuyo advenimiento se anuncia. Hace unos afios deciamos i otro ensayo: “Podria decirse que al tiempo que el socialismo recoge y continta parte de la herencia del antiguo liberalismo, este, en su renovacion, se acer- ca a la corriente socialista. A fines del siglo XIX y comienzos del XX se llevan a la practica grandes reformas bajo adminis- traciones publicas de inspiracion neo-liberal. En primer término en pequefios paises de problemas simplificados por la juven- tud y la riqueza econémica, como por ejemplo el Uruguay. El conjunto de medidas y practicas adaptadas de 1904 a 1933 apro- ximadamente,. y especialmente, la constitucion de 1917, estan incluidas en esa corriente. Es mérito de nuestro pais haberse adelantado en esa senda y seguramente constituye uno de los ejemplos mas exitosos de este nuevo tipo de liberalismo”. (33) yCuales son los origenes de esta actitud ante la justicia so- cial y el reconocimiento del derecho de las masas al auto-go- . bierno? Es evidente ate no se trata de una posicién extendida a fi- nes del siglo en el Uruguay, y la vision que hemos dado del pen- ‘samiento universitario confirma que no pudo nutrirse en este. No es en Ahrens por cierto, como lo sostiene el Prof. Ardao, que Batlle pudo aprender ideas sociales avanzadas. (34) (32) Ob. cit. p. 69. (33) La! erisis del liberalismo, revista Cuadernos Internacionales, Monte- video, N° 3, p, 141-142. ® ' (4) En las paginas 176-180 de Batlle y Ordoiiez y el positivismo filoséfico, Montevideo, Numero 1951, Ardao sefiala los textos del profesor ger- mano-belga sobre capital y trabajo, derecho de propiedad y legisla- clon social, Basta su confrontacién con los textos de Batlle para com- prender que es una fuente menor e insuficiente. —51 Batlle y el Movimiento Obrero y Social Tampoco en Comte o Spencer como opone el Prof. Ganon. En cuanto a Duguit —que también sostiene Ganén— reconozca- mos que es una sugestion interesante pues aquel jurista estaba a su vez influido por el sindicalismo revolucionario de la C.G.T. francesa, pero debe probarse previamente si se conté entre las lecturas decisivas de Batlle y su circulo. (33) z Su partidarios han sostenido que en definitiva se trata de una actitud humanista, en el sentido mas alto de la palabra, que Je lleva a sentir la fraternidad y la jgualdad de todos los hom- bres. (36) Hemos apuntado otra motivacion mas concreta y son sus experiencias personales. La impresion producida en su espiri- tu por los movimientos obreros de 1895-1896, todavia en el pe- riodo que Grompone ha llamado “de (su) afirmacion doctrinaria”. La fuerza creciente del movimiento obrero y social y. da justicia de sus reivindicaciones efifrentada a uma ciega resis- tencia reaccionaria proporcionaba en esos mismos ahos y en aises tan cercanos a nuestras costumbres como Argentina y sispata el espectaculo de huelgas sangrientas, revueltas tremen- das, procesos represivos, y un estado general de inseguridad so- cial, Sus dos viajes a Europa en 1879 y 1910 —tenemos testimo- nios— le Mevan a asistir como espectador de huelgas, motines, manifestaciones, etc. f 4 ri ee Batlle quiere prevenir ese cuadro, sus ideas son empiri- cas y no revelan una deliberada fundamentacion filoséfica como se ha pretendido hasta ahora. i Bn e) ya citado Programa Presidencial, después de trazar en forma eaquematica pero grafica la existencia de la “cuestion so- celal entre nosdtros, dice: “jHay que esperar a que estos ma- les orezean para ocuparse de ellos? 30, al contrario, debemos preocuparnos de solucionar todos los problemas de la vida na- clonal, ain exceptuar los que se yefieren a las clases mas nu- iorosad.,.? Plantear la cuestion es resolverla. Y efectuaremos la obra, por lo mismo que el mal sera atacado antes de que se closarrolle, sin el apuro angustioso de otras naciones populosas y ain e] gasto de fuerzas que exige, a veces, en ellas”. Lo cierto es que Batlle no era un “tedrico rigido” para de- terminar a actitudes por sus lecturas y —como ya hemos apun- tado- debid tener tanta o mas influencia en sus determinacio- cis litica en el Uruguay, incluido en el volumen La Cien- sor th Stoncita’ Contemporanea, Paris, Unesco, 1950, p. 142. ‘En el mismo no se cita a Duguit, pero ‘esta idea se la hemos escuchado al Prof. rsonalmente. nee a (36) jeranet Ke sus frases respaldan este aserto. No resistimos a transcri- bir por ejemplo’ la siguiente: “Yo me he encontrado mucha veces yi s Be ‘quienes he pensado en mi interior, “estos valen mas ue yo”. Mas de una vez, hablando con obreros, hablando con hom- bres humildes, de trabajo, sin preparacion alguna, yo he podido apreciar en ellos fuerza ‘de voluntad, rectitud, inteligencia, resigna- cién dolorosa ro resistente, aceptacion de la vida sin eranzas ‘0 me he dicho frente a mas de uno: Si este hombre hubiera te- hido la pocg preparacion que yo he tenido, si este hombre empleara se neuaje poco galano —pero en fin superior, al ‘de la generalidad— * que yo empleo, en yazon de que mis padres pudieron hacerme ir a la Universidad y recibir estudios que otros no han podido, si este hombre tuviera la preparacién que yo. he alcanzado —que confieso no es mucha— este hombre seria superior a mi”, cit. en Gitdice, ob. cit, p. 549. 52— — Carlos M. Rama neés_sus experiencias histéricas, sus contactos personales, sus ‘de- ducciones propias basadas en los hechos en que interviene o asiste como espectador. _. En el Programa Presidencial de 1910, y en toda la discu- sion sobre la jornada obrera, hay apuntada otra motivacién muy de la época: la necesidad de estimular la emigracion. “Pais de emigracién (sic) el nuestro —dice— cuyo rapido progreso depende, en gran parte, del concurso de elementos de trabajo que nos llega del exterior, el esfuerzo que se haga pa- ra mejorar las condiciones de vida de estos, no dejara de ser compensado por un aumento de la poblacion y el bienestar que es su consecuencia. Incurririamos, por nuestra parte; en una ma- nifiesta incongruencia si nos resistimos a hacer al proletariado jas concesiones que ya se les otorga-en Jas naciones mejor or- ganizadas y lo invitaramos al mismo tiempo a establecerse en nuestro pais”. % DON DOMINGO ARENA Cuando se examina de cerca la gestacion de algunas de las gtandes leyes de la administracién Batlle, se observa que a menudo estan inspiradas, o son la obra de algunos de los co- laboradores cercanos del gran estadista; o habiéndolas éste ins- prea en lineas generales, han tenido después un artesano que as ha llevado a materializarse. Posibleménte en el dominio de la legislacién obrerista el Dr. Domingo Arena ocupa el lugar mas importante —especial- mente en la primera Presidencia— y para el mismo. Batlle fué capital la colaboracion, el contacto el cambio constante de ideas y una amistad fidelisima con aque: (caracterizado ciudadano, (37) ‘Arena trajo al circulo de Batlle el halito del mundo prole- tario, sus problemas, sus preocupaciones. El “gringo” Arena, emigrante italiano, peén, empleado, auténtico “self-made-man” Hegado por. su esfuerzo a los titulos universitarios y los altos cargos publicos nunca renegd de sus origenes. “Quiero decla- rar bien categdricamente, bien solemnemente —dijo en 1915— que yo soy muy obrerista. Sera tal vez porque corre por mis venas sangre obrera, y porque siento gemir en el fondo de mi ser muchas generaciones de antepasados_ obreros, verdaderos martires, de tan buena cepa como los miartires de la religion del Dr. Gallinal”. (38) i i Su actitud politica es que “Las. buenas elecciones, los bue- nos gobiernos no pueden ser sino medios. El verdadero objeti- yo, el gran objetivo que debemos perseguir, es el mejoramiento de las masas populares; el Gobierno que no se preocupa de es- ta cuestion y que no Ja realice, es un Gobierno fracasado”. (39) _En_ cuanto a su coloradismo y dejando de lado su personal amistad con el Sr. Batlle, “Si me he embanderado con tanta ) Desgraciadamente no hay ninguna obra seria sobre el “brain-trust”’ de Batlle del tipo del trabajo de Robert, E. Sherwood, Roosevelt y Hopkins, Barcelona, Janés, 1950, La 0) inién de Frugoni sobre Arena en el cit, El Hbro de los elogios, p. 93-100 y de Pinto en el prélogo del mismo libro de Arena, pe 19 especialmente. Fs (40) Ob, elt. p. 185, Sesién del Senado del 22 de octubre de 1913. (40) Ob. elt, p. 102, Sesion del Senado del 18 de Octubre de 1912. —53 Batlle y el Movimiento Obrero y Social yesolucién en la gran fraccién en que estoy embanderado, es simplemente porque he visto en ella la obrera del bien, la obre- ra del bienestar nacional. Si apareciese alguna otra. capaz de mayores realizaciones, con mas facultades de hacer el bien, tal vez fuese un transfuga, porque mi verdadera orientacién poli- tica es el bien del pueblo”, y ejemplificando declaraba en la Camara en 1912: Si mi partido no fuera capaz de realizar un programa obrerista, “seria socialista, tal vez hasta fuera anar- quista”. (40) (str f i Este hombre fué el colaborador mas intimo y el amigo mas fiel de Batlle, y esta yinculacién de casi cuarenta ahos entre los we grandes espiritus se refleja necesariamente en la obra po- itica. : Batlle no era un socialista como ya hemos indicado, pero jas masas no estaban en condiciones de percibir estas sutilezas ideolégicas, ni podrian. comprender el mecanismo Pace gico-por el cual su misma fuerza se reflejaba-en las actitudes del estadista uruguayo. ; : ‘ Dominé a sus contemporaneos, y especialmente a los miem- pros de las clases populares, la jdea fundamental de que el Go- pierno del Uruguay estaba por vez primera en manos de un "eadical” dispuesto a llevar a cabo medidas de eficacia practica e inmediata a favor de los humildes. Es explicable entonces la adhesion que levanta su accion, Ja pasion fervorosa de Jos humildes o ¢l respeto y la critica ele- vada de todos los progresistas. La confusion que apuntamos antes, de considerar a Batlle socialista, fué incrementada por el llamado “Programa Minimo del Partido Socialista” que el periddico “El Socialista” del Dr. Emilio Frugoni comenz6 a publicar en el N° 4 del 9 de abril de 1911 y que se encuentra en sus ediciones siguientes como una especie de “permanente”. Se trataba de una suerte de programa electoral, un compro- miso publico de los parlamentarios socialistas, como era CcOs- tumbre en los partidos similares, pero que suponia un programa maximo (“transformar la propiedad privada en propiedad co- lectiva, programa que debera aplicar con una inteligente y nor- mal accion de clase”). (41) - Sucedié que buena parte de las reivindicaciones contenidas en el “programa minimo” fueron llevadas a la practica por leyes surgidas de la administracién_batllista, especialmente en el ca- pitulo de “Reglamentacién del trabajo”. Desde las filas anarquistas se jizo entonces fuego contra el socialismo, haciendo notar que el programa de este partido. era tan moderado que incluso yesultaba superado por las reformas introducidas por Batlle. (42) : (40) Ob, cit. p. 406 de la misma sesion. El texto completo supone una anécdota que muestra marcadamente que la alusién hace referencia a jos partidos de la izquierda. (41) El texto entrecomillado pertenece a “El Socialista” de la época, N? 18, en un articulo jntitulado justamente El Gobierno y el Partido So- cialista Uruguayo/Reforma social Y ‘socialismo. Véase también el ma- nifiesto inicial ya citado. (42) Seria muy extenso citar toda esa polémica. La reaccién socialista fué ‘amenudo violenta. Véase asi, durante el afio 1918 los articulos \- plicados en los periddicos “La Batalla” (anarquista) y “El Socialista”, 54— Carlos M. Rama Ahora resulta comprensible el vasto fenodmeno producido en el campo sindical y social con relacion al batllismo. Centena- res de militantes, incluso de primera linea del sindicalismo, el socialismo, y especialmente el anarquismo, se incorporaron @ los partidarios de Batlle. * _EI Partido ~olorado recibe hombres nuevos, salidos en su casi totalidad de la clase media, el artesanado, e incluso obre- ros especializados. Cuando a la primera presidencia de Batlle sucede e] Gobierno Teaccionario y anti-obrero del Sr. Williman, la adhesion popular se jdentifica con aquel, por encima del co- loradismo. Ha surgido el Batllismo como expresiOn politica. Frugoni ha dicho con cierta razon que “El unico coraje que a mi juicio le falto a Batlle fué romper abiertamente con la preocupacién tradicionalista en momentos en que de haberlo hecho hubiera_ concluido probablemente con ella”. (43) La masa de los adherentes de Batlle, e incluso buena par- te de sus colaboradores mas inmediatos, efectivamente esta for- mada por emigrantes, o sus hijos, individuos salidos de las cla- ses populares para Jos cuales la historia politica de la Republica no esta incorporada como tradicion, sino como ideas o experien- cias_concretas. 7 , De todos los sectores sociales de principios de siglo ninguno did tantos elementos al Batllismo como el anarquismo. Si se toma la noémina de los intelectuales jibertarios de los primeros afios del siglo se aprecia que 10 afios mas tarde casi todos han pasado a la actuacioén politica activa, jneluso eomo dirigentes patllistas, Con mayor razon las masas obreras trabajadas por la propaganda. livertaria fueron llevadas a cooperar de alguna ma- nera con Batlle. Hay toda una gradacién de situacjones. Desde el “anarco- batllista” —término ya de recibo en nuestro léxico para aquel que dice conciliar en su persona ambas concepciones politicas— hasta el anarquista ortodoxo que no transige en su anti-politicismo, pero tampoco combate a Batlle, hay todo un cuadro de ejemplos. Se ha dicho que Batlle favorecia o simpatizaba con los anar- quistas, y efectivamente muchos fueron llevados directamente a cargos de responsabilidad en la Administracién, Posiblemen- te fuera mas un caso de psicologia que de jdeologia. Batlle, por razones de afinidad, admiraba algunas de las caracteristicas psi- colégicas que el anarquismo —especialmente el de principios de siglo— propicia en sus aadherentes, como el individualismo, &! espiritu. de jndependencia, el fervor por la libertad politica, el anticlericalismo, etc. Este fenomeno historico muy americano tiene, ademas, otras causales. Si se hiciera una recopilacion de autobiografias o de biografias cientificas de este importantisimo grupo de hombres que se incorporan al batllismo, se podrian encontrar lineas co- munes. Son. casi siempre obreros o artesanos, emigrantes 0 hi- jos de emigrantes que son revolucionarios en su juventud. Pos- teriormente basados en su esfuerzo y las oportunidades econd- micas del medio pasan a integrar la clase media, 0 estan en condiciones de hacerlo sus hijos. El clima politico y social es —_— (43) Et libro de los elogios, Montevideo. Afirmacién, 1953, p. 88. —55

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