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elementos de la zona y algunos cuadernos con letras infantiles acumulados en
una esquina, una pizarra que reclama cambio y pocos muebles, pero trabajo de
aula colgado en las paredes, muñecotes recortados, lápices diminutos. En una
cartulina, sobre la puerta, leemos la lista de los alumnos. Allí observamos los
apellidos nativos que se suman a los de origen español, encabezados por nombres
anglosajones o bíblicos: los Aarón y Betzabé o Jennifer y Robert que nos permiten
deducir, antes de saberlo, sobre la presencia de misioneros evangélicos en la
zona.
Luego, en el local comunal, nos llamará la atención cómo languidece una enorme
pila de libros azules bien impresos y en muy buen papel, y que pronto
comprobamos son traducciones a lengua ashéninka del nuevo testamento
cristiano. Su valoración práctica por los pobladores nos es pronto muy clara:
cuando nos alcanzaron unas sillas para sentarnos, al ver que estaban llenas de
polvo, uno de los dirigentes arrancó sin miramientos unas hojas de un libro azul
para limpiarlas diligentemente.
Sobre cada vivienda, existe un solo toque de tecnología práctica: casi todas las
casas tienen instalado un panel para captación de energía solar. La floresta
amazónica se caracteriza por tener abundante calor pero no mucha luminosidad.
Sin embargo, con algunas adaptaciones, los paneles solares cumplen el objetivo
de traer la luz diaria y la radio sonora, allí a pocos kilómetros de la frontera con
Brasil, donde nunca antes ha llegado el Estado con mucho interés ni frecuencia y
a donde ahora si planea llegar con verdadero interés porque, para mala suerte,
hay indicios de petróleo al lado de la única fuente de agua cristalina de toda la
región, de uno de los ríos con mayor biodiversidad, con 185 especies de peces
reconocidos – 45 de ellos para consumo humano – y una Reserva Territorial
Murunahua donde desprevenidos indígenas en aislamiento voluntario 1 ya
padecen por causa de las incursiones de los madereros legalizados que trabajan
ilegalmente.
La lógica de la conquista
En medio de nuestra visita, arribaron a Dulce Gloria, aparatosamente, por lo
menos seis avionetas cargadas de personas con apariencia de funcionarios y
técnicos. Llevaban grandes paquetes y maletas y venían a desarrollar un taller
introductoria sobre las bondades de la extracción petrolera en la zona, de pronto
interesante por el lote 110 que PeruPetro le ha adjudicado a Petrobrás en tierras
indígenas. Con el lote ajeno ya adjudicado, los empresarios brasileños venían a
iniciar la consulta acerca de si podían iniciar estudios en la zona, que la ley
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ordena. Desde el día anterior habían comenzado a llegar dirigentes de otras
comunidades cercanas, convocados mediante un trabajo previo.
Sorprendidos de no haber sido invitados, los dirigentes y técnicos de AIDESEP
que nos habían traído a la zona, decidieron participar. Y nosotros también.
Fueron dos días intensos de largas y aburridas charlas en castellano sobre
aspectos administrativos, impresionantes tomas de los grandes taladros que se
usan para excavar los pozos – y que fue lo único, breve, que llamó la atención –,
las ventajas de tener máquinas extrayendo petróleo allí al lado, todo ante un
público que no hablaba castellano o lo hablaba a medias. Pero, eso sí, una
cámara y grabadoras que diligentemente registraban que el proceso se había
llevado a cabo. Fuera del taller, en el campo que en lugar de pasillos, es donde se
hacen los negocios, ávidos promotores vendían su producto en medio de las
reuniones espontáneas.
Luego de todo ello, un comunero nos contaba alegremente que en un par de
meses habría abundante gasolina para todos los peque peques y lanchas de
cualquier calado.
Recordamos, entonces, una frase de Julio César Arana que leímos en un texto de
Alberto Chirif sobre el tema cauchero: “Uno de los factores esenciales de nuestros
negocios del Putumayo son los indios, que lenta, pero humanamente vamos
convirtiendo a la civilización creándoles necesidades y estimulándolos al trabajo.”
Efectivamente, la civilización llega lenta pero seguramente al Yurúa. Lo
constatamos allí mismo, mientras veíamos algunos envases vacíos de shampoo
alejándose a flote río arriba.
http://www.premioreportaje.org/article.sub?docId=30637&c=Perú&cRef=Peru&year=2009&date=mayo
2008
Viento que da lumbre
Por David Roca Basadre
Revista Rumbos de Sol & Piedra, Lima, Lima mayo 2008
Una historia
El logro de la implementación de este sistema, fue debido al esfuerzo del
organismo de cooperación técnica internacional Soluciones Prácticas – ITDG, y
tuvo su inicio hace 10 años. Un esfuerzo muy grande hubo de hacerse a fin de
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adaptar tecnología importada para que esta trabaje con vientos de leves a
moderados (3 a 7 metros por segundo) predominantes en nuestro país, y para
generar la potencia re querida, utilizando imanes permanentes.
Se trata de sistemas que se adaptan para trabajar en zonas aisladas y con escasa
población, como El Alumbre, con viviendas muy dispersas, y que tienen
dificultades para abastecerse por medio de la red eléctrica convencional. En el
Perú existen muchas localidades, en la costa pero también en la sierra, con estas
características, y con vientos suficientes para utilizarla.
Los costos no son altos – alrededor de 700 dólares por un aero-generador de 100
W y 1 800 dólares por uno de 500 W – y si se propagaran, lograrían beneficiar a
cientos de miles de personas, sobre todo campesinos, en todo el país.
Un aspecto importante del proyecto de El Alumbre ha sido el diseño y
establecimiento participativo de un modelo de gestión comunitaria-empresarial,
basada en las características propias de la organización de este caserío. Y es aquí
donde Gilmer Huamán Cruzado asume su responsabilidad, funcionando su
actividad administrativa con criterios microempresariales que buscan garantizar
la sostenibilidad de los micro aerogeneradores. La experiencia de El Alumbre,
pionera en el Perú, servirá pues también, para demostrar el potencial del viento
para la generación descentralizada de electricidad en zonas rurales, aisladas y
dispersas del Perú.
La electrificación en el Perú
La energía eólica es tan solo una de las posibilidades disponibles y necesarias.
Hay una demanda de 6 millones de personas en el Perú que carecen de energía y
que no pueden ser atendidas por la red de tendido convencional. Son poblaciones
que viven dispersas y el costo-beneficio para llevarles electrificación solo puede
ser atendido por el Estado o algún apoyo cooperante que siempre será menor,
aunque marque la pauta. La empresa privada difícilmente verá su interés en este
rubro que no proporciona ganancias. Se trata, entonces, de una necesaria
decisión política que tiene esta posibilidad de servir a su alcance.
Las centrales hidroeléctricas o por paneles solares o eólicas, o acaso de tecnología
mixta, son la única posibilidad que permitirá que otros lugares como El Alumbre
dispongan de energía suficiente para atender sus necesidades y facilitar el
proceso de mejora de calidad de vida para un importante porcentaje de peruanos.
Si bien se trata sobre todo de atender a poblaciones rurales, con viviendas
dispersas, hay zonas urbanas que también podrían – eventualmente – ser
atendidas de esta manera. Sobretodo en asentamientos urbano marginales.
El viento me gusta
Luego de la ceremonia de inauguración, hubo la fiesta, baile, un ágape de locro,
cuy, queso y aguardiente mientras sonaban incansables Los Intrépidos del Amor.
Un campesino, que no me dijo su nombre pero igual me prestó un poncho rojo de
lana de oveja para atenuar los efectos de mi imprevisión – pues había ido con
camisa delgada, sin calcular el frío que nos esperaba – me dijo casi sin pensarlo
mucho, a flor de sentimiento: “Antes me quejaba del viento porque me quitaba la
luz, porque apagaba mis velas; ahora el viento me da luz.”
Dejé que el viento frío me llenara la cara, como a todos, mientras nos
despedíamos. Y así, a la hora de regresar, cuando ya anochecía, desde el autobús
que nos llevaba de regreso podíamos ver las casas alumbradas en la altura que
dejábamos, como pequeñas estrellas que no dejaría que la oscuridad reine más.
Recuadro 1:
Energía vs. exclusión
Un aspecto importante para superar la exclusión de muchos es el acceso a la
energía. Eso tiene mucho que ver con la necesaria sostenibilidad del desarrollo.
Las energías alternativas no son contaminantes y logran llegar a poblaciones a
las que con técnicas tradicionales no se llega, y que constituyen mucha gente.
Estas personas, en parte gracias a esto, deciden permanecer en sus lugares,
migran menos. Hay, además, un elemento estético importante, pues las
instalaciones de energía alternativa suelen ser más amigables que las torres.
Necesitamos un Plan Nacional Energético que tome en cuenta estos asuntos,
asuma con determinación el uso de energías renovables, y piense sobretodo en
las familias más pobres, y no solamente en los procesos de industrialización.
Sacerdote Marco Arana
Ambientalista
Recuadro 2:
CEDECAP
El Centro de Demostración y Capacitación en Tecnologías Apropiadas
(CEDECAP), creado por ITDG, está orientado a investigar y fortalecer capacidades
en el uso de tecnologías apropiadas para la promoción sostenible del desarrollo
rural.
Ubicado en una hermosa ladera en la zona rural de Cajamarca, el aire puro que
se respira permite el espacio necesario para que los participantes en el
aprendizaje del uso de energías renovables – eólica, hidráulica, solar – puedan
capacitarse en cursillos de hasta una semana, además de experimentar el
impacto de estas tecnologías y sus usos productivos en la vida de poblaciones
locales.
Normalmente asisten estudiantes de universidades nacionales y privadas y
comuneros de todo el país, que se trasladan a Cajamarca para los cursillos.
El prestigio de CEDECAP es grande y su infraestructura y tecnología están en
constante mejoría y adecuación a las necesidades del diverso territorio peruano.
http://www.premioreportaje.org/article.sub?docId=30625&c=Perú&cRef=Peru&year=2009&date=mayo
2008
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Tocar el Cielo con las Manos
Por David Roca Basadre
Rumbos, Lima, Lima marzo 2006
El ascenso y la cumbre
Fueron cuatro días hasta la meta: comenzaron a las 9 de la mañana del aquel
primer día de agosto, hasta llegar al campamento base a 4 500 metros de altura,
"en un terreno abrigado, rodeado de quenuales desde donde se observaba el
Callejón de Huaylas", según relata Apolonio Yánac.
Aquel día siguiente, luego de superar grietas que a veces cedían, llegaron a los 5
700 metros de altura, donde armaron un pequeño campamento y pasaron la
noche.
Efectivamente, encontraron alimentos concentrados dejados por los mexicanos y
que consumieron allí. A las 7 de la noche enviaron las señales convenidas, con
cohetes paracaídas verdes, lo que significaba que todo estaba bien.
Al siguiente día, 3 de agosto, iniciaron la etapa más arriesgada, a través de
grietas espaciadas y nevada que los llevaron a una gran muralla de hielos, y que
era el acceso a la garganta. Los mexicanos habían cedido una cuerda para que
suban con mayor facilidad. Subir la muralla fue un esfuerzo de varias horas para
continuar luego dos horas más hasta los 5 900 metros, donde levantaron
nuevamente las carpas. No era fácil dormir, enviaron las señales convenidas y
trataron de aguardar el día siguiente. Hacía 25 grados bajo cero.
El martes 4 de agosto, animosos como estaban a pesar del cansancio, algunos
accidentes peligrosos pusieron en riesgo al grupo: resbalones que a esa altura
pueden ser mortales, algunos golpes que retrasan el paso de Felipe Mautino y de
Macario Angeles. Decidieron, entonces, coronar la cima sur..
Luego de escalar una cresta bastante empinada, rodeada de grietas suaves,
llegaron a la cumbre al mediodía, a los 6 780 metros que ningún otro peruano
había alcanzado. Brindaron entonces de felicidad mientras los compañeros
rezagados les iban dando el alcance, gracias a un enorme esfuerzo.
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extranjeros enviaban sus noticias. Después los Yánac vencerían el Aconcagua,
antes de ir a los Himalayas. Pero esa es otra historia.
Recuadro:
Ann Peck, montañista globalizada