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LAS COSAS QUEDAN, LOS HOMBRES SE VAN.

El día 12 de mayo del 2008 se fue para siempre Miguel Gomar Benavent: ese día
cerraba una página escrita con mayúsculas, y que a la nueva generación puede pasar
desapercibida. Por eso aprovecho estas fechas dedicadas a ensalzar a nuestra Beata, y con
ella a múltiples hechos, cosas y personas, quiero recordando a quien lo sabe e invormando
a quienes desearon conocer alguno de los artistas anónimos de Benigánim.
Es sabido que en esta época de progreso, todo se valora, embellece, se restaura.
Para ello recurrimos a técnicos diplomados universitariamente, es lo aconsejable, por eso
sorprende el caso que nos ocupa.
Por los años cuarenta, estando nuestra parroquia de San Miguel sumamente
deteriorada, con el gusto que nos caracteriza se puso en marcha un plan de reconstrucción.
¿Cómo? ¿Quién? Con recursos inverosímiles: a cargo de un grupo de artífices, artistas
desconocidos que sin títulos de arquitectura, ingenieria o arte pusieron manos a la obra
sorprendiéndonos su sabiduría.
En ese grupo muy limitado de construcción tuvo un papel importante nuestro
paisano Miguel Gomar, conocido por Miguel “de Roc”.
La técnica, la imaginación del hombre ha crecido sin límites. Todo es fácil a cargo
de las maravillosas máquinas que consiguen comodamente obras de ingeniería gigantesca.
En aquellos años todo era rudimentario, hilos, pozales, cañas, andamios con vigas, palos y
cuerdas…
Cuantas veces las manos encallecidas sentirían impotencia y desaliento ante las
dificultades, pero era preciso seguir y seguir subiendo cada día hasta las altas bóvedas,
sacando líneas perfectas a los nervios que ensamblan las magníficas árcos góticos:
¡Milagro de la perfección que luego de tantos años permanece intacto sin desmoronarse!
Como la noria que tenazmente se eleva siempre, aquella aventura de cansancio,
dificultades y sudores, puso punto final.
Cierto que el día que solemnemente se bendijo el bello Templo restaurado, con el
humo del incienso, el agua del isopo y las notas del Te Deum, los ojos de Miguel se
nublaron en emoción… ¡Gracias!
Por eso yo os ruego que cuando entreis en el dicho Templo, mirando las altas
bóvedas en las cuales han quedado las huellas de aquellos hombres artistas, eleveis una
oración con el gozo y la tristeza de pensar que “las cosas quedan, los hombres se van”

Rosario Gomar

Es mi propósito en una próxima ocasión escribir más sobre aquel trabajo y los
varios componentes del maravilloso equipo.

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