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te
ERTEXTUALIIAI ,
¡.

"fllORíA DE LA INTERTEXTUALIDAD
EN ALEMANIA
Selección y traducción
del alemán y el inglés
Desiderio Navarro

Prefacio
Man'red P'isler

ti
CASA DE LAS AMÉRICAS
UNEAe
Colección CRITERIOS. Antologías representativas de un autor, país, ••
problemática o enfoque que, al igual que la revista homónima,
divulgan en el mundo de habla hispana lo más actual e importante
del pensamiento teórico-cultural que se produce en otras lenguas.
INTERTEXlUALITAT I
Con este, su quinto volumen, la colección inicia la serie
Alemania en el pensamiento actual.
LA TEORíA DE LA INTERTEXTUALIDAD
EN ALEMANIA
Selección y traducción
del alemán y el inglés
Desiderio Navarro

Prefucio
Manfred pfister

Títulos publicados:

PATRICE PAVIS: El teatro y su recepción. Semiología,


cruce de culturas y postmodernismo.

Intertextualité. Francia en el origen de un término


y el desarrollo de un concepto.

Árbol del mundo. Diccionario de imágenes,


símbolos y términos mitológicos.

Image l. Teoría francesa y francófona


del lenguaje visual y pictórico
ti
CASA DE LAS AMÉRICAS
UNEAC
Al lector

Desiderio Navarro

El libro que tiene en sus manos el lector es la continuación de un ambicioso


Edición: Desiderio Navarro conjunto de antologías que, bajo el título de Summa intertextual, he venido pre-
Diseño de cubierta: Ricardo Rafael Vil/ares parando para la Colección Criterios en la última década y que incluye cinco
Emplane: Jorge Chinique volúmenes de teoría de la intertextualidad, cuatro de los cuales están dedicados
a la producción teórica de lengua francesa, alemana, polaca e inglesa respecti-
vamente, y un quinto a la de otras lenguas del mundo (ruso, eslovaco, croata,
rumano, holandés, etc.). En 1997, en ocasión del 30 aniversario de la introduc~
© De la selección y la traducción: Desiderio Navarro, 2004 ción del término «intertextualidad» por Julia Kristeva, apareció el primer volu-
men del conjunto: Intertextualité. Francia en el origen de un ténnino y el desa-
Todos los derechos reservados rrollo de un concepto, que reunió catorce trabajos de once autores.
© Sobre la presente edición: Con el presente libro la colección Criterios no sólo da continuidad a la
Casa de las AméricaslUNEAC, 2004 Summa intertextual, sino que, al mismo tiempo, inaugura su serie Alemania
en el pensamiento actual, la cual viene a ampliar y diversificar considerable-
mente los horizontes abiertos por las series homólogas dedicadas a Francia
(ya con tres títulos publicados) y Rusia, y próximamente acrecentados por la
ISBN 959-260-086-4 consagrada a Polonia, con una vasta antología de la obra estética más re-
ciente de Stefan Morawski.
La extraordinaria riqueza y variedad interna del pensamiento teórico
alemán actual sobre literatura, artes y cultura sigue siendo, lamentablemen-
te, desconocida e inaccesible para la casi totalidad de los estudiosos cubanos
y, también, aunque en menor medida -gracias al interés ocasional de algu-
CRITERIOS
nos editores españoles-, para la mayor parte de los estudiosos hispanófo-
Casa de las Américas
nos. Por diversas y cambiantes razones -muy locales y ajenas (y resistentes)
3r~ y.o, El Vedado, La Habana, Cuba
cnteno@cubarte.cult.cu a mi voluntad-, siempre he dispuesto de relativamente poca información
6 Desiderio Navarro Al lector 7

teórica alemana y apenas he podido traducir y divulgar de ese creciente particularmente evidente cuando los confrontaba con los teóricos de lengua
acervo teórico 17 trabajos de estética, teoría literaria y teoría del teatro - alemana que había podido leer por entonces, en su mayoría atentos a la di-
muy pocos si se los compara, por ejemplo, con los 45 trabajos polacos, los námica, las funciones, la pragmática y la recepción de esas formas en el mar-
55 franceses, o los 104 rusos que he traducido y publicado hasta hoy, casi co de los procesos comunicacionales literarios y sociales. Esa diferencia,
siempre a través de Criterios. bien visible en el presente volumen de la antología en los textos de Lachmann
A pesar de las dificultades y obstáculos, me cabe la satisfacción de haber y Pfister, lo será también en trabajos incluidos en el segundo volumen, como
escogido y ofrecido siempre sólo nombres de primera línea en los respectivos los de Bernd Schulte-Middelich y Wolf-Dieter Stempel.
momentos del pensamiento cultural alemán: de Erich K6hler a Dieter Schlen- Ahora bien, si el prólogo a Intertextualité me liberó de la necesidad de
stedt, de Peter Bürger a Erika Fischer-Lichte. Y de que haya sido precisamente comenzar aquí haciendo toda una serie de observaciones y reflexiones his-
con el nombre de un destacado investigador alemán como Manfred Pfister con tóricas sobre el término y el concepto, su destino y sus ecos internacionales
el que se inició la presencia de la teoría de la intertextualidad en Criterios. Ya y locales, el orientador y conciso prefacio del Pro! Dr. Manfred Pfister me
en el prólogo a Intertextualité yo evocaba cómo a fines de la década de los 80 exime ahora de la tarea de realizar una breve presentación inicial de los
Criterios dirigió su atención a la intertextualidad «en retroalimentadora res- avatares alemanes de la teoría intertextual, presentación que nunca hubiera
puesta al creciente interés local por el pastiche, la parodia, el remake, la cita y podido alcanzar la competencia y perspicacia de uno de sus más destacados
otras formas de intertextualidad, determinado sobre todo por la orientación protagonistas.
creadora de la joven plástica de esa década, así como por el encuentro de un Sobre la versión al español, he de advertir que, en consonancia con el
público nuevo con la edición cubana de Borges (1988), El nombre de la rosa y principio seguido rigurosamente por Criterios de no publicar traducciones de
muchas otras muestras del arte postmodernista». y, tras recordar que en 1989, traducciones -a menos que la traducción primera hubiera sido realizada por
como invitado alll Encuentro Internacional de Criterios, Manfred Pfister dictó el propio autor del original o que el texto en la lengua original hubiera des-
en la Casa de las Américas, durante una semana, un ciclo de conferencias so- aparecido-, las traducciones del inglés que aquí aparecen no son re-tra-
bre la intertextualidad, destacaba que, con la publicación, en su nO 29, de una ducciones al español de traducciones al inglés de textos publicados original-
de las conferencias leídas por él, Criterios comenzó a ofrecer en sus sucesivas mente en alemán, sino traducciones de trabajos publicados originalmente en
entregas trabajos recientes sobre la intertextualidad de teóricos de Europa y inglés por autores alemanes que, como anglistas, desarrollan parte de su ac-
América del Norte -Nycz, Hutcheon, Pavlicic, Glowinski, Hatten...-, y, entre tividad cientifica internacional en la lengua de la literatura que estudian.
ellos, algunos de los aquí recogidos, desde hace mucho dificilmente accesibles En los originales escogidos para los dos volúmenes de esta antología,
en números agotados de la revista. tanto en los escritos en alemán, como en los escritos en inglés, aparecen, con
Con esta nueva antología se le presentan al lector los más importantes fines de ejemplificación, citas y títulos de obras literarias en inglés, francés e
pensadores alemanes sobre el tema con textos que han devenido, por así de- italiano. Dada la compleja naturaleza textual e intertextual (en los planos
cir, clásicos, mencionados en las bibliografias de casi todos los artículos y li- lexical, sintáctico, estilístico y hasta gráfico) de muchos de ellos, imposible
bros alemanes posteriores, y a menudo citados y tomados en ellos como fun- de reproducir satisfactoriamente en nuestra lengua, he decidido proceder de
damento o como objeto de discusión. En los siete trabajos aquí reunidos de igual manera que los teóricos antologados: reproducir las citas y títulos en
Renate Lachmann, Manfred Pfister, Heinrich Plett y Ulrich Broich se trazan su lengua extranjera original sin intentar ofrecer una traducción propia. En
niveles del concepto de intertextualidad, se discute la influyente noción de in- cambio, las citas de obras teóricas en inglés, francés o italiano, que no plan-
tertexto universal, se examinan la gradación y los modos de marcación de la tean tales problemas especificas y forman parte esencial de la exposición, las
intertextualidad, y se estudian las relaciones de ésta con fenómenos como la reproduzco exclusivamente en traducción al español -a menos que en el ori-
dialogicidad, el sincretismo y el postmodernismo. ginal el autor llame la atención especialmente sobre los términos o expresio-
En el ya citado prólogo a Intertextualité, yo le reprochaba a la mayoría nes usados originalmente en la lengua extranjera.
de los téoricos de la intertextualidadfrancófonos su ahistoricismo, su desinte- Como bien dice Renate Lachmann en el artículo que da inicio a esta an-
rés por la dimensión comunicacional e histórico-social de la intertextualidad, tología: «Los propios teóricos de la intertextualidad representan un modelo
su atención exclusiva a la ontología de la intertextualidad, a la descripción y de la intertextualidad, en la medida en que el entrelazamiento de sus produc-
taxonomía de sus formas y estructuras. En aquel momento eso se me hacía tos teóricos por citas, alusiones y réplicas ya parece delinear un nuevo tipo
6 Desiderio Navarro
Al lector 7
teórica alemana y apenas he podido traducir y divulgar de ese creciente
'el, te cuando los confrontaba con los teóricos de lengu~
acervo teórico 17 trabajos de estética, teoría literaria y teoría del teatro _ particularmente¡,VI :~ido leer por entonces, en su mayoría atentos a la dl-
muy pocos si se los compara, por ejemplo, con los 45 trabajos polacos, los alemana que ha. la p la pragmática y la recepción de esas formas en el m~r­
55 franceses, o los 104 rusos que he traducido y publicado hasta hoy, casi námica, las funcIOnes, . . . nales literarios y sociales. Esa diferenCia,
siempre a través de Criterios. cesos comumcaclO h
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A pesar de las dificultades y obstáculos, me cabe la satisfacción de haber bien
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momentos del pensamiento cultural alemán: de Erich K6hler a Dieter Schlen- los de Bernd.Schu~te~ ~ólogo :Intertextualité me liberó de la necesidad de
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con el nombre de un destacado investigador alemán como Manfred Pfister con ' haClenuo toua una sen'e u'J e observaciones y reflexiones
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en el prólogo a Intertextualité yo evocaba cómo a fines de la década de los 80 y locales, el onentador y dconClsol'p una breve presentación inicial de los
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Criterios dirigió su atención a la intertextualidad «en retroalimentadora res-
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otras formas de intertextualidad, determinado sobre todo por la orientación
creadora de la joven plástica de esa década, así como por el encuentro de un protagonistas. . , 1 añol he de advertir que, en consonancia con el
público nuevo con la edición cubana de Borges (1988), El nombre de la rosa y Sobre la ~ersl~n a esp 'or Criterios de no publicar traducciones de
muchas otras muestras del arte postmodernistQ»). y, tras recordar que en 1989, principi~ seguido ngurosam~nt:r~ducción primera hubiera sido realizada por
como invitado al 11 Encuentro Internacional de Criterios, Manfred Pfister dictó traduccIOnes -~~en~s ~u~ : que el texto en la lengua original hubiera des-
en la Casa de las Américas, durante una semana, un ciclo de conferencias so- el propio autor e ordlgm~ Jell'nglés que aquí aparecen no son re-tra-
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de las coiferencias leídas por él, Criterios comenzó a ofrecer en sus sucesivas ducciones al eSfan~1 de tr;duc~lOne de trafajos publicados originalmente en
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América del Norte -Nycz, Hutcheon, Pavlicic, Glowinski, Hatten...-, y, entre mgles por autores a e m , r ura ue estudian.
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Con esta nueva antología se le presentan al lector los más importantes
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cir, clásicos, mencionados en las bibliografias de casi todos los artículos y li- ¡fallano. Daua acom~, eJ. ' d e muchos de ellos, imposible
bros alemanes posteriores, y a menudo citados y tomados en ellos como fun- lexical, sintáctico, esf¡llstlco y hasta gráfic01 h decidido proceder de
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Renate Lachmann, Maifred Pfister, Heinrich Plett y Ulrich Broich se trazan
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dialogicidad, el sincretismo y el postmodernismo. l' t en traducclOn a espano
sobre los términos o expresio-
En el ya citado prólogo a Intertextualité, yo le reprochaba a la mayoría
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, de los téoricos de la intertextualidadfrancófonos su ahistoricismo, su desinte- nes usados ongma men e 1 t' ulo que da inicio a esta an-
rés por la dimensión comunicacional e histórico-social de la intertextualidad, Como bien dice Ren~t~ Lachman~ en e ar ~~dad re resentan un modelo
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taxonomía de sus formas y estructuras. En aquel momento eso se me hacía arece delinear un nuevo tipo
tos teóricos por citas, alUSIOnes y rep Icas ya p
8 Desiderio Navarro

de discurso científicoliterario.» Esa intertextualidad entre los teóricos, que en


alguna medida quiso reflejar el diseño de la cubierta del presente libro, es la
que el texto de la propia Lachmann ilustra tan bien y por la que aquí lo he-
Prefacio
mos situado como puente o bisagra ideal entre nuestra anterior antología de
teóricos franceses, Intertextualité, y la presente, de teóricos alemanes. Como
una manifestación más de la gran frecuencia de esas inter-citas en la teoría in-
tertextual, en los trabajos de este libro son frecuentes las referencias a textos
teóricos franceses ya traducidos y publicados en Intertextualité y a textos teóri-
cos alemanes traducidos y publicados en este mismo primer volumen de Inter-
textualitat o que lo serán en el segundo volumen; con elfin de evitar numerosas Manfred Pfister
repeticiones de largas referencias bibliográficas, he decidido usar como seña-
les respectivas de las tres referencias los iconos: ~,para la precedente edición
de Intertextualité: Francia en el origen de un ténnino y el desarrollo de un con-
cepto (selección y traducción del francés por Desiderio Navarro, Criterios, La
Habana, 1997); ~, para la presente edición de Intertextualitat 1, y G', para la
futura edición de Intertextualitat 2.
Al igual que en Intertextualité, he compilado y añadido al final de este
volumen una bibliografia selectiva de la literatura que sobre la intertextuali-
dad ha sido producida por autores alemanes o en lengua alemana, una bi-
bliografia que aspiro sea hoy la más completa en lo que respecta a la pro- Tomó veinte años para que el concepto de «intertextualidad» de Julia
ducción teórico-general. Kristeva «llegara» realmente a la teoría literaria y .cu~tural alemana, y
Para terminar, deseo expresar aquí mi más profundo agradecimiento a ahora hace otros veinte ~ños desde el primer f1orecImIent~,de los estu-
todos los autores que autorizaron generosamente la publicación de sus traba- dios intertextuales en Alemania: tiempo para una evaluaclOn ?e la for-
jos, así como a Brigitte Narr, de Stau.IJenburg Verlag, por su desinteresada tuna, logros y estado actual de la teoría intertextual en ~n paIS que ~o­
autorización para publicar el texto de Susanne Holthuis. Al Prol Dr. Ulrich
davía estaba dividido política y culturalmente cuando pnmero ella hIZO
Broich, conocedor del español, le agradezco, además, la amabilidad de revi-
sar mi traducción de su trabajo. y al Pral Dr. Manfred Pfister, con cuya
irrupción en la escena y que ahora está reunificado.
amistad y colaboración he tenido el privilegio de poder contar para publica- Recordemos unos cuantos hechos y fechas: fue en 1966. cuando la
ciones y eventos que he organizado en Cuba y Venezuela, vaya mi especial Kristeva acuñó el término «intertextualidad» en un ensayo I~pre~o el
gratitud por su sintético y certero prefacio. año siguiente. 1 El contexto era una si~ación cultural re.v0lu~l~nana .en
Al Goethe-Institut le agradezco las decisivas posibilidadesfinancieras con- Francia en la cual el concepto de Mijáil Bajtín de la «dIalogIcIdad» lll-
cedidas a Criterios para realizar esta edición, con la que espero poder comen- trínsec; del discurso literario, recibido en Occidente con alguna de~o­
zar una labor divulgativa regular desde la nueva serie Alemania en el pensa- ra, estimuló una acuñación que era aún más radical~ente subversl~a
miento actual-esperanza irrealizable, desde luego, sin el apoyo de institucio- que la de Bajtín para las nociones burguesas de ~ .suJet? a~toral auto-
nes e intelectuales alemanes. En particular, la comprensión y el interés demos- nomo y un texto independiente. Las primeras nohcla~ pubh~as de esto
trados por el Sr. Dietmar Geisendoify su colaboradora, la Dra. Petra Roehler,
llegaron a Alemania -o, para ser precisos, a Alemama OccIdental, ya
fUeron fundamentales para el despegue de este largamente acariciado proyec-
to. que los críticos de la RDA demostraron ser capaces de ofrecer gran re-
Contento de sumar nuevas valiosas voces al polílogo de Criterios, dejo
..
Bakhfne le mot le dialogue et le roman», Cntlque" 23 1967'pp
: 438-465.
~ dIlE: Cf trad. al español en Intertextualité: Francia en ~l o~lgen de un
ahora al lector entre sus textos.

Los Naranjos, diciembre del 2003 tér~i:o yOOel desarrollo de un concepto, selec. y trad. por Desldeno Navarro,
Criterios, La Habana, 1997. En adelante: ""]
10 Manfred Pfister
Prefacio 11
sistencia- por. la vía de la traducción media década más tarde,2 y por
Si bien eso implica cierto estrechamiento del ~oco d~ l~ ~tención,s
la vía de un pnmer résumé crítico de Klaus W. Hempfer una década
3 . d al mismo tiempo, a promover una mayor dlferenclaclOn de con-
más tarde. Sin embargo, fue sólo entre principios y mediados de los tientose, rivalizantes y de diversas formas de mtertextua
. l'd d '1.
1 a , esto u tlmo
años 80 en adelante que la transmigración de la teoría y el análisis in-
tertextuales de la Rusia Soviética a Francia y más allá de ésta hallaron
~p lf'ado a menudo por la obra del crítico francés Gérard Genette, Pa-
msp sestes: La littérature au second degre., 6 E11o. tamb'len
lim , cond' UJO a abm.
un te~en~ part~cularmente receptivo en Alemania. Su impacto en los
el :odelo intertextual ~e análisis a gé~eros prevIamen~e pasad~s .p0~ alto
estudIOs IIteranos alemanes halló su más visible expresión en cierto
por los estudios literanos, como, por ejemplo, los e.scnto.s de vIaJes, y a
n~mero de r~copilaciones de ensayos dedicadas a los conceptos rela- campos más amplios más allá de lo meramente IIterano y.tex~al. En
cIOnados de mtertextualidad y dialogicidad: Dialogizitat de Renate
este contexto, las nuevas formaciones lexicales con el prefijO «mt~r-»,
Lachmann y Dialog der Texte de Wolf Schmid y Wolf-Dieter Stempel, que aluden a la acuñación de la Kristeva, han demostrado ser maravIllo-
ambas concentradas en contextos eslavos y romances; Intertextualitat samente prolíficas. Hasta la palabra «interpretación» consagrada por el
de .Ul~ich Broich y de quien escribe estas líneas, e Intertextuality de tiempo -en el triple sentido de traducción, performance y comenta-
Hemnch F. Plett, ambas proyectos de anglistas alemanes. 4
rio- aparece ahora casi como un neologismo acuñado según el modelo
Lo que caracteriza la mayoría de esas apropiaciones alemanas des- de la intertextualidad: es usada de una manera que destaca cada traduc-
de e~ principio ~s el intento de «contener» o desactivar el principio ex- ción de una lengua a otra, cada performance de un libreto, guión o parti-
P,IOSIVO de una mtertextualidad general de todos los textos, que acaba- tura, cada lectura y cada exégesis, como un nuevo intertexto que, a su
na de una vez por todas con todos los conceptos de intención autoral vez, provoca ulteriores intertextos. En este contexto, Ina Schabert, por
unidad textual o lectura coherente: el intento de alinear los estudios in~ ejemplo, acuñó la palabra <<1nterauktorialitat» (<<interautoralidad») para
tertextuales con los standards filológicos de intersubjetividad analítica llamar la atención sobre las muchas obras de ficción actuales en las que
transparencia racional y responsabilidad hermenéutica. En el centro d~ autores postmodernos participan en un diálogo metaficcional con la
los estudios intertextuales alemanes están, pues, no las visiones vertigi- vida y las obras de un autor del pasado. 8 Lo que es más importante: los
nosas de un universo de textos en el que cada texto resuena con todos diálogos entre obras de arte, que vinculan la literatura a otros med~a y a
los otr~s en un regressus ad iJifinitum que desafia toda exégesis contro- las otras artes han sido subsumidos explícitamente bajo el modelo mter-
lada, smo los más puntuales diálogos entre textos y géneros como se textual con eiiquetas como Interart [interarte] o Intermedialitat9 [inter-
han inscrito en su lenguaje y estructuras en citas, alusiones, ecos in-
o • , • ,
medialidad] yeso ha estimulado la investigación extensiva sobre, diga-
verSIOnes lromcas o reescrituras paródicas. mos, obras dramáticas y novelas puestas en escena, filmadas, televisadas

2 La tra?ucción alemana, «Wort, Dialog und Roman bei Bachtin», apareció por 5 Tal estrechamiento del foco de la atención aparece, por ejemplo, en estudios
vez pnmera en Jens Ihwe, ed., Literaturwissenschqft und Linguistik Frankfurt estructuralistas altamente especializados de procedimientos intertextuales par-
1972, vol. 3, pp. 345-375. ' , ticulares, como el «marcaje» de la intertextualidad; cf. Jorg Helbig, Intertex-
3 K. W. Hempfer, Poststrukturale Texttheorie und narrative Praxis Munich tualitiit und Markierung. Untersuchungen zur Systematik und Funktion der
1976, pp. 53-55. ' , Signalisierung von Intertextualitiit, Beitrage zur neueren Literaturgeschichte,
141, Heidelberg, 1996.
4 Renate Lachmann, ed., Dialogizitiit, Theorie und Geschichte der Literatur
und der SchOnen Künste, A, 1, Munich, 1982; Wolf Schmid y Wolf-Dieter 6 Gérard Genette, Palimpsestes: La littérature au second degré, Paris, 1982.
Stempel, eds., Dialog der Texte. Hamburger Kolloquium zur Intertextualitiit 7 Cf. Manfred Ptister, «Intertextuelles Reisen, oder: Der Reisebericht als Inter-
Wiener Slawistischer Almanach, Sonderband 11, Viena, 1983; Ulrich Broich text», en: Herbert Foltinek et alii (eds.), Tales and 'their telling difference'.
y Manfr~d Ptister, eds., Intertextualitiit. Formen, Funktionen, anglistische FestschriftjUr Franz K. Stanzel, Heidelberg, 1993, pp. 109-132.
Fallstudlen, Konzepte der Sprach- und Literaturwissenschaft 35 Tubin- 8 Ina Schabert, «Interauktorialitat», Deutsche Vierteljahresschrift für Lite-
ga, 1985; Heinrich F. Plett, ed., Intertextuality, Research in Text The~ry / Un- raturwissenschafl und Geistesgeschichte, 57, 1983, pp. 679-701.
tersuchungen zur Texttheorie, 15, Berlín, 1991. 9 Ulla-Britta Lagerroth, Hand Lund y Erik Hedling, eds., Interart Poetics.
Essays on the Interrelations ofthe Arts and Media, Intemationale Forschungen

/
12 Manfred Pjister Prefacio 13

o convertidas en ópera, o sobre la «ékfrasis» literaria, la representación s intertextuales, Y la «condición intermedia [in-betweenness]» de los
verbal de obras de arte visual o música. 10 Inspirados por la teoría foucaul- :pacios en que ellos ocurren es también ~a. condición int~rmedia ~ntre
tiana, los críticos hablan ahora de /nterdiskurse [interdiscurso] o /nter- lenguajes, discursos y textos. De manera SImIlar, los Estudios de Genero
diskursivitiit [interdiscursividad] -una noción que extiende la intertex- emplean con frecuencia métodos y nociones derivadas de la teoría inter-
tualidad más allá de los textos individuales a formaciones discursivas textual: el concepto ampliamente utilizado de una «re-escritura» feminis-
más amplias, tales como el discurso de la razón o de la sexualidad en un ta de los textos masculinos canónicos es aquí un caso ilustrativo. 16
p~ríodo p~rticul~r, co~v~rtiendo así la intertextualidad en un caso espe- El nuevo y acalorado debate sobre los cánones nacionales e internacio-
cIal de la mterdlscurslvldad. 1I Y, apuntando a cuestiones aún más am- nales, que se propagó de los Estados Unidos a Alemania en los años 90,
pli,a~, el término /nter~lturalitiit ~interc~lturalidad] ha devenido progra- invoca constantemente diálogos intertextuales a través de los límites de
matico para los estudIOs de relacIOnes mtertextuales e interdiscursivas períodos y culturas como un medio crucial de formación de cánones. 17
e~tre diferentes culturas, en particular las vinculadas en un pasado colo- Los cánones son una parte central de lo que ha venido a ser llamado
malo un presente postcolonial compartidos.1 2 kulturelles Gediichtnis (<<memoria cultural»), ese archivo de textos, imá-
, ~?mo in~ican estos términos recientemente acuñados, la teoría y genes y rituales compartidos a través de los cuales una cultura particular
anahs~s de la mtertextualidad en Alemania y en otras partes ha devenido defme y proyecta su identidad y que ahora es estudiado muy intensamen-
parte mtegral de algunos de los más vitales proyectos de investigación en te en Alemania. 18 Aquí, la noción misma de un archivo de textos re-utili-
los últimos veinte años aproximadamente: conceptos centrales de los Es- zado, re-performado, re-ciclado a través de los siglos, está endeudada
tudios Coloniales y Postcoloniales como «el Imperio escribe replican- con las teorías de la intertextualidad, como lo está la noción de la cultura
dm>,13 «hibridez»14 o «pasajes»15 implican palimpsestos y negociacio- no como un texto estático, sino como una performance y re-performance
de sus textos e imágenes fundacionales. 19
zur Allgemeinen und Vergleichenden Literaturwissenschaft 24 Amsterdam
Si la teoría intertextual y los estudios intertextuales todavía están
199:; Peter Zima, ed., Literatur intermedial: Musik - Maler;i - Photographi;
- Film, Darmstadt, 1995; Jorg He1big, Intermedialiiit. Theorie und Praxis vivitos y coleando en Alemania en estos días, eso, ciertamente, tiene
eines interdiszipliniiren Forschungsgebiets, Berlín, 1998. mucho que ver con lo que acabo de describir: su dispersión a través del
lO K1aus ~irscherl, ed., Bild und Text im Dialog, Passauer Interdisziplinare amplio espectro de enfoques críticos actuales de textos y culturas en el
KolloqUlen, 3,. Passau, 1~93; Mario K1arer, ed., Word & Image. A Journal of presente. Como esbocé brevemente en el párrafo anterior, la noción de
Verbal and Visual Inqulry, vol. 15, 1: número monográfico especial sobre intertextualidad se presta a ser subsumida bajo una gran variedad
E¡grasis.
de intereses teóricos más amplios. Otra razón para que la intertextuali-
11 Jü~gen ~ink. y I.!lla Link-Heer, «Diskurs/Interdiskurs und Literaturana1yse»,
12 ZeltschrifijUr ~lteraturwissenschaft und Linguistik, 20/77, 1990, pp. 88-99.
dad siga gozando de buena salud hoy ~lía es, seguramente, el hecho de
M.K. Lasat?WICZ, ed., Interkulturalitiit in Literatur und Sprache, Oppeln, que los fenómenos que ella conceptualiza no sólo siguen estando toda-
19.99; ~. Wlerlacher, «Interkultura1itat: Zur Konzeptua1isierung eines Leitbe-
gnffs mterkultureller Literaturwissenschaft», en: Henk de Berg y Matthias 16 Hadumod Bussmann y Renate Hof, eds., Genus: Zur Geschlechterdifferenz in
Prange1, eds., Interpretation 2000. Positionen und Kontroversen Heidelberg den Kulturwissenschaften, Stuttgart, 1995; Ina Schabert, Englische Litera-
1999, pp. 155-181. ' turgeschichte aus der Sicht der Geschlechterforschung, Stuttgart, 1997.
13 William Ashcroft, William Griffiths y Helen Tiffin, The Empire Writes Back. 17 Cf. Maria Moog-Grünewald, ed., Kanon und Theorie, Heidelberg, 1997, y
Theory a~d Practice in Post-Colonial Literatures, Londres, 1989. [N. del T. Renate von Heydebrand, ed., Kanon - Macht - Kultur, Stuttgart, 1998.
~a frase mg1e~a «the Empire. Writes Back» (<<el Imperio escribe replicando») 18 Jan Assmann y Tonio Holscher, eds., Kultur und Gediichtnis, Frankfurt, 1988;
Juega con el titulo del conocIdo filme The Empire Strikes Back (<<El imperio Aleida Assmann y Dietrich Harth, eds., Mnemosyne. Formen und Funktionen
contraataca»), episodio V de La Guerra de las Galaxias.] der kulturellen Erinnerung, Frankfurt, 1991.
:: Mo~ika ~~~demik, ~d., Hybridity and Postcolonialism, Tubinga, 1998. 19 Con respecto a estudios de performance y culturas performativas, cf. Erika
Toblas Donng, Canbbean-English Passages: Intertextuality in a Postcolonial Fischer-Lichte y Doris Kolesch, eds., Paragrana, 711, 1998: número mono-
Tradition, Londres, 2002. gráfico especial Kulturen des Performativen.
14 Manfred Pjister

vía con nosotros, sino que están más bien aumentando que disminu_
yendo: la actual producción estética --en los países de lengua alemana,
por ejemplo, las piezas de Heiner Mül1er o Botho Strauss, las novelas
iveles del concepto .•
de W.G. Sebald o Christoph Ransmayr, la poesía de Oskar Pastior o
Durs Grunbein o las pinturas de Anselm Kiefer- ha permanecido con-
- de intertextualldad
centrada en prácticas y procedimientos intertextuales y continúa así re-
afirmando la validez del paradigma de la investigación intertextual. Y,
últimos en orden pero no en importancia, los cambios históricos que
han recorrido el mundo desde la acuñación inicial del término -la caí-
da del Muro de Berlín, del Telón de Hierro en Europa y una globaliza- Renate Lachmann
ción en dramático aumento-- , por una parte, han abierto nuevos pasa-
jes de intercambio intertextual y, por otra, ponen en peligro tales
negociaciones e intercambio hasta el punto de que la diferencia cultu-
ral es nivelada en una cultura global hegemónica bajo los auspicios de
una industria del entretenimiento dominada por los Estados Unidos. En
este contexto, la noción de intertextualidad, de intercambio dialógico y
negociaciones, ha recuperado en estos días su urgencia política original
de subversión y resistencia. El concepto de «intertextualidad» ha adquirido en los Últim~s ~ñO~
dimensiones inquietantes: ramificándose conceptualmente, des or an
Universidad Libre de Berlín
do terminológicamente. Ha surgido un gran número de ~ubconcePt~s
ue se traslapan, que giran en tomo al fenómeno de la m~e~extua l~
Diciembre del 2003
dad' obsérvese la discusión sostenida en el context~
frances en rela
ció~ con la interpretación anagramática de J. Knsteva2 y J. Sta~o­
binskP o la documentada discusión estadounidense en el repr~se~tat1vo
1 d 1 ]V, York Literary Forum titulado Intertextuallty, o los
vo umen e ew . 1" a tomar
análisis de Riffaterre,5 la más reciente pausa termmo oglca par

* «Ebene des Intertextu.alitatsbe~nffs»,.. . D as. Ges'P r iich , ed '133-138.


en por Karlheinz
Stierle y Rainer Warnmg, MUlllCh, Wl1helm Fmk, 1984, pp.
1 J Kristeva Le texte du roman, Pans, . 1970, y Semeiotiké - Recherche . . 1 . pour
d
. semana
une . ' Iyse, P ' 1969 , en especial el ensayo «Pour une semlO ogle es
ans,
Paragrammes» pp. 174-207, del año 1966. .
2 J Starobinski ' Les mots sous les mots - L es anagram mes de Ferdmand de
e:
oaussure, Pan, 's' 1971 ,v. allí trabaJ'os anteriores, del año 1964, sobre este tema.
3 Poétique, 27, 1976. .. . . . . r-Plottel H.
4 Intertextuality - New perspectives m CntlClsm, ed. por J. Pansle y
Charney New York Literary Forum, 2, Nueva York, 1978.

I
5 ,
M. Riffaterre, . 01 Poetry, Bl ooml'ngton - Londres , 1978, y La
Semiotlcs
production du texte, París, 1979.

I
16 Renate Lachmann Niveles del concepto de intertextualidad 17

aliento en Palimpsestos 6 de Genette o los esfuerzos orientados a la vez


bargo, la época de las monografías concluyent.es y los simposios
h
de
. d'
teórica y analíticamente de uno de los últimos volúmenes de Semeio- valuación no ha llegado todavía. El concepto parece por a ora m 1S-
tiké de Tartu. 7 La terminología oscila entre «subtexto», «hipotexto», ~iplinable, Y su polivalencia, irreducible.
«hipertexto», «anatexto», «paratexto», «intertextO»), «transtexto» y Me parece que valdría la pena seguir pensando sobre ese concep-
«texto en el texto» -en conjunción con «genotexto», «fenotexto», to en las tres perspectivas señaladas: las de la teoría del texto, la des-
«metatexto)) y «autotexto»- (y quisiera añadir a continuación el de cripción del texto y la crítica de la literatura, o bien de la cultura. La
«texto implícito»), para nombrar respectivos matices del complejo fe- perspectiva de la teoría del texto, que está i~tere~a.da en perfi~ar el
nómeno del contacto texto-texto. concepto, implica también aspectos de una m1topoetlca que los mter-
Pero eso no es más que un costado del asunto, el otro concierne a textualistas existentes entre los autores mismos formulan o han formu-
la extensión del concepto. ¿Se puede establecer la «intertextualidad)) lado. La perspectiva del análisis del texto plantea ante todo el desa-
como categoría que nombra una dimensión general de los textos, rrollo de un aparato descriptivo, tal vez con empréstitos de la retórica,
la implicatividad de éstos? ¿ü se puede utilizar restringidamente el como ha mostrado convincentemente Jenny, o la investigación de la
concepto en el sentido de una categoría puramente descriptiva para anagramática, para describir estrategias específicas de la intertextua-
textos cuya estructura está organizada por la interferencia de textos o lidad y sus funciones. Para este dominio, es cuestión de distinguir la
elementos de textos? ¿ü es lo esencial del concepto un potencial críti- intertextualidad intencional, que organiza la superficie del texto, de
coliterario, al poner en tela de juicio conceptos existentes sobre la una intertextualidad latente que no perturba la superficie del intratex-
literatura (unicidad, carácter cerrado, totalidad estructural, sistemi- to y, sin embargo, determina la constitución del sentido, y es cuestión
cidad)? de distinguir esa intertextualidad de la producción de la intertextuali-
Los propios teóricos de la intertextualidad representan un modelo dad de la recepción, que desde siempre fue un hallazgo de la estética
de la intertextualidad, en la medida en que el entrelazamiento de sus de la recepción.
productos teóricos por citas, alusiones y réplicas ya parece delinear un En última instancia, se debería resolver el problema de la conglo-
nuevo tipo de discurso científicoliterario. Las pistas terminológicas y bación [Komplexion] del sentido, al que todas las tentativas analíticas
conceptuales se traslapan y se mezclan: desde Bajtín, que de manera parecen acercarse. En procedimientos como el almacenamiento de tex-
francamente explícita trasladó de la palabra al texto su teorema de la tos ajenos o elementos de textos ajenos en el texto actual (en calidad
dialogicidad, pasando por la concepción de enlace kristeviana de la «in- de cita, alusión, reminiscencia, etc.) o el cruce y acoplamiento, uno so-
tertextualidad)), en la que ha entrado tanto el coup anagrama-paragra- bre otro, de un gran número de textos ajenos que pertenecen a dife-
ma (sin embargo, no un golpe en falso) de Saussure como una ver- rentes poéticas (heterogeneización, bricolage) o la re-escritura y «con-
sión de la gramática transformacional, así como determinados aspectos tra))-escritura de un conocido texto como réplica, contrafactura,
de la crítica derrideana del logocentrismo y su concepto de «écriture)), parodia, etc., no se trata ni de la evocación de un beatífico mundo de
y por la amalgamación riffaterreana de Saussure, Freud y conceptos tradición literaria, ni de la demostración de una imborrable forma-
de la retórica, hasta el trabajo de L. J enny8 que replica a esos y otros ción, que es hundida como cita en el texto, sino de la explosión se-
planteamientos (H. Bloom, McLuhan), empieza de muy atrás e intro- mántica que ocurre en el contacto de los textos, de la producción de
duce precisiones, y la investigación construida en grande de Genette una diferencia estética y semántica.
que resume posiciones importantes y formula nuevos planteos. Sin em- El texto intertextualmente organizado, que renuncia a su identidad
puntual, se produce mediante un procedimiento de referencia (des-
6 G. Genette, Palimpsestes - La Littérature au second degré, París, 1982. constructivo , sumativo , reconstructivo) a otros textos. Esa relación de
7 Tekst v tekste, Trudy po znakovym sistemam, 14, Tartu, 1981. contacto entre texto y texto(s), cuya expresión más trivial es la de la
8 L. Jenny, «La strategie de la forme», en Poétique, 27,1976, pp. 257-281 ~. referencia, debería ser descrita como un trabajo de asimilación, trans-
18 Renate Lachmann Niveles del concepto de intertextualidad 19

~osición y transformación de signos ajenos. Conceptos como «pa- to de «silepsis»12 Riffaterre trata de unir el de sobre-
hmpsesto», «anagrama», «sobredeterminación» y «doble codifica_ En e1 concep . d
' inaclO . , n con el de anagrama'. si el texto de superficIe da o re-
ción», que se ofrecen como conceptos descriptivos preliminares, su-
gieren la latencia del texto (signo del texto) ajeno y, sobre la base de
e otro Pos ible sentido del texto, eso es compensado al. generar . .la
. ación misma un texto, es decir, al aparecer el sentIdo repnmI-
~eterminadas seña~es, al mismo tiempo la presencia de éste. El «pa- secuencia verbal. Por lo demás, ahí se señala un aspecto de
h~psesto», el escnto doble, a través del cual es legible el primer es- como . . d
- . 'n del texto que es constItutIvo e aI ' en a1gunas co n-
teona
cnto, y la «sobredeterminación» (el signo onírico produce un sentido traCIO . . ., .. d 1
" . s de la Knsteva La mterpretaclOn generatIvIsta e ana-
~e superficie lineal y al mismo tiempo registra el sentido reprimido) ·ftibuClOne . · . '
. .• a su asociación con el modelo transformaclOnal generatIvo
mterpretan la constitución de sentido de un texto en el que se encuen- =~calYnadoo
desarrollado por S. Shaumián -con los conceptos del
, l"
tran, unos con otros, signos de dos contextos, signos de un texto más «genotexto» y el «fenotexto~>13 - cond~cen a una ~eona comp eJa, aun
viejo con los de uno más reciente. «Doble codificación» significa que nO satisfactoriamente aprecIada, de la mtertextuahdad como transfor-
la producción de sentido no es programada por las reservas sígnicas
del texto dado, sino que sobre uno llama la atención el otro. También litación. '1 .
El planteamiento de Riffaterre es aquí menos gen~ral. La SI epsIs,
el concepto de «anagrama», en las interpretaciones y adaptaciones como él la entiende, capta el encuentro del texto mamfiesto con aque-
efectuadas por Starobinski, Kristeva y Riffaterre en relación con los lla referencia al texto ajeno que él denomina «intertexto». La conse-
estudios saussureanos, puede ser aceptado como un acercamiento al fe- cuencia que él puede presentar en un gran número de minuciosos aná-
nómeno intertextual. tisis en los que las huellas estilísticas de otros textos son. reveladas
Para Starobinski,9 el anagrama indica un texto escondido, cuyo como formadoras del sentido (formadoras del doble sentIdo), es la
carácter oculto, sin embargo, está marcado por señales legibles. El necesidad de la segunda lectura que sigue a la primera, que, al llegar,
texto escondido puede ser otro texto concreto (como originalmente en encuentra el texto monosémico, unívoco, y lo hace bisémico, equívo-
Saussure),. pero también pura y simplemente el continuum de textos , co. De ambas lecturas resulta una indecidibilidad,14 garantía para la su-
que se extIende a través de un texto, lo precede y en el que todo texto pervivencia semántica del texto, que siempre puede llamar nuevas di-
desemboca. La Kristeva lO perfila el aspecto de la bisignicidad [Doppel- ferencias de sentido.
zeichenhaftigkeit] del anagrama, o bien del paragrama, la cual exige Al parecer, el análisis del texto doblemente codificado debe. tomar
una lectura que, en el rastreo de las huellas de textos ajenos, revuelve en consideración que la sobredeterminación intertextual no es mnguna
la superficie textual conformada linealmente. También para Riffaterre magnitud fija. El complejo sígnico de la codificación latente puede
el sentido no se produce en la comprensión de la secuencia de signo~ desaparecer de la memoria cultural (por lo menos transitoriamente).
leída linealmente, sino fuera del texto con respecto a la oferta de sen- Es decir, el reduccionismo de las lecturas que fuerza a la mono-
tido de otros textos. Contra la idea de anagrama, que parte de una pa- semización de los textos, puede ser rechazado, es cierto, pero no el
labra guía, «mot inducteur» (<<mot-theme»), que, distorsionada, desaco- trato concreto históricamente localizable, con el presupuesto sígnico
plada, desmembrada, se esconde en el texto manifiesto, y que tiene una de un texto, u~ trato que sigue estando necesariamente ligado al hori-
cualidad principalmente fonético-gráfica, Riffaterre propone el concepto zonte.
del «paragrama semántico», que despliega sintagmáticamente en el texto Al analizar el texto organizado intertextualmente (un texto con
,
un dato semántico previo (<<donnée sémantique»).lI «orientación» a la intertextualidad), debería ser cuestión -con inclu-
I
I 9 Les mots.
12 «La syllepse intertextuelle», en Poétique, 40, 1979, pp. 496-501 ""'.
10 «Pour une sémiologie», p. 182 Y s. 13 Le texte du roman, cap. «La méthode transformationelle», pp. 36-78.
11 La production du texte, p. 76. 14 M. Riffaterre, «La syllepse intertextuelle», p. 501.
j
j
18 Renate Lachmann Niveles del concepto de intertextualidad 19

posición y transformación de signos ajenos. Conceptos como «pa- En el concepto de «silepsis»12 Riffaterre trata de unir el de sobre-
limpsesto», «anagrama», «sobredeterminación» y «doble codifica- determinación con el de anagrama: si el texto de superficie dado re-
ción», que se ofrecen como conceptos descriptivos preliminares, su- prime otro posible sentido del texto, eso es compensado al generar la
gieren la latencia del texto (signo del texto) ajeno y, sobre la base de eliminación misma un texto, es decir, al aparecer el sentido reprimi-
determinadas señales, al mismo tiempo la presencia de éste. El «pa- do como secuencia verbal. Por lo demás, ahí se señala un aspecto de
limpsest@, el escrito doble, a través del cual es legible el primer ~s­ generación del texto que es constitutivo de la teoría en algunas con-
crito, y la «sobredeterminacióm> (el signo onírico produce un sentido tribuciones de la Kristeva. La interpretación generativista del ana-
de superficie lineal y al mismo tiempo registra el sentido reprimido)
interpretan la constitución de sentido de un texto en el que se encuen-
tran, unos con otros, signos de dos contextos, signos de un texto más
viejo con los de uno más reciente. «Doble codificación» significa que
la producción de sentido no es programada por las reservas sígnicas
I, grama y su asociación con el modelo transformacional generativo
biescalonado desarrollado por S. Shaumián -con los conceptos del
«genotexto» y el «fenotexto»13- conducen a una teoría compleja, aún
no satisfactoriamente apreciada, de la intertextualidad como transfor-
mación.
del texto dado, sino que sobre uno llama la atención el otro. También El planteamiento de Riffaterre es aquí menos general. La silepsis,
el concepto de «anagrama», en las interpretaciones y adaptaciones como él la entiende, capta el encuentro del texto manifiesto con aque-
efectuadas por Starobinski, K.risteva y Riffaterre en relación con los lla referencia al texto ajeno que él denomina «intertexto». La conse-
estudios saussureanos, puede ser aceptado como un acercamiento al fe- cuencia que él puede presentar en un gran número de minuciosos aná-
nómeno intertextual. lisis en los que las huellas estilísticas de otros textos son reveladas
Para Starobinskí,9 el anagrama indica un texto escondido, cuyo como formadoras del sentido (formadoras del doble sentido), es la
carácter oculto, sin embargo, está marcado por señales legibles. El necesidad de la segunda lectura que sigue a la primera, que, al llegar,
texto escondido puede ser otro texto concreto (como originalmente en encuentra el texto monosémico, unívoco, y lo hace bisémico, equívo-
Saussure), pero también pura y simplemente el continuum de textos, co. De ambas lecturas resulta una indecidibilidad,14 garantía para la su-
que se extiende a través de un texto, 10 precede y en el que todo texto pervivencia semántica del texto, que siempre puede llamar nuevas di-
desemboca. La K.risteva 10 perfila el aspecto de la bisignicidad [Doppel- ferencias de sentido.
zeichenhaftigkeit] del anagrama, o bien del paragrama, la cual exige Al parecer, el análisis del texto doblemente codificado debe tomar
una lectura que, en el rastreo de las huellas de textos ajenos, revuelve en consideración que la sobredeterminación intertextual no es ninguna
la superficie textual conformada linealmente. También para Riffaterre, magnitud fija. El complejo sígnico de la codificación latente puede
el sentido no se produce en la comprensión de la secuencia de signos desaparecer de la memoria cultural (por lo menos transitoriamente).
leída linealmente, sino fuera del texto con respecto a la oferta de sen- Es decir, el reduccionismo de las lecturas que fuerza a la mono-
tido de otros textos. Contra la idea de anagrama, que parte de una pa- semización de los textos, puede ser rechazado, es cierto, pero no el
labra guía, «mot inducteum (<<mot-theme»), que, distorsionada, desaco- trato concreto, históricamente localizable, con el presupuesto sígnico
plada, desmembrada, se esconde en el texto manifiesto, y que tiene una de un texto, un trato que sigue estando necesariamente ligado al hori-
cualidad principalmente fonético-gráfica, Riffaterre propone el concepto zonte.
del «paragrama semántico», que despliega sintagmáticamente en el texto Al analizar el texto organizado intertextualmente (un texto con
un dato semántico previo (<<donnée sémantique»). II «orientación» a la intertextualidad), debería ser cuestión -con inclu-

9 Les mots. 12 «La syllepse intertextuelle», en Poétique, 40, 1979, pp. 496-501 ~.
\0 «Pour une sémiologie», p. 182 Y S. 13 Le texte du roman, cap. «La méthode transformationelle», pp. 36-78.
II La production du texte, p. 76. 14 M. Riffaterre, «La syllepse intertextuelle», p. 501.

L.
20 Renate Lachmann Niveles del concepto de intertextualidad 21

sión del aspecto de la lectura- de establecer, aunque fuera provisio- lencia formal con una completa revaloración de la función o la equi-
nalmente, varias magnitudes convencionales,15 que sedan sometidas valencia funcional con una completa reocupación de la forma.
a prueba en análisis individuales. Yo podría imaginarme ante todo las Las propias señales de referencia están dispuestas en el fenotexto
cuatro siguientes: de tal modo que en él se pueden leer dos tipos de estructuras de inter-
1) fenotexto; 2) texto de referencia; 3) señal de referencia, y 4) textualidad (programan las correspondientes actitudes de lectura) que
intertextualidad (como aquella nueva cualidad textual que resulta de se pueden describir con conceptos introducidos como «contaminación»
la relación implicativa, garantizada por la señal de referencia, entre en el primer caso o «anagrama» en el segundo (ambos conceptos se
fenotexto y texto de referencia). han de entender recordando el incremento de sus connotaciones en el
La nueva cualidad textual puede concretizarla el receptor sólo so- marco del debate de la intertextualidad).
bre la base de la identificación de la señal de referencia; él la experi- La contaminación aparece como resultado de la selección de ele-
menta como ambivalencia o polivalencia del texto. Parece que la con- mentos individuales de diferentes textos de referencia (o de estrategias
globación de sentido lograda en el fenotexto por la intertextualidad textuales que pertenecen a diferentes poéticas) y su combinación
afecta al texto de referencia; que el proceso dinamizador del sentido -en el sentido de un montaje- o un sobreacoplamiento y entre-
abarca ambos textos, los cuales entran en contacto como evocante- acoplamiento [Über- und Ineinanderschaltung] en el fenotexto. Es
evocado. La señal de referencia -hablando con propiedad: la marca- decir, se abandona el marco de referencia original de un elemento, su
ción- que pone de manifiesto la doble codificación (perturbación de valor posicional en una totalidad textual, y se produce un contacto con
la isotopía del texto), indica principalmente dos relaciones entre feno- otros elementos de textos ajenos. De ese modo surgen series o capas
texto y texto de referencia, que -con conceptos conocidos- pueden heterogéneas; a un proceso de dispersión sigue el de una ensambladura
ser designados como relación de contigüidad y relación de semejan- en un nuevo complejo textual.
za. El anagrama, por el contrario, se compone de elementos dispersos
Estamos ante la relación de contigüidad cuando en el fenotexto se por el fenotexto que, juntados, permiten reconocer la estructura cohe-
repite un elemento constitutivo de un texto ajeno (concerniente a su rente de un texto ajeno; el texto de referencia está presente como
nivel temático, narrativo-secuencial o estilístico) que evoca el texto de anatexto. La señalización anagramática crea una estructura de enigma
referencia como un todo, o cuando se representa una estrategia textual que es descodificada por una lectura combinatoria, que remite hacia
significativa de un texto ajeno que evoca el texto de referencia en su
detrás y hacia delante. La señal contaminadora exige una lectura que
pertenencia a una poética, a una convención poética con modelos es-
restablezca compensatoriamente las respectivas ordenaciones textua-
tilísticos, temáticos o narrativos específicos. Desde luego, esta relación
les originales y remita de regreso en sus marcos los elementos identi-
I
J:
J ~ ,
pars-pro-toto todavía no dice nada sobre el tipo y modo -paródico,
afirmador, etc.- de la evocación. Cúando en el fenotexto se señali-
zan estructuras como equivalentes a estructuras de un texto ajeno, se
ficados, sin demoler, al hacerlo, la conglobación de sentido que se
pudo producir en la heterogeneización (lúdicra) de los elementos.
La determinación de la conglobación de sentido y de los gestos va-
puede hablar de una relación de semejanza. Esta relación no se reali-
lorativos que la integran -esos gestos se han de establecer entre des-
za en elementos o procedimientos citados, sino en la estructura de es-
construcción de un texto individual, de una convención poética, de
trategias análogas que tienen sus correspondencias en determinados
toda la tradición literaria, y la continuación replicante, el re-arreglo
textos de referencia. La analogía puede significar en esto una equiva-
afirmativo- no puede prescindir de los conceptos de comunidad síg-
nica y situación sígnica. Los autores 16 del círculo de Bajtín también
15 Cf. también el planteo descriptivo-analítico en Z. Ben-Porat, «The Poetics of
Literary Allusion», en Journal 01 Descriptive Poetics and Theory 01 Lite- 16 Esp. V. Volóshinov, «Slovo v zhizni i slovo v poezii», en Zvezda, 6, 1926,
rature, 1, 1976, pp. 105-128. pp. 244-267.
22 Renate Lachmann Niveles del concepto de intertextualidad 23

han tematizado este aspecto, y me parece importante tomarlo en consecuencia que se debe considerar: el texto mismo es también pre-
consideración. El contexto sígnico al que el texto se entrelaza es lo que texto, subtexto de un. texto siguiente -una consecuencia que Staro-
todavía no ha devenido texto, lo sobrentendido «<podrazumevaemoe»), 17 binski formula así: «Esto conduce a preguntarse si, recíprocamente,
que posee validez sobre la base una experiencia cultural común. El todo discurso que tenga provisionalmente el status de conjunto no
contexto social como contexto sígnico funciona como un «entime- puede ser considerado como el subconjunto de una totalidad aún no re-
ma»18 de signos y experiencia textual, de los que se sirve el respecti- conocida. Todo texto engloba y es englobado. Todo texto es un pro-
vo texto actualizado. La inserción del texto en el contexto sígnico ducto productivO}}-,22 abandona la ilusión de un cerco sistemático.
marca también el lugar cultural e ideológico que revela las funciones Siempre el texto implícito sólo puede ser definido aproximada-
del cruce sígnico, las funciones de la organización intertextual del tex- mente como lugar de la constitución de sentido plural dinámica que
to mismo. Así pues, el texto aparece en el contexto social como ac- programa la comunicación estética como apertura/ampliación del po-
ción ideológica (para Volóshinov la acción ideológica es siempre yex- tencial de sentido señalizado -en resumidas cuentas- por el recep-
clusivamente una acción sígnica) que interviene en el contexto sígnico tor (el receptor como intérprete, «intertextadoD}, autor), en lo cual se
social. Con las palabras «insertarse» [«s 'insérer»] o «inscribirse}} multiplican los aspectos según lo último que introdujo Starobinski:
[«s 'inscrire}}] 19 la Kristeva define la específica ejecución semántica ¡ 1) La representación de la interferencia de los textos, es decir, la
del texto en el espacio de la historia y la sociedad, del texto en su fun- intertextualidad señalizada, marcada; 2) la autorreflexión textual, es

I
ción como ideologema. decir, la metatextualidad; 3) la implicatividad, lo sobrentendido, es
Del concepto de Volóshinov y del de la Kristeva, que parece ha- decir, el subtexto; 4) la preliminariedad, la implicabilidad, es decir, la
cer suyo el primero, se deriva una consecuencia que permite postular pretextualidad (hablando con propiedad, la subtextualidad in futuro);
una dimensión textual que abarca la función intertextual y la función 5) la autorrebasabilidad [Selbstüberschreitbarkeit], es decir, la transtex-
ideologemática del texto: la dimensión del «texto implícito}}. El tex-
to implícito es el lugar de la intersección del texto presente y el texto
ausente, el lugar de la interferencia de textos que han transmitido y
codificado experiencias culturales como experiencias comunicativas.
Como suma de los intertextos, el texto implícito, en la remisión a los
I

tualidad.
Sólo los dos primeros aspectos (que dejan ver el hallazgo de la
intertextualidad manifiesta y la intertextualidad latente) pueden plan-
tear la pretensión de analizabilidad. Y precisamente en ese campo se
mueven las investigaciones correspondientes. A él se ha de vincular
textos ajenos, remite a sí mismo y constituye así su propio metatex- la cuestión del tipo de intertextualidad, del modo de constitución del
too La representación de la interferencia y la autorreflexión textual sentido y, por último, de la función de la intertextualidad. La intertex-
(el texto en el texto es texto sobre el texto)20 y el entimema, que ro- tualidad desconstructiva y la conservadora, la «usurpadora-autorita-
dea el contacto del texto con el contexto social, determinan el espa- ria}} y la dialógica, marcan, cada una, una respectiva intención de
cio del texto implícito, así como el siempre sobrentendido fondo de sentido. Es significativo, por lo demás, que los teóricos de la inter-
textos existentes, del subtexto, que J. Starobinski denomina «infra- textualidad siguen procurando mantener en pie el concepto del sen-
estructura}}, «contenido latente}} o «antecedente}}.21 Sin embargo, la tido en resumidas cuentas uno. Jenny introduce el «texto centradom23
para refrenar las estrategias intertextuales; también la praxis analí-
17 Ibídem, p. 250.
tica que rastrea el intertexto de Riffaterre muestra en el señalamiento
18 Ibídem, p. 251.
de las silepsis y las estructuras dobles una constitución de sentido de
19 «Pour une sémiologie», p. 181.
20 ef. la formulación de Volóshinov, «El discurso en el discurso es discurso so- 22 Ibídem.
bre el discurso», en Marxismus und Sprachphilosophie, ed. por S. Weber, 23 «La stratégie», p. 262; recurriendo a M. Arrivé, «Pour une théorie des textes
Frankfurt, 1975, p. 178. poly-isotopiques», en Langages, 31, 1973, habla de «texto (...) que permanece
21 Les mots, p. 153. centrado por un sentido», ibídem, p. 267 "'E:>.
24 Renate Lachmann

la que responde el texto autoritario y que es mantenida dentro de


«límites». También las tentativas de tipologización, como las ofrece Concepciones
Genette, están, en su preparación de un instrumental descriptivo, dedi-
cadas a la reacademización del concepto. El desarrollo de un metalen-
guaje de la intertextualidad denota la viva protesta del estructuralismo
de la intertextualidad*
contra un pensamiento postestructural que rebasa la estructura (del texto
individual). El logocentrismo se impone como «sentidocentrismo» o
«estructurocentrismo» para «controlan> el grado de la transtextualidad.
También -las tentativas de refrenamiento son correlatos de mecanismos t
1
culturales que están expuestos a las provocaciones de explosiones de Manfred Pfister
sentido y comienzan a procesarlas. f
Traducción del alemán
¡,

2. Intertexto universal vs. intertextualidad específica


No podemos ni queremos escribir aquí ninguna historia cronológica-
mente ordenada de las investigaciones y la teoría, sino que trataremos
de delimitar y coordinar las posiciones esenciales dentro de este deba-
te, para de ahí poder entonces sacar consecuencias para nuestra propia
conceptualización de la intertextualidad. Queremos, pues, al extraer las
consecuencias de nuestro tema para nuestro propio discurso, relacionar
entre sí dialógicamente los distintos puntos de vista sobre aspectos par-
cialesde la intertextualidad y no presentar simplemente breves caracte-
rizaciones aisladas de los más importantes teóricos de la intertextuali-
dad dispuestas en sucesión histórica. Como esquema de ordenamiento
utilizaremos una -categorización de la Kristeva que distingue entre una
dimensión horizontal, en la que el texto es referido al sujeto del modo
de escribir y a los destinatarios, y una dimensión vertical, en la que el
texto se orienta al corpus literario precedente o sincrónico. I Al hacerlo,
* Unidades 2 y 3 del artículo «Konzepte der Intertextualitat», en: Broich y
Ptister, eds., Intertextualitiit. Formen, Funktionen, anglistische Fallstudien,
Tubinga, Max Niemeyer Verlag, 1985, pp. 11-30.
1 Sémeiotiké: Recherches pour une sémana/yse, París, 1969, p. 145; en alemán,
en «Bachtin, das Wort, der Dialog und der Roman», J. Ihwe, ed., Literatur-
wissenschaft und Linguistik, Frankfurt, 1972, I1I, p. 347 """.
26 Manfred Pfister Concepciones de la intertextualidad 27

somos conscientes de que esto no puede ser más que un esquema muy intertextualidad y está basada en ella)).4 Jonathan Culler parte de «la
provisional que es desconstruido por las implicaciones más ~adica~es naturaleza intertextual de todo constructo verbab),5 y también la lin-
de la propia teoría de la intertextualidad. Dentro de esas dos dImensIO- güística del texto se ha adherido entretanto a este axioma, ha definido
nes de autor/receptor y texto/pre-texto, partiremos en cada ocasión de como intertextualidad las «dependencias entre producción o recepción
las concepciones más vastas y entonces les opondremos concepciones de un texto dado y los conocimientos de los participantes de la comu-
más estrechas y precisas. nicación sobre otros textos)), y ha deducido del «concepto mismo de
la textualidad)) el postulado de la «investigación de la influencia
2.1. Texto y pre-texto de la intertextualidad como una inspección del proceder de las activi-
dades comunicativas en su conjuntO)).6 Al condicionarse así mutua-
La teoría de la intertextualidad es la teoría de las relaciones entre tex- mente textualidad e intertextualidad, para el texto individual vale lo si-
tos. Eso no se discute; se discute, sin embargo, qué tipos de relaciones guiente: «No hay texto que no sea intertextO)) (Charles Grivel), o en
deben ser comprendidas en ella. Y según cuántos se comprendan en una formulación aún más acentuada: «El texto no es un objeto autóno-
ella, la intertextualidad aparece como una propiedad de los textos en
general o como una propiedad específica de determinados textos o cla-
t mo o unificado, sino un conjunto de relaciones con otros textos. (...)

I
Todo texto es intertextO)) (Vincent B. Leitch).7 Esta concepción del
ses de textos. texto como intertexto tiende a disolver el texto como unidad e identi-
La concepción más amplia y más radical en sus implicaciones para dad cerrada: aunque esté cerrado en el plano sintagmático, en el plano
la teoría del texto parte de que en la comunicación no hay tabula rasa, paradigmático de la relación con otros textos está liberado de su carác-
de que el espacio en el que un texto individual se inscribe, siempre es ter limitado. La consecuencia de ello, la negación de la existencia de
ya un espacio escrito. Todo texto es reacción a textos precedentes, y los textos individuales, la extrae, por ejemplo, Harold Bloom, cuando
éstos, a su vez, son reacciones a otros, y así sucesivamente en un establece «que no hay textos, sino sólo relaciones entre textos)).8
regressus ad infinitum -todo texto, es decir, ¡no sólo el texto literario A esta idea de un intertexto universal corresponden, del lado de los
o el texto literario moderno o el texto «dialógico» en el sentido de Baj- otros textos que existen antes del texto, estructuras textuales, códigos y
tín, sino también todo texto discursivo-crítico y todo enunciado del ha- sistemas de significación, de modo que ya tampoco aquí se pueden ais-
bla normal y cotidiana! Todo objeto al que un texto pueda referirse, lar pre-textos individuales. «Yeso es realmente el intertexto:)), escribe
siempre es ya un objeto del que se ha hablado o se ha escrito, y cada Barthes en Le plaisir du texte, «la imposibilidad de vivir fuera del texto
uno de sus elementos estructurales, desde las palabras, pasando por la infinito -sea éste Proust, o el periódico, o la pantalla de televisióm).9
sintaxis, hasta determinados modelos de especies de textos y propieda- La elección de los ejemplos debe dejar claro que aquí ya no están privi-
des generales del texto, no le pertenece solamente a él, sino que lo legiados los textos de la alta literatura, y ni siquiera los textos verbales,
comparte con otros textos, en más de un respecto con todos los otros
textos. Así, para Roland Barthes, todo texto es una «cámara de ecos)),2 4 «Syllepsis», Criticallnquiry, nO 6, 1980, pp. 625-638, aquí: p. 625.
y el mismo estado de cosas lo formulan otros críticos en una argumen- 5 The Pursuit ofSigns, Londres, 1981, p. 101.
tación apodíctica desprovista de metáforas: todo texto es, según Mi- 6 R.-A. de Beaugrande y W. U. Dressler, Einführung in die Textlinguistik, Tu-
chael Riffaterre, «un conjunto de presuposiciones de otros textos)),3 y binga, 1981, pp. 188 Y 215.
por eso, para él, «la idea misma de textualidad [es] inseparable de la 7 Ch. Grivel, «Theses préparatoires sur les intertextes», en: R. Lachmann, ed.,
Dialogizitiit, Munich, 1982, pp. 237-248, aquí: 240 ""', y V. B. Leitch,
2 Roland Barthes par Roland Barthes, París, 1975, p. 78 [N. del T.: Aquí y en ade- Deconstructive Criticism: An Advanced Introduction, Londres, 1983, p. 59.
lante el autor cita directamente en la lengua del respectivo original]; en alemán, 8 A Map ofMisreading, Nueva York, 1975, p. 3.
en: Roland Barthes: Über mich selbst, trad. por J. Joch, Munich, 1978, p. 81. 9 Le plaisir du texte, París, 1973, p. 59; en alemán en: Die Lust am Text, trad.
3 «La syllepse intertextuelle», Poétique, n° 40, 1979, pp. 496-501, aquí: p.496 ""'. por T. Konig, Frankfurt, 1982, p. 53 Y ss.
28 Manfred Pfister Concepciones de la intertextualidad 29

sino que también los textos multimediales o no-verbales pueden ser arquetipos, abstraídos, a su vez, de largas series de textos de
igualmente pertinentes. Él subraya eso también en su autopresentación los que son en cierta manera la invariante. Esos arquetipos, na-
ficcionalizada, Roland Barthes par Roland Barthes, al señalar con én- cidos de otros tantos «gestos literarios», codifican las formas
fasis la importancia de textos no-poéticos, y hasta textos triviales, para de uso de ese «lenguaje secundario» (Lotman) que es la litera-
el juego intertextual: «El intertexto no abarca solamente textos escogi- tura. Con los modelos arquetípicos, la obra literaria entra siem-
dos con delicadeza, amados en secreto, libres, discretos, generosos, pre en una relación de realización, de transformación o de trans-
sino también textos comunes, triunfantes.»lO Y este intertexto como es- gresión. Y, en gran medida, es esa relación lo que la defme. 13
pacio que el nuevo texto comparte con el ajeno y preexistente, deviene
una especie de «nube de sonido» que todo texto, al tejer, emplea a ma- Aquí no se habla ya en general de textos, sino expresamente de textos
nera de un seductor canto de sirena, pues «el intertexto no es necesaria- literarios, y una restricción o focalización semejante ha de ser sobren-
mente un campo de influencias; es más bien una música de figuras, de tendida a menudo en otras definiciones del texto como intertexto. Eso
metáforas, de pensamientos-palabras; es el significante como sirena».ll es aplicable, por ejemplo, a Harold Bloom, que por texto siempre en-
Lo que en Barthes es evocado rapsódicamente, en otros teóricos suena tiende implícitamente el texto poético y en más de una ocasión tam-
bién subraya eso explícitamente:
tal vez más frío, pero encierra lo mismo: en todo texto se inscriben las
huellas -por muy vagas y borrosas que sean- del universo entero de Pocas ideas son más dificiles de disipar que la «dictada por el
los textos, del «texto general» en el que, para Derrida, se ha disuelto la sentido común» de que un texto poético es independiente, de
realidad, o, como dice Charles Grivel en una metáfora que recuerda a que tiene un significado o significados averiguables sin refe-
Borges, «la Biblioteca general».12 Así, pre-texto de todo texto indivi- rencia a otros textos poéticos. (...) Desgraciadamente, los poe-
dual es no sólo el conjunto de todos los textos (en el más amplio senti- mas no son cosas, sino solamente palabras que se refieren a
do), sino, además, el conjunto de todos los códigos y sistemas de senti- otras palabras, y aquellas palabras se refieren a otras palabras
do en que se basan esos textos. más, y así sucesivamente en el mundo densamente super-
Esta concepción global de un intertexto infinito se ve restringida poblado del lenguaje literario. Todo poema es un inter-poema,
allí donde se la reclama ante todo para los textos literarios o poéticos y y toda lectura de un poema es una inter-lectura. 14
de esa manera se la define como lo específico de la literariedad o la En Bloom, el intertexto permanece, pues, en el dominio de la literatura
poeticidad. Precisamente en la obra de arte verbal se condensaría esa y la poesía, tanto el texto como los pre-textos son textos poéticos, y,
intertextualidad universal, y esa condensación sería una cualidad dife- añadirá el conocedor de los trabajos de Bloom, no simplemente textos
rencial del lenguaje hiperconformado estéticamente. Una definición así poéticos, sino los grandes poemas canonizados de una tradición, que se
de la obra literaria como constructo intertextual es la que ofrece, por inscriben unos en otros al tratar de desalojarse unos a otros. Esa misma
ejemplo, Laurent Jenny: restricción a los intertextos literarios se halla en la base de la mayoría
Fuera de la intertextualidad, la obra literaria sería llana y sim- de los análisis concretos existentes sobre la intertextualidad, sea sim-
plemente imperceptible, de la misma manera que el habla de plemente en virtud de la elección del objeto, o sea por razones de prin-
una lengua aún desconocida. De hecho, sólo aprehendemos el cipio en las que más adelante entraremos.

10
sentido y la estructura de una obra literaria en su relación con

Roland Barthes par Roland Barthes, p. 51; en alemán en Über mich selbst, I Mientras que en Jenny y Bloom todo texto literario tiene sus pre-
textos a su vez literarios, Michael Rifaterre, por ejemplo, parte tam-
bién, es cierto, de una intertextualidad general de los textos poéticos,
p.52.
II Ibídem, p. 148; en alemán, p. 158.

12 Ch. Grivel, «Theses», p. 245. I


¡
13
14
«La stratégie de la forme», Poétique, n° 27, 1976, pp. 257-281; aquí: p. 257 ~.
Poetry and Repression, New Haven, 1976, p. 2 Y ss.

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~
30 Manfred Pfister Concepciones de la intertextualidad 31

cuando escribe que «el poema está compuesto de textos, de fragmentos también aprehensible concretamente de alguna manera en el texto mis-
de textos, integrados, habiendo sufrido o no una conversión, a un nue- mo, a pre-textos individuales, grupos de pre-textos o códigos y siste-
vo sistema», pero, para él, los precedentes pre-textuales no están res- mas de sentido en que éstos se basan, como'hasta ahora ya los ha ma-
tringidos al dominio de la literatura y la poesía. Sus «hipogramas», a nejado la ciencia literaria bajo conceptos como fuentes e influencia
los que un texto se refiere, sólo en casos excepcionales son textos lite- cita y alusión, parodia y travesti, imitación, traducción y adaptación, ;
rarios; en la mayoría de los casos son presuposiciones textuales o como ahora deben ser definidos y categorizados de manera más precisa
clichés, y pueden ser «potenciales, y por ende observables en el len- y concluyente dentro del nuevo marco sistemático.
guaje, o actuales, y por ende observables en un texto anterioD>Y Ése es el concepto de intertextualidad en que se basa la mayoría de
Pero el concepto de la intertextualidad será decididamente más res- los estudios más detallados sobre la misma -y hasta se puede decir
tringido o especificado allí donde ya no designa un aspecto parcial ge- que se volverá dominante en la medida en que los distintos teóricos y
neral, siempre dado, de la textualidad poética o literaria, sino una pro- críticos emprendan análisis concretos de textos. Hasta críticos que,
piedad particular de determinados textos literarios o especies de textos como Jenny, parten enérgicamente del axioma ontológicotextual de un
literarios. En este sentido, Renate Lachmann distingue, con referencia intertexto global, estrechan su perspectiva tan pronto como se dedican
al concepto afín de dialogicidad, entre un aspecto de ontología del tex- a los análisis concretos de la intertextualidad. Esto tampoco sorprende,
to y un aspecto de descripción del texto, entre dialogicidad como una porque un concepto que es tan universal que ya no es concebible nin-
«dimensión general de los textos en general (del texto como parte guna alternativa a él ni, en más de una ocasión, la negación del mismo,
constitutiva de un "universo" de textos que están en correspondencia es necesariamente de exiguo potencial heurístico para el análisis y la
unos con otros, como acumulación de "experiencia" textual), que po- interpretación. Por eso es que da en el vacío, por ejemplo, la crítica de
dríamos designar como la estructura implicativa de los mismos, como Jonathan Culler a la «teneduría de libros por partida doble» de Jenny;18
inmanencia textual abarcadora», y dialogicidad «como forma específi- también su alegato en favor de una perspectiva de análisis lo más am-
ca de la constitución del sentido de los textos», como «el diálogo con plia posible, por más convincente y teoricotextual que pueda ser, ado-
textos ajenos (intertextualidad), el diálogo con diferentes "dialectos so- lece de que sigue siendo un llamado vacío y no puede ser trasladado a
ciales" que compiten en un contexto cultural (pluralidad de discursos) procedimientos de análisis concretos y operacionalizados:
o el diálogo con una posición de sentido ajena, que está registrada en la La «intertextualidad)) tiene, pues, un doble foco. Por una parte,
"palabra bivocal" que fundan dos instancias discursivas que se interfie- llama nuestra atención sobre la importancia de los textos ante-
ren (dialogicidad en el sentido primario)>>.!6 Y Wolfgang Preisendanz riores, insistiendo en que la autonomía de los textos es una
valora esta oposición para los textos poéticos en el sentido de «que la idea engañosa y en que una obra tiene el significado que tiene
intertextualidad no se manifiesta como principio universal de la litera- sólo porque ciertas cosas han sido escritas anteriormente. Sin
tura o de la recepción estética, sino como una posibilidad, una alterna- embargo, en la medida en que se concentra en la inteligibili-
tiva, un procedimiento de la construcción del significado de la obra li- dad, en el significado, la «intertextualidad)) nos lleva a consi-
teraria».!? De esa manera la intertextualidad deviene concepto genérico derar los textos anteriores como contribuciones a un código
para esos procedimientos de una referencia más o menos consciente, y que hace posible los diversos efectos de significación. Así, la
intertextualidad deviene no tanto un nombre para la relación de
15 Semiotics 01Poetry, Londres, 1975, pp. 164 Y 23 Y ss. una obra con textos anteriores particulares como una denomi-
16 Dialogizitiit, p. S @. nación de la participación de la misma en el espacio discursivo
I? «Zum Beitrag von R. Lachmann 'Dialogizitat und poetische Sprache'», en de una cultura: la relación entre un texto y los diversos lenguajes
Dialogizitiit, pp. 25-28, aquí: p. 26 Y ss. Cf. también R. Lachmann, «Inter-
textualitlit als Sinnkonstitution. Andrej Belyjs Petersburg und die 'fremden 18 «Presupposition and Intertextuality», en: J. Culler, The Pursuit 01 Signs, pp.
Texte'», Poetica, nO 15, 1983, pp. 66-107. lOO-lOS, aquí: p. 104 Y ss.

I
~
32 Manfred Pfister Concepciones de la intertextualidad 33

o prácticas significantes de una cultura y su relación con aque- roetatextualidad como la referencia comentadora y a menudo crítica de
llos textos que articulan para él las posibilidades de una cultu- un texto a un pre-texto; (4) la hipertextualidad, en la que un texto toma al
ra. Así, el estudio de la intertextualidad no es la investigación otro como fondo (imitación, adaptación, continuación, parodia, etc.), y,
de fuentes e influencias como se la ha concebido tradicional- por último, (5) la architextualidad como las relaciones genéricas de un
mente; arroja su red con mayor amplitud para incluir las prác- texto. Esas cinco clases son, a su vez, subcategorizadas de una manera
ticas discursivas anónimas, códigos cuyos orígenes están per- diferenciada, en ocasiones excesiva --en 10 cual la hipertextualidad re-
didos, que hacen posible las prácticas significantes de textos sulta particularmente productiva-, y los distintos tipos y subtipos son
posteriores. Barthes advierte que desde la perspectiva de la ilustrados y ejemplificados entonces con una impresionante cantidad de
intertextualidad «las citas de que está hecho un texto son anó- textos de toda la literatura mundial. Aquí no tenemos tiempo para entrar
nimas, de orígenes imposibles de hallar, y, sin embargo, ya leí- a presentar y criticar de manera diferenciada esa red sutilmente urdida
das»; funcionan --esto es 10 decisivo-- como «ya leído».19 desde el punto de vista terminológico. Para nuestro contexto de la argu-
Lo deja lu (¡aquí se ha de sobrentender el ensanchamiento del concep- mentación de una gradación de los conceptos de intertextualidad, 10 úni-
to de «lectura», característico de Barthes!), que en su totalidad global co importante es que la intertextualidad por él llamada transtextualidad
da el horizonte de la producción y la recepción del texto,20 se condensa permanece limitada a relaciones entre textos literarios;23 que éstas son
precisamente en referencias acentuadas [po intierten] a otros textos y relaciones específicas y precisas, y que los precedentes inter- o trans-
sistemas de textos y sólo en éstas ha de ser atrapado analíticamente. En textuales que han entrado en el texto, no están limitados a pre-textos in-
todo caso, la propuesta propia de Culler, que presenta la estructura de dividuales, sino que también incluyen sistemas de textos como los de los
implicaciones universal como un conjunto de presuposiciones lógicas géneros.
y pragmáticas, no resuelve ese dilema. Aquí, pues, en este último punto, divergen de nuevo las opiniones.
El bosquejo más ampliamente diferenciado hasta ahora de una teoría Mientras que teóricos como Genette abarcan bajo el concepto de la
de la intertextualidad como conjunto de las diferentes formas de referen- inter- o transtextualidad tanto las referencias de un texto a pre-textos
cias acentuadas entre textos literarios, es Palimpsestes: La littérature au individuales como las referencias a sistemas que abarcan textos, a mo-
second degré de Gérard Genette. 21 En juego autoirónico con un derroche delos y códigos en que se basan textos, otros distinguen entre inter-
francamente escolástico de nomenclatura, subdivide la abarcadora trans- textualidad, por una parte, y referencia a un sistema, por otra. En esto
textualidad --que él define como la «trascendencia textual del texto», el más decidido es Klaus W. Hempfer, quien, en explícito contraste
como «todo 10 que 10 pone en relación, manifiesta o secreta, con otros con la Kristeva, aplica «el concepto de intertextualidad solamente a re-
textos»22- en cinco subcategorías: en (1) la intertextualidad como la co- laciones entre textos individuales, es decir, entre actos de parole, las
presencia de dos o más textos, la presencia palpable de un texto en otro que han de ser distinguidas de las relaciones entre sistema y actualiza-
(cita, alusión, plagio, etc.); (2) la paratextualidad como las relaciones en- ción».24 Parecidamente restrictiva es la definición del concepto que
tre un texto y su título, prólogo, epílogo, lema y otros por el estilo; (3) la propone Rolf Kloepfer:
19 Ibídem, p. 103.
20 Culler cita aquí «De l'oeuvre au texte», Revue d'esthétique, n° 24, 1971, pp. i 23 Abriendo una perspectiva, aborda también las relaciones «hiperestéticas» entre
poemas y pintura!!, piezas musicales y obras literarias, y así sucesivamente; cf.
225-232, aquí: 229. Palimpsestes, p. 435.
21 París, 1982. La metáfora del título convence sólo a primera vista, porque, en 24 «Überlegungen zu einem Gü1tigkeitskriterium für Interpretationem>, pp. 14-18,
contraste con la intertextualidad, en el palimpsesto la relación entre el texto aquí: p. 15; cf. del mismo autor, Poststrukturale Texttheorie und narrative
básico desvanecido y el texto escrito encima de él es puramente casual. Cf. al Praxis, Munich, 1976, p. 54 Y ss. La distinción de Hempfer entre intertextuali-
respecto K. Stierle, «Werk und Intertextualitat», en: W. Schmid/W.D. Stem- dad y referencia al sistema aparece en L. Jenny como diferenciación entre «ti-
pel, eds., Dialog der Texte, Viena, 1983, pp. 7-26, aquí: p. 26 =. pos de la intertextualidad, a saber, entre explícita e implícita», «La stratégie de
22 Palimpsestes, p. 7. la forme», p. 257 Yss.

I
L
34 Manfred Pfister
Concepciones de la intertextualidad 35

Ante todo, «intertextualidad» no debe coincidir con «código», En esto surgen, sin embargo, dificultades que no se deben pasar
el sistema semiótico virtual del que se nutre toda realización por alto. Así, mediante esa dicotomía de intertextualidad y referencia
textual y cuya forma de vida es la variada praxis textual. Des- al sistema se separa a menudo en dos categorías lo que, según la intui-
pués se ha de separar «intertexto» de «contexto», con el que se ción, forma una unidad. La parodia de un texto individual, por ejem-
ha de designar la situación comunicativa, en la medida en que plo, es cargada en la cuenta de la intertextualidad, mientras que la pa-
se presenta textualmente. Se puede concebir el «contexto» de rodia de modelos genéricos ---como, por ejemplo, en la mock-heroic-
una manera más estrecha: como los textos circundantes en un es asentada como referencia al sistema. En el caso concreto, sin embar-
ciclo poético, como prólogo acompañante o hasta como los go, lo que ocurre la mayoría de las veces es que semejante parodia de
otros escritos contemporáneos del autor (a éstos se los podría todo un género se compone de un gran número de referencias paró-
llamar también el «co-textm», o se lo puede concebir más am- dicas a realizaciones individuales de ese modelo genérico. Además, las
pliamente: como la obra del autor en su conjunto, los textos de transiciones entre texto individual, corpora textuales más pequeños y
sus amigos y enemigos directos o, por último, la tradición a más estrechamente unidos por obra de densas homologías estructura-
partir de la cual él escribe. «Intertexto» sería, entonces, una les, y géneros definidos más ampliamente, son fluidas, del mismo
forma específica y más estrecha de la referencia sintáctica en modo que, en general, la oposición entre sistema y actualización del
el co- y el contexto, sea explícita, como en la cita, la alusión la sistema es enteramente desconstruible. Un sistema, en general, sólo es
estilización o la parodia, sea más bien implícita, como en ~u­ aprehensible a través de sus actualizaciones, que se basan en él, y todo
chos procedimientos que varían, procesan o desgastan un mo- sistema es simultáneamente la actualización de un sistema abstracto,
delo conocido por la historia literaria. 25 del mismo modo que la actualización misma tiene, a su vez, carácter
Seguramente, no es ninguna casualidad que semejante restricción del de sistema. El propio texto literario individual tiene, pues, carácter de
concepto se halle ante todo en críticos alemanes y todavía muy endeu- sistema y es, al mismo tiempo, la actualización de sistemas abar-
dados con el estructuralismo. A ellos les importa de manera especial cadores como, por ejemplo, el género, y el género es un sistema y, al
por una parte, extinguir gradualmente o, por lo menos, desactivar la~ mismo tiempo, la actualización de sistemas más abstractos, como el
radical~s implicaciones que en materia de epistemología, filosofia del del modo de escribir suprahistórica o ellenguajeY Y, por último, pre-
lenguaje y teoría del texto tiene la concepción postestructuralista o des- cisamente una investigación de la intertextualidad definida de manera
construccionista de la intertextualidad, y, por otra, limitar el concepto a tan estrecha está particularmente expuesta al peligro de degenerar en
una dimensión que posibilite o facilite su operacionalización en la una investigación tradicional de sources-and-analogues [fuentes y aná-
práctica analítica y no ponga en peligro la unidad del texto como obra logos], de estudiar bajo la etiqueta nueva y de moda nexos entre textos
de arte. 26 individuales que siempre se estudiaron, y de seguir practicando eso
también de la misma manera desde el punto de vista del método. Desde
25 «Grundlage~ des 'dialogischen Prinzips' in der Literatur», en: Dialogizitiit, pp. luego, no debe ser así, porque tampoco aquí la investigación de la
85-106, aqm: p. 92 Y ss. Lo que aquí es excluido del intertexto como «co-tex- intertextualidad debe significar simplemente búsqueda de pistas, sino
tQ», Lucien Diillenbach lo tomará en consideración como «intertextualidad in- que la integración de las diferentes referencias intertextuales de un tex-
terna», cf. «Intertexte et autotexte», Poétique, nO 27, 1976, pp. 282-296 "e>. to, la acción coordinada de los diferentes procedimientos intertextuales
T.ambién la diferenciación conceptual de Kloepfer entre «intertextualidad» e
«mtertexto» -{<"intertextualidad como principio e "intertexto" como una de-
y de las funciones de éstos pueden ser eficaces como nuevo foco de
t~~inada relación. entre dos textos» (p. 93)- no coincide con la reglamenta- análisis.
ClOn ha~ta ahora VIgente del uso del lenguaje; ante todo, se desvía del concep- 27 L. Jenny considera la referencia a un código de género como estructuralmente
to del «mtertexto» en Barthes, que fue quien lo acuñó.
equivalente a la referencia a un texto particular, porque en ese caso se trata de
26 Cf. al respecto K. Stierle, «Werk und Intertextualitiit», pp. 7-24. una referencia a un «architexto», cf. «La stratégie de la forme», p. 264.

I
36 Manfred Pjister
Concepciones de la intertextualidad 37

AlIado de esta reservación del concepto de la intertextualidad para


2.2. Autor y receptor
la referenc~a de un texto literario a pre-textos individuales, se hallan
o.~as ten~ttvas más, en.0tt:0s planos, de darle al concepto mayor preci- Las concepciones postestructuralistasde la .inte~~xtualoida~ parten, en
SIOn medIante una restrIccIón. La mayoría de las veces conciernen a la to en consonancia con la estética de la recepcIOn, mas bIen del lec-
dimensión horizontal de autor y receptor, a la que queremos dedicarnos tor que del autor. 30 Pero, también para un SemIOtIc~ d
es e lt
'0'
exto como
a continuación. Dos criterios se refieren, sin embargo, a la relación en- Riffaterre, el lector es «el único que hace las cone:'IOnes entre texto,
tre texto y pre-texto y por eso todavía debemos anotarlos aquí breve- . terpretante e intertexto, el único en cuya mente tIene lugar la trans-
1ll
ferencia semiótica de signo a signO)), y la propIa. mtertextua
, l'd
1 ~ d es
mente. Esta, ante todo, la propuesta de hablar de intertextualidad sólo
c~ando la relación entre texto y pre-texto no es meramente puntual, esencialmente «un modo de percepción del texto)) ~ «el ~ecan.Is~o
propio de la lectura literaria)),3l Y de manera aun m~s dec~dIda
smo que se basa en homologías estructurales entre texto y pre-texto.
Barthes hace al lector el lugar de clearing de las transaCCIOnes mter-
Por eso, para críticos como Laurent Jenny, las citas, alusiones o reminis-
textuales, El texto es, para él, «un tejido de citas extraídas de los in-
cencias puntuales ocasionales caen fuera del dominio central de la inter-
numerables centros de cultura)); pero, prosigue él,
textualidad y son consideradas, a lo sumo, como fonna «débil» de la in-
tertextualidad, mientras que la intensidad de ésta crece, cuanto más hay un lugar donde se concentra esta multiplicidad y ese lugar
altamente estructuradas son las relaciones entre texto y pre-texto.28 La es el lector, y no, como se decía hasta ahora, el autor. El lector
es el espacio en el que se inscriben todas las cita~ que comp~­
segunda restricción concierne a la relación semántica entre texto y pre-
nen un escrito. (oo.) La unidad de un texto no reSIde en su on-
texto y en favor de ella ha hecho propaganda repetidamente ante todo
gen, sino en su destinación. 32
Michael Riffaterre. Para él, la intertextualidad supone un conflicto en-
Sin embargo, para los postestructuralistas, ese suje~o del lect~r ya no
tre texto y pre-texto, que ha de ser entendido como diferencia o diver-
es, en modo alguno, una identidad fija como en RIffaterre, SI~O q~e,
gencia semántico-ideológica, y esas «incompatibilidades intertextua-
como el texto de Barthes, él mismo se ha disuelto ya en una mfimta
les)) se inscriben en el texto mismo como señal de intertextualidad, ya
pluralidad de referencias intertextuales:
q.ue las huellas del texto ajeno no se insertan sin costuras en el texto,
yo no es un sujeto inocente, anterior al texto y que después ha-
smo que causan anomalías sintácticas y faltas gramaticales en el senti-
ría uso de él como de un objeto que se ha de desmontar o un
do más amplio,
29 que incluye también la sintaxis del texto y la gramática
lugar que se ha de cercar, Ese «Yo)) que se acer~a .al te~to ~s
del texto. Pero, puesto que la completa ausencia de conflicto diferen-
ya, él mismo, una pluralidad .de otros text~s, de CO~Igos I~fim­
cia y divergen~ia es inconcebible, porque -como demuest;a sagaz-
tos, o más exactamente, perdIdos (cuyo ongen se pIerde).
mente Jorge LUIS Borges en el modelo ficcional de «Pierre Ménard au-
tor del Quijote))--, hasta en el caso en que se repite palabra por pal~bra 30 El polo opuesto «humanista» lo ocupa en este respecto I. Schabert, «Inter-
~ texto entero, el contexto distinto hace que surjan divergencias fun- auktorialitat», DVjs, n° 57, 1983, pp.679-90I.
CIOnales entre el pre-texto y su duplicado, también el intento de Riffa- 31 Semiotics 01 Poetry, p. 164; «La syllepse intertextuelle», p. 496. En S~miotics 01
te~e de restringir el concepto de intertextualidad desemboca en un cri- Poetry, p. 136 Y ss., Rifaterre describe con todo detalle este mecamsmo de la
teno para ordenarla en una escala que distingue intertextualidades más lectura intertextual; cf. al respecto el siguiente trabajo de W. D. Stempel, que
~ertes o más débil~s, Y ese criterio coincide en gran parte, sin que pone de relieve positivamente la orientación al lector de Rifaterre: «Inter-
~Iffat~~e sea conSCIente de ello, con la definición que dio Bajtín de la 32
textualitat und Rezeption», en Dialog der Texte, pp. 85-109, aquí: pp. 88-90 a-.
Image, Music, Text, Nueva York, 1977, pp. 146 Y 148. Cf. a.l respecto J.
dIalogICIdad como conflicto de puntos de vista,
Culler, On Deconstruction: Theory and Criticism after Structura[¡sm, Londres,
1983, p. 32 Y ss. .
28 Ibídem, p. 262.
33 S/Z, París, 1970, p. 16; en alemán en: S/Z, Frankfurt, 1976, p. 14: Cf. s~~r~ la
29 Semiotics ofPoetry, p. 130; cf. también pp. 100 Y 165. «desconstrucción del sí mismo [selj]» V. B. Leitch, Deconstructlve Crltlclsm,
p. 111 Y ss.

L
38 Manfred Pjister Concepciones de la intertextualidad 39

Esta misma disolución del sujeto en una «pluralidad de otros "ruptura de todas las reglas" (Rimbaud)>>;36 por una parte, enreda al su-
textos, de códigos infinitos», concierne, naturalmente, también al . to en las palabras, normas y verdades previamente dadas, y, por otra,
autor, sobre todo porque el autor siempre es, a la vez, un lector -el {: ofrece la posibilidad de la desviación, del juego distanc~ador~ del
lector del «texte générah> y el lector de su propio texto. Ambos, au- rovechamiento de la rivalidad entre sistemas y puntos de vIsta dIver-
tor y lector, en esta concepción, en general sólo son concebibles a~ntes y de la différance (Jacques Derrida) como un diferir y diferen-
dentro del universo de los textos, aunque ese universo de textos ~iar que nunca cesa, que difiere una y otra vez la aut~ridad del orige~ y
también está matizado de modo diferente para cada autor individual de una verdad última. Por eso puede ser tanto el sIgno de una «L1te-
y cada lector individual según la respectiva perspectiva. El universo rature of Exhaustion» [literatura del agotamiento] alejandrina del perío-
de los textos, en sí mismo ya en continuo movimiento y transforma- do fmal de una época, como el de una «Literature of Replenishment» ~li­
ción, se le presenta, pues, a cada individuo de otro modo, y el indi- teratura del rellenamiento] subversiva e innovativa. 37 0, como escnbe
viduo participa en él no sólo cuando consciente y deliberadamente Vincent B. Leitch, resumiendo con precisión la posición de Barthes:
evoca o cita determinados textos individuales, topoi o códigos, sino Para Barthes, pues, la intertextualidad muestra dos caras: se
que lo tiene inscrito en estructuraciones inconscientes, en reminis- presenta como una cripta histórica, es decir, como una. fo.rma-
cencias semienterradas y en toda reflexión de precedentes huellas de ción de ideología cultural; y aparece como un procedImIento
lenguas ajenas y pensamiento ajeno. Así, también el autor es una táctico para la desconstrucción crítica. En el primer papel, pa-
«cámara de ecos», lleno de la resonancia y el murmullo de textos rece una prisión; en el segundo, una llave de escape. 38
ajenos, y el lector lee el texto en un «acto de intertextualización» «a
Cierto es que esas dos funciones de sentido contrario, basadas en las
través de la Biblioteca (...), a través de estantes enteros de la Bi-
blioteca».34 En todas estas formulaciones llama la atención que las relaciones de repetición y diferencia, se dan siempre simultáneamente,
mismas pueden definir en igual medida al autor, al texto y al lector, pero la dominancia de un~ u otra función co~stitu~e la especificida~
histórica de la intertextuahdad en una determmada epoca. En el clasI-
y que, por ende, en el marco de la teoría postestructuralista esa dis-
tinción elemental se vuelve caduca o es desconstruida consciente- cismo, por ejemplo, domina la función conservador~, afirmad~r,a del
código y el sistema previamente dados; en el modernIsmo, tambIen al-
mente; los tres, autor, texto y lector, devienen «un campo infinito
para el juego escritural».35 tamente intertextual, domina, por el contrario, la función opuesta de la
La ubicación de los sujetos y los textos en el intertexto universal desestabilización y la innovación. 39
En el interior de tales abarcadores modelos funcionales para el in-
no resulta, según la teoría postestructuralista, de un auto-estableci-
tertexto universal, al que toda producción y recepción de textos están
miento o auto-colocación conscientemente deseado, sino que es inevi-
table. Pero no carece de función; sin embargo, es vista como fun- 36 Así lo plantea Rolph Kloepfer, resum.iendo en atención a su am~i~alen~ia las
cionalmente ambivalente: por una parte, intertextualidad significa tesis expuestas en Constanza por Gnvel, en «Grundlagen des dlaloglschen
«compulsión a repetir, a hablar con la voz prefabricada, inautenticidad, Prinzips' in der Literatun>, p. 91 Y ss.
uniformidad resultante de la avasalladora presión social dirigida a lo- 37 Así se titulan dos ensayos de John Barth: «The Literature of Exhaustion»
grar la conformidad de la conducta individual con la de la colectivi- (1967), en The Novel Today: Contemporary Writers on Modern Fic~ion, ed.
M. Bradbury, Londres, 1977, pp. 70-83, Y «The Literature of Replemshment:
dad», y por otra, es «la respectiva diferencia con relación a los otros
Postmodern Fictioll», The Atlantic, 245, enero de 1980, pp. 65-71.
textos, previamente dados, es confusión de las lenguas, es Babel y
38 Deconstructive Criticism, p. 110. Cf. sobre esa ambivalencia R. Lachmann,
«Ebenen des Intertextualitatsbegriffs», en: K. Stierle y R. Warning, eds., Das
34 Ch. Grivel, «Theses préparatoires», p. 240. Gesprach, Munich, 1984, pp. 133-138, aquí: p. 138 @.
35 L. Perrone-Moisés, «L'intertextualité critique», en Poétique, nO 27, 1976, pp. 39 Cf. al respecto P. Zumthor, «Le carrefour des rhétoriqueurs. Intertextualité et
383 ~
Rhétorique», Poétique, n° 27,1976, pp. 317-337, aquí: p. 336.
40 Manfred Pfister
Concepciones de la intertextualidad 41

incorporadas a través de los códigos comunes y los sistemas aún más tIlOS ante «sistemas contextuales verticales», como llama Claes Schaar
abstractos y a través del regressus ad infinitum de los textos, las consi- a la intertextualidad; e «infracontextos», es decir, pre-textos, son sólo
deraciones sobre si un autor conoció un determinado texto y se refiere aquellos a los que el autor alude conscient~, intencional y acentua-
consciente e intencionalmente a él y si el receptor dispone del mismo damente y que él desearía que fueran reconocIdos por el lector y explo-
repertorio de textos que el autor, no desempeñan papel alguno o sólo rados como planos adicionales de la constitución del sentido. Semejan-
un papel subalterno. Las interrogantes sobre los conocimientos y las te «arqueología del texto» se diferencia, entonces, de la investigación
intehciones del autor, sobre la intencionalidad del texto y sobre las de las fuentes y las influencias por el hecho de que no es ya una bús-
existencias de información en el receptor y la conducción de la recep- queda de los orígenes desde el punt~ de vista. de. la genét~~a de la obra,
ción por el texto mismo, que están en la base de las actualizaciones sino «un intento de ampliar y estratificar el slgmficado».
concretas del potencial de referencia intertextual, quedan desprovistas En el sentido de Schaar, también Wolf Schmid distingue entre una
de importancia en vista del descentramiento de los sujetos y de la su- arqueología del texto metódicamente controlada (él emplea ~a mis~a
presión de las fronteras de los textos, y hasta representan una recaída imagen) y una libre asociación de sentidos, que, respecto a la mtenclOn
en mitos humanistas burgueses. Sin embargo, precisamente a tales de la obra, tiene un carácter exclusivamente casua1. 42 Y hasta Michael
preguntas regresan los approaches de orientación estructuralista o her- Riffaterre, a pesar de su amplia concepción de la intertextualidad, con-
menéutica en el dominio de la teoría y la investigación de la intertex- sidera las referencias intertextuales no como un salvoconducto para
tualidad.
cualquier asociación del receptor, sino, por el contrario, como «un
Intentos de semejante diferenciación entre intertextualidad incons- constreñimiento ejercido sobre la lectura», como pilotaje de la recep-
ciente y consciente, entre no-intencionada e intencionada y, por ende, ción por el texto mismo: los hipogramas que sirven de base al texto
entre intertextualidad como potencial de referencia o como actualiza-
siempre están incompletos en el poema: o son señalados por
ción de éste, hallamos, desde luego, también en el interior de la teoría
signos textuales o son actualizados fragmentariamente. (...) La
postestructuralista, pero allí más bien en la forma de una diferencia-
arquitectura original de esos «otros textos», su gramática, la
ción subalterna o subordinada. Así, Charles Grivel distingue «entre las
distribución de su léxico, la secuencia de sus componentes,
clases intencionales y las clases no intencionales de repeticiones» y
son, no obstante, obvias para el lector, puesto que son parte de
cuenta entre las primeras la cita, la parodia, la toma en préstamo de
su competencia lingüística; él está, por lo tanto, bajo una es-
fuentes y (ya problemática) la influencia; entre las segundas, el cliché
tricta guía y control cuando está llenando las lagunas y resol-
y el estereotipo.40 Ambas formas, sin embargo, son incluidas en la in-
viendo el rompecabezas. 43
tertextualidad. El segundo tipo es el decisivo desde el punto de vista de
la teoría del texto, mientras que, a la inversa, tentativas estructuralistas De manera análoga a esos teóricos, también Karlheinz Stierle parte de
y hermenéuticas desearían restringir el concepto de la intertextualidad que, ante todo, entre una obra, sus fuentes que sólo sirven como estí-
precisamente a las primeras formas. Aquí se distingue, desde el punto mulo y sus diferentes versiones, hay relaciones intertextuales relevan-
de vista de la estética de la producción, entre reminiscencias del autor tes exclusivamente desde el punto de vista de la estética de la produc-
casuales y a menudo inconscientes, que, ciertamente, entran en el tex- 41 «Vertical context systems», en: H. Ringbohm y otros, eds., Style and Text,
to, pero cuyo descubrimiento no le concede al mismo ningún significa- Estocolmo, 1975, pp. 145-157, aquí: p. 149. Cf. también del ~ismo autor,
do adicional o acentuado, y la alusión intertextual propiamente dicha, «Linear Sequence, Spatial Structure, Complex Sign, and Vertical Context
que el autor se propone y debe ser reconocida por el lector, si se ha de System», Poetics, n° 7, 1978, pp. 377-388, Y Thefull-voic'd quire below: Ver-
agotar el potencial de sentido del texto. Sólo en el segundo caso esta- tical context systems in 'Paradise Lost', Lund, 1982.
42 «Intertextualitat und Komposition in Puschkins NoveIlen Der Schuss und Der
Posthalter», Poetica, n° 13, 1981, pp. 82-132, aquí: p. 127.
40 «Theses préparatoires», p. 241; cf. también p. 246. 43 «SyIlepsis», p. 628; Semiotics ofPoetry, p. 165.

'1

,J
42 Manfred Pfister Concepciones de la intertextualidad 43

ción, del mismo modo que hay una intertextualidad propia exclusiva- 3. Gradación de la intertextualidad
mente de la estética de la recepción, porque por principio toda obra es
correlacionable con toda otra obra. Con tales referencias intertextuales Nuestra sinopsis de la evolución de la teoría de la intertextualidad y del
relevantes sólo desde el punto de vista de la estética de la producción o estado actual de la discusión ha mostrado que, en lo esencial, dos con-
desde el de la estética de la recepción, respectivamente, contrasta, sin cepciones rivalizan entre sí: el modelo global del postestructuralismo,
embargo, la intertextualidad propiamente dicha, «la relación privilegia- en el que todo texto aparece como parte de un intertexto universal, que
da, puesta de relieve», que se caracteriza por lo condiciona en todos sus aspectos, y modelos estructuralistas o
hermenéuticos más precisos, en los cuales el concepto de la inter-
el hecho de que el texto mismo indica una o más relaciones
textualidad es restringido a referencias conscientes, intencionadas y
intertextuales. El texto tiene la posibilidad de establecer un
marcadas, entre un texto y textos o grupos de textos presentes. Ambos
medio de reflexión en el que él se presenta como una dife-
modelos tienen, lo hemos señalado, su respectivo potencial cognos-
renciadora toma de distancia respecto de uno o más textos e
citivo propio y sus supuestos en materia de teoría del lenguaje, teoría
inscribe esa toma de distancia en la constitución concreta de la
obra. 44 del texto y teoría del conocimiento, pero también son lastrados por sus
respectivos problemas de método. Para el análisis y la interpretación
Desde la perspectiva de ese concepto más preciso de la intertex- del texto, el modelo más fructífero es, seguramente, el más estrecho y
tualidad, la «estructura de remisión potencialmente infinita», de la más preciso, porque puede ser trasladado más fácilmente a categorías y
que parten la concepción de la intertextualidad de la Kristeva y la procedimientos analíticos operacionalizados, mientras que el modelo
idea, lanzada por Derrida, de un juego de la différance abierto hacia más amplio es de mayor alcance teóricoliterario, y ello aun cuando uno
todos lados, sólo es semiótica y estéticamente relevante si la unidad no quiera saber nada de sus implicaciones descontruccionistas radica-
de la obra es rota conscientemente, es decir, como escribe Rainer les -reducción del signo al significante, disolución de texto y sujeto.
Warning, Nos parece que una posible salida de este dilema se halla en la
a condición de que se trate de ficciones que sean, ellas mismas, tentativa de mediar entre ambos modelos. Esto nos parece posible ya
metáforas de la diferencia semiótica. Pero esa condición sólo por el hecho de que ambos modelos no se excluyen uno al otro, sino
la cumple el Moderno, no puede ser generalizada normativa- que, más bien, los fenómenos que el más estrecho quiere abarcar son
mente. Más bien, desde el punto de vista de esta dialéctica [de claras actualizaciones de aquella intertextualidad global a la que
différance intertextual y unidad discursiva del habla] se debe apunta el más amplio. En nuestro modelo de mediación queremos,
diferenciar históricamente el concepto general de intertex- pues, partir del modelo abarcador de la intertextualidad y, en el inte-
tualidad poética, si éste ha de conservar su valor operaciona1. 45 rior de esa intertextualidad ampliamente definida, diferenciarla y gra-
El intertexto universal y su estructura de remisión del regressus ad duarla entonces según los grados de la intensidad de la referencia
irifinitum devienen en esta perspectiva un axioma históricamente espe- intertextual. Trasladado a una imagen espacial, nuestro modelo se
cífico de la poética del Moderno y el Postmoderno. presenta como un sistema de círculos o envolturas concéntricos, cuyo
punto central marca la más alta intensidad y condensación posible de
la intertextualidad, mientras que ésta, cuanto más nos alejamos del
44 «Werk und Intertextualitat», p. 10. «núcleo duro» del centro, tanto más disminuye y se acerca asintó-
45 «Imitatio und Intertextualitat. Zur Geschichte lyrischer Dekonstruktion der ticamente al valor cero. 46 Esto, naturalmente, no es más que una ima-
Amortheologie: Dante, Petrarca, Baudelaire», en Interpretationen: Das Para-
dig~a der europiiischen Renaissance-Literatur. Festschrift ftir Alfred Noyer- 46 De una gradación de la intertextualidad parte también la tentativa realizada desde
Weldner, ed. K. W. Hempfer y G. Regn, Wiesbaden, 1983, pp. 288-317, aquí: las posiciones de la lingüística del texto por R.-A. de Beaugrande y W. U.
p.300. Dressler, quienes ordenan en una escala con arreglo a grados de la mediación:
44 Manfred Pjister Concepciones de la intertextualidad 45

gen visual, y también las expresiones matemáticas las.empleamos so- dad -para adoptar una formulación de los formalistas rusos. Una cita,
lamente de manera metafórica. No obstante, resultará claro que este por ejemplo, cuya función consiste sólo en la ad.opción. de un giro a~e­
modelo implica la necesidad de que se den criterios o parámetros no que se incorpora sin costura al contexto propIO, se sIrve de ese gIro
para la intensidad de la intertextualidad. En esto, como ha dejado ver y del texto del que se lo toma, y es, por eso, ~e poca intensida? inter-
claramente nuestro bosquejo del debate sobre la intertextualidad, no textual, mientras que, por otra parte, en la medIda en que el caracter de
basta con un criterio, sino que se debe aplicar un haz de criterios; cita sea realzado y puesto al desnudo y se llame así la atención sobre la
entonces, para determinar el grado de intensidad de una determinada cita y su contexto original, la intensidad de la referencia intertextual
remisión intertextual, se deben tomar en consideración todos los va- aumenta. En esa medida, también el texto subsiguiente deviene el me-
lores de esos diferentes parámetros. También en este caso las formu- tatexto del pre-texto -metatexto aquí no meramente en el sentido
laciones matemáticas se han de entender de manera más bien metafóri- cronológico de «más tarde», sino, además, en el sentido semiótico de
ca, pues estamos muy lejos de la mensurabilidad exacta aquí supuesta, «sobre». Así la intertextualidad siempre hace que surja, en cierto gra-
si es que ésta no es imposible en general. Además, también el proble- do, metatextualidad, una metatextualidad que comenta, pone en pers-
ma de la diferente jerarquización de los distintos criterios es difícil de pectiva e interpreta el pre-texto y así tematiza el establecimiento de
resolver.
una ligazón con él o la toma de distancia respecto de él. Mientras que
Los criterios para la intensidad de la remisión intertextual que que- en este criterio el texto mismo se halla en el centro, el segundo incluye
remos proponer tentativamente, son deducidos de la discusión teórica la pragmática de autor y lector.
y, en lo que a esto concierne, representan también el intento de sinteti- (2) Con el criterio de la comunicatividad ordenamos en una escala
zarla. Distinguimos aquí entre criterios cualitativos y cuantitativos y las referencias intertextuales con arreglo a su relevancia comunicativa,
esbozaremos ante todo los criterios más decisivos, los cualitativos. es decir, según el grado de la conciencia de la referencia intertextual en
(1) Para el primer criterio partimos de la distinción lingüística en- el autor y en el receptor, de la intencionalidad, y de la claridad del
tre use y mention, o, también, refer tO. 47 Así como podemos o mera- marcaje en el texto mismo. Los pre-textos o fondos textuales traídos
mente emplear una palabra o una estructura lingüística, o también lla- al texto sólo por la genética de la obra o sólo arbitrariamente por los
mar la atención sobre ella, también podemos servimos simplemente receptores, constituyen, conforme a este criterio, tan sólo referencias
de textos o tipos de discurso previamente dados, o referimos a ellos. intertextuales débiles, mientras que aquí el núcleo duro de máxima in-
Por eso, a este criterio lo llamamos referencialidad y postulamos que tensidad lo alcanzan los casos en que el autor es consciente de la refe-
una relación entre textos es tanto más intensamente intertextual cuan- rencia intertextual, parte de que el pre-texto le es familiar también al
to más un texto tematiza al otro, «poniendo al desnudO) su peculiari- receptor y remite a él de una manera clara y unívoca mediante un ma~­
caje consciente en el texto. Como pre-textos entran entonces en conSI-
«Cuanto mayor es el tiempo transcurrido, y ante todo la actividad de elabora- deración ante todo los textos canonizados de la literatura mundial o
ción, entre el empleo del texto actual y los textos conocidos de antes, tanto precisamente textos de actualidad, de amplia recepción y ampliamente
mayor es la mediación.» Su escala se extiende desde la exigua mediación entre discutidos; los pre-textos esotéricos, por el contrario, sólo pueden de-
un enunciado y los precedentes en la conversación, pasando por la cita y la
alusión a determinados textos, bien conocidos, hasta la mediación expandida
venir comunicativamente relevantes de manera directa para una coterie
en el empleo de especies de textos; así el grado de mediación es inversamente como público lector en el que se puso la mira. Un grado de intensidad
proporcional a nuestro grado de intensidad. Esta ordenación en una escala más alto o más bajo según este criterio no tiene que coincidir -y esto
coincide en gran parte con la realizada según nuestro quinto criterio de inten- vale de manera general para todos nuestros criterios- con un grado
sidad. Cf. Einftihrung in die Textlinguistik, Tubinga, 1981, pp. 188-215, aquí: más alto o más bajo según los otros criterios. El plagio, por ejemplo,
p. 188.
que, según el criterio de la correspondencia estructural con el mo~elo
47 cr., por ejemplo, J. Lyons, Semantics, Cambridge, 1977,1, pp. 5-10.
que debemos definir más adelante y por la precisión de la referencIa a

J
46 Manfred Pfister Concepciones de la intertextualidad 47

un texto individual, es intensamente intertextual, es, según el criterio criterios nuestros. Sin embargo, el fenómeno mismo no está limitado,
de la comunicatividad, así como según el de la referencialidad, tan sólo en modo alguno, al Moderno, sino que se halla ya en la Antigüedad
débilmente intertextual, porque, ciertamente, el autor es muy conscien- (por ejemplo, en la relación del epos de Virgilio con los poemas épicos
te de la dependencia de un modelo, pero no sólo no se propone, sino homéricos) y en formas como la parodia, el travesti y la contrafactura
que precisamente trata de impedir por todos los medios que esa depen- o la traducción, la imitación y la adaptación en todas las épocas litera-
dencia se vuelva consciente también para el receptor. Conforme a este rias. Por doquier aparecen aquí los procedimientos puntuales de la cita
criterio, también son de poca intensidad, en la mayoría de los casos, las o la alusión dilatados para formar modelos que, como fondos estructu-
referencias intertextuales que se asocian a conceptos como influencia y rales, integran partes del texto mayores o, al fin y al cabo, el texto
epigonismo: a menudo no son conscientes para el autor y son experi- entero.
mentadas por él de manera no tanto intencionada como pasiva. (5) Con el quinto criterio queremos abarcar los diferentes grados
(3) El tercer criterio está estrechamente relacionado con los dos en la precisión de la remisión intertextual. Lo llamaremos selectividad,
primeros; desearía llamarlo autorrejlexividad. El grado de intensidad porque aquí se trata de cuán acentuadamente un determinado elemento
de la intertextualidad según los dos primeros criterios todavía puede es escogido de un pre-texto como fondo de referencia y puesto de relie-
ser aumentado por el hecho de que el autor no sólo ponga en un texto ve y cuán exclusiva o inclusivamente es aprehendido el pre-texto, es
remisiones intertextuales conscientes y claramente marcadas, sino que decir, en qué nivel de abstracción éste se constituye. Aquí ya una cita
también reflexione sobre el carácter condicionado y referido de su tex- textual, que aparece como partícula claramente delimitada de un texto
to en ese mismo texto, es decir, de que no sólo marque la intertextuali- ajeno en el nuevo, tiene una mayor intensidad intertextual que una alu-
dad, sino que la tematice, justifique o problematice los supuestos y re- sión, que se refiere globalmente a un pre-texto entero o, por lo menos,
sultados de la misma. El grado de intertextualidad particularmente alto a un aspecto abarcador de éste. Así, por ejemplo, la cita de un verso de
de las literaturas moderna y postmoderna, que hace que éstas devengan Hamlet es una remisión más precisa, más acentuada, al Hamlet de
una y otra vez paradigma de la intertextualidad en general, está dado, Shakespeare que la mención o la caracterización perifrástica del héroe
entre otras cosas, precisamente por la particular importancia de ese as- cuyo nombre le da título a la obra. Y, de manera análoga, la remisión a
pecto metacomunicativo en ellas, y su importancia crece aún más en el un pre-texto individual es más precisa y, por eso, más intensa que la
caso de los textos que fueron escritos ya en el horizonte de la teoría de referencia a las normas y convenciones de un género, a determinados
la intertextualidad, como, por ejemplo, Glas de Derrida (1974) u otros topoi y mitos, o a sistemas de constitución de textos, definidos de una
textos de los desconstruccionistas que suprimen las fronteras entre tex- manera aún más abstracta. 48 El núcleo duro lo señala aquí, pues, la cita
tos teóricos y textos poéticos. El criterio de la autorreflexividad puede textual procedente de un pre-texto individual, mientras que la relación
ser ulteriormente graduado con arreglo a cuán explícita o implícita- entre textos exclusivamente sobre la base de su textualidad representa
mente se realiza esa metacomunicación sobre la intertextualidad. un grado de desaparición, periférico, de la intertextualidad. Y cuanto
(4) El cuarto criterio de la estructuralidad concierne a la integra- más selectiva y precisa es la remisión intertextual, tanto más tiene ella
ción sintagmática de los pre-textos en el texto. Según este criterio, el la estructura y función de una sinécdoque, del pars pro toto: con el de-
citar pre-textos de manera meramente puntual y ocasional da por resul- talle escogido de manera acentuada se evoca el contexto total del que
tado tan sólo un exiguo grado de intensidad de la intertextualidad,
48 Conforme a ello, la serie de textos que D. Schwanitz compone en «Inter-
mientras que nos acercamos al centro de máxima intensidad en la me-
textualitat und Aquivalenzfunktionalismus: Vorschlage zu einer vergleichen-
dida en que un pre-texto deviene fondo estructural de un texto entero. den Analityk von Geschichten», en Dialog der Texte, pp. 27-51, es, en la ma-
Conforme a eso, las obras capitales del modernismo, que entretanto se yoría de sus miembros, de poca intensidad intertextual, porque se basa en una
volvió clásico, como The Waste Land de Eliot y el Ulysses de Joyce, estructura profunda tan abstracta de la historia, que su corpus es ampliable casi
son en alto grado intertextuales y lo son también con arreglo a otros a voluntad. También es de poca intensidad intertextual según los criterios 1-3.
48 Manfred Pjister
Concepciones de la intertextualidad 49

surgió; con la cita breve se incluye el pre-texto entero en la nueva Este haz de criterios cualitativos todavía debe ser completado me-
constitución de sentido.
diante criterios cuantitativos, si se quiere determinar la importancia de
(6) Nuestro último criterio cualitativo conduce de regreso al la intertextualidad en obras particulares, en autores particulares o hasta
punto de partida de la teoría de la intertextualidad, a la dialogicidad en épocas particulares. Aquí son de importancia ante todo dos factores:
de Bajtín. Este criterio dice que -como siempre ceteris paribus- por una parte, la densidad y frecuencia de las referencias intertex~ales,
una remisión a textos o sistemas de discurso previamente dados es y por la otra, el número y espectro de los pre-textos puestos en Juego.
de una intensidad intertextual tanto más alta, cuando más fuerte sea Y también en este respecto la literatura modernista se evidencia como
la tensión semántica e ideológica en que se hallen entre sí el con- intertextual en un grado particularmente alto. Como ejemplo modelo
texto original y el nuevo. Una elaboración del texto a contrapelo del remitimos a los últimos nueve versos de The Waste Land, que, en un
original, el citar un texto relativizándolo irónicamente y minando macarrónico collage de citas, yuxtaponen fragmentos de texto en cinco
sus supuestos ideológicos, un aprovechamiento distanciador de la lenguas (inglés, provenzal, latín medio, francés y sánscrito) y remiten a
diferencia entre el viejo contexto de la palabra ajena y su nueva por lo menos ocho textos que representan la literatura mundial desde la
contextualización - todos esos son casos de una intertextualidad Antigüedad hasta el siglo XIX. La poesía del clasicismo, por el contra-
particularmente intensa, mientras que, por ejemplo, la mera traduc- rio, es también altamente intertextual en lo que concierne a la frecuen-
ción lo más fiel posible de una lengua a otra, la mera transposición cia de citas y alusiones; sin embargo, éstas se refieren la mayoría de las
de un sistema de signos a otro (dramatización, versión cinematográ- veces a un corpus esencialmente más homogéneo de pre-textos.
fica, versión operática) que conserva el sentido del texto, o una imi- Los criterios aquí propuestos para la gradación de la intertextuali-
tación motivada exclusivamente por la admiración por el original, y dad no aspiran, en el espíritu de un positivismo ingenuo, a una «me-
una cita como argumentum ad auctoritatem, son de poca intensidad dicióll» de la intensidad intertextual, sino que son entendidos como
intertextual. Y, por último, cierto es que la pura negación o antítesis constructos heurísticos para la diferenciación tipológica de diversas
del pre-texto es «más dialógica» que la repetición total o afirma- referencias intertextuales. Sólo cuando esté elaborada una tipología
ción, pero ella, por su parte, se queda muy por detrás de una dialéc- tal que tome en consideración tanto la inserción estructural y marcaje
tica diferenciada de establecimiento de una ligazón y toma de dis- de los pre-textos en el texto mismo como la relación entre texto y
tancia como lo óptimo en materia de dialogicidad. pre-textos y las actividades comunicativas de autor y receptor, se
Si aplicamos juntamente esos seis criterios, en el centro de in- pondrá a nuestro alcance el proyecto de una historia de la intertextua-
tensidad máxima se hallan especies de textos como la de la parodia lidad, de sus estructuras, estrategias y funciones.
o textos individuales como The Waste Land: en ellos no simplemen-
te se emplean textos o tipos de discurso previamente dados, sino Traducción del alemán
que se llama la atención sobre ellos (1), las referencias intertextua-
les, intencionales y marcadas, son de alta relevancia comunicativa
(2), se articula en una metacomunicación más o menos explícita una
conciencia autorreflexiva de la intertextualidad (3), las citas y alu-
siones forman un modelo estructural (4), se citan de manera acen-
tuada y precisa textos individuales o estructuras específicas de gru-
pos de textos (5), y, por último, todo eso sirve al aprovechamiento
de la diferencia textual y a la relativización dialógica de las pala-
bras, los textos y los sistemas de normas en que éstos se basan (6).
Intertextualidades 51

Intertextualidades * 1.1. Actitudes


Se presentan dos grupos de intertextualistas: los progresistas y los tra-
dicionalistas. A ellos se les enfrenta una falange de anti-intertextua-
listas.
1.1.1. Los intertextualistas
Heinrich Plett Los progresistas tratan de cultivar y desarrollar la herencia revolucio-
naria de los creadores del nuevo concepto. Sus representantes no se
cansan de citar, parafrasear e interpretar los escritos de Bajtín, Barthes,
la Kristeva, Derrida y otras autoridades. Las ideas que ellos propagan
consisten en una elaborada mezcla de marxismo y freudismo, semióti-
ca y filosofía. Por lo tanto, son comprensibles sólo para los círculos
elitistas que están dedicados exclusivamente al estudio de los maestros
(Morson 1986; Worton & Still 1990). Aunque numéricamente peque-
inter-texto. Usando y repitiendo mis propios ño, este grupo de origen francés ha logrado extender internacional-
textos anteriores y los de otros. Haciendo mente sus actividades y establecer sucursales en todos los países del
pasar los viejos poemas a través de los nue- hemisferio occidental. Independientemente de si se llaman a sí mis-
vos, haciendo de las viejas líneas un hilo que mos postestructuralistas, descontruccionistas o postmodernistas, su
hago pasar a través del ojo de las palabras
propósito básico es idéntico: sacar a la enseñanza académica de sus
que estoy cosiendo. Sonido y sentido. Lo
pavoroso. amarraderos tradicionales. Pero el derrocamiento de la vieja orto-
Erin Moure, «the Acts», Furious
doxia, paradójicamente no sin una lógica propia, sólo ha conducido al
(Toronto, Anansi, 1988) establecimiento de una nueva ortodoxia. Universidades, casas editoria-
les y prestigiosas publicaciones periódicas proporcionan un amplio
1. Enfoques de la intertextualidad foro para el enfoque progresista. Sin embargo, el conocimiento íntimo
de este discurso intertextual está limitado a relativamente pocos círcu-
Actualmente, «inter:textualidad» es un término de moda, pero casi todo los elitistas. Eso se debe, probablemente, a la orientación básicamente
el q~e l~ usa lo entIende de una manera algo diferente. La multitud de filosófica del mismo, pero la terminología esotérica también desempe-
pubhca.cIOnes sobre el asunto no ha logrado cambiar esta situación. Al ña un papel en ello. Esta «escuela» nunca ha desarrollado un método
co~t:ano: su número creciente no ha hecho más que aumentar la con- comprensible y enseñable de análisis textual. Sus publicaciones están
fusIOno Un cu~rto. de siglo después de que el término fue acuñado de marcadas por un carácter extrañamente abstracto, decididamente aleja-
una manera mas bIen. casual (Kristeva 1967), está empezando realmen- do de la realidad. Tales cualidades no sólo impiden la comprensibili-
t~ a florecer. ConcebIdo y usado originalmente por una vanguardia crí- dad de las mismas, sino que también rodean su empresa crítica con un
tIca co~o una forma de protesta contra valores culturales y sociales aura de misterio y exclusividad.
establecIdos, hoy día le sirve incluso a estudiosos literarios conserva- Los tradicionalistas pertenecen casi exclusivamente al grupo de los
dores para dar muestras de su presunta modernidad. estudiosos literarios convencionales. No son lingüistas ni semióticos,
menos aún filósofos o sociólogos. Alertados por la reacción pública a
* «Intertextual~ties», en: Intertextuality, ed. por Henrich F. Plett, Walter de la obra de los postestructuralistas y los descontruccionistas, se pregun-
Gruyter, Berhn - Nueva York, 1991, pp. 3-29.
taron --después de un período de cautelosa vacilación- si los conoci-
52 Heinrich Plett Intertextualidades 53

mientos alcanzados en el debate de la intertextualidad podrían ser apli- existe realmente. De esa manera, la intertextualidad es sometida a severa
cados provechosamente a sus propios asuntos. En dependencia de su crítica: acusada de ser incomprensible, por una parte, y de ser vino viejo
énfasis crítico, sus respuestas difieren. Los investigadores de inclina- en odres nuevos, por la otra. Un opositor afirma que no entiende nada, el
ción analítica han redescubierto la cita, la alusión y el centón como for- otro insiste en que siempre ha sabido eso. Hay tantos anti-intertextua-
mas intertextuales. Los teóricos del género señalan la intertextualidad listas como intertextuahstas hay ---ése es el resultado.
de la parodia, el travesti y el collage. Los especialistas en traducción y
en los media sostienen que el nuevo enfoque puede ser ventajoso tam-
1.2. Los conceptos
bién para sus respectivos campos de interés. Aquellos estudiosos que .Qué es un intertexto? La respuesta a esta pregunta puede ser: un texto
están seriamente interesados en los avances teóricos en sus disciplinas, ~ntre otros textos. Por lo menos eso es lo que una consideración
usan «intertextualidad)) como un término general para mejorar su ins- etimológica puede sugerir. Sin embargo, de cómo se interprete la pre-
trumental metodológico y terminológico. Así han logrado, al menos posición «entre)) depende enteramente cómo se explica el té~ino. Se
parcialmente, hacer más aplicable el nuevo enfoque. Sin embargo, los pueden concebir varios conceptos. De la naturaleza de los mIsmos de-
peligros de tal empeño son fácilmente visibles. El interés en sistemati- pende sobre cuáles elementos constituyentes se afirma qu~ compon~n
un intertexto y sobre cuáles no. Se le debe conceder gran ImportancIa
zar conduce fácilmente a una manera estrecha de pensar; el énfasis en
al papel del autor y del lector. Ambos (y algunos otros factores comu-
la terminología, a baterías de nomenclaturas escolásticas, en gran me-
nicativos) realmente hacen visible y comunicable el intertexto. Las
dida desprovistas de contenido. Esto obstruye el dinamismo de los
preguntas importantes que un estudioso ha de plantear en este respecto,
procesos sígnicos intertextuales. Éste es reemplazado por una contabi-
son las siguientes: ¿qué marcadores señalan un intertexto? y ¿qué cate-
lidad fenomenológica estática. Es aún peor cuando los estudiosos usan
gorías pueden servir para describirlo? Aquí se hace necesario un siste-
el término «intertextualidad)) sin haber examinado críticamente el con-
ma de indicadores y categorías analíticas. Tal sistema presupone la
cepto, sólo para que parezca que están al día. «Intertextualidad)) como
existencia de un abarcador arsenal sígnico intertextual. Mientras exista
palabra de moda: ésa es la cara negativa de la moneda.
solamente una comprensión rudimentaria de semejante repertorio, al-
1.1.2. Los anti-intertextualistas gunas propiedades pertinentes del fenómeno sólo pueden ser deduci-
Por consiguiente, surge un tercer grupo: la oposición al nuevo enfoque. das tentativamente.
Su actitud básicamente negativa se expresa en dos diferentes estrategias 1.2.1. Texto VS. intertexto
de argumentación. A los progresistas, a los especulativos, simplemente Todos los intertextos son textos ---eso es lo que la última mitad del tér-
no se los entiende; son acusados de subjetividad e irracionalidad y de mino sugiere. Sin embargo, la inversión de esta ecuación no implica
una falta total de cientificidad. Pero aúil más fuerte es la oposición a la automáticamente que todos los textos sean intertextos. En tal caso, tex-
variante tradicionalista, pragmática. Los anti-intertextualistas no se can- to e intertexto serían idénticos y no habría ninguna necesidad de un
san de subrayar que ellos mismos siempre han trabajado intertextual- «intef)) que los distinguiera. Un texto puede ser considerado como una
~ente. Sostienen que toda rama de los estudios literarios serios, espe- estructura sígnica autónoma, delimitada y coherente. Sus límites están
cIalmente los estudios comparativos, que parecen estar particularmente indicados por su principio, medio y fin; y su coherencia, por la conjun-
bien calificados, procede de esa manera. Semejante tradición, después de ción deliberadamente interrelacionada de sus elementos constituyentes.
todo, se remonta a la imitatio auctorum de la Antigüedad greco-romana Un intertexto, por el contrario, está caracterizado por atributos que van
y a la alegoresis tipológica del helenismo y la patrística; en resumen, re- más allá de él. No está delimitado, sino des-limitado, porque sus ele-
sultaría una venerable práctica de más de dos mil años. El cambio en la mentos constituyentes se refieren a elementos constituyentes de otro(s)
terminología, se arguye, no cambió nada sustancialmente. Todo lo con- texto(s). Por lo tanto, tiene una doble coherencia; una intratextual que
trario: tal engañoso rotulado sólo aparenta un carácter progresista que no garantiza la integridad inmanente del texto, y una intertextual que crea
54 Heinrich Plett Intertextualidades 55

relaciones estructurales entre él mismo y otros textos. Esta doble cohe- ejemplo, en un estante de una biblioteca); su elemento consti-
rencia contribuye a la riqueza y complejidad del intertexto, pero tam- tutivo es el atravesar (en particular, puede atravesar la obra,
bién a su status problemático. varias obras).
Podemos imaginar dos formas extremas, que podriamos expresar en En la medida en que el intertexto sólo existe en el proceso comunicati-
la paradoja: un texto que no es ningún intertexto, y un intertexto que no vo real --como un indeterminabile en permanente oscilación-, no po-
es ningún texto. ¿Qué significa esto? El texto que no. tiene ninguna demos hacer afirmaciones definidas acerca de él. Aparece. co~o ~art.e
interrelación con otros textos en absoluto, realiza su autonomía perfecta- de una pragmática que reconoce solamente el acto comumcatlvo mdl-
mente. Es autosuficiente, idéntico a sí mismo, una mónada completa en
vidual.
sí misma -pero ya no es comunicable. Por el contrario, el intertexto co- Esta actitud misma, sin embargo, implica una clara reducción del
rre el riesgo de disolverse completamente en sus interrelaciones con intertexto la cual no puede haber estado en la intención de los que lo
otros textos. En casos extremos, cambia completamente su coherencia propusier~n originalmente. Porque el intertexto se pre~ta a más enfo-
interna por una externa. Su disolución total lo hace renunciar a su princi- ques que el de una pragmática que desca~sa en casos smgulare~ de re-
pio, medio y fin. Pierde su identidad y se desintegra en numerosas partí- cepción. Si lo consideramos como un sIgno -de manera analoga a
culas textuales que sólo tienen una referencia extrínseca. Es dudoso que aquellos procedimientos que los lingüistas del texto emplean ~ara
semejante intertexto radical sea comunicable en modo alguno. constituir su objeto-, podemos analizar el intertexto en u~a tnple
Los ejemplos mencionados son extremos. Los supuestos texto per perspectiva semiótica (Morris 1938): sintácticamente, como SI~~O ba-
se e intertexto per se difícilmente son posibles en la realidad de la co- sado en relaciones entre textos; pragmáticamente, como la relacIon en-
municación sígnica. Pero, con arreglo a las premisas de la definición tre emisor/receptor e intertexto; y semánticamente, con respecto a l.a
que dimos anteriormente, es posible la participación gradual del texto referencialidad del intertexto. El intertexto como un todo no lo constl-
en la intertextualidad y del intertexto en la textualidad. Así, podemos tuye ninguna sola perspectiva semiótica, sino únicame~te la co~bin~­
postular una escala de intertextualidad creciente y decreciente. En el ción de las mismas. En este respecto, el intertexto no dIfiere de nmgun
caso de la intertextualidad negada, predomina la idea de autonomía otro signo, lingüístico o no-lingüístico.
textual; en el caso de la intertextualidad intencional, el principio rector Esto significa, por otra parte, que cada perspectiva semiótica aisla-
es: «Todo texto es un intertexto» (Leitch 1983,59). da es una abstracción del intertexto y hasta una distorsión de éste. Un
1.2.2. Reduccionismo vs. totalidad procedimiento científico que trate de no tomar partido. y no seguir im-
perativos ideológicos, debe intentar aprehender su objeto desde todos
Dadas las fluctuaciones a que está sujeto un intertexto, parece que casi
los ángulos.
no tiene ninguna posibilidad de éxito intentar describirlo sistemá-
ticamente. Semejante empresa presupondría que el flujo intertextual 1.2.3. Material vs. estructural
puede ser detenido, por lo menos intermitentemente. Sólo entonces Los intertextos se componen de signos. Los signos forman parte de ~ó­
puede un estudioso alcanzar una posición fija desde la cual desarrollar digos. Los códigos tienen dos componentes: signos y reglas. Los SIg-
categorías, clasificaciones, y métodos para descodificarlo. Pero tales nos representan el aspecto material del código; las reglas, el aspecto
procedimientos contravienen fundamentalmente las intenciones de los estructural. Existen tipos de intertextualidad análogos a los componen-
creadores del intertexto, porque éstos mantienen inflexiblemente el tes del código: . .,
principio de que el intertexto no puede ser inmovilizado. Con palabras 1) intertextualidad material (particularizante) -o sea, repetlclOn
de Roland Barthes (1986, 58):
de signos; . .,
[...] el Texto es experimentado solamente en una actividad, en 2) intertextualidad estructural (generalizante) -o sea, repetlclOn
una producción. Se sigue que el Texto no puede detenerse (por de reglas;
56 Heinrich Plett
Intertextualidades 57

3) intertextualidad material-estructural (particularizante-genera_


realidad externa, sino solamente otro referente de texto. Por compleja
lizante) ----() sea, repetición de signos y reglas en dos o más textos.
que parezca esta dimensión semiótica, parece ser de importancia se-
En su mayor parte, los críticos conceptualizan la intertextualidad con
cundaria para el problema de la intertextualidad como tal. Otra exclu-
arreglo a (1). El caso modelo en lo que respecta al traslado de signos
sión afecta a aquellos aspectos pragmáticos subjetivos que no pueden
de un texto a otro, es la cita. Pero los signos del código no son los úni-
ser controlados científicamente. Esto implica el abandono de un con-
cos factores transtextuales, sino que también lo son las reglas del códi-
cepto intertextual que recurre a asociaciones individuales y vagas im-
go. Estas últimas son el requisito para la constitución de clases y
presiones de déja lu. Por lo tanto, quedan dos dimensiones analíticas:
subclases de textos. Los signos sin reglas no tienen ninguna estructura,
la sintáctica y la pragmática. Pueden ser consideradas iguales a los
las reglas sin signos permanecen abstractas. Por lo tanto, el tercer tipo
conceptos de langue y parole de Saussure y a los teoremas de com-
de intertextualidad es un caso muy común, aunque a menudo se hace
caso omiso de él. petence y perfomance de Chomsky. Ambas posibilitan la construcción
de modelos que constituyen el marco para la intertextualidad. El mode-
Uno de muchos ejemplos ilustrativos de los tres tipos de intertex-
lo sintáctico prefigura las posibilidades de una gramática intertextual;
tualidad es el modo de elocución del ciceronianismo. El aspecto mate-
el pragmático, las de la comunicación intertextual.
rial de esta intertextualidad está basado en el léxico de las obras com-
pletas de Cicerón, sin tomar en consideración si ese léxico existe en
forma primaria (las fuentes mismas) o como derivaciones secundarias 2. Un estudio de caso intertextual: la cita
(diccionarios, tesauros, * concordancias realizadas mediante computa-
El campo entero de los fenómenos intertextuales es tan vasto que es di-
dora). La intertextualidad estructural del ciceronianismo está estableci-
fícil escoger uno que se preste a una semiosis sintáctica y a una
da en gramáticas estilísticas prescriptivas que contienen meticulosas
semiosis pragmática. Al escoger la cita, estamos optando por una uni-
reglas para la composición de cola, colocaciones lexemáticas o clau-
dad intertextual que es bien conocida también fuera del discurso de los
sulae específicos. Pero es lógico que el inventario de signos materiales
estudiosos. Se dice que los sacerdotes «citan» pasajes de la Biblia,
de Cicerón no pueda ser empleado sin prestar atención a la respectiva
gramática estilística, y viceversa: uno depende de la otra. Es por eso pero también que los compositores «citan» de una sinfonía, o los pin-
que el tipo mixto de intertextualidad es sumamente común en el cice- tores, de un cuadro. Esto indica que la cita representa una variedad ma-
ronianismo. La referencia a textos es complementada por una referen- terial de intertextualidad. Lo que se reproduce no es una regla estructu-
cia sistemática y así combina intertextualidad material e intertextuali- ral, sino un signo textual. La índole material de este signo textual
dad estructural. puede ser tanto verbal como no-verbal. Como puede verse a partir de
estas escasas observaciones, la cita está compuesta, obviamente, de un
1.3. Decisiones
haz bastante específico de características, que hace de él un objeto casi
Una teoría intertextual tendiente a la claridad y la precisión tiene que ideal para un estudio de caso intertextual (Plett 1988).
tomar decisiones metodológicas que restringen el campo de investiga-
ción. Una semiosis total del intertexto seguirá siendo un objetivo ideal 2.1. La gramática de la cita
y, por ende, jamás llegará a ser puesta en práctica. Así pues, la exclu- Una gramática de la cita debe tomar en cuenta los siguientes elementos
sión de ciertos aspectos se hará necesaria. Una exclusión así tendrá que estructurales básicos:
afectar a la dimensión semántica de la intertextualidad. La especifici- 1) el texto de la cita (TI)' o sea, el texto en que ocurre la cita
dad de esta dimensión consiste en que el referente del texto no es la (= texto de destino);
2) el pre-texto (T), o sea, el texto del cual es tomada la cita
* N. del T. Thesaurus (ingl.): Diccionario de palabras y frases agrupadas con (= texto de partida);
arreglo a semejanzas en sus significados. Diccionario de ideas afines. .
3) la cita propiamente dicha (C).
58 Heinrich Plett Intertextualidades 59

Estos elementos requieren un análisis detallado cuyos principios con- textuales prefabricados sin alterarlos, sino que más bien los remodelan y
ductores serán la cantidad, la calidad, la distribución, la frecuencia, la les proporcionan nuevos significados. Por esta. razón, es preciso exami-
interferencia y los marcadores de las citas. El centro de la atención de nar la cita en lo que respecta a su calidad. Para hacerlo es necesaria la
la presente investigación será la cita verbal que se produce en textos siguiente distinción: la forma que habitualmente llamamos cita posee
verbales. una existencia doble: por una parte, como un segmento del pre-texto T2
Una cita muestra varias características inconfundibles que la dis- (= Q ), y por la otra, como un segmento del texto de la cita T¡ (= QJ Q¡
tinguen como tal. Su más obvia característica es, probablemente, la re- = Q 2significa identidad intertextual; y Q¡ + Q2' desviación intertextual.
petición intertextual: un pre-texto es reproducido en un texto posterior. Las 2desviaciones intertextuales, al igual que las desviaciones intra-
Otro rasgo de la cita es su carácter segmental, porque, por regla gene- textuales, pueden ser descritas en una gramática secundaria. Aquí se han
ral, el pre-texto no es reproducido íntegramente, sino sólo de manera de distinguir dos niveles: expresión y contenido, o, para emplear una ter-
parcial, como pars pro toto. En tercer lugar, se sigue que la cita, en minología diferente, estructura de superficie y estructura profunda.
esencia, nunca es autosuficiente, sino que representa un segmento tex- La estructura de superficie de las desviaciones citacionales puede
tual derivativo. Como tal, en cuarto lugar, no constituye una parte or- ser descrita en términos de transformaciones. Éstas son básicamente
gánica del texto, sino un elemento extraño extirpable, o, para formular- idénticas a los tipos de transformaciones empleadas en la teoría estilís-
lo de una manera diferente, un segmento-impropie que sustituye a un tica y la gramática transformacional generativa; la única diferencia es
hipotético segmento-proprie. Para sumar estas características en una que su presente campo de aplicación es definido en términos intertex-
definición provisional: Una cita repite un segmento derivado de un tuales. Las respectivas transformaciones son la adición, la sustracci?n,
pre-texto dentro de un texto posterior, en el cual él reemplaza a un seg- la sustitución, la permutación y la repetición (Plett 1979, 143-149). Es-
mento-proprie. tas se refieren a unidades lingüísticas de longitud variable: fonológicas
2.1.1. Cantidad o morfológicas, sintácticas o textuales. Un ejemplo tomado de Hugh
Con respecto a la cantidad, las citas muestran una gran variabilidad. Selwyn Mauberley de Ezra Pound puede ilustrar las variaciones trans-
Habitualmente consisten en unidades morfológicas o sintácticas, más formacionales de un determinado pre-texto. El texto de la cita del que
raras veces incluyen secciones más vastas de textos, o, en un caso ex- se trata, comprende las dos líneas
cepcional, hasta el pre-texto completo. Algunos títulos de obras litera- Died sorne, pro patria,
rias bien conocidas contienen citas de palabras o de oraciones: The Sot- non «dulce» non et «decor».
Weed-Factor de John Barth repite el título de un poema satírico de que fraccionan y reordenan la bien conocida línea del pre-texto de
Ebenezer Cooke; Eyeless in Gaza de Aldous Huxley se refiere a un Horacio
segmento de un verso de Samson Agonistes de John Milton (41), y
Dulce et decorum est pro patria mori (carm. 1II.2.l2).
Rosencrantz and Guildenstern are Dead de Tom Stoppard cita una lí-
nea de Hamlet (V.2.376). Las líneas de Pound ilustran las siguientes operaciones intertextuales:
2.1.2. Calidad sustracción de la frase verbal latina «Est [...] mori» y sustitución de la
misma por el verbo inglés «died», sustracción del morfema terminal
Hasta ahora hemos supuesto tácitamente que, al pasar del texto original { -um} en «decorum», permutación sintáctica del pre-texto, adición y
al texto de destino, las citas permanecen inalteradas. Sin embargo, esta repetición de la negación «non» que falta en Horacio. Estas operacio-
suposición requiere algunas modificaciones. Es verdad que los textos nes involucran unidades morfológicas y sintácticas del texto. Las co-
científicos o judiciales deberían citar de la manera más exacta posible, o millas efectúan una adición grafémica intersegmental. Revisando estos
sea, sin alterar el pre-texto. Los textos poéticos, por el contrario, mues- procedimientos transformacionales más bien complejos, nos damos
tran su naturaleza específica en el hecho de que no integran elementos cuenta de que sus resultados -las citas- pueden ser designados me-
60 Heinrich Plett Intertextualidades 61

diante las nomenclaturas retóricas clásicas, por ejemplo: elipsis, apóco- ue el título, el epígrafe y la fórmula de conclusión representan citas
pe, anástrofe. Estas figuras retóricas no indican, pues, desviaciones (los pre-textos: Malory; Petronio, los Upa~ishads). La posición ~edia
dentro de un texto, sino las existentes entre textos (Jenny 1976). n un texto (cualquiera que éste sea) permIte una gama tan ampha de
Un enfoque de los aspectos de la estructura profUnda intertextual :ariantes citacionales, que no tendría sentido entrar aquí en más de-
de las citas permite también una comparación con la retórica. El proce- talles.
dimiento de citar se asemeja al de tropificación, puesto que el texto re- 2.1.4. Frecuencia
sultante siempre se presta a dos interpretaciones, a saber: una literal Si sólo se presentan unas pocas citas dentro de un texto, su impacto en
y una no:-literal. Por esta razón, un texto que cita puede ser considerado su estructura y significado puede ser relativamente insignificante. En
como un «signo dual» (Rifaterre 1980), puesto que admite una lectura este caso, la influencia determinante del contexto de la cita resulta
proprie, así como una o más lecturas improprie. El título de Arms and más fuerte que la de las citas mismas. La situación, sin embargo, ca~­
the Man de G. B. Shaw, por ejemplo, se refiere en su sentido literal bia cuando las interpolaciones del pre-texto aumentan en frecuencIa.
(primario) directamente a los acontecimientos de la pieza, mientras que En ese caso la influencia del contexto disminuye proporcionalmente.
su sentido adicional (secundario) se deriva del hecho de que el mismo La etapa final en semejante desarrollo se alcanza con un texto comple-
es también una cita (traducida) del verso inicial de la Eneida de tamente compuesto de citas. En ese punto ya no existe un contexto en
Virgilio. Así, por regla general, una cita no incluye únicamente un solo el sentido de una creación original. Su papel es asumido por las citas
nivel (isotópico) de significado, sino dos o más (poli-isotópicos) que que preceden y siguen a cada cita. Como hay una multiplicación de ci-
requieren que el receptor los interrelacione. Esta interrelación, o, para tas, hay también una multiplicación de contextos. El resultado estruc~­
emplear el término de Bajtín (1981), este «diálogo», se extiende mu- ral de este procedimiento puede ser denominado collage, y el procedI-
cho más allá del elemento citado y abarca también los contextos prima- miento mismo, montaje (Klotz 1976).
rio y secundario del mismo. Cuanto más citas estén codificadas en un
texto poético, tanto más compleja será su estructura profunda intertex- 2.1.5. Interferencia
tual, tanto más polifónico será el diálogo textual. Una cita siempre está incrustada en dos contextos: el contexto del texto
de la cita C y el contexto del pre-texto C2• Como estos contextos son,
2.1.3. Distribución per definiti~nem, no-idénticos, toda cita implica un confli.ct? entre la
Además de la cantidad y la calidad, hay otros dos criterios relevantes cita y su nuevo contexto. Este conflicto podem?s deSCf1~Irlo como
para la estructura de la cita: la distribución y la frecuencia. Éstas son una interferencia. Para ilustrar los fenómenos de mterferencIa, escoge-
características de la cita que, cuando son tomadas por sí solas, pare- remos el código como un criterio apropiado. Tiene lugar una interfe-
cen relativamente simples, pero, cuando son correlacionadas con rencia de códigos cuando la cita y el contexto C l difieren en cuanto a
otras características, revelan un alto grado de complejidad. Puesto lenguaje, dialecto, sociolecto, registro, manera de escri~ir ~as p~labras,
que tanto a la distribución como a la frecuencia nos hemos referido prosodia, etc. En estos casos hablamos de interferencIa mterh~gual,
implícitamente a menudo en la presente investigación, aquí sólo se- diatópica, diastrática, diatípica. grafémica, prosódica, etc. Las mter-
rán tratadas de manera breve. La distribución de la cita puede ser ferencias códicas de los tipos interlingual y grafémico son empleadas a
descrita con referencia a las posiciones más destacadas del texto de la menudo en los Cantos de Ezra Pound, en los que las citas de literaturas
cita: principio, fin y medio. La posición inicial es lo mismo que el tí- extranjeras son presentadas en los caracteres de ~us lenguas origina~es;
tulo, el epígrafe o la primera oración; la posición final puede ser un por ejemplo, en letras griegas o ideogramas chmos. A vec~s las CItas
aforismo de conclusión. El hecho de que esas posiciones estructura- en lenguas extranjeras son traducidas al in&lés, a veces los Ideogramas
les, cuando están provistas de citas, son importantes para la compren- chinos son reproducidos en letras latinas. Esos son casos .de «~~ns~o­
sión de la obra entera, lo ilustra The Waste Land de T. S. Eliot, en la dificacióm> (Eco 1976). Todo procedimiento de transcodIficaclOn Im-
62 Heinrich Plett Intertextualidades 63

plica una asimilación de la cita a su nuevo contexto y, por eso, una dis- Henry V de Shakespeare o el te~iente francés Riccaut de la Marliniere
minución de las interferencias citacionales. en Minna von Barnhelmde Lessmg. . . . ,
2.1.6. Marcadores A causa de la naturaleza ambigua de los marcador~s de CIta l.mph-
't s sólo los explícitos parecen apropiados para indIcar una CIta de
Una gramática de la cita no puede trabajar sin un sistema de marca- CIO , 'd d
una manera confiable. Pero hasta estos últimos han de ser consl .era os
dores que indiquen que tienen lugar citas dentro del texto. Estos mar- con cautela, porque el comentario puede ser un pseudo~omentano, y la
cadores son de naturaleza deíctica, porque hacen visibles las costu- cita marcada como tal puede resultar una pseudoclta (Bol~er ~nd
ras entre cita y contexto (C l ). Hay costuras manifiestas y ocultas; por George 1989). Por lo tanto, le corresponde a la «c~mpetencla clta-
eso existen citas manifiestas y ocultas, en dependencia de si el autor
ional» del receptor decidir si una cita es o no una CIta. La competen-
desea subrayar o disimular la interferencia entre el «marco» y lo «in-
cia citacional se ve desafiada en particular medida cuando un texto ca-
sertado» (Sternberg 1982). El número y tipo de las señales textuales
varía en conformidad. Si se establece una escala de nitidez decrecien-
~ece de marcadores tanto explícitos como implícitos. En este caso el
carácter citacional de un segmento lingüístico sólo aparece sobre la
te, los marcadores de la cita son explícitos, implícitos o simplemente
base de una «presuposición pragmática» (Cul.ler ~ 976; Leps ~ ~79­
inexistentes. Los marcadores engañosos o pseudomarcadores consti-
1980), la cual, además del individuo que comumca, mcluye tamblen la
tuyen una clase especial que modifica las categorías primera y segun-
da. evidencia concreta del pre-texto.
Los marcadores explícitos indican una cita de manera directa, o 2.2. La pragmática de la cita
mediante un verbo performativo como «cito», o una fórmula estanda- Las observaciones realizadas en la primera parte han llevado la argu-
rizada como «principio de la cita» - «fin de la cita», o incluso nom- mentación, de la gramática, a la pragmática. En la s~gui~nte explo~a­
brando la fuente directamente. En contraste con estos marcadores ción, pragmática significa la comun~cación de ~itas. Esta l~cluye ~~l­
intratextuales, las notas, glosas marginales, índices de fuentes, prefa- tiples factores: emisor, receptor, CÓdIgO, lugar, tlem~o, medlO,. funCIO~,
cios y post scripta, así como los comentarios, están situados fuera del etc. En interés de la simplicidad; estos factores seran s~bsumldos baJo
texto propiamente dicho. Si son publicados conjuntamente con el texto, dos aspectos centrales: 1) el emisor como punto de partld~ para modos
tal vez hasta como una parte integral de éste, adquieren el status de un funcionales de citas, y 2) el receptor como punto de partIda para mo-
subtexto.
dos percepcionales de citas. Aunque est?s aspectos no. cubren entera-
Los marcadores implícitos son ora rasgos inherentes a la cita, ora mente la pragmática de la cita, son apropIados para arrojar luz sobre al-
rasgos añadidos a la cita. Como rasgos añadidos, pueden aparecer, en gunas de sus características esenciales.
el nivel fonológico, como pausas antes y después de la cita, o, en el ni-
vel grafémico, como comillas, dos puntos, cursivas o espacios vacíos. 2.2.1. Modos funcionales
Son, sin embargo, ambiguos en la medida en que no sólo señalan citas, Si un emisor, o sea, un hablante o un escritor, hace uso de un~ cita, ~o
sino también otros rasgos textuales (por ejemplo, las comillas también lo hace arbitrariamente, sino con ciertas intenciones. Estas l~tenc.I?­
son una señal de ironía). Como rasgos inherentes a la cita misma, los nes, a su vez, son modificadas por las convenciones ~e l~ sltua~lOn
marcadores implícitos sólo se toman efectivos en los casos en que comunicativa escogida. Como hay situaciones comumcatl:as ma.s o
existe una interferencia códica entre la cita y su contexto. A pesar de menos convencionalizadas, se sigue que también hay funclO~es clta-
esta restricción, sin embargo, se le puede atribuir una ambivalencia aún cionales más o menos convencionalizadas. Stefan Morawskl (~970)
más fuerte a este tipo de marcadores implícitos. Porque las diferencias utiliza esa perspicaz observación en su tipología de las funclOn~s
del tipo descrito pueden referirse también a características no-citacio- citacionales que él traza en términos de una escala de. fuerzas non,natl-
nales de textos poéticos, cuando, por ejemplo, una pieza incluye vas decrecientes. Él distingue tres funciones de la CIta: de autonda~,
hablantes de dialectos o lenguas extranjeras, como el galés Fluellen en erudita y ornamental. Estos tipos funcionales, evidentemente, son reah-
64 Heinrich Plett Intertextualidades 65

zados en textos no-literarios, pero, indiscutiblemente, se presentan Si en esos textos se borran completamente las citas ornamentales, el
también en textos literarios. La siguiente discusión comenzará con la acto comunicativo no fracasa, puesto que se preserva la información
tipología de Morawski y después pasará a delinear unos cuantos aspec- básica. Esto se debe a que las citas ornamentales sólo sirven como
tos funcionales de la cita poética. embellecimientos decorativos añadidos a la substancia de un texto. Por
2.2.1.1. La cita de autoridad eso la relación funcional entre texto y cita sufre un cambio decisivo:
«Mientras que en el caso de la función de afirmar una autoridad el tex-
~a cita de aut~ridad se produce en situaciones comunicativas que le
to sirve a la cita, aquí la disposición es la inversa» (Morawski 1970,
Imponen al emIsor una obligación de citar. Tales situaciones comuni-
696). Al ser un estímulo estético para el deleite del receptor, la cita or-
cativasestá~ íntimamente asociadas a instituciones sociales; por eso el
namental muestra la más íntima afinidad con la cita poética. En este
acto de la cIta cobra un carácter ritualizado. Ejemplos ilustrativos son respecto, difiere notablemente del control ideológico de la cita de auto-
los actos sacros y legales, donde los sacerdotes y predicadores, jueces
ridad y de la fuerza persuasiva de la cita erudita.
y abogados apoyan su razonamiento mediante citas de la Biblia o de la
Ley, respectivamente. Dentro de su radio de validez, la autoridad recla- 2.2.1.4. La cita poética
mada para tales libros no admite dudas acerca de la legitimidad de los En comparación con los tipos no-poéticos de cita, la cita poética se
mismos. Éstos mantienen el status de «libros sagrados», sea la Biblia o caracteriza por su carencia de un propósito práctico inmediato. Sin
el Corán, el Corpus Iuris Civilis o el Código Civil, o, para aventuramos embargo, se puede lograr un propósito de esa índole cuando un polí-
en el campo de la doctrina política, la obra de Marx, Engels y Mao tico, un periodista o un vendedor emplea una cita poética en un texto
Tse- T~ng (de ahí el término «la Biblia de Mao»). Por lo tanto, todo no-poético. En este caso la cita poética es despoetizada, es decir, des-
poster~or texto de referencia (por ejemplo, los comentarios bíblicos) y provista de su función autotélica e investida con la función práctica
toda cIta tomada de ellos están sujetos a un radio de aplicación muy es- del respectivo contexto de la cita. Por el contrario, se produce una in-
trech~, comúnm~nte de carácter exegético. Cuando en su pretensión de versión de este procedimiento cuando una cita no-poética es inserta-
auto~Idad una cIta no es cuestionada en absoluto, también se puede da en un discurso poético. En ese caso la cita es poetizada, es decir,
consIderar que su función es «ideológica». liberada de los constreñimientos de una utilidad práctica inmediata y
2.2.1.2. La cita erudita transferida a un estado de «conformidad a un fin sin un fin» que cau-
sa «satisfacción desinteresada)) (Kant). Podemos hallar ejemplos de
La cita erudita se presenta principalmente en los textos científicos que este método en Tristram Shandy de Laurence Sterne, que contiene
se refieren a otros textos científicos. Como la cita teológica, puede ser citas de tratados de medicina (Robert Burton) y de filosofía (John
usada para contar con la autoridad del conocimiento indiscutible. Di- Locke) y hasta de una fórmula medieval de excomunión (Obispo
fiere, sin embargo, de la cita de autoridad en la medida en que también Ernulfo de Rochester). Resultados de un desarrollo moderno son los
puede cuestio~ar ~~ validez..Mientras que la cita de autoridad exige «poemas hallados)) del autor canadiense John Robert Colombo, com-
una contextuahzaclOn afirmatIva, la cita erudita está abierta a una dis- puestos enteramente de citas de textos no-literarios, como reportajes
cusión de lo~ pros y los contra. Admite más de un punto de vista y has- de periódicos, discursos políticos, artículos de diccionarios, etc. Tan-
ta su refutaclOn. En cuanto a la pluralidad de funciones que es probable to la poetización como la despoetización de una cita representan
que asuma, esta cita también puede ser llamada «argumentativa». cambios funcionales que son condicionados por la influencia domi-
2.2.1.3. La cita ornamental nante del contexto de la cita.
La cita ornamental está todavía menos subordinada a las fuerzas nor- El autor que reemplea fragmentos de (pre-)textos poéticos en su
mati~as de una .situación comunicativa. Su espectro de aplicación es propio texto poético, actúa así con ciertas intenciones. Sin embargo, re-
ampho, po.rque mcluye numerosas especies de discurso ocasional: car- sulta difícil cualquier afirmación de índole general, puesto que signifi-
tas, anunCIos, discursos ceremoniales, obituarios, folletines, ensayos. ca una reducción de las alternativas posibles. Un común denominador
66 Heinrich Plett
Intertextualidades 67

neg~tiv.o podría ser que el.~ro~ósito primario del autor no es llevar su


de depósitos de memoria que marcan tres etapas en el progreso de la ci-
audltono a una confrontaclOn mmediata con la realidad· 1
t . d i ' smo so amen- vilización: 1) individual, 2) impreso, y 3) electrónico. La memoria indi-
e con espejos e a realidad, o sea, con la literatura -a veces más
vidual constituye la base de la tradición de la literatura oral en las socie-
veces menos, en dependencia de la cantidad de citas E'1 se l. ya
1b · · . rep lega dades anteriores a la alfabetización. Con el advenimiento de la era de
para usa~ e len conocIdo título del libro de Fredric Jameson (1972)'
Gutenberg la memoria individual fue suplida, aunque no reemplazada,
en la «c~rcel d~l lenguaje». Po~ es? los textos literarios con una al~
por la memoria impresa (la memoria escrita no es más que una etapa in-
frecuencIa de cItas .encaman la sIgUIente paradoja: la realidad de la li-
termedia en el desarrollo) (Compagnon 1979,233-356; Ong 1982). Este
teratura hecha de !Iteratura es literatura. No hay mejor ilustración de
tipo de memoria pretende tener la ventaja de ser extrapersonal y, por
est? .que el e~cepclOnal caso de una cita-dentro-de-una-cita en un texto
ende, capaz de recibir una mayor cantidad de experiencia literaria. Los
poetlco (SmImov .1983) que denota una realidad ficcional tres veces
apartada de la realIdad factual. almacenes de la cita impresa fueron llamados Libros de Lugares Comu-
nes, Thesauri, Colleetanea, Polyanthea; podemos rastrear su historia
2.2.2. Modos de percepción hasta las Gejlügelte Worte de Büchmann y The Oxford Dietionary of
~l receptor, o sea, el ~yente o lector, que se tropieza con un texto que Quotations. El primer autor exitoso en este campo fue Erasmo; sus
c~ta, puede n~tar las CItaS o no. Si no las ve, el texto no logra su pro ó- Adagia, Apophthegmata y Parabolae estuvieron entre los bestsellers de
SItO, que consIste en abrir diálogos entre pre-textos y textos que ci~n su siglo. En la era electrónica las bases de datos de las computadoras
El reo de tal fraca~~ estético no puede ser identificado fácilmente. Par~ asumen el papel de los soportes de información impresa. Ellas le propor-
te de l~ ~esponsabI!Idad recae en el autor, que debería sentirse obligado cionan a la humanidad la perspectiva de una ampliación casi infinita de
a summ~s~rar las CItas con marcadores de manera que se hiciera clara- su memoria (citacional) colectiva. Este avance, sin embargo, no torna
superflua a la memoria individual, porque ésta sigue representando el
men~~ vI~Ible ~a doble codificación de las mismas. En su libro Cita
aluslOn lzteranas, E. E. Kellet (1969,3) escribe al efecto: y único instrumento de descodificar las citas en la comunicación oral.

He aquí un ho~bre que roba y alardea de sus hurtos: cubre sus 2.2.2.2. Etapas de la percepción
paredes con pmturas, y proclama abiertamente que fueron sa- La recepción de los textos que citan no transcurre parejamente, sino
cadas de una Galería Nacional. No es como el muchacho que es retardada una y otra vez por <<umbrales de cita». Las citas
espartano que rob~ba y ganaba gloria si no era descubierto: él constituyen obstáculos de recepción que estorban el proceso de co-
de~ea ser descubIerto, y deliberadamente deja indicios para municación del texto. Las costuras entre la cita y su contexto no sólo
gUIar a sus perseguidores hasta la presa. ponen en peligro la homogeneidad de la estructura literaria, sino tam-
Autores como James Joyce y Amo Schmidt, sin embargo no siempre bién la unidad de la percepción. La percepción es distraída por algo
~ermanecen fieles a esta máxima, sino que ocultan sus cit~s tan cuida- extraño e inesperado que requiere integración. Colocada en un esque-
J~samente que se ha escrito. un sinnúmero de libros y artículos sobre
ma simple, la recepción de las citas avanza en tres etapas:
J'
t ~ce ~n el caso de SchmIdt, una «agencia descifradora» ha estado
ra an o urante .años de verificar hasta citas y alusiones remotas en
Etapa 1: Desintegración del continuo de la percepción (contexto de la
cita) por la intrusión de un elemento extraño (la cita);
sus novelas. ~a lIteratura de esta especie tiene como autor a un oeta Etapa 2: Verificación (e interpretación) del elemento extraño (cita)
doctus y reqUIere como receptor a un litteratus doetus. P mediante una digresión en la «arqueología del texto» (el pre-
2.2.2.1. Depósitos de memoria texto);
Etapa 3: Reintegración del elemento extraño (cita) y reasunción del
Porh·esa
de t razón
. rambos
· deben est aprovIstos
r· .
de suficIentes conocimientos continuo de la percepción (contexto de cita) en un nivel de
lS ona lterana. Estos conocimientos son almacenados en tres tipos
conciencia avanzado (enriquecido).
11I

l',1 68 Heinrich Plett Intertextualidades 69


,li

Si la cita permanece inadvertida, no se pone en acción en absoluto esta deviene el precursor de textos subsiguientes. L~ ,que se puede
secuencia de etapas de la Percepción, Si la cita no es verificada, no se ~u ~e~ propósito de la producción de textos, v~le tamblen para su re-
realizan las etapas 2 y 3 , Si la cita no puede ser integrada en el texto, eCl~ , Ningún acto hermenéutico puede conSIderar ~ sol?, texto se-
se ha de descartar la etapa 3. En los dos últimos casos el proceso de cepclOn. t Más bien es una experiencia con una dlmenslOn retros-
percepción poética se interrumpe en la etapa de alienación. La inte- para~amen, e. o con una dimensión prospectiva. En lo que respecta
pectlVa, aSl c~m , e el mismo es un intertexto, es decir, simultá-
a~~:~~t:~~:;~~~~~ ~~e-texto. Stephen Heath percibe aquí ~~ a~c~ón
rrupción del proceso comunicativo deja el texto de la cita en una con-
dición de fragmentación que ya no merece el epíteto aristotélico de
«hen kaihólon». La unidad de la obra de arte deja entonces de existir. n roceso continuo de transformación: «Lejos de ser la creaClOn unlca
Semejante fracaso puede que incluso no se deba a la incapacidad un p fuente originaria todo texto es siempre otro(s) texto(s)
perceptiva del receptor, sino que a veces concuerda con las intenciones ~~a~~~:,:ocomenta, (1972~~~:::~
de,pl"':, prolonga, reasume."
artísticas del autor.
2.2.2.3. Estancamiento C?~sigEui:~~e~;~~o U:::e;:~~~:~~:c~:~:~:~r:
Clono x l'd d
i~:~~~~~~ diferencia.
Si los textos se vuelven tan bien conocidos que se desarrollan hasta Eso es lo que constituye su intertextua 1 a .
convertirse en almacenes de citas, el usuario de esas citas puede perder 3.1. Repetición . "
de vista fácilmente sus contextos originales. Las citas entonces se Si los intertextos están basados en el principio de la repetlclon, surgen
vuelven unidades de lenguaje autónomas y asumen el status de adagios 1 S siguientes interrogantes: 'd 'd d
y aforismos. Eso les ha estado ocurriendo a las citas durante siglos.
Con gran frecuencia el resultado es que, estando faltas de sus pre-tex-
t ¿Qué tipo de repetición es suficiente para asegurar la «1 entl a
intertextual» (Miller 1985)?
tos, se toman manidas como las «metáforas muertas». Por esa razón .Quién decide si una repetición es intertextual? . " 't
han de ser revitalizadas mediante técnicas específicas (<<desfamilia- ;: ~A qué convenciones evaluativas es sometida una repetlclOn m er-
rizantes») a fin de recuperar su energía semántica. No obstante, el texto
de la cita carecerá en gran medida de la fricción que tiene su origen en Ni:=a~: esas interrogantes puede ser respondida de manera exhaus-
una colisión de Cl y Cl (que ahora ya no se produce). El descenso en la tiva en el marco del presente artículo.
espontaneidad puede incluso afectar a un pre-texto todavía no olvida-
do, como lo atestigua el soliloquio de Hamlet que comienza con la lí- 3 1.1. Decisiones
.. " re etición constituye un texto en interte,~tual? Una ~es­
nea «Ser o no ser: esa es la cuestión» (Bloomfield 1976). El resultado ¿ Que tlpo de p d rtir de una consideraclOn de los cnte-
es que este discurso es uno de los textos más frecuentemente parodia-
dos en la literatura mundial. Por eso hay un gran peligro de que la ~~:s: ~::i~:~~:~:x;efr:::encia, A éstos los hallamos t~m~ién ~~
humoristización invada también la fuente de la cita. La carencia de sig- la gramática de la cita, donde, evide~temented no plan~ea~ :::;~o~;e­
nificado y el ridículo: ésos son los tributos que una cita a menudo tiene blema. Sin embargo, en casos especl~l~~ pue en surgIr c~e --como
que pagar por su fama. mas Así es cuestionable si la repetlclon de un SOdlOEgr~ ~:a es ya
. , T b ' que se refiere a la Medea e unpl es-
3. Intertextualidades en M.~: ~~~::ees ~o::so de identidad mínima, la rep~tición de un te~­
una Cl . , Pla de Beckett- constItuye un caso .e
to entero -por ejemplo, en ~. tu l'dad o sólo llana y sim-
La sentencia de Charles Grivel, «No hay texto que no sea intertexto» . 'd d " .Eso es todavIa mtertex a l , .
(1982, 240), sostiene que ningún texto existe aislado, sino que siempre ldentl a maxlma. ¿ " litativos las dificultades m-
pIe repetición? Al pasar a los cntenos cua l' identidad material
está conectado a un «universo de textos» (Grivel 1978). Cada vez que t P rque uno podría sostener que a
un nuevo texto viene al mundo, se relaciona con textos anteriores y, a cluso aumen ano o ' 1 1 1 ngua inglesa- ya propor-
de los signos empleados -por eJemp o, a e
70 Heinrich Plett Intertextualidades 71

ciona suficientes condiciones para pennitirnos hablar de intertextuali- nistradores concebibles que podrían definir la nonna intertextual: (1) el
dad. Si este nivel cualitativo parece difícilmente aceptable, cuánto más intertextualista individual, (2) el empírico, y (3) el ideal. Están ligados
dudoso es el intento de algunos críticos de demostrar que la realidad a tres conceptos: (1) impresionismo subjetivd, (2) positivismo históri-
como tal es un texto general o macro(inter)texto. En ese caso se presu- co, y (3) automatismo generativo. Cada uno tiene sus ventajas y des-
pone una naturaleza del signo que, en última instancia, tiene sus funda- ventajas que no tienen que ser descritas aquí en detalle.
mentos en el.conce~to medieval de mundus symbolicus. Un concepto 3.1.3. Evaluaciones
de esta especie es, sm embargo, totalmente incompatible con la noción
La intertextualidad no existe en un reino exento de valores, sino que
de la arbitrariedad del signo de la semiótica moderna. En cuanto al ter-
depende de las convenciones culturales reinantes. Éstas dan por resul-
cer criterio, la frecuencia, queda por decidir qué número de repeticio-
tado, entre otras cosas, cuatro actitudes evaluativas: afinnación, nega-
nes de un tamaño y calidad específicos hacen que un texto se vuelva un
ción, inversión, relatividad. La intertextualidad afirmativa surge de la
intertexto: ¿una, varias, múltiples? El mismo criterio puede también suposición de que la repetición intertextual es una característica positi-
ayu~ar a ~ecidir si, en relación con la cantidad de intertextos, un perío- va del respectivo texto. El ideal de la imitatio veterum de la poética
do lIterano puede ser catalogado de «intertextua1>} o «anti-intertex- clasicista realiza esta posición en su fonna más pura. De acuerdo con
tua1>}. Todas esas son interrogantes que sólo pueden ser respondidas él, la calidad estética de un texto está detenninada por el grado en que
por un~ acción nonnativa. Pero, al fin y al cabo, todas las respuestas éste reemplea las reglas estructurales y pre-textos del canon clásico -
concebibles apenas ocultarán aporías insolubles. con el propósito, sin embargo, de superar a los antiguos en su oficio.
3.1.2. Normas La intertextualidad negativa está estrictamente opuesta a esa actitud,
La, acción nonnativa qu.e ha de decidir cuál repetición es intertextual y ora explícita ora implícitamente. Inmediatamente después del romanti-
cual no, p~ede ser localIzada en diferentes especies de emisores/recep- cismo, ella insiste en la inalienable originalidad de los textos, en su ca-
tores. El tipo subjetivo es el individuo productivo/receptivo cuya ars rácter separado con respecto a cualesquiera otros textos. El objetivo úl-
combinatoria mnemotécnica es una fuente de continuas intertex- timo es un texto autosuficiente, libre de intertextos, que -como lo
tualidades. Pe~o. ~sta .acción no nec~sariamente distingue entre los sig- conciben algunos lingüistas generativos- tiene su propia gramática y
nos y su repetIclOn, smo que en realIdad recurre a un macro(inter)texto su propio vocabulario. Sin embargo, parece casi imposible una reali-
fluctuante de significantes libremente disponibles. La nonna intertex- zación de este postulado. Ni siquiera Wordsworth y Mallanné pudieron
tual está basada, en este caso, en la experiencia personal de uno. El re- prescindir de modelos. La intertextualidad invertida es un tipo más
su~tado e.s a menudo la arbitrariedad combinatoria. Para limitarla, po- lúdicro. La hallamos de manera más visible en la parodia, que transpo-
dna~os idear un «archi-intertextualista}} -análogo al «archilecteun} ne tópicos, personajes, motivos y acciones «bajos}} a un estilo «eleva-
de Rifaterre (1971)- que abarcaría todas las experiencias intertextua- dm}, y en el travesti, que, a la inversa, transpone tópicos, personajes,
les d~ ,todos l?~ emisores:receptores pasados. Sin embargo, esa recons- motivos y acciones «elevados}} a un estilo «bajO}}. Tales procedimien-
trucclOn empmca de un mtertextualista trans-individual sería bastante tos causan una reconsideración de los valores y por eso participan tanto
com~licada, ya que no está claro si éste debiera ser una persona culta o en la intertextualidad afinnativa como en la negativa. Si las convencio-
algUien con conocimientos promedios. Una tercera posibilidad sería la nes fijas dejan de existir y dan paso a una multitud de posiciones igual-
construcción de un «hablante/oyente idea1>} que haría caso omiso de mente válidas, la evaluación positiva y la negativa carecen, ambas, de
ca,d~ caso i~tertextual concreto. Éste operaría como un generador elec- importancia. Cualquier cosa puede ser combinada con cualquier cosa.
tromco de mtertextos que muestra todas las repeticiones intertextuales Éste es el campo de la intertextualidad relativista. Sus manifestaciones
de a~ue~?o con .instrucciones específicas. Aquí se podría objetar que su son el collage y el montaje, que cuestionan todo, hasta su propio status.
restncclOn al ~ivel de la competencia le impide hacerles justicia a las Hallamos esta posición de intertextualidad sin posición en ciertos as-
perfonnances mtertextuales individuales. Para resumir, hay tres admi- pectos del modernismo, pero aún más en el postmodernismo, que es un
72 Heinrich Plett
Intertextualidades 73

proceso perenne de auto-intertextualización. Un excelente ejemplo de (4) signos visuales ~ acústicos


este fenómeno es Travestis de Tom Stoppard, cuyo título (¡plural!) ya ejemplo: cuadros de Victor Hartmann ~ Cuadros en una expo-
indica su tendencia. Este último tipo redondea una gama de actitudes sición de Modest Mussorgsky
evaluativas que demuestran que la repetición intertextual no es sola- (5) signos acústicos ~ lingüísticos
mente un medio estilístico y un método de constitución del texto, sino ejemplo: la Kreutzersonate de Beethoven ~ la Sonata a
que también comunica una visión específica del referente. Perspectivas Kreutzer de Tolstoi
similares ya han sido formuladas en la retórica, la poética y la estética. (6) signos acústicos ~ visuales
3.2. Transformaciones ejemplo: el Bolero de Maurice Ravel ~ el ballet Bolero de
En nuestro contexto las transformaciones son procedimientos para Maurice Béjart .
transformar la textualidad en intertextualidad. Ya eran visibles en la Como sugiere la variedad de las ilustraciones, cada clas~ de SIgnOS ad-
discusión de la cita (2.1.2.), aunque subordinadas a criterios gramatica- mite una división en subclases, por ejemplo: la clase vIsual p~e~e ser
les. Aquí se invertirá el énfasis. Se sigue que los criterios menciona- dividida en cuadros estáticos y móviles, bidimensionales y tr~dlmen­
dos no pueden ser tomados en consideración en todos los casos. Se sionales, monocromos y polícromos. Al mismo tiempo, lo~ eJemp~os
pone menos el énfasis en una noción segmental de ·la intertextualidad indican cuán dificil es efectuar y describir tales transfere~clas de s~g­
--como en el caso de la cita- que en una noción holística de la misma. nos. Comúnmente, no son significantes solos los que son mter~ambla­
Los textos se refieren a textos, las estructuras se refieren a estructuras. dos por otros significantes, sino temas, motivos, escenas ~ mcl~so
El carácter de signo de los textos será definido por extenso. Abarcará estados anímicos de un pre-texto que cobran forma en un medlUm ~lfe­
no sólo los significantes verbales, sino también los no-verbales. rente. Así, parece justificable llamar intermedialidad a esta especIe de
intertextualidad. Los respectivos problemas sólo p~ed~n ser resuelt~s
3.2.1. Substitución dentro del marco de una semiótica general y una cI~ncla de los medza
Este tipo de transformación es frecuentísimo. Abarca signos y estructu- que tendría que investigar la convertibilidad de los SIgnos y su acomo-
ras y genera una multitud de combinaciones posibles. La substitución dación en diferentes media.
de signos puede ocurrir en clases de signos idénticas o diferentes. La 3.2.1.2. Substitución lingüística
substitución estructural funciona de manera análoga.
Los signos verbales que pueden reemplazarse unos ~ otros proceden
3.2.1.1. Substitución medial de diferentes subclases. El resultado de tales operaCIOnes es un~ tra-
Los signos de diferentes clases son, por ejemplo, verbales, vi- ducción» en un sentido más amplio -por ejem~lo, del h~bla comente
suales, acústicos. Como consecuencia, se hace posible un paradigma (p. ej., el inglés estándar) a una le~gua ext~anJe~a (~. ej. ~l alto ale-
substitucional de seis transferencias de signos: mán), a un estadio lingüístico antenor (p. ej., el mgl~s antiguo), ~ un
(l) signos lingüísticos ~ visuales dialecto regional (p. ej., el inglés de Ga~es), a. un.. ~o~IOlecto ~. ej., el
ejemplo: piezas de Shakespeare ~ las ilustraciones de éstas lenguaje de la cultura juvenil), a un regIstro h~~Ul~tIco ~speclfico (p.
por Henri Fuseli ej., coloquial), etc. Ejemplos de transformacIOn mterhngual ,son el
(2) signos lingüísticos ~ acústicos «Homero inglés» de Alexander Pope y el «Sh~kespear~ aleman» de
ejemplo: Faust de Goethe ~ Eine Faust-Symphonie. In drei Schlegel, Tieck y Baudissin. En Max und Montz de ~llhe~m Busch
Charakterbildern (nach Goethe) de Franz Liszt hay un abarcador corpus de transformaciones mterlm?uales,
(3) signos visuales ~ lingüísticos diacrónicas y diatópicas. Esta categoría comprende ~odo~ ,los tipos de
actualización lingüística, transestilización o poetIzaClOn (Gen~tte
ejemplo: 77 cuadros de René Magritte ~ la novela La belle
captive de Alain Robbe-Grillet 1982). Se pueden hallar detalles en las gramáticas, manuales de estilo,
obras de referencia y otras de uso práctico. Estas muestran claramente
74 Heinrich Plett Intertextualidades 75

que tales «traducciones» consisten no solamente en la substitución de textos se les puede asignar un status secundario, puesto que dependen
signos, sino. también en la substitución de estructuras. Ambos tipos de de su predecesor para una comprensión plena.. La suya es una autono-
transformacIOnes van de la mano. Esto es particularmente obvio en el mía limitada que a menudo halla expresión en el hecho de que el pre-
tipo de texto ~e la paráfrasis (Nolan 1970; Fuchs 1982). La paráfrasis texto y el post-texto están contenidos en una misma publicación; si ese
de textos arcaICOS, poéticos o médicos requiere más que una conver- no es el caso, con frecuencia se provee al post-texto de un título o sub-
sión de significantes uno por uno: requiere una estrategia lingüística. título que indique su carácter derivado. La modalidad referencial del
3.2.1.3. Substitución estructural intertexto puede ser de coordinación o de subordinación., Coordinación
quiere decir una extensión espacial del texto original. Esta puede ser
La substitución estructural tiene lugar cuando un conjunto de reglas es
situada en el final del mismo (p. ej., el Faust 11 de Goethe) o en su
reemplazado por otro. En literatura la transformación más visible de esta
principio (p. ej., King Lear's Wife de Gordon Bottomley). Más raras
especie es el cambio genérico. Partiendo de la tríada clásica de lírica
veces semejante suplemento retoma y expande la parte central de un
épica y drama, se pueden revelar los siguientes cambios genéricos: '
texto (p.ej., Ophelia und die W6rter de Gerhard Rühm). Las adi~iones
(1) lírica -7 (a) épica, -7 (b) drama;
coordinadas ocurren a menudo en la novela, donde producen senes en-
(2) épica -7 (a) lírica, -7 (b) drama;
teras de textos (p. ej., The Forsyte Saga de John Galsworthy).
(3) drama -7 (a) lírica, -7 (b) épica.
Adiciones subordinadas son los prefacios, epígrafes, epílogos,
Sem~jante paradigma, sin embargo, no deja ver las múltiples dificulta- post scripta, apéndices, notas, glosas al margen, solapas y otros textos
des mherentes a la substitución estructural. Porque no da cuenta de suplementarios. Genette (1987) denomina tales adi~iones «ep~textos>~ y
s~?divisiones ge?~ricas como el epigrama, el soneto y la balada (en la las distingue de los «peritextos», esto es, los anuncIOs, entrevIstas, ~I~­
ltr1~a); el ver~o epIco, la novela y el cuento corto (en la épica); la tra- rios y reseñas que, aunque íntimamente relacionados con el,texto ongI-
gedIa, la tra?Icomedia y la farsa (en el drama), todas ellas regidas por nal, no son publicados necesariamente junto con éste. El s~bsume
r~gl~s propIas. Esas subdivisiones, a su vez, están sujetas a subs- ambos tipos de texto bajo el término «paratexto» y llega a la fo~ul~:
tItucIOnes que aumentan considerablemente el número de transforma- paratexto = peritexto + epitexto. Los peritextos pueden devemr ~pI­
ciones (p. ej., épica en verso -7 novela, novela -7 tragedia, tragedia -7 textos, y los epitextos, peritextos, según la manera en que sean pub~I~a­
balada). Así la intertextualidad genérica o intergenericidad adopta un dos. Aquí parece apropiada otra observación terminológica. Las adICIO-
carácter sumamente complejo al que los estudios del género casi no le nes subordinadas o paratextos asumen a menudo el status de lo que es
?an dado la debida atención. Los asuntos se vuelven aún más comple- conocido como metatextos por los estudios literarios. Un metatexto es
JOs cuando la tríada tradicional es abandonada en favor de un sistema un texto que comenta otro texto. Por eso, todo artículo o libro erudito
~eno~ jerár~uico, más democrático, de tipos de textos literarios y no- que trate sobre textos literarios pertenece a esta categoría, p~ro ta~­
ltteranos. Sm tomar en ~onsideración tales divisiones y subdivisiones, bién los prefacios, notas y reseñas antes mencionados. Semejante ~n­
se puede afirmar que la mtertextualidad genérica no puede ser separada vención continua de nuevas terminologías puede parecer una faena m-
de su contraparte material. Esto se hace tanto más evidente cuando las necesaria y hasta onerosa; sin embargo, aparece a una luz diferente
reglas estructurales del sistema sígnico verbal son parcialmente reem- cuando es relacionada con los diferentes tipos de énfasis -transforma-
plazadas por las de un sistema no-verbal (p. ej., pictórico -7 verbal en ción, publicación, reflexividad- puestos en el mismo fenómeno. Así,
~os carmina figurata o la poesía concreta). Dan por resultado híbridos como un camaleón, la intertextualidad cambia constantemente de as-
mtertextuales tanto en materia como en manera. pecto, siguiendo la perspectiva escogida por el receptor.
3.2.2. Adición 3.2.3. Substracción
Las transformac~ones aditivas generan otros textos a partir de un pre- Una transformación substractiva puede afectar al texto completo o sólo
texto dado que sIrve de fuente material de los mismos. Por eso a tales a parte de él. Si afecta al texto completo, el resultado puede ser un tipo

L
1I
_
76 Heinrich Plett Intertextualidades 77

de texto como el resumen o la sinopsis. Es generado ora como una res (The Importance of Being Earnest de O. Wilde, el Ulysses de
pará~rasis a~reviad~ o como una excisión de segmentos de texto. Joyce, etc.). Los textos lindan con textos, se basan en textos, transfor-
Un ejemplo tlustratIvo de la primera lo constituyen los Tales from man textos, se refugian en textos: un perenne proceso de inter-
Shakespeare de Charles y Mary Lamb ; y de la segunda, The Fifteen textualización.
Minute Hamlet del último Tom Stoppard, que condensa la pieza de
Shakespea~e hasta llevarla a una extensión de diez páginas y, en un
3.2.5. Complejidades
«encor~;>, mcluso a una extensión de dos páginas, lo cual es una con- Las transformaciones intertextuales tienen lugar dentro de los ejes ho-
densacIO~ ~,e una condensación. El proceder de Stoppard está basado rizontal (sintagmático) y vertical (paradigmático) de la comunicación
en la eX~lSlon de segmentos de texto y la unión de los fragmentos res- sígnica. La intertextualidad sintagmática, cuando es multiplicada, da
tantes. SI es ma~ejado hábilmente, semejante collage le permitirá al re- por resultado series de intertextos; la intertextualidad paradigmática,
ce~t~r recons,trUlr el pre-texto. La omisión de detalles textuales es una cuando es multiplicada, crea condensaciones de intertextos.
practIca comun en las representaciones teatrales, en las que el texto del 3.2.5.1. Serialización
drama sufre cortes de líneas y oraciones, de monólogos y diálogos, y La intertextualidad sintagmática es modelada según el siguiente para-
hasta de escenas enteras. Por regla general, al receptor no se le pide en
digma transformacional:
este caso qu~ ent~e en un ~iálogo intertextual entre el pre-texto y el
P?st-texto, smo solo que dIsfrute una buena noche de diversión. Un (1) un texto ~ un texto
o sea, el prototipo de la intertextualidad que, sin embargo, si-
ejemplo entre ~uchos e.s The War ofthe Roses de John Barton y Peter
Hall, una versIO.n consIderablemente abreviada de las tres partes de gue siendo una abstracción en su unidimensionalidad.
Henry VI y de RIchard I!1. Aunque en ella se omitieron y transpusieron (2) un texto ~ muchos textos
segme.nto~ de .t;xto d.e dIverso tamaño, no se tenía el propósito de enta-
o sea, una serie de intertextos provenientes de un texto.
blar nmgun dIalogo mtertextual con el auditorio, excepto quizás en lo (3) muchos textos ~ un texto
que res~ectaba a aquellos estudiosos a quienes les gusta analizar las o sea, un collage o centón, si está compuesto de segmentos
adaptacIOnes de Shakespeare. heterogéneos de pretextos.
(4) muchos textos ~ muchos textos
3.2.4. Permutación
o sea, la experiencia promedio de la intertextualidad.
Esta transf?rmación divide un texto en fragmentos y los redispone en El tipo (2) es la base de la serialización intertextual. La novela
un orden dIferente. El poeta dadaísta Tristán Tzara en los Travestis de
Robinson Crusoe de Defoe, por ejemplo, dio origen a una multitud de
Tom Stoppard da una demostración palpable del principio de trabajo
sucesoras que forman un grupo específico de textos, las «Robin-
d~ la permutación. Corta en pedazos el soneto 18 de Shakespeare, es-
sonadas». La Utopia de Thomas More hasta inició un subgénero na-
c.nt~. ~o?re pap~l, y une los pedazos de manera aleatoria. Ningún signo
rrativo, la novela utópica, que marca un viraje de la intertextualidad
lmgUlstIC?,partIcular conserva su posición anterior, sino que sufre una
material a la estructural. Un solo texto puede ser también la fuente
pe~utacIOn. La, r~-écriture resultante es un collage que no significa
de una inversión intertextual (parodia, travesti) y una negación inter-
(C~~I) nada. Esta mcrustado -como una mise en abyme estructural
textual (antinovela, counter-blazon) y por ello crear alternativas ge-
(Dal~enbach 19!6)- en otro collage de citas shakespearianas tomadas
de dIferentes pIezas. ~e pued~ considerar que la téc!1ica del collage- néricas y subgenéricas.
Una bien conocida serie intertextual puede ilustrar la complejidad
dentro-~el-collage esta extendIda por toda la pieza. Esta, en su totali-
de la intertextualidad sintagmática. La interpretación de Salomé como
dad, esta compuesta no sólo de permutaciones de un texto de un autor
<ifemme fatale» puede ser seguida a través de varias etapas sucesivas:
(el soneto 18 d~ Shakespeare) o de varios textos de un autor (piezas de
Shakespeare), smo de permutaciones de varios textos de varios auto-

t
Intertextualidades 79
78 Heinrich Plett

(a) la versión poética de Heinrich Heine en su épica satírica Att re, por ejemplo, a pre-textos musicales (por ejemplo, una fuga) o
Troll (1847) a coreográfico (por ejemplo, una danza oriental). Si se los toma junta-
(b) los cuadros de (a) por Gustave Moreau (por ejemplo Salomé mente, esos estratos producen una intertextualidad material de muchas
L 'Apparition [1876]) , , capas. Lo mismo vale para la intergenericidad dramática y operática.
(c) la des~ripción pictórica de (b) por Joris K. Huysmans en su no- La intertextualidad material y la estructural no existen sucesivamente,
vela A Rebours (1884) sino simultáneamente. Sus diversos estratos o isotopías están super-
(d) la dramatización de (c) por Oscar Wilde en su pieza -versión puestos. Engendran así una condensación paradigmática de poli-
francesa- Salomé (1893) isotopías intertextuales.
(e) la traducción inglesa (1894) de (d) por Lord Alfred Douglas Cada vez que los miembros de un híbrido intertextual como la
(f) las ilustraciones de (e) por Aubrey Beardsley ópera estén en desacuerdo entre sí, la armonía de sus complejas rela-
(g) la trad~cción alemana (1903) de (d) por Hedwig Lachmann ciones se ve perturbada. El principal medio de efectuar esa perturba-
(h) la verSIón operática (1905) de (g) por Richard Strauss ción es la ironía. Sus resultados son la parodia, el travesti y la sátira.
Destacadas muestras de esa inversión intertextual son las óperas cómi-
. Los eslabones de esta cadena muestran las siguientes transforma- cas de Jacques Offenbach y las Savoy Operas de Gilbert y Sullivan, y,
CIOnes:
además, The Beggar's Opera de John Gay y Johann Christoph Pepusch
A. en el campo de la intertextualidad material: y su intertexto del siglo XX, Die Dreigroschenoper de Bertolt Brecht y
1. intermedial: 1. verbal -7 no-verbal Kurt Weil. Todas ellas ridiculizan topoi, motivos, frases, estructuras y
a) pictórica (a -7 b, e -7 f) géneros literarios y musicales y crean así complejos intertextos iróni-
b) acústica (g -7 h)
cos. La desarticulación y la discontinuidad son consideradas a menudo
. . 2. no verbal -7 verbal (b -7 c) como síntomas de modernidad intertextual. Los ejemplos de Gay,
n. mterlmgual: l. francés -7 inglés (d -7 e) Offenbach y Gilbert y Sullivan corrigen esa opinión e indican que esa
2. francés -7 alemán (d -7 g)
pretendida modernidad se remonta hasta tiempos remotos.
B. en el campo de la intertextualidad genérica:
épica -7 drama (c -7 d). 3.3. Olas de intertextualidad
~ste cuadro analítico ~ev~la ~~lamente una parte de las complejidades La temporalidad es un factor de primera importancia en la intertextuali-
mvolucradas en la senaltzaclOn intertextual. Se ha hecho caso . dad. Es interpretada desde dos perspectivas radicalmente opuestas, una
d t d 1 d" omISO
e o as as a IClOnes, substracciones y permutaciones que acompañan sincrónica y la otra diacrónica. La perspectiva sincrónica sostiene que to-
ca~a etapa de la transformación. El espectro de los intertextos se am- dos los textos poseen una existencia simultánea. Esto ocasiona la nivela-
pIta con ca~a prolongación de la serie existente (por ejemplo, por las ción de todas las diferencias temporales; la historia es suspendida en fa-
representacIOnes teatrales, las versiones filmicas). Tanto más dificil es vor de la ca-presencia del pasado. Siempre que se acepte esta opinión,
para el receptor la tarea de desenredar los hilos del tejido intertextual. cualquier texto puede ser interrelacionado con cualquier otro texto. Una
3.2.5.2. Condensación interminable ars combinatoria tiene lugar en lo que ha sido denominado
«museo imaginario» (Malraux), «cámara de ecos» (Barthes) o «Biblio-
De ninguna ~anera es ~na casualidad que la ópera de Richard Strauss
teca general» (Grivel). La localidad designada por esas metáforas -la
resulte, el mas complejo eslabón en la cadena de los intertextos de
memoria- puede ser concebida como personal o como colectiva. En la
Salome. Ella da cuerpo a una intertextualidad múltiple, tanto material
primera posibilidad de la alternativa el canon de textos está basado en la
com.o estructural. La parte material está compuesta entre otras cosas
d.e sIgnos li?güístico~, musicales, coreográficos, escénicos y de vestua~
experiencia individual; en el segundo caso, quizás en instituciones cultu-
no. Cada tIpo constItuye un estrato intertextual propio que se refie- rales. A pesar de esta diferenciación, el intertextualista es absolutamente
80 Heinrich Plett Intertextualidades 81

libre de descubrir relaciones entre textos. Esta libertad causa un «placer Barth, él mismo un autor de cuentos y novelas intertextuales, escribe
del texto» (Barthes 1973), o más bien del «intertexto». Semejante actitud en su ensayo «La literatura del agotamiento» (1982, 1):
es convenien~e para. el artista creativo, no para el estudioso perspicaz.
Con· «agotamiento» no quiero decir algo tan cansado como el
Una perspectIva radIcalmente sincrónica establece al artista como inter-
textualista, sea en calidad de escritor o de crítico. sujeto de la decadencia física, moral o intelectual, sino sola-
mente lo gastado de ciertas formas o el agotamiento de ciertas
. ~n contraste c?n esa opinión, la perspectiva diacrónica propone al
posibilidades ---en modo alguno necesariamente un motivo de
hIston~dor (de .la lIteratura, el arte, la música, la danza) como inter-
desesperación.
textualIsta. Temendo ~ás de tradicionalista que de progresista, éste no
a~da en busca de somdos en una difusa cámara de ecos, sino que más El escepticismo inherente a semejante afirmación suscita las siguientes
~Ien prefier.e «archivos» bien ordenados (Foucault) de intertextua- preguntas: ¿se puede considerar que intertextualidad es igual a deca-
~Idades metIculosamente investigadas. Éstos contienen las crónicas dencia cultural? ¿Estamos aquí ante un alejandrinismo, ante un mero
mte~ex~ales de todos los códigos y registran las continuidades y dis- epigonismo? En su libro Statt einer Literaturgeschichte, Walter Jens
c?ntmUldades de estos últimos. Semejante concepto, sin embargo, en- (1978, 13) hizo un acertado comentario sobre la historicidad y valor de
CIerra algunos peligros. Aunque proclamada en una fecha tan temprana una cultura de citas:
como 1968, «la muerte del autor» (Barthes) no ocurrió realmente en la En una cultura tardía el mundo deviene abarcable con la vista.
teoría i~tert~x.tual, porque el autor y el lector habían sido siempre, al Se ordena y se recopila, se buscan paralelos y se hallan analo-
~enos ImplIcItamente, un asunto de consideración. De mayor peso, gías por todas partes. La vista se desliza hacia atrás; el poeta
sm embargo, ?are~~ ser l~ desatención del contexto sociocultural (Ette cita, saca a la luz una vez más el pasado, irónicamente refrac-
1985). Esta. s~~aclOn estImula una tendencia estética comparable a la tado, parodia los estilos de los milenios, repite y fija, se esfuer-
del New CntICIsm. Se la puede evitar integrando la tercera dimensión za por representar y muestra a una nueva luz lo ya olvidado.
semiótica, .l,a s~mántica. Desde semejante posición metodológica una Alejandría es el El Dorado del redescubrimiento; el helenismo,
r~modela~lOn mtercultural del concepto de intertextualidad parecería la hora avanzada de las necrologías póstumas. En vez de plan-
lIberar al I~t~rtexto de su cárcel de signos y estructuras y hacerlo re- teamientos se dan referencias: Anfitrión 38, Ulises, los idus de
anudar s~ dIalogo c~n la realidad (Morgan 1985, 8-13; Orr 1986). marzo. Cuando el presente ya no proyecta ninguna sombra,
La mtertextualIdad no es un rasgo ligado a un período en la litera- para definir la situación propia se necesita la silueta del preté-
~a.y las artes. No obstante, es obvio que ciertos períodos culturales se rito perfecto; cuando ya no existe el estilo, se deben dominar
m~lman a él ~ás que otros. El siglo XX ha sido testigo de dos fases los estilos: también la cita y el montaje son artes, y hacer pro-
~SI: el modernIsmo y el postmodernismo. En el período modernista la ductivo el legado nos parece un oficio digno de todo respeto.
mtertextualidad es visible en todos los sectores de la cultura: la lit;ra- Casi no hay nada que añadir a esta justificación de una literatura que
tura (Eliot, Joyce), el arte (Picasso, Ernst), la música (Stravinsky, no se refiere a la vida, sino más bien a sí misma. En la literatura de
Mahler), ~a fotografía (Heartfield, Hausmann), etc., aunque es interpre- vanguardia de hoy la ré-écriture aún domina a la écriture; el ingeniero
tada de dIferentes maneras. El postmodernismo muestra un aumento de textos, al inspirado visionario; el «citacionista» (Milton), al autor
de e.sta tendencia que ahora incluye al filme (por ejemplo, Play it que procura escapar a la «angustia de la influencia» (Bloom). La inver-
Agam, Sam de Woody Allen) y la arquitectura (por ejemplo la Piazza sión de esta tendencia no es más que una cuestión de tiempo.
d'Italia d~ Charles Moore, en New Orleans). Se puede ~onsiderar
1 como el clImax de esta moda la pseudo-intertextualidad, lo que signifi- Traducción del inglés

I c~ que un texto. se .refiere a otro texto que simplemente no existe (por


ejemplo, las Flcczones de Borges). Con referencia a Borges, John
82 Heinrich Plett
Intertextualidades 83

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WORTON, MICHAEL y lUDITH STILL, EDS. (1990), Intertextuality: Theories and Practice En la crítica literaria de hoy dominan definiciones de intertextualidad
Manchester - Nueva York, Manchester University Press. ' según las cuales todo texto es intertextual en todos sus elementos. Así
escribe, por ejemplo, Julia Kristeva:
todo texto se construye como mosaico de citas, todo texto es
absorción y transformación de otro texto. 1
En este capítulo, por el contrario, se partirá de un concepto de inter-
textualidad más estrecho. 2 Según este concepto, hay intertextualidad
cuando un autor, al componer su texto, no sólo es consciente del em-
pleo de otros textos, sino que también espera del receptor que reconoz-
ca esa relación entre su texto y otros textos como una relación que el
autor se propuso y como una relación importante para la comprensión

* «Formen der Markierung von IntertextualiHit», en: Ulrich Broich y Manfred


Pfister, eds., Intertextualitiit. Formen, Funktionen, anglistische Fallstudien,
Tubinga, Max Niemeyer Verlag, 1985, pp. 31-47.
1 «Bakhtine, le mot, le dialogue et le romam>, Critique, 23, n° 239, 1967, pp.
438-465; aquí: pág. 440 Y ss. """.
2 Cf. el capítulo 1 del presente libro [N. del T.: En el libro original el autor remi-
te al capítulo constituido por el trabajo «Concepciones de la intertextualidad»
f de Manfred Pfister, parcialmente incluido en la presente antología.]

I
86 Ulrich Broich
Formas de marcación de la intertextualidad 87

de su texto. La intertextualidad en este sentido más estrecho supone


Ahora bien, si en la definición de la intertextualidad en la que nos
pues, el éxito de un proceso comunicacional completamente determi~ basamos se supone un interés del autor por hacer consciente al lector
nado, en el cual no sólo el autor y el lector son conscientes de la inter- de la relación de su texto con otros textos, eso, naturalmente, no sig-
textualidad de un texto, sino que cada uno de los dos participantes del nifica que la intertextualidad deba estar marcada en todos los casos
proceso comunicacional, además, incluye en el cálculo también la con- mediante las correspondientes señales, que la condición de marcada
ciencia de la intertextualidad de su interlocutor. sea, pues, un constituyente necesario de la intertextualidad.. ,
Es fácil de entender, pues, que el autor de tales textos marque de Así, un autor puede, por ejemplo, renunciar a toda marcaClOn cuan-
alguna manera las referencias intertextuales de los mismos, para que do su propio texto remite a textos que son conocidos de un más am-
el lector vea esas referencias y las reconozca como intencionales. Así plio público lector. Ése es más a menudo el caso, por ejemplo? en la
pues, tal como, por ejemplo, la ironía es marcada a menudo con se- remisión a clásicos o la Biblia. 5 Así, el director teatral Peter Pahtzsch,
ñales de ironía, también la intertextualidad puede ser señalada con en la adaptación que de Henry IV de Shakespeare hizo en Stuttgart, en
«señales de intertextualidad». el episodio de Gadshill, cuando Hal y Poins han escondido el caballo
Por el contrario, en textos que no entran en la arriba menciona- de Falstaff, hace exclamar a Falstaff: «¡Un caballo! ¡Un caballo! ¡Un
da definición de intertextualidad y que de todos modos son intertex- reino por un caballo!».6 Aunque falta una marcación, esa.pointe inter-
tuales en el sentido de la definición amplia de la Kristeva se bus- textual fue captada en el acto. Palitzsch pudo contar preCIsamente con
carán mucho menos tales señales. Así, por ejemplo, un tex~o puede que Shakespeare es un clásico alemán. .
estar influido por otros textos sin que el autor sea consciente de esa En las novelas de Amo Schmidt, que presentan un mosaICO fran-
influencia o sin que él considere el reconocimiento de esa influen- camente gigantesco de remisiones a otros textos y a este respecto pue-
cia por el lector como una condición previa para la adecuada com- den ser consideradas como típicas de la novela postmodema, también
prensión de su texto. 3 En ese caso, probablemente, faltan todas las a menudo esas referencias son no marcadas, aunque con frecuencia se
señales de intertextualidad. Con mayor razón eso vale para textos que relacionan con textos distantes, conocidos sólo para un in-group de co-
nocedores de literatura. Pero Schmidt ha escrito sus novelas precisa-
~e han d~ caracterizar como plagios. En este caso, al autor lo que le
mente para un pequeño círculo de conocedores; de cualquier modo, en
mteresa mcluso es velar lo mejor posible la referencia de su texto al
texto plagiado. 4 muchos casos tampoco esos conocedores pueden prescindir de la ayu-
da del así llamado sindicato de descifradores, cuyos miembros desde
hace años se esfuerzan, entre otras cosas, por descifrar también las más
3 Harold Bloom, en su libro The Anxiety olInfluence (Nueva York, 1973) ve distantes citas y alusiones intertextuales en sus novelas. .
marcada la creación literaria por el afán de los autores de sustraerse al po- Más de un autor incluso ha dicho explícitamente que renunCIa a
derosísimo influjo de los predecesores. Esos autores saben, naturalmente, por
toda marcación de sus remisiones intertextuales y por qué razones. Así
qué otros autores han sido influidos en su creación. Pero en muchos casos ese
conocimiento, según Bloom, conduce a que procuren borrar las huellas de esa escribe, por ejemplo, Louis Aragon en una nota al pie de una edición
influencia. posterior de su Aventures de Télémaque, cuyo texto se compone en
4 Autores postm?demos (como, por ejemplo, Raymond Federman) y críticos gran parte de citas de otros textos:
postestructurahstas (como, por ejemplo, Roland Barthes, Jacques Derrida,
5 Cf., por ejemplo, el capítulo VI, 2, del presente libro. [N. d~l T.: ~n ~llibro
Geoffrey Hartman y Peter Krumme) han tratado últimamente de calificar toda original el autor remite a la unidad de ese capítulo que esta constitUida por
creación literaria.como «plagi~». Al hacerlo, ellos, naturalmente, emplean el su estudio «Intertextualitat in Fieldings Joseph Andrews».]
concepto de plagIO en un sentido muy amplio, que entonces coincide parcial-
P. Palitzsch y J. Wehmeier, Heinrich IV. Bearbeitung nach William Shakes-
me~te con el concepto de intertextualidad en el que aquí nos basamos. Con- 6
peare, manuscrito no publicado y no paginado (S.tuttgart, 1970), esc~na 6, l.
tranamente al plagIO, en la falsificación -como, por ejemplo, en Ossian de
Cf. también la versión inmediatamente reconocible como un retruecano en
Macpherson o en Poems by Thomas Rowley- la referencia al texto ajeno
debe ser marcada de manera particularmente clara. Botho Strauss: «¡Un sentido! ¡Un sentido! ¡Mi reino por un sentido!» (Kall-
dewey Farce, Munich y Viena, 4a. ed., 1983 [la. ed., 1981], p. 50).
88 Ulrich Broich
Formas de marcación de la intertextualidad 89

[...] en las notas siguientes no se le señalarán al lector los nu- gaciones lingüísticas correspondientes. 9 Sólo d~s artículos de Ziva
merosos préstamos, a veces de varias páginas, que toma el au- Ben-Porat y CarmelaPerri se han ocupado detemdamente de ese as-
tor de las obras más diversas (de Fénelon a Jules Lermina), a pecto, y en su caso se trata de contri?uciones estructural.ist~s y no
fin de procurarle el placer de descubrirlos por sí mismo [y] re- postestructuralistas y el objeto de las mIsmas es una forma hmItada de
gocijarse con su propia erudición. 7 la intertextualidad, a saber, la alusión.
Naturalmente, ¡también esa nota al pie puede ser considerada como Desde luego, esos artículos no conducen mucho más lejos ni si-
una especie de marcación! quiera en lo que respecta al caso especial de la alusión. Be~-P~rat de-
De todos modos, se ha de partir de que la intertextualidad a me- fine el marker como referencia a otro texto de la manera SIgUIente:
nudo es marcada y de que esa marcación se realiza con mayor o El marcador siempre es identificable como un elemento o pa-
menor fuerza y en el caso extremo puede estar constituida solamen- . depend'lente. 10
trón perteneciente a otro texto In
te, por así decir, por unas comillas invisibles, que, por ejemplo, al
Aquí, pues, por marcación no se entiende sino una repetición de ele-
leer en alta voz se deben insinuar mediante la entonación. Para la
fuerza de la marcación existen criterios indudablemente objetivos, mentos o estructuras del pre-texto en un nuevo texto. Pero ahora la
como, por ejemplo, el número de los markers. Así, la referencia intertextualidad puede ser definida como una asunción de elementos
al Don Quijote de Cervantes en Monsignor Quixote de Graham de un pre-texto en un texto. Intertextualidad (es decir, lo marcado) y
Greene es marcada mucho más a menudo que en Joseph Andrews marcación serían, pues, en gran parte lo mismo. Más allá de la refe-
de Fielding. Pero, además del número de los markers, también la rencia a la mera repetición de elementos o de estructuras, para una
explicitez o la localización de los mismos en la obra desempefian un definición diferenciada se deben, pues, nombrar las posibilidades de
papel. Por ejemplo, una remisión en el título de un texto al pre-tex- marcación adicionales que le advierten a los receptores más explíci-
to resultará, según las circunstancias, más eficaz que varios marca- tamente de la presencia de intertextualidad.
dores «escondidos» en el texto. Además, la reconocibilidad de la La Perri, por el contrario, define el marker en las alusiones litera-
marcación también depende en muchos respectos del receptor. Así, rias mediante su carácter de referencia o índice: «marcador es el signo
para un lector muy leído los «umbrales de sefial»8 en las marcaciones -simple o complejo- que apunta a un referente repitiéndolo de cier-
de la intertextualidad se hallan mucho más abajo que en los lectores ta manera», «un signo que denota un texto-fuente».ll La Perri mencio-
ocasionales. Por otra parte, con la creciente distancia temporal del na acto seguido tres formas de la marcación: «el nombrar propiamente
texto o del pre-texto el (<umbral de sefial» está, por el contrario, más dicho» , las «descripciones definidas» y la «cita~~. Sin embargo, estas. ca-
alto en muchos receptores posteriores, cuando el contexto contem- tegorías, excepto el «nombrar propiamente dicho» son, problemátIcas.
poráneo no está ya directamente presente. Lo que la Perri entiende por «descripciones definidas» queda ~scuro. La
«cita» como marcación de una «alusión» es dudosa en la medIda en que
la cita y la alusión son formas verdaderamente diferentes, y hasta opues-
2. Estado de la investigación tas, de intertextualidad. Pero, ante todo, hay con toda seguridad muchas
En los numerosos trabajos sobre la intertextualidad la cuestión de la más formas de marcación que las mencionadas por la Perri.
marcación apenas ha sido tratada; esto vale también para las investi-
9 Cf. R.-A. de Beaugrande, Text, Discourse, and Process: Toward a Alultidis-
ciplinary Science ofTexts, Norwood. N. J., 1980, p. 2.0' .~96 Y P~SS1~, pero
7 Les aventures de Télémaque, París, 1966, p. 107 Y s. ante todo R.-A.- de Beaugrande y W. U. Dressler, Emfuhrung m dIe Text-
8 Cf. sobre este concepto ya a R. Warning, «Ironiesignale und ironische Soli- linguistik, Tubinga, 1981, en particular pp. 188-215.
darisierung», en Das Komische, ed. R. Warning y W. Preisendanz, Poetik und iO «The Poetics ofLiterary Allusiom>, PTL, 1, 1976, pp. 105-128, aquí: pág. 108.
Hermeneutik, 7, Munich, 1976, pp. 416-423, aquí: pp. 420-422.
11 «On Alluding», Poetics, 7, 1978, pp. 289-307, aquí: pág. 290 Y 295.
90 Ulrich Broich
Formas de marcación de la intertextualidad 91

Una definición apropiada de la marcación debe, pues, más allá de


En las parodias y travestis la referencia al texto ajeno también a
las formulaciones generales de la «repetición de elementos» o del
menudo es marcada por el título. Mencionemos como ejemplos de
«eco», partir de los markers adicionales, concretos, para los recepto-
títulos de parodias Shamela de Fielding, Rebecca and Rowena de
res, y no debe ser reducida precipitadamente a unas pocas formas de
marcación. Thackeray o Freuden des jungen Werthers, y como ejemplos de títu-
los de travestis, Le Virgil travesti de Scarron o Scarronides; Or,
Por eso, en las páginas que siguen se tratará de emprender un in-
Virgile Travestie de Cotton (con una marcación tanto del texto ajeno
ventario más abarcador de las formas de marcación. Sin embargo, en
travestido como del imitado), en representación de muchas otras obras.
atención al estado de la investigación descrito, la siguiente exposición
También cuando un texto se relaciona de una manera menos direc-
tiene sólo un carácter preliminar y, en esencia, no puede ir más allá
ta con un pre-texto, el título es probablemente el medio empleado con
de una recolección articulada de material sobre la que se deberían
basar futuros trabajos, llegado el caso. la mayor frecuencia para señalar esa referencia, porque el título de una
obra tiene un carácter de señal incluso cuando la referencia al pre-texto
contenida en él no está marcada. Ya en el siglo XVIII tales títulos
3. La marcación en paratextos [Nebentexten] intertextuales fueron empleados gustosamente -piénsese, por ejem-
plo, en Joseph Andrews de Fielding, que señala la referencia de la no-
Ante todo, un autor tiene la posibilidad de localizar en el paratexto
vela tanto al José del Viejo Testamento como a la Pamela Andrews de
marcaciones de los pre-textos presentes en un texto. Este procedimien-
Richardson, 12 o en The female Quixote de Charlotte Lennox. Sin em-
to no es, en modo alguno, usual solamente en los trabajos cientí-
bargo, esta marcación de la relación intertextual entre un texto y un
ficoliterarios (que, naturalmente, muestran un alto grado de intertex-
pre-texto es particularmente frecuente en la literatura del presente. He
tualidad, pero, como textos no literarios, quedan fuera de este examen),
aquí sólo unos cuantos ejemplos de ello. El Ulysses de Joyce, Mour-
sino que a veces se puede demostrar su presencia también en textos
ning becomes Electra de O'Neill y Monsignor Quixote de Graham
literarios. Así, por ejemplo, Pope identificó unívocamente en sus mock-
Greene contienen en el título los nombres de los protagonistas del texto
notes para su Dunciad Variorum una serie de textos ajenos que él ha-
de referencia; Die neuen Leiden des jungen W de Plenzdorf emplea,
bía integrado en la forma de citas literales o de alusiones en la Dun-
es cierto, sólo la inicial del protagonista del pretexto, pero en el resto
ciad. Y T. S. Eliot, que, por lo visto, partió ante todo de que su lector
imita el título del pre-texto de una manera fácilmente reconocible para
reconocería todas las remisiones intertextuales en The Waste Land,
el lector; y el título The Sot-Weed Factor de John Barth coincide hasta
unos años más tarde, sin embargo, escribió las correspondientes no-
literalmente con el título del texto de referencia, un poema satírico de
tas al pie con precisas indicaciones de las fuentes.
Ebenezer Cooke. Los autores contemporáneos emplean en sus títulos
Por último, un autor puede ir tan lejos que haga imprimir alIado
de manera igualmente frecuente conocidas citas de textos con los que
de su propio texto el texto ajeno entero con el que se relaciona el suyo.
sus propios textos se relacionan de manera esencial. Así, el título
Esto lo han hecho algunos clasicistas ingleses en sus imitations de poe-
Rosencrantz and Guildenstern Are Dead de Stoppard representa una
mas antiguos, como, por ejemplo, Pope en sus Imitations of Horace.
cita del Hamlet de Shakespeare, que le sirve continuamente al drama
Pero ése es también el caso cuando en una edición bilingüe el origi- de Stoppard como texto de referencia. También el título de varias no-
nal es impreso al lado de la traducción -un procedimiento que fran-
velas de Aldous Huxley -Antic Hay, Brave New World, Time must
camente desafía a una recepción intertextual. En la mayoría de los have a Stop, After Many a Summer- son citas de dramas de Marlowe
casos, sin embargo, el autor de imitations y traducciones se contenta y Shakespeare, así como de un poema de Tennyson, mediante las cua-
con marcar el texto de referencia en su título --como, por ejemplo, en
les se le agrega al texto un plano de significado. El título Darkness
los siguientes textos de Pope: «The Iliad Of Homer, translated by Mr.
Pope» y «The First Satire Of The Second Book Of Horace, Imitated». 12 Cf. capítulo VI, 2. [N. del T.: véase la N. del T. al final de la nota 5.]
92 Ulrich Broich
Formas de marcación de la intertextualidad 93

Visible de William Golding cita un conocido pasaje de Paradise Lost referencias intertextuales. En Les gommes de Alain Robbe-Grillet, el
de Milton, el cual es de importancia decisiva para la comprensión de molto procedente del Edipo de Sófocles -
la visión del mundo de la novela. El filme de Helmut Kautner, que em-
prende una transposición del Hamlet al período de postguerra alemán El tiempo, que vela por todo,
pone en claro esa referencia mediante la elección de una cita de Ramle; dió la solución a pesar tuyo.
como título: El resto es silencio. Por último, un título como Travesties - es hasta casi la única indicación que induce al lector a leer la his-
de Stoppar~ se rela~iona no co.n el título de los textos que son objeto toria de un detective que, al final, sin saberlo, mata de un tiro al pre-
de referencIa de la mtertextuahdad en esa pieza, sino con la forma de sunto asesinado, sobre el fondo del drama de Sófocles, en el que el
la intertextualidad. hijo, también sin saberlo, mata a su padre.
También el subtítulo puede servir para marcar referencias intertex- Como ejemplo de una marcación mediante un prólogo pueden ser-
tuales. Como ejemplo mencionemos aquí solamente el subtítulo de vir The Ides 01 March de Thorton Wilder y Dogg's Hamlet, Cahoot's
Joseph Andrews de Fielding: «Written in Imitation of the Manner of Macbeth de Stoppard. Así, Wilder escribe, en el prólogo a su novela
Cervantes, Author of Don Quixote». sobre el Caesar, que, en verdad, la mayoría de los documentos en ella
Pero, además, el título o subtítulo de un texto puede marcar tam- son ficticios, pero en los poemas y el pasaje final se trata de citas de
bién la referencia a un grupo de pre-textos. Ése es en particular el caso la lírica de Catulo, o de De vita Caesarum de Suetonio. y mientras
cuand? al l~ctor se le debe señalar la referencia de un texto a un gé- que Stoppard en Jumpers, uno de sus primeros dramas, había dejado
nero .hterano, y el texto, naturalmente, puede tanto cumplir como de- sin marcar la referencia a la filosofía del lenguaje de Wittgenstein, en
cepcIOnar las expectativas genéricas del lector. Así los títulos de A el prólogo a su posterior drama indica inequívocamente que su pieza
Modern Utopia de H. G. Wells, News Irom Nowhere de William ha de ser leída como una juguetona discusión con las Indagaciones fi-
Morris, Erewhon de Samuel Butler y Ecotopia de Ernest Callenbach losóficas de Wittgenstein: <<Dogg's Hamlet se deriva de una sección
remiten no sólo a Utopia de Morus, sino también, al mismo tiempo, de las investigaciones filosóficas de Wittgenstein»;14 y seguidamente
a la utopía como género literario. Lo mismo vale para un subtítulo Stoppard ilustra hasta de manera explícita esa referencia tomando
como, por ejemplo, «Una novela utópica». Los títulos de las novelas como ejemplo una escena.
policiales, por el contrario, señalan siempre exclusivamente la referen- Umberto Eco, por el contrario, sólo con posterioridad marca unas
;.
H c~a del tex~o al género. Todo el que quiere comprar una novela poli- referencias menos manifiestas de su novela 11 nome della rosa a pre-
n cIal y adqUIere en la librería una novela con el título The Murder of.. , textos. En las Postille a Il nome della rosa publicadas separadamen-
I~ por regla general ha entendido correctamente la señal intertextual del
título -ja menos que compre por equivocación Murder in the Cathe-
te, declara que la escena de amor central de la novela «está montada
juntando puras citas religiosas, desde el Cantar de los Cantares hasta
1;
li dral de T. S. Eliot! Por último, sólo al margen remitamos al conoci- Bernhard von Clairvaux, lean de Fecamp e Hildegard von Bingem>, y
ji
do hecho ~e que tam~ién el título de una serie (como, por ejemplo, él ha «ligado» (<<collegare») lo mejor posible las suturas para «disi-
1 rororo thnller o Los lzbros de medianoche) o la presentación externa mular» la intertextualidad de esa escena (<< [...] perché si vedessero
de la ~isma puede ser una señal de intertextualidad que marca la re- ancora meno le suture»). 15 Asimismo, sólo en sus Postille indica que
ferenCIa de un texto a un género de textos. 13
Ade,más del título y el subtítulo, a menudo un morto, un prólogo 14 Londres, 1989 [1" ed., 1979], p. 7.
o un epIlogo del autor o un texto de solapa es empleado para marcar 15 Nachschrift zum Namen der Rose, trad. B. Kroeber, Munich, 1984, p. 51.
Postille a Il nome della rosa, Mailand, 1984, p. 27: «E chiaro che la scena
dell'amplesso in cucina e costruita con citazioni da testi religiosi, a partire dal
13 Cf. U. Broich, «Der 'entfesselte' Detektivroman», en: U. Broich, Gattungen
Cantico dei Cantici sino a san Bernardo e a lean de Fecamp, o santa Hilde-
des modernen englischen Romans, Wiesbaden, 1975, pp. 17-56; aquí: pág. 18.
garda di Bingen.»
Formas de marcación de la intertextualidad 95
94 Ulrich Broich

externo. Así, el título Ulises está destinado solamente al lector, y los


en la novela ha «disfrazado como citas de la época» citas de Wittgen-
personajes de la novela de Joyce no son, en modo alguno, conscien-
stein. 16 Eco realiza un juego cón el lector, al disimular y ocultar de
tes del hecho de que su vida sigue el pattern de la Odisea de Home-
momento algunas de las referencias a pre-textos en su novela y reve-
ro. Pero una marcación puede ser emprendida también en el sistema
larlas, guiñando un ojo, sólo en sus apostillas. También David Lodge
comunicacional interno, gracias a que los personajes de un texto lite-
revela sólo en su «Afterword» a The British Museum is Falling Down
rario leen otros textos, discuten sobre ellos, se identifican con ellos o
el modelo fundamental intertextual de su novela -para los lectores
se distancian de ellos.
que hasta entonces no lo han notado: constata que en su novela hay
Así, la relación entre el Don Quijote y las novelas de caballería es
«diez pasajes de parodia o pastiche», pero nombra los autores de los
marcada en primer término por el hecho de que el héroe cuyo nom-
pre-textos en orden alfabético, ¡para que en este rompecabezas al lector
bre aparece en el título del libro lee precisamente esas novelas, se
todavía le quede de sobra por hacerp7
identifica con sus protagonistas y por ese motivo los otros personajes
Por último, en La main rouge de Clément Lépidis se emplea el tex-
de la novela se burlan de él. De manera análoga, en un considerable
to de solapa para aclararle al lector que este drama que se desarrolla
número de textos se le exige al lector leerlos sobre el fondo del Ham-
en el año 1927 en la ciudad francesa de Belleville se relaciona con la
let de Shakespeare, gracias a que los personajes del texto, por su par-
Electra de Sófocles como Mourning Becomes Electra de O'Neill:
te, leen el Hamlet, discuten sobre él y lo toman como modelo -des-
¿y qué hay más natural que imaginar que haya sido en Belle- de el Wilhelm Meister de Goethe hasta el drama The Hamlet 01Stepney
ville donde la sangre de los Atridas haya escogido correr? ¿Y Green de Bernard Kops. En este tipo de marcación un autor puede has-
por qué no Electra en Belleville, en 19217 18 ta hacer más de la cuenta -como, por ejemplo, Graham Greene en
Además, los autores, naturalmente, pueden marcar las referencias su novela Monsignor Quixote, cuyo héroe, un clérigo de nuestros tiem-
intertextuales de sus obras también en declaraciones que no son pu- pos, casualmente lleva el nombre del héroe de Cervantes y casualmen-
blicadas en relación con esas obras -como, por ejemplo, Joyce en sus te vive en El Toboso y por eso hace constantemente paralelos entre
cartas a Frank Budgen, William Golding en sus entrevistas con Jack su vida y la de su antepasado de ficción, y hasta llega tan lejos como
1. Biles, o Raymond Federman, quien en la novela Take it or Leave Jt para llamar Sancho a su amigo y Rocinante a su desvencijado auto.
remite a la estructura intertextual de algunos de sus textos anteriores. 19 También estamos ante una forma particularmente manifiesta de la
marcación dentro del sistema comunicacional interno cuando el autor in-
4. La marcación en el sistema comunicacional interno troduce como un objeto fisico el texto con el que él pone su propio texto
en una relación afirmativa o crítica. Así, el Robinson femenino en la no-
En todos estos casos la marcación tiene lugar en paratextos que se
vela Suzanne et le Pacifique de Giraudoux halla en una isla desierta del
dirigen exclusivamente al receptor a través del sistema comunicacional Pacífico un gastado ejemplar de Robinson Crusoe de Defoe. Suzanne
16 Nachschrift, p. 88. Postille, p. 43: «[...] mascheravo citazione di autori poste- lee esa novela y decide vivir en la isla de una manera totalmente dis-
riori (come Wittgenstein) facendole passare per citazione dell'epoca». tinta que Robinson, al cual ella considera un latoso y pedante. De ma-
17 The British Museum is Falling Down, Hadmondsworth, 1983 [la, 1965], p. nera análoga, Edgar Wibeau, el héroe de Die neuen Leiden des jungen
168. W de Ulrich Plenzdorf, halla en un pequeño jardín de las afueras una
18 Esta indicación se la agradezco a G. Genette, Palimpsestes, París, 1982, p. edición del Werther de Goethe de la editorial Reclam en la letrina de
352. Además, Lépidis también emplea un motto procedente de la E/ectra de una caseta. Puesto que la cubierta y las primeras páginas ya habían sido
Sófocles. empleadas con fines ajenos a la lectura por un usuario anterior del re-
19 ef., por ejemplo, J. 1. Hiles, Talk: Conversations with William Golding, Nueva trete, él, naturalmente, tiene -y, por eso, también el lector, a menos que
York, 1970, p. 76 Y 81 Y ss.; además, R. Federman, Take It or Leave It, Nueva
York, 1976 -el texto no tiene paginación. haya entendido ya la referencia intertextual del título-- dificultades algo
96 Ulrich Broich Formas de marcación de la intertextualidad 97

mayores para identificar ese texto de referencia que la Suzanne de reconoce para su sorpresa en el que 10 saluda a «Wilhelm Meister».21
Giraudoux. y en la novela JI barone rampante de Halo Calvino el protagonista ve
De una manera un poco menos fuerte está marcada la remisión desde su árbol no sólo a Napoleón, sino también al príncipe Andrei de
intertextual en el drama Comedians de Trevor Griffith. Aquí el come- La guerra y la paz de Tolstoi. Theodore Ziolkowski ha reunido en una
diante Price saca de un bolsillo un pedazo de papel y le dice a su maes- disertación una serie de tales «figuras fiadas», que no en último tér-
tro Waters: mino sirven a la marcación de las referencias intertextuales. 22
1 found this in another book. 1 brought it to showyou. Sorne
say the world will end in fire. Sorne say in ice. From what I've 5. La marcación en el sistema comunicacional externo
tasted of desire 1 hold with those who favour fire, but if 1 had
to perish twice, 1 think 1 know enough of hate to say that for La marcación de referencias intertextuales se produce con más fre-
destruction ice is also great and would suffice. cuencia en el texto propiamente dicho que en paratextos, y, con más
(He folds the paper, puts it back in his pocket [...])20 frecuencia que en el sistema comunicacional inmanente a la obra, ocu-
rre manifiestamente de una manera de la que el lector tiene conoci-
También en este caso el personaje de ficción es consciente del he-
miento, pero no los personajes del texto. A menudo en esos casos la
cho de que está tratando con otro texto, y también en este caso ese
marcación será menos fuerte o evidente, pero no ocurre así necesaria-
pre-texto está presente como objeto físico. Pero, como Price no tiene
mente.
las obras completas de Robert Frost en la mano, sino sólo un peda-
Como primera de las numerosas posibilidades para una marcación
zo de papel y, además, no menciona el nombre del autor (tal vez ni
que se producen exclusivamente en el sistema comunicacional exter-
siquiera él mismo 10 conoce), sólo el conocedor de Robert Frost iden-
no, se debe mencionar la elección de nombres. A continuación ofre-
tificará el texto de referencia. Sin embargo, por 10 menos la referen-
cemos dos ejemplos cuya marcación es tan vistosa que difícilmente un
cia de ese pasaje a un texto lírico ajeno está suficientemente marca-
lector pueda pasarla por alto. En la novela Il nome della rosa de Eco
da también para otros receptores, gracias a que Price lee en una hoja
que se desarrolla en la Edad Media, en verdad se marcan numerosas
las líneas arriba citadas -y a que esas líneas riman, por 10 cual en
referencias intertextuales -como, por ejemplo, las que se hacen a la
la superficie del texto se produce una ruptura reconocible por todo
Poética de Aristóteles y al Apocalipsis- en el sistema comunicacional
oyente.
inmanente a la obra, pero, comprensiblemente, no la referencia a las
Por último, estamos ante una forma particularmente extrema de
historias policíacas de Conan Doyle: aquí se produce la marcación, ha-
marcación de una referencia intertextual en el sistema comunicacional
ciendo caso omiso de las evidentes analogías entre la acción policía-
inmanente a la obra cuando un autor hace presentarse en persona en
ca de la novela de Eco y una típica plot de Conan Doyle, sólo mediante
su texto a figuras de otros textos literarios. Así, en Joseph Andrews de
la elección del nombre del detective monacal y su acompañante:
Fielding la Pamela de Richardson, que al principio del libro actúa sólo
como destinataria de cartas de su hermano José inventado por Fielding,
21 Facsímil de la edición de 1808, en Der Doppelroman der Berliner Romantik,
hacia el final se presenta personalmente -y, por añadidura, también ed. por H. Rogge, dos tomos, Leipzig, 1926, 1, 168 Y ss. Son autores de esa
su marido y sus padres, igualmente conocidos de la novela de Richard- novela K. A. Varnhagen, W. Neumann, A. F. Bernhardi y F. de la Motte-
son. En la novela Die Versuche und Hindernisse Karls, de la litera- Fouqué.
tura romántica alemana, el héroe cuyo nombre figura en el título del 22 «Figuren auf Pump. Zur Fiktionalitat des sprachlichen Kunstwerks», en Akten
libro da con un carruaje, es saludado por un pasajero y repentinamente des VI. Internationalen Germanistenkongresses Base11980, Berna, 1981, pp.
166-176. Cf., además, una versión cómica de este procedimiento en: Woody
Allen, «The Kugelmass Episode», en The Penguin Book 01 Modern Humour,
20 Comedians, Londres, 1976, p. 67. ed. por A. Coren, Hardmondsworth, 1983 [la, 1982], pp. 15-27.
98 Ulrich Broich Formas de marcación de la intertextualidad 99

¡Baskerville y Adso! También en Die neuen Leiden des jungen W. de Un autor puede, además, primero marcar ciertas referencias in-
Plenzdorf los nombres encierran tales alusiones. El nombre Wibeau tertextuales en el sistema comunicacional inmanente a la obra y,
recuerda por su letra inicial a Werther, mientras que el nombre de su cuando la conciencia de la intertextualidad que posee el lector está
amada, Charlie, representa una forma corta de Charlotte y de esa ma- aguzada, renunciar a una marcación en ese plano. Sirva como ejem-
nera alude a la Lotta de Werther. plo de ello la escena de amor entre Tristan Tzara y Gw~ndolen en
Además, las referencias intertextuales pueden, por ejemplo, ser Travesties de Stoppard, que se caracteriza por sus referencIas al texto
marcadas únicamente mediante el empleo de comillas, otros tipos de de Shakespeare. En esa escena Gwendolen cita ante todo el soneto
letra u otro ojo de letra. Antes de que T. S. Eliot en una edición pos- 18 de Shakespeare, que es identificado expresamente como tal por
terior identificara expressis verbis en notes las referencias intertextua- Tzara.26 Poco antes Tzara ha cortado en trozos el texto de ese sone-
les de The Waste Land, una serie de pasajes tomados de otros textos to y acto seguido ha montado los pedacitos en un poema nuevo, da-
fue marcada solamente mediante cursivas -y, además, mediante la daísta. El mismo procedimiento lo escoge ahora Stoppard al confor-
lengua extranjera. Así, Eliot cita al final del poema, en tres líneas su- mar el diálogo que Tzara y Gwendolen sostienen entre la lectura del
cesivas, a Dante en italiano, el Pervigilium Veneris en latín y a Gérard soneto original de Shakespeare y la lectura de su versión dadaísta:
de Nerval en francés y, además, pone en cursiva esas citas: GWEN: Truly I wish the gods had made thee poetical.
Poi s 'aseose nel foeo ehe gli affina TZARA: I do not know what poetical is. ls it honest in word and
Quando fiam uti ehelidon - O swallow swallow deed? ls it a true thing?
Le Prinee d'Aquitaine a la tour abolie {.oo} 23 GWEN Sure he that made us with such large discourse, looking
Un ejemplo parecido son las citas del Werther de Goethe en Die neuen before and afier, gave us not that capability, and god-like
Leiden des jungen w.: Ahí las citas de Werther son ante todo marca- reason to fust in us unused.
das sólo gracias a que, en contraste con el texto restante, sólo se em- TZARA: I was not bom under a rhyming planet. Those fellows of
plean minúsculas y se colocan trazos oblicuos en el lugar de los pun- infinite tongue that can rhyrne themselves into ladies'fa-
tos y comas (lo que se fundamenta en el texto con que el protagonista vours, they do reason themselves out again. And that would
dice esas citas a una cinta magnetofónica y le envía entonces las cin- set my teeth nothing on edge - nothing so much as minc-
tas a sus amigos para conmocionarlos). ing poetry.
A esto se añade que el héroe y narrador de Plenzdorf habla un slang GWEN: [.oo] Thy honesty and love doth mince this matter - Put
que en la investigación ha sido designado repetidamente como «prosa your bonnet for his right use, 'tis for the head! [oo.] I had
de jeans», y al principio se burla del estilo de las citas del Werther una rather than forty shilling rny book of songs and sonnets
y otra vez como «presuntuoso» e «imposible».24 Así pues, también un here.
contraste de estilo puede ser empleado como señal de intertextualidad [oo.]
(y, además, marcar la «polifonía» de un texto en el sentido bajtiniano). TZARA: [oo.] But since he died, and poet better prove, his for his style
Fielding se contenta en todos los casos con una marcación así en los you'll read, mine for my -loveY
moek-heroie passages de su novela, , «conmutando» cada vez de ma- Este diálogo es un collage de citas de Shakespeare; por ejemplo, de
nera francamente audible al plano estilístico más alto, al pasar del es- Hamlet IV, 4, 36; Mueh Ado About Nothing V, 2,40; Hamlet V, 2, 94;
trato estilístico del narrador al sublime style del epos.25 The Merry Wives of Windsor l, 1, 205, Y el soneto 32. En contraste
con el soneto 18, estas citas no son identificadas en el sistema comu-
23 Collected Poems 1909-1935, Londres, 1958 (hay ediciones posteriores), p. 77.
24 Suhrkamp Taschenbuch, 300, sin indicación de lugar, 1980, pp. 9 Y 19. 26 Travesties, Londres, 1975, p. 53.
25 er. el capítulo VI, 2. [N. del T.: Véase nota 5.] 27 P. 54.
100 Ulrich Broich
Formas de marcación de la intertextualidad 101

nicacional inmanente a la obra P .


mucho tiempo ha reconocido e'n ero, gra~IaS a que el espectador ha lI1plices del «roasting squire» o cuando el hijo de Parson Adams cae
. ese pasaje que St d Ce agua. En todos esos casos el pattern tomado de la parábol~ del buen
ma J?ega constantemente con citas de los clási oppar en este dra_
medIante la remisión explícita 1 cos, y a que, despue' aritano varía mucho más en lo que respecta al contemdo y a la
d h' .. . a soneto 18 la at ., s, rma. Sin embargo, el lector puede darse cuenta de que también esas
or .a sIdo dmglda especialmente a Sh ' enClOn del especta.
nunClar a una identificación o marc " a~espeare, Stoppard pudo re. escenas se relacionan con la parábola bíblica -y el amor al prójimo
peare, tanto más cuanto que tambiéaCIOn, e las otras cItas de Shakes_ representa el tema principal y la virtud suprema en Jos~ph Andrews-
las citas y e~ modo de hablar habitua~;eq~ el contraste de estilos entre cuando las relaciona unas con otras y las lee en partIcular sobre el
una marcaCIón. wendolen y Tzara representa fondo de la escena del Libro Primero, donde domina inequívocamente
También en aquellas citas l' el paralelo con la parábola del buen samaritano.
Schmidt que, más arriba, fuero:c:l~~~~~es ~~ l~~ novelas de Arno
cadas, se da, por lo menos ara el cír as mlCla mente de no mar- 6. La acción conjunta de varias formas de marcación
novelas de Schmidt se dirI·Pg .culo de conocedores a los qUe las y la dinamización de la marcación
" en en pnmer térm' 1 '
marcacIOn, a saber, medI'ante e1 contexto Al mo, .t a go aSI como una

I
l'
j:
Y otra vez, de manera abierta f¡

te, el cual induce al lector b


·
.

a uscar tambié .t
abIertas o hasta no marcadas E t d
CI ar en sus novelas una
fuentes, Amo Schmidt crea y recuente, otros textos indicando las
un contexto de . t rt .
m e extualIdad permanen-
.
n CI as y alUSIOnes menos
Hasta aquí hemos descrito separadamente los diferentes lugares en los
que puede producirse una marcación de referencias intertextuales, así
como algunas formas de marcación. En el texto aislado, sin embargo,
a menudo una referencia intertextual es marcada simultáneamente en di-
. ,
marcacIOn, como en el . . . n o o caso , p r o c ed"Imlento de
en este ferentes planos y mediante diferentes procedimientos. Esto ocurre en
sIgUIente se trata 'b'
cua~do se toman como base los ' . . mas len .de casos límites, particular cuando el autor quiere asegurar que el lector reconozca de
prelIminar. cntenos de la tentatIva de definición todos modos una referencia intertextual. Así, Plenzdorf no se contenta
Como último ejemplo para una ., con marcar la referencia de su novela al Werther de Goethe mediante
mediante el contexto sirvan las ana~ar~acIOn de la intertextualidad el título de la misma, sino que emplea, además, un gran número de otras
Andrews y la Biblia 28 En e l ' l' ogIas entre escenas de Josenh formas de marcación -desde la mención del título de la novela de
. pnmer Ibro de t 1 r
Goethe, pasando por citas marcadas del Werther y un sumario en «pro-
nombre figura en el título es d l" d es a nove a, el héroe cuyo
y se dirige a los ocupantes de esvad~Jl~ o P?r salteadores de caminos sa de jeans», hasta las semejanzas de los nombres de los personajes.
V' " una 1 Igencla con 1 También Fielding marcó de múltiples maneras las referencias de su
anos VIajeros niegan ayuda po d'f¡ e ruego de auxilio.
pobre de. los ocupantes, un postilló: l~ :rentes razones, y sól? el más Joseph Andrews a Pamela de Richardson, pero, probablemente, no tanto
mada eVIdentemente en analo' '1 yuda. Esta escena esta confor- porque él temiera que, de 10 contrario, su lector no reconociera las re-
t .c " gIa con a parábola d 1b . ferencias a Pamela, sino porque su intención crítico-paródica no hubiera
es a relerenCla mtertextual' e uen samantano'
. , es cIerto no es m d ' llegado a ser suficientemente clara y por eso no se lograría el efecto que
cIta, pero es puesta de relieve c '1 arca a de manera explí-
la repetición de determI'nad lomo c aramente reconocible mediante él se proponía. 29 En contraste con eso, renunció, como ya se expuso, a
os e ementos de
de la parábola bíblica de todos t' una marcación explícita de la referencia de escenas aisladas a la pará-
c 'd con emdo y estructurales
de 1a novela retoman au'n ' onOCI a Desp , 1 bola del buen samaritano. Una razón para ello es, seguramente, que,
. ues, en e curso ulterior
11 ' vanas escenas en 1 para él, en este caso no se trata de parodia y crítica; otra, que él po-
a en apuros, varios hombres l ' as que un hombre se ha-
e megan su ayuda '1 1"
ayu da -por ejemplo cuando F y so o e ultImo lo
, anny parece ser secuestrada por los 29 Probablemente, determinadas formas de la intertextualidad --como, por ejem-
28 Cf. el capítulo VI, 2 [N. del T.: Cf. nota 5.J plo, la parodia, el travesti o el motta-- siempre están marcadas con más fuerza
que otras -como, por ejemplo, la alusión.
102 Ulrich Broich Formas de marcación de la intertextualidad 103

día ~resuponer el conocimiento de 1 " ro la claridad de la marcación de la intertextualidad de un tex-


medIda, para su tiempo b' a Blbha en sus lectores y
tual~, partir de un muy b:;o ~~a;::7d: ~::~:cia de la si~i: "'"
de desviarse en una u otra dirección también en el curso de la
'a de su surgimiento.y publicación. Un movimiento en dirección
a mayona de las veces, de todos m '. '. marcación más clara ya lo hemos consignado en The Waste Land
marcar de manera reconocibl O?oS~ los autores qUe .
em~lean Posibilidea~~sr~~e~=nclas lD~~rtextuales ~~l:
. S, Eliot, donde en la primera versión impresa numerosas remi-
tos, varias de es intertextuales fueron marcadas sólo de manera indirecta, mien-
~arcaclOn de la intertextu rd d marcaClOn, Pero, adem'
refe;e~c~atau:~e t~ner comp:~n:
que en una versión posterior, a petición de su editor, Eliot identi-
dmámico, es decir, las también un explícitamente Y documentó en notes esas remisiones,31 (Con
el curso de un texto de claridad . mIsmo pre-texto pueden ser
caso la remisión a u~ pretexto se c~eclente o d~creciente. En más d~ en
yor razón los editores de ediciones críticas en épocas posteriores.
en explicitar a menudo referencias intertextuales, mientras que para
manera relativamente más 'fi p oduce la pnmera vez todavía de una un lectores contemporáneos de la obra éstas no necesitaban ninguna
am
cuando el autor puede est: lesta, para después, en el curso UIteri r
r ntificación.) Auden, por el contrario, en su New Year Letter va por
referencia intertextual ser m segduro de que el lector ha descubiertool , camino inverso: mientras que la primera versión contenía amplias
A'l ,arcaaeunam d a
SI, a claridad de las referencias a O .d' anera cada vez menos clara tes en las que, entre otras cosas, se identificaban los pre-textos, las
to en los cuatro cuentos cortos de Jo~ 10 decrece de cuento en cuen~ rimió más tarde en sus Collected Poems, De manera análoga pro-
tulo Metamorphoses. En cambio en 1 Ch~e:~r publicados bajo el tí- ió Joyce en su Ulysses: en una anterior versión todavía todos los
Coral ¡sland de Ba11antyne en L 'd a reml~lOn a la robinsonada The tulos de los capítulos de su novela remiten a determinados cantos de
al revés. El capítulo inicial d 1or 01 the Flzes de William Golding es Odisea; más tarde, por el contrario, suprimió esos títulos y conser-
de 1a ro b'msonada primero sólo e ad novela de Gold'mg recuerda el género '
ó únicamente el título de la novela como marcación explícita de la
la novela de Ba11antyne en part' el ma~era general, y remite, además a
lCU ar solo media t ' referencia entre su novela y la Odisea.
--como, por ejemplo, gracias a que e G Id' n e unos pocos detalles
de los tres jóvenes de mayor edad se lIno mg como en Ba11atyne dos . 7. Marcación y desarrollo históricoliterario
y fauna de ambas islas muestran s a~an Jack y Ralph y a que la flora
ce en los jóvenes de Gold' e~eJanzas. Pero, después, se produ- Ésta es la cuestión de si también en el curso del desarrollo histó-
d 1 mg una pnmero t d ' . . ricoliterario hay tendencias semejantes, es decir, si épocas que tendían
e pre-texto: «Here at last wa th' . o aVla vaga remmlscencia
place leaping into real litl . s e lmagmed but never fu11y realized a una marcación más explícita fueron relevadas por otras que marca-
, e», y, poco después 1 ' , ban sus referencias intertextuales más bien de una manera velada, y
expreSS1S verbis su isla con la d I ' os Jovenes comparan
«It's l'k ' e a novela de Ba11antyne: viceversa. También la cuestión de si determinadas épocas prefieren
1 e m a book.»
determinadas formas de marcación sería un remunerador objeto de
At once there was a clamour
«Coral Island _» 30 ' [oo,] investigación.
!'A mas
' tardar en estos pasajes tendrá lu ', 31 Algunas de estas notes son, por lo demás, una prueba de que existen también
mtertextual del lector gar tamblen la vivencia-aj'á* marcaciones de la intertextualidad que inducen a error. En todo caso, hoy día
menos atento! probablemente ya no se puede decidir con seguridad si Eliot indujo en error
al lector de manera consciente o inconsciente. En cambio, estamos ante una
Lord oif the Flies, Londres 1958 (h
30
al respecto también U. B;oich «;re d"
~ lCl~nes p~steriores), pp. 16 Y38. ef, inducción consciente en error, por ejemplo, en L 'Emploi du temps de Michel
Butor, donde mediante numerosas remisiones intertextuales a la novela poli-
* Gattungen des modernen engli;chen Ro~:tI-Roblllsonade'», en: U. Broich,
cial clásica se suscita en el lector (como, por lo demás, también en el prota-
~' del T.: En el original alemán' Ah E 1 ns,. pp, 57-93, aquí: p, 74. gonista) la impresión de que se trata de un caso criminal clásico que podría
SIgna el darse cuenta súbitamen¡ d a- r ebms: ténnino psicológico que de-
e e un nexo de sentido. ser resuelto con los medios tradicionales de la novela policial.
104 Ulrich Broich
., de la intertextualidad 105
Formas de marcaClOn

En el presente estado de conocimientos esas interrogantes no Se


pueden responder ni siquiera de manera preliminar. En todo caso, Se de relieve programáticamente el
'a ya contada»,35 sino que ponen stituyente decisivo. Sólo
deberá partir de que en todas las épocas históricoliterarias existieron ton 1d s textos como con d
al mismo tiempo, unas al lado de otras, diversas formas de marca~
'carácter intertextua e su d' ., n con esto 10 que Raymond Fe er-
aparentemente está en co~t~a ~~c~~s postmodernistas, -seguramente
ción y que esa diversidad dependía, no en último término, del estra_ desde el punto de VIS a .
to de receptores al que el autor se dirigía en primer término. Así pues, ,roan, , dice sobre su obra.
DO sin cierta coquetena- . fu tes porque esas fuentes ahora
en todas las épocas han existido autores que escriben para un peque_
ño público de conocedores y que por eso marcan las referencias inter~ d'd
n:
Por lo tanto, no revelaré 1s . en , y además porque no hay
mi propIo dlscurso, , '36
textuales de sus textos más bien de una manera velada -desde los están per 1 as en el ensamiento y la escritura.
sonetistas del Renacimiento italian0 32 hasta, por ejemplo, Arno fuentes sagradas para p l'd d d 1texto propio también se
Schmidt-; y asimismo se hallan en todas las épocas escritores qUe
.
La confesión abIerta de la intertextua
.. .1 alés eEn contraste, la 1"mca de1
. en el clasIcIsmo mg . 1 . 1 XIX
tienden a una marcación más clara y explícita -desde el Cervantes halla con frecu.encI,a ovela del realismo inglés en e Slg O. '
de Don QUijote hasta el Greene de Monsignor Quixote. romanticismo mgles y la n 37 tienden a una «intertextuahdad
Sin embargo, dentro de los últimos siglos se perfila una tenden- como demuestra Laurence Lerne;- .a de un texto a otro texto y a
cia fundamental. Épocas anteriores preferían siempre una marcación negada», a ~na negación. ~e l~i~:d~~~ncI . .
más clara e inequívoca. Esto vale incluso para la literatura clasicista la acentuaclOn de ~u «ongma, bien hipótesis que conoclm.lent?S ,s~-
de principios del siglo XVIII, que se dirigió siempre al lector erudito: Sin embargo, estas son mas ntación del camblO hlston-
' scribir una prese ,
no sin razón Irvin Ehrenpreis ha hablado, aunque en otro contexto, de guros. Todavía esta por e ., d la intertextualidad -aSI como una
las formas de la marcaClOn e
la tendencia de la literatura del clasicismo inglés a la «explicitness».J3 co en . t lidad
hl'storia de la propia mtertex ua . ,
La literatura modernista y la postmodernista prefieren, por el contra-
rio, una marcación más velada y menos inequívoca o explícita -como Traducción del aleman
ellas en general dejan en sus textos más «lugares vacíos» y de ese
modo le abren a la actividad del lector -y con ello también a la sub-
jetividad de éste- un espacio de libertad mucho mayor. 34
Pero, aunque esos textos en general marcan sus referencias inter-
textuales de manera menos abierta y en parte no las marcan del todo,
se podrá decir que sus autores, en su mayoría, no sólo declaran abier-
tamente su adhesión de principio a los «ecos de la intertextualidad»
(<<echi dell 'intertestualit¿h», a la convicción de que todos los «libros
[...] siempre [hablan] de otros libros y toda historia [cuenta] una his-
32 Cf., por ejemplo, A. Noyer-Weidner, «2u Tasos 'binnenpoetischer' Auseinan-
dersetzung mit Bembo - (samt abschliessenden Hinweis auf das Desideratum
einer kritischen Ausgabe von Bembos Rime)>>, en ltafien und die Romania in ' 28' Postille, p.15: «i hbn , . parlano sempre di altri libri e
35 Eco, Nachschrift, p., ' i a raccontata». .,
ogni storia racconta ~na, stona g nfinished paper... ]», New Literary Hlstory,
Humanismus aund Renaissance, ed. K. W. Hempfer y E. Straub, Wiesbaden,
1983, pp. 177-196.
36 «Imagination as Plaglansm [a:t 566, . '
Il'bro original el autor remIte a I~ UnI-
33 «Exp1icitness in Augustan Literature», en: 1. Ehrenpreis, Literary Meaning q
and Augustan Values, Charlottesville, 1974, pp. 1-48. 7 1975-1976, pp. 563-578, a '
' el capítulo VI, 3. [N . de I T'.. E'tn 'da
37 Cf e Ipor el estudio «RomantI, 'k Reahsmus
34 Cf. W, Iser, Der Akt des Lesens, UTB, Munich, 1976, esp. pp. 315-327, . de ese capl
. 'tul o que está constI U1 278 _296 ,]
dad ret
und negierte Intertextua la», de Laurence Lemer, p.
Dialogicidad y lenguaje poético 107

una traducción [Übersetzung], Bajtín opuso la palabra dialógica, origi-


Dialogicidad nada por el contacto con la «ajena», que perturba el binarismo sígnico, al
desmentir el respectivo carácter concluible del proceso sígnico, el carác-
y lenguaje poético * ter definitivo de la relación comprobada entre significante y significado,
mediante el carácter no concluible de un proceso sígnico dialógico.
El concepto bajtiniano de dialogicidad tiene dos antípodas: 1) el
lenguaje oficial de un canon unificado y con jerarquías semánticas es-
tablecidas, que es sostenido a partir de una única pretensión de valor y
verdad; y 2) el lenguaje poético (en el sentido del lenguaje de la lírica,
Renate Lachmann 0, mejor dicho, de aquel lenguaje que en la estructura de la jerarquía de
lenguajes de una cultura ocupa el lugar del lenguaje poético). El len-
guaje poético en este sentido, orientado al código de normas de una
cultura oficial, regulado por mecanismos estéticos y estilísticos (tam-
bién cuando los neutraliza), es monológico o tiende a la monologici-
dad. El texto lírico es monológico.
1 Es en el lenguaje de la prosa en el que Bajtín ve realizada la estéti-
ca de la dialogicidad. Especialmente el género prosístico de la novela
En s~ tip~logía de la pal~bra prosística, 1 Bajtín introdujo, alIado de la deviene la hipóstasis de la dialogicidad de un juego de lenguaje libera-
pa la ra dIre~~a, denotatIva, descriptiva, que puede ser considerada do del monolingüismo, de la monovalencia, del espacio de dominación
;~~:;~p~:~;ontdel e~ta~lecimiento ~e un sentido autoral concluso por de la «verdad una», en la frontera de dos conciencias, dos posiciones
an e, y e a palabra obJetual, la palabra de la ersona r de sentido, dos acentos de valor.
pr~sentad~, un tercer ~ipo: la palabra con orientación hacia :na palab:~ La palabra dialógica, que se constituye como dialógica en el cruce
«~Jena», . ~ palabra blvocal. A partir de esta relación palabra/ alabra con una verdad ajena, es bivocal: en la bivocalidad se encuentran el yo
¿ena ~aJtm desarrolla. s~ c~ncepto de la dialogicidad, para la ~ual él y el otro (significante en la imagen del doble), el yo y el otro fundan
eman a una nueva dlsclphna: la metalingüística. La alabra a'ena bivocalmente el diálogo. El texto como diálogo potencialmente no
~~~I:ed:cr~7~r*ae:re~~» ~n formas como~a estilización,Pla parodfa, el concluible aparece, por lo tanto, como interacción de determinadas po-
, po emlca, etc., no adqUlere ella misma presencia al- siciones de sentido sin referencia explícita a un sujeto hablante indivi-
guna, e~ ~na palabra sobreentendida, implícita. dualizable, aunque esta referencia no es extnguida totalmente.
2

f QUlslera, ante. todo, explicar eso: a la palabra univocante identi- En las novelas de Dostoievski -que Bajtín quiere ver dentro de
l~an~e, que. fu.nclOna sobre la base de un proceso sí nico 'binario una tradición, que se remonta a la Antigüedad, de un género que ha
(slgnifiant/slgnifié),
b' , es decir' a la palabra monol"oglca que
g no es tam- asimilado tanto principios estructurales del diálogo polémico de la
len «respuesta», a un establecimiento [Setzung] que no es también sátira menipea como formas del carnaval que han penetrado en la lite-
* «Dialogizitat und poetische Sprache» e n D' 1 .. ..
ratura prosística-, él investiga la dialogicidad como principio de
mann, Munich Wilhelm Fink V 1 '1g 82 la oglZltat, ed. por Renate Lach- construcción que no admite una «palabra definitiva, concluyente, deter-
1 ' er ag, , pp. 51-62.
Probleme der Poetik Dostoevskijs Munich 1971 pp 222 ef. la interpretación crítica, que pone acentos propios, de J. Lehmann, «Am-
** N . del T. En alemán: Rollensprechen'
"
di
,. y ss
.
2
bivalenz und Dialogizitat - Zur Theorie der Rede bei Michail Bachtim>, en
un personaje típico, con una manera ~oc~~~~ohq~~ representa el monólogo de
sentar. a ar y pensar, de ver y repre- Urszenen, ed. por F. A. Kittler y H. Turk, Frankfurt am Main, 1977, pp. 355-
380, aquí: p. 369.
108 Renate Lachmann
Dialogicidad y lenguaje poético 109

minante de una vez por todas».3 «La palabra fija, muerta, conclusa
dialógico refleja esa interacción entre a~tor y oye~te, los que no ~on
respond1'da, que ya h '
a dIcho , no
lo últimO»,4 no existe en el mundo de len-
guaje de Dostoievski. delineados, en ningún caso, como magmtudes .exte:r:~res al texto, s~no
como instancias constitutivas del texto (autor. ImphcIt?, - oyente ..m-
El diálogo en Dostoievski no es ya un medio, sino un fin último
lícito). La estructura hablante/oyente, como mterseCClOn de expenen-
no un umbral hacia la acción, sino acción misma; la infinitud potenciai pcias sociales y textuales y punto de interseCClOn
., de d'ISCurSOS ext ernos e
del diálogo suspende también al sujeto. Y en una formulación aún más
internos, marca el texto. . ,
aguda: «Todo es medio, sólo el diálogo es fin. Una voz individual no
Los discursos presentes y ausentes son conducIdos aSI en el texto
termina nada y no decide nada. Dos voces son el mínimo de la vida.»5
dialógico a constituir la ambivalencia, una am~~valencia que res~l~a
El punto de partida de Bajtín es la estructura conversacional del
del carácter procesual de la inconcluible formaclO~, de la co~pre~slOn
mundo, en la que la palabra se imprime como respuesta y para todo ha-
y crea una insuprimible diferenci~ para. la reducclOn .a .la unIvocIdad.
blar es válido lo siguiente: «La comprensión que responde es un factor
Ambivalencia que se sustrae a la ngurosIdad y normatIvIdad de la pun-
esencial que participa en la formación de la palabra, y es, al mismo
tiempo, una comprensión activa que es experimentada como una resis- tuación oficial. . .
No es por casualidad que los conceptos de «enuncIadQ}}~ «bIV~­
tencia enriquecedora o como apoyo enriquecedor a la palabra». 6
calidad}} (que se ve aumentada en el concepto de la «plunvocah-
En su contribución «Bakhtine et l'alterit6}, T. Todorov ha tratado
dad}}, de la «polifonía}}, en el espacio de la nov~la e~ que se c~zan
de fundar la dialogicidad bajtiniana en el concepto de la subjetividad
muchas voces), y, además, «réplica}} en un sentIdo dIrecto, «dI~CU~­
como alteridad, del autor como el «otro», y ha reducido eso a la fórmu-
so interiom/«discurso exteriof}}, autor o hablante/oyente, constItutI-
la paronomástica: «etre/autre}} [«ser/otrO»V El discurso del otro no es
vos de la concepción de Bajtín/Volóshinov, perfila~ el terreno de la
el del inconsciente (en el sentido de Lacan), sino que significa el «cam-
voz, no el de la escritura, écriture. Esto se puede mt.erpretar de la
po social de todos los hablantes}}, de todos los «sujetos}} participantes
manera siguiente: en la voz como réplica al otro s~ art~cul~ ~l yo del
~n la comunidad sígnica. 8 Una comunidad sígnica en la que el lengua-
hablante, surge el espacio libre contra la escntunzaClOn [Ve~­
Je no está en circulación ni como el sistema abstracto de formas lin-
schriftung). Contra las letras arremete la bivocalida~; .con~r~ la «h-
güísticas, en el sentido de la langue saussureana, ni como enuncia-
teratura}}, la forma del «skaz}}, que realiza una estIhzaclOn de la
ción monológica aislada, en el sentido de la parole, sino como el
oralidad. La novela, como lugar de una praxis sígnica carnavalesca,
acontecimiento social de la interacción lingüística, que se realiza me-
diante enunciación y contraenunciación. infringe, en su polivalencia genérica, el canon de la literatura, en. la
medida en que hace «sonam las voces de otros textos, rompe la Je-
Este acontecimiento es concebible como proceso de compren-
rarquía establecida del lenguaje literario media~te el ~aos de l~s
sión que se efectúa como respuestas con signos a signos. 9 El texto
discursos vivientes. El descubrir las voces como bIvocahdad y poh-
3 Probleme der Poetik Dostoevskijs, p. 284. fonía la vocalización [Verstimmlichung) del texto leído como ac-
4 Ibídem. ción ~ontra una lectura fijadora, el oír en vez del leer, encierran una
5 Ibídem, p. 285. oposición, que parece invertir aquella de la que se deriva el concep-
6 ..
Die Asthetik des Wortes, ed. R. Grubel, Frankfurt, 1979, p. 173. Bajtín habla
en otra parte del mismo problema de la «hermenéutica de la .cotidianidad», formulada de una manera aún más precisa en el siguiente pasaje (p. 1.24): «V~­
ibídem, p. 226. remos más tarde que precisamente semejante comprensión en el sentIdo prop~o
7 En Poétique, núm. 40 (1979), pp. 502-523. Aquí: p. 504. de la palabra, la comprensión del devenir, sirve de base a la respuesta, es deCIr,
8 1. Lehmann, «Ambivalenz», p. 370. a la interacción verbal. Entre la comprensión y la respuesta no se pued~ trazar
en modo alguno una frontera clara. Toda comprensión responde, es deCIr, tras-
9 Marxismus und Sprachphilosophie, ed. S. M. Weber, trad. de R. Horle- lada lo que se ha de comprender a un nuevo contexto, al posible contexto de la
mann, Frankfurt, 1985, p. 57. La vinculación de comprensión y respuesta es respuesta.»
110 Renate Lachmann Dialogicidad y lenguaje poético 111

to de écriture de Derrida'. lO la v oz escntunzada


" que 1 . túa al enunciado en el continuum discursivo del espacio sobre el que ya
hace hallable su rastro de ambival' .' en a escntura se ha hablado. Pero el enunciado no se realiza sólo mediante estrate-
la ley, y la écriture, que en la cifr:~~al~ ~:;~clOna co~tra las letras de
gias de selección y combinación, sus dimensiones no son las clases de
logocentri~mo, contra la voz de la ley. tura mamfiesta contra el
equivalencia del sistema y la linealidad de la oración concreta, sino un
A la hIpóstasis de la letra opuso Ba'tín 1 " . proceder sumativo de las referencias a otros enunciados.
voz «representada» el discurso es 'tu' J d a hIpostasIs de la voz, la
, . , cn nza o que e d "
o mas exactamente: desgramatizad l' .s .es-escntunzado,
de la voz Partiendo de la o, por e reconOCImIento de la huella
. voz como voz amb' 1 11
ble, su idea conduce a una diafonol' lva ente y como voz do-
ogla
Así entendido, se puede hablar , no a una ~~matología.
cuya tensión de ambivalencia se de de.l texto «v~cahco» de la novela,
La rigurosidad con que Bajtín ayuda a que sus conceptos de dialo-
entre fijación escrita que p d sphega en la msuperable diferencia gicidad y ambivalencia consigan validez exclusivamente para el domi-
una, y la polifonía 'que arece ar garantías autorales para la verdad nio del lenguaje prosístico, se debe a la bipolaridad de su idea del len-
autoral. Es una ambivale~~i~r~~:ntaflc~m~ la fuerza ce~trífuga anti-
guaje. El hallazgo de lo dialógico no tiene ninguna importancia para el
lenguaje poético en sentido estricto; a éste último se lo asocia con el
~ominación oficial/espacio no ofici:~ l~t:e ~ de la ~om.~mdad sígnica: principio monológico. «El lenguaje del género poético es el mundo
hsmo el que, por encima de las tendenc' .e dom~naclOn. Es el voca-
tolemaico unitario y único, fuera del cual no hay nada y no hace falta
le abre las fronteras genéricas a 1 las J~rarqUlzantes, centrípetas,
pluralidad de lenguajes. a espontaneIdad de la polifonía, de la que haya nada. La idea de la pluralidad de mundos de lenguaje (oo.) está
cerrada para el estilo poético». 11 Bajtín parte de que el lenguaje poéti-
La novela, que siempre se co como lenguaje especial reprime la dialogicidad natural del lenguaje
los que ella se debe se del· presenta como crítica de los códigos a
, mea nuevamente en 1 ' l' y tiende a lo dogmático-autoritario. Concibe la palabra poética como
textos concretos Crea su trad' ., 1 a rep lca a los otros
. IClOn y a supera d' algo carente de supuestos, que no necesita ningún contexto, que se bas-
da como género que repite t . Ypue e aSI ser concebi-
, en re retrospectIva y t . l'd . ta a sí mismo y puede abstenerse de toda interrelación con una palabra
el gesto carnavalesco ambo 1 po enCla 1 ad mfinita
. lva ente en el senfd d B . , , ajena. El poeta aparece como un sujeto hablante unitario, solo con su
cnto actúa como fijO ación c '" 1 o e aJtm. Pero el es-
, , omo ImclO del arch' . único lenguaje y el mundo sobre el que todavía no se ha hablado. Un
entropla polifónica a la redundancI'a h J':" IVO, que empuja la
P omOlomca lenguaje así concebido no puede tomar ninguna distancia de sí; toda
ongamos de relieve una vez más . 1 . ., palabra, en su falta de distancia respecto de sí misma como falta de
de BajtínIVolóshinov ha d . que a concepclOn del lenguaje
er distancia respecto de un significante, sólo le está obligada al objeto, no
signo interpretado de unaemsa VIsta. sobre el fondo de un concepto de
. . nera ngurosament b' . a otros posibles significantes. Un diálogo con otros textos que rebase el
menCIa saussureana con las' l" e mansta, de prove-
te, y diacroníalsinc;onía por I~P ~ca~lOnes lan~ue/parole, por una par- texto, está excluido de la misma manera que la alteridad del sujeto
dialogicidad del enunci~do o ra. c~~o un mtento de superar en la poeta.
as Al conceder Bajtín que esos juicios pueden ser revisados con res-
positividad del proceso lineat: O~~s~~lOnes en la ambivalencia. La
pecto a la lírica moderna -él quiere decir la futurista- (a la que, cier-
tura, en la que se hace prese~ts::l~l ~ por .la. negat~vidad de la rup-
«diacronía acumulada en la' , hlstoncIdad lIneal como una tamente, le reprocha como filosofema utópico la idea del lenguaje se-
de R. Jakobson. La superacit~n~ro~l~~, para ,decirlo con un concepto parado, unitario y único de la poesía), insiste, a pesar de todo, en que la
e a IcotomIa pura langue/parole si- monologicidad poética vigente para el texto lírico tiene una actitud lin-
güística diametralmente opuesta a la palabra prosística. Su fondo es,
lO Cf. J. Horisch, introducción a J D ' . .
Frankfurt, 1979. . ernda, Die Stimme und das Phanomen,
11 Die Asthetik des Wortes, p. 178.
112 Renate Lachmann Dialogicidad y lenguaje poético 113

aquí, e~idente~ente, el l~nguaje establ.ecido, oficializado, de la lírica, . 'dad desplegada por una parte ya una refrenada, por otra. La meta-
gICI '.'. . . , . .,
que. esta sometIda a los ngores de un sIstema de estilos dividido J'erar-' fórica topológica ya no deja perCIbIr como dlaloglca la tensIOn ~n~e
qU1ca~en~e, a una doctrina de las figuras y los tropos, y que se halla en onrium e improprium; .esta última está reglamentada. La metafonca
. d' l' .
~a contmU1da~ de, ~a concepción del lenguaje, orientada de manera ta- pr r
innovadora, en cambio, intensifica la referencIa la ogIca me.d'Iant e 1a
~antem~nte dlcotomlca, que distingue entre trivial y sublime, propio e . fracción de las reglas. En la doctrina poetológica del concettIsmo ~el
ImpropIO. Pone al descubierto, por así decir, toda la tradición oficial ~ lo XVII la evasión de la regla monológica
SIg, .
hacia la regla de la «SIg-
. 1 A' l'
global ~el len~uaj~, ~ue Bajtín rechaza tanto en Saussure como en el nificatione ingegnosa», como dIce en el Cannochw e nsto~e lC~
pens~mle~to dlcotomlco de los formalistas, cuya contraposición con- (1655) de Ernmanuele Tesauro,u dev~~ne un aumento d~ la eqUIvocI-
v~ncIOnah~t~ de los lenguajes poético y práctico participa en un pensa- dad aumentada, precisamente en relaclon con formas eqUIvocas ya ha-
mIento retonco estable. lladas encontradas al llegar.
Es .compren~ible que el binarismo de la teoría bajtiniana no pueda Ei programa de Bajtín se cierra a las posibilidades dialógicas de
renunCIar a la dIcotomía monológico/dialógico, pero la cuestión es si una poética así. «El mundo de la poesía em~ie~a a resplan~ecer (...) en
entonces el lenguaje poético sensu stricto, el lenguaje del texto lírico una palabra unitaria e indiscutida. ContradICCIOnes, co~fhct?s y duda
e~tá excluido' como lugar del discurso ambivalente. Ya el planteo retó~ permanecen en el objeto, en los pensamientos,. en las vlven~taS, en re-
n.c~ del lenguaje permite una determinada posición ante la dialo- sumen' en el material' pero no pasan al lenguaJe. En la poesta, la pala-
gICIdad. Ante todo: las estrategias de desviación que una retórica bra sobre la duda debe estar libre de dudas como palabra».l3 Aquí n~
(~?mo .gra~á~ica secundaria) describe y prescribe, ratifican la concep- ha sido tomada en cuenta aquella importante estructura de doble sentI-
CIOn dlcotomlca del lenguaje, sin aprehender como tensión de ambi- do como sólo puede producirla precisamente una lírica que avance pa-
val~ncia la int~~acción en~re los ~os polos que ellas constituyen; es sa~do por muchos grados de refinamiento semá~tico (y que mire atrás
deCIr, la. relacIOn de a~blvalencla entre código primario y código una y otra vez), una lírica del tipo de~ que preclsam~~te se trataba. El
secund~no no es tematIzada. Sin embargo, una relación semejante es orden ingenioso de los signos lingüístIcos que .esta hnca c~ea, pone de
concebIble como contacto dialógico entre los dos códigos (entre manifiesto el doble sentido en la duda que se tIene del sentIdo uno con
propri~m e improprium): el signo de lo improprium del lenguaje se- que ella se encuentra. El doble sentido como sentido de duda se des-
cundano ~parece como réplica al primario, que, por su parte, es revo- pliega en las formas de la ambiguitas, la eq.~ivocatio (hasta l~ega~ a la
cado por. este y pe~anece encerrado en él. La dialogicidad del signo obscuritas), en las formas de manifestacIOn de la a.nnomznatl~, l.a
secundano -por ejemplo, del tropo- puede constituir la poeticidad traductio, la paronomasia, etc. En el tratado concettlsta de CaSImIr
de un texto como ambivalencia semántica (ambigüedad). Sarbievius, De acuto et arguto (1627), ~4 el «lusus verborum>~ aparece
El tropo se vuelve contra la palabra hallada al llegar y acostumbra- como puesta al descubierto de la «dubia significatio» que es mherente
da d~ la consuetudo (contra la palabra otra, ajena) y la incluye al mis- al lenguaje; y el «oxímoron homónimo», como forma suprema de la
mo Y~~po. En esta «doble orientación» de la palabra trópica reside la exhibición de su ambigüedad. La «dubia significatio» se presenta como
poslblhdad de construir un texto «doblemente orientado» (el «double- deformación del lenguaje normal, como sincretismo semántico q~e, en
s~nsed mess~g~» de Jakobson), en el que el grado y el modo de lo tró- su negación del automatismo (consuetudo) semántico d~llenguaJe C?-
pICO (la troplcldad) y la dialogicidad se condicionen mutuamente. La tidiano que reprime la ambigüedad, penetra en el espacIO del lenguaje
retórica como instancia que apoya la implantación de un sistema esta-
ble, jerárquicamente ordenado, de formas de comunicación decide 12 Ci1. según la edición de A. Buck, Bad Homburg - Berlín - Zurich, 1968, p. 113.
tambié~ ~obre la admisibilidadlinadmisibilidad de determinados tipos 13 Asthetik des Wortes, p. 178.
d~ troplcldad, con lo cual se restringe y regula la dialogicidad. En el 14 En Wyklady poetyki (Praecepta poetica) , ed. y trad..de S1. Skimina, Biblioteka
ejemplo de la metafórica se puede mostrar la tendencia a una dialo- pisarzów polskich, Seria B, n° 5, Wroclaw - CracovIa, 1958, pp. 486-492.
114 Renate Lachmann
Dialogicidad y lenguaje poético 115

no oficial. El «dubius sensus» realiza la labilid d ,.


del lenguaje contra la dominación del a semantIca potencial dos los elementos del lenguaje a intenciones y acentos ajenos, mediante
rio -en el sentido de Bajtín- contr c~nodn, contra .el le~guaje unita_ la aniquilación de todas las huellas de la pluridiscursividad y el plurilin-
guaje. ' a a ecretada IdentIdad del len- güismo sociales»,17
. . ~ero eso no es lo que Bajtín quería decir A ' . Cuando una convención poética (lírica) es no sólo neutralizada,
sIblhdades semánticas del len a'e sino l' el no le ~~teresaban las po- sino destruida por la infracción de las reglas, la innovación, los proce-
«sedimentado» en el len a'e ~ i' a con~o~acIOn de lo que está dimientos de la desautomatización y el extrañamiento extremos, toda-
de la ambivalencia y la p~;al~nci:n~u~~ f:~a BaJtI~" crea el esp~~io libre vía se trata del hallazgo bajtiniano del lenguaje unitario lírico. Aquí no
la heterogeneización la atomizacI'o'n y la d' mn~:acdlOn (destruccIOn), sino surge ningún diálogo, aquí no se agrega ninguna nueva voz; una voz
'da .' IsperslOn el senfd
sol1 ,que mega esas sedimenta . L . .. 1 o que se con- solamente releva a la otra o la supera. Por eso se puede entender tam-
. . clOnes. a amblguedad d . 'fi
InclUSIón del «otro» significado '1 1 . p~e. e sIgm Icar la bién el que Bajtín condene la creación lingüística lírica -una creación
significado como expresión de ' pero so o a ambIvalencIa Incluye el otro a partir de la nada del lenguaje.
valor. Lo que en la concepción ;;n ~a~~nto de valor», de una decisión de La posición de Bajtín en el debate con la concepción del lenguaje
pues, la conformación de la labil~da:JtIn ~ar~ntiza la ambivalencia no es, de los formalistas y la mitología del lenguaje de los futuristas adquiere
lúdicra que se suprime a SI' mI's (seman~lCa de la lengua, su potencia rasgos rígidos: «(oo.) el lenguaje de los géneros poéticos (se vuelve) con
. ma aunque esta sin e b .
reconocIda como extinción grad 1d 1 fu . : m argo, pudIera ser frecuencia autoritario, dogmático y conservador. Precisamente por eso
lenguaje, que confirma el canonu~fic~al a nClOn p~am~nte práctica del en la poesía ha podido surgir la idea del "lenguaje poético" especial,
que tiene la palabra de evocar otr del lengu~J~), SInO la capacidad
del "lenguaje de los dioses", del "lenguaje sacerdotal", entre otros».18
do del sentido uno. y ésta sólo o~ conte~tos sem~tIcos como desmenti-
Bajtín rechaza la dicotomía formalista-aristotélica de lenguaje poético
tico, no canonizado o sólo tardí pue e surgIr ~n el genero prosístico sincré-
y lenguaje práctico, de «sublime» y «trivial», automatizado y sometido
fondo, no sobrevi;~ó a su canon::~~:~.anomzado, de la novela (que, en el
a extrañamiento [verfremdet]. Transversalmente a ella corre la suya
~a palabra lmca, sometida a un sistema ' . propia de oficial/no oficial, lenguaje unitario/pluridiscursividad, mo-
ambIvalencia. También allí dond B 'í' genen~o, no es capaz de
i
de la lírica sigue siendo radical S~ 1 m ha.ce. conceSIOnes, la exclusión
nologicidad/dialogicidad, que no puede integrar la pretensión futuris-
ta-formalista del lenguaje poético nuevo (sin antecedente), revolucio-
vidarlo todo, borrar las huellas d/a~ase~:u:aJe en el te.xto lírico puede 01-
tonces vale en verdad la . . 1 el por antenores contextos, en- nador del lenguaje existente.
, ,sIguIente restricció' 1 1 ' El concepto del desplazamiento semántico no tiene para Bajtín nin-
acordarse de su vida en contexto oe't' ?
«a engua solo puede
guna importancia. El xenikan del lenguaje, la g/atta, la palabra «volu-
miniscencias concretas»> 16 S. s Pb ICOS (aqUI puede haber también re-
. m em argo esta c ., . minosa»,19 que exige una nueva percepción (creando nuevas valencias
clusivamente: dentro del mundo establ '. on~esIOn qUIere decir ex-
rrado en sí mismo de textos 'f eCldo, de ongen no indagable, ce- estéticas y cognitivas), son aspectos de una concepción del lenguaje
algo así como una' dialo icid:~eelcos ~ue se re~ere~ ~os a otros, surge que no parecen afectar al modelo bajtiniano del lenguaje. La «palabra
intertextualidad esotéri;a A ' s d~CI;, una dIalogICIdad regulada, una valiosa por sí misma», la «palabra como tal» (JIébnikov, Kruchionyj,
sentido de la salida de sí del 1pesar. e os excesos de lenguaje -en el Maiakovski) crea una ambivalencia esotérica (extrasocial), que al fin y
de metáforas del concettI'smo engu~J~, como los produce la invención al cabo no afecta al sistema existente del lenguaje (por consiguiente,
preCIOSIsta esta r . . .
emplear la sentencia de Bají' 1 ' mca SIgue sIendo, para
m, e puro producto de una «renuncia de to- 17 Ibídem, p. 189.
15 .. 18 Ibídem, p. 179.
Asthetik des Wortes, pp. 169 Yss. 19 Cf. el concepto del lenguaje poético en V. Shklovski, «Voskreshenie slova»,
16 Ibídem, p. 188. San Petersburgo, 1914, que se remite a la Poética de Aristóteles (cap. 22) y al
futurista Kruchionyj.
Dialogicidad y lenguaje poético 117
116 Renate Lachmann

no es ninguna ambivalencia que construya un contramundo n' r otra, en la poesía metalógica futurista como neologismo poético
' l' . ' tnguna \(palabra que está sola consigo misma). ,
amb lva encI~ ~urglda de la competencia entre dos voces).
Para Bajtm, el neologismo poético es extremadamente m I ' ; Bajtín ha asociado tan rigurosamente su concepto co~ ~a Idea ?el
" 1b ' ono 0- .• énero prosístico sincrético (que infringe la estructura genenca oficlal)
gICO. una pa a ra que solo se toma en consideración a sí misma E
característico que el poeta, si no acepta el lenguaje elevado dado '« ~ s : la idea de la pl.uridi.sc~rsividad (que infringe ,e.l principio cen-
, b' 1 .., " ' suena tralista del lenguaje umtano, al que se somete la hnca), que rechaza
mas len con a producclOn artlficlal de un lenguaie nuevo espec'fi
t ' ' ., ,, : J ' 1 lca-
como potencial para su concepto las tendencias de la lírica futurista an-
men e poetlco, que con la utlhzaclOn de dialectos sociales reales d'
'bl
pom es».
wEs basta~te sorprendente que Bajtín no se deje afectar,~ por tes señaladas. No reconoce correctamente la pluridiscursividad lírica
el cama~al de lenguaje de la poesía metalógica futurista del «zaum'» en Maiakovski (la absorción de estilos lingüísticos sociales ajenos, el
y no qmera tomar nota de lo no-oficial y subversivo y lo no-cl' . cruce de estilos genéricos), ni la concepción y la praxis de la lírica del
,. d Woo acmeísmo, que parece cumplir francamente todas las exigencias de su
~ no-canomco e ~se concepto y de esa praxis de lenguaje. Así, él no
mtegra, en su afimdad conceptual, la definición de JIébnikov: «Crear ideología del lenguaje y las supera, si es posible, en la dialogización de
palabras es, romper el silencio del lenguaje, de las capas sordomudas formas de lenguaje. 24
d,el.lenguaje»,21 .c?mo tampoco reconoce, en sus implicaciones dia- La vehemente articulación de la doctrina bajtiniana del lenguaje
loglcas: l~s defimclOnes, referidas a la praxis poética concreta, de los está dirigida contra el formalismo, como si se tratara de la doctrina
pro~edlmlentos del «zvukovoi sdvig» (desplazamiento en el nivel del oficial dominante a la que se le debería imputar aquel objetivo de
somdo como fusión de dos palabras o elementos de palabras en una centralización que (desde la poética aristotélica, la «poética» car-
nU,ev~ palabra) y el «smyslovoi sdvig» (desplazamiento en el nivel se- tesiana, la gramática universal de Leibniz y el ideologismo conc~eto
mantlco como equivocidad, construcción de un contexto paralelo, de de Humboldt) «esclaviza» con el concepto de sistema de lenguaje a
un se~ndo contexto, etc.) en la Sdvigologuiia22 de Kruchionyj.23 A la los otros lenguajes. 25
negatl:a a :e~~tir, el significado encontrado al llegar (comprometido), a Ambos, el formalismo (que, por lo demás, en el marco de la ideo-
la p~hsemla lhml~a,da (el significado liberado), Bajtín opone el cruce logía oficial del lenguaje en los años 20 ya había llegado a ser altamen-
de ?lferentes pOSlClOnes de significado que representan experiencias te sospechoso) y la Escuela de Bajtín, tienen su raíz de una manera
socIales y culturales, opone la lucha, la suma, la réplica, les reconoce oblicua y polémica, para tomar una idea de mi trabajo «El concepto ~e
s~ ?erecho una y otra vez a las voces ajenas, exige la infinita inclu-
imagen de Potebniá», en la teoría estética del lenguaje de Potebmá.
slvldad ~e todos los enunciados, para detener el proceso de aislamiento Los aspectos de la ambivalencia, del dinamismo semántico, del alma-
de los mIsmos en lo unívoco, claro y finito. cenamiento de experiencia cultural y semántica en los signos-palabras,
así como el concepto central del responder, por una parte, y la oposi-
Al no tomar en cuenta todos los aspectos que pudieran marcar los
ción entre lenguaje de la prosa y lenguaje de la poesía (prozaichnost' y
con~actos de ambos conceptos, resulta una oposición en el uso del len-
guaje que ~e destaca significativamente, por una parte, en la prosa co- poetichnost '), como los polos del lenguaje de,sgastado, endure~i~?, y el
lenguaje viviente, creativo, por la otra, prOVIenen de esa tradlclon (en
mo skaz (dIscurso con orientación a un medio lingüístico oral ajeno) y,
resumidas cuentas, humboldtiana). El formalismo (ante todo, V. Shklov-
20 ..
Asthetik des Wortes, p. 179.
~~ «Nasha ~snova», e~ ~obranie sochinenii, t. 5, Leningrado, 1933, p. 229. 24 Cf. dos intentos de definir las estructuras dia1ógico-intertextua1es en la líri-
ca: R, Lachmann, «Intertextualitat in der Lyrik - Zu Majakovskijs 'Oda
So~~e la mterpr.et~clOn de la teoría del zaum ' de Kruchionyj y J1ébnikov en re-
revoliutsii'» en Wiener Slawistischer Almanach, nO 5, 1980, pp. 5-23, Y
laclOn ~on los UltlI~OS aspectos mencionados, cf. los resultados del trabajo de
maestrla de W, Bellenhoff, Zur Theorie des russischen Futurismus Bochum «Bachtins Dialogizitat und die Akmeistische Mythopoetik als Paradigma
1971. ' ' dia10gisierter Lyrik», (próximamente en Poetik und Hermeneutik, XI).
23 Sdvigologuiia russkogo stija, Moscú, 1923. 25 Asthetik des Wortes, pp. 164 Y ss.
118 Renate Lachmann Dialogicidad y lenguaje poético 119

ski) y la Escuela de Bajtín se han remitido a esa tradición. En el pensa- 'entación del compacto complejo bajtiniano de la dialogicidad:
miento poetológico de R. Jakobson ella, sin duda, ha dejado huellas. una on d' '1 lIbra
diálogo entre los textos -intertextualité-, y .la ogo en .a pa a -
Jakobson le debe a la estética del lenguaje de Potebniá el concepto de - l'ndl'can la posibilidad de contmuar, es CIerto, el pen-
la «poetichnost'» (poeticidad), así como la idea, importante para este paragram me , . . .d d
samiento bajtiniano del lenguaje y el géner.o .en su OP~Sltlvl a
contexto, de la «esencia simbólica, múltiple y polisemántica» de la " t a"t] , es decI'r , de conservar las 0poslclOnes oficlal/no-ofi-
[ O'PPOSIVl . .,
poesía, o de la «plurivocidad como consecuencia absolutamente nece- cial, monovalente/ambivalente, pero desprendiéndolas de la OpoSlclon
saria, inalienable, de toda comunicación centrada en sí misma», es de-
prosa (novela)/lírica. . 11
cir, el «mensaje de doble significado» 26 (double-sensed message), que,
La «ciencia paragramática» que la Knste:a pro~~n~ desarro ar,
ciertamente, en el marco de su concepto de la proyección sobre ejes es odría cumplir la exigencia de la «metalingüístIca» baJtImana de hacer
objeto de una nueva fundamentación. El aspecto de la duplicación y de
la plurivocidad puede ser trabajado, más allá de la restricción genérica,
~e la doble orientación de la palabra (a sí misma y a la otra palabra)
el objeto de investigación, por ende: el signo doble ~(~parag~am~e»)
para un determinado tipo de empleo del lenguaje, como lo trata de des-
substituye al signo simple (<<signe»). La paragramatIca knstevlana
cribir después J. Kristeva en sus bosquejos de teorías dedicadas al · . l'ma de una poética dialógica) reune .de nuevo. al1 fin
«double» y la «ambivalence».27 (como nueva dISClp .
al cabo los aspectos -elaborados ante todo a partir de la dla Ogl-
y. d d bajtiniana- de lo doble y la ambivalencia en el nivel del text~ y
El concepto de paragrama de la Kristeva, que empalma con la dia-
logicidad de Bajtín y los «anagrammes» de Saussure, generaliza,
más allá de las fronteras genéricas, el lenguaje poético como lenguaje
:1
~~ nivel de la palabra: «el lenguaje poético es u~ diál~fo de dos ~IS-
n texto extraño entra en la red de la escntura.» El texto hte-
dialogizado. Es decir, ella llama «langage poétique» a aquel tipo de cursos. U . . , d t es
empleo dialogizado y ambivalente del lenguaje que puede realizarse rario aparece como «reminiscencia», es deCIr: ~~evocaclOn e. ora 31-
tanto en la lírica como en la novela. No se trata de una hipostasiación critura» y como «suma», es decir, «transformaclOn d~ esa .esc~ltura».
Me parece que el dialogismo bajtiniano con sus ImphcaclOnes del
de la poésie (por así decir, como lo contrario de la hipostasiación de la
novela por Bajtín), sino de la colocación del lenguaje poético en el fin diferido y de la última palabra denegada, de la protesta c?ntra la ~a-
conjunto de los «gestos significantes de la colectividad productora».28 nomza. da verdad una, el código lingüístico uno y el. texto., fimto, es rem-
Al concepto de la «intertextualité», que es desarrollado en el ejem- terpretado consecuentemente en la siguiente defimclOn: ,
plo de la novela medieval, se acerca el de «paragrarnme», que en el ar- El lenguaje poético en el espacio interior del texto, aSI com~.en
tículo citado, así como en el libro La révolution du langage poétique,29 el espacio de los textos, es un «doble». El par~grama poetIco
es mostrado en la lírica. No obstante, ambos conceptos, que perfilan de que habla Saussure (<<Anagrammes») se extiende de cero a
dos: en su campo, el «uno» (<<la definición», «la v~rda~>;) no
26 «Linguistik und Poetik» (1960), en R. Jakobson, Poetik, ed. E. Holenstein, existe. Eso quiere decir que la defini~ión, la determmaclOn, el
Frankfurt, 1979, pp. 83-119. Aquí: pp. 110 Y ss.
signo «=» y el concepto mismo d~ SI~O que s~po~e una seg-
Kristeva desarrolló de manera particularmente precisa su concepción continua-
27
mentación vertical (jerárquica) slgmf¡cante-slgmfi~ado:no
dora de Bajtín y de Saussure en «Le mot, le dialogue et le roman» (1966), en
Semeiotiké. Recherches pour une sémanalyse, París, 1969, pp. 143-173 """, Y pueden ser aplicados al l~ngu.aje p~~tico, que es una mfimdad
«Pour une sémiologie des paragrammes» (1966), ibídem, pp. 174-207. de acoplamientos y combmaclOnes.
28 «Paragrarnmes», p. 175.
29 París, 1974. El concepto de la «intertextualité» aquí es sustituido por el de
«transposition» (pp. 59 Y ss.), por una parte, para suprimir la degeneración 30 «Paragrammes», p. 181.
«hacia la crítica de las fuentes» que el primero ha experimentado en su aplica- 31 Ibídem, pp. 181 Y ss. t .
ción, y, por otra, para definir el contacto y la transposición (en el sentido de 32 «Le mot», p. 150. En «Paragrammes», p. 182, en lo que respe~ta~ ;:u rea-
Lotman, que emplea el mismo concepto) de diferentes sistemas sígnicos. mont en este sentido se constata: <<Así son, por ejemplo, Les Chants e a orar y,
120 Renate Lachmann

. Con .esas palabras se hace valer nuevamente la dialogicidad b ..


mana. -:-lllterpretada intertextual y paragramáticamente- ara aJt~­
menslO~ del lenguaje poético que no puede ser recIamad~ exc~:~ dl-
El sincretismo
mente m para la novela, ni para la lírica. Slva-
como provocación al estilo*
Traducción del alemán

Renate Lachmann

A Wolfgang Iser,
en ocasión de su 60 cumpleaños

Si partimos de una relación dicotómica entre estilo, por una parte, y


sincretismo, por la otra, entonces podemos considerar el estilo, respec-
to al género, el lenguaje y la cultura, como un conjunto de estrategias
de exclusión y homogeneización, pero, al mismo tiempo, también
como un modelo de interpretación que procura hacer un todo de los do-
minios mencionados. El sincretismo, por el contrario, aparece como
orientación destotalizadora, que se dirige contra el estilo al entrar en
los terrenos afectados por la exclusión y al traspasar los límites de la
homogeneización. Ambas orientaciones, la estilística y la anties-
tilística, determinan en su juego antagónico Ja historia de los textos eu-
ropeos (y de las teorías que a ellos corresponden).
Mientras que el concepto del estilo como componente fundamen-
aún más, las Poésies de Lautré t fr tal de la retórica y la doctrina de los tres estilos, es decir, como ele-
única en la literatura modema~~~~ ~~~~d~~en una Po~iv~lenc!a manifiesta, mento de metatextos culturales, puede reivindicar una tradición que
es
unión de los sintagmas como por el carácter ~: ~~os, a eClr:. 1 . tanto por ~a
cos, se dirigen a otro texto' 20 s i ' . 1 gr mtr.I as semlcos y fonétl-
desde la Antigüedad regula la interrelación entre el concepto y la pro-
ley (Dios moral burguesa c'en u ogl~a no es a de un sIstema sometido a la ducción de textos, el de sincretismo, sin un lugar sistemático en la
, , suras) smo de un esp' b d ' .
que proc~de por díadas oposicionale~ en las cuales :lcllo e~~: .ra ~: ~opologlco, gramática cultural, es un concepto académico tardío que, desde la
1m
transgredIdo. Leen el código psicológico y romántico 1 : IClto'l aunque
cen: Otro libro está presente constantemente en el libro' ; ~sa:op~~~ ~ o.~edu­ * «Synkretismus als Provokation von Stil», en: Hans Ulrich Gumbrecht y K.
;~~~%:.~e él y a pesar de él que se construyen Les Ch'~nts de Ma;;or~: ~ ~~; Ludwig Pfeiffer, eds., Stil. Geschichten und Funktionen eines kultur-
wissenschaftlichen Diskurselements, Frankfurt, Suhrkamp, 1986, pp. 541-
558.
122 Renate Lachmann
El sincretismo como provocación al estilo 123

perspectiva de la historia de la cultura y de la religión, procura des_


.,. . d la que provienen. El esti-
cribir los procesos de fusión religiosos y filosóficos de los primeros remitir a la convención est~hs~cad~::ne:a autorreferencial y hete-
tres siglos después de Cristo, de los que surgió la gnosis. La interpre_ lema «ajeno», que es emp ea °d' . de la doble codificación del
tación de este acontecer de amalgamamiento y mezcla como una es- . 1 de las con lClOnes , .
rorreferencla , es una h bl de una presentación anagramatIca
pecie de traslado anárquico de 10 pagano a 10 cristiano y viceversa texto. Grosso ti, podemos a .ar., El sm- .
es decir, como colocación caótica de signos culturales, le trajo ai . . mo do, trans-poslclOn en el nuevo contexto.
del estilo ajeno, e su , ema'ntico y textual que corres-
concepto su connotación peyorativa. Llegó a ser el término para un d omo fenomeno s 1
eretismo se estaca c 1 igencia alternadamente en a
concepto que significa, pues, traspasos de fronteras, mezclas cultura_ de a un modelo cultural que ogra v
pon . ltu 1 s que se relevan. .
les, heterogeneización y desjerarquización. Esta connotación peyora- historia de los tipos cu. ~a e fi 'meno del texto semántIca-
tiva puede ser leída adicionalmente -aunque ahora se hace valer el El sincretismo, pnnc.l~alm.entel.un enootencial en la producción de
concepto como un concepto descriptivo para el dominio de 10 anties- 1. tamblen el «pe 19ro» p '1
mente comp eJo, e s . no mezc1ado, el llamado estilo puro, so, o
todo texto. ~orque e. medidas selectivas que se orienta~ seg~n
tilístico y como tal se 10 revalora-, con 10 cual sigue presente el 1 estIlo
punto de vista del «orden» que eS perturbado por los actos trans- llega a reahzarse mediante ,. 1" e'ticos La exigencIa reto-
gresores. Porque el concepto también requiere su fondo de normas d· d s -estetlcos OglCOS,. .
criterios supraor ma o ' 1 ción de correspondencIa
cuando es definido -como en las páginas que siguen- como modo, l' al que la de una re a , .
rica del decorum, a 19U . . 'En el metatexto retonco,
signo y significado para generar e interpretar, es decir, como concep- b b sa en un cnteno asl.
to que pone en marcha procesos semánticos. entre res y ver a, se a 1 ltado de los procesos de selec-
las restncclO~es que
. . formulan e resu 'd
las La doctrina de los estilos constrUl a
La metáfora de la mezcla, de la promiscuidad semiótica, que des- ción, son reglstrada~ como ~eg . ue re ulan la adscripción de estrato
cribe el contacto y la contaminación mutua de códigos culturales triádicamente y las mstrucc.lOnes q d ~entalmente la orientación se-
heterogéneos, es uno de los pseudónimos del comportamiento antiesti- lingu"ístico, género y tema, Ilustran ocu. l'tas La doctrina de los tres
lístico. La mezcla, 10 sincrético, ha de ser entendido como una opera- ¡ itas o persplcu . .
gún ideas como aptum, c a:
t n SIstema d'fi 1 erenc l'ado y terminante de aSlgna-
ción que, al no velar la diferencia a la que ella se debe, bosqueja 10 estilos, que represen a ~ '1 ondeó en contextos culturales en
heterogéneo como cualidad propia. Con esta definición se hace percep- ciones y correspondencIas,
,. no ~olol'
. el matena mSguool'Stl'C'O allí ya existente . en 10 que
tible el sincretismo como aspecto central de la intertextualidad, aún
los que logro VIgencIa, b' f s comunicacionales, smo que tam-
más exactamente: como su complemento, en la medida en que la mez- concernía a determinados o ~e 1:0 . articipantes en la comuni-
cla de códigos textuales, convenciones genéricas o procedimientos bién fijó las relaciones entre l~s ~~st~~c~~~spondencia, por así dec.ir,
estilísticos (en el sentido estricto), como marca los textos intertex- cación. El resultado es una re alclO~ o dl·S·cursivo al objetivo del dlS-
tualmente estructurados, está en deuda con el principio sincrético. En carente de lagunas, que,atañe a generd 1 dl'scurso . ,Toda expreSlOn , , l'm-
I · 00' t o al tema e
otras palabras, intertextualidad quiere decir una dimensión textual; curso, al estrato ~ngUls lC , '1 1 do en la jerarquía triádica, y cada
sincretismo, una cualidad textual y un conjunto de procedimientos que
la produce. güística está refend~ a un estI o anc a, pertorio de procedimientos
uno de los estilos dIspone de su P6roplOF~e her L 1968). La subdivi-
(tropos, figuras) ~. ~c, ".¡ s s~blimis sive gravis, medius Slve
En el texto intertextual el sincretismo realiza una sincronización, ( f D k J 196 Y lSC , ., .
pero también una contaminación de estilos heterogéneos y de las expe- sión del genus dlc~ndl en.¡~tl ,u tl'ene consecuencias para el ordena-
riencias semánticas y culturales acumuladas en ellos. Aquí la apelación ' ',1; us slvefiaml larlS, . s
florldus e mJlm h d h blar de las personas a qUlene
a las estrategias de otras convenciones estilísticas puede significar que miento de los temas de que se a e a 'se sirve la persona hablan-
determinados elementos en el texto son adoptados de una manera en la h bl de los afectos de que 'd 1
se habla y que a an,.. d 1 discurso de los objetivos mIsmos e
que éstos se presentan a la vez como miembros de su estructura mani- te con relación a un objetivo e d'.' ntos de los estratos lingüís-
fiesta y como elementos que perturban la coherencia de superficie al discurso, y, por último, de los proce lmle ,
ticos.
124 Renate Lachmann
El sincretismo como provocación al estilo 125

Un sistema estilístico tan rigurosamente regulador se basa en la ex_


clusión y la reducción. Todo traspaso de las fronteras es una infracción a especie de contra-retórica (que, como tal, sin embargo, no llegó
en UD r')
de las reglas. Se comprende por sí mismo que todas las formas de la a ser un metatexto exp lCltO . " tl'ene conforme a su na-
mezcla (formas macarrónicas, mixobarbarismos) que escapan al crite_ ' , " . ( uya reconstruccIOn, .
Semejante sltuaclOn· c 1 arece reflejar la «mempea».
rio del decorum no tienen ninguna oportunidad frente a una latinitas turaleza, rasgos especulativos), es t~ que dPe estilos como «estilo» que,
sin mezcla. La latinitas, que incluye la idea de la claritas y la pers- 11 rece el smcre lsmo ,
A saber, con e a apa. " d' orientado al decorum, creo una
picuitas, así como todas las propiedades constitutivas del orden esti- en competencia con el SIstema trIa lC?d a's de la poética histórica
lístico correcto, y que asciende así al rango de la proprietas de todo ', ' S' eptamos una 1 ea m . d
tradicIOn propIa, 1 ac éneros artísticos conservan la memona. e
lenguaje, deviene el ideal estilístico de aquellas lenguas nacionales qUe rusa a saber: la de que los g , t' orl'ginal el factor creatIvo
han adoptado la interpretación retórica del uso del lenguaje. Los ma- ' , 1 t xto comumca lVO , ,
su época arcaIca, e con e d os en lo referente al smcre-
nuales retóricos de diferentes países europeos pueden ilustrar docu- 971 118) 2 entonces po em , .
(Bajtín, M" ' 1d , p" ha conservad o caracten'sticas de su época arcaIca ,
mentalmente la imperativa vigencia de la doctrina de los tres estilos
tismo, partIr , e que, ha hecho especialmente en el gén,ero mIxto
hasta muy entrado el siglo XVIII (Lachmann, R., 1983 a).l Eso quiere y, para ser mas preCISOS, lo 1 b 1 fiormas estilísticas mIsmas, los
decir que contra el sincretismo, que podía hacer estallar una y otra vez . E tras pa a ras as
de la «mempea». n O " d dos como portadores de me-
el orden estilístico y desordenar las relaciones de correspondencia, se estilos individuales, pueden ser conSl era emorl'a al texto individual
. , 't' . corpora su m
debían proclamar Y mantener reglas de restricción diferenciadas, moria, El estIlo smcre lCO ~n , , 1 ye el cruce y la mezcla de
Puesto que el «estilo» sincrético, al reaccionar al jerárquico, siem- t del smcretIsmo mc u ,, '
concreto. Este aspec o ondl'o' a la situacIOn arcal-
pre reflexiona al mismo tiempo sobre aquél, se presenta como un estilo ' " os (como corresp
diferentes SIstemas slgmc lt. edial» que desempeña un papel
de una más alta complejidad, o también como un estilo que es no sólo ca") es decir incluye el factor «mu , 1m ,
contra-estilo y estilo de desviación, sino también meta-estilo. La más hi t ' del sincretIsmo. .
central en la s ona,. dimiento mezclador de estI-
alta complejidad, desde luego, puede ser derivada no sólo de la secUD- Ahora bien, el smcretIsm?, c°fumo prdocleprominente género mixto de
los podemos o serv~r
dariedad del sincretismo, sino también de su primariedad. Esta idea fue b lo tamblen era e ,
1 1" del Barroco maniensta. Y con
formulada en la poética histórica rusa (Veselovski, A., 1913), Según la «menipea)); por ejemplo, en ~, lfl~atuada en un marco más amplio,
ella, sería concebible que un sincretismo elemental, por así decir, ar- b' 'n la cuestIOn, SI . d
ello se plantea tam le ialmente el sincretIsmo o, e
caico --que, en lo posible, correspondía a la polifuncionalidad de una del paradigma cultural que favoredce escpuelctural correspondiente al sin-
situación comunicacional primaria que no requería la diferenciación en ' 1 de un mo e l o
manera mas genera , to podemos decir nada seguro, a
géneros discursivos y correspondientes estilos- uniera sonido (músi- ' 1 te tampoco en es , 1
cretIsmo, Natura men , . b r' la de un mecamsmo cu tu-
ca), gesto (danza) y palabra (poesía), antes de que comenzara un desa- . una Idea a sa e ,
lo sumo podemos sugenr , confirontación de un modelo
ral que o funCIona sm~ron
rrollo que diversificara los sistemas sígnicos. Este sincretismo arcaico, ' , 'icamente como ,
primario, fue disciplinado -eso deberíamos concluir- por el surgi- . do centrípetamente, con uno centn-
cultural jerárquico-punsta, orgamza lt rnación de esos dos mode-
miento de distintos objetivos comunicacionales y la introducción de las ' , t aparece como a e d
reglas restrictivas que garantizan esos objetivos, y así, al fin y al cabo, fugo, desjerarqUlzan e, o b" de la dominancia alternante e
1os, 3 Tal vez se puede hablar tam len
se lo hizo desaparecer, Como contra-reacción posterior es concebible
Bajtín tomó, eVIden~emente, de;:e ., de almacén que desempeñan las formas
un sincretismo «secundario» que se opuso a la jerarquía de estilos y . selovski las ideas, centrales para su estética,
2
desarrolló las estrategias del traspaso de las fronteras hasta convertirlas del sincretismo arcaICO y de la nClOn

1 Ejemplar en lo que concierne a la retórica del decorum (bajo cuyo influjo se genéricas. ,. mecanismo cultural determinado
La idea de un modelo cultural bmanlo Y un I Lotman (Lotman, Iu., 1974;
halla también la tradición rusa de este tipo) es De eloquentia sacra el humana, . l ' l gía cu tura I d e , .
libri XVI (París, 1619) de Nicolás de Cusa. por él se denva de. a tIpo o licada al complejo que aquí nos mteresa,
Lotman, Iu./UspenskI, B., 197.7). ~~
resulta el siguiente esquema bmano.
126 Renate Lachmann El sincretismo como provocación al estilo 127

los dos modelos, porque ninguno de lo d '. . ezcla de los teoremas procedentes de los dominios mencionados y se
todo. ~ientras el paradigma cultural cent~ ~:o es eh~llla~o nunca del boza una estructura plurívoca mediante la sorprendente absorción de
y «esttlocéntrico» empuia a 1 'fi . P o, mejor dIcho retón' lementos de la cultura popular de la risa, de la cultura carnavalesca.
l' , . ,~a Ulll lcaclón y p ..' eo
po lsemlcos, el paradigma centrífu o . or eso ImpIde procesos La novela de Rabelais es, como ha demostrado Bajtín (Bajtín, M.,
espacio para la conformacl'o'n 1~1":' propIamente poli-isotópico da 1986), una obra dentro de la tradición de la «menipea», el género
Ofr pro llerante y 1 .d '
ece cada vez más interpretaciones d I l e sentt o proliferante. sincrético par excellence, que permite todos los híbridos. Precisamente
ble. e a cu tura a la cual es apl'lea-
con esa obra se puede documentar la pertinencia del modelo cultural
La tendencia a la creación de forma . ,. centrífugo, poli-isotópico. En la interpretación de Bajtín, el Renaci-
«creolización»" Baitín de «h'b 'd' . ,s Slllcrettcas (Lotman habla de miento aparece como las nupcias de un sincretismo cultural que fusio-
. ,~, 1 n IzacIOn») c
e1 RenacImiento, en el manierismo d I " omo es comprobable en na la cultura del pueblo -y ésta es ya una forma mixta por lo arcaico
cismo, etc., se manifiesta en una seri: leno~o barroco, en el romanti- de su origen- con la alta cultura. En la obra de Rabelais se vuelve
que, sin embargo esta'n en e aCCIOnes culturales diferentes manifiesto ese cruce de las culturas, de sus funciones (como oficial y
. ' correspondenc'
praXIS teórica del Renacimient . la unas con otras. En la como no oficial) y sus tradiciones (neoplatonismo, hermetismo, mito-
" o, por ejemplo pod d"
absorCIOn de teoremas filo 'fi h ,emos IStlllguir la logía). El sincretismo de Rabelais deja ver claramente, en particular en
. so ICOS eterogéne (d 1
l~ gn~sls, de la Cábala, del aristotelismo os e neoplatonismo, de el trato con los estilos ajenos absorbidos, que todo estilo individual que
CIenCIas exactas, la medicina la' . ) que ~onvergen con los de las es transformado, parodiado y elaborado de cualquier manera que sea,
contacto, cruce y solapamie:to ~~~~sprudencla. L~ m~sma relación de adquiere carácter de rol. Al practicar ese juego de roles, el sincretismo
puede documentar eiemplarm t para la praXIS hteraria. Esto lo no sólo exhibe las «sedimentaciones» semánticas que transporta un es-
en e un texto com G '
~ argantua y Panta-

gruel, en el que, en el nivel te 't' tilo como estilo histórico, sino que también saca de las incongruencias
ma ICO, se parodIa, en la inversión, la
semánticas que surgen en el contacto de estilos formas de la pluri-
Mecanismo cultural (modelos d vocidad. Por esa razón se toma comprensible el elemento generalmen-
Jerarquización e repres~ntación y transformación)
" DesJerarquización te lúdicro, lo carnavalesco de este tipo de textos, del cual también sur-
E xc 1USlOn
'fi
U nI IcaClOn
', Inclusión ge la risa.
' ,, '
DIversificación Por el contrario, la producción de textos purista, jerárquica-seria,
C anOnIZaClOn
, " Descanonización que es fundamentalmente agelásica, le reconoce a la risa, al risus como
Tota1IzaClOn .
Destotalización afecto que ocupa un lugar después del ethos y el pathos, un espacio li-
Consenso oficial '
M d'd TendencIa al esoterismo bre estrechamente delimitado -sus licencias controladas retóricamen-
e 1 a H' ,
Positividad Iper~o,le, refinamiento te permiten hasta formas de la exageración y la mezcla. El iocando ad
' NegatIvIdad
Te1eo 1ogIa risum movere permite salirse de la relación de correspondencia regula-
Ateleología
Monovalencia A m b'Iva1enCIa.
da entre res y verba, precisamente para posibilitar el afecto de la risa.
M.
etatextos culturales Así la comicidad del lenguaje consigue una oportunidad: la amphi-
Retórica aristotélica bolia, la metáfora cómica, el barbarismo, el soloecismus, la ridicula
«Anti-retórica», Rhétorique noire
hyperbola y la ridicula amplificatio son formas en las que tiene la oca-
Estética del bon-goút (Barthes, R., 1970) sión de actuar, al igual que en el ornatus empleado irónicamente, es
F l' Concettismo
orma Ismo } Neo- ' ' decir, inadecuado al objeto. Pero también las instrucciones retóricas
New Criticism} aristotelism EstetI(ca dell~nguaje de Humboldt aflojadas bajo el afecto del risus son, al fin y al cabo, sujetadas por el
Estructuralismo o en RusIa: Potebniá ~ Bajtín)
Post-estructuralismo decorum. Entre las dos posibilidades del iocandi genus: el honestum,
(estructura, sistema) urbanum genus y el indecens, scurrilum genus, la regla de la adecua-
(dialogicidad, intertextualidad, sincretismo)
128 Renate Lachmann
El sincretismo como provocación al estilo 129
ción le da la preferencia a la primera, La contraposición de urbanit
(o sea, el ideal estilístico aristotélico del asteion) y Scurrilitas de~s , , , S de crítica del estilo de la Antigüe-
topología negativa de los JUICIO t la exigencia del decorum de la
ver claramente que sólo la última sería la verdadera transgresión· de 1Ja dad. Los argumentos del buon gus °dlasicizantes del finalizante siglo
límites: el juego de palabras chocarrero. os
Arcadia y de las restante,sescu~las una ar umentación como las que
En los marcos del manejo sincrético del lenguaje, el elemento lú. XVII, emplean una te~molO~la y toribu~ de Tácito (cf. Heldmann,
dicro está ligado no sólo a lo cómico, sino también, como forma eStán trazadas en el Dwlogus e ora
hipertrofiada, a lo grotesco, monstruoso y excéntrico, Lo monstruoso
en su doble acepción de «descomunal» y «que-se-muestra», es u~
K., 1980). "ositivizado, cae ya en el campo de la
El concetto, el smcretlsmo p rtun'dad en el nivel de los meta-
rasgo en particular de la lírica manierista, En el procedimiento princi. ' 'nguna opo 1
falta de gusto y no tIene m b' su acción en el terreno de la
pal de la lírica manierista, el concetto, las estrategias sincréticas de la d' 't' pero en cam 10, 1d
textos para 19ma lCOS, , cias La cuestión de es-
producclOn de tex~os no.
violación del decorum, la polisemia, la hipertrofia, son concentradas ', carece de consecuen, ,
1 ' 1 de los metatextos se Impone.
hasta formar un contra-estilo, que también es sometido a reflexión y tino ulterior del smcretIsm,o,en e m~~s tarde en las del simbolismo,
representado en una teoría propia: en la doctrina del acumen (Lach- En las poéticas del romanocl~mo y, t -met~textos, pues, que no se
mann, R., 1983 b), Cierto es que ésta es parte de la doctrina retórica, ' b l' el surreahsmo, e c. d
el postslm o lsmo, ,, ' a con la doctrina retórica orto oxa----:-,
pero -como demuestran los más prominentes tratados de los con- hallan ya en confrontaclOn dlrect (trasladado a los fenómenos h-
cettistas- la deroga conceptualmente. El procedimiento del anties- esco
conceptos como grotesco, arlab o'cl'smo) símbolo el absurdo, ex-
tilo, elevado a estilo, es capaz de establecer durante cierto tiempo un ' 1 s desde e roman , , "
«standard», aunque sea esotérico. teranos, por o meno 'd on la tradición sincretIca, Descen-
trañamiento, pueden ser aSOCIa ~sdc onglobación [Komplexion] del
I r ' , del sentl o, c
tramiento, p ura ~~aclOn
En el concepto del concetto se ve fundamentada por vez primera b' ,
'd formulan aspectos parciales; tam len
sentido y disperslOn de~ ~entl o, rt tualidad están dentro de la tra-
en la historia de los estilos una idea estilística que Suspende el concep-
to del stilus, del genus dicendi, de la retórica transmitida en el curso los conceptos de dialogl~lda~ ~ mte ex
del tiempo. Puesto que en los correspondientes metatextos el concetto dición del pensamiento smcreoco, tos centrales le corresponde
Ciertamente, a aJt~n: ,co
es perfilado como forma de la hipertrofia, de la metáfora monstruosa B ., n sus concep , .,
h R 1984): su interpretaclOn
que deroga el código de la semejanza establecido, como forma del ex- estar dentro de esa tradlclOn (Lac m~~, t'o' como cultura sincrética
' " d 1 RenaClmlen
tremo verbal, de la mezcla, pero, ante todo, del juego de palabras
polisémico, asciende hasta el rango de un contraconcepto respecto a
de
(p Rabelais, su' defimclOn ~ 'd 1) y su historiografía de la, sátira
1 'a un tIpo 1 ea
ara nuestra tIpo Ogl , 1 h' t ' de la mezcla de generos o
stilus, un contraconcepto que está asegurado teóricamente y que recla- ' t ) como a lS ona ,
menipea (satlra - sa ura.., d h t 1 siglo XIX (una histona que
ma un status metatextuaI. Es decir, sólo con el siglo XVII hay en el ni- de discursos desde la Anogueda as a e umentalmente que él tiene
vel de los metatextos una simetría entre los términos de la retórica que . 'b' d) demuestran doc
se puede seguIr escn len o , . ortodoxa y no ortodoxa. La
favorece a la tríada de estilos y a su restrictiva estética de procedimien- 1 d' t entre las pOSIcIones . "
su lugar en a lSpU a . 1 el dominio de la defimclOn
tos y los términos de una tratadística que positiviza el contraconcepto, .. , destaca en partlcu ar en ,. d
teoría baJtImana 1se . ro . ll'ngu"ística. En Estetlcad e
Así el concetto como concepto positivo sustituye aquellos conceptos . s y la mte erenCla
de la mezcla de enguaJe . 1 como fenómeno de or en
que califican de manera puramente negativa como falsa o corrupta ., b 1 B 'tín aSOCIa la mezc a . , .
la creaClOn ver a, aJ to de la palabra dlaloglca.
lingüístICO, textu~ !, cu
eloquentia, con los que en la historia de la retórica y de la doctrina de . 1 ltural con su concep ., 1
1 b híbrida se refiere tamblen a a
los tres estilos se caracterizaron las infracciones, y éstas eran siempre Por eso su defimclOn de la pa a ra
las del sincretismo. Es, ciertamente, significativo que en el curso de la
dialógica. He aquí la cita: . , , . a a a uel enunciado que por sus
creciente crítica al concettismo y del gradual desmantelamiento del
Llamamos construcclOn hlbnd. ,q. as) composicionales
mismo se revitalizaron argumentos que en nada se diferencian de la
características gramaticales (smtac~~ el :ue en realidad, se
pertenece a un único hablante, pero ,
130 Renate Lachmann
El sincretismo como provocación al estilo 131

mezclan dos enunciados, dos maneras de hablar, dos estilos .


metasentldo, basa la expresab1'l'dad 1 . Nos limitamos a sugerir '1' esa
dos lenguas, dos horizontes de sentido y de valoración. (Bajtín' que re l' able a todos los estI lstas
' nto que no es ap lC .
M., 1979, p. 195).4 , implicación, tanto mas cua 1 . rtamente para los magos del Jue-
del sincretismo. Sin embargo, v~ e, ~~v otros) entre ellos. A saber: en
go de palabras (Morg~nstern, Jl~bn ~i arse tanto en el ocultamiento
Dos estilos -en otra parte él habla de más estilos, de pluralidad de
estilos- que son mediados en un enunciado por un sujeto hablante
el elemento lúdicro mIsmo, que ~~adreal ~orma se unen el carnaval del
son la condensación del mismo procedimiento que vale para un text~ ' la demostraclOn e a 1 ' , . b .
entero. Porque lo que Bajtín quería decir con supresión de las fronteras del sentldo como en , El efinamiento del sincretIsmo tra aja
lenguaje y la magia dellenguaJle.. , r 1 enmascaramiento, la polisemia,
de lo sintáctico y lo composicional, es aplicable al texto completo en la d ' , t de la a USlon e
medida en que éste funciona como un enunciado. (Lo mismo se puede con sus proce lmlen os ' o r ende con su obscuritas, am-
decir de la cultura como un texto.) A Bajtín lo que le interesa entonces el rodeo (que nu~ca ~lega a ~::t~:ic:~gativa de la impropiedad~, en
es principalmente hacer prevalecer su categoría de lo dialógico, una ca- biguitas y amphlbolza, en,u 'ma'ntica Los estilistas prommen-
d · d de la cnptomallla s e . P 1
tegoría positiva desde el punto de vista comunicativo, conciliadora, forma agu Iza. a, . s concettistas-manieristas, Jean au,
que describe la descripción [die Beschreibung (oo) beschreibt] de una tes del sincretlsmo (Rab~lals, 10k t dos sin excepción, jugadores
. k' B IYl Nabo ov - o , 1
conglobación semántica dinámica. Para ser más precisos, que lo hace Reine DostOlevs 1, e , .) 'pto'manos que provocan e
' .' 1 tido ajeno son cn
de modo que, en el contacto dialógico que produce el texto manifiesto con el estIlo ajeno y e sen t s la «cryptogrammic paper-
arte del desciframiento de los rece~ ore " '
en las relaciones de contigüidad de los estilos ajenos reunidos, el gesto V 1955) del sentIdo ex-centnco. ,
de desprender precisamente esos estilos ajenos de sus respectivos con- chase» (Nabokov,., , d t Y otros autores no es solo
textos parece superado como en una síntesis semántica. Pero la estética «negatIV~» ; es ~~rativa porque pone al desnu-
Pero, si suponemos dominante el aspecto de la diferencia semántica críptica; también es demostra(tlva. edmo arte formalista negativo) y
formas por en e, un . l'
que surge mediante la fricción de los estilos, mediante la heterogeneidad do sus formas como ' 1 'enos (roles y máscaras mc Ul-
monstruosa, entonces se presenta a la vista algo más bien inarmónico. Porque es teatral. A saber: los estl os aJ l'se en scime al escenario
. d 1 dos traídos en una m
La dispersión del sentido uno que el sincretismo produce, significa que dos) son cItados, ec ama .,' orientación multimedial, como, por
la cultura no puede llegar a estar en calma. Ésta no puede adquirir una del texto. Teatral es tambllen ~u en las carmina figurata y formas
. ta en el etnsmo, . 1
forma ni cuajada ni verdadera, puesto que el texto se niega a reproducir- ejemplo, se presen ., al dadaísmo y el futunsmo. Teatra es
la. La «menipea» tiende, a pesar de su «realismO)} -y esto lo demuestra comparables, del malll~nsmo al desnudo la palabra, que ex-
también el análisis bajtiniano-, a la desintegración de la imagen de una también, por últi~o, e~ JU~~olq:e:~~~~la hace ex-céntrica. La tras-p~­
realidad concreta. La acción de sentido sincrética es la de la disolución pulsa de ella la UlllVO~ld~ ; l i b r a ocurre a través de la contaml-
del núcleo de sentido y el simultáneo despliegue proliferante del sentido sición del núcleo semantlco e a pa a . , emántica pero también a
' de la transgreslOn s , .,
acumulado procedente de diferentes contextos. nación con otras, a traves d 'ntl'co que una palabra le lmpn-
l · del recuer o serna
Ahora la mezcla y la proliferación pueden ser interpretadas como través del desp legue , textuales sincréticas del texto
E ma' las aCCIOnes ,
expresión de una negatividad (el sentido permanentemente móvil y escu- me a las otras. n su ' . . t na y críptico-mágica lo ex-cen-
crean de manera demostratIvo-Jugue o
rridizo, la «realidad» no representable y, por último, lo ineffabile de la
verdad), puesto que la forma híbrida, dialógica-plurívoca, la palabra trico del sentido. ,, si las distintas literaturas nacional~s
como contra-palabra que cruza diferentes posiciones de sentido y como Sin entrar en la cuestlOn d~ d . tl'smo debemos caracten-
. d' . propIas e smcre, 1
parodia, impide la mónada de sentido. La difusión del sentido aspira al han prodUCIdo tra lClOnes , ,' d 1 l"teratura rusa que en o
. 1 fI rmas smcretlcas e a l , 1
4 Esta posición bajtiniana, en mi opinión, debería ser vista siempre en conexión zar ,en tres eJemp. os
, do poner d e re l'eve
1
determinados tipos,. o por
'
o
con la idea, desarrollada por V. Volóshinov, de la «interferencia de discursos» posIble dan ocaSlOn e , " Se trata de Dostoievskl, BelYl y
(rechevaia inteiferentsiia) (Volóshinov, V., 1975). menos funciones, de lo smcretlco.
Maiakovski.
132 Renate Lachmann El sincretismo como provocación al estilo 133

Dostoievski, al que Bajtín presenta como continuador de la trad' z más en estructuras explicativa,s, que se c~-
ción menipea (que se ha vuelto críptica y ha caído en el inconscient otroS conceptos, una ve, C 't el doble la poseslOn, 10 extati-
literario) y como un hiperbólico del principio polifónico en el co~
zan. Son los de la bufonena en ns o, ,
co etc. s un sincretismo semántico de los
' En suma, 10 que encontrdamo~ e nos a otros alternativamente, en
mienzo de la novela europea moderna, ahora, en efecto, puede ser ca-
lificado de sincretista de corte (mezcla) especial. No sólo la dimen_ "1 que se omman u " d
sión macrotextual de sus novelas (y relatos) es afectada por un trazo significados mOVl es, 1 ntradicen toda formaclOn e
., 1 ente los cua es co , '
mezclante, que amalgama los más diferentes modos narrativos cada ocaSlOn tempora m " d fondos de sentido en un unlCO
sentimentalista-realistas contemporáneos y hagiográficos obsoletos; J.erarquía, Se llega a estratifid~aficlOn,es es mu'ltiples Son los protagonis-
, d a co 1 lcaClOne, d
la poética del asesinato, el suicidio, el secreto y la tensión de la sigmficante; por en e, , nes excéntricas poseedores e
l redados en acclO "d 1
gothic novel en la versión purificada y enturbiada a la vez de la école tas de sus nove as, en d" Bajtín) expresadores de 1 eo 0-
franr;aise (Víctor Hugo, Eugene Sue, Jules Janin) y en la continua_ psiques excéntricas (<<grote,sca~» sm~os ue ~sumen esos papeles de
ción refinada (E, A. Poe) se encuentra con el estilo sensacionalista y gemas, mitologemas excentncodificaci~nes múltiples. Todo persona-
anecdótico de la prensa callejera, absorbe elementos de la novela rusa significantes y «padecen» esas cOL d' bios) aunque entone su respec-
, 1 ente para os la , d
sentimental y del realismo, y, para ser más precisos, de un realismo J'e (esto vale especla m delo heterogéneo, y to os
' t' netrado por ese mo
que tra~lada un concepto de realidad de lo extremo, fantástico y gro- tiva «voz» propla, es a ~e t un tipo de «trans-sujeto» que
los personajes, en el conjunto represen " , an Cada personaje m , d'lVl'dua l
tesco, Esta es la confirmación de la formación de híbridos inmanente " y multlphcaclOnes, ,
al género de la novela, argumento en favor de las raíces menipeas de une las duphcaclOnes ' t 'a que trasciende su propla voz en
'b 'd y como ms anCl 1b
la misma. Dostoievski funde esos modos en el trazo de tratados aparece como h1 n o 1 Así pues 1a po l'ti 1 o
nl'a -una de las pa a ras
historiosóficos del siglo XIX, de disputas religioso-filosóficas, deja la polifonía de la nov~ a, , ' t ' central del sincretismo, Para
oir la entonación de los manifiestos que tratan sobre terrorismo, anar- . clave de Bajtín- devlene aqm estr~ ~glade posiciones competidoras,
' orquestaclOn»
quismo y socialismo y deja que se trasluzca un fondo -y este sería ser más preclsos: como« ' 1 t puestas ninguna de las cua-
, " o slmp emen e o , 1
el modo obsoleto- que inserta modelos narrativos de las vidas de rivalizantes, antmomlcas, ' 1 ' , de la verdad y ninguna de as
'mca artlcu aClon , b'
santos rusas antiguas y de la literatura herética. (Aquí no es preciso les se presenta como u , fi l (acorde armonía), Mas len,
t la úmca nota m a , , , '
tratar, en absoluto, sobre cómo Dostoievski emplea esas diferentes cuales puede p~o~e er , l s los religiosos, políticos, aXlOlogl-
tradiciones al parodiar géneros serios, nobilitar géneros triviales, los distintos «ldlOmas» especla e , rtarse sin eliminar a ninguno
Y de nuevo a a p a , , '
etc,), Ahora bien, esta mixtura de formas que asocian distintos géne- cos, tienden a acercarse d Toda voz está en Sl escm-
ros, que constituye la macroestructura de la novela, tiene también de ellos y sin establecer un orden, e rango~ dialógico del habla en el
consecuencias para la microestructura de ésta, en particular en el do- dida, es una voz doble, logra r~~~z:::~~~o (Bajtín, M" 1971).5
que por 10 menos dos voces en ' k ' o un todo tiene una doble
minio de lo semántico. Los estilos de representación a que ha apelado "1 l de DostOlevs 1 com , '
Dostoievski transportan, para él, un modelo de interpretación para la Tamblen a nove a , ' l 1 tra es semántica, reiterativa,
elaboración de la historia, de la realidad, del mundo, cuyo substrato orientación: ~na es, ?arratlVa; lm;:s' li:g: en su enfoque teleológic? a
mítico él sabe liberar. Pero son eslabonados unos con otros de tal ma- cíclica, La onentaclOn na~~ti:a y Pprecisamente en ese plano sem~n­
nera que se interpretan mutuamente. El modelo herético interpreta el la semántica, que es ateleo :~l:a el refinamiento extremad~ del sm-
anárquico; el de novela de horror, el apocalíptico, Pero eso dista de ticamente estructurado se , n depositadas en un slstema de
' ñales Cltas so
ser todo, Dostoievski hace suyos también modos contemporáneos de . cretismo: las aluslOnes, se .', 'inversiones escaladas, etc" en
cruces, tras1apam, l'entos repeticlOnes, lto grado de 'orgamzaclOn
" , - la
interpretación (ante todo, los que pueden ser considerados como anti- un sistema que, desde luego, posee un a
cipación de conceptos psicoanalíticos -concernientes a los fenóme-
nos de la histeria y la epilepsia-) que él, no por casualidad, asocia a , . que aparece en W. Schmid (1973).
Cf, sobre esto el examen cntico
134 Renate Lachmann El sincretismo como provocación al estilo 135

regularidad de lo irregular. Esta estructura ., Saturno o de los mitos de Apolo y Dionisos se intercalan 10 mismo
también a otras novelas de Dost' k' semantIca, como caracteriza mitologemas de la tradición hermética que la oposición nitzscheana de
. ,. Olevs 1 vale para u . d
smcretIcos, en particular para los d I ' na sene e textos apolíneo y dionisíaco; antroposofismos steinerianos se fusionan con
t~leológica está siendo reducida ene present~, en los.que la orientación elementos significativos de las mitologías hindú, persa y egipcia y, no
cldad del texto sincrético, ue do ~na medIda crecIente. La excentri_ en último término, con «dogmas» de la tradición herética rusa.
q
excentricidad del sentido E 1 mmda el «telos» narrativo, revela la Este bricolage no almacena los citados mitologemas unos al lado de
. n e caso e Dosto' k' 1 .
una clara expresión de una e t 't' . Ievs 1; e smcretismoes los otros, sino unos dentro de los otros, y produce una peculiar transpa-
" s e Ica negatIva.
AndreI BelYI, teórico de la intertex l' rencia de sentido. Sí, sugiere la idea de una reencarnación del sentido,
de sus más artificiosos practicant d tua Idad «avant la lettre» y uno una idea que, por la ludicridad paródica de la novela, pierde, desde lue-
go (1913) un sincretismo que -a~~ esarro~la en su novela Petersbur- go, su peso patético. El pronunciado aspecto diacrónico del mezclar, que
sofía de la cultura en la t <' que basandose en una «seria» filo-
. - ranslormación d '1 . posibilita hasta cierto punto (en la reencarnación) una conglobación, una
practIca un juego predominantemente 'd' e estI os ajenos y mitos intensificación (lento aumento del potencial de sentido), es despoten-
no es evocado como represent t d paro IC~ ~on ellos. El estilo aje- ciado por uno de sentido contrario, el de la difusión y la dispersión. Am-
. an e e una tradlcI' ,.
lIteraria o un autor mediante 1 .t d N on poetIca, una época bos valen para la praxis de Belyi y ambos hallan su posterior eco teórico
por ejemplo, etimologías pOéti~a~I a 1 e .sus senales ~aracterísticas. Así, en la teoría de la novela de Bajtín. La idea de las huellas que todo signo
de sonidos y procedimientos d ' .a ~gIsmos, retruecanos, repeticiones trae de los contextos en que estaba activo e introduce (almacenándolas)
lo de Gógol. La estructura narr::~nP~Ivos evocan la «imagen» del esti- en el nuevo contexto, compite con la de la atomización del sentido en el
Los diablos de Dostoievski (e t I~a ~ su novela resulta un montaje de contacto con otros signos. Por ende: la dispersión en la acumulación, la
de El jinete de bronce de P ~~ os os aspectos antes mencionados),
composición en la descomposición del sentido. Ambos movimientos, el
ópera La dama de pique de ~hai:¿v~~iel:mentos reverbalizado~ de la del sincretismo, la suma y la acumulación, y el de la dispersión y la diso-
base el texto de Pushkin) d 1 ( la que, a su vez, le SIrve de
, e e ementos de obr d T I ' . lución, no admiten consolidaciones.
(Holthusen." J. 1979', del mIsmo
. as e o StOl y ChéJov
autor, 1985' Stei b Maiakovski, en la «Oda a la Revolución», se sirve del sincretismo
Este smcretismo no es adI't'IVO, smo . Imphcati
. ' . n erg, A., 1977).
. persuasivamente para hacer prevalecer una tesis de crítica del lenguaje
cer, a través de la parodiza " vo, y permIte recono- y del estilo, que está dirigida al panegírico contemporáneo de la Revo-
.. Clon, un concepto q ...
ta b Ihdad de textos en text d ue posltIvlza la proyec- lución. La confrontación demostrativa de dos estilos y dos capas de
1983 c). O en otras palabr:s~' la ee~ult~ras ,en cu~turas (Lachmann, R., lenguaje que parece reflexionar alternativamente sobre la función ideo-
los modos de codificación q' 1 penencIa codIficada en los textos y
. ue a macenan esa e . . lógica de éstos, pasa a ser el verdadero tema. La antítesis empleada re-
una dImensión textual en e ., xpenencla, construyen tóricamente entre el más alto nivel de la tríada de estilos, como era
xpanslOn que pe 't
texto ~ean escritos simultáneamente 'd rmI e que en todo nuevo
tos mas viejos, casi muertos. Todo J es~ertados .nuevamen~e los tex-
cultural se refleja en la mem . dIgno mtroduCI?O en la cIrculación
obligatoria para la lengua literaria rusa del siglo XVIII, y los vulga-
rismos de los sublenguajes, aún no admitidos como lengua literaria,
del mundo del trabajo y del ejército, es 10 que deviene el princi-
consiguiente, el acto sincréti~~a e la c~ltura .y esta así disponible. Por pio organizador de la oda a la Revolución. La confrontación de los
es, a mIsmo tIempo t .
que se realiza a lo largo d e n ' ' un ac o sumatIvo, campos lexicales admite la «creolizacióm> de los mismos (el propio
aquí de un sincretismo de c: eje temporal. Tal vez se puede hablar
as Maiakovski habla de «mezcla», smes'). La lengua creolizada de un tex-
cada una de las cuales reflexi: c~turtles representadas por textos, to, que no hace caso de ataduras estilísticas y genéricas, la entiende
sincretismo de capas con orO nta s~, re as «subyacentes», es decir, un
len aClOn fuerte t d' ,. Maiakovski como una reacción a las «palabras congeladas» (zastyvshie
vuelve particularmente perceptible en lo men ~ ?aCroDlca. Esto se slova) de una lengua a la que le está negado el contacto dialógico con
dores de mitos A s í ' s procedImIentos transforma-
. , por ejemplo, en la reconstrucción del mito de toda otra. La fricción de un material de palabras heterogéneo, cuyo
136 Renate Lachmann
El sincretismo como provocación al estilo 137

modelo está señalado en el título «Oda a la Revolución», produce vio_


, . 1de los estilos, géneros y mitos en recíproco desen-
lentamente ese contacto (<<minero» y «devotos inciensadores», «carbo_ semantIc0'y cultura . descomposición. Parece que sólo el gesto
nilla» y «aureola»). Las palabras, sobre todo las sublimes (eslavismos mascaramIento, comenta~o y recibe los elementos reunidos
eclesiásticos, arcaísmos), arrastran consigo su dependencia funcional sincrético es capaz de realIzar eso, porque , teSI's sm' ocultamiento de la
. . .dad» --como «una sm
de determinados estilos (estilo elevado) y éstos, a su vez, de determi_ en su respectIva «aJem . d d t o» 6 Esta acción anti-estilo, arcaica
nados géneros (oda). heterogeneidad d~ lo CIta o ~n r l~ vez que bosqueja sumas de cul-
a a la(secm:~~:~
Se hace evidente que los distintos lexemas sumergidos en el crisol (primaria) y refllexIva :ambié; en el sentido excéntrico, no
tura y las cance vez,
son empleados por Maiakovski también como señales de referencia
localizable, a la memoria de la cultura. 7
que se asocian a una determinada convención estilística o genérica.
Lexemas como «oda», «oh», «gloria», o solemnes frases de oda como Traducción del alemán
«en éxtasis exalto yo», indican esa función, pero precisamente esos gi-
ros son también los que incorporan un vocabulario panegírico ajeno,
que tiene su puesto en la oda cortesana de alabanza del siglo XVIII. El
que Maiakovski se sirva de esas formas prefabricadas y de las tradicio-
nes estéticas e ideológicas que ellas representan, tanto al utilizar como
al parodiar el potencial retórico de la oda panegírica, hace aparecer la
«creolización» como «crítica de la ideología» e impide que la oda se
presente como oda.
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negírico del siglo XVIII, aquí no tiene que ser restaurado para la ala- . k"
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138 Renate Lachmann

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VOLOSHINOV, V. (1975), Marxismus und Sprachphilosophie, Frankfurt. ca, son fácilmente compr~ns~bles~nte ~ ser contemporáneo Yde actua-
que se ha dedicado tan energlcam. ho o diez décadas sin perder
ecer por seIS, oc .
lidad, no puede perman ., <deteriorarse» hasta convertIrse en
sus facultades de provocaclOn y (t hasta donde puedo entender la
. l' . o» No ob stan e,
«modernIsmo c aSlC . 't texto de una de las cinco
. t l'ty?» manuscn o, . 1
* H
« ow
Postmodem lS Intertex ua 1 . ,
1 tor en el marco e
d 1 II Encuentro IntemaclOna
, d
conferencias ofrecidas por e au de 1989). Fue publicado mas tar e en
de Criterios (La Habana, febrero-ml'tyarz~erlín_ Nueva York, de Gruyter, 1991,
. . h F Plett, ed. , Intertextua 1 ,
Hemnc.
pp. 207-224.
¿Cuán postmoderna es la intertextualidad? 141
necesidad de un nuevo conce to
neidad, hallo difícil incluir co~s~:;~:~evas espec~es de contempora_ más avanzadas, están pasando cada vez más a ser consideradas inacce-
S Por
la contemporaneidad bajo el solo epígrafie d comp edto ~ivergentes de sibles al análisis racional y a la planificación instrumental e insolubles
E e pos tmo ernlsmo mediante estos; en un nivel de conciencia que ya no nos permite consi-
n cuanto a la relación entre modernismo ostmo ..
lo me.n~s tres concepciones diferentes y del t Ydp h de~llsmo, Por derar la realidad como algo que ha de ser experimentado de manera di-
compItIendo entre sí. La primera ue f d o o . eterogeneas están recta e inmediata, puesto que nos llega siempre pre-estructurada por el
len
como su paradigma, considera el P'o;tmod ~ a tomar la arquitectura lenguaje, pre-formada por la cultura y filtrada a través de los medios
'"
to reVISIOnIsta ernlsmo como un m . . masivos; en tal situación, en la que «algo así como un espacio natural
como el intento de d h 1 OVlmlen_
.' es acer e modern' sobre el que no se haya hablado, libre, se ha vuelto tan bueno como in-
cas.o, el funcIOnalismo de la Escuela de 1 B h Ismo -en este
estIlo sincrético que vuelve a r f 1 a ti au aus- ~ regresar a un concebible» (Schopp 1985, 333), tiene que surgir un nuevo alejan-
períodos anteriores e incluso vu:fvee Ir as lormas arqUItectónicas de drinismo de la cita, la parodia y el travesti, * que juegue sus serenos,
otro tiempo, en el apogeo del modern~~mp ear el ?rnamento, que en embriagados o desesperados juegos con los sobrantes de la herencia
men por el influyente Adolph Loos Una o, era castIg~~o como un cri- cultural y los desperdicios de la industria cultural. «Perdido en la casa
dernismo, de la cual Leslie Fiedl~r s¡gunda. versIO~ del postmo- de espejos»: ésa es la metafora de John Barth para ese estado de con-
postmodernismo no como un mod ~ue e serVIr de ejemplo, ve el ciencia, que es, a la vez, de euforia y de desconcierto (Barth 1968).
ruptura con el modernism ern~s~o deshecho, sino como una Perdido en un laberinto de espejos: así Ambrose, héroe de Barth, va
igual que con todas las cosa~' d~~ rompImIento con el modernismo al haciendo eses a través de un laberinto de ficciones que se reflejan unas
da hacia el futuro y tI'ene su pasado'luna revuelta que está orienta- a otras, a través de un mundo en el que «espejos reflejados en espejos
s ralces en as .t I ' " son todo el espectáculo» (Yeats 1950,375). En tal situación, el arte y
medios masivos y la cultur mI o ogIas tnvlales de los
rosa car a d I ' . a pop, y no, como el modernismo, en la one- la literatura no pueden seguir siendo un simple reflejo de la realidad,
La t g e a. ?Istona y su herencia cultural (Fiedler 1965 y 1975) los tradicionales speculum vitae y espejo sostenido ante la naturaleza,
ercera verSIOn la de or' 1 .
Jean-Fran~ois Lyot~rd (H~~an e¡;~p dr~:;~9~;s~n, Gerald Graff y puesto que se vuelven espejos distorsionadores que reflejan otras imá-
genes de espejo y proyectan más reflejos en este páramo de espejos.
senta el postmodernismo como 1 1'" . ~ yotard 1979), pre-
modernismo, como una vuelta ad~i~:~~a extensIOn y culminación del La producción de arte y literatura bajo estos auspicios deviene
ceso de modernización que co ' ~ fi?al de la tuerca de ese pro- más bien un reciclaje de material de desecho que un acto de crea-
Si hay algún d . d menzo en e SIglo XIX, si no antes. ción; se convierte en una «tecnología de saber simbólico gastado» y un
enomma or común par t d' «reciclaje de los desechos semánticos», para citar metáforas de Botho
ciones del postmodernismo t' 1 1 a es as Iferentes construc-
cultura postmodernista se p' es a en e e emento de lo parasitario: la Strauss tomadas de la tecnología nuclear (Strauss 1977, 85). Este desa-
resen ta como una . t . , rrollo no ha tenido lugar en un vacío teórico; en realidad, ha estado
de materiales y procedimientos dados d Jugue on~ mIse en scene acompañado por una teoría particular que lo legitima y que redefine el
tomados del museo imaginario de los e ~nte~an~,. y estos pueden ser
status de los textos y de sus productores. Esa teoría es la teoría de la
de artefactos pop todavía no tocad estIlos hlstoncos, o del almacén
intertextualidad, que surgió en Francia en el contexto de la revolución
1984), o del repertorI'o de la t 't' os pOIr la Alta Cultura (Jameson
un mundo que es ex . s es e Icas y as p rac , t'Icas mo d '
ernlstas En cultural del 68 y de la que ávidamente tomaron posesión los postmo-
to; bajo el sol ponie~;:I:~n~:d~ co~o, tot~lmente contingente y fo~i­ dernistas norteamericanos. En el mismo año de 1967 en que Julia Kris-
haber llegado a su fin y cua{~ te dm/~lenQlre, cuando l.a historia parece teva acuñó, o más bien puso en circulación, la palabra intertextualité
nete [afterpiece] posthistóricooa~ ,o o que p~rece posIble es algún sai- (Kristeva 1967), el novelista y profesor estadounidense de literatura
John Barth anunció que habíamos entrado en una nueva fase en la his-
llejón sin salida político en el' ~n post1ud~o ~arnavalesco; en un ca-
lógicas e ideológicas parti fue as contradICCIOnes económicas, eco-
* N.
del T.: Burla satírica de una obra, en la cual (a diferencia de la parodia) se
, cu armente en las sociedades occidentales
mantiene el contenido y se cambia la forma.
142 Marifred Pfister
¿Cuán postmoderna es la intertextualidad? 143

toria literaria, una fase dominada por la «literatura del . .


(Barth 1982), una fase terminal en la que todo el ím etu agot~mlento» conciencia de que la originalidad en estos ultimos días en la historia
ba agotado y en la que la originalidad so'lo s b .?, creatIvo esta_ sólo puede residir en una novela que trate con material de segunda
. fi . o reVlVlfla en la :6 roano, es el sello distintivo de un postmodemismo atrapado en la com-
Juegos so IstIcados con los textos existentes 1 orma de
nales, es decir, en la forma de alusión c·t Y aS ~structl,1ras tradicio_ pulsión de repetir interminablemente y de maneras siempre nuevas lo
te~cionesque se hallan tras las forrr:ul~~; paro dla y coll~~e. Las in- que ha sido pensado y dicho antes (Hassan 1982). Leslie Fiedler,
~nste:a y Barth son diferentes: en el caso :en~: k;~~~~matIcas de la Gerald Graff y los demás voceros en el debate norteamericano sobre la
ClOnanas y de crítica de la subietivid d b . a, son revolu_ existencia y esencia del postmodemismo, están de acuerdo con él. Un
' . J a urguesa, mIentras q B
es ta marcado por una actitud ambigua h . 1 h ue arth observador distanciado desde Europa, Douwe W. Fokkema, también
burguesa reciente Lo que comparten aCI~ e aut goút de la cultura está de acuerdo y define el postmodemismo en términos de intertextua-
cada texto está airapado en una red des, s~n ~mbargo, la idea de qUe lidad: «El postmodemista está convencido de que el contexto social
otros textos. De manera similar Rayrn e;~ a~lOnes y r~~erencias con está constituido por palabras, y de que cada nuevo texto está escrito en-
ta al igual que Barth ve la p'roduc ~~ 1~t e~an, cntIco y novelis- cima de uno anterior» (Fokkema 1984,46). Fokkema afirma que el ori-
" ' clOn 1 erana como u
«p1a(y)gIansm»* continuado, es decir como b" ,n caso de gen de esta imagen del palimpsesto, de un texto que está oculto debajo
dicro con lo intertextual como un ¡' . . una com InaCIOn de lo lú- de otro, se remonta a la descripción que en 1931 dio Edmund Wilson
(Federman 1975/76) y P ~gIO Juguetón y consciente de sí
. ,para menCIOnar un eiem 1 'R del «Work in Progress» de Joyce -que había de devenir el Finnegans
Bloom, uno de los líderes de la Escue1 d J p. o mas; arold Wake- como un palimpsesto, y, al obrar así, convierte la obra de
teraria en términos de ., d a e yale, descnbe la hIstoria li- Joyce en un texto postmodemista avant la lettre; también podría haber-
un gUlOn e antagomsmo en el cual d
mayor, al sufrir de «La angustia de la infl . ' .d ca ~ poeta se referido al último «Canto» de Pound, que apostrofa, en una mirada
vidualidad y originalidad en contraste co~e~c~», 1 ea su propIa. indi- retrospectiva, al ciclo entero de los Cantos como un palimpsesto enor-
participando así en un dI'alo . t ' e maestros antenores, me y de muchas capas (Pound 1975, 797).
go In enSlVO aunque .
con ellos (Bloom 1973) E P ' ' ., mayormente negatIvo, Pero, si eso es cierto, si realmente el postmodemismo y la intertex-
mantela . n oe~l,a y. represlOn, da un paso más y des-
completo CeOnm~le~amente l~ nOClOn Idealista tradicional de un texto tualidad son tratados como sinónimos en estos días, ¿por qué entonces
SI mIsmo, autonomo: preguntar «¿cuán postmodema es la intertextualidad?»? ¿Por qué pro-
;e~~~;~~%~~~ :;ás dificiles de di~i?ar que la «dictada por el voca inquietud el consenso de escritores, críticos e historiadores litera-
rios? Pues bien, plantear esta cuestión, en todo caso, vale la pena,
. e que un texto poetIco es completo en sí mis-
m~, de ~ue tIene un significado o significados averiguables sin porque, aunque el concepto de la intertextualidad ha sido acuñado bajo
re erenCla a otros textos poéticos. (oo.) Por desgracia los poe- los auspicios del postmodemismo, ésta es un fenómeno que en modo
mas no son cosas' '1 1 ' alguno está restringido a la escritura postmodemista. Desde los más
labra ' SInO so o pa abras que se refieren a otras pa-
~' y esas palabras se refieren a otras palabras ma's ' tempranos orígenes detectables en adelante, los textos literarios siem-
suceSlvament 1 d ' Y aSI pre se han referido no sólo a la realidad (imitatio vitae), sino también a
. l' . e en e mun o densamente superpoblado del len-
guaJe Iterano. T~do poema es un interpoema, y toda lectura de otros textos anteriores (imitatio veterum), y las diversas prácticas inter-
un poema es una Interlectura. (Bloom 1976 2 ) textuales de aludir y citar, de parafrasear y traducir, de continuación y
E~ este momento la intertextualidad ha devenido ia ~a:~a d "'-'b' adaptación, de parodia y travesti, florecieron en determinados períodos
mIsma del postmodemismo U ' . e J.a nca mucho antes del postmodemismo -por ejemplo, en la Alejandría clá-
del postmodemismo si . ~o de los mas Influyentes propagadores
, no su Inventor, Ihab Rassan, considera que la sica de los últimos tiempos, en el Renacimiento, en el neoclasicismo y,
desde luego, en el modernismo «clásico». Hemos de preguntar, por lo
* N. del T.: «palabra-maleta» que combina lo . .
tanto, si hay un tipo específicamente postmodemista de intertextuali-
(plagio) y «play» (juego). s vocablos mgleses «plagiarism»
dad, si el postmodemismo emplea la intertextualidad de una manera
144 Manfred Pjister ¿Cuán postmoderna es la intertextualidad? 145

e~p~cífica, con estrategias y funciones es ecíficas . sobre su texto, la unidad y la autonomía del texto permanecen intactas
dls~mguir la intertextualidad postmode~sta d l' q~e nos permitirían y el lector no se pierde en una red laberíntica de referencias posibles,
de mt~~extualidad, yen particular de las del e das ,ormas anteriores sino que se da cuenta de las intenciones del autor descodificando las
ma adICIOnal implicado en mi pregunta es mOl ernlsmo, Un proble_
señales y marcas inscritas en el texto. En su impresionante estudio
tu al1'dad es por lo menos tan deb t'd que e concepto de '
a 1 o como el de post . d mtertex_
' Palimpsestes: La littérature au second degré (Genette 1982), Gérard
que tenernos que tratar de nuevo con v ' ,mo ernlsmo, y Genette ha seguido este enfoque estructuralista de la intertextualidad
Por lo ~anto, primero trataré de separar l:;l~~sn~~~~:les rivalizantes, con más rigor sistemático y fuerza argumentativa que cualquier otro,
pensamIento, antes de pasar a la cuestl'o' d ' as ~ayores de ideando una clasificación coherente de los diversos procedimientos
'f' n e una mtertextual dad
CI lcamente postmodernista (El " , 1 espe- intertextuales e ilustrándolos con ejemplos tomados de una vasta gama
Pfister 1985, 1-30,) . slgUlente capItulo está basado en
de textos de todos los períodos y de muchas literaturas nacionales dife-
rentes.
2. Intertextualidad: estructuralista Vista desde la perspectiva postestructuralista co-inaugurada por la
Kristeva, semejante reducción de la intertextualidad a las referencias
y postestructuralista
nítidas y señaladas de un texto particular a otro se opone a la naturale-
Para empezar, se ha de tener
dad de la Kristeva es más bie~r~sent~ ~ue el concepto de intertextuali- za vitalmente expansiva de este principio. No es más que un vano
tingue el significado original d 1escnptlvo que programático. Esto dis- intento académico de domar lo indomable, un intento burgués de
de él en el contexto del deba~e ce~~~~Pto ~~specto del uso que se hace
desactivar su potencial explosivo y revolucionario que aspira a desen-
nismo. Segun la teoría de la K . t oum ense sobre el postmoder- mascarar todas las nociones de autonomía y unidad del sujeto y del
tuales, no sólo los textos mode~~:t=:~ todos los t~xtos son intertex- texto como ficciones ideológicas, Después de todo, cuando la Kristeva
to, por lo tanto, aspira a caracterizar el postmodern~st:as, y su concep-
acuñó este término, su intención no era proporcionar un nuevo epígrafe
en general. En el debate est d 'd status ontologlco de los textos para las diversas formas de alusión y cita y estimular clasificaciones
a Ounl ense por el c tr ' h h ' más útiles y sistemáticas, sino revolucionar nuestras nociones de arte,
desplazamiento del énfasis de lo d '' , on ano, a abldo un
?ntológico a lo histórico: la intert:~~~~:d a~o pr~gramático y de lo
literatura, texto y subjetividad.
Este potencial radical y explosivo caracterizó ya la prehistoria
Ideal a la que aspira el texto postmod' a ora enota una norma
T b' , ernlsta. del concepto, sus raíces en el concepto de «dialogicidad» o «dialo-
am len en Europa se ha producid gismo» de Mijaíl Bajtín. La Kristeva acuñó su propio concepto a la
pero de una índole algo diferente ,o un :~enfoque del concepto,
objetado contra la Krist . AqUl, ,los cntlcos estructuralistas han luz de un modelo teórico que el estudioso ruso-soviético había ideado
abarcante de la intertex~~~~ds~: segUl~O~eS que un concepto omni- durante la revolución cultural de los años 20 y había elaborado en va-
textos individuales o grup ,~oco utll cuando le toca interpretar rios estudios históricos sobre la sátira menipea, sobre el carnaval y
55; Hempfer 1983 14_18~s~tPec~ IC~S de tex~os (Hempfer 1976, 53- sobre la novela. Lo que más le interesaba a Bajtín en esto era el «diá-
este término han ~strech~d oep ~r ,~82; Stlerle 1983). Al adoptar logo de voces~~ dentro de un texto -un diálogo que socava la autori-
principio ge;eral de lo o su slgm lcado desde el kristeviano de dad de toda voz única- y la «polifonía» de cada enunciado, la cual
junto de procedimient~st~~tos que presuponen otros textos, al de con- resulta de que «cada palabra concreta (el enunciado) siempre halla
otro, su «pre-texto>~ Sólo c~ q~e un text~ se refiere señaladamente a los objetos a que se refiere ya cubiertos por anteriores enunciados,
que el autor se prop~so cIar en ~n como m~ertextuales las referencias discusiones y evaluaciones», «sombreados por una vaga niebla de pa-
el texto y son reconocidas amen e, qUd~destan marcadas con nitidez en labras o, por el contrario, iluminados por otras palabras dichas sobre
., y compren 1 as por el 1 t E los mismos anteriormente» (Bajtín 1979, 169). La novela polifónica,
Slon estructuralista de la intert tu l"d d ec oro n esta ver-
ex a 1 a , el autor conserva la autoridad por ejemplo, establece un «microcosmos de la pluralidad de voces»
146 Manfred Pfister
¿Cuán postmoderna es la intertextualidad? 147

y, como tal, puede encerrar la totalidad de las «voces socioideo_


noción de intersubjetividad se establece la ~e intertextualid;~,
lógicas de una época» (Bajtín 1979, 290). Por lo tanto, el diálogo
y el lenguaje poético se lee como un lenguaje por lo menos -
dentro de un texto es, al mismo tiempo, un diálogo con todas las vo-
ble. (Kristeva 1969, 146)
ces fuera de él, desde el lenguaje soez del mercado y las Voces profa-
nas y desacra1izadoras del carnaval hasta las voces de la autoridad y Ta mbién yendo más allá de Bajtín, expanden la noción dIe texto detuonda
de los pre-textos literarios canonizados. ra tan radical que, al fin y a1 cabo, todo -o , por o menos,
., . a
mane ., ltural- cuenta como texto dentro de esta semlOtI~a gene-
A la Kristeva la atrajo la teoría de Bajtín porque ésta le permitía ir formaclOn cu . , lobal de texto 10 que constItuye la
más allá de un modelo estructural estático de los textos literarios. En ral de la cultura. Es esta nOClOn g . '.
su opinión, tal «dinamización del estructuralismo» sólo es posible si se base de la definición de intertextuahdad de la Knstev~. .,
da por supuesto, con Bajtín, que INTERTEXTUALIDAD a esa mter-aCClOn tex-
Llamaremos 'nico texto. Para el sujeto
la «palabra literaria» no es un punto (un sentido fijo), sino un tual que se produce dentro de un u ., , l' d'-
cruce de superficies textuales, un diálogo de varias escrituras: cognoscente la intertextualidad es una nOClon q~e sera e mIlI
ce del mod; como un texto lee la historia y se mserta en e a.
del escritor, del destinatario (o del personaje), del contexto cul-
tural actual o anterior. (Kristeva 1969, 144) (Kristeva 1969a, 443)
. Bajtín todavía insistía en el «contacto de
Para la Kristeva, el concepto de dialogismo de Bajtín es esencialmente Sin embargo, mIentras que . , ico entre textos» (Bajtín 1979,
dinámico, y hasta revolucionario, y lo que ese concepto trataba de re- los sujetos» detrás de: «~o~t~c~e~:~fdad como la palanca lingüística

~5;1~:~:s;;:~e:eC~:;~::á:ti:~~:n~~C~:~:~:~:S:~ ~~
volucionar dinámicamente era no sólo el estructuralismo, sino la
política cultural en general. Al propagar la relatividad de cada posición
individual, la autocrítica de cada palabra, el socavamiento de todo un sUjeto au~?nodmlo, ~ t del texto. En el marco de esta teoría, el
monologismo dogmático y oficial, la profanación carnavalesca de todo desconstrucclOn e SUje o y . . d' r
un texto en otro tiempo un creador y un gemo, ~~er e lmpo. -
lo sagrado y la subversión de toda autoridad, Bajtín estaba luchando auto~ de , ducido al de proporcionar el SItIO o espacIo
contra la creciente rigidez de la política cultural soviética postrevolu-
cionaria y la canonización doctrinaria del realismo socialista. De he-
~a;~l~a~:~~~~~¿ns~ev~o:etextos. La creatividad y la productividad son
cho, estaba continuando la lucha revolucionaria contra la represión cre- transferidas del autor al texto: . .
ciente. Así ues, el texto es una productividad, 10 q~e, qUlere ~ec~r
Fue el potencial explosivo de la crítica bajtiniana del monologismo q ue'~) su relación con la lengua en la que se SIma es redls~~l­
. (destructivo-constructIva
. ) [... ] 2) e'1 es una permutaclOn
ideológico lo que fascinó a la Kristeva y a otros escritores y críticos del butiva .
círculo de Tel Quel a fines de los años 60, y ellos, a su vez, emplearon de textos una intertextuah a : en e1 espacio de un texto vanos
'd d l'
el concepto bajtiniano de dialogismo en su propia lucha contra la ideo- enunciados, tomados de otros textos, se cruzan y se neutra I-
logía «burguesa» de la autonomía y unidad de la conciencia individual zan. (Kristeva 1969, 113) .
y el significado completo en sí mismo de los textos. En eso fueron in- En la medida en que la creatividad y la productividad ~n ~r~~s~e~:~~
cluso más allá de Bajtín: mientras que para Bajtín el dialogismo era 1 texto o más bien a la interacción de los textos, la su ~etI~l a
una cualidad de textos particulares, y particularmente valiosos (la sáti- ~idual del autor desaparece y su autor~dad sobre el textoe:~ :~v;7:~:
Según la. Kristeva, esto ocurren~id:~~l::~~~~ae;;:::side:ado el últi-
ra menipea, Rabelais, Shakespeare, Dostoievski), para ellos es una ca-
racterística de todos los textos:
tipo de dl~CU~solque
e a ~~ ~~:~d~~ no alienada y auténtica: «Ellen~uaje
todo texto se construye como un mosaico de citas, todo texto
es absorción y transformación de otro texto. En el lugar de la
mo, ~efuglO
poetIco, el e~~Pleo de marcas y huellas, disuelve al sUjeto.»
me d.lante sU
(citado segun Grübel 1983, 221).
148 Manfred Pfister ¿Cuán postmoderna es la intertextualidad? 149

~l, sujeto que aquí está siendo disuelto es no sólo el del aut . za, amados en secreto, libres, discretos, generosos, sino también textos
tamblen el del lector" Ambos autor y lector, deVlenen. una m or, SIno
' comunes, triunfantes» (Barthes 1975, 51). Para Barthes, el intertexto
mara
.d de ecos» (Barthes 1975" 78) cque resuena
o n 1as resonan era . «ca- quiere decir no sólo el texto mismo, sino también el espacio entre to-
ruI o d.e otros textos, y tanto el yo del autor como el dellecto ~I~S y el dos los textos, en el que nos movemos, y tenemos que movemos, todo
ser entIdades estables y dadas de antemano' «yo no r. eJ~ de el tiempo. Como escribe en Le Plaisir du texte:
cente, anterio~ al texto [...] Ese mismo «yO); que se a~:: :~J::o mo-
Yeso es realmente el intertexto: la imposibilidad de vivir fuera
ya una plur~bdad de otros textos, de códigos infinitos o m' xto es
mente: perdIdos (cuyo origen se pierde)>> (Barthes 1970 16) a\ex~ct~_
del texto infinito -sea ese texto Proust, o el periódico, o la
pantalla de televisión. (Barthes 1973, 59)
l~~tura corniola escritura son, por lo tanto, «actos de intert'extuaanII?z a
Clon» y se ee y se escn'be -para emplear una imagen de Charles Gria- El «descentramiento» del sujeto depone el viejo discurso de un «yo» o
vel que recuerda una de la biblioteca de Babel de B '- de la «identidad personal» como gastados autoengaños idealistas; la di-
de 1 B'bl' orges- «a traves solución de los límites de los textos abre cada texto a todos los otros
vel ~98~, ~~~~a [...], a través de paños enteros de la Biblioteca» (Ori-
textos, incluso al ruido de la maquinaria ideológica, al aturdidor estré-
Correspondiendo a la disolución de los sujetos hayal mism f pito de los medios masivos y a los dictados subconscientes o el clamor
p~ una dis~luc.ión del texto como unidad cohere~te y complet~ ;:~~ del consumismo. Tomados juntamente, estos componentes invocan la
mIsma d~ S.I~Ificado. <<No hay textos, sino sólo relaciones entre tex- imagen de un «universo de textos» (Orivel 1978) en el que todos esos
t~s~>, escnblO de manera categórica Harold Bloom (Bloom 1975 3 re- textos sin sujeto se refieren, en un regressus ad infinitum, a otros tex-
hltIen~O s?l~~nte lo que antes que él había dicho Michel But~f" );<No tos y, en principio, a todos los otros textos. Todos ellos, meros frag-
ayo ra mdlvldual. La obra de un individuo es una especie de 'nudo mentos del único «texte générab> (Derrida 1973, 310), convergen con
que se produce dentro de un tejido culturab> (Butor 1969 2) P 1 la historia y la realidad, las que, a su vez, sólo existen para nosotros en
tanto, l~ metáfora de una cámara de ecos se aplica de la mi;ma 'ma:er~ forma textualizada. Este modo de ver excluye dos ideas: en primer lu-
al ~o~o texto que a los sujetos del autor y el lector. El justamente lla- gar, la de un signo que se refiere a la realidad, y, en segundo lugar, la
ma o ~berto Eco hizo el mismo descubrimiento de los «ecos de in- de la realidad misma que existe de modo natural y no textualizada, in-
tertextualIdad» cuando escribió 11 Nome della Rosa: dependiente de los procesos semióticos. No es sorprendente, pues, que
He descubierto así lo ~ue los escritores siempre han sabido (y los más avanzados desconstructores, Derrida y sus seguidores estado-
t~tas veces n~s h~n dIcho): los libros hablan siempre de otros unidenses, reduzcan la relacion semiótica bipolar de significante y sig-
lIbros y toda hlstona cuenta una historia ya contada. nificado al solo significante, con la consiguiente reducción de toda co-
municación a un libre juego de los significantes (CowardlEllis 1977,
Es~o puede ol~r demasiado al sofocante aire de las bibliotecas . 122-126; Warning 1983,298-300). En efecto, una perspectiva vertigi-
l~ mtertextuabdad sólo tuviera que ver con libros, volúmen~sc;~~:~ nosa, una visión apocalíptica -y, por esa misma razón, tan fascinante
nento~ engendrados a partir de otros volúmenes polvorientos Pero
para una conciencia postmoderna, que se ve a sí misma en el fin de
despues de todo, el perdido. segundo libro de la Poética de Aris~óteles' toda la historia, privada de todo futuro imaginable que fuera más que la
el que versa sobre la co~edla, está situado en el misterioso centro de l~ prolongación del final de partida que avanza, ¡el postludio a la historia!
~ovela de ~,co, ~ s~ ~stóteles bajtiniano abre el texto, en la teoría de
a subverslOn dlaloglca y carnavalesca, a todas las voces no sólo a 3. La intertextualidad postmodernista
aquellas. de las bibliotecas, de la poesía y la erudición (cf Schick
1984). Sm duda, Eco, el docto profesor de semiología, estaría de acuer- Mi tesis es la siguiente: la intertextualidad postmodernista es la inter-
do con.su colega Roland Barthes cuando éste recalcaba una y otra vez textualidad concebida y realizada dentro del marco de una teoría post-
que el mtertexto «no abarca solamente textos escogidos con delicade- estructuralista de la intertextualidad. Con esta definición la especifici-
150 Manfred Pfister
¿Cuán postmoderna es la intertextualidad? 151

dad ~i~tó~~a de, la i~tertextuali.dad postmodernista se vuelve un asunto poético y discurso teórico, entre práctica estética y reflexión teórica.
de dIstmcIOn mas bIen categonal que cuantitativa. Si, por el contrari El texto postmodernista del tipo ideal es, pues, un «metatexto», ~ sea,
tratáramos de definir la intertextualidad postmodernista sólo en térm~~ un texto sobre textos o .sobre la textualidad, un texto autorreflexIvo '!
n?s de un au~ento en la~ referencias intertextuales, la diferencia entre, autorreferencial, que tematiza su propio status text~al y los procedI-
dI~amos, la m~ertextu~lIdad modernista y la postmodernista sólo po- mientos en que éste está basado. En el centro temátIco de esta meta-
dr~a. ser una dIferencIa relativa, y obras centrales del modernismo comunicación del texto postmodernista sobre sí mismo hallamos una y
clasIco como The Waste Land de Eliot, los Cantos de Pound o el otra vez su intertextualidad. Esto no ocurre por sorpresa, puesto que,
Ulysses de Joyce tendrían que ser promovidas al status de obras por una parte, la intertextualidad es uno de. sus pr~cedi~ientos centra-
postmodernistas avant la lettre.
les y, por la otra, la intertextualidad, que SIempre Imph~a alguna, re~e­
La intertextualidad postmodernista dentro del marco de una teo- rencia interpretativa y perspectivizante a otros textos, tIene en SI mIs-
ría postestructuralista quiere decir que aquí la intertextualidad no es
ma un aspecto metatextual. , .
meramente ~sada como un procedimiento entre otros, sino que es Unos pocos ejemplos deberán bastar. El cuento que da tItulo al lI-
pu.est~ ~n pnmer plano, exhibida, tematizada y teorizada como un bro Lost in the Funhouse (Barth 1968) de John Barth, trata sobre una
pnncIpIO constructivo central. Un contexto sociológico relevante familia que va de excursión a Ocean City. El cuento, sin embargo, es
para es~a autoconcienci~ autorreflexiva de la intertextualidad post- interrumpido una y otra vez por la reflexión del.na~ador sobre su ma-
modermsta es el boom sm precedentes de los estudios literarios la nera de narrarlo, y esas digresiones metacomumcatIvas. amenaza~ con
crítica y la teoría en la mayoría de los establishments académicos del impedir que se lo cuente en su totalidad. El ~arrado~ pIerde contmua-
mundo occidental, y en particular en los Estados Unidos. En este mente su hilo narrativo y se extravía en reflexIOnes sIempre nuevas. so-
context~, una literatura ingenua teóricamente, menos autoconsciente bre los diversos métodos y estructuras de la narración que él pudIera
-una lIteratura «cruda» en contraste con una «cocinada»- difícil- emplear. De ese modo, las confusiones y la pérdid~ de la ident~dad que
mente podría sobrevivir o sería marginalizada como trivial. Un siste- Ambrose, el héroe de la historia, sufre en el labennto de espejOS en el
ma académico que produce más teoría literaria, o incluso más inter- parque de diversiones, devi,enen la metáfora central p.ara los enredos
pret~ciones de Hamlet, que lo que cualquiera puede digerir, alienta intertextuales del narrador. El, del mismo modo que el Joven Am~rose,
un tIpo d~ producció~ literaria que es igualmente autorreflexiva y se pierde en un laberinto de espejos: en su caso, son los espejOS de
autoco~scI~nte, u~a h~er~tura que, por así decir, tiene su origen en otros textos -escritos por Aristóteles, Gustav Freytag, ~os Passos,
los. semmanos umversItanos y les vuelve a proporcionar a éstos ma- James Joyce y muchos otros- que están hechos para re~eJar sus pro-
tenal nuevo para análisis e investigación.
pias opciones, decisiones y dilemas narrativos. L~ coleccIOn ~e cuentos
Las figuras claves del postmodernismo literario estadounidense como un todo también coloca en primer plano la mtertextualIdad, cam-
-Barth, Barthelme, Federman, Pynchon y Compañía- pertenecen, biando sistemáticamente, de un cuento a otro, la matriz ge~érica sub-
todas, al establishment académico o por lo menos provienen de él.
yacente, del mito, la poesía épica y la meditación a la a~tobIOgrafia, la
Como nU,evos unive~sity ~its, * estos poetae docti postmodernos produ- novela y el cuento corto. Además, los dos textos que estan e? el cent~o
~en no solo. textos lIteranos, sino también textos críticos, y hacen que de la colección tienen títulos que se refieren a las dos metaforas mas
estos re~~xIOnen unos sobre los otros. Sin embargo, van más allá de la corrientes de la teoría postestructuralista de la intertextualidad: el labe-
~era umon personal del tradicional poeta-crítico al aspirar a un nuevo rinto de espejos en «Perdido en la casa de espejos» y la cámara de. ecos
tIpo de texto que desconstruiría todas las distinciones entre discurso en «Eco». Sin embargo, la referencia más explícita a la teoría mter-
textualista está contenida en el texto titulado «Título» ----:-un ~exto que
• N. del T. University wits: ingeniosos con educación universitaria en la época de tematiza de manera autoconsciente su propia «autoconCIenCIa» (110)
Shakespeare.
y se pierde de manera tan completa en el «laberinto de espejos» (108)
150 Manfred Pjister
¿Cuán postmoderna es la intertextualidad? 151

dad histórica de la intertextualidad postm d .


de distinción más bien catego . 1 o ~rnlsta se vuelve un asunto poético y discurso teórico, entre práctica estética y reflexión teórica.
tr ' na que cuantItativa Si 1 El texto postmodernista del tipo ideal es, pues, un «metatexto», o sea,
ataramos de definir la intertextualidad . o' por, e contrario,
n?s de un aumento en las referencias int:;:~modernlsta. solo e~ téfIl1i- un texto sobre textos o sobre la textualidad, un texto autorreflexivo y
dIgamos, la intertextualidad m d ' tuales, la dIferencIa entre autorreferencial, que tematiza su propio status textual y los procedi-
d ' o ernlsta y la postmod' , mientos en que éste está basado. En el centro temático de esta meta-
na ser una diferencia relati b ernlsta sólo po-
clásico como The Waste Lan~ad: ;li:~s lcentrales del modernismo comunicación del texto postmodernista sobre sí mismo hallamos una y
Ulysses de Joyce tendrían q , os Cantos de Pound o el otra vez su intertextualidad. Esto no ocurre por sorpresa, puesto que,
ue ser promovidas al st t d por una parte, la intertextualidad es uno de sus procedimientos centra-
postmodernistas avant la lettre a us e obras
les y, por la otra, la intertextualidad, que siempre implica alguna refe-
La intertextualidad postm~dernista d
ría postestructuralista quiere decir e~tro ?el marco de una teo- rencia interpretativa y perspectivizante a otros textos, tiene en sí mis-
meramente usada como d~ue. aqUI la mtertextualidad no es ma un aspecto metatextual.
un proce Imlento entre ot . Unos pocos ejemplos deberán bastar. El cuento que da título al li-
puesta en primer plano h °b'da . ros, smo que es
principio constructivo ~::tr~II U, tematIzada y teorizada como un bro Lost in the Funhouse (Barth 1968) de John Barth, trata sobre una
. n contexto sociológ' 1 familia que va de excursión a Ocean City. El cuento, sin embargo, es
para esta autoconciencia autor fl . d ' ICO re evante
modernista es el boom s' red eXlva e la mtertextualidad post- interrumpido una y otra vez por la reflexión del narrador sobre su ma-
, o m prece entes de los t d' r . nera de narrarlo, y esas digresiones metacomunicativas amenazan con
cntIca y la teoría en la ma oría de 1 . es u lOS Iteranos, la
mundo occidental y en py t' 1 os establzshments académicos del impedir que se lo cuente en su totalidad. El narrador pierde continua-
, ar ICU ar en los Estad U'd mente su hilo narrativo y se extravía en reflexiones siempre nuevas so-
contexto, una literatura ingenua t ' . os DI os. En este
· eoncamente menos a t . bre los diversos métodos y estructuras de la narración que él pudiera
-una lIteratura «cruda» en contr t ' . u oconSClente
mente podría sobrevivir o sería as ~ c~~ una «cocmada»-, difícil- emplear. De ese modo, las confusiones y la pérdida de la identidad que
ma académico que produce má ~arg~na .Izada. com? trivial. Un siste- Ambrose, el héroe de la historia, sufre en el laberinto de espejos en el
pretaciones de Hamlet q 1 s eona IIte~ana, o mcluso más inter- parque de diversiones, devienen la metáfora central para los enredos
un tipo de producción' lit~e ~ que cual~UIera puede digerir, alienta intertextuales del narrador. Él, del mismo modo que el joven Ambrose,
autoconsciente una lI'terat rana que es Igualmente autorreflexiva y se pierde en un laberinto de espejos: en su caso, son los espejos de
o' ura que por a 'd ' . .
los semmarios universitarios y 1 ' 1 SI eClr, tIene su ongen en otros textos -escritos por Aristóteles, Gustav Freytag, Dos Passos,
. 1 es vue ve a propor James Joyce y muchos otros- que están hechos para reflejar sus pro-
tena nuevo para análisis'
o ,

. ., ClOnar a estos ma-


e mvestIgaclOn.
Las figuras claves del postmodern' . . pias opciones, decisiones y dilemas narrativos. La colección de cuentos
-Barth, Barthelme F d P Ismo IIterano estadounidense como un todo también coloca en primer plano la intertextualidad, cam-
, e erman, ynchon y Co -,
todas, al establishment acad' . mpaDIa- pertenecen, biando sistemáticamente, de un cuento a otro, la matriz genérica sub-
C emlCO o por lo menos .
omo nuevos university wits * t prOVIenen de él. yacente, del mito, la poesía épica y la meditación a la autobiografía, la
cen no sólo textos literarios 'si:~ ~s p~~~ae docti postmodernos produ- novela y el cuento corto. Además, los dos textos que están en el centro
éstos reflexionen unos sobr: los ot am SI~n textos críticos, y hacen que de la colección tienen títulos que se refieren a las dos metáforas más
ros. m embargo van ' 11' d corrientes de la teoría postestructuralista de la intertextualidad: ellabe-
~era UDIon personal del tradicional
o ,

' mas a a e la
tIpo de texto que desconstruiría tO:oelta-cdr~tI~o ~l aspIrar a un nuevo
o ' •

rinto de espejos en «Perdido en la casa de espejos» y la cámara de ecos


as as IstInclOnes entre discurso
, en «Eco». Sin embargo, la referencia más explícita a la teoría inter-
textualista está contenida en el texto titulado «Título» -un texto que
N. del To University wits: ingeniosos co d o , o
Shakespeare. n e ucaClOn ulllversitaria en la época de tematiza de manera autoconsciente su propia «autoconciencia» (110)
} y se pierde de manera tan completa en el «laberinto de espejos» (108)
I
152 Manfred Pfister
¿Cuán postmoderna es la intertextualidad? 153

de las referencias intertextuales y las reflexiones metatextuales, qUe


nunca se ocupa de contar su historia. Es aquí donde, trasladados de los U t 'tulo como «El hombre desconstru'do»1 (Laughlin 1985, 191-4)
l' t
nI.. 1 arco teórico postestructura IS a,
escritos críticos de Barth a su texto de ficción, los principios centrales remite al lector IDmedlatamente a mm'a la desconstrucción de la iden-
de su teoría de una «literatura del agotamiento» (Barth 1982; original_ one El poema ac ,
que el poema presup. h 11 1 origen de esta remontandose en
mente 1967) son objeto de referencia explícita y se los hace justificar tidad personal .del hablant~ ~ . a : : la niñez temprana, cuando el ha-
las estrategias intertextuales de esta colección de cuentos: términos freudIanos a s.us ID1CIOS como estricto, de su madre:
blante estaba bajo el CUIdado, tan amoroso
La posibilidad final es volver la condición de postreros [ulti-
I am the deconstructed man
macy], el agotamiento, la autoconciencia paralizante y el peso
adjetivo de acumulados, .. Continúa, Continúa. Volver la condi- myp arts are scattered on the ,nursery
b floor
and can't be put together agaID ecause
ción de postreros contra sí misma para hacer algo nuevo y váli-
the instruction book is lost
do, la esencia de lo cual sería la imposibilidad de hacer algo
nuevo. (106) clean up your mess in the nursery my mother says
I am the deconstructed man (193)
Empleando como ejemplo un texto narrativo escrito por John Barth, he
en el oema para niños, el héroe es hech~
mostrado cómo el metacomentario explícito y las metáforas recurren- Igual que Humpty-Dumpty
. parable y suP'd VI a adolescente y adulta, una OdI-
tes de espejos yecos pueden poner en primer plano la intertextualidad añicos de manera lITe. ' , continúa este proceso de des-
y tematizarla en términos de la teoría postestructuralista. Otro procedi- sea de ulteriores relacIOnes co~ mUJeres" de esta búsqueda eró-
', ' , , L s dIversas estacIOnes
miento mediante el cual se puede lograr eso, lo ilustraré --en obsequio integracIOn y dlspersIOn, a 'n paradigmas literarios, desde
de la brevedad- haciendo referencia a un texto poético. El poema que tica son modeladas entera~enlte ~egu de Mozart hasta Pound, Eliot,
escojo fue escrito por un autor estadounidense, que todavía es descono- C tul CavalcantI y as operas l'
Homero, a o, ,. W'll' Sus «Circes» son «una Ista
cido en Alemania a pesar de repetidos esfuerzos realizados por Eva Gertrude Stein y WIllIam c.arlo~ ~ I~::~S de hermosas contradiccio-
Hesse para llamar la atención sobre él (Laughlin 1966; Hesse 1986) y de ficciones» (191), «una lIsta, e ICC 1mI'smo tiempo las aventuras
que hasta ahora sólo ha desempeñado un papel muy menor en el debate turas erótIcas son a
nes» (192), y sus aven . to sin embargo no es la mera
sobre el postmodernismo, porque sólo muy recientemente se ha «post- L me IDteresa en es , , ,
de un lector. o que d 1 s referencIas , ID . tertextuales , la plétora polIglota
modernizado» a sí mismo. Estoy hablando de James Laughlin, fundador densidad y 1gama t e ala pIe. Jocosamen
. te eruditas que las identifican.
de la firma editora New Directions y, desde los años 30, simultánea- .
de CItas y as no as ., modernista inaugurada en The
mente poeta y editor. Como el más importante editor estadounidense rt de la convenClon ,
Todo esto era ya pa e ' teresa es mas , b'len un procedimiento partlcu-
del modernismo internacional, también publicó las obras de Ezra Waste Land. Lo que me ID t 'stI'ca específica de la intertextua-
Pound, Sin embargo, su propio verso lacónico ha resistido por largo 'd es otra carac en ,
lar que conSI ero que t ' llamar la «cita citada» (Smlr-
tiempo a las tendencias modernistas hacia una intertextualidad alta- lidad postmodernista y que me gus ana ,
, 1 egunda potenCIa»,
mente culta y erudita, apuntando más bien al idioma estadounidense nov 1983) o la ~<clta a a s 'ta a la segunda potencia es un proce-
popular favorecido por William Carlos Williams, otro de los autores Citar una CIta o elevar una CI , r plano a la intertextualidad
' . o pone en pnme
publicados por él. Laughlin sólo se abrió paso hacia el postmodernis-
mo en 1985 con una colección de poemas cuyo título ya destaca
dimiento que, en SI mlsm 1 ' nión postestructuralista según la cual
y fundamenta con hechos a OpI ellos a su vez se refieren a
programáticamente la intertextualidad de los mismos: Poemas robados cada texto se refi~re a pre-tex~~ ~t:~u Cua~do Laughlin, en su poe-
y contaminados. Fue en ese momento cuando los enredos intertextuales otros, y así sucesI~amente ~d ~ ,zm d d~ Nerval -«J'ai revé dans la
latentes de su poesía anterior se hicieron evidentes por vez primera y ma, cita «El Desd~c?ado» e áe:~;ando a la vez una famosa cita de
cuando él comenzó a vincularse con teorías postestructuralistas. grotte ou nage la SIrene»-,fe;t Alfred Prufrock» de Eliot -«1 have
ese verso en «Love Song o ,
154 Manfred Pfister
¿ Cuán postmoderna es la intertextualidad? 155

linger~d in the chambers of the sea». Una superposición similar de ni- una parte de lo moderno», o, para citar la interpretación que de Lyotard
veles mtertextuales se produce cuando Laughlin inicia su poema ci- ha hecho Fredric Jameson, «un momento en la "revolución" e innova-
tando, del «Carmen 10 1» de Catulo, el verso «Multas per gentes et ción perpetua del alto modernismo (...), un momento cíclico que ret?r-
multa per aequora vectus» (<<He viajado desde lejos por mar a través na antes de la aparición de modernismos siempre nuevos en el sentIdo
de muchos países»), y después continúa con «et multas per vias más estricto» (Lyotard 1984, 79 Y XVI). Una definición de esta espe-
quoque aereas» (<<y con muchas líneas aéreas»). La referencia inter_ cie al estar enteramente ocupada con la relación diacrónica inmanente
textual a Catulo es aquí mediada y refractada a través de un prisma en:re postmodernismo y modernismo, no toma en consideración, sin
moderno -el de Robert Fitzgerald, el traductor estadounidense de embargo, el contexto social y las afinidades ideológicas del arte post-
Catul,o, a quien Laughlin le debe esta continuación del verso original modernista. Nos ocuparemos ahora de esa cuestión, examinándola de
relacIOnada con la actualidad. La mayoría de las citas que son cita- nuevo desde el ángulo de la intertextualidad. .
das de nuevo por Laughlin vienen de Ezra Pound. Laughlin cita los Arriesgándonos a cierto grado de simplificación, podríamos deCIr
poemas de Cavalcanti y Bertrand de Born (192, 194), traducidos que los pre-textos del texto modernista son canonizados y no~ativos.
y frecuentemente citados o aludidos por Pound, y las palabras homé- El diálogo intertextual puede involucrar pre-textos de. una ampha ~ama
ricas «periplum» y «polumetis» también son mediadas a través de los de épocas y culturas, pero incluso dentro de esa amph~ ~am~ son SIem-
Cantos de Pound, donde se destacan como conceptos claves. Hasta pre los textos canonizados y «clásicos» los que son pnvIlegIados clar~­
n:aitingjor Godot y Endgame de Beckett entran en el texto de Laugh- mente. Si se hace alguna referencia a la cultura popular contempora-
1m por la puerta trasera del comentario poundiano: «C'est moi dans la nea, tiende a ser con un tono despectivo o denigrante. Cuando, por
poubelle» (194). A medida que el poema se desenvuelve, nos damos ejemplo, T. S. Eliot en The Waste Land (líneas 128-130) alud~ a «that
cuenta de que es, por lo menos en un nivel, un homenaje a Ezra Shakespeherian Rag» «so elegant / so intelligent» --:-una can.cIón esta-
Pound, o~ro «hombre desconstruido». Por lo tanto, resulta apropiado dounidense en ragtime, que fue un éxito de los Folhes de ZIegfeld e~
que termme con una plegaria hasta su tumba: «líe quiet Ezra there in 1912- lo hace con la principal intención de desenmascarar como tn-
your camp? santo on San Michele» (194). E incluso este gesto final da viales; banales los productos de la industria del entretenimiento. La
acceso a vIstas enteras de niveles intertextuales:el primer «Canto» de canción no alcanza el nivel de los otros pre-textos que la rodean; com-
P~und, que concluye con un homenaje a Andreas Divus (<<Líe quiet parada con Shakespeare, Keats, Baudelaire y Wagner, es desechada
DIVUS»); estas traducciones latinas de Homero por un humanista del como demasiado ligera, demasiado superficial.
Renacimiento; el ensayo de Pound sobre «Los primeros traductores Este acto de concederle una prerrogativa a las piezas más presti-
de ~omero» y, por último, el texto de Homero, especialmente el epi- giosas de nuestra herencia cultural es elimi~ado eleg~nte Y, r~suelta­
SOdIO del Hades en el onceno canto, el cual, según Pound, se remonta mente en el texto postmodernista. Hemos VIStO ya cuan enfatIcamen-
a los más antiguos mitos de la humanidad, al «trastiempo» [«hinter- te abogaba Roland Barthes por la igualdad de derechos intertextuales
time»] más allá de toda la historia y de todos los textos. Eso no es del ruido de los medios masivos Y el canto de las musas. El postmo-
exactamente una «cita a la segunda potencia», sino por lo menos a la dernismo estadounidense da un paso más allá Yhasta les da prioridad a
cuarta.
los mitos Yclichés de la cultura pop sobre las obras de la Alta Cultura,
Al definir la intertextualidad postmodernista como intertextualidad respetadas por su antigüedad. La basura verbal y.la inundación .de imá-
puesta en primer plano de manera autoconsciente, como intertextuali- genes producidas por una industria siempre creCIente, establecIda para
dad teóricamente conceptualízada dentro de las obras mismas hemos entretener a nuestra sociedad de consumo, devienen así los pre-textos
definido a la vez el postmodernismo como un ulterior desarroll~ y radi- privilegiados del arte postmodernista. En la ~ovela Snow White ~e Do-
calización del modernismo. En esto nos hallamos de acuerdo con Jean- nald Barthelme, Dan, uno de los Siete Enamtos en este travestl de un
Franyois Lyotard, para quien el postmodernismo es «indudablemente cuento de hadas, diserta extensamente sobre la basura verbal Yel modo
156 Manfred Pfister ¿Cuán postmoderna es la intertextualidad? 157

de deshacerse de los desechos, para llegar a la conclusión de que «la «No hay mensaje, sino sólo mensajeros, y ese es el mensaje» --:-
cuestión se convierte, de cuestión de deshacerse de esta "basura" en así es cómo Rayrnond Federman resume la situación en una p~radoJa
cuestión de apreciar sus cualidades» (Barthelme 1972, 97). Estas e~té­ elegantemente incisiva (Federman 1981,25). Ni siquiera el medlO.es el
ticas de la pila de desechos derivan sus nouveaux frissons*de los ma- mensaje, como era todavía el caso con McLuhan; ahora el men~aJe es,
teriales mismos que los poetas del modernismo clásico habían desaten- más bien, que todos los medios y todos los portadores de mensajes son
dido y desaprobado en sus reivindicaciones culturales elitistas, y cuyos intercambiables, puesto que sus mensajes no son más que constructos
atractivos estéticos propios sólo el Pop Art de los años 50 y posteriores hechos al azar y arbitrariamente desechables sin referencia alguna a la
descubrió. «Entre basura, salga arte»; ese es el lema proclamado por realidad o a alguna verdad obligatoria. Con arreglo a este modo de ver
Barthelme en una entrevista (Barthelme 1981, 202), Y sus propios es que Paul, el poeta entre los Siete Enanitos e~ Snow White de ~~r­
cuentos demuestran brillantemente cómo desperdicios entrantes pue- thelme, considera la palinodia, el género POétICO de la retractaclOn,
den ser reciclados para obtener arte a la salida. como su más alta aspiración y su forma favorita:
Sin embargo, Barthelme sería gravemente mal entendido si se con-
siderara que su lema quiere decir que bajo la directiva del postmo- «Tal vez está mal tener favoritas entre las formas», pensó.
dernismo la basura está «dentro» y el arte está «fuera». La cuestión no «Pero la retractación tiene una atracción especial para mí. Yo
es «el Pato Donald o Dante», «comerciales de la TV o Corneille», «fast desearía retractarme de todo si pudiera, de modo que todo el
food o haute cuisine». Esta cuestión está fuera de lugar en el contexto de mundo escrito fuera...» (Barthelme 1972, 13)
una est~tica que, después de todo, se propone desconstruir las jerarquías Tal palinodia omniabarcante y universal haría una vez más. U? ~ase .de
evaluatIvas de esa especie. Es más bien un asunto de «Pato Donald y revista de toda la poesía y el arte, sólo para descartar sus re1ViDdIcacIo-
Dante», «comerciales de la TV y Corneille», «fast food y haute cuisine», nes de autenticidad y verdad de una vez por todas -quizás con ~ ape-
porque, según ese modo de ver, lo uno es desechos y desperdicios en la sadumbrado encogimiento de hombros, pero también con .un suspIro ~e
misma medida que lo otro. La yuxtaposición serenamente despreocupa- alivio. Así, por ejemplo, el narrador hace un pase de reVIsta ?e la~ dI-
da que el postInodernismo hace de lo pop y lo clásico, de los desperdi- versas unidades del curriculum de Blancanieves en una umversIdad
cios de los medios masivos del presente y de los desechos culturales del moderna, que se extiende desde «La mujer moderna, sus privilegios y
pasado, tiene como su verdadero propósito nivelar, bajando lo alto, todas responsabilidades», pasando por «Guitarra c!á.sica 1» y «Po~tas ro~án­
las distinciones tradicionales entre alto y bajo. A un Andy Warholle da ticos ingleses lb>, hasta «Fundamentos teoflCOS de la pSIcologla» y
lo mismo usar para sus propios fines la imagen cliché de Marilyn «Realismo e idealismo en la novela italiana contemporánea» (25 y s.).
Monroe que la de Karl Marx -para él, ambos son iconos triviales de la La forma puramente enumerativa y aditiva del catálogo y la. het~­
mitología popular, intercambiables y sin profundidad histórica. La visión rogénea abundancia de sus unidades sugiere una imagen de la umv~r~l­
de T. S. Eliot de una «existencia simultánea» y un «orden simultáneo» dad estadounidense como un enorme supermercado de autoservlClO:
de las grandes obras artísticas de todas las épocas y culturas (Eliot tanto en ésta como en aquél los estantes rebosan de mercancías, y en
1953, 23) es reproyectada aquí en una distorsión perversa que borra no ambos casos eso no crea saciedad ni tedio, sino la febril euforia del
sólo todas las diferencias históricas, sino también, junto con ellas, todas las consumismo. El arte es reducido al status de una mercancía entre
distinciones de valor. El museo imaginario del postInodernismo es una muchas otras yse somete gustosamente no sólo a las leyes de la
mezcla al azar de pasado y presente, clásico y pop, arte y comercio, to- «Warenastheti1o>* (Haug 1976), que exigen envases siempre nuevos y
dos ellos reducidos al mismo status de materiales desechables y estí- atractivos para lo que sigue siendo esencialmente la misma mercancía,
mulos de superficie. sino también a las leyes económicas de una circulación de mercancías

" N. del T. En francés: «nuevos estremecimientos». "N. del T. En alemán: «estética de la mercancía».
158 Manfred Pjister
¿Cuán postmoderna es la intertextualidad? 159

siempre creciente y cada vez más rápida. Donde todo tiene el mismo
popular -el protagonista del psicoanálisis en The Li.(e and Ti.mes of
valor, nada es de valor alguno al fin y al cabo. Es coherente con esto el
Sigmund Freud (1969), el tirano monstruoso en The Life and Tl1:zes ~f
que F~de~an se niegue a r~velar sus fuentes y pre-textos. Tal gesto Joseph Stalin (1973), la reina virtuosa en A Letter for Queen Vlcto~za
les atnbuma un rango especIal, un valor y originalidad auténticos los (1974), el genio de la ciencia en Einstein on the Beach (1976), el In-
cuales sól~ podrían ser ilusorios «porque no hay fuentes sagradas ~ara
ventor arquetípico en Edison (1979) y Henry Ford y ~udolf H.ess e~
el pensamIento y la escritura» (Federman 1975/6, 566).
Death Destruction & Detroit (1979). Nada es demaSIado sublIme m
«Vale. todo» [<<Any,th.ing goes»]: esta fórmula, con la que Lyotard demasiado baladí para ser recibido en el panteón pop de Wilson, que
ha resumIdo el eclectIcIsmo de la intertextualidad postmodernista compite con el museo de cera de Madame Tussaud y Disneylandia en
(Lyotard 1984, 76), está escrita también con grandes letras de una parte
su serena desatención a la perspectiva histórica. Por ejemplo, en la
a otr~ de las «Ventanas de oro» del teatro de Robert Wilson. Su teatro
parte correspondiente a Colonia del proyecto CIVIL WarS, pla?eado
e~ el teatro de Babel, el teatro de una plétora heterogénea de diferentes para los Juegos Olímpicos de Los Angeles en 1984, Fedenco el
dIsc~rsos. De ahí que su obra en particular se preste tan fácilmente Grande iba a la deriva sobre un hielo flotante en un marco que suge-
p~ra tlustrar la naturaleza de la intertextualidad en el teatro postmoder- ría pinturas de Caspar David Friedrich, o cantaba, montado a c.abaIlo,
?IS~a. Los ensu~ños puestos en escena por él son collages de palabras, el «ErIkonig» de Goethe y Schubert. En la parte correspondIente .a
I~agenes ~ somdos tomados de muchas fuentes y combinados con me-
Roma Abraham Lincoln caminaba con calma por entre una multI-
tIculoso cUIdado. La selección de los pre-textos está hecha casi al azar
tud de' indios hopi que bailaban al son de una música nada pretencio-
el ordenamiento de los mismos, sin embargo, es de gran precisión for~
sa de Philip Glass, y Garibaldi, respaldado por un coro de animales y
~~I. Después d~ to~o, Wilson no cita o alude a ellos para entablar un con la antorcha olímpica en una mano, cantaba versos de Séneca
dIa~ogo con su sIg~I~Cado o significatividad históricos, sino para poner que proclamaban la paz mundial. 1986 fue el turno de Alcestes:
~n Juego su sugestIvIdad que apela a los sentidos. Apelación a los sen-
primeramente, el drama de Eurípides en Cambridge, Massachusetts,
tI~os, y no sentido, es lo que le interesa al bricolage intertextual de
Wtl~on, y por ende las cualidades de sus materiales que apelan a los en una mise en scene que conectaba en corto circuito la alta tecnolo-
gía del láser con las resonancias del mito y mostraba a la heroína, en
S~?tIdos s?n acentu~das mediante yuxposiciones calculadas con preci- una négligée neoclásica, en el proceso de morir sobre una cama ma-
slOn, medIante repetIdos efectos de movimiento lento o la hipnótica in-
movilidad de los tableaux (Pfister 1985 b). trimonial moderna con el acompañamiento de música country-and-
western procedente del radio transistor; después, la ópera de Gluck
Las presentaciones de Wilson equivalen a una nueva especie de
«Gesam~kunstwerl(»* y, como tales, emplean todas las formas, géne- en Stuttgart, situada en una extraña Arcadia en estilo Bauhaus bañada
de colores de Schlemmer y veteada con diseños de Feininger por una
ros y estIlos del a~e -la pantomima, el ballet, la música, la ópera, el
sofisticada coreografía de luz, y que destacaba a personajes que se
filme y las arte.s vIsuales; el cuento de hadas, la ciencia ficción y el
oeste; la tragedIa elevada, la pieza histórica, el drama de boulevard y movían con gestos distinguidos en sus trajes del Trecento, entre ellos
la masque;** el surrealismo, el minimalismo, el environment el es- Hércules, mitad tosco patán del campo, mitad héroe barroco (o la pa-
rodia de un héroe barroco).
pectáculo o?~rático y el performance. Al igual que Andy Wa;hol, él
gusta de utIlIzar personajes o motivos tomados de la historia o del La colaboración entre Wilson y el dramaturgo Heiner MüIler -él
presente que ya hayan sido transformados en mitos de la imaginación también un gran intertextualista- desde el proyecto CIVIL WarS, ha
intensificado más el carácter intertextual de su trabajo teatral y ha am-
* N.del T. En alemán: «obra de arte total». pliado la gama de los pre-textos puestos en juego. Al mismo tiempo,
** N.. del T. Masque: drama en verso, a menudo con música,baile, trajes esplén- tanto la participación de MüIler en el Alcestis de Cambridge como la
dIdos. y pompa, especialmente como se presentaban en los castillos y grandes de Wilson en las producciones de Hamletmaschine de MüIler en Nueva
manSIOnes en Inglaterra durante los siglos XVI y XVII. York y Hamburgo (ambas en 1986) han mostrado que Wilson y MüIler
160 ManfredPfister
¿Cuán postmoderna es la intertextualidad? 161

son intertextualistas de una índole muy diferente. Hasta cierto Punto,


1consumismo postmodemo y la industria ~el
su colaboración está basada en un malentendido, aunque ese malenten_ con degene~ar en lo que e .d . maniobra de ingeniería socIal
dido haya resultado extremadamente productivo. Mientras que los entretenimIento ya han devem o. una tI'as en lo tocante a la disminu-
d .mir nuestras angus .
coUages de materiales textuales heterogéneos de MüUer están siempre que nos ayu a a repn d' te la estimulación de una eufona
al servicio de una función crítica directa al exponer ilusiones, engaños ción de los recursos na~ales: me I:n en la medida en que el arte
y contradicciones ideológicas, el eclecticismo de Wilson sigue siendo artificial de. la abu~dancI~. SIne ~~d:~f:;a analizar y criticar, se volve-
un ar! pour f 'ar! enamorado de sí mismo, de fascinante belleza e irri- postmodemIsta se nnda a o qu d 1 ro ecto del mo-
tante rareza.
rá redundante y retrocederá q~edand~ a t~:::g:s ~n ~o~modemismo
Esta diferencia y tensión entre el sentido de Müller y la apelación a demismo. Lo que es necesano, por. o "'1" Tendría que
. preSIOnes de aSImI aCIOn.
los sentidos de Wilson, entre la agresividad ácida de Müller y el encan- que siga siendo resItente ~::~~s remanentes de naturaleza que aún se
to sugerente de Wilson en sus respectivas maneras de tratar con los hallar un nuevo sue o en a .. a nosotros y dentro de noso-
materiales textuales y tipos de discurso transmitidos por la tradición, las han arreglado para s~brevIvI~ eln to~o lógica podna, quizás, hallar
puede ser entendida en una perspectiva más amplia como una diferen- tros. Aquí, en la ecologIa matena y pSICO ,
cia que compendia la existente entre la teoría desconstructivista de la su punto de apoyo arquimédico.
intertextualidad desarrollada en Europa y la práctica de la intertextuali- Traducción del inglés
dad característica del postmodemismo estadounidense. Mientras que
Bajtín, la Kristeva y el grupo Tel Quel desarrollaron su teoría de la in-
tertextualidad para desconstruir la ideología burguesa del sujeto y mi-
nar todas las certidumbres y autoridades tradicionales, el «canibalismo Bibliografía
al azar» (Jameson 1984) del movimiento postmodemista estadouniden- BACHTIN, M IKHAIL (1 979), Die Asthetik der Wortes, ed. R. Grübel, Frankfurt.
se ha tendido a consumirse en la violencia arbitraria y la euforia. El
BARTH JOHN (1968), Lost in the Funhouse, Nueva York. . .
camaval que éste pone en escena ya no amenaza a ninguna autoridad;
- - -' - (1980), «The Literature ofRep1ems
. hInen.
t· P o stmodem
. Flchon», The
por el contrario, ese camaval es tolerado o incluso bienvenido por los
Atlantie, 245, pp. 65-71. if
que están en el poder, puesto que ayuda a apartar las mentes de la gen-
- - - - (1982), The Literature oifEx haus t"10n and The Literature o
te de aquellos hechos que ponen en peligro la vida y que, entretanto,
eplenishment, Northridge/Cal.
son provocados afanosamente por ellos, en secreto. Tampoco el diálo-
go de textos y discursos sirve ya para desplegar de nuevo diferencias BARTHELME, DONALD (1972), Snow White, Nueva York.
con un propósito crítico y analítico; más bien sirve para estimular los ..
- - - - - - ( 1 9 8 1 ) , «The Art ofFlctlOn», P ' R eVl'ew, 80, pp . 180-202.
aY/s
sofisticados placeres de lo dispar y lo heterogéneo. La «literatura del BARTHES, ROLAND (1970), S/Z, París.
agotamiento», que todavía conoció las penas de la autenticidad y la - - - - - - (1973), Le Plaisir du texte, París.
realidad perdidas y padeció de la compulsión de repetir lo déja vu, lo (1975), Roland Barthes par Roland Barthes, París.
déja fu, lo déja vécu una y otra vez, hace mucho tiempo le ha dado ------ A Th eory oifPoetry, Nueva York.
BLOOM, HAROLD (1973) , The Anxiety ofInfluenee:
paso en la teoría de Barth a una «literatura del rellenamiento» (Barth
- - - - - - (1975), A Map ofMisreading, Nueva York.
1980 y 1982), que celebra que todo sea desechable al azar y compite
alegremente en su abundancia heteróclita con los catálogos de encargo ------(1976), Poetry and Repression, New Haven.
por correo, los estantes de los supermercados, los canales de los me- BUTOR MICHEL (1969), L 'Are 39 (1969). . 1
dios masivos y las modas febrilmente cambiantes en el empaqueta- ' ROSALIND y
COWARD , JOHN (1977) , Language anddrMateriahsm: Deve op-
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La siguiente relación bibliográfica incluye no sólo artículos y libros publicados


por investigadores alemanes en su lengua de origen, sino también obras publi-
cadas por ellos en inglés, así como otras dadas a conocer en alemán por autores
no alemanes.
Por otra parte, ella recoge no sólo trabajos de carácter teórico sobre la in-
tertextualidad, sino también estudios de la intertextualidad en obras y autores
literarios particulares: desde la Biblia, pasando por Defoe y Dostoievski, has-
ta Orwe11 y Robbe-Grillet, incluyendo a autores de lengua alemana como
Mann, Brecht, Grass, Mü11er, Bo11 y Handke, y a latinoamericanos como Gar-
cía Márquez, Fuentes y Césaire. Pero excluye aquellos sobre autores poco o
nada conocidos en el mundo de habla hispana.
Por último, en lo que respecta a la selección de los trabajos estrictamente
teóricos, no se limita a los artículos y libros sobre la intertextualidad y sus as-
pectos y nexos más generales, sino que abarca también estudios sobre fenó-
menos que actualmente se consideran como formas particulares de la intertex-
tualidad: centón, parodia, pastiche, alusión, cita, etc.

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arbeitung in Literatur, bildender Kunst, Werbung undpolitisehem Plakat,
Constanza, Universitats Verlag, 1987.
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Indice general

Desiderio Navarro
Al lector /5
Manfred Pfister
Prefacio / 9
Renate Lachmann
Niveles del concepto de intertextualidad / 15
Manfred Pfister
Conceptos de la intertextualidad / 25
Heinrich Plett
Intertextualidades / 50
Ulrich Broich
Formas de la marcación de la intertextualidad /85
Renate Lachmann
Dialogicidad y lenguaje poético / 106
Renate Lachmann
El sincretismo como provocación al estilo / 121
Manfred Pfister
¿Cuán postmoderna es la intertextualidad? / 139
Desiderio Navarro
Trabajos sobre intertextualidad escritos por autores
alemanes o publicados en alemán. Bibliografía / 165

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