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PAPDI

Programa de Análisis Político de Discurso e Investigación


Seminario de Formación
Categoría: Discurso
Junio de 2008

Post-Marxism?
Las críticas de Norman Geras a la propuesta teórica y política de Ernesto Laclau
y Chantal Mouffe en Hegemonía y estrategia socialista

Documento preparado por Ernesto Treviño Ronzón


Correo: ernezto.tr@gmail.com

Contenido del documento


1. Presentación............................................................................................................................................. 2
2. Ubicación general del texto ................................................................................................................ 2
3. La lectura de Geras ................................................................................................................................ 4
3.1 La dicotomía de Laclau y Mouffe ................................................................................................... 4
3.2 Un recuento empobrecido del Marxismo ................................................................................... 6
3.3 Empobrecimiento teórico y vacío práctico-normativo ......................................................... 7
4. ¿Qué aprendemos a partir de la crítica de Geras? .................................................................. 10
5. Otras rutas críticas para el post-marxismo ............................................................................... 12
La dialéctica erística es el arte de disputar, y
precisamente el arte de disputar de modo que uno
tenga razón; y ello per fas et nefas.
A. Schopenhauer, Dialéctica Erística…, p. 17

1. Presentación

El artículo Post-Marxism? escrito por Norman Geras —publicado en el número 163 de


la revista New Left Review, bimestre mayo-junio de 1987— es una de las respuestas
que desde distintos lugares fueron presentadas al texto Hegemonía y estrategia
socialista —o HES— publicado en 1985 por Ernesto Laclau y Chantal Mouffe.
El propósito de esta presentación es abordar algunos de los aspectos tratados
por Geras a lo largo de su exposición, poniendo atención principal en los
señalamientos que hace de la revisión del marxismo postulada por Laclau y Mouffe, y
en su propuesta teórico-política. Como se sabe, en el mismo 1987, Laclau y Mouffe
dieron respuesta a varias de las críticas de Geras en el texto Post-marxismo sin pedido
de disculpas, documento en el que además presentan desarrollos complementarios
sobre su postura política, su post-marxismo y sobre una de sus categorías teóricas
centrales, discurso. Este debate ha sido motivo de distintas referencias tanto en libros
como artículos especializados.
Por razones de espacio he optado por hacer una presentación básicamente
descriptiva, reservándome un breve lugar para postular algunas reflexiones
personales en el último apartado de la exposición. Me parece que este ejercicio es útil
pues permite construir más referentes en el abordaje de la discusión entre los
pensamientos marxista y post-marxista.

2. Ubicación general del texto


2
Al momento de escribir estas líneas Norman Geras es profesor emérito de la
Universidad de Manchester, Inglaterra. Su línea de especialización es la teoría política,

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y publica comentarios regulares en el periódico The Guardian. Su texto Post-
marxismo? está organizado en 20 apartados donde la exposición adopta la forma de
un comentario crítico de la revisión histórica, las tesis y las argumentaciones que
Laclau y Mouffe vierten en HES.
Su exposición inicia señalando, entre otras cosas, que a lo largo de su historia,
el marxismo ha experimentado tomas de distancia, rechazos o salidas de diferentes
intelectuales marxistas so pretexto de un avance intelectual (Geras, 1987: 41). Este
sería el caso de pensadores como Bernstein quien, para Geras, más que una revisión
del marxismo, emprendió una renuncia. Las retiradas tendrían diferentes causas: los
compromisos del intelectual con su audiencia, su auto imagen, una falta de
identificación con los objetivos históricos del marxismo, falta de energía o esperanzas
debido al paso del tiempo o lo complejo del entorno, la autocomplacencia, las modas
intelectuales, entre otras (Geras, 1987: 41-42).
Y es desde esta plataforma, en este marco referencial, que a lo largo de los
apartados restantes Geras analizará la obra de Laclau y Mouffe y la contrastará con
sus propias maneras de entender el marxismo. Así, once de los apartados del texto —
llamaría a esto la primera parte de su exposición— son dedicados a discutir la
deconstrucción que Laclau y Mouffe hacen del marxismo, y a partir del subtítulo
Practices of the game (1987: 62) —o segunda parte— se hace la revisión de la
propuesta teórica de los autores, principalmente sobre las nociones de discurso y
hegemonía.
Antes de avanzar, el tono de la escritura de Geras merece una referencia, puesto
que es difícil sustraerse de él. Y es que hay pocas partes de la exposición donde el
autor no incorpora lo que podríamos llamar un saborizante amargo o irónico
descalificador en su exposición, y con ello, el uso de expresiones del tipo: intellectual
malady (1987: 43, 47), absence of reasonable constrain (1987: 63), intellectual vacuity
(1987: 69) para referirse al HES y sus autores. Esta clase de gestos, más allá de otro
tipo de consideraciones, dificultan una lectura rigurosa de los puntos de vista
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filosóficos y teórico-políticos de Geras.

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3. La lectura de Geras

La primera parte del texto Post-Marxism? puede a su vez dividirse en dos momentos.
Uno tratando principalmente lo que para Geras es el juego de la dicotomía de Laclau y
Mouffe; el segundo, dedicado a una crítica al tratamiento que los autores hacen de
diferentes pensadores de tradición marxista

3.1 La dicotomía de Laclau y Mouffe

En el primer momento de la primera parte, Geras señala que en el trabajo de Laclau y


Mouffe hay un vacío teórico y normativo, y que muestran un sin sentido al presentarse
a sí mismos como post-marxistas, puesto que muchos de sus planteamientos son
atribuibles a cualquier no-Marxista (1987: 44). Geras se refiere al rechazo de Laclau y
Mouffe a ideas como que la condición de clase sea el determinante primario de las
identidades sociales y políticas; que la metáfora de base y superestructura sea
teóricamente viable; que hay tendencias estructurales hacia la unificación de la clase
trabajadora, o que ésta tenga lugar privilegiado en la lucha socialista, entre otras
(Geras, 1987: 43-44).
Geras señala que HES está repleto de acusaciones al marxismo de: comunista
esencialista, ortodoxo, economicista, clasista y racionalista, y que frente a esto se
presenta a sí mismo como defensor de una idea de apertura total de lo social, donde el
momento de sutura final nunca llega (1987: 44-45). En esta línea, según Geras, si bien
el movimiento de Laclau y Mouffe recupera la idea de sobredeterminación de Althusser
—quien había introducido este concepto para distanciar al marxismo de la dialéctica
hegeliana y para introducir una idea de mayor complejidad y apertura—, termina por
marcar una frontera entre todo el marxismo —el cual estaría viciado sin esperanza por
su esencialismo— y su propuesta post-marxista (1987: 46).
Así pues, para Geras, Laclau y Mouffe apelan a un juego maniqueo, pues aunque

4 sostienen una idea familiar a la de Althusser al favorecer la complejidad, a diferencia


de éste, ahora cualquier explicación histórica o principio de inteligibilidad que intente
mostrar cómo funciona la sociedad puede ser desechado en el nombre de la apertura y

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la indeterminación de lo social. Más aún, Althusser cuando menos tenía un ánimo de
esclarecimiento al proyecto de razón e investigación científica, en el esfuerzo de
comprender y explicar. Laclau y Mouffe habrían optado por el obscurantismo (1987:
47).
Según Geras, Laclau y Mouffe presentan al marxismo como esencialista y
economicista porque de él solamente hacen un recuento caricaturesco, una parodia
que lo reduce a un fragmento de sí mismo, y lo que sería peor, toda la tradición a unos
cuantos absolutos dogmáticos (1987: 48).1 Y esto, es lo que les permite jugar la lógica
del todo nada, la cual consistiría en postular dos alternativas opuestas sin considerar
puntos intermedios.
Geras aborda esto vía tres “ejemplos” presentes en HES. El primero sería el
rechazo que se hace de la noción de autonomía relativa del estado: según los autores la
noción de autonomía relativa se presentó en un marco que aceptaba la idea de una
sociedad suturada, por ejemplo, a través de la determinación en última instancia por
la economía. Debido a esto, sería una incoherencia lógica pensar la posibilidad de una
autonomía relativa, pues no podría haber autonomía si previamente se sostiene que
hay una determinación en última instancia por la economía. Pero bajo la mirada de
Geras, Laclau y Mouffe nos empujan, o bien a aceptar que hay determinantes básicos
que explican la naturaleza así como los límites de lo que sería la autonomía relativa,
con lo que no habría autonomía en absoluto; o a aceptar que la entidad autónoma es
efectivamente autónoma, con lo que la idea de una sociedad suturada podría ser
descartada y nos quedamos con la irreductible pluralidad de lo social. Tales
determinantes, en otras palabras, o determinan todo, o no determinan absolutamente
nada. Esta sería, según Geras una alternativa inflexible, y Laclau y Mouffe nos dejan
sin un punto intermedio con lo que caemos en un absolutismo conceptual. Este
absolutismo es el que permitiría a los autores presentarse a sí mismos como la
solución ante el esencialismo del pensamiento marxista (1987: 57). En este punto
Geras ofrece un ejemplo que rechaza la disyuntiva: aunque estuviera atado a una
5

1Geras reclama en este sentido el uso condescendiente que Laclau y Mouffe harían de letras capitales
para referirse a la Revolución, el Partido, la Clase, la Huelga General (1987: 48).

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cadena que me impidiera moverme, que limitara mi estilo de vida, aun tengo cierta
autonomía (1987: 49).
Un segundo ejemplo de esta lógica de la dicotomía estaría presente en el
análisis que Laclau y Mouffe hacen de la unificación de la clase trabajadora como una
fuerza revolucionaria a partir de muchos elementos heterogéneos, donde: o bien la
pura necesidad económica lleva a la unidad de la clase obrera, o bien, las leyes de la
economía fracasan y se tiene fragmentación simple (1987: 50).
El mismo caso tendríamos en el análisis que los autores hacen de la idea de
intereses objetivos de clase. Según Geras, en este tercer ejemplo, Laclau y Mouffe
verdaderamente se exceden al afirmar que esta categoría no tiene ninguna base
teórica y que es una atribución arbitraria. Como resultado nos dejarían con la opción
de creer que, o bien la clase obrera se puede unir completamente, y volverse
transparente a sí misma —con lo que estaríamos autorizados para hablar de los
intereses objetivos de clase—; o bien nos quedamos con que eso no es posible y
entonces la idea de interés objetivo no tiene sentido. Frente a esto, Geras sostiene que
es posible creer en que la clase trabajadora o una gran mayoría de ella, se volverá más
conciente de los problemas con el orden social burgués, y en que estos pueden ser
transformados para mejorar la vida de millones de personas. Geras dice: sobre la
fuerza de esta sentencia: we may hold that we are entitled to speak of objective interests
(1987: 51).
Aquí, con todo lo poéticamente agraciado, moralmente edificante y
políticamente correcto que uno pudiera valorar la expresión de Geras, no se puede
dejar de señalar al paso que, un asunto importante con los intereses — de “clase”,
“género”, “raza”— es que son una construcción social-histórica y esto —esta tensión
ontológica entre lo objetivo y lo histórico-social— es algo que Geras no parece mirar.

3.2 Un recuento empobrecido del Marxismo

6 Hablemos ahora del segundo momento de la primera parte de la exposición. Aquí


Geras, señala de nuevo, que HES contiene un recuento empobrecido de la tradición
marxista. Tal recuento, recordemos, trataría según los propios Laclau y Mouffe (2004),

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sobre la genealogía del concepto de hegemonía y la desintegración del esencialismo
marxista. Para ello, los autores despliegan un recorrido por el pensamiento de
Luxemburgo, Trotsky, Lenin, Sorel, Gramsci, entre otros.
El principal argumento de Geras aquí es que en HES los autores se contradicen
al atribuir a la tradición marxista a la vez un esencialismo y un dualismo (1987: 53) y
no solamente eso, sino que reducen el alcance, el contenido y la riqueza del
pensamiento marxista (1987: 58). Laclau y Mouffe, señalan por ejemplo que en Rosa
Luxemburgo hay al mismo tiempo, un espontaneismo que alude a la imposibilidad de
prever el resultado de un proceso revolucionario —donde habría lugar para la
contingencia—, pero que tal espontaneismo se ve finalmente cooptado por la
afirmación —esencialista— de que el resultado del proceso es la unificación de la
clase, señalamiento que Luxemburgo sólo podría hacer por su creencia en las leyes
objetivas del capitalismo (1987: 52).
Para Geras, esta forma de lectura es reduccionista, y es la misma lógica de
lectura dualista que estaría presente en el recorrido que los autores hacen del
pensamiento de Labriola, Krauski, Bernstein, Sorel, Trotsky, Lenin, Gramsci, Althusser.
Así, según Geras, estas afirmaciones sólo son posibles debido al trastocamiento de los
argumentos originales de dichos autores. Y pese a esto, Laclau y Mouffe, con cierta
arbitrariedad, parecerían tratar mejor a unos autores que otros. Este sería el caso de
Althusser y Gramsci, quienes habrían logrado avanzar un poco más en romper con el
esencialismo, sin lograrlo del todo (1987: 54-56; 64).

3.3 Empobrecimiento teórico y vacío práctico-normativo

La segunda parte de la exposición de Geras. Aquí se vierten algunas críticas sobre al


aparato teórico de Laclau y Mouffe. Primero, que sería una inversión conceptual, un
mero idealismo, decir que todos los objetos obtienen su ser gracias al discurso, lo que
implica decir que no hay objetividad o realidad pre-discursiva (1987: 66). En esta
7 lógica, Geras se pregunta: ¿acaso el mundo natural, pre-humano, no fue un campo
objetivo construido fuera de toda invención discursiva? Y todavía hoy… ¿no hay
realidades de la naturaleza no solamente dadas fuera de todo discurso, si no que son

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las condiciones materiales del mismo? Geras critica, pues, que se pierda la distinción
entre el “mundo real” y “lo hablado, escrito o pensado” (1987: 67). Esta preocupación
de Geras se reflejará páginas adelante en su exposición al referirse a la articulación
hegemónica, donde la crítica alude a que Laclau y Mouffe harían un uso excesivo de la
idea de condiciones discursivas de posibilidad, mientras que las condiciones de
posibilidad del discurso no les preocupan (1987: 69).
Después, Geras señala que, usando la misma lógica que Laclau y Mouffe aplican
en su lectura de Luxemburgo, es posible afirmar que en HES hay una doble nulidad:
vacío de sustancia teórica y ninguna especificidad o dirección práctico normativa
genuina. El vacío teórico está en su discursivismo, su distinción entre elementos y
momentos y la forma en que describen la relación entre no fijación, fijación parcial,
exterior constitutivo, la imposibilidad de hablar de una total interioridad o exterioridad,
y el uso de expresiones como “pluralism is radical only to the extent that each term of
this plurality of identities finds within itself the principle of its terms”. Para Geras, esto
habla de una circularidad de argumentos, de dualismo, y esto se muestra otra vez, al
decir, primero, que hegemonía es un tipo de relación que nunca logra ser idéntica a sí
misma y después que es un juego que elude el concepto (1987: 72-73).
Geras pregunta ¿qué tanto nos dice en realidad la noción de articulación
hegemónica? Para él, no mucho, pues afirmar que la sociedad se constituye de
prácticas hegemónicas aunque ninguna es estructuralmente privilegiada no nos ayuda
a comprender o explicar nada específico en absoluto. ¿Hay algunas prácticas
hegemónicas que sean más susceptibles de prevalecer que otras? si es así ¿en qué
condiciones? ¿Debemos solamente asumir que la apertura e indeterminación de lo
social implica que cualquier número de resultados es siempre posible, de tal manera
que ningún resultado en particular, ninguna especificidad, puede ser comprendida o
explicada? Si lo que resulte siempre puede ser sumido bajo la redescripción del
mundo social como una pluralidad discursiva con algunos puntos normales, es difícil
no ver esto como un completo vacío teórico (1987: 74).
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En cuanto al vacío práctico normativo de HES, éste se encuentra en que hay
bases para que cualquier dirección política particular u orientación pueda emerger.
Aquí Geras señala que aunque Laclau y Mouffe utilizan términos como progresivo, la

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izquierda o la nueva izquierda es difícil saber qué significa cualquiera de estos
términos para ellos. Puesto que han rechazado toda vinculación con el clasicismo y
con la edad de los discursos universales no parecen dejar lugar para una noción
transhistórica o universal de justicia. ¿Cuál serían entonces las bases o significado de
una dirección que pudiéramos llamar progresista o para cualquier dirección específica
de cualquier tipo? (1987: 76).
Algo que causa particular desencanto a Geras se deriva de aquí y se vincula con
las nociones de subordinación, antagonismo y opresión de Laclau y Mouffe. Geras acusa
a los autores de haber relativizado lo que se puede entender por opresión y de haber
negado todo fundamento normativo desde donde juzgar una relación como de
opresión al afirmar que: una relación de subordinación se convierte en antagonismo, y
así en una opresión, cuando el discurso en el que es construido es interrumpido por
otros discursos, cuando hay un exterior discursivo desde el cual el discurso de
subordinación puede ser interrumpido.2 Si tomáramos a los autores en serio, dice
Geras, sus conceptos de subordinación y opresión no proporcionan ninguna
referencia útil de lo que es progresivo dado que son demasiado vagos y fluidos. Y si no
los tomamos en serio tendríamos que regresarnos a otras teorías que ellos mismos
han rechazado (1987: 77).
Para cerrar aquí, vale señalar dos razones más por las cuales Geras ve a Laclau
y Mouffe como anti-marxistas. Una es la relación entre socialismo y democracia. Para
Geras es axiomático que el socialismo es democrático, por ello le resulta extraño que
los autores hablen constantemente de un proyecto de democracia radical, o de un
pluralismo más democrático, sugiriendo incluso que la democracia ha sido algo
extraño al socialismo. Geras dice: uno podría esperar alguna elaboración acerca de su
propia concepción de democracia radical, algo acerca de sus formas y procedimientos
institucionales, estructuras con niveles de representación, normas constitucionales, etc.
Pero sólo proporcionan una sola sentencia refiriendo que la democracia directa no
puede ser la única forma de organización (1987: 79).
9

2 La posición de un esclavo se muestra como antagonismo sólo en los términos de una formación
discursiva, como la de los derechos humanos, en que la subordinación puede ser “construida como
opresión” (1987: 97).

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Una razón más es la postura de Laclau y Mouffe en cuanto a que no es posible
mirar a la clase trabajadora como lugar privilegiado en la lucha por el socialismo, pues
otros antagonismos democráticos de igual valor pueden surgir. Aquí Geras señala que
si los autores solamente sugirieran que los trabajadores no son socialistas
automáticamente por el hecho de ser trabajadores, no habría problema con la
afirmación. La sugerencia, sin embargo, de que no hay mayor relación entre el
socialismo y la clase trabajadora, de lo que hay entre el socialismo y cualquier otra
figura es un idealismo o indeterminación, pues si el socialismo es todavía un momento
interno de la revolución democrática, entonces la relación específica de explotación,
que es definitoria de lo que el capitalismo es, todavía tiene que ser abolida y es engañoso
pensar que el agente subordinado por esta relación no es central en el proyecto de su
abolición (1987: 81).

4. ¿Qué aprendemos a partir de la crítica de Geras?

Es costumbre personal, después de enfrentarme a un texto como el de Geras,


preguntarme qué aprendizajes es posible construir. Creo que teóricamente es
plausible preguntar ¿cómo queda la propuesta teórica de Laclau y Mouffe, y cómo sus
lectores, después de un análisis tal? Dado que no soy especialista en el pensamiento
marxista, ni en la historia del marxismo, y me considero un lector de nivel apenas
intermedio del trabajo de Laclau y Mouffe, sólo puedo proceder como el aprendiz de
brujo de Goethe.
Queda claro que la mirada de Geras sobre la propuesta teórica y política de
Laclau y Mouffe es cualquier cosa menos amistosa. El rechazo que muestra, de lado a
lado de HES, no deja lugar a dudas. Geras no sólo está en contra de la lectura que los
autores han hecho de la tradición marxista, sino también de su forma de entender los
procesos de organización de la realidad social, sus categorías de análisis, y la idea de
presentarse como marxistas mientras rechazan el conjunto de elementos que según él

10 gobiernan toda idea de marxismo.


Sin embargo, teniendo como referencia el trabajo de los mismos Laclau y
Mouffe, después de leer el texto de Geras, uno no puede más que tener la sensación

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que buena parte del desacuerdo radica en que el segundo no los ha entendido, que ha
confundido los planos o niveles de discusión. Así como también queda la sensación de
que efectivamente, la lectura se desarrolla desde un lugar más bien dogmático en
términos políticos y poco informado en términos teóricos.
En este sentido, como lector del intercambio creo que es válido sugerir que
Geras desperdicia varias oportunidades de presentar un debate teórico y político más
profundo. Por ejemplo, en el tema de la autonomía relativa se presenta una excelente
oportunidad para entablar una teorización acerca de la emergencia de las identidades
políticas, de la forma de construcción de un espacio de lucha, de los intercambios, la
constitución de alianzas, la comunicación y la representación, entre otras. Sin
embargo Geras no aborda esta discusión y pone un ejemplo que poco aporta para
debatir la idea de Laclau y Mouffe tanto en términos de lucha teórica, como en
términos de la acción o la militancia que tanto le preocupa. Y con lo que nos quedamos
es con una salida que no nos ofrece mucho para dilucidar los dogmas, lugares
comunes o aceptaciones tácitas que han sido identificadas por distintos autores en el
pensamiento marxista y que, por cierto, Geras no acepta.
Otro lugar donde se abriría la puerta para un debate más edificante es en
relación con la lógica de la articulación hegemónica, Geras sostiene que hay ámbitos de
lo social que tendrían mayor privilegio que otros para desencadenar o funcionar como
ejes articuladores en una lucha revolucionaria; esto es, rechaza la afirmación de que
no hay lugar estructuralmente privilegiado. Uno podría pensar, en todo caso, que Geras
en tanto marxista, y dado que lo que le preocupa es el marxismo, está autorizado para
pelear por eso que él considera el noumen del marxismo: el derrocamiento del
capitalismo y sus efectos nocivos, y que por tanto no tiene por qué importarle, en
principio, otro tipo de movimientos que no sean los vinculados con lo económico. Más
allá de que esto pudiera parecernos corto de miras, dicha postura requeriría mayor
argumentación, pues parecería que cuando menos a nivel epistemológico, a Geras le
preocupa la capacidad predictivo —liberador— de la teoría.
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5. Otras rutas críticas para el post-marxismo

En esta línea, para ampliar el espectro de referencias a debate, podemos incorporar la


pregunta de Best y Kellner (1991) en relación con HES, y quienes a mi parecer, cuando
menos empujan la línea unos centímetros más: ¿hay algunas prácticas articulatorias
más críticas que otras? ¿Podrían las luchas por la libertad sexual ser igual de
importantes que la lucha de los trabajadores para cambiar los sistemas
contemporáneos? Según ellos y siguiendo a Nicos Mouseliz, Laclau y Mouffe no tienen
medios teóricos para responder tal cuestión, pues la especificación de tales
diferencias no puede descansar en una suposición a priori de la esencia o la naturaleza
de la sociedad y sus agentes —apertura, incompletud—; en cambio, necesita
construirse sobre resultados de análisis históricos-empírico de eventos y contextos
políticos específicos (Best y Kellner, 1991: 200).
Según estos mismos autores, aunque el trabajo de Laclau y Mouffe es útil para
comprender la dificultad de formar una alianza política, y aunque reconocen que han
acertado al incorporar en su discusión sobre política democrática temas como la
igualdad de género o la lucha racial, proveen pocos elementos acerca de la
emergencia de tales movimientos, sus metas, tácticas o la construcción de alianzas.
Incluso, se quedarían cortos al no distinguir suficientemente a la burguesía de la
socialdemocracia, lo que a su vez requeriría una teoría detallada de democracia
económica que profundice en términos claves como equidad y autonomía económicas
(1991: 202 - 204).3 Es decir, si aceptamos la tesis de que la economía no es la última
instancia, podríamos preguntarnos qué roles podemos atribuirle en el horizonte de la
problematización por lo social, la democracia, el sujeto, pero esto requiere, sin duda,
nuevas problematizaciones sobre lo oeconomicous.
Volviendo a Geras, es difícil hablar de la forma rudimentaria en que toca el
tema del discurso o de la afirmación de que Laclau y Mouffe disuelven toda base
normativa para distinguir entre lo que es o no opresión. En su descargo podríamos

12 3 Estos mismos autores señalan que donde Laclau y Mouffe afirman que “ninguna democracia es posible
sin renunciar al discurso de los universales” es argumentable que la democracia es imposible sin el
carácter universalmente comprometedor de la ley, los derechos, y las libertades (Best y Kellner, 1991:
204). Aunque es una crítica pertinente, ésta es fácilmente deconstruible en el nivel de la teoría
siguiendo la lógica misma de la hegemonía.

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decir que no es el único al que discurso le ha dado problemas. Con todo, su trabajo
sirvió para fortalecer algunos flancos del pensamiento de Laclau y Mouffe. Mirando en
perspectiva, veinte años después de post-marxismo?, dicha propuesta se ha
fortalecido. Sus lectores nos hemos multiplicado, y algunas líneas de trabajo se han
abierto en diversas áreas de investigación, con lo que, queriendo o sin querer algunas
de los cuestionamientos planteados a inicio de los 90 se han venido respondiendo.
Para cerrar, vale la pena citar a Laclau y Mouffe en relación con su idea de post-
marxismo: consiste en profundizar ese momento relacional que Marx, pensando desde
una matriz hegeliana y, en todo caso, propia del siglo XIX, no podía desarrollar más
allá de un cierto punto. En una era en que el psicoanálisis y la transformación del
pensamiento de Nietzsche a Heidegger y Wittgenstein, ha socavado decisivamente el
esencialismo filosófico, podemos reformular el programa materialista de un modo
mucho más radical de lo que era posible para Marx (Laclau y Mouffe, 1990: 127).

Referencias

Best, Stevens y Douglas Kellner (1991) “Marxism, feminism and political


Postmodernism”, en Post-modern theory: critical interrogation, NY, The Guilford
Press, pp. 181-214.
Geras, Norman (1987) “Post-Marxism?”, en New Left Review, N. 163, London, pp. 40-
82.
Laclau, Ernesto y Chantal Mouffe (1990) “Post-marxismo sin pedido de disculpas”, en
Nuevas reflexiones sobre la revoluciones de nuestro tiempo, Buenos Aires, Nueva
visión, pp. 111-148.

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