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El libro se divide en tres partes: los intelectuales en el medio social del porfiriato; los
intelectuales como precursores 1900-1910 y los intelectuales como revolucionarios 1910-
1917. El estudio comienza con una descripción general del estado de San Luis Potosí, su
estructura económica y social. El estado resulta ideal para su estudio dentro del movimiento
precursor pues además de que de ahí provenían gran parte de los precursores; San Luis
Potosí resumía bien la situación nacional durante el porfiriato. La expansión de la industria
ferrocarrilera con la inversión extranjera derivó, en un principio, en el enriquecimiento de
la oligarquía potosina. Sin embargo, esta misma burguesía nacional no podía competir con la
acción extranjera; Cockcroft cita a Nicolau D’Olwer “el sentimiento antiextranjero
desempeñó un papel importante en la Revolución Mexicana”. Sin embargo, hacia finales del
siglo XIX (concretamente 1892-1895) el estado sufrió la caída de la plata, sequía, hambruna,
epidemia de tifo que derivaron en una inestabilidad política y económica.
Esta inestabilidad originó vagas protestas por cambios políticos en el sistema de parte de la
oligarquía potosina. Parecía, después de 1895, que la aceleración y facilitación de inversión
extranjera en el estado salvaría la economía; sin embargo este proceso generó a la par una
monopolización extranjera de la economía nacional. Para la primera década del siglo XX, no
era de extrañarse que existiera un sentimiento de nacionalismo económico entre los
burgueses. Derivado de todo esto, las condiciones de los campesinos (una mayoría social
abrumadora) sufrieron los embates de una organización económica precapitalista. El leer y
reflexionar sobre la estructura potosina en esos años es sumamente interesante, pero sobre
todo enriquecedor para comprender en muchas formas los orígenes de la Revolución
Mexicana. Dadas estas condiciones, era de esperarse la búsqueda de una reforma política y
económica.
En el capítulo segundo de la primera parte, se detallan las causas de las coaliciones que
surgieron a raíz de la decadencia económica sobre todo, y que muchos achacaban a una
preferencia de Díaz sobre los inversionistas extranjeros. Se puede entender la frustración
social de mucha gente con los cambios introducidos en el porfiriato y después las crisis
económicas. En 1907 una crisis en la bolsa de Wall Street causó la baja en el mercado de
varios productos, entre ellos el henequén (del cual México era un gran exportador) y el
algodón, así como una seria devaluación de los minerales industriales (el país era también un
fuerte proveedor de estos materiales).
Era ineludible que esa crisis financiera sacudiera al país. Los hacendados dependían
excesivamente de préstamos e hipotecas de los bancos nacionales; sin embargo, con la crisis
de 1907 los bancos estaba imposibilitados para otorgar más créditos. El ministro de Hacienda
José Limantour retiró las hipotecas y prohibió los créditos en los bancos en un esfuerzo por
salvarlos de la quiebra. Esto generó una ola de protestas entre los hacendados, destaca
Esquivel Obregón como crítico de Limantour; las protestas de Obregón hicieron ecos en otros
hacendados y finalmente, representaron un sentimiento generalizado de terratenientes que
salían perjudicados tanto como si apoyaban a Díaz como si se oponían. Dentro de estos
terratenientes y hacendados, destaca (y se puede ubicar) posteriormente Madero.
Para 1910, existía una coalición liderada por Madero y otra igual de importante, pero más
radical y violenta: el Partido Liberal Mexicano (PLM). Clases bajas y medias conformaban en
gran número la coalición en oposición a Díaz, ya que las protestas de las clases bajas se
intensificaron sobre todo después de las crisis que ocasionaban una alza de los productos
básicos y una disminución de los sueldos. Es considerablemente de importancia recalcar que
todo este conjunto de protestas de diversas clases sociales (si bien cada una tenía en mente
objetivos y demandas diferentes) hacían posible una coalición entre ellas. Sobre todo, desde
la perspectiva de la clase alta que vio en las clases inferiores una oportunidad para ampliar
el movimiento de oposición a Díaz. Por otra parte, dentro del PLM se gestó un programa que
incluía diversas reformas para mejorar las condiciones de las clases bajas; éstas obedecían
primordialmente al interés que tenían sus dirigentes por las clases bajas, ya sea por su
ideología o porque estaban conscientes del problema del proletariado mexicano. Es posible
entonces concluir que aunque por diversas causas, el periodo hizo posible alianzas –o
coaliciones- entre clases sociales diferentes (e incluso opuestas).
Cockcroft expone en su trabajo una breve reseña de las vidas de seis intelectuales que
definirían el movimiento precursor y la revolución algunos de ellos. Así, como lo explica el
autor, resultan más comprensibles las complejas relaciones de los diversos personajes.
Arriaga, en cambio, fue por muy poco tiempo un intelectual complaciente con el sistema;
encontró en intelectuales de clase media y baja gran afinidad y se unió con ellos
tempranamente. Aún así, todavía en 1908 Porfirio se mostraba deseoso de poder ayudar a
Camilo económicamente y a mantener la amistad con la familia. Camilio se influenció de
ideas leyendo libros de diferentes teóricos socialistas y anárquicos. En 1900, trajo a México
de Europa libros y folletos radicales con los cuales formó una biblioteca, que se haría famosa
pues de ahí leerían otros intelectuales. La primera protesta política de Arriaga sucedió ya en
1880, para 1895 Camilo se esforzó en crear oposición política a Díaz. Poco después,
comenzaría a tomar en cuenta las demandas de las clases medias y bajas y realmente se
preocupó por ellas. Camilo es considerado “el precursor por excelencia” pues puso a
disposición de miembros de otras clases obras socialistas y anarquistas. Asimismo, fue él
quien hiciera el llamado a formar clubes liberales para crear una oposición al gobierno.
En los intelectuales de las clases medias y bajas, la lectura de la biblioteca de Arriaga tuvo
efectos definitivos. Días Soto y Gama, Juan Sarabia, Librado Rivera y Ricardo Flores Magón
fueron las figuras más prominentes dentro de este ámbito; sin duda alguna, Sarabia era
quién provenía de una clase más baja, seguido de Flores Magón (oriundo de Oaxaca) quién su
padre -a consejo de su madre- trabajó duro para poder enviarlo a él y su hermano a estudiar
a la Ciudad de México.
Todos ellos fueron figuras definitivas para la historia de México; pues fueron ellos los
líderes del movimiento precursor que podemos inferir no sabían en realidad el alcance y la
trascendencia que tendrían a futuro. Sin embargo, gracias a su ideología y a la búsqueda de
un cambio político, pasaron a las páginas de la historia mexicana. Sin ellos, probablemente
la revolución se hubiera desatado de una manera muy distinta o incluso, no hubiese
estallado ninguna.
Es así como podemos resumir las primeras dos partes de Precursores intelectuales de la
revolución mexicana. El análisis de estos sucesos sirven, no cabe duda, para comprender el
origen de nuestra revolución; una revolución en principio ignorada y no planeada, que nos
lleva a la conclusión de que las acciones que tomó el gobierno ante una oposición en un
principio meramente política, destararon un movimiento radical que derivó en el
levantamiento armado. Los precursores, no hay duda alguna, fueron pieza clave en toda esta
época; es por eso que el estudio de sus vidas y sus acciones se vuelve forzoso para poder
comprender este movimiento en nuestra historia.