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CULTURA Y DESARROLLO: ANÁLISIS Y CONSECUENCIAS

George Yúdice

Seminario “LA CULTURA COMO FACTOR DE DESARROLLO”


Universidad de Chile
Santiago de Chile, 9 de agosto de 2005.

Comencemos con algunas definiciones de desarrollo:

Diccionario Cassell de Historia de Palabras


desarrollar [es] desenvolver, dar a luz gradualmente; [del] antiguo francés
développer, del Latin DIS + raíz representada por el antiguo francés voloper
envolver, de origen desconocido.

Diccionario de la Real Academia Española


1. m. Acción y efecto de desarrollar o desarrollarse.
2. m. Combinación entre el plato y el piñón de la bicicleta, que determina la
distancia que se avanza con cada pedalada.
3. m. Econ. Evolución progresiva de una economía hacia mejores niveles de
vida.

Oxford English Dictionary


1. Un desenvolvimiento gradual, hacer más visible; una revelación más
plena o la elaboración de los detalles de cualquier fenómeno, como un
plan, un esquema, la trama de una novela . . .
2. Evolución o desentrañamiento de una condición latente o elementaria; la
producción de una fuerza natural, energía o una nueva forma de materia.
3. Crecimiento o desenvolvimiento de lo que está en estado germinal; la
condición de lo que se ha desarrollado.

Encyclopedia Britannica
Proceso mediante el cual economías nacionales simples y de bajos ingresos se
transforman en economías industriales modernas. . . La teoría del crecimiento
económico – cómo las economías primitivas y pobres pueden llegar a ser
sofisticadas y relativamente prósperas – es de importancia crítica para los países
subdesarrollados, y es en este contexto que se suele tratar asuntos de desarrollo
económico.
HISTORIA DEL DESARROLLISMO
Los estudios del llamado “desarrollismo económico” explican que esta noción
emergió al final de la Primera Guerra Mundial, que trajo como consecuencias el
fin del colonialismo europeo y los movimientos de descolonización. Al
independizarse, estos países necesitaban consolidarse política y económicamente.
Debido a ese estado “latente” y de supuesta “inmadurez,” la mayoría de las ex
colonias fueron clasificadas como países subdesarrollados.

Antecedentes desarrollistas en América Latina


Esta no es la primera vez que países poscoloniales fueron vistos y se vieron como
subdesarrollados. Los próceres de las recién independientes repúblicas
hispanoamericanas en la primera mitad del siglo XIX consideraban que había
que lograr un nivel de madurez que sólo el desarrollo de instituciones políticas,
económicas y culturales posibilitaría. Desde luego, para satisfacer criterios
europeos de madurez, sobre todos los establecidos por las imperantes ideologías
positivistas, en las cuales primaba el evolucionismo. Andrés Bello, por ejemplo,
consideraba que las repúblicas hispanoamericanas necesitaban conocer primero
sus tradiciones y someterlas a un estudio de sus rasgos particulares para luego
redactar la historia de su civilización. Medio siglo después Eugenio María de
Hostos, como Bello, positivista, promovió la educación como medio para el
desarrollo nacional.

La propuesta de Hostos incluyó “el reclamo de modernización de la educación,


sin importar niveles socio-económicos o sexo”, el reconocimiento de “que la
instrucción pública es la función más importante del Estado”, y “que los estudios
deben pasar a formar ciudadanos”. Hostos y sus seguidores lucharon por una
educación laica, racional y científica, basada en la corriente positivista que
encontró la oposición de una sociedad fuertemente católica, lo que aunado a la
inestabilidad política característica del período, impidió que la ley propuesta
fuera aplicada. (Díaz, 1996: p. 106)

Domingo Faustino Sarmiento también escribió acerca de la inmadurez de la


Argentina, comparándola con el desarrollo industrial de los Estados Unidos, y
debido, según él, al autoritarismo político y a la falta de conquista de la
naturaleza para ponerla al servicio de la industria. También consideraba que las
razas que poblaban la Argentina, inclusive la española, no eran aptas para esa
conquista racionalizante de la naturaleza; por eso abogó por la inmigración
europea y la educación universal. Aún Martí apeló, por ejemplo, en Nuestra
América, haciendo eco de Bello, a la necesidad de conocer las circunstancias
propias para así resolver los problemas no sólo económicos sino también
sociales. Como veremos, Martí se anticipa a los intelectuales de la
descolonización al proponer la necesidad de reconocer las realidades propias y
no imitar modelos europeos o estadounidenses.
“¿Cómo han de salir de las universidades los gobernantes, si no hay universidad
en América donde se enseñe lo rudimentario del arte del gobierno, que es el
análisis de los elementos peculiares de los pueblos de América? A adivinar salen
los jóvenes al mundo, con antiparras yanquis o francesas, y aspiran a dirigir un
pueblo que no conocen… Resolver el problema después de conocer sus
elementos, es más fácil que resolver el problema sin conocerlos… La universidad
europea ha de ceder a la universidad americana. La historia de América, de los
incas acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de
Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más
necesaria.” [José Martí, Nuestra América (1891)]

Como se ve, estas propuestas eran políticas, sociales, económicas y culturales. En


Martí sobre todo hay una reivindicación de tradiciones locales y regionales, y
una desconfianza en los criterios metropolitanos. Podría decir que se resistió a
aceptar una premisa fundamental del desarrollismo pos Segunda Guerra
Mundial: que los cambios que asemejan a los países del tercer mundo con los
países industrializados se puede y debe considerar como desarrollo.

SURGIMIENTO DEL DESARROLLISMO

Plan Marshall - Point Four technical aid program


Discurso de Truman – patologiza la pobreza y la caracteriza como
subdesarrollo: “la pobreza es preocupante porque la vida
económica de los pobres es primitiva y estancada… Su pobreza es
una discapacidad y una amenaza tanto para ellos como para áreas
más prósperas” [Discurso Inaugural, 1949]
Creación de las instituciones de Breton Woods: FMI, Banco
Mundial
Descolonización – políticas de autodeterminación, reconocimiento,
compensación.

Volviendo a nuestro rastreo de la historia del término “desarrollo”, podemos


subrayar que el Plan Marshall en Europa y las iniciativas estadounidenses que
promovieron el desarrollo en el “tercer mundo,” enfatizaron los aspectos
económicos. Pero también señalaron aspectos culturales que obstaculizaban o
retardaban el desarrollo. Interesantemente, cabe notar que con el gobierno de
Luis Muñoz Marín, Puerto Rico se convirtió en una “vitrina de desarrollo” y un
“laboratorio de investigación” y “uno de los lugares más fructíferos en el mundo
para estudiar el desarrollo, el rápido cambio social, y la cultura de fusión en una
sociedad de frontera movediza,” es decir, de inmigración (Lapp, 1995). De hecho,
en Puerto Rico se estableció el Point Four Technical Aid Program del Plan
Marshall. La U.S. International Cooperation Administration definió su
metodología de la siguiente manera:

A key description [of “community development”] is “aided self-help.”


Local people in many instances recognize their needs and also may be able
to work together toward a higher standard of living and better way of life.
“Community development” today, however, implies that the process is
not entirely a grassroots one, since even these people be unaware of their
own resources, may lack appreciation of technical skills, may not know
the most efficient ways to accomplish self-help. Here is where government
help comes in.”

Se han escrito muchas críticas de los programas de desarrollo, y no es mi


intención reproducir aquí lo que se dice allí. Simplemente quería dejar constancia
del vínculo que se presupone entre desarrollo o subdesarrollo y cultura.

No hay una definición universalmente aceptada de lo que constituye un país en


vías de desarrollo; tampoco hay una única definición del proceso de desarrollo
económico. No obstante los países en vías de desarrollo son categorizados en
relación a un criterio basado en el ingreso per cápita, y el desarrollo económico
suele verse cuando aumenta el ingreso per cápita y la pobreza disminuye o al
menos no crece.

Hasta los años 80, el Banco Mundial se interesó en combinar el crecimiento en


ingresos per cápita con asistencia especial para los pobres. Una de las estrategias
para lograr esto se llamaba “redistribución con crecimiento”; otra se llamaba
“estrategia de necesidades básicas”. En los años 80, el banco cambió esas
estrategias y optó por promover el crecimiento agregado así como equilibrios
macroeconómicos, ajustes estructurales, y aumento de ingresos en divisas. Desde
los 90s, el banco ha vuelto a enfatizar el crecimiento para los pobres, junto con
crecimiento agregado, en su concepto general de desarrollo (Banco Mundial
1980; 1990).

Ahora bien, a pesar de que la definición de desarrollo económico esbozada aquí


hace referencia al mejoramiento de las condiciones de los pobres y del bienestar
general de todos los ciudadanos, la realidad es que los indicadores usados para
medir el desarrollo se limitaban al crecimiento de ingresos.
Este paradigma empieza a cambiar cuando economistas como Amartya Sen, Paul
Streeten, Mahbub ul Haq y otros, propusieron que el crecimiento en ingresos
debía considerarse un medio para mejorar el bienestar pero no un fin en sí
mismo (Sen, 1988; Streeten, 1994). Que había otros factores de bienestar, podía
mostrarse al comparar los ingresos per cápita con indicadores de educación o
salud. Esta perspectiva se adoptó en el primer Informe sobre el desarrollo humano de
1990, preparado por Mahbub ul Haq.

Según Mahbub ul Haq, la diferencia entre las perspectivas de crecimiento


humano y de desarrollo humano, estriban en que la primera se basa en la
expansión de un factor – los ingresos – mientras que la segunda abarca todas las
elecciones humanas, sean económicas, sociales, culturales o políticas (Haq, 1995,
Ch. 2). Algunos argumentaron que un aumento en ingresos resultaría en una
ampliación en las otras elecciones, pero Haq y otros mantuvieron que el vínculo
entre la expansión de ingresos y la ampliación de elecciones humanas depende
de la calidad y distribución del crecimiento económico, y no sólo en la cantidad
de ese crecimiento. Y ese vínculo entre crecimiento de ingresos y bienestar
humano tiene que ser creado conscientemente mediante políticas públicas para
proporcionar equitativamente servicios y oportunidades a todos los ciudadanos.
No se puede confiar que se logre esa meta mediante mecanismos de mercado,
porque éstos son muy indiferentes, cuando no hostiles a los pobres, los débiles y
los vulnerables (Haq, 1995, Ch. 12).

Esta escuela económica representada por Haq y otros enfatizó tres tipos de
elección: la oportunidad de vivir una larga y saludable vida; la oportunidad de
adquirir conocimiento; y la oportunidad de tener acceso a los recursos necesarios
para un estándar de vida decente. Este paradigma fue elaborado con la
añadidura de otras dimensiones y aspectos, y el nombre mismo cambió de
“desarrollo humano” a “desarrollo humano sustentable,” haciendo hincapié en la
necesidad de sostener todas las formas de capital y recursos (físicos, humanos,
financieros, ambientales) como una precondición para asegurar las necesidades
de futuras generaciones.
El desarrollo sostenible hace referencia a la utilización de forma racional de los
recursos naturales de un lugar, cuidando que no sean esquilmados y las
generaciones futuras puedan hacer uso de ellos igual que hemos hecho nosotros,
es decir, sin que nuestras prácticas, fundamentalmente económicas hipotequen
el futuro del planeta.

La justificación del desarrollo sostenible proviene tanto del hecho de tener unos
recursos naturales (nutrientes en el suelo, agua potable, etc.) susceptibles de
agotarse, como por el hecho de que una creciente actividad económica sin más
criterio que el económico produce, como ya se ha constatado, problemas
medioambientales tanto a escala local como planetaria graves, que pueden, en el
futuro, tornarse irreversibles.

Por ejemplo, si queremos aumentar la producción en agricultura, se puede hacer


mediante puesta en regadío, uso de fertilizantes, agricultura intensiva, etc. Pero
cada una de esas posibles acciones tiene un costo, así que se necesita elaborar
estrategias de desarrollo, aprovechamiento de los recursos, sin hipotecar el
futuro.

En la última década se ha expandido esta noción de “desarrollo humano


sustentable” a todos los aspectos del desarrollo social, teniendo en cuenta la
equidad de género, la igualdad de oportunidades de participación en decisiones
políticas y económicas. Esta ampliación de la noción de desarrollo requiere de un
marco institucional y legal que potencie a los ciudadanos y a las organizaciones
de sociedad civil para que puedan tener la receptividad de las autoridades. Otros
economistas han enfatizado la importancia para el bienestar social de la
distribución equitativa y el sostenimiento público de los recursos ambientales y
naturales.

DESARROLLO CULTURAL
Más recientemente se ha empezado a hablar de desarrollo cultural y de
desarrollo culturalmente sustentable. Es decir, se ha planteado que, para que se
produzca el bienestar social explicitado en el concepto de sostenibilidad, es
necesario prestar atención a la calidad de vida que implican los factores
culturales. Como veremos, eso quiere decir que se tienen que elaborar
estrategias, indicadores, índices, mecanismos, instituciones y gestores semejantes
a los descritos para el desarrollo económico, el desarrollo humano, y el desarrollo
sustentable.

NUESTRA DIVERSIDAD CREATIVA


El tema del desarrollo cultural se plantea por primera vez no en relación a las
industrias culturales, sino al vínculo entre pobreza o falta de recursos y cultura. Y
esto se ha hecho en un contexto signado por la atención a la diversidad cultural.
De hecho, en el informe de la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo, Nuestra
Diversidad Creativa (1995), el concepto de diversidad es el mediador entre cultura
y desarrollo: el desarrollo se define como "proceso que aumenta la libertad
afectiva de quienes se benefician de él para llevar a cabo aquello que, por una
razón u otra, tienen motivos para valorar.” Y la cultura se define como “maneras
de vivir juntos”. A esto se agrega que la cultura es un fin en si mismo y no un
medio, y que todo aquello a lo que le otorgamos valor, forma parte de la cultura.
El centro de análisis estará, por lo tanto, en la forma en que diferentes maneras
de vivir juntos afectan la ampliación de las posibilidades y opciones abiertas al
ser humano.

El desarrollo cultural, pues, debe conducir a:


• una nueva “ética de cooperación”,
• fundamentada en el pluralismo, en la diversidad.

También se promueve:
• Aplicabilidad de la creatividad para la transformación de la realidad
• Aminorar el aspecto propietario de los medios masivos y aumentar su
capacidad de promover la diversidad
• Abrir la comprensión del desarrollo cultural a las dimensiones de género,
juventud, el medio ambiente, la generación de conocimiento
• Repensar las políticas culturales
• Definir y asegurar los derechos culturales

PNUD Y DIVERSIDAD CULTURAL


Desde la publicación de este informe sobre la diversidad creativa, se vienen
generando muchos documentos y aun antes, la importancia de la diversidad fue
reconocida en la creación de nuevas constituciones para países que ahora se
reconocían como multiculturales e inclusive definieron derechos culturales, sobre
todo para comunidades indígenas y afrodescendientes. Es el caso del Brasil en
1988, de Colombia en 1991 y de otros. Así que no resulta tan sorpresivo que el
PNUD haya incluido a la cultura en su último informe sobre el desarrollo
humano, recién publicado este año.

En este informe, subtitulado “La libertad cultural en el mundo diverso de hoy,”


se define el desarrollo como la “amplia[ción de] las opciones de la gente, es
decir, permitir que las personas elijan el tipo de vida que quieren llevar, pero
también de brindarles tanto las herramientas como las oportunidades para que
puedan tomar tal decisión. En un primer momento, la cultura entra en este
panorama de desarrollo como causante de conflictos y otros problemas que
obstaculizan el desarrollo, entendido en estos términos. El Informe sobre desarrollo
humano 2004, subtitulado “La libertad cultural en el mundo diverso de hoy,”
pone la cultura al centro de del proceso de desarrollo precisamente para sanar
estos problemas. Es evidente que los conflictos generados por los atentados del
11 de septiembre pusieron la gota que rebasó el vaso y finalmente se asumió la
cultura ya no como algo que inspira, enaltece y educa, sino como un complejo
campo de actividades humanas que debe estar en el centro mismo de la
economía, la política y todos los servicios sociales.

El informe comienza haciendo referencia al libro de Samuel Huntington El


Choque de Civilizaciones, que es una advertencia para Occidente, y sobre Estados
Unidos, de que las otras civilizaciones (sobre todo la islámica) son una amenaza a
los valores de libertad, democracia, crecimiento económico. Parentéticamente,
éste es el mismo profesor de Harvard que acaba de publicar un libro -Who Are
We?—The Challenges to America's National Identity– en que culpa a los inmigrantes
hispanos por el deterioro de los valores cívicos y por fragmentar la identidad y la
cultura estadounidense. El argumento del PNUD, fundamentado en
investigaciones e indicadores de desarrollo, es al revés, pues lejos de “origina[r]
fragmentación, conflictos, prácticas autoritarias ni reducen el ritmo del
desarrollo… [las] políticas [de reconocimiento multicultural] son viables y
necesarias, puesto que lo que suele provocar tensiones es la eliminación de los
grupos que se identifican culturalmente” (PNUD 2004: 2).

DIMENSIONES DE LA CULTURA

rural colectiva artística


tradicional
espiritual
social
identitaria
mestiza

plural
de élites intelectual
estética
urbana

científica humanista
suburbana económica
sensorial massmediatica
homogeneizadora
individual
elaborado a partir de L. Bonet
INDUSTRIAS CULTURALES Y TRANSVERSALIDAD
Creo que los informes de UNESCO y del PNUD nos revelan que la cultura no
debe tratarse como un mero “correctivo cualitativo” del desarrollo o del progreso.
Un desarrollo culturalmente sustentable no hace de la cultura una “tabla de
salvación” que distingue lo humano de lo económico, lo mediático y lo técnico.
La cultura ya es parte de todas esas otras esferas y en la medida que no se le da
reconocimiento como insumo económico, mediático, técnico, etc. el resultado es
el empobrecimiento de esas esferas y del ambiente cultural mismo. O para
decirlo de otra manera, el desarrollo no será sustentable a menos que se tenga en
consideración no sólo el impacto de las otras esferas en las prácticas
tradicionalmente reconocidas como culturales (artes, industrias culturales,
folklore y culturas populares), sino la manera en que se manifiesta la dimensión
cultural en esas otras esferas. Ya empezamos a entender que la cultura es una
dimensión crucial en el empleo, el turismo, la educación, la tecnología, las
comunicaciones y las telecomunicaciones, el desarrollo nacional y local. La
manera en que los actores sociales se manifiestan en esas esferas, incide en su
concepción de mundo, que, a su vez, condiciona sus opciones y estrategias de
participación social y política como productores y receptores de cultura, en gran
parte mediada por las Industrias Culturales (IC).

Desde la óptica de una ecología cultural del desarrollo, o de un desarrollo


culturalmente sustentable, es necesario plantearse la transversalidad de la
cultura, y a partir de allí formular políticas que si bien reconocen la especificidad
sectorial de las IC, también orientan su gestión integrada. Repasaremos, más
abajo, cómo se pueden producir sinergias multisectoriales fortalecedoras para,
por ejemplo, impulsar la producción fonográfica local a partir del turismo
sustentable, o a partir del desarrollo comunitario asistido por las ONGs y la
cooperación internacional. La mención de este último actor –el llamado tercer
sector– nos lleva a considerar que allí también se presentan las condiciones para
pensar el papel de la cultura, por lo general en relación a áreas de acción que
parecen tener poco que ver con cultura: combate a la pobreza, protección y
desarrollo ambiental, desarrollo comunitario, apoyo a la salud, promoción
económica (en sectores como el minero, alimentación, madera), fomento del
comercio, fortalecimiento institucional (en la administración pública y
empresarial), asistencia técnica a pequeñas y medianas empresas (pymes),
capacitación en ciencia y tecnología, apoyo para el acceso a la informática y a la
educación, potenciamiento de la participación ciudadana, defensa de los
derechos humanos, etc. (ver Comisión Europea 2002; OEI 1995; HIVOS; Red de
Comunicaciones sobre Desarrollo Sostenible (RCDS)).

Un acercamiento integral al desarrollo culturalmente sustentable requiere que se


tengan en cuenta los dos tipos de transversalidad: la que recorre sectores
diversos (v.gr., economía, desarrollo comunitario, pymes y música), y la que
sitúa el apoyo a los diversos sectores en un entramado local, nacional, regional,
internacional y transnacional. Las IC, vistas a través de estas dos ópticas de la
transversalidad, parecieran habitar tres escalas.

La primer escala sería lo que Getino (2003) llama autosuficiencia nacional: las
industrias editoriales, fonográficas y audiovisuales, en los grandes países o en
pequeños países como Cuba (que todavía disfrutaban el legado de haber sido
una encrucijada importante de la colonia) crecieron más o menos
autonómicamente, por acción de empresarios privados, y al ritmo del desarrollo
nacional, a lo largo del siglo XX, llegando a su auge autonómico con los
“milagros” económicos logrados por las políticas de sustitución de
importaciones.1 Las políticas de desarrollo económico crearon suficiente riqueza
y una clase media que aprovechó la concomitante construcción del estado
benefactor, convirtiéndose en públicos educados para el consumo de las IC. En
este contexto, cada IC siguió su propia lógica de producción y comercialización.
Cabe observar, además, con Getino (2003), que “dicho contexto global hubiera
contribuido muy poco al desarrollo de las IC de no haber mediado políticas
empresariales dedicadas a auscultar y satisfacer las demandas culturales del
mercado local y regional.”

Una segunda escala, que podríamos llamar dependencia externalizadora, que


todavía vivimos, arranca primero con la crisis petrolera de comienzos de los 70s
y luego de la crisis de la deuda externa, que alcanzó el 39% del PIB y 201% de
exportaciones, empobreciendo a centenares de millones y cuya cura –los
programas de ajuste estructural impuestos por el FMI y la política económica de
EEUU– debilitó el estado benefactor, redujo el empleo estatal, impuso la
privatización de los patrimonios nacionales y reorientó las economías nacionales
hacia las exportaciones bajo condiciones muy desfavorables. Por añadidura, las
nuevas estrategias especuladoras en los mercados financieros y la desregulación
de casi todas las industrias, condujeron a la conglomerización de las IC en
holdings ya no sólo multimedia, sino de muchas otras industrias que no tienen
nada que ver con cultura, resultando en una pérdida del raciocinio cultural en la
administración y la imposición de criterios casi exclusivamente mercadológicos.

En un primer momento de esta transformación, que coincidió con el auge de la


televisión, la industria cinematográfica buscó el socorro estatal, que respondió
con medidas proteccionistas: cuotas de pantalla para la producción local, créditos
blandos y subsidios a los empresarios nacionales. Algo parecido sucedió con la

1
Desde luego, no se puede afirmar lo mismo de los países pequeños y pobres como Honduras o Bolivia,
que nunca lograron desarrollar una industria audiovisual o fonográfica de suficiente relieve para formar y
abastecer mercados nacionales y menos todavía regionales. Más abajo exploramos las estrategias actuales
de países pobres que buscan nuevas maneras de participar en el desarrollo de las IC en estos tiempos de
globalización neoliberal.
industria del libro, que como señala Sealtiel Alatriste, fue la base de la
modernización social latinoamericana, sobre todo en Buenos Aires y México (no
hay que olvidar que este proceso fue muy desigual dentro de los países
latinoamericanos). Desde los 1930s y 40s, con los gobiernos populistas de
Cárdenas, Vargas y Perón, se invirtió en la educación y en la industria del libro,
en manos del Estado en el caso de México. Por añadidura, “prácticamente toda la
literatura mundial estaba al alcance de los lectores de lengua española gracias al
empuje de los editores argentinos” (1999: 210).

Alatriste atribuye el radical cambio que se verá en la industria editorial a la


transformación económica que venimos reseñando, pero también observa que no
se ha mantenido esa industria debido a la falta de un hábito de lectura, que
resalta la debilidad de la educación (214). Estudios estadísticos y cualitativos
corroboran la hipótesis de Alatriste. Por una parte, el índice de publicaciones es
muy bajo, según estadísticas del Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD, 1997). Además, la circulación de periódicos en América
Latina, sólo alcanza un tercio, teniendo en cuenta proporcional a la población, en
comparación con los países desarrollados. Peor aún, América Latina sólo tiene el
1% de los hosts de Internet (Brunner, 2000, 10). Todo esto refleja la muy baja
escolaridad y la poca inversión en educación, la “disminución de la escuela
pública”, al decir de Jorge Cunha Lima (2000).

Desde luego, las transformaciones económicas y estructurales constituyen el


contexto en que se da el gran cambio en la industria editorial: las grandes
editoriales latinoamericanas, impulsoras de autores de reputación mundial, son
adquiridas por empresas europeas, sobre todo españolas, y reorientadas hacia los
bestsellers, vaciando así el lugar que estas editoriales proporcionaban para la
intensa labor intelectual y literaria. Los grandes conglomerados editoriales (Time
Warner, de Estados Unidos; Vivendi [antes Havas, que ya había absorbido a
Hachette], de Francia; Bertelsmann, de Alemania; Planeta y Santillana, de
España) restringieron la diversidad del libro mediante la búsqueda del bestseller,
que conduce a producir una “menor cantidad de títulos con grandes tiradas y
fuertes ventas, en un proceso de selección basado exclusivamente en criterios
comerciales” (Harari 2000: 7). Por añadidura, el control de los sistemas de
distribución, que asegura el éxito competitivo según estos criterios comerciales -
v.gr., en Francia las cadenas, megalibrerías y los supermercados venden más de
la mitad de toda la oferta editorial (Rapport d’activité 1998)– reduce la entrada al
mercado de “literatura en general y ciencias humanas” (Harari 2000: 4).

La segunda escala coincide con el asalto de la globalización neoliberal a la


diversidad cultural, no porque la elimine, sino porque la excluye del espacio
público, que es lo mismo que decir el espacio mediático. Se trata de una gestión
poco sustentable de la actividad cultural. Si bien los procesos de la globalización
conglomerada diseminan ampliamente los productos de los países dominantes e
inclusive productos de países periféricos dentro de la lógica e intereses de los
primeros (v.gr., la World Music), esos mismos procesos aminoran la diversidad
cultural a escala mundial, a menudo previniendo que las industrias culturales
locales no conglomerizadas –como por ejemplo las editoriales independientes o
las productoras indies (por contraste con las majors) de cine y música– apenas
sobrevivan con mercados reducidos e inclusive sucumban debido a las
condiciones arduas de distribución. De hecho, la conglomerización se expresa en
nuevas formas de distribución que promueven el bestseller y el libro de lectura
“fácil” (v.gr., autoayuda): las cadenas de librerías (Barnes & Noble, Borders,
Crisol, Fnac, Virgin, etc.), la venta en supermercados, y luego la innovación
tecnológica orientada al comercio, el e-comercio por Internet, que transforma el
formato mismo de la lectura. Estas transformaciones conducen a la casi extinción
de ciertos intermediarios culturales claves en la historia del editoreo. “El editor…
abandona cada vez más su rol de filtro; la selectividad, que crea la imagen propia
de cada editorial y que es un aporte cultural significativo” (Harari 2000).

Este achicamiento de la diversidad cultural se da junto al crecimiento de la


televisión y la industria de la música en los 90s. Según Alfredo Alfonso,
“América Latina en su conjunto… exhibe las cifras más elevadas del mundo en
cuanto a cantidad de canales de televisión por número de receptores y la
cantidad de horas anuales de transmisión de programación en ese medio,
aventajando largamente a Europa (Alfonso, 2000, 44). Constatamos que las
grandes empresas, que ya reunían editoreo, audiovisual y telecomunicaciones –
v.gr., las brasileñas Globo y Abril, el argentino Grupo Clarín –atendiéndose a la
misma evolución de Time-Warner o Bertelsmann– o las que se conglomerizaron
a partir del audiovisual –v.gr., la mexicana Televisa y el venezolano Grupo
Cisneros (dueños de Venevisión)- hoy en día son parte del mismo sistema
transnacional de fusiones y adquisiciones que caracteriza a la nueva división
internacional del trabajo cultural, que en parte responde a la necesidad de
reducir los costos de operación (sobre todo eliminando puestos redundantes y
abaratando la mano de obra) y de aumentar los rendimientos por medio de una
base de usuarios más consolidada.

A pesar de este dominio de los mercados culturales en la industria del libro, del
audiovisual y de la música, lo interesante es que hay una muy activa producción
independiente musical a lo largo del continente, pero no se tienen estadísticas
fieles para medir su tamaño. Gran parte de esta producción se vende en ferias,
conciertos y otros puntos de venta informales. Como veremos luego, esta
producción todavía no ha sido considerada por las políticas públicas, lo que es
sumamente decepcionante, por cuatro razones: primero, porque no se aprovecha
el valor económico que podría rendir esa producción, si se pudiera articular en
circuitos alternativos de distribución más efectivos; segundo, porque el gran
aporte de diversidad cultural que implica esta actividad musical, sobre todo en
relación a jóvenes, queda desconocida por las instituciones encargadas de
formular políticas culturales; tercero, la música de jóvenes es un medio para
vincular las industrias culturales con otras iniciativas de intervención social
(véase más abajo el ejemplo del Grupo Cultural Afro Reggae); cuarto, debido a su
transversalidad en conexión con otras actividades –ferias, turismo, activismo
social, festivales étnicos, etc., se ofrece la oportunidad de articular a la música con
la labor de las ONGs, y acaso así involucrarlas más ampliamente en el apoyo a
las IC.

Nuevas reticulaciones
Estas consideraciones nos introducen de lleno en la tercera escala, que podría
caracterizarse como la temporalidad de las reticulaciones locales y translocales,
una suerte de glocalización desde abajo, donde también encontramos las políticas
más livianas de las ONGs, a su vez apoyadas en gran parte por la cooperación
internacional. Esta es, además, la temporalidad de las conexiones en línea, la
organización y gestión por Internet, como el caso de la Red de Comunicaciones
sobre Desarrollo Sostenible/Sustainable Development Communications
Network (RCDS/SDCN), que reúne a 17 organizaciones en 13 países, entre ellos
Argentina, Costa Rica y Ecuador; se dedica a reunir y generar conocimiento
sobre la comunicación del desarrollo sustentable, incluyendo la experiencia de
los países en vías de desarrollo y en transición, para compartirlo más
ampliamente, más allá de los miembros de la red. Sus objetivos consisten en
emprender actividades conjuntas en el área de las comunicaciones para informar
sobre el desarrollo sustentable a audiencias más amplias; construir entre los
miembros la habilidad de comunicar el desarrollo sustentable a través de nuevas
tecnologías de comunicación, y compartir ampliamente el conocimiento sobre el
uso eficiente y efectivo de tecnologías de comunicación por Internet (TCI);
proveer un foro para que los miembros de la red compartan experiencias en el
manejo de las comunicaciones en el campo del desarrollo sustentable. Más abajo,
se presentará las experiencias de algunas ONGs que gestionan a través de las
organizaciones miembros de RCDS/SDCN, la creación de portales y
observatorios para mapear todas las temporalidades y niveles del complejo
entramado de las actividades culturales en la región, de cara a fortalecer las
acciones cooperativas, viabilizar las coproducciones y descubrir nuevas fuentes
de financiamiento en el sector privado y el no-gubernamental, sobre todo el que
promueve el desarrollo sustentable. A la vez, estas iniciativas hacen posible
reconocer e incidir en la formación de públicos y usuarios.
RECOMENDACIONES PARA ASEGURAR LA SUSTENTABILIDAD DE
LAS INDUSTRIAS CULTURALES

Protagonismo del Estado


Hacer hincapié en el papel fundamental del Estado en la promoción de las
industrias culturales, mediante subsidios, créditos, incentivos fiscales, cuentas
satelitales bancarias y otros mecanismos, además de proteger a la cultura
nacional y local, negociando excepciones y/o reservas culturales en la
Organización Mundial de Comercio (OMC), tratados de libre comercio, etc.

Regionalización
Promover la participación del Estado en acuerdos regionales en los cuales se
sinergicen esfuerzos para fortalecer a las industrias culturales, apoyando
observatorios regionales, armonización de legislación y eliminación de
impuestos y otras barreras aduaneras.

Propiedad intelectual
Defender los derechos de autor y procurar establecer un equilibrio justo entre las
necesidades de los países en vías de desarrollo y los países desarrollados en
relación a derechos de propiedad intelectual.

Transversalidad sectorial
Fortalecer la transversalidad sectorial de la cultura, fomentando sinergias entre
los diversos sectores: Finanzas, Hacienda, Comercio, Medio Ambiente, Turismo,
Comunicaciones, Educación, Cultura, etc.

Transversalidad institucional
Fortalecer la transversalidad institucional de la cultura, fomentando alianzas
entre el Estado, las empresas, el tercer sector, organizaciones de la sociedad civil,
y la cooperación internacional, para ver cómo se podría orientar esta labor hacia
las industrias culturales.

Cartografía de la ecología institucional


No hay registros adecuados de todas las actividades que desempeñan las ONGs.
Por tanto, debe llevarse a cabo un mapeo de lo que aportan las empresas, el
tercer sector y la cooperación internacional en términos de fortalecimiento
institucional, capacitación, asesoría, apoyos, etc.

Diversidad interna
A pesar de que la mayor parte de los países de la región asumieron su carácter
pluricultural y multiétnico, el acceso y el control de las industrias culturales se
concentran en las manos de los grupos dominantes y excluyen a las minorías
étnicas, raciales o lingüísticas. Deben ser pensadas políticas que garanticen el
acceso de todos los ciudadanos sin distinción de raza, lengua o grupo étnico para
que los productos expresen con mayor equidad la riqueza y diversidad cultural.
Debe haber espacios para que todo grupo pueda representarse según sus propios
parámetros.

Discriminación Positiva para países pequeños


Buscar un equilibrio entre las necesidades e intereses de los países grandes y los
de los pequeños, puesto que la tendencia en lo que se escribe sobre las industrias
culturales es centrarla en aquellos países donde hay industrias de escala: Brasil,
México y Argentina. Pero de la misma manera que los países latinoamericanos
grandes procuran proyectarse en el escenario internacional, así también quisieran
hacerlo los pequeños. El diseño de políticas culturales a escala regional debe
tener en cuenta las asimetrías entre los grandes países de la región y los más
pequeños. No es lo mismo formular políticas culturales para países de las
dimensiones de Brasil, México o España, que para países con menores recursos,
como Perú o Colombia, o para los más pequeños en términos territoriales y
demográficos, como los países de Centroamérica y el Caribe. Por tanto, es
importante que en los acuerdos regionales (v.gr., Mercosur, la Comunidad
Andina, y en las negociaciones del ALCA) o en foros multilaterales, como la OEI,
se establezcan políticas especiales o de discriminación positiva a favor de los
países pequeños, en menores condiciones de desarrollo.

Reticulación entre pequeños y pequeños y grandes


Deben establecerse políticas internacionales para facilitar la formación de redes
regionales entre países pequeños, a ejemplo de lo que pasa en los países
centroamericanos (v.gr., InCorpore), y entre éstos y los grandes países, para
posibilitar la producción en escala que viabilice estas iniciativas en términos de
mercado.

Fortalecer a pymes, portadoras de diversidad


El solo hecho de que existan conglomerados como Globo, Clarín y Televisa, que
puedan competir –o más bien aliarse en iniciativas– con los conglomerados
globales con sede en EEUU o Europa, no quiere decir que se promuevan
contenidos locales y regionales latinoamericanos. Todas estas empresas
transpiran una misma lógica de mercado. De ahí la necesidad de promover la
diversidad de empresas, especialmente cuando atestiguamos la creciente
desaparición de empresas medianas en los procesos de reestructuración
empresarial. Las transformaciones ocurridas en los últimos años, con los
procesos de fusión entre grandes grupos empresariales, absorción de empresas y
quiebras de las que no consiguieron reinsertarse en este nuevo mercado en
globalización, produjeron un cambio en la estructura del mercado. En el modelo
empresarial actual se adelgaza la cintura de la pirámide, con la desaparición de
un gran número de pequeñas y medianas empresas y el crecimiento de los
conglomerados. Las pequeñas empresas entran en el mercado, asumiendo los
segmentos que presentan una mayor tasa de riesgo y son, con frecuencia, un
nicho de innovación; no obstante, gran parte de las mismas desaparece a causa
de estos riesgos. Se necesitan políticas que aseguren la sobrevivencia de las
pequeñas y medianas empresas y la creación de nuevas. Más allá de la necesidad
de diversidad en la estructura empresarial, que proporciona empleo para
diversos sectores sociales, se reconoce que las pequeñas empresas, sobre todo,
facilitan el acceso de muchos grupos -en especial los culturales, étnicos y
regionales- que de otra manera no tienen fácil entrada a los medios de las
industrias culturales. La diversidad en el tejido empresarial y su diversificación
asegura que estos grupos puedan proyectar su cultura no sólo entre ellos, sino a
esferas públicas más amplias.

Formar Red de Observatorios


Crear un sistema coordinado de información, indicadores y estudios
prospectivos. Deben unirse los esfuerzos de los observatorios ya existentes en
Argentina, Chile, Uruguay, Brasil, Venezuela, Colombia, España, y el que ha
propuesto la OEA. Más allá de ofrecer indicadores básicos como número de
televisores, visitantes de museo, espectadores de teatro, ventas, etc. los
observatorios deberían recuperar y socializar las buenas prácticas de uso y
programación (en términos de la calidad y la diversidad de los contenidos, la
sostenibilidad en la programación en las infraestructuras, su impacto en la
formación de públicos y su relevancia como espacios de creatividad y expresión
ciudadana).

Formar Red de Programas de Formación de Gestores


Formación: poner en red los programas de formación de gestores, labor que ya
viene haciendo Iberformat. Compara experiencias de cursos a distancia, como el
Diplomado en Políticas Culturales y Gestión Cultural co-patrocinado por
Conaculta y la OEI.

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