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TEORIA GENERAL DE SISTEMAS

Cibernética
Andreas Polyméris P.
DIICC, Universidad de Concepción
Noviembre de 1990

A fines del siglo XVIII, James Watt inventa la locomotora a vapor, pero al mismo
tiempo tal vez también la cibernética. Pués decide regular la fuerza de tracción en base
a la velocidad actual de la locomotora, para asi contrarestar las variaciones de resistencia
que la linea ferrea fuese oponiendo a la locomotora, para lograr mayor regularidad de
viaje. Si suponemos que la masa de la locomotora es la unidad, que en cada momento
t, v(t) es la velocidad y v 0 (t) la aceleración de la locomotora, que f (t) es la fuerza de la
máquina y que g(t) es la resistencia de la linea ferrea, tendremos v 0 (t) = f (t) − g(t). J.
Watt concibió entonces un regulador mecánico, un gobernador centrifugal, que impone,
regulando el insumo de combustible a la caldera, f (t) := −av(t) + b, donde a y b son dos
constantes positivas. Por lo tanto, reemplazando, obtendremos v 0 (t) = −av(t) + b − g(t).

Si ĝ es la resistencia normal y lo que se intenta en el caso normal es una velocidad nor-


mal v̂ con aceleración 0, tendrá que ejercerse la fuerza normal fˆ := ĝ y diseñar el regulador
de tal manera que av̂ = b− ĝ. Entonces con la transformación de variables w(t) := v(t)− v̂
la ecuación diferencial de arriba resulatará equivalente a w0 (t) = −aw(t) − (g(t) − ĝ). La
solución homogenea de esta ecuación, o sea aquella que se obtendrı́a cuando g(t) = ĝ,
cuando la resistencia es siempre normal, es w(t) = ce−at , donde c puede ser cualquier
constante. Por lo tanto, en este caso, después de un corto perı́odo de transición, ten-
dremos w(t) = 0. Veamos ahora que sucede cuando g(t) no es normal, cuando se da una
perturbación de la normalidad.

Supongamos para comenzar que d > 0 y que g(t) − ĝ := dSin(t). Entonces las solu-
ciones de la ecuación diferencial, parametreadas con c, son: w(t) := ce−at + (−adSin(t) +
dCos(t))/(1 + a2 ). Lo que implica w0 (t) := −cae−at + (−dSin(t) − adCos(t))/(1 + a2 ). O
sea que después de algún tiempo estas funciones serán prácticamente dos armónicas y sus
amplitudes resultarán más pequeñas, en comparación con el valor absoluto de d, mientras
mayor sea a —y note que, adecuando b, formalmente se puede exigir cualquier a.
Por lo tanto se puede decir que de hecho, al menos en este caso la regulación permite
mantener w(t) y w0 (t) cercanos a 0, estabilizar las velocidades y aceleraciones durante el

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viaje. Y si suponemos que g(t) − ĝ es una función sufuciéntemente diferenciable, entonces
esta puede ser descompuesta en la suma de sus armónicas, y, solucionando la ecuación
diferencial para las componentes y finalmente, debido a la linealidad de la ecuación diferen-
cial, sumando estas soluciones parciales, obtenemos la solucion para la perturbacion dada.
Debido a todo esto, escencialmente obtendremos el mismo resultado: Si a es grande, w(t)
y w0 (t) tendrán valores absolutos pequeños, v(t) se mantendrá bastante cercano a v̂: la
idea de J. Watt es sensacional.
Pero, como son las cosas en la vida, la estabilidad no se consigue gratis: la máquina
deberá responder por ella puesto que f (t) − fˆ = −aw(t) = w0 (t) + (g(t) − ĝ) deberá ser al
menos tan irregular como g(t) − ĝ, la máquina estará obligada a soportar prácticamente
todo el estrés que g impone al sistema —suponiendo que a sea grande. O, usando los
términos del apartado anterior, el orden de las variables de viaje sólo es posible si la
máquina es capaz de hacerse cargo del desorden exterior.

Esto, claro, será parecido para personas que en un cierto plano, digamos el profe-
sional, deben funcionar con mucha regularidad o estabilidad: deberán tener capacidades
de contra-restar —si, en el sentido cibernético de retroactividad negativa— las variaciones
exteriores, usando para ello sus capacidades interiores, por ejemplo las sı́quicas o también
las somáticas. Y también será parecido para empresas que, digamos, necesitan mantener
una estabilidad mı́nima —de sobrevivencia— frente a las variantes coyunturas de mer-
cado: tendrán que amortiguar las vicisitudes internamente, o sea necesitarán capacidades
plásticas de adaptación interna: flexibilidad de fuerza laboral, de posibilidades de finan-
ciamiento, de sistemas administrativos que sepan adecuarse a las circunstancias. Además,
mientras más estrictos sean los criterios de orden que se persigan en un plano, más ca-
pacidad de aguante se estará exigiendo en otro plano. Note que f (t) − fˆ = −aw(t), que
entonces en nuestro simple ejemplo mecánico para a := 0 tendrı́amos f (t) − fˆ = 0 y si a
tiende al infinito, f (t) − fˆ tenderá a g(t) − ĝ.

Notemos que la palabra cibernética viene de kibernis que en griego significa timonel,
que existe una estrecha relación entre timonear y gobernar. Lo tematizado en el párrafo
anterior entonces vendrı́a a decir que no sólo el remar, sino que también el timonear exige
trabajo. Que el gobernar, aún si este esfuerzo sólo está orientado a seguir un rumbo,
mantener un orden, contra las vicisitudes de la ruta, demanda un trabajo constante.
Claro, ello no debe sorprendernos, particularmente si recordamos lo que nos enseñaba la
Segunda Ley de la Termodinámica [SABI]: esta también postulaba la constante presen-
cia de perturbaciones que, a un nivel microscópico, continuamente erosionan todo orden
macroscópico. La única diferencia esencial es que ahora suponemos que la perturbación
se origina en el medio ambiente del sistema, y que este último tiene medios para actuar
contra estas, mientras que el orden termodinámico macroscópico no puede, por si solo,
contra-restar los ruidos microscópicos. Que para gobernar su población deberá consumir
energı́a libre, y que los mecanismos que en tal eventualidad podrá implementar serán de
tipo cibernético.
En el caso recién comentado el plano que debe hacerse cargo del desorden microscópico,

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será el macroscópico. Algo similar se da en muchos otros casos. Por ejemplo G. Bateson
[Mind and Nature] cita a A.R. Wallace que en 1856 escribe a Darwin: The action of this
principle [of natural selection] is exactly like that of the centrifugal governor of the steam
engine, which checks and corrects any irregularities almost before they become evident;
and in like manner no unbalanced deficiency in the animal kingdom can ever reach any
conspicuous magnitude because it would make itself felt at the very first step, by rendering
existence difficult and extinction almost sure to follow. Aqui es entonces el plano holı́stico
quién aporta el marco estabilizador de lo atomı́stico, de las especies. Igual, el éxito
social indudablemente puede ser la fuente de la estabilidad interior de una persona. O
grandes ganancias empresariales, no cabe la menor duda que contribuyen a armonizar las
divergencias que pueden existir entre los diferentes directores de la empresa.
Pero frecuentemente el plano holı́stico será el conflictivo y el aguantador deberá ser el
atomı́stico, como ya ejemplificamos más arriba: incluso para el invento de J. Watt ello
será el caso. Pueden darse los dos casos, u otros. Lo importante evidentemente sólo es
que se diferencien dos planos que estén circularmente concadenados, que se influencien
mutamente, de acuerdo a una retroactividad negativa.
Sencillamente debe existir una circular ley de conservación que traslade el desorden
que incide en un plano, a otro capaz de hacerse cargo de el. Y que esta ley de conservación,
que bién puede ser una artificialmente instituida, a su vez sea capaz de hacerse cargo del
traslado de desorden. Por lo tanto podemos decir que siempre habrá dos factores de
orden con funciones complementarias: uno sustantivo, de sustentación, y uno formativo,
de organización. Pero además de ser complementarias, las funciones son parecidas. Porque
el plano sustentador podrı́a basar su capacidad de aguante en otros ciclos retroactivos, o
sea flexiblemente exportar el desorden a un tercer plano. Y porque el factor organizador
podrı́a basar su destreza comunicativa cementando lo formativo, haciendo hard lo que fue
soft. Insistamos en todo caso que lo último no necesariamente es algo duro, que también
podrı́a adoptar la forma de blandos ciclos, que incluso podemos pensar que la materia
en última instancia no es más que organización, lo que de hecho podrı́a entregar una
metafı́sica bastante adecuada a los menesteres de la Ingenierı́a de Sistemas.
Claro, todos estos factores de orden pueden combinarse de forma muy compleja. Como
ejemplo tı́pico de ello podemos nuevamente recurrir al ser biológico y su caracterı́stica
hiperred de circuitos homeostáticos —los que regulan la temperatura del cuerpo en base a
circuitos sanguineos, que a su vez son regulados hormonalmente y por el sistema nervioso,
etc. Prácticamente cada función biológica incide en, o se apoya en otra —sin olvidar los
circuitos sicosomáticos. Y de ahı́ a lo que afirma H. Maturana [en Fen. del Conocer] ya
sólo hay dos pasos:
los seres vivos son sistemas autónomos carcterizados como unidades compuestas por
una organización particular que, Francisco Varela y yo, hemos llamado la organización
autopoiética. La palabra ‘autopoiesis’ viene de los vocablos griegos ‘autos’, que quiere de-
cir ‘si mismo’, y ‘poiesis’, que quiere decir ‘producir’. Al caracterizar a los seres vivos
como sistemas autopoiéticos estamos diciendo que los seres vivos son sistemas que se car-
acterizan como sistemas que se producen a si mismos continuamente. En otras palabras,
lo que decimos con la palabra autopoiesis es que los seres vivos son redes de producciones

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moleculares en las que las moléculas producidas generan con sus interacciones la misma
red que los produce. Los seres vivos son sistemas abiertos desde el punto de vista material
y energético, y por ello están en continua transformación material con conservación de
organización mientras conservan su identidad como tales.
El primer paso consiste en otorgarle la importancia decisiva al factor de orden holı́stico,
al que organiza el relacionamiento de los diferentes planos, que diferenciando define los
dos planos, el molar en que se pretende estabilidad y el molecular que debe sustentar este
proposito. Con ello la sustentación, en última instancia fı́sica, de las moléculas adquiere
una importancia secundaria, indudablemente necesaria pero biológicamente no decisiva.
La organización autopoiética, entendida como el mayor de los hiperciclos retroactivos, el
que totaliza a todos los otros, es lo primordial, es la invariante biológica que estabiliza
el plano molar confiriéndole su identidad: Lo peculiar de los seres vivos es que es la
organización autopoiética la que los define como sistemas moleculares autónomos y es la
organización autopoiética lo que se conserva invariante en ellos a lo largo de su continuo
cambio estructural mientras viven, y es la organización autopoiética lo que pierden cuando
mueren.
El segundo gran paso que diferencia la autopoiesis de los hiperciclos cibernéticos ya
clásicos, es su autonomı́a. Ya vimos que otros órdenes circuloreferenciales pueden ser
artificiales, haber sido programados heterónomamente y adoptar una noción de orden
impuesta externamente (|w(t)| pequeño). En cambio: La condición inicial de un ser
vivo, sea esta uni o multicelular, es una condición fundadora que especifica los ámbitos de
cambio posible, pero nos los determina porque éstos se realizan en la ontogenia. O sea que
el orden adoptado es autónomo, no heterónomo, que de hecho solo está implı́citamennte
especificado por el ciclo mismo, no por alguna referenncia a algún parámetro objetivo.
¿Péro cómo puede ser eso? ¿Cómo puede autocrearse o al menos ir evolucionando la
invariante autopiética, complejizándose a partir de una condición inicial?
Parece obvio el que ciertos sistemas vivos sean capaces de ello. Pensemos en lo que J.
Piaget describe como una evolución en etapas de la estructura mental del niño: desarrollo
de nuevas facultades que en cada etapa se apoyarı́an en la relativa estabilidad estructural
alcanzada en la etapa anterior, y se completarı́a cristalizando en una nueva facultad es-
tructural que enriquece la estructura original. No obstante hasta ahora nuestro paradigma
cibernético no parece permitir visualizar tales desarrollos. Y para nosotros son de gran
interés, no cabe la menor duda si pensamos que las organizaciones tipo empresariales, si
bién inicialmente pueden ser consideradas creaciones heterónomas, tendrán siempre un
importante desarrollo autónomo, una complejización no anticipada de sus estructuras for-
males o informales.

Cerremos este apartado, que tendrá su continuación en otros, tomando parte en una
polémica que se ha venido dando en el campo de la Gestión Estratégica de empresas.
Muchos connotados autores, como D. Hampton o N. Macluff, insisten en que la estructura
debe seguir a la estrategia, que la primera debe subordinarse a la segunda, que primero es la
estrategia de la empresa —lo que se persigue con la empresa, los macroobjetivos, etc.— la
que debe estar clara, y que luego la estructura de la empresa —su estructuración en areas,

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departamentos, grupos, etc.— debe ser funcional a la estrategia. A mi esto me parece
poco sensato, porque pienso que las perturbaciones medioambientales inciden más sobre
la estructura que sobre la estrategia y que por lo tanto, para gobernar es importantı́simo
que la estrategia sea influenciada por lo que esté sucediendo a nivel de la estructura.
Porque pienso que la estrategia esencialmente es el plano aguantador, si, el director, pero
en un sentido cibernético, no en un sentido rı́gido. Por lo tanto es muy importante que la
estrategia también siga a la estructura. Lo que no quita importancia al que la estructura
e su vez siga a la estrategia. La cibernética justamente nos demuestra la importancia de
referencialidades cı́clicas: que no todo debe estar jerárquicamente ordenado. Por último
note que el principio que he tratado de relativizar igual es uno imposible de realizar, porque
a diferencia de lo que sucede en ciclos cibernéticos heterónomos, como el del termostato
que regula la temperatura de una habitación, que es diseñado por un humano externo
al sistema, el sistema empresa que estamos considerando es uno que se crea y desarrolla
autónomamente, que por lo tanto su diseñador será interior, lo que implica que todo lo
que hará estará influenciado por lo que es: que la estrategia necesariamente dependerá
de la estructura [vea también CROZ].

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