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¿Lucha de clases o el odio de clase?

Errico Malatesta.

Acerca de mi ensayo publicado en Umanità Nova, n. 137, 20 de Septiembre, 1921

He expresado en el jurado de Milán algunas ideas sobre la lucha de clases y el proletariado, que han
generado tanto críticas, como asombro. Yo me remitiré a esas ideas.

Yo protestó con indignación cuando se me acusa de incitar al odio; he explicado que en mi


propaganda yo siempre había tratado de demostrar que las injusticias sociales no dependen de la
maldad de un patrón u otro, de un gobernador u otro, sino más bien de los patrones y gobiernos
como instituciones, por lo cual la solución no radica en el cambiar a los gobernantes, sino que es
necesario demoler el principio mismo de la dominación del hombre por el hombre, además siempre
he hecho hincapié en que los proletarios no son mejores que los individuos de la burguesía , como
lo demuestra el hecho de que un trabajador se comporta como un corriente burgués, y peor aún,
cuando se pone -por algunos accidente- en una posición de riqueza y mando.

Esas declaraciones fueron distorsionadas, falsificadas, en una mala intención de la prensa burguesa,
y la razón es clara. El deber de esta prensa es el de defender los intereses de los gendarmes y
capitalistas, es ocultar la verdadera naturaleza del anarquismo a la opinión pública, y tratar de
acreditar la mentira acerca de que los anarquistas está llenos de odio y que son caóticos
destructores; la prensa no lo hace por obligación, ya que tenemos que reconocer que a menudo lo
hacen de buena fe, de pura y simple ignorancia. El periodismo, que alguna vez fue digno, esta
degradado en simples puestos de trabajo y negocios, los periodistas han perdido no sólo su sentido
ético, sino también la honestidad intelectual de abstenerse de hablar acerca de lo que no saben.

Olvidémonos de los escritores por un momento, para que hablemos de aquellos que difieren de
nosotros en sus ideas, y que a menudo es sólo en su forma de expresar las ideas, pero siguen siendo
nuestros amigos, porque sinceramente su objetivo puede ser el mismo objetivo que el nuestro.

Es asombroso lo completamente desmotivados que están estas personas, tanto es así que yo tendería
a pensar que se ven muy afectadas. Ellos no pueden ignorar que he venido diciendo y escribiendo
estas cosas desde hace cincuenta años, y que las mismas cosas se han dicho por cientos y miles de
anarquistas, sean contemporáneos o anteriores a mí.

Hay gente con una mentalidad de trabajador, que consideran el tener las manos callosas como haber
sido imbuidos divinamente de todos los meritos y las virtudes; ellos protestan si uno hablas sobre la
gente y la humanidad, jurando en el nombre del proletariado.

Eso si, es verdad que la historia ha hecho del proletariado el principal instrumento del próximo
cambio social, y que aquellos que luchan por el establecimiento de una sociedad en la que todos los
seres humanos son libres y dotados de todos los medios para ejercer su libertad, debe basarse prin-
cipalmente en el proletariado.

Como hoy, el acaparamiento de los recursos naturales y del capital creado por el trabajo de las pasa-
das y presentes generaciones es la principal causa de la opresión de las masas y de todos los males
sociales, es natural para aquellos que no tienen nada, -y por lo tanto son más directa y claramente
interesadas en compartir los medios de producción- a ser los principales agentes de la necesaria ex-
propiación. Esta es la razón por la que nuestra propaganda es dirigida mayormente hacía el proleta-
riado, cuyas condiciones de vida, hacen a menudo imposible para ellos el ponerse de pie y concebir
un ideal superior. Sin embargo, esto no es motivo para convertir a los pobres en un fetiche sólo por-
que son pobres, ni es una razón para alentar a creer que son intrínsecamente superiores, y que su
condición, seguramente, no obtenida por su merito o su voluntad le da el derecho a hacer daño, así
como los demás se lo hacen a el. La tiranía de las manos callosas (en las cuales, en la practica es la
tiranía de esos pocos que ya no tienen las manos callosas, aunque las hubiesen tenido alguna vez) la
que no podría ser menos dura y menos torcida y no podría tener menos males que la tiranía de las
manos enguantadas. Tal vez sería menos ilustrada y más brutal: eso es todo.

La pobreza no sería la cosa horrible que es, si no se producirá la brutalidad moral, así como daños
materiales y la degradación física, prologándose de generación en generación. Las clases privilegia-
das por la riqueza y el poder, produce diferentes deficiencias para el pobre pero no buenas caracte-
rísticas.

Si bien la burguesía produce a Giolitti y Graziani y toda una larga sucesión de torturadores de la
humanidad, desde los grandes conquistadores ávidos a los pequeños jefes chupa sangre, también
produce individuos como Cafiero, Kropotkin y Elisée Reclus, y otras muchas personas que, en cual-
quier época sacrificaron sus privilegios de clase a un ideal. Si el proletariado ha dado y da tantos
héroes y mártires de la causa por la redención humana, también da frente a las guardias blancas, los
mataderos, los traidores de sus propios hermanos, sin la cual la tiranía burguesa no podía durar un
solo día.

¿Cómo puede el odio elevarse a un principio de justicia, a un espíritu ilustrado de la demanda,


cuando es evidente que el mal está en todas partes, y que depende de causas que van más allá del
individuo y la responsabilidad?

Que se ejerza la radicalización en la lucha de clases en cuanto queramos, si por lucha de clases en-
tendemos la lucha de los explotados contra los explotadores por la abolición de la explotación. Esa
lucha es una forma moral y material de elevación, y es la principal fuerza revolucionaria que puede
ser invocada.

Que no haya odio, porque el amor y la justicia no pueden surgir del odio. El odio trae la venganza,
el deseo de estar sobre el enemigo, la necesidad de consolidar la superioridad. El odio sólo puede
ser la base de los nuevos gobiernos, pero no puede ser la base de la anarquía.

Lamentablemente, es fácil entender el odio de tantos marginados, cuyos cuerpos y sentimientos son
de arrendados y atormentados por la sociedad: sin embargo, tan pronto como el infierno en el que
viven está iluminado por un ideal, el odio desaparece y un ardiente deseo de la lucha por el bien de
todos se hace cargo.

Por esta razón, verdaderos individuos con odio, no se pueden encontrar entre nuestros compañeros,
aunque haya muchos teóricos del odio. Son como el poeta, que es un buen y pacífico padre, pero él
canta de odio, porque esto le da la oportunidad de componer buenos versos o quizás malos... Ha-
blan de odio, pero su odio está hecho de amor.

Por esta misma razón yo los amo, aunque ellos lo llamen de otra forma.

Traducción: S. Orú.

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