degustación de sones La sala Bikini acogió el día 28 de Abril la tercera edición del Encuentro Griot, una cita para explorar y dar a conocer la música tradicional africana.
D escender a África a través de una melodía y a
golpe de djembé. TriFusión: de gentes, de tiem- pos y de sonidos. Es el ayer de la tradición con el velada para degustar las vibraciones africanas, para conceder al cuerpo un permiso temporal de emanci- pación de la cuadrícula de la razón. Y para seguir casi-mañana de la innovación. Abdeljalil Kodssi un latido alternativo al del corazón. El tiempo juega entrega el alma a su son evocando a través de la a favor del ambiente, que se va confiando poco a gnawa las vidas, historias y recuerdos de sus proge- poco al ritmo inevitable. Muñecas por encima del nitores más lejanos, aquellos esclavos subsaharia- codo, sincronización de cinturas, manos que surcan nos que huyeron forzados hacia el norte, hasta el aire y rodillas sin complejo. Marruecos y se mestizaron con los que les recibie- ron. Negro-árabes o afro magrebíes que caminaron hasta hoy con la música de equipaje de mano. Cambio de voz, relevo de batutas y el epicen- Frenesí de percusión, alegorías de diáspora y la tro se desliza a Guinea Bissau magia de un violín cuyas cuerdas desatan la inten- sidad de un espasmo sensorial. Las manos de Esta vez es la kora la reina del espectáculo y Nino Mohamed soplan vida a este instrumento adoptado Galissa el maestro de la ceremonia. Él marcha al por la gnawa mientras el laúd o la mandolina la frente del siló (camino), cantando en mandinga, en mantienen despierta en lo que siempre fue. Y la portugués, en criollo y en inglés a la alegría y a la omnipresente voz de Adeljalil marcando las curvas, tristeza, al respeto y a la mujer. Repasa el trayecto a veces con dulzura, otros ratos con una potencia que ya ha recorrido y avanza algunos de los sonidos sonorizada desde sus entrañas. que van a llegar en su nuevo disco "Africa Today". Griotsound es un minifestival trepidante y una Acariciando las cuerdas de una excalabaza compar- te el sonido del pueblo mandinga, mientras flirtea con el reggae, seduce a la rumba y guiña sutilmente el ojo al pop. Con la ayuda de la calidez de sus cuer- das vocales ejerce el papel que manda su tradición, la griot, y se erige como centinela de la memoria mandinga, como altavoz de la esencia de su cultura. Como cronista social lanza su mirada al mundo (al suyo de ayer y al suyo de hoy) y la convierte en notas listas para danzar. No faltan, por supuesto, unos sorbos de zouk. El compás exigente de los djembés y el tam tam acelera las revoluciones noc- turnas de los asistentes al tiempo que los coros femeninos llenan de cuerpo los golpes sin melodía. La vorágine musical arrebata definitivamente los últimos centilitros de contención y la gente cede finalmente a dejarse llevar. Los pies indomables de uno de los percusionistas saltan animando a ser seguidos, yendo y volviendo, como las canciones, como las historias, como el tiempo y como las gen- tes. Yendo y volviendo de las raíces hacia delante y viceversa.