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VIABILIDAD ECONÓMICA

DEL ETANOL. (1)


Revista CO2 | Por Manfred Nitsch. (2) | Traducido por Freddy Ortiz Regis | La
entradas-salidas (inputs-ouputs) de las relaciones y los vínculos de los biocarburantes en
general se muestran en la figura 1: Los recursos locales se utilizan para productos
alimenticios (incluidos los animales), combustibles o en la industria (este último es
ignorado en los siguientes, ya que fundamentalmente son los mismos argumentos que se
aplican para la alimentación); algunos biocombustibles importantes consisten de materia
residual, sea del sacrificio de animales, procesamiento de la madera, producción de
azúcar o de la actividad doméstica (v.gr. la preparación de los alimentos); incluso el
aceite de soja ha sido denominado como un “residual”, en función de la producción de
forraje como alimento para animales a base de semillas de soja. Los usos finales están
constituidos por los mercados de consumo internos y la exportación. Así, no sólo las
entradas físicas y biológicas significan costos, sino también el no aprovechamiento de
las oportunidades de uso, los famosos “costos de oportunidad”, que se manejan en la
jerga económica. Por otro lado, los beneficios de los biocombustibles radican en la
sustitución de los combustibles fósiles, de modo que cualquier alza en los precios del
petróleo acrecienta su rentabilidad; pero, debido a que existen fuentes alternativas de
energía que aseguran la movilidad, tales como el carbón, la electricidad y el ahorro de
energía, no debería asumirse la existencia de una correlación directa y lineal. Entonces,
el principio de los “costos de oportunidad” se alinea también junto a los beneficios.

La figura 1 no muestra los flujos monetarios que resultan de las ventas, ni los subsidios,
los impuestos y las exoneraciones fiscales, los cuales no están incluidos en la gráfica.
Sin embargo, es la esfera monetaria que determina el resultado, ya se trate de beneficios
en el sector privado o de consideraciones fiscales en el lado de las autoridades
gubernamentales. Las compañías petroleras estatales o semiestatales como
PETROBRAS y sus actividades de extracción y producción de petróleo juegan un rol
especial. Ellas son por lo general las primeras en apoderarse de la renta del petróleo, por
lo que su natural interés se orienta a ponerse a salvo de las autoridades nacionales o
locales que intentan afectar sus ingresos a través de la imposición de impuestos y
regalías de las más variadas formas. Así, en tanto que las compañías petroleras tienen
también a su cargo las refinerías así como importantes fases del sistema de distribución
al por menor, es completamente lógico que intenten usar sus ganancias por el petróleo
para incorporar a los biocombustibles dentro de su ámbito de influencia.

Los vínculos de la figura 1 se desarrollan en la figura 2 y muestran la viabilidad del


etanol en Brasil: Siempre que la subida de los precios del petróleo coincide con la baja
de los precios del azúcar en los mercados mundiales, la caña de azúcar se convierte en
etanol; pero cuando los precio del azúcar suben y los precios del petróleo bajan, los
productores se inclinan por el azúcar. Con precios bajos para ambos productos
provenientes de la caña de azúcar, otros productos se harían más rentables, tal como se
indica en el cuadro de la esquina izquierda de la gráfica. Esa fue la situación que se
produjo durante buena parte de los ’90, cuando con mucha frecuencia los precios del
azúcar estuvieron por debajo de los 6.8 USctv/lb, debido a que la Unión Europea estuvo
cometiendo prácticas de dumping con su exceso de azúcar en el mercado mundial, y los
precios del petróleo estuvieron por debajo de 50 US$/b (ver el punto correspondiente a
05/1997). En esos años, la industria azucarera brasileña se estancó y tuvo que ser

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auxiliada por el Estado, mientras que en otros países productores de azúcar, como Cuba,
colapsó la totalidad de su industria, y los precios del petróleo estaban tan bajos que no
justificaban la producción de etanol como combustible. Los recientes incrementos de
los precios del petróleo hasta llegar por corto tiempo a los 140 US$ por barril, y las
reformas europeas al régimen del azúcar, han tenido como consecuencia una elevación
de los precios del azúcar. El auge substancial rápido del precio del petróleo en 2008
llevó la constelación de precios mucho más arriba de la curva de indiferencia (3). Pero
poco después del pico, el precio cayó a niveles marcadamente inferior a esta línea, es
decir, que se situó otra vez en la área del azúcar. Dado que el ínput de energía en forma
de combustibles para la producción de alimentos como granos, azúcar y aceite es
bastante grande, el valor de energía en forma de comestibles es normalmente mayor que
de combustibles. Por eso, se habla de bienes más “nobles”, si se pasa de productos para
quemar a productos para comer. En términos de la discusión sobre biocombustibles,
etanol y biodiesel son llamados de “primera generación”, a ser superados por
combustibles de una segunda y tercera generación, fabricados a base de madera, basura
u otras formas de biomasa, que no sean ya alimentos. Los incentivos fiscales y los
impuestos, los requerimientos de certificación, cuotas y tarifas, intervienen y hacen la
figura más complicada y diferente de un país a otro, sin embargo, la relación básica de
la figura 2 permanece significativa.

La gráfica también describe desde el principio el punto crítico básico respecto del
programa brasileño de alcohol: Antes del reciente incremento de los precios del
petróleo, el azúcar u otros productos agrícolas siempre habían sido económicamente
más viables y rentables que el etanol. Durante todos estos años, el contribuyente
brasileño ha tenido que asumir los costos que demanda hacer del alcohol una alternativa
viable a la gasolina. Esto determinó que se otorguen considerables subsidios directos e
indirectos a los muy arraigados intereses del azúcar así como a los propietarios de
automóviles pertenecientes a las clases media y alta, ya que el etanol es un combustible
que sólo puede ser empleado como una alternativa o un aditivo a la gasolina en los
vehículos de pasajeros con motores tipo Otto. Por el año 1982, se estimaba en US$1.8
bn (Borges / Freitag / Hurtienne / Nitsch 1988: 98), en 1989 Folha de São Paulo
reportaba información del World Bank en 2.5 bn (03.09.89), y por el 2004, la
información procedente de la Agencia Nacional de Petróleo reportaba por encima de
US$ 1.7 bn (Nitsch / Giersdorf 2005: 11). Las críticas no sólo se enfilaban hacia las
necesidades insatisfechas de los usuarios del transporte público, sino también a la
problemática del impacto ambiental. Los argumentos referidos al empleo eran también
débiles, pues la mecanización a la vuelta de la esquina inhibe incrementos salariales
para las miserables condiciones laborales en la cosecha de la caña de azúcar. El único
punto favorable es la relación 8:1 en el balance energético: La producción de etanol
procedente de la caña de azúcar hace uso mucho más eficiente de la energía solar, que
el alcohol producido del maíz o de la remolacha, donde por cada unidad de entrada de
energía de naturaleza comercial, predominantemente fósil. sólo se gana 1.5 o aún 1.0 de
energía de salida (output) en la forma de etanol. Sólo cálculos de lobistas interesados
pueden presentar cifras por encima de 2.4, esto debido a que no existen estándares
establecidos sobre qué incluir en el catálogo de entradas (inputs).

Con los precios de la energía en subida, el etanol proveniente de la caña de azúcar


producido en un clima tropical como el de Brasil tiene actualmente, en consecuencia,
una buena oportunidad de prevalecer sobre otras bio-alternativas a la gasolina. Sin
embargo, los bajos costos de producción respecto de un barril de petróleo por debajo de

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los 50$, tal como se muestran en la gráfica, han recibido estudios más profundos y por
lo mismo merecen algunos comentarios. Primero, esos costos prevalecen en las
unidades de producción más eficientes en el Estado de São Paulo, mientras que el
promedio nacional se mantiene considerablemente más alto, por no hablar de los costos
marginales de los productores. Segundo, la expectativa de un boom exportador del
etanol, azúcar y otros productos básicos así como los esfuerzos de zonificación por
parte del gobierno federal para impedir la expansión de la caña de azúcar en áreas y
regiones vulnerables y protegidas del Pantanal y del Amazonas, podrían fácilmente
contribuir a una elevación de los precios de los terrenos, i.e. costos, en las regiones
azucareras. Tercero, el fantasma de una producción brasileña de etanol invadiéndolo
todo y carcomiendo los paisajes naturales, expulsando a los campesinos de sus cultivos
alimenticios, e inundando el mercado mundial apenas se reduzcan las barreras a la
importación por parte de la U.E. y EE.UU., contiene un grano de verdad, porque el
etanol producido del maíz y de la remolacha no le son competitivos, además de los
beneficios que vienen aparejados con un incremento de la producción de etanol en el
Brasil; sin embargo, los precios de mercado no dependen de los costos de los
productores más eficientes sino de los del proveedor marginal (de otro modo el precio
del petróleo sería de alrededor de los US$5-10), y dependerán también siempre de la
intervención del gobierno; y así como la renta del petróleo está siendo consignada por el
Estado en forma de regalías y de otros medios fiscales en todos los países, la renta de
las exportaciones de etanol es probable que también sea gravada, en cualquiera de las
formas posibles. Y si el azúcar persiste demostrando ganancias extraordinarias, lo
mismo pasará probablemente con este producto.

Hasta hace poco, el azúcar era casi siempre más rentable que el etanol. Sin embargo, los
altos precios del petróleo de 2007/08 parecían haber cambiado el panorama, debido a
que el etanol como combustible se había convertido en más competitivo en relación con
el azúcar así como con la gasolina, tal como se muestra en la figura 2. Sin embargo, hay
que ser cuidadoso en tomar el precio del azúcar como un indicador válido para los
precios de los alimentos, esto en función de la existencia de regímenes muy especiales
tanto en EE.UU. como en la Unión Europea y otros países. Con la caída del precio del
petróleo y el aumento del precio del azúcar en los últimos meses debería tenerse mucho
cuidado a proclamar la viabilidad económica del etanol como biocombustible. Una
mirada a la figura 1 nos recuerda las interdependencias que existen, amén de que el alza
de los precios de los alimentos ya tiene alarmado al mundo entero. Por eso, antes de
sopesar el poder adquisitivo de los propietarios de vehículos de pasajeros con la
necesidad de la humanidad por alimentos así como también con la necesidad de
proteger la biomasa como parte de la naturaleza biológica y de los balances del clima,
permítasenos volver la mirada al biodiesel, el otro combustible que también es
grandemente empleado en camiones y buses, a fin de que el malus ecológico de los
propietarios de vehículos particulares ya no sea un factor relevante.

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(1) Contribución al X Encuentro de Economistas sobre “Problemas de la globalización y el
desarrollo”, realizado en La Habana del 3-7 de marzo de 2008. Sólo presentamos la traducción
del ítem 2 de esta contribución, con ciertas actualizaciones por el autor.
(2) Profesor emérito de Economía / Política Económica de América Latina en el Departamento
de Economía y Administración de Negocios y en el Instituto para América Latina de la
Universidad Freie Universitaet de Berlín, Alemania. manfred.nitsch@t-online.de

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(3) Una curva de indiferencia es el conjunto de combinaciones de dos bienes, con los cuales un
individuo obtiene el mismo nivel de utilidad o ganancia, es decir, el individuo, la empresa o
hasta una nación es indiferente en ubicarse en cualquiera de los puntos.

Figura Nº 2

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