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Santiago Vzquez
DISCURSO
El 11 de octubre de 1492, mientras eleva la plegaria vespertina, el almirante apstol, Cristbal Coln, divisa de entre las tinieblas del crepsculo marino una tierra en la que ya la noche parece estar avanzada y esperando con extraa expectacin el amanecer. El almirante cierra los ojos por un instante y, a la conciencia del hecho, sucede un hondo estremecimiento que parece encontrar eco en aquella ignota tierra la cual al recibir la luz de la embarcacin tiembla violentamente cual una tirante cadena que finalmente cede y se desgaja. Las tinieblas nocturnas comienzan a ceder y el 12 de octubre de 1492 llegan con el amanecer los almirantes de Isabel de Castilla. Parecen traer el amanecer en sus embarcaciones. Hoy estamos a 519 aos de aquel da inscrito en la eternidad, y conviene recordarlo y festejarlo por muchsimos motivos, todos los cuales nos involucran profundamente. Aquella remota fecha, en efecto, constituye el principio fundacional de nuestro ser americano. El acto fundacional, de resonancias eternas, que transforma la tierra en el mbito sacro que desposa al hombre con el universo y lo hace peregrino de acuerdo a su vocacin ms profunda, fue realizado en nuestra geografa, y segn los planes Divinos, por la Espaa Catlica e Imperial. La vocacin de conquista de esta Espaa debe entenderse en su sentido ms profundo. Constituye un acto de profunda injusticia e ingratitud, amn de una enormidad histrica, atribuir a la Espaa evangelizadora srdidas motivaciones econmicas, e inculparla falaz y delirantemente de un presunto genocidio de los nativos de estas tierras, genocidio del cual nuestra propia sangre y la de nuestros abuelos constituye un inmediato ments. La vocacin de conquista de nuestra madre Patria, de la cual providencialmente hemos sido beneficiarios, responde a la profunda aspiracin heredada de Grecia y de Roma- de expandir el bien, la verdad y la belleza; de llevar el nico mensaje de Salvacin del que Espaa era fiel y celosa custodia. Espaa no vino a hacer desaparecer lo que en estas tierras exista. All estn las reducciones jesuticas, entre tantos documentos vivientes, como testimonio inmortal de la magna obra de inculturacin evanglica de la Madre Patria. All est nuestro pequeo enorme beato, Ceferino de Namuncur, indgena de sangre, hispnico por adopcin. Y l saba que hay adopciones que ennoblecen. Aqu estamos nosotros, criollos, con 1