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Autores:
Dra. Milena Badalamenti milebadal@yahoo.com.ar
Dr. Alejo de Dovitiis alejodedovitiis@yahoo.com.ar
Instituciones:
Colegio Don Bosco. Monserrat. A-0108, Solís 252. Te: (011) 4372-9525/7692. Ciudad de
Buenos Aires, Argentina.
Escuela de Ajedrez Ruy López de Sigura, Laprida 3837 Te: (011) 4709-7288/7388. Ciudad
de Villa Martelli, Partido de Vicente López, Provincia de Buenos Aires.
Índice
Introducción
1.- Deporte y Educación. El rol del ajedrez.
2.- La mentalidad formativa y la mentalidad competitiva.
3.- El papel protagónico de los padres en el hecho educativo.
4.- La competencia: definiciones e implicancias.
5.- El diagnóstico pedagógico integral.
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Introducción
La etimología de la palabra Educación proviene del latín Educare que significa alimentar,
nutrir (acción externa hacia el educando) y en su otra acepción del latín Educere que es sacar
una cosa de otra: deducir (acto interno del sujeto que se educa).
El vocablo Pedagogía proviene de las palabras Paidos (niño) y Agein (conducir, guiar). La
primera es práctica (acción de transmitir y recibir conocimientos) y la segunda es teórica
(estudia el hecho educativo) mas ambas se necesitan mutuamente. Como enfatiza Lemus: “La
educación es un hecho inherente a la persona humana; no es discrecional, sino ineludible”1.
El juego de ajedrez puede ser practicado teniendo como fin distintas motivaciones: ser jugado
por diversión, se puede utilizar para mejorar la capacidad de razonamiento o se lo puede usar
para competir.
Nuestro punto de partida es el análisis del ajedrez como deporte, luego su dicotomía entre la
práctica lúdica y la competitiva para luego pasar a esbozar los conceptos de mentalidad
formativa y mentalidad competitiva cerrando este trabajando con una breve relación de lo
expuesto con el diagnóstico pedagógico integral.
El primer mandamiento del docente (léase maestro, profesor) es formar a personas. El hecho
educativo tiene como meta última y principal la formación de seres humanos para su
desarrollo físico y mental. Dentro de esta línea de pensamiento el docente debe imbuirse de
un inspirado y esmerado esfuerzo proclive a la formación de sus alumnos: la mentalidad
formativa que focaliza la labor del docente en la formación de la persona, de sus valores, de
sus conductas y de sus habilidades para la actividad que le es enseñada pero poniendo el
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Lemus: Pedagogía. Temas Fundamentales.
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énfasis en su mejoría como ser humano más allá de los resultados ajedrecísticos (en este caso
que nos compete) que ese infante pudiere obtener.
La mentalidad formativa orientada desde el docente hacia el alumno brinda amplios
beneficios en la base humana y axiológica que le es legada al educando y que le sirve para
conducirse durante todo el resto de su existencia. El alumno aprende a esforzarse como
base esencial para superarse, a considerar y respetar las ideas de su ocasional adversario
(traducidas en jugadas y pensamientos) y a tener un comportamiento respetuoso hacia
las otras personas participantes en la competencia que los involucra, obrando con
cautela en caso de un resultado victorioso como asimismo en el supuesto de una derrota.
Por último la mentalidad formativa grafica el valor del esfuerzo a largo plazo y de la
tenacidad que se debe tener para, aunque los resultados no vayan siendo los esperados,
perseverar en el esfuerzo emprendido.
¿Qué obstáculos puede encontrar la mentalidad formativa? En la cabeza de un docente se
suceden multiplicidad de ideas y objetivos los cuales en más de una ocasión le hacen priorizar
la eficacia del corto plazo por sobre la eficiencia del largo plazo. Cuando se busca el resultado
inmediato pero sin tener en cuenta los conceptos de base a futuro el acto educativo tiende al
fracaso.
Ejemplo: enseño a mis alumnos el Jaque Mate Pastor de manera lineal sin hacerles
reflexionar sobre las implicancias del buen desarrollo de las piezas hacia el centro, de la
relevancia del enroque del rey, ni les comento la debilidad intrínseca del peón de Aquiles (f7
o f2). En esta hipótesis el resultado inmediato del saber impartido se pierde en el tiempo ya
que el educando no tiene forma de relacionar el concepto impartido con otras ideas o temas
superiores que le permitan a su cerebro, a la hora de volver a aplicar ese tema sobre el tablero,
razonar en lugar de recurrir a la memoria.
Este análisis nos lleva a sumergirnos en otro aspecto al cual es proclive la mente del maestro
o profesor y más aún, la cabeza de los padres del niño: la mentalidad competitiva.
La acción de propulsar el esfuerzo y la superación del jugador para que obtenga con el
transcurso del tiempo mejores resultados deportivos, es sólo atinente –o por lo menos
pensamos debería serlo- al entrenador (no al docente formador) quien con suma delicadeza la
debe inculcar en el ajedrecista (ya no en el mero alumno de escuela) estando atento a las
expresiones que se viertan desde los otros sectores (llámese padres u otros progenitores
cercanos) ya que un mensaje distorsionado o incoherente puede ser absolutamente negativo y
perjudicial.
Como formadores, por encima de entrenadores, debemos sentenciar que la mentalidad
formativa está por encima de la mentalidad competitiva. El docente que exija resultados
competitivos a su educando lo que está haciendo es forzar y distorsionar su proceso de
aprendizaje de tal manera que lo puede malograr. Además el entrenador, por mejores
actuaciones que propugne de sus entrenados, nunca debe dejar de lado el enseñar al
jugador el respeto al rival como persona y como ajedrecista, a sus ideas, en síntesis:
inculcar la ética deportiva más allá de la competición en sí.
En el trabajo Educar con el deporte presentado por la Oficina de Información Pública de la
UNESCO se reafirman los valores que propaga el deporte en la formación de la persona:
“PRINCIPIOS CIVICOS BASICOS… Respeto a las normas. La negativa a admitir las
trampas para conseguir la victoria a toda costa. El respeto del vencedor por el vencido y el
reconocimiento de por parte de éste último de que el primero fue el mejor. Estos principios
cívicos y democráticos elementales forjan los valores que permiten a las personas vivir juntas
en la diversidad, respetando las diferencias”.2
2
Oficina de Información Pública (UNESCO): Educar con el deporte.
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De todo lo expuesto queda claro que tanto los docentes como los entrenadores deben tener
una mentalidad formativa que se complemente con una mentalidad competitiva y que los
valores inculcados por ambas sirvan para que el niño/joven se conduzca de manera leal,
esforzada y respetuosa sin perder su afán de superación personal ni sus ansias por escalar lo
más alto posible en las actividades que tome parte.
No caben dudas del rol de los padres como partícipes necesarios y relevantes en el proceso
educativo de sus hijos. Escriben al respecto Tomislav y Miskulin:” Cuando se trata de niños o
jóvenes, los padres deben ser conscientes que son los primeros responsables de la educación
de sus hijos, y buscar una comunicación fluida con los docentes para aunar esfuerzos en pro
de la eficacia del proceso”3. Sobre la misma orientación dice Alfonso Mateos Cadenas
basándose en el Informe de Inclusión Social en España 2009 (realizado por la Obra Social
Caixa Catalunya): “Puede haber ordenadores, puede haber pizarras digitales, puede haber
aulas inteligentes, pero lo que tiene que haber son padres, con el nivel de estudios más alto
posible y que se impliquen en la formación de sus hijos”4 (las versalitas son de nuestra
autoría).
Los progenitores -como primeros formadores de los niños desde su nacimiento- deben
proceder con cautela en cuanto a la voluntad de su hijo y cuales son las ganas que él
tiene con respecto al ajedrez o a cualquier otra actividad que implique formación pero a
su vez competencia5. Las ansias por tomar parte en competencias merecen ser respetadas
aunque cuidando los tiempos para no generarle un daño a su pequeño: la victoria, el empate
o la derrota también forman parte de nuestras vidas y no podemos cargar en nuestros
sucesores la mochila de nuestras propias frustraciones: ellos no van a ganar lo que
nosotros hemos perdido. Ellos deben hacer su camino jugando, pensando, compitiendo
con lealtad y siendo concientes de que por mayor que sea su esfuerzo (y eso es lo que
realmente vale y merece ser ponderado) puede que se produzcan cualesquiera de los tres
resultados posibles en ajedrez.
Padres, maestros y entrenadores deben colocar en la cima de la pirámide educativa a la
formación de los chicos. Y ese objetivo pétreo debe ser retroalimentado no solamente desde la
acción de impartir conocimientos en el Colegio o la de practicar habilidades en los
entrenamientos sino también desde los hechos cotidianos que el niño vive en su hogar. Y para
alcanzar tan magna meta deberían tener como motivo fundamental de su accionar la
mentalidad formativa en base a criterios aunados en charlas entre ellos. Fácticamente no es
habitual este acuerdo de criterios pero si se trata de un ideal (cual son por ejemplo la justicia o
la libertad) al cual debemos aproximarnos la máximo posible.
La palabra competencia es ponderada en muchos ámbitos como negativa pero realmente esa
es una mirada parcial de la realidad. Según el diccionario de la Real Academia Española el
vocablo competencia significa: 1) “Disputa o contienda entre dos o más personas sobre algo.
2) Oposición o rivalidad entre dos o más personas que aspiran a obtener la misma cosa…”6.
3
Tomislav y Miskulin: Padres, docentes y estudiantes en el proceso educativo.
4
Cadenas: El nivel educativo de los padres, clave en el logro escolar de sus hijos.
5
de Dovitiis: Ajedrez y Educación.
6
Real Academia Española: Concepto de Competencia.
4
En buenos términos competir implica realizar un esfuerzo intelectual y/o físico en el plano
individual o colectivo en búsqueda de un resultado concreto en una actividad en particular
frente a otro/s contendiente/s.
La competencia como sustantivo y siendo un hecho de la vida diaria no es mala
intrínsecamente, se torna solamente disvaliosa, cuando para obtener un resultado en la
contienda se utilizan métodos ilegítimos. Allí debería existir un valor-límite proveniente
desde el aspecto formativo que no permita actitudes antideportivas e ilegales por parte del
alumno devenido a competidor: los niños deben hacer su camino jugando, pensando,
compitiendo con lealtad y siendo conscientes de que por mayor que sea su esfuerzo (y eso es
lo que realmente vale y merece ser ponderado) puede que se den cualesquiera de los tres
resultados posibles.
Por ende el eje principal que la da un valor positivo y constructivo a la competencia proviene
de la asociación del éxito con el esfuerzo y no con el triunfo y tomando como premisa que el
fracaso comienza cuando cesa el esfuerzo y no en el supuesto de perder ocasionalmente en
una justa deportiva.
Nuevamente los maestros desde el aula, los profesores desde los clubes al igual que los
entrenadores y los padres desde la usina de la educación que es el hogar no deben temer a la
palabra competencia pero si utilizarla con cuidado inclinando las acciones de los niños y
jóvenes hacia la superación personal cumpliendo cada uno el rol que le cabe para que ese
hecho competitivo sea un acto más de la vida de la persona que le permita foguearse (además
de divertirse y buscar obtener resultados deportivos) para situaciones más complejas que el
devenir de los años le ha de acarrear como a todo ser humano.
7
Reyes Díaz y Repilado Ramírez: Un punto de vista acerca del diagnóstico pedagógico o
educacional.
8
Cortina Bover y González Manteuca: El diagnóstico pedagógico integral en el perfeccionamiento del
proceso formativo del profesional de la educación.
5
recibir influencias y elaborar sobre ellas nuevas estructuras espirituales”9. La Educabilidad es
un presupuesto para el hecho educativo ya que si este concepto sería en vano todos los
esfuerzos realizados por el docente.
Se puede afirmar que el diagnóstico pedagógico integral es una herramienta excelente para la
proyección, ejecución y control del proceso formativo.
6.- Conclusiones
9
Nassif: Pedagogía general.
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Bibliografía