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IX CONGRESO DE FORMANDOS RESPONSALIDAD SOCIAL: IMPACTO Y

TRANSFORMACIÓN EN LA CRISIS ACTUAL

FRAY JOHN EDISSON URREGO ROMERO, O.P.


DIRECTOR DE LA REVISTA OPTANTES

MO T IVACIÓ N PARA REPENSAR LA RESPO NSAB ILIDAD SO CIAL

15 DE OCTUBRE DE 2009

El pasado 26 de Agosto, un grupo de 12 indígenas Awás del resguardo “El Gran Rosario”
fueron ultrajados y asesinados por miembros delincuenciales de la misma comunidad. El
motivo: cometer el terrible error de estar al lado de un testigo menor de edad que fue
espectador de un crimen realizado por el mismo grupo días pasados. Lo más triste y
paradójico de este suceso es cómo la población que fue masacrada ya estaba esperando
aquel momento. Para nuestro escándalo, los miembros del resguardo sabían que iban a ser
ajusticiados por miembros de la misma comunidad cuya justicia se inscribe dentro del
pánico y la intimidación de sus habitantes. El pecado de estos indígenas fue vivir en medio
de un conflicto en el que reina el silencio y el miedo a los victimarios. Esta problemática,
que es una entre muchas situaciones que se están viviendo en este momento dentro del
territorio colombiano, son realidades que en lo personal nos tocan y nos mueven a
reflexionar en torno al problema teológico del sufrimiento, la pobreza, la desigualdad, la
indiferencia, impulsándonos a analizar sistemática y espiritualmente las problemáticas y
desafíos que debemos afrontar desde nuestro ser cristianos en medio de una sociedad hoy
globalizada.

Esta noticia que se ubica en medio de un sin número de acontecimientos violentos, es uno
de los detonantes que generan cargas emocionales tales, que vienen a convertirse en
lamentaciones. Estos lamentos que claman muchos colombianos víctimas de la violencia
física y psicológica, son muchas veces comunes a las experiencias pretéritas del pueblo
hebreo durante el exilio. ¿Tú dónde estas Dios? ¿Dónde estabas en estos momentos tan
difíciles de desolación e injusticia? Señor, ¿ésta es tu voluntad? ¿Por qué soy víctima de un
pecado social? son algunas de las lamentaciones o súplicas que se convierten en nuestro
pretexto durante estos tres días para reflexionar desde la lente de Jesús nuestra experiencia
de vida, sea como religiosos, sacerdotes, laicos comprometidos, universitarios,
profesionales, o simplemente como cristianos en medio de una sociedad en su mayoría
cristiana, pero donde se da un grado significativo de vulneración de derechos humanos y de
falta de compromiso social.

Al acercarnos a esta realidad nos daremos cuenta que el reto va más allá de un conflicto,
que en el caso de Colombia, ha perdurado legitimándose desde la misma época de la
colonia. La victimización de indígenas, afros, así como de campesinos que han sido
desplazados de sus tierras por causas externas a sus propias realidades locales; el progresivo
desempleo; la concentración de riqueza en las minorías; la casi inexistente garantía de
cubrimiento en necesidades básicas como educación, salubridad, vivienda, seguridad social;
la pluralidad cultural que se convierte en justificación de un derecho a la “indiferencia”; ha
llevado a generar un continuo desarraigo personal y social en la identidad y dignidad de
cada una de las personas de estas mayorías marginadas. Estas problemáticas evidenciadas
en la sociedad posmoderna, se convierten en el espejo donde nos proyectamos frente al
futuro de lo que puede llegar a ser la familia humana. Por ejemplo, el auge de la tecnología
cibernética nos cuestiona sobre el sentido de “utilidad” de hombres y mujeres que ejercen
el trabajo artesanal. El impulso de nuevos modelos egocéntricos a nivel político,
económico y social, nos ha conducido al incremento de una exclusividad hegemónica que
termina convertida en exclusión de muchos ciudadanos que buscan estandarizar sus gastos
para una supervivencia no menos que dignificante. El nuevo pluralismo en medio de una
uniformidad de criterios (incluidos los culturales, religiosos, ideológicos, éticos) nos
avizoran un posible desequilibrio social concentrado en el consumismo como forma de
satisfacción de vacios o ausencias que difícilmente pueden ser suplidas con beneficios
económicos o sociales. Desde este contexto, pareciera que no hubiera ningún tipo de
solución, pues las nuevas concepciones de vida entran en contradicción con lo que el
hombre busca dentro de su proyecto planetario. Sin embargo, a pesar de mostrarse un
ambiente algo sombrío y desesperanzador, inspirado en el ímpetu y la tenacidad de un
pueblo como el del Dios vivo, esta situación de CRISIS nos muestra una oportunidad para
adentrarnos en un mundo de complejidad que pide responder a nuevos paradigmas que se
enmarcan dentro de valores como la solidaridad, la justicia, la paz.

En este sentido, encontraremos que nuestro quehacer de reflexión cristiano-social en


perspectiva latinoamericana para constituir nuestra espiritualidad en una teología
contextual, está por hacerse. Las nuevas reflexiones teológicas hoy se alimentan de
experiencias vitales, espiritualidades polifacéticas, nuevas sensibilidades sociales plurales;
nos sentimos obligados a volver a dar respuestas eficaces como muchos de nuestros
grandes predecesores en la historia de salvación. Por ejemplo, releer la experiencia profética
de Jeremías que se desarrolla en un contexto de destierro y cuya esperanza pareciese que se
atara a la sumisión, nos confronta y conforta a la hora de repensar las estructuras sociales
desde un pronunciamiento de denuncia por las injusticias que se están realizando con el
pueblo oprimido. Recordar la experiencia del inocente Job, quien no deja de lamentarse
incesantemente por las desgracias que está padeciendo a causa del destierro y la
persecución de los que lo rodean, hasta el punto de convertirlo en el chivo expiatorio del
fétido olor de egoísmo e interés particular de la sociedad, es la razón para replantear una
política de reconocimiento donde el fin de la alteridad sea la auténtica convivencia solidaria
desde la inclusión de los pequeños e indefensos predilectos de Dios que viven al margen de
lo establecido.

¿Quién soy yo? es la pregunta que nos hace Jesús hoy. ¿Quién dice la gente que soy yo? nos
lo reitera cada vez que llegamos a un espacio de encuentro íntimo con él después de haber
tenido contacto con una realidad que se torna cruda y desconcertante. Hoy se nos plantea
el reto de volver a revaluar nuestra responsabilidad social dentro del seguimiento de Jesús
¿Qué estamos haciendo como cristianos para afrontar estos retos y darles respuesta? ¿Cuál
es el papel y el impacto que puede tener nuestra vivencia del resucitado en medio de una
cultura de lo efímero, lo ficticio, lo incierto? Pareciese que nuestro Cristo se encontrara
encerrado en las funerarias y templos para no salir de allí. No obstante, éstos imaginarios
que suscitan muchas preguntas o repuestas serán los que podamos reflexionar dentro de
este congreso que estará lleno de academia y sobre todo de muchas vivencias y experiencias
con Jesús el Nazareno.

Hoy el diálogo intercultural se hace urgente para establecer criterios contractuales donde
mediemos desde la justicia y la dignidad la construcción de nuevos procesos de
humanización impulsados por la lucha resistente del amor solidario. Una nueva economía
solidaria nos abre el horizonte para establecer formas de inclusión compartida, desde una
ética de la compasión que me lleva a sentir al otro como hermano de humanidad. Nuestra
opción política se hace indispensable para tener una voz evangélica en medio de un
contexto donde la pretensión acumulativa nos lleva muchas veces a negociar nuestros
principios para conseguir el fin que nos hemos propuesto. La urgencia de especialización
para establecer diálogos entre la teología y la sociología, psicología, bioética, etc., es
inminente. Son muchos los retos, pero también la necesidad de asumir con ahínco nuestro
compromiso social como gran desafío en medio de una sociedad donde la palabra de
moda es CRISIS.

El llamado a ser nuevos cristianos comprometidos con una experiencia de fe personal y


social que mira al nuevo mundo, el postmoderno, el especializado, el cibernético nos
conduce a leer la realidad como el libro de la Sagrada Escritura, libro abierto donde se
continúa propiciando la revelación, donde el Cristo se nos sigue apareciendo en los rostros
flagelados de muchos latinoamericanos jóvenes y ancianos que están ansiosos de justicia y
amor. Pese a ello, nos puede suscitar la pregunta ¿Qué nos pueden pedir como cristianos
que reflexionan la realidad social? "Necesitamos personas capaces de debatir la verdadera
situación del país. Lo que hemos dicho es que se haga un debate para saber la posición real
sobre la situación de Colombia. Mientras no se escuchen frente a frente no podremos
hablar de una salida del conflicto" dijo Pechené dirigente de la 'Minga Nacional por la
Liberación de La Madre Tierra y contra el Calentamiento Global' que se encuentra en este
momento en Cali reclamando al gobierno y a la guerrilla sus derechos. “No sólo es una
resistencia, sino una propuesta de diálogo”

En conclusión, esta pequeña motivación nos suscita una última pregunta ¿Cómo hacerlo?
¿Qué es necesario para construir esta nueva teología social de la realidad? Yo afirmaría con
Elizabeth Johnson: “Protestar, quejarnos, lamentarnos, clamar desde lo más profundo de
nosotros. Tal oración tiene la capacidad de alimentar la resistencia constante a la
victimización ajena pasada y presente; lamentarse mantiene viva la esperanza” (Johnson
198)

Por eso la mejor actitud es el optimismo, no visto como una visión de la situación actual,
sino reconociendo en él una fuerza vital, una fuerza de la esperanza; “allí donde los demás
se resignan, existe la fuerza de mantener erguida la cabeza; allí donde todo parece fracasar,
existe la fuerza de soportar los reveses, una fuerza que nunca entrega el futuro al enemigo,
sino que lo reivindica siempre para sí”. Por ello como afirmaba Dietrich Bonhoeffer antes
de su martirio “Hay algunos que creen que el caos, el desorden y la catástrofe constituyen el
sentido de los acontecimientos presentes. Con resignación o en una piadosa huida del
mundo se sustraen de la responsabilidad de la vida futura, de la nueva reconstrucción para
las generaciones futuras. Puede ser que el día del juicio final sea mañana mismo, entonces
dejaremos con gusto de trabajar para un futuro mejor, pero antes no”. Bienvenidos.

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