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el yesQuero

Ensayos de análisis y crítica política


www.elyesquero.blogspot.com
Nro. 189

Sicarios del aire


Por
Rafael Rincón Patiño*

Después de la ejecución de Saddam Hussein (30/12/2006) el


entonces primer ministro italiano Romano Prodi inició una campaña
en Naciones Unidas para prohibir en todo el mundo la pena de
muerte. Las imágenes de Hussein en la horca conmocionaron al
mundo.

El 18 de diciembre de 2007 la Asamblea General de la ONU aprobó


una Resolución, suscrita por 104 Estados mediante la cual se
convoca a una moratoria mundial del uso de la pena de muerte. La
Resolución fue votada a favor por 104 Estados, entre ellos Colombia,
Ecuador, Venezuela, México e Israel —votaron en contra de la
moratoria 54 Estados, entre ellos Estados Unidos, China e Iraq; y se
abstuvieron 29 entre ellos Cuba, Tanzania y Vietnam—.

Hoy en el mundo 133 países tienen prohibida legalmente o en la


práctica la pena de muerte. La Resolución sobre la moratoria de la
pena capital insta a los Estados a abolir la pena de muerte o a
reducir su aplicación y a quienes la eliminaron a que no la
reintroduzcan.

Colombia no tiene formalmente pena de muerte desde 1910: La


última persona ejecutada fue el poeta chocoano Manuel Saturnino
Valencia, quien fue fusilado bajo el cargo de pirómano el 7 de mayo
de 1907.

La abolición de la pena de muerte es considerada un desarrollo de la


humanidad, un avance de la civilización, un fundamento de la
democracia y un reconocimiento de la dignidad humana. El derecho
a la vida es el inamovible por excelencia de la democracia y del
Estado Social de Derecho.

Sin embargo, el derecho a la vida está amenazado de múltiples


formas. Una de ellas, cuando el Gobierno colombiano, que se ufana
con la disminución de homicidios, presta oídos sordos a las
denuncias por ejecuciones extrajudiciales o cuando planea la
eliminación de sus adversarios mediante alianzas con grupos
paramilitares (Masacre de San José de Apartado, 20 de febrero de
2005) o cuando realiza ejecuciones por bombardeo y desde el aíre a
sus adversarios políticos y militares.

La pena de muerte se aplica de manera encubierta en muchos países


del mundo. Las ejecuciones sumarias, es decir aquellas penas de
muerte, sin fórmula de juicio, arbitrarias o extrajudiciales son
verdaderos asesinatos.

En Colombia han sido denunciadas 955 casos de ejecuciones


extrajudiciales entre julio de 2002 y julio de 2007 (La Procuraduría
investiga 670 casos). La modalidad más reciente y aberrante dentro
de éstas ejecuciones son los llamados “falsos positivos”, en donde los
victimarios son premiados por resultados falsos y mal habidos
obtenidos en cuerpos y vidas de inocentes.

La más reciente legitimación de la pena de muerte es la que se hace


a través de los medios de comunicación a personas consideradas por
el establecimiento o por la opinión pública como terroristas.
Satanizar al delincuente es una forma de llegar a la pena de muerte
sin sentencia judicial (en donde existe la pena de muerte) o de
imponer la pena de muerte (en donde no existe).

El Gobierno Nacional, con la anuencia del Fiscal General de la


Nación, pagó una recompensa por una ejecución sumaria. Es una
especie de pena de muerte animada desde el Estado que refleja la
degradación moral. Degradación que consiste en pagar una
recompensa millonaria a un guerrillero que asesina a su jefe y
después le desmembra una mano como prueba de su crimen.

La misma muerte de Raúl Reyes es una la aplicación de una pena de


muerte, ella no obedeció a una muerte en combate ni mucho menos
a la aplicación de una sentencia judicial. Es una muerte planeada
con precisión quirúrgica por el ministro de Defensa y las Fuerzas
Militares de un guerrillero. El canciller Araújo Perdomo confiesa esta
muerte cuando manifiesta que Colombia reconocerá los daños a los
familiares de quienes murieron colateralmente en la Operación
Fénix.

La degradación moral, la “Colombia empobrecida” de la denominada


seguridad “democrática”, la del mal menor, la de el fin justifica los
medios, se devela cuando sin cambiar un “articulito” de la
Constitución Política (“El derecho a la vida es inviolable, no habrá
pena de muerte”, Art. 11) se aplica la pena capital para saciar un
dolor o para obstruir el acuerdo humanitario.

Así fue como el Presidente, su ministro de Defensa y los Generales de


las Fuerzas Armadas planearon con precisión quirúrgica y con el
apoyo de “inteligencia humana” la muerte de un ciudadano
colombiano, y mataron 25 más de forma “colateral”.

No se conoce la sentencia judicial en la cual fue condenado Raúl


Reyes, jefe guerrillero de las Farc, a pena de muerte, tampoco se
conoce la sentencia judicial mediante la cual se ordenó la muerte de
los cuatro estudiantes mexicanos, así fueran o no guerrilleros o
simpatizantes de la guerrilla. No se conoce el acto legislativo que
institucionalizó la pena de muerte. Esa “licencia para matar” es
desconocida, pero ninguna de las autoridades niegan ser artífices de
esa pena de muerte, al parecer actúan todos ellos siguiendo el alto
índice de aceptación del Presidente.

Vale la pena preguntarse si el Gobierno saca sus “licencias”, salirse


de la ley, de la popularidad, o si su popularidad surge de sus
desafueros. En otras palabras, el Presidente ha llegado a imponer la
pena de muerte porque es muy popular, o su popularidad surge de
aplicar la pena de muerte.

Los sicarios del aire son nuevos en la confrontación colombiana. Es


la primera vez que una persona es asesinada desde un avión con
bombas guiadas por láser o por equipos GPS. Es un ataque que
copia las ejecuciones de EE. UU. o de Israel en contra de enemigos
seleccionados en Afganistán, Pakistán o Palestina.

El conflicto armado interno se ha escalado. El llamado “fin del fin


contiene la estrategia de la eliminación selectiva, o ataques
decapitadores.

Parece que el “fin del fin” del conflicto interno armado en Colombia
será al estilo Iraq: con asesinatos aéreos, con recompensas, con
torturas, con presos sin derechos, con secuestro de cadáveres, con
desinformación. Es decir, será con el fin de la justicia, de los
derechos humanos, del debido proceso.
La pena de muerte se aplica, en este esquema, a guerrilleros,
sindicalistas, defensores de derechos humanos y para todos los que
se junten con ellos. Así lo dijo el Comandante de las Fuerzas
Militares Freddy Padilla de León: “Todo el que se junte con las Farc
es objetivo militar”.

Las declaraciones del ministro de Defensa J. M. Santos cuando


afirma que continuarán los ataques decapitadotes translucen un
Programa de Gobierno de Ejecuciones Extrajudiciales (la mayúsculas
son del autor). Seguirán más ejecuciones desde el aire.

Pero, ha sido el presidente Uribe V. quien ha justificado y legitimado


la pena de muerte. Primero dijo que a los corruptos había que
lincharlos, y no se le creía mucho, pareció una charla, pero luego
dijo, desautorizando al canciller Araújo Perdomo que “no hay razón
para pagar indemnizaciones por acciones legítimas contra grupos
terroristas”.

Ha llegado la pena de muerte, ojalá que no sea para quedarse.

* Director de háBeas Corpus, Oficina de Derechos y Gobernabilidad.

Medellín, 31 de marzo de 2008

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