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Curso de Imagen y Oratoria

Lección 6 – Módulo II

Lección 6
Expresión Oral

“Su información (del orador) fue muy valiosa, pero se perdió


por su manera de hablar...”_Miembro de un auditorio

¿Le ha pasado alguna vez que, al estar hablando con alguien éste pronuncia mal y usted se detiene en
ese error y olvida todo lo que dijo su interlocutor después?.... Es muy común que las personas presten
atención a los errores en el habla de su interlocutor afectando directamente el mensaje que se quiere
transmitir.

Son varios los factores que influyen en nuestra voz. A su vez, ésta depende en gran medida de que
podamos respirar bien, lo cual ayudará no sólo a atenuar o suprimir su tensión nerviosa, sino que le
permitirá además disciplinar su voz, de suerte tal que pueda variarla a su antojo de potencia, velocidad
y elevación, al mismo tiempo que tomará las pausas apropiadas y una correcta pronunciación, que son
obligados en la comunicación oral.

Una buena voz, además de proyectar una imagen favorable de uno mismo, contribuye a que podamos
presentar las palabras en forma más eficaz y significativa. ¿Puede el orador mejorar su voz para que
resulte más eficaz? La respuesta ha de ser necesariamente afirmativa, pero esto dependerá del
conocimiento que tenga de la fisiología de la voz y los mecanismos de la palabra y del ajuste que se
haga entre este conocimiento y los ejercicios que conducirán a dicho resultado.

• Voz, respiración y dicción

Es sabido que no existe propiamente un mecanismo específico productor de la voz. La lengua, las
cuerdas vocales, por ejemplo, aunque contribuyan a la formación de la voz, tienen otras funciones
principales. Por eso se afirma que el mismo hecho de que hablar sea únicamente una función

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secundaria de estos órganos, “realza la importancia de un programa para la educación de la voz, pues
si cuando nacemos sabemos ya respirar, en cambio tenemos que aprender a hablar”.

Cada individuo comporta una emisora sonora muy compleja, que trataremos de explicar en forma
sucinta y apartada lo más posible del lenguaje técnico. Esta emisora humana está constituida
esencialmente por: 1) los pulmones, que actúan a modo de fuelles; 2) la glotis, que es propiamente un
vibrador; y 3) la cavidad bucal y las fosas nasales, que son en realidad unos resonadores
amplificadores.

- Los fuelles

En la caja torácica se encuentran los pulmones, colocados entre las clavículas por la parte superior, y
el diafragma por la inferior. Unos músculos hacen que las costillas se eleven y ensanchen cuando
efectuamos una inspiración; mientras que cuando se espira, las costillas descienden y se contraen,
elevándose el diafragma y saliendo el aire, de tal manera que solamente durante la espiración se emite
el sonido que representa la palabra.

El volumen pulmonar aumenta por la presión de las costillas y el movimiento del diafragma. Al hundir
la pared abdominal elevamos el diafragma. Cuando el diafragma asciende empuja las vísceras hacia
abajo y la pared abdominal se distiende. Ambos tipos de respiración –torácica y abdominal- sirven de
base para la fonación.

Cuando se habla en público es preciso poder inspirar aire muy rápidamente (y sin ruido) y ser capaz de
espirarlo durante 20 segundo o más. Es importante aprender a respirar en el habla. Alguien ha dicho
que “el hombre actual ha perdido la pausa, el ritmo; habla demasiado rápido o no articula bien; respira
demasiado poco para poder hablar mucho y llega a tartamudear por los estados de tensión”.

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- El vibrador

El aire comprimido de los pulmones recorre la tráquea y pasa a la laringe, que es una especie de caja
situada en la parte superior de la primera y formada por un conjunto de cartílagos ligados entre sí, de
modo que pueden moverse igual que las articulaciones de los huesos del brazo. En el interior de la
laringe, extendidas entre los cartílagos, están las cuerdas vocales, donde tiene origen la fonación.

En la emisión de la voz, o fonación, la glotis (el espacio comprendido entre las cuerdas vocales) se
abre y cierra periódicamente con gran rapidez, bajo la acción antagonista de los músculos que la
cierran y de la presión del aire aspirado que la obliga a abrirse. Los pequeños chorros de aire
canalizados producen vibraciones sonoras. Cuando más rápidamente vibren las cuerdas el sonido será
más agudo; cuando más fuertemente vibren será más intenso.

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- Los resonantes-amplificadores

Las cuerdas vocales por sí solas no emiten ningún sonido, por lo que necesitan de unas cavidades de
resonancia, de igual manera que los instrumentos de cuerda requieren su correspondiente caja. Ese
sonido muy débil y apenas perceptible producido en la laringe por la vibración de las cuerdas vocales,
tiene que pasar por unas cámaras de aire situadas en la garganta y en la cabeza, que actúan como
resonadores. Estas cavidades de resonancia son: la parte superior de la laringe, la garganta o faringe, la
boca y las fosas nasales.

Dichos resonadores por una parte, amplifican el sonido y por otra modifican el timbre, haciéndolo más
rico o melodioso o chillón, o semejante a un aullido. En cada uno de los resonadores, ciertos sonidos
que acompañan al fundamental, producen los “armónicos” (múltiplos enteros del fundamental
surgiendo de la interacción de éstos diferentes timbres de las vocales.

• La articulación

Articular bien es pronunciar distintamente todas las consonantes. Por definición, las vocales son los
sonidos producidos por la vibración de las cuerdas vocales, amplificados por los resonantes de la
faringe, la boca y la nariz, y no modificados de modo apreciable por los órganos de la articulación.

La lengua, los labios, los dientes, el maxilar, el paladar y el velo palatino actúan como agentes capaces
de modificar el sonido producido por el mecanismo de la voz. La calidad del tono se puede lograr
cuando a través del movimiento conjunto de dichos órganos, se varía el tamaño y la forma de la
cavidad bucal. Ha de tenerse en cuenta que la lengua es el órgano que contribuye de modo más
importante a la claridad de los sonidos de las palabras porque, aunque la boca tenga la apertura
necesaria, los sonidos producidos no pueden modularse si la lengua permanece inactiva o se mueve
con torpeza. La diferencia de los sonidos de las vocales depende, en parte, de la posición que ocupa la
lengua.

Otra de las funciones de dichos órganos es la formación de sonidos de las consonantes, que se logra
con el cierre brusco, la apertura súbita y progresiva o cualquier otra interrupción del flujo que forman

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los sonidos vocálicos. La precisión y nitidez de la articulación se logran a través del empleo apropiado
de este conjunto modificador. Un cierto número de sonidos consonantes, tales como d, z, ch, g y k,
dependen del movimiento activo de la lengua.

Los labios también son muy importantes para una pronunciación clara. Si se dejan excesivamente
relajados, el resultado es una serie de murmullos confusos, especialmente en la pronunciación de los
sonidos p, b, m, f los cuales exigen una enérgica acción labial. Cuando se habla ante un micrófono
debe evitarse la emisión excesivamente explosiva de las consonantes. Pero en otros casos, deben
emplearse los labios con movimientos de mayor firmeza para dar una mayor claridad y rotundidad a
las palabras.

Articular bien permite, entre otras cosas, hacerse comprender claramente incluso cuando se habla en
vos baja. Una articulación (descuidada por no pocos oradores, locutores de radio y aun por ciertos
actores), proporciona la debida comprensión de lo que se diga, lo cual constituye una de las maneras
más importantes de mantener y desarrollar el interés del público.

Hay quienes sostienen que lo importante es emitir claramente el sonido de las vocales, aunque el de las
consonantes no sea tan exigente. Esto constituye un error, porque la articulación descuidada de las
consonantes hace confusa la comprensión de la palabra. En un laboratorio filológico se ha registrado
una frase, y luego se repite después que los circuitos electrónicos han dejado pasar únicamente las
crestas de las ondas sonoras, es decir, las altas frecuencias que caracterizan a las vocales. Se oyen
éstas, pero nadie habrá entendido la frase. En cambio, se procura eliminar de dichas frases las bajas
frecuencias, que son esenciales en la emisión del pensamiento, y se entiende todo perfectamente.

Algunos locutores de radio o televisión no pronuncian claramente los finales de palabras, sobre todo si
son esdrújulas o sobreesdrújulas. Como al final de una frase pronunciada suele descender el tono, la
última sílaba se apaga, esto es, no se oye. Para que se oiga, es preciso darle doble intensidad que la que
le corresponde, y con mayor motivo si se trata de una esdrújula. En una exposición oral es posible que
los oyentes de la primera o segunda fila perciban el ligero énfasis sobre la última sílaba; pero esta
pequeña molestia (si así puede llamarse) queda compensada con la satisfacción de saber que oye bien
todo el resto del salón.

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• Cualidades de la expresión oral

- Volumen e intensidad

El factor que en mayor grado afecta a la inteligibilidad es probablemente el nivel sonoro de las
palabras, que depende a su vez, por una parte, de la distancia entre el emisor y el receptor, y por otra,
de la intensidad de los ruidos ambientales, ya que estos pueden enmascarar o debilitar los sonidos.

Independientemente de la distancia haya entre el emisor y el receptor y de los ruidos ambientales que
estén presentes, hay maneras de dar sentido y más expresividad a la palabra, graduando, con pequeños
matices diferenciales, la intensidad y el volumen de la voz. Si el orador aspira a dar la impresión de
energía, aumentará la fuerza de su voz. Hablar en voz baja puede sugerir que no está seguro de sí o
que no cree verdaderamente en aquello que dice. A veces, para atraer más la atención y aun para
provocarla, será necesario bajar mucho el volumen de la voz; en otros casos será conveniente
levantarlo más, lo cual es un recurso muy eficaz para despertar el interés cuando esté languideciendo.
Es posible hacer reaccionar a una audiencia apática si de pronto pronunciamos una frase con
perceptible aumento de volumen, pero no debemos olvidar que ese efecto no se produce por el
aumento sonoro en sí mismo, sino por lo que supone de contraste con frases o palabras anteriores.

Un discurso puede ser perfectamente inteligible, pero es posible que deje en quien lo escucha una
nebulosa sensación, frustrándose de ese modo en cierta forma la comunicación al auditorio del pleno
significado de los pensamientos que el orador pretendía transmitir. Esto sucede cuando la voz carece
de la flexibilidad necesaria para expresar los finos matices significativos y emocionales, de los que
depende una pronunciación exacta y agradable.

Este tema de la flexibilidad en la voz nos lleva a preguntarnos, ¿cómo se puede variar la voz para que
el mensaje llegue al receptor de un modo más completo y preciso? ¿Cómo hacer para que los puntos
principales se destaquen sobre las demás? La contestación a estos interrogantes nos obligan a tratar por
separado lo que concierne a la velocidad, las pausas, el ritmo, el tono, la pronunciación, la afluencia y
la cualidad de conversar, tan importantes para dar claridad y vivacidad a la expresión oral.

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- Velocidad

La mayor parte de los que hablan con excesiva velocidad, fatigan a quienes quisieran escucharles, los
cuales acaban por sacar su atención de lo que se está diciendo. Otros, e cambio, hablan con
desesperante lentitud. ¿A qué velocidad debe hablarse? Esto comporta a su vez otras preguntas: ¿De
qué se va a hablar? ¿A quiénes se va a hablar?.

En términos generales podemos decir que se habla con menor velocidad cuando los oyentes están poco
familiarizados con el asunto que se trata, o cuando el nivel intelectual de aquellos sea muy diverso. En
cambio, si se trata de un tema superficial que puede seguirse fácilmente por el auditorio, se hablará
con mayor velocidad que si se tratara de una cuestión más seria.

En su mayoría, las personas hablan a una velocidad de 120 a 180 palabras por minuto, pero no es
posible hacerlo a una velocidad uniforme. Lo correcto es que como, hemos señalado en el párrafo
anterior, la velocidad se ajuste al tipo de pensamiento o sentimiento que el orador trata de transmitir.

La rapidez en el hablar es un obstáculo para mejorar la dicción y corregir sus defecto, pero la lentitud,
por sí sola, no resuelve ni si quiera la claridad. Hay que hablar lentamente sí, pero como un ejercicio
para frenar el impulso instintivo de correr, para acostumbrarse a utilizar más los músculos de la boca y
dominarlos mejor, como una gimnasia absolutamente indispensable que contribuya a adquirir el hábito
de vocalizar y de silabear, de suerte que no se pierda ni una sola palabra en el camino. Pero una vez
lograda una más clara vocalización, la velocidad ha de adecuarse al tema, al auditorio y al valor de las
ideas que quieran destacarse.

- Pausas

Las pausas sirven para puntuar los pensamientos. Del mismo modo que la coma, punto y coma, y
punto sirven para separar las palabras escritas en grupos de pensamientos, las pausas de distinta
duración nos ayudan a separar las palabras habladas en unidades que tienen un significado en
conjunto.

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La pausa permite fácilmente las inflexiones de la voz, el cambio de tono y de ritmo y en definitiva
contribuye, si se hace buen uso de ella, a mantener más viva la atención.

El uso inadecuado de las pausas resulta en tan perjudicial y confuso como el uso de inadecuada
puntuación en un escrito.

Las pausas pueden ser: psicológicas, lógicas, afectivas y respiratorias. Las psicológicas se producen
cuando el ánimo del orador quiere permitir al auditorio un momento de reflexión. Las lógicas se usan
cuando lo exige el contexto de la frase y generalmente son breves, cuando se va a abordar un nuevo
desarrollo, en cuyo caso no siempre será fácil distinguirlas de las pausas psicológicas. Y las
respiratorias cuando agotada la respiración, se hace forzosa la inspiración.

Una modalidad en la pausa, es el silencio especialmente querido y deseado por el que habla... Para
hacer una pausa muy larga, y esto es precisamente el silencio, se requiere mucho dominio de la
situación y de uno mismo. Durante ese silencio, un buen orador sabe con gestos y expresiones sobrias,
mantener el interés de los oyentes. De ahí que se hable de la “elocuencia del silencio”. No ha de ser,
naturalmente, un silencio colocado anárquicamente, donde a uno de la antoje, sino un silencio
justificado, como por ejemplo, después de una pregunta incisiva, dirigida directamente al auditorio y a
la que, siquiera simbólicamente, ha de darse tiempo para que pueda ser contestada.

- Afluencia

El que se expresa con afluencia es el que usa las palabras con facilidad. No significa que habla
demasiado, sino más bien, un habla suave o agradable por su gracia, habla que fluye con facilidad, de
manera natural.

La afluencia se caracteriza por su habla carente de titubeos expresivos tales como: “y...ah......” o
“que.....esteee....”; o regresiones orales, (aquellos que comienzan una oración, se interrumpen en voz
alta y empiezan de nuevo desde el principio. Ej.: “La vida depende en manera gran... no... la vida
depende en gran manera por...”.

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- Cualidad de Conversar

La manera más eficaz de hablar en público es el estilo de habla como en conversación. Se puede lograr
esto utilizando expresiones como en conversación, para ello:

• Evite usar oraciones de estructura envuelta o complicada. Al hablar sea usted mismo.
• Evite la vulgaridad. Evite la repetición constante de las mismas expresiones y frases.
• Aprenda a hablar con significado.
• Trate de lograr una conversación diaria de calidad.

El mantener un estilo de presentación conversacional al leer es una de las cualidades más difíciles de
dominar al discursar; sin embargo, es una de las más importantes.

- Pronunciación

Cuando oye a alguien pronunciar mal una palabra, el efecto general es que brilla en su mente como
una luz o señal de parada. Es posible que hasta deje de seguir el hilo del argumento y se distraiga. Por
eso es importante tener presente la importancia de la pronunciación.

En general existen tres tipos de problemas relacionados a esto:

1. Mala acentuación o colocación de las letras.


2. Pronunciación correcta pero exagerada, lo cuál da una impresión de superioridad no deseada.
3. El habla descuidada, “borroneo” de palabras, juntar demasiado las sílabas o dejar algunas sin
pronunciar.

- Modulación

La modulación es una variación intermitente del grado de elevación de la voz, la velocidad y potencia
que tiene el propósito de retener el interés y demostrar sus pensamientos y emociones progresivos
como discursante.

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· Grados de modulación:

1. Excitación, entusiasmo, interés.


2. Interés moderado.
3. Serenidad, solemnidad.

· Tipos de variaciones:

Variedad en potencia. Manera de realizar conclusiones y dar énfasis a los puntos principales de su
discurso. De acuerdo al tipo de idea que desea enfatizar utilicen mayor o menor potencia en la voz.
Para puntos que necesiten calor de amistad y sentimiento use un tono más bajo. Lo mismo sería cierto
si usted estuviera expresando ansiedad o temor.
Evite los extremos. No use un tono tan bajo que nadie lo escuche ni tampoco uno tan alto que sea
molesto.

Variedad en la velocidad. Son pocos los oradores principiantes que varían su velocidad de expresión
en sus exposiciones. Sí lo hacen en su vivir cotidiano, ya que sus palabras y pensamientos fluyen con
naturalidad de manera espontánea. Pero, muchas veces, el orador nuevo prepara sus palabras y frases
demasiado cuidadosamente, de modo que todas las palabras salen a la misma velocidad. El hablar
usando un bosquejo le ayudará a corregir o evitar esta debilidad.
Su discurso debe fluir, en su mayor parte, a velocidad o paso moderado. Puede apresurarse en puntos
menores, narración, o en la mayoría de las ilustraciones. Argumentos de más peso, culminaciones y
puntos principales usualmente exigen una presentación más lenta. Incluso, en algunos casos, para
énfasis particularmente fuerte pudiera hacer una pausa, que es un cambio total de velocidad.

Variedad en el grado de elevación de la voz. La excitación y el entusiasmo siempre tienen su vía de


expresión en un grado más elevado de la voz que el dolor y la ansiedad. Cuando estas emociones
aparezcan en su material, exprésenlas de acuerdo con esto. Cuidado que no suene a una actuación
dramática. Recuerde siempre que su público percibe todo y está prestando mucha atención a lo que
usted dice y como lo dice ya sea a través de las palabras como de los gestos.
Por eso, analice su bosquejo después que lo hayan terminado y asegúrese de que tiene todos los
ingredientes presentes para una presentación llena de color y significativa.

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• Énfasis correcto

Así como en un escrito subrayamos aquellas partes –palabras o frases – que deseamos resaltar, en la
expresión oral ponemos énfasis acentuando aquello a lo cual deseamos llamar la atención de los que
nos escuchan. Muchas veces lo más importante de un párrafo puede pasar inadvertida por no cuidarse
este aspecto tan importante de la dicción. El no valorar antes lo que es el nervio del discurso, dónde ha
de ponerse énfasis para que sobresalga la idea principal, hace difícil que entre con claridad en la mente
de los que escuchan las ideas básicas del mensaje transmitido.
Sin embargo, debemos procurar no caer en dos prácticas viciosas: por una parte el uso exagerado de la
fuerza enfática, y por otra, el uso del énfasis de una manera continua. Si intentamos destacar un punto
más allá de lo que su verdadero valor o importancia merecen, la audiencia perderá la fe en nuestra
facultad de establecer unos juicios fundamentales: si, por otra parte, pretendemos recalcar todas las
cosas por medio del énfasis, el resultado será que ninguna de ellas logrará destacar entre sus vecinas.
La mejor práctica consiste en seleccionar las ideas realmente importantes, y apoyarse únicamente en
ellas, con el énfasis que merecen. (ver Lección 2 “Énfasis correcto”).

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