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UNIVERSIDAD AUTONOMA DEL ESTADO

DE HIDALGO

ESCUELA PREPARATORIA No. 1

ESTRUCTURA POLITICA, ECONOMICA Y


SOCIAL DE MÉXICO

ALUMNO: CAMARGO SOLAEGUI


ARLETTE

5° 11

CATEDRATICO: LIC. HIDALGO SOSA


FERNANDO GABRIEL

JULIO-DICIEMBRE 2009

Estado nación
La nación y el Estado nacional del siglo XXI enfrentan importantes desafíos en el
plano de su realización y jerarquización interna y en cuanto a su rol en el sistema
de las relaciones internacionales del complejo mundo de hoy. Sus relaciones con
otros juicios y principios importantes como la identidad, el nacionalismo, la
soberanía y la autodeterminación, generan toda una gama de problemáticas que la
intelectualidad marxista crítica y proactiva debe asumir en tiempos en que la
globalización mantiene una tendencia predominantemente neoliberal, sin poder
eludir el carácter transicional del proceso histórico que vivimos y las alternativas
que empiezan a pugnar un espacio. Como en otros problemas cruciales de nuestro
tiempo, la obra de los clásicos del marxismo contiene lecciones y reflexiones
particularmente útiles para entender tales asuntos. Precisamente, la ponencia
ofrece una síntesis reflexiva de dichos aportes y la compleja situación que en ese
plano enfrentan los estados nación en la actualidad, particularmente
latinoamericana.
Estado Nacional – Nación
El Estado Nacional es uno de los tipos de organización social de la sociedad
moderna, resultado, como expresara Engels, de la evolución de la antigua
organización gentilicia hasta llegar a agrupar a los súbditos según divisiones
territoriales. Ocurre durante la época de la caída del absolutismo y con dos
instituciones centralizadas y características: la burocracia y el ejército permanente,
como retomara años después Lenin. Dicho sistema surge alrededor del 1500
d.n.e. y crece durante varios siglos hasta incluir a toda Europa, aunque coexistió
durante bastante tiempo con otros sistemas. Luego de la Paz de Westfalia (1648)
se impulsa dicha forma organizativa, que se rigió hasta hoy por muchas de las
reglas de los derechos que asisten a una nación y que fueron acordadas en aquel
momento. Tal sistema interestatal ha existido durante casi 500 años, con
variaciones regionales y problemáticas diversas en cada época histórica. Desde
1945, es la Carta de Naciones Unidas la base legal que reconoce los principios
fundamentales de dicho sistema. Pero a la vez que se fueron multiplicando los
Estados Nación, fueron paulatinamente perdiendo algunos de sus atributos
esenciales y el monopolio de las relaciones internacionales. Para 1999 existían
aproximadamente 200 y el informe del Secretario General de la ONU a la
Asamblea General en 1994 anunciaba que si se seguía con ese nivel de
fragmentación, era probable que a comienzos del siglo XXI hubiera más de 400. Es
que tales procesos no pueden desligarse del principio clave de las contradicciones
de clase, como decía Marx, y del derecho de los pueblos a la autodeterminación, lo
que ha significado la asunción de nuevos estados nacionales, en territorios que
eran coloniales, o que eran parte de Estados multinacionales. De manera que la
formación del Estado Nacional está definitivamente ligada a los problemas del
desarrollo de las nacionalidades y de las naciones. Ella constituye un momento, un
alto en un proceso cuyos componentes interactúan dialécticamente en el
transcurso del devenir histórico. Esto no niega la otra cara de la cuestión nacional,
como ha dicho también para el caso latinoamericano Omar Díaz de Arce, que está
dada por las relaciones de dominación y de clase en su vertiente interna y externa,
que gravitan a la sociedad y que comprende la lucha por la independencia y el
establecimiento del Estado Nacional. Una comprensión profunda del Estado
nacional y su papel en la actualidad, también se cruza inevitablemente con la
percepción que se tenga de la nación. Tres han sido las vertientes desde las cuales
se ha abordado ese tema y sumamente recurrente ha sido el esfuerzo por
encasillar la historia nacional latinoamericana en los modelos clásicos europeos.
Una enfatiza en los factores subjetivos; otra toma de Marx, Engels y Lenin sólo una
parte de sus aportes respecto al problema y focaliza más los factores económicos y
una tercera, con una base marxista de acuerdo con las percepciones originales de
los clásicos y tomando en cuenta nuevas experiencias, asume una postura más
integradora respecto a ambos tipos de factores. En realidad, Marx y Engels
desarrollan en diferentes obras los fundamentos de la teoría dialéctico materialista
de la nación y de las relaciones nacionales. Partiendo de las condiciones del
capitalismo en vías de desarrollo, centran principalmente su atención en la relación
(ley) entre el nacimiento de la nación y el afianzamiento del capitalismo, el papel
determinante de los factores económicos, especialmente la comunidad de vida
económica, así como de las relaciones nacionales, la fuerte influencia de los
factores de clase, el papel de la lengua y el territorio comunes, así como la
influencia que en dichos procesos tienen la cultura, la conciencia y carácter
nacionales. Lenin, en particular, considera que los factores que condicionan y luego
son los rasgos de la nación son fundamentalmente la comunidad de vínculos
económicos, de territorio e idioma, mientras la existencia del Estado nacional y las
peculiaridades de la cultura y la psicología no son esenciales aunque tienen gran
incidencia en su formación y desarrollo.
La globalización y el Estado nación
De entonces acá el tema nacional ha sido siempre recurrente, por su permanente
gravitación sobre la dinámica mundial. Desde los años 80 pasados, el mundo ha
empezado a vivir cambios de dimensiones inéditas. La llamada “Globalización” es
un fenómeno cualitativamente nuevo, complejo, multifactorial, que se ha hecho
posible a partir de la coincidencia e interdependencia en el tiempo, de la crisis y
derrumbe del Socialismo histórico y con ello la sustitución de la bipolaridad en las
relaciones y el sistema internacional; el desarrollo vertiginoso de la ciencia y la
tecnología y la generalización del Neoliberalismo. Así, el sistema mundial se ha
sacudido en términos económicos, financieros, políticos, culturales, ideológicos y
de todo tipo. Como consecuencia, asistimos a un proceso de transición en el que
trata de definirse una nueva estructura de poder mundial. Se ha producido con la
tendencia predominantemente neoliberal de dicho proceso, una radical acentuación
de los rasgos tradicionales del imperialismo y se ha potenciado, en este nuevo
contexto, su naturaleza genocida y predatoria. Hoy sus tonos claves descansan en
la cuestión militar, la concentración económica y la creciente expoliación de los
mercados financieros. Para algunos, tomando en cuenta los planos militar,
económico e informático, se trata de un imperialismo colectivo (EEUU–Unión
Europea–Japón) y para otros, de la unipolaridad de EEUU dado que la tríada sólo
funciona en algunos aspectos.
Las consecuencias están a la vista de todos: militarización del sistema
internacional, creciente tendencia a recurrir a la violencia para supuestamente
asegurar la paz internacional y la protección a las minorías, crisis del sistema de
Naciones Unidas y satanización de las protestas sociales. Todo ello con
variaciones de nivel en y dentro del centro y la periferia.
Y en términos de globalización Marx vuelve a ser recurrente. Tal como
recientemente decía el historiador Eric Hobsbawm, el mundo desde los 90, el
mundo de esta llamada globalización, ha resultado en muchas cosas parecido al
que había pronosticado Marx cuando escribió el Manifiesto Comunista. Entonces
decía Marx que “En lugar del antiguo aislamiento de las regiones y naciones que se
bastaban a sí mismas, se establece el intercambio universal, una interdependencia
universal de las naciones. Y esto se refiere tanto a la producción material como a la
producción intelectual. La estrechez y el exclusivismo nacionales resultan de día en
día más imposibles.” Claro, al aplicar este pensamiento a la actualidad no puede
desconocerse igualmente la importancia que Marx le atribuye, en el mismo
documento y en toda su obra, a las contradicciones de clases, que revisten formas
diversas en las diferentes épocas. Es el complemento esencial para entender la
preponderancia clasista burguesa y neoliberal del rumbo que se le ha impuesto a
esta globalización. Tales procesos y recambios han conllevado a la existencia de
una nueva geografía de los conflictos internacionales. De ahí que hoy tenga que
hablarse de retos planetarios y mega tendencias, entre las cuales podrían definirse:
crisis de la utopía marxista y auge del neoliberalismo; tecnología de la información
que convierte el conocimiento en mercancía; carácter masivo de las migraciones;
degradación medioambiental; explosión demográfica; existencia de epidemias y
pandemias; consumo y tráfico de drogas, más crimen organizado; incremento de la
pobreza; nuevas amenazas a la paz, la seguridad y los derechos humanos; crisis
del sistema de Naciones Unidas; fuerza de la multiculturalidad; nuevo papel de la
mujer y debilitamiento de los Estados y de las naciones del Sur. Los referidos
fenómenos atañen tanto a los países del mundo desarrollado como del Sur. Pero
tienen una impronta diferenciada a escala de regiones, en virtud del desarrollo
desigual, los procesos globalizadores anteriores y las peculiaridades regionales. De
hecho la tendencia a la globalización de la vida económica y política, y con ello de
las relaciones internacionales que hasta hace poco eran esencialmente
interestatales, ha generado un recurrente cuestionamiento respecto a la virtual
pérdida de poder y finalmente extinción del Estado – Nación, uno de los
componentes más importantes del sistema mundial. Concentración económica y la
creciente expoliación de los mercados financieros. Para algunos, tomando en
cuenta los planos militar, económico e informático, se trata de un imperialismo
colectivo (EEUU–Unión Europea–Japón) y para otros, de la unipolaridad de EEUU
dado que la tríada sólo funciona en algunos aspectos. Las consecuencias están a
la vista de todos: militarización del sistema internacional, creciente tendencia a
recurrir a la violencia para supuestamente asegurar la paz internacional y la
protección a las minorías, crisis del sistema de Naciones Unidas y satanización de
las protestas sociales. Todo ello con variaciones de nivel en y dentro del centro y la
periferia. Y en términos de globalización Marx vuelve a ser recurrente. Tal como
recientemente decía el historiador Eric Hobsbawm, el mundo desde los 90, el
mundo de esta llamada globalización, ha resultado en muchas cosas parecido al
que había pronosticado Marx cuando escribió el Manifiesto Comunista. Entonces
decía Marx que “En lugar del antiguo aislamiento de las regiones y naciones que se
bastaban a sí mismas, se establece el intercambio universal, una interdependencia
universal de las naciones. Y esto se refiere tanto a la producción material como a la
producción intelectual. La estrechez y el exclusivismo nacionales resultan de día
en día más imposibles”. Claro, al aplicar este pensamiento a la actualidad no puede
desconocerse igualmente la importancia que Marx le atribuye, en el mismo
documento y en toda su obra, a las contradicciones de clases, que revisten formas
diversas en las diferentes épocas. Es el complemento esencial para entender la
preponderancia clasista burguesa y neoliberal del rumbo que se le ha impuesto a
esta globalización. Tales procesos y recambios han conllevado a la existencia de
una nueva geografía de los conflictos internacionales. De ahí que hoy tenga que
hablarse de retos planetarios y mega tendencias, entre las cuales podrían definirse:
crisis de la utopía marxista y auge del neoliberalismo; tecnología de la información
que convierte el conocimiento en mercancía; carácter masivo de las migraciones;
degradación medioambiental; explosión demográfica; existencia de epidemias y
pandemias; consumo y tráfico de drogas, más crimen organizado; incremento de la
pobreza; nuevas amenazas a la paz, la seguridad y los derechos humanos; crisis
del sistema de Naciones Unidas; fuerza de la multiculturalidad; nuevo papel de la
mujer y debilitamiento de los Estados y de las naciones del Sur. Los referidos
fenómenos atañen tanto a los países del mundo desarrollado como del Sur. Pero
tienen una impronta diferenciada a escala de regiones, en virtud del desarrollo
desigual, los procesos globalizadores anteriores y las peculiaridades regionales. De
hecho la tendencia a la globalización de la vida económica y política, y con ello de
las relaciones internacionales que hasta hace poco eran esencialmente
interestatales, ha generado un recurrente cuestionamiento respecto a la virtual
pérdida de poder y finalmente extinción del Estado – Nación, uno de los
componentes más importantes del sistema mundial. De ahí que se planteen
hipótesis sobre su reforma y eventual superación. Una de ellas es la del Estado
(macro) Región, de Zaki Laidi, quien plantea que probablemente estamos en una
etapa similar al tránsito entre el Estado feudal y el Estado Nación, cuya evolución
sería hacia ese Estado – Región. Este se parecería a lo que hoy es, por ejemplo, la
Unión Europea. Para él, el Mercado Común Suramericano (MERCOSUR), la
Comunidad Andina de Naciones (CAN) o el Mercado Común Centroamericano
(MCCA) no reúnen estos requisitos, en tanto son simplemente áreas de negocios
desarancelizadas o con bajos aranceles. Otra variante es la del Mega – Estado, de
Peter Druker. Este autor, aunque habla de un Mega Estado, en el fondo es el
mismo del concepto. No obstante, su fórmula se acerca más al imperio colonial que
a los procesos de integración. El fondo imperial se manifiesta al señalar que la UE
sería el eje de todas sus ex colonias, EEUU del hemisferio occidental, Japón y los
llamados “mini japoneses” sobre la región asiática con excepción tal vez de China e
India. A dicha unidad se llegaría, no a través de la fuerza militar y la dominación,
sino a través de la transnacionalización y el control económico y tecnológico. Otra
de las propuestas es la del Estado (micro) Región, de Kenichi Ohmae. Este se
refiere a las regiones al interior de los actuales Estados. Enfatiza en el papel que
jugarían aquellas regiones internacionales cuya capacidad productiva constituye la
locomotora de la economía nacional, que son las que verdaderamente generan el
desarrollo y el crecimiento pues el resto es arrastrado por ellas. Esas regiones se
interconectarían entre sí, independientemente del Estado o de las políticas de su
gobierno central. De tal suerte, si en otras de las hipótesis, el despojo de los
atributos del Estado – Nación es por arriba, como en el Estado (marco) Región, o
en forma piramidal, como en el Mega – Estado, aquí el mencionado despojo es por
“abajo” y por los “costados”. Además, se han manejado otras propuestas sobre el
tema, especialmente la del Estado – Red, de Manuel Castells, la del Estado Neo –
Medieval, de Hedley Bull y la del Estado Postmoderno, de Robert Cooper. En
todas las formulaciones se alude a esto como un proceso natural. Sin embargo,
igualmente las lecciones de los clásicos del Marxismo en tal sentido ayudan a
comprender el fenómeno. Tanto Marx, como Engels y Lenin se refirieron en su
momento al tema de la futura superación del Estado nacional, pero con un enfoque
cualitativamente diferente. En el Anti-Dühring, ya Engels había dicho que “El
Estado no será abolido, irá extinguiéndose”, pero eso, en contraposición en su
momento a los anarquistas, aplicándolo no al Estado burgués que según él mismo
si es destruido por el proletariado en la revolución, mientras el que se extingue a
medida que van desapareciendo las clases, es el Estado proletario. Lenin,
igualmente se había referido en varios de sus trabajos al tema del problema
nacional como problema mundial, así como al asunto de la futura extinción del
Estado nacional, pero sobre todo haciendo énfasis en el papel de la
autodeterminación, la soberanía y las condiciones del capitalismo. De acuerdo con
sus análisis, el capitalismo conoce dos tendencias históricas en su desarrollo: el
despertar de la vida nacional y la creación de Estados nacionales y la segunda, el
desarrollo y la multiplicación de las relaciones de todo tipo entre las naciones, el
derrumbamiento de las barreras nacionales, la formación de la unidad internacional
del capital, de la vida económica en general, de la política, de la ciencia, etc.
Considera a ambas como ley universal del capitalismo, sólo que la primera
predomina en los albores del desarrollo del capitalismo y la segunda es
característica del capitalismo maduro. Al mismo tiempo insistía en la conexión entre
dicho problema y la autodeterminación, cuando expresaba: “Reclamamos la
libertad de autodeterminación, es decir, la independencia, o sea, la libertad de
separación para las naciones oprimidas, no porque soñemos con el
fraccionamiento económico o con el ideal de los pequeños Estados, sino, por el
contrario, porque queremos grandes Estados, porque aspiramos al acercamiento e
incluso a la fusión de las naciones, pero sobre una base verdaderamente
democrática y verdaderamente internacionalista, que es inconcebible sin la libertad
de separación”. Insistía en que el proletariado celebra cualquier asimilación de
naciones, excepto la que se lleve a cabo por la fuerza o se base en privilegios.
Estaba claro Lenin sobre la imposibilidad de la igualdad de las naciones bajo el
imperialismo, tal como ocurre en nuestros días. Desde entonces alertaba
igualmente, en que no se puede acelerar artificialmente la fusión de las naciones,
así como en la gradualidad de dicha fusión. Es evidente que la propia evolución del
sistema capitalista ha dado lugar a cambios estructurales, los que han traído una
profunda concentración del poder económico a escala global, que a la vez, ha
acentuado las diferencias entre los Estados y los desniveles económicos y sociales
a escala interna. De tal suerte, también la agenda internacional adquiere mayores
dimensiones por la incorporación de cuestiones que hasta ahora quedaban en el
plano de acción estatal. Esos cambios estructurales se pueden definir en tres
vertientes de análisis: Una es el gran número de asimetrías en la autoridad de los
Estados; otra, los cambios en la autoridad del Estado, hacia arriba, hacia los lados
y en algunos también hacia abajo y la tercera, como resultado de la integración de
la economía mundial, tanto en las finanzas, como en transporte, comunicaciones y
producción, aparecen responsabilidades que ningún Estado (tal como existen
estructuralmente hoy) podría asumir completamente. Ciertamente, un conjunto de
factores internos y externos socavan hoy el rol histórico del Estado Nación. Por
tanto, al ser el sistema complejo por la cantidad y el alto índice de heterogeneidad
de los actores, también se vuelve más compleja la estructura mundial. Así el
Estado Nación está siendo penetrado y condicionado por esos actores
transnacionales, muchos de los cuales existían antes bajo el amparo y la autoridad
mayor o menor del propio Estado. Ello evidencia además, que muchas funciones
que antes le competían, muchos de sus atributos se han desplazado a manos
transnacionales. Por otra parte, es preciso considerar que la complejidad del
sistema y de las relaciones internacionales se manifiesta igualmente en el hecho de
que los Estados Nación y los Actores Transnacionales operan de distintas formas
en el sistema mundial. Hoy las relaciones interestatales se dan principalmente en el
campo diplomático y militar, siguiendo criterios de inter relacionamientos que
privilegian la soberanía, mientras las relaciones transnacionales centran la atención
de los distintos actores en otros segmentos de la realidad que tienen que ver con el
campo económico, social, ecológico, cultural y forman una trama de relaciones que
existe por sí misma como una realidad transfronteriza y fuera de todo esquema
territorial soberano. Frente a esos diagnósticos y propuestas de modificaciones,
vale aclarar que el Estado está en crisis, no por su obsolencia como institución,
sino porque tiene nuevos desafíos. Sigue siendo importante y necesario. Tal como
decía Marx en la teoría sobre el Estado, queda muy claro que la dictadura de una
clase es necesaria, no solo para toda sociedad de clases en general, no solo para
el proletariado después de derrocar a la burguesía, sino para todo el período
histórico que separa al capitalismo de la “sociedad sin clases”, del comunismo. Por
ello es importante que, desde una postura política de izquierda y pensando en la
máxima que reza que el valor de una obra realizada por un latinoamericano, vale
tanto cuanto más contribuya a la emancipación latinoamericana, es preciso pensar
en las dimensiones que erosionan al Estado y la manera cómo podrían encarar el
futuro.
Dimensiones para reflexionar en lugar de conclusiones
El papel de los Estados Nacionales debe ser altamente importante en los procesos
de cambios internos y globales que tienen lugar en nuestro tiempo, para lo cual
requieren de profundas reformas. Cada Estado nación, amén de no someterse y
asumir los desafíos reformándose hasta donde la capacidad y exigencia de la
comunidad nacional llegue, debe poner en claro cuestiones como: el rol que dentro
del sistema internacional ocupa, la participación que tiene en los foros y
mecanismos internacionales, fortalecer la política exterior y lograr una actuación
más proactiva en el plano externo. Igualmente, el papel de la “cultura global” y de
las diferenciaciones culturales, el grado de soberanía que detenta y el significado
de la integración regional. Esto último porque si bien es cierto que los procesos de
integración hacen perder autonomía al Estado Nación, la compensan con el
fortalecimiento institucional, así como de atenuación y pérdida de marginalidad a
nivel internacional. La integración ofrece la oportunidad a los Estados nacionales
menos desarrollados sobre todo, para defender la supervivencia de las
instituciones nacionales, que de hecho pueden y han entrado en crisis al no poder
ofrecer opciones de desarrollo a toda la comunidad nacional. Dentro de una lógica
integracionista de mayores alcances, el mundo subdesarrollado y América Latina
en particular, ganarían más capacidad de maniobra y fortaleza dentro de la
complejidad del mundo de hoy. Tal como se ha constatado, el Estado en América
Latina ha perdido capacidad reguladora y centralidad, pero lo que está
verdaderamente en crisis es la forma de Estado que ha funcionado hasta ahora. De
ahí la vitalidad de la propuesta que descansa en la necesidad de un “nuevo
contrato social” más inclusivo y que favorezca una sociabilidad democrática en las
esferas del trabajo, las reformas de la sociedad civil, la defensa del patrimonio
nacional y regional. Dentro de esa perspectiva se fundamenta la visión de Boa
ventura de Sousa Santos respecto al Estado como un “novísimo movimiento
social”, alternativa a la variante del Estado empresario del neoliberalismo y del
llamado “fascismo societal”.
La subordinación del Estado al Derecho: Concepto y fundamentación
Soberanía y Poder
El Estado es un ente que ostenta soberanía, cualidad que se traduce en
superioridad sobre las sociedades menores subordinadas y sobre los individuos
que las conforman. «Sociedad soberana es, en su órbita, la que está sobre las
demás, aquella a la cual éstas se encuentran subordinadas, aquella que puede
decir la palabra definitiva, decisoria, en una materia». Esta supremacía del Estado
implica jerarquía, y se traduce en la potestad de decidir en última instancia, sin
apelación, en los asuntos que le corresponden y le son propios. Ahora bien, esta
potestad de suprema decisión requiere del Poder, mando incontrastable que se
arma de todos los medios, expresiones y concreciones indispensables para la
ejecución cabal de sus providencias. Sin embargo, la Soberanía y el Poder del
Estado no son absolutos, tienen límites objetivos que vienen dados por la misma
naturaleza del Estado y por la norma jurídica, cuya principal misión es el
establecimiento de la justicia y del bien común.

Límites de la Soberanía y del Poder


La composición del Estado y su fin son principios de limitación efectiva de la
Soberanía y del Poder. Si el Estado se conforma de seres humanos que son la
materia de la cual se hace al tiempo que el principio que lo origina, pues la
sociabilidad brota de la propia naturaleza del hombre-, no puede atentar contra el
mismo principio de su existencia. Así, el respeto de los derechos subjetivos y la
observancia de la Moral, cuyos principios y reglas se deducen de la misma
naturaleza humana y de su bien, son las primeras normas del obrar estatal. Los
derechos subjetivos limitan el poder del Estado, pues significan aquellos medios
indispensables para que la persona pueda lograr, por su propia labor, su perfección
ontológica; al tiempo que traducen la libertad y autonomía propias del ser humano.
Pero, dichos derechos no son absolutos y tampoco lo es la libertad humana; deben
acoplarse a la razón y al bien común, por lo que el mismo Poder del Estado,
prudente y racionalmente ejercido, tiene la prerrogativa de regularlos y limitarlos.
Por otra parte, el fin que busca la sociedad política, como ser temporal, es el bien
común de la misma dimensión; por tanto, no le competen asuntos relacionados con
el bien común trascendente, de índole espiritual y eterna. Así mismo, siendo su fin
de carácter público, no tiene competencia para inmiscuirse directamente en
asuntos privados de sus miembros, tales como elección de vocación, relaciones
familiares, vida religiosa, etc. La misión subsidiaria del Estado, por último,
determina los márgenes de su acción, pues no se trata de ahogar la iniciativa
particular en un totalitarismo violador de la libertad, sino de complementar dicha
iniciativa cuando es insuficiente e impotente para satisfacer las necesidades
apremiantes de la vida social. El Derecho Público el conjunto de todos estos límites
objetivos del Poder y de la Soberanía del Estado proviene de su naturaleza y
configuran el Derecho al que el Estado está sujeto y de que no puede apartarse sin
renunciar a su ley constitutiva y esencial. Derecho que, tanto en su fondo como en
su forma, no es el que rige las relaciones interindividuales, sino el derecho propio
del cuerpo y de la institución estatal, es decir, el derecho público o político. «No se
trata, en efecto, de someter al Estado a una norma exterior "apolítica", sin relación
con la materia misma a la que debe dedicar sus esfuerzos, sino a una norma
directamente basada en las exigencias funcionales de lo político y que lo regula
según su principio propio. De este modo, no sólo se concilia muy bien la soberanía
estatal con la sumisión del Estado a un derecho objetivo, de naturaleza
propiamente política, sino que no se comprende ni concibe sino mediante esta
sumisión: el concepto de una soberanía absoluta del Estado o de sus órganos,
haciendo abstracción del fin propio del Estado, destruye la idea misma de la
agrupación estatal. Por alto que sea un poder, aunque sea soberano, permanece,
por su naturaleza de poder, encadenado a su función, dominado por su fin. O, si
no, deja de ser un poder de derecho para degenerar en un puro fenómeno de
fuerza». La articulación de los sujetos de la relación jurídica de derecho público,
Estado e individuos, requiere de una instrumentación jurídico-formal por la que los
"derechos se ejercen" y los "deberes se cumplen". Ello genera una serie de
regulaciones normativas (permisiones y prohibiciones) que se conocen con el
nombre de "legalidad administrativa", trasunto lógico de la sumisión del Estado al
Derecho, que constituye el conjunto de reglas jurídicas (de legitimidad) y políticas
(de oportunidad) a la que debe ajustarse el obrar público, pues aquella legalidad es
conformadora y limitadora de la actuación pública, estatal o no. Necesidad de
mecanismos de control en el Estado de Derecho. Pero la vigencia del Estado de
Derecho y del principio de legalidad exige, así mismo, mecanismos control de la
actividad de los titulares de las funciones públicas. «Esos mecanismos de control
han sido calificados de diferentes maneras. Así por ejemplo, se habla de:
a) Controles preventivos y controles represivos: Los primeros son las normas y
procedimientos que debe cumplir la actividad administrativa; los segundos son
aquellos que se realizan como concreción de poderes jerárquicos o de tutelas,
ejercidos por la misma Administración, y los que se realizan a través del ejercicio
de la función jurisdiccional.
b) Controles indirectos: (Organización administrativa, regularidad, eficiencia, control
jerárquico) y controles directos (Recursos, acciones).
c) Control administrativo, control legislativo y control judicial».
El Estado de Derecho
Consiste en la sujeción de la actividad estatal a la Constitución y a las normas
aprobadas conforme a los procedimientos que ella establezca, que garantizan el
funcionamiento responsable y controlado de los órganos del poder, el ejercicio de
la autoridad conforme a disposiciones conocidas y no retroactivas en términos
perjudiciales, y la observancia de los derechos individuales, colectivos, culturales y
políticos. El concepto de Estado de Derecho se desarrolló durante el liberalismo y
encuentra, entre sus fuentes filosóficas, las obras de Kant y de Humboldt. Ambos
llegaron a la conclusión de que la acción estatal tiene como límite la salvaguardia
de la libertad del individuo. Aunque la idea aparecía claramente en sus escritos, el
primero que utilizó la expresión (Rechtstaat) fue el jurista y político alemán Robert
von Mohl. El concepto de Estado de Derecho es una respuesta
del constitucionalismo contiene dos elementos básicos, que por mucho tiempo han
sido considerados como sinónimo del Estado de Derecho: la supremacía de la
Constitución y la separación de funciones en el ejercicio del poder. La Constitución
francesa de 1791 incluyó en su artículo 16 la expresión que luego se convertiría en
el dogma del constitucionalismo liberal: “Toda sociedad en la cual la garantía de los
derechos no esté asegurada, ni se adopte la separación de poderes, carece de
Constitución”. En el siglo XX el Estado de Derecho ha tenido como contrapunto al
totalitarismo. Por eso Zippelius señala que el Estado de Derecho está orientado a
vedar la expansión totalitaria del Estado. El totalitarismo se caracterizó por la
supresión de libertades individuales y públicas, incluyendo la proscripción de
partidos, de órganos deliberativos y de libertades de tránsito, reunión y expresión.
Eso no obstante, el totalitarismo procuró legitimarse a través de instrumentos
jurídicos. Con excepción del comunismo y del corporativismo, que desarrollaron un
aparato formalmente constitucional, el falangismo, el nacional-socialismo y el
fascismo se expresaron a través de diversas leyes que no llegaron a conformar un
cuerpo sistemático. Hitler gobernó esencialmente apoyado por la Ley de
Autorización de 1933, que lo facultaba para legislar a su arbitrio. Con fundamento
en esa delegación parlamentaria expidió, entre otras, las leyes racistas de
Núremberg de 1935. En Italia subsistió la vigencia formal de Estatuto Albertino de
1848, pero diversas leyes consolidaron el poder de Mussolini. Además de la
integración del Gran Consejo del Fascismo, su más importante disposición fue la
Ley Acerbo de 1923, donde incluyó la “cláusula de gobernabilidad”: al partido que
obtuviera la mayoría simple en las elecciones se le atribuía automáticamente la
mayoría absoluta en el parlamento. En 1925 Mussolini fue investido de facultades
delegadas para legislar, y su principal decisión fue integrar, en 1926, del Tribunal
Especial para la Defensa del Estado, que varios autores han considerado la
verdadera ley fundamental del régimen. Por eso los aspectos de naturaleza
estrictamente formal (contar con una Constitución, por ejemplo) fueron
considerados insuficientes para identificar al Estado de Derecho. De ahí que
Zippelius haya planteado que el Estado de Derecho se rige por dos principios
básicos: el de proporcionalidad (que haya una relación adecuada entre el daño y el
beneficio que causan los actos estatales), y el de exceso (que no se afecten los
intereses en una medida superior a la necesaria). La expresión “Estado de
Derecho” no es admitida por Kelsen, para quien existe identidad del orden estatal y
del orden jurídico. Así, “todo Estado tiene que ser Estado de Derecho en sentido
formal, puesto que todo Estado tiene que constituir un orden coactivo... y todo
orden coactivo tiene que ser un orden jurídico”. Ahora bien, el mismo autor admite
que se puede hablar de un Estado de Derecho material para aludir a la cuestión de
en qué medida se exigen garantías jurídicas concretas para asegurar que los actos
jurídicos individuales se corresponden con las normas generales. Aludiendo al
cuestionamiento kelseniano, García-Pelayo señala que la idea del Estado de
Derecho tiene sentido desde el punto de vista jurídico y político, en tanto que
representa la funcionalidad del sistema estatal, e introduce en ese sistema la
normalización, la racionalidad y, por ende, la disminución de factores de
incertidumbre. Son pocas las constituciones que adoptan expresamente el principio
de Estado de Derecho. Ocurre así en el caso de la Federación Rusa (a. 1º), de
Honduras (a. 1º), de la República de Sudáfrica (a. 1º c), y de Rumania (tít. 1º, a. 4),
por ejemplo. En la Constitución de Chile (a. 6º) se establece que “los órganos del
Estado deben someter su acción a la Constitución y a las normas dictada.

Requisitos

1. Deben crearse diferentes órganos de poder del estado y cada uno de ellos
debe asumir una de las funciones de gobierno.
2. Esos órganos de poder del estado deben actuar autónomamente. Es decir,
sus dictámenes o decisiones no pueden ser invalidadas, modificadas o
anuladas por otro órgano.
3. Debe estar establecida la forma en que se nombran los titulares del
respectivo órgano, y las solemnidades y procedimientos para poner término
a sus cargos.
4. El poder debe estar institucionalizado y no personalizado, vale decir, debe
recaer en instituciones jurídico-políticas y no en autoridades específicas, las
cuales tienen temporalmente el poder en sus manos mientras revisten su
cargo.
5. Tal vez el requisito más importante tiene que ver con que tanto las normas
jurídicas del respectivo estado como las actuaciones de sus autoridades
cuando aplican dichas normas jurídicas, deben respetar, promover y
consagrar los derechos esenciales que emanan de la naturaleza de las
personas y de los cuerpos intermedios que constituyen la trama de la
sociedad.

Estado de derecho en el sentido formal

Un estado de derecho es donde la ley es el instrumento preferente para guiar la


conducta de los ciudadanos. La transparencia, predecibilidad y generalidad están
implícitas en él. Esto conlleva a que se facilite las interacciones humanas, permite
la prevencion y solución efectiva, eficiente y pacífica de los conflictos; y nos ayuda
al desarrollo económico sostenible y a la paz social. Para un Estado de Derecho
efectivo es necesario:
• que el derecho sea el principal instrumento de gobierno.
• que la ley sea capaz de guiar la conducta humana.
• que los poderes la interpreten y apliquen congruentemente.
El Estado de Derecho en el sentido material
El vínculo a la observación de las leyes sería inútil e ineficaz si no se pudiera
garantizar que las leyes que ellos mismos son los garantes de los derechos
fundamentales. Por lo tanto, los elementos formales del Estado de Derecho se
han desarrollado y ampliado por parte de elementos materiales del Estado, en
particular mediante la adopción de normas que protegen los derechos
fundamentales. Por ejemplo, la Constitución federal de la Confederación Suiza
establece:
Art. 5 Principios de la actividad del Estado regidos por el derecho
1. El derecho es la base y el límite de la actividad del Estado.
2. La actividad del Estado debe responder a un interés público y ser
proporcionada al fin buscado.
3. Los órganos del Estado y los particulares deben actuar de manera
conforme a las reglas de la buena fe.
4. La Confederación y los cantones deben respetar el derecho internacional.[1]
Ejemplos de concreción material para el Estado de Derecho (extraídas del
catálogo de los derechos fundamentales de la Constitución Federal de la
Confederación Suiza de 18 de abril de 1999):
Art. 7 La dignidad humana
La dignidad humana debe ser respetada y protegida.[]
Art. 8 Igualdad ante la ley
1. Todos los seres humanos son iguales ante la ley.
2. Nadie podrá ser discriminado, en particular a causa de su origen, raza,
sexo, edad, idioma, posición social, el modo de vida, convicciones
religiosas, filosóficas o políticas, o por causa de una deficiencia corporal,
mental o psíquica.
3. El hombre y la mujer son iguales en derechos. La ley debe garantizar su
igualdad de derecho y de hecho, en particular en los dominios de la familia,
la educación y el trabajo. El hombre y la mujer tienen derecho a un salario
igual por un trabajo de igual valor.
4. La ley procurará medidas encaminadas a la eliminación de las
desigualdades que afectan a las personas con discapacidad.[
El estado constitucional del derecho
Según algunos autores, la presencia de una constitución rígida y del control de
legitimidad constitucional daría lugar a una legitimidad constitucional del Estado de
Derecho en lo que se describió como Estado constitucional del derecho. Conforme
a ella”, con lo cual sin hacerse referencia directa al Estado de Derecho, se enuncia
su significado.
El proceso legislativo
Principios
• Todas las normas jurídicas forman parte de una gran sistema normativo,
que cubre diversas escalas en orden vertical (jerarquía de la norma) y
horizontal (de acuerdo con los ámbitos federal, estatal o municipal).
• En México, la norma debe ser escrita y haberse publicado para que tenga
vigencia.
• Ninguna norma debe oponerse a otra. De hacerlo, el órgano jurisdiccional
determina cuál prevalece o, en todo caso, en qué condiciones prevalecen
ambas.
• Toda norma debe encontrar un fundamento para su emisión.
• El fundamento debe ser una norma superior.
• La norma superior se refiere tanto a la materia como a la competencia del
órgano que emite la norma.
Motivación de la ley
Todo acto normativo o administrativo debe emitirse conforme a una racionalidad:
• Lógica de la autoridad.
• Conforme a las necesidades y prioridades públicas.
• La motivación busca que el ciudadano comprenda y acepte la norma de
carácter general.
• Ante su omisión o defecto, procede el amparo.
Formalidad en el proceso
Etapas de la formación de las leyes
En el proceso legislativo existen seis etapas:
• Iniciativa. Es una facultad con características a la vez políticas y técnicas.
Otorgada normalmente a los poderes Legislativo y Ejecutivo.
• Discusión. Proceso deliberativo ejercido por los cuerpos colegiados de
representación.
• Aprobación. Puede ser total o parcial.
• Sanción. Aceptación del decreto por parte del Ejecutivo. De no aceptarse,
procede el veto.
• Publicación. Acto por el cual la norma ya sancionada se da a conocer a
quienes deben cumplirla. Se realiza por los órganos oficiales de difusión
(DOF y gacetas).
• Iniciación de la vigencia. La norma debe tener un criterio de inicio de
vigencia. Por lo regular, es al día siguiente de su publicación.
El Veto
El veto es la facultad que tiene el Jefe de Estado para oponerse a una ley o
decreto, que el Congreso envía para su promulgación es un acto en el que el
Ejecutivo participa en la función legislativa.
Esto forma parte del sistema de contrapesos entre el Poder Ejecutivo y el Poder
Legislativo, de este modo, mientras el Presidente puede vetar la legislación, el
Congreso de la Unión puede superar ese veto con un voto de dos tercios de
ambas cámaras.
El Veto Legislativo
El Congreso puede sobreponerse al veto presidencial, sometiendo a votación la
iniciativa, y si ésta es aprobada por los dos tercios de los miembros presentes de
ambas cámaras, tendrá carácter de ley sin importar las objeciones del ejecutivo.
El veto legislativo permite al Congreso bloquear una acción del Ejecutivo, a veces
con aprobación del presidente y a veces sin ella. Este bloqueo obliga a la
dependencia gubernamental afectada a diferir el cumplimiento de la
reglamentación de treinta a sesenta días por lo regular.
El propósito de obstruir mediante el veto las acciones burocráticas de los
administradores, en una reacción de control superlativo a las facultades
reglamentarias del Poder Ejecutivo por parte de los legisladores.
El veto de bolsillo
Existe también el llamado veto de bolsillo, el cual consiste en que si el Congreso
da por concluido el periodo de sesiones antes de que expiren los diez días en que
el ejecutivo recibió la iniciativa, ésta, por no haber sido sancionada, no adquiere
carácter de ley.
Finalidad del Veto
El veto persigue dos finalidades principalmente, la de asociar al ejecutivo en la
responsabilidad de la formación de la ley y la de fortalecer y proteger al Ejecutivo
frente al Legislativo (característico en los países de régimen presidencial y
semipresidencial).
Otras finalidades del veto.
a) Evitar la precipitación en el proceso legislativo, tratándose de impedir la
aprobación de leyes inconvenientes o que tengan vicios constitucionales.
b) Capacitar al ejecutivo para que se defienda "contra la invasión y la imposición
del legislativo".
c) Aprovechar la experiencia y la responsabilidad del Poder Ejecutivo en el
procedimiento legislativo.
La función jurisdiccional
Concepto de jurisdicción y función jurisdiccional
• Jurisdicción, proviene de la expresión latina iuris dictio que significa 'decir el
Derecho' y alude a la función que asume el Estado, a través de los jueces y
tribunales, de administrar la justicia, aplicando el Derecho a los casos
concretos que se les presentan. En este sentido se habla también de
función jurisdiccional y corresponde a los juzgados y tribunales
determinados por las leyes.
• En sentido estricto, por jurisdicción se entiende la función pública de
administrar justicia, emanada de la soberanía del estado y ejercida por un
órgano especial. Tiene por fin la realización o declaración del derecho y la
tutela de la libertad individual y del orden jurídico, mediante la aplicación de
la ley en los casos concretos, para obtener la armonía y la paz sociales.
• Tomando estos conceptos en cuenta, se puede definir a la jurisdicción
como: El poder emanado del estado, aplicado por órganos dedicados a la
función de administrar justicia, para investigar y sancionar delitos e ilícitos
de toda clase o adoptar medidas de seguridad ante ellos, mediante la
aplicación de la ley.
• Función Jurisdiccional, es la que realizan los órganos, ordinarios o
especiales, de la jurisdicción, y que se traduce en la aplicación del derecho
por la vía del proceso.
• José Becerra Bautista, nos ofrece la siguiente definición de la función
jurisdiccional: “Es la facultad de decidir, con fuerza vinculativa para las
partes, una determinada situación jurídica controvertida”.
La función jurisdiccional desde el punto de vista formal y material
• La función jurisdiccional desde el punto de vista formal alude a la
organización constitucional que asigna la tarea de ejercer dicha función al
poder judicial de la federación, fundamentalmente para preservar el
derecho.
• La función jurisdiccional desde el punto de vista formal, es la actividad que
normalmente corresponde al poder judicial.
• Para caracterizar a la función jurisdiccional es necesario también considerar
el criterio material y detenernos en los elementos propios lógicos o
naturales del acto jurisdiccional.
• La función jurisdiccional es una actividad del estado subordinada al orden
jurídico, productora de derechos, en los conflictos concretos o particulares
que se le someten para comprobar la violación de una regla de derecho y
adoptar la solución adecuada.
• La finalidad del acto jurisdiccional es declarar imparcialmente el derecho en
los casos controvertidos o de conflictos que son de su competencia. En
todo acto jurisdiccional estamos en presencia de un conflicto de intereses
que amerita la intervención judicial para mantener el derecho o la
naturaleza del derecho controvertido. Establecida la litis, ofrecidas las
pruebas, la sentencia es la culminación de ese proceso.
• El acto jurisdiccional es imparcial, hace cierto y establece el derecho
dudoso o incierto que se ha planteado al juez.
ORGANIZACIÓN DE LA FUNCIÓN JURISDICCIONAL
Justicia y jueces.
• Los fines de la jurisdicción solo pueden ser alcanzados mediante un órgano
jurisdiccional cuya composición permita su adecuado funcionamiento y
mediante unas normas positivas de derecho procesal que sean aptas para
los mismos propósitos.
• Es este el problema fundamental de la justicia. Las normas positivas de
derecho material resultan ineficaces si no es posible su adecuada actuación
en los casos particulares, mediante un proceso; y esto no se logra sino
cuando se dispone de esos dos medios indispensables que son: El órgano
calificado para hacerlo y las normas procesales adecuadas para su
intervención.
Jueces y órgano jurisdiccional
• Son los jueces y magistrados las personas encargadas de administrar
justicia; pero no son el órgano jurisdiccional, ya que éste existe
independiente de las personas físicas que ocupan sus cargos.
• Los jueces y magistrados personifican los diversos despachos en que se
descompone el órgano jurisdiccional: Corte, tribunales, juzgados; pero no
se confunden con ellos.
• Teóricamente, la justicia se administra por esos órganos o entidades, no
por un juez o magistrado; es el juzgado, el tribunal o la corte, quienes
pronuncian las sentencias.
La carrera judicial
• Se entiende por carrera judicial la organización de los funcionarios
jurisdiccionales a base de permanencia, estabilidad, escalafones y
ascensos, mediante concursos de méritos.
• La carrera judicial implica que se ingrese a la judicatura en el grado inferior,
previo el cumplimiento por parte de los candidatos de los requisitos
establecidos y el sometimiento a la aprobación de un curso especial de
postgrado de tiempo completo y duración no menor de dos años, sin
necesidad de estar desempeñando un cargo de juez.
• Para las promociones a grados superiores se consideran como únicos
candidatos quienes hayan ingresado a la carrera y estén desempeñando
cargos inferiores, o similares pero en lugares de menor importancia.
• Cuando se produzca una vacante para juez y existan funcionarios de
carrera con antecedentes meritorios, en cargos de igual jerarquía, pero
ubicados en lugares menos importantes, lo pertinente es llenarla con el
traslado de uno de aquellos y abrir el concurso para la vacante que deje el
favorecido. El traslado debe ser también por concurso de meritos y
antecedentes.
Clasificación de los órganos, despachos u oficios judiciales
• I. Desde el punto de vista de sus funciones.
• Según la clase de jurisdicción que en ellos se ejerce, se distinguen en
ordinarios y especiales.
• También se distinguen los judiciales propiamente dichos y los de policía;
• Pueden distinguirse asimismo los encargados de juzgar y los que tienen por
función única instruir o preparar los procesos.
• También se distinguen los que ejercen jurisdicción juzgando o instruyendo y
los que solo desempeñan un papel de colaboradores, solicitantes o
requirentes, como el Ministerio Publico.
• También los hay superiores e inferiores, entre los varios de la misma
jurisdicción.
• II. Desde el punto de vista de su composición y formación
• Existen órganos y despachos únicos y múltiples, según que existan o no
varios de la misma categoría en cada país
• Los hay singulares y colegiados, los primeros formados por un solo juez, y
los últimos, por varios, que ejercen sus funciones simultánea y
conjuntamente, en salas plurales.
• En un sentido relativo, puede hablarse de órganos u oficios permanentes y
temporales; aquellos, cuando forman parte de la organización judicial
(juzgados, tribunales, corte, consejo de estado) y estos, cuando sólo
ocasionalmente ejercen funciones jurisdiccionales, como sucede con los
tribunales de árbitros y los jurados para ciertos procesos penales.
Institución de la función jurisdiccional
La función jurisdiccional es instituida por el estado mediante tres actos básicos:
• En primer lugar el estado crea los órganos jurisdiccionales ante los cuales
deben los particulares formular sus demandas y hacer valer sus
pretensiones en ejercicio del derecho de acción.
• En segundo lugar, y con el objeto de que la actividad jurisdiccional se
desenvuelve en forma ordenada y eficaz, el estado señala a cada órgano
jurisdiccional el ámbito de su competencia.
• En tercer lugar, con el objeto de hacer posible el conocimiento y la decisión
de la controversia y normar la actividad de los sujetos procesales, el estado
dicta las normas de procedimiento es decir, instituye el proceso.
Elementos que pueden utilizarse para caracterizar a la función jurisdiccional
• La función jurisdiccional puede caracterizarse por su motivo o por su fin, es
decir, por el elemento que provoca esa función y el resultado que con ella
se persigue.
• La función jurisdiccional supone, en primer término, una situación de duda o
de conflicto preexistentes; supone generalmente dos pretensiones opuestas
cuyo objeto es muy variable, de aquí se desprende que si el antecedente o
motivo de la función jurisdiccional es un conflicto de derecho que no puede
dejarse a las partes resolver, el primer elemento del acto jurisdiccional
consiste en la declaración que se haga de la existencia de tal conflicto.
• Así, el primer elemento al que nos referimos o sea la declaración de la
existencia del conflicto, constituye un acto que por sí solo no tiene ningún
carácter jurídico, puesto que hasta ese momento no hay más que una
simple operación lógica de formulación de un silogismo en que la mayor
está representada por la norma o situación jurídica que se pretende
afectada, la menor por el hecho, estado o situación, que se estima contrario
a aquélla, y la conclusión, por la declaración de si existe o no tal
contradicción.
• Si ahora se considera la finalidad de la función jurisdiccional se llega a
conocer el otro elemento que la caracteriza.
• La función jurisdiccional está organizada para dar protección al derecho,
para evitar la anarquía social que se produciría si cada quien se hiciera
justicia por propia mano; en una palabra para mantener el orden jurídico y
para dar estabilidad a las situaciones de derecho.
• Si esto es así, la función jurisdiccional no puede limitarse a declarar que
hay una situación de conflicto pues a esa conclusión puede llegar cualquier
particular sin que ni en este caso, ni el de que conozca una autoridad, se
satisfagan los fines a los que se quiere llegar. La sentencia, debe como
consecuencia lógica de la declaración que contiene completarse con una
decisión que haga cesar el conflicto y que ordene restituir y respetar el
derecho ofendido.
Limites de función jurisdiccional
• Hablar de los límites de la función jurisdiccional es delimitar la esfera de
atribuciones que corresponden al poder judicial en general o a cada
juzgado o tribunal en particular.
• Jaime Guasp enseña que los límites de la jurisdicción se determinan sobre
la base de tres criterios, subjetivo, objetivo y atendiendo a la actividad
específica que la jurisdicción es:
• El criterio subjetivo como límite de la jurisdicción, tiene como base la
calidad de los sujetos que se encuentran excluidos del poder jurisdiccional.
En principio, todos los sujetos que habitan o están en el país, sean
nacionales o extranjeros, se encuentran sometidos a la jurisdicción.
• Respecto de los nacionales, están excluidos de la jurisdicción penal que no
de la civil, los altos funcionarios de la Federación y de los Estados, los
cuales no pueden ser procesados sin que previamente sean desaforados
mediante un procedimiento en el que intervienen las Cámaras de Diputados
o Senadores. Por lo expuesto, el fuero viene a ser un obstáculo que impide
al Estado juzgar a un alto funcionario, en consideración a la importancia del
empleo que desempeña, sin que previamente se determine la seriedad de
la infracción.
• Atendiendo a normas de carácter internacional, establecidas sobre la base
del respeto mutuo y la soberanía de los Estados, ciertos extranjeros se
encuentran excluidos de la función jurisdiccional, como es el caso de los
jefes de Estado extranjeros en visita oficial, sus familiares directos, los
embajadores y personal extranjero de la embajada.
• Los límites objetivos de la jurisdicción, se establecen en consideración a
datos externos, materiales, para delimitar la actuación del órgano
jurisdiccional. Los límites objetivos se constituyen por la materia que es
objeto de la contienda (civil o penal); el valor de los bienes en disputa; la
circunscripción territorial donde se actúa y, por último, la jerarquía del
órgano jurisdiccional que conoce del asunto, dando lugar a la competencia
por razón de la materia, valor, territorio y grado.
• Los límites de la jurisdicción considerada como actividad estatal, según
Jaime Guasp se descompone en tres datos esenciales que son: El lugar, El
tiempo y la forma en que el acto jurisdiccional se desarrolla.
• Por lo que al lugar se refiere, éste constituye un límite a la función
jurisdiccional puesto que solo es eficaz la actuación judicial cuando se
desenvuelve dentro del ámbito territorial de actuación asignado a cada
órgano.
• El tiempo como limitante de la función jurisdiccional puede contemplarse
desde dos puntos de vista: la vigencia temporal de las normas jurídicas que
implantaron la jurisdicción, y la actuación judicial en tiempo hábil que como
requisito de validez exigen invariablemente las legislaciones positivas,
condicionando la eficacia del acto procesal a su realización con días y
horas hábiles.
• Por último el límite del acto procesal en cuanto a la forma está determinado
por las reglas de procedimiento que señalan los requisitos que debe
satisfacer el acto procesal, desde la participación de conocimiento, hasta el
examen y decisión de la contienda.
La función jurisdiccional y la función administrativa diferencias
• Para Carnelutti la distinción se funda en la diferencia entre el interés público
en cuanto a la composición de los conflictos y el interés público en el interés
en conflicto, o sea entre el interés público externo y los interese públicos
internos. La función procesal tiende a satisfacer el primero y la
administrativa persigue el desenvolvimiento de los últimos. “la función
administrativa se cumple en el conflicto; la función procesal, en cambio,
actúa sobre el conflicto.
• Lo que constituye la diferencia entre jurisdicción y administración es la
posición del agente. Es criterio externo, porque no se basa en el fin
perseguido, sino en el hecho externo de la posición del juez y de la
administración de obrar: el primero, frente a las partes; la segunda, como
parte.
• Otra diferencia es que en la función jurisdiccional, el juez actúa sobre las
partes y resuelve los conflictos o los intereses no litigiosos sin que el estado
que representa sea parte de ellos; la administración actúa por conducto de
su funcionario como parte en el conflicto o en el asunto que resuelve.
Otra diferencia es que la administración puede obrar no solamente para casos
concretos, sino por vía general, mediante decretos o resoluciones de carácter
abstracto, que obligan a los ciudadanos que se encuentran en las condiciones y
circunstancias previstas, como ocurre con la ley; en cambio que los funcionarios
judiciales no pueden proveer sino para el caso especial y en cada proceso.
Alfredo Rocco sostiene que la función jurisdiccional se distingue de la
administrativa, por lo siguiente:
Mientras que en la actividad administrativa el estado persigue directamente la
satisfacción de sus intereses, en cuanto puede ser directamente la satisfacción de
sus intereses, en cuanto puede ser directamente obtenida.
En la actividad judicial interviene el estado para satisfacer intereses ajenos, o
también suyos, que han quedado incumplidos y que no pueden ser directamente
alcanzados.
En la función jurisdiccional el estado persigue un fin indirecto o secundario, el de
procurar la satisfacción de los intereses individuales o colectivos.
En la administrativa, un fin que le es propio.
La actividad jurisdiccional tiene como fin remover los obstáculos que existen para
la satisfacción de dichos intereses. No satisface directamente intereses concretos,
pero tan solo indirectamente.
En cambio en la administración provee directamente a sus intereses, y en ningún
caso trata de hacer cesar la incertidumbre o la inobservancia de la norma.
La actividad jurisdiccional tienen por objeto relaciones entre particulares, o cuando
tiene por objeto relaciones entre particulares y el estado, se encuentra siempre
frente a los intereses particulares, los cuales se presentan como intereses
tutelados frente al estado, o sea como derecho subjetivo que el Estado está
obligado a respetar.
En cambio en la actividad administrativa el Estado puede ciertamente encontrarse
frente a los intereses de los particulares, pero estos no se presentan nunca como
intereses tutelados, esto es, como derechos subjetivos que el estado puede
respetar.
Bases constitucionales de la función jurisdiccional
La función jurisdiccional que es llamada también función judicial, es la actividad
que le corresponde al poder judicial, con ello tenemos que sus bases
constitucionales aparte de los artículos 13, 14, 16, 17, 21, y 49 son los siguientes.
Articulo 94. Se deposita el ejercicio del poder judicial de la federación en una
suprema corte de justicia, en un tribunal electoral, en tribunales colegiados y
unitarios de circuito y en juzgados de distrito.
La administración, vigilancia y disciplina del poder judicial de la federación, con
excepción de la suprema corte de justicia de la nación, estarán a cargo del
consejo de la judicatura federal en los términos que, conforme a las bases que
señala esta constitución, establezcan las leyes.
La suprema corte de justicia de la nación se compondrá de once ministros y
funcionara en pleno o en salas.
En los términos que la ley disponga las sesiones del pleno y de las salas serán
públicas, y por excepción secreta en los casos en que así lo exijan la moral o el
interés público.
La competencia de la suprema corte, su funcionamiento en pleno y salas, la
competencia de los tribunales de circuito, de los juzgados de distrito y del tribunal
electoral, así como las responsabilidades en que incurran los servidores públicos
del poder judicial de la federación, se regirán por lo que dispongan las leyes, de
conformidad con las bases que esta constitución establece.
El consejo de la judicatura federal determinara el número, división en circuitos,
competencia territorial y, en su caso, especialización por materia, de los tribunales
colegiados y unitarios de circuito y de los juzgados de distrito.
El pleno de la suprema corte de justicia estará facultado para expedir acuerdos
generales, a fin de lograr una adecuada distribución entre las salas de los asuntos
que competa conocer a la corte, así como remitir a los tribunales colegiados de
circuito, para mayor prontitud en el despacho de los asuntos, aquellos en los que
hubiera establecido jurisprudencia o los que, conforme a los referidos acuerdos, la
propia corte determine para una mejor impartición de justicia. Dichos acuerdos
surtirán efectos después de publicados.
La ley fijara los términos en que sea obligatoria la jurisprudencia que establezcan
los tribunales del poder judicial de la federación sobre interpretación de la
constitución, leyes y reglamentos federales o locales y tratados internacionales
celebrados por el estado mexicano, así como los requisitos para su interrupción y
modificación.
Articulo 95. Para ser electo ministro de la suprema corte de justicia de la nación,
se necesita:
I. ser ciudadano mexicano por nacimiento, en pleno ejercicio de sus derechos
políticos y civiles;
II. tener cuando menos treinta y cinco años cumplidos el día de la designación;
III. poseer el día de la designación, con antigüedad mínima de diez años, título
profesional de licenciado en derecho, expedido por autoridad o institución
legalmente facultada para ello;
IV. gozar de buena reputación y no haber sido condenado por delito que amerite
pena corporal de más de un año de prisión; pero si se tratare de robo, fraude,
falsificación, abuso de confianza y otro que lastime seriamente la buena fama en
el concepto público, inhabilitara para el cargo, cualquiera que haya sido la pena;
V. haber residido en el país durante los dos años anteriores al día de la
designación; y
VI. no haber sido secretario de estado, jefe de departamento administrativo,
procurador general de la república o de justicia del distrito federal, senador,
diputado federal ni gobernador de algún estado o jefe del distrito federal, durante
el año previo al día de su nombramiento.
Articulo 96. Para nombrar a los ministros de la suprema corte de justicia, el
presidente de la república someterá una terna a consideración del senado, el cual,
previa comparecencia de las personas propuestas, designara al ministro que deba
cubrir la vacante. La designación se hará por el voto de las dos terceras partes de
los miembros del senado presentes, dentro del improrrogable plazo de treinta días.
Si el senado no resolviere dentro de dicho plazo, ocupara el cargo de ministro la
persona que, dentro de dicha terna, designe el presidente de la república.
En caso de que la cámara de senadores rechace la totalidad de la terna
propuesta, el presidente de la república someterá una nueva, en los términos del
párrafo anterior. Si esta segunda terna fuera rechazada, ocupara el cargo la
persona que dentro de dicha terna, designe el presidente de la república.
Articulo 97. Los magistrados de circuito y los jueces de distrito serán nombrados y
adscritos por el consejo de la judicatura federal, con base en criterios objetivos y
de acuerdo a los requisitos y procedimientos que establezca la ley. Duraran seis
años en el ejercicio de su encargo, al termino de los cuales, si fueran ratificados o
promovidos a cargos superiores, solo podrán ser privados de sus puestos en los
casos y conforme a los procedimientos que establezca la ley.
Sistema parlamentario
Los sistemas parlamentarios deben su nombre al principio fundador de que el
Parlamento es el asiento principal de la soberanía. Por tanto, no permiten una
separación orgánica o rígida del poder entre el gobierno y el Parlamento.
Elementos teóricos

El sistema parlamentario designa una forma de gobierno representativa en la que


el Parlamento participa en forma exclusiva en la dirección de los asuntos del
Estado. En ese sentido, en este sistema la formación del gobierno y su
permanencia dependen del consentimiento de la mayoría parlamentaria. Esa
mayoría puede surgir directamente de las elecciones, o bien, de una coalición. No
es suficiente con que el Parlamento elija al jefe de gobierno para hablar de un
sistema parlamentario. Es necesario también que el Parlamento no comparta con
ningún otro órgano del Estado la dirección de los asuntos públicos.

En este sistema se pueden distinguir los siguientes elementos: un Poder Ejecutivo


-dividido entre el jefe de Estado (monarca o presidente) y el jefe de gobierno
(primer ministro, presidente del gobierno o canciller)y un Poder Legislativo, el
Parlamento, compuesto por dos cámaras: la alta, de donde derivan las de
Senadores o equivalentes (la de los Lores, en Inglaterra, sigue siendo el refugio de
la aristocracia) y la baja, llamada así por ser, desde su origen, la no aristocrática
( de los ,Comunes en Inglaterra, que representa al pueblo, equivalente a la
Cámara de Representantes en Estados Unidos, a la Asamblea Nacional en
Francia o al Congreso de los Diputados en España). Con la excepción inglesa, en
todos los pauses con sistemas parlamentarios los miembros de la Cámara alta
surgen de procesos electorales.

El jefe de Estado tiene una función simbólica que puede ser decisiva en caso de
crisis política profunda (el rey Juan Carlos de España en la transición política, por
ejemplo), pero no dispone de atribuciones políticas, En la práctica, el jefe de
Estado acata la decisión del electorado o la de la mayoría parlamentaria. Las
prerrogativas del Ejecutivo se ejercen por medio del gabinete alrededor del primer
ministro; este gabinete es responsable frente al Parlamento, que en todo momento
puede destituirlo por el voto de una moción de censura o rechazarlo por medio de
una cuestión de confianza. En contrapartida, el primer ministro puede, en nombre
del jefe de Estado, decidir la disolución del Parlamento. El desarrollo del sistema
parlamentario transfirió, así, el poder al Parlamento y, a través de éste, al
gabinete.

El gobierno, en quien recaen el poder y las funciones ejecutivas, surge y se


mantiene gracias al respaldo de la mayoría parlamentaria, pero puede ser
destituido por medio de la moción de censura. Por su parte, el jefe de gobierno o
primer ministro puede plantear la cuestión de confianza como un recurso para
obtener el apoyo de su mayoría; pero si no lo logra, debe renunciar. En caso de un
conflicto irresoluble, el primer ministro puede recurrir a la disolución del
Parlamento ya la celebración de nuevas elecciones.

El primer ministro y su gabinete están sujetos al control político, a través de


diversos mecanismos, por parte del Parlamento. Los más utilizados son las
facultades de investigación, interpelación, información o requerimiento de
comparecencia. No significa que el gobierno está subordinado al Parlamento, sino
que cada uno mantiene su autonomía, aun cuando el gobierno surge de la
mayoría y le rinde cuentas.

Los partidos mayoritarios contribuyen en la preparación y coordinación de la


política del gobierno y enlazan al Ejecutivo con el Legislativo. Los partidos
opositores, por su lado, son los vigilantes más atentos, los más críticos y quienes
exigen mayores controles sobre el gobierno. La integración del Parlamento
traduce la estructura del sistema de partidos. El Parlamento es el resultado del
sistema de partidos en combinación con los mecanismos electorales. Esto es
válido para todos los sistemas políticos, pero en el caso de los sistemas
parlamentarios, entre menos dispersos son los votos y menos polarizado es el
sistema de partidos, se logra dar paso a mayorías salidas y, por tanto, se dota de
mayor estabilidad y eficacia al gobierno.

El sistema de partidos puede ser bipartidista con escrutinio mayoritario (como en


Inglaterra donde, por lo mismo, no hay coaliciones); de pluralismo moderado con
sistema electoral mixto, como en Alemania; con representación proporcional
corregida (España), y de pluralismo polarizado con representación proporcional
(Italia).

El sistema parlamentario es más flexible para gobernar sociedades afectadas por


conflictos étnicos, culturales, religiosos, lingüísticos o ideológicos, precisamente
porque el Parlamento permite la discusión, la confrontación pacífica, la
negociación, el compromiso y la repartición del poder. Este sistema conoce
diversas modalidades, entre las que encontramos la monarquía parlamentaria, la
república y la democracia parlamentaria, que surgen de la mezcla original de la
historia y la cultura políticas y de los diseños institucionales de cada país.
La característica institucional distintiva del sistema parlamentario es la capacidad
del Parlamento electo por votación directa para crear y destituir gobiernos, así
como la facultad del Ejecutivo de disolver el Parlamento, que se combina con el
papel meramente simbólico del jefe de Estado.

Origen y Estructura

La teoría del sistema parlamentario surge en Inglaterra, en donde aparecen por


primera vez las libertades públicas, la separación de poderes y la elección de los
gobernantes. Tiempo después -en la mayoría de los casos luego de la Segunda
Guerra Mundial- otros países adoptaron el modelo parlamentario de organización
del poder político.

Las características institucionales esenciales del sistema parlamentario son,


primero, la división del Ejecutivo entre el jefe de Estado y el jefe de gobierno;
segundo, la responsabilidad del gobierno frente al Parlamento y, tercero, el
derecho de disolución de la Cámara baja. Estas peculiaridades aparecieron en
Gran Bretaña en el curso del siglo XVIII, cuando el gobierno (llamado gabinete) se
disoció del rey y se convirtió en responsable político frente a la Cámara de los
Comunes, aunque conservando la posibilidad de solicitar al rey la disolución de tal
Cámara.

El surgimiento del bicameralismo

El lugar de origen del bicameralismo, histéricamente hablando, es Inglaterra. En


un principio no existía un verdadero Parlamento sino un Gran Consejo del Rey
integrado por nobles y altos dignatarios de la Iglesia. En los siglos XI y XII, el rey
estaba rodeado por consejeros, elegidos por él de entre sus pares de la nobleza y
el alto clero, y que se reunían en un órgano único (una sola Cámara). En el siglo
XIII, cuando se produce el ascenso de la burguesía de las villas, se fueron
agregando a este Consejo representantes de las comunidades, cuyo
consentimiento era necesario para establecer los impuestos (luego de la Gran
Carta de 1215). Por convocatoria de Eduardo I, el Parlamento reunió a
representantes de los burgos y del bajo clero. Cuatro categorías sociales se
asociaron, entonces, al poder: la aristocracia, la burguesía, el alto y el bajo clero.
El bicameralismo tiene su origen en la coexistencia conflictiva de estos dos
conjuntos de consejeros, porque unos representaban las nuevas fuerzas en
ascenso y los otros a la aristocracia dirigente que temía ser desbordada. A finales
del siglo XIV este Parlamento único se dividió: los representantes de las
comunidades se establecieron en la Cámara de los Comunes, mientras que los
señores civiles y religiosos deliberarían solos y formaron la Cámara de los Lores.

En consecuencia, el Parlamento británico, que originalmente significó la reunión


de los representantes y del monarca en un espacio común, se dividió en dos
cámaras que deliberaban normalmente en ausencia del rey: la Cámara de los
Lores, refugio de la aristocracia -que, sin embargo, no era incondicional al rey la
Cámara de los Comunes, elegida sobre una base más amplia y que representaba
al pueblo o, más exactamente, a las élites sociales no aristocráticas.

Las funciones del Parlamento

Hasta el siglo XIII el Parlamento sólo intervenía en la toma de las decisiones


relativas al establecimiento de impuestos, pero progresivamente se fue
desarrollando, gracias sobre todo a su poder financiero, hasta conquistar también
la facultad de hacer las leyes. El régimen representativo adquirió la forma de aquél
en cuyo seno una o dos asambleas electas representan al pueblo frente al poder
central y participan en el gobierno, primero por el voto de los impuestos y luego
por el voto de las leyes.

En Inglaterra, hasta el siglo XIII, era el rey quien detentaba el poder legislativo y
sólo cuando ello consideraba necesario solicitaba el respaldo del Parlamento.
Progresivamente, sin embargo, el Parlamento, particularmente la Cámara de los
Comunes, fue estableciendo la costumbre de desarrollar una especie de
negociación cuando el rey le solicitaba votar nuevos impuestos al acordar un cierto
número de medidas legislativas que el rey debía acatar.

El Parlamento votaba un proyecto de texto que el rey transformaba en ley,


convirtiéndolo así en obligatorio. Como podía esperarse, esta situación se
desarrolló en un marco conflictivo, pues el monarca defendía la idea de mantener
su poder. No obstante, hacia finales del siglo XVII el régimen británico era ya
completamente representativo. La Carta de Derechos reafirmó la exclusividad del
Parlamento para el establecimiento de los impuestos, y precisaba que esta medida
podía acordarse sólo una vez al año, lo que forzaba al rey a reunir al Parlamento
cuando menos anualmente. Por otra parte, quedó establecido que el rey no
tomaría ninguna decisión que no hubiese sido previamente objeto de un acuerdo
parlamentario. Por su parte, al rey no le quedaba más que la posibilidad de
rechazar dichos acuerdos parlamentarios, porque hasta entonces disponía del
derecho de veto. Como resultado del principio de aprobación anual del
presupuesto, que se había convertido en un arma muy importante en manos de
los Comunes, a principios del siglo XVllI el rey renunció al derecho de veto.

Desde los primeros años de ese siglo, la separación de poderes fue indiscutible: el
Parlamento detentaba el Poder Legislativo y votaba los impuestos; el rey
detentaba el Poder Ejecutivo, es decir, las cargas de la administración civil y militar
y de la diplomacia. Si bien la justicia era todavía impartida a nombre del rey, la
libertad política quedaba garantizada por una ley llamada Habeas Corpus, votada
en 1679, según la cual ninguna detención debía ser irregular.
El gobierno y el Parlamento
El gobierno es responsable ante el Parlamento (en realidad, la Cámara baja) del
cual surge; el jefe de Estado formalmente, y el jefe de gobierno en la realidad,
tienen la facultad de disolver el Parlamento. El gobierno es comúnmente conocido
como gabinete (el nombre proviene de la habitación en la que se reúnan los
ministros del rey a deliberar). El gabinete es presidido por uno de los ministros, de
donde surge el primer ministro, jefe del gabinete, jefe de gobierno o presidente del
gobierno.
El gobierno tiene la dirección y la función ejecutiva, Realiza su programa de
gobierno; interpone el recurso de inconstitucionalidad; dirige la administración civil
y militar; puede promover e iniciar leyes, y tiene la obligación de ejecutarlas;
pueden censurarlo o retirarle la confianza, pero a su vez puede disolver el
Parlamento.

La composición de cada una de las cámaras del Parlamento fluctúa entre 400 y
700 miembros: la Cámara baja de Inglaterra tiene 650 miembros, su mandato es
por cinco años y puede ser disuelta. En Inglaterra las elecciones se realizan con
base en el sistema uninominal mayoritario a una vuelta; en Italia se aplica el
principio de representación proporcional, y en Alemania el sistema mixto. Entre
sus facultades destacan las de votar las leyes, nombrar al gobierno y controlar su
actividad.

La Cámara alta de Inglaterra tiene alrededor de 1,200 miembros (Lores),


compuestos por 800 hereditarios, 370 vitalicios, 26 espirituales y los nuevos
miembros. No puede ser disuelta. Entre sus facultades se encuentran la de
participar en la aprobación de leyes -aunque son más importantes los Comunes,
es decir, las cámaras no están en pie de igualdad-, y la de controlar la actividad
del gobierno, pero no tiene ninguna injerencia en su conformación.

En este sistema se registra una dependencia orgánica recíproca entre el jefe de


Estado y el Parlamento, a través del gabinete, y entre el Ejecutivo y el Legislativo,
a través del primer ministro. Este último es poderoso, pero limitado y controlado
por el Parlamento y por los partidos opositores y es, por lo general, el líder del
partido mayoritario 0 de la coalición mayoritaria. Dirige institucionalmente al
gobierno y políticamente a su mayoría. Los ministros pertenecen al Parlamento.
Mayoría parlamentaria y mayoría de gobierno coinciden. La disciplina de partido
es una regla. A final de cuentas, el primer ministro dirige la mayoría parlamentaria,
aunque no tiene atribuciones de control sobre el Legislativo. De hecho,
regularmente se presenta ante el Legislativo (mayoría y oposición) para responder
a preguntas y cuestionamientos de los legisladores.
A diferencia de Italia y Alemania, la forma de gobierno en Inglaterra y España es la
monarquía parlamentaria, que combina el principio de pluralismo político con la
naturaleza parlamentaria de la monarquía. El jefe de Estado es el rey, símbolo de
la unidad nacional y de su permanencia.

Sistema Presidencial

Elementos teóricos

El sistema presidencial, al igual que el parlamentario, se caracteriza por la división


de poderes. Formalmente consagra tres órganos separados: el Legislativo, el
Ejecutivo y el Judicial. Esa división orgánica va acompañada de una separación de
funciones que, sin embargo, para operar requiere de la colaboración de todos
ellos. La interdependencia es, por tanto, una condición para su eficacia.

El Poder Ejecutivo (unipersonal) y el Legislativo (organizado en dos cámaras)


tienen un modo de elección diferenciada. Al disponer cada uno de una legitimidad
propia, se busca garantizar su autonomía y su autorregulación: ninguno puede
sobreponerse al otro, sino que al ajustarse a los mecanismos constitucionales de
colaboración pueden intervenir en sus ámbitos correspondientes. Uno y otro se
mantiene en el ejercicio de sus funciones por el tiempo constitucionalmente
establecido. El Poder Judicial, a su vez, por mecanismos diferentes también
preserva su autonomía. El principio federativo viene a completar el cuadro, porque
asegura la participación de los distintos estados en pie de igualdad en el proceso
político, al tiempo que sirve como una modalidad adicional de contrapeso y
equilibrio de los poderes.
El monocefalismo del Ejecutivo, es decir, el hecho de que reúna en una sola figura
las jefaturas de Estado y de gobierno, no tiene el propósito de dotarlo de
facultades amplias que lo puedan incitar a abusar del poder. El presidente tiene
frente a sú diversos dispositivos de control que están en manos del Congreso, de
la Suprema Corte de Justicia, de los estados y, entre otros, de los partidos y de
grupos privados. Sin embargo, ser el elegido de la nación y su guía no significa
que sea un poder autoritario; al contrario, la condición institucional y cultural de su
eficacia estriba en su apego estricto a las reglas constitucionales.
En síntesis, la característica esencial del sistema presidencial es la combinación
de un presidente de la República electo con base en el sufragio universal, con un
Congreso organizado en dos cámaras también electas, pero que no tienen
facultades de gobierno. Además, el presidente es políticamente irresponsable ante
el Congreso y éste no puede ser disuelto.

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