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Zacatecas se despuebla
ALFREDO VALADEZ RODRIGUEZ CORRESPONSAL
Zacatecas, Zac., 8 de mayo. Con origen en la "cultura migratoria bracera", que según
investigadores universitarios es casi ya centenaria, aunada a una política gubernamental
errática en materia económica, agropecuaria y educativa, cientos de comunidades
rurales de Zacatecas padecen un severo despoblamiento que las mantiene al borde de la
desaparición demográfica.
De acuerdo con los especialistas en economía y migración, de 1990 a 2000, 300 mil
zacatecanos emigraron a Estados Unidos. Se estima que en el vecino país viven un
millón 200 mil zacatecanos, concentrados principalmente en Illinois, California, Texas,
Nuevo México, Arizona, Colorado y Carolina del Sur.
Ahí, barriendo una terregosa calle ?el polvoso frente de su casa?, se esmeraba afanosa a
sus 92 años de edad la señora María de la Luz Rojas Arias. Su marido Jesús Blanco
Soto, comentó orgullosa, anduvo en la Guerra Cristera; murió hace 15 años, desde
entonces vive sola.
Sus siete hijos y 24 nietos viven en Chicago. Todos se fueron en los 70 y 80. Desde
hace cuatro años ya no vienen a México, ni siquiera en diciembre, fecha común para el
retorno de los paisanos en esta región. "Ahí están sus casas solas", señala. Sobrevive
con los dólares que le mandan, "unos poquitos", dice, que le han permitido mantenerse
sin hambre.
Refiere que como indocumentado, dos veces ha pasado en la cajuela de un carro, y otra
más cruzando por el río Bravo a Laredo, Texas. "Allí pasamos 17 personas de noche, en
una lancha que inflamos nosotros, a puro pulmón". Con lo ganado por trabajar en
Estados Unidos logró comprar una camioneta y ahora mantiene a su esposa y tres hijos
menores de 15 años. Su preocupación es que sus hijos Alejandro, Rodolfo y Alfredo
Piña, de 14, 8 y 5 años, respectivamente, se sumen en el mediano plazo al imparable
flujo migratorio.
Reporte de la jornada acerca de la migraciòn 21 de mayo de 2001
Pero ese esfuerzo ha tenido un propósito para Federico Vázquez: que sus cuatro hijos
"nunca se vayan a ir de mojados, es muy peligroso"; y narra experiencias vividas de las
que "de milagro he salido vivo".
Caminando con dificultad por un camino de la comunidad, avanza con su bastón Doña
Antonia Romero, de 84 años. En el vecino país viven sus dos únicos hijos, Pedro y
Rosalina, radicados en Carolina del Sur. "Mis hijos me neceaban que me fuera para allá.
Tengo muchas ganas de verlos, tienen seis años sin venir, sólo me mandan cartas. Dicen
que tienen muchas ganas de venir, pero que está difícil".
Su hijo Pedro se fue pequeño, en 1957, por la sequía de ese año. Rosalina se fue
después y allá procreó tres hijos. Los ojos se le ponen llorosos cuando se le pregunta
qué piensa de que su comunidad se esté quedando sin habitantes. No responde y mejor
aprovecha para quejarse por el alto costo que paga al camión rural una vez a la semana,
que es cuando hay servicio, par ir a la cabecera municipal de Valparaíso: 88 pesos.
"Todo subió, pero lo del campo se quedó ahí. Cómo es posible que para comprar una
Coca-Cola necesite vender dos kilos de maíz, el maíz anda a 1.80 pesos el kilo, un
refresco a 3.50 pesos". Por eso, dijo, hay muchos migrantes, con visa y sin ella, porque
del campo uno ya no se mantiene. "Ayer se fue mi sobrino Marcelo Simental, de 15
años, de mojado. En cuanto llegan a los 15 años se van. Ahí está el caso de la Florida
(otra comunidad), donde también ya está sola. De la sierra bajan y se van muchos".
En una región donde la distancia entre dos comunidades se mide en minutos u horas de
camino, según se viaje en camioneta, camión o a caballo, una constante que se observa
es desolación y una que otra liebre o correcaminos.
Así está la terracería que conduce a La Florida, donde los pocos campesinos que
quedan, aunque tienen pozo de riego, ya no labran la tierra, porque el campo se ha
vuelto incosteable, comentó Manuel Bañuelos Vargas, abogado universitario oriundo de
la región.
Reporte de la jornada acerca de la migraciòn 21 de mayo de 2001
Cada año, dijo, va a verlos un par de meses y se regresa. Sobre la actividad que le
ocupaba ?llevar a tomar agua a sus vacas en una noria ubicada a cuatro kilómetros?,
relató que este trabajo "me ayuda para no tullirme". Pero no tiene más ganado porque
dice, ya no hay dónde mantener a los animales, "ya no nos quiere llover".
"Mis hijos me dicen que a qué me vengo a México, que me quede con ellos, pero les
digo que yo soy de aquí, aquí nací y aquí nacieron mis padres, tengo querencia y ya no
pego en otra tierra". La Florida se está quedando sin habitantes, reconoce, pero acota
sobre sus hijos: "Allá se vive mejor, al menos uno tiene qué comer".
Sólo los ancianos están quedando. Es el caso del matrimonio de Amelia Vargas
Gallegos y Francisco Bañuelos, quienes procrearon nueve hijos, de los cuales ocho
trabajan en Chicago y uno, en la cabecera municipal de Valparaíso.
Tiempo falta para recorrer más comunidades fantasma de Valparaíso, tres días de
pesado recorrido son suficientes. Quedan casos extremos por explorar, como la visita a
la comunidad de El Mezquitalillo, "donde sólo queda un habitante de alrededor de 80
personas que vivían en ese lugar", aseguró Delfino Blanco Pasillas, investigador del
fenómeno migratorio en ese municipio.