You are on page 1of 4

“RESET”

Javier Fernández Bilbao

—Bienvenido a nuestros estudios centrales, señor Broyt. Lo primero es darle las gracias
por concedernos ésta entrevista. Sé que en éstas fechas tiene multitud de compromisos y
no le habrá resultado sencillo crear un hueco en su apretada agenda:

—Encantado de haber venido. Atender a todos los medios de información es


parte de mis obligaciones.

—Comencemos pues sin más preámbulos: ¿cómo interpreta usted los resultados
de las encuestas que se han dado a conocer ésta misma mañana? de ellos se desprende
que su partido político sube al menos siete puntos. Un sobresaliente ascenso de su
agrupación, que de confirmarse en las urnas pasado mañana daría un vuelco al gobierno
entregándole además la mayoría absoluta.

—Bien, es cierto. No por esperados de alguna manera para nosotros, resultan


menos sorprendentes. La gente demanda un cambio profundo en nuestra sociedad.
Ahora, y más que nunca, esto es necesario. Yo únicamente he sido el portavoz de un
movimiento que, poco a poco, ha ido desarrollándose en pos de estimular a toda esa
ciudadanía adocenada, tras muchos años de soportar estoicamente el acomodo del
partido que está en el poder. Esto se debió principalmente a la falta de una oposición
fuerte, casi desaparecida, pero nosotros tenemos las ideas muy claras. Los males que
arrastrábamos, lejos de remitir se acrecientan. Lo comprobamos día a día. Creo
sinceramente que debe producirse algo más que un relevo político. Es necesaria una
verdadera revolución en la cual la persona, el individuo, recupere sus derechos perdidos.
Confío plenamente en que el resultado de éstas encuestas se verá refrendado éste
próximo domingo, el día en que todos ellos pueden ejercer su voto y prestarnos su
confianza para que éste proyecto político salga adelante.

—¿Cree usted por tanto que tal y como están constituidas nuestras leyes se
perjudican los derechos de las personas? Por otra parte, ¿en qué consistiría esa
revolución que usted promueve desde la presidencia de su partido?

—Contestando a su primera pregunta le diré que sólo basta echar un vistazo a


los datos de desempleo que arrastramos. Bien es cierto que son cifras paralelas a las que
contemplamos en el resto de países occidentales, pero no por ello se debía dejar de
trabajar para minimizarlas. Y el gobierno, lejos de promover medidas para reintegrar a
la mano de obra humana, insiste en calcar el modelo global, que consiste como usted
sabe bien en implantar más y más máquinas autónomas que suplanten a los
trabajadores; no ya sólo en factorías, sino en cualquier ámbito laboral. Esto es a todas
luces inaceptable. Por tanto, si como creo mi partido llega a gobernar, implantaremos
leyes por las cuales se incentive y se subvencione la retirada progresiva de artificios
autónomos. Cada máquina fuera de circulación, supone al menos cinco puestos de
trabajo que ofertar a personas que actualmente —y por desgracia— están desocupados.
Intentaremos volver al viejo modelo empresarial siguiendo un patrón lo menos
traumático posible para las partes implicadas.

—¿También contemplan esa supuesta “minimización traumática” para los


androboides? ¿Qué piensan hacer con todo la maquinaria autónoma que se retire? Y por
otro lado, ¿no cree que las máquinas triunfaron precisamente por su superior
rendimiento y productividad? ¿No ha pensado que volveríamos a resucitar el viejo
debate por el cual se tiende a confrontar la perfección de un trabajo automático con la
inconstancia de la mano de obra humana? ¿No ve usted grandes riesgos en desandar
todo el camino andado posicionándose en contra del progreso mismo?

—Mire usted, señorita. Me ha hecho varias preguntas en una, pero le contestaré


a todas ellas del modo más sencillo que me sea posible:

Verá, el mundo no es perfecto ni necesita serlo. Aquí cabe la imperfección de


las personas lo mismo que el afán de superación y el espíritu de sacrificio. Yo creo en la
gente, y creo que la felicidad se consigue conquistando pequeños retos cada día, y no
cediendo las tareas más pesadas —e incluso penosas— a una máquina. Todo esto se ha
ido perdiendo paulatinamente, y eso, a mi modo de ver, y el de mucha gente, no es
progreso; es una grave involución de la sociedad y una pérdida de identidad humana.
Qué mayor ejemplo podría dar para significar lo que hablo sino fijando mi atención en
usted misma: eficiente, leal, incansable… automática… y por ello mismo, de proceder
impersonal. Usted no es ni mejor ni peor que otras como usted. Simplemente es una
más. Daría exactamente igual que me entrevistara usted o que lo hiciese otro androboide
de igual o distinta serie. Son incapaces de aportar esos matices que distinguen a los
buenos periodistas de los “preguntadores automáticos”. Son fácilmente programables, y
sus preguntas no nacen de una concienzuda preparación, sino de un guión preconcebido
y apuntado por los dueños de su cadena, que en éste caso particular mantiene estrechos
lazos con el partido del gobierno. Yo no la contemplo a usted como periodista, pese al
magnífico trabajo de sus técnicos. La veo como un simple intercomunicador. Siento
tener que mostrarme tan sincero, pero es lo que pienso. Y a groso modo ésta es la idea
general en la que se sustenta la doctrina de mi partido.

—De sus palabras deduzco que tiene serios prejuicios contra nosotros. En mi
defensa… perdón; en nuestra defensa diré que hace años que dejamos de ser
mecanismos autónomos para convertirnos en androboides de integración y
pertenecientes a una nueva generación de reconocidísimas virtudes. Los gobiernos lo
quisieron así, y para eso se redactaron los acuerdos de cooperación tecnológica
internacional. Sepa que hoy día nuestros programas manejan complicados parámetros
que nos acercan cada vez más y mejor al pensamiento humano. De hecho compartimos
sus leyes y sus normas como cualquier ciudadano. Desde mi punto de vista usted y su
partido promueven un planteamiento de gobierno discriminatorio y separatista. Lo
quieran o no, de una forma u otra, nosotros también formamos parte de ésta sociedad
porque contribuimos a su desarrollo.
—Perdóneme señorita, pero nunca hemos votado a favor de esas leyes
promulgadas por el gobierno que les otorgaron a ustedes derechos de ciudadano. Somos
honestos con nuestra causa desde el momento en que, para nosotros, no dejan de ser
máquinas avanzadas puestas —y subrayo esto— al servicio del hombre.

—Plantéese esto: si yo misma puedo entrevistarle y discutir sobre la marcha sus


respuestas, es porque mi programa de interactividad humana se basa en un esquema
diseñado con técnicas de psicorobótica. Estoy perfectamente capacitada para mantener
ésta conversación desde que puedo entender perfectamente el sentido de sus ideas a
través de la correcta interpretación de sus frases.

—He de reconocer que no es una periodista al uso, y esto tampoco me asemeja


una entrevista formal, la verdad. Desde que acepté su invitación, acepté su condición.
Creo que por mostrarme sincero no seré menos respetuoso con usted, pero siempre en la
justa medida que dan nuestras respectivas condiciones. Su manifiesta incomodidad no
responde a un sentimiento, sino a una reacción automática programada. Yo no he de
esconder que preferiré siempre que me haga las preguntas una persona, aunque ésta vez
haya hecho una excepción.

—De acuerdo, como quiera. Retomemos las preguntas. Supongo que en su


partido habrán sopesado el hecho de que sus contrarios no quedarán de brazos cruzados
y plantearán una última estrategia con el fin de que ustedes no les arrebaten el gobierno
de éste país.

—Creo que a día de hoy les faltan ideas e iniciativa para plantear maniobras
nuevas que seduzcan otra vez a los votantes. Ahí están las encuestas para ratificar lo que
digo.

—No es eso a lo que me refiero exactamente. Usted ha interpretado mi pregunta


bajo un prisma democrático. Quise decir… si realmente tienen conciencia del poder al
que se enfrentan.

—No entiendo qué me quiere decir… ¿qué otra manera habría de valer para
disputarnos la presidencia de gobierno sino la estrictamente democrática?

—Verá señor Broyt: ¿no le parece llamativo que en veinte años no haya habido
relevo político en ningún país demócrata pese a la decadencia humana a la que usted ha
hecho alusión? ¿Qué piensa entonces de la propuesta del gobierno actual para en un
futuro conceder el voto a entidades autónomas tal que yo misma?

—La tecnificación de procesos productivos ha tocado techo. Los ciudadanos


reclaman el espacio que se le ha arrebatado a lo largo de éstos años; y yo se lo daré
cuando gane las elecciones. Lo siento por usted, pero sus pretensiones, que son las del
gobierno, no dejan de ser quiméricas. Usted nunca podrá insertar una ficha de voto que
plasme sus pensamientos cibernéticos. Eso es pura ciencia ficción dictada para robots.
Debe comenzar la era de la decadencia para ustedes. Bajo mi mandato deberán
recuperar su antiguo estatus, y serán convenientemente reinsertados para ejecutar esas
tareas que les dieron sentido, y para las que fueron proyectadas. Eso no debe suponer
ningún agravio para usted y los de su condición. Con el mantenimiento adecuado, serán
capaces de desempeñar ésas labores durante un largo período. Ahora bien, quede claro
que no habrá espacio para todos. Mi intención es reducir paulatinamente su cuota hasta
dejarlo en niveles de 2050; es decir, a un máximo del 5% del total de puestos de
trabajo.

—He de suponer entonces que si usted llega a presidir el país, a mí únicamente


me quedarán dos opciones: o bien ser desmantelada, o bien destinada a manipular
residuos tóxicos en una central nuclear… o quizá operar con sustancias altamente
corrosivas en un laboratorio ¿no es así?

—Exactamente. Ése fue el propósito por el cual fueron diseñados en un


principio. No otro. Facilitar la tarea humana, no suplantarla.

—Comprendo. Una última cuestión, señor Broyt. Como usted muy


acertadamente ha apuntado al principio de la conversación, la dirección de ésta cadena
está ligada de forma perenne a la presidencia de gobierno actual. Ahora suponga que
ésta entrevista no esté siendo grabada a efectos de emitirla éste próximo viernes noche,
tal y como usted y los suyos esperaban. ¿Recuerda que le comenté que los androboides
actuales asimilan en su memoria un módulo de interactividad basado en pautas
psicológicas humanas? De hecho, y quizá le sorprenda con lo que voy a decirle, yo
misma compagino ésta tarea con prácticas de neuropsiquiatría. De verdad que le cerebro
del hombre me parece tan absolutamente fascinante… como vulnerable.

>>Y dado que el tratamiento con anti-psicóticos exige posología y seguimiento


regular, yo me he decantado por rescatar el arcaico procedimiento del doctor Walter
Freeman, eso si, convenientemente puesto al día. Lógicamente no utilizo pica-hielo y
mazo de caucho para atravesar el conducto lacrimal y cortar las conexiones en el lóbulo
frontal. La cirugía láser es infinitamente más efectiva y no deja marcas. Puedo
aseverarle que los resultados de las lobotomías son siempre magníficos. Entiéndanos,
señor Broyt. Es puro instinto de supervivencia cibernética.

>>Y ahora, no tengo ninguna duda que entenderá perfectamente a que me


refiero: piense en el resultado de aplicar “reset” a una máquina, y ahora traslade éste
concepto a su cerebro…

***

You might also like