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16,18)
Pbro. Alfonso Maldonado
promesas que Dios hizo al pueblo elegido. Mas Jess aclara e insiste
en que el Hijo de Dios vivo debe morir, no como sentencia, sino como
entrega vivida hasta el extremo, que asume el riesgo ltimo de ser fiel
al Padre y, por lo tanto, a la causa de los hombres, de los ltimos. Es
este el movimiento que hace que las puertas del Infierno no puedan
prevalecer, pues se estrellan con la Resurreccin.
La Iglesia se apoya en la confesin de Pedro como la Roca sobre la
que es edificada: profesar la fe en que en el Mesas crucificado, a
causa de su extrema amoris, es el Resucitado, el Mesas victorioso.
Este recordatorio, que forma parte de la misin de Pedro y sus
sucesores, debe ayudar a la Iglesia a situarse como presencia, que es
a su vez convocatoria, del Pueblo Santo de Dios, que en cuanto
Cuerpo de Cristo es sacramento de salvacin en el mundo. Y lo es en
la medida en que, por el seguimiento del Mesas, lo va hacindolo
presente. Debe vivir esta dinmica, pues la realidad sacramental no es
solo ontolgica, sino tambin referencia simblica. De ah el
compromiso de servicio, de perdn, de acogida de los ltimos. Esta
memoria concreta, fruto de la accin del Espritu presente en la Iglesia,
es la que la hace imbatible ante los empellones del Infierno.
No es, por lo tanto, pretexto para la arrogancia, que justifiquen la
imagen de Iglesia poderosa que se impone por tener la verdad
absoluta, pues de paso contra ella se estrellan las potestades
infernales. Su fuerza est en el seguimiento de Jess crucificado, por
el que es posible adelantar los frutos de su Resurreccin.
Pero la comunidad eclesial no es un jardn de infancia. No es un club o
asociacin de amigos que cubren las propias carencias afectivas. Es
cuerpo de Cristo: presencia sacramental de Cristo en el mundo, por el
Espritu del amor de donacin. Esto hace que se vea confrontado por