Durante la época colonial la preocupación educativa fue fundamentalmente evangelizar a la Nueva España. Muchos fueron los métodos y las estrategias para lograrlo, y no podríamos decir que estos esfuerzos no hayan sido exitosos. Sin embargo, tampoco es posible afirmar que se encaminaron a la alfabetización pues, durante esos 300 años de vida, la mayoría de la población era analfabeta.1 Aun cuando predominaran las lecturas religiosas, la educación literaria y científica, el gusto por la lectura y la tradición humanista que ésta recreaba estuvo dirigida principalmente a los criollos, lo que aumentó la brecha cultural entre este grupo étnico-social de la economía dominante y los indígenas y mestizos. Durante ese periodo (siglos xv, xvi y xvii) existieron empresas educativas de gran envergadura como, por citar los más brillantes ejemplos, la fundación del colegio de Tlatelolco, el de San Nicolás de Pátzcuaro y la Real Universidad Pontificia.2
Entre el siglo xvii y xviii, surgieron, fundamentalmente en Europa, descubrimientos científicos y teorías filosóficas que colocaron la razón humana por encima de las interpretaciones religiosas del mundo. Los deseos de progreso, de comprensión de la naturaleza y de mejoramiento de la vida humana tomaron su lugar, y de ellos resultó el convencimiento de que su satisfacción sólo se alcanzaría a partir de la educación.
Ilustrados, humanistas y progresistas vieron en esta empresa su mejor aliado y único vehículo para alcanzar, de manera pacífica, los cambios deseados. De ahí que se hayan convertido en promotores de políticas educativas que, dejando a un lado los territorios religiosos, vieron en la separación entre la Iglesia y el Estado la única vía para construir las nuevas naciones. Se buscaba que, orientada por el principio de la laicidad, la tarea de formar a los nuevos ciudadanos cambiara de manos dejando de ser un quehacer privilegio de la Iglesia para convertirse en una tarea de Estado; tarea que transformaría también su propia definición haciendo de él un Estado educador. Por primera vez se intuía, cuando no se declaraba, que la función de la escuela era formar ciudadanos y no creyentes.
Fueron también importantes los esfuerzos y las innovaciones pedagógicas que –herederas de Comenio y el Iluminismo y, posteriormente de los principios masónicos–, buscaban incorporar a la escuela los nuevos métodos que los nacientes cambios políticos iban imponiendo en Europa. Por ello no podría entenderse el siglo xix –siglo de búsquedas de horizontes y tareas emancipatorias– sin apelar a la Ilustración y todos sus efectos. Los cambios de racionalidad política ocurridos primero en Alemania, Inglaterra y Francia y, posteriormente, en España, obligaban a reconsiderar el quehacer educativo. Lo anterior, aunado a los efectos del invento que revolucionaría la vida humana de una vez y para siempre: la imprenta, hizo emerger la conciencia de un nuevo derecho: el derecho de expresión. Leer y escribir aparecieron entonces como prácticas revolucionarias y como promesas de transformación. La palabra escrita tomaba su lugar como un patrimonio de la humanidad. Detengámonos en algunos momentos de esta historia.
En el siglo xix, y a partir de la Constitución de Cádiz que establece que sólo podrán votar quienes sepan leer y escribir, el imperativo de la época será aprender a leer para poder participar como ciudadano. Tal imperativo transforma la tarea educativa.
José María Luis Mora, el más importante pensador liberal republicano del primer tercio del xix mexicano, en sus Pensamientos sueltos sobre educación pública (1830) destaca la importancia de la educación como derecho y como obligación de todos los individuos, y como un bien del que todos los ciudadanos son responsables pues constituye el pilar del sistema republicano. El imperativo será leer y escribir como derecho y obligación ciudadanos que el Estado republicano debe fomentar y preservar.
La plena instauración del pensamiento republicano se consolida con l
Durante la época colonial la preocupación educativa fue fundamentalmente evangelizar a la Nueva España. Muchos fueron los métodos y las estrategias para lograrlo, y no podríamos decir que estos esfuerzos no hayan sido exitosos. Sin embargo, tampoco es posible afirmar que se encaminaron a la alfabetización pues, durante esos 300 años de vida, la mayoría de la población era analfabeta.1 Aun cuando predominaran las lecturas religiosas, la educación literaria y científica, el gusto por la lectura y la tradición humanista que ésta recreaba estuvo dirigida principalmente a los criollos, lo que aumentó la brecha cultural entre este grupo étnico-social de la economía dominante y los indígenas y mestizos. Durante ese periodo (siglos xv, xvi y xvii) existieron empresas educativas de gran envergadura como, por citar los más brillantes ejemplos, la fundación del colegio de Tlatelolco, el de San Nicolás de Pátzcuaro y la Real Universidad Pontificia.2
Entre el siglo xvii y xviii, surgieron, fundamentalmente en Europa, descubrimientos científicos y teorías filosóficas que colocaron la razón humana por encima de las interpretaciones religiosas del mundo. Los deseos de progreso, de comprensión de la naturaleza y de mejoramiento de la vida humana tomaron su lugar, y de ellos resultó el convencimiento de que su satisfacción sólo se alcanzaría a partir de la educación.
Ilustrados, humanistas y progresistas vieron en esta empresa su mejor aliado y único vehículo para alcanzar, de manera pacífica, los cambios deseados. De ahí que se hayan convertido en promotores de políticas educativas que, dejando a un lado los territorios religiosos, vieron en la separación entre la Iglesia y el Estado la única vía para construir las nuevas naciones. Se buscaba que, orientada por el principio de la laicidad, la tarea de formar a los nuevos ciudadanos cambiara de manos dejando de ser un quehacer privilegio de la Iglesia para convertirse en una tarea de Estado; tarea que transformaría también su propia definición haciendo de él un Estado educador. Por primera vez se intuía, cuando no se declaraba, que la función de la escuela era formar ciudadanos y no creyentes.
Fueron también importantes los esfuerzos y las innovaciones pedagógicas que –herederas de Comenio y el Iluminismo y, posteriormente de los principios masónicos–, buscaban incorporar a la escuela los nuevos métodos que los nacientes cambios políticos iban imponiendo en Europa. Por ello no podría entenderse el siglo xix –siglo de búsquedas de horizontes y tareas emancipatorias– sin apelar a la Ilustración y todos sus efectos. Los cambios de racionalidad política ocurridos primero en Alemania, Inglaterra y Francia y, posteriormente, en España, obligaban a reconsiderar el quehacer educativo. Lo anterior, aunado a los efectos del invento que revolucionaría la vida humana de una vez y para siempre: la imprenta, hizo emerger la conciencia de un nuevo derecho: el derecho de expresión. Leer y escribir aparecieron entonces como prácticas revolucionarias y como promesas de transformación. La palabra escrita tomaba su lugar como un patrimonio de la humanidad. Detengámonos en algunos momentos de esta historia.
En el siglo xix, y a partir de la Constitución de Cádiz que establece que sólo podrán votar quienes sepan leer y escribir, el imperativo de la época será aprender a leer para poder participar como ciudadano. Tal imperativo transforma la tarea educativa.
José María Luis Mora, el más importante pensador liberal republicano del primer tercio del xix mexicano, en sus Pensamientos sueltos sobre educación pública (1830) destaca la importancia de la educación como derecho y como obligación de todos los individuos, y como un bien del que todos los ciudadanos son responsables pues constituye el pilar del sistema republicano. El imperativo será leer y escribir como derecho y obligación ciudadanos que el Estado republicano debe fomentar y preservar.
La plena instauración del pensamiento republicano se consolida con l
Durante la época colonial la preocupación educativa fue fundamentalmente evangelizar a la Nueva España. Muchos fueron los métodos y las estrategias para lograrlo, y no podríamos decir que estos esfuerzos no hayan sido exitosos. Sin embargo, tampoco es posible afirmar que se encaminaron a la alfabetización pues, durante esos 300 años de vida, la mayoría de la población era analfabeta.1 Aun cuando predominaran las lecturas religiosas, la educación literaria y científica, el gusto por la lectura y la tradición humanista que ésta recreaba estuvo dirigida principalmente a los criollos, lo que aumentó la brecha cultural entre este grupo étnico-social de la economía dominante y los indígenas y mestizos. Durante ese periodo (siglos xv, xvi y xvii) existieron empresas educativas de gran envergadura como, por citar los más brillantes ejemplos, la fundación del colegio de Tlatelolco, el de San Nicolás de Pátzcuaro y la Real Universidad Pontificia.2
Entre el siglo xvii y xviii, surgieron, fundamentalmente en Europa, descubrimientos científicos y teorías filosóficas que colocaron la razón humana por encima de las interpretaciones religiosas del mundo. Los deseos de progreso, de comprensión de la naturaleza y de mejoramiento de la vida humana tomaron su lugar, y de ellos resultó el convencimiento de que su satisfacción sólo se alcanzaría a partir de la educación.
Ilustrados, humanistas y progresistas vieron en esta empresa su mejor aliado y único vehículo para alcanzar, de manera pacífica, los cambios deseados. De ahí que se hayan convertido en promotores de políticas educativas que, dejando a un lado los territorios religiosos, vieron en la separación entre la Iglesia y el Estado la única vía para construir las nuevas naciones. Se buscaba que, orientada por el principio de la laicidad, la tarea de formar a los nuevos ciudadanos cambiara de manos dejando de ser un quehacer privilegio de la Iglesia para convertirse en una tarea de Estado; tarea que transformaría también su propia definición haciendo de él un Estado educador. Por primera vez se intuía, cuando no se declaraba, que la función de la escuela era formar ciudadanos y no creyentes.
Fueron también importantes los esfuerzos y las innovaciones pedagógicas que –herederas de Comenio y el Iluminismo y, posteriormente de los principios masónicos–, buscaban incorporar a la escuela los nuevos métodos que los nacientes cambios políticos iban imponiendo en Europa. Por ello no podría entenderse el siglo xix –siglo de búsquedas de horizontes y tareas emancipatorias– sin apelar a la Ilustración y todos sus efectos. Los cambios de racionalidad política ocurridos primero en Alemania, Inglaterra y Francia y, posteriormente, en España, obligaban a reconsiderar el quehacer educativo. Lo anterior, aunado a los efectos del invento que revolucionaría la vida humana de una vez y para siempre: la imprenta, hizo emerger la conciencia de un nuevo derecho: el derecho de expresión. Leer y escribir aparecieron entonces como prácticas revolucionarias y como promesas de transformación. La palabra escrita tomaba su lugar como un patrimonio de la humanidad. Detengámonos en algunos momentos de esta historia.
En el siglo xix, y a partir de la Constitución de Cádiz que establece que sólo podrán votar quienes sepan leer y escribir, el imperativo de la época será aprender a leer para poder participar como ciudadano. Tal imperativo transforma la tarea educativa.
José María Luis Mora, el más importante pensador liberal republicano del primer tercio del xix mexicano, en sus Pensamientos sueltos sobre educación pública (1830) destaca la importancia de la educación como derecho y como obligación de todos los individuos, y como un bien del que todos los ciudadanos son responsables pues constituye el pilar del sistema republicano. El imperativo será leer y escribir como derecho y obligación ciudadanos que el Estado republicano debe fomentar y preservar.
La plena instauración del pensamiento republicano se consolida con l
Durante la poca colonial la preocupacin educativa fue fundamentalmente evangelizar a la Nueva Espaa. Muchos fueron los mtodos y las estrategias para lograrlo, y no podramos decir que estos esfuerzos no hayan sido exitosos. Sin embargo, tampoco es posible afirmar que se encaminaron a la alfabetizacin pues, durante esos 300 aos de vida, la mayora de la poblacin era analfabeta.1 Aun cuando predominaran las lecturas religiosas, la educacin literaria y cientfica, el gusto por la lectura y la tradicin humanista que sta recreaba estuvo dirigida principalmente a los criollos, lo que aument la brecha cultural entre este grupo tnico-social de la economa dominante y los indgenas y mestizos. Durante ese periodo (siglos xv, xvi y xvii) existieron empresas educativas de gran envergadura como, por citar los ms brillantes ejemplos, la fundacin del colegio de Tlatelolco, el de San Nicols de Ptzcuaro y la Real Universidad Pontificia.2 Entre el siglo xvii y xviii, surgieron, fundamentalmente en Europa, descubrimientos cientficos y teoras filosficas que colocaron la razn humana por encima de las interpretaciones religiosas del mundo. Los deseos de progreso, de comprensin de la naturaleza y de mejoramiento de la vida humana tomaron su lugar, y de ellos result el convencimiento de que su satisfaccin slo se alcanzara a partir de la educacin. Ilustrados, humanistas y progresistas vieron en esta empresa su mejor aliado y nico vehculo para alcanzar, de manera pacfica, los cambios deseados. De ah que se hayan convertido en promotores de polticas educativas que, dejando a un lado los territorios religiosos, vieron en la separacin entre la Iglesia y el Estado la nica va para construir las nuevas naciones. Se buscaba que, orientada por el principio de la laicidad, la tarea de formar a los nuevos ciudadanos cambiara de manos dejando de ser un quehacer privilegio de la Iglesia para convertirse en una tarea de Estado; tarea que transformara tambin su propia definicin haciendo de l un Estado educador. Por primera vez se intua, cuando no se declaraba, que la funcin de la escuela era formar ciudadanos y no creyentes. Fueron tambin importantes los esfuerzos y las innovaciones pedaggicas que herederas de Comenio y el Iluminismo y, posteriormente de los principios masnicos, buscaban incorporar a la escuela los nuevos mtodos que los nacientes cambios polticos iban imponiendo en Europa. Por ello no podra entenderse el siglo xix siglo de bsquedas de horizontes y tareas emancipatorias sin apelar a la Ilustracin y todos sus efectos. Los cambios de racionalidad poltica ocurridos primero en Alemania, Inglaterra y Francia y, posteriormente, en Espaa, obligaban a reconsiderar el quehacer educativo. Lo anterior, aunado a los efectos del invento que revolucionara la vida humana de una vez y para siempre: la imprenta, hizo emerger la conciencia de un nuevo derecho: el derecho de expresin. Leer y escribir aparecieron entonces como prcticas revolucionarias y como promesas de transformacin. La palabra escrita tomaba su lugar como un patrimonio de la humanidad. Detengmonos en algunos momentos de esta historia. La lectura durante el siglo XIX y el Porfiriato
En el siglo xix, y a partir de la Constitucin de Cdiz que establece que slo
podrn votar quienes sepan leer y escribir, el imperativo de la poca ser aprender a leer para poder participar como ciudadano. Tal imperativo transforma la tarea educativa. Jos Mara Luis Mora, el ms importante pensador liberal republicano del primer tercio del xix mexicano, en sus Pensamientos sueltos sobre educacin pblica (1830) destaca la importancia de la educacin como derecho y como obligacin de todos los individuos, y como un bien del que todos los ciudadanos son responsables pues constituye el pilar del sistema republicano. El imperativo ser leer y escribir como derecho y obligacin ciudadanos que el Estado republicano debe fomentar y preservar. La plena instauracin del pensamiento republicano se consolida con la poltica de separacin entre la Iglesia y el Estado. Los gobiernos liberales abren a luz su visin racionalista y humanista del mundo y definen como tarea de Estado los hechos fundamentales de la vida humana: nacer, educarse y morir. Se crean el Registro y el Panten civiles y se define la educacin como laica y libre de prejuicios contrarios al pensamiento cientfico (1854-1857). Se realizan los primeros encuentros congresos pedaggicos y se fortalece la discusin acerca de los mtodos de enseanza de la lectura y la escritura. Durante el Porfiriato (1876-1910) se establece un clima de paz y prosperidad entre las clases acomodadas urbanas, cuya referencia intelectual es Francia; sin embargo, est alfabetizada tan slo 20% de la poblacin, lo que reduce an ms el nmero de lectores. Existe una mayor participacin social en la produccin de materiales, emerge una clase ilustrada que orienta y promueve gustos y opiniones, y se produce una liberalizacin a partir de las leyes de imprenta. Sigue presente el gran peso de la autoridad eclesistica sobre las decisiones de lectura de los catlicos, aun cuando se inicia la influencia creciente de los pensadores, polticos y escritores laicos y los escritores que se dirigen a formar opinin pblica. Se inicia la publicacin de peridicos y revistas educativas (en 1886 especialmente), se promueve la formacin de la escuela normal y se define como tarea de Estado la alfabetizacin. La tarea de ensear toma un estatuto de ciencia: la ciencia de la educacin. Ensean los maestros (que tambin pueden ser clrigos antes de las leyes de Reforma). Aprenden los pobres, los ricos, los nios y se inician en las letras las mujeres. Unos aprenden primeras letras; otros, saberes tcnicos y universitarios. Durante el Porfiriato ensean los maestros laicos egresados de las escuelas normales, as como maestros de especialidades, tcnicos y profesionales. Se atiende en la escuela laica los distintos niveles: desde las primeras letras hasta las escuelas de formacin tcnica y universitaria. La lectura en la Revolucin y la Posrevolucin En Mxico hay lectores aptos para la ms amplia y selecta produccin literaria, ya sea europea, estadounidense o nacional, y en cambio existe una
desoladora mayora ignorante del alfabeto, Manuel Gamio, Forjando Patria,
1916 (tomado de Engracia Loyo). La funcin de la lectura es educativa, o bien, cultural. El imperativo de la poca, respecto esencialmente a las publicaciones peridicas, parece ser: lee para estar informado de la poltica. De ah que aparecieran tres tipos de lectores: el que se educa, el que se cultiva y el que se politiza. La sociedad es generadora de sus decisiones, las casas editoriales y las publicaciones informales surgidas en el siglo xix tienen arraigo. La moda proveniente de Francia es un factor de eleccin para la lectura. La alfabetizacin obedece a un mandato: modernizar y realizar justicia social. El aprendizaje de la escritura y la lectura se realiza en las escuelas; los responsables de la enseanza son los maestros. Los aprendices (fundamentalmente nios, y tambin obreros y trabajadoras pobres) provienen de medios urbanos. Los mtodos de enseanza recuperan los principios de la escuela de Ginebra a travs de Rbsamen. Se mantienen las influencias de Pestalozzi y Frebel, incluyndose la que proviene de los maestros protestantes de Estados Unidos, as como la influencia de la escuela de John Dewey. Asimismo, se incorporan algunas experiencias de la escuela moderna radical europea. Se inicia una poca de reconocimiento de la riqueza pedaggica con que cuenta el pas y que proviene de los ltimos aos del siglo xix. El pensamiento pedaggico puede caracterizarse como moderno, experimentalista, cientfico, informado de las aportaciones de la psicologa y teido por el positivismo. El vnculo entre la lectura y la escritura est establecido tanto en la enseanza como en la concepcin alfabetizadora. Tal vinculacin ser el detonador de la poltica cultural y editorial de los regmenes por venir. Un momento clave en la definicin de qu leer es el primer gobierno posrevolucionario cuya tarea educativa queda a cargo de Jos Vasconcelos. Aparece la revista El Maestro y se fundan los Talleres Grficos, en los que se imprimen gran variedad de ttulos. Surge la novela de la Revolucin y se imprimen tambin textos en imprentas catlicas cuya finalidad ahora, adems de religiosa, es explcitamente poltica de acuerdo con la visin del catolicismo social. La flamante Secretara de Educacin se transforma en el mayor espacio de produccin editorial, atraccin de autores y formacin de lectores. Se inicia la novela que recrea la vida indgena, las lecturas para mujeres, los textos para vida cotidiana y las lecturas clsicas para nios. La inspiracin vasconceliana en la obra de Lunacharsky en Rusia es equvoca en su comprensin pero efectiva en su realizacin. Durante estos aos, lectura, escritura, produccin editorial, esfuerzo educativo, creacin de bibliotecas, formacin de maestros y campaas de alfabetizacin
forman parte de una misma labor: realizar en la educacin un esfuerzo oficial
por alcanzar justicia social. A partir de este acercamiento a vuelo de pjaro a la historia de la lectura en Mxico, podemos reconocer algunas primeras relaciones que nos permiten identificar que: Una vez superada la tarea de evangelizacin, la mirada se torna hacia los nios como sujetos del aprendizaje. No deja de ser interesante si se reconoce que la presencia de los nios y de sus necesidades es relativamente reciente en la visin educativa espaola. Existe una relacin inversamente proporcional entre la presencia de la Iglesia catlica confesin dominante en la enseanza de la lectura y la apertura de esta enseanza a nuevas tcnicas, ttulos y estrategias pedaggicas. A menor intervencin eclesistica, mayor desarrollo e innovacin pedaggica. Existe una relacin inversamente proporcional entre la generacin de autores y lectores y las polticas de distribucin y aplicacin de recursos dirigidas a promover la ortodoxia y/o la calidad segn el criterio de aquellos que deciden qu debe leerse y qu debe publicarse. La interiorizacin del ndice cannico parece estar an presente en muchos de los responsables de las decisiones educativas, culturales y editoriales. A mayor filtracin y censura, menor produccin de autores y lectores. La laicidad como forma de vida promueve la generacin y difusin de las ideas. Existe una relacin directamente proporcional entre la formacin de maestros y el aumento en el uso de tcnicas pedaggicas y mejoras escolares. A ms maestros y mejor formados, mayor innovacin y calidad en la enseanza.