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PALINODIA DEL POLVO s ESTA LA REGION MAS TRANSPARENTE DEL AIRE? QUE habéis hecho, entonces, de mi alto valle metafisico? i 3Por qué se empafia, por qué se amarillece? Corren so- bre él como fuegos fatuos los remolinillos de tierra. Caen sobre éllos mantos de sepia, que roban profundidad al paisaje y pre- cipitan en un solo plano espectral lejanias y cercanias, dando asus rasgos y colores la irrealidad de una calcomania grotes- ca, de una estampa vieja artificial, de una hoja prematura- mente marchita. Mordemos con asco las arenillas. Y el polvo se agarra en la garganta, nos tapa la respiracién con las manos. Quiere asfi- xiarnos y quiere estrangularnos. Subterraneos alaridos llegan solapados en la polvareda, que debajo de su manta al rey ma- ta. Llegan descargas invisibles, ataque artero y sin defensa; len- ta dinamita microbiana; atomos en sublevacion y en despe- cho contra toda forma organizada; la energia supernumeraria de la creacién resentida de saberse inutil; venganza Y vengan- za del polvo, lo mas viejo del mundo. Ultimo estado de la ma- teria, que nacié entre la bendicién de las aguas y —a raves de la viscosidad de la vida— se reduce primero a la aad ‘ia mineral, para estallar finalmente en esta disgregacion . minuta de todo lo que existe. Microscopia de las cosas, cam 21 212 ALFONSO REYES no de la nada; aniquilamiento sin gloria; desmoronamiento de inercias, “entropia”; venganza y venganza del polvo, los mas bajo del mundo. jOh desecadores de lagos, taladores de bosques! jCercena- dores de pulmones, rompedores de espejos miagicos! Y cuan- do las montafias de andesita se vengan abajo, en el derrumbe paulatino del circo que nos guarece y ampara, veréis como, sorbido en el negro embudo giratorio, tromba de basura, nues- tro valle mismo desaparece. Cansado el desierto de la injuria de las ciudades; cansado de la planta humana, que urbaniza por donde pasa, apretado el polvo contra el suelo; cansado de esperar por siglos de siglos, he aqui: arroja contra las gra- ciosas flores de piedra, contra las moradas y las calles, contra los jardines y las torres, las nefastas caballerias de Atila, la li- gera tropa salvaje de grises y amarillas pezufias. Venganza y venganza del polvo. Planeta condenado al desierto, la onda musulmana de la tolvanera se apercibe a barrer tus rastros. Y cuando ya seamos hormigas —el estado perfecto— dis- curriremos por las avenidas de conos hechos de briznas y de tamo, orgullosos de acumular los tristes residuos y pelusas; incapaces de la unidad, sumandos huérfanos de la suma; in- capaces del individuo, incapaces de arte y de espiritu —que slo se dieron entre las republicas mas insolentes, cuya Voz ya apenas se escucha, que la gloria es una fatiga tejida de polvo y de sol—. gute Taare y sopor! No te engafies, gente cuartean los mires y se on donde Tas casas ti bunden, © auno tus mibnuneren scascan las fachadas. Rindense uno su clarin. Tus iglesias. batcos hecho polvo, no podré " " ensefian ladeadas las vruces. ih valle " plomada perdide nioso vaivén! La medida de 7 valle, eres mar de parsimo- onda escapa a las generacio- VISION DE ANAHUAC nes. jOh figura de los castigos biblicos, te hundes y te barres! “Cjen pueblos apedrearon este valle’, dice tu poeta.* Pasen y compren: todo esté cuidadosamente envuelto en polvo. La catastrofe geolégica se espera jugando: origen del arte, que es un hacer burlas con la muerte. Ndpoles y México: suciedad y cancion, decia Caruso. Tierras de disgregacién vol- cAnica, hijas del fuego, madres de la ceniza. La pipa de lava es el compendio. Un Odiseo terreno, surcado de cicatrices, fuma en ella su filosofia disolvente. Stevenson se confiesa un dia, horrorizado, que toda materia produce contaminacién pulve- rulenta, que todo se liga por suciedad. ;Cual seria, oh Ruskin, la verdadera “ética del polvo”? En el polvo se nace, en él se muere. El polvo es el alfa y el omega. 3¥ si fuera el verdadero dios? Acaso el polvo sea el tiempo mismo, sustentaculo de la conciencia. Acaso el corptisculo material se confunda con el instante. De aqui las aporias de Zenén, que acaba negando el movimiento, engafio del movil montado en una trayecto- ria, Aquiles de aligeras plantas que jadea en pos de la tortuga. De aqui la exasperacion de Fausto, entre cuyos dedos se escu- rre el latido de felicidad: “Detente. jEras tan bello!” Polvo de instantaneas que la mente teje en una ilusi6n de continuidad, como la que urde el cinematégrafo. Por la ley del menor es- fuerzo —el ahorro de energia, de Fermat— el ser percibe por unidades, creandose para si aquella “aritmética bioldgica” de que habla Charles Henry, aquella nocion de los ntimeros car- dinales en que reposa la misma teologia de santo Tomas. El borrén de puntos estaticos sucesivos deposita, en los posos del alma, la ilusion del fluir bergsoniano. Las ménadas irre- {Hora de junio, México, Ediciones “Carlos Pellicer: “Retérica del paisaje”. i iversidad Nacional Hipocampo, 1937, p. 57; en Material poético, México, Un Autonoma de México, 1962, p. 283.] 213 214 ALFONSO REYES ducibles de Leibniz se traban como dtomos ganchudos. La fj losofia natural se debate en el conflicto de lo continuo y io discontinuo, de la fisica ondulatoria, enamorada de su éter- caballo, y la fisica corpuscular 0 radiante, sdlo atenta al dto- mo-jinete. El polvo scabalga en la onda 0 es la onda? El cdlcu- lo infinitesimal mide el chorro del tiempo, el calculo de los cuantos clava sus tachuelas inméviles. ;La sintesis? La conti- nuidad, dice Einstein, es una estructura del espacio, es un “campo” a lo Faraday. La unidad es foco energético, fendme- no, dtomo, grano tal vez de polvo. Heraclito, maestro del flu- jo, se deja medir a palmos por Deméocrito, el captador de are- nas. El rio, diria Géngora, se resuelve en un rosario de cuentas. 3Por qué no imaginar a Deméocrito, en aquella hora de la ma- fiana, cuando hablan las Musas seguin pretendian los poetas, reclinado sobre sus estudios, la frente en la mano, pasajera- mente absorto, en uno de aquellos bostezos de la atencién que el estro aprovecha para alancear la conciencia con particulas de la realidad circundante, metralla del polvo del mundo, he- rida césmica que acaso alimenta las ideas? Un rayo de sol, ti- bio todavia de amanecer, cruza la estancia como una bandera de luz, como una vela fantasmal de navio. Red vibratoria que capta, en su curso, la vida invisible del espacio, deja ver, a los ojos del filésofo aténito, todo ese enjambre de polvillo que lena el aire. Una zarabanda de puntos luminosos va Y viene, como cardumen azorado que en vano pretende escapar @ la redada de luz. El filésofo hunde la mano en el sol, la agita le- vemente y organiza torbellinos de polvo. La intuici6n estalla: nace en su mente la figura del 4Atomo material, que no existi- ria sin el polvo. El 4tomo es el iltimo término de la divisibili- dad en la materia. En la intencién al menos, porque cada vez admite divisores mAs intimos. Sin el 4tomo, la materia seria VISION DE ANAHUAC destrozable y no divisible. Todo conjunto es una suma, un acuerdo de unidades. Por donde unidad y atomo y polvo vuel- ven a ser la misma cosa. En sus cuadros provisionales, la ciencia no ha concedido atin la dignidad que le corresponde al estado pulverulento, junto al gaseoso, al liquido y al sdlido. Tiene, sin duda, pro- piedades caracteristicas, como su aptitud para los sistemas dispersos 0 coloidales —donde acaso nace la vida—, y como también —tal vez por despliegue de superficie— su disposi- cién para la catdlisis, esta misteriosa influencia de la materia que tanto se parece ya ala guardia vigilante de un espiritu or- denador. ;Sera que el polvo pretende, ademas, ser espiritu? ;Y si fuera el verdadero dios? 25

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