Professional Documents
Culture Documents
1 El terreno perdido 9
2 ¿Qué es la desertificación? 12
3 El Camino de París 13
4 Cuestiones de principio 15
5 De la ayuda a la asociación 18
6 Del ámbito local al general 19
7 Cómo encajan las piezas del dispositivo 21
8 Ampliación del criterio 22
9 Un entorno propicio 23
10 Programas de acción 24
11 Creación de capacidad 26
12 Tecnología y ciencia 27
13 Financiación 28
14 Instituciones y procedimientos 30
15 Africa 32
16 Otras regiones 34
17 Medidas complementarias 36
No es casualidad que nuestro planeta se llame Tierra. Toda la vida terrestre depende de la
frágil y friable corteza de suelo que recubre los continentes. Sin ella, los seres vivos nunca
habrían salido de los océanos: no habría plantas, ni cosechas, ni bosques, ni animales... ni
hombres.
Este manto precioso, verdadera substancia del planeta, se forma con dolorosa lentitud y
puede destruirse con rapidez aterradora. Siglos puede tardar la acumulación de una sola
pulgada de suelo, pero, si no se trata con cuidado, los vientos y las aguas pueden llevársela o
disolverla en unos cuantos años. Y la tierra está hoy desapareciendo rápidamente de toda la
superficie del planeta que lleva su nombre.
Cada año, según las estimaciones del Instituto para la Vigilancia Mundial, los continentes
pierden 24.000 millones de toneladas de capa cultivable. En los últimos dos decenios se ha
perdido en todo el mundo el equivalente de la capa que recubre la totalidad de las tierras
cultivables de los Estados Unidos de América. Y las cosas van a peor.
En ninguna parte se presenta la crisis ton tanta agudeza como en las tierras secas que se
extienden por más de un tercio de la superficie de la Tierra. En esas tierras -donde los suelos
son particularmente frágiles, donde la vegetación es escasa y el clima particularmente
inclemente- se instala la desertificación. (La degradación del suelo existe en todas partes,
pero sólo se califica de “desertificación” cuando se produce en las tierras secas.) Alrededor
del 70 % de los 5,2 billones de hectáreas de tierras secas que se utilizan para la agricultura
en todo el mundo ya está empobrecido. Por tanto, la desertificación daña hoy casi un 30 %
de la superficie de las tierras del planeta.
Poco más de 1.000 millones de hectáreas de África, el 73 % de sus tierras secas, se hallan en
proceso de desertificación moderada o grave. Otros 1.400 millones de hectáreas están
afectados en Asia. Mas no se trata de un problema que importa solo a los países en desarro-
llo: el continente que tiene la proporción más alta de tierras secas grave o moderadamente
desertificadas -un 74 %- es América del Norte. Cinco países de la Unión Europea sufren
también de sus efectos, y muchas de las zonas más afectadas de Asia formaban parte de la
antigua Unión Soviética.
En total, mas de 110 países tienen tierras secas que están en peligro. El Programa de las
Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) calcula que la desertificación cuesta al
mundo 42.000 millones de dólares al año. Solamente África pierde cada año unos 9.000
millones de dólares.
El costo humano es aún más alto. Los medios de subsistencia de mas de 1.000 millones de
personas -casi una quinta parte de la población del globo- están ahora en peligro. Más de 135
millones de hombres y mujeres -el equivalente de las poblaciones de Francia, Italia, los
Países Bajos y Suiza- pueden verse obligados a emigrar. Nadie sabe cuántos han tenido ya
que abandonar sus tierras convertidas en polvo, pero ciertamente la cifra alcanza los varios
millones: la sexta parte de los habitantes del Malí y de Burkina Faso ya ha sido desarraigada
de esta manera. En parte, a causa de estos movimientos, crecen las barriadas pobres de las
ciudades: entre 1963 y 1988 la proporción de los habitantes de Mauritania que vivían en la
capital, Nuakchott, aumentó del 9 % al 41%, mientras que la proporción de nómadas bajó
del 73% a l7%.
9
10
VARIACIONES CLIMATICAS
PASTOREO EXCESIVO
el 30 % de la superficie
continental del planeta
está afectado por la
degradación de las frágiles
tierras secas
USO EXCESIVO
DE LA TIERRA
MÉTODOS DE RIEGO DEFORESTACIÓN
DEFECTUOSOS
11
¿Están avanzando los desiertos? A pesar de la retórica que a veces se derrama en tiempos
de crisis, las arenas no están invadiendo continuamente las tierras circundantes. Puede
parecer que los desiertos se expanden cuando las lluvias escasean durante un largo período,
pero en general retroceden de nuevo cuando las precipitaciones son abundantes.
¿Entonces ¿todo va bien? No. La degradación de las tierras se prosigue y aumenta a un
ritmo alarmante, erosionando gravemente la preciosa reserva mundial de tierras producti-
vas. Ese fenómeno, cuando se da en las tierras secas del planeta, crea condiciones parecidas
a las de los desiertos y se llama “desertificación”. Este proceso se desarrolla poco a poco,
conforme las distintas zonas de suelo
degradado se van extendiendo y
juntando unas con otras, más que
como consecuencia del avance del
POBREZA desierto.
¿Se trata de la acción de fuerzas
naturales a las relaciones o es
Prestar cosa del tiempo? No. La sequía es
parte de las causas de la desertifica-
DE
OC A
atención
ES
S L EBID
SER
entre...
cosas, Pero esencialmente se trata de
TO N D
TIF
AC IO
RE
MI
12
La degradación de las tierras es tan vieja como la propia civilización, desde las llanuras de la
China hasta las cumbres del Imperio inca. El primer relato que se haya escrito en el mundo,
una epopeya sumeria, nos cuenta como un hombre, por cortar los bosques de Mesopotamia,
se atrajo una maldición. Los antiguos sumerios no hicieron caso de la parábola y siguieron
cortando los árboles. Ya en 2000 a.C. se hallan en su literatura evocadoras descripciones de
la desertificación. Su gran ciudad-Estado de Uruk, que en una época tenía 50.000 habitantes
y producía cosechas de rendimiento comparable al de las de Norteamérica hoy, no es ahora
más que una loma en la arena.
Del Ática escribió Platón en el siglo IV a.C.: “Nuestra tierra, comparada con lo que era, es
como el esqueleto de un cuerpo consumido por la enfermedad.” El que fue granero del
Imperio romano en el África del Norte, donde en un tiempo florecieron 600 ciudades, es
ahora un desierto. Cristóbal Colón dijo que “nunca contemplara cosa tan hermosa” como los
bosques que cubrían los cerros de Haití; esos mismos cerros están ahora yermos y erosiona-
dos.
Pero no todo ha sido siempre destrucción, ni mucho menos. En general, los habitantes de
las tierras secas han sabido idear métodos sutiles para vivir de sus frágiles suelos sin explo-
tarlos excesivamente. Los nómadas de la estepa argelina, por ejemplo, recorrían sus 20
millones de hectáreas para aprovechar al máximo la sucesión de las estaciones y las variacio-
nes climáticas y reducir así al mínimo los daños al suelo, compartiendo recursos con los
agricultores sedentarios del norte y con los pobladores de los oasis del sur.
El primer esfuerzo internacional deliberado de lucha contra la desertificación, comenzó al
final de la gran sequía y del hambre que asolaron el Sahel en 1968-1974 y causaron la
muerte de 200.000 personas y millones de animales. La Oficina de las Naciones Unidas para
la Región Sudanosaheliana se estableció en 1973, en un principio con la misión de prestar
ayuda a nueve países del África Occidental expuestos a la sequía, aunque sus actividades
fueron más amplias. Posteriormente la asistencia se expandió para abarcar a 22 países al sur
del Sahara y al norte del ecuador. Hacia la misma época se crearon en África organizaciones
subregionales con el mismo fin. De igual modo, el Fondo Internacional de Desarrollo
Agrícola estableció su Programa Especial para los países del África Subsahariana Afectados
por la Sequía y la desertificación en 1985, a raíz de otra sequía devastadora: ha movilizado
unos 400 millones de dólares y esta suma, con otros 350 millones de dólares aportados por
cofinanciación, ha contribuido a financiar 45 proyectos en 25 países.
Las Naciones Unidas abordaron por primera vez el problema en escala mundial, en la
Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desertificación, celebrada en Nairobi en 1977, en
la que se decidió incluir la cuestión en el temario internacional como problema económico,
social y ambiental de alcance mundial. De esa Conferencia se originó el Plan de Acción de
las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación; una serie de directrices y recomen-
daciones destinadas, entre otras cosas, a ayudar a los países afectados a preparar planes para
acometer el problema y estimular y coordinar la asistencia de la comunidad internacional.
En principio, el Plan de Acción no dejaba nada que desear -un estudio externo realizado en
1990 halló que sus conceptos básicos todavía eran validos- pero, en la práctica, su aplicación
distó mucho de cumplir las esperanzas que en él se cifraban.
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
Para que los países afectados -y los habitantes de las tierras secas- puedan combatir eficaz-
mente la desertificación, hay que crear condiciones favorables. Es difícil que los gobiernos o
las poblaciones locales presten mucha atención a la crisis si están agobiados constantemente
por las cuestiones económicas y la supervivencia material. En la Convención se reconoce la
necesidad de “un entorno propicio” que les permita trabajar por un desarrollo sostenible.
A nivel nacional, el entorno propicio supone un buen sistema de gobierno, estabilidad,
reformas legislativas y administrativas, creación de incentivos económicos y mejora de la
infraestructura. También requiere un cambio de la tendencia actual de la economía de
muchos países en desarrollo, que favorece la industria, las ciudades y los centros urbanos a
expensas de la agricultura y del campo. Esto en parte puede lograrse -y aliviarse al mismo
tiempo la presión sobre la tierra- diversificando las opciones económicas y promoviendo
otros modos de subsistencia: por ejemplo, se podrían elaborar y llevar a cabo en las zonas
rurales planes de explotación forestal, introducir actividades generadoras de energía
renovable, o promover el turismo aprovechando los recursos de fauna y flora.
La población local debe tener garantizado, mediante una normativa justa el derecho a la
tierra: no la cuidará si teme que se la puedan arrebatar. En su anexo de aplicación, regional,
las Partes de África acuerdan “introducir los ajustes necesarios en el marco institucional y
regulador de la gestión de los recursos naturales para garantizar la seguridad de la tenencia
de la tierra a las poblaciones locales”.
Los factores económicos internacionales también han causado la aplicación de “modelos de
desarrollo no sostenibles”, como se reconoce en el Anexo de Aplicación Regional para
América Latina y el Caribe. La deuda, el deterioro y las fluctuaciones de la
relación de intercambio durante los últimos 20 años, las barreras arancelarias
y no arancelarias y los duros programas de ajuste estructural, han hecho que
los países se vean obligados a explotar sus tierras para producir cada vez más a
fin de abrirse camino. El dumping de excedentes alimentarios subvencionados,
al que se han dedicado algunos países desarrollados, a veces ha desbaratado los
mercados de los pequeños campesinos en las naciones en desarrollo.
Las Partes acuerdan que “prestarán la debida atención, en el marco de los
organismos internacionales y regionales competentes, a la situación de los
países Partes en desarrollo afectados en lo que respecta al comercio internacio-
nal, los acuerdos de comercialización y la deuda con miras a establecer un
entorno económico internacional propicio para fomentar el desarrollo sosteni-
ble”.
Factores socio-
economicos
23
24
RECUADRO 4
Las medidas de apoyo a los programas de acción comprenden:
- “una cooperación financiera que asegure la predicción en los programas de acción y permita la necesaria planifi-
cación a largo plazo“;
- la elaboración financiera que asegure la predicción en los programas de acción y permita la necesaria planifica-
ción a largo plazo“;
- la elaboración y utilización de “mecanismos de cooperación que permitan prestar un apoyo más eficaz a nivel lo-
cal, incluso por medio de organizaciones no gubernamentales, a fin de asegurar la posibilidad de repetir, cuando
sea oportuno, las actividades de los programas experimentales que hayan tenido éxito“;
- “aumentar la flexibilidad de diseño, financiación y ejecución de los proyectos de manera acorde con el enfoque
experimental e iterativo indicado para la participación de las comunidades locales“; y
- “establecer, según corresponda, procedimientos administrativos y presupuestarios para acrecentar la eficiencia de
los programas de cooperación y apoyo“.
o
nes n
izacio ntales o
rgan
O rname Estad
gube )
iones (ONG
nizac
Orga nacionales
inter
s
cione
Pobla
acción
amas de s
gr
Pro nacionale rrollo
Desa enible
sost
25
Los programas de acción no pueden ser eficaces -ni puede ganarse la batalla contra la
desertificación y los efectos de la sequía si no existen sólidas instituciones para llevarlos a
cabo y si la gente no comprende y apoya lo que se está haciendo. Por eso la Convención
insiste en la importancia de la creación de capacidad y del fomento de la concienciación del
público.
Las Partes acuerdan promover la creación de instituciones, la capacitación de las poblacio-
nes y el fomento de la capacidad tanto en et ámbito local como en el nacional. Y deciden
hacerlo con el ánimo de cooperación y participación en que se inspira todo el tratado. Los
países en desarrollo afectados deberán llevar a cabo un examen de su capacidad y servicios
disponibles, así como de las posibilidades de afianzarlos, en cooperación con otras Partes y
con las organizaciones intergubernamentales y no gubernamentales. Deberán consolidar las
instituciones y estructuras jurídicas nacionales y, cuando sea necesario, crearlas de raíz.
También deberá fortalecerse la capacidad nacional de formación e investigación y la gestión
y planificación estratégicas, y deberá darse adiestramiento a los agentes de extensión
agrícola y los miembros de las organizaciones rurales para que puedan aplicar enfoques de
participación. El afianzamiento de la capacidad de la población local para preparar progra-
mas de gestión de sus recursos es tal vez el paso más importante hacia el establecimiento de
una relación más sana entre la población, el poder y el medio ambiente.
Se practicará un intercambio tecnológico. Deberán establecerse y consolidarse los servicios,
para la difusión más eficaz de las tecnologías y las técnicas entre las poblaciones locales. Al
mismo tiempo, de conformidad con el enfoque pragmático, las Partes acuerdan fomentar “el
uso y la difusión de los conocimientos, la experiencia y las prácticas de la población local”.
De igual modo, las Partes se comprometen a proporcionar capacitación y tecnología para la
utilización de energías sustitutivas, en particular de energía renovable, a fin de reducir el
consumo de leña. Acuerdan adaptar los métodos tradicionales de agricultura y pastoreo a las
condiciones socioeconómicas modernas. Y también deberán promover “medios de subsisten-
cia alternativos, incluida la capacitación en nuevas técnicas”. Las Partes habrán de cooperar
en el fortalecimiento de la capacidad de los países en desarrollo para reunir, analizar e
intercambiar información científica y tecnológica, y formar personal, directivo y de adminis-
tración, así como personal encargado de la reunión de datos sobre la producción de alimen-
tos y la alerta temprana en situaciones de sequía. Las Partes acuerdan cooperar entre sí y a
través de las organizaciones intergubernamentales y las organizaciones no gubernamentales
en la iniciación de campañas de concienciación del público. Alentarán el establecimiento de
asociaciones que contribuyan a tal concienciación y promoverán de manera permanente el
acceso del público a la información que necesita.
Resuelven evaluar las necesidades de educación en las zonas afectadas; ampliar los progra-
mas de educación y alfabetización, especialmente para las jóvenes y las mujeres; preparar
“programas interdisciplinarios basados en la participación” que integren la concienciación
en materia de desertificación y sequía en los sistemas y programas de educación; y establecer
o reforzar redes de centros regionales de educación y capacitación. En todas las etapas, las
Partes acuerdan promover una participación popular amplia y permanente en las activida-
des de educación y concienciación.
26
27
28
29
30
31
En toda la Convención se da
prioridad y se presta especial
atención al África, y el primero de
los cuatro anexos regionales se
dedica a ese continente. La desertifi-
cación tiene en él sus peores
repercusiones. Dos tercios del
continente están constituidos por
desiertos o tierras secas, y el 73 % de Baja
sus tierras secas agrícolas ya están Media
moderada o gravemente degradadas. Alta
Muy alta
Son frecuentes las sequías pertina- Tierras secas vulnerables no degradadas
ces que, junto con la desertificación, Otras zonas
32
33
Hay en la Convención otros anexos regionales especiales, que tienen por objeto indicar
“directrices y disposiciones” para la aplicación efectiva de ésta. En ninguno de ellos se
imponen nuevas obligaciones a las Partes, fuera de las que ya figuran en el cuerpo principal
del tratado, pero en todos se prevén programas de acción que serán “parte integrante” de las
políticas nacionales de desarrollo sostenible.
Asia
Asia es el continente que tiene la mayor extensión de tierras afectadas por la desertificación,
casi 1.400 millones de hectáreas. El 71 % de sus tierras secas -un tercio de la superficie del
continente- esta moderada o gravemente degradado. En el Anexo se señala “la gran propor-
ción de zonas... afectadas por la desertificación y la sequía o vulnerables a ellas”; la fuerte
presión sobre los recursos naturales y el efecto de la pobreza, que acrecienta la degradación
de las tierras y aumenta la presión sobre los escasos recursos hídricos.
Las Partes estudiarán el estado de las zonas afectadas, evaluarán las acciones que se hayan
realizado y las que se estén realizando para atacar el problema y designarán órganos
apropiados que se encarguen de la preparación, coordinación y aplicación de los programas
de acción. Procurarán que las poblaciones afectadas participen en todas las fases mediante
un proceso consultivo realizado localmente. Podrán entonces preparar programas técnicos y
financieros sobre la base de las enseñanzas derivadas de esas actividades.
Promoverán la gestión integrada de las cuencas hidrográficas, la conservación de los
recursos de suelos y el mejoramiento y uso racional de los recursos hídricos. Podrán elabo-
rar y utilizar medios de evaluar la ejecución de sus programas de acción, establecer y/o
fortalecer sistemas de información, evaluación y seguimiento, así como sistemas de alerta
temprana y, cuando se trate de cooperación internacional, “adoptar, en un espíritu de
asociación ... disposiciones apropiadas en apoyo de sus programas de acción”, incluidas
disposiciones sobre asistencia financiera y técnica.
Los países Partes afectados acordarán preparar y ejecutar programas de acción subregiona-
les o conjuntos, entre los cuales podrán figurar: programas conjuntos para la ordenación
sostenible de los recursos transfronterizos; el establecimiento de prioridades para la coordi-
nación en las esferas del fomento de la capacidad y la cooperación científica y técnica (en
particular sistemas de intercambio de información y de alerta temprana para la sequía); y los
medios de fortalecer las organizaciones e instituciones.
También podrán emprenderse actividades regionales, y los países Partes afectados celebrarán
reuniones periódicas de coordinación a tal efecto. Las Partes establecerán un mecanismo que
se encargue de actividades tales como el intercambio de información, la labor de coordinación,
el fomento de la cooperación, la determinación de las necesidades en materia de cooperación
exterior y el seguimiento y la evaluación de la ejecución de los programas de acción
34
Mediterráneo Norte
Los países desarrollados, lo mismo que los países en desarrollo, pueden verse acosados por la
desertificación. Casi las dos terceras partes de las tierras secas de Europa están afectadas
moderada o gravemente. El problema es particularmente agudo en la orilla septentrional del
Mediterráneo, donde las lluvias son en extremo variables, se producen sequías, los suelos son
pobres y vulnerables y las laderas escarpadas están expuestas a la erosión. Los frecuentes
incendios destruyen los bosques, el agua se usa en grado insostenible y la agricultura
tradicional está en crisis. El crecimiento urbano, la industria, el turismo y el riego están
concentrados en las regiones costeras, prefigurando los problemas con que probablemente
se enfrentarán los países en desarrollo en el próximo siglo.
En el Anexo se impone a los países Partes afectados la obligación de preparar programas de
acción nacionales y, según corresponda, programas de acción subregionales, regionales o
conjuntos. La preparación de dichos programas deberá ultimarse lo antes posible. Las Partes
acuerdan estudiar el problema; evaluar los programas ya aplicados y en curso de ejecución
para hacer frente a la situación; hacer participar a las poblaciones locales; preparar progra-
mas técnicos y financieros; y elaborar y aplicar medios que permitan vigilar y evaluar lo que
se está haciendo. Los países Partes desarrollados afectados de la región no tendrán derecho a
recibir asistencia financiera en virtud de la Convención.
35
Un acuerdo no vale mas que por las medidas que se adoptan para ejecutarlo, y la Conven-
ción de Lucha contra la Desertificación no es ninguna excepción. El Plan de Acción de 1977
no llegó a atacar de manera adecuada el problema, pero su fracaso no se debió principal-
mente a las reticencias de las medidas acordadas, sino a que esas medidas no se llevaron a la
práctica con la suficiente intensidad. La Convención trata de evitar este escollo prescribien-
do medidas complementarias concretas. Pero los gobiernos deben velar por que esas
medidas se apliquen y que se aproveche esta singular oportunidad de detener la desertifica-
ción y hacerla retroceder.
Los países deben firmar la Convención y actuar lo mas rápidamente posible para ratificarla.
Incluso antes de la ratificación, los países afectados pueden comenzar a ponerla en práctica,
basándose en la resolución sobre las medidas urgentes para África. Por lo general, el primer
paso consistirá en designar o crear un órgano nacional de coordinación. Este cumplirá la
función de catalizador para preparar, ejecutar y evaluar el programa de acción nacional.
Ese órgano central nacional deberá determinar las disposiciones institucionales necesarias
para ejecutar el programa de acción, el costo de esa ejecución y lo que el país puede gastar-
se. Deberá iniciar un amplio y minucioso proceso de consulta tanto con los propios ciudada-
nos del país como con los países donantes y las organizaciones internacionales. Velará por
que las poblaciones de las tierras secas y las organizaciones no gubernamentales participen
plenamente en la evaluación de los puntos fuertes y las deficiencias de los programas ya
realizados y de los que están en curso de realización, así como de las estrategias propuestas
para ejecutar los nuevos programas. Y deberá organizar la constitución de un foro nacional
para formalizar este proceso interactivo y llevar al establecimiento de un grupo consultivo,
con la participación de los donantes, que celebre acuerdos de asociación.
Al propio tiempo, se encarece a los países donantes que movilicen recursos y revisen sus
prioridades para poder desempeñar su papel en esas asociaciones y proporcionar la financia-
ción considerable, oportuna y predecible, que se necesita. Además, con arreglo a la resolu-
ción sobre medidas urgentes para África se invita a las Partes a celebrar acuerdos de
asociación y preparar programas de acción nacionales y subregionales sin esperar a que el
tratado entre en vigor.
Se manifestaron signos alentadores de la adopción de medidas concretas incluso en el
momento de la firma de la Convención, en octubre de 1994, cuando muchas naciones
africanas, otros países afectados y los donantes, indicaron las medidas prácticas que ya
estaban adoptando para aplicar las disposiciones del tratado. Si esta actitud se mantiene,
cabrá esperar que se acometerá en una escala adecuada el antiquísimo problema de la
desertificación. Porque ésta sólo podrá vencerse con una acción sobre el terreno, literalmen-
te con pies en la tierra.
36