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RAFAEL M. MERIDA JIMENEZ (ed.) SEXUALIDADES TRANSGRESORAS UNA ANTOLOGIA DE ESTUDIOS QUEER A Icaria% Kadn Hera MUJERES Y CULTURAS Disefio de la cubiers Traduccién del ingl aia Olivares Maria Antonia Oliver-Rotger © Eve Kosofsky Sedgwick, «Socratic raptutes, Socratic ruptures: notes towar Queer Performatingy en English inside and out. The Places of Literary Criticism, Routledge, Inc. parte de The Taylor & Francis Group (1993). Judith Butler, «Critical queer» en CLQ: A journal of Lesbian and Gay Studies, 1 (1993). Diana Fuss, «Fred's falllen women: [dentification, desire and a case off homosexuality in a woman», Yale Journal of Cristicism, 6: 1 (1993). Donald Morton, «Birth of cybequcer», en Modern Languaje Association of America, 110 (1995). Joshua Gamson, «Must identity movements self destryct? A queer dilemmay de Social Problems, 42 (1995). Robyn Wiegman, «Quering the academy», en The Gay'905. Disciplinary and Interdisciplinary Formations in Queer Studies de Tomar Foster, Carol Siegel y Ellen E. Berry (eds.), New York University Press (1997). Deborah P, Briczmann, «Queer pedagy and ics strange techniques» en Janice L. Ristock y Catherine G. Taylor (eds.) Inside the dicademy and out: LesbianlGay/Queer Studies and Soul Action, University of Toronro Press, (1998), Lauren Berlant y Michael Warner, «Sex in public», Critical Inguiry, University of Chicago Press 24 (1998). © De esta edicién Icaria editorial, s.a. Ausits Marc, 16, 3.° 2.* / 08010 Barcelona e-mail:icariaep@terrabic.iceneties www.icariaeditorial.com Primera edicién: marzo 2002 ISBN: 84-7426-562-2 Depésito legal: B-1.044-2002 Fotocomposicién: Text Grific Impreso por Romany’/Valls, S.A. Verdaguer 1, Capellades (Barcelona) Impreso en Expatta. Probibida la reproduccién total o parcial V. 2DEBEN AUTODESTRUIRSE LOS MOVIMIENTOS IDENTITARIOS? UN EXTRANO DILEMA* Joshua Gamson La pasidn y el veneno intencionados estallan periddicamente en las secciones de corrrespondencia de la prensa gay y lesbiana de San Fran- cisco. Cuando el Sas Francisco Bay Times anuncié a «la comunidad» que el Desfile del Dia de la Libertad de 1993 Ilevaria por nombre sE| afio queer», las misivas llovieron durante semanas. La marcha fue lo que siempre ha sido: una gran fiesta reivindicativa. Pero las cartas contintian siendo reveladoras. «Queer» provoca discusiones que nos resultan familiares: sobre la asimilacién, las diferencias gencracionales, sobre quién cs considerado «nosotros» y quién toma las decisiones. A este nivel, estas discusiones son similares a las que tienen lugar en comunidades étnicas donde «las fronteras, las identidades y las cul- turas se negocian, definen y producen» (Nagel, 1994, p. 152). Sin em- bargo, si nos adentramos un poco mds en los debates sobre Las prac- ticas queer, ocurre algo todavia més interesante y significativo. En sus modalidades més caracteristicas, las practicas queer hacen tambalear los cimientos sobre los que se han construido las politicas identitarias gays y lesbianas, disolviendo los conceptos de «minoria sexual» y «co- munidad gay», «gay» y «lesbiana», ¢ incluso «hombre» y «mujer.! * Mi agradecimienco a Steven Epstein, Wilhiam Gamson, Arene Stein, Vesta Taylor, Jefftey Escoffier, Cathy Cohen, Mask Blasius, Roger Lancaster y Matthew Rormnek_ 1. Aunque bablaré de ellos a la vez debido a la lucha en contra del «sistema de sexo! género» (Rubin, 1975) que comparzen en base al deseo por el mismo sexo, las lesbianas y los gays tienen una larga historia de organiaacidn auténoma (Adam, 1987; D’Emilio, 1983). No es sorprendente que el género haya sido la divisi6n mas fuerte en !os movimientos en pro de los derechos y la liberacién de los gays y las iesbianas, puesto que la homosexualidad masculina y el lesbianismo se han construido y castigado de formas muy diferentes. Co- mentaré esta divisién histSrica més adelante en este articulo. 141 Estas practicas se basan en la dificultad fundamental de organizacién en torno a la identidad: Ja inestabilidad de las identidades, tanto in- dividuales como colectivas, el cardcter artificial aunque necesario de las mismas. Exageran y hacen estallar estos problemas, intentando construir aleatoriamente una politica a partir de los despojos de ca- cegorias colectivas deconstruidas. Esta discusién y otros debates rela- ctonados con la politica lesbiana y gay no tratan sdlo sobre el conte- nido de la identidad colectiva-(;quién tiene la definicién valida de «gayn2), sino sobre la viabilidad cotidiana y la utilidad politica de las identidades sexuales (;acaso existe y debiera existir algo denominado «gay», desbianam, «hombre» o «mujer?), Utilizando como ejemplo los debates internos de la politica gay y lesbiana, este articulo plantea un dilema ctucial en las politicas identitarias conterpordneas y traza sus repercusiones en la teorfa de la investigacién y los movimientos sociales. Como demostraré con mds detalle, en este tipo de discusiones —que surgen también en otras comunidades— se pueden detectar dos impulsos politicos y dos for- mas de organizacién diferentes que estén confrontados. La ldgica y la utilidad politica de una deconstruccién de las categorias colectivas compite con la fégica de defenderlas. Ambas son ciertas, peto ningu- na de las dos es totalmente sostenible. Por un lado, lesbianas y gays se han convertido en una fuerza efec- tiva en este pais durante las ultimas décadas, sobre todo al dotarse de aquello que posefan los movintientos de los derechos civiles: una iden- tidad puiblica colectiva. Los movimientos sociales gays y lesbianos han construido una cuasi identidad étnica forjada con instituciones cul- turales y politicas propias, festivales, barrios ¢ incluso bandera pro- pia. En esa ctnicidad subyace la tipica nocién de que aquello que gays y lesbianas comparten —la base de su estatuto de minoria y de sus exigencias de derechos como minoria— es una misma esencia esta- ble y natural, un ser con deseos homosexuales. Fstos movimientos han afirmado contundentemente que esta opresién compartida supone la 2. En este ensayo, me adhiero al reciente lamamiento para establecer contacto entre la sociologta y la teoria y politica queer (Seidman, 1994). Los socidlogos y otros cientificos sociales nan tardado en unirse a las discusiones tedricas queer. Aunque éstas surgieron pti cipalmente encre os académicos en el campo de las humanidades, apenas podrian «imagi- aise en su estado actual, si las contribuctones de ta teor‘a socioldgica no estuvieran pre~ sentess (Epstein, 1994, p. 2). Sobre fa relacién encre la sociologia de la sexualidad y la teorla ques, véase también Stein y Plummer (1994); Namaste (1994). 142 negacién de libertades y oportunidades de poner en practica ese ser. En esta politica étnicalesencialista® son necesarias categorfas claras de identidad colectiva para ta resistencia efectiva y los logros politicos. Sin embargo, este impulso de construir una identidad colectiva con fronteras de grupo bien diferenciadas se ha enfrentado a una 16- gica directamente opuesta, contenida a menudo en el activismo queer (y la recientemente denominada «teoria queer»): disolver las catego- tias de identidad y desdibujar las fronteras de grupo. Esta dimensién alternativa, influida por el pensamiento académico «construccionista», sostiene que Jas identidades sexuales son productos histéricos y so- ciales, en lugar de nacurales ¢ intrapsiquicos. Los binarismos produ- cidos por la sociedad (homosexual/heterosexual, hombre/mujer) son la base de la opresién; las experiencias fluidas ¢ inestables del yo se fijan al servicio del control social. Desmantelar esas categorias, recha- zar en lugar de adoptar el estatuto de minoria étnica es la clave para la liberacién. Segtin esta politica deconstruccionista, las categorias co- lectivas puras constiruyen un obstéculo para la resistencia y el cambio. Sostengo que el reto al que se enfrentan los analistas no es deter- minar cual de las dos posiciones es la correcta, sino asumir el hecho de que ambas légicas tienen sentido. Las practicas queer ponen de relieve un dilema que comparten muchos otros movimientos idencitarios (raciales, écnicos y de género, por ejemplo):* las catego- rias de identidad fijas son tanto la base de Ja opresién como del po- der politico. Esto suscita interrogantes para las estracegias polfticas y. de manera especialmente relevante en este caso, para el anidlisis de los movimientos sociales. Si las identidades son mucho més inestables, fluidas y construidas de lo que los movimientos han asumido por norma general —es decir, si valoramos en scrio el reto queer—, qué ocurre con los movimientos sociales basados en la identidad cales como los defensores de los derechos de gays y de lesbianas? ;Acaso deberdn autoeliminarse las luchas sociopoliticas articuladas por la idencidad? En su estado actual, la teoria de los movimientos sociales, a la que légicamente recurriremos ante esta disyuntiva entre las estrategias culturales deconstructivas y las estrategias politicas en favor de las ca- tegorias, tiene dificultades para resolver estas cuestiones. Sostengo que el caso de las prdcticas queer requiere una teoria mds desarrolla- 3. He tamado este término de Seidman (1993). 4, Véase, por ejemplo, Di Stefano (1990); Bordo (1990); Davis (1991). 143 da de la formacién de la identidad colectiva y su relacién con las ins- uciones y los significados, comprensidn que incluya el impulso de disolver esa identidad desde dentro. Al explicar el dilema queer y sus repercusiones para la teorfa de los movimientos sociales, en primer lugar resumiré brevemente el es- tado actual del pensamiento més relevance sobre la identidad colecti- va. En segundo lugar, poniendo énfasis en el dilema en si, me serviré de los debates internos, especialmente en la forma en que ocurrieron. en la seccién de correspondencia del semanario San Francisco Bay Ti- mes 11 1991, 1992 y 1993. Me ocuparé inicialmente de los debates sobre el uso de la palabra queer dentro de las comunidades gays y lesbianas, utilizdndolos para hacer hincapié en la aparicidn del activismo queer, sus continuidades con el compromiso lesbiano y gay previo y sus vinculos y paralelismos con la teoria queer. Més adelan- te, me ocuparé de las discusiones de la politica gay y lesbiana sobre la inclusién de bisexuales y transexuales, dos grupos incorporados a un paraguas queer en expansién. Cabré sefialar aqui un elemento dis- tintivo (aunque no toralmente nuevo) de las practicas queer, una po- litica de destruccién de fronteras y de deconstruccidn de categorfas y la resistencia a esa politica que la tematica de género de los debates ha hecho especialmente visible. Por tiltimo, al trazar las ramificacio- nes para fa teoria de los movimientos sociales, esbozaré las afinidades entre las discusiones queer y los debates sobre la cuestién multiracial en la politica afroamericana, sugiriendo que.las prdcticas queer refle- jan el dilema central de todos los movimientos identitarios. Conclui- résugiriendo maneras en que la reflexidn sobre movimientos sociales puede prosperar si considera seriamente, como fenémeno teérico y empirico, la situacién de los movimientos basados en Ia identidad. Movimientos sociales ¢ identidad colectiva Los investigadores de los movimientos sociales apenas han empezado a tratar la construccién de la identidad colectiva> como una actividad importante y problemdtica en los movimientos y como un tema rele- 5. La idencidad colecriva puede definirse de varias manecas. Aqu{ la utilizo para desig- nar no solamente un «estatus-una serie de acticudes, compromises y normas de comporsa- miento— que se espera que rodos aquellos que asuinen la identidad deben suscribir, sino también «una manifestacién individyal de afiliacién, de conexién con octas personas (Friedman y McAdam, 1992, p. 1$7). Véase también Schlessinger (1987) 144 vante de estudio. Antes de finales de la década de los ochenta, cuando los modelos de actores racionales fueron sometidos a crecientes exdme- nes criticos, «no se habia dedicado demasiada reflexidn directa al pro- blema sociolégico general de qué es y cémo se constituye la identidad colectiva (Schlessinger, 1987, p. 236). Como sostiene Alberto Melucci (1989, p. 73), los modelos sobre movimientos sociales centrados en acciones instrumentales suelen tratar la identidad colectiva como un residuo expresivo irracional de las aspiraciones racionales ¢ individua- les de obtener logros politicos. E «incluso en modelos de actores racio- nales mds sofisticados que postulan un actor colective que establece jui- cios estratégicos de coste y beneficio sobre la accién colectivay, sefiala William Gamson, «se asume la existencia de una identidad colectiva establecida» (1992, p. 58; énfasis del original). En dichos modelos, las identidades eran (y contintian siendo) concebidas tipicamente como si existieran con ancerioridad a los movimientos, que luego las hacen vi- sibles mediante la organizacién y el despliegue con fines politicos. Melucci y otros tedricos de «los nuevos movimientos sociales» ar- gumentan mds enérgicamente que la identidad colectiva no es sola- mente necesaria para una accidn colectiva eficaz, sino que también suele ser un fin en s{ misma, como parece demostrar la autoconciencia de muchos movimientos contempordneos.* Segtin este modelo, la identidad colectiva se entiende como «un proceso continuo de recom- posicién mds que como una presuposicién» y «como un aspecto di- ndmico y emergente de la accién colectiva» (Schlesinger, 1987, p. 237; énfasis en el original; véase también Cohen, 1985; Mueller, 1982; Kauffman, 1990). La investigacién sobre la identidad étnica se ha desarrollado de manera similar, poniendo de relieve, por ejemplo, el grado en que «el concepto que las personas tienen de sf mismas des- de la dptica de la etnia, especialmente de su identidad étnica, depen- de de situaciones y de cambios» (Nagel, 1994, p. 154). «Un indio americano puede ser ‘mestizo’ en la tescrvan, segiin un ejemplo des- crito por Joan Nagel, «pine ridge’ cuando habla con alguien de otra reserva, ‘sioux’ o ‘lakota’ cuando responde al censo de los Estados 6. No hay azn para limitar esta demanda a los movimientus sbasados en Ja idenci- dads, aunque la construceidn de la idencidad es mas visible y pronunciada en dichos movi- mientos. Como Taylor y Wainer sostienen al revisar las investigaciones existentes, «los pro- cesos de construccida de la identidad son fundamentales para la interpretacién de las reivindicaciones en toda forma de actuacién colectiva, n0 sélo en fos Ilamados nuevos mo- vieiencose (1992, p. 195). 145 Unidos y ‘americano nativo’ cuando se relaciona con personas que no son indias» (1994, p. 155; véase también Padilla, 1985; Alba, 199 Waters, 1990; Espiritu, 1992). El modo exacto en que surgen y cambian las identidades colecti- vas ha sido objeto de un corpus de estudios sobre movimientas so- ciales cada vez mayor. Por ejemplo, Verta Taylor y Nancy Whittier, quienes analizan las comunidades feministas lesbianas, se refieren a ja creacién de comunidades con una identidad politizada mediante la construccién de fronteras (estableciendo las «diferencias entre un grupo desafiante y los grupos dominantes»), el desarrollo de una con- Ciencia (0 de «marcos interpretativos») y fa negociacidn («los simbo- los y las acciones cotidianas que los grupos subordinados ucilizan para resistir y reestructurar los sistemas de dominacién existentes») (1992, pp. 110-111; véase también Franzen, 1993). Otros investigadores, al partir de una idea similar, segtin la cual la localizacién y el significa- do de las fronteras se negocia, revisa y revitaliza constantemente», demuestran que la identidad colectiva se construye no sélo desde den- tro, sino que también est constituida y limitada por «regulaciones politicas e instituciones, politicas de inmigracidn, politicas de cecur- sos ligadas a grupos étnicos y por ef acceso politico estructurado a partir de criterios étnicos» (Nagel, 1994, pp. 152, 157; véase tam- bién Omi y Winant, 1986). Cuando pasemos a tratar las disputas sobre las practicas queer, sera Gril contemplarlas a la luz de estos estudios recientes. No cabe duda de que estamos asistiendo a un proceso de construccién de fronteras y de negociacién de identidades: como disputas sobre pertenencia y dcnominacién, estos debates forman parte del proyecto continuo de establecimiento del «nosotros cuyos derechos y libertades estén en juego en los movimientos. Sin embargo, al explorar los debates queer, demostraré que existe una tendencia en los movimientos que las in- vestigaciones actuales sobre la identidad colectiva no tienen en cuen- ta: la tendencia a difuminar y deconstruir las categorias de grupo, y a mantcenerlas siempre inestables. Esta tendencia supone un nuevo im- pulso significativo para el andlisis de los movimientos sociales. Politica queer y teoria queer Desde finales de fa década de los ochenta, queer se ha utilizado para designar, en primer {ugar, un conjunto indefinido aunque distinguible 146 de movimientos politicos y movilizaciones y, en segundo lugar, un con- junto un tanto paralelo de proyectos intelectuales asociados con la uni- versidad (que ahora se denomina «teorla queer). La politica queer, aun- que materializada organizativamente en el grupo activista Queer Nation, opera sobre todo a través de las movilizaciones culturales descentrali- zadas, locales y a menudo antiorganizacionales que consisten en colgar carteles, autorrepresentaciones parédicas e inconformistas y revistas al- ternativas underground («zines») (Berlant y Freeman, 1993; Duggan, 1992; Williams, 1993).’ Este activismo se ha definido mayoritariamente en oposicién a los movimientos gays y lesbianos convencionales. La aparicién de fa politica queer, aunque no pueda tratarse con detalle aqui, se remonta a la violenta reaccién de los afios ochenta contra los benefi- cios politicos de los movimientos lesbiano y gay, que «hicieron mella en las itusiones de una incipiente era de tolerancia y pluralismo sexual»; se remonta también a la crisis del sida, que «destacé Jos limices de una politica de derechos ¢ inclusién de las minorias», y af estallido de «di- ferencias internas que habian ido fermentando durante mucho tiem- po» en corno ala raza, al sexo y a la critica de la organizacién politica como «reflejo de la experiencia o punto de vista de los blancos de la clase media» (Seidman, 1994, p. 172). La teorfa queer, con raices en la historia y sociologfa construccio- nistas, 1a teorfa feminista y la filosoffa postestructuralista, se configu- 16 en muchos de los congresos académicos de finales de fos ochenta y continda funcionando basicamente en instituciones universitarias de elite; se ha definido a si misma especialmente contra los estudios lesbianos y gays convencionales (Stein y Plummer, 1994).? Reciente- 7, Queer Nation (Nacién Queer), formada en 1990, ¢s un derivado de la organiza- cin activista en concra del sida ACT UP. Queer Nation debe mucho a ACT UP. por lo que respecta a sus origenes, su petsonél y sus técticas, que a menudo son acruzar fronteras, ‘ocupar espacios e imitar los privilegios de la normalidads (Berlant y Freeman, 1993, p. 195). Para rdcricas similares dentro de ACT UR, véase Gamson {1989}. Para mds devalles sobre Queer Nation ex particular y politica queer en general, véase Bérubé y Escoffier (1991); Duggan (1992); Seein (1992); Cunningham (1992); Parton (1993); Browaing (1993, es- pecialmente caps. 2, 3y 5). 8. Véase por ejemplo Rich (1980); Moraga (1983); Hemphill (1991); Clarke (1983); Reid-Phare (1993). 9. Aunque el pensamiento social construccionisca inspire la teorfa queer, es importan- te distinguir las diferences tendencias de la investigacién conseruccionisea y sus variadas con- teibuciones al desarrollo de Ja teorla sexual. En su mayer parte, la historia y la sociologia constraccioniste, que se acupaban del vorigen, significado social y modalidaces cambiances del homosexual modernos, y se enfrentaban a ‘as nociones esencialistas de fa homosexuali- 147

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