Valentn, todos esos investigadores, clasificados equivocadamente entre los alquimistas, no fueron sino simples arquimistas o sabios espagiristas. Por ello, un clebre adepto, autor de una obra clsica 3 , puede decir con mucha razn: Si Hermes, el padre de los filsofos, resucitara hoy con el sutil Jabir y el profundo Raimundo Lulio no seran hoy considerados como filsofos por nuestros qumicos vulgares 4 , que casi no se dignaran incluirlos entre sus discpulos porque ignoraran la manera de proceder a todas esas destilaciones, circulaciones, calcinaciones y todas esas operaciones innumerables que nuestros qumicos vulgares han inventado por haber comprendido mal los escritos alegricos de esos filsofos. Con su texto confuso, esmaltado de expresiones cabalsticas, los libros continan siendo la causa eficiente y genuina del grosero menosprecio que sealamos. Pues a despecho de las advertencias y las censuras de sus autores, los estudiantes.se obstinan en leerlos segn el sentido que ofrecen en el lenguaje corriente. No saben que esos textos estn reservados a los iniciados y que es indispensable para comprenderlos bien tener la clave secreta. En lo que hay que trabajar primero es en descubrir esta clave; Es cierto que esos viejos tratados contienen si no la ciencia ntegra, al menos su filosofa, sus principios y el arte de aplicarlos conforme a las leyes naturales. Pero si se ignora la significacin oculta de los trminos -por ejemplo,
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