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COLOMBIA, COMUNIDAD IMAGINADA.

Juan Sebastián López


Universidad Rey Juan Carlos
j.lopezlo@hotmail.com
España

Introducción.

El período de transición del siglo XX al XXI, marcado por la caída del comunismo y el
respectivo fortalecimiento del neoliberalismo, trajo consigo la pregunta por el papel de
los Estados-nación en la configuración del orden socio-económico mundial. Se podría
decir que el optimismo respecto al debilitamiento del aparato estatal, en el que se asume
con toda radicalidad la premisa de laissez faire, laissez passer, trajo consigo posturas en
el ámbito académico y político que daban primacía a la construcción de sociedad desde
perspectivas cultural-globalistas y experimentos económicos fundados en el supuesto de
la autorregulación de los mercados.

Sin embargo, la reciente desaceleración económica, que dentro de las representaciones


sociales y el manejo mediático que se le ha dado ha devenido en crisis económica,
viene suscitado todo tipo de preguntas sobre el papel de la economía y la vida de
consumo, además de diversas posturas políticas que van desde el regresionismo hacia
ideales socialistas puros (El Capital, según dicen, es ahora casi un best seller) hasta la
recuperación de los debates en torno a la deslegitimación del capitalismo como sistema-
mundo y el fortalecimiento de posturas progresistas y reivindicativas en orden a
cuestiones como el género, el ecosistema y el desarrollo sostenible.

Lo que sí ha quedado claro tras examinar el decurso de la crisis (las decisiones que se
han tomado, la forma de abordar los problemas, el manejo mediático que se le ha dado y
las múltiples reacciones de la sociedad civil) es que el Estado-nación, para el grueso de
los ciudadanos tanto como para las élites que ostentan el poder, tiene un nivel de
arraigo y un valor real estratégico en términos políticos y económicos mucho más
profundo del que se le quiso conceder. Ello es prueba de que en momentos de crisis (de
cualquier tipo en el orden social) el común de las personas y los colectivos dominantes
tienden siempre a recurrir a la figura del Estado, en tanto que garante de las libertades
civiles y el bienestar social, para demandarle acciones de intervención que pongan
orden al caos. Hobbes lo ilustra de este modo:

La causa final, fin o designio de los hombres (que naturalmente aman la


libertad y el dominio sobre los demás) al introducir esta restricción sobre sí
mismos (en la que los vemos vivir formando Estados) es el cuidado de su propia
conservación y, por añadidura, el logro de una vida más armónica, es decir, el
deseo de abandonar esa miserable condición de guerra que, tal como hemos
manifestado, es consecuencia necesaria de las pasiones naturales de los
hombres, cuando no existe poder visible que los tenga a raya y los sujete, por
temor al castigo, a la realización de sus pactos y a la observancia de las leyes
de la naturaleza.

1
Nótese, por ejemplo, que en medio del ruido y la agitación mediática en torno a la crisis,
los protagonistas, los argumentos de autoridad (muchas veces falacias ad hominem), las
estructuras narrativas, en fin, la voluntad de verdad y construcción objetiva de los
hechos junto con sus respectivos análisis y posibles soluciones, provienen, en su gran
mayoría, de organismos estatales y/o gubernamentales: el mundo aguardaba, y aguarda
aún, expectante, una solución genial por parte de los Estados; ante los descalabros del
sector privado solo resta volver la mirada hacia la esfera de lo público para recordar-
desear que, ciertamente, aquellos que gobiernan son, de lejos, los más idóneos para
ilustrar y conducir los discursos, acciones y márgenes de entendimiento en una
sociedad. El futuro de la crisis está, pues, indisociablemente ligado al papel interventor
y regulador que jueguen los Estados. Con lo cual se confirma la idea que desde la
modernidad (que supone el cambio categorial y jurídico del “súbdito” al de
“ciudadano”) el Estado-nación ha sido y sigue siendo fuente importante e
imprescindible de construcción del imaginario de comunidad y sociedad.

En torno a la nación, en tanto que construcción legitimadora del Estado (tendencia que
se radicaliza desde el siglo XIX), se podría decir algo similar: quienes pregonaban la
debilidad de las doctrinas e identidades vinculadas a la idea de nación, han sido
desmentidos por los hechos. Nacionalidad y Nación se siguen sustentando, como es
lógico, desde la densidad simbólica y la ligereza conceptual que ofrece el nacionalismo,
que al entretejerse con productos típicos de nuestro tiempo como el fundamentalismo
religioso, constituyen el cedazo y la matriz de identidades de resistencia en los procesos
de organización del poder político, económico y geoestratégico contemporáneo. Basta
con dirigir la mirada hacia conflictos complejos como el de oriente medio, Congo o
China, u otros más ligeros como el separatismo kurdo, vasco o catalán, para comprender
que sus elementos visibles remiten siempre, en algún aspecto, a las nociones de nación
o nacionalidad. Ello confirma la tesis de Anderson:

…desde la segunda guerra mundial, toda revolución triunfante se ha definido en


términos nacionales (…) La realidad es evidente: el “fin de la era del
nacionalismo” pregonado durante tanto tiempo, no se encuentra ni
remotamente a la vista. En efecto, la nacionalidad es el valor más
universalmente legítimo en la vida política de nuestro tiempo (2006: 19).

Ahora bien, ante conflictos y/o situaciones de crisis que reivindican la fortaleza de los
Estados y el arraigo profundo que suscitan los nacionalismos, es también pertinente
analizar procesos en los que el nacionalismo y el fortalecimiento del Estado, otrora
débiles, se fortalecen nutriéndose de conflictos sociales que derivan en una demanda
creciente, por parte la sociedad en general, de modelos que le permitan cohesionarse.
Este puede ser el caso colombiano, sobre el que versa el presente trabajo.

En este sentido, aunque no se pretenda realizar aquí un estudio detallado y sistemático


del conflicto armado en Colombia (dado que al respecto existen muchos trabajos de
gran envergadura y seriedad), sí que es pertinente esbozar algunos datos acerca del
contexto político, económico y social que dieron lugar a los procesos que se van a
examinar: el fortalecimiento del Estado y las campañas de colombianización de los
discursos, las estructuras y las fuerzas de la sociedad a partir del 2002, año en el que se
marca un antes y un después de las autorepresentaciones nacionales en la sociedad civil
colombiana.

2
Recrudecimiento, depresión y fractura.

La historia reciente de Colombia, vinculada inexorablemente a los fenómenos del


narcotráfico y los grupos armados ilegales, y en particular la historia del conflicto
interno, puede ser comprendida desde tres momentos: 1)ajuste (1988-1991),
determinado sustancialmente por el final de la guerra fía, los procesos de paz, la
Asamblea Nacional Constituyente y las primeras manifestaciones del paramilitarismo;
2)estancamiento (1992-1995), en el que la intensidad del conflicto disminuye, y
3)recrudecimiento (1996-2002), en el que la frecuencia de ataques y combates así como
la intensidad del conflicto aumentan de forma alarmante alcanzando su pico en el año
2002 (Restrepo, 2004: 8-9). En este periodo se incrementan sustancialmente los ataques
y combates; el total de muertos y heridos supera las 30.500 personas y entre 2001 y
2002 se alcanzan a registrar más de 1.000 ataques unilaterales por parte de la guerrilla y
unos 220 de paramilitares. Los combates con el ejército ascienden a 900 en 2002 y las
víctimas de acciones violentas (entre miembros del gobierno, paramilitares y
guerrilleros) suman aproximadamente 4.550 personas; las victimas del pararmilitarismo
superan los 1.250 civiles y los dividendos estimados de la producción de narcóticos en
el año 2000 giran en torno a los 3.000 millones de dólares (idem: gráficos, 19-30).

Es, entonces, en el año 2002, cuando los estudios sobre el clima social y la opinión
pública dan razón del profundo estado de crisis por el que atraviesa el país: el proceso
de paz con las FARC experimenta uno de los peores momentos de su historia por el
fracaso estrepitoso de las negociaciones en El Caguán y la ruptura de los diálogos de
Paz (20 de Febrero de 2002). El “Gallup Poll” del primer trimestre de 2002 revela que
la opinión favorable hacia el proceso de paz de Pastrana es la más baja en todo su
período presidencial y que por lo tanto la credibilidad en la voluntad de diálogo de las
FARC es casi nula. La popularidad de Pastrana va en franca decadencia, registrando las
tazas más bajas a lo largo de todo su mandato y ubicándolo, incluso, en el nivel más
bajo de Presidente alguno en la historia reciente de Colombia (11% de aprobación a su
gestión).

Se logra apreciar, además, dos datos de carácter político especialmente relevantes: a) la


tendencia del 55% de la población a auto definirse como no partidista y b) la opinión
favorable frente al Ejército (71%).

Es de resaltar también la actitud pesimista ante el futuro inmediato del país: de un 78%
en 1998, paso a ser del 84% en 1999 y del 89% en 2002. La violencia se percibe como
el problema más importante del país (91%,), siguiéndole el desempleo (79%) y los
temas sociales como la educación y la salud (51%) (Semana, RCN, El Tiempo, 2002).

En relación con lo económico, según el Banco de la República, la inversión extranjera


directa en Colombia, en 1998, se redujo a 2.829 millones de dólares mientras que los
ciudadanos extranjeros que visitaron el país en ese año no fueron más de 400.000. El
crecimiento del PIB fue del 2.6% en 1992, registró un retroceso considerable de -4.6%
en 1999 y llegó a 1.93% en 2002 (Caicedo, 2007: 6).

Grosso modo, según los datos antes mencionados, durante el periodo de


recrudecimiento del conflicto armado, la sociedad Colombiana: a) empieza a percibir
sus propios traumatismos tras décadas de permanecer en un estado de turbación interna

3
y aislamiento internacional por cuenta del narcotráfico, el terrorismo, la inseguridad y
los grupos armados ilegales b) experimenta una decepción generalizada frente a sus
instituciones políticas y económicas, c) se distancia de sus modelos identitarios
tradicionales (como los partidos políticos y las empresas públicas), d) se merma su
voluntad de respaldar salidas negociadas al conflicto interno y e) justifica y contempla
alternativas políticas basadas en la resolución del conflicto por la vía armada y la
reorganización del Estado bajo los principios de autoridad y legitimidad democrática.

Recuperación, afirmación y cohesión.

Ahora bien, la depresión social generalizada durante el periodo de recrudecimiento del


conflicto no alcanza a ser un elemento que escape a la lógica de la situación. Es
previsible que la sociedad experimente a nivel interno una serie de profundas fracturas
en su tejido a raíz de la vulneración de sus principios de entendimiento y convivencia.
Sin embargo, los datos arrojados durante el recrudecimiento tornan mucho más
interesantes si se los compara con los estudios de opinión posteriores al año 20021.

El cambio de rumbo en clima de opinión es sorprendente: con respecto al futuro del país
el pesimismo (89% en 2002) es reemplazado por un optimismo ascendente; en 2006 el
50% de los encuestados afirma que el país va por buen camino, en Abril de 2007 la
cifra aumenta a 53% y en Julio de 2008, después de la “Operación Jaque”, alcanza
niveles históricos de 73% para estabilizarse, en septiembre de 2008 en un 54% de
optimismo generalizado.

Es singular la opinión frente a los problemas que se perciben como los más importantes:
el paramilitarismo, el orden público y el poder adquisitivo prevalecen como los
principales, pese a que una media entre 60 y 80% de la población afirma percibir una
notable mejoría en temas de seguridad desde 2003 y los resultados económicos oficiales
registran (tras descalabro de 1999), índices de crecimiento PIB cercanos al 7.90% en
2007, un incremento considerable de la visita de extranjeros al país (1´320.000 en 2007)
así como de la inversión extranjera directa, que registró, en 2005, 10.240 millones de
dólares y cerró el 2008 con 8.043 millones (Caicedo, 2007: 6).

La opinión que se tiene del Presidente Uribe es precisamente la contraria respecto de


Gaviria, Samper y Pastrana: en los seis años de mandato se mantiene entre el 65 y 85%
de favorabilidad2. La tendencia se mantiene en el mismo rango con respecto al manejo
de las relaciones internacionales y el narcotráfico. Las políticas de Uribe con respecto a
la guerrilla se destacan: un 89% de respaldo.

Instituciones como la Iglesia Católica, el Ejército, la Policía y los Medios de


Comunicación registran medias de favorabilidad entre el 60 y 80%3, la clase empresarial
otro tanto (50% en 2002 y un progresivo aumento hasta 67% en 2008) mientras que las
FARC (2.5%, el ELN (5%) y los Paramilitares (8%), ven seriamente comprometido su
respaldo popular. La opinión desfavorable se dirige, también, hacia otros mandatarios
(Hugo Chávez y Rafael Correa), miembros de la oposición (Gustavo Petro y Piedad
1
En este sentido se toman como referecia los estudios de Ipsos (El Gran cubrimiento, 7ª encuesta, 2007)
y Gallup (Gallup Poll: Enero, Junio y Septiembre de 2008)
2
Cabe destacar que la Opinión pública experimenta momentos de euforia después de la Operación Jaque:
indicio de ello es que un 74% de los colombianos encuestados días después de la Operación, afirmaron
estar dispuestos a apoyar a Uribe en una hipotética segunda reelección
3
El Ejército logra índices de favorabilidad históricos después de la Operación Jaque: 90%.

4
Córdoba) e incluso miembros del gabinete presidencial (Andrés Felipe Arias y Carlos
Holguín Sardi).

En lo tocante al conflicto, se afirma la posibilidad de derrotar a las FARC por la vía


militar (68% en 2008) aunque la tendencia a buscar una solución dialogada encuentra
significativos niveles de respaldo (63%). El 50% de los encuestados reconoce que no se
hace justicia suficiente a los paramilitares extraditados, pero el 60% respalda su
extradición ya que, también en términos generales, el 53% afirman estar dispuestos a
sacrificar un poco de justicia para negociar la paz y perder algunas libertades para
mejorar la seguridad.

Finalmente, la filiación partidista se sigue reduciendo. Se autodenominan liberales 15%,


conservadores 5%, Polo 2% e independientes 11% de los consultados. El 65% de los
encuestados se define como sin partido y, sin importar sentimientos hacia los partidos
tradicionales, el 57% de la población autodenomina Uribista (2007).

Por si fuera poco, encuestas recientes, llevadas a cabo por Invamer Gallup, Datexco y
la Universidad Erasmus de Rotterdam, sitúan a Colombia como uno de los países más
felices del planeta. Señalan que buena parte de los colombianos sienten que su situación
ha mejorado en los últimos cinco años y que va a seguir mejorando, y el 67%
manifiestan sentirse orgullosos de ser colombianos. Cabe anotar que estas encuestas,
lejos de ser unánimes en su noción de felicidad, dan, en cambio, un claro indicio de lo
que los colombianos piensan de su país y de sí mismos.

En términos generales, desde 2002 hasta la fecha, la sociedad colombiana experimenta


un cambio de rumbo en torno a sus propias representaciones como país. La situación de
crisis o fractura se transforma, en tiempo record, en reafirmación y cohesión. Los
aspectos que se destacan de este periodo de recuperación, son los siguientes: a) la
afirmación exitosa de líderes, el primero de ellos Álvaro Uribe b) el fortalecimiento de
instituciones tales como la Policía, el Ejercito, la Iglesia Católica y la Empresa Privada,
que se legitiman por medio de acciones frente al conflicto c) dichos líderes e
instituciones asumen el rol de nuevos asideros identitarios, dado el progresivo desgaste
del partidismo tradicional, d) la localización de la macro-economía, el bienestar social,
el terrorismo y la seguridad democrática como temas de interés público de primerísimo
orden (con posturas ambiguas y contradictorias frente a otros problemas sociales) y d)
un nivel alto de identificación y confianza en el futuro del país.

La pregunta que cabe hacerse es, entonces, ¿Qué hizo posible que en menos de diez
años la lectura de los colombianos respecto a su país, y a sí mismos inclusive, pasara del
estado de depresión en el que se encontraba al optimismo y autoafirmación que revelan
las últimas encuestas?

Colombia, proyecto nación.

5
“No descansaremos hasta hacer de la Seguridad Democrática una realidad para todos
los colombianos”.

Álvaro Uribe Vélez

No es intención del presente documento evaluar las políticas públicas y/o económicas
del Estado colombiano bajo la era Uribe, sino revisar la construcción de los vehículos
de comunicación interna entre los subsistemas económico, político y cultural que,
alineados en torno a una idea construida de nación4, han logrado integrar el grueso del
subsistema societal-comunitario, haciendo de este experimento práctico-instrumental el
eje dinamizador de fuerzas y relaciones de producción en la Colombia actual. Para ello
será necesario centrarse en el papel del gobierno Uribe (1), el Sector empresarial (2), los
Medios de Comunicación (3), y la Sociedad Civil colombiana (4) no con la pretensión
de simplificar el problema sino de hacer énfasis en sus componentes fundamentales. Lo
que aquí se pretende es revisar un proyecto político desde sus mecanismos
comunicativos para comprender la forma como fue imaginado, ejecutado y asimilado
con tanto éxito.

(1) La sociedad colombiana, para el año 2002, se encontraba en una situación de


gobernabilidad que bien podría ilustrarse mediante el dilema de “la cuadratura del
círculo” (Dahrendorf, 1996) o la paradójica necesidad de conseguir tres objetivos
políticos divergentes: conservar y fortalecer la capacidad de competencia en la
economía internacional, no sacrificar la cohesión social ni la solidaridad; y llevarlas a
cabo bajo las condiciones de una sociedad libre.

En ese contexto, cualquier pretensión de asumir el poder político implicaba,


necesariamente, hacerle frene al dilema en términos de discurso y acción que fuesen
capaces de cohesionar sectores sociales en conflicto. Ello sólo sería posible si se
lograba: conseguir la voluntad popular que devolviera legitimidad institucional al
Estado (a), mantener unas relaciones dinámicas con los grupos económicos dominantes
para conseguir de su parte un respaldo efectivo (b) y proponer salidas al conflicto sin
irrespetar las fronteras discursivas establecidas por la teoría de la democracia y del
Estado de Derecho contemporáneos (c).

Discurso.

La propuesta de Uribe, en sus propias palabras, frente a a, b y c giró alrededor de lo


siguiente:

(a)
La antípoda de la política democrática es el terrorismo, que pretende imponer
por la violencia su voluntad sobre los otros, al costo de la vida de miles de
civiles. Frente al terrorismo sólo puede haber una respuesta: derrotarlo. Los
colombianos no cederemos ante esa amenaza (terrorismo). La vamos a derrotar
con la colaboración de toda la ciudadanía. El concepto clave aquí es
solidaridad entre los ciudadanos y solidaridad con la Fuerza Pública. Este
4
En tanto que “comunidad políticamente imaginada” (Anderson, 2006: 25) en la que Patria y Estado se
asimilan y la Cultura prevalece, como rasgo identitario, sobre la Clase.

6
principio, es fundamental para la convivencia, para la creciente consolidación
en la integración profunda del pueblo colombiano (…) La lucha es de la
soberanía de los Estados y de las naciones democráticas contra la soberanía del
terrorismo. La lucha es de todos contra el terrorismo (…) La Fuerza Pública
constituye el elemento coercitivo de la Constitución para proteger la vida, la
libertad y los bienes de los ciudadanos. La legitimidad de nuestras instituciones
depende de nuestra determinación de luchar por igual contra toda
organización, grupo o persona que amenace la seguridad de los ciudadanos, de
las instituciones y de la democracia.
(b)
El imperio de la ley es también garantía de desarrollo y prosperidad
económica. Cada vez que hay un secuestro se afecta profundamente la
confianza de los inversionistas, se dispersan los capitales y se pierden fuentes
de empleo. Cuando la Seguridad Democrática desarrolla una política para
eliminar el secuestro, está defendiendo al pueblo y las garantías sociales
básicas.
(c)
Recuperar el orden y la seguridad -requisito cardinal para la vigencia real de
las libertades y los derechos humanos- es preocupación central de este
Gobierno (…) La Seguridad Democrática se diferencia de las concepciones de
seguridad profesadas por regímenes autoritarios, partidarios de la hegemonía
ideológica y la exclusión política. (…) No hay contradicción entre seguridad y
democracia. Por el contrario, la seguridad garantiza el espacio de discrepancia
(…) para que disentir no signifique exponer la seguridad personal (…) Sólo
cuando el Estado castiga implacablemente el crimen y combate la impunidad
hay plenas garantías para ejercer la oposición y la crítica (…) Recuperaremos
la seguridad de nuestros ciudadanos sin limitar sus libertades (Uribe, 2003: 6).

Lo interesante, pues, en torno a la Política de Seguridad Democrática (PSD) reside en


que, además de ser un plan de gobierno estructurado en torno a principios 5 y líneas de
acción6 que interpretan con agudeza los deseos populares y los intereses de las élites
económicas, no renuncia a la pretensión estatal de configurar los sectores sociales.

Por el contrario, contiene un alcance comunicativo más profundo del que se cree: la
Seguridad Democrática deviene en discurso dominante que llega a constituirse en
amalgama de las débiles y conflictivas relaciones entre las antiguas políticas de
convivencia, libertad y desarrollo en gobiernos anteriores -cuyos resultados habían sido
prácticamente invisibilizados ante la opinión pública7- pero ahora articulándolos en
torno a un proyecto de seguridad institucional legítimamente constituida y públicamente
consensuada. Ello ratifica la responsabilidad imprescindible del Estado, con la fuerza de
sus instituciones, de hacer frente a los desajustes entre los subsistemas sociales
mediante la recreación de un espacio comunicativo de alcance nacional que sienta las

5
El control territorial y la acción coordinada del Estado; la cooperación y solidaridad por parte de la
sociedad civil; la eficiencia y austeridad en el aparato estatal; transparencia y juridicidad en los procesos;
el fortalecimiento de la defensa nacional; multilateralidad y corresponsabilidad en el manejo del poder; y
la seguridad que posibilita el desarrollo.
6
Coordinar la acción del Estado, fortalecer las instituciones del Estado, consolidar el control del territorio
nacional, proteger a los ciudadanos y la infraestructura de la Nación, cooperar para la seguridad de todos,
y comunicar las políticas y acciones del Estado.
7
Uribe, de hecho, continua con proyectos que se venían desarrollando desde el gobierno Gaviria, como la
privatización de las empresas públicas, o Pastrana, como el Plan Colombia.

7
bases de una lectura dominante de la realidad colombiana y sus futuros modelos de
entendimiento y acción.

Si se entiende que uno de los roles discursivos de la PSD es posibilitar el control de la


interfaces entre los modelos de entendimiento y las acciones en los subsistemas
económico, comunitario-societal y cultural, queda preguntarse, entonces, qué
procedimientos se utilizan para asentar el discurso en la sociedad; es decir, preguntarse
acerca de los modos de promoción del proyecto y de control del discurso público. De
ahí que sea importante revisar la forma como el Estado se sitúa frente a los actores
ilegales, el estatus político y social que les concede, y las relaciones que establece con
la oposición, el sector privado y el pueblo en general.

Interacciones.

En lo tocante a los grupos armados ilegales es posible apreciar la distinción intencional


que se propone entre los grupos de autodefensas (AUC) y las guerrillas (FARC y ELN)
-e incluso la diferenciación entre estas últimas-, concediéndoles, en razón de sus
supuestas diferencias naturales, un manejo político diferente a cada una. El problema
paramilitar en el conflicto armado ha sido manejado desde una perspectiva radicalmente
pragmática, prueba de lo cual es la polémica Ley de Justicia y Paz, por medio de la cual
el Gobierno Uribe consigue de la desmovilización de la mayoría de los frentes de
autodefensas y control sobre los procesos de reinserción y judicialización de sus
comandantes.

Empero, el manejo del problema guerrillero es mucho más rico en estrategia política.
Uribe cuenta, de entrada, con dos ventajas fundamentales: el gobierno Pastrana, pese al
mal manejo que le dio a los diálogos de paz en El Caguán, (Nasi, 2007: 174-175) logró
dejar la idea sembrada en la Opinión Pública de que el proceso de negociación falló a
causa de la falta de la voluntad real de paz por parte de las FARC. Otra ventaja
considerable fue la de contar con los recursos del Plan Colombia, que en último término
resultó siendo una ayuda económica por parte de EE.UU para robustecer las fuerzas
militares y antinarcóticos del Estado. De ahí que continuar con una negociación no
fuese necesario ni astuto. Tanto la imagen popular de Las guerrillas, como su progresivo
debilitamiento militar indicaban que podían ser más productivas si se las mantenía en un
estado constante de descrédito ideológico, marginalidad política y debilidad ofensiva.

Adicionalmente, el trato hacia las guerrillas por parte del Presidente se nutrirá de una
historia personal con la que el grueso de la sociedad logra identificarse (afirma que las
FARC asesinan su padre en 1983) y de todo el movimiento mundial de repudio contra
el terrorismo que se inicia a raíz de 11 de Septiembre. Estos precedentes contribuyen de
forma contundente a la progresiva criminalización de las FARC como grupo terrorista,
concepto con una carga profunda en el derecho internacional contemporáneo.

El gobierno Uribe intentará, entonces, consolidar una lectura de la insurgencia basada


en la inexplicabilidad política de estos movimientos: las guerrillas son absurdas porque
han perdido su razón de ser; han pasado por encima de las posibilidades de disenso en
un Estado de Derecho legítimamente constituido y se han dedicado al narcotráfico
(también un problema urgente en la agenda internacional frente a Colombia) ergo no
son capaces de integrarse al debate público (incapaces de pensamiento y palabra); antes

8
bien, son la más grande amenaza para la Democracia en Colombia y, por lo tanto, será
responsabilidad del pueblo colombiano generar acciones solidarias para acabar con este
flagelo.

Lo que consigue esta cadena de argumentos, promocionada en campañas de todo tipo


durante y después del proceso electoral, es lograr el respaldo a la PSD y a la persona del
Presidente por parte de los sectores afectados, que van desde el campesinado hasta los
grandes empresarios y terratenientes regionales. Por ende, la criminalización de los
grupos armados ilegales, a partir de 2002, fue aceptada sin mayores contratiempos.

Por su parte, los miembros de la oposición, que también necesitan legitimidad popular y
respaldo económico, tienen serios problemas de coordinación interna: ante un Estado
fuerte que cultiva alianzas de centro-derecha y derecha y es agresivamente propositivo.
la izquierda colombiana, producto de alianzas heterodoxas entre grupos políticos
resistentes al uribismo, la tiene difícil a la hora de articular propuestas alternativas serias
y viables, debido en parte a que el gobierno controla los espacios comunicativos y dirige
los términos de entendimiento público y a que, además, Estado y oposición han optado
con relacionarse en términos adversariales. La Oposición se encuentra con que el
espacio de debate es estrictamente limitado y sus proyectos políticos divergentes y poco
concretos frente a los resultados políticos, económicos y militares que muestra el
Gobierno.

Así pues, la relación del Gobierno Uribe tanto con los grupos armados ilegales como
con la oposición legal, se enmarca dentro de un cuadro de estrategia que enfatiza en los
logros del Estado, a la vez que en las fallas de los Otros (FARC y Oposición legal),
convocando, de paso, a la toma de posición popular bajo el precepto “o el Estado o los
Terroristas; o la Seguridad Democrática o las propuestas difusas”.

Por otra parte, la relación entre Estado y Empresa privada transcurre de una forma muy
distinta. Al promocionarse los resultados obtenidos por la PSD las interacciones ente
sistema económico y político se refuerzan y se hacen productivas en tanto que reducen
la vulnerabilidad de la infraestructura empresarial ante las tácticas de sabotaje
guerrillero. Otra ventaja nada despreciable es que El gobierno promociona una agenda
económica neoliberal, afín a la privatización, la atracción de capital extranjero, el libre
mercado y la promoción de la competencia; simultáneamente, el Gobierno cuenta con
un respaldo amplio en sectores populares y de clase media, lo que se traduce en la
estimulación del capital humano de las empresas y, por ende, refuerza la capacidad del
Estado para representar los intereses de los grandes grupos económicos del país.

Finalmente, la interacción entre Gobierno y población en general se hace efectiva


mediante visibilización de Uribe como líder a la vez imponente y cercano. Uribe logra
establecer vehículos de comunicación que recrean la democracia directa, como es el
caso de los Consejos Comunitarios, o refuerzan el sentimiento de apropiación del
territorio, como el plan Vive Colombia, viaja por ella. El manejo de las comunicaciones
en el Gobierno Uribe genera vehículos de identificación y respaldo con el líder, que
lejos de ser un político tradicional, se muestra como fuerza independiente, exigente y
paternal (¡mano dura, corazón grande!) que involucra a las mayorías en la
administración pública.

9
(2) Líneas arriba se explicaba muy brevemente por qué para la Empresa privada
resultaba altamente atractivo alinearse con el Gobierno para imprimirle
dinamismo a la fracturada economía del país. Más allá de esto, lo que interesa
en este punto es revisar la forma como el sector empresarial colombiano opta
por convertirse, como estrategia comercial ad intra y ad extra de Colombia, en
actor fundamental en el proceso de construcción de un imaginario de nación.
Ad intra porque necesita reactivar sus fuerzas productivas (de las que el capital
humano es una buena porción) a la vez que estimular el consumo interno (del
que en gran parte dependen sus activos); ad extra, porque al defenderse la libre
empresa, buscar la firma del TLC con EE.UU y promoverse la inversión
extranjera, se hace imprescindible vender una imagen de nación que rompa con
el imaginario de Colombia como país peligroso, inestable y pobre. Con esto,
los subsistemas político y económico entran en una relación coordinada en un
mismo contexto comunicativo y se alinean en sus términos de acción y
entendimiento.

El discurso paradigmático8, con el que se puede apreciar lo antes sugerido, es el del


proyecto marca-país “Colombia es pasión” (CP). En términos de su razón de ser (a),
naturaleza (b) y origen (c), CP afirma lo siguiente (página oficial, imagen país):

(a)

…tener una marca propia es poseer una identidad, un nombre y una reputación9
(…) es muy importante que los países se diferencien de otros para así competir
en el mercado internacional (…) los países son productos que las personas, las
empresas y hasta otros países consumen a través de tres frentes: exportación,
Turismo e Inversión (…) En los últimos años, el país ha registrado
importantísimos avances en diferentes aspectos como seguridad, economía,
indicadores de calidad de vida, entre otros (…) Nos encontramos en lo que
llamamos "momento de la verdad", una oportunidad para mostrar estos
cambios al mundo, que de no aprovecharse, nos pasará de largo y seguiremos
perdiendo valiosas oportunidades para nuestro país.

(b)

Imagen País es una estrategia de competitividad diseñada para mostrar la otra


cara de Colombia, esa que no se conoce. El producto de la campaña de Imagen
País es la marca “Colombia es Pasión”. Todos los años Colombia deja de
percibir miles de millones de dólares por concepto de turismo, inversión
extranjera y exportaciones (…) el éxito de este recurso sería infinitamente
mayor si no tuviéramos la percepción de país violento ante el mundo (…) Así es
como nace “Colombia es Pasión”, una marca que nos simboliza y nos
diferencia del resto de países, exaltando lo mejor que tenemos, nuestra gente, su
8
En tanto que alberga y promociona muchos más procesos de construcción de imagen-país, tales como
“Yo creo en Colombia”, “Colombia nos une”, “Conexión Colombia”; y empresas interesadas en
promocionar una identificación del ciudadano con su nacionalidad a través de un producto, tales como
“Colombiana” de Postobón, “El arroz de los colombianos” de Flor Huila, “Cerveza Águila” de Bavaria; o
grupos como Artesanías de Colombia, Ecopetrol, Asocoflores, Procafecol (Juan Valdez) y Bancolombia,
interesados en darle un nivel de competitividad internacional a productos típicos de Colombia.
9
Se ha decidido subrayar aquellas ideas que se consideran esenciales para el análisis que se pretende
realizar.

10
pasión, y forma de ver el mundo. A través de la marca “Colombia es Pasión”
vamos a transformar los paradigmas que existen de Colombia y de los
colombianos en el exterior con el propósito de que el mundo nos mire con
respeto. (…) Esta campaña nos pertenece a todos, y en la medida en que
valoremos su importancia y la hagamos realmente un símbolo de nuestra
cultura, podremos obtener los beneficios económicos y de calidad de vida que
esta nos puede representar (…) Apasiónate por Colombia e identifícate con tu
marca país.

(c)

…se debía diseñar una estrategia para mostrar una Colombia llena de
oportunidades, cualidades y modernidad, (entonces) surge Imagen País, (que)
quiere aprovechar el momentum con una comunicación que acerca al mundo
hacia Colombia (…) Luego de realizar estudios, varios focus groups y múltiples
investigaciones, con nacionales y extranjeros, se encontró que Colombia es un
país que se destaca por Su Gente, porque esta es recursiva, trabajadora,
creativa, alegre, entre muchas otras características que si se unieran en una
sola palabra, esta sería Pasión (…) Así nace “Colombia Es Pasión”, un
concepto descriptivo del capital humano que hay en Colombia, inspirada en 44
´000.000 millones de habitantes, aquellos que hacen de este país uno diferente y
especial. La pasión es el “apellido” de los Colombianos (...) La pasión es lo
que nos une, lo que nos distingue como colombianos. No es forzada o falsa en
nosotros, es natural, es parte de nuestro ADN. No somos uno de los de los
países más felices del mundo por casualidad, es gracias a la pasión que
sentimos por la vida, por el trabajo, por la familia, por la paz.

Se podría afirmar que en un nivel discursivo, más sintético que analítico, CP logra
construir un discurso unificado de fuerzas en choque. Si en términos políticos la PSD
constituye el caballo de batalla del gobierno Uribe ante la crisis de gobernabilidad, el
sector empresarial intentará hacer frente a la crisis de productividad del país enfatizando
en la reciprocidad de conceptos -antes divergentes- como capital humano, beneficios
económicos e identidad cultural.

En primer lugar, la asociación de la marca (CP) con la identidad (colombianidad) podría


exteriorizar la intención de producir una Identidad común y diferenciada de otras
naciones, dada la necesidad de mejorar una imagen internacional poco favorable o, por
el contrario, nos revelaría que la marca es el producto natural de una identidad
colombiana fácilmente localizable. En ambos casos la fusión marca-identidad supone
una idea de comunidad que se sitúa como axioma del discurso.

De ahí que sea posible afirmar la urgente dirección de los esfuerzos colectivos hacia la
promoción de una Colombia-producto que resulte atractiva en la esfera internacional.
Esto se legitima por la evidencia de su “momento de verdad”, aún no percibido por el
mundo, que ha sido posible gracias a los éxitos en seguridad y crecimiento económico.

El discurso es enfático en torno a la percepción que se tiene de Colombia: su mala


imagen, producto de prejuicios construidos por el sesgo de los Medios, es su más
grande obstáculo para alcanzar el desarrollo. Hay que esforzarse, entonces, en
transformar las percepciones sobre Colombia de propios y extranjeros. Por ende, lo que

11
parece superficialmente una estrategia de competitividad empresarial, se enriquece por
la evidencia de sus alcances: la consolidación de una cultura de país basada en una
identidad común de nación. Por ello, el crecimiento económico llega a constituirse en
garante de la calidad de vida de todo aquel que se sienta colombiano; es imprescindible
identificarse, pues, con la Pasión, esencia de la Colombianidad, y con la marca que las
representa.

En conclusión, según lo planteado por CP, la imagen de Colombia, uno de sus


problemas prioritarios, necesita ser intervenida: hay que mejorarla diseñando una
estrategia de marketing. Para ello debe fortalecerse la comunicación interna y externa
de un nuevo modelo cultural, debe vincularse la marca-paraguas a un sentimiento que
encierre valores, aptitudes y cualidades fácilmente atribuibles a todos los colombianos y
promoverse, desde ahí, la voluntad de bienestar económico de la población a fin de
hacerla productiva. La Pasión (por el trabajo, por el País, por la familia, etc) es la
solución: elevada a característica natural de los colombianos, a rasgo onto-genético,
ratifica el natural estado de felicidad del que hablan las encuestas de todo el mundo.

(3) En cuanto al rol de los Medios de Comunicación, no podría estar mejor definido
que en su misma denominación; encargados de imprimirle dinamismo al sub-sistema
cultural, serán los Medios quienes diseñen los vehículos comunicativos necesarios para
generar arraigo popular ante las campañas estatales y empresariales de nacionalización,
a la vez que llevarán el feed back de la propaganda a las estructuras de poder. Valga
aclarar que los Medios en Colombia -cuya superficie asciende a los 2.070.408 km 2, y
que alberga una población mayor a los 44 millones de habitantes- siempre han jugado
un papel esencial en la creación de lazos nacionales entre centro y periferias, dado que
la diversidad étnica y cultural como geográfica y ambiental hacen que los flujos
comunicativos y la coordinación entre regiones haya sido un factor históricamente
problemático para la integración del país.

En relación con lo político, los Medios han sido decisivos a la hora de cerrar la brecha
entre Estado y Sociedad. El ejemplo de los Consejos Comunitarios lo demuestra: el
Presidente Uribe viaja a las zonas tradicionalmente olvidadas por el Estado y recrea una
comunidad de diálogo en la que las decisiones políticas se toman de manera ágil y
consensuada; mientras tanto los medios locales y nacionales recogen las conclusiones y
las divulgan, de manera que quede constancia de cercanía del gobierno con su pueblo,
es decir, del ejercicio directo de la democracia.

Por otra parte, el manejo mediático de la imagen de Uribe, particularmente en los


Medios privados (que acaparan las audiencias) se dirige a reforzar su carisma como
líder popular y estadista brillante, como lo indica, por ejemplo, el cubrimiento del
conflicto con Ecuador y Venezuela a raíz de la Operación Fénix10 y la expectativa
creada por la obtención de los computadores de Raúl Reyes por parte del Ejército
Nacional. La construcción de las noticias al respecto enfocan al Mandatario sereno y
prudente ante los gritos desafinados de un Chávez que vocifera improperios y un Correa
resentido y atemorizado.

Persiste además, en muchos otros casos tanto o más delicados que el mencionado, la
pretensión de convocar el respaldo al Estado por parte de la sociedad mediante
manifestaciones simbólicas de repudio a los ilegales. Estas acciones se plantean como
10
En la que se da muerte a Raúl Reyes, miembro de la cúpula de las FARC.

12
movilizaciones de visibilidad internacional en las que una sociedad civil toma partido
ante lo que, supone, es su responsabilidad frente al conflicto que padece. Prueba de ello
son las multitudinarias movilizaciones para repudiar el secuestro y manifestar su
rechazo a las FARC, así como lo son la explosión inusitada de redes sociales
(Facebook, MySpace) en las que se apoya al Presidente o se rechazan a sus
contradictores.

Adicionalmente, es interesante analizar la gran responsabilidad de los Medios en lo que


Nasi denomina “establecimiento de un ranking delictivo” (2007: 175) que permite
manejar la imagen (otrora fortalecida internacionalmente) de la guerrilla, para
debilitarla en torno a la consolidación en el imaginario colectivo del secuestro como el
delito más grave y abominable de los posibles en el conflicto armado. De hecho, la
consolidación de este ranking hizo mucho más sencillo criminalizar a las guerrillas y
bajar su favorabilidad a menos del 5%. Por supuesto, en este caso, el feed back lo
proporciona la misma población: marchas que tiñen de blanco calles de pueblos y
ciudades, conciertos, jornadas de oración, etc.

Otro elemento importante lo constituye la redefinición de los términos y el espacio del


debate político. Mientras el Presidente acapara cerca del 10% de los espacios en
informativos televisivos, los programas destinados al abordaje minucioso de asuntos
políticos relevantes quedan destinados a la media noche o reducidos a una suerte de
farándula política11. Así, la política es presentada de forma ligera, como un apéndice de
la vida social del país y relacionada con los temas culturales y de entretenimiento.

En cuanto al conflicto armado, su cubrimiento es especialmente cuidado. Se presentan


los enfrentamientos entre Fuerza Pública y Subversivos como acontecimientos que
acaecen en lugares alejados a los que solo el Ejército, y eventualmente algún periodista,
tienen acceso. Ello produce un fenómeno de rutina informativa que oficializa las fuentes
con que se mira el conflicto.

Los Medios también han contribuido notablemente a propagar y promover las políticas
de entusiasmo nacional, como es el caso de la campaña “Caracol y Bancolombia, más
cerca”, o la agenda temática de RCN Cine y RCN Televisión, o el despliegue
informativo ante acontecimientos como operaciones de rescate de secuestrados, logros
deportivos y conciertos por la paz

En términos generales, si el Gobierno se fortalece al cimentar un espacio comunicativo


basado en la seguridad democrática y la configuración de los espacios de entendimiento
y acción; y la Empresa privada, por su parte, pone en marcha planes de “Strategic
people resources” y “Culturas de alto rendimiento” fundadas en la promoción interna y
externa de la marca-país; los Medios juegan un papel esencial en la consolidación de
ambas fuerzas en el subsistema cultural.

Los Medios han alcanzado, con mucho éxito, construir relatos nacionales: lecturas de
iniciación, perspectivas de análisis de los nudos y optimistas aproximaciones a posibles
desenlaces. Han logrado construir Héroes12 y Villanos, en un ambiente en el que la

11
La Cosa Política en el caso de RCN y Código Secreto en Caracol
12
El primero Uribe, los Soldados, cantantes populares exitosos como Juanes y Shakira, empresarios
emprendedores, deportistas, y en general todo aquel que deje en alto el nombre de Colombia en el
exterior.

13
diferencia “se asume como exotismo y las hibridaciones neutralizan los rasgos más
conflictivos” (Barbero, 2002: 14) de nuestra sociedad; Refuerzan la densidad simbólica
de la que padecía la población, y orientan la opinión pública sobre lo que se debe pensar
y cómo.

De esta manera la identidad se define en su relación con una nacionalidad que permite a
los colombianos ubicar sus experiencias cotidianas en una mínima trama compartida de
duelos y de logros (Idem), y se crea una memoria común no conflictiva que se proyecta
hacia materialización de unos imaginarios de futuro que dan cabalidad a las
interacciones entre los subsistemas sociales.

Los Medios de Comunicación, conditio sine qua para el proyecto nación en Colombia,
cumplen la labor capital de reforzar el wishfull thinking del poder económico y político
y construir el interés público y los modos de acceso al conocimiento sobre la realidad
del país.

(4) Como lo sugieren las opiniones publicadas en los estudios sobre el


recrudecimiento y la recuperación, las fuerzas legitimadoras de la sociedad colombiana
se han integrado a las iniciativas de la Administraciones política, económica y cultural.
Manifestaciones masivas como las del 4 de Febrero de 2008 o el 20 de Julio del mismo
año lo demuestran, así como los índices de favorabilidad frente al gobierno, el repudio
generalizado hacia determinados sectores o prácticas ante las que pocos años atrás
existían opiniones encontradas, e incluso los índices de crecimiento económico y el
clima de optimismo generalizado en la población.

Se podría decir, entonces, que la respuesta del pueblo colombiano ha superado las
expectativas de integración del sistema societal-comunitario dentro del proyecto nación:
la sociedad se ha identificado con su Estado y con sus empresas, comparte intereses y
lecturas sobre los hechos que ofrecen los noticieros y se muestra unida por un
sentimiento de solidaridad que la lleva a asumir como propias todas aquellas
manifestaciones simbólicas de repudio al secuestro o llamados por la paz. La sociedad
colombiana, cohesionada por un imaginario de comunidad solidaria, se recrea a sí
misma como Sociedad Civil que se moviliza por una causa, que trabaja para el
desarrollo del país; asume un relato nacional, enriquece la colombianidad, y se siente
parte integral y constructora de.

El logro social del Estado, la Empresa privada y los Medios de Comunicación, ha sido,
fundamentalmente, construir una Sociedad Civil aliada que los legitima, los hace
productivos y les guarda fidelidad como audiencia. La sociedad, por su parte, que pedía
a gritos algo de visibilidad, ahora se precia de tener representación y participación en
los “asuntos públicos”; se ha llenado de motivos para creer en sí misma y en la fuerza
de sus actos, ha conseguido mostrarle al mundo y a sí misma que en Colombia hay otra
realidad y otra imagen de país.

14
Principio de Identidad y contradicciones.

“Uno no puede hablar de que algo es y no es al mismo tiempo y respecto al mismo


tema"

Aristóteles

Los siguientes datos se proponen como accesorios que podrían enriquecer la reflexión
sobre la realidad social en Colombia y suscitar preguntas sobre los principios esenciales
de la Lógica formal (Principio de Identidad: Colombia es Pasión; Principio de no
Contradicción: Colombia es pasión y no puede no serlo; y Principio del Tercero
Excluido: o bien Colombia es Pasión o Colombia no es Pasión):

(a) Desplazamiento: el Gobierno admite la existencia de dos millones de desplazados


internos por cuenta del conflicto armado. Según CODHES la cifra asciende a 2´920.000
personas. La Comisión Internacional de la Cruz Roja, en un estudio sobre el
desplazamiento forzado en Colombia (2008), concluye:

…todos los hogares del estudio son pobres (99 % de las personas desplazadas
y 96% de los residentes, esta diferencia no es drásticamente significativa). Sin
embargo, las diferencias estadísticamente significativas se identifican en los
niveles más críticos de la pobreza (línea de indigencia) en donde los hogares
desplazados muestran mayor pobreza relativa con respecto a los residentes.

Según la ACNUR (Agencia de la ONU para los refugiados), Colombia es el segundo


país con más desplazados internos, pero el primero en interés; en su estudio
"Tendencias de los refugiados 2005" hacen ver que las personas en estado de
vulnerabilidad con las que trabajan se aproximan a los 2.5 millones.
Por su parte, la Consultoría para los Derechos Humanos y el desplazamiento
(CODHES), en su “Informe sobre el Despazamiento Forzado en Colombia” (Abril de
2004) hace la siguiente valoración:

El mayor impacto del conflicto recae sobre las minorías étnicas. Cuatro de cada
diez personas internamente desplazadas en Colombia pertenecen a grupos
étnicos afrocolombianos, buena parte de ellos provenientes de comunidades que
han sido objeto de las más radicales estrategias de confinamiento aplicadas por
los actores armados en confrontación. El 33% de las personas internamente
desplazadas en Colombia (83.650) pertenecen a comunidades Afrocolombianas
y el 5% del total nacional corresponde a personas de comunidades indígenas
(12.649).

CODHES tomó como referencia el presupuesto de la Red de Solidaridad Social en el


año 2001 y pudo constatar que la apropiación definitiva destinada para la atención al
desplazamiento fue de $ 57’225.000.000, mientras que para el 2002 el presupuesto
alcanzó la suma de $41.373.545.201 y para 2003 sólo fueron asignados $7.514.322.715,
es decir, se produjo una disminución del 82% respecto del valor asignado el año
inmediatamente anterior, y de un 87% en relación con la cifra de 2001.

15
(b) Drogas: según la Oficina de la ONU para las Drogas y el Crimen (UNODC) en su
informe "Coca cultivation in the Andean Region: A survey of Bolivia, Colombia and
Perú" (Junio 2005, 2006 y 2007) de 2005 a 2007 se han incrementado los cultivos
ilícitos; han pasado de 80.000 hectáreas a 99.000. El precio de la cocaína ha
aumentado de1.860 a 2.948 USD/ kg . La erradicación también presenta cifras en
declive: de 170 060 hectáreas en 2005 ha pasado a 153.134 en 2007.

Por su parte, el último Informe de Washington por parte de la Estrategia Internacional


de Control de Narcóticos, sentencia: “Colombia es líder en el mundo en cultivo de coca
como fuente de alrededor de 90% de la cocaína destinada a Estados Unidos, con Perú y
Bolivia en distantes segundo y tercer (lugar) respectivamente”.

(c) Indígenas: de acuerdo con la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC,


Agosto de 2008), “el conflicto armado que padece el país también ha causado este año
el desplazamiento forzado de 2.117 indígenas de sus tierras ancestrales, en tanto que
once aborígenes han sufrido detenciones arbitrarias por parte de las fuerzas estatales
(…) y 18 de los grupos más pequeños están en riesgo de desaparecer.

Un informe presentado por Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD,


2008), añade: “casi la mayoría de todos esos grupos han sido víctimas de
desplazamientos forzados o de amenazas a causa del conflicto armado interno”. De
hecho, cada año, entre 10.000 y 20.000 indígenas son registrados por las autoridades
colombianas tras haber sido forzados a abandonar sus lugares de origen. Y concluye
afirmando que “…las estadísticas sólo dan una mirada parcial del devastador impacto de
los desplazamientos forzados de los indígenas colombianos, cuya capacidad de
sobrevivir económica, social y culturalmente depende en gran medida de su relación
ancestral con su tierra”.

(d) Hambre: “Al menos cinco millones de colombianos se van a la cama sin comer, de
los cuales 750 mil son desplazados, víctimas del conflicto armado interno, según las
cifras de la oficina en Colombia del Programa Mundial de Alimentos, PMA, de las
Naciones Unidas” (BBC, 13 de Junio de 2005).

(e) Empleo: la revista Semana, en su especial de Abril de 2007 “Las 100 empresas más
grandes de Colombia (y las 900 siguientes)”sostiene:

Si bien hay empresas que por sí solas tienen un peso desproporcionado dentro
de las 100, ni qué decir del tamaño que tienen esas 100 dentro de las 1.000: son
el 57 por ciento de las ventas, el 66 por ciento de las utilidades netas, el 59 por
ciento de los activos y el 67 por ciento de los pasivos totales. En otras palabras,
las 100 primeras son la crema y nata de la economía. (…) Si bien las 100
empresas más grandes de Colombia tienen un peso desproporcionado dentro de
la economía y el mundo empresarial, no lo son en absoluto en cuanto a
generación de empleo se refiere. Las 100 empresas más grandes del país
emplean 252.000 trabajadores. Eso no es nada si se compara con la población
económicamente activa, que es de cinco millones de personas. Mucho menos
con los tres millones de desempleados. Ese es el gran lunar de las 100
empresas: la poca generación de empleo. (…) Prueba de que los empresarios

16
hacen cada vez más plata con menos gente es la eficiencia en ventas por
empleado. Este indicador, medido como ventas totales divididas por el número
de trabajadores, fue de 579 millones de pesos en 2006. En 2005 era de 541
millones por cada empleado. Como quien dice, las empresas se acostumbraron
a que con el mismo personal se puede producir cada vez más.

(f) Desigualdad: Según el informe 'Reducción de la pobreza y crecimiento: Círculos


virtuosos y círculos viciosos’ del Banco Mundial, la brecha entre ricos y pobres en
Colombia no disminuye desde hace medio; además.

La desigualdad en Colombia se refleja en la siguiente cifra: entre 42 millones


de habitantes, 8 millones recibe el 61 por ciento de los ingresos y 17 millones el
10 por ciento. Aunque según datos oficiales, 4 millones y medio de personas
dejaron de ser pobres en los últimos años, las cifras de la Misión para la
Erradicación de la Pobreza y la Desigualdad revelan que 17 millones viven en
la pobreza, 9 millones están en condiciones de miseria extrema en las zonas
rurales y 4 millones en las ciudades.

Nota aclaratoria: decía Hegel en su Ciencia de la lógica, frente a la supuesta evidencia


del Principio de Identidad, que ésta -la Identidad (A=A)- no es evidente en sí, sino que
necesita ser afirmada.

Conclusión.

Los estudios de opinión sirvieron como punto de partida no absoluto sino provisional
para introducir al problema que se pretendió desarrollar. No absoluto en tanto que los
estudios de opinión son en gran medida autoreferenciales, presentan una carga
ideológica y de interés significativo, y su margen de interpretación es amplio.
Provisional porque son contingentes, aunque probablemente allí radique su valor.
Decimos, pues, punto de partida, porque en los grandes grupos sociales contemporáneos
las opiniones se construyen a partir de lo que se les muestra y de lo logran imaginar.
Sin embargo, y lo que es más interesante aún, estas opiniones, imágenes mentales que
reducen una realidad objetivamente inasible, estimulan el comportamiento de los
individuos en un plano metaimaginario; las imágenes mentales devienen en acciones y
reacciones en el escenario de la acción.

Lippmann llama Opinión Pública a “las imágenes que provocan reacciones por parte de
grupos de personas o de individuos que actúan en nombre de grupos” (2003: 33) y cabe
preguntarse con él, por qué medios se ha llegado a conocer los hechos en los que la
sociedad colombiana basa sus opiniones; lo que en el fondo es la pregunta por aquello
que los colombianos consideran sus asuntos públicos.

La tesis que se intentaba desarrollar tras la revisión de los estudios de opinión de las
últimas dos décadas en Colombia, era que el refortalecido Estado colombiano ha jugado
un papel decisivo en la construcción de una nueva opinión pública al superar un periodo
de recrudecimiento del conflicto. Además se intentó mostrar cómo, desde múltiples
frentes coordinados (político, económico, cultural) se ha venido estimulando una
identificación comunitaria de carácter nacionalista que, dado su éxito en términos

17
macroeconómicos, de gobernabilidad y de seguridad interna, ha consolidado un espacio
comunicativo dominante y concreto en términos de entendimiento y acción bajo el que
subyace una lectura concensuada del conflicto y un imaginario en gran medida
homogéneo de la realidad nacional.

Así pues, si se puede afirmar el carácter de comunidad imaginada que se le quiere


imprimir al país, talvez valga recordar las tesis de Anderson frente al nacionalismo:
“los conceptos de nación y nacionalismo son artefactos culturales de una clase
particular. Hay que detenerse a observar sus dinámicas de cambio de significados y la
legitimidad emocional profunda que suscitan” (2006: 23) , para comprender, finalmente,
las palabras de Renan: “la esencia de la nación está en que todos los individuos tengan
muchas cosas en común y también en que todos hayan olvidado muchas cosas” (idem:
277) porque, como en el caso de Colombia, los cambios de conciencia implican
amnesias características que derivan en nuevas narrativas que para conseguir su
propósito, “deben ser olvidadas/recordadas como nuestras” (idem:286).

Sin embargo, el problema de construir y afirmar una identidad subyace en que, para
hacerlo, en sea dinámica de Memoria/Olvido, se dejan de lado factores que no por
carecer de representatividad mediática dejan de ser reales; es decir, ante las fuerzas de
construcción de una imagen de nación se consolidan fenómenos que las contradicen y
ponen en evidencia su carácter artificial, la forzosa arbitrariedad de su discurso y la
ligereza conceptual de sus principios; porque “cuando los estímulos generados por
pseudohechos se traducen en acciones ejecutadas sobre cosas o terceros, la aparición de
contradicciones es sólo cuestión de tiempo”(Lippmann, 2006: 31).

La sociedad colombiana, encuentra, pues, en los fenómenos de los “falsos positivos” y


el desmoronamiento de “DMG”, unas de las metáforas más duras de aquello en lo que
han querido convertirse. Ojala el efecto Huevo de la serpiente de la película de
Bergman sirva como referente a una sociedad que necesita enriquecer su comprensión
de sí misma mediante la inclusión de problemas que internamente padece pero que no
ha querido reconocer porque resquebrajaría su cascarón.

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