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Paradojas del infinito 33 Indice §1 Por qué el autor desea ocuparse exclusivamente de la consideraci6n de las paradojas del infinito. §§2-10 El concepto de infinito en las matemAticas. Discusién. §11 Cémo piensan el infinito Hegel y otros filésofos. §12 Otras explicaciones del infinito. Consideracién critica de las mismas. §13 Objetividad del concepto propuesto por el autor. De- mostracion a partir de ejemplos tomados del Ambito de Jo no-real. El conjunto de las verdades y las proposicio- nes absolutas es infinito. §14 Refutacién de algunas de las objeciones hechas a estos conceptos. §15 Ef conjunto de Jos ntimeros es infinito. §16 El conjunto de las magnitudes (Grésse) en general es infinito. §17 El conjunto de las partes simples, tanto de aqueilas que constituyen el tiempo y el espacio, lo mismo que el conjunto de los puntos de! tiempo y del espacio que se encuentran entre dos puntos espaciales o entre dos instantes (no importa qué tan préximos estén éstos entre si) es infinito. §18 No toda magnitud que pueda considerarse como la suma de un conjunto infinito de magnitudes finitas es infinim. §19 Existen conjuntos infinitos mayores 0 menores que otros conjuntos infinitos. §20 Una relacién notable entre dos conjuntos infinitos con- siste en la posibilidad de asociar en parejas cada objeto | | 34 §21 $§22-23 §24 §25 §26 §27 §28 §29 §30 §§31-32 Bemard Bolzano del uno con un objeto del otro, de tal manera que no haya un objeto en alguno de los dos conjuntos que no se encuentre asociado con un objeto del otro y no haya tampoco objetos que aparezcan en dos o mds pares. Dos conjuntos infinitos que son iguales con respecto a la multiplicidad (Vielbeit) de sus elementos pueden encontrarse, sin embargo, en una relacién de desigual- dad en cuanto a sus respectivas multiplicidades, de tal manera que uno de ellos resultc tan s6lo una parte del orro. Razones por las cuales ocurre algo diverso en relaci6n a conjuntos finitos y cémo es que tales razones no son yalidas respecto a a conjuntos infinitos. Dos sumas de magnitudes que son iguales dos a dos deben identificarse exclusivamente si los dos conjuntos tiene los mismos modos de determinacién (Bestim- mungsgriinde). El infinito existe también en la esfera de la realidad. Bl principio de la determinaci6n universal de lo real no contradice esta afirmacién. Es errénco hablar (como hacen algunos mateméticos) tanto de intervalos de tiempo infinitos que se encuen- tran acotados por ambos lados, como (y esto ocurre con mayor frecuencia) de particulas infinitamente pequenas de tiempo. Es igualmente equivocado hablar de distan- cias infinitamente grandes o infinitamente pequefas. Y Jo mismo puede decirse de los fisicos y los metafisicos cuando suponen o afirman que en el universo existen fuerzas que son infinitamente mds grandes o pequehas que otras. Las mds notables paradojas del infinito en el Ambito de las matemdticas, en la teoria general de las magnitudes y, particularmente, en Ja teoria de los nuimeros. éCémo se soluciona la paradoja relativa a un cilculo con el infinito.? Es un hecho que se calcula con lo infinitamente grande. También se calcula con lo infinitament pequefio. Lo falso de algunos conceptos (sostenidos inclusive por Paradojas del infinito 35 matematicos) acerca de lo infinitamente pequefio y lo infinitamente grande. §33 Precauciones que han de tomarse en relacién a céiculos con Jo infinito para evitar incurrir en errores. §34 Determinacién exacta del concepto de cero, El cero no. puede nunca ser utilizado como divisor en una ecuacién que sea algo mds que una identidad. $35 Contradicciones que resultan de proposiciones que afir- man que las magnitudes infinitamente pequefias se con- vierten en cero 0 desaparecen cuando se las relaciona con ciertas otras por medio de Ia adicin o sustraccién. §36 Estas contradicciones no se evitan suponiendo (como hacen algunos matematicos) que las magnitudes infini- tamente pequefas son ceros, mientras que las magnitu- des infinitamente grandes son cocientes que se obtienen a partir de una magnitud infinita por medio de [a divisi6n por cero. §37 Como ha de entenderse el método para calcular con el infinito para que éste se encuentre a salvo de contradic- ciones. §38 Las paradojas del infinito en las aplicaciones de la teoria de las magnitudes; en particular, en la teoria del tiempo y en la teoria del espacio. En el concepto de continuo mismo o en el de una expansi6n continua se encuentran contenidas aparentes paradojas. La soluci6n de éstas. §39 Las paradojas del tiempo. §40 Las paradojas del espacio. §41 Cémo se explica la mayGria de las paradojas en Ia teoria del espacio, de acuerdo con el concepto que el autor tiene de esta nocién. §§42-43 Como es que una concepcién incorrecta de la teoria de fas magnitudes infinitas ha conducido a algunos mate- miticos a ideas equivocadas. §44 El c4iculo de la magnitud del espacio infinito de J. Schulze y sus fallas. §45 La teoria de lo infinitamente pequeho ha dado lugar también a absurdos i $46 §47 §48 §49 §50 §51 §52 $53 854 §55 Bernard Bobano Cémo ha de considerarse el teorema de Galileo: La circunferencia y el centro de un circulo tienen la misma magnitud. Discusién de fa proposicién: El cicloide comin posee ‘una curvatura infinitamente grande en el punto que intersecta su linea base. Cémo es posible que algunas expansiones espaciales que tienen lugar en un espacio infinito posean una mag- nitud finita. Como ocurre que otras que, por el contra- rio, se encuentran acotadas en un espacio finito, tengan no obstante, una magnivud infinita. Y oSmo es que otras conservan una magnitud finita, a pesar de realizar un nui- mero infinito de circunvoluciones en torno a un punto. Otras relaciones paradéjicas entre expansiones espacia- les de magnitud infinita. Paradojas del infinito en cl Ambito de Ia fisica y de la metafisica. Cudiles son las verdades que han de reconocerse a fin de poder formarse un juicio correcto en relacién a las mismas. Demostracién de que no existen dos objetos exactamen- te iguales en el universo y de que, por lo tanto, no hay en él dos 4tomos (substancias simples) idénticos. Demostracion de la necesidad de que existan substan- cias simples y de que éstas sean mutables. Prejuicios que han de superarse para poder juzgar co- rrectamente las paradojas correspordlientes. No existe la materia muerta, sino tan solo la inerte. EI prejuicio escolar de la suposicién de que una acci6n, oun efecto inmediatos de las substancias no constituyen algo licito. EI prejuicio relativo a que una accion inmediata a distan- cia no es posible. Debe rechazarse por completo la idea de una interpene- traci6n de las substancias. E] prejuicio (en cuanto que no han de ocupar ni siquicra el lugar de un punto) de la inespacialidad de los seres espicituales. §56 §57 §58 $59 §60 §61 62 §63 §64 §65 Paradojas del infinito 37 Entre las substancias creadas existen Gnicamente dife- rencias de grado. La gran paradoja de la relaci6n entre las substancias y las materiales se disuelve por si misma, de acuerdo con esta concepcién. La equivocada idea de una construcci6n del universo exclusivamente a partir de fuerzas que carecen por com pleto de substancias. No existe en la Creacién Divina ni un grado m4ximo ni un grado minimo de la existencia. El espacio se encuentra Ileno de substancias de manera continua, existiendo un grado diverso de densidad de los cuerpos y no siendo necesaria la suposicidn de que entre las substancias se da una interpenetraci6n reciproca. Toda substancia en ef mundo se encuentra en una telacién de intercambio constante con todas las demas substancias. Existen entre las substancias algunas que son dominan- tes, pero ninguna de elias posee fuerzas que superen infinitamente las fuerzas de Jas substancias dominadas. Acerca de si en cualquier agregado de substancias debe existit una substancia dominante. Ademéas de las substancias dominante existe otro mate- cial del mundo, el éter, que lena todo el espacio restante del universo, poniendo en contacto a todos sus cuerpos. Las substancias se atraen y se repelen. La concepcién del autor al respecto. Como puede ocurrir que materiales que difieren entre si em cuanto a sus fuerzas, y, en particular, en el grado de atracci6n reciproca, tengan constantemente, sin embargo, el mismo peso y cémo es que sus pesos se comportan como masas. En qué se pone de manifiesto la dominacién de ciertos dtomos sobre otros y sus consecuencias. Ninguna distancia distinguida experimenta una modifi- cacién que la libere de todas las partes de su vecindad inmediata. §66 $67 §68 §69 §70 Bernard Bolzano La cuestion de los limites de un cuerpo: Dénde termina un cuerpo y dénde comienza otro. Las condiciones para que dos cuerpos se encuentren en contacto inmediato entre si. Posibles tipos de movimiento que tienen lugar en el universo. Acerca de Ja cuestién de si en algiin momento dado un 4tomo en en universo describe una linea enteramente recta o enteramente curva, 1a cuestién de si puede ocurrir un desplazamiento del todo en una direccién arbitraria dada, o si puede ocurrir un movimiento circular del mismo en torno a un eje determinado o a algtin punto central del universo. Las paradojas de Euler. Presentacién MATHEMA es conocimiento. Con este titulo iniciamos un nuevo esfuerzo inserto en lo que hoy ya constituye una tradicién: desde los origenes, ahora casi miticos, del Centro de Filosofia e Historia de las Ciencias. Pode- mos afirmar que seguimes siendo sujetos de una misma pasi6n, si bien es cierto que sus objetos ya no pueden seguir siendo los mismos: MATHEMA es una pasién. El conocimiento es una aventura del espiritu, una aventura que no puede ceder a} instinto conservativo 0 a las necesidades de la supervivencia plicida; queremos evitar que, como decia el viejo Bachelard, fuente primaria y permanentemente renovada de nuestras inquietudes, llegue “un momento en el que el espiritu prefiere lo que confirma su saber a lo que Io contradice, en el que prefiere las respuestas a Jas preguntas...”" Hoy queremos seguir “jugando el peligroso juego del pensamiento””: MATHEMA es un. juego. El conocimiento, sin embargo, es también una “descripcién para reencontrar” > Por ello, MATHEMA se propone reencontrar: reencontrar aquellos textos que nos configuran como un pensa- miento original. El pensamiento que se ha fijado en su primera * Bachelard, G., La formacién del esptritu cientifico, p. 17. 2 op. cit., p. 12. 3 Bacheland, G., Essat sur la connaissance approchée, p.9. - 81648 8 Bernard Bolzano abstraccién, en sus éxitos juveniles o en el conocimiento exhaus- tivo, minucioso, riguroso y exacto de la obra ajena es un pensa- miento de coleccionista. La historia y la filosofia se convierten facilmente en instrumentos de la mente pueril que quiere parecer seria. En este nuevo combate, manifestamos, también, queremos reencontrar una vocacidn en ocasiones perdida y frecuentemente desvirtuada: la vocacién por reencontrar una imaginaci6n que nos permita elevarnos por encima de lo artificial, por derribar el amontonamiento monétono de obstdculos que se oponen al nacimiento y a la evolucién de un pensamiento comprometido. Los editores de MATHEMA nos hemos lanzado a esta aventura pero no podemos ignorar a quienes nos acompafaron en esic primer paso: Verénica Camero, César Guevara y Luis Alonso Vazquez. Carlos Alvarez Rafael Martinez Santiago Ramirez Carlos Torres marzo de 1991 Introduccién Las Paradojas del Infinito, \a iltima obra de Bolzano, publi- cada tres afios después de su muerte, constituye la culminaci6n de su carrera cientifica. Después de sus primeros trabajos mate- miticos consagrados principalmente a la geometria y a la teoria de series'; después de fa monumental Wissenschajtslebre de 1837 que expone su légica, y un tratado incompleto de matemiticas, la Grossenlebre, Bolzano se dirige hacia uno de los conceptos fundamentales de las matematicas y de la filosofia, el concepto de La obra trata no solo de las paradojas matemiticas y fisicas que se desprenden de la nocién del infinito, sino que también contiene un resumen de los puntos principales de su sistema matemdtico, de su fisica y de su ontologia. A pesar del interés hist6rico y doctrinal de su fisica y de su ontologia, la primera es especulativa y la segunda no hace sino prolongar Ia tradicién de la monadologia fisica del siglo Xvi como Ia de Boskovich; las dos, mas que abrir nuevas vias, cierran asi un periodo. La parte matemiatica de ta obra, en cambio, inaugura un campo de inves- tigaciones nuevo, intimamente ligado al infinito. La reflexién sobre el infinito ha marcado la obra de Bolzano desde sus trabajos de juventud y en tres ocasiones, Bolzano intenté aclarar esta noci6n: en un texto del primer periodo publicado recientemente”, en la Wissenscbaftslebre y en las Pa- 3 Ta memoria mis importante de este period es fa Rein analytischer Beweis ce 1817. “De la mathématique universelle ou arithmétique” en J. Sebestik, “Premiers paradoxes bolzaniens de l'infini”. Ancves De Prnosora. 10 Bemard Bolzano radojas del Infintto. An si es cn las Paradojas en donde se encuentran los resultados mds importantes, las observaciones contenidas en la Wissenschaftslebre, y sobre todo en la Grossen- lebre}, aportan aclaraciones indispensables de los conceptos bolzanianos. La primera novedad de la obra consiste en la introduccién de un punto de vista conjuntista en matemdticas. Este nuevo punto de vista responde, en Bolzano, a una doble necesidad. Por un lado, Bolzano intenta unificar a las matemdticas definiendo sus conceptos {en particular los de ntimero y magnitud) a partir de uno solo, el de colecci6n o sistema (Inbegriff), La doctrina de los conjuntos consticuye en adelante la base de todas fas teorias matemiaticas. Por otro lado, los problemas propiamente matemé- ticos, en particular en la teoria de funciones, imponen un manejo extensional y asi requieren de nociones conjuntistas. Finalmente, el punto de vista conjuntista permite abordar la nocién de infinito con los medios conceptuales apropiados. Por ello, al inicio de las Paradojas del Infinito, Bolzano da una descripcién de sus con- ceptos conjuntistas; en particular, los de conjunto, el de sucesién © serie, y los de numero y de magnitud, que le permitirin dilucidar la naturaleza del infinito. Su concepcién del infinito no tiene precedente y revoluciona una tradicién milenaria. Por primera vez, el infinito actual, cuyas propiedades dejan de ser contradictorias para convertirse simple- mente en paraddjicas, es admitido en matemdticas come concep- to definido y con un referente. Por primera vez, igualmente, el infinito es una propiedad susceptible de ser atribuida nicamente a los objetos susceptibles de ser contados o medidos, es decir a los conjuntos y a las magnitudes. Hasta la primera mitad def sigfo xix, los matemdticos no reconocen otro infinito que el infinito potencial. Si se encuentran frente a conjuntos infinitos, por ejemplo el’ de los nimeros primos, no los ven como colecciones, sino que repiten con 3 Es de lamentar que la Grdssenlebre no fuera publicada durante el siglo xix. Este texto fue publicado con la Gesamtausgabe. Entre los ejecutores testamentarios de la obra cientifica de Bolzano, sélo Prihonsky, editor de las Paradojas dei Infinito, cumplié su cometido. Paradojas del infinito in Euclides: hay mds nameros primos que cualquier coleccién de mimeros primos dada. Cuando Cauchy llama infinito al limite de los “valores numéricos sucesivos de una misma variable que crecen mds y mds de modo que rebasan cualquier nimero dado”; cuando Gauss explica al infinito en términos de limites®, no hacen sino retomar una opinién, admitida universalmente, segtin la cual los matemdticos “no requieren ni usan al infinito, sino sélo magnitudes tan grandes como se requieran pero limitadas”, Esta manera de habiar es tan antigua como las mateméaticas mismas. Para emplear un lenguaje figurado, el infinito no es un recipiente que conticne a la totalidad de objetos de una cierta especie; es més bien una fuente inagotable que permite tomar 0 construir nuevos elementos a partir de elementos ya construidos. Un conjunto actualmente infinito no poxdria alcanzarse al término de un proceso de numeraci6n que por definicién no tiene fin. Debe alcanzarse con un acto instanténeo mediante el cual uno se instala de pronto fuera del mundo de Ja experiencia y de las operaciones humanas. Histéricamente, ef infinito actual se concibe primero como un atributo de Dios y por medio de él, en Ja infinitud de la creacion ¥ la omniciencia divina. “Es absolutamente cierto que hay una infinidad”, escribe San Agustin a propésito de los nime- ros en un pasaje que ser4 analizado y comentado por Cantor; Jos que se atreven a decir que Dios no los conoce a todos, “se hunden en el abismo de la impiedad profunda”’. Incumbird al matematico y tedlogo Bolzano convertis al infinito de los tedlogos y de los fildsofos en infinito matemético. Bolzano comienza analizando atentamente las insuficiencias de las definiciones anteriores. El primer objetivo es la nocién del $ Cours dAnabyse (1821), p.45. “En lo que se refiere a su demostraci6n .... comenzacé protestando en contra del uso que hace usted de una magnitud infinita, traténdola como una magnirud acabacla [tollendete], 10 que no est oermitido en matemdticas. E] infinito es sic una manera de hablar, puesto que se trata en realidad de Mmites, algunos de los cuales se aproximan tanto como se quiera, y otros pueden crecer indefinidamen- fe". Carta a Schumacher, 12 de julio de 1851; Werke, VITT, 216. AristGtckes, Fisica, I, 207 b 29.31 7 De Civitate Def, XII, cap.19. 12 Bernard Polzano infinito potencial de los mateméticos. El infinito potencial no cs una magnitud infinita individual, constante, sino una magnitud variable 0, en palabras de Bolzano, “Un simple concepto, una simple representacién de magnitud... que comprende un conjun- to infinito... en magnitudes distintas” (§12). El infinito no se debe buscar en un proceso eternamente inacabado; al contrario, la posibilidad de tomar valores mis y mas grandes de una sucesi6n o de una funcién supone que el conjunto de esos valores es actualmente infinito. Ejemplos matematicos elegidos convenientemente muestran Ja insuficiencia de otras definiciones: la que define al infinito como lo que no es susceptible de ser aumentado®, o la que lo define simplemente como Jo que no tiene fin. Bolzano puede ahora explicar su propio concepto del infinito (89), concepto propia y exclusivamente matemético y también considerarlo como una propiedad que, hablando rigurosamente, s6lo se aplica a las multitudes”: “todo lo que caracterizamos como infinito, le Hlamamos asi en la medida en que fe descubrimos una propiedad (Beschaffenbeit) que podemos relacionar con una mutticud infinita”’?. 2Es infinito un conjunto, como por ejemplo el de los puntos de un segmento o el de las fracciones decimales del numero v2? Lo es si toda parte finita de este conjunto es una parte propia. ¢Es infinita una magnitud constante, por ejemplo la longitud de una recta ilimitada? Lo es, una vez que se ha elegido una unidad, si “aparece como un todo tal que cada conjunto finito de sus unidades no es sino una parte propia”? éPodemos considerar como infinita a una fuerza? Serd posible sélo si se puede medir 8 Bolzano 1om6 por error esta concepcién de Spinoza. Este admite “sin dificulad” que un infinito puede ser concebido “como mds grande que otro infinito” siempre que se acepten las distinciones entre las diferentes categorias del infinito (carta Fila Meyer, det 20 de abril de 1663). Las mottitudes son conjuntos de objetos que pertenecen a una cierta especie, Pero dado que para Bolzano una especie puede ser definida por una coleccién arbitraria de individuos, la diferencia entre los conjuntos y las multitudes es mas trica que real. 'Paradojas del Infinite (en adelante designada como PU), 10. 11 py 16; si womamos una magnitud infinitamente grande como una nueva unidad, la anterior es infiniramente pequefia respecto a Ja nueva. Paradojas del infinito 3B por una magnitud infinita. Dios mismo no puede ser considerado infinito sino en la medida en que “debemos reconocerle varias especies de fuerzas que tiencn una magnitud infinita””. ‘Tal es la facultad infinita de conocer, definida como Ja facultad capaz. de conocer un conjunto infinito de verdades, por ejemplo, el con- junto de las verdades que enuncian Ia sucesi6én de valores deci- males del desarroflo de V2. De esta forma, Dios mismo, antafio fuente y paradigma de la verdad infinita, deviene a su vez un simple modelo matemiético del infinito en el que se realiza una propiedad abstracta de las multitudes. Contra los norinalistas y los constructivistas de su tiempo, Bolzano defiende, como nuestros platonistas contempordneos, la existencia en si de tos conjuntos infinitos y su independencia de nuestros procedimientos de construccién y de nuestro pensa- miento. La representaci6n en si que determina de manera univo- ca a un conjunto {a, b, ¢,...} “atin si no es subjetivamente efectuable, est4 sin embargo objetivamente presente, atin cuan- do el conjunto de fos objetos a,b,c,... deba ser infinito”’*. Los conjuntos infinitos existen, pero su existencia, la realidad o “objetualidad” (Gegenstantlichkeit) de su concepto debe ser objeto de una demostraci6n. Para demostrarlo, Bolzano construye un conjunto infinito en particular: el conjunto de las verdades en si. Al mismo tiempo, Bolzano se propone hacer lo que desde su punto de vista debe ser el primer trabajo de toda filosofia: refutar ei escepticismo demostrando que existen las verdades. En la Wissenschaftslebre, Bolzano da dos versiones diferentes de su demostracién; retoma la segunda en las Paradojas del Infinito. las dos utilizan el mismo procedimiento de recurrencia que empleamos en aritmética: de los dos enunciados, “la propie- dad P se verifica para 1” y “si P es verdadera para n entonces P es verdadera para 1 + 1”, se concluye que todos los nimeros natu- rales tienen la propiedad P. 12 PULL. 13 Wissenschafsslebre (en adelante designada como WZ), I, 101, 470: “wenn auch nicht subjektiv ausfirbar, doch objeketie voranden”. uu Bernard Bolzano En las Paradojas del Infinito, Bolzano toma como base de la recurrencia una proposicion verdadera cualquiera p1, por ejem- plo, “hay af menos una verdad”!*, Queda por demostrar que si hay al menos # verdades, hay al menos # + 1 verdades. A partir de n proposiciones verdaderas pi, ... fn, Bolzano va a construir una proposicién f+; distinta de las anteriores: sera la proposi- cién “pn es verdadera”. En consecuencia el conjunto de verdades es infinito. Esta demostracién descanza sobre la distinci6n entre una proposicién y la asercién segtin fa cual esta proposicién es verdadera; es decir, entre "p" y “'p’ es verdadera”, (Pero tenemos acaso el derecho de hacer esta distinci6n? éCostruyé Bolzano un conjunto infinito de proposiciones distintas?, 0 bien esta cons- truccién se reduce a un “solo” conjunto con un Unico elemento P, revestido sucesivamente de una cantidad de predicados indti- les. Frege, entre otros, sostendra que “p” y “‘p' es verdadera” son Ia misma proposicién. Mas aiin, la colecci6n infinita de verdades no es sino la sombra proyectada de otro conjunto que estd ya alli y cuyas propiedades hacen posible la construccién: el conjunto de los niimeros natura- tes. Es por ello significativo que Bolzano no explique en ninguna parte cl procedimiento de recursién que utiliza en sus demostra- ciones légicas antes de la construccién de los enteros. En resu- men, la demostraci6n de Botzano fracasa; en el mejor de los cases, ella “demuestra” la existencia de un conjunto infinito suponiendo tacitamente la existencia de otro conjunto infinito. Para nosotros, instruidos por un siglo de esfuerzos y de fracasos, esto no es sorprendente: Bolzano se enfrent6 a un imposible. Una demostracién andloga a Ia de Bolzano se encuentra en Ja obra de Dedekind Was sind und was sollen die Zablen? Hoy sabemos, gracias a las investigaciones de P. Dugac, que Dedekind se inspird directamente de la segunda demostracién de Bolzano, la de las Paradojas del Infinito”, si bien lo esencial de su trabajo, 1 Esta proposici6n se demuestra indirectamente en la WI. 15 Dedekind reconocié que su definiciéa se parece a la de Bolzano; cf. Was sind und was sollen die Zablen?.,5, veorema 66, -R. Dugac, Richard Dedekind et les fondements des mathématiques, 88-8933. Ni ei teorema 66 en donde Dedekind Paradojas det infinito 1s yen particular fa definicién del infinito no dependen ni de Cantor ni de Bolzano’®. Puesto que Bolzano reconoce una jerarquia de infinitos, hay que enfrentar el problema de la comparacién de los conjuntos infinitos. Cémo definir el orden y Ia igualdad entre las magnitu- des infinitas que determinan el tamafio de los conjuntos infinitos? En la Wissenschaftslebre, ain antes de establecer [a diferencia entre lo finito y lo infinito, Bolzano introduce las relaciones de orden y de igualdad permitiendo comparar las multitudes de una cierta especie A. Se adentra en das vias paralclas que sabe distin- guir en situaciones criticas, pero a las que no !lega a asignar un papel bien determinado en el conjunto de las operaciones a las que las multitudes infinitas pueden someterse. Estas dos vias pueden resumirse por las dos palabras: cardinalidad y medida. En las Paradojas del infinito, Bolzano define el concepio general y abstracto de medida mediante la eleccién de una unidad. de medida y por la aditividad. Ambas constituyen dos axiomas de. nuestras teorias de la medida’’. éCémo se pueden comparar conjuntos infinitos? Conforme al principio de comprensién (§14), un conjunto esti dado por una propiedad, un concepto. Cada concepto tiene una extensién Unica, ¢l conjunto de objetos que representa (que caen bajo ese concepto). Bolzano puede asi asignar a tode conjunto una mag- nitud que llama amplitud (Weite) de la extension de ese concep- to. Es a esta nociédn a la que serd necesario adjuntar la consideracién de un conjunto “desde el punto de vista de la multitad de sus elementos” (i# Hinsicht auf die Vielbeit ihrer Teile), es decir, su multiplicidad. Las dos nociones, la de amplitud de un concepto (de su extensi6n) y la de multiplicidad de un dia su versi6n del procedimiento botzaniano ni su propia demostracién figuran en la primera versi6n del texto que data de 1872-78, Se les encuentra sélo en la redacciOn definitiva de 1887, Ia cual es posterior a la feceura de las Paradojas. La demostracion de Dedekind choca por su estilo con ei resto del texto al hacer intervenie conceptos tan poco determinados como el del “universo de mis Pgasamicntos” (meine Gedankenwelt) 0 el de “objetos de pensamiento”. En Bolzano, fa definicién det infinito en el sentido de Dedekind es un teccema. Of fe prefacio a ta segunda edicicn de Was sind und was solien die Zablen? PU 40. 16 Bernard Bolzano conjunto sepcesentan dos aproximaciones hacia la determinacién del tamafio de un conjunto. La primera se reficre a los conjuntos por medio de los conceptos que los dcterminan y aborda el problema a partir de ta idea de medida; fa segunda se aplica directamente a fos conjuntos y podemos ver en ella una primera aproximacién a nuestro actual concepto de ntimero cardinal. Pero es la primera aproximacién la que finalmente se impone y ‘una de las razones es Ia siguiente: Bolzano expresa el tamafio de fos conjuntos infinitos a través de magnitudes porque Ja palabra mniimero designa para él exclusivamente a los ndmeros enteros. Esta terminologia le impide concebir a los niimeros infinitos como cardinales y, en la Wéssenschaftslebre, jo lleva.a plantear el problema de la determinacién del tamafio de los conjuntos infinitos en términos de medida. Asi como a una parte de la extensi6n espacial corresponde 1a extensién de un concepto (0, como dice Bolzano, la extensién de una representacion en si), igualmente a la magnitud de esta parte de la extensi6n (es decir, a la medida del conjunto de puntos que constituyen esta parte) corresponde ia amplitud de la extensién de la representaci6n dada. En virtud de esta analogia, la amplitud puede asimilarse a la medida’, clla mide el tamafo del conjunto determinado por la extensi6n de una representacién dada. la amplitud es, en efecto, caracterizada por tas mismas propicdades formales que la medida de la extensién: 1) @ {a} = 1 para todo elemento a, 2) aditividad. Bolzano distingue cuidadosamente una medida y el conjunto medido: asi como una parte de Ja extensién espacial no debe confundirse con esta parte misma, es decir, con el conjunto de puntos que la constitiyen, igualmente la amplitud de una exten- sién es “algo muy distinto del simple conjunto de objctos subsu- midos bajo una representacion”””. 184 Ja simple medida del conjunto [das blosse Mass der Menge) los objetos subsumidos bajo una representacién, sin considerar lo que ellos son” (WE, I, 97, 3). BY, 1, 93, 439. Mas atin, las Paradojas dal Infinito tienden a disociar la medida del tamafio de un conjunto y la medida de su extensi6n (40). Paradojas det infinito 7 Vemos el interés de esta aproximaci6n para Bolzano: elegir como unidad de medida un conjunto con un elemento es dar una. medida natural”? del tamafio de un conjunto que corresponde a nuestro ntimero cardinal. Como en la teoria general de la medida, esta eleccién es un principio arbitrario, Bolzano toma como unidad de medida a un conjunto infinito y compara entre si los conjuntos infinitos jerdrquicamente distintos. La idea subyacente es la siguiente: asi como es posible contar por unidades o por decenas 0 por miles, igualmente, imagina Bolzano, se puede contar por “infinidades”. E] piensa asf poder poner una unidad infinita de medida tomando un conjunto infinito A, W(A)=1 y piensa determinar “en ciertas circunstancias” la relaci6n de A con. otro conjunto infinito B, “asi sea solamente de manera aproxima- da 0 exactamente por los niimeros™?. Todavia en la Wissenschaftslebre, pero sobre todo, en [as Paradojas del Infinito, en donde no habla mds de la amplitud de las representaciones, Bolzano aborda la determinacién del infini- to directamente como un problema de enumeracién y de cardi- nalidad. La misma dificultad reaparece: (Cémo se podré definir de manera coherente el orden y la igualdad entre las magnitudes infinitas? Todos los conjuntos poseen una magnitud; sin embargo, no sabemos comparar los tamafios de los conjuntos infinitos en todos los casos; aun cuando ya en la Wissenschaftslebre, Bolzano utiliza la idea de biyecci6n para conctuir Ja igualdad de las magnitudes de los conjuntos arbitrarios. Considerar las multitudes de una cierta especie como dotadas de una magnitud determinada es, piensa Bolzano, considerarlas como invariantes respecto a toda sustitucién de sus elementos por otros elementos de la misma especie. Es por esta invarianza que se manifiesta la “multiplicidad” o, segiin la expresién canto- fiana, el nimero cardinal de una multitud de un conjunto. La naturaleza particular de la naturaleza de estos conjuntos no desempefia ningtin papel en la determinaci6n. 2 WL, ¥, 102, 473. WL, ¥, 66, 303. Para los ejemplos de tales “determinaciones*, que son tan ingenuas come Ia arimética del infinito de J. Schulze, cf. PU, 49. 18 Bernard Bolzano En esas condiciones, dos multinxles cualesquiera de la misma especic A, Ma y Mg (i.e. dos subconjuntos conteniendo elemen- tos de un universo A) “o bien son equivalentes (gleichkommen) o bien uno de ellos contiene una parte igual al otro”. La equiva- jencia es aqui visiblemente equinumericidad: ella tiene lugar “cuando podemos transformar una multitud en Ia otra por el simple hecho de reemplazar cada una de las unidades contenidas en la primera por una unidad contenida en la segunda”, en cambio, hay desigualdad si después de este cambio quedan unidades no utilizadas en una de las dos multiplicidades. Estas definiciones resultan absolutamente generales, si son planteadas previamente a toda distincién entre tos conjuntos finitos ¢ infinitos. La existencia y la no existencia de una biyeccién entre dos conjuntos deviene por este hecho, en la Wissenschafts- lebre, el criterio de Ia igualdad y desigualdad de dos multitudes; bastard atenerse a ello atin en el caso de los conjuntos infinitos para Ilegar al concepto cantoriano de equipotencia. Pero, en la Wissenschaftslebre los ejemplos concretos mostraran Ia dificultad de establecer tales biyecciones; ademds, en las Paradojas del Infinito la paradoja de los conjuntos reflexivos (los conjuntos que pueden ser colocados en correspondencia biyectiva con una de sus partes propias) vendrd a perturbar la simplicidad de esta ordenacién Kgica. Este es, sin embargo, el resultado mds importante de las investigaciones de Bolzano sobre ef infinito: la puesta en corres- pondencia biunivoca {biyecci6n) de un conjunto con una de sus partes propias (subconjunto propio) y el reconocimiento de esta propiedad como propiedad caracteristica de los conjuntos infini- tos (§20). ° Expresamos hoy la propiedad puesta en cvidencia por Bolza- no diciendo que un conjunto infinito es equipotente con uno de sus subconjuntos propios. Esta formulacién va més alld de Jos conceptos de los que dispone Bolzano. Por una parte, ella supone 22 wz, 1, 87, 409. Cf. la Grossenlebre 1460; “Liamaré multitude iguales a las muhirudes puras [unbenannte Vielheiten] tales que para toda unidad contenida en una, sc puede encontrar una contenida en {a otra. Diré también que son de una e igual multitud”. Paradojas del infinivo 19 el concepto general de potencia (de mimero cardinal) de un conjunto; por otro lado, la equipotencia se considera como una relacién de equivalencia que permite asignar el mismo numero cardinal a los conjuntos puestos en biyeccién. Pero Bolzano no conoce nuestro concepto de ntimero cardinal ni tampoco la ” equipotencia en el sentido de una relacion de equivalencia. Un ejemplo célebre de conjunto reflexivo es el conjunto de los némeros naturales: como !o mostré Galileo, hay una biyeccién entre este conjunto y el conjunto de los cuadrados, por ejemplo, la que a cada mimero Ie hace corresponder su cuadrado: 1, 2, 3, 4, $b dod 1, 4 9 16, ... Pues el conjunto de ios cuadrados es un subconjunto propio del conjunto de mimeros naturales. Ia reflexividad de los conjuntos infinitos no es un descubri- miento de Bolzano. Ella aparece espord4dicamente en muchos autores desde Ja antigiiedad, en particular en algunos escoldsticos y después en Galileo, en Leibniz, y en algunos mateméticos de los siglos xvi y xx. En contradicci6n con el axioma del todo y de las partes, intuitivamente evidente, la reflexividad es una relacién paraddjica que impone el abandono de las propiedades mejor establecidas de nuestros conceptos cuando éstos afrontan al infinito. Corresponderé a Bolzano establecer una propiedad juz- gada contradictoria como un hecho matemdtico incontestable y de validez general, y de planiearla como propiedad caracteristica de los conjuntos infinitos. Respecto a sus predecesores, Galileo y Leibniz incluso, Bol- zano acepta sin reservas al infinito actual asi como la posibilidad de comparar el tamafio de los conjuntos infinitos y la idea de una jerarquia de infinitos. Para el primero concibe sistemAticamente a los objetos geométricos como conjuntos de puntos. Ello le permite dilucidar un cierto numero de conceptos topolégicos y de librarse de los obsticulos con los que se enfrentaban sus grandes predecesares”, 23 Como los conceptos de continuo y de dimensién (38 y 40). 20 Bernard Bolzano La reflexividad es el objeto del primer texto importante de Bolzano consagrado al infinito, una nota de su diario matemAti- co’, Sin embargo, esta nota no hace sino exponer la dificultad, aclaréndola bajo diversos 4ngulos y mostrando las consecuencias desastrosas que se siguen de la reflexividad de los conjuntos infinitos. Si bien licga a un callején sin salida, esta nota reine los diferentes elementos que formaran parte de la doctrina bolzania- na del infinito. Ella contiene ya el enunciado del “Teorema” que rechaza la conclusién de la equivalencia a partir de la biyeccién, y la idea de que el cardinal de una conjunto de puntos depende de su medida. Ella introduce la nocién de elementos determinan- tes para juzgar a la equivalencia y toca también el problema de la relacién entre la medida y la potencia (el cardinal) de un conjun- to. Este texto expone conceptos, tesis y también obsticulos que deberin ser examinados para llegar a una doctrina. Pero los elementos que Bolzano expone en su texto son incompatibles y nadie es mds sensible que é! mismo al aguijén de las paradojas que no cesan de engendrarse por las dos tesis presentes. El fazonamiento abstracto, aritmético-conjuntista, Heva directo a la implicacién entre biyeccién y equivalencia; las paradojas surgen cuando este razonamiento universal se aplica a los objetos geo- métricos. Ser lo mismo en adelante. En dos ocasiones, en la Wissens- chaftslebre y en las Paradojas del Infinito, caando Bolzano enuncia las definiciones generales de la equivalencia entre dos conjuntos, formulard sin dudar el criterio de la biyeccién. Sin embargo, cada vez que aplica este criterio en casos concretos, en particular en geometria, dard marcha atras para refugiarse en la doctrina de los elementos o de las razones determinantes. Bolzano ilustra la reflexividad de los conjuntos infinitos me- diante dos ejemplos; otros vendrén a aftadirse en adelante; asi la biyeccién entre los nuimeros naturales y sus cuadrados, mas exactamente entre los términos de fas series $;=1+2+3 +44... ydeS2= 2 +243? + 47+... de donde Bolzano deduci- rf “a pesar de la apariencia de lo contrario”, la igualdad de los 4 Ver ta nora z Paradojas del infiniro 21 conjuntos de sus términos (Glerdermenge) en efecto: “por el hecho de elevar en 52 cada término de Ia serie S, al cuadrado cambiamos Unicamente las propiedades (la magnitud) de sus términos, pero no su multitud”?>, En la Wissenschaftsfebre, Bolzano considera una biyeccién como una transformacién que leva a los términos de un conjunto a coincidir uno @ uno con los términos de otro conjunto some- tiéndolos a diversas alteraciones (elevacion a una potencia, des- plazamiento en el espacio, etc.) sin atentar a su unidad en tanto que individuos. En ciertos momentos, Bolzano utiliza una biyec- ci6n como criterio de igualdad de Jas “magnitudes infinitas” sin fijarla como tal en una definicién. Pero en las Paradojas det Anfinito, Ja idea de una tal definici6n de equivalencia es rechazada explicitamente por ser incompatible con el orden estricto entre fos conjuntos definidos con ayuda de la inclusién. Asi, el conjunto )0,5( es mds pequefo que el conjunto )0,12( a pesar de que pueden ser puestos en una biyeccidn ( §20). Reuniendo las indicaciones sobre el orden y Ja igualdad de Jas magnitudes que Bolzano definié entre los conjuntos infinitos, obtenemos varias proposiciones que se contradicen entre si: El todo es mds grande que la parte. (o en una formulacién mds explicita), © Card A < Card B si y sdlo si Aes equivalente a una parte propia de B®, a) pero al mismo tiempo: todo conjunto infinito puede ser colocado biyectivamente sobre una de sus partes propias (es decir, todo conjunto infinito es reflexive), . @) % BU, 33, 54. Sin embargo, en tanto que “sums” infinitas de la serie divergente (nocién que Bolzano rechaza en susu obras anteriores, pero que acimire en las del Infinito a titulo de magnitud infinita), 52 es superior a St. Bolzano no formulé la relaci6n “mds. peguefia” o “mds grande” para las magnitudes infinitas de manera tan general. En las Paradojas del Infinito Bolzano considera sélo el caso en que uno de los conjuntos esti incluido en el otro y observa, después de haber definido une biyeccién entre dos conjuntos de ndme- fos teaies Ay B tales que AC B, que “el ultimo conjunto [B] debe, seguramente, ser dedaraco mayor que el primero [A], puesto que éste es sdlo una parte de B” (20). 2 Bernard Bokanc Por otra parte, como resulta de las investigaciones sobre la extensi6n de los conceptos, todo conjunto tiene una cierta magnitud (un niémero cardi- nal vinico)”’. 8) Anadir a estos tres enunciaclos el siguiente: dos conjuntos puestos en biyeccién tienen Ja misma multiplici- dad (tienen el mismo cardinal) (4) que Bolzano adelanta para los conjuntos infinitos de enteros equivale a hacer estallar la contradiccién que est4 ya presente entre (1) y (2). La evidencia intuitiva def axioma (1), derivado de Ja consideracién de los conjuntos finitos impide a Bolzano, como a sus predecesores, establecer un criterio de equipotencia por intermedio de una biyeccién. Este conflicto profundo, que estalla casi en cada secci6n de las Paradojas del Infinito, \e impide construir una aritmética del infinito que sea coherente. El no cesa de insistir sobre este punto: considera que concluir la igualdad, desde el punto de vista de su mulritud, entre dos conjuntos infinitos, a partir de la existencia de una biyeccién, o como decimos después de Cantor, concluir su equipotencia, es extender de manera ilegitima una propiedad de los conjuntos finitos a los conjuntos infinitos. Con Ia lectura de la Wissenschaftslebre se comprende la natu- raleza del obstaculo al que se enfrenta Bolzano. La equivalencia de dos conjuntos; relacién universal y fundamental, depende de Ja construccién de una biyeccién particular. Pero es esta condi- cién particular de una correspordencia de términos uno a uno, elegida ex profeso para alcanzar el fin deseado, la que ha frenado a otros mateméticos ¢Y no se le pueden oponér otras biyecciones que muestren lo contrario? Los ejemplos dados por Bolzano en la Wissenschaftslebre dan una muestra de Ja dificultad de estable- cer “buena” biyeccién y para resolver el problema planteado por la comparacién de los conjuntos finitos iCémo definir el orden de las magnitudes entre los conjuntos que no son multitudes de Ja misma especie y de las que ninguno estd contenido cn el otro? éCémo comparar ei tamafio de los conjuntos infinitos? 27 Wi, 1, 66, 298-9. Paradojas del infinito 23 No hay nada que permita a Bolzano asegurar que hay mds esferas que tetraedros; en cambio, la existencia de una biyeccién evidente basta para decir que hay igual ntimero de circulos (de discos cerrados) que de circunferencias. Pero dejindose atcapar por la analogia pretende que “por razones parecidas” el conjunto de los centros de las elipses y el de sus focos estén en la caz6én 14, “Gnicamente porque a cada centro le corresponden siempre dos focos”. Por razones andlogas, el conjunto de las circunferen- cias de los circulos y el conjunto de sus didmetros estén en la razon 1a %, “puesto que a toda circunferencia le corresponden una infinidad de didmetros"”*. A pesar de Ia intervencién abusiva de {as razones numéricas, esta es la primera vez que son comparados, al interior de las matemiticas, conjuntos infinitos de los que ninguno es subcon- junto del otro, 0 incluso que son disjuntos. Como podemos ver, el orden (estricto) entre las magnitudes infinitas est4 determina- do como en el caso finito. Un. entero es inferior a otro si, considerado como multitud, estA incluido en éste. El conjunto: infinito de las substancias creadas difiere del conjunto de todas Jas substancias de un s6lo elemento, la substancia divina; el primero incluido en el segundo, Ie ¢s asi inferior. Tendriamos asi, para todo cardinal infinito worort resultado que seri negado por Cantor. Regresemos al problema de la equinumerocidad entre los conjuntos infinitos. Bolzano piensa que la posibilidad de poner- Jos en correspondencia biunivoca es una condicién necesaria, pero no suficiente. Definira el concepto de equivalencia apoyén- dose sobre el concepto de determinacién. Los conjuntos serén “jguales desde el punto de vista de la multitud de sus elementos” si tienen “las mismas razones determinantes” (gleiche Besttm- mungsgriinde)”” , Bajo esta forma, la definicién es inutilizable, y esta indeterminacién de la expresidn consituye, en este punto ro 29 py, 21; 24, Au 23, es Cl modo de formaciOn de dos conjuatos (Enttebungsweise) |i susodicha raz6n determinante. 24 Bernard Bolzano que es decisivo, una de las mds graves lagunas de la doctrina de Bolzano. Cuando se trata de comparar efectivamente conjuntos de nimeros reales, o de puntos de un segmento, Bolzano no considera como raz6n de determinaci6n tinicamente a los extre- mos del intervalos o del segmento, sino que atiende a las propie- dades que pueden distinguir a los intervalos o a los segmentos, 2 saber, la distancia comprendida entre sus extremos. Establece entonces igualdades como. card |7,8[ = card 12,13(° en cambio, en virtud de su definicién del orden, s¢ tiene card A# card B siA = ]0,5[ y B = J0,12P" A fin de cuentas, debido a la ausencia de una determinacién intrinseca, el cardinal de un conjunto de puntos o de un conjunto de nGmeros reales se define por un predicado geométcico: la distancia; es decir, la medida. De manera completamente general, “cuando se tienen dos objetos espaciales enteramente semejan- tes, los conjuntos formados por sus puntos deben estar exacta- mente en Ia misma relacién que sus magnitudes”. El numero, que est4 en el origen de la construccidn del concepto de magni- tud, y por ello de la medida, termina por depender a su vez de la medida. De ello resuita la imposibilidad de concebir un verdadero sistema coherente de magnitudes infinitas que sea la extensién de a aritmética ordinaria, y la imposibilidad también de imaginar una representacién de estos n¢meros andloga a la notacién de los numeros naturales. Otras dudas, sobre puntos ya adquiridos, marcan a las Para- dojas del Infinito. Ei principio, admitido por Bolzano, segtin el cual el cardinal de un conjunto infinito cambia cuando se le afiade un elemento, Ilegar4 a marcar (y a alterar) las demostraciones ya establecidas de la teoria de series. Asi, en dos ocasiones, el autor sefala que una serie tiene menos términos cuando se suprime un ndmero finito de términos de la misma, para admitir luego Ja 3° py, 29; Bolzano escribe: Mult (8-7) = Mult (13-12). PU, 23. 3? py, 40, prop. 4 yaaa nn Paradojas del infinito 25 equipotencia entre ef conjunto de los mimeros naturales y el de sus cuadrados. Estas dudas son lamentables, pero se explican tanto por la novedad como por la amplitud y la complejidad de una investi- gaci6n Ilevada por la primera vez con medios mateméticos. Entre la Wissenschaftslebre y las Paradojas, su doctrina oscila sin cesar alrededor de la idea de biyeccién, como criterio de equinumerocidad entre los conjuntos, para terminar por fechazarla de manera explicita. Sin embargo, en wna carta que data del tiltimo afio de su vida, Bolzano regresa sobre el ejemplo de la sucesién de los conjuntos infinitos de los cuales cada uno supera por una infinidad al siguiente; a saber, la sucesién formada por el conjunto de nime- fos naturales, la de sus cuadrados, la de sus potencias cuartas, etc.: NN®,NO NO, yO en donde W ™ designa al conjunto de las &-ésimas potencias de Jos ndmeros naturales. En esta carta, Bolzano reconoce que en la Wissenschaftslebre, “el punto no sélo se exponde de manera oscura, sino que ahora me doy cuenta de que se expone de manera totalmente falsa”. Termina por admitir la equivalencia del conjunto de nimeros naturales con fos de sus cuadrados, de sus potencias cuartas, etc. y reconoce igualmente que “el resultado falso fue obtenido por transportar de manera ilegitima [la propie- dad] de un conjunto finito de niimeros... a todos los nimeros”?3. Este retorno y esta confirmacién de las primeras ideas de la Wissenschaftslebre sobre la igualdad de las magnitudes, extendi- da aqui a los conjuntos infinitos, lleva ahora a Bolzano a aceptar el concepto de equipotencia (equinumerocidad) definido por inter- medio del de biyecci6n. A Ia luz de esta autocritica, se tiene el derecho de reinterpretar la discusién de las Paradojas del Infint- to en. un sentido que las hacen un elemento decisivo de la teoria de jos conjuntos. Se obtiene asi la definicidn general de la “iguaidad de los conjuntos desde el punto de vista de su multi- tud”. Después de haber explorado por callejones sin salida, ® Cana a Zimmermann del 9-3-1846, Gesamtausgabe, 1A 12/2, p. 187-8. Bolzano toma en fin ef hilo que le permite encontrar el camino en. el laberinto del infinito. Quedan por afiadir algunas palabras acerca de la concepcién bolzaneana de ia fisica y de Ja metafisica (ontologia), expuestas en los §50-69. Segin Bolzano, !as cosas del mundo real se componen de substancias simples que llama igualmente dtomos. Entre los 4tomos se ejercen influencias fisicas, comprendida la accion a distancia. Los 4tomos son lugares de fuerzas. El universo no podria estar contruido ni 2 partir de las solas substancias, nia partir de la fuerzas solas. Bolzano extiende considerablemente Jos conceptos de substancia y de fuerza: segtin las Paradojas del Infinito es substancia toda realidad (Wikliches) que no es una propiedad de otra realidad; cs fuerza toda propiedad de una substancia que es Ia raz6n (la causa) inmediata de otra propiedad producida al interior o al exterior de esta substancia (§57). Substancia y fuerza difieren asi como sujeto y predicado. Entre Jas substancias del universo reina un orden, una jerarquia segin sus grados de fuerza y de perfeccién: por un lado las substancias dominantes, por el otro las substancias serviles agrupadas alrede- dor de las primeras. Un cumulo de talla finita, eonteniendo una substancia dominante y rodeado de substancias serviles, forma ‘un cuerpo orgdnico o inorgdnico. Los 4tomos desprovistos de substancias dominantes forman la materia del mundo (Weltstoff), Bolzano la Mama éter y la identifica con el caldrico. Los 4tomos de éter llenan el espacio y forman un continuo. No hay pues espacio vacio, las fuerzas de atraccién y de repulsién entre las substancias resultan de una relaci6n primordial de conveniencia (Genebmigkeit): ellas comienzan a ejercerse Cuando esta relaci6n. rebasa ciertos limites. La atraccién y la repulsién no son pues sino una tendencia hacia ef equilibrio determinado por Ja convenic- neica reciproca de las substancias. En cuanto a Io esencial, el infinito materhatico, el ambicioso programa de las Paradojas del Infinito se queda a medio camino. "Trés ideas concurren a la nocién bolzaneana de “magnitud infi- nita”; la cardinalidad, la medida y el “orden de infinitud”, conce- bido de manera andloga a los diferentes drdenes de diferenciales © de infinitamente grandes. Bolzano no Ilega a disociarlos por carecer de una definicién adecuada y operatoria de la equivalen- Paradojas del infinivo a cia entre los conjuntos infinitos para la cual, sin embargo, dispone de todos los elementos. Su autocritica llega demasiado tarde para poder sacar alguna consecuencia (Podemos entonces asombrar- nos de que no haya podido sacar provecho de la paradoja de la reflexividad y no haya logrado construir el concepto de ntimero cardinal ni haber establecido una aritmética transfinita? Podemos asombrarnos de que, en fin, utilice mal su riqueza en lugar de haberla aprovechado? Sus dudas se explican, como ya lo dijimos, a la vez por la novedad, la amplitud y la complejidad de una investigaci6n Itevada a cabo por primera vez con medios mateméticos. Aun si dejamos de lado las cuestiones de fisica y de metafisica, iCudntos dominios abordados! El vasto campo de la teorfa de los conjuntos, el infinito del cual Bolzano establece la propia caracteristica y da algunos ejemplos; un repaso al infinitamente pequefio; los con- ceptos topolégicos de continuo y de dimensién; un esbozo de la teoria de la medida de los conjuntos de puntos; un ensayo de fundamento del cdlculo diferencial en términos de limites (que resume los resultados de la Funktionenlebre) con una serie de observaciones que retoman, y también rectifican, resultados ob- tenidos previamente por Bolzano. Las Paradojas del Infinito, texto que no tuvo una ultima tevisi6n por parte de su autor” nos penmiten asistir a un trabajo de laboratorio con experimentos y éxitos, pero también con dudas y reveses. En ningtin otro lado la matematica bolzaneana es, como aqui, investigacién, exploraci6n, interrogacién sin cesar, y respuestas que sin cesar también son de nuevo cuestionadas. Mads importante, tal vez, es que la concepcién bolzaneana constituye la primera gran unificacién de la matematica cldsica sobre la teoria de los conjuntos. Esta teoria conduce, histérica- mente, a los trabajos de Cantor y Dedekind, pero no podria considerarsc como un estado primitivo de la teorfa cantoreana. El edificio cristalino de Bolzano constituye un mundo que es objetivo perfecto: mundo no creado, mundo sin sujeto aun cuan- do se refleja en el sujeto divino, mundo de entidades matemdticas 34 +1...) manuscrito no muy legible y, en algunas partes incorrecto” dice F. Pribonsky en el prefacio a ka edicién de las Paradogas del Infinito, 28 Bernard Bokano netamente delimitadas y centradas en el infinito cuyo prototipo es el conjunto infinito de los ndmeros naturales. Una matemAtica en si instalada en el coraz6n del infinito que contempla con fos ojos de Dios. Esta mateméAtica parece haber Ilegado hoy al término de su recorrido; nadie puede, sin embargo, decir hoy si culminar4 su separacién con la teologia para devenir simplemente una mmatemdatica humana” Jan Sebestik. 35 Muchas corrientes (intuicionismo, finitismo, constructivismo) y disciplinas (teorfa de conjunros difusos, andlisis no-standard) de la matematica contempora- nea apuntan en esta direccin. La mis significativa nos parece la teoria altemativa de Jos conjuntos de Petr Vopénia, que habiendo sometido a un andlisis profundo Jas teorfa de Bolzano y de Cantor, se inspira en fa idea husserliana de horizonte. CEP. Vopénka: Mathematics in the Alternative Set Theory, Leipzig, Teubner, 1979 y la Introduccién a la matemdtica en la teorfa alternativa de ios conjuntos (en estovaco), Bratislava, 1989. Nota Ja presente traduccién se realizé6 tomando como base la edicién original de 1851, publicada nueyamente en edicién fac- similar en 1964 por Wissenschaftliche Buchgesellschaft Verlag de Damstadt. Se han tomado en cuenta, sin embargo, las observacio- nes de Hans Hahn a la edicién de esta obra de 1920 en la Philosophische Gesellschaft de la Universidad de Viena; lo mismo que las de Bob Van Roostelaar a Ja edicion de 1975 de la editorial Felix Meiner, Hamburgo. Prélogo del editor Este notable tratado sobre Jas paradojas del infinito fue comenzado por su autor en el afio de 1847, durante una breve estadia en el campo en Ja hermosa Residencia de Liboch, cerca de Melnik, en compafiia del editor. Su redacci6n se vié interrumpida, sin embargo, por trabajos de otra indole, por lo que no seria sino hasta el ao siguiente (que seria también el ultimo de su vida) que pudo darle término. Con esta obra, Bolzano no solamente ponia nucvamente en evidencia sus grandes capacidades intelectuales, intactas a pesar Jo avanzado de su edad (en aquel entonces contaba ya con 67 aiios) y la disminucién evidente de su bienestar fisico. Con ella, Bolzano ofrecia al mundo educado una nueva demostraci6n de ja extraordinaria agudeza y comprensién de que era capaz en relacién a los problemas mds abstractos y profundos en el dmbito de las matemdticas, la ciencia natural y la metafisica. Pues, en verdad, aun si no hubiera escrito o no nos hubiera legado otra cosa que el presente tratado, éste hubiera bastado para garanti- zarle un puesto entre los pensadores més originales de este siglo. Bolzano se ocupa aqui de fas cuestiones mds interesantes y complejas de las ciencias a priori. Las soluciones que propone se encuentran caracterizadas por una sencillez digna de admiracién y la discusién que nos ofrece de esos problemas es de tal claridad que aun un lector no familiarizado sino minimamente con este campo de estudio hallar4 comprensible por lo menos la mayor parte de las soluciones que él propone. Por lo demas, el especialista dispuesto a dedicar algo de su atencién a la obra (y, en realidad, esto es 1o menos que cabria | | i | | 32 Bernard Bokino esperar de un estudioso) se percataré bien pronto de la impor- tancia de las ideas de Bolzano, que aqui se esbozan y han silo expuestas en detatle en otros de sus trabajos (particularmente en su Légica y en la Athanasia), resultaéndole igualmente claro que lo que en ellas se pretende no es ni més ni menos que una teforma total de la exposici6n cientifica, tal y como ésta se ha practicado hasta nuestros dias. La version manuscrita de este tratado ha sido entregada al editor por los herederos del autor, habiéndose hecho et compro- miso de una publicacién en el menor tiempo posible y habiéndo- se entregado aquél con ahinco a la realizaci6n de tal empresa, tanto mds cuanto que [a aprobaba con lo mas hondo de su ser (Bolzano fue su inolvidable maestro y amigo). Con gusto la hubiera Hevado a cabo antes, si no se hubieran presentado obsticulos de consideraci6n en su camino que no pudieron superarse por completo sino en el curso de este afio. Es hasta ahora que pudo abocarse a Ja tarea de revisar la copia mecanografica realizada a partir del manuscrito original, en algu- nos pasajes caligr4ficamente ininteligibles y aun incorrectos, a la de preparar un indice exacto que hiciera posible una lectura mAs facil del texto y a la de encontrar un Iugar adecuado para la impresién de la obra. La eleccién ha recaido en Leipzig porque, por una parte, la publicacién en este jugar hace més facil una difusi6n mAs extensa del escrito y, por la otra, porque desea rendir homenaje a este famoso centro librero, y contribuir a la mayor gloria de la patria adoptiva (el editor nacié en Bohemia), pues se encuentra convencido de que cuando con el correr del tiempo sc reconozca en todas partes el genio de Bolzano, no sera poco el mérito que corresponda a Ja ciudad que hizo posible la aparicién de este importante tratado acerca de las paradojas. Fr. Prihonsky, Budissin, a 10 de julio de 1850. Las paradojas del Infinito §1 Ciertamente no todas, como dice Kastner, pero sin duda alguna si fa mayoria de las afirmaciones paraddjicas que surgen en el 4mbito de las matematicas, tienen que ver con el concepto de infinito ya sea que lo mencionen directamente o involucréndolo de manera indirecta en su demostracién. Es igualmente indiscuti- ble el hecho de que precisamente tales paradojas matemiticas, que merecen toda nuestra atencién, porque de la refutacién satisfactoria de su aparente contradicci6n depende la determina- cién de cuestiones fundamentales para ciencias tan importantes como ha fisica y la metafisica, pertenecen también a esta especie. Es esta la raz6n por la que el objeto de estudio de este tratado Jo constituye la consideraci6n exclusiva de las paradojas del infinito. Pero es cvidente que el reconocimiento adecuado de una aparente contradicci6n —es decir, de aquello que sélo en apa- riencia es una contradiccién— no puede ser posible, si no existe antes claridad sobre la idea misma que aqui est en cuesti6n: el infinito. Sera éste, en consecuencia, el primer problema que ocupe nuestra atencién en to que sigue. §2 Lo infinito se contrapone a lo finito, como la palabra misma jo indica. El hecho de que derivemos la primera designacién a partir de Ja segunda nos indica que también pensamos el con- 40 Bernard Bolzano cepto de infinito como algo que se obtiene a partir del concepto de finitud cuando se afiade a éste una componente nueva (como lo es, por ejemplo, el concepto de negacién). Ademds, es inncga- ble que, en ultima instancia, ambas ideas se aplican a conjuntos, més precisamente a multiplicidades (es decir, a conjuntos de unidades) y, por lo tanto, a cantidades. Es natural, entonces que sean las matemdticas, en tanto que teoria o doctrina general de Jas cantidades, donde se hable con mayor frecuencia del infinito. Es en este Ambito donde han de ser objeto de estudio y computo tanto las cantidades finitas como las infinitas, sean éstas infinita- mente grandes o infiniramente pequcfias. Ahora bien, independientemente de que estas ideas (finitud € infinitud) puedan aplicarse solamente a objetos que de alguna manera exhiban cantidad y multiplicidad, cabe esperar que una investigacién rigurosa del problema de las condiciones en que puede atribuirse a un conjunto uno de los dos predicados ‘finito’ € ‘infinito’ arroje, igualmente, luz sobre la naturaleza misma del infinito. §3 Para ello, sin embargo, es necesario remitirse a uno de los conceptos bdsicos de nuestro entendimiento, con el objeto de ue haya claridad en relacién al término que queremos utilizar para designarlo: la conjuncién y. Esta nocién ha de ponerse de relieve tan claramente como Jo exigen en innumerables casos los fines de las matemdticas y la filosofia. En mi opinién, puede darse expresin a la idea aqquf subyacente con las palabras: un agregado de objetos bien definidos (ein Inbegriff gewisser Dinge); 0 bien como un todo cuyas partes se encuentran bien definidas {ein aus gewissen Teilen bestebendes Ganze). Queremos servirnos de estas expresiones en un sentido amplio, de tal manera que, siempre que en una proposicién se utilice Ja conjuncién y, como, por ejemplo, en @ ~~ EL Sol, la Tierra y la Luna se encuentran en interac- cién rectproca, Paraclojas del infinito 41 (i) La rosa y el concepto de rosa son cosas distintas, (ii) El nombre ‘Socrates’ y la expresion ‘hijo de Sofronis- co’ designan a la misma persona, pueda afirmarse que el sujeto es un agregado de objetos bien definidos 0 un todo cuyas partes estan bien definidas. En el primer caso, el todo en cuesti6n se encuentra consti- tuido por el Sol, la Tierra y la Luna, afirmandose de él que sus partes se encuentran en interaccién reciproca. En el segundo ejemplo, se‘trata lel agregado que conforman los objetos rosa y el concepto de rosa, del que se afirma que son dos cosas muy distintas, etc. Esto debia bastar para la comprensién del concepto a que hemos estado aludiendo, aunque, en rigor, habria que afadir todavia que un objeto cualquiera A puede entrar a formar parte de un agregado con otros objetos arbitrarios B,GD,....0, mas exactamente: que por si mismo constituye ya un agregado, en. relacion al cual es posible establecer algunas afirmaciones impor- tantes. Todo esto naturalmente con tal de que cada una de las nociones 4,B,C,D,... represente efectivamente un objeto distinto, con Ja condicién de que ninguna de las proposiciones “A es idéntico a B”; “A es idéntico a C”; “B es idéntico a C” etc., sea verdadera. Porque si, por ejemplo, A es idéntico a B, resulta claramente inapropiado hablar de un agregado que com- prenda a ambos. §4 Existen agregados que, a pesar de contener los mismos elementos A,B,C,D,... se presentan como algo distinto {algo esen- cialmente distinto, en nuestra terminologia), de acuerdo con el criterio (concepto) a partir del cual son considerados precisamen- te como agregados. Un vaso entero y un vaso roto en pedazos, por ejemplo, tomados ambos como un recipiente utilizado para beber. Llamamos tipo de relacién (Art der Verbindung) o de ordenacin de sus elementos a aquello que constituye el funda- mento por el que estos agregados son diferentes. Llamamos 42 Bernard Bolzano conjunto a un agregado que depende de un concepto respecto a! cual el orden de sus elementos es indiferente (relacién en ta que, por lo tanto, no hay una modificaci6n esencial para nosotros: cuando el orden se modifica). Una multiplicidad de A es un conjunto cuyos elementos pueden ser considerados como obje- tos de un cierto tipo A; es decir, como objetos que dependen y se encuentran sujetos a un concepto A. §5 Como se sabe, hay agregados cuyos elementos son comple- jos, esto es, a su vez son también agregados. Entre 6stos existen igualmente algunos que consideramos desde un punto de vista que nos asegura que nada esencial en ellos se altera cuandce tomamos los elementos de los elementos como elementos del todo mismo. A los agregados de este tipo Jos Ilamaré sumas, sirviéndome de una palabra acufiada por los matemdaticos. El concepto de suma garantiza, en efecto, que A+@®+QO= At+BtCE $6 Un objeto es una cantidad (Grésse) si para él, la siguiente propiedad resulta valida: O bien My N son iguales, o bien uno de ellos puede representarse como una suma que contiene una parte propia que es igual al otro. Es decir, 0 bien M=N, o bien M=N + v, o bien N=M + p, donde para v yp yale algo andlogo. Esto es, o bien son iguales, ‘co bien uno de ellos est4 contenido en. el otro como parte propia. §7 Un agregado ...,A,B,G,D,B,B....M,N,... es una serie si Gene Ja propiedad de que, para cualquier elemento M4, puede demos- trarse la existencia de un Gnico elemento N tal que, de acuerdo Paradojas del infinito 3 con una ley valida para todos los elementos del agregado, o bien NN puede determinarse por su relacién con M, o bien M puede determinarse por su relaci6n con N. ‘Alos elementos de una serie los llamo términos y la ley segtin fa cual N 0M pueden determinarse a partir de su relaci6n con el otro es Ja ley de formacién de la serie. El término M de la serie se Iamar4 (sin pretender con ello designar el concepto de una secuencia temporal o espacial real) el antecesor o predecesor; el otro sera llamado el sucesor. Aun término M para el que exista tanto un predecesor como un sucesor; es decir, a un término que no sdlo sea derivable é1 mismo a partir de otro, sino que permita igualmente, con base en la ley de formacién de la serie, la derivacién de oto, lo Ilamaré miembro interno de la serte. De todo ello resulta claro a qué términos Namo Gi,es que existen) términos extremos, primero y ultimo de la serie . §8 Pensemos en una serie cuyo primer término es un elemento del tipo A, en la que todo sucesor se deriva de su predecesor, de tal manera que, tomando un objeto igual a él lo relacionamos con otro elemento del tipo A en una suma. Es entonces evidente que todos los términos que aparecen en esta serie —con excepcién del primero que es tinicamente un elemento del tipo A— seran multiplicidades a las que Uamaré finitas 0 numerables o, de manera algo audaz: muimeros y, mds especilicamente, nmeros enteros (que incluirian el primer téemino). §9 Las variaciones en la naturaleza del concepto denotado por A determinan que el conjunto de objetos del tipo A que ese * Una explicacién més detallada de estos conceptos, lo mismo que de otras consi- derados en pardgrafos anteriores podrd encontrarse en mi Wissenschafislebre. cconcepto comprende sea numeroso o que no lo sea tanto, por fo que el concepto puede dar lugar, en algunas ocasiones, a un conjunto numeroso y, en otras, a uN Conjunto no tan numeroso de términos en Ia serie. En particular, puede haber tantos términos que si la serie ha de agotar (incluir a) todos los elementos, no puede tener un ultimo término, como habremos de demostrar con todo detalle mas adelante. Suponiendo esto por el momento, Ilamaré infinita a una multiplicidad si todo conjunto finito es tan sélo una parte de ella. §10 Espero que se me conceda que la definiciGn que he presen- tado aqui de los conceptos de multiplicidad finita y multiplicidad infinita establece las diferencias entre ambos a satisfaccién de quienes se han servido de estas expresiones. Habré de concederse también que no hay en estas definiciones ningim circulo vicioso oculto. Lo inico que aqui est4 en cuestién es si fa sola definicién. de lo que es una multiplicidad infinita basta para determinar lo que es en si mismo el infinito. Este seria efectivamente el caso si pudiera mostrarse que, en. rigor, el concepto de infinito, en su significado real, solamente puede aplicarse a multiplicidades, es decir, si pudiera mostrarse que la infinitud es una propiedad exclusiva de las multiplicidades, © bien que todo aquello de lo que puede decirse que es infinito resulta ser tal en virtud de y en la medicla en que se encuentre en ella una propiedad que pueda considerarse precisamente como la de ser una multiplicidad infinita. Es exactamente esto lo que, en mi opinién, ocurre. Es eviden- te que los matenyiticos no utilizan nunca esa expresién en ningin ‘otro sentido, pucs, en general, es la determinaci6n de cantidades lo que ocupa su atenciGn de manera casi exclusiva, tomando para ello un cierto objeto del mismo tipo como unidad y sirviéndose de fa idea misma de nimero. Si un matemdtico encuentra una cantidad mayor que cual- quier numero finito de las unidades que ha elegido, la llamari Paradojas del infinito 45 infinttamente grande, si encuentra una cantidad que es tan pequefia que cualquier multiplicacion finita es menor que la unidad tomada, la llamard infintzamente pequefia. Aparte de estos dos tipos de infinitud y de los tipos de cantidades infinitamente grandes e infinitamente pequefias de orden superior que se basan en esta idea, no existe para las matemiaticas ningtin otro tipo de infinitud. §11 Es este, precisamente, el infinito con el que los matematicos estin familiarizados. Ahora bien, a algunos filésofos —especial- mente a filésofos de la modernidad, como Hegel y sus seguido- res— no les basta, El infinito al que nos hemos estado refiriendo €s llamado por ellos, con desdén, “el mal infinito”, prevendiendo conocer otro tipo de infinito, inmensamente superior y verdadero ¥ que habria de hallarse en Dios, en particular, y en fo Absoluto, en general. Estoy completamente de acuerdo con Hegel, Erdmann y otros €n su critica del infinito concebido solamente como una cantidad variable para cuyo crecimiento no existen limites (esta es una explicaci6n del concepto que, como veremos, ha sido ofrecida por muchos matemdticos); es decir, coincido con ellos si lo que se critica es el concepto de una cantidad que se incrementa incesantemente hacia el infinito, aunque sin llegar nunca a éste. Una cantidad verdaderamente infinita (por ejemplo, la lon- gitud de una recta no acotada en ninguna de sus dos direcciones; © sea, la magnitud del objeto espacial que contiene todos los Puntos determinados exclusivamente por su relacién conceptual concebible con des puntos dados), no es necesariamente varia- ble, como ilustra claramente el ejempio aducido. Por otra parte, una cantidad que solamente puede ser considerada como algo que es siempre mayor que cualquier cantidad (finita) dada, es capaz de conservar su cardcter de cantidad finita, tal y como ocurre con las cantidades numéricas 1,2,3,4,.... Lo tnico que no me parece aceptabie es la pretensién filosd- fica de conocer un objeto al que justificadamente puede adscri- birse el predicado de ser infinito, sin que se haya demostrado previamente, en relaci6n al mismo, la existencia de una multipli- cidad con esa propiedad. Si soy capaz de mostrar que en relaci6n a Dios mismo (esto es, al Ser que consideramos como la Unidad Perfecta) exisien aspectos que ponen de manifiesto la presencia de una magnitud. infinita y que precisamente estos aspectos constituyen la razén fundamental por 1a que le atribuimos un cardcter infinito, no sera. necesario ya probar en todos los demas casos que lo que se encuentra en [a base de un uso correcto del concepto de infinito no es sino una serie de consideraciones andlogas a las que acabamos de hacer. Afirmo ahora que llamamos a Dios infinito porque reconocemos en El fuerzas de mds de un tipo que poseen una magnitud infinita. Esto significa que estamos obligados a atribuirle una capaci- dad de conocimiento infinita, una verdadera omnisciencia y, en consecuencia, un conjunto infinito de verdades, a saber, todas las verdades, etc. Pero, entonces écual seria el concepto de infinito verdadero que se nos presentaria aqui y que habria de reemplazar al que hemos estado discutiendo anteriormente? éSeria tal vez el de un universo omnicomprensivo, ei de un universo absoluto fuera del cual nada existe? De acuerdo con esta descripcién se trataria en realidad, de un infinito que, juzgado con base en nuestra definicin, incluiria una multiplicidad infinita. Seria un agregado que comprenderia no solamente a todas las cosas reales, sino igualmente a todo aquello que no posee ninguna realidad, a las proposiciones y las verdades absolutas. De esta manera —y haciendo caso omiso de todos los demas errores que se han deslizado en esta doctrina del universo— podria muy bien no haber ninguna raz6n para aban- donar nuestra idea del infinito y aceptar otras. $12 Algunos mateméaticos han ofrecido otras explicaciones del infinito, pretendiendo con ello elucidar partes constitutivas de Paradojas del infinito 7 un concepto univoco. Pero estoy obligado a rechazarlas, pues todas ellas son ceréneas. 1. Algunos matematicos, entre ellos el mismo Cauchy (por ejemplo, en su Cours d’Analyse), 10 mismo que el autor del articulo “El Infinito” en el Diccionario de Kligel, han creido ofrecer una explicacién del infinito al describir a éste como una cantidad variable; cuyo valor se increment sin limite y puede sobrepasar cualquier cantidad dada, independientemente de la magnitud de ésta. El Jimite de este crecimiento ilimitado seria una cantidad de magnitud tnfinita (die unendlich grosse Grosse). De esta manera, por ejemplo, la tangente del 4ngulo recto seria considerada como una cantidad continua, ilimitada, sin fin; esto €s, en sentido estricto, como una cantidad infinita. ‘Lo equivocado de esta concepcidén se ponc ya de manifiesto en el hecho de que lo que los matemiticos Slaman una cantidad variable no es, realmente, una cantidad, sino tan sélo el concepto, Ja idea de una cantidad, una nocién de ésta. Pero una idea de este tipo comprende no solamente una cantidad dada, sino igualmen- te un Conjunto infinito de cantidades diversas entre si en cuanto a valor; es decir, diferentes en cuanto a magnicud. Lo que estos matcméticos llaman infinito no es, sin embargo, alguno de los distintos valores que toma, por ejemplo, la expre- sién tan(q) para distintos valores de , sino ms bien aquel valor individual singular que imaginan (en este caso, sin raz6n) tan(q) que esa expresién tiene para q =. De igual modo, resulta ciertamente una contradiccién hablar tanto del limite de un crecimiento ilimitado como, en relaci6n a Ja definicin de lo infinitamente pequefio, del limite de una disminuci6n itimitada. Ahora bien, si ha de tomarse al primero como lo infinitamente grande, deberia también, en aras de ja analogia, considerarse al segundo —es decir al cero (nada)— como lo infinitamente pequefio. Pero esto es sin lugar a dudas incorrecto y ni Cauchy ni Grunert se atreven a confirmarlo. 2. Si la definicién que hemos considerado es demasiado amplia, la que nos ofrecen Spinoza y otros filésofos y matematicos es demasiado estrecha. Seguin ellos, s6lo es infinito aquello que no es ya susceptible de un incremento adicional 0 aquello a to que no se puede afiadir (adicionar) nada més. 48 Bernard Bolzano Los matemdticos consideran natural afiadic una cantidad a cualquier otra. Pero la cantidad afadida no tiene que ser necesa- riamente finita. Lo afadido pueden ser cantidades infinitas, se puede multiplicar una cantidad infinita infinitas veces, etc. Sin embargo, algunos matemdticos ponen en duda Ia legiti- midad de este procedimiento. Pero, équé matemdtico que no rechace sin mds todo lo que tenga que ver con el infinito no aceprar4 que fa longitud de una recta acotada solamente en una direccién, pero que se extiende al infinito en la otra, es infinita- mente grande y, no obstante, al mismo tiempo, que puede prolongarse y hacerse mds grande extendiéndola en el sentido de la primera direcci6n? 3. La explicacién de quienes se remiten a Ja composicién mis- ‘ma de la palabra y afirman que es infinito lo que no tiene un fin, ‘no es mucho mas satisfactoria. Pues, en efecto, sicon ello se pien- san un fin en el tiempo, en una suspensién, entonces solamente Jas cosas que se encuentran en el tiempo pueden ser finitas o infinitas. Pero es claro que nuestra investigacién incluye también cosas que no pueden considerarsc, cn forma alguna, como algo temporal, por ejemplo, lineas y cantidades abstractas, en relacién. a ias cuales nos preguntamos también si son finitas 0 infinituas. Por otra parte, si tomamos 1a palabra en un sentido més amplio, v.gr., como equivalente a /imite en cuanto tal, habria que recordar lo siguiente: En primer lugar, que existen muchos objeto que nadie con- sideraria infinitos y en relaci6n a los cuales no puede realmente demostrarse que tengan un limite sin atribuir al mismo tiempo a esta palabra un significado sumamente indeterminado e impreci- so. Una parte simple del tiempo o del espacio (un punto en cl tiempo o en el espacio), por ejemplo, no tiene un limite, siendo considerado cominmente como el limite de un intervalo tempo- ral o de una linea, definiéndosele, en general, precisamente de esa manera, como si esto constituyera realmente su esencia. Pero nadie (con la posible excepcién de Hegel) ha creido descubrir la infinitud en un mero punto. Y tampoco es el caso, digamos, que el matemético vea un limite en la periferia de un circulo, ni en alguna otra de las multiples lineas y superficies cerradas, consi- derdndolas simplemente como algo finito (a no ser que esté Paradojas del infinito 49 obligado a hablar del conjunto infinito de los puntos contenidos en ellas, en cuyo caso debe reconocer también algo infinito en cualquier segmento linear acotado) En segundo lugar, es necesario observar, que existen muchos objetos que se encuentran, sin duda alguna, acotados y que, no obstante, se cuentan normalmente entre las cantidades infinitas. Este es el caso no solamente de la recta que se extiende al infinito solamente en una direccién, sino también del espacio que se Jocaliza entre un par de paralclas de longitud infinita, lo mismo que de los brazos de un Angulo plano y, en general, de muchas otras cosas. . También en la psicologia racional ilamamos infinita a una capacidad cognoscitiva si existe un conjunto de verdades infinito (por ejemplo el que contiene a Jas que enuncian Ia serie infinita de los digitos de Ja sepresentacién decimal de la cantidad v2), indepencientemente de que se alcance o no Ja omnisciencia. 4, La actitud mds generalizada consiste en decir que lo infini- tamente grande es aquello que es mds grande que cualquicr cantidad dada 0 asignada. Lo que aqui se requiere es, en primer tu- gar, una determinacién precisa del pensamiento que las palabras ‘asignada’ o ‘asignable’ sugieren. éSignifican Gnicamente que algo es posible, que puede tener realidad 0 que no es contradictorio? En el primer caso, el concepto de finitud se limita exclusiva- mente a aquellos objetos que pertenecen al dmbito de Jo real, que son algo real en todo ticmpo, o que en cierto momento Io han si- do 0 lo serdn 0 que, por lo menos, podrian alcanzar ese cardcter. Fries parece tomar el concepto precisamente en este sentido cuando habla (Filosofia Natural, § 47) del infinito como de lo no completable. El uso linguistico aplica, sin embargo, ambas nocio- nes (la de finitud y la de infinitud) tanto a cbjetos a los que corresponde una realidad (particularmente a Dios) como a otros, en relaci6n a fos cuales no se puede hablar en forma alguna de existencia, por ejemplo: las proposiciones y las verdades absolu- tas y sus partes componentes, lo mismo que las representaciones absolutas. De todas ellas consideramos tanto conjuntos finites como conjuntos infinitos. Si, por otra parte, se entiende por asignable sencillamente todo aquetio que no resulta contradictorio, entonces en la defi- 50 Bernard Bolzano nicién misma del concepto se sugiere que el infinito no existe, pues una cantidad que ha de ser mayor que cualquicra que no se contradiga deberia ser mayor que si misma, lo que resulta clara- mente absurdo. Hay todavia un tercer significado que puede darse a la palabra ‘asignable’, a saber: simplemente aquello que, de alguna manera, se presenta ante nosotros; es decir, aquello que puede convertir- se en un objeto de nuestra experiencia. Pero en este punto ha de plantearse la cuesti6n de si las palabras ‘finito’ € ‘infinito’ no han sido utilizadas siempre en un sentido que hace referencia a una propiedad interna determina- da de los objetos (y no a una relaci6n entre elios y nuestra capacidad cognoscitiva y menos ain a una relaci6n entre ellos y nuestra sensibilidad; y esto, independientemente de que poda- mos 0 no tener experiencia de ellos), y la de si dichas nociones no deben de tomarse necesariamente en esc sentido, si es que su uso ha de resultar de algtin provecho para la ciencia. En consecuencia, el problema de si un objeto dado es 0 no infinito no puede, ciertamente, depender de si su cantidad es algo. que podamos o no percibir, de si somos 0 no capaces de tener una visién global de ella. § 13 Una vez que nos hemos puesto de acuerdo en cuanto al concepto que queremos asociar con la palabras infinito y tras haber distinguido claramente sus partes constitutivas, se plantea como siguiente problema la cuestién de su objetividad, la pre- gunta de si tiene o no una existencia objetiva. Es decir, dhay objetos a los que el concepto puede aplicarse, cxisten conjuntos a los que podemos llamar infinitos en el sentido apenas elucidado del téemino? Me atrevo a decir que la respuesta es definitivamente afirma- tiva, En efecto, aun en Ia esfera de los objetos que no reclaman realidad y ni siquiera posibitidad de ninguna indole es indudabie que existen conjuntos infinitos. Ei confunto de las proposiciones y de las verdades en si es claramente infinito. Porque cuando Paradojas del infinito 51 consideramos una verdad cualquiera A (por ejemplo, la proposi- cién “cxisten verdades” 0 cualquier otra) descubrimos que la Proposicién expresada por la frase “A es verdadera” y es algo distinto a la proposicién A misma, pues, obviamente, el sujeto de ambas es diferente: el sujeto de la primera es Ia proposicién A, que no puede ser el sujeto de ella misma. De manera andloga a coma: derivamos a partir de A una proposicin distinta B podemos, a partir de ésta, obtener otra proposicién C, diferente tanto de A como de F y asi sucesivamente en un proceso sin fin. El agregado que contiene todas estas proposiciones (de las cuales, cualquiera que sea posterior en la secuencia generativa a otra se encuentra relacionada con ésta de la manera dicha) contiene un conjunto de partes o elementos (proposiciones) que excede cualquier conjunto finito. El lector atento habr4 observado ya (si que yo necesite recordarselo) la analogia existente entre la serie de estas propo- siciones, obtenida de acuerdo con fa ley de construccién enun- ciada, y la serie de los ntimeros que hemos considerado en el pardgrafo 8. Esta analogia consiste, en realidad, en que para cada elemento de Ia serie de los mimeros existe un elemento corres- pondiente en la serie de las proposiciones descrita; y por Io tanto, en que para cualquier nimero entero —sin que importe su magnitud— existe un niimero igual de proposiciones distintas entre si. Por tiltimo, en que podemos continuar indefinidamente el proceso de construccién de proposiciones, siendo posible siempre generar nuevas proposiciones. O mejor dicho: en que esas proposiciones existen por si mismas, independientemente de que las construyamos 0 no. De todo ello se sigue que el agregado de todas las proposiciones mencionadas posee una. multiplicidad que supera cualquier numero; es decir, que la multiplicidad de ese agregado es infinita. §14 Hay muchas personas agudas e instruidas que, no obstante la sencillez y la claridad de la demostraci6n que hemos presentado, afirman que ia tesis misma no sélo es paraddéjica, sino claramente 52. Berard Bokano falsa. La existencia de un infinito es algo que ellos no aceptan. De acuerdo con sus concepciones, no existe, ni entre las cosas reales ni entre las que no lo son, ni entre los objetos individuales ni entre los agregadas de éstos, algo que en algan sentido pueda justificar el que sc hable de un conjunto infinito de elementos. Mas adelante estudiaremos los argumentos que se esgrimen en contra de 1a idea de un infinito en la esfera de lo real, pues seré entonoes que Expongamos nuestros argumentos en favor de su existencia. Por ahora, nos limitaremos a examinar los argumentos que se aducen como demostraci6n de que no existe un infinito en ningiin 4mbito de objetos, ni siquiera entre aquellos que no reclaman en forma alguna realidad. 1. Se afirma que: “un conjunto infinito no puede existir en ninguna parte, por 1a sencilla razon de que no es posible abarcar nunca con el pensamiento, como un. todo unirario, un conjunto de esa indole”. Esto es algo que hay que sefialar claramente como un error, como un error provocado por la equivacada opinién de que para poder pensar un todo con objetos 4,b,c,d,..., ¢s necesaria la formacién previa de representaciones mentales individuales de cada uno de esos objetos. Pero esto es falso. Puedo pensar, por ejemplo, el conjunto, el agregado o, si se quiere, el todo de los habitantes de Praga o de Beijing sin necesidad de tener una representaci6n particular de cada uno de clios. En realidad, es precisamente esto lo que estoy haciendo en este momento al hablar de ese conjunto y hacer afirmaciones sobre él (como, v.gr., la de que su ndmero oscila entre 100,000 y 120,000). Lo que ocurre es, mds bien, que tan pronto como tenemos una repre- sentacién mental A que se refiere a cada uno de los objetos a,b,¢,4,..., resulta muy facil pasar a otra representacion, cuyo objeto es el agregado mismo al que todos estos pbjetos tomados conjuntamente dan lugar. Para ello no se requierc otra cosa que combinar el concepto designado por la palabra agregado y la representacién misma, de la manera sugerida por la expresién ef agregado de todos los A. Esta simple observacién —cuya correcci6n ser4 evidente para todos— disipa cualquier tipo de objeciones que pudieran haverse Paradojas det infinito 53 al concepto de un conjunto que contiene un ndmero infinito de elementos: con tal de que exista un concepto genérico que comprenda exclusivamente a cada uno de estos elementos (como sucede con el concepto el conjunto de todas las proposiciones y verdades absoiutas, en relaci6n al cual el concepto genérico no es offo que el deuna propostctén o una verdad absoluta que alli aparece). No es posible pasar por alto, sin embargo, un segundo error que la objecién mencionada pone de manifiesto. Se trata de la opinidn de que “un conjunto no existiria si no existe antes alguien que lo piense”. Quien sostenga esta tesis debe mantener, en aras de la consecuencia, no sélo que no hay conjuntos infinitos de propo- siciones ni de verdades absoluras, sino igualmente que no existen, en general, ni las proposiciones ni las verdades absolutas. Pues, en efecto, cuando tenemos una idea clara del concepto de “pro- posici6n” y de “verdad absoluta” y no dudamos mis de su objeti- vidad, dificitmente haremos afirmaciones como la que hemos citado, y si las hacemos, es poco probable que nos aferremos a ellas. Para demostrar esta ultima aseveraci6n de la manera mds convincente posible, me permito plantear fa cuesti6n de si en los polos de Ia Tierra no existen también cuerpos, tanto fluidos como. s6lidos —aire, agua, piedras, etc.— y la de si estos cuerpos no se influyen reciprocamente de acuerdo con ciertas leyes (por ejem- plo, la de que las velocidades que llevan al producirse una colisién se comportan de manera inversamente proporcional a sus masas, etc.), y si esto no ocurre aun cuando no se encuentre presente ningtin ser humano ni ningGn otré ser pensante que lo observe. Si la respuesta a estas cuestiones es afirmativa (¢y quién, en efecto, podria dudar de el1o?}, entonces las proposiciones y las verdades absolutas que expresan estos procesos también existen, independientemente de que alguien fas piensé o las conozca. Por lo demés, en estas proposiciones se habla con frecuencia de tomlidades y de conjuntos, pues todo cuerpo es una totalidad, un todo, y produce muchos de sus efectos exclusivamente a través del conjunto de elementos que lo conforman. Asi, los conjuntos y las tovalidades existen, aun cuando no haya un ser que los 54 Bernard Bolana Piense. Porque si éste no fuera el caso y los conjuntos mismos no tuvieran existencia aut6noma écémo podrian ser verdaderos los juicios que hacemos sobre clios? En otras palabras écudl tendria que ser el sentido de estos juicios si para que sean verdaderos se requiere de alguien que perciba esos procesos? Cuando hago una afirmaci6n como: “Este bioque se desprendi6 ante mis ojos de aquellas rocas y cortando el aire se precipité”, esta frase deberia tener aproximadamente el siguiente sentido: Como-resultado de que yo haya pensado ciertas substancias en combinacién, surge una entidad compuesta a la que flamo ‘bioque’, Dicha entidad compleja se separé de otras entidades que, al ser pensadas en combinaci6n, se unicron en un todo al que [amo ‘rocas’, etc. 2. Alguien podria pensar lo siguiente: “La cuestién de si pensamos 0 no ciertos objetos en combinacién, esto es, como un. agregado, es una operacién que #osotros efectuamos, una ope- faci6n que es, en realidad, en la mayoria de los casos, algo muy arbitrario. Y solamente cuando esto ocurre es que se da una rclacién entre esas partes. El 4tomo medio en el botén de esta chaqueta y el 4tomo medio en el botén de la torre frente a mi no tienen qué ver entre si en absoluto, no se encuentran en ninguna relaci6n. Es Ginicamente mi pensamiento de ellos en combinacién lo que hace surgir la conexién entre los mismos”. También a esto debo oponerme. Ambos dtomos ya ejercian (v.gr. por medio de a fuerza de atraccién) una influencia recipro- ca entre si, antes de que un ser pensante los reuniera en una representaci6n mental. Y, a no ser yue ese ser pensante, como resultado de sus pensamientos, emprenda acciones que provo- quen una modificacién en las relaciones entre esos dtomos, es completamente falso que sea el pensamiento de los mismos como ‘un conjunto Io que hace que surjan relaciones entre ellos que de ‘otro modo no existirian. Si el juicio que emito en relacién a que un cierto 4tomo se encuentra més abajo que otro y éste mds arriba que aquél y, por lo tanto, que el primero es atraido hacia lo alto por el segundo ha de ser verdadero, etc., todo esto debe tener lugar aunque yo no lo haya pensado. 3. Sin embargo, otros argumentarian como sigue: “Un agce- gado no requiere ser pensado efectivamente para poder existir, pero si es necesario para que esto ocurra que sea por lo menos Paradojas del infinito 5 en potencia contenido en un pensamiento. Ahora bien, no es posible que exista un ser con la capacidad de representarse mentalmente, por separado, cada uno de los objetos de un conjunto infinito, combinando después estas representaciones en.un todo, Por fo tanto, es imposible que exista un agregado que consista de un conjunto infinito de objetos”. Ya hemos-visto, al examinar la primera objecién, lo equivoca- do que resulta suponer que para pensar un agregado es necesario pensar cada uno de sus elementos {es decir, el pensamiento individual por medio de una representaci6n separada de cada objeto), que aqui se presenta nuevamente. Tampoco es necesario apelar a un ser omnisciente, capaz de abarcar sin dificultad un conjunto infinito de objetos, cada uno por separado. ¥ tampoco debemos aceptar la primera suposici6n; esto es, la de que ser potencialmente objeto del pensamiento es ‘una condicién necesaria de la existencia de un agregado. Porque el fundamento de la posibilidad de un objeto no puede ser nunca derivado de su capacidad de ser objeto del pensamiento. Mas bien ocurre lo opuesto: La posibilidad de un objeto constituye precisamente el fundamento, la base para que un ser racional {con tal de que no se equivoque) considere al objeto como algo posible 0, como un poco impropiamente se dice, para que sea pensable, para que ese objeto pueda ser pensado. Uno se conyence todavia mds de lo correcto de estas afirma- ciones y de lo insostenible del punto de vista —por lo demas muy extendido— aqui considerado, cuando se trata de aclarar Jos elementos que constituyen el fundamental concepto de posibilidad. Decir que es posible aquello que puede ser no constituye, evidentemente, un andlisis de ese concepto, pues la palabra ‘poder’ presupone el concepto mismo de posibilidad en toda su magnitud. . Pero es todavia md4s equivocado argumentar que lo posible es precisamente aquello que puede ser pensado. ‘Pensar’, en el sentido real de esta palabra, se refiere a la mera representacién € incluye igualmente lo imposible, pues inclusive esto puede ser objeto del pensamiento. Es precisamente esto lo que hacemos cada vez que emitimos juicios al respecto, diciendo, por ejemplo, 56 Bernard Bolzano que algo es imposible (como ocurre, digamos, cuando se afirma que no existe ni puede existir una cantidad representable por 0 O por ¥-T) Sin embargo, aunque por ‘pensar’ se entienda no una simple representacion, sino tener por verdadero, es falso que todo lo que podamos tener por verdadero sea también posible. En oca- siones, en efecto, consideramos aun a lo imposible como st fuera verdadero (por ejemplo, cuando creemos haber descubierto la cuadratura del circulo). Tendria entonces que decirse (como ya habia supucsto més arriba) que posible es “aquello acerca de lo cual un ser pensante juzga que puede existir, es decir, que es posible, en concordancia con la verdad”. Pero obviamente esta definici6n es circular, por Io que, si realmente queremos definir Jo que es posibilidad, resulta necesario prescindir de cualquier tipo de referencia a un ser pensante y buscar otro tipo de caracteristicas definitorias. Con frecuencia se dice también que posible es “lo que no es contradictorio”. Por supuesto, dar lugar a una contradiccién es una Condicién suficiente para que algo sea imposible (por ejem- plo, si se dice que una esfera no es una esfera). Sin embargo, no todo Io que es imposible contiene una contradiccién entre las partes con las cuales hemos compuesto su representacién. Es imposible, v.gr., tener un poliedro de siete caras congruentes entre si, pero la contradiccién no es evidente en las palabras mis- mas. Esto significa que es necesario extender nuestra definicién. Por otra parte, si decimos: “Es imposible !o que se encuentra €n contradiccién con alguna verdad”, tendriamos que afirmar también que todo fo que no cs el caso es, por ello mismo, imposible, puesto que la proposiciGn de que ocurre contradice Ja verdad de que no es asi. Pero entonces desaparece la distincién normal entre lo que es posible, lo que es real y lo que es necesario. De esta manera, la esfera de las verdades contradichas por lo imposible debe restringirse a una cierta categoria de las mismas, y cudl sea ésta es algo que dificilmente puede pasarnos desaper- cibido: se trata de las verdades conceptuales puras. Todo lo que se encuentre en contradiccién con una verdad conceptual pura ha de ser tenido por imposible. En consecuen- cia, ser4 posible todo aquello que no contradiga ninguna verdad Paradojas del infinito 57 conceptual pura. A nadie que se hubiera percatado de que es ésta la nocién adecuada de posibilidad se le ocurrirfa afirmar que algo es posible solamente si puede ser pensado; es decir, si es consi- derado como posible por un ser pensante que no yerre en su juicio al respecto. Porque, en realidad, esto seria equivalente a decir: “una proposicién no contradice ninguna verdad concep- tual pura, inicamente si no contradice ninguna verdad concep: tual pura que afirme que existe un ser pensante que, en concordancia con la verdad, juzgue que, efectivamente, esta proposicién no contradice ninguna verdad conceptual pura”. Pero es obvio que la referencia aqui a un ser pensante es totalmente impropia. Y si uno ha determinado ya que el pensa- miento no es necesario para poder hablar de Ja posibilidad équé otras razones pueden todavia aducirse para afiemar, con base en la circunstancia de que un conjunto infinito de cosas no puede ser concebido en el pensamiento como un todo; que ese conjunto no existe? $15 Considero suficiente la exposicién y defensa que aqui se ha hecho de que existen las conjuntos infinitos; por lo menos los de los objetos que no tienen realidad; en particular, el conjunto de todas las verdades absolutas es infinito. De manera andJoga a fa presentada en § 13, podemos aceprar que el conjunto de todos fos niimeros (de los llamados nameros naturales o enteros, definklos en § 8) es también infinito. Pero es- ta afirmaci6n se presenta igualmente a nosotros como algo para- d6jico, pudiendo, en realidad, ser considerada como la primera paradoja que se presenta en la esfera de las matemdticas, pues la que hemos analizado un poco antes pertenece mds bien a una ciencia con mayor generalidad que la doctrina de las cantidades. Pero quizi podria argumentarse como sigue: “Si cualquier mimero es, simplemente por definici6n, un conjunto finito écémo es posible que el conjunto de todos los ndmeros sea infinito? Si consideramos, en efecto, la serie de los ndmeros naturales: 58 Bernard Bolzano 1, 2, 3, 4,5, 6, ... nos percataremos de que el conjunto de los mimeros contenidos en Ja serie que va del primero (0 sea, la unidad) a cualquier otro, es enumerado siempre por este Gltimo (por ejemplo, la que va de! 1 al 6). En consecuencia, el conjunte de todos los nimeros debe ser exactamente enumerado por el tiltimo de ellos, por lo que no podria ser infinito”. Lo falaz de este argumento se pone de manifiesto tan pronto se recuerda que en la serie de los mimeros naturales no existe un Ultimo elemento, por lo.que la nocién de un ultimo nimero (maximal) carece de referencia puesto que encierra una contra- diccién. Fl principio de construccién de la serie (expuesto en § 8) garantiza que cada elemento posee un sucesor. Esta observacién basta para resolver esta paradoja. §16 Si el conjunto de los niimeros (esto es, de los llamados numeros naturales) es infinito, con mayor raz6n lo es el conjunto de las cantidades (de acuerdo con la explicaci6n ofrecida en § 6 y en § 87 de mi Wissenschaftslebre). Seguin la definicién citada no sélo son todos los nimeros al mismo tiempo cantidades, sino que existen mds cantidades que mimeros: porque las fracciones 12, 434,%4,V%4,..., lo mismo que las Hamadas expresiones frracionales V2 , V2. ,n,e,... de- notan cantidades. Y, segiin esta explicaci6n, no representa, en tealidad, ninguna contradicci6n hablar de cantidades infinita- mente grandes, ni tampoco de cantidades éfinitamente peque- fas, a condicién de que, en primer lugar, se entienda por una “cantidad infinitamente grande” tan sélo una cantidad que se presenta como un todo en relacién a la unidad base; un todo del que cualquier conjunto finito de unidades bdsicas sea solamente una parte; y, en segundo, que por una “cantidad infinitamente pequefia” se entienda una cantidad en relacion a la cual fa unidad base misma aparezca como un todo del que cualquier multiplici- dad finita de esta cantidad sea tan s6lo una parte. Paraciojas del infinito 59 El conjunto de todos Ios numeros se presenta de inmediato como un ejemplo irrecusable de una cantidad infinitamente Brande. Nétese que hablo aqui de un ejemplo de una cantidad y no de un niimero infinitamente grande. Porque, en realidad, no puede Ilamarse un niimero a esta multiplicidad infinitamente grande, como ya hemos observado en el apartado anterior. Si, por el contrario, convertimos a Ja cantidad que en relaci6n con fa unidad base anterior aparece como infinitamente grande en una nueva unidad base, comparindola con la unidad base previa, ésta aparecerd ante ella como algo infinitamente pequefio. $17 El tiempo y el espacto representan una categoria extremada- mente importante de cantidades que, a pesar de no pertenecer a Ja esfera de lo real, si constituyen determinaciones de la misma. En efecto, ni el tiempo ni ef espacio poseen realidad, pues no son ni substancias, ni propiedades de las substancias, presen- tindose tinicamente como determinaciones de toda substancia incompleta (esto es, limitada, finita o, equivalentemente, depen- diente 0 creada). De hecho, cada una de estas substancias debe ocupar siempre una posicién en el espacio y en el tiempo. Ahora bien, no sdlo el confunto de los puntos simples de los. que consisten el tiempo, por una parte, y el espacio, por la otra, €s infinito: el conjunto de los puntos en el tiempo que se encuen- tran entre dos puntos temporales dados cualesquiera (esto es, independientemente de su proximidad) ya lo es. ¥, andlogamen- te, el conjunto de los puntos espaciales que se encuentran entre dos puntos dados arbitrarios (independiente-mente de su proxi- midad) es también infinito. No és necesario, entonces, embarcarse en una defensa de estas afirmaciones, puesto que dificilmente habr4 aigan matemé- tico que las rechace, aceptando al misnio tiempo de alguna manera la idea de infinito. Pero quienes se oponen a la existencia de cualquier tipo de infinito recurren todavia al siguiente argumento para no verse obligados a aceptar el infinito que aqui se presenta de manera tan 6 Bernard Bolzano clara: “Por supuesto, podemos siempre pensar en mds puntos en. el tiempo y en el espacio de los que ya hemos pensado, pero el conjunto de los puntos realmente existentes permanece invaria- blemente en la esfera de lo finito”. A-esto habria que responder que ni el tiempo ni el espacio y, por Io tanto, ni los puntos del espacio ni los del tiempo, son algo que tenga realidad. Resulta, en consecuencia, absurdo hablar de un conjunto finito de ellos que si la ticnen. Pero todavia mds absurda es Ja prevensi6n de que estos puntos fa adquicren gracias @ que los pensamos. De elio se seguiria que tanto las propiedades det tiempo como las del espacio dependen de nuestro pensa- miento y de nuestros juicios. Si asi fuera, la raz6n del didmetro de un circulo con su circunferencia habria sido algo racional mien- tras la tuvimos (erréneamente) como tal. Igualmente el espacio iria adquiriendo paulatinamente las propiedades que vayamos descubriendo en el futuro. Pero aun en el caso de que nuestros adversarios reformulen su idea, afirmando que el tinico pensa- miento capaz de determinar las propiedades reales del tiempo y del espacio es precisamente el pensamiento que concuerda con [a verdad, a lo que aqui se da expresi6n no es a otra cosa que a una tautologia, a saber: lo que es verdadero es verdadero. Es claro, sin embargo, que a partir de ello no puede inferirse nada que se encuentre en oposicién a Ja idea de fa infinitud del tiempo o del espacio que aqui hemos estado sosteniendo. Como sea, es clara- mente equivocado afirmar que el tiempo y el espacio contienen exclusivamente los puntos que podemos pensar. §18 Si bien toda cantidad y, en general, todo objeto que por alguna raz6n se presente a nosotros como algo infinito ha de poder considerarse a ese respecto como un todo que consta de un conjunto infinito de objetos, no es cierto, conversamente, que cualquier cantidad que pueda ser considerada como Ia suma de ‘un conjunto infinito de cantidades finitas deba ser infinita. Asi, se acepta comtinmente que las cantidades ircacionales (como V2) son finitas en relacin a la unidad base, a pesar de que Paradojas del infinito 61 Puedan verse como una composicién de un conjunto infinito de fracciones de la forma 10 1 4 2 TWtmt 14 * 100 * 1000 * 40000 * con numerador y denominador enteros. De manera andloga, se feconoce generalmente que la suma de la serie infinita de suman- dos de la forma 2 a atae+ae"+...in inf. = as es igual a Ja cantidad finita siempre que e< 1°. * Me permito esbozar aqui una demostracién de esta proposicion, en victud de que la que se ofrece usualmente carece de rigor. Sea a = 1 y consideremes, sin pérdida de generalidad, que ¢ es positivo. Escribames, ademds, ia ecuacién simbélica Salseses ining @ Sabemos enzonces que S designa una cantidad positiva, independieatemense de que sea finita o infinita, Ahora bien, para un valor entero arbitrario de 1, tenemos 2 Salrevere ' ete thy ining y también 1" oe, oat - 2 Se et? +e in inf. en lugar de fa cual podemos escribir -e" 3 s-t@ yp ® i= donde P’ designa el valor de la serie infinita eel im ing, y Sabemos de cierto que P’ es una cantidad positiva que depende de e y de n, independientemente de que resulte conmensurable o no. Pero la serie también puede ser representada como sigue: 62 Bernard Bolzano Podemos concluir, entonces, que no hay nada de contradic- toric en Ia afirmacién de que la suma de un nGmero infinito de cantidades finitas puede tener como resultado una cantidad finita. De no ser éste el caso, no seria posible ofrecer una prueba de esta proposicién. Ia aparente paradoja aqui tiene su origen en el hecho de que se olvida que los sumandos se hacen cada vez m4s pequefios. Porque una suma cuyos términos tienen, por ejemplo, la propie- dad de que el sucesor de cada uno de cllos es fa mitad de su antecesor, no puede nunca exceder el doble del primero de ellos. Y esto no puede sorprender a naclie, pues, en realidad, no importa ets tls infing -e"(1te+ ...in inf), En esta iguaidad, la suma entre paréntesis a la derecha consta de un némero infinito de sumandos y tiene, por fo tanto, la misma forma de ia serie que habiamos identificado con $ en la ecuaci6n simb6lica (1). Pero no son iguales, pues si bien ¢s cierto que el conjunto de los sumandos tanto en esta serie coma en (1) es infinito, aquélla tiene, sin duda, menos términos que ésta. En consecuencia, tenemos la certeza de que puede escribirse in inf) =S-P” siendo siempre P” una cantidad positiva dependiente de 1. Se obtiene asi (Leerets cd (4) sa spy “ l-e o bien ny dee” . $(1-2") = ep y, finalmente, 5) $ 6) De (3) y (5) tenemos entonces o también Paradojas def infinito . 8 qué término de la serie consideremos, la suma es siempre menor que aquél doble exactamente en la cantidad representada por ese Ultimo término. $19 Los ejemplos que hasta ahora se han aducido muestran ya claramente que no todas los conjuntos infinitos han de conside- rarse iguales en relacién a la multiplicidad de sus elementos. Algunos de elfos son mayores (0 menores) que otros; es decir, algunos contienen a otros como una parte (0, por el contrario, se encuentran contenidos como parte en otros). Sin embargo, mu- chos piensan que esta afirmacién es paradéjica. Y es evidente que quienes definen el infinito como to que no es susceptible de un incremento encontrarin no sélo paradéjica, sino abiertamente contradictoria la afirmacién de que un infinito puede ser mayor que otro. Por lo demds, ya hemos visto que esta concepcién descansa en una idea del infinito que no coincide en forma alguna con el uso que el lenguaje hace de esta palabra. a partic de lo cual puede conciuirse que si se toma a n arbitrariamente grande, el valor de 1-& mds alli de cualquier valor dadlo. Pero si es esto fo que ocurre, las ecuaciones 3) ¥ ©) indican que L ST puesto que S depende dee y no den. 64 Berard Bolzano Hay que hacer notar aqui que nuestra definicidn concuerda no solamente con el uso del lenguaje, sino también con los propésitos de la ciencia y, en consecuencia, la idea de que de dos conjuntos infinitos uno puede ser mayor que otro no puede resultarle a nadie contradictoria y ni siquiera sorprendente. 4A quién, por ejemplo, no le resultaré evidente que fa longi- tud de una linea recta no acotada que parte def punto @ en la direccién de R es infinita? Pero, de igual manera, équién pondered en duda que la recta no acotada que va en la misma direccién & que la anterior, pero que parte del punto }, es mayor que Ia recta anterior, precisamen- te en el segmento a6, asi como que la recta no acomda en ninguna de las direcciones R y S es mayor todavia, infinitamente mayor, que las anteriores? $20 Pasemos ahora al andlisis de una de las caracteristicas mas notables de los conjuntos infinétos, presente con frecuencia —en realidad siempre— que se los hace objeto de estudio, pero que en general pasa desapercibida, en detrimento de muchas e im- portantes verdades en la metafisica, la fisica y las matemdticas. De hecho, ocurre atin hoy que su sola mencidn resulta en extremo paraddjica, por lo que se hace indispensable su consideracién. minuciosa. Afirmo fo siguiente: Dos conjuntos pueden estar relacionados entre si de tat manera que resulte posible (1) que cada uno de Jos elementos de cualquiera de ellos se encuentre asociado con un elemento del otro, no existicndo ningun objeto en ninguno de los dos conjuntos que entre en esa. relacién con mas de un elemento del otro; y Paradojas del infinito 65 @) que uno de esos conjuntos incluya al otro como una pare propia, por lo que las multiplicidades que ambos conjuntos fepresentan pueden encontrarse en las relaciones mas variadas enue si cuando se consideran todos los elementos de los mismos como objetos individuales intercambiables. Ofreceré aqui la prueba de esta afirmacién por medio de dos ejemplos en los que fa situacién que aqui he descrito se presenta claramente. Ejemplo 1, Tomemos dos cantidades abstractas arbitrarias, v, &r. Sy 12. Claramente, el conjunto de las cantidades que estin. entre 0 y 5 (que son menores que $5) cs infinito, y lo mismo es valido para el conjunto de las cantidades que son menores que 12. Pot supuesto, el segundo conjunto es mayor que el primero; en realidad, éste es tan slo una parte de aquél. Ahora bien, cuando en lugar de 5 y de 12 se ponen otras cantidades cuales- quiera, se hace cvidente que fos dos conjuntos mencionados no sic¢mpre conservan entre si la misma relacién: Entre ellos se da, més bicn, una gran diversidad de relaciones. No es menos cierto, sin embargo, que si x es una cantidad cualquiera entre 0 y 5, y determinames Ja relacién entre x ¥y por medio de ta ecuacin “Sy = 12x”, y es también una cantidad entre Oy 12. Inversamente: siempre que y se encuentre entre Oy 12, ha de localizarse entre 0 y 5. De la ecuacidn se sigue igualmente que a todo valor de x corresponde un unico valor de y y viceversa. Y es también claro que a toda cantidad x en el conjunto entre 0 y $ corresponde una cantidad en el conjunto entre 0 y 12, de tal manera que ninguno de los objetos en alguno de estos dos conjuntos queda sin ser relacionado, y ninguno de ellos lo est con mas de un solo objeto del otro conjunto. Ejemplo 2. Nuestro segundo ejemplo tiene que ver con un objeto espacial. Quien tenga ya conocimiento de que las propie- dades del espacio se basan en las del tiempo y que éstas se fundan en las de los nimeros y las cantidades abstractas no tendrd necesidad de un ejemplo para percatarse de que los conjuntos infinitos existen en el tiempo y el espacio, de manera andloga a como dichos conjuntos existen también en relaci6n a las cantida- des. Es necesario, sin embargo, en aras de un uso correcto de esta 6 Bernard Botzano proposici6n, considerar con todo detalle por lo menos un caso en cl que tales conjuntos se presenten ante nosotros. Sean entonces @, 6, ¢ tres puntos cualesquiera en una recta ¥ considérese que la razdn ab : ac cs det todo arbitraria, excepto en que ac es mayor que 4b. En tal caso, tanto el conjunto de los puntos en 2b como en ac es infinito, pero el conjunto de los puntos de ac sobrepasa al de los que estin en ab, puesto que en él se encuentran, ademas de los puntos en ab, todos los puntos que estén en bc (y que no aparecen, por supuesto, en a). Pero entonces es también claro que si se modifica arbitraria- mente la raz6n ab ; ac, también se alteran significativamente las relaciones entre estos dos conjuntos. La relaci6n de correspon- dencia anteriormente mencionada entre el conjunto de cantida- des del 0 al 5 y el de las que estan entre el 0 y el 12 es valida andlogamente para los conjuntos que ahora se discuten, como a continuacién veremos. Sea, en efecto, x un punto cualquiera en ab. Tenemos enton- ces, considerando como dada ax y especificando y por medio de la proporci6n, ab: ac = ax: ay, que y es también un punto en ac. Por otra parte, cuando y es un punto en ac, x sera un punto en ab, con tal de que ax se determine 2 partir de ay, de acuerdo con la misma ecuacién. De iguat manera, cualquier otro x deter- minarad un y y viceversa. De estas observaciones se sigue, de nuevo, que a cada punto de ab le corresponde un punto de ac y también que todo punto de ac se encuentra asociado con un punto de ab. Considerando los pares de puntos asociados, resulta entonces que no existe ningiin elemento en ei conjunto de los puntos de @b ni en et de los puntos de ac que no aparezca en Paradojas del infinito 67 algun par, y tampoco habrd ningun elemento de esos conjuntos que se presente en mds de un par. §21 Como hemos visto, no es licito inferir la igualdad con respec- toa la multiplicidad de sus elementos —esto es, haciendo abstrac- cin de las diferencias individuales entre ellos— de dos conjuntos: infinitos A yB a partir del simple hecho de que ambos se encuen- tran entre si en una relacién con Ja propiedad de que para cada elemento a de A es posible hallar, de acuerdo con una regla pre- cisa, un elemento 4 de B tal que la tomalidad de los pares(@ + 6) asi generados contiene cualquier objeto en A o en B, encontréndose, ademds, cualquier objeto en una sola de esas parejas. Puede ocurrir, en efecto, que, a pesar de mantenerse simétri- camente dicha relacién, los conjuntos difieran respecto a la multiplicidad y que, por ejemplo, uno de ellos no sea sino un todo del que el otro constituya tan s6lo una parte. La igualdad de tales multiplicidacies no puede concluirse sino hasta que se supone adicionalmente que ambos conjuntos po- seen un modo de especificacién (Bestimmungsgrund) idéntico, por ejemplo, el mismo modo de generacion (Entstehungsweise). § 22 El cardcter indiscutiblemente Paradéjico de estas afirmacio- nes tiene su origen exclusivamente en el hecho de que la rela- cién que se establece entre dos conjuntos (y que consiste en. que fos elementos de los mismos pueden componerse en pares) representa, en el caso de conjuntos finitos, una condicién sufi- ciente para su identificacién en cuanto a la diversidad de sus elementos. Es decir, cuando dos conjuntos finitos A y B tienen la propiedad de que a cada objeto de uno corresponde uno del otro, de tal manera que en los pares asi formados aparecen todos los objetos que pertenccen a cualquiera de esos conjuntos ¥ que ningun objeto de eilos aparece en mds de un par, sus 68 Berard Bolzano multiplicidades son iguales. Pero con esto surge igualmente la ilusién de que éste debe también ser el caso cuando los conjun- tos A y B son infinitos. Se trata, sin embargo, de una mera ilusiGn, pues un andlisis detenido muestra que no es en forma alguna necesario que esto ocurra. En efecto, la razén de que esto suceda cuando los conjun- tos son finitos es precisamente su finitud, obviamente ausente en el caso de los conjuntos infinitos. SIA YB son conjuntos finitos o si A lo es y hacemos caso omiso de las diferencias entre los elementos y nos concentramos en sus multiplicidades, es necesario que se presente la siguiente situa- ci6n: Si consideramos un objeto cualquiera en.A y lo designamos con i, tomando después ofro al que Ilamamos 2, etc., dando siempre a cada uno de los objetos que consideramos el ntimero de los objetos que hasta ese momento hemos examinado (inclu- yendo al objeto mismo en consideracién), Uegaremos tarde o temprano a un #ftimo objeto en A Por supuesto, esto es una consecuencia directa Yel concepto de una multiplicidad finita o contable. Si este Ultimo elemento en A es designado con el numeral (Zahl) ‘n’, el numero (Anzabl) de objetos en A es n. Ahora bien, como a todo objeto en A corresponde uno en B, €s necesario, si se denota cada uno de los objetos de B precisa- mente con el numeral que tiene el objeto de A asociado a él, que utilicemos n objetos de B. Resulta entonces claro que el namero de objetos en B no puede ser menor que #, puesto que cl ultimo objeto en este conjunto era designado por el numeral ‘1’. Pero tampoco puede ser mayor que 7, porque si hubiera un objeto sobrante en B, aparte de los 1 ya utilizados, no podria haber ningdin objeto en A con el que estuviera asociado, lo que contra- dice nuestra suposicién al respecto. Por lo tanto, el nimero de objetos en B es igual a # y, en consccuencia, la snultiplicidad de Ay Bes la misma. Pero esta conclusién no es v4lida si el conjunto A es infinito. Porque, en ese caso, no llegaremos nunca a un ultimo elemento de A, pues precisamente por ser éste un conjunto infinito no exis- te un objeto al que podamos caracterizar de esa manera. En otras palabras: no importa cudntos elementos de A se hayan sefialado asigndndoles numerales, siempre quedarin otros por sevialar. Paradojes del infinito 6 Pero entonces desaparece también el fundamento de la con- clusién de que la multiplicidad de os dos conjuntos es una y la misma, a pesar de que en B queden siempre objetos que puedan. ser asociados con los objetos restantes de A § 23 Lo anterior muestra que la relacién citada implica la igualdad de las multiplicidades de dos conjuntos finitos, aunque esta implicacién no es valida si los conjuntos son infinitos. Sin embar- go esto no nos explica todavia cSmo y por qué puede ocurrir que €sos conjuntos difieran en cuanto a su multiplicidad. Se requiere, Por lo tanto, un andlisis detallado de los ejemplos que hemos presentado. Esos ejemplos nos muestran, en efecto, que dos elementos @ y 4, de A y B respectivamente, asociados en un par (@+5) no aparecen de la misma manera en sus respectivos conjuntos. Porque si con los elementos @’ y 6’ formamos otro par y exami- namos las relaciones que se dan entre a y a’ en el conjunto A y entre 6 y 6’ en el conjunto B, descubriremos répidamente que son diversas. Tomemes (en el primero de nuestro ejemplos) dos elemen- tos arbitrarios del conjunto de las cantidades que se encuentren entre 0 y 5, digamos 3 y 4. Los elementos en B asociados a ellos son Bixby 2 x 4 estoes, 7 us y 995, cespectivamente Si por “relacién entre dos objetos” se entiende ahora el agregado de todas las propiedades evidenciadas en su composi- cién, no es necesario ver unilateralmente en las relaciones que se dan entre los elementos 3 y 4 en un conjuntw, y 7 4% y 93% en el otro Gnicamente lo que se conoce como una relacién geométrica: Debe observarse asimismo todo lo que aqui resulta atingente; por ejemplo, que la diferencia aritmética entre las cantidades 3 y 4 es completamente diferente a la que existe entre 7 45 y 9 34, pucs mientras que en el primer caso es 1, en el segundo es 2 2%. 70 Bernard Bolzano Asi, aunquc toda cantidad en A 0 en B puede ser compuesta fn un par con una unica cantidad en B o en A, el conjunto de las cantidades en B es distinto (mayor) que en A, puesto que también la distancia que existe entre dos cantidades en B es otra (mayor) que la distancia que separa a las dos cantidades asociadas con ellas en A. Una consecuencia natural de todo esto es que, para cualesquiera dos cantidades en B que consideremos, existe un conjunto mayor de cantidades entre ellas que el de las cantidades entre las cantidades asociadas a las primeras en A. Ocurre algo completamente andlogo en relacién al segundo ejemplo, por lo que no sera necesario afadir aqui nada excepto que los puntos en @ asociados en pares con Ios puntos en ac se encuenwan uniformemente mds cerca entre si que los puntos correspondientes en @c, porque la distancia entre los primeros Se encuentra en Ia razon ab-ac a Ja distancia entre los segundos. §24 Si consideramos el teorema enunciado en § 20 como algo suficientemente demostrado y claro, podemos obtener, como una de sus consecuencias inmediatas, que dos cantidades repre- sentables como sumas infinitas de cantidades que son iguales par @ par no son necesariamente iguales. Esto ocurre solamente cuando podemos convencernos previamente de que también la multiplicidad infinita de estas canudades es la misma en ambas sumas. Ahora bien, que los sumandos determinan una suma y, por jo tanto, que los mismos sumandos determinan Ia misma suma se encuentra fuera de toda discusién y resulta vdlido inde- pendientemente de que el conjunto de los sumandos sea finito 0 infinito. Pero si es este Ultimo el caso, es necesario demostrar también que cl conjunto infinito de los sumandos es igual en las dos sumas, habida cuenta de que existen distintos tipos de conjuntos infinitos. Sin embargo, nuestro teorema nos indica que el] hecho de que pueda asociarse con cada uno de los términos en una de estas sumas un término idéntico en la otra, no basta para inferir Paradojas del infinito 7 legitimamente la igualdad de las mismas. Sclamente cuando ambos conjuntos poseen el mismo modo de determinacién Gestimmungsgrund) puede tenerse la garantia de tal igualdad. A continuacién nos ocuparemos de examinar, sirviéndonos de varios ejemplos, algunos de los sinsentidos que resultan de efectuar operaciones con el infinito haciendo caso omiso de esta observaci6n. $25 Paso ahora a la afirmacién de que ef infinito existe no slo entre las cosas que no poseen realidad, sino igualmente entre las que si la tienen. Quien haya Ilegado (sea por una serie de inferencias a partir de verdades conceptuales puras 0 por algtin otro procedimiento) a la importante conclusién de que Dios existe —esto es, de que existe un Ser cuyo fundamento ontoldgico lo constituye El mis- mo, siendo tal Ser, en consecuencia, perfecto, i.e. resumiendo en si en grado superlativo todas las capacidades y perfecciones compatibles entre si— supone también, por ese simpic hecho, la existencia de un ente, que es en mds de un respecto infinito: por su conocimiento, por su voluntad, por sus efectos externos (por ‘su poder), porque su saber es infinito (la totalidad de las verda- des); porque su volicién es infinita (quiere 1a suma de todos los bienes posibles); porque todo lo que quiere lo hace realidad, gracias a su poder, etc. De esta ultima caracteristica divina puede inferirse que, ade- més de Dios, existen seres creadds que, por contraposicion a El, llamamos seres finitos, siende posible demostrar a partir de ellos la existencia de agin tipo de infinito. Porque, en realidad, el conjunto mismo de estos seres debe ser infinito, lo mismo que el conjunto de las condiciones que experimenta cada uno de ellos inclusive cn el mas pequefio de los intervalos de tiempo (que contiene ya un infinito de instantes), etc. Podemos concluir, entonces, que también en la esfera de la realidad es posible constarar fa existencia de un infinito. 72 Berard Bolzano $26 Ahora bien, aigunos estudiosos de estas cuestiones, no obs- tante aceptar la idea de un infinito en relacién a objetos que carecen de realidad, como las proposiciones y las verdades absolutas, rechazan fa tesis que acabo de exponer. En su opi- ni6n, aceptar la existencia de un infinito en la esfera de la realidad contradice el viejo principto de la determinacion uni- versal de lo real. Enel Vol. 4, § 45 de mi Wissenschaftslebre he demostrado ya que este principio es valido para lo no real exactamente en el mismo sentido en que lo es para Io real. En otras palabras: el Principio cs valido siempre en cuanto que, dadas dos propiedades contradictorias entre si y un objeto cualquiera (un algo arbitra- rio), ¢s necesario que una de ellas pueda atribuirse a éste y que la otra pueda denegarse de él. De acuerdo con esto, si fuera efectivamente cierto que la suposicién de un infinito en relacidn a objetos que poseen realidad es incompatible con ei principio arriba mencionado, tampoco seria posible hablar de un infinito en relacién a objetos no reales de nuestro entendimiento ¥, por lo tanto, no podria- mos ni siquiera hablar licitamente de un conjunto infinito de verdades absolutas o de ndmeros abstractos. Pero es completa- mente err6neo decir que la postulacién de un objeto infinito contradice el principio fundamental enunciado, Lo tinico que en realidad se afirma aqui es que ¢s posible exhibir, en algin sentido, en relaci6n a ese objeto, una multiplicidad de partes o elementos mayor que cualquier ntimero, mostrando también, en consecuencia, que no es posible determinar esa multiplici- dad por medio de ningtin namero abstracto. Pero de alli no se sigue en absoluto que esa multiplicidad no pueda ser determi- nada en forma alguna, ni tampoco que exista un par de propie- dades contradictorias, & y no 6, que pudieran predicarse al mismo tiempo de una misma cosa. Por supuesto, algo (v.gr. una proposicién) que no posee un color 0 que no es susceptible de emitir un sonido, no puede especificarse por su color o su sonido, etc. Pero esto no significa que un objeto asi sea indeterminable y la postulacién de su Paracfojas del infinito B existencia no constituye, por lo tanto, una excepcién al principio dicho que sefiala que uno solo de los predicadaos 6 y no 6 (azul y no azul, euf6nico y no eufénico, etc.) puede aplicarse a un objcto, con tal de que estos predicados se interpreten correctamente y conserven, en todo caso, su cardcter contradictorio. De manera exactamente andloga a como “no azul” e “inodo- ro” constituyen una determinacién (lejana por cierto) del Teore- ma de Pitagoras, el enunciado “el conjunto de los puntos entre m y 7 es infinito” es una de las determinaciones posibles del conjunto en cuestién. Ocurre ademds con frecuencia que ni siquicra es necesario utilizar muchos enunciados para determinar completamente un conjunto infinito; es decir, para deverminarlo de tal manera que todas sus propiedades puedan deducirse de Tas que nan sido utilizadas para su caracterizacién. De este modo, el conjunto infinito de puntos entre m y, digamos, se encuentra determinado completamente una vez que los puntos m y n han sido determinados (por ejemplo, por intuicién), bastando, estas pocas palabras para decidir si un punto cualquiera pertenece 0 fo a este conjunto. § 27 Si en los apartados anteriores me he ocupado fundamental- mente de analizar ciertas criticas injustas a la suposicién de un infinito, es necesario reconocer ahora con la misma determina- cién que numerosos estudiosos —-en particular, matematicos— han ido definitivamente demasiado lejas en la direccién opuesta, al aceptar ora algo infinitamente grande, ora algo infinitamente pequefio, en casos en los que no existe nada de esa indole. 4. No tengo ninguna objecién que hacer a la suposicién de un tntervalo infinito de tiempo, con tal de que por ello se entienda un intervalo que no tiene principio o que no tiene fin o ya sea que se trate de la totalidad del tiempo (del agregado de todos los instantes). Sin embargo, considero imprescindible pensar la razén cuantitativa que existe entre dos intervalos de tiempo, cada uno de los cuales se encuentra entre dos instantes terminales, simplemente como una raz6n cuantitativa finita y 74 Berard Bolzano enteramente determinable por medio de conceptos puros. No me parece en absoluto aceptable, en consecuencia, Ja hipdtesis de un intervalo de tiempo entre instantes terminales infinita- mente mds grande o mds pequefio que otro intervalo de la misma especie. Pero es precisamente esto lo que, como se sabe, aceptan muchos matematicos cuando hablan no s6lo de intervalos infini- tamente grandes de tiempo con instantes terminales a ambos Jados, sino también cuando se refieren a intervalos de tiempo infinitamente pequefios, en comparacién con fos cuales todo intervalo de tiempo finito (por ejemplo, un segundo) debe ser considerado, por elio mismo, como algo infinitamente grande. 2. Lo mismo ocurre con fas distanctas entre dos puntos en el espacio que se encuentran siempre, en mi opinién, en una raz6én puramente finita entre si y enteramente determinable por medio de conceptos puros. No obstante, entre matematicos re- sulta de lo mds normal hablar de distanctas infinitamente gran- des, \o mismo que de distancias infinitamente pequerias. 3. Es esta también, por ultimo, la situacién que se presenta en relacién a las fuerzas que la fisica y la metafisica presuponen en el universo. No es necesario suponer que alguna de elias es infinitamente mayor o menor que alguna otra, pero cualquiera de esas fuerzas debe suponerse (aunque con frecuencia no lo hacemos) en una relacién enteramente determinable por medio de conceptos puros con cualquiera otra. No me serd posible sin embargo, aclarar del todo las razones de estas afirmaciones a quienes no se encuentren familiarizados con el significado que doy a expresiones como intuictén, concep- to, derivabilidad de tina proposictén a partir de otras proposi- ciones, implicacion objetiva de una verdad a partir de otras verdades, etc. y con las definiciones de tempo y espacio que utilizo, Pero quien por lo menos conozca mis dos escritos: Ver- such einer objektiven Begriindung der Lebre von der Zusammen- setzung der Krafte (Una fundamentacién objetiva de la doctrina de la composicién de las fuerzas)" y Versuch einer objektiven " Praga, 1842. Por comisién en Kronberg y Rziwnas. Paradojas del infinito 5 Begriindung der Lehre von drei Dimensionen des Raumes (Una fundamentacién objetiva de la doctrina de las tres dimensiones del espacio)’ podrd sin duda etender sin demasiadas dificultades la prueba que a continuacién presento. Una consecuencia inmediata de las definiciones de tiempo y espacio es que todas las substancias dependientes (es decir, creadas) se influyen entre si. De jas mismas premisas se sigue también que, dados dos instantes cualesquiera a y B, es posible considerar e] estado del mundo en el instante anterior @ como causa, y B al estado del mundo en el instante posterior como. efecto (por lo menos mediato), con tal de que tomemos en cuenta, como parte de la causa, las influencias inmediatas que Dios haya podido ejercer en el intervalo a. De lo anterior puede inferirse iguaimente que, dados dos instantes @ y B, todas las fuerzas que las substancias creadas poseen en el instante a, la posicidn en la que cada una de ellas se encuentra y, finalmente, las influencias divinas presentes du- rante af, tanto las fwerzas que las substancias poseen en el momento f, como las posiciones que se les asignan, son deduci- bles a la manera en la que un efecto debe ser deducible mediata o inmediatamente de su causa completa. Pero esto exige a su vez que todas las propiedades del efecto puedan deducirse de las propiedades de su causa por medio de una premisa mayor en la que intervengan tinicamente conceptos puros y que sea de la forma: ‘Tocta causa con las propiedades #,u’,#”,... iene un efecto con las propiedades w,v’,0”,..., Un corolario de lo anterior, necesario para nuestros fines, es que: cualquier particularidad de la cuasa que no sea indiferente para el efecto (es decir, cuya variacion —cualquiera que ésta sea— lo altere) debe poder ser determinada completamente a partir de conceptos puros tomados exclusivamente de los que son necesa- tios para la determinacién del efecto. Una vez que hemos formulado estas consideraciones prelimi- fares resulta ficil establecer las afirmaciones que hemos hecho anteriormente: ” Praga, 1843. Ibid. 76 Bemard Bokano 1. Supongamos, en efecto, que tenemos dos instantes a y B cuya distancia es infinitamente mds grande o infinitamente mds pequeiia que la distancia entre otros dos instantes y y 4. De aqui Se sigue ef absurdo de que es absolutamente imposible determi- nar el estado del universo en f a partir del estado que éste guardaba en @, junto con las influencias divinas y Ja longitud del intervalo de tiempo a. Para la determinacién del estado en el que los seres creados se encuentran en un momento a -—y aun para la determinacién de las magnitudes de sus fuerzas en ese momento— es imprescindible la determinacién de una unidad de tiempo, puesto que en realidad, esas magnitudes no son sino fuerzas de cambio, por lo que resulta imposible juzgar su mag- nitud de otra manera que no sea considerando un cierto intervalo de tiempo dentro dei cual producen un efecto dado. Tomemos ahora —como seguramente podemos hacerlo— el intervalo y5 como unidad de tiempo. Tenemos entonces que inclusive en el mds favorable de los casos (Ze. cuando resulta posible determinar con precisién con esta unidad de tiempo todas las fuerzas de las substancias creadas tal y como éstas se presenian en el momento @, y cuando es también posible deter- minar de mancra exacta todo aquello que es atinente a Ia causa completa del estado del mundo que se presenta en el momento 6) Ja distancia a fa que este instante se encuentra de @ no puede ser determinada por la unidad de tiempo clegida al tratarse de algo infinitamente grande o infinitamente pequefio. Por otra parte, si resultara posible considerar, bajo las condi- ciones mencionadas, un estado arbitrario del universa como causa de cualquier otro estado sucesivo, no podrian existir dos instantes 0. y 6 cuya distancia entre si fuera infinitamente grande 0 infinitamente pequefha en comparacién con la que existe entre otros dos instantes y y 8. 2, Supongamos que hay dos puntos @ yé en el espacio y que Ja distancia entre ellos es infinitamente grande o infinitamente Pequefia en comparacién con la que existe entre dos puntos c y @. 1a determinacién del estado del universo en un instante a requiere entonces, entre otras cosas, de una especificacién de la magnitud de la fuerza de atraccién o de repulsién que la substan- Paradojas det infinito 77 cia A, que se encuentra en ese instante en 4, ejerce sobre la substancia B, que esté en 5. Pero consideremos —como, sin lugar a dudas, es licito— la distancia cd como unidad de longituct. Tenemos entonces que aun en el mds favorable de los casos (cuando ya Jo hubieramos hecho con todas las fuerzas restantes) seria imposible logrario con esta fuerza particular. Porque si fa fuerza de atraccién, o de repulsién, que la substancia A ejerce, en la distancia aceptada como unidad de longitud cd, sobre Ja substancia B {0 sobre otra enteramente similar a ella), tuviera también una magnitud bien definida (y precisamente por esta raz6n), la magnitud de la atraccién o de la repulsién que ejerce A sobre B seria indetermi- nable si la raz6n de Jas distancias ab:cd —de las que en todo caso depende— fuera infinita y, en consecuencia, no determinada. 3. Supongamos, por Gitimo, que hubiera una fuerza Gnica k que, en comparacién con otra fuerza /, se presentara como algo infinitamente grande o como algo infinitamente pequefo. Con- sidérese, adem4s, que esta comparacién tiene Lugar en el instante a. Tenemos entonces, inclusive en el mds favorable de los casos {cuando todas las fuerzas restantes son finitas, de acuerdo con las unidades de tiempo y espacio elegidas, siendo / también finita) la cantidad & seria infinitamente grande o infinitamente pequefia y, en consecuencia, indeterminado. Pero de aqui se seguirfa que el estado del universo se presenta en @ como algo también indeterminado, por lo que seria imposible hacer aparecer un estado posterior del universo como un efecto producido por él. §28 En los apartados anteriores creo haber establecido las reglas basicas a partir de las cuales es posible juzgar cualquiera de las teorias (extrafias en apariencia) que quiero exponer a continua- cién. Las reglas que han de servir de criterios para decidir si éstas han de desecharse como errores 0 conservarse como proposicio- nes verdaderas a pesar de su cardcter aparentemente contradic- torio. Podemos adoptac aqui, entonces, como orden de expo- 78 Bemard Lolzano sicin, la pertenencia de estas paradojas a una u ota esfera de la ciencia, lo mismo que la importancia que cada una de ellas pueda tener. Ia primera y mds comprensiva de las disciplinas cientificas en Ja que las paradojas hacen su aparicién es la teorfa general de la cantidad, como ya hemos mostrado con numerosos ejempios. Por lo demés, presenténdose tales paradojas en abundancia en la doctrina misma del ntimero, pareceria conveniente ocuparse en primer lugar de las que se presentan en esta esfera del saber. Es necesario admitir que la idea misma de calcular con el infinito, de efectuar operaciones con él, parece ser contradictoria. Calcular algo significa intentar una determinacion de ello por medio de ntmeros. Pero entonces, équé sentido tiene intentar la determi- naci6n con ndmeros del infinito, puesto que, de acuerdo con nuestra propia definicién, éste ha de ser algo que podamos considerar constantemente como un conjunto que contiene una infinidad de elementos; es decir, como un conjunto mayor que cualquier numero y, en consecuencia, como algo que no es posible determinar por medio de un simple ntimero? Sin embargo, estas reservas desaparecen cuando se reflexiona en que calcular correctamente con el infinito no es una determi- nacién numérica de algo que no es numéricamente determinable {es decir, no se trata de una determinaci6n numérica de la multiplicidad infinita misma), sino que tiene como unico propdé- sito la determinacién de las relaciones entre infinitos distintos. Pero esto es algo que, como a continuacién veremos por medio de algunos ejemplos, podemos Ilevar a cabo de manera licita. § 29 Quien acepte la existencia de-multiplicidades infinitas y, por lo tanto, de cartidades que también lo son, se encuentra igual- mente obligado a admitir la existencia de cantidades infinitas que se distinguen entre si de diversas maneras, de acuerdo con su magnitud 90 tamafio. Si, por ejemplo, escribimos la serie de los niimeros naturales come Paradojas det infinito 9 1,2,3,4,...,n,n41,...éninf, el simbolo 14243544+4+...¢4 (n+ 1+... i inf. representard la suma de los nimeros naturales, mientras que el simbolo 1° 4294504 4. an 4 (nt +... in inf, en el que los sumandos son en su totalidad simples unidades, no representard otra cosa que el conjunto de todos los mimeros naturales. Si en lugar de este conjunto escribimos ahora Vo y construimos la ecuacién simbélica simple 194294304 tne (eI +. ininfe mM denotando al mismo tiempo el conjunto de todos los némeros naturales a partir de (s + 1) con 1; esto es, si los residuos se incrementan cada vez que se avanza en el proceso de divisién, es facil entender que el valor de la serie no puede ser igual al cociente

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