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De
S,
PASTORALN,
FON
NOS JUAN SINFORIANO BOGAR
Wer Ia gracia de Dies y de la Sede Apostélica,
Obispe de Ia Santisima Asuncién
del Paraguay.
Al Clere y fieles de esta Didéeesis
SALUD Y BENDICION EN EL SENOR
In te Domine sperarvi, non confundar
in eternum.
En ti, Sefior, esperé y no seré confundi-
- do eternamente.
Amadesines heimanes en Crile:
De un tiempo d esta parte, nuestro pais
viene atravesando por circunstancias muy
criticas y excepcionales.
Sin necesidad de reflexidn alguna para
convencernos de ello, somos sus testigos
presenciales y experimentales. La desvalo-
rizacién notable-del papel moneda, que nos
obliga 4 hacer gastos siete veces mayores
que antes: una rigurosa seca de cinco afios,—2—
que, al par de agotar los rios, arroyos y
fuentes de nuestro suelo, ha venido inutili-
zando gran parte de la cosecha; y por alti-
mo, 44 plaga de la langosta que en este aiio
ha invadido los puntos mas -agricolas de
nuestro territorio, han oscurecido algun tan-
to el cielo del porvenir y sembrado en los
animos un gérmen de desaliénto.
aQué pues debemos hacer en estos difici-
jes momentos? gdebemos entregar nuestras
armas en manos del infortunio y declarar-
nos por vencidos? zdeben el desaliento y -
la desesperacién sentar sus reales en nues-
tros corazones, ante una pequefia nube que
viene 4 oscurecer el horizonte de nuestra
anhelada felicidad?
N6, amadisimos hijos, ni! Colocado 4 la
altara 4 que nos encontramos,-y encargado
como estamos de procurar vuestra felicidad
espiritual, y como consecuencia la tempo-
ral; hemos juzgado uportuno dirijiros, en la
presente cuaresma una palabra de aliento
indicdndoos el temperamento, que debeis
adoptar en las actuales circunstancias.
Los de un buque en alta mar,
aun aacsenton ni wo delalseten al ver
desencadenarse una tempestad: al contra-—3-
rio, drmanse de un encomiable valor y de
una edificante esperanza. Mas arrecia la
tempestad, mds embravecidas son las olas
que con furor baten la barea, y mds serenos
y firmes se muestran en las maniobras, lle-
vando la constancia hasta el feliz momento
de ver la calma que cimbia el peligro en
seguridad, y las aflicciones en alegria.
Hé aqui, amadisimos mios, la conducta
que vosotros también debéis observar. Mas
récias son las tempestades de las desgra-
cias, més alarmante la situacién que os ro-
dea y mds valor y firmeza debéis tener:
pues nicamente asi el desaliento no hard
estragos perniciosos en vosotros, y podréis
cumplir fielmente con una de las misiones
del hombre sobre la tierra, cual es el traba-
jar. Queremos, pues, llamar brevemente
vuestra atencidn sobre el trabajo 4 que to-
dos, sin distincién de clase ni de estfdo es-
tamos obligados como hombres, como cris-
tianos y como ciudadanos.
Que estemos obligados 4 trabajar durante
todo nuestra vida, es una verdad innegable,
siendo, como es el trabajo una ley impuesta
por el criador mismo y, 4 la vez, propia de
nuestra naturaleza. A cada paso nos recuer-—4—
da esta verdad la misma Escritnra Santa:
«Homo nascitur ad laboren, et avis ad vo-
latem> (Job. v 7) El hombre ha nacido para
trabajar, asicomo el ave para volar. Pou-
per sum ego ct in laboribus é jucventute
wea (Sal. LXXXVU, 16) Yo fui pobre, y
sujeto 4 los trabajos desde mi mas tierna
edad. Asi vemos como Adan, por noble y
perfecto que fuese, faé colocado por el Se-
itor en el Paraiso para trabajar, bien que su
trabajo no Ilevaba consigo los fastidios y
demas penalidades que le siguen.
Desde la mas remota antigiiedad, los pa-
ganos bién conocian esta ley del trabajo
Los Egipcios eran obligados 4 presentar ca-
da afio al intendente lo que hacian, y mani- .
festar el trabajo 4 que se dedicaban: y si no
tenian profesién propia eran expulsados de
sus provineias y alguna vez, hasta condena-
dos 4 muerte. Entre los griegos, los padres
eran obligados 4 ensefiar 4 sus hijos algin
oficio, y si no lo hacian, estos no se obliga-
ban 4 socorrerlos en sus necesidades.
La ley del trabajo pues no ha nacido ayer:
ella ha existido desde el principio del mun-
do.
Es tambien el trabajo un justo castigo==
impuesto por Dios 4 los hijos de Adan: Ze
sudore cultus tui vesceris pane, donec re-
vertaris in terram>.
Con el sudor de tu frente conseguirds el
pan necesario para tu subsistencia, hasta
que vuelvas & la tierra de la que fuiste
hecho.
Santo Tomas, esplicando estas palabras, .
dice, que, con gllas, el Sefior impone un pre-
cepto, obligando 4 algun trabajo corporal 6
intelectual 4 todos los hombres, cualquiera
que sea su clase y su condicién. El trabajo,
por consiguiente, es una ley que el hombre
no puede eludir y 4 la que esti sometido
por emanar de la voluntad misma de su au-
tor. >
No es menor la obligacién que nos impo-
ne el glorioso titulo de cristiano 4 consa*
grarnos: siempre y enteramente al trabajo.
Si queremos verdaderamente gloriarnos
del mas noble blasén que nos ha bajado del
ciclo, el ser los redimidos con la. Sangre del
Hijo de Dios, no hay mejor ejemplo que se-
guir, modelo mas perfecto que copiar, sino
del mismo Salvador. El ha venido al mun-
do no sélo 4 ensefiarnos con su doctrina
sino'd iluminar con la luz de sus ejem-—6 =
plos la senda que debemos seguir para Ile-
gar seguros i nuestra felicidad eterna y
temporal. Por eso, en vispera de entregar
sa vida por nosotros, como la manda mas
preciosa del testamento de su amor, nos ha
dicho: erempluia dedi cobis ete.
4Y eadl ba sido la vida de Jesis en el
mundo desde el pesebre hasta el calvario?
La de un continuo trabajo, y un continuo
sacrificio: Je laboribus ad juventute mea.
AI par de conquistar la complacencia de su
Eterno Padre, y arrancar el aplauso undni-
me de los hombres, con una obediencia divi-
nay sin ejemplo, consigrase al trabajo, en
compafiia de su padre putativo. Con la mas
pura alegria y libérrima voluntad, sometidse
a la ley penal del trabajo impuesto al hom-
bre: de comer el pan con el sudor de su ro-
stro. Si 4 los treinta aiios de su edad, abando-
na los instrumentos del oficio que profesara,
no es para gustar la dulzura del descanso
ni aletargarse en el sopor del ocio. Recorre
todos los pueblos de su Patria y hasta de la
cismatica Samaria y de la Galilea: visita
las aldeas mas humildes regandolas con los
sudores de la fatiga y derramando sobre
ellas la luz del Evangelio, fecundandolesi
con la predicacién de la doctrina de salya-
cién. Una inmensa muchedumbre de per-
sonas, atraida por el encanto de su gracia,
le rodea constantemente, y El 4 todos les
enseiia, 4 todos les instruye y 4 todos sirve
con igual caridad y celo, continuando asi
esta vida de trabajo y de fatiga hasta ¢o-
ronarla con el sacrificio de ella en el ara de
-la Cruz. .
Si, pues, el Hijo de Dios ha querido de
~ esta manera someterse al trabajo; si con su
ejemplo ha querido ensefiarnos cérho debe-
mos cumplir aquella ley que, como Dios, El
mismo habia impuesto 4 todos los hombres,
no debemos nosotros nunca rehuirla; debe-
mos, si, abrazarla con amor, convencidos de
que, seguir sus huellas en todo, constituye
nuesiro verdadero caracter de cristianos.
AsI mismo, este'sagrado distintivo y di-
visa, por decirlo asf, de que nos_halla-
_ Ios revestidos, nos impone otros deberes y
otras obligaciones, 4 mas del trabajo, que,
nO menos que este, nos urgen y estrechan
al mas exacto cumplimiento.
La prdctica de las virtudes catélicas, flo-
res y joyas propias que adornan al cristiano,
la faga de los vicios contrarios que lo desdo-—8—
ran y lo asechan continuameute para preci-
pitarlo en el mal, deben ser las incesantes
ocupaciones y la total vida de él.
E1 divino destello que resplandece en no-
sotros, el alma racional, nos ha libertado de
vivir al igual de los brutos é irtacionales, la
ley nataral, que es el foco de luz encendida
por Dios ante nuestros ojos y en nuestros
corazones, al criarnos, para distinguir entre-
ei bién y el mal, y sus leyes divinas positi-
vas, que no son mas que los fulgentes rayos
de esta luz primera y como emanacidn cla-
ras y vivas de esta divina fuente, establecer
deben el reinado del espiritu sobre la mate-
ria: normalizar, por decirlo asi, la natura-
leza del cristiano encimando la razin sobre
Ja pasion.
Sacratisimas son estas obligaci
el cristiano, y que deben cumplirse del mo-
docoee lbnesyouaghcio: dears obohe des-
pués de la eficacia de Ja religiin para triun-
far en la lucha que debe sostener contra las
pasiones, el arma mas poderosa es el trabajo.
Este ocupa por entero el espirita del que
trabaja y no le permite perder el tiempo en
divagaciones que moralmente pueden per-
judicar, v por la natural fatiga que causa,-_ge
debilita las fuerzas fisicas y con estas las
pasiones; mientras el ocio y la holganza
forman el teatro donde todas las pasiones
y los vicios se fomentan y crecen. Multam
matitiam docuit otiositas.
Sea pues el trabajo honrado nuestro con-
tinuo afan: asi Hegaremos 4 coronar de glo-
ria y honor nuestra misidn de cristianos.
Si 4 nosotros, como hombres y como cris-
tianos, estamos obligados 4 dedicarnos al
trabajo, no lo estamos menos como ciuda-
danos.
No debemos olvidar. que si somos hom-
bres redimidos con la sangre de Cristo, so-
mos también hijos de una patria que recla-
ma nuestro contingente, y que, como todas
jas demas naciones, no puede volar en alas
del progreso, si los suyos no se esmeran en
procurar su engrandecimiento.
En estos momentos, pues, en que nuestra
patria, cual madre amorosa que no ha podi-
~ do recojer el fruto de sus trabajos para ali-
mentar 4 sus hijos, se eneuentra sollozando,
y suspira por el dia en que estos juntamen-
te con ella podrin nadar en la abundancia,
tendimosle una mano protectora; unamos
nuestras fuerzas.y todos, con fé y constan-—l =>
cia, trabajemos 4 fin de enjugar sus ligri-
mas.
Mas no credis, amadisimos hijos, que el
patriotismo consista en vanos alardes; muy
lejos estan de ser patriotas aquellos que se
prociaman tales y nada hacen por la patria,
asi como los que pasan su tiempo crazando
los brazos y no se dedican 4 ningun trabajo
honesto, y mas todavia, los que, enarbolan-
do sistematicamente bandera partidista, 4
son de defender les fderos y derechos de la
patria, no hacen mds que amenazar el 6r-
den constituido, -poner en efervescencia los
espiritus de los eiudadanos -y sustraer bra-
zos al trabajo util; alguién ha dicho: .
Dios no puede abdicar el omnimodo poder
de salvar no sélo las almas, sino también
los pueblos y su autonomia. Y todas las
naciones de la tierra son de Dios, y los tér-: oo Ts
minos de su posesidn son los mismos de la
tierra: «Dabo tibi gentes in hereditaten
....et possessionem tuam términos terra>
(salmo) Y es indudable que el Sefior de-
fiende sus posesiones contra todas las conju-
raciones: «