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Lo fundamental de este ejercicio es ver que la obra de Marx contiene una dimensión

profundamente revolucionaria, la cual sólo puede ser comprendida cuando se ve en


ella la síntesis de una lucha real, emprendida por personas reales, que en un
momento dado de la historia del capital hizo posible entrever la superación de la
sociedad clases y del capital. No obstante, también implica asumir los límites de esa
síntesis, la dimensión reformista que también se encuentra presente en ella y que será
la brecha por la cual la crítica revolucionaria va a perder su contenido revolucionario
y se convertirá en ciencia del capital. Con esto no queremos decir que Marx sea
obsoleto o que su obra carece ya de dimensión revolucionaria. Todo lo contrario,
afirmamos la necesidad de superar a Marx en tanto que comprendemos que es
necesaria una ruptura con las viejas representaciones, presentes en la obra de Marx,
que impiden una ruptura con el mundo del capital, con las sociedades de clases, con
todo este largo camino recorrido por la humanidad hace miles de años que nos ha
llevado acá, hasta este basurero mundial, hasta esta miseria viva, hasta la pérdida de
casi todo el contenido humano.
Hay que preguntarse, cosa que los marxistas olvidan frecuentemente hacer, cosa
paradójica y tragicómica por lo demás porque entonces se distancian de una práctica
común de su “maestro”, acerca de la influencia histórica de la sociedad burguesa en
Marx. ¿No estaba Marx, igual que nosotros, domesticado por el peso de las relaciones
sociales de su tiempo? Marx en modo alguno era un ser perfecto y absolutamente
desengañado, adhería, entre otras cosas, al esquema progresivo de la historia heredado
por la filosofía de la ilustración, aun cuando fue su crítica de la historia y de economía
política burguesa la que permite, a su vez, romper con este esquema. También está su
culto a las máquinas, las cuales concibe como progresistas en la medida en que
aceleran la supresión del capital como relación social. Lo mismo sucede en relación al
libre comercio, con el cual declaró estar de acuerdo en la medida en que generalizaba
el antagonismo entre la burguesía y el proletariado y, de esta forma, aceleraba el
comunismo. Es justamente esta idea, la idea de que el capital avanza hacia su propia
supresión, la que contiene un elemento de consciencia represiva que permanecerá en
Marx probablemente hasta el final de sus días. Cuando surge históricamente el
marxismo, surgimiento que puede ser comprendido como una manifestación del
retroceso general del movimiento revolucionario después de 1871, estos
autodenominados discípulos de Marx van a buscar dentro de su obra la justificación
teórica de una supuesta decadencia del capitalismo que habría de surgir a partir del
conflicto entre las propias contradicciones internas del capital. En otras palabras,
buscaban la justificación de un comunismo sin revolución, planteamiento absurdo si
se lo analiza, pero que tenía como trasfondo la necesidad de justificar la existencia de
líderes dentro del movimiento revolucionario que guiaran al proletariado hacia la
toma del poder del estado, hacia la apropiación de los trabajadores de la producción y
su autogestión. Si bien, no podemos ser aquí exhaustivos, lo que es transversal al
marxismo y a todo reformismo, lo cual abarca incluso a lo que después será el
fascismo, es la idea de que el desarrollo de las fuerzas productivas lleva
necesariamente hacia el socialismo.
Como ya habíamos dicho antes, Marx debe ser considerado como el primer marxista.
Aún cuando para comprender el comunismo sea necesario distinguir entre Marx y el
marxismo, aun cuando esta crítica de Marx sólo pueda ser posible a partir de Marx
mismo, es necesario, si se quiere superar la obra de Marx, hacer una crítica de los
elementos al interior de su obra que justificaban la existencia de un reformismo.
Ahora bien, Marx al igual que nosotros era un hijo de su época, su tiempo sólo
conoció una dominación formal del capital a escala mundial. No somos especuladores
de la historia, las cosas sucedieron como sucedieron, ahora hay que ver dónde están
los errores y no volver a cometerlos. A mediados del siglo XIX era posible plantear
un movimiento revolucionario sobre la base de luchas principalmente reformistas. A
despecho de ello, ese mismo movimiento, cuyas reivindicaciones inmediatas eran
principalmente reformistas, fue capaz de crear momentos de profunda ruptura con la
sociedad capitalista, tal como lo fue la Comuna de Paris.
Volvamos nuestro análisis. Marx escribe en 1857:

"Esta tendencia [a desarrollar constantemente las fuerzas productivas] – que es


inherente al capital, pero al mismo tiempo lo contradice como forma limitada de
producción y por consiguiente tiende a su disolución – distingue al capital de todos
los modos de producción anteriores e implica, al mismo tiempo, que el capital esté
puesto como un simple punto de transición."

“En la misma medida en que el tiempo de trabajo –el mero cuanto de trabajo- es
puesto por el capital como único elemento determinante, desaparecen el trabajo
inmediato y su cantidad como principio determinante de la producción -de la creación
de valores de uso-; en la misma medida, el trabajo inmediato se ve reducido
cuantitativamente a una proporción más exigua, y cualitativamente a un momento sin
duda imprescindible, pero subalterno frente al trabajo científico general, a la
aplicación tecnológica de las ciencias naturales […] El capital trabaja, así, en favor de
su propia disolución como forma dominante de la producción. (Grundrisse)

“En cierto grado de su desarrollo, las fuerzas productivas de la sociedad están en


contradicción con las relaciones de producción que entonces existen, o, en términos
jurídicos, con las relaciones de propiedad en el seno de las cuales esas fuerzas
productivas se habían movido hasta entonces. Esas relaciones, que en otro tiempo
constituían las formas del desarrollo de las fuerzas productivas, se convierten en
obstáculo para éstas. Entonces nace una época de revolución social. El cambio de la
base económica mina más o menos rápidamente toda la superestructura.”

“Una vez que este proceso de transformación corroe suficientemente, en profundidad


y en extensión, la sociedad antigua; una vez que los trabajadores se convierten en
proletarios y sus condiciones de trabajo en capital; una vez que el régimen capitalista
de producción se mueve ya por sus propios medios, el rumbo ulterior de la
socialización del trabajo y de la transformación de la tierra y demás medios de
producción en medios de producción explotados socialmente, es decir, colectivos, y,
por tanto, la marcha ulterior de la expropiación de los propietarios privados, cobra
una forma nueva. Ahora, ya no se trata de expropiar al trabajador independiente, sino
de expropiar al capitalista explotador de numerosos trabajadores.”

“Conforme disminuye progresivamente el número de magnates capitalistas que


usurpan y monopolizan este proceso de transformación, crece la masa de la miseria,
de la opresión, del esclavizamiento, de la degeneración, de la explotación; pero crece
también la rebeldía de la clase obrera, cada vez más numerosa y más disciplinada,
más unida y más organizada por el mecanismo del mismo proceso capitalista de
producción. El monopolio del capital se convierte en grillete del régimen de
producción que ha crecido con él y bajo él. La centralización de los medios de
producción y la socialización del trabajo llegan a un punto en que se hacen
incompatibles con su envoltura capitalista. Esta salta hecha añicos. Ha sonado la hora
final de la propiedad privada capitalista. Los expropiadores son expropiados.”

En todas esas citas el capital está planteado como un punto de transición, necesario
para la humanidad por lo demás según lo que se desprende de las citas, que lleva
dentro de sí el germen de una etapa superior de la producción: el comunismo. Al
plantear al capital como mero punto de transición, Marx contradice su propio análisis
del capital como una relación humana. La contradicción del capital bien podría
resolverse – como si todo el siglo xx y nuestro presente no bastaran para demostrarlo
– con la auto-extinción de la especie humana.

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