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Pamplona

Universidad de

Centro de Educación Virtual y a Distancia

Programas de Educación a Distancia

Justicia Social y
Violencia en
Colombia
Luis Alfonso Suárez Delgado

43 Años Formando Colombianos de Bien


Álvaro González Joves
Rector

María Eugenia Velasco Espitia


Decana Facultad de Estudios Avanzados, Virtuales, a Distancia y Semiescolarizados

Luis Armando Portilla Granados


Director Centro de Educación Virtual y a Distancia
Tabla de Contenido
Presentación
Prólogo
Introducción
Horizonte
UNIDAD 1: Democracia y Violencia
Descripción Temática
Horizontes
Núcleos Temáticos y Problemáticos
Metodología
Proceso de Información
1.1. DEMOCRACIA Y JUSTICIA EN COLOMBIA
1.1.1 Violencia en Colombia: Premisas Históricas
1.1.2 Elogio a la Dificultad
1.1.3 Violencia, Democracia y Derechos Humanos
1.2 DESPLAZAMIENTO EN COLOMBIA
1.2.1 Los Desplazados Internos por la Violencia
1.2.2 Causas y Características del Desplazamiento Interno
1.2.3 Políticas Institucionales para los Desplazados en Colombia
1.2.4 Sistema Nacional de Atención Integral
1.2.5 Los Obstáculos del Conflicto Armado
Proceso de Comprensión y Análisis
Solución de Problemas
Síntesis Creativa y Argumentativa
Repaso Significativo
Autoevaluación
Bibliografía Sugerida

UNIDAD 2: Conflicto y Convivencia


Descripción Temática
Horizontes
Núcleos Temáticos y Problemáticos
Metodología
Proceso de Información
2.1 PREMISAS
2.1.1 El Conflicto Colombiano
2.1.2 Construir Educativamente el Conflicto
2.2 LA SOCIEDAD EL ESTADO Y LOS CONFLICTOS
2.2.1 Los Conflictos
2.2.2 Conflicto: Diálogo de Saberes
2.2.3 La Escuela en la Formación de Ciudadanos
Proceso de Comprensión y Análisis
Solución de Problemas
Síntesis Creativa y Argumentativa
Repaso Significativo
Autoevaluación
Bibliografía Sugerida

ANEXO 1: Relación Juego - Trabajo


ANEXO 2: Cuatro Concepciones de la Democracia
ANEXO 3: La Aventura del Pensamiento

BIBLIOGRAFÍA GENERAL
Justicia Social y Violencia en Colombia 1

Presentación
La educación superior se ha convertido hoy día en prioridad para el gobierno
Nacional y para las universidades públicas, brindando oportunidades de superación
y desarrollo personal y social, sin que la población tenga que abandonar su región
para merecer de este servicio educativo; prueba de ello es el espíritu de las
actuales políticas educativas que se refleja en el proyecto de decreto Estándares
de Calidad en Programas Académicos de Educación Superior a Distancia de la
Presidencia de la República, el cual define: “Que la Educación Superior a Distancia
es aquella que se caracteriza por diseñar ambientes de aprendizaje en los cuales
se hace uso de mediaciones pedagógicas que permiten crear una ruptura espacio
temporal en las relaciones inmediatas entre la institución de Educación Superior y
el estudiante, el profesor y el estudiante, y los estudiantes entre sí”.

La Educación Superior a Distancia ofrece esta cobertura y oportunidad educativa


ya que su modelo está pensado para satisfacer las necesidades de toda nuestra
población, en especial de los sectores menos favorecidos y para quienes las
oportunidades se ven disminuidas por su situación económica y social, con
actividades flexibles acordes a las posibilidades de los estudiantes.

La Universidad de Pamplona gestora de la educación y promotora de llevar


servicios con calidad a las diferentes regiones y el Centro de Educación Virtual y a
Distancia de la Universidad de Pamplona, presentan los siguientes materiales de
apoyo con los contenidos esperados para cada programa y les saluda como parte
integral de nuestra comunidad universitaria e invita a su participación activa para
trabajar en equipo en pro del aseguramiento de la calidad de la educación superior
y el fortalecimiento permanente de nuestra Universidad, para contribuir
colectivamente a la construcción del país que queremos; apuntando siempre hacia
el cumplimiento de nuestra visión y misión como reza en el nuevo Estatuto
Orgánico:

Misión: Formar profesionales integrales que sean agentes generadores de


cambios, promotores de la paz, la dignidad humana y el desarrollo nacional.

Visión: La Universidad de Pamplona al finalizar la primera década del siglo XXI,


deberá ser el primer centro de Educación Superior del Oriente Colombiano.

Luis Armando Portilla Granados Director CEVDUP

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Prólogo
El punto de referencia en la construcción del modulo tiene sus cimientos en la
extensa literatura e interpretaciones tanto de la visión interna como externa de la
problemática social colombiana. El problema de la violencia y la justicia social en
Colombia ha abarcado innumerables paginas de libros, revistas, ensayos e
investigaciones en el contexto latinoamericano y mundial. Las grandes
organizaciones internacionales: Naciones Unidas, OEA, Comunidad Europea,
Derecho Internacional, la UNESCO, la cepal, entre otras, se han pronunciado
suficientemente sobre la crisis del País.

Se abordan en primera instancia las premisas históricas del problema de la


violencia en Colombia desde múltiples perspectivas teóricas discursivas con el
ánimo de abortar cualquier interpretación dogmática y sesgada. Seguidamente, se
presentan diversas versiones y posiciones políticas sobre el problema del
desplazamiento forzoso y causas del conflicto interno. Para terminar, se recogen
trabajos de campo exploratorios e investigaciones hechas con esfuerzo de
organizaciones no gubernamentales y educativas que valoran el problema del
conflicto como herramienta pedagógica en la construcción de salidas democráticas
y dignas que se aportan a la solución pacifica de los conflictos en Colombia.

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Introducción
“La justicia es la primera virtud de las instituciones sociales, así como la verdad lo
es de los sistemas de pensamiento leyes e instituciones, no importa cuan eficientes
y funcionales sean, deben ser reformadas o abolidas si son injustas. Por lo tanto,
en una sociedad justa los derechos garantizados por la justicia no están sujetos a
regateos políticos, ni al cálculo de intereses sociales siendo las primeras virtudes
de las actividades humanas, la verdad y la justicia son innegociables”.

Jhon Rawals (Teoría de la Justicia)

La situación de crisis que atraviesa en los actuales momento Colombia, requiere de


una mirada puesta en la esperanza y cambio en las relaciones sociales que
propendan por aliviar las profundas desigualdades sociales de orden económico,
social y político. El País mantiene un escalonado y acelerado proceso de
descomposición social fruto, en parte por la violencia cotidiana y manifestaciones
de poder de los grupos armados al margen de la ley. Esto aunado a su vez, por la
creciente deslegitimación del estado e instituciones que la conforman; la justicia, el
poder legislativo y ejecutivo. No en vano, nos consideran a nivel mundial como
uno de los países más violentos y corruptos. Las transformaciones del capitalismo
a nivel mundial en la era de la globalización y corriente neoliberal sacuden con sus
efectos los cimientos de la realidad Colombiana, acrecentando las desigualdades y
la pobreza.

Los contenidos del módulo intentan desde una perspectiva critico reflexiva,
incentivar al lector estudiante, de la imperiosa necesidad desde el hecho educativo,
asumir el compromiso de cambio en las futuras generaciones de Colombianos en la
construcción de una sociedad basada en la justicia social y el respeto hacia el otro.

Los contenidos temáticos están representados en dos grandes temas o unidades;


una, que toca la desgarradora situación de violencia manifestada en el gran
problema del desplazamiento, el narcotráfico, los grupos armados al margen de la
ley y la acción del estado frente a la situación interior y compromisos con la
comunidad Internacional. La segunda unidad recoge los elementos sustantivos del
conflicto colombiano y las iniciativas desde lo pedagógico para la solución de los
mismos como, los diferentes mecanismos de participación con los que cuenta la
sociedad civil para dirimir los conflictos.

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Horizonte
Orientar el desarrollo de experiencias de aprendizaje teórico prácticas que le
permitan a los estudiantes de licenciatura en educación básica de los diferentes
énfasis, de la modalidad a distancia, lograr las competencias básicas:
interpretativa, argumentativa y propositiva en relación con los problemas de
violencia y conflicto en Colombia.

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UNIDAD 1: Democracia y Violencia


Descripción Temática

La primera unidad comprende temas intrínsecamente relacionados y que en cierta


manera responden a dos aspectos de la vida nacional íntimamente contradictorias
en el juego de las relaciones sociales en Colombia: DEMOCRACIA Y VIOLENCIA.

Esta primera unidad recoge dos capítulos fundamentales de este gran núcleo
temático; la democracia y la justicia en Colombia y la violencia en Colombia. Los
ejes temáticos que se abordan hacen referencia en primera instancia a una
valoración teórica conceptual sobre democracia y justicia en Colombia y los rasgos
históricos característicos que han incubado la violencia en la vida republicana del
país a través de su historia.

El segundo ítem aborda los efectos y consecuencias de la violencia en Colombia


manifiestos en el desplazamiento en todas sus formas y los grandes obstáculos
que se le presentan a la solución del conflicto armado Colombiano por las vías
democráticas.

Los contenidos temáticos que se abordan en la primera unidad buscan aflorar en el


estudiante el sentido reflexivo y critico frente a la crisis social y de valores por la
que atraviesa el país a puertas del próximo milenio. Es prioritario a través del
proceso educativo y pedagógico discernir y contextualizar el problema de la justicia
y la violencia en Colombia que a diario y de diferentes formas, cada uno de los
colombianos padecemos en la realidad cotidiana.

Estos contenidos temáticos se abordan desde diversas perspectivas ideológicas y


políticas, con el ánimo de ofrecer al alumno maestro, una conceptualización sobre
el fenómeno de la democracia y la justicia social en Colombia, lo suficientemente
amplia con el ánimo de no sesgar la información y los diversos argumentos
expuestos sobre el tema.

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Horizontes
• Inferir las causas históricas de la violencia en Colombia, desde la colonia, las
guerras independentistas, hasta la época contemporánea, con el fin de
encontrar las causas más profundas del conflicto social colombiano.
• Encontrar elementos históricos de la violencia en Colombia que nos permitan
discernir no sólo las causas y consecuencias sino iluminar vías para la
resolución de la problemática colombiana.
• Comprender las razones del desplazamiento en Colombia y la dinámica del
conflicto armado.
• Analizar las consecuencias y secuelas de la violación de los derechos humanos
en Colombia.
• Inferir las características y causas peculiares del desplazamiento en Colombia,
analizando las políticas institucionales, las cifras numéricas y tratamiento a los
desplazados.
• Identificar los principales obstáculos del conflicto armado en Colombia en
relación a la asistencia y ayuda a los desplazados.

Núcleos Temáticos y Problemáticos


• Democracia y Justicia en Colombia
• Desplazamiento en Colombia

Metodología
Para el primer tema se analizan los elementos teórico conceptuales de la
democracia y la justicia social en Colombia, haciendo énfasis en el proceso
histórico y social del fenómeno de la violencia con sus características más
significativas buscando en primera instancia la comprensión por parte del alumno
maestro del fenómeno en cuestión, apropiándole de elementos de reflexión y
análisis con criterio crítico. El alumno maestro deberá para tal fin, con el acerbo
teórico conceptual contextualizar el problema y manifestaciones de elementos
democráticos y de violencia en su comunidad y espacios cotidianos (barrio,
escuela, trabajo, etc).

Para el segundo tema el estudiante deberá plantearse preguntas e inquietudes


frente a la violencia y el problema del desplazamiento en su región y contexto

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cotidiano. Indagar y analizar las políticas institucionales de atención a los


desplazados ofrecidas en la región realizando una reflexión crítica sobre la eficacia
de dichas políticas. Proponer estrategias y elaborar propuestas pedagógicas que
mejoren las condiciones de las familias desplazadas de la región o localidad.

Proceso de Información
1.1 DEMOCRACIA Y JUSTICIA EN COLOMBIA

“No comparto lo que usted dice pero defenderé hasta la muerte su derecho a
decirlo”.
Voltaire

Jhon Rawls, es uno de los filósofos del siglo XX, que se ha dedicado a estudiar el
fenómeno de la democracia y la justicia. Sus argumentos son motivo de discusión
y análisis en los países democráticos. La discusión en Colombia en torno a la
justicia es bastante densa y conflictiva. En el País se hace necesario y prioritario la
discusión sobre los principios de justicia y los procedimientos legales
discursivamente fundamentados, desde los cuales habrá de cuestionarse el
ordenamiento jurídico y social existente y cuya selección garantice, primero la
necesidad racional de los mismos, segundo, su carácter moral y tercero una base
consensual que los legitime y simultáneamente, se constituya en un mecanismo y
en un criterio de argumentación.

El objetivo de una teoría de la democracia, es el de darle contenido ético racional


al contrato social y carácter contractual a los imperativos ético morales que los
legitiman, y superar lo que eventualmente podrían considerarse debilidades en
ambas posiciones, a saber un contrato social que aunque asumido por la mayoría,
pueda ser arbitrario y unas normas fundamentales del ordenamiento positivo que
carezcan de la necesaria deliberación colectiva.

Los principios de justicia en Colombia no están hechos para hacer virtuosas a las
personas sino para hacer virtuosas las instituciones, pues son ellas las que deben
regular los conflictos y mediar sobre los intereses de la sociedad, garantizando
además el sistema de cooperación social que la rige y la estructura general bien
ordenada que debe caracterizarla.

Una concepción de justicia social como la que requiere el País en los actuales
momentos de crisis, debería sustentarse y recaer en la sociedad civil, que es la que
debe vigilar el cabal cumplimiento de la misma por parte del estado. Toda
trasgresión estatal o de cualquier grupo que atenté contra esos mismos principios,

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se convierte en fuente de deslegitimación o en la posibilidad de ejercer acciones


institucionales alternativas que garanticen su adecuada realización. Una de las
debilidades de la democracia Colombiana es la de pretender emular los logros
materiales de los países occidentales a costa del fundamento mismo de todo
sistema social de derecho: el ciudadano. Ello ha conducido a excesos y
deficiencias pero, sobre todo, a una desvaloración de éste como ser humano y
como contrapartida, a la sobredimensionalización de las instituciones económicas,
sociales y políticas en detrimento del primero.

Es imperioso recuperar el concepto, la dignidad y el respeto del ciudadano como


fundamento de la democracia. Ello supone enseñar a concebir al ciudadano como
persona autónoma, de lo cual se deriva su capacidad de reclamar, discutir y
argumentar, en todo contexto, sobre cualquier situación social que lo afecte y su
derecho a ser reconocido como un ser capaz de dialogar razonablemente y a que
sus opiniones sean tenidas en cuenta.

Los mecanismos de participación ciudadana en Colombia podría decirse que son


casi inoperantes, ya que el ciudadano no ha sido capaz de participar activamente
en las decisiones que lo afectan a él como persona, como a su comunidad en un
momento determinado. De allí la necesidad de proyectar una pedagogía para la
valoración ciudadana, que le haga reconocer su derecho moral para ser
protagonista de todas sus disertaciones que conciernan a su vida social.

Necesitamos los Colombianos construir un modelo de democracia consensual,


fundamentada en una concepción política de la justicia, que sea capaz de legitimar
o deslegitimar las instituciones sociales desde una perspectiva critico reflexiva y de
“razonabilidad”, como epicentro de la argumentación y participación dialógica
efectiva. Esta fundamentación, concebida además, sobre la base del respeto,
garantías y consolidación de los derechos Humanos como parte estructural del
estado de derecho.

La posibilidad de que, a través de un procedimiento de argumentación, los


Colombianos puedan discutir la problemática social desde un espacio consensual
hermenéutico reconocido legítimamente, constituye la polea que permite relacionar
justicia, democracia y ética, dimensiones separadas radicalmente por la concepción
de poder en el modelo de democracia representativa. En Colombia no habrá
democracia mientras ésta no sea convalidada por la participación activa y efectiva
de la ciudadanía en todos y en cada uno de los aspectos que conciernen a su
realidad cotidiana, máximo cuando ellos afectan sus más elementales derechos de
subsistencia y respeto a su dignidad humana.

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La democracia es hacer que los beneficios del poder nos lleguen a todos. Es fácil
especular sobre la democracia que construirla cada día. El mundo de la vida es el
espacio para la construcción de la democracia.

En el país esta suficientemente bien elaborada la democracia como concepto. Está


pendiente la construcción de la democracia como practica de vida. La democracia
al igual que la libertad es una creación, un logro, una conquista, especialmente de
uno mismo. La democracia requiere de hombres seguros y autónomos.

Una de las tragedias que vivimos los Colombianos a diario es la violencia


extremada: eliminar al otro cuando alguien siente vulnerados sus derechos.
Eliminación física o psicológica: negar al otro la palabra, negarse al debate, a la
búsqueda de procedimientos para resolver los conflictos, son formas de eliminar al
otro y por ende de autoeliminarse.

El problema de la violencia en Colombia, el desplazamiento forzado, la impunidad,


la marginalidad, son entre otros, elementos de la vida Nacional generadores de
conflicto y profundas desigualdades sociales.

Los contenidos temáticos que presenta la unidad son reflejo de lo que pasa en el
País, lo que podríamos hacer para mejorar nuestra situación y el horizonte por
construir. Se pretenden generar espacios de diálogo, disertación, reflexión y
sentido crítico frente a los retos difíciles que afrontara el País en el próximo
milenio.

1.1.1 Violencia en Colombia: Premisas Históricas

La fragmentación regional, los intereses locales y las luchas por el reparto del
poder a finales del siglo XIX, dieron lugar al surgimiento de los grandes caudillos
militares, que en Colombia se llamaban a sí mismos "Los Supremos". Eran jefes
endurecidos en las guerras de la independencia, propietarios de inmensos
latifundios, dueños y líderes de sus propios ejércitos particulares, que se
organizaban con los peones de sus haciendas y con los peones que aportaban los
grandes compadres del caudillo, sus favorecidos y socios en el manejo de la red
regional de poder. Las definiciones ideológicas, en nombre de las cuales se
organizaban guerras civiles que degeneraban en sangrientas carnicerías, no eran
tan importantes como parecían a primera vista. Un caudillo podía matar miles de
hombres en nombre del ideal liberal, pero en la siguiente guerra civil estaba
masacrando con igual frenesí, en nombre de la causa conservadora y de la Santa
Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana.

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La práctica de cambiar de principios como quien se cambia la camisa se había


introducido en las guerras de la independencia. Bastará recordar que el general
José María Obando fue un oficial realista que hizo la guerra contra los patriotas de
manera sádica e implacable hasta 1821, es decir, hasta dos años después de la
batalla de Boyacá. Bolívar lo recibió con los brazos abiertos cuando Obando se
convenció de que era buen negocio cambiar de partido. Años más tarde, Obando
se presentaba a sí mismo como el campeón de la libertad y llamaba a Simón
Bolívar “el tirano”. Bolívar murió solo y despreciado, camino del destierro, pero
Obando vivió lo suficiente para llegar a la presidencia de la república como héroe
de las ideas liberales y más tarde, morir asesinado por otros “campeones de la
libertad”.

El asesinato político fue establecido por estos caudillos como una forma natural de
la lucha por el poder. Asesinado fue el Gran Mariscal de Ayacucho, Sucre, quien
debía suceder a Bolívar en 1830. Asesinado fue el general José María Córdoba,
estando indefenso y prisionero. Asesinados fueron, a lo largo de las guerras
civiles, innumerables caudillos liberales y conservadores, radicales e
independientes. A comienzos de este siglo, el gran caudillo liberal y masón, Rafael
Uribe Uribe, jefe de las huestes liberales en la Guerra de los Mil Días (1899 -
1902), no encontró la muerte en los campos de batalla sino en pleno centro de
Bogotá, al lado del Congreso Nacional, cuando dos asesinos a sueldo le
despedazaron la cabeza a hachazos.

El general Tomás Cipriano de Mosquera es el ejemplar más perfecto del caudillo


colombiano: cambió de partido varias veces, organizó varias guerras civiles y
conquistó la presidencia de la república cuatro veces. Cada vez que entraba
triunfante en la capital organizaba fusilamientos a su antojo. Tenía la mandíbula
inferior de plata porque un cañonazo le había barrido la cara en una de sus
asonadas. Mantenía una oficina de compra de armamento en Nueva York, que
funcionaba a tiempo completo en los períodos de paz, intervalos que en Colombia
han sido siempre los períodos de preparación de la siguiente guerra.
Naturalmente, Tomás Cipriano de Mosquera es el único prócer que tiene una
estatua en el patio principal del Congreso de la República.

La expansión interior, la conquista de la frontera interna, fue un proceso bastante


violento en todos los países latinoamericanos. Pero en la mayoría de ellos fue un
proceso que había completado su ciclo hacia 1890. En Argentina, la Conquista de
la Pampa significó el exterminio de la población indígena, que se cumplió en el
curso de dos décadas. En Uruguay bastaron unos cuantos meses para hacer
desaparecer los restos últimos del pueblo aborigen. En Chile, por razones del
original desarrollo económico del país, se realizó primero una violenta expansión
externa, conquistando y anexando enormes territorios peruanos y bolivianos.

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Solamente después de haber asegurado sus conquistas hacia el norte, el estado


chileno llevó a término la conquista de la frontera interna, sometiendo a los
mapuches de la Araucanía.

En Colombia, la expansión interna no ha concluido. Las primeras regiones de


colonización fueron, en la época colonial, los territorios del noreste. Allí hubo
intensa violencia hasta mediados del siglo XVIII. Luego se intentó la colonización
del Tolima y la provincia de Mariquita (Caldas), proceso que se cumplió entre
1800 y 1850 aproximadamente, para dar paso a la gran colonización antioqueña,
que movilizó tantas fuerzas durante la segunda mitad del siglo pasado. Las
violencias sucesivas de este siglo han creado oleadas de colonización en las selvas
del sur (Vichada, Vaupés) o en regiones semiselváticas de gran productividad
como el Caquetá. Los Llanos orientales, lindantes con Venezuela, sufrieron un
intenso proceso de poblamiento durante la Gran Violencia de los años 50 y allí
surgieron las primeras "repúblicas independientes" de la historia nacional, cuando
los grandes líderes guerrilleros liberales (Guadalupe Salcedo, Elíseo Fajardo,
Dumar Aljure) establecieron territorios autónomos con democracia directa y leyes
propias.

En estos mismos momentos se están creando condiciones para una nueva oleada
colonizadora, ya que la violencia ha producido cerca de un millón de desplazados
que ejercen una enorme presión demográfica en regiones y provincias ya
debilitadas por violencias anteriores. Esto conducirá, sin duda, a fuertes
movimientos de migración interna y a nuevas conquistas de las inmensas fronteras
interiores del país.

Las sucesivas colonizaciones han impulsado el mestizaje múltiple del pueblo


colombiano, enriqueciendo su diversidad cultural. Pero también ha significado una
expansión de la violencia y en los últimos decenios, un gran aumento de las áreas
de cultivos ilegales (coca y amapola) que, como voy a mencionar más adelante,
constituyen otro de los grandes factores de la violencia colombiana.

Como ya he señalado, las guerras civiles significaron, en Colombia, una


continuación de la Guerra a Muerte, casi sin interrupción, desde la disolución de la
Gran Colombia hasta 1861. En ese año comenzó a tomar cuerpo, por primera vez
en la historia republicana, un acuerdo de los partidos para respetar la vida de los
prisioneros de guerra y de los heridos en el campo de batalla, que hasta ese
momento habían sido sistemáticamente sacrificados. Existen al respecto
anécdotas horribles. En alguna de las numerosas guerras civiles regionales, un
jefe militar introdujo el sistema del "fusilamiento a machete": si el prisionero no
disponía de los dos pesos que costaba la munición para fusilarlo, se le mataba a
machetazos. En otra de esas carnicerías, los caudillos militares de ambos bandos

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Justicia Social y Violencia en Colombia 12

decidieron sacrificar no solamente a los prisioneros y heridos del bando contrario,


sino también a los heridos del propio bando que no pudieran caminar por sus
propios medios.

El pueblo colombiano, los campesinos, artesanos, estudiantes, indígenas, masas


empobrecidas reclutadas a la fuerza en estas orgías de sangre, no han tenido otra
escuela que ésta durante más de siglo y medio. Esto es lo que las oligarquías han
enseñado, esta ha sido la educación cívica del pueblo trabajador.

Entre 1810 y 1824 sufrimos las guerras de la independencia. En 1829 estalló la


guerra en Antioquia, dirigida por el general Córdoba. En 1830 tuvimos una guerra
breve contra el Perú y numerosas guerras civiles regionales.

En el período 1839 - 1841 se libró la horrenda "Guerra de los Supremos". Entre


1843 y 1850 hubo incontables asonadas y motines locales y regionales.

En 1851 se alzaron en armas los esclavistas para impedir la abolición de la


esclavitud y para derrocar al presidente José Hilario López, quien además de
decretar la libertad de los esclavos apoyó a las organizaciones de artesanos y
realizó la primera Reforma Agraria en la historia del país.

En 1854 el general José María Melo dio un golpe de estado apoyado por los
artesanos y las Sociedades Democráticas, lo cual produjo un levantamiento general
de la oligarquía. El baño de sangre concluyó con fusilamientos en masa de
artesanos y el destierro de más de dos mil de ellos a las regiones inhóspitas del
Darién.

En el período 1859 - 1862 tuvimos otra guerra (mejor dicho, muchas guerras
provinciales entrelazadas en una sola gran conflagración) cuyo resultado fue el
triunfo del federalismo, afianzado a sangre y fuego en la terrible guerra de 1876 -
1877.

Los excesos del sistema federal condujeron a la reacción que se conoce con el
nombre de “Regeneración Nacional”, movimiento liberal - conservador que se
impuso en la guerra de 1884 y que implementó la Constitución de 1886, vigente
en Colombia hasta 1991.
En 1895 se libró una breve pero muy sangrienta guerra civil, que debe ser vista
como el preludio de la inmensa conflagración de 1899 - 1902 (Guerra de los Mil
Días).

Como se aprecia, ninguna región del País, puede quejarse de no haber tenido la
oportunidad de contribuir a la barbarie, a la cual todavía le brindamos culto. Así

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Justicia Social y Violencia en Colombia 13

pues, en lo que va de 1839, época de convulsión social en Pasto hasta 1880, año
de trastornos en el Cauca, Magdalena y Tolima, es decir, en cuarenta y un años de
vida republicana, tuvimos más de quince guerras civiles, sin incluir los conatos, las
escaramuzas, las asonadas y los paros cívicos.

La Guerra de los Mil Días abrió en el país una herida que no se ha cerrado. En ella
se aplicaron sistemáticamente los métodos de exterminio de pueblos enteros.
Durante tres años fue saqueado el campo colombiano, dejando agotados los
recursos naturales y humanos de la nación. La ocasión fue aprovechada por
nuestros amigos del Norte para darnos prueba de su amistad en el istmo de
Panamá. Las cañoneras norteamericanas impidieron a la flota colombiana
desembarcar en tierra panameña y la independencia de Panamá se consumó por
obra y gracia de la estúpida política de la oligarquía colombiana, unida a la felonía
yanqui.

Al comenzar el siglo, la hegemonía conservadora impuso un régimen muy


represivo, tanto en lo material como en lo espiritual. Se intentó imponer un
modelo de desarrollo que en muchos aspectos evoca la dictadura de Profirió Díaz
en México, pero que en Colombia estuvo marcado por el servilismo más absoluto a
los caprichos más retrógrados del Vaticano y la Iglesia Católica. El naciente
movimiento obrero fue reprimido con ferocidad. Fueron frecuentes las huelgas
heroicas, con balaceras y muertos. Durante la década de los años 20 se crearon
sindicatos textiles, ferroviarios, de la alimentación, de los petroleros, de las
bananeras. Muchos de ellos fueron organizados por mujeres.

Los pioneros de la organización proletaria fueron anarquistas, socialistas,


comunistas. En 1928 se produjo la horrible matanza de las bananeras, con casi
dos mil víctimas y esto causó el inicio del derrumbe de la hegemonía conservadora,
pero también el punto de partida del moderno populismo colombiano. En efecto,
el joven parlamentario liberal Jorge Eliécer Gaitán tomó la bandera de la lucha
contra la United Fruit y del castigo a los asesinos de las bananeras, ganó el
proceso parlamentario y luego el proceso penal, logró la expulsión de la United
Fruit del país y dio con ello comienzo a una impresionante carrera política de lucha
contra las oligarquías.

El régimen conservador fue derrotado en las elecciones de 1930 y así se inició el


período de la República Liberal.

La presencia del movimiento gaitanista obligó al partido liberal a radicalizar sus


posiciones. Toda la década del 30 fue de incontenible ascenso del movimiento
popular. Tanto el gaitanismo como el Partido Comunista (fundado en 1930)
crecían de manera sostenida. Las asociaciones campesinas organizadas por los

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Justicia Social y Violencia en Colombia 14

comunistas chocaban a veces con las ligas campesinas de Gaitán, pero era
también frecuente que realizaran acciones conjuntas.

En esa década hubo dos movimientos armados en el agro: el que organizó en


1932 el entonces secretario general del Partido Comunista, Luis Vidales (mi padre)
en el norte de Cundinamarca, centro - sur de Boyacá y centro del Huila; y el que
dirigió el líder indígena Quintín Lame en las cordilleras del Cauca. Pero además
tuvimos una guerra internacional (con el Perú) que desangró la economía
nacional y produjo daños muy graves en las relaciones entre los dos pueblos.

Entre tanto, la “Revolución en Marcha” impulsada por la dirección del partido


liberal intentaba reformas importantes. Aunque la gran jefatura oligárquica de ese
partido seguía siendo reacia a los cambios, Gaitán había movilizado a las bases
obreras y campesinas, así como a muchos dirigentes regionales y provinciales. Se
reglamentó la propiedad de la tierra, señalando su función social. Se dictaron las
leyes del trabajo. Se garantizó el derecho de asociación. Los arrendatarios del
campo y minifundistas tuvieron instrumentos para enfrentarse, por primera vez, al
gran latifundio.

Pero la República Liberal terminó empantanada en la corrupción de sus


gobernantes. Los escándalos se sucedían en la prensa y la radio, mientras el
abismo entre los oligarcas liberales y el movimiento gaitanista se iba haciendo más
profundo. Después de un áspero debate parlamentario contra el presidente López
Pumarejo, la oligarquía liberal logró dividir al propio partido para impedir el triunfo
de su propio candidato popular. Con dos candidatos, el liberalismo perdió frente a
un candidato conservador único. Pero entonces, en la perspectiva de las
elecciones siguientes, quedaban solos en la arena política dos gigantes capaces de
movilizar enormes masas: el liberal Jorge Eliécer Gaitán, populista, muy radical,
extraordinariamente honesto y muy progresista; y el conservador Laureano
Gómez, “El Monstruo” fanáticamente tradicionalista, profranquista, excelente
orador y temible polemista. Con la muerte de Gaitán a mediados del siglo XX, se
abre otra página de la escalonada violencia en Colombia.

Comparando los siglos XIX y XX, y lo que se avizora en el próximo Milenio, lo único
que ha cambiado son las sofisticadas armas con las que nos seguimos matando
como salvajes, con pasión y furor trivial.

El escritor Tomás Eloy Martínez publicó recientemente en el periódico “La Raza”,


de Chicago, uno de sus selectos artículos dedicado a la violencia en Colombia. No
hay ni para qué decir que es un texto elaborado con maestría, como todos los del
profesor Martínez.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 15

Lo tituló “Colombia: hojas al viento de una larga guerra”. No cabe duda, un


excelente título, pero como casi todo lo que se dice por fuera del territorio
colombiano acerca de ese cruentísimo conflicto, es un título bonito para una guerra
muy fea.

Cuenta el profesor la desdichada historia del niño guerrillero Clemente Mosquera


quien era “frágil y menudo como un pájaro”. Empieza el trágico relato en un
“barrio precario” de la bellísima ciudad de Cartagena donde habló durante media
hora con aquel muchachito a punto de cumplir 13 años pero que parecía de seis.
“Su pelo oscuro y salvaje, su mirada huidiza y tenía una cicatriz enorme en la
mejilla, abierta por el mismo machete que había segado la vida de sus padres”.

“Todos tenemos que morir tarde o temprano” dice el profesor Martínez que le dijo
Clemente en su fugaz encuentro y que de inmediato agregó: “morir temprano es
mejor. Se sufre menos”.

El profesor Tomás Eloy Martínez siguió por cartas, recados y otros medios, la
trayectoria de Clemente Mosquera, quien fue a la ciudad de Santa Marta, sobre el
mar Caribe y otros lugares de Colombia buscando al último tío que le quedaba
sobreviviente de las masacres que arrasaron con su familia. Estuvo también en
Montería, otra ciudad de la costa atlántica, después de una azarosa travesía en
una caravana de lanchones por el legendario río Sinú. “En tres días de
interminables jornadas comió dos bananas y tomó dos dedos de agua”.

El profesor Martínez dice que “al amanecer del cuarto día cuando los viajeros
avistaron a lo lejos las torres de la catedral, los atacó una avanzada de la
guerrilla”.

Las cartas que Clemente envió a la familia Mendoza un año después del asalto
nunca explicaron cuál fue el destino de los que iban con él. Con un lenguaje
escueto, laborioso, difícil de descifrar, Clemente sólo contó que los oficiales
atacantes le ofrecieron adiestrarlo en el uso de las armas y pagarle un salario
quincenal si se les unía. “Les dije que sí. Ya estoy en edad de ganar algún dinero,
escribió”.

El escritor, quien se refiere también en su columna al libro de la periodista Alma


Guillermo Prieto, “Las Guerras en Colombia” en el que aborda el tema de los
niños en la guerrilla, dice que Clemente Mosquera, después de haber sido
entrenado para matar e incorporado a un batallón de elite, murió aún siendo niño,
en su calidad de comandante guerrillero de un pelotón de niños guerrilleros,
menores que él en un cruento combate con el Ejército en las montañas de
Santander, cerca a Bucaramanga, llamada la Ciudad Bonita.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 16

El mayor problema, profesor Martínez, no es que haya niños en la guerra, ni que


muchos, como Clemente Mosquera, mueran con sus cuerpos aún tiernos
destrozados por las balas. El problema no son los niños ni los adultos en la
guerra. El problema es la guerra.

Un conflicto, como el colombiano, que ha sobrevivido 50 años, se ha nutrido de la


sangre de sus muertos pero los que realmente le permiten perdurar no son los que
mueren sino los que sobreviven. Porque a ese engendro no le interesa matar a
todas su víctimas, le conviene que muchas vivan (muertas en vida) no sólo para
que, en palabras del niño guerrillero, "sufran más" sino para que le permitan
sobrevivir en sí mismo como una especie de herencia maldita.

Clemente Mosquera no inventó la guerra, él no la hizo, la encontró hecha y se lo


tragó como un monstruo ávido de vidas humanas.

Clemente Mosquera fue un niño guerrillero, lo entrenaron para matar pero no es


un victimario, es una víctima. En esa medida la guerra en Colombia está llena de
niños. Niños - víctima. Niños que mueren, niños que matan. Huérfanos,
abandonados, niños mutilados, desaparecidos, desplazados, imposibilitados para ir
a la escuela, niños marginados, con sus almas nuevas y ya marchitas llenas de
confusiones, de temores y de odios. Para que no haya niños en la guerra lo único
que se necesita es que no haya guerra.

¿Desde Cuándo está Colombia en Guerra?. Desde Siempre.

Lo que ocurre es que han inventado unas guerras “buenas” y otras “malas”.
Guerras que han empezado “buenas” y se han vuelto “malas”. O la misma
guerra que para unos es “buena” y para otros “mala”. En todas ha existido
niños, unos han muerto y otros han sobrevivido (no se sabe qué es más trágico si
morir o sobrevivir). Son herederos de una guerra que a unos los atrapó niños y
los mató aún siendo niños. Otros empezaron niños y se han muerto de viejos en
el trasegar de esa lucha sin límites ni contemplaciones.

El artículo “Elogio a la dificultad”, y los comentarios a la obra “Violencia,


Democracia y Derechos Humanos”, de Estanislao Zuleta, son de vital importancia
en los actuales momentos de crisis por la que atraviesa el País. Por tal motivo se
anexan al documento, con el propósito de hacer un acercamiento a sus principios
políticos y profundidad argumentativa, que permitan avizorar en el lector,
elementos críticos frente a la problemática social y de violencia generalizada en
Colombia.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 17

1.1.2 Elogio a la Dificultad

“Cuando en 1980 Estanislao Zuleta recibió el título de Doctor Honoris Causa en


Psicología de la Universidad del Valle, respondió al homenaje con esta conferencia
difundida como volante en universidades, tabernas, sindicatos y ya publicada en el
M. D (febrero 1, 1981), volvemos a reproducirla por su claridad y vigencia.”

La pobreza y la impotencia de la imaginación nunca se manifiesta de una manera


tan clara como cuando se trata de imaginar la felicidad. Entonces comenzamos a
inventar paraísos, islas afortunadas, países de Cucaña. Una vida sin riesgos, sin
lucha, sin búsqueda de superación y sin muerte. Y por lo tanto también sin
carencias y sin deseo: un océano de mermelada sagrada, una eternidad de
aburrición. Metas afortunadamente inalcanzables, paraísos afortunadamente
inexistentes.

Todas estas fantasías serian inocentes e inocuas, si no fuera porque constituyen el


modelo de nuestros propósitos y de nuestros anhelos en la vida practica. Aquí
mismo, en los proyectos de la existencia cotidiana mas acá del reino de las
mentiras eternas, introducimos también el ideal tanto de la seguridad garantizada,
de las reconciliaciones totales, de las soluciones definitivas. Puede decirse que
nuestro problema no consiste solamente ni principalmente en que no seamos
capaces de conquistar lo que nos proponemos, si no en aquello que nos
proponemos; que nuestra desgracia no esta tanto en la frustración de nuestras
deseos, como en la forma misma de desear. Deseamos mal. En lugar de desear
una relación humana inquietante, compleja y perdible, que estimule nuestra
capacidad de luchar y nos obligue a cambiar, deseamos un idilio sin sombras y sin
peligros, un nido de amor y por lo tanto, en ultima instancia un retorno al huevo.

En lugar de desear una sociedad en la que sea realizable y necesario trabajar


arduamente para hacer efectivas nuestras posibilidades, deseamos un mundo de la
satisfacción, una monstruosa sala cuna de abundancia pasivamente recibida. En
lugar de desear una filosofía llena de incógnitas y preguntas, queremos poseer una
doctrina global, capaz de dar cuenta de todo, revelada por espíritus que nunca han
existido o por caudillos que desgraciadamente si han existido.

Adán y sobre todo Eva, tienen el mérito original de habernos liberado del paraíso,
nuestro pecado es que anhelamos regresar a él.

Desconfiemos de las mañanas radiantes en las que se inicia un reino milenario.


Son muy conocidos en la historia, desde la antigüedad hasta hoy, los horrores a
los que pueden y suelen entregarse los partidos provistos de una verdad y de una
meta absolutas, las iglesias cuyos miembros han sido alcanzados por la gracia por

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Justicia Social y Violencia en Colombia 18

la desgracia de alguna revelación. El estudio de la vida social y de la vida personal


nos enseña cuán próximos se encuentran una de otro la idealización y el terror. La
idealización del fin, de la meta y el terror de los medios que procurarán su
conquista. Quienes de esta manera tratan de someter la realidad al ideal, entran
inevitablemente en una concepción paranoide de la verdad: en un sistema de
pensamiento tal, que los que se atrevieran a objetar algo quedan inmediatamente
sometidos a la interpretación totalitaria: sus argumentos, no son argumentos, sino
solamente síntomas de una naturaleza dañada o bien máscaras de malignos
propósitos.

En lugar de discutir, el razonamiento se le reduce a un juicio de pertenencia al otro


y el otro es en este sistema, sinónimo de enemigo, se procede a un juicio de
intenciones. Y este sistema se desarrolla peligrosamente hasta el punto en que ya
no solamente rechaza toda oposición, sino también toda diferencia: el que no está
conmigo esta contra mí, y el que no esta completamente conmigo, no esta con
migo. Así como hay, según Kant, un verdadero abismo de la razón que consiste
en la petición de un fundamento último e incondicionado de todas las cosas, así
también hay un verdadero abismo de la acción, que consiste en la exigencia de
una entrega total a la “causa” absoluta y concibe toda duda y toda crítica como
traición o como agresión.

Ahora sabemos que por una amarga experiencia de este abismo de la acción, con
sus guerras santas y sus orgías de fraternidad no es una característica exclusiva de
ciertas épocas del pasado o de civilizaciones atrasadas en el desarrollo científico y
técnico; que puede funcionar muy bien y desplegar todos sus efectos sin abolir
una gran capacidad de inventiva y una eficacia macabra. Sabemos que ningún
origen filosóficamente elevado o supuestamente divino, inmuniza a una doctrina
contra el riesgo de caer en la interpretación propia de la lógica paranoide que
afirma un discurso particular todos lo son como la designación misma de la
realidad y los otros como ceguera o mentira.

El atractivo terrible que poseen las formaciones colectivas que se embriagan con la
promesa de una comunidad humana no problemática, basada en una palabra
infalible, consiste en que suprimen la indecisión y la duda, la necesidad de pensar
por si mismo y otorgan a sus miembros una identidad exaltada por participación,
separan un interior bueno el grupo y un exterior amenazador. Así como se ahorra
sin duda la angustia, se distribuye mágicamente la ambivalencia en un amor por lo
propio y un odio por lo extraño y se produce la más grande simplificación de la
vida, la más espantosa facilidad. Y cuando digo aquí facilidad, no ignoro ni olvido
que precisamente este tipo de formaciones colectivas, se caracterizan por una
inaudita capacidad de entrega y sacrificios: que sus miembros aceptan y desean el
heroísmo, cuando no aspiran a la palma del martirio, facilidad, sin embargo por

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Justicia Social y Violencia en Colombia 19

que lo que el hombre teme por encima de todo no es la muerte y el sufrimiento,


en los que tantas veces se refugia, sino en la angustia que genera la necesidad de
ponerse en cuestión, de combinar el entusiasmo y la critica, el amor y el respeto.

Un síntoma inequívoco de la dominación de las ideologías proféticas y de los


grupos que las generan o que someten a su lógica doctrinas que les fueron
extrañas en su origen, es el descrédito en que cae el concepto de respeto. No se
quiere saber nada del respeto, ni de la reciprocidad, ni de la vigencia de normas
universales. Estos valores aparecen más bien como males menores propios de un
resignado escepticismo, como signos de que se han abdicado las más caras
esperanzas. Porque el respeto y las normas sólo adquieren vigencia allí donde el
amor, el entusiasmo, la entrega total a la gran misión, ya no pueden aspirar a
determinar las relaciones humanas. Y como el respeto es siempre el respeto a la
diferencia, sólo puede afirmarse allí donde ya no se cree que la diferencia puede
disolverse en una comunidad exaltada, transparente y espontánea o en una fusión
amorosa. No se puede respetar el pensamiento del otro, tomarlo seriamente en
consideración, someterlo a sus consecuencias.

Ejercer sobre el una crítica, válida también en principio para el pensamiento


propio, cuando se habla desde la verdad misma, cuando creemos que la verdad
habla por nuestra boca; porque entonces el pensamiento del otro sólo puede ser
error o mala fe y el hecho mismo de su diferencia con nuestra verdad es prueba
contundente de su falsedad, sin que se requiera ninguna otra. Nuestro saber es el
mapa de la realidad y toda línea que se separe de él sólo puede ser imaginaria o
algo peor: voluntariamente torcida por inconfesables intereses. Desde la
concepción apocalíptica de la historia las normas y las leyes de cualquier tipo, son
vistas como algo demasiado abstracto y mezquino frente a la gran tarea de realizar
el ideal y de encarnar la promesa; y por lo tanto sólo se reclaman y se valoran
cuando ya no se cree en la misión incondicionada.

Pero lo que ocurre cuando sobreviene la gran desidealización no es generalmente


que se aprenda a valorar positivamente lo que tan alegremente se había
desechado o estimado sólo negativamente; lo que se produce entonces, casi
siempre, es una verdadera ola de pesimismo, escepticismo y realismo cínico. Se
olvida entonces de la critica a una sociedad injusta, basada en la explotación y en
la dominación de clase, era fundamentalmente correcta y que el combate por una
organización social racional e igualitaria sigue siendo necesario y urgente. A la
desidealización sucede el arribismo individualista que además piensa que ha
superado toda moral por el solo hecho de que ha abandonado toda esperanza de
una vida cualitativamente superior, lo más importante lo más necesario, lo que de
todos modos hay que intentar es conservar la voluntad de luchar por una sociedad
diferente sin caer en la interpretación paranoide de la lucha.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 20

Lo difícil pero también esencial es valorar positivamente el respeto y la diferencia,


no como un mal menor y un hecho inevitable, sino como lo que enriquece la vida e
impulsa la creación y el pensamiento, como aquella sin lo cual una imaginaria
realidad de los justos cantaría el eterno Hosanna del aburrimiento satisfecho. Hay
que poner un gran signo de interrogación sobre el valor de lo fácil; no solamente
sobre sus consecuencias, sino sobre la cosa misma, sobre la predilección por todo,
aquello que no exige de nosotros ninguna superación, ni nos pone en cuestión ni
nos obliga a desplegar nuestras posibilidades. Hay que observar con cuánta
desgraciada frecuencia nos otorgamos a nosotros mismos, en la vida personal y
colectiva, la triste facilidad de ejercer lo que llamare una no reciprocidad lógica; es
decir el empleo de un método explicativo completamente diferente cuando se trata
de dar cuenta de los problemas, los fracasos y los errores propios y los del otro
cuando es adversario o cuanto discutamos con el.

En el caso del otro aplicamos el esencialismo: lo que ha hecho, lo que le ha


pasado es una manifestación de su ser más profundo; en nuestro caso aplicamos
el circustancialismo, de manera que aún los mismos fenómenos se explican por las
circunstancias adversas, por alguna desgraciada coyuntura. El es así: yo me vi
obligado, el cosecho lo que había sembrado; yo no pude evitar este resultado. El
discurso del otro no es más que un síntoma de sus particularidades, de su raza, de
su sexo, de su neurosis, de sus intereses egoístas; el mío es una simple
constatación del los hechos y una deducción lógica de sus consecuencias.
Preferiríamos que nuestra causa se juzgue por los propósitos y la adversaria por
los resultados.

Y cuando de este modo nos empeñamos en ejercer esa no reciprocidad lógica que
es siempre una doble falsificación, no sólo irrespetamos al otro, sino también a
nosotros mismos, puesto que nos negamos a pensar efectivamente el proceso que
estamos viviendo. La difícil tarea de aplicar un mismo método explicativo y crítico
a nuestra posición y a la opuesta no significa desde luego que consideremos
equivalentes las doctrinas, las metas y los intereses de las personas, los partidos,
las clases y las naciones en conflicto.

Significa por el contrario que tenemos suficiente confianza en la superioridad de


las causas que defendemos, como para estar seguros de que no necesita ni le
conviene esa doble falsificación con la cual, en verdad, podría defenderse cualquier
cosa. En el carnaval de miseria y derroche propio y del capitalismo tardío se oye a
la vez lejana y urgente la voz de Goethe y Marx que nos convocaron a un trabajo
creador, difícil, capaz de situar al individuo concreto a la altura de las conquistas
de la humanidad.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 21

Dostoyewski nos enseño a mirar hasta donde van las tentaciones de tener una fácil
relación interhumana; van no sólo en el sentido de buscar el poder, ya que si no se
puede lograr una amistad respetuosa en una empresa común se produce lo que
Bahro llama intereses compensatorios: la búsqueda de amos, el deseo, de ser
vasallos, en anhelo de encontrar a alguien que nos libere de una vez por todas del
cuidado de que nuestra vida tenga un sentido.

Dostoyewski entendió hace más de un siglo, que la dificultad de nuestra liberación


procede de nuestro amor a las cadenas. Ámamos las cadenas, los amos, las
seguridades por que nos evitan la angustia de la razón. Pero en medio del
pesimismo de nuestra época se sigue desarrollando el pensamiento histórico, el
psicoanálisis, la antropología, el marxismo, el arte y la literatura. En medio del
pesimismo de nuestra época surge la lucha de los proletarios que ya saben que un
trabajo insensato no se paga con nada, ni con automóviles ni con televisores;
surge la rebelión magnifica de las mujeres que no aceptan una situación de
inferioridad a cambio de halagos y protecciones; surge la insurrección desesperada
de los jóvenes que no pueden aceptar el destino que se les ha fabricado.

1.1.3 Violencia, Democracia y Derechos Humanos

La mayoría de los ensayos y conferencias de Estanislao Zuleta incluidos en su libro


póstumo, oscilan entre dos aspectos antagónicos: la violencia y los derechos
humanos.

El lector de esta obra póstuma del profesor Estanislao Zuleta, encontrará un


desarrollo bastante elaborado de:

Los principales problemas políticos y sociales por los que atraviesa el país,
precisando las causas de las diferentes violencias que se han dado desde 1948.
Aunque el conjunto de ensayos y conferencias contenidos en este libro no se
refieren exclusivamente a los problemas de violencia, la reflexión política que
subyace en su interior, intenta en lo fundamental darle una salida a esta crónica
incapacidad de diálogo para llegar a acuerdos con todas las fuerzas en disputa por
la vía de la democracia y los derechos humanos, o lo que es lo mismo, por la vía
política legal civilizada.

El pensamiento político con el cual el autor afronta su intensa discusión, proviene


en un sentido fuerte de la filosofía Kantiana: el hombre quiere la concordia pero la
naturaleza sabe mejor qué es lo que conviene a su especie: “ella quiere la
discordia”: la multiplicidad de intereses, los conflictos y los eternos desequilibrios
en la relación hombre naturaleza no han sido fácilmente solucionables en ningún
estadio del devenir social.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 22

Las sociedades llamadas democráticas no han podido resolver la manera como se


pueden determinar los intereses que la razón debe seguir o defender y los
intereses que se deben criticar y combatir. Un subjetivismo simplón muy
generalizado sostiene que el interés de cada cual, es simplemente aquello que la
persona requiere y el interés colectivo es el resultado de una equívoca estadística
donde supuestamente la mayoría tiene la razón. ¿Cómo hacer para determinar los
intereses de las personas para los cuales se postulan políticas y derechos?. Este
es uno de los aspectos sobre el que vuelve una y otra vez Estanislao en este libro.

Las sociedades democráticas no han resuelto satisfactoriamente este punto, al cual


el autor, con la ayuda de Kant le dedica largas meditaciones; derechos humanos y
democracia llevan implícito la defensa de la libertad de expresión el derecho al uso
publico de la razón y a ubicar de manera precisa el uso práctico de la razón.

De aquí, Zuleta con la ayuda del gran filósofo alemán extrae un punto de vital
importancia para la Colombia de hoy. Una Constitución es más democrática
cuando más fácil y rápidamente se le puede cambiar. El problema no es lo que la
Constitución dice, lo que el sistema dice de si mismo, sino lo que hace, la forma
como los hombres viven allí donde existe esa constitución.

Tenemos la exigencia de pensar los individuos y las sociedades concretas en sus


múltiples determinaciones y en la estructura de sus posibilidades efectivas; la
constitución y el derecho son conquistas humanas limitadas, pues de nada sirve el
derecho sí no tenemos posibilidades.

Democracia, derechos humanos y libertad no es otra cosa que posibilidad: “uno


no tiene las libertades por que estén escritas en alguna parte o por hacer aquello
que la ley no le prohíbe, es todavía necesario otra cosa: que no se lo prohíba la
vida”. Una verdadera democracia no puede pensar solamente en los derechos sino
en la participación real de la población en todas aquellas cosas que afectan su vida
individual y colectiva. La democracia que añoró Zuleta debía tener en cuenta no
solamente lo que esta prohibido, sino lo que es posible, lo que ofrezca
posibilidades reales.

La constitución y las leyes son libros, la sociedad no. La violencia ha sido producto
en buena parte de un intenso proceso de desarrollo donde no ha existido la
democracia. Las grandes transformaciones ocurridas en el país, han significado la
configuración de una extraordinaria riqueza rodeada por un mar de miseria y
abandono. Más recientemente, las formas de acumulación de capital se
pervirtieron y la vieja ética burguesa fue sustituida velozmente por un ánimo de
enriquecimiento rápido que paso por encima de las libertades, los derechos, la
moral y el código penal.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 23

Como tantos lo hemos sostenido, la ética tradicional con su fundamento religioso


dejo de tener fuerza suficiente para darle forma a la vida y no fue sustituida a
tiempo por una ética laica.

La sociedad se fue hacia el abismo configurando una estructura socio - política


generadora de terror, caos y desorden. El estado reveló su debilidad endémica y
se mostró impotente ante la acción de las variadas expresiones que intentan
mediante la fuerza y sin modificar la estructura antidemocrática de la distribución
de la riqueza generar mayor caos y violencia.

Se duda incluso de la legitimidad de nuestras instituciones democráticas. Un


sistema democrático es legítimo si este logra resolver los problemas fundamentales
que han puesto en contradicción a la sociedad. Tratar de construir una sociedad
democrática al margen del interés real de la colectividad por participar del dominio
político es una vana ilusión. Pero para alcanzar una participación real se requiere
que la sociedad no solo ofrezca igualdad de derechos sino igualdad de condiciones
y posibilidades para el ejercicio de una vida digna y de una participación política
efectiva.

En el caso de Zuleta, el arte y la filosofía llegaron a ser modos de vida y la labor


política no era otra cosa que la creación de seres humanos nuevos, capaces de
vivir con la belleza, la sabiduría, el bien común y la democracia. Se trataba en
síntesis de lograr una sociedad donde el hombre pudiera desplegar todas sus
dimensiones esenciales.

Al país le ha faltado más vigor en su política económica y una orientación donde se


de verdaderamente redistribución del ingreso. Las reformas agrarias y urbanas
han sido secuestradas por pequeñas minorías de hombrecitos aventajados y
miopes. La revolución de expectativas que ha traído aparejado el intenso proceso
de desarrollo vivido en el país en los últimos años en lo económico y social.

En nuestro medio y particularmente como causa del Frente Nacional, se ha


impuesto una ética de enriquecimiento fácil y una forma de hacer política donde
predomina el clientelismo y la corrupción.

El país durante mucho tiempo con su “glorioso” invento de la pacificación por la


vía del Frente Nacional, quedó secuestrado políticamente y la lucha ideológica fue
cediendo sorprendentemente su lugar a un clientelismo contratista, que encontró
en los puestos burocráticos del Estado un impresionante mecanismo de
acumulación de capital. La lucha política y confrontación de ideologías cedió su
lugar a un sistema de privilegios pactados y de tráfico de influencias que
configuraron un estado débil y antidemocrático.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 24

La critica social, no debe buscar sus nuevos horizontes confrontando


abstractamente liberalismo y planificación central, pues ni el liberalismo ni un
colectivismo idealizado pueden construir sociedades verdaderamente democráticas,
donde se garanticen el pluralismo de formas vitales y el individualismo en los
estilos de vida.

Las posibilidades dogmáticas, igualmente, han conducido al fracaso pues no es


posible tratar de acomodar la realidad a una teoría absoluta que lo explique todo.
Así por ejemplo, si la realidad económica no se acomoda a lo que dice la teoría, la
falla según los dogmáticos se encuentra en la realidad y no en la teoría: quien
falla es la realidad, pues ésta debe encajar a toda costa en la teoría.

La democracia implica que nadie posee una ciencia por medio de la cual se pueda
afirmar en el dominio de lo político, esto es lo verdadero o esto es lo falso. Si
hubiese tal ciencia, quien la poseyese, como pensaron por muchos años los
marxistas, podría y debería tomar el lugar del cuerpo político, es decir, ser un
soberano, ser un rey. Pero la democracia y la monarquía como se sabe tienen
malas relaciones y quien crea que son compatibles no está haciendo sino una
broma siniestra. Los marxistas han pensado que ellos son los que tienen la
verdad, porque ellos son los poseedores de la teoría marxista: para pensar en la
democracia hay que dejar de lado esas verdades teóricas que funcionan como
enormes bloques que se atraviesan en la ruta de lo desconocido.

Como sostiene Habermas, la tarea del futuro consiste en que se pueda garantizar
la mayor cantidad posible de igualdad jurídica con el fin de posibilitar al mismo
tiempo, la mayor cantidad posible de individualismo.

La problemática de este libro, hunde sus raíces en la búsqueda de una sociedad


polifónica dónde se respeten las diferencias educándonos día tras día en el
pensamiento y el amor por la democracia y los derechos humanos. Tenemos en
nuestras manos el pensamiento político del último Zuleta donde no se encontrarán
respuestas que se puedan manejar como recetas, pero si un conjunto de
cavilaciones que nos dejó como regalo de despedida poco antes de morir.

1.2 DESPLAZAMIENTO EN COLOMBIA

1.2.1 Los Desplazados Internos por la Violencia

“Estar de paso, siempre de paso


Tener la tierra como posada,
Tenerlo todo como prestado,

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Justicia Social y Violencia en Colombia 25

No tener sombra sino equipaje,


Tal vez mañana, mañana o nunca.”

Letanías del desterrado. Miguel Angel Asturias

Prolegómenos

La situación de los desplazados en Colombia es de gran magnitud. Ya que la


mayoría no tiene esperanza de regresar a sus moradas de origen, acentuando el
desarraigo en todas sus manifestaciones. Son innumerables las causas del
desplazamiento en el país, pero tal vez entre las que más han incidido, se
encuentran: la violencia, la situación socio económica y las fumigaciones
indiscriminadas.

La guerra fría evidenció la complejidad del problema de los desplazados internos


en varios lugares del mundo al igual que sus dimensiones políticas, sociales,
económicas, psicológicas y jurídicas. En efecto, el número de personas afectadas
en el mundo resalta la necesidad de considerar a las personas desplazadas con la
misma o con más atención con la que se considera a los refugiados en el mundo.

Se calcula que el número de desplazamientos internos en el mundo aumentó a 25


- 30 millones de personas, mientras que el número de refugiados disminuyó a 14.4
millones (Cohen, 1996: 20). La situación, que comienza a preocupar a la
comunidad internacional, es protagonizada por varias naciones en desarrollo entre
las cuales, desafortunadamente, Colombia ocupa un lugar preeminente.

Es necesario hacer un acercamiento conceptual a las condiciones de los


desplazados en Colombia que sirvan de base para la formulación de una política
integral de corto, mediano y largo plazo. Gran parte de la discusión se centra en
la situación de los desplazados y deja a un lado la de los refugiados por tres
razones centrales. Primero, porque a diferencia de lo que sucede en otros países,
los colombianos no suelen buscar refugio en otras naciones ni invocar la protección
de organismos internacionales. Segundo, porque las causas que motivan las
movilizaciones al extranjero son las mismas que generan desplazamientos internos.
Finalmente, porque los desplazamientos merecen mayor atención en el país por las
enormes consecuencias socioeconómicas y políticas que producen.

1.2.2 Causas y Características del Desplazamiento Interno

Las cifras del desplazamiento en Colombia, desde 1985 al 2000, muestran una
progresión alarmante. Según la ANUC y la ONU: la población estimada de
desplazados en los últimos quince años del siglo XX, es de 2.160.357 personas.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 26

Las ONG’S, que trabajan en derechos Humanos en Colombia han planteado en sin
número de ocasiones que, el conjunto del estado no parece tener voluntad política
real de priorizar la prevención del desplazamiento, incorporar esta situación en la
agenda pública estatal y establecer una estrategia eficaz e integral de protección a
la población en riesgo. Consideran además, que el elevado perfil de esta
problemática podrá atacar la impunidad de la que gozan los responsables del
desplazamiento. Impunidad generalizada, ya que no existe hasta el momento un
solo enjuiciado, ni penal ni administrativamente, como autor del desplazamiento.

La situación en el País es compleja y grave en esta materia si se tiene en cuenta


que al hecho en sí del desplazamiento, le anteceden otra serie de crímenes como
masacres, homicidios, desapariciones, secuestros, violaciones, tratos crueles entre
otros. El éxodo forzado o desplazamiento que se adelanta en gran parte de la
geografía Nacional, se puede identificar con una contrarreforma agraria, en la que
las víctimas son expulsadas de sus territorios y tierras.

La violencia que caracteriza el acontecer político colombiano desde mediados del


siglo XX ha sido acompañada por un proceso paralelo de desplazamientos internos.
El conflicto armado, la delincuencia común, la lucha por la tenencia de la tierra, la
ineficacia del sistema judicial y la ausencia de mecanismos eficientes para la
solución pacífica de controversias entre ciudadanos, son algunas de las causas de
la violencia en Colombia, que a su vez, originan desplazamientos internos. La gran
mayoría de las organizaciones de la sociedad civil colombiana coinciden en señalar
que la causa principal del desplazamiento es la violencia política (estado - grupos
guerrilleros), la violación masiva de derechos humanos y el irrespeto constante de
las normas del derecho internacional humanitario que buscan proteger la población
civil. Las poblaciones afectadas, por su parte, señalan que los actores que con
mayor frecuencia obligan los desplazamientos son la guerrilla (31.87%), los
paramilitares (21.08%) y el ejército (19.56%), (Conferencia Episcopal
Colombiana, 1995), todos sujetos activos o pasivos de amenazas, atentados,
homicidios y en menor medida, torturas, bombardeos, desalojos, miedo y
reclutamientos forzosos.

La dinámica del conflicto armado colombiano hace que se presenten luchas


permanentes por disputar el poder territorial y por asegurar la lealtad de la
población (Reyes Posada, 1994, ANUC - UR, 1997). En el proceso, aparecen un
número importante de discrepancias en las zonas de violencia entre los
campesinos y sus organizaciones representativas, por una parte, y los
terratenientes, por la otra. Claramente, detrás del conflicto armado en el que
participan la Fuerza Pública, los paramilitares y los grupos guerrilleros existe un
conflicto social agrario muy serio que protagonizan los campesinos y los grandes
propietarios de tierra en el país. Ambos conflictos conviven, especialmente en

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Justicia Social y Violencia en Colombia 27

zonas en las cuales hay fuertes intereses comerciales tales como la zona bananera
del Urabá, las áreas de explotación de petróleo y la región de minas de oro y plata
en el nordeste antioqueño (Romero, 1993: 87).

Lo anterior indica que las causas inmediatas de los desplazamientos internos son la
violación de los derechos humanos políticos y civiles de las personas afectadas, la
falta de aplicación de las normas del derecho internacional humanitario y la
violencia generalizada. De acuerdo con la Consulta sobre Desplazamiento y
Refugio en la Región Andina realizada en Lima en 1993, estas causas se
manifiestan físicamente a través de asesinatos, masacres, desapariciones forzosas,
secuestros, torturas, bombardeos, destrucción de viviendas, detenciones ilegales,
allanamientos sin requisitos legales y abuso sexual de las mujeres (Vargas, 1994).

Esta lista es complementada por otras organizaciones que resaltan la importancia


de incluir: las devastaciones del medio ambiente (Raper, 1996: 20), los
operativos antinarcóticos (Valencia, 1993: 47), las contrarreformas agrarias
impulsadas por los narcotraficantes a través de la compra de grandes extensiones
de tierra, la militarización de la lucha Antinarcóticos con las consecuentes
violaciones de derechos humanos que se derivan de esta decisión y el uso de
minas como sucedió en América Central (ICRC, 1995).

La interacción de esta diversidad de causas creó en Colombia un fenómeno de


desplazamientos con características peculiares dentro del contexto mundial. En
particular, las formas de desplazamiento, las estimaciones numéricas, las zonas de
origen y de destino de los desplazados, y el número de actores estatales y no
estatales involucrados en el tema. Son cuatro los factores que indican las
condiciones especiales del fenómeno en el país. Las formas de desplazamiento de
acuerdo con el número de desplazados, pueden ser, éxodos campesinos,
desplazamientos familiares y desplazamientos individuales. Aún cuando cada una
de estas categorías supone la elaboración de soluciones diferentes, sólo los éxodos
campesinos suelen recibir la atención de las autoridades a nivel nacional,
departamental y municipal.

Las otras dos categorías, por el contrario, tienen un perfil más bajo dentro del
país, lo cual, a su vez, hace que las soluciones de corto y de largo plazo para estas
comunidades sean postergadas indefinidamente. En ambos casos, sin embargo, el
fenómeno es aceptado por la gran mayoría de colombianos como algo normal
dentro de la historia contemporánea del país, lo cual le imprime la característica de
ser un problema inoperante (Vargas, 1993: 116).

Otro tipo de categorías consultan la duración del fenómeno. De acuerdo con esta
perspectiva, hay tres grupos diferenciables: desplazamientos temporales

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Justicia Social y Violencia en Colombia 28

ocasionados por las acciones de los actores del conflicto armado; desplazamientos
definitivos en los cuales los campesinos no retornan y prefieren asentarse en
ciudades o en otros territorios y desplazamientos intermitentes en los cuales los
campesinos retornan y se desplazan nuevamente en varias oportunidades
(Romero, 1995: 251).

Por lo general, las mencionadas formas de desplazamiento afectan a comunidades


campesinas. En menor intensidad, se presentan casos de activistas de derechos
humanos, periodistas, sindicalistas, dirigentes políticos, indígenas, trabajadores
bananeros, trabajadores de industrias petroleras y metalmecánicas, profesores y
comunidades negras.

Los esfuerzos recientes para cuantificar el desplazamiento interno en Colombia, en


segundo lugar, permiten conocer con mayor precisión algunas de las
características del fenómeno. El principal de ellos, realizado por la Conferencia
Episcopal Colombiana (1995) ofrece varias estadísticas:

Características Numéricas del Desplazamiento Interno en Colombia

• Número de personas desplazadas (1985 - 1995): 586.261


• Número de familias afectadas (1985 - 1995): 108.301
• Composición: 58,2% mujeres (de las cuales 24,6% son cabezas de familia),
72% menores de 25 años.
• Profesión: 40,7% asalariados agrícolas y / o pequeños y medianos
campesinos. Otras categorías: comerciantes, empleados, obreros, maestros,
ganaderos, vendedores ambulantes y profesionales.
• Nivel de educación: 16,05% sin educación, 51% sólo con primaria.
• Ayuda humanitaria antes del desplazamiento: 83,3% no la recibieron.
• Propiedades: 69,32% con vivienda propia que pierden luego del
desplazamiento.

Las cifras presentadas en el Cuadro anterior son un indicativo que debe


interpretarse con cautela por la dificultad de recopilar información sobre
desplazados. El problema central radica en que, a diferencia de lo que sucede en
muchas otras naciones, las personas afectadas en Colombia normalmente se
movilizan en grupos pequeños de pocas familias o individuos (Deng, 1994: y en
silencio para evitar ser identificados como refugiados o desplazados (Deng, 1994:
6, Borgen, 1995: 7).

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Justicia Social y Violencia en Colombia 29

El tercer factor que permite una caracterización del desplazamiento interno en


Colombia son los sitios de origen y de destino de los desplazados. Lo que refleja el
cuadro con respecto a los lugares de origen coincide, en líneas generales, con las
zonas de alta actividad guerrillera y con las regiones con una presencia
considerable de narcotraficantes y latifundistas tradicionales (Reyes Posada,
1994). En los lugares de destino, por su parte, sobresale Bogotá que a lo largo del
tiempo se convirtió en un gran receptor de población desplazada que complica los
retos de planificación urbana y de empleo (Romero, 1993: 75).

Zonas Afectadas por Desplazamientos

Lugares de origen: Antioquía, Santander, Meta, Córdoba, Boyacá, Cauca, Bolívar,


Norte de Santander, Cesar, Arauca, Magdalena, Cundinamarca, Caquetá, Valle,
Huila, Sucre, Caldas, Magdalena Medio, Casanare, Arauca, Meta, Guaviare, Tolima
y Huila.

Lugares de destino: principalmente otras zonas rurales o ciudades tales como


Bogotá, Cali, Barranquilla, Bucaramanga y otras 27 ciudades intermedias
adicionales por todo el país.

Fuente: Conferencia Episcopal Colombiana (1995); Reyes Posada (1994).

Finalmente, el alto número de actores involucrados con los desplazados es una


cuarta característica que hace de Colombia un caso muy particular: alrededor de
veinte ONG’S y otro tanto de entidades estatales directamente vinculadas al tema.
Esta dimensión evidencia las enormes dificultades para negociar soluciones en un
tema que día a día se politiza con más intensidad y con serias consecuencias sobre
la capacidad del estado de convocar alrededor del mismo.

1.2.3 Políticas Institucionales para los Desplazados en Colombia

Las políticas gubernamentales para la atención de los desplazados tienen como


punto de partida que el conflicto armado va a continuar por lo menos en el
mediano plazo (las iniciativas de paz propuestas por el gobierno Samper
mencionan un lapso de tiempo dilatado de hasta cinco o siete años). Sobre esta
base, debe atenderse al desplazado dentro del conflicto, lo cual enmarca la
iniciativa en el Derecho Internacional Humanitario, en tanto constituye una
regulación de la guerra, particularmente el artículo tercero común de los Acuerdos
de Ginebra, que trata los conflictos internos.

La precisión anterior resulta fundamental para entender el ámbito de una política


institucional de apoyo a los desplazados, cuyos alcances no permiten una solución

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Justicia Social y Violencia en Colombia 30

definitiva del problema, pues resulta evidente que tal posibilidad se identifica
claramente con la solución del conflicto interno, es decir, con la política de paz.

Por otra parte, si se quieren diseñar soluciones de mediano y largo plazo para los
desplazados, nos estaremos moviendo nuevamente en un marco más amplio que
es el de las políticas sociales del Estado, ya que las necesidades del desplazado en
poco difieren de las que tiene la totalidad de la población marginada del País.

En 1994, el Ejecutivo diseñó una política nacional para la atención a los


desplazados, que se ha venido evaluando y complementando con la participación
activa de ONG’S, Organizaciones Internacionales, la Iglesia Católica y la
Universidad, hasta llegar a la institucionalización legislativa a través de la Ley 387
de agosto de 1997, y la creación de una Consejería Presidencial para los
Desplazados, encargada de coordinar las iniciativas estatales y privadas en torno al
tema.

La Ley tiene como fundamento la consagración de la responsabilidad expresa del


Estado en torno a la formulación de políticas y la adopción de las medidas para la
prevención, atención, protección y consolidación y estabilización socioeconómica
de los desplazados.

Estas actividades del Estado se dirigen a los desplazados que han sido definidos en
los términos de la Declaración de Cartagena de 1984 y las Convenciones de
Ginebra de 1951 y 1967; dicha actividad se enmarca en una serie de principios
aceptados por el derecho internacional de la movilidad humana tales como el
derecho al retorno, a la ayuda humanitaria, a la unificación familiar, etc.

La consagración de la responsabilidad estatal adquiere una relevancia mayor si se


tiene en cuenta que en Colombia existe una acción constitucional que permite a
cualquier persona solicitar ante un juez el cumplimiento de las obligaciones
establecidas en la Ley.

1.2.4 Sistema Nacional de Atención Integral

Sobre las bases expuestas la Ley constituyó un Sistema Nacional de Atención


Integral a la Población Desplazada por la Violencia integrado por un Consejo
Nacional de alto nivel que traza las políticas; un organismo ejecutor y coordinador
que es la Consejería Presidencial para los Desplazados y unas entidades
descentralizadas en el nivel regional y municipal. En principio las Organizaciones
no Gubernamentales forman parte del sistema pero sin que se haya determinado
hasta ahora los términos de su participación.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 31

Por el decreto 489 de 1999 la red de solidaridad social asumió la coordinación del
(Snaipd). En el mismo año se constituyó el grupo temático de desplazamiento
(GTD), con nueve agencias de Naciones Unidas. La Cruz Roja Internacional, otros
organismos y ONG participan como observadores.

La oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados
(Acnur), sostiene que la red de solidaridad no ha cumplido a cabalidad con los
propósitos establecidos. Señala además, las limitaciones de las que adolece la
política estatal. Se le ha planteado al gobierno la urgente necesidad de que se
apruebe el plan Nacional de atención al desplazamiento forzoso, listo para sanción
presidencial desde 2001.

La actividad del Sistema estará orientada por un Plan Nacional, diseñado con base
en una Red Nacional de Información que intenta solucionar el problema de la
disponibilidad de datos confiables sobre el fenómeno del desplazamiento.

Desde el punto de vista metodológico y operativo hubo consenso en torno a la


necesidad de establecer varias etapas de acción durante la ejecución de políticas
dirigidas a asistir individuos desplazados. En este campo se tratan de encontrar
soluciones integrales trabajando en el marco de un continuo que comienza con el
alivio de una situación de emergencia y termina en la solución definitiva de
desarrollo. Desde este punto de vista, hay cuatro fases para la solución de los
desplazamientos:

Fase 1: Prevención. La idea de esta fase es anticiparse a situaciones que puedan


causar desplazamientos. Para ello hay quienes proponen el establecimiento de
mecanismos de alerta temprana como mecanismo preventivo (Valencia, 1994).

Fase 2: Atención Humanitaria de Emergencia. Consiste en el conjunto de


acciones dirigidas a atender las necesidades inmediatas de los desplazados. Aquí
intervienen la consejería presidencial para los Desplazados, la Cruz Roja y la Red
de Solidaridad Social para proveer cuestiones básicas de salubridad y alimentación.

Esta etapa es supremamente importante en los sitios de ubicación temporal de


desplazados por las emergencias sanitarias causadas por hacinamiento,
inadecuadas condiciones de ventilación e iluminación, enfermedades infecciosas,
servicios sanitarios deficientes, etc.

Fase 3: Retorno. Se trata de crear una serie de condiciones que permitan que los
desplazados inicien una vida en un lugar nuevo o regresen en condiciones de
seguridad al lugar de partida. Para facilitar la implementación de esta fase, se
hacen recomendaciones para la repatriación de refugiados que son de gran utilidad

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Justicia Social y Violencia en Colombia 32

para el retorno de desplazados (Forbes, 1989: 20 - 21). De acuerdo con varios


estudios, se requiere definir la magnitud de los retornos que serán promovidos por
el estado colombiano y por las ONG’S especificando en cada caso el tamaño del
grupo, el número de lugares de retorno, el número de organizaciones que prestan
ayuda y los fondos disponibles para ejecutar los programas; analizar el contexto en
el cual se lleva a cabo el retorno en términos de las fuerzas internas que puedan
oponerse a esa ubicación; definir los mecanismos de asistencia que necesitan los
desplazados y coordinar una buena distribución de funciones para evitar duplicidad
de esfuerzos e ineficiencia; relacionar los esfuerzos de retorno o reubicación con
los planes generales del estado en materia de seguridad para que esto forme parte
de una estrategia general de paz; planificar un sistema de protección a quienes
retornen, que prevenga situaciones futuras similares y considerar de manera
especial la situación de las mujeres, los niños, los ancianos y los incapacitados.

Fase 4: De la consolidación y estabilización socioeconómica. Finalmente, en esta


fase se llevan a cabo planes de desarrollo para dar autonomía económica a los
desplazados. Lo importante es que los afectados sean partícipes de opciones
económicas individuales, familiares o colectivas dependiendo del tipo de
desplazamiento. Para ello es necesario contar con propuestas de autogestión tales
como proyectos de economía solidaria y microempresas comunitarias (Duque,
1993: 182).

Muchas de estas soluciones fueron tenidas en cuenta para el tratamiento de


desplazados en la región centroamericana. Este tema, ampliamente explorado por
la literatura especializada, arroja una serie de lecciones que sirven
tangencialmente los intereses de Colombia. Hay, sin embargo, dos diferencias
fundamentales que hacen que los casos de Nicaragua, El Salvador y Guatemala se
distingan del colombiano: en primer lugar, el caso colombiano hasta ahora
comienza a recibir la atención internacional que, en su momento, recibió el
centroamericano; en segundo lugar no tiene la incidencia de un poder hegemónico
con intereses bien definidos como los tuvo Estados Unidos en Centroamérica. En
efecto, en el caso de Colombia, la presencia internacional es mínima salvo por la
representación de la Cruz Roja Internacional, las agencias de la ONU,
particularmente el Alto Comisionado para los Refugiados (con las limitaciones que
su mandato les impone) y las acciones del Internacional Council for Voluntary
Agencies (ICVA) a través del cual gobiernos extranjeros canalizan algunas
ayudas.

Por lo demás, la intervención de organismos internacionales con sedes en Bogotá


como la Organización Panamericana de la Salud, el Programa de Control
Internacional de las Drogas de las Naciones Unidas (UNIDCP), UNICEF, el Banco
Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, la OEA y otras más prefieren no

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Justicia Social y Violencia en Colombia 33

involucrarse con los desplazamientos internos en Colombia (Deng, 1994: 28). En


segundo lugar, Colombia no presenta muchos casos de refugiados como sí sucedió
en América Central en los ochenta. El número de personas que migraron
forzosamente en esta región llegó a 2 millones de personas, muchas de las cuales,
encontraron refugio en Costa Rica.

Estas dos características impiden una réplica exacta en Colombia de los programas
ejecutados en América Central. Sin embargo, no debe desecharse lo hecho a
través del Programa de Desarrollo para Desplazados, Refugiados y Repatriados
(PRODERE) para la solución del problema de desplazados (Deng, 1994: 35), se
logren objetivos claros de viable realización.

1.2.5 Los Obstáculos del Conflicto Armado

Tal vez el obstáculo más importante que enfrenta la política de apoyo a los
desplazados se presente en las localidades donde se desarrolla el conflicto armado.

Las posibilidades de prevención, atención humanitaria y protección de los


desplazados se encuentran limitadas por las dificultades de acción de las
autoridades competentes que en muchos casos se encuentran amedrentadas por
los actores del conflicto y en algunas circunstancias aún se encuentran vinculadas
extraoficialmente, con ellos.

Esta situación exige la formulación de soluciones jurídicas novedosas que permitan


superar los límites del sistema jurídico institucional. Es cuando toman notoria
trascendencia las instituciones que puedan intervenir como terceros neutrales en
los conflictos, ya sea en el ámbito nacional a través del Ministerio Público
(Procuraduría General de la Nación y Defensoría del Pueblo) y la Iglesia Católica;
o desde instancias internacionales, papel que vienen cumpliendo, cada vez con
mayor impacto el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos
Humanos, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados y el Comité
Internacional de la Cruz Roja.

En la misma línea de acción, pero con menos éxito y aceptación, se considera la


posibilidad de crear zonas Humanitarias de Distensión que permitan garantizar la
seguridad de la población civil en medio del conflicto. Las experiencias
internacionales y los pocos intentos realizados dentro del país han mostrado los
riesgos a que se expone la población civil cuando los compromisos de los actores
del conflicto no son consistentes y la neutralidad de los civiles no resulta clara. Sin
embargo es una estrategia que deberá ser considerada y perfeccionada en el
futuro, más cuando las zonas de distensión han sido consideradas dentro de los
posibles mecanismos que permitirían un diálogo del Gobierno colombiano con los

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Justicia Social y Violencia en Colombia 34

grupos insurgentes (según el informe de los Exploradores del Proceso de paz en


Colombia, difundido en septiembre del presente año).

Alejandro Reyes Posada (1994) divide las regiones de violencia política en


Colombia en ocho grandes zonas agrarias: (Urabá, Córdoba, Sucre); alrededores
de la Sierra Nevada de Santa Marta (Magdalena y Cesar); el Catatumbo y el Perijá
(Norte de Santander); el Magdalena Medio (Bolívar, Santander, Antioquía, Caldas
y Boyacá); el norte de la orinoquia (Arauca y Casanare), la región del Ariari –
Guayabero – Guaviare (Meta y Guaviare); la Amazonia (Caquetá y Putumayo) y
la región suroccidental (Valle, Cauca, Huila y Tolima). De acuerdo con este autor,
en todas estas regiones hay conflicto por la tierra.

Normalmente los desplazamientos son internos salvo algunos casos reportados de


colombianos que buscaron refugio en Ecuador y Venezuela. La situación de estos
últimos puede ser consultada en Kirk, 1993: 22 - 23.

Conferencia Episcopal Colombiana, (1995:75 - 82), la alteración del mapa


electoral, el incremento del abstencionismo, la vulneración de los derechos de
participación, libre expresión, elección, asociación y movilización (Conferencia
Episcopal Colombiana, 1995: 75 - 82, 77), y la generación de problemas
Psicosociales (Castaño y López, 1994).

Proceso de Comprensión y Análisis

• Identificar las diferentes concepciones de democracia y que elementos son


prioritarios para determinar la justicia social.
• Analizar las diferentes características de la violencia y desarrollo histórico de la
misma.
• A través de la lectura Elogio a la dificultad, argumentar de acuerdo a su criterio
personal las tareas sociales y culturales que impiden el cambio de actitud frente
a la vida.
• A los ojos de la actual realidad Colombiana, cómo se define una sociedad
democrática, a través de una verdadera participación ciudadana.
• Elaborar un mapa conceptual donde se plasmen las características y
consecuencias del desplazamiento en Colombia.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 35

Solución de Problemas
Tomando como fundamento las políticas institucionales para la atención de los
desplazados en Colombia, realizar una propuesta alternativa que permita el
reintegro a sus lugares de origen en condiciones dignas y con garantías sociales a
largo plazo a la población desplazada.

Síntesis Creativa y Argumentativa


• Elaborar un ensayo donde pueda identificar e imaginar una sociedad
Colombiana fundamentada en: la democracia participativa, pluralista, y
defensora de los derechos humanos.
• Describir y analizar en un pequeño escrito los actores del conflicto Colombiano
y argumentar quienes y por qué considera son los que más violan el derecho
internacional y los derechos humanos en Colombia.

Repaso Significativo
• De manera individual o en CIPAS, elaborar un cuadro sinóptico donde se
recojan los elementos más significativos de los núcleos temáticos de esta
unidad y que usted considere más relevantes.
• Elaborar un mapa conceptual de los elementos históricos de la violencia y las
características del desplazamiento en Colombia.

Autoevaluación

• ¿Que relación existe entre violencia y pobreza en Colombia?.


• Identificar características comunes entre los diferentes grupos de desplazados
en el país.

Bibliografía Sugerida
AGUILAR, Juan Francisco. Construcción de cultura democrática. IDEP Innove.
2000.

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BERNAL, Diana. Sánchez, José Miguel. Identidad Cultural. Instituto para la


democracia Luis Carlos Galán.
BORRRERO, Armando. Democracia y Conflicto, En F. Reyes (compilador),
Democracia y Conflictos en la escuela, Instituto para la Democracia. Bogotá.
GALÁN Luis Carlos. 1989. López de la Roche, Fabio. Izquierdas y Cultura Política.
1994. Bogotá, Cinep.
MEJÍA, Marco Raúl; Restrepo, Gabriel. Formación y educación para la Democracia
en Colombia. Bogotá, UNESCO Instituto para la democracia Luis Carlos Galán.
1997.
Construir educativamente el conflicto. Rev. Nómadas. Universidad Central.
Número 15. Págs. 24 – 49. Bogotá. Octubre de 2001.
PECAUT, Daniel. Guerra contra la Sociedad. Bogotá, Espasa Hoy. 2001.
UPRIMNY, Rodrigo. Orden Democrático y manejo de Conflictos, Bogotá. Viva la
ciudadanía. Universidad Pedagógica Nacional. 2001.
SOUSA Santos, Boaventura de. La globalización del derecho, Bogotá. Universidad
Nacional. 1998.
RAWLS, Jhon. Teoría de la Justicia. México. F. C. E. 1978.
Presidencia de la República. Red de Solidaridad Social. Programa de las N. U
ZULETA, Estanislao. “Colombia: Violencia, democracia y derechos Humanos”.
Altamir Ediciones. Bogotá. 1991.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 37

UNIDAD 2: Conflicto y Convivencia


Descripción Temática

La segunda unidad comprende temas relacionados con el conflicto colombiano y


las preocupaciones sobre el mismo desde lo educativo, orientadas a la solución
pacifica y democrática de los conflictos.

Los núcleos temáticos de la unidad están distribuidos en dos temas íntimamente


relacionados entre sí: el conflicto y sus raíces históricas y la incidencia del mismo
en la sociedad civil y hecho educativo. Estos núcleos temáticos y problemáticos
tienen un enfoque desde lo educativo y pedagógico, con relación a la solución de
los conflictos de manera pacifica y negociada.

Horizontes
• Analizar la posición de la Comunidad Internacional frente al conflicto
colombiano, identificando elementos que permitan una mayor comprensión del
conflicto armado en Colombia.
• Identificar los elementos del conflicto que ayuden a generar una pedagogía de
la negociación cultural y regulación del conflicto.
• Analizar la diferencia como elemento de no exclusión, sino como, elemento de
enriquecimiento de la convivencia con el otro.
• Interpretar la diferencia como oportunidad para generar desarrollo personal y
familiar.
• Identificar los sentimientos connaturales al conflicto buscando una mejor
comprensión y manejo de los mismos.

Núcleos Temáticos y Problemáticos


• Premisas
• La Sociedad el Estado y los Conflictos

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Justicia Social y Violencia en Colombia 38

Metodología
En esta segunda unidad el alumno maestro deberá apropiarse de los elementos
teórico prácticos sobre el conflicto y mecanismos de resolución de los mismos
planteados desde el hecho educativo como estrategia pedagógica y social que
coadyuven a plantear salidas democráticas.

En el primer ítem el alumno maestro tendrá una información detallada sobre el


conflicto en Colombia desde diferentes perspectivas con el ánimo de que pueda
identificar las características de los diferentes conflictos y a su vez pueda estar en
capacidad de contextualizar los mismos en su comunidad educativa.

En el segundo ítem el alumno maestro estará en condiciones de generar


estrategias socio pedagógicas para resolución de conflictos tanto en el aula como
en la comunidad educativa.

Proceso de Información
2.1 PREMISAS

Es necesario precisar que se entiende por conflicto. Podría decirse que un


conflicto hace presencia cuando aparece una incompatibilidad de pretensiones
entre dos o más actores, o en su defecto cuando, un sujeto o unos sujetos
manifiestan pretensiones diversas y encontradas sobre determinado recurso o
bien, lo cual obstaculiza en principio la cooperación social.

Se conocen dos tendencias sobre el conflicto bien definidas; una que hace
referencia a las visiones positivas del conflicto, es decir, aquellas que consideran
que las disputas sociales son el motor para la dinamización de las sociedades pues
optimizan las estructuras de convivencia social. La otra, las versiones negativas
para las cuales el conflicto es perturbador de la vida social y debe ser controlado o
reprimido.

Para el caso Colombiano la concepción del conflicto ha estado mediado por la


visión negativa, en la corta historia republicana. La promulgación de la
constitución del 91, precisó herramientas de participación ciudadana en la
administración de justicia en un intento por fortalecer los dispositivos
institucionales de participación como, la tutela y acción de cumplimiento.

La resolución de conflictos en la teoría y la praxis indica, en gran parte, el


basamento en el que descansa una propuesta democrática: debe superar el

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Justicia Social y Violencia en Colombia 39

monismo jurídico que intenta proteger una visión hegemónica de la cultura política,
pues el pluralismo es una forma de aceptar otras cosmovisiones en el seno de la
sociedad, debe estipular un andamiaje institucional fuerte que sea capaz de hacer
frente a los vicios heredados tras décadas de debilidad estatal y debe incentivar
una visión positiva del conflicto y crear formas eficaces para transformarlo
positivamente pues el conflicto es un hecho permanente que surge de las propias
luchas sociales. En segunda medida, debe procurar un marco amplio que permita
múltiples formas de resolución. Y por último, debe apuntar practicas culturales
que permitan vivenciar el proceso democrático; este aspecto señala el verdadero
aporte que la educación realiza a la construcción de un orden democrático,
centrado en el respeto a la dignidad Humana, la justicia social y la moral pública.

2.1.1 El Conflicto Colombiano

En las dos últimas décadas Colombia ha vivido el recrudecimiento de la violencia y


la proliferación de las vías de hecho para la resolución de los mismos. La
intolerancia, la corrupción, las desigualdades sociales, la crisis de las instituciones
del estado, son factores que hacen compleja la realidad del País de cara al próximo
milenio. Pero esa incertidumbre se ve reflejada en los rostros de cada
Colombiano, que no encuentra respuestas a los diferentes interrogantes sobre la
vida Nacional en todos sus aspectos.

Lo doloroso es que no se avizoran a corto plazo soluciones palpables y reales a la


problemática social. Esta impotencia frente a la realidad, está afectando con
mayor ímpetu los espacios de la subjetividad y lo microsocial, fenómenos como el
secuestro, el desplazamiento, las masacres colectivas y selectivas, los combates
permanentes, los atentados a la sociedad civil, el proceso de paz, los diálogos con
grupos armados, el constante bombardeo de información sobre hechos violentos,
entre otros, están incidiendo en la socialización política de los Colombianos y en la
percepción que se tiene sobre el conflicto. De ahí la necesidad que tiene la
educación de asumir la bandera en la construcción de políticas y estrategias de
formación ciudadana en el País, aprovechando el espacio de reflexión y disertación
que ha propiciado la actual situación de violencia, en la sociedad civil que a fuerza
de situaciones dolorosas vienen modificando y erosionando las antiguas
representaciones sobre los proyectos personales y colectivos, como el
cuestionamiento de las identidades sociales e instituciones que soportan le
estructura del estado Colombiano. Romper con la tradición política Colombiana
anclada en el autoritarismo, la violencia y la impunidad es una tarea inaplazable, si
queremos una Patria con horizonte.

Se viene gestando el rompimiento con los lazos fuertes del bipartidismo


anacrónico, el clientelismo y el sectarismo recalcitrante que por generaciones

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Justicia Social y Violencia en Colombia 40

contaminó las practicas democráticas y políticas de los Colombianos. Durante gran


parte del siglo XX, las fracciones de izquierda y los movimientos sociales
propiciaron espacios en la redefinición de una nueva cultura política, en tres
aspectos esenciales, como bien lo apunta, Fabio López de la Roche: recuperación
de la democracia como un ideal estratégico, mayor aproximación a las realidades
nacionales y secularización de la visión dogmática de la política, característica de la
vieja cultura política de izquierda.

La elevada y progresiva apropiación privada del estado, como lo aprecia el filósofo


Colombiano, Guillermo Hoyos, ha conllevado a una creciente ilegitimidad del
Estado y por ende, al incremento de los conflictos sociales y políticos. La
expansión del conflicto armado en los últimos veinte años en Colombia, ha
acelerado la fragmentación de la sociedad y el debilitamiento del estado.

De ahí que la educación, como se había mencionado antes, tiene un papel


destacado en la medida en que a través de ella buena parte de los Colombianos,
socializan e interiorizan normas, valores y pautas de acción respecto a las
instituciones; en otras palabras, elementos relacionados con la reestructuración del
orden social y con la conformación de culturas políticas.

Decir que el conflicto interno que sufre Colombia es el más antiguo de América y
uno de los más viejos del mundo, es descubrir el Mediterráneo; también lo es,
afirmar que se trata de una confrontación que hunde sus raíces en la alborada
republicana, encadenada en una sucesión infinita de guerras hasta llegar a
nuestros días, que en los últimos cuatro decenios ha adquirido una dimensión
altamente compleja, difícil de entender y por ello de superar.

Sin embargo, hay que decirlo porque no obstante, a pesar de ser un conflicto
centenario, durante mucho tiempo permaneció en un mar de olvido, inclusive en
Colombia. Se trata de una guerra que por años pasó inadvertida para las elites
gobernantes y los sectores urbanos nacionales, y que no se sabe exactamente
cuándo empezó, como lo plantea Antonio Caballero. Hasta hace poco, para las
franjas urbanas, en especial de las capas altas y medias de la población, el
conflicto fue algo alejado de su realidad, vivido “en la montañas de Colombia”, y
por cuenta de los avances tecnológicos, sentían más cerca otras refriegas bélicas.

Esta reyerta, cualquiera sea su nombre: “violencia”, “guerra civil no declarada”,


“conflicto armado interno”, antes nunca representó un escollo para la economía, ni
planteó serios problemas de Gobernabilidad al Estado; la economía siempre creció
por encima de la media latinoamericana y el régimen político gozó de fama de ser
una de las democracias más estables de América Latina, pese a que, por largos
años, casi cuarenta, Colombia vivió bajo Estado de Sitio, figura consagrada en la

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Justicia Social y Violencia en Colombia 41

Constitución de 1886 para enfrentar guerras exteriores o conmociones internas,


con suspensión de derechos políticos y garantías civiles. Ésta fue, quizá, la razón
para que a muchos observadores internacionales les resultara indescifrable
Colombia y la definieran como un país de paradojas en donde se hablaba de
guerra, pero ella no se sentía. Los turistas no salían del desconcierto al encontrar
un país con una vida cotidiana normal, una sociedad alegre y optimista, cuya más
grave objeción podría ser la ancestral inseguridad de su capital. Durante años el
conflicto, o como quiera llamársele, fue una parte más del “paisaje” y permaneció
casi invisible e inaudible para millones de colombianos y para el mundo entero.

Intentaré contestar el interrogante que subyace en esta primera digresión. ¿Por


qué, a pesar de ser un conflicto antiguo, permaneció olvidado por las élites
gobernantes y vastos sectores nacionales y dentro de la carpeta de los conflictos
desdeñados del mundo?

Hay un testigo histórico y de excepción, que puede ayudarnos a entender este


hecho y es Manuel Marulanda Vélez, jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias
de Colombia, FARC - EP, quien dice, lo siguiente: “Ya son muchos los años que
llevamos gateando en esta lucha. Pero yo creo que hemos tenido un enemigo, el
peor de todos los enemigos. ¿Saben cuál ha sido?. Hablo del aislamiento de esta
lucha, que es peor que aguantar hambre por una semana seguida. Entre ustedes
los de la ciudad y nosotros que hemos estado enmontados, hay de por medio una
gran montaña. Las voces de ustedes, las voces de nosotros no se escuchan, pocas
veces se hablan. No es una distancia de tierras y de ríos, de obstáculos naturales,
no es la montaña atravesada. De nosotros es poco lo que se sabe entre ustedes,
de ustedes es poca la historia que conocemos por aquí”.

El testimonio de Marulanda muestra algo que es clave para terminar esta


conflagración, me refiero al déficit de diálogo social que ha existido entre la
Colombia urbana y la Colombia rural, entre las élites gobernantes y la ciudadanía,
entre el país formal y el país real; consecuencia, en parte, de un arquetipo
institucional que ha excluido de la política y de la economía a vastos
conglomerados humanos, que nos ha legado una sociedad sin sólidos referentes
de identidad.

Esa falta de diálogo, esa falta de escucha, ha dificultado la comprensión del


conflicto y sus raíces. Esta ha sido una de las razones para que la guerra
permaneciera olvidada, sin constituir una prioridad para la Nación ni para las élites
gobernantes y explica porque, desde que se volvió importante, se ha pensado más
en cómo terminarla que en cómo superar sus causas. El expresidente liberal López
Michelsen (1974 - 1978), por ejemplo, ha recomendado persistentemente derrotar
primero a la guerrilla y dialogar después; y el líder conservador Gilberto Alzate

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Justicia Social y Violencia en Colombia 42

Avendaño, clamaba en la década del 50, que lo importante no era la paz sino la
victoria, y ahora, en las primeras horas del siglo XXI un pre candidato presidencial
nos ofrece la fórmula mágica de un millón de milicianos y no la de las reformas.

Esta es una equivocación irrepetible. La terminación de la guerra es fundamental,


es una condición necesaria para la paz y la reconstrucción nacional, pero no
suficiente para superar la violencia y las desigualdades, como lo demuestran las
experiencias de paz en Centroamérica, en donde se terminó la guerra, pero la
criminalidad, la violencia y el atraso se han perpetuado a niveles moralmente
inaceptables.

No hablo de transformar a Colombia en un país modelo, justo y equitativo, como


requisito previo para la paz, porque eso es imposible, sino de la necesidad de
construir un escenario democrático seguro que permita corregir injusticias
centenarias, desactivar las causas objetivas y subjetivas, internas y externas, de la
violencia, mediante reformas estructurales de naturaleza política, económica y
social.

El conflicto permaneció olvidado porque durante muchos años los gobiernos


colombianos se negaron a reconocer que existía. Sólo cuando éste se hizo
inocultable, a finales de la década del 70 y comienzos del 80, en parte por
acciones de propaganda armada, como el robo de armas al Cantón Norte, la toma
de la embajada de la República Dominicana, sucesión de hechos que tuvo su punto
más alto de inflexión con el asalto al Palacio de Justicia, se hizo imposible seguir
disfrazando una grave y profunda crisis política en Colombia. Fue el presidente
Belisario Betancourt quién dio los primeros pasos para reconocer la existencia de
un endémico conflicto producto de causas objetivas y abrir un proceso de paz con
las guerrillas.

Las anteriores razones y otras que omito por cuestiones de espacio, hicieron que el
conflicto estuviese en el olvido internacional, pero su atipicidad también contribuyó
a la incomprensión por parte de los gobiernos y de la opinión pública mundial. El
caso colombiano tiene una naturaleza singular frente a la treintena de conflictos
armados del planeta. No es una guerra de liberación nacional como fue la de
Argelia contra Francia; Colombia no es un país ocupado; así el vocablo liberación lo
usen algunas organizaciones rebeldes no hay a quien expulsar. Tampoco es una
guerra separatista como la que se libra en Chechenia.

Una de las tesis que quiero sostener es la de que por tratarse de un conflicto
prolongado, éste ha sufrido la influencia de los cambios internacionales.
Ciertamente, los expertos nos han enseñado que un conflicto no es una situación
estática e inmutable, sino un proceso dinámico. Se trata de una confrontación

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Justicia Social y Violencia en Colombia 43

que, en su expresión actual, emergió en el contexto de la Guerra Fría, luego de


que se transformaran en guerrillas comunistas algunos reductos de la violencia
liberal y conservadora que se libró entre 1948 y 1957 y que culminó con el Frente
Nacional pactado en España entre los jefes de los partidos tradicionales. Fuerzas
rurales que recibieron la incorporación de sectores urbanos, obreros y
estudiantiles, básicamente, alentados por el triunfo de la Revolución Cubana y que
vieron en el comunismo una fase histórica inevitable en la cual se redimiría a los
desheredados. Durante ese período la confrontación fue explicada por los
gobiernos como producto del comunismo internacional, a este agente se adjudicó
la razón de ser, y lo asumieron apelando a formas brutales de represión,
golpeando clases populares, lo cual engendró un profundo resentimiento contra el
Estado y las fuerzas de seguridad, y minó su precaria legitimidad. Los militares
eran entrenados en la Escuela de las Américas bajo la inspiración de la doctrina de
la Seguridad Nacional y les correspondía el trabajo sucio.

Pero al terminar la Guerra Fría la amenaza comunista desapareció, el discurso de


los derechos humanos cobró vigencia, el neoliberalismo se impuso, la geoeconomía
desplazó a la geopolítica y a consecuencia de ello Colombia perdió el relativo valor
estratégico que tenía dentro del contexto mundial. No resto mérito, en ningún
momento, a sus potencialidades y riquezas naturales, por ejemplo en materia de
biodiversidad, pero como principio de realidad hay que reconocer que Colombia,
en tanto estado periférico, no tiene para los actuales centros de poder, EE. UU y
Japón, mayor cotización estratégica.

Para Estados Unidos, por ejemplo, contienen más importancia bilateral, México,
Cuba y Brasil, lo cual es explicable. Con el pueblo Azteca tiene una inmensa
frontera, un tratado de libre comercio y un tránsito de un millón de personas al
día. Cuba, por su parte mantiene su connotación geopolítica, a pesar de la
disolución de la Unión Soviética, y gracias a que el exilio cubano ha adquirido
poder, económico y político, la Isla se mantiene dentro de la agenda
norteamericana; Brasil por ser el país sudamericano más importante desde el
punto de vista económico, y por su propio tamaño que lo hace una pieza
prominente dentro del contexto hemisférico.

Económicamente hablando, no somos México ni Venezuela, que son de sus


principales proveedores de energía, y comercialmente tampoco Canadá ni México
ni el Caribe, que representan el 40% de todas sus relaciones comerciales. La
trascendencia de Colombia para Estados Unidos se enmarca, exclusivamente,
dentro del tema de Drogas y Seguridad Nacional, y es en ese contexto como
vienen encarando la crisis y el conflicto.
Para los países de la Unión Europea, por su parte, a excepción de España,
Colombia no constituye una prioridad. Los principales desvelos del Viejo Mundo

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Justicia Social y Violencia en Colombia 44

son la profundización de la Unión Europea y su ampliación hacia los países del


Este. Salvo casos puntuales, como el de España, y en menor proporción el de
Alemania, Colombia no incorpora intereses estratégicos para los países de la
eurozona ni Europa, como unidad continental. Profundizando más, podría afirmar
que, dentro del contexto latinoamericano, España tiene mayores intereses en
Argentina, Chile y Brasil de manera que, si España ha jugado, y viene jugando un
papel sobresaliente en la construcción de la paz, se debe también al compromiso
humanitario, y a los tradicionales nexos que muchos dirigentes políticos y artistas
españoles y colombianos han mantenido.

No quiero decir que Colombia carezca de importancia comercial para España, sino
que dentro del memorándum de la Península, ocupa lugares secundarios, como
quedó patente con el anuncio de España de suscribir acuerdos prioritarios con
Marruecos, Ecuador y Polonia para regular la migración, pese a que Colombia es
una población extranjera importante. Es posible que el aumento de consumo de
drogas en Europa y el creciente flujo migratorio, modifiquen el peso de Colombia
ante la Unión Europea.

Pero la Guerra Fría produjo más consecuencias. El establecimiento creyó que las
guerrillas no tenían opción diferente a la claudicación. Así, el gobierno de Cesar
Gaviria (1990 - 1994) decretó la guerra integral tras el fracaso de las
negociaciones en México y Venezuela, el poder civil asumió el control y los
militares comenzaron a sentirse fiscalizados, una de las causas para que se haya
fortalecido el paramilitarismo, las guerrillas perdieron contacto internacional, se
pertrecharon en el plano nacional en busca de financiación, comenzaron a golpear
clases de medio y bajo ingreso, incurrieron en excesos e iniciaron una fase de
degradación que les ha reportado perdida de sintonía con las clases populares.

Ahora bien, el olvido felizmente ha terminado. Sin duda las gestiones adelantadas
en la etapa final de la administración Samper, por ejemplo el pre acuerdo firmado
con el Ejercito de Liberación Nacional, ELN, en el Palacio de Viana en Madrid y los
encuentros de Maguncia en Alemania, el proceso iniciado por la administración
Pastrana con las FARC, y también con el ELN, los contactos emprendidos por la
insurgencia en el exterior, las múltiples iniciativas de la sociedad civil, (tan
acusada de insensibilidad e inmovilismo) y las labores de diplomacia ciudadana
realizadas por miles de colombianos y colombianas, así como seminarios y
jornadas de la naturaleza del que hoy nos encontramos y el realizado por AESCO
en 1997 en Alcorcón, el encuentro del Hotel Tryp en Madrid o la Conferencia de
Costa Rica en San José, han conseguido estimular el interés de gobiernos, ONG,
universidades, y organismos multilaterales.
Sin embargo, es necesario advertir que la reciente notoriedad de la crisis
colombiana es consecuencia también de tres hechos:

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Justicia Social y Violencia en Colombia 45

• El escalamiento y envilecimiento del conflicto, que ha desencadenado una crisis


humanitaria, vocablo eufemístico para denominar una auténtica orgía de
sangre, destrucción y muerte.
• El riesgo potencial, imaginario o real, de que el problema comprometa la
estabilidad de la Región y actúe como mecha en un atiborrado depósito de
dinamita, especialmente en Ecuador, Perú y Venezuela.
• El carácter medular que tiene Colombia es uno de los temas que predominará
en la agenda norteamericana, por lo menos durante las primeras décadas del
siglo XXI: El narcotráfico.

Pero que el olvido haya cesado no significa que exista mejor comprensión por
parte de las élites nacionales, los gobiernos extranjeros y las agencias
multilaterales. Una muestra es el Plan Colombia, en cuyo substrato encontramos
la siguiente hipótesis de trabajo: el conflicto se mantiene porque las guerrillas son
renuentes a negociar debido a su fortaleza militar, un poderío derivado del dinero
que suministra el narcotráfico. A su vez, éste goza de impunidad porque el Estado
no puede ejercer control sobre todo el territorio, entre otras razones, por la
existencia de las guerrillas. Si se quiere forzar una negociación, hay que acabar
con las fuentes de financiación, es decir, el narcotráfico. Aquí confluyen el interés
nacional y el interés de la primera potencia. Si la comunidad internacional quiere
mayor colaboración del gobierno colombiano en la lucha contra las drogas, tiene
que implicarse en fortalecer el aparato militar y presionar a la guerrilla a que
negocie.

Este análisis parte de premisas equivocadas y es difícil que llegue a resultados


acertados. Explicar la crisis reduciéndola a la doble dimensión de guerrillas y
narcotráfico es desconocer los orígenes de un conflicto, que si bien ha sufrido
metamorfosis en la forma, se mantiene intacto en el fondo; olvida que las
guerrillas son anteriores al narcotráfico, por lo menos en el espectro actual de
poderosa mafia transnacional. Los campesinos de Marquetalia, el Pato, y
Guayabero, son anteriores a los capos de Medellín y Cali; por años subsistieron sin
depender del narcotráfico, podríamos decir que iban llegando tarde a entablar
relaciones con ellos, fueron muchos los políticos, los banqueros, los jueces, los
industriales y ganaderos que arribaron al narcotráfico desde cuando apenas daba
los primeros pasos en la estructuración de los carteles y gozaban de aceptación, e
incluso admiración, dentro de la sociedad colombiana.

Algunas esferas del Estado colombiano y de otros países, creen imposible la


finalización de la contienda sin pasar por la erradicación del narcotráfico, dado el
ascendiente y la influencia que ejerce sobre la misma. Ciertamente, el narcotráfico
ingiere en la reproducción del conflicto, pero no en forma absoluta, la guerra está

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Justicia Social y Violencia en Colombia 46

interferida por este factor y le provee de una característica singular, pero es una
extravagancia hacer de la erradicación un presupuesto de la paz, menos sí la
solución se funda en premisas represivas y prohibicionistas, como el modelo
antidrogas norteamericano.

Exigir como cortapisa el aniquilamiento del narcotráfico significa que el camino


emprendido no conduce a la paz sino a guerra. Si algo ha quedado patente, desde
que Reagan proclamó la guerra contra las drogas, es que ésta ha sido infructuosa,
que ha sido una Guerra Fallida, para utilizar las palabras de Alvaro Camacho,
Andrés López y Francisco Thoumi, en su libro, en el que, como lo afirma el
prologuista Juan Gabriel Tokatlian, se “muestra de manera clara y contundente el
lugar al que han llegado Estados Unidos y Colombia en la guerra contra las drogas:
en el extremo del despeñadero, producto de un conjunto de políticas públicas
costosas e improductivas en materia de narcóticos, Washington y Bogotá (con el
silencio notable de Europa y la ausencia notoria de Latinoamérica) parecen
próximos a un desastre de incalculables proporciones para Colombia”.

El Plan Colombia, además de ser un medicamento ineficaz para combatir el


narcotráfico, agudiza la atávica crisis de confianza que existe entre las partes,
entendible por las traiciones que en el pasado han sufrido los rebeldes
desmovilizados y también, claro está, por la falta de transparencia y decisión de la
guerrilla para anunciar que está dispuesta a renunciar a la lucha armada y que los
diálogos no son un movimiento táctico.

Esta crisis de confianza ha estado presente desde el inicio de los diálogos, y la


simboliza la silla vacía de Marulanda en San Vicente del Caguán el 7 de enero de
1999. Son muchas las ocasiones en las que el gobierno colombiano y los Estados
Unidos, han negado la existencia de un Plan B, y muchas las voces que desde el
movimiento ciudadano han expresado que la única que no tiene Plan B, es la
población civil.

Consecuente con la tradición política excluyente, el Plan Colombia no fue discutido


en el país. No fue el resultado de un Pacto de Estado, de un acuerdo entre los
partidos y las fuerzas sociales, ni debatido en el Congreso; no contiene
coincidencias entre el Estado y la Sociedad Civil, ni representa una convergencia
entre gobierno y fuerzas rebeldes. Ha sido más ventilado y analizado en el
Congreso de Estados Unidos, en donde ha recibido críticas y oposiciones.

El senador demócrata por Minnesota, Paul Wellstone, en el New York Times, hizo
fuertes juicios al Plan, dijo que la ayuda norteamericana asigna aproximadamente
un 75% de los recursos a las fuerzas de seguridad del Estado, pero que la
institución militar estaba en crisis aún cuando haya tomado algunas medidas en

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Justicia Social y Violencia en Colombia 47

materia de derechos humanos, y cita como soporte para su informe del


Departamento de Estado en el que se asevera que el manejo del poder civil sobre
las fuerzas armadas es muy limitado. Afirma que son muchos los miembros de las
fuerzas de seguridad que continúan colaborando con paramilitares de extrema
derecha, responsables alrededor de las ¾ partes de los asesinatos políticos.

Enfatizó que la administración Bush debería replantear la política antidrogas, dar


un enfoque más efectivo que incluya un apoyo al proceso de paz, contundente
defensa y protección a los derechos humanos y a las iniciativas para hacer que la
producción de droga, sea menos atractiva económicamente para los desesperados
campesinos, mediante las ayudas necesarias y reformas a corto plazo.

Un editorial de este mismo periódico, conceptuó: “irónicamente, entre más exitosa


sea la estrategia mayor sería el dolor de cabeza para los países vecinos. El
incremento de las acciones armadas en el Putumayo, producirá más refugiados.
Además, en la medida que los cultivos de coca se vean reducidos en esta región
migrarán a otras regiones dentro de Colombia o a otros países. El narcotráfico que
se aplasta en una región sencillamente florece en otra esto expondrá a los otros
países a los destructivos efectos colaterales del narcotráfico. Los grupos criminales
de seguro se moverán hacia ellos, corrompiendo a funcionarios, asesinando a
policías y erosionando el control del Estado”.

También los vecinos han mostrado preocupación por los efectos del Plan Colombia
dentro de sus fronteras. El presidente Chávez, ha sido el más reiterativo. En una
alocución ante la Asamblea Nacional de Venezuela, expresó su deseo de que el
nuevo gobierno norteamericano revisara el Plan. Indicó que éste aumentará la
violencia y extenderá el conflicto. También desde Ecuador, Panamá, Perú y Brasil
han señalado los peligros que entraña el Plan Colombia; éstas criticas han sido
compartidos por algunos países de la UE, aunque con matizaciones diferentes, y
por la UE misma. En Madrid, paralelamente a la realización de la cumbre del
Grupo de Apoyo al Proceso de Paz, el 7 de julio de 2000, se realizó una reunión a
la cual asistieron un centenar de organizaciones colombianas, norteamericanas y
europeas e hicieron observaciones al Plan. En la conferencia de Costa Rica
celebrada el año pasado se reiteraron estos reproches.

El embajador suizo en Colombia, el 24 de octubre, de 1999, con ocasión de la


segunda reunión del Grupo de Apoyo al Proceso de Paz, en Bogotá, expresó: “un
Plan de esa envergadura debe ser fruto de un amplio consenso dentro de la
sociedad colombiana e incluir a todas las partes involucradas en el proceso de paz,
es decir a la sociedad civil, a los municipios, a las ONG`S y demás actores. Sin
embargo, las reacciones muestran claramente que tal consenso no se ha dado
todavía”. Igualmente advirtió que como el Plan estaba ligado al Proceso de Paz,

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Justicia Social y Violencia en Colombia 48

resultaba muy difícil aceptar el componente militar y que éste iba a producir mayor
cantidad de desplazados en el sur del país, como en efecto ha sucedido.

En esa misma reunión, el embajador Renaud Vignal, en nombre de la Unión


Europea, se desmarcó del Plan Colombia y argumentó que los esfuerzos deberían
centrarse en otras áreas, como el apoyo al Estado de derecho, la defensa de los
derechos humanos y del derecho internacional humanitario, la lucha contra las
causas de la violencia y ayuda a sus víctimas, la protección de la biodiversidad y
del medio ambiente, y el afianzamiento de la concertación y de la cooperación
regional. Y para zurcir otra punta más en el tejido de las descalificaciones, el
parlamento europeo, fue enfático y expidió una resolución por medio de la cual
rechaza el Plan Colombia por militarista, sin una orientación clara en la solución de
la problemática social.

La senda que ha tomado el proceso pone de manifiesto que varios círculos,


nacionales e internacionales, no tienen claro qué es lo que realmente pasa en
Colombia. El conflicto ha sido estudiado desde múltiples perspectivas teniendo en
cuenta hechos políticos, históricos, económicos, sociales y culturales, casi todos
ellos de naturaleza interna. El conflicto ha sido explicado, y en ocasiones
justificado, entre otras razones, por la ausencia de espacios democráticos en
donde resolver pacíficamente las controversias; por la falta de legitimidad del
estado; por la acumulación de crisis no resueltas; por la pobreza; por la
desigualdad y la exclusión social y política; por la existencia de una subcultura de
violencia que mueve a los colombianos a dirimir sus divergencias a través de la
fuerza; por la precariedad y la ineficiencia de la justicia; por auge del narcotráfico,
etc.

Pero, como dijimos al comienzo, los conflictos no son estáticos y aunque los
factores nacionales han contribuido, y mucho, a que la situación haya alcanzado la
deforme fisonomía actual, es pertinente advertir que en su evolución, en especial
en su última fase, han influido contingencias de naturaleza transnacional y
fenómenos proveniente de la globalización económica. Esta supone inobjetables
ventajas, pero también inmensas desventajas para el País y la región Andina.

Algunas voces atribuyen al conflicto la crisis del país, la más profunda de los
últimos setenta años, los altos niveles de paro, la fuga de capitales, el cierre de
empresas, el éxodo de ciudadanos, sin tener en cuenta que Colombia, al igual que
muchos otros países, sufre los impactos negativos de la globalización que pone en
jaque su aparato productivo. “El 20% más rico de la población mundial ganaba 30
veces más que el 20% más pobre en 1960. En 1990 la proporción era de 60 a 1, y
en 1997 la diferencia era de 74 a 1, según el PNUD. En 1820 la proporción era de
3 a 1, de 7 a 1 en 1870, de 11 a 1 en 1913, y de 74 a 1 en 1997, es decir, las

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Justicia Social y Violencia en Colombia 49

desigualdades son mayores que nunca”. Según el informe de PNUD de 1996 la


brecha en la renta per cápita entre el mundo industrializado y el mundo en vías de
desarrollo se triplicó, de 5.700 dólares en 1960 a 15.000 dólares en 1993. La crisis
económica colombiana, entonces, no puede adjudicarse a la existencia de la
guerra sino debe ser analizada dentro de un contexto más complejo de relaciones.

Lo anterior para decir, en suma, dos cosas. La primera, que el conflicto y la crisis
deben ser estudiadas desde perspectivas internas, pero también externas; más
aún, las segundas pueden ser tan importantes como las primeras, en la medida en
que contienen mayor complejidad y demandan un conjunto de voluntades políticas
superiores al Estado y a la Sociedad colombianas. Y la segunda, que el conflicto
ha llegado a un punto que su terminación depende no sólo de la voluntad de las
partes ni de la capacidad militar del Estado, sino de la adecuada coordinación de
recursos y voluntades nacionales e internacionales.

Hay fenómenos transnacionales que escapan a la Gobernabilidad colombiana. En


esto coinciden todos los países. Colombia tiene un Estado en proceso de
desestructuración acelerada, con precaria capacidad para enfrentar
manifestaciones criminales transnacionales. Según la Conferencia de 1994 sobre
el Crimen Organizado Global, el tráfico de drogas oscila en torno a los 500.000
millones de dólares estadounidenses al año; es decir, es mayor que el comercio de
petróleo. Estamos hablando de un negocio omnipotente en el cuál concurren
varias actividades: el cultivo, el procesamiento, la venta de precursores químicos
para transformar la hoja de coca en cocaína, el transporte, la distribución y
comercialización en las calles del mundo industrializado, el lavado o blanqueo de
dinero y activos; para estas labores, el narcotráfico desarrolla un entramado
siniestro de corrupción y muerte a todos los niveles. Pero, asimismo, tiene que
relacionarse con un concierto de agentes internacionales, sin los cuales no tendría
auge.

El narcotráfico aglutina muchas acciones delictivas. Algunas contribuyen a


reproducir el conflicto interno. Me refiero al tráfico de armas. En los últimos años
Colombia ha visto cómo sobre su suelo operan redes de contrabandistas de armas,
varias, al parecer, auspiciadas desde los mismos gobiernos. Aún no han sido
aclaradas, de manera satisfactoria, las vinculaciones del ex mandatario peruano
Alberto Fujimori y su asesor Vladimiro Montesinos, involucrados en un transbordo
de armas procedente de Jordania y que al parecer terminó en poder de las FARC -
Ep. Cuesta demasiado pensar, que las agencias de inteligencia norteamericanas
desconociesen dichos movimientos, especialmente ahora que se han desvelado las
estrechas relaciones de esta corrupta pareja con el cartel de Medellín, según lo ha
contado el hermano del tristemente célebre Pablo Escobar.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 50

La alianza entre los carteles de las drogas y los contrabandistas de armas y


mercenarios es antigua. Bastaría recordar las andanzas del ex militar israelí Yair
Klein, contratado por otro espeluznante personaje, Gonzalo Rodríguez Gacha, para
adiestrar los escuadrones de la muerte que operaban bajo su mando en el
Magdalena Medio; gracias al cinismo de Carlos Castaño, cabeza de las llamadas
Autodefensas Unidas de Colombia, sabemos que existe una red de traficantes de
armas procedente de Surinam y Brasil que canjea fusiles Ak47, ametralladoras M60
y lanzagranadas de mano y de mortero, por kilos de cocaína en lugar de dinero; lo
contó tras confesar que las Farc le arrebataron un cargamento de armas que venía
procedente de China y que hizo escala en Brasil.

Las armas entran a Colombia por Panamá, por Brasil, por Perú, por Ecuador y
Venezuela, y concurren a incrementar el conflicto armado. Vienen procedentes de
lugares remotos, Jordania, Rusia, China, Bulgaria, Corea del Norte, Rumania y
otros estados de Europa Oriental, también de Centroamérica y de algunos países
vecinos, pero ¡oh! sorpresa, buena parte del armamento es de fabricación
norteamericana e israelí. ¿Puede Colombia enfrentarse a estas redes, sin un fuerte
y decidido apoyo de la comunidad internacional?. Los gobiernos deberían ser más
estrictos en el control a la fabricación y a la venta de armamento, es claro que sin
su negligencia y en muchos casos sin su complicidad, los traficantes de armas no
podrían operar de la forma en que lo hacen.

La responsabilidad política y moral de la comunidad internacional para combatir


mafias transnacionales es muy grande. Un informe del equipo operativo del G - 7,
de abril de 1990,estimó que al menos 120.000 millones de dólares anuales
procedente del narcotráfico se blanquea en el sistema financiero mundial. Hay
que replantear las estrategias, se deben emprender acciones, en lo que concierne
al narcotráfico, por fuera del inflexible y fanático marco prohibicionista de Estados
Unidos, medidas que ataquen la médula del problema: la artificialidad del precio
de las drogas. El narcotráfico y el contrabando de armas se funden y encuentran
un escenario propicio en países como Colombia, el único Estado de América del
Sur, donde extensas zonas del país escapan al control del gobierno sobre todo en
las zonas de frontera con los Países vecinos.

Esto conecta con otra situación, la quiebra de la agricultura. En los últimos diez
años, se redujo sensiblemente el área sembrada. Nos hemos convertido en un
país importador de alimentos. Seamos sinceros. Los campesinos cultivan coca y
amapola debido a la ruina agrícola, y recordemos que, no obstante la veloz
urbanización experimentada por el país en el último cuarto de siglo, el campo
todavía alberga 15 millones de personas, es decir el 38% de la población; el 72%
viven en la pobreza y no reciben casi ningún beneficio del Estado. Los llamados

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Justicia Social y Violencia en Colombia 51

cultivos ilícitos ofrecen a los productores ingresos sin comparación con los cultivos
legales. Crisis agropecuaria y cultivos ilícitos están relacionados.

La transición del modelo proteccionista al neoliberal ha significado grandes


perjuicios para la economía agropecuaria y el mercado laboral rural, y ha
contribuido a la concentración de la propiedad de la tierra. Hay estudios que
demuestran que Colombia viene en un acelerado proceso de relatifundización de la
tierra. La agricultura demanda un tratamiento preferencial. Su quiebra es
imputable a ese proceso de liberalización impuesto por las agencias
internacionales, y seguido mansamente por los gobiernos sin políticas de
compensación de costos. Aquí existe otra de las claves de la paz. Es necesaria
una reforma agraria integral que le permita a la agricultura recuperar el peso
dentro de la economía nacional, jugar un papel de cohesión social, y de ocupación
del territorio. La agricultura como ejercicio de soberanía. Necesitamos no un
millón de milicianos empuñando las armas, sino un millón de campesinos
manejando los arados.

El éxito de una nueva política agrícola depende de que Colombia disponga de


instrumentos que le permitan recuperar su capacidad exportadora agrícola,
combatir el desempleo rural juvenil, que es, la cantera de la mano de obra de la
guerra. Es dudoso que esto sea posible mientras se mantengan instituciones
como, por ejemplo, la PAC de la Unión Europea, que pone en situación de ventaja
a los campesinos europeos frente a los del Tercer Mundo, que además, no cuentan
con los recursos tecnológicos de los países industrializados ni gozan de entornos
macroeconómicos sanos y estables. En este campo encontramos otro de los
efectos perversos de la globalización económica, imposible de contrarrestar sin
apoyo de la comunidad internacional. Quizá los países de la UE lo acepten.

La perdida de capital humano, según el Departamento de Planeación Nacional de


Colombia, el país perdió 2.000 millones de dólares a causa de la fuga de cerebros,
lo cual contribuye al estancamiento económico y a la pérdida de competitividad,
como lo asevera un estudio de la Organización Internacional del Trabajo. España
no es el principal destino migratorio colombiano, pero sí es una muestra
reveladora. A marzo 31 de 2000 solicitaron regularizar su estancia en España
13.475 colombianos, constituyéndose en la tercera población extranjera, dentro de
la que solicitó regularización. La migración debe ser tenida en cuenta en los
programas de Ayuda Humanitaria de Naciones Unidas y de la Unión Europea. Es
un colectivo al cual hay que abrir espacio en la construcción de la paz y generación
de cambios cualitativos en la estructura social.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 52

Hace años la paz de Colombia estaba casi en sus propias manos, vergonzosamente
no supimos alcanzarla, hoy depende mucho de las manos del mundo, confiamos
en que así sea entendido.

Una importante cadena de radio de Colombia pregunta a los colombianos el por


qué de la violencia en el país, pese al estado de conmoción que le han aplicado al
pueblo colombiano los últimos once años.

Las respuestas que seguramente tendrán coincidencias, son las que no quieren
entender quienes manejan el poder del Estado, llámese Congreso, Gobierno,
gremios y estamentos de la alta sociedad.

La violencia en Colombia surgida a lo largo de los años de vida republicana, es un


legado cultural que se mantendrá en la mentalidad de los colombianos por más de
50 años, pero que ha sido agudizado por las injusticias políticas, sociales y
económicas.

Lo primero que debemos analizar es el embeleco de Constitución moderna que


impulsó Cesar Gaviria, para “inmortalizarse” como un reformador, cosa que no
logró y que llevó al país a una crisis como la que estamos viviendo.

Esa constitución que sólo se quedó en el papel ha propiciado más el


agrandamiento de la brecha entre ricos y pobres, tal como lo demuestran las
estadísticas.

De los 44 millones de habitantes, 32 millones viven en la línea de pobreza y de


esta cifra 11 millones están por debajo de la línea de la miseria.

En el campo político, la constitución del 91 sólo hizo burocratizar más el Estado y


sólo abrió oportunidades como el caso de la elección popular de alcaldes y
gobernadores, donde se mal interpreta el respaldo popular para que los elegidos
se crean “reyecitos” intocables y en el menor de los casos personajes
inabordables y caprichosos como sucede, en la actualidad, con la mayoría de
quienes ostentan esos cargos.

Dentro del mismo campo, la constitución del 91, no fue concreta y específica.
Dejó muchas cosas al garete, a la interpretación caprichosa de las cortes que sólo
optan fallos amañados o manejados políticamente, según el gobierno de turno.
Tampoco cambió el enrarecido ambiente politiquero con que se han manejado las
elecciones a todos los niveles, hasta el punto que pese a los esfuerzos de nuevos
movimientos, nuevos personajes o nuevos aspirantes, el Congreso, las asambleas
y los consejos siguen siendo ocupados por los mismos y con las mismas ideas:

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Justicia Social y Violencia en Colombia 53

usufructuar las finanzas territoriales o trabajar únicamente para beneficio personal


tal como ocurre.

Y que decir del aspecto social. El país va de para atrás. Nuestros dirigentes, sin
excepción alguna tienen una concepción al revés de lo que debe ser la función
social del Estado. Hoy el país está más pobre, más atrasado tecnológicamente,
educativamente avanza a “paso de tortuga” respecto a otras naciones del mismo
nivel, hasta el punto de ubicarse en los penúltimos puestos de categorización en la
lupa que las Naciones Unidas o sus organizaciones cualifican a los Estados.

En el nivel económico. Ni hablar. La gente no tiene para su mercado semanal o


quincenal como solía ser la costumbre. Hoy día cerca de 32 millones de
colombianos no se ingieren las tres comidas a que acostumbraba la familia
colombiana de las décadas anteriores. Las noches para tantos millones son
aciagas, tormentosas y largas gracias al insomnio que los afecta.

Aparte de ello, no hay trabajo, las oportunidades laborales son muy escasas. Aquí
ya no importa si el colombiano es analfabeta o profesional universitario. No hay
trabajo para ninguno de los niveles, lo que ha llevado a que miles de colombianos
capacitados, cerca de dos millones hayan emigrado en los últimos años en busca
de nuevas oportunidades para poder ver por las familias que se quedan viviendo la
horrible noche.

Esos factores, además del desenfoque ideológico de la guerrilla, que ya no


defiende postulados y objetivos sociales por defender los intereses económicos de
los cabecillas, llevan a que el país no se sobreponga a la actual situación.

Hablar de violencia en Colombia es hablar de historia reciente y de la actualidad,


es hablar de conflicto más conflicto sin resolver el anterior, es referirse a la
amnesia histórica de todos los sectores políticos armados y desarmados.
Muy rápido pasamos la hoja del libro cuando leemos que el pueblo colombiano fue
dividido por los partidos Liberal y Conservador en “rojos” y “azules”, para que se
enfrentaran en los campos y que el resultado fuese además de 300 mil muertos un
“pacto de exclusión” firmado en España por los dirigentes de los dos partidos.

Se desconoce si alguna vez ambos partidos expresaron públicamente


arrepentimiento, por ese hecho que marcó la vida de un pueblo.

No es suficiente hablar de muertos, que siempre es lo que más conmueve. Ese


pacto de exclusión impidió la presencia legal de otras organizaciones o
movimientos políticos e instauró una forma de resolver los conflictos.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 54

Otro producto de ese pacto fue el surgimiento de las guerrillas en los años 60,
hijas de la exclusión pero también excluyentes entre unas y otras. Exclusión que
contagió a la sociedad, a los individuos y hasta su cotidianidad.

Y cuando el Estado supo que los rebeldes eran una realidad más en el país, dio
prioridad a la vía militar para extinguirlos y así hasta el final de siglo y el comienzo
del siguiente. Colombia dividida entre buenos y malos, y en la mejor formación
católica, siempre fue necesario un enemigo, un Satanás, o un Tribunal de la Santa
Inquisición para castigar los delitos políticos y sociales. A alguien había que
acabar, desaparecer, destruir.

Desde el punto de vista político existen coyunturas internacionales, situaciones


sociales pero en el caso de Colombia muchos se han detenido en el tiempo y otros
no quieren recordar o no pueden hacerlo, y “no recordar es la antesala de la
locura”, según se afirmó en las Jornadas de Psicoanálisis de la Europa Inacabada,
en 1997.

Y esa amnesia ha derivado en las mayores atrocidades: venganzas, ambiciones


insatisfechas, masacres, actos repudiables que buscan justificaciones. Se ha
llegado a un punto que parece que todos son verdugos y todos son víctimas. La
amnesia hace repetir lo olvidado en hechos, pero con los muertos se están
llevando el derecho a la memoria colectiva.

La denominada violencia de los años 50 se resolvió con la exclusión de las grandes


mayorías que lloraban a sus muertos, luego impusieron las balas por un ejército
educado en la guerra fría y en el más puro anticomunismo.

En los 80 por fin se inició un proceso de diálogo con la guerrilla, pero el asesinato
de quienes firmaron y el incumplimiento de los acuerdos arrastra hasta hoy la
desconfianza. Y los paramilitares que nacieron y crecieron con el amparo y apoyo
del ejército, constituyen hoy una guerrilla de derecha alimentada por desertores de
las filas insurgentes o de algunos de los que abandonaron las armas.

En medio de todo este caos, se halla inmerso el narcotráfico que corrompe y llega
hasta los más recónditos lugares de la geografía y de las conciencias.

No es un panorama sencillo de explicar y menos de entender o resolver. Al 2002


se entró con toda la problemática a cuestas y con un Plan Colombia que militariza
las posibles soluciones. ¿Y la soberanía?. No es tema de actualidad.

Mientras, la atomización de la sociedad colombiana se evidencia en los miles de


muertos, hay dos millones de desplazados internos, miles y miles de personas que

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Justicia Social y Violencia en Colombia 55

emigran a otros países, cientos de mujeres prostituídas en Holanda, España o


Japón y decenas de profesionales e intelectuales que huyen del país.

En la búsqueda de soluciones mediante debates y reuniones, nadie propone una


nueva sociedad pero sí un fortalecimiento del Estado. ¿Esto es posible dentro de
la dinámica actual?. ¿Será necesario eliminar a la mitad de la sociedad colombiana
y enviar un número indeterminado de habitantes al extranjero para lograrlo?. El
verdadero enemigo es la pobreza.

Las ONG`S informan que Colombia tiene la cuarta población de desplazados


internos del mundo. El atroz conflicto entre paramilitares y guerrilla es
ampliamente responsable del desplazamiento forzoso de colombianos. Cerca de
300.000 personas, la mayoría mujeres y niños, fueron sacados de sus hogares en
1998 debido a la violencia rural. El gobierno de Estados Unidos suministró en
1999, 5.8 millones de dólares para las operaciones en el hemisferio occidental del
Comité Internacional de la Cruz Roja, con destino a la ayuda para las personas
desplazadas en los territorios nacionales, junto con 3 millones de dólares
adicionales de asignación específica para Colombia. El gobierno de Estados Unidos
también aportó otros 4.7 millones al Fondo General para el Hemisferio Occidental
del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. Parte de esa
suma fue utilizada para aumentar la capacidad de actuación institucional en
Colombia.

El gobierno nacional decidió, con el apoyo irrestricto de los estadounidenses, que


este departamento fronterizo sea la punta de lanza de la lucha contra el
narcotráfico contemplada en el Plan Colombia. El lugar donde pondrán a prueba
un proyecto piloto de desarrollo, mezcla de zanahoria y garrote, para acabar con
una zona donde se concentra el 50 por ciento de los cultivos ilícitos del país y que
se ha convertido en un corredor estratégico para el tránsito de armas y explosivos
para la subversión.
Esfuerzo que necesariamente implica eliminar la única fuente de ingreso de 13.000
familias campesinas. Ahí está latente la posibilidad de un nuevo paro cocalero
igual al que ocurrió en 1996 y movilizó a más de 50.000 personas en contra del
programa de fumigación del entonces presidente Ernesto Samper. O peor,
grandes movilizaciones de desplazados hacia las fronteras, empujados por el
hambre y asediados por el plomo de la guerra que se librará sobre sus vidas y sin
respeto por sus recuerdos o deseos.

“El país no se imagina lo que está gestándose en el Putumayo. Es la bomba de


tiempo más grave que hay en Colombia”, le dijo a la revista colombiana Semana
un oficial de Inteligencia de alto rango del Ejército que pidió no ser identificado.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 56

La zanahoria para los campesinos cocaleros será el Plan de Desarrollo y Paz del
Putumayo. El garrote para los cuatros frentes guerrilleros y dos de autodefensa
que operan en la zona quedará en manos del Batallón Antinarcóticos del Ejército y
la Policía Antinarcóticos. El batallón fue creado, entrenado y dotado durante 12
meses por el escuadrón de los Green Berets estadounidenses (que se hicieron
famosos durante la guerra del Vietnam) como un cuerpo de élite para la lucha
contra el narcotráfico. La Policía no se quedó atrás. La responsabilidad de 3.000
hombres y el programa de fumigación recaerá en dos pesos pesados: el general
Ismael Trujillo, cerebro de la Operación Milenio, y el coronel Carlos Barragán,
oficial que logró la captura de los hermanos Rodríguez Orejuela. La guerra puede
ahondarse si no hay alternativas.

En el campo de batalla se encontrarán con 1.800 guerrilleros del Bloque Sur de las
Farc, la unidad más combativa y táctica de ésta organización.

De los resultados que se obtengan en esta “Guerra del Putumayo” dependerán


las estrategias gubernamentales para erradicar los cultivos ilícitos en los
departamentos de Caquetá y Guaviare y en la zona del Catatumbo (Norte de
Santander). Hay mucho en juego.

Si bien la nueva ayuda de Estados Unidos para el Plan Colombia incluye 15


millones de dólares adicionales para ayudar a los desplazados por el conflicto en el
Sur de Colombia, no serán suficientes porque el problema no es sólo de dinero y
bala, sino que los campesinos afectados puedan encontrar una salida rápida al
hambre que significa perder su único medio de subsistencia. Si bien se plantea
sustitución de cultivos y facilidades para desarrollar cultivos productivos lícitos en
la región, el tiempo apremia con la picada de la guerra y el resentimiento.

Mientras las autoridades armadas y los actores en conflicto se preparan para una
guerra sin cuartel los campesinos se rebuscan la manera de sobrevivir. La
economía del Putumayo depende en gran medida del negocio del narcotráfico. En
una escuela de una vereda del valle del Guamuez, por ejemplo, los alumnos
cultivaban una hectárea de coca en un solar vecino y con el dinero que obtenían
compraban todos los útiles que necesitaban. En esta zona del país la coca
reemplaza el comercio de productos lícitos. Entre 1996 y 1998, según la
Contraloría Departamental, bajó de 69.000 a 39.000 metros cúbicos la explotación
maderera. En Puerto Asís, de acuerdo con la misma entidad, entre “1993 y 1995
se movilizaron entre 48 y 66 toneladas anuales de pescado, a partir de 1996 la
movilización no ha superado las 40 toneladas”.

El problema ahora es que el negocio de la coca está paralizado. Los comerciantes


se quejan y la plata ya no circula con la abundancia del pasado. Un lanchero

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Justicia Social y Violencia en Colombia 57

contaba que antes se ganaba entre cuatro y cinco millones de pesos transportando
pasta de coca, hoy consigue la mitad o menos. Hace seis meses las Farc
decidieron sacar del camino a los intermediarios que compraban la droga y
encargarse ellas mismas de la compra y venta de la mercancía. En estos
momentos, y en ello coinciden las versiones de los campesinos en el área y de la
Policía Antinarcóticos, la guerrilla tiene almacenados por lo menos 2.000 kilos de
coca. Eso agrava la situación. El investigador exiliado tiene su propia teoría al
respecto frente a este tema: “la coca ya no es un producto rentable. Los
campesinos sienten que trabajan para la guerrilla y que lo que ganan no alcanza
para la comida, los venenos y los jornaleros”.

En el Putumayo muchos campesinos desean cambiar sus cultivos, cambiar sus


vidas, con la ayuda del Estado. De ahí que las expectativas frente a lo que
sucederá una vez comience la guerra frontal contra la coca sean grandes. La
cuenta regresiva para el Putumayo ha comenzado. No hay vuelta atrás.

2.1.2 Construir Educativamente el Conflicto

El siguiente artículo hace parte de la tendencia positiva de ver el conflicto como


elemento intrínseco de la vida social y necesario en un proceso de recambio en el
pensar y actuar de un colectivo social.

Los aportes del autor recaen en la compleja realidad polifónica Colombiana, donde
intenta una reflexión desde lo educativo para desentrañar herramientas de cambio
frente al conflicto en todas sus manifestaciones.

Hacia una Pedagogía de la Negociación Cultural

Marco Raúl Mejía J. Educador e investigador. Asesor del movimiento de


Educación Popular Integral Fé y Alegría de Colombia. Asesor del consejo de
Educación de Adultos para América Latina.

“Testimoniar, respetar, cuidar, renunciar, ser responsable de todo y de todos (as)


es un hacer posible y esencialmente ético, por estar en la esfera de nuestro poder.
La conciencia moral es fruto del proceso reflexivo y de la enseñanza de la ética
como ejercicio pedagógico de responsabilidad tanto en cuestiones de frontera
como en lo cotidiano”.

Lorenzo Zancanaro.

La cita de este brasilero, presente en un estudio sobre Hans Jonas, el gran


pensador de la ética para tiempos de globalización tecnológica sirve como entrada

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Justicia Social y Violencia en Colombia 58

a una búsqueda en la esfera de lo humano, lo cual nos coloca en la obligación de


construir procesos que enlacen lo cotidiano con las tareas mayores de la sociedad
que requieren cada vez más del entendimiento de la naturaleza del conflicto. Los
educadores de este país debemos iniciar un proceso para llegar a un manejo
pedagógico del mismo que evite que su regulación nos coloque en situaciones
límite como tener que recurrir a la violencia física bajo sus múltiples
manifestaciones para resolver los variados conflictos que se nos presentan y que
hacen parte de nuestro desarrollo humano y social.

Es costumbre en el uso común y cotidiano valorar el conflicto en términos de


bueno o malo, como si estuviera predispuesta esa naturaleza. Es necesario
pensarlo como una construcción social que ayuda en la configuración de lo
humano. Además, es indispensable abandonar la concepción esencialista del
conflicto, la cual afirma que éste por sí solo produce los cambios, como si fuera
capaz autónomamente de dinamizar la experiencia humana o provocar la peor
catástrofe.

No Hay Conflicto sin Contexto

En un país como el nuestro, asignado por múltiples conflictos que han encontrado
en su resolución violenta y armada la forma de ser procesados, surgen múltiples
miradas que intentan explicar el conflicto analizándolo desde las más diversas
esferas: tanto desde lo personal como una consecuencia de la sicología de los
individuos como desde su manifestación social, reconociéndolo a través de los
resultados de su regulación violenta.

Detenerse a observar el conflicto con detenimiento requiere de una mirada más


completa ya que si bien este adquiere manifestación a partir de los intereses, las
necesidades y los satisfactores, su producción se da en el marco de la construcción
de lo cotidiano y en la esfera de los sujetos en la tensión entre la individuación,
lugar en que nos hacemos seres sociales desde nuestras particularidades
personales. Y la socialización (lugar en que construimos las representaciones de
la individuación en la esfera del encuentro con los otros, haciendo posible la
existencia de unos referentes que dan identidad a nuestra manera de estar en el
mundo).

En esta perspectiva, el conflicto se da en ese cruce en donde individuación y


socialización hacen emerger las diferencias a través de las cuales se hacen
manifiestas las necesidades y los intereses, que buscan a los satisfactores para que
den a las personas la posibilidad de representarse en el escenario social.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 59

La Multiculturalidad, Contexto de la Globalización

Uno de los problemas centrales que encontramos en los procesos de globalización


política, social, cultural y económica que vivimos es la manera como se producen
discursos homogéneos en los cuales pareciera que todos somos lo mismo: como
ciudadanos y como hijos de la democracia terminamos siendo parte de una
identidad formal vacía que pareciera estar construida sobre la extinción de las
diferencias; convirtiéndose muchos de estos discursos en las formas que construye
una élite propiciadora de esa universalidad en la cual los procesos de
diferenciación parecen extinguirse.

Hemos terminado convertidos en ciudadanos del mundo olvidando que también


somos hijos de la aldea y a partir de esta negación se ha construido una
explicación en la cual se ha perdido la cultura que nos daba identidad y unidad.

Frente a la tendencia mecánica de la globalización económica, la cual produce


homogeneización a todos los otros niveles, se hace necesario ir a la búsqueda de
lo diferente como único camino para hallar los conflictos y producir en nosotros
una descentración, en cuanto va a centrar la fuerza en reconocer “nuestras
particularidades”. Por su parte las formas dominantes tienen como centro el
ejercicio de negar lo diferente, aquello que aparece y descalifica desde su
centralidad haciendo que sea parte de lo otro no reconocido oficialmente y por lo
tanto subsumido en esa misma negación.

Hoy el mundo globalizado entendido como un desarrollo de las fuerzas productivas


a partir de las revoluciones científicas y tecnológicas, ha adquirido el control del
capital financiero, ha desmontado el Estado de Bienestar y ha alcanzado el
predominio en el mercado en su forma neoliberal.

La globalización atenta contra la diferencia en su pretensión de construir una


cultura global unificada y por lo tanto productora de subjetividades, de identidades
más o menos homogéneas que tendrían cómo realizar una especie de
preformatividad a priori de la acción y de la historia. La producida
homogeneización por la globalización, oculta experiencias de vida y experiencias
sociales extremadamente diferentes, además de originar un profundo desfase
entre economía y ética.

Esta homogeneización aparece con más fuerza en el merado con el señuelo de ser
una expresión o convergencia de lo diferente construida desde el libre juego de
individualidades e intenta ocultar el conflicto que significa aceptar lo diferente
como una manera de ser desigual. Se evidencian aquí las amarras que tiene la
globalización con la cultura blanca y con la dominación de poderosos sectores

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Justicia Social y Violencia en Colombia 60

económicos y políticos, lugares en los que surgen las únicas lecturas posibles de la
realidad, (pensamiento único) las mismas que Occidente ha construido como su
verdad - poder y como su saber - poder fruto del nuevo lugar del conocimiento en
la sociedad globalizada. Esa expresión de lo diferente se cruza con aquello que
silencia, aparece:

• Un mundo no sólo blanco, sino también negro, mulato y multicolor


(construyendo lo étnico).
• Un mundo no sólo de ricos y nobles, sino también de pobres, asalariados y
desempleados.
• Un mundo no sólo de hombres sino también de mujeres y homosexuales.
• Un mundo no sólo con una ciencia, sino con un conocimiento en expansión con
múltiples interpretaciones y paradigmas.
• Un mundo no sólo adulto, sino también de jóvenes y niños (as), con sus
propios sentidos y esperanzas.
• Un mundo no sólo bipolar (norte - sur), sino multipolar, con múltiples formas
de alcanzar el desarrollo.
• Un mundo no sólo bipartidista sino multipartidista.
• Un mundo no sólo de metrópolis, sino también de campesinos desplazados.

Estas múltiples manifestaciones muestran que los conflictos entre culturas, en un


sentido amplio (de etnia, de clase, de género, de saberes, de generaciones, de
principios doctrinarios, de partidos políticos, entre otros), no pueden seguir siendo
analizados como simples relaciones de oposición; es urgente realizar un esfuerzo
para entender que las relaciones de poder están vivas al interior de estos procesos
dentro de una lógica más amplia porque han sido diferencialmente construidas.

Para ello, es necesario encontrar los mecanismos que hacen visible la manera
como estas miradas unipolares, al negar y excluir lo otro, han construido su poder
y han producido un discurso de la diferencia que al no tener en cuenta el poder
que excluye lo ha convertido en pluralismo, como forma de evadir las
responsabilidades en la construcción de la desigualdad.

Pero ir más allá de la mirada liberal del pluralismo, requiere plantearse con
urgencia un multiculturalismo crítico que, fundado en la diferencia, pueda señalar
las desigualdades que se construyen allí y el camino para estructurar posibilidades
políticas que asuman como parte de su proyecto la reconstrucción de la sociedad.
Es así como este multiculturalismo que se ha impuesto como tarea hacer explotar
el poder existente al interior del mundo unipolar para que emerjan múltiples

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Justicia Social y Violencia en Colombia 61

versiones de la forma como la exclusión, la desigualdad, y la segregación, hacen


parte de un mismo proyecto occidental centrado en construir nexos de
dominación.

Por ello, el multiculturalismo crítico no acepta la diferencia como originaria de


culturas que permanecen intactas, sino que reconoce en ese juego los riesgos de
asumirse hoy en un mundo globalizado y por tanto la complejidad de sus
relaciones pues se producen rupturas, desvíos, clausuras, y encaramientos, como
forma de manifestación de la diferencia. Esto significa una negación al
uniculturalismo (centrado en lo euroamérico - céntrico, en lo androcéntrico, y en
lo falocéntrico), y al universalismo que se rompe como verdad cuando se visibilizan
las relaciones de poder y privilegio que lo constituyen.

Desde el multiculturalismo crítico, la interculturalidad no es vista como el simple


encuentro de culturas, sino como el encuentro que enriquece, reconociéndole los
substratos de poder, a la idea multicultural y por ello está en condiciones de
producir una negociación cultural real, es decir, empoderamiento en y desde las
culturas.

Una de las preguntas centrales tiene que ver con la mejor forma de romper con la
institucionalidad de la igualdad formal, la cual a su vez construye identidades
formales y nos subsume en una unidad construida desde la forma liberal de la
política naturalizando las diferencias y por esa vía las desigualdades.

Esto va a exigir la construcción de los nuevos discursos de la desigualdad para


entender que la justicia no se va a dar como realidad simplemente porque una ley
lo determina, es decir la justicia necesita ser constantemente conquistada y
recreada por todos aquellos que desde una ética de la solidaridad han decidido
convertirla en aspecto central para la reconstrucción de la sociedad.

La Diferencia, Lugar por donde se Asoma el Conflicto

Cuando se reconoce la tendencia mecánica de la globalización económica que


conduce al análisis de la homogeneización a todos los otros niveles, el ejercicio
para reconocer el conflicto nos produce una descentración en cuanto coloca la
fuerza en encontrar mis particularidades para constituir un nuevo campo de
experimentación y cambio. En ese sentido, la diferencia emerge como riqueza y
primera posibilidad de cambio, a la vez que permite percibir desde ella, la
emergencia de posibles conflictos. La diferencia se muestra como:

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Justicia Social y Violencia en Colombia 62

• La posibilidad de producir “mi versión”. Es decir, el lugar desde el cual yo, con
mi huella, produzco mi texto, surgido desde mi praxis y me abro a la búsqueda
de la intertextualidad (de instituciones, personas, y grupos humanos).
• El reconocimiento de lo “otro” que está hecho de mil maneras por las huellas
que lo constituye. En ese sentido se acepta que el encuentro para construcción
de proyectos comunes tiene mil senderos.
• Campo de experimentación, es decir, no como límite, barrera, sino como
exigencia para construir los puentes mediante los cuales surge lo común a
partir de la conjunción entre lo necesario y lo imposible.
• Incertidumbre, pues el reconocimiento de lo otro (la otredad) nos coloca
frente a la necesidad de perder la certeza y entrar en el camino de verlo como
lo que complementa, lo que construye más totalmente (en teorías, en
instituciones, en personalidad) y nos empuja a reconocer la complejidad de la
construcción y lo relativo de nuestra posición.
• Nos situamos frente a una construcción de lo colectivo desde múltiples lugares,
que ubica la diferencia como elemento central que nos constituye como seres
sociales con responsabilidades colectivas que son necesarias de re - construirse
en el ejercicio también de la de (s) construcción. La diferencia y el conflicto,
en mi concepto, conducen a profundizar la agenda de cambios para construir
de otra manera la vida cotidiana, todo lo cual exige un trabajo de
reconstrucción.

Diferencias que Excluyen

Las principales diferencias que conducen al camino de la exclusión, la segregación


y la discriminación y construyen los nuevos mapas de poder y de dominación son:

• En función del sexo: en donde las relaciones hombre - mujer se siguen


resolviendo mediante el control patriarcal y en detrimento de la mujer, aún en
el caso de mujeres que asumen puestos de control y poder.
• En función de las diferencias físicas: el culto al cuerpo de la sociedad y la
industria cultural de masas discrimina los defectos físicos e incentiva el
paternalismo hacía los discapacitados y aquellos que difieren del cuerpo
“modelizado”.
• En función de las diferencias síquicas: desde los tiempos de “la nave de los
locos” ha sido uno de los grupos más discriminados, pues se les considera
personas incompletas.
• En función de las diferencias de edad: se discrimina por ser joven o ser viejo.
A éste último se le reprocha su incapacidad productiva y a los otros se les

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Justicia Social y Violencia en Colombia 63

señala como consumistas o incluso se llega al extremo de tildarlos de


delincuentes.
• En función de las diferencias étnicas o culturales: los grupos minoritarios
constituyen un mundo pasado de moda, ya que los mayoritarios imponen su
forma de vida, ética y modelo de sociedad; así se manifiesta en la
discriminación del lenguaje: “no sea indio”, “negro que no la hace a la
entrada”.
• En función de las diferencias, según el lugar de procedencia: la globalización
trae migración y desfasamiento. Sobre los migrantes recaen estereotipos, que
marginan y excluyen, pues son los delincuentes, los que sirven sólo para
empleos bajos.
• En función de las diferencias según la opción sexual: no se acepta otra
naturaleza diferente a las tradicionales y su forma de vida es señalada como
vicio, enfermedad o desviación, de ahí el señalamiento a los grupos gay.
• En función de las diferencias según el estado de salud: miedo y rechazo a las
personas con ciertas enfermedades como el SIDA crean grupos de riesgo y se
les excluye, pues se consideran sus males como causados por el pecado y el
vicio.
• En función de las diferencias según las creencias u opiniones: lo que difiere del
pensamiento común es visto como falso o peligroso, por ejemplo, la mirada
sobre lo musulmán tras el atentado a los Torres Gemelas en Nueva York.
• En función de la diferencia de opinión: esta riqueza está sancionada si no
corresponde a la del pensamiento en boga (moda) o mantiene una distancia
crítica frente al poder.
• En función de las diferencias según la escala social del poder: asigna a los que
lo detectan una potestad mediante la cual éstos organizan proceso de inclusión
o exclusión desde criterios personales.
• En función de las diferencias según el lugar social que otorga la posesión de
bienes o ingresos económicos: se unen ciertos valores a la posesión de bienes
y al no poseedor se le considera sospechoso de poseer contravalores peligrosos
para la sociedad.

El Conflicto como Manifestación de Poder, Más Allá de la Diferencia

Uno de los problemas centrales cuando se mira el fenómeno de lo multicultural en


la sociedad globalizada, es la manera como desde el poder se intenta darle cauce a
los conflictos. Por lo anterior, es necesario desarrollar la capacidad de reconstruir
pensamiento y acción para ser capaces de romper los imaginarios que han
permeado la visión esencialista instalada socialmente en nuestra subjetividad y que

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Justicia Social y Violencia en Colombia 64

han hecho que en nuestra vida cotidiana nos comportemos ambiguamente (no
siendo lo claros que decimos ser) y que miremos el conflicto como causante de
problemas y no propiciador de transformaciones individuales y sociales.

Asumir el conflicto significa abordarlo de manera distinta a como estamos


acostumbrados a hacerlo y convertirlo en generador de procesos, impugnador de
verdades, reconstructor de poderes y organizador de propuestas. Pero la mayor
dificultad radica en las rupturas que tenemos que realizar en nuestro accionar
subjetivo y personal en ocho aspectos inscritos como impronta en la cultura que
hemos conformado en la trama histórica de nuestras sociedades y que hoy bajo el
capitalismo globalizado ha tomado el sesgo de lo universal. Estos aspectos son:

• La verdad como esencia. Una larga tradición que se ha desplazado desde las
imágenes de lo divino hacia el campo de la política y en los últimos tiempos ha
impregnado el mundo de lo científico. Ha ido moviéndose en un proceso de
verdades absolutas donde no es posible sino establecer dos campos: verdad y
falsedad. Esta mirada, cuestionada hoy en día desde diferentes concepciones
de la ciencia debido a la entrada de los procesos complejos del caos, del azar,
de los construccionismos, de los sistemas abiertos, etc., nos muestra una
realidad científica, social y cultural constituida desde múltiples lugares,
entregándonos una verdad más rica en construcción y en expansión. Esto no
significa la negación de los elementos constituidos anteriormente, pero sí su
relativización.

• La interpretación dicotómica del mundo. Esta postura descalificadora partió de


la verdad (de cualquier tipo) y construyó una mirada sobre lo “otro diferente”
como el opuesto negativo de aquello que yo afirmaba: lo mío era lo bueno, lo
de los otros lo malo; yo era el científico, el otro el ignorante; yo era el
generoso, el otro el egoísta; mi política interpretaba la sociedad global, la otra
sólo al grupo de élite. Si analizamos con cuidado estas miradas dicotómicas,
nos podemos dar cuenta que ha sido un sistema fácil para descalificar lo
diferente.

• La producción de cosmovisiones totalizantes. Esta forma de verdad y la


enunciación del juicio sobre el otro tienen como característica el hecho de que
organizan interpretaciones del mundo que pretenden ser la realidad y / o la
teoría verdadera, confundir a ésta con lo real, es calificado como la
interpretación correcta, lo que le da legitimidad para operar contra las otras
interpretaciones sin intentar un diálogo que permita enriquecerla construyendo
realidades más complejas y múltiples.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 65

• La reducción del conocimiento a procesos racionales. El hecho de configurar lo


humano desde la especificidad racional (y al tecnócrata como sujeto de poder)
llegó a producir una reducción de otras dimensiones de la constitución de lo
humano como el deseo, el placer, lo lúdico; éstas fueron vistas como
manifestaciones de la parte animal de nuestro ser. Por lo tanto, durante
mucho tiempo se excluyó al cuerpo y se redujo a un segundo plano aquellos
tipos de conocimiento en los cuales estuviera implicada la subjetividad de quien
conocía. Hoy se han abierto puertas para identificar cómo lo conocido está
implicado en el sujeto cognoscente y cómo otras dimensiones de lo humano
también acumulan las experiencias necesarias para desarrollar las formas de
conocer que no siempre se sintetizan en forma racional. Lo anterior ha abierto
una gran cantidad de búsquedas sobre el yo interior y las nuevas identidades
del ser humano.

• El desacuerdo como enemistad. Hemos ido construyendo en torno a nuestras


múltiples certezas a las cuales se debe adherir todo el grupo humano cercano a
nosotros, estableciendo así una solidaridad de cuerpo casi feudal que nos lleva
a que cuando alguien del mismo grupo establece diferencias con nuestros
puntos de vista o avanza hacia construcciones diferentes, experimentamos una
especie de ruptura mediante la cual el otro traiciona la lealtad del grupo. De
esta forma se gesta en nosotros el temor a la diferencia de los próximos. El
poder establece formas de censura para que las comunidades cercanas se
construyan sin hacer explícita la diferencia.

• La patriarcalidad como enunciación y acción. El ejercicio del poder ha


adquirido formas sociales, políticas y económicas y durante mucho tiempo, de
una manera invisible ha actuado en el encuentro de géneros como segregación.
El predominio del control del hombre ha hecho que se generen segregaciones
en relación con lo femenino que es visto en términos de inferioridad. Estas
formas culturales hegemónicas habitan todavía en la subjetividad de los
hombres y las mujeres de estos tiempos. No va ser posible instaurar procesos
de cambio mientras no reconstruyamos la presencia patriarcal en nuestra
subjetividad, en las prácticas sociales y en los intentos por transformar y hacer
diferente esta sociedad. Este ejercicio no es fácil porque requiere también del
ejercicio de refundar lo masculino y lo femenino.

• La naturalización de la exclusión y la segregación. En nuestra sociedad y con


más fuerza en el período neoliberal, como responsable de su destino en este
mundo se considera al individuo perdedor. De esta manera, se explican los
fenómenos de pobreza, exclusión y segregación como normales y como
consustanciales al desarrollo de la sociedad en la cual vivimos, volviendo así de

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Justicia Social y Violencia en Colombia 66

forma más elaborada al viejo discurso ideológico - religioso de que pobres


siempre van a existir.

• El ascenso social y cultural como meta de vida. Una idea del desarrollo y el
subdesarrollo fundamentado en la posesión de bienes materiales nos ha llevado
a ansiar tener siempre más de lo que se tiene y llegar a los niveles de quienes
sentimos “están por encima de nosotros”, produciéndose una distorsión del
sentido de la vida, a la vez que invisibiliza a quienes están “por debajo de
nosotros”. Pero si todos alcanzamos el ascenso social, si logramos el “ideal”
de vivir y tener los niveles de vida de los países del norte, el planeta colapsaría
como consecuencia de seguir este modelo de desarrollo no sustentable.

Estos ocho aspectos han permeado nuestra cultura de tal manera que han logrado
construir un imaginario social del cual somos portadores, todo aquél que se ubique
en una interpretación diferente a la nuestra queda en el terreno de las posibles
exclusiones. Y si nuestra mirada ha sido sancionada por el poder o en esta nueva
época de conocimiento por el poder - saber, lograremos colocar a nuestro servicio
toda la parafernalia de éste para producir exclusiones. Pero éste no es sólo un
poder a nivel macro, se ha convertido también en la forma de construir relaciones
en el mundo cotidiano de todas las personas. Por lo anterior todo lo diferente es
mirado sospechosamente y por la vía del mal manejo del conflicto termina
convertido en opositor o enemigo.

En este juego de imaginarios que va rotulando el mundo, la introducción de


cualquier punto de disenso, como manifestación de un conflicto creativo, podría
marcar las formas de la diferencia y terminaría penalizando los procesos sociales,
pues fragmenta los grupos humanos y comunidades en los más diversos ámbitos y
lleva incluso a construir una cultura en la cual el conflicto no se manifiesta como
retador o reconstructor de relaciones sino como el espacio desde el cual encasillo
la mirada del otro para entrar en la lógica fácil del amigo - enemigo.

Reconociendo el Conflicto entre la Multiculturalidad y el Poder

Planteamos el conflicto como eje central requiere de nuestra capacidad de


construir diferencia, antagonismo, y duda, la cual al enfrentar los problemas del
poder, del saber y de las formas de exclusión y dominación encuentra los núcleos
conflictivos en el ámbito de la acción y la reflexión y los coloca en un escenario
público, para desde allí regularlos. Pero calificar esta cultura del conflicto significa
también construir otros modelos de sociabilidad y organización social para que
generen la capacidad autorreguladora de hacer emerger los conflictos en sus
diferentes niveles con el fin de que las jerarquías de poder y privilegio no se
reproduzcan, originando desigualdad, exclusión o segregación.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 67

Es necesario replantear la clase de crítica que hemos formulado hasta ahora,


porque ella también, hija de las formas culturales que hemos vivido e introyectado,
se ha constituido en verdad excluyente y dogmática. Se requiere de una crítica
capaz de hacerse nueva cada día, a la misma velocidad de los cambios de estos
tiempos; significa esto tener la capacidad de ser crítico con uno mismo y estar
abierto a las posibilidades que ofrece el mundo.

Es importante entender que el conflicto es múltiple y no se queda sólo en el campo


de lo discursivo, sino que atraviesa procesos de acción y por ello abre la posibilidad
mediante la crítica de reconocer diferentes intereses, fruto de necesidades
variadas, presentes en su manifestación.

Entrar en el conflicto significa abandonar el dualismo descalificador que hace


invisible a lo diferente, a lo desigual, a lo excluido y a lo segregado, aspectos que
siempre se presentan como conflictivos. Esto implica plantearnos de fondo la crisis
del sujeto en el mundo globalizado. Toda la discusión sobre su autoridad, su
identidad y su entrada en juegos de permanente constitución de identidades
híbridas producto de múltiples combinaciones culturales, replantea de fondo la
manera como nos relacionamos y la forma como nuestros imaginarios principios y
valores con los cuales hemos dirigido nuestras acciones han sido codificados.

Aprender a leer el conflicto existente en nuestras vidas con una profundad


capacidad crítica es otra forma de construir nuestra aptitud para reconocer la
multiculturalidad bajo sus numerosas expresiones. La transformación multicultural
será realizada por aquellos actores que asumen el conflicto como elemento
generador de mundos nuevos con múltiples sentidos.

El Conflicto es el Duro Encuentro con Nuestra Condición Humana

El conflicto nos recuerda que somos seres en permanente lucha contra adversarios
internos, externos, y en ocasiones virtuales, a los cuales hemos constituido para
enfrentar la dureza de nuestra condición, es decir, de esta manera vamos
adquiriendo la certeza de que ser humano es fundamentalmente conocer el
conflicto.

Nos Pregunta ¿Quién Soy?

Una vez que conocemos la experiencia del conflicto nos queda la certeza de que
siempre está ahí, agazapado para presentarse a la menor oportunidad. Parece
que hubiéramos nacido para él y es allí donde reconocemos la raíz del conflicto:
en los más variados escenarios de mi ser en el mundo y que reconozco también

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Justicia Social y Violencia en Colombia 68

como los niveles en donde es construida y manifiesta mi individuación –


socialización:

• Ser más, es la misma pregunta ¿quién soy?. Y que es la manera como me


planteo mis sentidos en mi cultura y en el mundo que me rodea.
• Ser más con otros, se refiere a los procesos de convivencia en los que estoy
inscrito y en los cuales debo participar junto a grupos o comunidades para que
la obra se desarrolle.
• Saber más, es la relación con la esfera del conocimiento, en la cual me
pregunto por los saberes de uso social y personal que tengo y debo tener para
vivir en el mundo de hoy.
• Tener más, es la presencia de la esfera de los bienes y del lugar de ellos en mi
vida, me alerta sobre la específica necesidad de su posesión para conseguir los
intereses que me plantea el ¿quién soy?.
• Querer más, es la manifestación en el campo de los afectos que hace visible no
sólo lo que siento, sino la manera como materializo esos quereres bajo la forma
de deseo.
• Hacer más, se refiere a las exigencias cotidianas de mis prácticas de vida y
últimas, a las exigencias profesionales y productivas que van en una secuencia
de hacer, hacer más y hacer distinto.

Estos seis aspectos presentes en toda acción humana y en toda subjetividad


surgen de la construcción día a día de lo humano, en la cual la tensión entre
necesidades sociales y necesidades individuales construye intereses específicos,
que se convierten en guías de mi acción en el mundo. Igualmente, la búsqueda de
satisfactores orienta la respuesta a las necesidades de diferente tipo,
convirtiéndose estos satisfactores en un camino intermedio de acción, sentido y
espacio privilegiado para hacer emerger los conflictos.

Esas formas sociales, con las cuales busco satisfactores para mis intereses y
necesidades, construyen una tensión que en algunos casos conduce a una
confrontación entre lo que nosotros queremos ser y la manera como queremos
enrutar nuestra vida según las exigencias de la sociedad.

Por eso, cuando el conflicto aparece nos está indicando que a pesar de la aparente
autosuficiencia no tenemos un control total sobre nuestras vidas ni sobre los
procesos que agenciamos en ellas; en este momento aparece una fuerte paradoja
quedarnos en donde estamos o saber que sí lo enfrentamos emprenderemos un
camino más allá de nuestros límites actuales. Esto significa reconocernos a
nosotros mismos como seres incompletos en permanente crecimiento; el conflicto

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lo que me avizora es la necesidad de trabajar mi horizonte de sentido y reconocer


hacia dónde voy desde lo que soy a la luz de las preguntas y los interrogantes en
donde lo otro diferente a mí emerge enriqueciendo mi ser.

No Siempre Somos Tan Claros

Encontramos que el conflicto hace referencia al hecho de que algo importante está
pasando en nuestras vidas y que prestarle atención es tener la capacidad de
revisar la esfera del yo, que ha decidido entrar en movimiento hacia lo nuevo. Por
eso, el conflicto siempre va a estar hablando de los claroscuros que hay en nuestra
existencia.

Es difícil admitir que tenemos una zona oscura y para nosotros educados en la
cultura de la verdad reconocer que el conflicto introduce una forma ambigua que
nos saca de nuestras certezas y significa de alguna manera abrirnos a la dualidad y
aceptar la incertidumbre como condición del crecimiento.

Por lo anterior el conflicto aparece como un entramado a través del cual emerge el
yo real y su contradicción para organizar individualización y socialización. En ese
sentido, el conflicto no es la transformación misma que se opera en mí, pero va a
ser la plataforma que constituya la base de las transformaciones que yo debo
emprender.

En razón de ello, el conflicto no es bueno o malo, es moralmente neutro. La


manera como lo asumimos hace que sea bueno o malo y la manera como lo
colocamos en el entramado social. Usándolo en circunstancias de poder nos sirve
para oprimir, segregar, dominar, censurar, excluir e invisibilizar a los otros o
encubrir mi zona oscura o mi manera de relacionarme ejerciendo poder.

También Dolor y Sufrimiento

El conflicto ratifica que ser humano no es un camino de rosas y significa asumir


varios niveles diferenciados de sufrimiento con sus consabidas manifestaciones de
miedo, dolor, pasión, e ira. Esto va a exigir de nosotros una lucha permanente por
descubrir quiénes somos y cómo construimos nuestras fidelidades, así como el
lugar del otro y los otros en nuestra vida. Aprender a manejar el conflicto
permanentemente en nuestra vida es un acto que requiere ir al encuentro de
nosotros mismos desde las más variadas posibilidades.

Por eso, superado el conflicto podemos, mirando hacia atrás, reconocer su cuota
de dolor como parte de nuestra construcción y de nuestra cimentación; sin
embargo, cuando se avizora un nuevo conflicto se nos está avisando que somos

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complejidad no controlada totalmente, pero que será posible ser de otra manera,
es decir, inaugura la utopía desde la individuación. El conflicto al fortalecer “el
aprender a saber que seremos de otra manera” se convierte en instrumento
principal de crecimiento y de nuestro esfuerzo como humanos por ser cada vez
más fieles a nosotros mismos. Por todo lo anterior, no queda sino reconocer que
es una situación permanente en nuestras vidas.

El Problema no es el Conflicto, Sólo su Manifestación

Normalmente reaccionamos cuando el conflicto adquiere manifestaciones humanas


a través de la rabia, el dolor o el sufrimiento y corremos a solucionar la situación
que lo ha creado. Nos pasamos la vida solucionando problemas, sin ir a las
razones de fondo que están precisamente en la acumulación de los elementos
constitutivos del conflicto y las cuales son el verdadero epicentro de aquello que se
manifiesta en nuestra vida cotidiana. Podemos hacer una símil con el terremoto:
vemos sus desastres, pero hay que buscar sus verdaderas causas muchos
kilómetros bajo tierra.

Por ello no se puede confundir el problema con el conflicto. En este último, la


naturaleza humana va poco a poco tejiendo la urdimbre de nuestra condición
intentando darle una salida a nuestras necesidades e intereses; desde lo nuevo
hace su aparición mostrándonos que podemos ser diferentes sin miedo al cambio:
es la emergencia de la utopía en la esfera de la individuación, pues hay otro lugar
hacia el cual ir.

En ese sentido, podemos afirmar que el conflicto es un sistema complejo que debe
aprender a descubrirse. No es el impase que emerge en nuestra vida como
problema, tampoco es el simple suceso a través del cual se manifiestan: el miedo,
la desconfianza, la enemistad, o el odio: éstos son elementos que lo alimentan y
hacen parte de su dinámica, pero no son el conflicto mismo, ya que estas
manifestaciones son simplemente la muestra de que él esta escapando por
nuestras grietas.

Los Sentimientos Connaturales al Conflicto

Una de las razones por las cuales nos negamos a dar trámite al conflicto y casi
siempre esperamos que estalle o haga crisis, es la poca formación que tenemos
para enfrentar su parte dolorosa. El sufrimiento y el dolor (en su versión física y
desmaterializada) están en la raíz del conflicto, así como en el símil del terremoto,
el problema es sólo la manifestación de algo mucho más profundo, los
sentimientos que nos provoca el conflicto son como las grietas por donde se
asoma nuestra epidermis humana y en la misma toma forma en la agresividad, el

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Justicia Social y Violencia en Colombia 71

miedo, la hostilidad, o el moralismo descalificado. Por este motivo generamos


comportamientos agresivos (un buen síntoma que nos conduce al lugar real del
conflicto). Estas respuestas agresivas son aprendidas culturalmente y nos
muestran que no podemos disociar pensamiento de sentimiento; al segundo lo
generamos en la confrontación directa a partir de la creencia de que podemos
atraer hacia nosotros la buena voluntad del otro, por esta razón respondemos
contraatacando o imponiendo, buscando la centralidad de nuestro punto de vista.

Las personas o grupos que hacen parte del conflicto construyen un estado afectivo
mediante el cual se interpreta la situación. Por ello, entender las emociones y
sentimientos se presenta como una oportunidad para entenderse a sí mismo y los
demás, en cuanto nos da la clave de la unidad entre pensar y sentir y me permite
salir de mi conocimiento racional y hacer aprendizajes de otras formas de conocer.

El conflicto a nivel de sentimientos tiene la virtud de hacer explícito el tirano que


llevamos dentro de nosotros y el cual cuando irrumpe se llena de motivos no
racionales: odio, intolerancia, venganza, indiferencia, despotismo, si tenemos
algún poder, lo utilizamos para aniquilar o invisibilizar a los otros, recurriendo a
formas simbólicas e incluso materiales y físicas de violencia.

Tras las experiencias del conflicto, su explicación y su narración son ofrecidas en


términos de juicio binario: como si se tratase de un enfrentamiento entre buenos
y malos, donde emergen con toda su fuerza los arquetipos culturales construidos
desde nuestra condición humana.

Las situaciones conflictivas se mantienen en un status quo gracias al control que


ejerce el poder a través de la represión y la dominación. De ahí que socialmente
muchas personas cambien su lugar en el conflicto, no por decisión propia, sino por
una modificación en los actores que controlan un territorio; son actores
pragmáticos, su pasión y sus sentimientos, no están en la raíz del conflicto, sólo
fue una situación que les tocó vivir.

Convirtiendo el Conflicto en Dispositivo Educativo y Pedagógico

El manejo del conflicto y su regulación por mecanismos no violentos es un


aprendizaje; pero para que éste se dé, es necesario construir una cultura capaz de
trabajarlo como parte del crecimiento humano. Conforme a lo esbozado en las
páginas anteriores reconocemos que la certeza total es inhibitoria del camino que
supone asumir el manejo educativo del conflicto en sus múltiples manifestaciones
(personales, grupales, sociales, culturales, etc). Se debe iniciar una lucha con los
imaginarios culturales de poder, la cual supone como paso inicial la construcción

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Justicia Social y Violencia en Colombia 72

de la certeza de que es imposible volver a tener la certeza total sobre nada ni


nadie.

La acción educativa sobre el conflicto implica sacarlo de su aparente neutralidad


para convertirlo en factor de crecimiento, haciendo explícitos necesidades,
intereses y satisfactores. La cultura de la regulación nos permite transformarlo y
transformarnos con él al asumirlo como una realidad en nuestras vidas. Al hacerlo
forjamos nosotros mismos nuestros caminos y rompemos con una cultura que no
nos ha preparado para afrontarlo como realidad de nuestras vidas.

La acción educativa sobre el conflicto no es simplemente un acto de buena


voluntad, pues implica desarrollar la capacidad de entrar al interior del mundo de
intereses y necesidades desde donde él se construye para reconocer que la
diferencia es real. Igualmente, significa que debemos confrontarnos, enfrentarnos
cara a cara con aquello que nos molesta, exigiéndonos salir de la cultura social de
la hipocresía para reconocer los múltiples caminos de diferencia y exclusión frente
a los otros de los que está hecho el conflicto.

Por ello, el confrontar supone hacer presente la frontera del mundo exterior; es
tomar la decisión de que no acallaremos nuestros intereses en conflicto, ni
nuestras necesidades insatisfechas y enfrentaremos su regulación, negociación o
tratamiento; pasan por su visibilización y esto significa aceptar que el conflicto, a
través de nuestra mirada o de la de los actores con los cuales interlocuto va a
poner de presente, a través de lo diferente, lo que no queremos oír pero
necesitamos saber.

El manejo educativo saca al conflicto de su negación o de las acusaciones mutuas,


es decir, se pasa a enfrentar al otro como realmente es y no como nos lo
representamos. Y se decide enfrentar el conflicto y sus causas en nosotros
mismos y en la representación social que hacemos de él.

El reconocimiento de la existencia de diferentes posiciones en desacuerdo, nos


permite saber que si aprendemos a reconocer las formas de existencia del conflicto
en sus múltiples manifestaciones habremos allanado el camino para regularlo y
resolverlo. De esta manera nos “reintegramos” a la totalidad social de otra
forma, siendo distintos haciéndonos específicos, y preparándonos para los nuevos
conflictos que vendrán, que serán cada vez mejores y que nos llevarán a mejores
lugares.

El tratamiento educativo del conflicto exige una regulación en nosotros, en cuanto


nos preparamos no sólo para ver lo nuestro, sino también para entender lo
diferente del otro.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 73

El reconocer que hay otra mirada diferente a la nuestra nos empuja a mirar un
mundo que es complejo y exige de nuestra autorregulación. Al optar por trabajar
educativamente el conflicto se abandonan los preparativos de la venganza.

Reconocer al “otro” implica no humillarlo, comprender sus diferencias, pero


además ser solidario con él pues reconoceremos el sufrimiento y el dolor que nos
acompaña, reconocemos que el “otros” (persona, sociedad) también lo lleva.
Además, la solidaridad generada por las pérdidas en el desarrollo del conflicto
conlleva también la realización de un duelo.

La Negociación Cultural, un Mecanismo de Regulación del Conflicto

Hemos hecho un viaje por el problema, por los sentimientos, por nuestras
necesidades, por nuestros intereses y a través de todo ello llegamos al conflicto,
descubriendo su epicentro y el cruce donde se produce. Todo este tiempo hemos
reconocido procesos no lineales, no tan claros, que en ocasiones nos conducen a
laberintos sin salida, pero en cada paso hemos tenido que discernir entre
diferentes opciones y alternativas en el ámbito de mi reflexión cuando el conflicto
se halla en la esfera de lo personal o de la discusión cuando se halla en la esfera
de lo grupal o social.

Siempre encontraremos diferentes puntos de vista, interpretaciones de hechos,


teorías y opiniones sobre diferentes aspectos, que nos van a permitir ubicar el
nudo o epicentro real del conflicto, es decir, aquello que hay detrás del problema.
En ese sentido, la negociación convierte la respuesta no violenta en un factor
básico de la reconstitución y regulación del conflicto, pues busca construir
acuerdos sobre los desacuerdos.

Es en el ejercicio de la negociación que podremos reconstruir el conflicto como un


hecho histórico que afecta la vida de las personas, los grupos y la sociedad. Es
decir, cada conflicto tiene su historia, desde la cual es posible dar cuenta de la
manera como se originó y se construyó a través del tiempo, hasta que su estallido
lo hizo visible. Negociar la reconstrucción histórica de él va a ser eje central de su
regulación educativa.

Se busca aprender a tratar y resolver los conflictos, a través de su visibilización


mediante mecanismos de negociación cultural, los cuales implican hacer explícito
sobre qué se disputa. En nuestra práctica hemos encontrado unos primeros pasos
metodológicos que dan vida a los procesos de negociación cultural:

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Justicia Social y Violencia en Colombia 74

• Los mapas del conflicto: son presupuestos, concepciones o visiones previos


sobre el conflicto con las cuales llegan los diferentes actores involucrados (o la
persona que los vive).
• La explicitación de los diferentes puntos de vista: es el momento en el cual la
situación conflictiva se vuelve polémica o se carga de agresividad construyendo
la distancia entre los actores involucrados.
• La discusión: pone en evidencia la manera como los diversos puntos de vista
implican cauces y salidas diferentes.
• Las acciones (mundo de la vida): son los lugares donde se hacen visibles esas
diferencias conflictivas, ya no como representación sino como imposibilidad de
hacer cosas en forma conjunta pues sería contradictorio.
• La capacidad de visibilizar los lugares de encuentro y desencuentro: hace
posible ubicar los primeros núcleos que dan sentido a la negociación.
• La elaboración del flujo del conflicto: posibilita definir las divergencias en su
caracterización.
• La constitución de los núcleos de acción común en diferentes órdenes:
práctico, teórico, simbólico, de encuentro, etc.

En este camino la negociación construye sus propios procesos de regulación social


del conflicto, según el nivel de éste, las personas implicadas o el tipo de conflicto;
pero ante todo, estructura una dinámica para trabajarlo a cualquier nivel como un
proceso pedagógico.

El Conflicto, Crisol de lo Humano

Cuando los conflictos se procesan educativamente, se desencadenan un serie de


aprendizajes como resultado del tratamiento aplicado. Lo más importante es que
desterremos la idea o imagen común de que el conflicto es una amenaza a lo
humano y a su felicidad, pues por el contrario es el motor de nuestros cambios.
Por ello, su uso educativo se convierte en una guía para revisar los sentidos que le
damos a nuestra vida.

Por sus múltiples vericuetos y dificultades, el conflicto nos hace capaces de elegir,
sin dominar a los demás, con un sentido de construcción colectiva no permitiendo
que se nos arrastre a situaciones límite.

Igualmente me invita a salir de la lógica del “enemigo”, ya que éste en múltiples


circunstancias es tan sólo la manifestación de nuestra pelea interna por no ser
diferentes, por no enriquecernos. En este aspecto el conflicto hace emerger ante
nosotros el lado oscuro de nuestra vida y nos lo revela como no tan claro.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 75

El conflicto también nos enseña que el poder como forma de exclusión se apodera
de las diferencias como expresión de riqueza y construye desde ellas
discriminaciones y segregaciones que estructuran un mundo injusto y desigual, en
donde el sistema jerárquico se alimenta de esos micro - poderes en la esfera de lo
local y lo personal.

El conflicto nos permite aprender que somos construcción permanente y que cada
día podemos ser otros nuevos, constructores de un mundo nuevo. El conflicto es,
de hecho, una nueva forma de utopía, la certeza de poder ser distinto si lo proceso
educativamente, es decir ser “otro” sin miedo. El conflicto nos muestra
complejidad y se convierte en el principal instrumento de nuestro crecimiento.

Ya la literatura había logrado, gracias al poeta de Alejandría, sintetizarnos lo


expuesto en estas páginas, en el bello poema Itaca:

Cuando emprendas tu viaje a


Itaca pide que el camino sea
largo, lleno de aventuras,
lleno de experiencias.

No temas a los lestrigones ni


a los cíclopes ni al colérico
Poseidón, seres tales jamás
hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado,
si selecta es la emoción
que toca tu espíritu y tu cuerpo.

Ni a los lestrigones
ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón
encontrarás, si no les llevas dentro
de tu alma, si no los yergue
tú alma ante ti.

Pide que el camino sea largo


que sean muchas las mañanas de
verano en que llegues, con que
placer y alegría! a puertos
antes nunca vistos.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 76

Detente en los emporios de Fenicia


y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes voluptuosos,
cuantos más abundantes perfumes
voluptuosos puedas.

Ve a muchas ciudades egipcias a


aprender, a aprender de sus sabios.
ten siempre a Itaca
en tu pensamiento.

Tu llegada allí es tu destino


más no apresures nunca el viaje
mejor que dure muchos años y
atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste
en el camino sin aguardar
a que Itaca te enriquezca.

Itaca te brindó tan hermoso viaje


sin ella no habrías emprendido el camino
pero no tiene ya nada que darte,
aunque la halles pobre, Itaca
no te ha engañado.

Así, sabio como te has vuelto,


con tanta experiencia, entenderás
ya qué significan las Itacas.

Poesía de Constantino Petros Cavafís

2.2 LA SOCIEDAD EL ESTADO Y LOS CONFLICTOS

Los siguientes apartes, hacen relación a los conflictos desde el punto de vista
institucional y legal, contemplados en la legislación Nacional. Es importante
presentar al estudiante los referentes teóricos y mecanismo de resolución de
conflictos, con actividades y ejemplos significativos que puedan ser adoptados en
el sistema educativo Colombiano.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 77

Los documentos que se presentan fueron elaborados por el Instituto para la


Democracia Luis Carlos Galán.

Los diversos mecanismos institucionales para enfrentar y resolver los conflictos:


No todo puede ni debe ser solucionado por la vía negociada. ¿Que hacer entonces
cuando esas vías no funcionan?. La sesión comienza con una presentación teórica
de quien coordina sobre el tema.

2.2.1 Los Conflictos

Una vez que se presenta un conflicto, podemos distinguir, formalmente, las


diversas salidas a los mismos, según se presente o no un mediador o una
mediadora.

Cuando no se presenta un mediador o una mediadora, estamos entonces en frente


de lo que podríamos llamar las vías de auto composición del litigio, por cuanto las
partes con pretensiones encontradas deciden, ellas mismas, buscar una salida. Es
pues la vía de la violencia o la de la negociación, que hemos tratado en este
módulo.

Cuando hay una tercera persona que participa, entonces las salidas del conflicto
varían según la manera como puede operar esa tercera persona encargada de
mediar el conflicto entre los particulares, recurriendo a grados diversos de fuerza,
institucionalización y argumentación. En efecto, esa tercera persona puede actuar
de maneras muy diversas:

De un lado, puede tener un poder coactivo, estar integrado a la burocracia estatal


y decidir conforme al derecho: es el típico juez estatal moderno.

De otro lado, por el contrario, esta tercera persona no puede carecer de todo
poder coactivo, no hacer parte del aparato estatal y su función ser simplemente la
de acercar a las partes a fin de que éstas lleguen a una solución de consenso.
Pero si las partes no quieren conciliar, entonces esta tercera persona no puede
forzarlas a hacer nada: es el particular conciliador o conciliadora o amigable
componedor o componedora.

En el intermedio entre esos extremos, la tercera persona puede ser un mediador o


mediadora nombrados por las partes para resolver específicamente ese problema:
esta tercera persona no tendría entonces poder coactivo, pero su decisión es
respaldada por la autoridad del estado: es el árbitro, que puede decidir en
equidad o en derecho.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 78

O puede ser que esta tercera persona nombrada por las partes tenga únicamente
como función dar su criterio ético o técnico sobre la solución adecuada al conflicto:
eso es lo que algunos denominan el experto o experta independientes que emiten
un concepto no vinculante.

Finalmente, podemos encontrar terceros que poseen cierto poder coactivo pero
que no hacen parte de la burocracia estatal y deciden conforme no al derecho
positivo sino al derecho no oficial: son las llamadas autoridades tradicionales.

Ahora bien, a esas salidas a los conflictos, el Estado colombiano les ha dado forma
institucional pues tenemos jueces, conciliadores, árbitros y en ciertas zonas,
autoridades tradicionales. Además, aunque no nos lo digan, siempre podemos
negociar cooperativamente para solucionar nuestros conflictos. Y finalmente, se
está pensando seriamente en poner en marcha los llamados jueces de paz. Por
eso, una vez sistematizadas esas vías formales de salida a los conflictos, la
coordinación procederá a efectuar una reflexión general sobre lo que podríamos
llamar la oferta institucional para la solución de los conflictos, esto es, la relación
del estado y la administración de justicia con los conflictos ciudadanos.

Los Conflictos Ciudadanos y las Instituciones

En Colombia, el aparato judicial del Estado es para los ciudadanos y ciudadanas, al


mismo tiempo, una gran esperanza y una gran amenaza.

Una esperanza, porque el Estado moderno pretende ser el gran pacificador que, al
monopolizar la violencia, evita los peligros que derivan de la multiplicación de
poderes armados privados. Y esto es algo muy importante porque los colombianos
y las colombianas sabemos los daños que implican para la ciudadanía la existencia
de esos poderes privados. El Estado se rige así como el garante de la convivencia
y del respeto de los derechos. Y para ello el Estado prevé el aparato judicial para
proteger a la ciudadanía, sancionar los delitos cometidos por los particulares, y
construir un espacio institucional para la resolución de ciertos conflictos que no
pueden ser abordados directamente por los particulares.

Pero el Estado es también una gran amenaza para el particular, porque ese
monopolio estatal de la violencia plantea riesgos de opresión al individuo y a la
sociedad, y puede provocar graves violaciones a los derechos humanos por la
acción de los agentes estatales.

Eso explica que exista el llamado derecho a la justicia, el cual opera en una doble
vía: desde el punto de vista positivo, como una garantía de que los conflictos
particulares, en caso de no poder ser resueltos por el diálogo o la negociación,

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Justicia Social y Violencia en Colombia 79

serán sometidos a un procedimiento judicial a fin de evitar la violencia y las vías de


hecho y desde el punto de vista negativo, el derecho a la justicia opera como un
control del poder público, deteniendo y limitando las acciones desorbitadas de los
funcionarios públicos.

Podemos entonces decir que en un estado social de derecho, como el colombiano


según la constitución de 1991, el poder público tiene como una de sus funciones
primordiales garantizar, en igualdad de condiciones para las partes, la solución
pacifica de los conflictos.

Sabemos que no necesariamente todo conflicto requiere la intervención estatal;


esto, creemos, resulta ahora más claro que al comienzo del presente módulo.
Pero algunos si parecen necesitarla. ¿Cuáles son entonces las vías que favorece el
Estado frente a esos conflictos que, por su naturaleza o por otros factores,
requieren necesariamente la intervención arbitral de una tercera persona?:

• Las Formas de Justicia Informal: Conciliación Arbitraje y Jueces de Paz

En los últimos años, el estado ha comenzado a ofrecer vías semijudiciales muy


cercanas a la propia negociación. En ellas, en esencia, se busca la intervención de
una tercera persona, con apoyo estatal pero sobre todo con gran credibilidad entre
las partes, a fin de que este facilite la solución del conflicto

De un lado, la Ley 23 de 1991 estimuló la conciliación y el arbitraje, se autorizó la


creación de centros de conciliación y arbitramento en entidades no estatales, como
los Colegios de Abogados, las Cámaras de Comercio, los Consultorios Jurídicos y
otras entidades similares. También se autorizó la creación de conciliadores en
equidad ante los cuales se pueden tramitar todas las materias que sean
susceptibles de transacción. Estos conciliadores en equidad son nombrados por
los jueces de listas que presenten las organizaciones sociales, son adhonorem y
actúan de manera ágil e informal.

Estas reformas no sólo han dado algunos resultados positivos sino que tienen
potencialidades democráticas, puesto que en parte restituyen a la comunidad y a
los ciudadanos la capacidad para componer de manera voluntaria sus propios
litigios. Por ello, cuando las partes no logran solucionar un conflicto, pueden
recurrir a estas instancias para buscar ayuda y apoyo.

De otro lado, la propia constitución prevé otros mecanismos de


desprofesionalización y desjudicialización de la resolución de los conflictos entre los
ciudadanos. Así, se autoriza que los particulares actúen como conciliadores o
como árbitros habilitados por las partes para fallar en derecho o en equidad (Art.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 80

No.116 C. P). En la práctica, para los sectores populares, este arbitraje ha tenido
poco desarrollo, pues sigue siendo costoso. Pero puede ser una alternativa
interesante en el futuro.

Finalmente, en los últimos meses, se ha pensado en poner en marcha los jueces


de paz. ¿Cuál es el sentido de esta institución?. Podemos decir que el juez de paz
se sitúa un poco en la intersección de los otros mecanismos de resolución de
conflictos; es pues una especie de institución bisagra entre las formas no estatales
de resolución de los conflictos y el derecho estatal.

De un lado, es un juez, es decir es una autoridad reconocida por el Estado y como


tal tiene poderes coactivos que la ley deberá definir. Pero este juez o jueza no
decide aplicando la ley, sino en equidad, por lo cual incorpora muchos elementos
del derecho no oficial y de los usos y costumbres locales. Sé acerca entonces a las
autoridades tradicionales o a la figura de los árbitros habilitados por las partes para
decidir en equidad. Además este juez, en general busca la conciliación de las
partes, puesto que su función pacificadora le genera esa dinámica.

En efecto la esencia, de los jueces de la paz es como su nombre lo indica, son


jueces que en vez de aplicar mecánicamente la ley debe contribuir a la paz social
buscando ante todo resolver el conflicto. Por eso como lo muestra la experiencia
peruana, son jueces esencialmente conciliadores, en vez de pretender enfrentar a
las personas, para ello decidir por encima de ellas, adjudicando la victoria a una
persona en contra de la otra, el juez de paz buscará una solución concertada.

Sin embargo a veces los acuerdos son imposibles y el juez se ve obligado a


sentenciar esa capacidad de decisión, lo diferencia del simple conciliador puesto
que este último no puede fallar el conflicto. Pero en tales casos, la constitución
autoriza a que decidan en equidad, es decir conforme a los criterios de justicia
propios a la comunidad, al sentir popular y no a un razonamiento legal. Esa
sentencia en equidad lo distingue entonces del juez ordinario. Y en todo este
proceso, el juez de paz actuará oralmente de manera ágil, sin formalismos
innecesarios o lenguajes especializados. Eso lo distancia de los burócratas
ordinarios.

Esta figura no ha sido aún desarrollada, lo cual muestra la importancia de que


todos los colombianos busquemos potenciar los jueces de paz como instrumentos
de construcción democrática, formulando propuestas al respecto y recogiendo
experiencias acumuladas de resolución comunitaria de los conflictos de
convivencia.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 81

• El Acceso a una Justicia Imparcial e Independiente para la Solución de los


Conflictos no Resueltos por otras Vías.

Ahora bien, el estado independientemente del tipo de conflicto de motivación o


pretensión que tengan las partes, tienen el deber de garantizar y proteger el
acceso de toda persona a la administración de justicia, a las instancias y los
mecanismos institucionales legalmente encargados de enfrentarlos y resolverlos.

Por eso, si los particulares no han podido resolver de manera negociada su


conflicto, o por vías informales del arbitraje y la conciliación entonces se puede
recurrir a los jueces quienes en situaciones de imparcialidad hacen un esfuerzo por
reconstruir la verdad. Los hechos y los motivos que generan los conflictos, se
deben resolver, rescatando los principios básicos subsistentes en la justicia y el
derecho.

Desafortunadamente, en la práctica, rara vez el sistema judicial resuelve de


manera satisfactoria los conflictos. Los trámites judiciales son interminables y
llenos de ritualidades, muchas veces innecesarias. El léxico manejado por
abogados y jueces resulta incomprensible para el profano. Los costos son
elevados y para terminar, las decisiones adoptadas después de muchos años no
siempre son las más razonables. Hoy por ejemplo la indemnización de un
accidente de tránsito puede tomar fácilmente tres o cuatro años. Ello muestra la
importancia de fortalecer el sistema judicial.

• La Protección de los Derechos

Cuando en el conflicto está en juego la vigencia o la garantía de distintos derechos


constitucionales o legales, o la prevalecía de unos derechos sobre otros, el Estado,
a través de la administración de justicia, debe permitir la interposición de los
recursos pertinentes.

Así existen las llamadas acciones populares, consagradas en el articulo 88, las
cuales tienen por finalidad proteger los derechos e intereses colectivos
relacionados con el patrimonio, el espacio, la seguridad y salubridad públicas, la
moral administrativa, el medio ambiente, la competencia comercial y otros actos
de similar naturaleza.

Por último, tal vez la principal de las acciones derivadas del mandato constitucional
es la tutela. Ella tiene por finalidad proteger los derechos fundamentales de las
personas cuando estos resulten vulnerados o amenazados y puede invocarse no
sólo contra funcionarios públicos sino también contra particulares, en
determinadas circunstancias. Es pues uno de los más idóneos mecanismos

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Justicia Social y Violencia en Colombia 82

jurídicos ya que se puede interponer ante cualquier juez, no requiere de abogado y


opera de manera ágil, informal. Eso explica por qué, en menos de tres años, se
hayan interpuesto más de 50.000 tutelas, por personas que antes carecían de
mecanismos para proteger sus derechos.

• Estado, Violencia Privada y Derecho Penal

Un elemento que corresponde al Estado juzgar, son las transgresiones a la


Constitución y a la ley que se configuren como delitos. Osea de los códigos y
normas vigentes que de una u otra manera regulan la convivencia ciudadana. En
este aspecto el deber del Estado es individualizar y en nombre de la sociedad,
enjuiciar a los responsables de la conducta que resulta contraria a la Constitución o
a la Ley.

Esta es pues la función del derecho penal que es tal vez el espacio en donde mejor
se viven las promesas y las amenazas de la justicia estatal. En efecto, muchos
quisiéramos una justicia más eficaz a fin de que muchas atrocidades que se
cometen a diario en nuestro país no quedaran impunes. Pero también tememos la
acción de esa justicia porque ella es, en muchas ocasiones, arbitraria.

Por eso es imprescindible defender las garantías procésales porque sin ellas no
puede haber un juicio imparcial civil y civilizado. Es cierto que algunos consideran
que estas garantías se traducen en la ineficacia de la investigación judicial.

Pero eso no es así: la experiencia de otros países muestra que la justicia puede
ser eficaz, sin tener que atropellar a las personas, siempre y cuando se la dote de
medios técnicos y personal calificado. Y es que sólo articulando la eficacia
investigativa con el respeto de la dignidad humana, el sistema punitivo dejará dé
ser un simple mecanismo de control social para la conservación de privilegios o
una injustificada administración del dolor como pareciera indicarlo su etimología
para convertirse en ese medio al que la sociedad recurre, sólo en última instancia,
para proteger aquellos valores que son esenciales a la convivencia.

Además, es necesario armonizar las garantías procésales con los derechos de las
víctimas y de los perjudicados por los delitos. Por eso, también se reconoce a
quien ha sufrido un delito la posibilidad de intervenir en el proceso penal,
constituirse en lo que se llama parte civil a fin de lograr que se haga justicia y se le
indemnice por los daños que le fueron ocasionados.

Por todo lo anterior, la aplicación de las penas, esas amargas necesidades de la


convivencia social está entonces subordinada al respeto de los derechos humanos,
que aparecen así como el fundamento y límite del poder punitivo. Fundamento,

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Justicia Social y Violencia en Colombia 83

por cuanto el derecho penal al regular el ámbito de acción penal del Estado debe
estar orientado a hacer efectivos los derecho humanos. Límite, por cuanto la
práctica sancionadora del estado no puede desbordar los marcos fijados por los
derechos humanos.

• El Control de la Violencia Estatal

Pero cuando el Estado o representantes suyos son los que vulneran los derechos
fundamentales de los ciudadanos, él mismo tiene la obligación y el compromiso
ante la sociedad de, primero, investigar y sancionar disciplinariamente a los
funcionarios que resulten responsables, por acción u omisión de los hechos,
proceso del cual se encarga la Procuraduría General de la Nación y segundo
presentar a esos mismos responsables, ante los tribunales penales para que sean
juzgados y en juicio condenados.

Cuando el Estado hace caso omiso de esta responsabilidad y de ese compromiso o


simplemente tolera la acción criminal de sus agentes, especialmente miembros de
la fuerza pública o de organismos de seguridad del Estado, las víctimas de las
violaciones a los derechos humanos o sus familiares o allegados, tienen la
posibilidad de acudir a los mecanismos internacionales de protección de los
derechos humanos, ante los cuales el Estado colombiano se ha comprometido a
garantizarlos y protegerlos. Así, a nivel continental, encontramos a la Comisión
Interamericana de derechos humanos con sede en Washington, EE. UU. y la
corte Interamericana de Derechos Humanos; y a nivel universal, el Comité de
Derechos Humanos, la Comisión de Derechos Humanos y la Subcomisión de
Prevención de Discriminaciones y Protección a las Minorías, adscritas al sistema de
las naciones unidas y con sede en Ginebra, Suiza.

2.2.2 Conflicto: Diálogo de Saberes

Objetivo: establecer la diferencia entre conflicto - violencia y reivindicar la


existencia del conflicto como la manera de convivir en la diferencia.

Desarrollo: se busca el ejemplo de un conflicto que exista entre la comunidad o se


plantea uno externo y entre todos se proponen mecanismos de solución. Se
separan las propuestas en donde el otro pueda intervenir y las propuestas que
aniquilen, callen o maten al otro. Se presenta la discusión sobre las posibles
salidas al mismo conflicto.

“La erradicación de los conflictos y su disolución en una cálida convivencia no es


una meta alcanzable, ni deseable; ni en la vida personal en el amor y la amistad, ni
en la vida colectiva. Es preciso, por el contrario construir un espacio social y legal

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Justicia Social y Violencia en Colombia 84

en el cual los conflictos puedan manifestarse y desarrollarse, sin que la oposición al


otro conduzca a la supresión del otro, matándolo, reduciéndolo a la impotencia o
silenciándolo”.
Estanislao Zuleta.

La existencia misma de la diferencia sugiere la presencia del conflicto, pero no


como ente destructor, sino como dinamizador de las sociedades.

Todas las sociedades tienen una tendencia a la estabilidad, pero está alimentada
por los elementos disipadores, por la confrontación, por las innovaciones que
rompen el equilibrio y permiten las interrelaciones dinámicas.

El conflicto es vital, lo que destruye son las salidas violentas que a él le damos, las
posiciones totalizantes, los espíritus aniquiladores.

La Posmodernidad nos invita hoy a cambiar la letra O por la Y. A no pensar que


esto es bueno o malo sino bueno y malo al mismo tiempo, a no apostar por lo uno
o lo otro, sino por lo uno y lo otro al mismo tiempo. La telemática nos demuestra
que algo puede de estar aquí y allá. La distancia entre el tiempo y el espacio se va
acortando hasta decir que todo es aquí y ahora. Si podemos dar dos pasos al
mismo tiempo, pensar simultáneamente. No tenemos que excluir sino incluir.

Aquí y ahora existe una propuesta pedagógica que no niega el conflicto, sino que
lo reivindica y necesariamente parte del principio de que no existen cabezas vacías
reconoce el saber propio y el del otro.

El diálogo de saberes nos permite acoger las diferencias con el otro y facilita la
valoración sobre mí mismo. El diálogo pedagógicamente rompe con el centro y
empieza a cuestionar las reglas del juego que hicieron la construcción social o la
realidad.

El diálogo de saberes nos acerca a la negociación cultural y es ésta la que nos da


la certeza de que las identidades son construidas históricamente, reconociendo
diferentes culturas, diferentes identidades y diferentes saberes.

El conocimiento desde siempre ha sido una manera de mantener el poder. Los


más poderosos eran los que sabían hacer el fuego, luego los metales, las armas,
los aparatos eléctricos y los computadores. En el saber cómo se hace ha estado el
poder.

Durante todo este siglo el conocimiento académico, el de las escuelas y


universidades quiso hacerse pasar por el único, por el dueño del saber. Pero este

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Justicia Social y Violencia en Colombia 85

siglo no ha sido el más fructífero para la felicidad de los seres humanos y la


escuela y las universidades van empezando a ser cuestionadas, pues han tenido
demasiado tiempo para encontrar la verdad y la verdad que ellas tienen nos ha
llevado al borde del exterminio.

El conocimiento que tuvieron los primeros científicos que se pasaron la vida


mirando a las estrellas y pudieron entender el cosmos es más importante que
todas las posibilidades que ofrecen hoy las autopistas informáticas. El saber de
quienes no aprendieron en un tablero sino relacionándose con el sol, la lluvia, las
estrellas. Aquellos que aprendieron viviendo cada oficio son los que hoy podrían
compartir con los otros su saber.

Eso es lo que ha de ser la nueva escuela otra manera de contarnos los unos a los
otros maneras de hacer las cosas. Pero todos vivimos cotidianamente con nuestro
saber y nuestro saber es útil para las cosas que hacemos. Todos sabemos que no
sabemos de todo, pero sabemos hacer lo que hacemos y otros no lo saben.

Podemos esconder el conocimiento ver como el otro intenta pasar un río por la
parte más ancha y ocultar donde está el puente, dejar a los otros cometer errores
que podemos evitar.

Sin embargo para construir una nueva sociedad es necesario que cada uno saque
su pedazo de conocimiento y lo ponga sobre la mesa, así podemos hacer un
sancocho o un salpicón que nos alimente a todos. Está comprobado, los platos
exclusivos y exquisitos nos hacen mal al estómago y al alma.

Pienso que lo más urgente cuando se trata de combatir la guerra es no hacerse


ilusiones sobre el carácter y las posibilidades de este combate. Sobre todo no
oponerle a la guerra, como han hecho hasta ahora casi todas las tendencias
pacifistas, un reino del amor y la abundancia, de la igualdad y la homogeneidad,
una entropía social. En realidad la idealización del conjunto social a nombre de
Dios, de la razón o de cualquier cosa conduce siempre al terror y como decía
Dostoievski, su fórmula completa es “liberté, egalité, fraternité de la mort”.

Para combatir la guerra con una posibilidad remota, pero real de éxito, es
necesario comenzar por reconocer que el conflicto y la hostilidad, son fenómenos
tan constitutivos del vinculo social, como la interdependencia misma y que la
noción de una sociedad armónica es una contradicción en los términos.

La erradicación de los conflictos y su disolución en una cálida convivencia no es


una meta alcanzable, ni deseable; ni en la vida personal en el amor y la amistad, ni
en la vida colectiva. Es precisar social y legalmente cuales conflictos pueden

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Justicia Social y Violencia en Colombia 86

manifestarse y desarrollarse sin que la oposición al otro conduzca a la supresión


del otro, matándolo, reduciéndolo a las impotencias o silenciándolo.

Es verdad que para ello, la superación de “las contradicciones antinómicas entre


las clases y de las relaciones de dominación entre las naciones es un paso muy
importante”. Pero no es suficiente y es muy peligroso creer que es suficiente,
porque entonces se tratará inevitablemente de reducir todas las diferencias, las
oposiciones y las confrontaciones a una sola diferencia, una sola oposición y una
sola confrontación: es tratar de negar los conflictos internos y reducirlos a un
conflicto externo, con el enemigo, con el otro absoluto, la otra clase, la otra
religión, la otra nación: pero éste es el mecanismo más íntimo de la guerra y el
más eficaz, puesto que es el que genera la felicidad de la guerra.

Los diversos tipos de pacifismo hablan abundantemente de los dolores, las


desgracias y las tragedias de la guerra y esto está muy bien, aunque nadie lo
ignora; pero suelen callar sobre ese otro aspecto tan inconfesable y tan decisivo,
que es la felicidad de la guerra. Porque si se quiere evitar al hombre el destino de
la guerra hay que empezar por confesar serena y severamente la verdad: la
guerra es fiesta. Fiesta de la comunidad al fin unida con el más entrañable de los
vínculos, del individuo al fin disuelto en ella y liberado de su soledad, de su
particularidad y de sus intereses; capaz de darlo todo, hasta su vida. Fiesta de
poderse aprobar sin sombras y sin dudas frente al perverso enemigo, de creer
totalmente tener la razón y de creer más tontamente aún que podemos dar
testimonio de la verdad con nuestra sangre.

Si esto no se tiene en cuenta, la mayor parte de las guerras parecen


extravagantemente irracionales, porque todo el mundo conoce de antemano la
desproporción existente entre el valor de lo que se persigue y el valor de lo que se
está dispuesto a sacrificar.

Cuando Hamlet se reprocha su indecisión en una empresa aparentemente tan clara


como la que tenia antes si comenta: mientras para vergüenza mía veo la
destrucción inmediata de veinte mil hombres que, por su capricho por un estéril
glorían van al sepulcro como a sus lechos, combatiendo por una causa que la
multitud es incapaz de comprender, por un terreno que aún no es suficiente
sepultura para tantos cadáveres. ¿Quién ignora que este es frecuentemente el
caso?. Hay que decir que las grandes palabras solemnes: el honor, la patria, los
principios, sirven casi siempre para racionalizar y ocultar el deseo de entregarse a
esa borrachera colectiva.

Los gobiernos saben esto y para negar la disensión y las dificultades internas
imponen a sus súbditos la unidad mostrándoles, como decía Hegel la figura del

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Justicia Social y Violencia en Colombia 87

amo absoluto; la muerte, los pone a elegir entre solidaridad y derrota. Es triste sin
duda la muerte de los muchachos argentinos y el dolor de sus deudos y la de los
muchachos ingleses y el de los suyos; pero es tal vez más triste ver la alegría
momentánea del pueblo argentino unido detrás de Galtieri y la del pueblo inglés
unido detrás de Margaret Thatcher.

Si alguien me objetara el reconocimiento previo de los conflictos y las diferencias,


de su inevitalidad y su conveniencia, arriesgaría a paralizar en nosotros la decisión
y el entusiasmo en la lucha por una sociedad más justa, organizada y racional; yo
le replicaría que para mi una sociedad mejor es una sociedad capaz de tener
mejores conflictos de conocerlos y de contenerlos. De vivir no ha pesar de ellos
sino productiva e inteligentemente en ellos. Que sólo un pueblo escéptico sobre la
fiesta de la guerra y maduro para el conflicto es un pueblo maduro para la paz.

2.2.3 La Escuela en la Formación de Ciudadanos

Álvaro Chaustre Avendaño, Oscar Pulido Cortes, Claudia Rojas Castillo.

El texto aborda reflexiones e interrogantes surgidos entre maestros y autores en el


marco del Programa de Formación para Docente (P. F. P. D), “la escuela un
espacio concreto de praxis de ciudadanía integral”. Se estructura en tres
apartados que tienen como base la aceptación del compromiso político de la
escuela en la formación de ciudadanos integrales y la necesidad permanente de
repensar el significado de “ser ciudadano”.

El Programa de Formación Permanente de Docentes (PFPD) “la escuela un


espacio concreto de praxis de ciudadanía integral” plantea la necesidad de
involucrar directa y responsablemente a la escuela en la formación de ciudadanos
que comprendan el significado de habitar una ciudad como Bogotá y que al mismo
tiempo tengan la capacidad de reflexionar alrededor de lo que sucede en espacios
culturales más específicos como el barrio, la escuela y las relaciones de todos los
órdenes que allí se plantean.

A partir de la nueva legislación nacional, constitución política de 1991 surgen


figuras jurídicas que posibilitan el desarrollo de la democracia participativa. No
obstante, los colombianos observan con desconcierto que el discurso político -
jurídico no trasciende los límites de la formalidad ni tiene injerencia en los aspectos
económicos y culturales de su vida cotidiana. Educar en la ciudadanía, más allá de
responder a las aplicaciones de tipo jurídico que encierra este concepto, es un reto
social en el que deben comprometerse el Estado colombiano, la sociedad civil, los
medios de comunicación y por supuesto la escuela.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 88

No puede perderse de vista que las instituciones escolares cumplen, desde sus
orígenes, un importante papel en la formación de las personas, particularmente de
las nuevas generaciones, de acuerdo a unas condiciones sociales específicas. Si
bien es cierto que los medios masivos de comunicación han copado espacios
informativos otra exclusividad de la escuela, también lo es el hecho de que algunas
prácticas culturales en donde los individuos se encuentran o desencuentran con
otros, tienen en la escuela un escenario de lo cotidiano y por ende la praxis de
comportamientos sociales que de alguna manera inciden en las costumbres de los
niños. La formación de los jóvenes como ciudadanos, antiguamente llamada
educación cívica, tiene que ver necesariamente aunque no de manera exclusiva
con la escuela.

El propósito fundamental de este programa, en el que se encuentran inscritas 25


escuelas públicas del Distrito Capital, ha sido crear las condiciones “para hacer de
la escuela un espacio concreto de praxis de ciudadanía integral, en el cual se
introduzcan cambios en las mentalidades entre los miembros de la comunidad
educativa, mediante acciones públicas que conformen escenarios privilegiados para
el ejercicio participativo de la democracia”.

De lo Jurídico a lo Político y Cultural en las Prácticas Ciudadanas

A partir de la concepción jurídica del significado de ciudadanía hemos propuesto


explorar otras opciones desde las cuales se puede interpretar el tipo de ciudadanos
que requiere no solamente la ciudad sino el país en general. Para ello nos hemos
valido de una bibliografía mínima que aborda esta temática desde otras ópticas y
de las reflexiones que se han tejido alrededor de las vivencias en las instituciones
educativas inscritas en el proyecto.

Los encuentros con los docentes del PFPD han permitido perfilar la necesidad de
mirarlo desde lo cultural y lo axiológico y es así como la figura del anfibio cultural,
sugerida por Antanas Mockus, ha suscitado una serie de reflexiones que permiten
la lectura del maestro como mediador de las diferentes expresiones circulantes en
el ámbito escolar. “En sentido más amplio, anfibio cultural es la persona que se
desenvuelve solventemente en varias tradiciones culturales y que facilita la
comunicación entre ellas”. (Mockus, 1994: 37).

Otras inquietudes de algunos educadores vinculados al programa, como la crisis de


valores éticos y políticos por la que atraviesa la sociedad colombiana y las
incidencias de las tensiones entre lo global y local que plantean nuevos escenarios
socioculturales, han generado nuevos interrogantes: ¿Cómo funcionan en esta
lógica las familias, las barriadas, la escuela?. ¿Qué nuevo tipo de relaciones se
presentan en una escuela pensada desde lo local para estudiantes que se mueven

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Justicia Social y Violencia en Colombia 89

en lo local - global?. ¿Qué valores y actitudes se deben formar para los nuevos
ciudadanos?. De manera desarticulada ha existido una especie de consenso entre
los cursantes del programa frente a la necesidad de que la escuela,
institucionalmente, se comprometa con el proyecto de formación de los nuevos
ciudadanos que requieren la ciudad capital y el país en general.

Para ello es indispensable la formación de hombres y mujeres que comprendan


que “ser ciudadano no tiene que ver sólo con los derechos reconocidos por los
aparatos estatales a quienes nacieron en un territorio, sino también con las
prácticas sociales y culturales que dan sentido de pertenencia y hacen sentir
diferentes a quienes poseen una misma lengua” (García Canclini: 1995, 19), en el
mejor de los significados se requiere de un nuevo Homo - politicus que asuma lo
cultural como proceso de construcción continua y permanente de nuevas
relaciones y simbologías.

La convivencia exige condiciones que hoy se ignoraran o se evaden en los


pequeños y grandes espacios sociales, lo que ha generado un caos colectivo que
debilita profundamente la práctica de la ciudadanía. Ser ciudadano significó en la
antigüedad griega hacer parte de un conglomerado con el cual la persona se
identificaba ya que éste representaba sus intereses individuales y colectivos. En el
ágora se materializaba la democracia pues allí era posible dialogar, analizar,
controvertir y tomar decisiones sobre la Polis y sobre los individuos que la
habitaban. Las Polis o ciudades estado jugaban un papel determinante en el
proceso educativo de los jóvenes ya que en ellas se desarrollaron las diversas
manifestaciones filosóficas, políticas y culturales de los helenos (Werner, 1994:
111 - 112).

Obviamente que entre las manifestaciones de democracia directa y representativa


existen amplias diferencias, producto de contextos particulares. Para la sociedad
colombiana, por ejemplo, el concepto de democracia que se deriva de la
Constitución de 1991 está íntimamente ligado a la participación de los ciudadanos
en asuntos de interés general, en el ejercicio de derechos individuales sociales y
culturales. Es así como a partir de la promulgación de la Ley 115 de 1994 o Ley
General de Educación, a escuelas y colegios se ha trasladado el imperativo de
hacer de estos espacios lugares en donde los proyectos educativos institucionales,
los planes de trabajo y todas las actividades curriculares estén mediadas por la
participación de los diferentes actores de las llamadas comunidades educativas.

Con frecuencia los docentes cursantes de este programa manifiestan su


preocupación frente a las limitaciones para hacer de las instituciones escolares
espacios reales de participación. La supuesta autonomía de escuelas y colegios se
ha visto resquebrajada frecuentemente por medidas que desde otras instancias

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Justicia Social y Violencia en Colombia 90

como las Secretarías de Educación o los Centros de Atención de Educación Local


CADELES señalan directrices que contradicen sus proyectos.

Internamente, en cada una de las instituciones escolares se presentan dificultades


para la promoción de eventos democráticos - participativos y muchos de estos
ejercicios se convierten en simulacros que desgastan el sentido de esta propuesta
política. La escogencia del Gobierno Escolar y la elaboración de los Manuales de
Convivencia no ha dejado de ser, en muchos casos, un simple formalismo en
donde estudiantes, padres de familia y educadores “participan” en eventos
democráticos, desvirtuándose el espíritu de la participación como expresión de
ciudadanía en el ámbito de lo público.

Examinar mediante qué otras formas se puede formar en ciudadanía ha sido tema
de constante reflexión entre los maestros y los tutores comprometidos con el
PFPD. Más allá de las condiciones jurídicas y políticas que adquiere cada persona
como ciudadano se ha pensado en las diferentes expresiones que cotidianamente
manifiesta cada individuo en su entorno y de ello han surgido algunas prácticas
que pueden promoverse desde las escuelas en la formación de ciudadanos
integrales: la generación de espacios en donde niños, jóvenes y adultos puedan
encontrarse para argumentar, a través del diálogo, sus opiniones y puntos de
vista, así como para escuchar otras voces en el reconocimiento de las diferencias y
de los acuerdos; la promoción de actividades que redunden en la práctica
consciente de valores como el respeto por sí mismo, por los demás y por el
entorno físico y ambiental ha ganado aceptación entre los docentes que vienen
promoviendo pequeñas pero significativas campañas, no solamente en sus salones
de clase, sino en todo el entramado de relaciones cotidianas en las escuelas con la
pretensión de que algunas de ellas puedan ampliarse a otros espacios como los
barrios y las localidades.

El reconocimiento de los conflictos como expresiones propias de la naturaleza


humana y la posibilidad de tramitarlos, en el ámbito escolar, de manera asertiva,
ha permitido que un número significativo de maestros se comprometan con el
trámite de los mismos como manifestaciones inherentes a la dinámica escolar. La
mediación es asumida entonces de percepciones que superan lo puramente
académico y pretende abarcar otras posibilidades hasta ahora poco exploradas por
los docentes, con la perspectiva de que dichas prácticas contribuyan a mejorar el
ambiente de escuelas y colegios en la medida en que privilegien lo formativo sobre
lo punitivo.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 91

Reconociendo la Ciudad y la Escuela

Las primeras sesiones del PFPD se orientaron hacia la sensibilización de los


maestros como habitantes de una ciudad, que se convierte en un “texto”
colmado de significaciones y sentidos, la cual ha crecido desproporcionalmente en
las últimas décadas y que es desconocida en sus posibilidades formativas por gran
parte de adultos y también por los estudiantes de las distintas escuelas y colegios.

La imposibilidad de tener apropiación de la ciudad, incluso de la localidad o del


espacio en el que diariamente transcurre la vida del educador y la de sus
estudiantes, genera un cierto sentimiento de indefensión frente a las múltiples
expresiones y situaciones que se atropellan caóticamente en ella.

El reconocimiento de los sentidos, las simbologías, las representaciones, los


imaginarios que permitan tener una visión del micromundo citadino en el que se
mueven los bogotanos, se ha planteado como tarea prioritaria tanto para los
menores como para los adultos comprometidos con su proceso de educación.

Comprender a Bogotá implica entonces involucrarse en su dinámica, en la


diversidad de sus gramáticas culturales que se construyen, reconstruyen y
deconstruyen día a día generando interacciones, expectativas y tensiones entre sus
habitantes.

La mirada de la ciudad desde las relaciones con sus pobladores y de éstos con ella,
conduce necesariamente al reconocimiento de algunos referentes histórico -
culturales por los cuales se transita o los cuales se evocan con alguna frecuencia y
que marcan a su vez una atmósfera que representa cada lugar con características
propias que lo diferencian y lo hacen similar a otros sitios e interacciones de
Bogotá. Pese a las graves problemáticas que soportan hoy los bogotanos, la
Atenas suramericana, como se le conoció hace algún tiempo, continúa siendo lugar
de encuentro de académicos, intelectuales, artistas, deportistas y científicos que
ven en ella un espacio posible para la cultura y la educación.

“La ciudad es un amplísimo depósito de recursos para la autodidáctica y la


autoeducación permanente” (Trilla, 1997: 18). En ese sentido y casi de manera
consensual se considera que la ciudad y la calle educan en la escuela de la vida,
pues “constantemente están creando imaginarios y legitimando comportamientos
para que sus habitantes la recreen” (Viviescas: 1997, 27), es decir, conocer el
entorno, las posibilidades que brinda y al mismo tiempo las dificultades y los
riesgos que en él se corren, significa estar en contacto con una realidad cambiante
que conserva algunos de los rasgos de quienes paulatinamente la han ido
modificando.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 92

Contextualizar la escuela desde características económicas y sociales específicas,


ha sido tal vez una tarea reiterativa dentro del PFPD, ya que se parte del
convencimiento que la institución escolar no es ajena al medio en el cual ella se
encuentra. Un gran obstáculo, aunque no insalvable, ha sido la dificultad que
tienen la escuela pública y los maestros para vincularse e insertarse en el contexto
con otras personas cercanas a la institución.

Los vecinos, los grupos de muchachos o pandillas que transitan o merodean por
sus alrededores y en general todos aquellos que por una u otra razón viven muy
cerca de ella son vistos generalmente como posibles obstáculos o factores de
riesgo y por lo tanto se les evita. Con argumentos como: “la escuela no es una
correccional”; “los estudiantes problemáticos perjudican a la institución y por lo
tanto es mejor excluirlos”; o “lo que sucede de puertas hacia fuera no es nuestro
problema”, los maestros y la institución pierden posibilidades valiosas para la
formación no sólo de estudiantes sino de la comunidad en general.

De todas formas, resulta complicado romper con la lógica institucional que hace de
la escuela un lugar que olvida, frecuentemente, que la educación de los niños no
puede estar desligada de lo que acontece en su medio social. No obstante lo
anterior, hay escuelas en donde algunos maestros se rehúsan a trabajar
exclusivamente dentro de la institución y desarrollan actividades en las que
comprometen a nuevos actores en otros tipo de espacios (no solo físicos, sino
sociales, académicos, deportivos y artísticos). Aunque parezca paradójico, en
algunas de ellas se ha planteado el reto de volver los ojos hacia los alrededores de
la escuela como propuesta innovadora que la articule con las expectativas de
quienes tienen contactos directos o tangenciales con la misma.

Acuerdos Mínimos para la Formación Ciudadana

Convencidos que la educación es un proceso histórico complejo atravesado por


políticas y prácticas sociales que configuran la acción de la escuela, se observa
cómo en las sociedades contemporáneas se asume, consciente o
inconscientemente, la educación de niños desde diferentes instancias que
representan variados intereses que no siempre se encuentran en sintonía. “En la
medida en que cada intervención educativa define su espacio y su función, resitúa
y redefine las otras intervenciones existentes” (Trilla, 1997 19).

De alguna manera se requiere que las acciones educativas converjan en acuerdos


mínimos que identifiquen algunos ámbitos de formación del ciudadano que se
requiere para que las estructuras sociales del país no erosionen hasta el punto en
que sea inviable Colombia como país.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 93

Hoy la realidad colombiana genera desencuentros donde prima lo particular y


donde el individualismo impide la realización de gran parte de los intereses
colectivos; donde los desplazados por la violencia política y social buscan, en
condiciones infrahumanas, una segunda oportunidad; donde muchas familias se
desintegran por razones de tipo económico; donde la vecindad desapareció porque
la inseguridad y el hacinamiento así lo establecieron: donde las multitudes de
desempleados, subempleados obreros, profesionales, comerciantes e industriales
empezaron a chocar entre sí y en donde conceptos como lo común y lo público
perdieron vigencia, o cambiaron de significado, por la presión de los intereses
particulares.

Emilio Durkheim, en su texto educación y sociología apuntaba que cada sociedad


forja al individuo de acuerdo a sus necesidades específicas y que es
responsabilidad de los mayores garantizar la formación o educación de las nuevas
generaciones. De acuerdo con esta apreciación vale la pena preguntarse ¿Qué
tipo de personas, de nuevas generaciones o de ciudadanos requiere la sociedad
colombiana en estos momentos?. Es posible que este interrogante tenga múltiples
respuestas y caracterizaciones sustentadas en el utilitarismo, el humanismo, el
idealismo o en otro tipo de concepciones acerca del individuo, pero lo cierto es que
a partir de su análisis reflexivo se puedan proponer unos mínimos axiológicos que
permitan configurar un nuevo rumbo a nuestras relaciones sociales.

El anterior cuestionamiento ha sido objeto de reflexión con los educadores a lo


largo de los encuentros tutoriales y aunque resulta prematuro ubicar algún tipo de
tendencia, en cuanto al horizonte de posibilidades reales de intervención,
observamos que existen una serie de inquietudes que los maestros le plantean al
PFPD: es recurrente la preocupación de los adultos debido a los altos niveles de
agresividad y violencia manifiestos por los chicos en la escuela; de igual manera
los docentes expresan su dificultad para asumir o resolver los conflictos entre los
estudiantes. Otro tópico que se expresa como interrogante entre los educadores
es el relacionado con el análisis axiológico especialmente en la forma como pueden
y deben promoverse en la escuela para formar ciudadanos más democráticos.

A partir de estos y otros interrogantes se han elaborado una serie de preguntas


que han servido como marco referencial para el desarrollo del estudio investigativo
en cada una de las instituciones donde hay maestros comprometidos con el
proyecto. La pregunta que ha servido como referencia para el desarrollo del
proyecto y de las prácticas innovadoras que se desprenden de él es entonces el
consolidado de inquietudes, problemáticas y deseos institucionales que permite la
continuidad y coherencia de un trabajo que se encuentra en el momento de la
exploración, el análisis y la reflexión en cada uno de los contextos escolares.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 94

Así mismo el equipo de tutores orientado por Germán Muñoz, coordinador general
del PFPD, ha desarrollado una serie de criterios para tener en cuenta durante las
prácticas innovadoras que se adelantan o se van a adelantar en instituciones
educativas para hacer de ellas espacios de formación ciudadana. En primer lugar
se concibe el trabajo de los educadores a partir de un diagnóstico que dé cuenta
de las condiciones particulares de la escuela como punto de partida para el análisis
contextual. Estas reflexiones se han acompañado del estudio bibliográfico que ha
contribuido notoriamente a superar la descripción de hechos y ha permitido
estructurar un cuerpo categorial y conceptual a cada uno de los proyectos.

Posteriormente se han propuesto y / o promovido prácticas innovadoras que


pretenden la difusión de valores que contribuyan a la formación de niños en la
perspectiva de que se proyecten como ciudadanos integrales y desde el supuesto
de que todas estas expresiones contribuyan a la significación del ser humano.

Obviamente es indispensable resignificar y reestructurar toda una serie de


concepciones y actitudes asumidas por los ciudadanos en la sociedad en que
vivimos y la educación ha de jugar un papel importante en las modificaciones
comportamentales que requiere el país. Habría que mirar entonces la viabilidad de
un proyecto de tal magnitud, ya que ello exige un trabajo de grandes proporciones
en donde se articule la educación formal (escuela) con la educación no formal; el
Estado con algunas entidades particulares como ONG’S, entidades con o sin ánimo
de lucro y en general las instituciones que de una u otra forma hacen presencia en
las comunidades.

Relacionar las necesidades e inquietudes de la comunidad así como las iniciativas


públicas o privadas con el quehacer escolar sería, por lo menos a nivel local, un
reto y un gran logro para el trabajo en educación ciudadana. Para ello es
indispensable un cambio radical en la concepción y en la orientación que tiene la
escuela, pero además habría que contar, en esta empresa, con la disposición de la
comunidad para hacerse partícipe en la toma de sus propias decisiones y en la
construcción de sus proyectos.

Proceso de Comprensión y Análisis


• Identificar las características y elementos históricos del conflicto Colombiano.
• Analizar las causas externas e internas del conflicto Colombiano.
• Teniendo en cuenta los diferentes anexos identificar los mecanismos de
participación social para la resolución de conflictos

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Justicia Social y Violencia en Colombia 95

• Identificar los elementos conceptuales y prácticos que se encuentran en el


material de Marco Raúl Mejía, en relación a la resolución de conflictos en la
escuela.
• Consultar diferentes fuentes; textos, Internet, revistas, periódicos, sobre el
tema del conflicto en Colombia, e identificar los diferentes tipos de conflictos
que se generan en la realidad Colombiana.
• Observar en su contexto: barrio, escuela, aula de clase, los conflictos que allí
se presentan y causas y las consecuencias del conflicto identificado.
• Teniendo en cuenta el ejercicio anterior elaborar una propuesta pedagógica
donde se recojan los mecanismos de resolución de conflictos.
• Identificar en su contexto situaciones que hayan resuelto un conflicto por la vía
de la negociación.
• Conceptuar sobre los siguientes términos: conciliación, negociación cultural,
arbitraje y jueces de paz.
• Analizar que significa el derecho a la diferencia y como la diferencia enriquece
el diálogo y la autonomía.

Solución de Problemas
• Construir una propuesta socio pedagógica para la solución de conflictos en el
aula, partiendo del reconocimiento a la diferencia, la autonomía y el respeto al
otro.
• Diseñar una estrategia ideal para la resolución del conflicto armado en
Colombia.

Síntesis Creativa y Argumentativa


• Elaborar un ensayo de acerca de cómo podemos convertir el conflicto en un
dispositivo educativo pedagógico a través de la negociación cultural y
regulación de conflictos.
• Argumentar cómo la escuela posibilita la formación ciudadana y se convierte en
un medio eficaz para resolver conflictos.
• Analizar el significado de la siguiente frase y argumentar su posición personal
sobre ella: “la misión constante, el sentido y el efecto de los conflictos sociales
se concretan en mantener y fomentar la evolución de las sociedades en sus
partes y en su conjunto”. Cooser (1961).

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Justicia Social y Violencia en Colombia 96

Repaso Significativo
• De manera individual o grupal construir un mapa conceptual teniendo en
cuenta todos los aspectos relacionados con el conflicto.
• Aplicar la técnica del subrayado identificando los conceptos mas relevantes del
capitulo con el fin de organizar un glosario.

Autoevaluación
• Enunciar: efectos, causas y características, del conflicto armado en Colombia.
• ¿Que elementos externos e internos están incidiendo en el conflicto social y
educativo por el que atraviesa el país?

Bibliografía Sugerida
AGUILAR, Juan Francisco. Construcción de cultura democrática. IDEP Innove.
2000.
BARBERO, Jesús Martín. De los medios a las mediaciones. Ediciones Gustavo Gili.
Madrid.
BERNAL, Diana. Sánchez, José Miguel. Identidad Cultural. Instituto para la
democracia Luis Carlos Galán.
BORRRERO, Armando. Democracia y Conflicto, en F. Reyes (compilador),
Democracia y Conflictos en la escuela, Bogotá, Instituto para la Democracia Luis
Carlos Galán. 1989.
BOTERO, Dario. El derecho a la Utopía. ECOE y Universidad Nacional, abril de
1994.
GARCÍA, Canclini. Culturas Híbridas.
LECHNER, Norberto. El nuevo interés por la cultura Política, En cultura y
Democratización, Buenos Aires Argentina. CLACSO. 1987.
UPRIMNY, Rodrigo. Orden Democrático y manejo de Conflictos, Bogotá. Viva la
ciudadanía. Universidad Pedagógica Nacional. 2001.
ZAPATA Borreo, Ricardo (editor), ciudadanía e interculturalidad, número
monográfico de la revista Anthopos. Madrid. 2001.
ZULETA, Estanislao. Colombia: Violencia, Democracia y Derechos Humanos
Altamir Ediciones. Bogotá. 1991.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 97

ANEXO 1: Relación Juego - Trabajo

Nicolás Buenaventura, plantea en unos de sus trabajos elaborados para el


programa de educación para la Democracia, del Ministerio Nacional de Educación,
que es menester plantear caminos donde la autonomía y la libertad se expresen en
la cotidianidad del espacio educativo en los primeros años de los niños, en ese
primer contacto con otros espacios de la realidad y su interacción con el mundo.

Los siguientes apartes, constituyen las contribuciones del autor en la pretensión de


construir una democracia participativa en la escuela Colombiana:

Pienso que la mayor dificultad en un programa de educación para la democracia


en la escuelas se encuentra en el hecho de que allí se ha perdido la relación más
característica o más significativa de la naturaleza humana, aquella que existe entre
juego y trabajo.

En la escuela, el trabajo en el aula de clases es un mundo aparte, algo que se


contrapone al mundo del recreo, el cual se configura entonces como un escape o
una liberación del estudio.

Afirmamos que esta ruptura o este divorcio escolar, que seca al trabajo educativo,
que lo hace árido y a menudo torturante y que dilapida el juego, desbordándolo,
está en la raíz de todos los problemas que impiden un cambio democrático, una
real calidad de la educación, un buen gobierno escolar y en general, una cultura de
convivencia en el sistema escolarizado de educación.

Insisto: estoy hablando de la propia condición humana, del ser del hombre, que
se define en la relación juego - trabajo.

Y recuerdo, para empezar, un episodio muy significativo al respecto, alguna vez un


amigo, de oficio carpintero, me contaba con humor que la “semana pasada” le
habían hecho dos encargos así: un cliente le encargó una mesa. Necesitaba la
mesa pronto, para esos días y el carpintero se comprometió a hacerla. El otro
encargo era diferente. Mi amigo, además de artesano, era delantero en el equipo
de fútbol del barrio y los compañeros de juego le habían encargado un gol.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 98

Necesitamos un gol, le dijeron. Es de vida o muerte para el equipo en el partido


del domingo. La verdad fue que el hombre pudo cumplir a cabalidad las dos
encomiendas, así que me narraba el suceso triunfalmente.

Pero ahora entremos en el análisis: hacer una mesa es, de todos modos, una
empresa distinta a hacer un gol. La mesa se piensa, es decir, se programa. En
cierta forma está hecha ya antes de construirla. Es un objeto de comunicación,
que se discute con el cliente, antes de ser un objeto de madera. Además la mesa
se fabrica partiendo de tablones en bruto a “los cuales se secciona en partes”,
como quien hace un análisis objetivo, para luego acoplar y ensamblar tales partes
formando el mueble.

O sea que se realiza enseguida la síntesis. Es decir, la mesa es todo un


pensamiento o un raciocinio metódico, con su fase deductiva e inductiva, con la
condición de que se lleva a cabo en la madera. En una palabra la mesa es un
“trabajo” y el trabajo se piensa o se programa.

Sin embargo, en el gol las cosas no ocurren de esta manera. Imaginemos a


nuestro delantero estrella, el Tino Asprilla, programando un gol, diseñándolo o
pensándolo antes de hacerlo. Es seguro que le falla. Incluso ni siquiera podemos
imaginarnos semejante absurdo.

En el juego no se calcula, no se programa, no se piensa. Allí se acierta o se


adivina. En el trabajo se busca, en el juego se encuentra. Pablo Picasso, que era
un increíble jugador en el arte de la pintura, decía por esa razón: yo nunca busco,
yo encuentro.

Pienso que si Dios mismo fuera un delantero jamás podría errar el gol. Porque su
naturaleza es la del vidente, la del adivino absoluto. Entonces adivina la fracción
de segundo precisa, el túnel inmediato entre los defensas, la fuerza y el ángulo
precisamente necesarios en el disparo.

En realidad un buen jugador es alguien que ensaya a ser Dios. Tal es la dignidad
del juego. ¿Pero y el trabajo, o sea esa fábrica de la razón humana, intentada, por
ejemplo, en la madera?. Ese diseccionar en la naturaleza, que obra como en un
proceso de abstracción, ese descomponer el orden original de las cosas para
reordenarlo luego, en otra forma.

¿El trabajo humano qué relación tiene con el juego?. Pienso que, para elaborar
esta relación en forma didáctica necesitamos de otro ejemplo, que también esté a
la mano, que nos sea familiar, pero que enseñe una estabilidad mayor que la que
se da en el episodio de mi amigo, el carpintero. Un ejemplo de juego y trabajo

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Justicia Social y Violencia en Colombia 99

más amplio con mayor trascendencia o trayectoria. Entonces propongo el


siguiente:

Comparemos dos hazañas de fama mundial hoy y producidas ambas en nuestro


país. Una de trabajo y otra de juego. Quizás el lector ya esté adivinando a cuáles
me refiero. Hablo del invento de la vacuna sintética por el “Equipo Patarroyo” y
del descubrimiento de un nuevo modo de hacer goles en fútbol logrado por el
“Equipo Maturana”.

No hay duda de que por el momento la segunda hazaña, la del “juego”, tiene
frente a la primera, la del “trabajo”, mayor proyección y resonancia en este
mundo. ¿Pero y en el futuro?. ¿Quién sabe si en los años 2000 será al revés?.

Sin embargo esto no es lo que nos importa. El verdadero objeto de la


comprensión nuestra no es la competencia sino, por el contrario, la integración, la
unidad entre juego y trabajo.

¿En qué ha consistido el éxito de Elkin Patarroyo?. Sin duda en la calidad del
trabajo, su exhaustiva y metódica búsqueda, su experimentación tupida, coherente
al máximo, sin dejar resquicio al azar, con el más absoluto rigor. Sin embargo,
toda esta larga faena compacta estuvo iluminada por la adivinanza, por esa señal
inequívoca del juego. Porque la idea original del sabio, de que fuera posible
encontrar una “‘vida” sin vida, una alternativa del virus sin “pus”, sin cultivo
biológico; es idea de un virus artificial o inventado, fue puro arte de adivinación,
puro hallazgo o juego.

Es esa la historia. Todo trabajo creador, generador de razón y ciencia, realmente


humano, está iluminado interiormente por la luz de lo lúdico, por el espíritu del
juego.

Aquellos que hayan leído con cuidado la “Historia del Tiempo” de Stephen
Hawking que es la biografía completa, más reciente, de la aventura humana del
trabajo - ciencia, de seguro estarán de acuerdo conmigo.

Pienso que este ejemplo de nuestros dos magnos equipos, el del juego y el del
trabajo, es profundamente aleccionador sobre la relación entre estas dos
expresiones tan significativas de nuestro modo de ser como humanos.

El acierto, el éxito de la selección colombiana de fútbol está, sin duda, en la


creatividad, en la inventiva, en la forma como se rompió el esquema tradicional del
gol ausente. Ese esquema pertinaz, basado en la posesión casi erótica del balón, a
través del preciosismo toque - toque, de la filigrana del tejido rastrero. Ese

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Justicia Social y Violencia en Colombia 100

dominio de la bola siempre en busca del disparo sobreseguro al arco, del momento
que nunca llega, cuando estén dadas todas las condiciones, cuando sea evidente el
túnel entre el cerco de las defensas.

¿Pero cómo fue posible esa ruptura del esquema tradicional, que iniciada por
Rincón y desarrollada por Valencia y Asprilla, condujera a una competitividad del
fútbol colombiano en el espacio de los campeones mundiales?. Sin duda esto fue
posible porque, detrás de toda la creatividad del preciosismo y la filigrana de un
Pibe Valderrama, está el paradigma del trabajo, su sustancia, su racionalidad.

Se ha dicho que en toda gran obra de arte hay un “uno por ciento de inspiración y
un 99 de transpiración”.

Esta definición del juego como sustancia del puro trabajo, sublimado por un
instante de inventiva o creatividad, es maravillosa porque da una idea mitificada de
la relación juego - trabajo.

En realidad todo trabajo es eso: “trabajo”. Es volver sobre lo mismo, es centrarse


en un objetivo, es constancia en una búsqueda pertinaz. Es medir la distancia,
prever el objetivo y saber recorrer el camino. Y todo juego es lo contrario, es
fiesta, es llegar siempre. Es la no ocurrencia del tiempo. Mientras todo trabajo
está transido de futuro, de previsión, todo juego está pletórico de presente, de
existencia, de destiempo.

Entonces nos parece que ya con estos elementos de juicio, ha llegado el momento
de abordar el tema que más nos interesa, el de la escuela, el de la relación juego -
trabajo y su rol en la democratización de la vida escolar.

El Pibe Valderrama

Yo afirmo que el Pibe Valderrama es, hoy por hoy, el mejor pedagogo colombiano:
y me sostengo en esta opinión por una razón. Para el Pibe lo más importante, en
cada momento del compromiso en que está metido no es el equipo en su conjunto
ni tampoco es lo mismo como jugador. Para él, siempre, en cualquier
circunstancia, lo más importante es el otro. Cómo darle al otro, rápido, oportuno,
el pase preciso ¡Cómo servir al otro!. El Pibe nos enseña una cosa: adivinar el
pensamiento del otro, su estilo, calcular su movimiento su intención. Para el Pibe
lo importante no es ganar - sino que el otro gane. Siempre lo verá usted detrás
del mejor gol haciéndolo, fabricándolo para el otro. Siempre lo verá evitando toda
exhibición suya a favor del pase a tiempo, del servicio exacto.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 101

¿Por qué no meter ésta regla del juego al aula, éste estilo del Pibe?

El aula no es juego. Es trabajo. Esto es lo fundamental. Pero no debe ser nunca


ese trabajo seco y atrofiado que ha impuesto en el sistema educativo el modelo de
la fábrica tradicional, la del obrero atrofiado y mecánico. Debe ser trabajo
humano. Un tipo de trabajo alumbrado constantemente por la inventiva, por el
espíritu, por esa luz solidaria que lleva por dentro el juego.

¿Cómo meter el estilo, el método del Pibe Valderrama a la escuela?. ¿Cómo


enseñarlo?

Repetimos: lo que se hace en el aula no es juego, no puede desviarse al “relajo”


o a la “guacherna” para usar términos populares, es trabajo.

La Reciente Invención de la Escuela

La escuela o sea el sistema educativo escolarizado, es un invento reciente de la


sociedad humana. Es algo que hace apenas dos siglos todavía no existía.

Pudiéramos decir que la escuela es cómo una proyección de la fábrica, algo que
surge como expresión educacional del auge de la producción fabril, a escala o en
sede, que reemplaza en los siglos XIX y XX al antiguo predominio de la industria
artesana.

Recordemos que la educación en la artesanía, en los oficios del zapatero o del


joyero o del alfarero, no tenía escuela aparte, sino que se producía en el mismo
taller donde el dueño era el “maestro” y el obrero era el “aprendiz”.

Educar era el arte de enseñar haciendo. Un viejo proverbio hindú, país de


profunda cultura artesana, lo resume así, sabiamente: si lo oigo lo olvido, si lo veo
lo recuerdo, pero si lo hago lo aprendo. A usted le cuentan cómo se hace el
calzado y olvida el cuento fácilmente. Si ve solar y guarnecer con el cuero,
fabricando el zapato no lo olvida. Pero no aprenderá el arte sino en la práctica
misma, haciéndolo con sus manos.

En realidad la escuela moderna viene a ser cada vez más algo como el lenguaje de
la fábrica. Todas las cosas tienen su propio lenguaje. Por ejemplo, el del viento
uno lo oye claramente, el lenguaje del cielo se lee sobre todo en la noche, la
piedra o el árbol tienen su lenguaje propio. El lenguaje de la fábrica es la escuela.

Por ejemplo, la fábrica cambia el currículo educativo. Antes de la gran industria o


industria fabril, el currículo en el taller se daba por materiales. Por ejemplo, el

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Justicia Social y Violencia en Colombia 102

saber era saber el barro o saber la madera o saber el hierro, según el oficio, ya
fuera de alfarero, de carpintero, de herrero, etc. Era un saber que tenia algo de
sabor, muy amarrado al material y a su tránsito hasta el producto.

Con la fábrica ya aparece el currículo no por materiales sino por materias, la


matemática, la geometría, la física, la química. El saber se reorganiza de una
manera nueva. Y esto se explica porque la fábrica separa todos los procesos
productivos por etapas que son comparables. Tanto el barro como la madera o el
hierro, tienen igual forma de ser medidos, ya sea en su extensión o cuantificación
(matemáticas), en su peso, temperatura, etc. (física), o bien en su combustión,
oxidación, etc (química).

De esa manera, la fábrica proyectó su luz sobre la escuela al convertir el saber en


ciencia. Sin embargo, también la fábrica proyecta en la escuela su sombra y con
ella su conflicto. Porque la fábrica no es sino un mecanismo por medio del cual el
antiguo artesano suelta de la mano sus herramientas y éstas son agarradas por
una cadena de producción que las pone a moverse por ellas mismas gracias al
impulso de una fuerza física, por ejemplo, la de la gravedad en la caída del agua,
trasmitida por electricidad o bien la fuerza de los calóricos acumulada en millones
de años en el carbón del petróleo.

Y ocurre que este mecanismo autómata es imperfecto desde su origen, de manera


que a la cadena mecánica le está faltando siempre, muchas herramientas que
todavía no se han inventado.

Es allí, es en ese hueco, en esa articulación fallida donde se hace necesario colocar
al obrero para que haga el papel de herramienta faltante. Entonces, en la fábrica
el hombre ya no “trabaja”, como ocurría con el antiguo artesano, sino que a él “lo
trabajan”. Ya no es trabajador sino objeto de trabajo. Es la otra herramienta, la
que suple la falla, la que llena el hueco, la “herramienta faltante”.

Esta es la sombra de la fábrica que se proyecta en la escuela. Nuestro operario en


la industria o en los servicios o en la construcción, en la unidad moderna de
producción, no necesita pensar o programar porque no “trabaja” sino que “es
trabajado”, es la herramienta suplente, la herramienta clave en el proceso
productivo, aquella que permite la continuidad de la cadena que empieza con la
materia prima y termina con el producto.

En la fábrica pudiéramos decir que el “trabajo” es apenas sombra de trabajo, que


está seco por dentro, no tiene humanidad o vida y por lo mismo no tiene juego o
riesgo de adivinación.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 103

De manera que la fábrica ilumina la escuela convirtiendo el saber en ciencia y la


oscurece convirtiendo el hombre en simple herramienta de trabajo.

Es el conflicto de la fábrica que se reproduce en la escuela ya no en el plano de la


producción, sino en el de la comunicación humana. Y cuando digo fábrica me
estoy refiriendo a cualquier unidad de producción seriada y mecanizada, por
ejemplo, una plantación moderna, un banco, la construcción de una torre de
viviendas, etc.

El Movimiento por la Democracia en la Escuela

Vivimos un tiempo de debate, de tropel, de verdadera angustia por cambiar las


relaciones humanas de la pedagogía en la escuela.

Ensayan formas de autogobierno escolar, tratando de llevar al establecimiento


educativo el voto secreto y la elección de mandatarios propios de la democracia
formal. Se crea la Defensoría de derechos del estudiante y del maestro. Se busca
cambiar el reglamento disciplinario tradicional por un manual de convivencia
debatido entre toda la comunidad. Recuérdese que la palabra disciplina
originalmente se aplicaba al instrumento para poner orden en clase, al perrero.

Dar disciplina era precisamente dar látigo. Hoy en día ya no se ve nunca un


zurriago colgando en el muro del aula, pero eso no significa que no se mantenga
aquella antigua práctica. Lo que cambia es el instrumento. En lugar del azote
físico está el psicológico. Por ejemplo, el del tablero como humillación: pase usted
al tablero!. El de la nota cuando ya no evalúa el saber o la memoria sino que
castiga el comportamiento. El de la expulsión del recinto de clase.

Los profesores se arrepienten de estas prácticas primitivas pero, a menudo, no


pueden prescindir de ellas. Entonces se dividen en sus opiniones. Algunos son
abiertamente partidarios de eliminar todo sistema basado en el castigo, toda forma
de autoritarismo o autocracia escolar. Los muchachos enfrentan el despotismo del
docente o del directivo docente utilizando a menudo formas de violencia y justicia
privadas. Sin duda, en nuestro país, constituye un avance democrático
extraordinario, en modalidades de resistencia a la autocracia escolar, el camino
que hoy se abre paso con fuerza y que hemos llamado de la pandilla a la tutela.

En lugar de llevar al colegio un revólver o un cuchillo, el estudiante lleva la


sentencia del juez que pone a operar la Constitución.

De otra parte, este movimiento por democratizar la escuela se expresa, por


ejemplo, en la experiencia de llevar el juego al espacio del aula, al trabajo

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Justicia Social y Violencia en Colombia 104

educacional, al estudio, por medio de las llamadas “dinámicas recreacionales”


ejercicios de “integración” del grupo. En realidad no hay nada menos juego, más
anti – juego, que un juego calculado o a propósito, que un juego - terapia o
medicamento. Sin embargo, esta pretensión, que trata de llevar la recreación al
espacio del trabajo, como quien pone burbujas en el agua, tiene su lógica y su
innegable mérito y validez provisional.

Se siente, se respira, se oye crecer este movimiento por cambios radicales en la


educación, como cuando un río se sale de madre.

Entonces corresponde preguntar el por qué. ¿Qué razón existe para que sea ya
prácticamente insoportable el régimen del castigo y del miedo y de la disciplina
carcelaria en la escuela?.

Cualquier pedagogo conoce bien la historia o digamos mejor la prehistoria de este


moderno movimiento por la democracia, la convivencia y la alegría en la escuela.

Por ejemplo, en la primera mitad de este siglo tuvieron notable influencia en


nuestro país las ideas de Federico Frébel, con sus “jardines infantiles”, sobre todo
en el desarrollo que les diera María Montessori, lo mismo que los “centros de
interés” de Ovidio Decroly. Yo recuerdo a una maestra antioqueña cuando me
explicaba que la clase de religión era la única que ella no podía meter debajo de
un árbol cuando aplicaba el sistema del “centro de interés”. Porque ella con el
árbol hacía matemáticas, geografía, lenguaje, etc. De donde concluía que la
materia de religión era algo aparte en el estudio, algo demasiado grande.

Pero hay un educador de esa misma época, también europeo como los anteriores,
el maestro Celestino Freinet, que traspasó su influencia vivificadora de la escuela
mucho más acá de esa primera mitad del siglo y ello por una razón. Freinet no se
trazó la tarea utópica de tumbar las paredes del aula, de sacar los muchachos al
sol y al aire, a buscar el escenario de la vida, sino que, echando mano de los
medios modernos de comunicación, descubrió un sistema original o innovador de
meter el mundo, la vida misma, en el aula de clase.

Menos conocido en nuestro medio que estos felices europeos, ha sido el filósofo y
pedagogo norteamericano Juan Dewey. Sin embargo, puede que sea más
importante leerlo hoy si estamos tratando de educación para la democracia. De
manera que nosotros no estamos hablando de un conflicto que ahora empieza en
el ámbito de la educación escolarizada, sino de algo que viene desde lelos.

Desde que la fábrica, a fines del siglo pasado, consolida su reinado en el mundo,
con la tecnología electromecánica y empieza a convertir en “política” su antigua

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Justicia Social y Violencia en Colombia 105

proyección sobre la escuela, con el “conductismo” y la “tecnología educativa”, el


conflicto se plantea a fondo.

Sin embargo lo que ocurre hoy, como ya lo hemos advertido, es que el río se está
saliendo de madre. Que aquello que era experimentos e innovaciones y conflictos
localizados, hoy toma el carácter de un movimiento renovador. De manera que se
encuentra uno con altos gobiernos, lo mismo que con poderosas organizaciones no
gubernamentales que no sólo predican la democracia y la convivencia en la
escuela sino que impulsan la denuncia y propician allí el enjuiciamiento del
régimen verticalista y autoritario.

¿Por qué?. Preguntamos de nuevo. ¿Qué razón existe para que el viejo conflicto
escolar, que se ha incubado durante dos siglos, como proyección de un modo o
una forma de producción, como el lenguaje educativo de la fábrica, se esté
tornando insostenible, para que este conflicto ya no lo soporte el docente ni el
padre de familia ni el estudiante?.

La respuesta a esta pregunta hay que buscarla en la génesis misma de la escuela,


en la manera como el sistema educativo se inscribe en el mundo de la producción
y de las relaciones sociales que genera la producción. En una nueva relación
fábrica – escuela.

La Nueva Relación Fábrica - Escuela

El movimiento por la democracia en la escuela toma fuerza incontenible porque


estamos viviendo el tránsito hacia un modelo o un tipo de producción que cambia
completamente las reglas del juego en la fábrica.

Nos estamos refiriendo al descubrimiento, en la segunda mitad de este siglo, de la


tecnología microelectrónica. Se trata de que esta nueva tecnología permite crear,
en cualquier fábrica o unidad productiva, una cadena de producción tupida o
continua, sin “herramientas faltantes”, que deban ser reemplazadas por humanos.

Diciéndolo de otra manera se está eliminando en las industrias de punta el


tradicional obrero herramienta y reemplazándolo por el técnico o el ingeniero que
se coloca en equipo frente al proceso productivo en un sistema computarizado de
programación y control. Entonces las grandes fábricas se fragmentan, se
desconcentran y allí la innovación y la investigación pasan a ser cada vez más la
principal fuerza productiva. Surgen los “círculos de calidad” porque el productor
se empieza a reconocer de nuevo en su producto como ocurría en tiempos de la
artesanía.

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Justicia Social y Violencia en Colombia 106

Y es así como el mismo imperativo del mercado, que exige en el país una
producción mundialmente competitiva, abre paso al movimiento por una escuela
nueva, capaz de preparar para mañana una generación de obreros, empleados,
técnicos, creativos, innovadores, autónomos y a la vez solidarios, con claro sentido
del trabajo en equipo. En una palabra es la vida misma la que obliga ahora al
Estado y a la gran empresa capitalista a abrir las puertas al movimiento por la
democracia en el sistema educativo.

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ANEXO 2: Cuatro Concepciones de la


Democracia
Darío Botero Uribe

A mi juicio, existen cuatro concepciones de la democracia:

• La democracia que controla el poder. Locke.


• La democracia que invierte el poder. Rosusseau-Marx.
• La democracia del poder discursivo. Hannah Arendt y Jürgen Habermas.
• La democracia que subvierte el poder sobre el individuo en poder del individuo.
Darío Botero Uribe.

La Democracia que Controla el Poder

El filósofo político y epistemólogo Jhon Locke, quien fuera secretario de Lord


Shatesbury, jefe del partido Whig, teorizó “la gloriosa revolución” de fines del
siglo XVII.

Los hechos históricos de esa revolución formulados por Locke constituyen una
teoría de la democracia que podemos llamar democracia liberal, democracia
política o democracia limitativa del poder.

Esta concepción fue formulada contra el absolutismo y consiste esencialmente en


aplicar el principio “el poder limita el poder”, el cual constituye la regla de oro en
una democracia liberal. La división del poder en ramas u órganos, la autonomía
relativa de éstas entre sí, aún cuando finalmente como puntualizó Hegel el poder
es uno solo y todas las ramas deben colaborar armónicamente en el cumplimiento
de los fines del Estado.

Esa delimitación de competencias y la legalidad de todas las actuaciones


constituyen la garantía para evitar los abusos de poder. Es una democracia
burguesa tanto por los bienes que busca proteger como por el uso exclusivo de
mecanismos políticos y la poco profundidad de su calado social.

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Esta democracia plantea una relación muy destacada con la libertad. No obstante,
esa relación es muy problemática. La libertad está tomada como derecho de
opción intelectual y política (libertad de pensamiento) y como dignidad e
independencia personal. Esta consagración de la libertad significó un avance
fundamental en la civilización política.

Puede decirse que muchas de las obras fundamentales de los tres últimos siglos tal
vez no hubieran sido posibles sin ese ámbito de libertad. Se trataba de una
libertad negativa, una libertad que se concibe como ausencia de medidas
represoras y limitativas de la expresión de la personalidad humana.

La libertad como capacidad de autodeterminarse y proyectarse socialmente


(libertad de acción) estaba excluida del planteamiento liberal. Esta opción
democrática no se preocupó nunca o no se ha preocupado suficientemente por
ofrecer a todos los ciudadanos los medios materiales para el ejercicio de una
libertad de acción. Las carencias de medios materiales y la consiguiente limitación
del desarrollo intelectual aparecen entonces como un límite concreto a la libertad
de los ciudadanos.

Por otra parte, se desarrolló como libertad el ejercicio de opciones económicas


(las llamadas libertad de empresa y libertad económica), que en verdad no
constituyen ejercicio de la libertad sino práctica de privilegios económicos, que
fundamentalmente lo que hacen es limitar las libertades de los ciudadanos. Para
las llamadas libertad de empresa y libertad económica pudieran considerarse, con
derecho, como libertades, habría que colocar a toda la población en igualdad de
condiciones, lo cual evidentemente no ha ocurrido nunca.

La Democracia que Invierte el Poder

El filósofo político suizo, Juan Jacobo Rousseau, pensador de gran sensibilidad


social, formuló una teoría de la democracia que podemos denominar como la que
invierte el poder, democracia social o democracia directa.

A diferencia de Locke, Rousseau no está interesado en los mecanismos políticos


sino en una auténtica inversión del poder. La soberanía del monarca se trueca en
soberanía del pueblo. La soberanía del pueblo es imprescriptible e indelegable, de
esta manera el pueblo debía ejercer directamente la soberanía, lo cual significa
que en todas las formas de Estado, en su clasificación, autocracia, aristocracia y
democracia, el pueblo debería legislar; el gobierno, en cambio, sería de uno, de
pocos o de todos, en su orden.

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Rousseau, pues, está interesado en un Estado totalista fuerte capaz de realizar la


justicia y la igualdad. Le preocupa la dispersión social, quiere una sola voluntad
estatal capaz de realizar su ambicioso programa político; entonces refuerza la
autoridad del Estado con una religión civil, que ideológicamente sacralice los
mandatos del Estado.

La Voluntad General no es la voluntad de todos, es más bien una voluntad


cualificada ética y políticamente. Configura lo que podríamos llamar una voluntad
de Estado y se estructura a partir de la mayoría. La mayoría puede equivocarse,
pero Rousseau no lo admite. Para crear una voluntad infalible se ve precisado
acordar a priori la verdad a la mayoría. La minoría que se opuso, al aceptar la ley
votada por la mayoría no tendría más que aceptar la razón y cada individuo se
pondría de acuerdo consigo mismo, pues su razón coincide con la racionalidad
universal.

Rousseau se declara enemigo de los partidos, pues dos, tres o más parcialidades o
facciones, que tendrían punto de vista diferentes no podrían representar la verdad.
De ahí deduce Rousseau la tesis dogmática de que sólo puede haber una sola
causa que represente los intereses de la verdad y la justicia.

La tesis tan notable de la soberanía popular no transige en el papel que asigna al


pueblo de fuentes de la ley, y con ello, de fuente de toda autoridad. El pueblo
debería reunirse todo en una asamblea para votar la ley. Rousseau es enemigo de
la representación de la voluntad popular, es decir, de los parlamentos y de los
congresos. Ahora bien, reunir en una sola asamblea al pueblo de uno de los
estados contemporáneos es impensable.

No obstante, la soberanía popular tiene una fuerza simbólica extraordinaria en la


determinación de la democracia. Es por esa razón, que si bien no es aplicable la
democracia directa se han buscado mecanismos para aplicar diversas formas de la
democracia semidirecta, tales como los plebiscitos, referendos, consultas
populares, etc.

El pueblo pues, es el dispositivo simbólico de la democracia. Ulrich Rödel, Gunter


Frankenberg y Helmut Dubiel han señalado que en las democracias
contemporáneas nadie puede pretender ocupar el sitio vacío del poder que
corresponde al pueblo. Solo en unas pocas ocasiones el pueblo es convocado para
ocupar ese lugar vacío. El pueblo es ese imaginario de la representación simbólica
del poder en las democracias. Se gobierna en nombre del pueblo, pero el pueblo
es el gran ausente, que solo en raras ocasiones toma cuerpo para darle forma a
los mandatos del Estado.

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Como he señalado en otros textos, los jacobinos en la Revolución Francesa y los


bocheviques en la Revolución de Octubre, que se inspiraron en la soberanía
popular, aplicaron en forma que parece ser paradigmática el totalismo roussoniano
marxista: el hombre pueblo. Robespierre, Lenin o Stalin representan el hombre -
pueblo. No sólo son líderes carismáticos que ofrecen un mundo nuevo sino que la
fuerza colosal de su autoridad es estar colocados en la posición del pueblo. No
representan al pueblo, encarnan el pueblo. Nunca convocan el pueblo, ellos son el
pueblo.

Uno puede percibir en Rousseau y sobre todo en Marx, intensamente preocupados


ambos por la justicia y la igualdad, cómo la libertad se aplaza para cuando los
cambios políticos hayan realizado la justicia y la igualdad.

La Democracia del Poder Discursivo

En la base de este tipo de democracia está el poder comunicativo. Hannah Arendt


distingue entre Macht (poder) y Gewalt (violencia). El poder consiste en el
apoyo popular, en el consenso, en el respaldo que pueda obtener un régimen
político. La represión, las medidas de fuerza son más bien manifestaciones de la
carencia de poder. Cuando un Estado está deslegitimado, echa mano de medios
de violencia para mantener el poder. Por el contrario, un orden político legítimo
goza de un poder amplio y puede reducir la violencia al mínimo.

Habermas ha construido esta perspectiva democrática con fundamentos en


algunas de las teorías contemporáneas del lenguaje y de la comunicación,
especialmente en la “teoría de los actos de habla” de John Searle, quien concibe
un lenguaje - acción: un lenguaje que no se agota en la enunciación sino que es
inmediatamente acción; el lenguaje va develando lo que se hace.

Privilegiar el acuerdo sobre el desacuerdo no deja de ser un animista e idealista.


Un acuerdo comunicativo referido al proceso político y no meramente a una
sociedad científica debería expresar las múltiples diferencias del conglomerado
social y no un acuerdo que resultaría imposible e indeseable.

La Democracia que Subvierte el Poder sobre el Individuo en Poder del


Individuo

En mi libro “Vida, Ética y Democracia”, refiriéndome a la viabilidad de la


democracia, escribí: “la democracia no es una forma del contrato social, no puede
plantearse como un acuerdo de voluntades en la perspectiva de Hobbes, Locke o
Rousseau. Tampoco es el gobierno del pueblo, como reza su significación
etimológica. La democracia no es una forma de gobierno, ni existe como un

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régimen político tipificado, en alguna parte del mundo. La democracia es un


horizonte que el hombre ha perseguido en todas las épocas, pero que siempre que
cree haberlo conquistado, se evade de nuevo la Utopía.

Hay en primer lugar, un desplazamiento epistemológico en la democracia del


sistema al mundo de la vida. La perspectiva de la democracia no consiste en
legalizar los mecanismos de poder; en controlar y disminuir el poder. Se trata de
un proceso ilusorio: en los últimos tres siglos, el gran tema de la teoría política y
del derecho constitucional ha sido el de los controles del poder. No obstante como
se puede demostrar fácilmente los medios científicos y tecnológicos han
potenciado el poder de una manera sin precedentes en la historia. Hoy el poder
del Estado es más grande que en cualquier otra etapa de la historia y en
consecuencia, la impotencia del ciudadano mucho mayor que en cualquier otra
época.

El traslado de la democracia del sistema al mundo de la vida no es solo espacial es


también conceptual. Mientras no cambiemos la cultura, la democracia será algo
superficial y sin importancia. Se trata entonces de desarrollar una cultura de la
vida, de la gratificación, de lo lúdico, del goce. Propongo una erotización de la
vida que mine los mecanismos de poder. Pienso en el poder como una pulsión
que internaliza muy profundamente en el individuo y que lo separa abruptamente
de su relación de igualdad con los demás.

La exageración del poder es una atrofia de la relación gratificante con los otros, es
una forma oprobiosa de expresar la incapacidad humana de entenderse, de
relacionarse, de tener una concepción humanista, amistosa, rica. La soledad del
poder que representan muchos escritores es una valiosa idea literaria que puede
reorientar la reflexión política sobre el poder.

Si establecemos un mundo de la vida no estrecho, como lo concibe Habermas,


referido fundamentalmente a la comunicación, sino un mundo de la vida erotizado
y rico en posibilidades de interacción, podemos plantearnos el programa de la
democracia como una interacción basada en relaciones humanas libres y
gratificantes. Deberían correrse las alambradas del mundo de la vida respecto al
sistema para humanizar la vida. Así la democracia llegaría al sistema, pero no
como un ilusorio control del poder, sino como un desmonte del poder, de ese
poder desmesurado que obedece a desviaciones neuróticas de la personalidad.

Desmontar la base cultural del poder en vez de intentar controlarlo legalmente es


una estrategia fundamental. Hoy la producción social depende crecientemente del
saber y decrecientemente del trabajo. Es por esa razón que propongo sustituir el
saber - poder al poder - saber.

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El poder - saber es el que ha dominado toda la modernidad. Se trata del saber


controlado por el poder para la producción social y para cumplir distintos fines
sociales. El saber ha llegado a ser tan importante, que debe sacudirse la coyunda
de un poder irracional en gran medida y establecer un poder subordinado al saber,
que no sea otra cosa que la determinación de las condiciones de aplicación del
saber a la vida social.

Debo incorporar acá lo que he escrito en “Vida, Ética y Democracia” sobre la


contradicción interés – libertad. Baste por ahora citar un párrafo: “un orden
mínimo que garantice la libertad limita el interés. Los liberales pusieron en la base
del sistema político el libre interés la llamada libertad de empresa y de iniciativa y
creyeron que la consecuencia iba a ser la armonía social y la libertad en que ésta
se base. El resultado no fue la armonía social sino la explotación.

La base del sistema debe invertirse: la base debe ser un orden que garantice la
libertad, la consecuencia debe ser, entre otras, el reinado del libre interés. Sólo en
una sociedad que tenga como fundamento del orden social la libertad, el interés
pierde la pretensión de volverse hegemónico”.

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ANEXO 3: La Aventura del Pensamiento


Fabio Giraldo se aproxima a vida y “hundimiento de nuestra patria en obra de un
testigo de excepción en la violencia”.

Tratar de plasmar en un espacio tan corto y en un momento tan difícil y


apresurado por las exigencias del tiempo el mensaje fundamental de la fecunda
vida de Estanislao Zuleta es ciertamente una labor imposible. A riesgo de omitir
muchas de las complejas facetas de su trasegar intelectual, quisiera destacar la
variedad de temas que trató. Su vida y su obra, como resulta tan poco común en
nuestro medio, fueron de una extraordinaria vastedad y diversidad. Se movió en
todas las corrientes del pensamiento moderno: sus lecturas, enseñanzas y
conferencias en casi todas las universidades del país iban desde la filosofía,
pasando por el psicoanálisis, la literatura universal y la historia económica y política
del país y del mundo.

Al momento de su muerte se encontraba trabajando intensamente en los efectos,


que en su original manera de pensar, podrían tener la etología humana, la
biología, la perestroika y el glasnost soviéticos y sobre la posibilidad de
implementar en nuestro país una democracia moderna y una sociedad menos
abierta, con mayor participación y justicia social.

Fue testigo de excepción como pocos en el país, del hundimiento de nuestra patria
en la violencia, la iniquidad y la antidemocrática. Vio cómo nuestra sociedad era
conducida por el clientelismo prepotente y chato, gobernado por castas incultas de
hombrecitos parroquianos. Pensaba permanentemente en la integración del
hombre y la sociedad hasta el punto que la explosión de su corazón en su modesta
habitación, no fue independientemente de los acontecimientos que vienen
sucediéndose día a día en Colombia.

La suerte del país no es ajena a su destino. Su corazón explotó en dos, como el


único testimonio que un hombre de una integridad total podría rendir a su lugar de
origen: el destino de la sociedad que tanto pensó y padeció no podía ser ajeno a
su propio destino y a la evolución de su pensamiento.

Amó con intensa pasión la pintura. Su favorito fue Vincent Van Gogh, hasta el
punto que en el pintor de los soles y girasoles se puede encontrar lo más

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especifico de Estanislao. Al igual que Van Gogh, Zuleta se comprometió como


pocos con la vida de los humildes. Su extraordinario compromiso en la
construcción de una sociedad mas estética lo llevo a emprender varias aventuras
en búsqueda del socialismo.

Aborreció como pocos la abyección de la sociedad capitalista y cifró buena parte


de sus búsquedas fundamentales en la construcción de una sociedad más justa y
bella. Milito en la democracia, la libertad, las diferencias efectivas, las falsas
oposiciones y en un permanente desciframiento de la naturaleza humana.

Sin exageración alguna podría decirse que con Zuleta se consolidó en nuestro
medio el pensamiento crítico sobre la sociedad. Su enfoque no se limitó a una
mirada sobre la realidad colombiana sino que trascendió, ubicándose
preferencialmente en los más grandes pensadores del occidente: Platón,
Aristóteles, Descartes, Kant, Hegel, Marx, Nietzsche, Freud, Heidegger, Lacan,
Derrida, Habermas etc. En la realidad sus preferencias se situaron en Thomas
Mann, Dostoyevski, Kafka, Musil Shakespeare, Goethe, Broch, Cervantes, Tolstoi y
Proust, etc.

Amaba la poesía y la tenía como algo esencial a su vida habiendo leído un buen
número de los más importantes poetas de la humanidad. De los poetas
colombianos tenía en inmensa estima a León de Greiff, de quien fue uno de sus
mejores amigos, hasta el punto que recitaba buena parte de su obra de memoria.

Tenía evidentes simpatías por el Tuerto López y Barba Jacob, de quien dijo alguna
vez que era un poeta inauditamente bueno. De las nuevas generaciones, sus
simpatías se las llevaba completamente William Ospina a quien tenía como uno de
sus buenos amigos. En una oportunidad forzado por la discusión, pregunté a
Estanislao cuáles serian para él los diez libros básicos de su vida. Su respuesta fué
la siguiente: José y sus hermanos, de Mann; la muerte de Virgilio, de H. Broch: el
hombre sin atributos, de R. Musil; el castillo, de Kafka; la interpretación de los
sueños e inhibición, síntoma y angustia, de Freud: la crítica de la razón pura, de
Kant la fenomenológica del espíritu de Hegel y la biblia.

Estanislao tenía una gran pasión por la cultura. Su vida transcurrió entre los libros
y sus mejores momentos fueron sin duda los que pasó al lado de Yolanda, su
compañera de muchos días, los períodos por lo demás muy frecuentes, en los que
tenía que explicar a sus amigos, discípulos y alumnos algún nuevo hallazgo. Más
que maestro fue un amigo guía, que elevó la amistad, la alegría por la dificultad el
trabajo arduo del pensamiento a nivel de categoría filosófica.

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Consideraba como uno de sus tesoros más valiosos el pensamiento radical y


admiraba profundamente a Sartre, no sólo por sus obras, sino por su actitud de
intelectual íntegro. Fue de cierta manera un Sartre del Nuevo Mundo y desarrolló
el pensamiento salvaje con una inteligencia y dedicación avasalladoras. Leía con
facilidad en varios idiomas, pero prefería el lenguaje universal de la poesía y de la
gran música, para la intimidad. La soledad fue su gran compañera a la cual no
pudo abandonar ni a la hora de su muerte, fue un gladiador del pensamiento
crítico y se atrevió como pocos a llevar, hasta el fondo aquella máxima manera de
pensar como se vive, o no pensar en absoluto.

Amó la vida tan íntegramente como a la muerte. Mejor, para él la muerte era
simplemente lo que le daba sentido a la vida, ya que ésta, como él por momentos
solía decir, no tenia sentido, el sentido había que dárselo.

Sus intensas lecturas etológicas lo habían hecho avanzar muy lejos en su


pensamiento y era muy factible que con la potencia del análisis de la conducta
animal pudiera continuar con sus aportes al psicoanálisis y a la crítica de la vida
cotidiana, pero la muerte se lo llevó.

En su mesa de trabajo seguramente eran evidentes sus preocupaciones actuales:


la Perestroika y el Glasnost soviéticos y los más diversos análisis del
comportamiento animal. Era de esperarse que de ese gigantesco laboratorio de
trabajo que era su mirada, fueran a salir muy pronto nuevas críticas a los autores
que más amó.

Para Freud, a quien tanto divulgó en nuestro medio, ya disponía Estanislao de una
nueva mirada, la cual contenía una profunda crítica a sus conclusiones, a sus
procedimientos de argumentación y muy en especial a sus criterios de validación
científica.

Trabajaba actualmente en una confrontación del texto freudiano con los criterios
de argumentación utilizados en la ciencia en general y continuaba esforzándose
por dialectizar las falsas oposiciones entre naturaleza y cultura. Así por ejemplo,
en la discusión sobre el aprendizaje al cual dedicó tanto esfuerzo, Zuleta ya
planteaba, contra mucho de lo que escribió, que la capacidad de aprender era
instintiva y que el instinto pesaba mucho más en unas especies que en otras. Sus
variados temas sobre la esencia de lo social y de lo humano ya no hubiesen podido
nunca estar al margen de este saber.

No hace mucho en sus investigaciones sobre los Derechos Humanos, reiteró sus
cavilaciones sobre la libertad y la igualdad en los siguientes términos:

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El imperativo Kantiano atreverse a pensar y el imperativo Marxista cambiar la


sociedad son sin duda parte esencial de nuestra herencia política. Pero ni un
liberalismo Kantiano ni un socialismo Marxista son suficientes por si solos, hoy para
construir una sociedad democrática.

Estanislao fue un hombre atravesado hasta lo más hondo de su ser por la


depresión y la soledad. Le atormentaban tantos enigmas y le acosaban tantas
preguntas a las que no podía responder, que sin duda, aunque su vida se hubiese
prolongado, no habría alcanzado a resolver.

De él se puede decir que era un hombre profundamente consecuente con sus


convicciones intelectuales. A él se le puede aplicar aquello que en algún lugar dijo
G. Steiner del intelectual; consiste en esforzarse por ser consecuente con sus
convicciones, las personas que viven los riesgos de su convicción, de su pasión,
desafiando quizás el peligro de estar tremendamente equivocadas, no creo que
sean condenadas en el juicio final.

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BIBLIOGRAFÍA GENERAL

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