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EL GRAN VALLE SAGRADO DEL CHUNGAMAYUY

LAS CIUDADELAS PERDIDAS EN EL SUR YUNGAS

Patrizia Di Cosimo
Universidad de Bologna (Italia)
patrizia.dicosimo@unibo.it

El descubrimiento de monumentales sitios arqueológicos del Municipio de Irupana, ha sido el resultado de


más de 10 años de investigación del Proyecto Takesi de la Universidad de Bologna (Italia), lo que fue un
trabajo que me ha llevado a descubrir no sólo huellas de un pasado lejano, sino la realidad presente de un
territorio y de sus gentes que, con gran generosidad, me han abierto las puertas de un mundo nuevo para mí.

En el 2001 viajé al Valle del Takesi para emprender un estudio arqueológico de rescate, entrando así en los
temas de la arqueología boliviana, y en la geografía abrupta y encantadora de los yungas.
A partir del Valle del Takesi, y del estudio del monumental camino incaico que en él se desarrolla, decidí
ampliar la zona de estudio. Primero a la zona de Chulumani e Irupana, y luego hacia el Sector Illimani, un
área de aproximadamente 2.500 km2,que abarca las vertientes orientales del Mururata y del Illimani, rica en
vestigios y restos arqueológicos prehispánicos de gran extensión, aún no estudiados en profundidad, entre
los cuales muchos caminos antiguos. El Sector Illimani (o Cantón Lambate), donde se encuentran los sitios
arqueológicos más importantes, comprende un territorio que va desde los 3800 hasta los 1800 m.s.n.m, y
que se identifica como un lugar que está ‘adentro’, entendiendo algo alejado y de difícil acceso, y que se
desarrolla a lo largo del Río Chunga Mayu hasta su confluencia con el Río La Paz (Choqueyapu),
comprendiendo una porción de este valle. Los paisajes son de los más variados, con muchos pisos
ecológicos en los cuales se desarrolló una agricultura rica y diversificada, con terrazas de cultivo
desplegadas a lo largo y ancho de las laderas, con cadenas montañosas y valles que desvanecen al horizonte,
con luces del cielo, nieblas y vientos que mudan repentinamente.

LAS TIERRAS FÉRTILES DEL ILLIMANI

Por mucho tiempo, hasta buena parte del siglo XX, se consideró la zona del Sud Yungas como marginal,
espacio periférico, frontera de guerra y refugio para ocultarse del poder vigente. Lo que a mí me sorprende,
y que de año en año voy averiguando, es que esta situación sigue actual en muchos aspectos todavía, y
espero que por medio del conocimiento del patrimonio custodiado en toda la región, el sentido de
aislamiento y abandono pueda cambiarse por una integración plena que pueda parar el despoblamiento en
curso de las comunidades yungueñas.

Este fue en cambio en tiempos prehispánicos un territorio muy vivo y fértil, con grandes civilizaciones como
Tiwanaku, los Señoríos Aymara y finalmente los Inkas, que lo poblaron intensamente. Allí el hombre y la
mujer andina alcanzaron un equilibrio perfecto con la naturaleza, siguiendo rigurosamente los ciclos
sagrados de siembra y cosecha regidos por la luna y el sol. Allí se desarrolló un sistema económico y social
basado sobre la complementariedad entre zonas de alturas y climas diferentes, dando lugar a una rica
dinámica agrícola e históricamente las “tierras altas” y las “tierras bajas”, la cual implicó intercambios de
largas distancias para aprovechar de los productos de toda altitud. Al mismo tiempo se hace siempre más
evidente la existencia de sociedades complejas, con sus centros principales en el propio Sur Yungas.

Nuestra zona pertenecía, antes de la llegada de los Incas, a la mitad Uma de los tres grandes reinos aymara
(Colla, Lupacas,Pacajes) asentados en las orillas del Titicaca, la cual constituía la mitad Urcu. Estos
grandes señoríos tenían sus capanaso enclaves dispersos en los valles orientales, conocidos como Manca

 
Yungas (a diferencia de Alaa Yungas de la costa pacífica), donde convivían con moradores ‘autóctonos’
llamados Yungas y Quiruas, formando un mosaico de asentamientos multiétnicos donde los linderos entre
etnias y territorios no coincidieron. Este modelo de asentamientos es conocido comúnmente como
“archipiélagos verticales”.

Sabemos algo de los Quiruas los cuales vivían a lo largo y extenso del Río Choqueyapu y en los territorios
de la actual Chulumani, cuyo nombre se relaciona con la actividad de intermediarios y productores de coca.
Su cabecera, antes de las reducciones españolas, fue Uyuni (actual Huni), para convertirse luego en Palca.
Sin embargo queda todavía por averiguar la identidad precisa de otras sociedades autóctonas del Sud
Yungas, y en particular de las que ocuparon en particular el Gran Valle sagrado del Chunga Mayu.

Lo que sabemos de la Cultura del Chunga Mayu, que se desarrolló a los pies del nevado Illimani en su parte
oriental, es que construyó los sitios monumentales de Markapata, Inkataca, Angostura, Hornuni, Pasto
Grande, Muralla y Chuñavi, entre otros. Cada sitio tenía una función específica en la organización
administrativa, política y religiosa de este fértil territorio, y se conectaban entre sí por medio de una red de
caminos, que entraron luego a formar parte del QhapaqÑan (Camino Real) de los Inkas.

La colonización inca influyó grandemente sobre los valles interandinos del Collao, y especialmente los
yungas orientales, por tres razones: 1) para poder controlar desde los valles, por medio del control de la
producción, a los poderosos Señoríos Aymaras del altiplano; 2) para cortar las relaciones directas entre
altiplano y llanos amazónicos, proveedores entre otros productos de alimentos y bienes importantes para los
rituales andinos; 3) para poderse defender de aquellas poblaciones amazónicas que de vez en cuando
incursionaban a la zona, amenazando los depósitos imperiales.

Por su ubicación geográfica, el Valle del Chunga Mayu es una zona estratégica y de paso entre los llanos
amazónicos y el altiplano. Entre los productos transportados y los que se cultivaban en el mismo valle,
tenemos la sagrada hoja de coca, frutas, maderas, ají, y el precioso grano de maíz, mientras otras mercancías
especiales eran obtenidas por medio de intercambios con las etnias de las tierras bajas, como son: piedras
preciosas, pieles de animales sagrados como el jaguar, variedad de plumas con que se confeccionaban los
tocados, máscaras y trajes de gala de toda autoridad prehispánica, y las plantas alucinógenas, elementos
imprescindibles de los rituales andinos, por medio de los cuales se hacía posible el contacto con los mundos
ultraterrenos.

LOS CAMINOS REALES DE LOS INKAS

Usando una metáfora, surgida de la percepción aún actual del territorio como un ser vivo -la Gran Madre
creadora y dispensadora de abundancia - dotada de cabeza, piernas, brazos, vientre, imagino que los caminos
fueron las venas de este inmenso cuerpo, por donde fluían incesablemente seres y mercancías que
alimentaban las relaciones económicas, sociales, políticas, culturales y religiosas de las sociedades
prehispánicas. Ellos conducían a las grandes pukaras (fortalezas), a los asentamientos dispersos en vastas
zonas de producción agrícola, a minas, a lagunas sagradas de altura, a grandes cementerios y sitios
ceremoniales, a lugares de control, a vías fluviales que conducían a las tierras bajas. Los caminos, cual
figuras altamente visibles del paisaje, destacan simbólicamente las relaciones entre las comunidades,
conectadas físicamente por medio de ellos. Es decir cumplían un papel activo en la estructura de lavida
diaria de las personas y de los grupos en todos los tiempos, y a menudo se convirtieron en lugares
formalizados en símismos, pues han tomado el carácter de rasgos monumentales sobre el paisaje.

Estudié 4 caminos principales, el Takesi (una de estas obras monumentales), el Khasiri, el Yunga Cruz y el
Chunga Mayu, más otros tramos secundarios. Cada uno de ellos tiene ciertas características, relativamente a
las técnicas y formas de construcción, su ancho y pendiente, y a los sitios y lugares atravesados, que nos

 
pueden guiar en la comprensión de su función y de su edad. Todos estos caminos entraron a ser parte del
QhapaqÑan, el Camino Real de los Inkas, el cual extendía su red por todo el Imperio por más de 40.000 km.

El punto de partida de todos estos caminos se ubica al noreste de La Paz, en la zona de Palca, desde donde
buscan los pasos para superar los nevados del Mururata e Illimani. Otro punto importante de partida de
caminos es Chuñavi (Cantón Lambate), antiguo tambo, que en la actualidad es una pequeña comunidad
aymara ubicada en una zona de poca pendiente y panorámica, dominando el cruce de tres valles. En Chuñavi
se encuentra una plaza trapezoidal, que fue en tiempos incaicos una kallanka, o sea un espacio rodeado de
estructuras para hospedaje de caravanas y tropas militares, además de numerosos sitios prehispánicos
alrededor del pueblo, los cuales surgen exactamente al comienzo de los 4 caminos que aquí se encuentran: el
sitio de Tuyu Tuyu, sobre una colina natural por donde pasa el camino antiguo que se dirige hasta Lambate y
de aquí hacia los poblados de la ladera derecha del valle del Chunga Mayu. El sitio de Pukara, igualmente
ubicado en la cima de una altura, sobre el camino Chunga Mayu que va a Pasto Grande. Los sitios de
Inkapata y Chijj’tapata bordean el camino que es tramo inicial tanto del Yunga Cruz como del Khasiri. De
las excavaciones en el sitio de Chijj’tapata sabemos que hubo una larga frecuentación ininterrumpida de la
zona, a partir por lo menos de la época Tiwanaku (siglos IX-XI d. C.) hasta la Colonia Inicial.

En un pequeño ensayo estratigráfico del Camino del Takesi en inmediaciones del pueblo de Yanacachi,
pudimos encontrar algunos tiestos cerámicos preinkaicos, demostrando su construcción a partir del
Intermedio Tardío (alrededor del XIII siglo d. C.). Para la cronología de los otros caminos podemos inferir
su contemporaneidad con los sitios a lo largo de su recorrido. El Chunga Mayu, llegando a Pasto Grande,
funcionó desde la época de Tiwanaku Imperial. El Camino del Khasiri, que muestra largos tramos
constituidos por graderías de piedra, se dirige hasta la actual Irupana donde se encuentran sitios y materiales
cerámicos del Intermedio Tardío, o sea preinkaicos. Es un camino muy especial, constituyéndose en un
recorrido más dificultoso que los otros, de muchas bajadas y subidas, y cuya construcción creemos buscó un
carácter sagrado. Efectivamente el camino cruza por 5 lagunas las cuales tenían, y tienen todavía, un papel
importante en los ritos para llamar a la lluvia en tiempos de sequía.

En su recorrido se sube hasta 5 apachetas, lugares sagrados de contacto entre el hombre y los espíritus
protectores de las montañas. En la apacheta más alta de WaraWarani, 4200 m.s.n.m., se goza de una vista
especial hacia los Apus más sagrados de la cultura originaria boliviana de todos los tiempos: el Illimani y el
Mururata hacia el oeste, y el Sajama hacia eleste. Desde los tiempos más antiguos, en cada apacheta se
efectúa todavía un rito individual, así como lo describió Garcilaso de la Vega en el año 1609 (Libro II,
Capítulo IV):

[apachita] quiere decir demos gracias y ofrezcamos algo al que hace llevar estas cargas,
dándonos fuerzas y vigor para subir por cuestas tan ásperas como ésta, y nunca lo decían sino
cuando estaban ya en lo alto de la cuesta, y por esto dicen los historiadores españoles que
llamaban Apachitas a las cumbres de las cuestas, entendiendo que hablaban con ellas, porque
allí le oían decir esta palabra Apachecta, y, como no entienden lo que quiere decir, dánselo por
nombre a las cuestas. Entendían los indios, con lumbre natural, que se debían dar gracias y
hacer alguna ofrenda al Pachacámac, Dios no conocido que ellos adoraban mentalmente, por
haberles ayudado en aquel trabajo. [...] No miraban al Sol cuando hacían aquellas ceremonias,
porque no era la adoración a él, sino al Pachacámac. […] De todo lo cual soy testigo, que lo vi
caminando con ellos muchas veces. Y más digo, que no lo hacían los indios que iban
descargados, sino los que llevaban carga.

El Camino del Takesi es claramente la vía principal de la región, considerando la gran inversión de trabajos
realizados en la época incaica. Su empedrado puede alcanzar el ancho de 8 metros, los muros de contención
de la calzada el alto de 3 a 4 metros, los canales de drenaje se suceden con frecuencia y pueden ser
superficiales o enterrados y siguen funcionando perfectamente después de 5 siglos, permitiendo la

 
conservación del camino. Las áreas de fuertes pendientes fueron superadas con la construcción de gradas y
recorridos en zigzag.

 
¿Cuales fueron los motivos por los cuales los Incas lo escogieron como vía principal de la región?
En términos geográficos notamos que su recorrido es el más corto (2 días de camino con animales cargados
por 65 km.) y cómodo para llegar a los poblados y tierras que se encuentran a los 2000 m.s.n.m., altituddes
de la cual se encuentran los rasgos climáticos que hacen posible el cultivo de coca y muchas otras especies
vegetales. Este hecho está respaldado por las innumerables takanas o terrazas pequeñas prehispánicas, que
cubren las laderas de las montañas alrededor del pueblo de Yanacachi, cuya etimología puede derivar de
cachi = explanada, yana = negra, que son los solares donde se ponen a secar las hojas de coca.

A lo largo del Takesi hemos ubicado más de 50 sitios con estructuras pertenecientes a varias épocas y de
diferente función. Consideramos que el Camino del Takesi continúa hacia el pueblo de Chirca, quedando
bien visible el recorrido hacia Puente Villa, y algunos tramos al llegar a Chirca.
Por el ancho y los rasgos del camino antes mencionado los incas ampliaron su construcción para el tránsito
de caravanas numerosas que transportaban los preciados productos de los yungas e incluso de tropas
militares.

El Camino Yunga Cruz se extiende aproximadamente por 70 Km. de Chuñavi a Chulumani y fue una vía de
comunicación principal. Su característica principal es la de ser un doble camino, con una breve subida de
fuerte pendiente en su parte inicial mientras que en general sigue las laderas de las montañas, permitiendo un
cómodo andar. Estos rasgos, más la gran cantidad de trabajo invertido en la construcción de las dos calzadas
(que corren siempre una a la vista de la otra y que de vez en cuando se cruzan), hacen de él una clara obra
incaica. El ancho de la calzada se mantiene en promedio alrededor de 2 a 4 ms., y los muros de contención,
en ciertos lugares muy empinados como en la zona de Qala Ciudad, miden de 3 a 4 m. de alto. Registramos la
presencia de muchos puentes, un tramo sobre elevado y largas gradas entalladas en la roca.

El motivo de la construcción de un doble camino reside en el flujo de gente, animales y mercancías que
transitaban por él y en la conformación geológica de la zona, de paredones verticales altísimos, que no
permitió construir una calzada más amplia como en el Camino del Takesi.

Para el Yunga Cruz tenemos también información de un documento de Composición de las tierras de
Yungas conservado en el Archivo de La Paz, fechado 1716, y redactado por Don Juan Montes de Oca, Cura
y Vicario de Carabuco, donde encontramos la prueba de la conexión de nuestros caminos a las vías fluviales
que llevaban a los llanos: el camino es llamado Camino Real de Laderas, y se menciona el tramo que baja a
Vila Vila, pasando por Irupana en dirección de Laza, donde continúa por el puerto sobre el Río Sulacama
(hoy Solocama) donde “desembarcan los Infieles” (llamados en otras partes del documento Chunchos).

El Yunga Cruz, así como todos los otros caminos estudiados en la zona, presenta muchos desvíos y
ramificaciones que permiten alcanzar la mayor parte de los pueblos de los yungas, dando vida a una red
compleja de comunicación entre los mismos valles yungueños. Este dato alude a las complejas relaciones que
existían en tiempos prehispánicos entre las diversas etnias que poblaban ésta y las regiones vecinas (Nor
Yungas y Valle de Cochabamba): los valles yungueños no fueron solamente una zona ‘pasiva’ y lugar de
asentamientos de los ‘archipiélagos’ altiplánicos, sino teatro de una rica historia de relaciones y movimientos
horizontales entre las poblaciones originarias, los Quiruas, Yungas, Lecos, Chunchos, Chapis.

Pudimos recorrer aproximadamente 40 Km. del Camino del Chunga Mayu, desde Chuñavi hasta la ex-
hacienda Santa Ana.

El camino se desarrolla por completo en hábitat de yungas, diferenciándose de los otros que corren por gran
parte en las zonas de puna y serranías. El Camino del Chunga Mayu conserva su construcción formal solo en

 
algunos tramos, debido a la fuerte erosión ocasionada por las lluvias, por las actividades agrícolas y el
continuo tránsito de ganado. Aún con ello, identificamos largas graderías, muros de contención de la calzada
y de contención y protección ‘a monte’ para resguardar de la caída de tierra.

Algo notable y peculiar de este camino es el cruce de muchos ríos, por medio de puentes de troncos de
árboles todavía en uso, los cuales se apoyan sobre los antiguos estribos de piedra.

A lo largo del recorrido se pueden apreciar importantes sitios incaicos y preincaicos, de grande extensión.
Casi todos en la forma de pukara, la que podemos considerar como un patrón de asentamiento típico de esta
área de Yungas, y propio de la época de los Señoríos Aymaras, o Intermedio Tardío.

Una característica del camino del Chunga Mayu, que nos llama la atención, es que su recorrido es paralelo al
Camino del Khasiri, asunto que nos lleva a considerar la hipótesis de que los dos caminos puedan haber sido
complementarios, y quizás transitables en diferentes estaciones del año. La relación entre los dos caminos,
esta vez en términos geográficos, paisajísticos y simbólicos, surge también del hecho que mientras el
Camino del Khasiri corre en altura y cruza diferentes lagunas, él del Chunga Mayu corre abajo y cruza los
ríos que salen de aquellas mismas lagunas.

LA ARQUITECTURA MONUMENTAL DEL SUR YUNGAS


Son decenas los sitios registrados durante estos diez años de proyecto, y la mayoría de ellos merecen ser
estudiados detenidamente, habiendo podido ejecutar con el Proyecto Takesi siete sondeos estratigráficos en
seis sitios.
Las evidencias arqueológicas, descubiertas hasta ahora, nos muestran una ocupación a partir de la época
Tiwanaku. A esta época podemos adscribir seguramente los sitios agrícolas de Pasto Grande y Quilambaya,
que muestran terrazas de cultivo con sistemas de canales de riego, y los entierros de la pukara de Markapata
y alrededores de Santiago de Taca y Taca. Además se encuentran, sobre todo en el área del Sector Illimani,
algunos rasgos de construcciones, juntos a vasijas de uso funerario y ceremonial de estilo Tiwanaku
Expansivo, o sea de los últimos siglos del florecimiento de esta cultura. Nos atrevemos a pensar, tomando en
cuenta también otros estudios en zonas bolivianas de valle consideradas áreas ‘periféricas’, que la presencia
Tiwanaku en nuestra zona se da en concordancia con un desarrollo de sociedades locales ya altamente
complejas.

Estas sociedades, conocidas como los Señoríos Aymaras, se desarrollaron completamente en el periodo
Intermedio Tardío, que abarca del siglo IX/XI al XV de nuestra era, o sea del colapso de Tiwanaku hasta la
llegada de los Incas. A esta época pertenecen la mayoría de los sitios estudiados. En nuestras excavaciones
hemos podido averiguar la presencia de la cultura Pacajes, pero nos queda por aclarar si hubo o no la
ocupación de otros señoríos, lo cual advertimos como muy probable dada la gran variedad de estilos
cerámicos registrados y el hallazgo, exclusivo de esta zona, de lajas de piedra grabadas, usadas como
cobertura de entierros, que muestran una iconografía novedosa, quizás con influencia de las tierras bajas.
La arquitectura monumental de los yungas se vincula a los caminos, resaltando los tambos o lugares de
puesta, asentamientos ubicados a un día de caminata uno del otro, entendiendo un recorrido hecho con
recuas de llamas cargadas, lo cual en promedio corresponde a unos 20 km. Los tambos se presentan con
estructuras de piedra construidas sobre terrazas y plataformas, en la cercanía de una fuente de agua. Uno de
los tambos más impresionantes por su conservación, habitado hasta nuestros días, es la Estancia Takesi,
ubicada exactamente en la mitad del recorrido del Camino homónimo.
El patrón más difundido son las pukaras, termino con el cual se denota generalmente la ubicación geográfica
del sitio en la cumbre de una loma, aludiendo en realidad a una variedad de formas y funciones. Las pukaras
se difunden en toda el área andina en el Intermedio Tardío, y en general se le atribuye una función de

 
defensa y control del territorio, sin descartar fines ceremoniales, surgiendo en Bolivia en la época de
fragmentación social y política de los Señoríos Aymaras.
Una de las pukaras más impresionantes es la de Markapata de la comunidad de Santiago de Taca, la cual
muestra tres grandes murallas defensivas, altas alrededor de 6 metros, zonas de plataformas y terrazas con
estructuras rectangulares, áreas con estructuras circulares y un canal largo más de 600 metros que abastecía
de agua el sitio. Pensamos que aquí se almacenaban con toda seguridad los productos de los campos y
terrazas de la zona.

Un sitio único en su género, y todavía en proceso de estudio, es el Inkataca (conocido también como
Callejón Loma) de la comunidad de Taca, del cual relataremos más detenidamente a continuación, el cual
podría sugerir la existencia de una civilización aún desconocida que falta esclarecer y estudiar más
detenidamente.

Los Inkas entendieron el gran potencial agrícola de la zona, y la ocuparon por entero, ampliando los caminos
y engrandeciendo las construcciones arquitectónicas, mejorando las terrazas de cultivo que se dotaron de un
complejo sistema de riego por medio de canales. Los yungas se convirtieron de esta manera en el granero
del Imperio.

INKATACA: EL PEQUEÑO MACHU PICCHU, LA CIUDADELA PERDIDA DE LOS YUNGAS.

Existen lugares cuya belleza se puede explicar solo en parte. Inkataca, y el Gran Valle Sagrado del Chunga
Mayu, donde se encuentra, es uno de estos: tiene una atmosfera especial, que se puede apreciar solo estando
allí. Es objeto de cuentos y leyendas, que manifiestan su carácter misterioso y alejado. Su posición en el
cruce de ríos, encuentro de fuerzas diferentes y complementarias, lo volvió el ‘centro del mundo’, en el
momento en que fue escogido para las sepulturas de grandes dignatarios, y como, quizás, la morada aislada e
inexpugnable de una elite especial prehispánica.

Salta a la vista el asombroso parecido con la ciudadela de Machu Picchu, por el mismo patrón de
construcción, y por su emplazamiento escondido entre las montañas y en la cresta de una loma, ubicación
determinada por la relación mágica y alegórica de Inkataca con las cumbres andinas cercanas del Illimani y
el Mururata, y por la protección que proporcionan los ríos Chunga Mayu y Choqueyapu, rodeando la
montaña. Vista desde lo alto, las calles y los edificios parecen sostenerse de milagro en un frágil equilibrio
sobre el precipicio. Sin embargo, las construcciones han desafiado a los siglos y a la naturaleza.

El Machu Picchu del Sur Yungas es una ciudadela prehispánica, la cual no esperábamos encontrar y que nos
sorprendió por su complejidad y estado de conservación, presentándose como un asentamiento con un
centenar de estructuras en piedra, y varios sectores de diferentes funciones: templos, casas, recintos
rectangulares de gran tamaño, plataformas, calles, escalinatas, plazas. Basándonos en su parecido con
Machu Picchu, no hay duda de la función religiosa y sagrada de la ciudadela de Inkataca, considerando su
ubicación, las peculiaridades de su arquitectura y su urbanismo, con la elección de un emplazamiento
inaccesible a manera de fortaleza.
Se podrían bien adaptar las palabras que Hiram Bingham usó para el Machu Picchu: ‹‹es en esencia una
ciudad-refugio […] Hasta donde yo sé, no hay en todos los Andes un lugar mejor defendido por la
naturaleza».

Inkataca y su valle, guardan todavía todos sus misterios, que habrá que descifrar durante años de
investigación, y por el momento podemos plantear aquí brevemente diferentes hipótesis sobre él.

La primera nos lleva a considerar su adscripción a los grandes sitios de época inca, por su tamaño (alrededor
de 2 ha.), por la inversión de mano de obra y cantidad de gente trabajando que su construcción presupone, y
por el hallazgo de cerámica incaica procedente de algunos entierros. En la zona la presencia incaica se torna

 
evidente en numerosos sitios monumentales, aclarando una vez más la gran importancia estratégica de la
región, por lo que concierne el aprovechamiento agrícola y la abundancia de sus tierras, las vías de
comunicación con las tierras bajas y quizás la extracción de oro y estaño.

La segunda hipótesis consiste en que estamos delante de un tipo de arquitectura, o sea de ocupación, pre-
inca, de una sociedad todavía no identificada, con patrones típicos de las áreas de piedemonte andino, como
es el caso del famoso sitio de Iskanwaya de la cultura Mollo (Intermedio Tardío).

La tercera apunta a una ocupación de la cultura Tiwanaku en su fase tardía, de la cual encontramos cerámica
ritual y de servicio, y rasgos típicos constructivos de casas rectangulares, muy a menudo emplazadas
alrededor de plazas, y de entierros subterráneos en grandes cestas circulares.

Mayores investigaciones aclararán si estas hipótesis se excluyen o si se pueden tomar como la realidad de
una ocupación continua en todos los periodos mencionados.
En todo caso fue un sitio excepcional, inexpugnable, lugar de asentamiento de una elite, con funciones
políticas, administrativas, rituales y ceremoniales, todas actividades que se relacionaban a las siembras y
abundantes cosechas que la zona proporcionaba, así como al culto del agua.

La ciudadela de Inkataca no era un complejo aislado. Los valles que lo rodean formaban una región
densamente poblada con centros administrativos, defensivos y de almacenamiento, y con abundantes
complejos agrícolas formados por terrazas de cultivo, los cuales cubren incesantemente las laderas del Valle
del Chunga Mayu y del Choqueyapu. Inkataca dependía de estos complejos para su alimentación, y la
comunicación intrarregional era posible gracias a los caminos que llegaban a Inkataca, que se llegó a
diferenciar de las poblaciones vecinas por la singular calidad y número de sus construcciones.

Todos los sitios de la zona, integrados en una única organización social y económica con Inkataca,
presentan una preocupación de defensa extrema, hallándose murallas defensivas, asentamientos ubicados en
lugares inexpugnables, inaccesibles y panorámicos, incluidos todos en un sistema de comunicación a
distancia, quizás por medios de fogatas y pututus, que los unía visualmente y acústicamente, que permitía
enviar mensajes y señales de alerta. ¿De quién tenían que defenderse con construcciones tan poderosas?
¿Acaso de los chunchos de las tierras bajas que incursionaban al área en busca de las preciosas cosechas? ¿O
de los Inkas, que querían apoderarse de esta excepcional zona de producción, y que finalmente, parecen
haber ganado la pugna?

La Cultura del Gran Valle Sagrado del Chunga Mayu, que ocupó todo el área, poseía una arquitectura única
así como estilos cerámicos identificados solo en la zona. Las características principales y peculiares de esta
arquitectura, son los altos muros escalonados, las puertas con falso arco, el uso de lajas de piedra pizarra
enclavadas en el suelo para dividir ambientes, los grandes nichos a nivel del suelo, los accesos restringidos
resguardando los sitios. La Cultura del Gran Valle Sagrado del Chunga Mayu se sitúa temporalmente entre
los últimos siglos de la cultura de Tiwanaku (siglos IX-XII d. C.) y la llegada de los Inkas (siglo XV d. C.),
y parece heredar parte de las tecnologías y creencias de Tiwanaku.
En Inkataca vivía una elite especial, con carácter religioso-político, que gobernaba sobre todo este territorio,
en particular que organizaba y almacenaba la producción agrícola de los sitios de Quilambaya, de Pasto
Grande, de Muralla y otros. Las tierras de producción y los centros mayores, se vinculaban con lugares
ceremoniales, como Katarini, El Calvario de Pasto Grande, las plazas y los templos de Inkataca. Allí se
practicaba el culto a sus antepasados, cuyas tumbas encontramos numerosas, y se desarrollaban ritos y
ceremonias. La religión y el culto fueron uno de los instrumentos más efectivos de poder manejados por las
elites andinas de todos los tiempos, que a través de las ceremonias reafirmaban su papel hegemónico,
renovando sus vínculos con los ancestros, los cuales aseguraban la fertilidad de los campos y la posesión de
ellos, y reanudando el pacto social entre las comunidades a través de la redistribución de los bienes
acumulados, durante la fiestas y ceremonias que marcaban el calendario ritual y agrícola que regía el curso
del tiempo.

 
La ciudadela de Inkataca se identifica en cuentos y leyendas como el ‘lugar de las serpientes’, donde se oyen
ruidos, voces y música de quenas y bombos, sin que se pueda ver persona alguna. Advierten los ancianos
que no hay que dormir solo en el lugar si no se quiere recibir golpes y maltratos. Hace algún tiempo la gente
de Taca le tenía miedo al lugar, donde se dice vivían serpientes de gran tamaño. La misma loma donde se
ubica el sitio, sería la cabeza de una gran serpiente, cuyo cuerpo es el cerro de Taca y cuya cola se extiende
hacia el Illimani, cual si fuera una gran escalera que asciende desde el mundo de abajo, subterráneo, al
mundo de arriba, la morada de los espíritus celestes. Este gran cuerpo, aseguran, que en ciertas horas se
mueve.
Quizás en estos cuentos fragmentarios, recogidos en la zona, que relatan de un lugar de miedo con presencia
diabólica y de encantos, queda el recuerdo de un lugar restringido, donde se concentraban poderes muy
fuertes: políticos, espirituales y simbólicos. El cruce de los ríos le da una energía mágica al Inkataca y su
emplazamiento en medio de las montañas, lo identifica como el ‘centro del mundo’, el eje por el cual se
ponían en contacto los tres mundos de arriba, del centro y de abajo.

Encontramos un eco del posible nombre originario del sitio, en el topónimo de Taca, pronunciado T’aqa en
aymara, lo cual significa ‘detener, parar’, o ‘lugar alejado y separado’. Este significado no se adaptaría a la
ubicación de la actual comunidad de Taca, que se asienta sobre una planicie abierta y en el cruce de
caminos. Por el contrario, Inkataca, asumiría la identidad de lugar alejado y separado, por su condición de
centro sagrado, de acceso restringido y exclusivo, además puesto al final del camino que va del altiplano,
pasando por Palca, rodeando el Illimani (6402 m.s.n.m.), el Apu tutelar de toda la zona.

El Inkataca se nos presenta también como el ‘tesoro’ escondido, descubierto y quizás merecido después de
tantos años de investigación en la zona, y que nos reta una vez más y con gran fuerza a seguir nuestros
trabajos, así como a llamar a la comunidad científica, sobre todo la boliviana, a emprender estudios de largo
alcance en zonas de suma importancia, y alejadas del bien conocido altiplano, que guardan una porción
importante y substancial de la historia antigua boliviana, donde aguarda todavía buena parte de la identidad
del País.

RITUALES Y CEREMONIAS DEL GRAN VALLE SAGRADO DEL CHUNGA MAYU

Una de las riquezas más grandes de la región, y fuente de inmenso placer para los ojos y el espíritu, es el
paisaje. En él se encierran muchos significados, estratificados durante siglos de ocupación humana, y que
podemos llegar a leer como si fuera un texto enorme y complejo. En él podemos encontrar la ‘memoria
colectiva’,concentrada sobre todo en lugares especiales o sagrados, donde el tiempo se nos visibiliza a través
del espacio.
Sabemos que con la Estirpaciòn de la Idolatríamuchos de los lugares sagrados, o wak’as, de las sociedades
andinas fueron destruidos por los Conquistadores.Al mismo tiempo el paisaje de las montañasen alturaes el
que mejor conserva sus valencias sagradas, por una mera cuestión objetiva: las armas de los extirpadores
nada pudieron hacer en contra de lagunas, picos nevados, cuevas, vertientes de agua, etc..

Entre los lugares más sagrados están las lagunas glaciales, originadas por los nevados perenes de las
montañasmás altas.Cuenta la tradición local que es mejor no pasar de noche en sus inmediaciones, y mucho
menos quedarse, ya que puede pasar eventos extraordinarios: oír instrumentos musicales, ver luces, ser
raptados, fastidiados o embrujados por algún espíritu que tiene su morada en la laguna (a menudo una
sirena). Por esto hay que pasar con mucho cuidado cerca de ellas, y congraciarse, dejando ofrendas y
ch’allando.

 
La Laguna Alpakana, la última bordeada por el Camino del Khasiri antes de bajar a los valles yungueños, es
un lugar sagrado de ceremonias para llamar la lluvia en los periodos críticos de sequía, por parte de los
habitantes de la zona: los campesinos subían a la Laguna Alpakanapara recoger su agua, en medio de una
acción de ritual que preveía rezos y ofrendas. Al finalizar la ceremonia el yatiri ponía debajo de una roca la
ofrenda a la laguna, mientras los demás participantes del rito provocaban fuertes ruidos, gritos, enturbiando
el agua con el intento de molestar a la laguna de modo que mande la lluvia. Otro grupo bajaba al Río
Choqueyapu, igualmente a recoger sus aguas. Las dos aguas se transportaban luego, rápidamente, se
mezclaban y se vertían sobre los campos, y en los ríos y vertientes de las zonas de producción, dando como
resultado fuertes precipitaciones inmediatas y abundantes lluvias, aseguran los ancianos.

LA URGENCIA DE LA CONSERVACIÓN Y LA RECUPERACIÓN DE LA IDENTIDAD


El patrimonio cultural, del cual forman parte los restos arqueológicos, es el elemento basilar de la identidad
colectiva de un pueblo, y de la consciencia social e individual de pertenencia a un territorio. El patrimonio
por lo tanto debe ser considerado como elemento único y preciado para comprender los procesos que han
llevado al crecimiento de una comunidad y a su civilización.
Por esto hay que emprender acciones de adquisición, tutela y conservación del patrimonio cultural, las
cuales puedan restituir a la comunidad la fruición plena de su patrimonio tanto material como inmaterial. La
restitución significa otorgar a una comunidad un bien que le pertenece, o que le perteneció, el cual es parte
integrante de ella y que constituye su identidad. Significa también hacer accesible este bien al mayor número
de personas, para que se convierta en ocasión de progreso y desarrollo cultural, económico y social, incluso
a través de la promoción turística.
Será posible alcanzar estos objetivos logrando la identificación, valoración y apropiación del patrimonio por
parte de las comunidades locales, que solo de esta forma participarán activamente a la conservación del
patrimonio arqueológico, por medio de un sentido de pertenencia. De esta manera promovemos la ejecución
de proyectos incluyentes e influyentes, en los que se promueva la participación activa de los grupos locales,
para crear circuitos turísticos, en sus nuevas formas de practicarlo, como el ecoturismo, el turismo rural,
comunitario y cultural, actuando bajo los criterios de sustentabilidad que hacen posible pensar un desarrollo
continuado en el tiempo, preservando los recursos sin afectar negativamente la sociedad, la cultura y el
medio ambiente local.

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