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– ¿Qué palabra quieres?

HABLAR CASTELLANO CUESTA CARO1 – Di «¡Nosotros!» –y «Nosotros» le vendió.


Alfredo Mires Ortiz2 Otro de los huantinos dijo:
– Ahora es mi turno.
Desde hace años, un hacendado quería – Tú, ¿qué palabra quieres?
apoderarse de las tierras de la comunidad – Di «Porque queremos».
quechua de Huanta3. Entonces el huantino de Lima le vendió la
Un domingo se reunieron todos los frase «Porque queremos».
comuneros: – Y tú, ¿cuál palabra quieres?
– Por no hablar castellano, el hacendado nos – Quiero «Eso es lo que queremos».
está ganando el juicio. ¿Qué podemos Luego de comprar, los comuneros huantinos
hacer? Será mejor ir a Lima4 –dijeron. aprendieron castellano.
Los huantinos escogieron a tres hombres de Regresaron en tren una parte y luego
buena memoria para que fueran a Lima a continuaron su viaje a pie. En una puna6
comprar castellano. Cada uno solo podría encontraron a un muerto reciente, vieron
alcanzar a comprar una palabra castellana, que hasta su sangre aún goteaba.
porque varias valdrían caro. Pero ¿qué y Los comuneros exclamaron:
cuáles palabras comprar? – ¡Qué corazón maldito lo ha podido matar!
– Que sea «¡Nosotros!»; la otra palabra Cuando así comentaban, aparecieron a
«¡Porque queremos!». ¿Qué otra palabra caballo tres guardias civiles7:
más? Que sea «¡Eso es lo que queremos!». – ¿Quién mató a este hombre? ¡Hablen!,
Partieron los tres hombres a Lima. Fueron a ¡hablen!
pie y después tomaron el tren. Al llegar, se Asombrados, los huantinos se miraron entre
alojaron donde un huantino residente en la sí:
capital. Este les preguntó: – Nos está humillando porque habla
– ¿A qué han venido? castellano, pero para defendernos tenemos
– A comprar castellano, hermanito – el castellano que hemos comprado.
respondieron. El guardia civil seguía hablándoles en
– ¿Para qué? –preguntó el huantino-limeño. castellano:
– Hermanito, porque por no hablar – ¿Quién mató a este hombre?
castellano un hacendado nos está quitando (– Tú fuiste el primero en comprar.
nuestra tierra. Para defendernos hemos Contesta...)
venido a comprar castellano. El primero que había comprado respondió al
– ¿Cuántas palabras quieren? guardia civil con la palabra que conocía:
– Solo queremos tres. – ¡Nosotros!
– Yo se las podría vender. – ¿Por qué lo mataron?
– ¿A cómo nos venderías? El segundo de los huantinos respondió con la
– A cincuenta soles5 la palabra. frase que también había comprado:
– Haznos una rebaja, hermanito, son para – ¡Porque queremos!
nuestro pueblo que también es el tuyo. – Pues ahora van presos.
– Entonces a sesenta soles cada una. El último de ellos respondió con la tercera
– Ahora sí, de acuerdo, hermanito. palabra comprada. Mientras el guardia civil
– ¿Cuál de ustedes va a comprar primero? se los llevaba, comentaban entre sí:
– Yo –dijo uno de los comuneros.
– Seguro nos están llevando para
premiarnos. ¡Qué buena es la justicia!
Llegaron donde el juez, quien les interrogó
en castellano. Asombrados, los huantinos se
miraron:
– Hemos comprado el castellano para
defendernos, dijeron.
El juez les preguntó:
– ¿Quién de ustedes mató a este hombre?,
¿quién lo mató?
– ¡Nosotros! –dijo nuevamente el primero
de los huantinos que compró castellano.
– ¿Por qué lo mataron?
– ¡Porque queremos!
– Pues entonces los condeno a veinticinco
años de cárcel.
– ¡Eso es lo que queremos! –respondieron.
Los huantinos están hasta ahora en prisión.
Ahora que ya conocen esta aventura,
llévenles a los pobrecitos aunque sea un
poco de coca8.
___________________________
1 Cuento tradicional de la sierra central de Perú.
2 Asesor Ejecutivo de la Red de Bibliotecas Rurales de
Cajamarca, Perú. Texto preparado a solicitud de
Javier Naranjo, para el II Encuentro Nacional de
Promotores de Lectura, Colombia.
3 Sierra de Ayacucho, Perú.
4 Lima, capital de Perú, ubicada en la costa.
5 El Sol, la moneda nacional de Perú. Cincuenta soles

sería un equivalente actual de 18 dólares americanos.


6 Zona de mucha altitud y frío en los Andes.
7 Policías.
8 Hoja de coca, para chacchar.
LA TRENZA DE SUS CABELLOS (TRADICIÓN Ambas aceras estaban ocupadas por los
DE RICARDO PALMA) jóvenes elegantes, que a la vez que con el
I airecito del río, hallaban refrigerio al calor
De cómo Mariquita Martínez no quiso que la canicular, deleitaban los ojos clavándolos en
llamasen Mariquita la pelona las limeñas que salían a aspirar la fresca
Allá por los años de 1731 paseábase muy brisa, embalsamando la atmósfera con el
risueña por estas calles de Lima Mariquita suave perfume de los jazmines que
Martínez, muchacha como una perla, poblaban sus cabelleras.
mejorando lo presente, lectora mía. La moda no era lucir constantemente
Paréceme estarla viendo, no porque yo la aderezos de rica pedrería, sino flores; y tal
hubiese conocido ¡qué diablos! (pues moda no podía ser más barata para padres
cuando ella comía pan de trigo, este servidor y maridos, que con medio real de plata
de ustedes no pasaba de la categoría de salían de compromisos y aun sacaban alma
proyecto en la mente del Padre Eterno), sino del purgatorio.
por la pintura que de sus prendas y garabato Todas las tardes de verano cruzaban por las
hizo un coplero de aquel siglo, que por la calles de Lima varios muchachos, y al
pinta debió ser enamoradizo y andar pregón de ¡el jazminero! salían las jóvenes a
bebiendo los vientos tras de ese pucherito la ventana de reja, y compraban un par de
de mistura. Marujilla era de esas limeñas hojas de plátano sobre las que había una
que tienen más gracia andando que un porción de jazmines, diamelas, aromas,
obispo confirmando, y por las que dijo un suches, azahares, flores de chirimoya y
poeta: otras no menos perfumadas. La limeña de
entonces buscaba sus adornos en la
«Parece en Lima más clara naturaleza y no en el arte.
la luz, que cuando hizo Dios La antigua limeña no usaba elixires
el sol que al mundo alumbrara, odontálgicos ni polvos para los dientes; y sin
puso amoroso en la cara embargo, era notable la regularidad y
de cada limeña, dos». limpieza de estos. Ignorábase aún que en la
caverna de una muela se puede esconder
En las noches de luna era cuando había que una California de oro, y que con el marfil se
ver a Mariquita paseando, Puente arriba y fabricarían mandíbulas que nada tendrían
Puente abajo, con albísimo traje de zaraza, que envidiar a las que Dios nos regalara.
pañuelo de tul blanco, zapatito de cuatro ¿Saben ustedes a quién debía la limeña la
puntos y medio, dengue de resucitar difuntos blancura de sus dientes? Al raicero. Como el
y la cabeza cubierta de jazmines. Los rayos jazminero, era este otro industrioso
de la luna prestaban a la belleza de la joven ambulante que vendía ciertas raíces blandas
un no sé qué de fantástico; y los hombres, y jugosas, que las jóvenes se entretenían en
que nos pirramos siempre por esas morder restregándolas sobre los dientes.
fantasías de carne y hueso, la echaban una Parece broma; pero la industria decae. Ya
andanada de requiebros, a los que ella por no hay jazmineros ni raiceros, y es lástima;
no quedarse con nada ajeno, contestaba que a haberlos les caería encima una
con aquel oportuno donaire que hizo contribución municipal que los partiera por el
proverbiales la gracia y la agudeza de la eje, en estos tiempos en que hasta los
limeña. perros pagan su cuota por ejercer el derecho
Mariquita era de las que dicen: «Yo no soy de ladrar. Y, con venia de ustedes, también
la salve para suspirar y gemir. ¡Vida alegre, se han eclipsado el pajuelero o vendedor de
y hacer sumas hasta que se rompa el lápiz o mechas azufradas, el puchero o vendedor
se gaste la pizarra!». de puntas de cigarros, el anticuchero y otros
En la época colonial casi no se podía industriosos.
transitar por el Puente en las noches de Digresiones a un lado, y volvamos a
luna. Era ese el punto de cita para todos. Mariquita.
La limeña de marras no conoció peluquero las cinco monedas de Juan Espera-en-
ni castañas, sino uno que otro ricito volado Dios, alias el Judío Errante.
en los días de repicar gordo, ni fierros Era padrino de Baltasar el guardián de San
calientes ni papillotas, ni usó jamás aceitillo, Francisco, fraile de muchas campanillas y
bálsamos, glicerina ni pomadas para el pelo. circunstancias, quien, aunque profesaba al
El agua de Dios y san se acabó, y las ahijado gran cariño, echó un sermón de
cabelleras eran de lo bueno lo mejor. tres horas al informarse del motivo que
Pero hoy dicen las niñas que el agua pudre traía en cuitas al mancebo. El alcalde del
la raíz del pelo, y no estoy de humor para crimen reclamó en los primeros días la
armar gresca con ellas sosteniendo la persona del delincuente; pero fuese que
contraria. También los borrachos dicen que Mariquita meditara que, aunque ahorcaran
prefieren el licor, porque el agua cría ranas y a su enemigo, no por eso había de
sabandijas. recobrar la perdida trenza, o lo más
Mariquita tenía su diablo en su mata de probable, que el influjo de su reverencia
cabellos. Su orgullo era lucir dos lujosas alcanzase a torcer las narices a la justicia,
trenzas que, como dijo Zorrilla pintando la lo cierto es que la autoridad no hizo
hermosura de Eva, hincapié en el artículo de extradición.
Baltasar, para distraerse en su forzada
«la medían en pie la talla entera». vida monástica, empezó por labrar un trozo
de madera y hacer de él los bustos de la
Una de esas noches de luna iba Mariquita Virgen, el niño Jesús, los tres Reyes
por el Puente lanzando una mirada a este, Magos y, en fin, todos los accesorios del
esgrimiendo una sonrisa a aquél, endilgando misterio de Belén. Aunque las figuras eran
una pulla al de más allá, cuando de de pequeñas dimensiones, el conjunto
improviso un hombre la tomó por la cintura, quedó lucidísimo y los visitantes del
sacó una afilada navaja y ¡zis! ¡zas! en guardián propalaban que aquello era una
menos de un periquete la rebanó una trenza. maravilla artística. Alentado con los
Gritos y confusión. A Mariquita le acometió elogios, Gavilán se consagró a hacer
la pataleta, la gente echó a correr, hubo imágenes de tamaño natural, no sólo en
cierre de puertas y a palacio llegó la noticia madera, sino en piedra de Huamanga,
de que unos corsarios se habían venido a la algunas de las cuales existen en diversas
chita callando por la boca del río y tomado la iglesias de Lima.
ciudad por sorpresa. La obra más aplaudida de nuestro artista
En conclusión, la chica quedó mocha, y para fue una Dolorosa, que no sabemos si se
no dar campo a que la llamasen Mariquita la conserva aún en San Francisco. El virrey
pelona, se llamó a buen vivir, entró en un marqués de Villagarcía, noticioso del
convento y no se volvió a hablar de ella. mérito del escultor, quiso personalmente
II convencerse, y una mañana se presentó
De cómo la trenza de sus cabellos fue causa en la celda convertida en taller. Su
de que el Perú tuviera una gloria artística excelencia, declarando que los palaciegos
se habían quedado cortos en el elogio,
El sujeto que por berrinche había departió familiarmente son el artista; y
trasquilado a Mariquita era un joven de este, animado por la amabilidad del virrey,
veintiséis años, hijo de un español y de le dijo que ya le aburría la clausura, que
una india. Llamábase Baltasar Gavilán. Su harto purgada estaba su falta en tres años
padre lo había dejado algunos cuartejos; de vida conventual y que anhelaba ancho
pero el muchacho, encalabrinado con la campo y libertad. El marqués se rascó la
susodicha hembra, se olió a gastar hasta punta de la oreja, y le contestó que la
que vio el fondo de la bolsa, que sociedad necesitaba un desagravio, y que
ciertamente no podía ser perdurable como pues en el Puente había dado el
escándalo, era preciso que en el Puente se
ostentase una obra cuyo mérito hiciese alcoholismo en literatura. Baltasar puede dar
olvidar la falta del hombre para admirar el tema para otro escrito que titularíamos El
genio del artista. Y con esto, su excelencia alcoholismo en las Bellas Artes.
giró sobre los talones y tomó el camino de El alcohol retemplaba el espíritu y el cuerpo
la puerta. de nuestro artista; era su ninfa Egeria, por
Cinco meses después, en 1738, decirlo así. Idea y fuerza, sentimiento y
celebrábase en Lima con solemne pompa y verdad, todo lo hallaba Baltasar en el fondo
espléndidos festejos la colocación sobre el de una copa.
arco del Puente de la estatua ecuestre de Para celebrar el buen término de la obra que
Felipe V. le encomendaron los agustinos, fuese
En la descripción que de estas fiestas Baltasar con sus amigos a la casa de
hemos leído, son grandes los encomios que bochas y se tomó una turca soberana.
se tributan al artista. Desgraciadamente para Agarrándose de las paredes, pudo a las diez
su gloria, no le sobrevivió su obra; pues en de la noche volver a su taller, cogió
el famoso terremoto de 1746, al pedernal, eslabón y pajuela, y encendiendo
derrumbarse una parte del arco, vino al una vela de sebo se arrojó vestido sobre la
suelo la estatua. cama.
Y aquí queremos consignar una coincidencia A media noche despertó. La mortecina luz
curiosa. Casi a la vez que caía de su despedía un extraño reflejo sobre el
pedestal el busto del monarca, recibiose en esqueleto colocado a los pies del lecho. La
Lima la noticia de la muerte de Felipe V a guadaña de la Parca parecía levantada
consecuencia de una apoplejía fulminante, sobre Baltasar.
que es como quien dice un terremoto en el Espantado y bajo la influencia
organismo. embrutecedora del alcohol, desconoció la
III obra de sus manos. Dio horribles gritos, y
De cómo una escultura dio la muerte al acudiendo los vecinos comprendieron por la
escultor incoherencia de sus palabras la alucinación
de que era víctima.
Los padres agustinianos sanaban, hasta El gran escultor peruano murió loco el
poco después de 1824, la célebre procesión mismo día en que terminó el esqueleto, de
de Jueves Santo, que concluía, pasada la cuyo mérito artístico hablan aún con mucho
media noche, con no poco barullo, alharaca aprecio las personas que en los primeros
de viejas y escapatoria de muchachas. Más años de la independencia asistieron a la
de veinte eran las andas que componían la procesión de Jueves Santo.
procesión, y en la primera de ellas iba una
perfecta imagen de la muerte con su
guadaña y demás menesteres, obra
soberbia del artista Baltasar Gavilán.
El día en que Gavilán dio la última mano al
esqueleto fueron a su taller los religiosos y
muchos personajes del país, mereciendo
entusiasta y unánime aprobación el buen
desempeño del trabajo. El artista alcanzaba
un nuevo triunfo.
Baltasar, desde los tiempos en que vivió
asilado en San Francisco, se había
entregado con pasión al culto de Baco, y es
fama que labró sus mejores efigies en
completo estado de embriaguez.
Hace poco leí un magnífico artículo sobre
Edgardo Poe y Alfredo de Musset, titulado El

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