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Eclecticismo

El declive de la arquitectura clasicista se inició en la primera mitad del S.XIX debido a que el
Neoclasicismo del S. XVIII, impuesto por la Academia, limitaba la creatividad del arquitecto a
las normas clásicas.

La mayor ambición del siglo fue la de crear un estilo. Será el eclecticismo historicista el que
rompa el rígido esquema académico permitiendo la creatividad y libertad compositiva.

El mismo término eclécticismo (del griego eklego, escoger), define la actitud de compaginar
diferentes estilos históricos. Un revival cargado de connotaciones moralizantes en busca del
modelo ideal.

Diferentes motivos impulsaron esta nueva actitud. Por un lado, el interés surgido en torno a la
arqueología; por otro, la desconfianza del Romanticismo hacia la razón y con ello hacia el estilo
clásico, que asociado a la idea de racionalidad dio paso al interés por las arquitecturas
medievales que rompían el canon del clasicismo. Y por último, el proyecto del Imperio
Napoleónico de ocupar Europa y extender el estilo clásico como consecuencia, contribuyó a la
aparición de sentimientos nacionalistas en todos los países ocupados que incitaron a la
búsqueda de estilos autóctonos.

En 1845 los revivals gozaban de una gran difusión. El neogótico y el neorrománico se


prefirieron en las construcciones religiosas, el clasicismo en los edificios oficiales y bancarios,
el neoegipcio se empleó en arquitectura funeraria y el neoárabe, neoturco o neohindú en
arquitecturas pintorescas o fantásticas.

Una peculiaridad de los revivals fue la posibilidad de elegir aquella opción que a gusto del
arquitecto mejor se adaptase a sus fines, pudiendo construir a la vez en diversos estilos sin
aparentes problemas de coherencia estilística. No hay que olvidar que en la formación y
desarrollo de estos estilos medievales está siempre presente la necesidad de crear algo nuevo,
un estilo moderno. Para ello también van a aprovechar los hallazgos tecnológicos de la
sociedad industrial y de la arquitectura del hierro.
En Francia encontramos interesantes realizaciones y ejemplos del eclecticismo. Un ejemplo de
arquitectura religiosa es Notre Dame de Lorette (1823-36) de L. H. Lebas. El aspecto exterior
es el de un templo con pórtico tetrástilo de orden corintio, mientras que el interior con cinco
naves recuerda a las basílicas paleocristianas.

Las obras que mejor identifican el París de Napoleón III son el Nuevo Louvre de L. T. J.
Visconti y H. M. Leufel, que supone la unión del palacio del Louvre con el de Tullerías, y la
Ópera, encargada mediante concurso público en 1860 a Charles Garnier.
Garnier consiguió diseñar un edificio de alto valor plástico, su fachada principal es una
superposición de elementos. Desde el pórtico hasta la monumental galería superior con
espléndidas columnas de orden gigante, todo está recubierto de una rica decoración
escultórica. Muchos elementos empleados recuerdan al S. XVI italiano. La gran escalera
principal da al conjunto un aspecto más escenográfico, encontramos un derroche de lujo y
espectacularidad con mármoles, lámparas, esculturas doradas, consiguiéndose una atmósfera
en la que el espectador debe entrar.

En Alemania, la aportación más auténtica al eclecticismo deminonónico es el Rrundbogenstil,


una mezcla de paleocristiano, bizantino y románico que junto con el gótico y el primer
renacimiento italiano, se unen a los planteamientos funcionalistas. Predominó sobre todo en el
sur de Alemania entre 1830 y 1840 y fue una alternativa para la arquitectura religiosa
protestante frente al gótico que estaba más próximo a los sectores católicos. La presencia del
Rrundbogenstil queda patente en la Ludwingstrasse, una de las vías principales de Munich.

En España, las primeras libertades políticas que llegaron con la muerte de Fernando VII
pusieron los cimientos a lo que sería el desarrollo del eclecticismo a lo largo del último tercio
del S. XIX. Las prácticas de la Escuela de Arquitectura elaboran lo más reseñable, destacando
dos generaciones de autores, los nacidos en 1850 y en 1875. Encontramos nombres como
Velázquez Bosco, Rodríguez Ayuso, Repullés y Vargas, Antonio Martorel y Domènech, Puig i
Cadafalch, Alejandro Soler o Aníbal González, etc.

La Exposición Universal de Barcelona (1888) significó la plasmación de un rico conjunto de


arquitectura ecléctica, que apartada del mero historicismo, buscaba una apariencia nueva y
moderna en el entorno español. La mayor parte de su edificios se han perdido, pero aún se
conservan el Arco de Triunfo de Vilaseca y Casanovas que serviría para recibir a los visitantes
que acudían al recinto ferial y el Café Restaurante de Doménech (hoy museo de zoología). La
obra de Lluis Domènech, en la que conviven materiales tradicionales con el hierro, evoca un
castillo medieval con almenas y torreones esquinados. Domènech también creó el
desaparecido Hotel Internacional. Las viejas fotografías que se conservan son testigos de una
estructura aparatosa y compleja.

Aparte de las obras realizadas para la Exposición Universal de Barcelona, los inmuebles que
obedecen a principios eclécticos responden a temas arquitectónicos que nacen en el siglo XIX
o que manifiestan un auge en estos años: construcciones de carácter institucional como
diputaciones, ayuntamientos y ministerios, estaciones, mercados, teatros, casinos, escuelas,
bancos, edificios bursátiles, culturales, kioscos de música, etc.

En el entorno madrileño Ricardo Vázquez Bosco realizó el destacado edificio del Ministerio de
Fomento (1892), hoy Ministerio de Agricultura, con citas tanto al pasado como a la arquitectura
francesa del momento y con la estructuración de patios cubiertos por estructuras de hiero y
cristal. En él conviven imágenes muy diversas en un mismo entorno, proporcionando rasgos de
espectacularidad tanto en el interior como en el exterior.
En Barcelona, se enfatiza la función del edificio a través de las líneas arquitectónicas. El
Palacio de Justicia de Barcelona, realizado entre 1887 y 1898 por Sagnier y Joseph Domènech
i Estapà, muestra una planta rectangular y sus esquinas están rematadas por cuatro torres y
dos más que flanquean la portada principal.

El Teatro Arriaga de Bilbao (1885), elaborado por Joaquín Rucoba; el Teatro Cervantes en
Málaga (1870) de Jerónimo Cuervo; el edificio de Banco de España construido por Eduardo de
Adaro; el de la Bolsa de Enrique Repullés y Vargas; la Real Academia Española de Miguel
Aguado; la Diputación de Vizcaya en Bilbao de Aladrén (1892) y el ayuntamiento de La Coruña
de Pedro Miaño (1901) son algunos ejemplos más de la arquitectura ecléctica en España.

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