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El desayuno insano de los niños españoles

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January 23, 2018

Quién le iba a decir a la nutricionista María Merino, autora del blog Comiendo con María,
que un tuit sobre el desayuno de su hijo terminaría haciéndose viral. Bastó con una imagen
del niño bajo la frase "Mi hijo no sabe lo que es una galleta. Él es feliz desayunando
garbanzos” mencionando a SinAzucar.org, para que las cavernas de Twitter salieran al
ataque apelando a lo “triste” de un desayuno sin galletas. A lo triste y a lo insano, porque
para muchos, las legumbres aún son sinónimo de obesidad, de cocido madrileño y fabada
asturiana o de comilonas propias de Obélix, cuando eso nada tiene que ver con la
realidad, como bien llevan años divulgando los expertos en alimentación. Escribía sobre
ello en 2015 el nutricionista Juan Revenga en un artículo titulado Legumbres: injustificadas
parias de las recomendaciones dietéticas, y que puede servir como ejemplo.

MÁS INFORMACIÓN

Mi hijo no sabe lo que es una galleta: él es feliz


desayunando garbanzos
Los niños que toman un zumo al día no engordan, ¿o sí?
Meriendas patrocinadas en una guía infantil

Y es que, aunque muchos no lo puedan o no lo quieran ver, los


niños españoles, en general, desayunan mal. Que nos sorprenda
a estas alturas que un niño no tome leche con cacao azucarado y galletas como primera
comida del día es el más claro síntoma de que nos falta información. No lo digo yo. Lo
dicen las cifras de obesidad y los datos acerca del consumo de azúcar porque, como
denunciaba el mismo Revenga en otro artículo, precisamente sobre los desayunos, “los
niños marchan al colegio habiendo ingresado a partir del desayuno más de la mitad del
azúcar máximo que en ningún caso sería recomendable superar en un día”. Silvia Romero,
dietista - nutricionista especializada en nutrición infantil, sobrepeso y obesidad, autora del
blog Equilibra’t, opina que, en general, los niños españoles desayunan “mal” porque esos
desayunos se han industrializado: “Cacao con azúcar, leches de crecimiento, crema de
cacao, bollería, zumos comerciales o cereales de desayuno lo convierten en un desayuno
pésimo”.

Lo corrobora Carlos Casabona, pediatra especializado en alimentación infantil y autor de


Tú eliges lo que comes (Paidós, 2016), después de muchos años observando lo que los
niños que pasan por su consulta desayunan. Lo contaba en este artículo en su blog sobre
cómo hemos normalizado en nuestro día a día un producto insano, y con “nulo interés
nutricional”, como son las galletas. “Las familias optan por soluciones rápidas como son
lácteos chocolateados, galletas y/o cereales azucarados que la industria ha conseguido
colocar en los estantes de pasillos de supermercados ocupando decenas y decenas de
metros lineales con envases atractivos para los niños”, explica.

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La normalización de productos insanos en el desayuno
Para Casabona el principal problema es que los desayunos de los niños no han
evolucionado, “que siguen igual desde hace 25-40 años, desde que entraron en los
supermercados grandes paquetes de galletas, ofreciéndose envases de tamaño familiar”.
Lotes que el pediatra prefiere llamar “envases obesógenos” en vez de “envases ahorro”
porque en su opinión tener en casa al alcance gran cantidad de un producto que no es
saludable, provoca de manera irremediable que el consumo sea superior que si el envase
fuera pequeño o normal. Añade que la entrada hace décadas de productos procedentes de
Estados Unidos como los “cereales hiperprocesados con gran cantidad de azúcar”
completaron el indigesto menú familiar de las mañanas.

Del continente americano no solo importamos un buen número de alimentos insanos,


como los cereales que apunta Casabona, también las técnicas de márketing que la
industria alimentaria tomó con mucho aprecio y que transformó en mensajes que
enganchaban, con ritmillos y melodías que aún recordamos invadidos por la nostalgia.
¿Cómo resistirse al “desayuno y merienda ideal”? Aquellos eslóganes fueron calando gota
a gota en las familias y han llegado hasta hoy, muchos modernizados y adaptados,
transmitiendo el mismo mensaje.

Para Silvia Romero es precisamente la publicidad, junto a “las recomendaciones de


personal sanitario pediátrico poco actualizado, la actual pirámide alimentaria española, los
avales de asociaciones de alimentación, nutrición y pediátricas con conflictos de interés
con la industria y la poca información y educación nutricional que hay hoy en día”, los
factores indiscutibles que han contribuido a mantener durante tantos años esta
normalización de determinados productos insanos, tales como las galletas, las
magdalenas o los cereales, como algo cotidiano y “saludable” cuando la realidad es que
“no deben formar parte de la alimentación de los niños de manera habitual”.

De hecho, tal es esa cotidianidad que una de las mayores quejas entre los profesionales
de la salud es que cuando advierten a las familias que esos productos popularmente
conocidos como “de desayuno” no son saludables para el día a día les suelen responder:
¿Y entonces qué les doy? “Se quedan sin ideas, cuando resulta que hay muchísimas
maneras de desayunar saludablemente sin azúcares añadidos, basta con darles comida
de verdad”, lamenta Casabona.

El mito de la importancia del desayuno en nuestro día a día


Lo decía el dietista-nutricionista Julio Basulto en el último capítulo de Se me hace bola.
Cuando no comen como queremos que coman (editorial Debolsillo) dedicado al niño
"malcomedor": "El desayuno no es lo principal". Y para explicarlo mencionaba un artículo
publicado por María Manera Bassols, dietista-nutricionista especializada en alimentación y
nutrición en la infancia, en El mundo de tu bebé en 2012 en el que se desmitificaba que el
desayuno “no es la comida más importante del día. Al menos, no lo es más que la comida,
la cena o la merienda”. Para Manera, la primera comida del día es tan “trascendental”
como pueden serlo el resto de los alimentos que se ingieren a lo largo del día. “De nada
serviría un desayuno nutricionalmente perfecto si la comida o la merienda, por ejemplo,
estuvieran compuestos de alimentos superfluos y poco saludables”, argumenta.
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Puede que parte de ese miedo que tenemos los padres de que los niños no tomen su
desayuno provenga precisamente de ese mensaje tan extendido de que el desayuno “es la
comida más importante del día”, pero también puede que de los estudios agoreros que se
han ido mencionando en los medios durante años advirtiendo de los supuestos riesgos que
el ayuno matutino conlleva para el desarrollo físico e intelectual de nuestros hijos. Sobre lo
primero, Carlos Casabona comparte la idea de María Manera y opina que “el desayuno es
una ingesta más de las que se toman en el día, por lo que enfatizar su importancia sobre
el resto es absurdo”. En cuanto a los estudios sobre el tema, tiene claro que “muchos
estudios que enfatizan la importancia de un desayuno “abundante, equilibrado y
obligatorio”, están financiados por empresas que venden productos para el desayuno” y
nos remite al mencionado Se me hace bola para incidir en que, como apuntaba Basulto en
él, “no está en absoluto demostrado mediante un estudio bien diseñado que no desayunar
tenga efectos en la salud de los niños. En general, las encuestas obvian que los niños que
desayunan suelen ser, en general, más metódicos o con padres que les prestan más
atención o con otras características que los diferencian de los que no desayunan”.

Entonces, ¿no es mejor que un niño desayune cualquier cosa que le guste, y que se coma
“bien”, antes que no coma nada? “Ni hablar, vale más que no desayune nada a desayunar
de manera insana ya que puede tomar un bocata de pan integral y una fruta en el cole 90
o 120 minutos más tarde. Tenemos un organismo garantizado durante miles de años que
puede esperar ese tiempo sin sufrir ningún trastorno serio”, responde Carlos Casabona,
quien añade que muchas veces pensamos que el niño “no desayuna” cuando en realidad
es que “desayuna en dos tiempos o desayuna de manera diferida, muy poco tiempo
después de levantarse”.

El desayuno ideal no existe

Juan Revenga suele decir que “si tu desayuno no se parece al de la publicidad, entonces
es un buen desayuno”, y anima a los padres a cambiar la percepción que tienen del
concepto “desayuno” porque para él, al igual que para el pediatra Carlos Casabona y para
la nutricionista Silvia Romero, no existe el desayuno ideal sino que hay muchas
posibilidades, que no pasan precisamente por lo “dulce”.

“Si al niño le apetece desayunar en casa, se puede comenzar el día con fruta natural
cortada y bien presentada. También puede tomar, además, un vaso de leche entera o un
yogur. El ofrecer algo de pan integral untado con tomate o aceite de oliva o humus o
aguacate, serían opciones muy sabrosas y saludables.

Tampoco hay que llevarse las manos a la cabeza si al niño le apetece desayunar
espaguetis o garbanzos o lentejas o arroz. De hecho, en otras partes del mundo es lo que
hacen y parece que les va muy bien”, señala Carlos Casabona, quien, además, nos remite
a webs como 24 zanahorias para inspirarnos si nos faltan ideas gastronómicas saludables.

Por su parte, Romero añade que “está más que demostrado que el patrón
lácteo+fruta+cereales no funciona” y que se puede malinterpretar fácilmente (lácteos
azucarados, zumos, cereales de desayuno, galletas y bollería), por lo que su
recomendación es que el desayuno (como las demás comidas del día) “sea comida de

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verdad”, evitando los productos ultraprocesados. “Se puede desayunar una tortilla de
calabacín, una tostada de humus con aguacate, plátano con crema de cacahuete sin
azúcar o unas uvas con queso”, concluye.

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