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Colegio Paideia -

Literatura -5ºA
Prof. Juan Pablo Luppi

Borges lector de Dante

Un clásico de comienzos del siglo XIV, leído por un clásico del XX

Luego de leer y analizar el Infierno, la primera de las tres cánticas de la Divina


Comedia de Dante Alighieri, abordamos una serie de textos de Jorge Luis Borges
referidos al clásico italiano del 1300:

- “La Divina Comedia”, una de las siete conferencias transcriptas en 1980 en el libro
Siete noches.

- “Del infierno y del cielo”, poema publicado en el Libro del cielo y del infierno preparado
por Borges con Adolfo Bioy Casares en 1960, y cuatro años después incluido en El otro,
el mismo.

- “Inferno, I, 32”, uno de los textos híbridos, mezcla de poema, microrrelato y ensayo,
que componen la varia colección de El hacedor (1960).

- “La biblioteca de Babel”, ficción de linaje libresco, paradigmática del modo de


renovación del cuento que es Ficciones, el libro que consagra a Borges en 1944.

- “El Aleph”, ficción de intriga policial, amorosa, cultural, literaria, filosófica, que
condensa el otro gran libro, El Aleph (1949), y toda la poética de Borges.

En función de explorar las transposiciones del texto clásico en hipertextos que apuntan a
la reutilización poética y narrativa del precursor, ordenamos la serie no cronológicamente

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sino de lo general a lo particular y según la hibridez de géneros (conferencia, ensayo,
poesía, parábola, cuento fantástico-policial). La serie permitió visualizar la variedad de
géneros que Borges convirtió en una marca de estilo entre lectura, escritura y oralidad,
donde confluyen la erudición del bibliotecario y la libertad del lector hedónico. La
intertextualidad destacada por Borges brindó, asimismo, la posibilidad de vincular la
Divina Comedia con otros clásicos estudiados en 5º A: la Odisea de Homero y el Quijote
de Cervantes.

En palabras de Italo Calvino, los clásicos son esos libros que nunca terminan de decir lo
que tienen que decir. A partir de diversas preguntas, los estudiantes indagaron aspectos
de lo que Borges y Dante siguen diciendo en la biblioteca infinita.

“La Divina Comedia”

¿Cómo propone Borges leer la Divina Comedia?

Borges dicta dos puntos clave para leer la Divina Comedia: uno, leerla en voz alta
para poder comprender el poder del verso, ya que según él “el verso exige la
pronunciación”; y dos, que es conveniente “el olvido de las discordias de los güelfos y los
gibelinos, el olvido de la escolástica, incluso el olvido de las alusiones mitológicas y de los
versos de Virgilio que Dante repite”. En otras palabras, está diciendo que desplacemos
los conflictos políticos y sociales que son mencionados en la obra, y que en vez de
enfocarnos en eso veamos el poema por cómo relata y transmite la aventura de Dante
con sus personajes y círculos del infierno.

Comentar la relación que establece entre las frases de Homero y de


Mallarmé.

Dice Borges que una de sus mayores diversiones a la hora de leer y estudiar la
Divina Comedia es leer los comentarios de la gente, que no son más que distintas
interpretaciones de este texto universal. Pero Borges mismo nos dice que él puedo notar

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cambios constantes en estos comentarios, que en el pasado eran de índole teológica,
luego histórica y ahora estética. En el presente se hace hincapié en la pronunciación y la
entonación más que en el contenido. Como si los versos de Dante fueran música que
despierta emociones, estos merecen ser siempre leídos en voz alta. Borges explica que la
calidad de dichos versos, tan admirables, nos incita a recitarlos abiertamente, no solo
mentalmente, y recuerda que dicha obra fue un arte oral antes que uno escrito.

Para entender este cambio constante en las interpretaciones, Borges cita a dos
clásicos diversos. Una frase de la Odisea de Homero: “Los dioses tejen desventuras para
los hombres para que las generaciones venideras tengan algo que cantar”. Y una frase de
Mallarmé: “Todo para en un libro”. Aunque puedan parecer completamente indiferentes
la una de la otra, en realidad las dos apuntan a lo mismo: que somos seres hechos para
el arte, la poesía, el olvido y la memoria. Las historias que surgen en una generación
están destinadas a prevalecer y perdurar en la siguiente y para eso existen los libros,
para preservar los versos como los de Dante a pesar de la fragilidad de nuestra memoria.
Evidentemente podemos olvidarnos de la Divina Comedia, pero esta siempre estará ahí,
y al ser leída y pasada de boca en boca, naturalmente la leerán personas que puedan
interpretarla de una manera que no se vio antes, y así los mundos de los que nos habla
Dante siguen y seguirán surgiendo en la medida en que la Divina Comedia, como una
obra de admirables versos, siga siendo contada, leída, interpretada.

¿Cómo accedemos a los sentimientos y opiniones de Dante?

Dante estaría aterrado por el simple hecho de encontrarse en el infierno; pero no


porque sea cobarde. Borges plantea que este temor es fundamental para la obra, esto es
con el fin de que el lector pueda creer que verdaderamente existe un infierno, y que este
último es un lugar completamente aterrador. Este miedo se connota en todas las
descripciones del personaje Dante y, como dice Borges, en la forma de escribir del Dante
poeta: “sabemos lo que opina no por lo que dice sino por lo poético, por la entonación,
por la acentuación de su lenguaje”. El autor de la Divina Comedia lo que hace es “jugar”
con su escritura para generar un efecto de verosimilitud en el relato.

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Podemos observar esto cuando Dante y Virgilio están por ingresar al infierno (en el
tercer canto): “Allí suspiros, llantos y altos ayes / resonaban al aire sin estrellas / y yo
me eché a llorar al escucharlo. / Diversas lenguas, hórridas blasfemias / palabras de
dolor, acentos de ira / roncos gritos al son de manotazos / un tumulto formaban, el cual
gira / siempre en el aire eternamente oscuro / como arena al soplar el torbellino.” (Inf.,
III, 22-30). Lo que este fragmento nos hace ver es cómo Dante utiliza adjetivos tales
como “hórridas”, “oscuro” para mostrar su miedo, intentando traducir lo que ve y oye,
nos enseña a los lectores cuán horrible es el infierno, y nos hace creer que
verdaderamente existe. Borges dice: “Él se coloca ahí y está en el centro de acción.
Todas las cosas no sólo son vistas por él, sino que él toma parte”. Entonces podemos
destacar el hecho de que el infierno, en el relato poético, es un infierno subjetivo, es
decir según cómo Dante lo va sintiendo.

¿Cómo lee y reutiliza Borges el modo dantesco de definir al personaje?

Borges plantea que la novela contemporánea necesita, aproximadamente,


quinientas páginas para hacernos conocer a un personaje y que inclusive hay veces que
no lo logra. A diferencia de esto, según Borges, a Dante le basta un solo instante, un
momento, hasta un terceto le es suficiente para definir la vida entera de un personaje:
“Dante busca ese momento central inconscientemente”. Borges lee a Dante como un
aprendiz, un discípulo que busca aprender nuevos aspectos de la literatura para luego
plasmarlos en sus textos. Un ejemplo de esta búsqueda por plasmar ese carácter de la
literatura aprendido al leer a Dante, es el caso de “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz”, en
donde toda la vida de Isidoro Cruz se ve definida en el momento en que conoce a Martín
Fierro.

¿Por qué Ulises sería un espejo de Dante?

Borges compara la Divina Comedia de Dante con la Odisea de Homero, porque le


parece que despiertan emociones: “Si he elegido la Comedia (…) se trata de que ningún

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libro me ha deparado emociones estéticas tan intensas. Y yo soy un lector hedónico; lo
repito: busco emoción en los libros”.

En el octavo círculo del Infierno, que es el círculo de los embaucadores, Virgilio


nombra a Ulises y a Diomedes que se encuentran dentro de las llamas, con las almas
ocultas de los embaucadores. Por lo tanto, vemos que Ulises ha sido condenado y se
encuentra en el infierno, en los últimos y peores círculos: “Están ahí porque fraguaron
juntos la estratagema del caballo de Troya que permitió a los griegos entrar en la ciudad
sitiada”. Ulises se encuentra allí, además de esto, ya que al volver a Itaca de su largo
viaje, emprendió otro viaje para conocer lo desconocido, quiso cruzar las columnas de
Hércules (la salida del Mediterráneo hacia el Atlántico) y conocer el hemisferio austral.
Entonces podemos ver que Ulises fue condenado no por el caballo de Troya, sino por
“querer conocer lo vedado”, llevar el viaje hacia lo prohibido en vez de regresar al hogar
como en el poema homérico. Por eso Dante sintió que Ulises era él. Seguramente,
porque Dante también quiso conocer lo prohibido, ya que fue al infierno, donde no podría
estar un ser que no ha muerto.

Dante se adelantó ya que, dice Borges, “nos muestra condenados y nos muestra
elegidos”. Se anticipó a la providencia de Dios. Ulises es un espejo de Dante porque
tienen la misma fuerza. Dante supuso que quizás merecía este castigo al haberse
adelantado a la providencia de Dios, estaba infringiendo leyes de la divinidad. Castiga a
Ulises, como temía ser castigado él como poeta del infierno. Ambos se metieron en lo
prohibido, ambos son valientes.

¿Qué le interesa a Dante de la historia de Paolo y Francesca? Esclarecer el


rol de la lectura y su conexión con el Quijote.

Dante llega junto a Virgilio al segundo círculo, en el cual ve a algunos hombres


ilustres, pero no le llaman la atención, sino que centra su interés en dos personas que él
no conocía, dos personas menos ilustres, pertenecientes al mundo contemporáneo, al
mundo real, a diferencia de, por ejemplo, Ulises. Estos son Paolo y Francesca. La historia
se centra en el romance entre Paolo y Francesca, casada con el hermano de Paolo,
Gianciotto, el cual al descubrirlos, los asesina juntos. A Dante le intriga la manera, el

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momento en el cual se dieron cuenta que estaban enamorados; no es relevante para él
descubrir cómo fueron descubiertos y luego asesinados. Dante quiere saber cómo dos
personas se dan cuenta que están enamoradas si no lo sabían ni lo sospechaban.

Cuando Francesca le habla a Dante, hace referencia a una historia de Lanzarote


del Lago, perteneciente a La matiere de Bretagne, una serie de relatos en prosa que
cuentan la vida y las hazañas del Rey Arturo. La historia cuenta cómo Lanzarote,
caballero de la Tabla Redonda, mediante Galeoto, quien cumple la función de
intermediario en amores, concreta una situación amorosa con la reina Ginebra, esposa
del Rey Arturo. Así como en esta historia Galeoto lleva a estas dos personas a cometer
adulterio, la lectura de su historia lleva a Paolo y Francesca a enamorarse y caer en este
pecado. La lectura de La matiere de Bretagne hace dar cuenta a ambos que están
enamorados, así como también ese tipo de lectura alimentó la locura de don Quijote,
quien decide emprender su propia aventura de caballero debido a su fascinación por las
novelas de caballería. En esta historia de amor la lectura tiene un rol importante. Es el
nexo entre dos personas que estaban enamoradas pero no lo sabían ni lo sospechaban.

“Del infierno y del cielo”

¿Cómo está organizado el poema? ¿Cuál sería el rol asignado al lector?

El poema “Del infierno y del cielo” puede ser interpretado como una transposición
desviada, híbrida, de la Divina Comedia de Dante.

El poema de Borges está constituido por tres partes claramente diferenciadas. Se


empieza por una descripción del infierno, haciendo clara referencia al Infierno escrito por
Dante ya que nombra los “nueve círculos de la montaña inversa” que componen su
estructura alegórica. Luego de un breve espacio en blanco, la segunda parte hace clara
referencia al paraíso, o al jardín del edén, ya que comienza diciendo “Tampoco el fondo
de los años guarda un remoto jardín”. Se puede ver, como relación con la obra de Dante,
que en ambos poemas se empieza por el infierno para terminar en el paraíso, recorriendo
el mismo camino ascendente. Ambos poemas están divididos en tres partes. Sin

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embargo, las tres partes escritas por Dante son el infierno, el purgatorio y el paraíso,
mientras que en el poema de Borges, luego de las dos partes dedicadas a infierno y
paraíso, la tercera realiza una clara apelación al lector, haciéndolo partícipe del poema,
característica compartida, también, por Dante en su obra, donde le habla explícitamente
al lector en varias ocasiones.

Lo característico de este poema de Borges, sin embargo, es que nombra todas


aquellas cosas que Dante adjudicó tanto al infierno como al paraíso de su libro, como no
pertenecientes al verdadero infierno y paraíso de Dios. En cambio, el narrador relata en
la última parte que en vez de todo aquello, él vislumbró ambos lugares y los resume
como un simple rostro “durmiente, inmóvil, fiel, inalterable” que, dependiendo de quién
lo mirase, ya sea un réprobo o un elegido, podría ser considerado como el infierno o el
cielo, dos espacios totalmente opuestos. En este momento es donde se hace una
explícita apelación al lector, ya que se lo pone en el centro de protagonismo del poema
debido a que el narrador dice que aquel rostro especial puede ser el del lector. De esta
manera se “baja” un tema tan celestial y religioso como el infierno y el cielo, a algo
terrestre y común como el rostro de cualquier persona corriente que leyera el poema. La
transposición que realiza Borges por lo tanto, transforma el sentido del hipotexto, que es
la Divina Comedia, y hace que el sentido se desprenda del lector.

“Inferno, I, 32”

Analizar la elaboración de Dios como personaje.

El trayecto realizado por sendos personajes de la Commedia representa, fuera de


la personalidad per se da cada uno (siendo uno Dante y el otro Virgilio), una dicotomía:
cuerpo y alma. Dante es un visitante de la tierra que va por el Infierno, guiado por un
enviado de los cielos, por alguien que ya no es cuerpo, sino alma; lo que nos lleva a una
dicotomía paralela: lo mortal y lo divino. Lo divino es aquello que se encuentra en el
Paraíso. ¿Por qué es Virgilio quien lo guía en su camino? Porque es enviado por Beatriz,

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quien se encuentra en aquel lugar utópico. Mientras tanto, Dante es tan solo un humano
que debe ser llevado casi de la mano. Es decir, el humano, al lado de lo divino, es
ignorante, frágil, limitado.

Es de esto de donde parte Borges en “Inferno I, 32”, donde de la ignorancia del


hombre hace un paralelo con el leopardo, la onza del verso 32 del canto I del Infierno. En
el microrrelato borgeano, vemos que la onza “no podía saber que anhelaba amor y
crueldad y el caliente placer de despedazar”. La onza ignora el porqué de querer hacer
todo aquello que quiere hacer, de su sentido de la vida. Por lo que el guía verdadero,
Dios, se le aparece en un sueño y le da su razón: aparecer en el poema de Dante (que
nos hace ver que Borges refiere a la misma onza del Infierno, no a la idea de onza).
Esta, en sus sueños, comprende el mensaje; mientras que al despertar, vuelve a su
estado salvaje, y vuelve a su ignorancia.

Lo mismo pasa en el texto con Dante; al estar a punto de morir, Dios se le aparece
en un sueño y hace lo mismo que con la onza: le explica el sentido de su vida, que es
haber escrito el poema. Dante, maravillado, agradece y bendice todo lo padecido. Sin
embargo al despertar, se da cuenta de todo lo sucedido en el sueño, solo que ahora no lo
comprende. “Porque la máquina del mundo es harto compleja para la simplicidad de una
fiera” o del hombre. Borges hace este paralelismo entre la fiera, el leopardo, y el
hombre, Dante. Pone a Dios de un lado, como el guía absoluto y el dueño de toda
sabiduría y el entendimiento de la función del mundo; mientras que el hombre es, a los
ojos de lo divino, una fiera.

“La biblioteca de Babel”

¿Quién y cómo es el narrador?

“La biblioteca de Babel” es un texto típicamente borgeano, ya que se encuentra


entre el cuento y el ensayo, por lo que no tiene un género definido, y despliega el

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espacio de una biblioteca infinita que equivale al universo. El texto cuenta con un
narrador en primera persona, que es un bibliotecario de edad avanzada, al que podemos
adjudicarle algunos rasgos de autor, como por ejemplo que se está quedando ciego:
“ahora que mis ojos casi no pueden descifrar lo que escribo”.

El narrador trata de explicarnos hasta lo obvio: “También hay letras en el dorso de


cada libro; esas letras no indican ni prefiguran lo que dirán las páginas”. Todos nosotros
sabemos con qué nos encontramos en el dorso de los libros, pero el narrador nos da
igualmente explicaciones de un carácter sumamente científico, no se conforma con decir
que en una biblioteca hay libros, sino que hace una extensa explicación de eso que le
maravilla, sin perderse ningún detalle. El narrador tiene también una obsesión con la
idea de infinito, que cree que está representada en el concepto de biblioteca, “El universo
(que otros llaman biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de
galerías hexagonales”. Esto no es curioso, ya que las ideas de universo e infinito están
íntimamente relacionadas, por lo que es de esperar que si algo representa al universo
sea infinito, al igual que la literatura, y de ahí a que el narrador diga ser limitado por el
lenguaje.

Finalmente podemos decir que el narrador es a la vez un bibliotecario sedentario y


un viajero. Es un peregrino que ha viajado en busca de un libro, al igual que muchos
autores que seguramente el leía: “el universo con su elegante dotación de anaqueles, de
tomos enigmáticos, de infatigables escaleras para el viajero, y de letrinas para el
bibliotecario sentado, sólo puede ser obra de un dios”, por lo que el narrador nos da a
entender que uno puede ser diferentes cosas a la vez, excepto algo divino, que es lo
único que puede crear algo tan perfecto como un libro: “Para percibir la distancia que
hay entre lo divino y lo humano, basta comparar estos rudos símbolos trémulos que mi
falible mano garabatea en la tapa de un libro, con las letras orgánicas del interior:
puntuales, delicadas, negrísimas, inimitablemente simétricas”. Por lo que el narrador
tiene la creencia de que la biblioteca es algo divino a lo que los mortales tenemos la
suerte de poder acceder.

¿Cuáles y cómo serían las alusiones a la Divina Comedia?

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A partir de la lectura de la Divina Comedia y de “La biblioteca de Babel” se pueden
establecer ciertos rasgos en común entre ambos relatos, metáforas del cuento de Borges
que hacen referencia (de manera explícita en algunos casos, y no tan fácil de ver en
otros) al texto de Dante.

Un punto en común es la espacialidad (arquitectura y geografía) inventada por


ambos autores para describir el lugar en el que transcurre la historia. La biblioteca que
se menciona en el texto de Borges es un universo construido por infinitos e interminables
pasillos rodeados de libros, o al menos así lo describe el narrador. Dichos pasillos están
iluminados de una forma insuficiente, lo cual se puede asociar con la oscuridad que uno
se imagina al leer el Infierno, y sobre todo al ver las transposiciones realizadas por
Gustave Doré, donde se muestra el infierno con una geografía infinita, sin principio ni
final, reflejado a partir de lo gótico, de la oscuridad del paisaje, de la falta de luz natural.
Por otro lado, el narrador de “La biblioteca de Babel” ha viajado durante su vida como un
peregrino (al igual que Dante) en busca de un libro, el libro total. El hecho de que el
narrador sea un viajero que aprende de las experiencias que le aparecen en el camino es
algo recurrente en ambos textos y es quizás la mayor alusión que Borges hace a la
Divina Comedia. Por otro lado aparece una relación entre la geometría de las estanterías
de la biblioteca, compuesta por hexágonos formados de manera cíclica, donde a cada
hexágono le corresponden cinco anaqueles con treinta y dos libros cada uno. Hay una
simetría, una coherencia numérica en la distribución de la biblioteca que puede ser
perfectamente vinculada con la importancia que le da Dante en su relato a los números,
a las disposiciones que no resultan azarosas y en donde la relación numérica que aparece
es puro mérito del autor.

Por otro lado, el narrador borgeano plantea la Biblioteca como un lugar que solo
puede ser concebido por un dios debido a cómo se configura la misma, su cantidad de
anaqueles y escaleras para los “viajeros” que se quieran adentrar. Hay una distinción
entre la Biblioteca como un universo divino y el universo humano. Esta es otra posible
alusión a la Divina Comedia, en donde lo divino y lo terrenal se separan y el relato está
compuesto por alegorías propias de la transición medieval del paganismo al cristianismo.
Otra posible asociación con el texto de Dante es la idea que aparece en “La biblioteca de
Babel” acerca de que cada libro es único e irrepetible. Aunque aquí la alegoría resulte un
poco más rebuscada, la Divina Comedia funciona como un clásico de la literatura
universal y podría ser pensado como un libro único e irremplazable, tal como son

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descriptos los libros de la Biblioteca, que perdurarán a través del tiempo a pesar de que
la especie humana, según el narrador de “La biblioteca de Babel”, se extinguirá. Lo
mismo sucede con un clásico de la literatura, funciona de la misma manera a pesar del
paso del tiempo, aunque lo único que cambie en él sean las lecturas que provoca.

“El Aleph”

¿Cómo es la referencia al Quijote? ¿Daneri la tomaría en cuenta para su


obra?

Borges como autor y personaje del cuento propone algo interesante, que es una
cierta forma de burla. Daneri, un escritor bastante malo y de muy pobre vocabulario, se
ríe de la “prologomanía” de la que ya hizo mofa Cervantes, en los variados textos
preliminares de Don Quijote de la Mancha; aunque censura esa manía, quiere un prólogo
vistoso para su propia obra, que sirva como “espaldarazo firmado por el plumífero de
garra”, según el habla recargada de este personaje antagonista de Borges.

Borges pretende caracterizar de una forma ignorante e inculta a Daneri, en cuyo


apellido resuena el nombre Dante Alighieri, aunque su segundo nombre es Argentino…
Este pretencioso escritor nacional quiere que una figura notoria escriba el prólogo de su
ambicioso poema La Tierra. Y es acá donde Borges oculta o esconde una característica
suya, que es que él escribió gran cantidad cantidad de prólogos para textos propios y
ajenos: Domingo Sarmiento, José Hernández, Leopoldo Lugones, Julio Cortázar, Franz
Kafka, Fiodor Dostoievski, Joseph Conrad, Oscar Wilde, Gustave Flaubert, entre otros. La
“prologomanía” es una herramienta que comenzó como una burla, pero terminó siendo
muy útil al momento de escribir.

Borges personaje teme al recibir la llamada telefónica de Daneri. Está muy seguro
de que Daneri le va a pedir que escriba un prólogo para su libro, pero sabiendo lo mal
que escribe y lo aberrante que es el poema, poner un prólogo suyo sería como patrocinar
o dar valor a algo muy mediocre. Pero Borges se sorprende al darse cuenta de que

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Daneri en realidad quería que le consiguiera el prólogo del prestigioso Álvaro Melián
Lafinur.

¿Qué siente el narrador antes de ver el Aleph? ¿Qué implica ese párrafo en
relación con las expectativas de género?

Cuando Borges desciende al sótano se ve rodeado por una oscuridad que según la
primera impresión del “yo” es inmensa; se ve inmerso en la misma y la siente
amenazadora: “la oscuridad, pese a una hendija que después distinguí, pudo parecerme
total”. El estado de ánimo del narrador colabora con la creación de un clima de
incertidumbre; Borges está perdido, la ausencia de luz implica la carencia de visión y
falta de orientación. Esto produce incomodidad en el narrador, “sentí un confuso
malestar”, incomodidad que causa la pérdida de la percepción predilecta, el arrebato de
la visión.

Así también se encontraba el Dante de la Divina Comedia antes de dar inicio a su


descenso. A diferencia de Borges, no encuentra esta oscuridad en el exterior; la
oscuridad a la que se debe enfrentar Dante reside en su propia alma, “en una selva
oscura me encontraba”. La selva en la que se pierde Dante representa una oscuridad
interna, del orden de lo psíquico. El peligro aquí reside en no llegar a destino, en no
llegar a Beatriz y ser consumido por la angustia y la desesperación que la misma
oscuridad produce.

Por ende, frente a las dos formas de oscuridad se generan efectos literarios
distintos. En “El Aleph”, a diferencia del poema dantesco, no se encuentra o distingue
una oscuridad interna o psicológica; Borges se enfrenta, mediante la oscuridad, a un
peligro de índole policial o criminalística –la muerte por envenenamiento. La oscuridad
entonces no implica mera angustia; implica la presencia de un peligro que toca a Borges
desde el exterior, implica la posible muerte.

¿En qué consiste lo que el narrador llama “mi desesperación de escritor” y


el irresoluble “problema central”?

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En el momento en que el narrador Borges se encuentra frente al Aleph logra
apreciar el infinito, el conjunto inconmensurable de actos simultáneamente expresados, y
es aquí donde se encuentra con su “desesperación de escritor”. El narrador desea y sabe
que debe expresar lo que está observando, debe contar mediante el lenguaje aquello que
ve y eso para él es completamente imposible. Él no puede abarcar con su limitada
memoria el conjunto interminable que observa y no podría expresarlo con banales
palabras compuestas por un limitado “alfabeto de símbolos”. Es aquí donde radica su
“problema central”, ese problema irresoluble de querer expresar la totalidad, lo infinito
mediante lo parcial, lo limitado. El narrador desea con su burdo idioma expresar el
inagotable y simultáneo mundo, ese conjunto de “actos deleitables o atroces”
concentrados en un solo punto, atemporales, sin linealidad. Pero, ¿cómo expresar
mediante un idioma que requiere de lo lineal, de lo continuo y subsiguiente, aquello que
no tiene un orden ni necesita de ello? El narrador se encuentra ante el irremediable
conflicto de desear abarcar el todo mediante un sistema ínfimo en comparación con el
cosmos.

Aquello que el narrador Borges observa es algo que nunca podrá expresar, es todo
aquello que existe o ha existido resumido a un solo sitio. El Aleph es para el narrador
todo aquello que se desea contar y, al mismo tiempo, algo esencialmente imposible de
manifestar en el lenguaje. Su problema central e irresoluble es el deseo de expresar el
todo mediante la parte. Pero a pesar de ser consciente de esa inconmensurabilidad, el
narrador se dispone a recoger algo, a tomar la parcialidad más abarcativa posible.
Expresar ese mundo con palabras, como un micro-mundo igual que en el poema
dantesco. Reducir ese mundo ilimitado al lenguaje, a pesar de que su aspiración esté
frustrada por la característica intrínseca del Aleph: el infinito.

¿Qué recurso utiliza como resolución narrativa de ese problema? ¿En qué
otros lugares del corpus puede verse el recurso?

El recurso que Borges utiliza el encontrarse ante la desesperación que le genera lo


simultáneo al escritor es el de la enumeración heteróclita. Borges comienza a enumerar

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cosas que no tienen conexión alguna, y pasa del todo de un universo a la particularidad
de una mujer. Es imposible narrar la simultaneidad en tanto podemos definir a la
escritura como progresiva, un signo sucede al otro, y el mencionar cosas completamente
diferentes termina generando la idea de caos que conlleva la simultaneidad. Borges
escribe: "Lo que vieron mis ojos fue simultaneo: lo que transcribiré, sucesivo, porque el
lenguaje lo es", y ahí comienza la caótica enumeración con aparente carencia de
sentido.
Esta idea se puede ver también en “La biblioteca de Babel”, que es total y “sus
anaqueles registran todas las posibles combinaciones de los veintitantos símbolos
ortográficos (...) o sea todo lo que es dable expresar". En esta cita podemos ver la idea
de El Aleph, la infinita posibilidad de combinar y generar cosas nuevas, lo imposible de
enumerar todas las opciones. También podemos ver este recurso en “Del infierno y del
cielo”, donde una enumeración de características precedidas por un "ni" describen de
alguna manera lo que es imposible de describir para el ser humano: el cielo y el infierno.

¿Cuáles serían las ideas del narrador sobre el olvido en el doble final
(cuento y posdata) de “El Aleph”?

En el doble final de El Aleph aparece la doble cara del olvido. En el primer final, el
narrador realiza una valorización positiva, diciendo “Felizmente, al cabo de unas noches
de insomnio, me trabajó otra vez el olvido”. En este caso se trata de un olvido feliz, ya
que si no fuera por él, la vida del narrador dejaría de ser una vida para convertirse en un
deja vu constante. Borges reconoce la terrible perspectiva que es poseer un
conocimiento total del universo, teme estar condenado a una existencia que se limite a
re-vivir, incapaz de sorprenderse y aplastado por un aburrimiento inescapable, es por
esto que agradece la incapacidad de la mente humana de retener semejante
conocimiento.
Sin embargo, así como el olvido le permite una vida espontánea, Borges también
se refiere en el segundo final a “la trágica erosión de los años”. Cuando Beatriz muere,
su enamorado piensa “Cambiará el universo pero yo no”, pretende permanecer
imperturbable al paso del tiempo, que necesariamente es devenir y olvido. La muerte de
su amor le impide una vida con ella, por lo que Borges decide que se dedicará a re-vivir

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su recuerdo: “muerta yo podía consagrarme a su memoria”. Sin embargo, se encuentra
incapaz de siquiera este consuelo; él vive todavía pero su cuerpo y su memoria están en
un proceso constante de deterioro inescapable. No sólo es el universo quien se aparta de
Beatriz, sino que el olvido arrastra a Borges lejos de ella también, y éste debe
enfrentarse con la inevitabilidad del cambio, con el hecho de que ni siquiera es capaz de
mantener su memoria. En este sentido, Beatriz sufre una doble muerte; una en el
sentido literal, y una muerte progresiva en la mente de Borges. El narrador pierde a su
amada en la vida real y luego la pierde lentamente en su cabeza a medida que se desliza
por los poros de su memoria; los humanos no sólo somos mortales sino que además nos
resulta imposible inmortalizar al otro. Quizás seamos capaces de poseer conocimiento
total acerca del universo, pero (felizmente) nuestra memoria no es capaz de retenerlo,
así como somos capaces de conocer el amor pero estamos destinados a perderlo a
manos del implacable y trágico olvido.

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