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El símbolo en el sistema de la cultura

Octavio Martínez López


Introducción

Dentro del campo de estudio de la semiótica, regir unidireccionalmente el sentido


de la palabra “símbolo” presenta dificultades. En primer lugar, “significado
simbólico” designa lo que la palabra “signicidad”. Cuando se presenta alguna
correlación convencional entre la expresión y el contenido, los estudiosos de las
ciencias semióticas suelen hablar “de función simbólica y de símbolos.”1 Saussure,
por su parte, afirmó que los símbolos se contraponen a los signos convencionales,
esto debido a que, a criterio del lingüista suizo, en los símbolos se presenta lo
“icónico”. La palabra “símbolo” admite otra definición; signo que designa a otro
signo perteneciente a cierto lenguaje. En este respecto, nos acercamos a un
sentido subyacente, pero no necesariamente oculto, se trata de un significado
simbólico.
En todo sistema linguo-semiótico surge una definición del símbolo. El
símbolo es una manifestación de la lengua que permite la realización de ciertos
procesos, los cuales dentro del sistema semiótico a que pertenecen son
considerados de índole fundamental o esencial para el fortalecimiento del sistema
semiótico. No se trata de excogitar la definición ideal de “símbolo”, sino reconocer
que cada sistema tiene una definición propia de esta palabra y, por ende, la dota
de un sentido particular.

Desarrollo

El símbolo expresa y comporta un contenido. Así, se presenta en todo


momento como texto. Es una esfera cuyo volumen se encuentra determinada por
cierto significado que revela un límite, lo que permite que sea separado (el
símbolo) del contexto semiótico al que pertenece, sin perder el carácter simbólico

1
I. M. Lotman, (1996). La semiosfera, Madrid: Frónesis Cátedra, Universitat de Valencia, pág. 143
que lo define. Entonces, la separación del símbolo en relación al contexto en que
nació no contraviene a la existencia del mismo, puesto que el símbolo puede
transitar de un entorno textual a otro sin perder su independencia de sentido y
estructural.
En cuanto texto, elemento que posee un significado cerrado y único en sí
mismo, el símbolo fortalece su carácter móvil; la memoria textual no simbólica
puede morir, el símbolo, que lleva consigo una vasta memoria simbólica, no. A
esto, el autor añade que todo texto de cultura es en esencia heterogéneo. Los
símbolos, si no propagan la cultura, sí la prolongan al ser elementos que
representan el continuum relativo a la cultura. Aquí se clarifica lo fundamental del
símbolo: infunde vida a una estructura lingüística históricamente dada; y, hace que
los ecos se dejen oír en el futuro, es decir, atraviesen el tiempo.
El símbolo transporta textos. Viaja diacrónicamente con la cultura que lleva
en su seno a otros sistemas de la cultura y, por lo tanto, se realiza. En el interior
de otros sistemas culturales el símbolo se realiza. En este caso el símbolo trasluce
su carácter y esencia y, en apariencia, reflejará heterogeneidad con el nuevo
contexto. Decimos en apariencia porque, por otra parte, “el símbolo se
correlaciona activamente con el contexto cultural, se transforma bajo su influencia
y, a su vez, lo transforma.”2 Por ello decimos que el símbolo se realiza en
cualquier contexto.
Mantenerse con cierta invariabilidad, en primera instancia, es uno de los
caracteres que definen a todo elemento simbólico. Debido a que el símbolo es
afectado aun esencialmente. El elemento simbólico tiende a transformarse, es
mutable, por la influencia de otro contexto o sistema de cultura. Respecto a esto,
Lotman añade que los símbolos que a través de la historia han demostrado ser
más activos se caracterizan por cierto “carácter indefinido en la relación entre el
texto-expresión y el texto-contenido”3, esto es, lo que expresan y lo que contienen.
Un sistema semiótico presenta factores que permiten no sólo alterar la
esencia del símbolo, sino asimismo deformar el entorno textual. Los símbolos

2
Ibid., pág.146
3
Ibidem.

2
elementales por lo que expresan son capaces de llevar en sí un mayor volumen de
sentido cultural, a comparación de los complejos. ¿Cuáles son los símbolos
simples? Aquellos que constituyen el centro simbólico de la cultura y, en virtud de
cuya presencia puede inferirse la orientación de la cultura en relación a la
simbolización y la des-simbolización.
La orientación simbolizante o desimbolizante de una cultura se encuentra
estrechamente relacionada a la lectura simbolizante, que tiende a convertir en
símbolo un texto o un determinado fragmento de texto, es decir, simbolizar los
objetos textuales que se presentan; o, desimbolizante de los textos, que, contrario
a la lectura simbolizante de textos, hace que los símbolos sean leídos como
simples mensajes. Existe en ambas lecturas una conciencia de por medio que
mueve a percibir como símbolo, si es simbolizante, o como síntoma, lo que es el
simple mensaje, si es desimbolizante.

Conclusión

El símbolo nace en un contexto dado, vive en la memoria de la cultura y


tiende a transformarse. Lo anterior nos permitirá entender la idea: el símbolo
existe antes que el texto dado y sin dependencia de él. Se trata de que el símbolo
en cuanto móvil y mutable no muere al ser considerado como material de un
nuevo texto, ya que en virtud de la mutabilidad de que participa, se transforma. El
símbolo se levanta, entonces, de las profundidades de la memoria para aparecer
en la piel del texto.
Aunado a las consideraciones precedentes cabe añadir que la palabra, lejos
de adquirir el carácter de signo convencional, es susceptible de adquirir el carácter
de símbolo. Ello cuando sólo es posible el acercamiento a la verdad, o a lo que
verdaderamente pretendemos decir, toda vez que al ser uno vencido, profiere
vagas alusiones. El símbolo, también, puede ser expresado de una forma verbal-

3
visual sincrética,4 al proyectarse y transformarse, en momento distintos, en el
espacio de diferentes textos.
La expresión y el contenido del símbolo permiten que éste presente cierta
convencionalidad. El símbolo, por tanto, funge como mediador entre la sincronía
del texto y la memoria de la cultura. Condensa los sentidos latentes de un pasado
encerrado en la memoria de la cultura para reflejarlos en un contexto posterior.
El símbolo, pleno de significado, no es un signo en un contexto. Cual factor
vivo nace en un momento histórico dado y desde ahí vela por la memoria cultural
en que se encuentra inmerso, para prolongar el recuerdo de la misma en otro
tiempo en cuanto elemento que trasciende al tiempo de su contexto.

Análisis de caso

El símbolo se define como un signo cuyo significado es cierto signo de otra


serie o de otro lenguaje. A esta definición se opone la tradición de interpretación
del símbolo como cierta expresión sígnica de una esencia no sígnica suprema y
absoluta. En el primer caso, el significado simbólico adquiere un acentuado
carácter racional y es interpretado como un medio de traducción adecuada del
plano de la expresión al plano del contenido.5
“[…] Hasán empuñó su varita mágica y dio con ella un golpe en tierra y
concentró su espíritu y dijo:
-¡Ye servidor de estos hombres, compareced en el acto y elevadme sobre
vuestros hermanos!
Y no lo acabara de decir cuando abrióse la tierra y salieron de ella siete
afarit, cada uno de los cuales hundía sus pies en las entrañas de las tierras y daba
en las nubes con su cabeza, y todos ellos besaron la tierra entre las manos de
Hasán y a coro le dijeron:
-¿Qué deseas, señor, rey nuestro?”

4
Ibid., pág. 154.
5
Ibid., pág. 143.

4
(Libro de las mil y una noches¸ Noche 463, “Historia de Hasán, el joyero de Bazra”,
págs. 740-741.)

Todo sistema linguo-semiótico, tanto el que está dado realmente en la


historia de la cultura como el que describe tal o cual objeto importante, se siente
deficiente si no da su propia definición de símbolo.6
“Asimismo cuentan que había una vez un cadí de los cadíes de Beni-Israil.
Y tenía una mujer de hermosura sorprendente y al mismo tiempo de gran
continencia, aguante y paciencia.”
(Libro de las mil y una noches, Noche 280, “Historia del cadí judío y su virtuosa
esposa”, pág. 106.)

El símbolo nunca pertenece a un solo corte sincrónico de la cultura; siempre


atraviesa ese corte verticalmente, viniendo del pasado y yéndose al futuro. La
memoria del símbolo siempre es más antigua que la memoria de su entorno
textual no simbólico.7
“-Y cuentan también que, en los antiguos tiempos y en los siglos pretéritos
había un rey del país de Al-Hind que era un gran monarca, muy aventajado de
estatura y muy bello […].
Mas sucedió que una noche de las noches estaba el rey acostado y no
dormía porque la falta de sucesión le tenía desvelado.
Vencióle al fin el sueño y soñó que estaba regando la raíz de un árbol y en
torno a aquel árbol había otros muchos, y de repente empezó aquel árbol a echar
fuego y devoró a todos sus compañeros.
[…] Mandó luego el monarca comparecer a los astrólogos.
[…] Habla, adivino, sin temor -exclamo el rey-, y sé veraz en tu relación.
-Haz de saber, ¡ye ilustre rey! -dijo entonces el adivino-, que has de tener
un hijo varón que será tu sucesor en el trono, después de tu larga vida, y el cual no
se ha de conducir con tus vasallos como tú te has portado, sino que, lejos de eso,
infringirá tus disposiciones y decretos y agraviará a sus gobernados y los tratará
como al ratón trató el gato.”

6
Ibid., pág. 144.
7
Ibid., pág. 145.

5
(Libro de las mil y unas noches, Noche 494, “Historia de Uardusan, hijo del rey
Cheliaad”, págs. 884-885.)

El símbolo se correlaciona activamente con el contexto cultural, se


transforma bajo su influencia y, a su vez, lo transforma.8
-Dame ese anillo de sello que llevas en tu dedo.
Dióselo el príncipe y la joven lo echó en su pañuelo, en el que ya había
buen golpe de ellos. Y el príncipe, curioso, preguntóle:
-¿Para qué quieres tú tantos anillos?
(El libro de las mil y una noches, Noche 363, “El hijo del rey y la algola”, pág. 414.)

La orientación simbolizante permite leer como símbolos textos o trozos de


textos que en su contexto natural no fueron calculados para semejante recepción.9
-El de mal agüero eres tú -respondióle el pequeño-; tú que vas sin cesar de
ciudad en ciudad, buscando mujeres que seducir y burlar.
Al oír el hombre aquello avergonzóse de las palabras de aquel niño pequeño. Y
en el acto se dio por amonestado y se arrepintió y cambió de género de vida, todo
por la impresión que hicieron en su ánimo aquellas palabras de un niño de tres
años.
(Libro de las mil y una noches. Noche 365, “El libertino y el niño de tres años”, pág.
423.

Se debe tener en cuenta que el símbolo puede ser expresado en una forma
verbal-visual sincrética, que, por un parte, se proyecta en el plano de diferentes
textos, y, por otra, se transforma bajo la influencia inversa de los textos.10
“-Éranse dos reyes, uno justo y otro injusto, y la tierra de ese último
abundaba en árboles y frutos y plantas de todas clases, a pesar de lo cual ese rey
tiránico despojaba de todos sus caudales y géneros al mercader que pisaba su
reino, lo que ellos llevaban con paciencia, en atención a lo próvida y feraz que era
su tierra.”

8
Ibid., pág. 146.
9
Ibid., pág. 147.
10
Ibid., pág. 154.

6
(Libro de las mil y unas noches, Noche 498, “Historia de los dos reyes”, pág. 912.)

El símbolo se distingue del signo convencional por la presencia de un


elemento icónico, por determinada semejanza entre el plano de la expresión y el
del contenido.11
“Y el príncipe de los genios le dijo al muchacho:
-Bebe el agua de esa fuente.
Bebió el príncipe de ella y en aquel mismo instante, por permisión de Alá,
volvióse varón, según lo era antes.”
(Libro de las mil y una noches, Noche 349, “Historia de la fuente encantada”, pág.
364.)

El símbolo actúa como si fuera un condensador de todos los principios de la


signicidad y, al mismo tiempo, conduce fuera de los límites de la signicidad. Es un
mediador entre diversas esferas de la semiosis, pero también entre la realidad
semiótica y la extrasemiótica.12
-Cuentan (pero Alá es más sabio) que, allá en tiempos, había en tierras del
Algarbe un rey injusto en sus fallos, arbitrario y tiránico, una plaga, en suma, para
sus vasallos y para cuantos acertaban a entrar en territorio de su mando. […]
Y dispuso Alá gratificar a aquel rey con un hijo bendito y de Él favorecido,
que, al ver lo inestable y volandero de las cosas de este mundo, resolvió dejarlas
por entero, y desde la niñez se retrajo a vivir consagrado al servicio de Alá (el
grande, el excelso, el lleno de majestad), y renunció al mundo y a todo cuanto
encierra, y sometiéndose a la divina obediencia, echóse a vagar por campos y
eriales y a recorrer ciudades.
(Libro de las mil y una noches. Noche 496, “Historia del rey inicuo y el príncipe
peregrino”, pág. 898.)

11
Ibid., pág. 155.
12
Ibid., pág. 156.

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