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A. Falacias de atinencia
Cuando un argumento descansa en premisas que no son pertinentes para su conclusión
y, por lo tanto, no pueden establecer de manera apropiada su verdad, la falacia cometida es
de atinencia. "lnatinencia" quizás describe mejor el problema, pero las premisas con
frecuencia son psicológicamente atinentes para la conclusión, y esto explica la aparente
corrección y persuasividad.
En forma tradicional, se han dado nombres latinos a muchas falacias, algunos de ellos -
como "ad hominem" - han llegado a formar parte de lenguajes como el inglés o el español. En
lo que sigue utilizaremos lo mismo su nombre latino que el castellano.
3. Pregunta compleja
De todas las falacias que se utilizan en el razonamiento cotidiano, una de las más
comunes es la de formular una pregunta de tal forma que se presupone la verdad de alguna
conclusión implícita en esa pregunta; es probable que la pregunta misma sea retórica y no
busque genuinamente una respuesta. Pero al formular con seriedad la pregunta, muchas
veces se logra de modo falaz el propósito de quien interroga.
Así, el ejecutivo de una compañía de servicios puede preguntar por qué el desarrollo
privado de recursos es más eficiente que cualquier control público. O un casateniente puede
preguntar respecto a un incremento propuesto sobre el impuesto predial "¿qué puede
esperarse de la mayoría de los votantes, quienes son arrendatarios y no propietarios y, por
tanto, no tienen que pagar el impuesto, si la carga fiscal sobre los demás se hace aún más
pesada?" Tales preguntas, que aparecen a menudo en los editoriales de los periódicos o en
los programas televisivos de opinión, buscan lograr la aceptación de la verdad de ciertas
proposiciones - que el desarrollo privado es más eficiente que el control público, o que un
nuevo impuesto predial es injusto, o que los arrendatarios no resienten los efectos de ese
impuesto- sin tener que presentar razones para afirmar o defender esas supuestas verdades.
La pregunta compleja es, quizás, el recurso más socorrido del llamado "periodismo
amarillista”. Su presencia resulta sospechosa siempre que es acompañada de un tajante "sí"
o "no".
El peligro que presentan las preguntas complejas, en especial cuando se presentan ante
un cuerpo legislativo (o cualquier otra instancia encargada de tomar decisiones), ha hecho
que se otorgue una posición privilegiada, en el procedimiento parlamentario, a la moción de
dividir la pregunta. Así, por ejemplo, una moción de que el cuerpo "posponga un determinado
asunto por un año", puede sabiamente dividirse en la decisión de posponerlo y, si esto se
hace, entonces determinar la longitud del aplazamiento. Algunos miembros pueden apoyar
calurosamente el aplazamiento mismo, aun cuando encuentren demasiado largo el período de
un año; si no tuviera prioridad la oportunidad de dividir la pregunta, el cuerpo legislativo podría
haber caído en la trampa de decidir forzosamente sobre una moción que, dada su
complejidad, no podría decidirse con inteligencia.
Con frecuencia, el presidente de debates, que tiene el deber de promover un debate
plenamente racional, solicitará la moción de dividir la cuestión antes de comenzar el debate
sustantivo.
La complejidad falaz puede aparecer en el discurso de distintas maneras. En su forma
más explícita ocurre en un diálogo en el que una de las partes plantea una cuestión que es
compleja, una segunda parte la responde y la primera parte extrae entonces una inferencia
falaz basada en la respuesta. Por ejemplo:
ABOGADO: Los datos parecen indicar que sus ventas se incrementaron como resultado
de la publicidad tendenciosa. ¿No es así?
TESTIGO: ¡No!
ABOGADO: Pero usted admite, entonces, que su publicidad es tendenciosa ¿Cuánto
tiempo ha estado incurriendo en ese tipo de prácticas?
Es más común, sin embargo, que la falacia tome la forma menos explícita y más
truculenta en la cual un solo hablante, o escritor, plantea deliberadamente la pregunta
compleja, la responde él mismo y luego extrae la inferencia falaz. O, en forma aún menos
explícita, la pregunta compleja puede plantearse y se puede extraer la inferencia falaz sin que
siquiera se haya enunciado la respuesta a la pregunta, sino tan sólo sugerido o presupuesto.
4. Argumento ad hominem
La frase "ad hominem " se traduce como "contra el hombre”. Nombra un ataque falaz
dirigido no contra la conclusión que uno desea negar, sino contra la persona que la afirma o
defiende. Esta falacia tiene dos formas principales, porque hay dos maneras diferentes en las
cuales se puede dirigir el ataque.
7. Causa falsa
La naturaleza de la conexión entre causa y efecto -y cómo podemos determinar si se
presenta o no tal conexión- son problemas centrales de la lógica inductiva y del método
científico.
Es fácil ver que cualquier razonamiento que descansa en tratar como causa de un
fenómeno algo que en realidad no es su causa incurre en un serio error; en latín, este error
suele llamarse la falacia de non causa pro causa, aquí simplemente le llamaremos la falacia
de causa falsa.
La variedad muy común, y con frecuencia la más engañosa de esta falacia, es el error
de concluir que un evento es causado por otro simplemente porque sigue al primero.
Sabemos, por supuesto, que la mera sucesión temporal no establece una conexión causal,
podemos ser engañados.
Si se observan determinados efectos climatológicos siempre que se realizan
determinadas pruebas nucleares, alguien puede argumentar, falazmente, que las pruebas son
la causa de tales fenómenos. Si un acto agresivo de política exterior es seguido por un suceso
internacional desde hace mucho tiempo esperado, algunos pueden concluir que la política
agresiva fue la causa de ese suceso. En las creencias primitivas el error suele ser flagrante;
rechazaremos como absurdo el reclamo de que tocar el tambor es la causa de la aparición del
sol luego de un eclipse, pese a la evidencia de que cuantas veces se ha tocado el tambor
durante un eclipse el sol ha vuelto a aparecer. Esta variedad de la falacia de causa falsa se
llama comúnmente la falacia de post hoc ergo propter hoc (después de, por tanto, a causa de)
- y si bien es un error fácil de detectar en muchas circunstancias, a veces hasta los mejores
científicos o estadistas pueden ser engañados por esta falacia.
B. Falacias de ambigüedad
A veces, los argumentos fracasan porque su formulación contiene palabras o frases
ambiguas, cuyos significados cambian en el curso del argumento, produciendo así una
falacia. Estas son las falacias de ambigüedad -sofismas se les dice en veces- y si bien
algunas de ellas suelen ser crudas y fácilmente detectables, otras resultan sutiles y
peligrosas. Abajo se distinguen cinco variedades de ellas.
1. Equívoco
La mayoría de las palabras tienen más de un significado literal y en gran parte de los
casos no tenemos dificultad en distinguir en cuál sentido se usan, al apelar al contexto y a la
capacidad para interpretar lo que escuchamos o leemos. A veces, los distintos significados de
una palabra o frase se confunden -accidental o deliberadamente- y en tal caso, decimos que
una palabra se usa equívocamente. Si lo hacemos en el contexto de un argumento,
cometemos la falacia de equivocación.
A veces, la equivocación es obvia, absurda y se usa para hacer algún chiste. El relato de
las aventuras de Alicia que hace Lewis Carroll en A través del espejo abunda en
equivocaciones graciosas y originales. Una de ellas es la siguiente:
"¿A quién pasaste en el camino?", le preguntó el rey al mensajero.
"A nadie", dijo el mensajero.
"Muy bien", dijo el rey, "esta joven dama también lo vio. Así que Nadie camina más
despacio que tú".
Aquí, la equivocación es más sutil y compleja de lo que podría parecer a primera vista.
El primer uso de la palabra "nadie" (que significa ninguna persona) ha sido reemplazado en el
segundo uso con un nombre propio: "Nadie". Luego se vuelve a usar el nombre pero como si
tuviera una propiedad -no haber sido pasado en el camino- derivada del primer uso de la
palabra. La extraña conclusión se extrae ahora usando el nombre con el significado de
"ninguna persona". Por supuesto, ¡Lewis Carroll era un lógico muy sofisticado!
Los argumentos que contienen un equívoco resultan falaces, pero no siempre son tan
tontos o tan divertidos como el ejemplo anterior.
Hay un tipo particular de equivocación que merece una mención especial. Tiene que ver
con los términos "relativos" que poseen distintos significados en contextos diferentes. Por
ejemplo, la palabra "alto" es una palabra relativa; un hombre alto y un edificio alto se
encuentran en categorías muy distintas. Un hombre alto es una persona de mayor estatura
que el promedio de sus semejantes, un edificio alto es un edificio más alto que la mayoría de
los edificios. Ciertas formas de argumentar que son válidas para los términos no relativos
resultan falaces cuando se reemplazan por términos relativos. El argumento "un elefante es
un animal; por lo tanto, un elefante gris es un animal gris" es perfectamente válido. La palabra
"gris" no es un término relativo. Pero el argumento "un elefante es un animal, por lo tanto, un
elefante pequeño es un animal pequeño" es ridículo. El punto aquí es que "pequeño" es un
término relativo, un elefante pequeño es un animal muy grande. Es una falacia de equívoco
que radica en el término relativo "pequeño". Sin embargo, no siempre son obvias las
equivocaciones derivadas de los términos relativos. La palabra "bueno" es un término relativo
y, con frecuencia, motiva equívocos cuando se argumenta, por ejemplo, que tal persona es un
buen general y, por tanto, que será un buen presidente, o que alguien será un buen maestro
porque ha sido un buen estudiante.
2. Anfibología
La falacia de anfibología ocurre cuando se argumenta a partir de premisas cuyas
formulaciones son ambiguas a causa de su construcción gramatical.
Un enunciado es anfibológico cuando su significado está indeterminado debido a la
forma en que se combinan sus palabras. Un enunciado anfibológico puede ser verdadero bajo
una interpretación y falso bajo otra. Cuando se enuncia en las premisas bajo la interpretación
que lo hace verdadero y se extrae una conclusión donde se recurre a la interpretación que lo
hace falso, se comete la falacia de anfibología.
Las emisiones anfibológicas formaban parte del arsenal de los antiguos oráculos. Creso,
el rey de Lidia, fue advertido al consultar el oráculo de Delfos, antes de iniciar la guerra contra
el reino de Persia, de que "si Creso va a la guerra contra Ciro, destruirá un poderoso reino".
Entusiasmado con esta predicción, que a su entender le auguraba el triunfo sobre el poderoso
reino de Persia, atacó y fue destruido por Ciro, el rey de Persia. Desesperado, compareció de
nuevo ante el oráculo, cuyos sacerdotes le dijeron que la respuesta había sitio totalmente
correcta, al ir a la guerra contra Ciro, Creso había destruido un poderoso reino, ¡el suyo
propio! Los enunciados anfibológicos pueden constituir premisas muy peligrosas de los
argumentos. Sin embargo, raramente se encuentran en las discusiones serías.
Las llamadas "frases yuxtapuestas" muchas veces dan lugar a divertidos casos de
anfibología, como: "El granjero se voló la tapa de los sesos, luego de despedirse
afectuosamente de su familia, con un disparo de fusil". Situaciones similares ocurren a los
editores o redactores que no son suficientemente cuidadosos con las ambigüedades:
3. Acento
Un argumento puede resultar engañoso y no válido cuando el cambio de significado
dentro de él surge a partir de cambios de énfasis en las palabras o en sus partes. Cuando una
premisa obtiene su significado de un posible énfasis pero la conclusión que de ella se obtiene
descansa en el significado de las mismas palabras enfatizadas en forma diferente, se comete
la falacia de acento.
No debemos hablar mal de nuestros amigos.
Hay por lo menos cinco significados que se pueden atribuir a estas palabras,
dependiendo de cuál de ellas sea enfatizada. Cuando se lee la frase sin énfasis alguno, la
recomendación parece perfectamente válida. Sin embargo, si a partir de ella se extrae la
conclusión de que somos libres de hablar de cualquier persona que no sea nuestra amiga,
entonces la conclusión se sigue solamente si la premisa tiene el significado derivado de
acentuar la última de sus palabras. Pero cuando se acentúa su última palabra, ya no resulta
aceptable como una ley moral, tiene un significado diferente y, de hecho, una premisa
diferente. El argumento constituye un caso de falacia de acento. Lo mismo sucede si
extraemos la conclusión de que somos libres de actuar mal con los amigos siempre que lo
hagamos calladamente.
A veces, el acento se usa deliberadamente para perjudicar seriamente al autor de un
determinado libro o documento, insertando (o borrando) las cursivas para cambiar el
significado de lo que originalmente fue escrito. O, al hacer con mayor amplitud la falacia de
acento, se produce una distorsión citando simplemente un enunciado fuera de su contexto, el
que aclara el sentido en el cual debe entenderse, por lo cual el autor original puede,
irónicamente, ver invertido el sentido de lo que quería decir.
En veces, uno descubre la omisión deliberada sin una cita, de una cualificación hecha
por el autor, o de palabras asociadas que pueden en verdad modificar el significado del texto
original.
En un ensayo crítico acerca de los pensadores conservadores, Sidney Blumenthal escribió
(en
1985) acerca de uno de ellos, Gregory A. Fossedal, que "Dentro del ala conservadora,
Fossedal es ampliamente reconocido como uno de los periodistas más prometedores . . . " Un
anuncio de 1989 para el último libro de Fossedal contenía, entre otras, la siguiente opinión
propagandística, atribuida a Blumenthal: "Muchos consideran a Fossedal como el más
prometedor periodista de su generación". La omisión de las palabras críticas "dentro del ala
conservadora" distorsiona totalmente el sentido del pasaje original, conduciendo así al lector a
formarse una opinión equivocada acerca de la opinión de Blumenthal, quien con toda razón se
indignó por este hecho.
De manera parecida, un crítico teatral puede ver distorsionadas sus palabras cuando
afirma que una nueva pieza teatral difícilmente logrará un gran éxito en Broadway este año, al
leer que afirmó " .. .logrará un gran éxito en Broadway este año!" Para evitar tales
distorsiones, el escritor debe ser meticuloso al citar, indicando siempre con cursivas las
palabras citadas y colocando puntos suspensivos donde se ha hecho una omisión.
Con frecuencia, las fotografías e ilustraciones, así como otros recursos gráficos, se usan
para confundir al auditorio o a los lectores mediante el acento. Los encabezados
sensacionalistas, calificados por palabras en letra más pequeña, suelen publicarse en varios
periódicos a fin de sugerir deliberadamente argumentos falaces. Por esta razón, los abogados
suelen advertir a sus clientes que lean cuidadosamente las "letras pequeñas" de los contratos
legales antes de firmarlos. En la propaganda política, la elección tendenciosa de un
encabezado o el uso de una fotografía truculenta, dentro de lo que pretende ser un reporte
objetivo, contribuirá a extraer conclusiones que el propagandista en cuestión sabe que son
falsas. Un reporte que puede no incurrir propiamente en una mentira descarada, podría
distorsionar las cosas en formas deliberadamente manipuladoras o deshonestas.
En la publicidad no son raras esas prácticas. Un precio notablemente bajo muchas
veces aparece impreso con grandes letras precedido por "desde" en letras muy pequeñas.
Con mucha frecuencia, las maravillosas ofertas de paquetes turísticos llevan un asterisco, que
corresponde a una distante nota en la que se explica que la oferta es válida para los vuelos
comprados con tres meses de antelación para los días martes posteriores a luna llena y que,
además, "aplican restricciones". En ocasiones, algún almacén anuncia artículos costosos de
marcas conocidas a un precio sorprendentemente bajo, pero con el cuidado de advertir que
disponen de "existencias limitadas". Desde luego, el lector del anuncio llega al almacén y no
encuentra al precio deseado el artículo que le interesó, porque "ya se acabó". Por sí mismos,
los pasajes acentuados no son estrictamente falaces, incurren en falacias cuando la
interpretación de una frase, de acuerdo con su acento, se usa para extraer una conclusión
(que se puede obtener el paquete turístico al precio anunciado, por ejemplo) que no es
correcta cuando la explicación se toma con el acento debido.
Hasta la verdad literal se puede usar con fines manipuladores por medio del acento.
Disgustado con su nuevo piloto porque acostumbraba emborracharse, el capitán de un barco
escribió en su bitácora la agria observación: "El piloto se emborrachó hoy". Un día que el
capitán estuvo enfermo y el piloto se encargó de llenar la bitácora, se tomó su venganza
escribiendo lacónicamente: "El capitán estaba sobrio hoy".
4 y 5. Composición y división
4. Composición
El término " falacia de composición" se aplica a dos tipos íntimamente relacionados de
argumentos inválidos. El primero de ellos se puede describir como el razonamiento que
falazmente atribuye las propiedades de las partes de un todo a éste. Un ejemplo
particularmente flagrante consistiría en argumentar que puesto que cada parte de una
determinada máquina es ligera en su peso, la máquina, considerada "como un todo", también
es ligera. El error resulta manifiesto cuando consideramos que una máquina muy pesada
puede consistir de un gran número de partes más ligeras. Sin embargo, no todos los ejemplos
de este tipo de falacia son tan obvios. Algunos pueden resultar engañosos. Uno puede
escuchar que se argumenta con toda seriedad que puesto que cada escena de una
determinada obra posee una gran perfección artística, la obra considerada como un todo es
artísticamente perfecta. Pero esto es un ejemplo de falacia de composición, tal como lo sería
argumentar que, puesto que cada uno de los barcos que constituyen una flota está listo para
la batalla, la flota misma también lo está.
El otro tipo de falacia de composición es exactamente paralelo al que arriba se ha
descrito. Aquí, el razonamiento falaz parte de los atributos de los elementos individuales de
una colección a los atributos de la colección o totalidad que agrupa a esos elementos. Por
ejemplo, sería falaz argumentar que, puesto que un autobús consume más gasolina que un
automóvil, por lo tanto, todos los autobuses consumen más gasolina que todos los
automóviles. Esta versión de la falacia de composición se basa en una confusión entre el uso
"colectivo" y el uso "distributivo" de los términos generales. Así, aunque los estudiantes de
preparatoria sólo se pueden inscribir, individualmente, en seis materias por semestre, también
es cierto que los estudiantes preparatorianos se inscriben en cientos de materias cada
semestre. Este conflicto verbal se puede resolver fácilmente. Es verdad de los estudiantes de
preparatoria, distributivamente, que cada uno de ellos puede inscribirse en no más de seis
materias cada semestre. Este es un uso distributivo del término con el cual nos referimos a los
estudiantes de preparatoria. Pero también es verdad que los estudiantes de preparatoria,
colectivamente, pueden inscribirse en cientos de materias cada semestre. Este es un uso
colectivo del término. Así, distributivamente, los autobuses consumen más gasolina que los
automóviles, pero no sucede así colectivamente, puesto que existen muchos más automóviles
que autobuses.
Este segundo tipo de falacia de composición se puede definir como la inferencia inválida,
según la cual lo que se puede predicar con verdad de un término entendido en su sentido
distributivo, también se puede predicar cuando el término se entiende colectivamente. Así, las
bombas atómicas arrojadas durante la Segunda Guerra Mundial causaron más daño que las
bombas ordinarias -pero solamente en el sentido distributivo. El asunto es exactamente
inverso cuando los dos tipos de bomba se consideran colectivamente, porque se han lanzado
mucho más bombas convencionales que atómicas a lo largo de la historia. Ignorando esta
distinción, podemos caer fácilmente en la falacia de composición.
Aunque son paralelas, estas dos clases de falacias de composición son realmente
distintas, debido a la diferencia que existe entre una mera colección de elementos y el todo
construido con esos elementos. Así, una simple colección de partes no es una máquina, una
mera colección de ladrillos no es una casa ni una pared. Un todo como una máquina, una
casa o una pared, contiene esos elementos pero arreglados de cierta forma. Y puesto que los
todos y las colecciones son cosas diferentes, tenemos también que distinguir entre dos tipos
diferentes de la falacia de composición, uno de ellos procede inválidamente de las partes a la
totalidad y la otra, de los elementos a las colecciones.
5. División
La falacia de división es la inversa de la falacia de composición. En ella está presente la
misma confusión pero la inferencia procede en dirección opuesta. Como en el caso de la
composición, se pueden distinguir dos variantes de la falacia de división. El primer tipo
consiste en argumentar falazmente que lo que es verdad de una totalidad también debe ser
cierto de cada una de sus partes. Argumentar que puesto que una determinada corporación
es muy importante y el señor Díaz es funcionario de esa corporación, implica que el señor
Díaz es muy importante, es incurrir en la falacia de división. La primera variedad de la falacia
de división se comete en tal argumento, lo mismo que cuando se afirma que puesto que una
máquina es pesada, complicada o valiosa, alguna o algunas de sus partes también han de
serlo. Argumentar que un estudiante debe tener un gran espacio para dormir puesto que
ocupa un gran dormitorio sería otro ejemplo de la falacia de división.
El segundo tipo de falacia de división se comete cuando uno argumenta a partir de los
atributos de una colección de elementos para concluir algo acerca de los atributos de los
elementos mismos. Argumentar que puesto que los estudiantes de la universidad estudian
medicina, derecho, ingeniería, odontología y arquitectura, entonces cada uno de ellos, o todos
ellos, estudian todas esas carreras, sería incurrir en el segundo tipo de falacia de división. Es
verdad que los estudiantes universitarios, colectivamente, estudian todas esas carreras, pero
es falso que, distributivamente, los estudiantes universitarios lo hagan. Con frecuencia, los
casos de esta clase de falacia de división se confunden con los argumentos válidos, pues lo
que es verdad de una clase considerada distributivamente también lo es de cada uno de sus
elementos. Así, el argumento:
Los perros son carnívoros.
Los perros afganos son perros.
Por lo tanto, los perros afganos son carnívoros.
Es un razonamiento perfectamente válido. Pero aunque se parece al siguiente
argumento:
Los perros con frecuencia se encuentran en las calles.
Los perros afganos son perros.
Por lo tanto, los perros afganos se encuentran con frecuencia en las calles.
Este es inválido e incurre en la falacia de división. Algunos ejemplos de la falacia de
división son solamente chistes, como sucede cuando el ejemplo clásico de argumento válido:
Los hombres son mortales.
Sócrates es hombre.
Por lo tanto, Sócrates es mortal.
Es parodiado por medio de la falacia:
Los indios americanos están desapareciendo.
Ese hombre es un indio americano.
Por lo tanto, ese hombre está desapareciendo.
El clásico chiste "¿Por qué las ovejas blancas comen más que las negras?" proviene de
la confusión involucrada en la falacia de división. En la respuesta "Porque hay más ovejas
blancas que negras" identifica colectivamente lo que en la pregunta aparece en el sentido
distributivo.
Hay semejanzas entre las falacias de división y de accidente, lo mismo que entre las
falacias de composición y de accidente inverso. Pero estas similitudes solamente son
superficiales y una explicación de las diferencias reales entre los miembros de los dos pares
de tipos de falacias será útil para comprender el error correspondiente a cada uno de ellos.
Si a partir de la observación de algunas partes de una máquina pretendemos inferir que
todas las partes de ella tienen las mismas propiedades que las partes examinadas,
cometeríamos la falacia de accidente inverso -pues lo que es verdad de algunos elementos no
necesariamente es verdad de todos ellos. Si examinando todas las partes concluimos que
cada una de ellas ha sido construida cuidadosamente y a partir de ello queremos extraer la
inferencia de que la máquina en su totalidad fue construida cuidadosamente, razonamos
falazmente, pero en este caso la falacia que cometemos es la de composición. En la falacia
de accidente inverso, uno argumenta que algunos miembros atípicos de una clase tienen
determinado atributo; en la falacia de composición se argumenta que, puesto que cada uno de
los miembros de una clase tiene un atributo, la clase misma (colectivamente) tiene ese
atributo. La diferencia es grande. En el accidente inverso, todos los predicados son
distributivos, mientras que en la falacia de composición, la inferencia errónea procede de la
predicación distributiva a la colectiva.
De manera parecida, la división y el accidente son dos falacias distintas: su semejanza
superficial oculta el mismo tipo de diferencia subyacente. En la de división argumentamos
(equivocadamente) que como la clase misma posee cierto atributo, cada uno de sus
elementos también lo tiene. Así, es una falacia de división concluir que como un ejército casi
es invencible, cada una de sus unidades casi son invencibles. En la de accidente
argumentamos (también equivocadamente) que puesto que alguna regla se aplica en general,
no hay circunstancias especiales en las cuales no se aplique. Así, cometemos la falacia de
accidente cuando insistimos en que una persona debe ser multada por haber pasado por alto
el letrero de: "Se prohíbe nadar", al ir al rescate de alguien que se estaba ahogando.
La ambigüedad -un cambio en los significados de los términos utilizados- radica en el
corazón de las falacias de composición y de división, lo mismo que en el núcleo de las
falacias de anfibología y de acento. Siempre que las palabras usadas signifiquen una cosa en
una parte de un argumento y otra cosa distinta en otra parte, y se confundan accidental o
intencionalmente ·estos significados, podemos anticipar serios errores lógicos.