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La Comedia es un poema épico escrito por el poeta italiano, Dante Alighieri, quien llamó a

su obra simplemente “Commedia” pues de acuerdo con el esquema clásico no podía ser una
tragedia, ya que su final es feliz. Sin embargo, se ha añadido el adjetivo "divina" en
publicaciones sucesivas, después del año 1500.

Además, Dante participó activamente en las luchas políticas de su tiempo, por lo que fue
desterrado de su ciudad natal. Fue un activo defensor de la unidad italiana.

La Comedia se considera una de las obras maestras de la literatura italiana y universal.


Numerosos artistas de todos los tiempos crearon ilustraciones sobre ella, entre los cuales
destacan: Gustave Doré, Dalí, William Adolphe Bouguereau y recientemente Miquel
Barceló. Dante Alighieri escribió esta magestuosa obra en dialecto toscano, matriz del italiano
actual el cual se usó entre los siglos XI y XII.

El poema está compuesto por tres partes; Infierno, Purgatorio, Paraíso, que a su vez están
estructurados en tercetos. En la primera parte de la obra, se narra el descenso de Dante al
Infierno, acompañado por el poeta latino Virgilio, a quien Dante guardaba admiración.
Acompañado por su maestro y guía, describe al Infierno en forma de un cono con la punta
hacia abajo y los nueve círculos que poseía. En estos círculos, son sometidos a castigo los
condenados, según la gravedad de pecados cometidos en vida.

Dante encuentra en el Infierno a muchos personajes antiguos, pero también de su época, y


cada uno de ellos narra su historia brevemente a cambio de que Dante prometa mantener vivo
su recuerdo en el mundo; cada castigo se ajusta a la naturaleza de su falta y se repite
eternamente.

Ahora bien, en el décimo canto de la Comedia, Dante y su compañero Virgilio se sitúan en el


sexto círculo, situado dentro de los muros de la ciudad de Dite, en la mitología homónima de
Plutón, y acá vigilada por una multitud de diablos y por las Furias o Erinias (el primero es el
nombre en latín, el segundo griego). Ellas son tres: Megera, Alecto y Tisífone, y son las diosas
de la venganza, que personifican el remordimiento por un delito cumplido que perseguía al
criminal.

Aquí son castigados los herejes (entre los cuales los epicúreos, que negaron la supervivencia
del alma) en sepulcros en llamas. Tal idea, probablemente, está tomada de la pena a la cual
estaban castigados los herejes en los tribunales terrenales; la hoguera. El fuego, era
considerado símbolo de purificación y correspondía quizás a la falsa luz que ellos pretendían
expandir con sus doctrinas. En el Infierno, los seguidores de cada secta están juntos, en
contraste a la discordia y a la división que en cambio llevaron en la Iglesia. Mientras que el
sepulcro alude a la negación de la inmortalidad del alma (aunque no todas las herejías la
negaban).

Los heresiarcas no están incluidos en las grandes categorías de la incontinencia y de la


malicia, sino que forman una clase distinta; ellos, de hecho, creyeron poder escapar al juicio
normativo de Dios, pero no fueron inmunes del castigo. Naturalmente, son distintos también
de los condenados del primer círculo, los cuales no son verdaderos condenados lo de ellos
fue simple ignorancia, y no una libre elección. (Spera Francesco, 2006).

Ahora bien, “Josafat” significa en hebreo "Dios juzga" y es el nombre simbólico de Dios,
específico de cuando entabla juicio contra las naciones enemigas de Israel. Posteriormente,
se lo identificó con un valle del Cedrón cerca de Jerusalén, al sudeste del Templo, con el
nombre de "valle de Josefat". En esta parte del sexto círculo están los epicúreos que, en su
escuela más cerrada, niegan la inmortalidad del alma, y por ello son considerados herejes.
Ellos ahora son muertos entre los muertos, además no pueden ver el presente o el pasado,
sólo el futuro. En esta parte del relato, los viajeros se encuentran con Farinata degli Uberti,
entre otros personajes.

“Farinata degli Uberti” fue el líder gibelino más importante de Florencia en el siglo XIII.
Derrotó a los güelfos en 1248 y, tras la muerte de Federico II y el retorno de los güelfos, fue
obligado a exiliarse. Acogido en Siena por otras familias gibelinas reorganizó las fuerzas de
su facción y, con el apoyo de las tropas de Manfredo de Sicilia, derrotó duramente a las
fuerzas güelfos en la Batalla de Montaperti el 4 de septiembre de 1260. Entonces los líderes
gibelinos se reunieron en Empoli y se decidió arrasar Florencia: fue Farinata quien bochó la
iniciativa, y así volvió triunfante a la ciudad, donde murió en 1264. Solo dos años después,
con la Batalla de Benevento los güelfos, la retomaron definitivamente, echando a todas las
familias gibelinas. Muchos volvieron gradualmente tras cambiar de credo político.

Los Uberti sufrieron un duro golpe: condenado como hereje casi veinte años después de su
muerte, sus huesos fueron exhumados de la iglesia de Santa Reparata y tiradas en el Arno,
mientras que sus bienes fueron confiscados a sus descendientes. Dos de sus hijos fueron
decapitados en la plaza, un primo fue asesinado a garrotazos, fueron también procesados otros
tres hijos, dos sobrinos, y la viuda Adaletta: todos condenados a la hoguera. Dante estuvo
presente en la exhumación, y lo que dejó una impresión muy fuerte. (Sermonti Vittorio,
2001).

Para Dante, Farinata tuvo un espíritu grande a pesar de los hechos acontecidos en aquella
época. Fue gracias a la queja de Farinata que se reinvindicó su memoria, tanto que fue
considerado entre los florentinos ilustres en el ciclo de frescos de Andrea del Castagno.

Asimismo, Dante expresa respeto por Farinata a pesar de que era su rival político, ya que éste
siente el mismo gran amor que él por su patria: Florencia. De este modo, el verso: “Como
teniendo al Infierno en gran desprecio” Sermonti Vittorio (2001), hace entender que Farinata
no sufre por la pena infernal a la cual está condenado sino sobre todo por el hecho que los
florentinos no lo hayan reconocido como única persona que salvó a Florencia de la
destrucción.

De acuerdo con esto, es claro que para Farinata lo fuerte de estar siendo castigado no implica
su sufrimiento, más lo envuelve la furia de no haber sido reconocido por su lucha y heroicidad
al salvar Florencia. Esto indica el gran coraje que posee Farinata, lo que además se demuestra
en los diálogos que comparte con Dante durante el canto décimo de la Comedia. Farinata le
pregunta a Dante sobre sus antepasados y le recalca: “Ferozmente adversos fueron a mí, a
mis padres y a mi partido, tanto que por dos veces los eché dispersos”. A lo que Dante
responde: “Si los echaste, de todas partes volvieron, una y otra ambas las veces; arte que los
vuestros nunca bien aprendieron”. Lo que quiere decir que ambos personajes poseen el mismo
temperamento, a pesar de estar uno de ellos padeciendo el castigo de sus pecados.

También se puede apreciar en la historia en la que ambos están involucrados, que sus familias
forman parte importante de la rivalidad que comparten y que dicha rivalidad es causal por ser
Farinata y Dante tan parecidos, ambos defensores de sus ideologías, perseguidos políticos y
desterrados de su ciudad conjuntamente con sus familias, quienes también sufrieron parte de
las luchas que estos líderes atravesaron.

Más adelante, mientras Dante y Farinata intercambian las palabras citadas primitivamente,
aparece Cavalcante dei Cavalcanti. Fue un filósofo epicureo, no creía en la inmortalidad del
alma, perteneciente a la noble casa güelfa de los Cavalcanti, fue un espíritu racionalista y
epicúreo, padre de Guido Cavalcanti; un poeta italiano, destacado entre los creadores del
Dolce stil novo, y el más importante amigo de Dante, como dice en la Vita Nova, III: "de
aquellos que yo llamo amigos míos en primer lugar".

Dante sitúa a Cavalcante dei Cavalcanti en el mismo círculo que Farinata degli Uberti donde
están todos los herejes y los epicureos. Cabe destacar que Cavalcante es güelfo, por lo tanto
se ve que Dante no considera herejes solo a los gibelinos, como hacían los inquisidores sin
escrúpulos en tiempos de persecución política.

Igualmente, durante este episodio Cavalcanti pregunta a Dante por su hijo. La intención de
Cavalcanti se ve orientada hacia la idea de porqué Dante tiene el privilegio de realizar este
viaje a través del mundo de los muertos por algún mérito y su hijo Guido no. A esto Dante
responde lo siguiente: "Por mí solo no vengo; aquel, que allá espera, llévame por aquí; a quien
tal vez tu Guido tuvo en desprecio". En otras palabras, Dante quiere decir que no está solo,
puesto que viene con Virgilio, quien es símbolo de la razón, por la cual quizás Guido no tuvo
rendimiento.

Por otra parte, se puede asumir que Dante se refiere a Beatrice, puesto que “ambos habían
quedado fascinados por el amor que impregnaba el dolce stil novo, pero la muerte había
consagrado a Beatrice a un severo proyecto de salvación a Dante, y el intocable objeto de
deseo se había transformado en un instrumento operativo de la gracia. En este modo los
itinerarios intelectuales de los dos amigos se habían separado irreparablemente. El horizonte
especulativo del pensamiento de Guido había quedado basado al animismo de Epicuro y al
"Aristotelismo radical" de los averroistas para los cuales el amor, hijo de los sentidos, era
fuente de impulsos irracionales y agonía de los deseos”. (Sermonti Vittorio, 2001)

Es notable en el momento que Cavalcanti le pregunta a Dante por su hijo, se nota como éste
titubea en responderle, y por esta razón Cavalcanti cae de nuevo en la tumba desesperado. A
pesar de ser un personaje más cercano a Dante, este no muestra mucha inquietud por
intercambiar palabras con él.

Subsiguientemente, Dante prosigue su debate con Farinata hasta el punto en el que este último
le anuncia su destierro definitivo de Florencia. Desconsolado, Dante sigue su marcha, pero
Virgilio trata de alentarlo recordándole su futuro encuentro con Beatriz.

Dante sitúa a Epicuro en el círculo de los fomentadores de herejías, no por haberlo hecho él-
siendo que nació mucho antes de la llegada de Jesucristo-, sino por haberlas motivado con su
doctrina hedonista. Para Epicuro, buscar el placer y evitar el dolor eran los motivos rectores
de la existencia. Sin embargo, este afán debía de realizarse de manera racional y sin excesos.
Perseguir la felicidad como lo intentaron Epicuro, y el propio Dante, uno en lo terreno y otro
en lo celestial, es algo puro en sí mismo. El modo en el que esta tentativa se persiga,
denigrando o ennobleciendo lo humano -Dite o el Empíreo, Proserpina o Beatriz- es lo que
marca la diferencia en el placer.

Farinata, demostrando un carácter arrogante y orgulloso, le dice a Dante que su familia, los
Uberti, echaron a los Alighieri dos veces de Florencia. En respuesta, el poeta le recuerda que,
en ambas ocasiones, su familia pudo retornar a la Toscana a final de cuentas; en cambio,
cuando les llegó el turno de ser expulsados a los Uberti, nunca consiguieron volver. Luego
de la interrupción de Cavalcanti, Farinata, herido en su orgullo, le anuncia a Dante que no
mostrará Proserpina (la luna) cincuenta veces su faz, antes de que él. Alighieri experimente
en carne propia el destierro y el difícil arte de intentar volver de él.
Dante escribió entre 1304 y 1307 esta parte de la Commedia, luego de haber sido expulsado
de Florencia. Por lo tanto, lo que hizo fue incluir en su poema, a manera de amargo presagio
-su viaje a ultratumba se supone ocurrido en 1300-, el destierro de su querida ciudad, a la cual
nunca regresaría. Un evento que marcaría su vida hasta el final.

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