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¿RAZÓN DE VIVIR?

Escrito por Jesús Anderson García Rivera


Estudiante de III Semestre de la Maestría en Ciencias de la Educación
Universidad de la Amazonia.
Enero de 2018

Siempre que me hago esta pregunta, me encuentro con la memoria de un cúmulo de


experiencias, que me cuestionan y doblegan en medio del dolor, la impotencia y la
desesperanza pero que a su vez trasciendo gracias a la alegría, la acción y el aliento. En los
veintinueve años de vida que he trasegado, siempre he estado en esencia frente a tres
grandes decisiones, el nadar con la corriente, el dejarme llevar por la corriente, o el bracear
contracorriente, y debo confesar que en la gran mayoría de ocasiones desde mi adultez he
optado por la última opción, dado que reafirmo, desde la experiencia de otros seres, que el
seguir resistiendo, persistiendo e inquiriendo son la mejor opción en un mundo que se
desborona entre la ignorancia, el miedo y la deshumanización.

Este camino me recuerda a su vez la amarga copa que he bebido junto a mi familia en los
últimos dos años y medio, luego del trágico accidente de tránsito de mi hermano Héctor Fabio
Pérez Rivera. Un hecho que hoy lo tiene postrado en una cama sin la posibilidad de
comunicarse oralmente con nosotros.

Mi familia afirma que Torfita, como le decimos con gran ternura a mi hermano, está
evolucionando clínicamente, sin embargo, los médicos sostienen que su condición especial ya
está determinada invariablemente por el tiempo. Ante lo cual no desfalleceremos porque el
hecho de poderlo acariciar, besar, oler, limpiar, cuidar y alimentar es muestra suficiente de su
conexión con nosotros en esta vida y de las enésimas posibilidades que él tiene de medrar
clínicamente.
Por lo anterior, quiero exponer mis impresiones sobre este devenir y contrastarlas con las
problemáticas de mi país y región. Así mismo plantear paralelos entre estos dilemas
personales con los principales retos de la sociedad colombiana del siglo XXI.

RECUERDOS
Alguna vez escuché a un sabio mamo de la Sierra Nevada de Santa Marta decir que el
pasado está frente a nosotros porque lo podemos ver claramente como el río que pasa sobre
la tierra, las rocas y raíces de la madre tierra. Mientras que el futuro estará siempre a nuestras
espaldas sin que podamos acceder con nuestra mirada fácilmente a él, por lo que es
necesario hacer lecturas más profundas sobre nuestro pasado desde el presente para poder
predecir qué habrá en el porvenir.
En consecuencia, y desde esa lógica, apelar al uso de ese flujo de imágenes de los instantes
ya vividos junto a mi hermano, desde que tengo uso de memoria, me hace reflexionar sobre el
papel protector y solidario que él ha desempeñado en mi vida. Al ser hermano mayor,él estuvo
siempre presto a caracterizar el rol de guardián de la casa materna y del hogar, dado que su
padre falleció prematuramente y el mío abandonó el hogar a mis cortos cuatro años de edad.
Compartir a mamá Irma ha sido el hecho más importante de nuestra triada de hermandad,en
la que la edad definió que Héctor Fabio Pérez Rivera encabezaría el triángulo, la bella Luz
Adriana Pérez Rivera lo continuaría y Jesús Anderson García Rivera lo consolidaría.

Si bien la descomposición de las relaciones familiares es un tema recurrente en los tiempos


de hoy, no podemos perder de vista que el arquetipo siempre buscará reconfigurarse
ajustándose a las condiciones del ambiente. Es así que hoy tenemos un país que busca
rehacer su historia desde la memoria, el perdón y la reconciliación, aunque las tensiones
dadas por el olvido, el resentimiento y la desunión a veces se lo impidan, Colombia debe
encontrar la forma de transformarlos a través del amor.

Un amor que parece secuestrado por inminentes guerras, debe ser liberado por la firme
decisión de las naciones y los pueblos de no hacer a los demás lo que no quieres que te
hagan a ti, la necesaria lógica del respeto. Ese respeto que se encuba en la fraternidad y que
puede venir de la familia, el barrio, la escuela, el hospital, la ciudad, el país o de la misma
globalización no desde su concepción mercantil sino desde su sentido ecológico como trama
de la vida.

Para ello tal vez se haga necesario volver a recordar que uno está en todo y todo está en uno,
el cual aprendimos cuando dimos nuestro primer sentido abrazo, recibimos nuestro primer
beso o cuando reconocemos nuestra pequeñez en medio del vasto universo.

APRENDER
Alguna vez un buen profesor me enseñó que la investigación era como seguir las huellas del
animal que buscas cazar para poder saciar tu necesidad y que el acto de aprender se
asemejaba al momento en el que luego de ensayar y fracasar múltiples veces, logras
finalmente atrapar el animal que buscabas cazar o cualquier otro espécimen con el que
pudieses subsanar tu necesidad. Ese sentido de agarrar, aprehender, va de la mano de la
reflexión que tuviste que hacer para comprender cómo obtener un determinado resultado. Es
así que cuando saboreas el resultado obtienes la esencia del saber y cuando compartes o
comunicas con tu especie ese resultado, amplificas ese saber, ese gusto que se vuelve
colectivo y es retroalimentado con las experiencias de los demás en esa búsqueda incesante
por vivir mejor.

Esta es otra de las grandes enseñanzas que me ha dejado la familia cuando comparte sus
éxitos y fracasos, cuando me han explicado los esfuerzos que hay detrás de todo lo que son y
lo que tienen. Cuando mi mamá me cuenta que pese a su bajo nivel de escolaridad no quiere
que sus hijos desaprovechen la oportunidad que nos brinda de formarnos como seres
humanos responsables y forjadores de su propio destino.

Me es inevitable pensar cuando veo a mi hermano postrado en cama que si no fuera porque
él estudió y trabajó durante toda su vida, no podría contar con una pensión de invalidez que
nos libera de la preocupación económica de sus gastos médicos.

Lo anterior configura un mensaje aún más valioso y es el aprender a vivir, que implica no
desfallecer en los intentos por comprender y sobrevivir, que hay que aprender a levantarse y
que ese acto también es aprender.

Así mismo, Colombia deberá sobreponerse a todas sus tragedias con voluntad, compromiso y
expiar sus males con las enseñanzas y los aprendizajes compartidos y dar ejemplo a los
pueblos del mundo que en medio de la más densa oscuridad pueden renacer sus valores y
conocimientos como la más esplendorosa luz.

ZAMBULLIR
El acto de zambullirse en el río que es presente y pasado según lo planteado por el mamo,
requiere de la razón, la intuición y el valor. Dado que no basta con desarrollar sólo uno de los
anteriores aspectos debido a que se entrelazan de manera inherente. En ese sentido, sino se
razona sobre las capacidades que se tienen para nadar, sobre las características del río, sus
particularidades, entre ellas su fuerza, profundidad y calidad, pese a que el nadador tenga
mucha imaginación y la capacidad de tomar la decisión de sumergirse, se puede caer en el
error de perder la vida en ese intento irracional de sólo mostrar valía e inventiva. Por ende
esta triada resulta indispensable en el ejercicio de sobrevivir investigando.

Pero preguntarse el para qué zambullirse es también algo fundamental, ya que define el
horizonte de la investigación que a su vez lo obliga a delimitar el objeto de la investigación,
dado que resulta bastante engorroso e incluso pretencioso el plantear una investigación
completa debido a que las dinámicas del río y los seres vivos que lo habitan son variables y
responden a un determinado espacio tiempo y a múltiples factores que le serán imposibles de
controlar. Enfrentarse a tan azarosas circunstancias y comprenderlas es algo que le permitirá
reconocer sus limitaciones y validar o revalidar sus métodos.

Ahora, si analizamos bajo el mismo caso hipotético, esas posibles limitaciones que tiene el
investigador para zambullirse, encontraremos entre ellas que por más que él quiera abarcar
importantes profundidades va estar condicionado siempre por la incapacidad de respirar bajo
el agua, su naturaleza. Ante esto puede aparecer un elemento que le permitiría resolver esa
permanencia por mucho más tiempo y es la tecnología, aquella que le deje almacenar el
oxígeno necesario para poderlo disponer en las profundidades en el momento que lo requiera.
Esta herramienta facilitaría la experiencia a niveles cada vez más valiosos.
Por lo anterior, se infiere que la senda de la investigación exige considerar balances, límites,
métodos y herramientas que convierten su tarea exploratoria en algo de suma complejidad
que no puede ser subvalorado en ninguno de sus elementos y relacionamientos.

ÓBITO
En el bosque húmedo tropical las relaciones son tan complejas que se puede fácilmente
encontrar objetos de estudio para muchos años de investigación científica. Tal vez la metáfora
más fiel de lo que significa habitar la selva amazónica, unidos por la misma madre, la
Amazonia, la encontramos en las intrincadas relaciones que se dan en el reino vegetal para
aprovechar los minerales disponibles en los suelos, estos al ser tan escasos obligan a las
plantas a generar una simbiosis que garantiza la supervivencia de árboles, arbustos, lianas e
incluso hierbas. Se trata del entrelazamiento de las raíces de especies distintas para compartir
el alimento en un contacto tan íntimo y respetuoso que podemos evidenciar, en el transcurso
de los años, cómo se generan colchones de raíces que han transformado pobres suelos en
ricos, permitiendo perpetuar la vida y salud de los ecosistemas a niveles altos. Una orgía de
vida y numerosas muertes se dan en cualquier espacio de estas selvas, muchas vidas
suceden a múltiples óbitos, y si la balanza se inclina estrepitosamente a alguno de los
lados,generaría una crisis en todo el ecosistema. Por ende es válido plantear que la
investigación científica es la manera cultural que adopta la humanidad para hacerle frente
metódicamente a la muerte.

Los abuelos sabios indígenas del Caquetá sostienen que “así como uno come, así piensa”, lo
cual recuerda la importancia capital de la alimentación para el desarrollo de los niños y niñas.
¿Qué comerán o pensarán estos compatriotas cuando sus ríos dejen de correr limpios y sus
tierras solo cosechen desgracias? ¿Qué piensa la sociedad mayoritaria sobre este asunto?

NOSOTROS
“Hoy nos hacen creer que el que sabe de cultura es Vigotsky y todos los rusos o
norteamericanos, pero no nuestros sabedores tradicionales”. Es por esto que en nuestras
comunidades se evidencia la desarticulación entre el docente, el estudiante, el padre o madre
de familia y las autoridades tradicionales. Nos estamos quedando sin líderes, situación que
atenta contra la sostenibilidad comunitaria al interior de los pueblos nativos. ¿Entonces hacia
dónde debemos caminar? La cultura debe servir para “formar para pervivir en el tiempo con
nuestras lenguas, formas de pensar y actuar, es nuestro horizonte cultural fundamental”. Pero
para tener culturas propias hay que tener bolsillo propio”.

¿El que paga es el que manda?, no necesariamente en las culturas. Las culturas deben ser
entendidas, contextualizadas y respetadas. No es admisible que sigan pasando por encima de
las autoridades tradicionales aquellos burócratas que dicen “pensar el país”. Los “égolos”,
antropólogos, biólogos, sociólogos, entre otros, contratados por el Estado en muchos casos
para convencer a las comunidades que firmen cierto tipo de acuerdos. Ante lo cual es
necesario nunca perder de vista las dinámicas de la base social en aras de poder
acompañarlas en la resolución de los conflictos que se presentan con los “égolos”.

Por ende la investigación científica en la amazonia colombiana es la oportunidad de conocer y


aprender más de nuestras raíces amazónicas (territorio) y de nuestros ancestros (pueblos), en
esa búsqueda incesante de lo que llamamos identidad (cultura), para que podamos así
reconocer de dónde venimos, dónde estamos y para dónde debemos proyectarnos (tiempo),
generando espacios para visibilizar pensamientos, sonorizar y escuchar la palabra, y construir
historias para poder seguirlas contando a las generaciones del hoy y las venideras.

Así mismo, si ponemos el lenguaje al servicio de la preservación de la memoria de nuestros


pueblos, para el diálogo entre las culturas y por la conservación de la naturaleza,
perpetuaremos el legado que está en riesgo de desaparecer, por lo menos desde lo simbólico.
Adaptaremos y crearemos nuevas formas de resistir y movilizar la conciencia para
integrarnos, ante la colonización que aún impera en el mundo, entonces seguiremos
cultivando los sueños, la esperanza, el amor, el respeto y la paz.

Dejando siempre abierta la posibilidad a los seres humanos de corregir el camino, uso y
conciencia sobre lo que los pueblos amerindios nos pueden enseñar, en el plano de la
oralidad, a reconciliarnos con nuestro pasado y volver a conectarnos con la fuerza y sabiduría
de nuestra tierra, para ayudar a sanar el mundo que hay en el cuerpo y el cuerpo que hay en
el mundo.

Pueblo colombiano, no permitamos que el aliento que nos inspira, quede finalmente cosificado
y resguardado en museos en vez de que siga palpitando en los territorios que reclaman un
lugar digno bajo el sol y la luna. Luchemos juntos para seguirlos viendo crecer y florecer.

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