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Posee una planta de cruz latina con una nave de dos tramos
con ábides contrapuestos y dos capillas adosadas al segundo
tramo que conforman un transepto cubierto por una bóveda
gallonada que permite realizar, sin pechinas ni trompas, una
transición del cuadrado de base de la planta al octógono.
El tramo oeste de la nave se cubre con bóveda de cañón.
Ambos son de diferentes alturas separadas, entre si y de los
ábsides, por arcos de herradura sobre capiteles corintios.
Los ábsides se cubren también con bóvedas gallonadas.
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Los accesos se realizan por el sur y el norte del aula. La
puerta meridional es una vano de doble arco en herradura
sobre columnas con fustes de una pieza, capiteles corintios
y cimacios y basas áticos, enmarcado, todo el conjunto, en
un alfiz con restos de policromía en rojo.
Del mismo color es el pavimento hallado en el interior del
templo fabricado con mortero de hormigón que es, sin duda,
del suelo original de la iglesia.
La fábrica es de mampostería de pizarra y caliza
conservándose restos del revestimiento de mortero original
al interior y , parcialmente al exterior. Un zócalo pintado en
color rojo se desarrolla en todo el interior y exterior actual.
Las columnas y capiteles son de mármol, gris y blanco
pulido.
La cubierta actual es de lajas de piedra, si bien parece que
existen ciertas evidencias del uso original de la teja de barro
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cocido.
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La superficie obtenida se pulía y sobre ella, se trazaba el
grabado con regla y compás.
La técnica de estas primeras pinturas es al fresco, utilizando
minerales de textura finísima.
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Otro tanto, ocurre en la bóveda gallonada del contra ábside
y del transepto donde el ladrillo fingido constituye uno de
los dos ejemplos conservados y conocidos en la pintura
mural cristiana del siglo X, junto con San Cebrián de Mazote,
en Valladolid.
Se evocan, de esta forma, modelos propios de la estética del
arte hispanomusulmán que estaban siendo utilizados en la
mezquita de Córdoba y Medina Azahara.
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El transepto, ocupado por la comunidad de monjes en las
ceremonias, posee una mayor altura y la pintura se reduce
a los dinteles que enmarcan las ventanas norte y sur con
rosetones, uno de seis hojas y otro con cruz patada, inscritos
en doble círculo.
La pared meridional conserva, a media altura,
sendas cuadrúpedos pintados en rojo relacionadas con el
bestiario de los códices de la época.
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En el ábside, la bóveda de gallones presenta una extensa
decoración de palmetas enfrentadas y cerradas en si mismas
de fuerte tradición clásica en el ámbito asturleonés, tomado
del repertorio hispano-musulmán
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Junto a inscripciones de carácter alfabético se hallan
dibujos. Fueron todos trazados hasta una altura que
corresponde, como máximo, con la de un brazo levantado
por una persona de talla media, ligeramente por encima de
150 cm.
Lo cierto es que no conocemos bien las diferentes fases de
ejecución, pero si que es en el espacio reservado para el
oficio divino, el coro, donde se localizan la mayoría de esos
grafitti, realizados, sin duda, durante las interminables
horas de rezos.
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A veces se trata de frases completas y hasta una antífona
de carácter funerario, mientras que otras la lectura es muy
difícil por diversas razones como el tipo de letra, la mala
conservación, etc. Sabemos que en algunos se invoca la
bendición de Dios a los suyos, mientras que hay un caso de
traslado literal a la pared de la cita de un códice, que
contuvo las Collectiones Epistolarum et Evangeliorum de
Tempore et de Sanctis del carolingio, concretamente la
correspondiente a la Feria VI: “Epistola Petri Apostoli I, cap.
III”, que en algún momento formaría parte de la biblioteca
de Santiago de Peñalba
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