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ULYSES NO QUIERE REGRESAR A ITACA

JORGE EDUARDO NORO


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ULYSES NO QUIERE REGRESAR A ITACA


PROF. DR. JORGE EDUARDO NORO
norojorge@gmail.com

Cuentan que Ulises, harto de prodigios,


Lloró de amor al divisar su Ítaca
Verde y humilde. El arte es esa Ítaca
De verde eternidad, no de prodigios
BORGES.

00
ULYSES EN LA ODISEA Y EN OTRAS HISTORIAS. REGRESO A ITACA

00.1.
HOMERO. ODISEA. CANTO XIII

“Así hablando el divino Odiseo traspasó el umbral. Y la fuerza de Alcínoo le envió un heraldo
para que le condujera hasta la rápida nave y la ribera del mar. También les envió Arete a sus
esclavas, a una con un manto bien lavado y una túnica, a otra le dio un arca adornada para
que la llevara y otra portaba trigo y rojo vino.

Cuando arribaron a la nave y al mar, sus ilustres acompañantes colocaron todo en la cóncava
nave, la bebida y la comida toda, y para Odiseo extendieron una manta y una sábana en la
cubierta de proa, para que durmiera sin despertar. Subió él y se acostó en silencio, y ellos se
sentaron en los bancos, cada uno en su sitio, y soltaron el cable de una piedra perforada.
Después se inclinaron y batían el mar con el remo.

A Odiseo se le vino un sueño profundo a los párpados, sueño sosegado, delicioso, semejante en
todo a la muerte. Y la nave, como los cuadrúpedos caballos se arrancan todos a la vez en la
llanura a los golpes del látigo y elevándose velozmente apresuran su marcha, así se elevaba su
proa y un gran oleaje de púrpura rompía en el resonante mar. Corría ésta con firmeza, sin
estorbos; ni un halcón la habría alcanzado, la más rápida de las aves. Y en su carrera cortaba
veloz las olas del mar portando a un hombre de pensamientos semejantes a los de los dioses
que había sufrido muchos dolores en su ánimo al probar batallas y dolorosas olas, pero que ya
dormía imperturbable, olvidado de todas sus penas.

Y cuando despuntó el más brillante astro, el que avanza anunciando la luz de Eos que nace de
la mañana, la nave se acercó para fondear en la isla. En el PUEBLO DE ITACA hay un puerto, el
de FORCIS, el viejo del mar, y en él hay dos salientes escarpados que se inclinan hacia el puerto
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y que dejan fuera el oleaje producido por silbantes vientos; dentro, las naves de buenos bancos
permanecen sin amarras cuando llegan al término del fondeadero. (…)

Hacia allí remaron, pues ya lo conocían de antes, y la nave se apresuró a fondear en tierra
firme, como a media altura ¡tales eran las manos de los remeros que la impulsaban! Éstos
descendieron de la nave de buenos bancos y levantando primero a Odiseo de la cóncava nave,
le colocaron sobre la arena, RENDIDO POR EL SUEÑO, junto con su manta y resplandeciente
sábana. También sacaron las riquezas que los ilustres feacios le habían donado cuando volvía a
casa por voluntad de la magnánima Atenea. Conque colocaron todo junto, cerca del tronco de
olivo, lejos del camino no fuera que algún caminante cayera sobre ello y lo robara antes de que
Odiseo despertase, y se volvieron a casa.”

00.2.
NIKOS KAZANTZAKIS: ODISEA. RAPSODIA II. VERSOS 429 – 456.

Sella sus labios amargos y no pronuncia ya palabra


Contemplaba el fuego que se sumía, la llama que se marchitó,
cómo se espolvoreaba y se extendía en el rescoldo la ceniza.
Vuélvese y mira a su mujer, divisa al hijo y al padre,
Y estremecióse de súbito, suspiró y tocó sus labios con la mano:
ahora comprendía, también era la patria rostro dulce de muerte.

Como fiera que se cogió en la trampa, sus ojos giran


y se mueven llameantes, amarillos en sus profundas cuencas.
Estrecho como aprisco de pastor pobre parecióle el palacio paterno,
una dueña de casa ya marchita también esa mujercilla,
y el hijo, como anciano octogenario, todo lo pesa con cuidado
para hallar lo honrado y lo justo, lo deshonesto y lo injusto, y tiembla,
cual si fuera acaso la vida juiciosa, y la llama fuera justa
y también el espíritu, ¡el más preciado bien del hombre de ímpetu de águila!

Rió el atleta de corazón combatiente y estremecióse,


y al punto la dulzura del hogar y la patria deseada
y las doce deidades y la vieja virtud en el fogón honrado
y el hijo mismo pareciéronle contrarios a su elevada raza.

Se acaba y se marchita el fuego y débilmente lucían las cuatro cabezas


y las lustrosas piernas de Telémaco;
y lentamente en el silencio trémulo estallan desesperanzados,
ahogados, como caídas de agua, los sollozos de Penélope.

Tenso saltó el hijo al trono de su madre y se detuvo


y con muda piedad tocó sus hombros albísimos.
Mira a su padre en la penumbra torvamente y se horripila,
pues a los últimos destellos de la llama decaída,
púrpuras, azulados, amarillos, distingue sus ojos centellar impasiblemente;
y ya se perdía su cuerpo salvaje en las tinieblas.
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00.3.
JAMES JOYCE: ULISES. MONOLOGO FINAL DE MOLLY (PENELOPE). CAPITULO 18

“… Es la naturaleza como para que digan que no hay Dios yo no daría un duro por toda su
sabiduría por qué no van y crean algo a menudo le preguntaba a los ateos o comoquiera que
ellos se llamen que vayan y se quiten la roña de encima primero luego van berreando a por un
cura cuando mueren y por qué por qué por qué tienen miedo del infierno por su mala
conciencia ah sí ya lo creo que los conozco bien quién existió en el universo antes de que
existiera nadie que lo hizo todo quién ah eso no lo saben pues yo tampoco así que ahí tienes
también podrían muy bien intentar que el sol dejara de salir mañana el sol brilla para ti dijo él
el día que estábamos echados entre las azaleas con el traje de paño gris y su canotié el día que
hice que se me declarara sí primero le di de mi boca el trocito de torta de alcaravea y era un
año bisiesto como ahora sí hace 16 años Dios mío después de aquel largo beso casi me quedo
sin respiración sí él decía que yo era una flor de la montaña sí eso somos flores todo el cuerpo
de mujer sí esa fue la única verdad que dijo en su vida y el sol brilla hoy por ti sí por eso me
gustó porque vi que comprendía o sentía como es una mujer y supe que yo podría hacer de él lo
que quisiera y le di todo el placer que podía para llevarle a que me pidiera que dijese sí y yo
primero no quería contestarle mirando sólo el mar y el cielo estaba pensando en tantas cosas
que él no sabía (…) de los marinos que jugaban a pájaro al vuelo y a saltar del burro y a lavar
platos como ellos lo llamaban en el malecón y el centinela frente a la casa del gobernador con
esa cosa alrededor del casco blanco pobre diablo medio achicharrado y de las muchachas
españolas riendo con sus mantones y sus altas peinetas y de los gritos por la mañana de los
griegos judíos árabes y Dios sabe quiénes más de todos los rincones de Europa y de la calle del
duque y del mercado de aves todas cloqueando y de los pobres burros resbalando medio
dormidos y de los vagos tipos dormidos con su cara a la sombra de las gradas y de las grandes
ruedas de los carros de bueyes del viejo castillo de hace miles de años sí y de todos aquellos
hermosos moros todos de blanco y con turbante como reyes pidiéndole a una que se sentara en
su tiendecita y de Ronda con las viejas ventanas de las posadas ojos mirando tras las rejas
ocultos para que el enamorado bese los barrotes y de las tiendas de vinos entreabiertas por la
noche y las castañuelas y de la noche que perdimos el barco de Algeciras el vigilante rondando
sereno con su linterna y oh el mar el mar carmesí a veces como de fuego y las soberbias
puestas de sol y las higueras de los jardines de la Alameda si todas las raras callejuelas y las
casas rosa y azul y amarillo y de las rosaledas y los jazmines y los geranios y las chumberas y el
Gibraltar de mi niñez cuando yo era una Flor de la montaña sí cuando me ponía la rosa en el
pelo como hacían las muchachas andaluzas o me pondré una roja sí y cómo me besaba junto a
la muralla mora y yo pensaba bien lo mismo da él que otro y entonces le pedí con la mirada
que me lo pidiera otra vez sí y entonces me preguntó si quería sí decir sí mi flor de la montaña y
al principio le estreché entre mis brazos sí y le apreté contra mí para que sintiera mis pechos
todo perfume sí y su corazón parecía desbocado y sí dije sí quiero Sí.”

00.4.
KAVAFIS: ITACA

Cuando emprendas tu viaje a ITACA


pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
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Ni a los lestrigones ni a los cíclopes


ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo.


Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.

Detente en los emporios de Fenicia


y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a ITACA en tu mente.


Llegar allí es tu destino.
Más no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que ITACA te enriquezca.

ITACA te brindó tan hermoso viaje.


Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, ITACA no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las ITACAS.

01
PIENSA ULYSES

Piensa ULYSES, piensa en ITACA mientras las naves de los FEACIOS lo han depositado
dormido hasta la orilla. Piensa en la reina que gobernaba el pueblo y que dispuso todo para
que ULYSES fuera trasladado. Piensa mientras se despierta: ¿por qué debe llegar dormido,
como sin darse cuenta, como sin querer?. Tal vez - piensa - porque nadie quiere regresar a
ITACA, de la que ha partido veinte años atrás. Piensa ULYSES e imagina todo lo que le espera
cuando lo depositan en la playa y va recuperando su conciencia.

Está en ITACA pero no quiere estar en ITACA. Ya se imagina lo que le significa ese
recuperar la normalidad. ULYSES ama el otro mundo, la otra vida, lejos de PÉNELOPE, que
regresara con sus demandas cotidianas. Después de veinte años, ¿qué los unes? Nada: es
posible que casi no se recuerden, aunque sigan hablando el uno del otro. Nosotros los de
entonces – piensa ULYSES, apropiándose de un verso de NERUDA – ya no somos los mismos.
ULYSES no puede bañarse ya en la misma PENELOPE. Tampoco puede, ni tiene ganas
PENELOPE de bañarse en el mismo ULYSES. No recuerdan sus cuerpos, sus rituales, sus gustos,
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sus deseos. Ella era una joven madre, joven esposa de 22 años y ahora tiene 42. El era el
impetuoso dueño y señor de la isla, de 35 y ahora tiene 55.

Piensa ULYSES: piensa en las bellas esclavas que estaban disponibles en la dura guerra
de TROYA, cuando él aportaba su valor y su inteligencia. Bellas jóvenes, bellas esclavas siempre
dispuestas para acompañar en el banquete y ocupar el lecho y recrear la noche de soledad y
espera. Porque – piensa – TROYA tuvo mucho tiempo de espera. Esas jóvenes que habían
llegado en los barcos con los guerreros, eran una compañía necesaria. Una versión helénica y
premonitoria de PANTALEON Y LAS VISITADORAS. Alguien – entre aquellos guerreros – había
organizado la provisión de mujeres especialistas en solapar el abandono y los males de amor.

Piensa ULYSES en ellas, sin rostros ya, sin cuerpos, fundidas todas en una, y no quiere
pensar en PENELOPE a quien seguramente los años han transformado. Hay un rostro entre
tantos, un bello rostro que ha quedado pegado por allí, una esclava de TRACIA cuya gracia y
recursos eran infinitos, la misma que en una noche de goce compartido, le confesó que se
había burlado del sabio THALES cuando lo vio mirando a las estrellas y cayendo a un pozo. La
piensa una y otra vez, y la sueña ULYSES tirado en la playa. En el lecho, con ella, no era el
héroe de la historia, sino el hombre atravesado por la vida verdadera. Qué será de ella, piensa.
Seguramente habrá regresado a TRACIA y será hoy una bella y respetable señora con marido e
hijos a su alrededor.
Piensa. Como las capas de una cebolla que van buscando el centro. Como las muñecas
rusas que anidan en su interior otras muñecas, las MAMUSHKAS: así son los amores de los
guerreros. Unos sobre otros, tapando, ocultando. En el origen está PENELOPE, pero luego ha
crecido un buen número a su alrededor, tapándola, olvidándola, silenciándola. Volver a ITACA
es sacar cada una de las capas de la cebolla, cada una de las muñecas para encontrar a
PENELOPE que ya no es quien era. La buscará en vano porque lo que encontrará será otra
PENELOPE, no la que busca, no la que dejó.

Tampoco encontrará la ITACA a la que renunció veinte años atrás. Es la misma, se llama
de la misma manera pero ya no lo es. Su hijo TELEMACO algo le ha anticipado. Qué hago acá,
piensa ULYSES, regresando a un amor, a una familia, a una casa, a una isla que no es la mía.
Todo le parece extraño. No se puede volver. El extraño barco del extraño pueblo de los
FEACIOS ha partido antes de que él logre despertar. No puede arrepentirse. Es curioso: ha
vivido pensando en ITACA toda su vida y cuando está de regreso en ella, no la quiere, no la
reconoce, la rechaza.

Piensa ULYSES en los fascinantes peligros del viaje, en sus compañeros – a quienes
perdió uno tras a otro – y en todas sus adversidades: el CICLOPE, las SIRENAS, CIRSE, ESCILA Y
CARIBDIS, los siete años con CALIPSO (la ninfa enamorada), la joven NAUSICA, que fue quien
lo descubrió en la playa después del último naufragio. Sus padres lo salvaron y con un
simétrico juego del destino lo depositan en las playas de ITACA. Piensa ULYSES que esa bella
NAUSICA será la esposa de TELEMACO.

Femenino. El mundo es de las mujeres: entre los amigos y enemigos de ULYSES – piensa
– abundan las mujeres, con las que tuvo siempre alguna historia. ¿Fueron adversidades? No
hubiera podido sobrevivir sin esos desafíos, sin esos peligros, sin esas muertes cercanas, sin la
amenaza fatal. No hubiera sido ULYSES sino un simple guerrero de tantos que regresa sin
historias a su tierra, cargando las riquezas atesoradas. HOMERO no hubiera podido crear su
relato, ni JOYCE recrearlo a LEOPOLD BLOOM deambulando por las calles de DUBLIN. ULYSES
– piensa - debe tener enemigos y peligros dignos de su talla. Si no sería NADIE, como
astutamente se bautizó para enfrentar POLIFEMO cegado en su único ojo. Necesita tener esos
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enemigos, esas mujeres, esa guerra, esa sangre, esas muertes, esa batalla, ese caballo de
madera, esa victoria y todas las esperas. No puede ser ULYSES - piensa – sin eso.

En la ITACA previa a la guerra, ULYSES no existía, era ningún hombre, un hombre entre
tantos. Era el rey sombrío de una Isla lejana, casado con PENÉLOPE y padre de TELÉMACO.
Esa vida doméstica y política es la destrucción de toda vida. Siempre supo que no podía haber
periplo heroico si se quedaba escuchando las quejas y los comentarios de PENELOPE o los
reclamos insignificantes de los habitantes de la isla. Permanecer en ITACA era más cómodo, sin
riesgo, pero no tenía destino heroico. Con 35 años y toda su vitalidad ULYSES pensaba en el
mar y en los barcos, en las batallas, y en la guerra que MENELAO o AGAMENON habían
declarado y convocado.

Echado aun en la playa no puede levantarse, y piensa en aquellos lejanos días en que
partió con sus hombres, aclamado por todos y sabiendo que el destino era un DIOS en el que
no se podía confiar porque no trabajaba con la certeza sino con la rueda ingobernable del azar
caprichoso. Su espada, su escudo, su lanza, tu vestimenta, su vida. Y a la mar. Piensa ULYSES en
el abrazo con que se despidió de PENELOPE en el dormitorio y frente a su cama hecha del
fuerte olivo, mientras su vista se detenía en cada detalle. Y en todos los abrazos con que trató
de retener la imagen de su hijo TELEMACO, muy pequeño aun.

ÍTACA es ese lugar, ese territorio de lo razonable y previsible, conocido por todos. El
territorio común. El riesgo está en el mar y en la guerra. ¿Hizo bien en abandonar lo conocido y
lanzarse al mar, renunciando a los suyos? ¿Es ley de la vida y del crecimiento abandonar, salir
a conquistar, partir? ¿Para lograr categoría de héroe debe haber siempre un poco de locura o
de inconsciencia? Hay algo cierto: todas y cada una de sus aventuras habrían sido imposibles si
no hubiera decidido alejarse de ÍTACA.

No hay ULYSES sin haber matado ITACA, sin haber abandonado esa vida demasiado
cómoda en que los días se multiplican cíclicamente sin dejar rastros. Sólo matando a ITACA
uno puede valorar ITACA. Una pequeña isla entre las islas JONICAS y con extensión mínima. Y
ULYSES se vuelve tal por el mar, por los barcos, por la guerra, por su astucia en la pelea y por el
papel en la victoria final. La estatura heroica no puede conquistarla sino partiendo, muriendo,
siendo el ajeno, el extranjero, el soldado que no regresa. ULYSES – igual a ZEUS en ingenio –
sabe que ha sido convocado por los otros reyes, no por esa minúscula isla, sino porque
acaudillaba a los magnánimos CEFALENIOS, que también administraban CROCILEA y la
escarpada EGILIPE, a los que poseían ZANTE y administraban SAME y sus alrededores, y a los
que poseían el continente y regían la costa de enfrente. Y debe regresar cubierto de gloria.

Pero ITACA, de forma trágica e inesperada, es al mismo tiempo, un lugar al que es


IMPOSIBLE REGRESAR, porque cuando uno abandona ITACA y elige el mar, sabe que nunca
podrá regresar a la misma ITACA, a la misma casa, a la misma esposa, al mismo hijo (que es el
único que conserva su capacidad de de crecer, de volverse distinto, de volverse digno). El
regreso es la reincorporación de ULYSES a su cotidianeidad, es ese lugar en donde habitan sus
semejantes, su lengua, sus próximos, es el retorno a la vida conocida. Pero después de 20
años, ¿dónde está esa vida cotidiana, esa casa familiar, esos viejos conocidos?

¿Cómo regresar – piensa ULYSES hundido aun en la arena – si llovieron los comentarios
en toda la isla? : ¿Por qué se fue? ¿Por qué no ha regresado ya, como el resto de los grandes
helenos? ¿Quién debe gobernar ITACA? ¿Con quién debe casarse PENELOPE decidiendo sobre
su amor y sus riquezas? ¿Cuál es el destino de TELEMACO? Y no faltan los malpensados que
andan murmurando por las plazas: "Sin duda alguna, ha abandonado a sus hombres y vive en
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alguna isla lejana, en la Isla de la Felicidad, donde ha encontrado una ninfa que satisface todos
sus deseos." PENELOPE ha compartidos estas versiones y es posible que ya no lo recuerde, más
allá de ciertas leyendas que la muestra como la esposa fiel que confía en el amor de su marido
y aguarda su regreso tejiendo y destejiendo la misma tela. PENELOPE está tranquila sin
ULYSES y no quiere cambiar sus hábitos de mujer abandonada, pero rica: especialmente para
una mujer, un nuevo amor es siempre una tarea, un compromiso, un cambio de hábitos.

No hay retorno posible. Para retornar hay que crear una nueva gesta heroica, como las
batallas de la ILIADA o el CABALLO DE TROYA, o el retorno por el MAR. Pero, ¿tiene sentido
demostrar quién es, convencer a su hijo, a su padre, a PENELOPE, a los pretendientes, y lograr
el reconocimiento político estableciendo la paz? ULYSES – con más de cincuenta años – no está
dispuesto a afrontar todo eso para recuperar tediosa paz de la vida normal.

Han sido los dioses, ha sido TELEMACO, han sido los grandes reyes compañeros de la
batalla – piensa ULYSES - los que lo han sacado de la ISLA en la que estaba, lo han despertado,
lo han robado del paraíso y lo han depositado en ITACA. No lo ha decidido él. ULYSES está allí
tirado en la playa, olvidado y solo. El héroe de TROYA, – piensa – el héroe del regreso se ha
convertido en un simple mortal abandonado en la playa. Sus aventuras han merecido ya dos
cantos y nadie ha venido a recibirlo. No hay un pueblo que lo aclame, no hay familiares que lo
abracen. Esta tirado en la arena. Es una metáfora de todos los regresos, es la piedra infinita y
eterna de SISIFO: ser el héroe de mil batallas y regresar a casa, a la ciudad y ser desconocido.
Ni su hijo, ni su padre, ni su esposa, ni los habitantes de ITACA. Según BORGES “los hombres,
a lo largo del tiempo, han repetido siempre las mismas historias: la de un bajel perdido que
busca por los mares mediterráneos una isla querida”. Nadie lo espera: su regreso anticipa otro
regreso en ese otro mar que es la pampa argentina, en donde el retorno termina siendo un
final: “(Mis hijos) cuando me oyeron nombrar/ se vinieron al momento,/ diciéndome quiénes
eran./ aunque no me conocieron,/ Porque venía muy aindiado/ Y me encontraban muy viejo.”

Conquistar este territorio doméstico y político será más difícil que conquistar TROYA.
ULYSES quiere levantarse para regresar al mar, pero no hay barca en la orilla. La playa y el mar
están desiertos. Levanta su cabeza y ve que a lo lejos alguien camina, alguien que le hace
señas y lo reconoce. Es EUMEO, el cuidador de cerdos. Tal vez sea el único dispuesto a
reconocerlo como náufrago, como ULYSES, como HEROE. Y hay un perro que también se
acerca. Su perro, ARGOS, que dejó hace tanto tiempo. Lo ayudan a ponerse de pie. Lo
abrazan. Piensa ULYSES, camina y piensa.

02
PIENSA PENELOPE: NUNCA QUISE QUE REGRESARA

Piensa PENELOPE, piensa estirada en su lecho y en la habitación en penumbra, después


del baño de la tarde. Hay rumores de la llegada de un extraño que ha sido depositado en la
playa por una embarcación que partió rápidamente. Piensa mientras llegan rumores de los
salones cercanos y gritos y reclamos y desafíos. Se le cruza la imagen e ULYSES. Hace tiempo
que no piensa en él. Se ha vuelto una sana costumbre no pensar ya en él. Todos los grandes
reyes han regresado a casa y disfrutan de la paz de sus reinados. ULYSES parece no tener
apuro, y PENELOPE está aprendiendo a olvidarlo. Ya ha dado órdenes a TELEMACO y a sus
sirvientes que organicen un torneo entre todos los pretendientes para que finalmente ella
pueda elegir al mejor, al ganador, haciéndolo su nuevo esposo, dueño de su casa y posible rey
de ITACA.
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Piensa en ULYSES y relaciona la noticia de la llegada del extraño con su regreso. Alguien
le ha dicho que así será su regreso, un extraño regreso, impropio de los reyes y los vencedores
de la guerra, propio de los que han tenido un viaje demasiado largo, todas las aventuras, la
pérdida de todos sus hombres y las fuerzas atravesadas por los años. ¿Será él? No se apresura.
No llama a nadie para que recorran las orillas y traigan al extraño. Quiere que sea el destino el
que juegue sus cartas.

PENELOPE siente exactamente lo mismo que está sintiendo y pensando ULYSES. En estos
veinte años ha librado todas las batallas y ha salido triunfante de ellas. Ha permanecido en
ITACA pero se ha vuelto fuerte, sin su marido. Lo lloró en los primeros años, se lleno de deseos
en los años posteriores, pero cuando el tiempo pasaba y recibía esas pocas noticias, comenzó a
fortalecerse. No era fácil defender ITACA y defender el palacio, sin el rey y sin el esposo y
padre.

Ella tampoco quiere volver a la rutina de aquel matrimonio que ya no existe. No quiere
ya que vuelva ULYSES. No quiere que la toque, ni que la requiera. Soportaría el olor de ese
cuerpo con mucho mar y que tiene pegado el olor de otras muchas mujeres. Lo que no puede
soportar ya es el olor a él, porque no es el olor al ULYSES que eligió partir, hacerse a la mar,
pelear por TROYA y no mantenerse en su lugar, es el olor a otro hombre que no es el suyo, ya.

Aunque primero se sintió desgraciada, se ha sentido libre por 20 años y le pesa el


extraño que dicen que está tirado en una playa y que muchos murmuran que es ULYSES. No ha
vuelto triunfante sino de contrabando, disfrazados de pordiosero, viejo, abandonado. El gran
ULYSES – piensa - que todos aclaman, es apenas un despojo abandonado en la arena, alguien
a quien nadie ha salido a recibir. PENELOPE no tiene ya restos de amor para desearlo,
esperarlo, salir a buscarlo. Se lo ha gastado en tantos años de soledad.

Ha aprendido a defenderse sola, piensa, a no depender de esos ULYSES que la sociedad


construye para la guerra, pero que no sabe batallar en el territorio del amor doméstico, esos
ULYSES con sus defectos y limitaciones que tienen sus mañas, sus defectos y el paso de la
edad. Un cantor popular ha creado un par de historias que circulan por allí, y la ha creado
como la mujer fiel que aguarda día tras día el regreso del esposo. Es una leyenda que esté
tejiendo durante el día la túnica que desteje durante la noche. Nunca lo ha hecho y no imagina
en una empresa absurda.

Tampoco ella quiere la doméstica calma de ITACA, el territorio de una casa demasiado
conocida. Esos pretendientes merodeando y multiplicando los banquetes, y todos los
habitantes de la isla hablando de su rey. Ya no quiere techo, lecho, mesa, vida compartida. Se
quiere a ella misma y quiere a TELEMACO a quien ha visto crecer y que ha hecho crecer. Sola,
sin ULYSES. Ese TELEMACO que ha salido a buscar, a rescatar a su padre, no necesariamente
está trayendo a un esposo.

PENELOPE se ha puesto de píe y observa el dormitorio y la cama. Recuerda aquellos días


en que ULYSES fabricó la cama con la raíz de un olivar, tiene la firmeza del árbol que fue
cortado para oficiar de soporte firme, seguro, definitivo. Y para armar el resto con su madera:
“Había crecido dentro del patio un tronco de olivo de extensas hojas, robusto y floreciente,
ancho como una columna. Edifique el dormitorio en torno a él, con piedras espesas, y lo cubrí
bien con un techo y le añadí puertas bien ajustadas. Entonces corté el follaje del olivo de hojas
anchas, empecé a podar el tronco desde la raíz, lo pulí bien y habilidosamente con el bronce y
lo igualé con la plomada, convirtiéndolo en pie de la cama, y luego lo taladré todo con el
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berbiquí. Comenzando por aquí lo pulimenté hasta terminar el trabajo, lo adorné con oro, plata
y marfil y tensé dentro unas correas de piel de buey que brillaban de púrpura”. Ese es el
secreto que solamente ellos dos comparten. Si tuviera que recibir a ULYSES, si tuviera que
reconocerlo, le pediría que dé los detalles de la cama matrimonial.

PENELOPE no quiere el aburrido relato de las batallas ajenas, porque prefiere sus
batallas. Pareciera que tantos años de deseos reprimidos la han secado por dentro y por fuera,
pero PENELOPE no es frígida, conserva todos sus deseos. No ha sido la fiel y obediente mujer
que espera al esposo, dispuesto a ejercer todos los derechos. Es verdad que se ha resistido a
elegir a alguno de los pretendientes, pero tuvo algunos amores a quienes supo corresponder
con la debida discreción para ahuyentar las crónicas de los aedos fisgones.

PENELOPE piensa que ella es, también, la mirada de las mujeres que transitan diversos
mares. Las que abandonan ITACA o las que simbólicamente matan ITACA, las que paren sueños
y TELEMACOS, las que dan todo de sí en la travesía, la que no quieren orillas seguras y
pegajosas. Las que saben que no se pueden bañar nunca en la misma ITACA, en el mismo mar,
en la misma historia. PENELOPE – piensa - es solamente una de las mujeres que una tarde o
una noche de luna helénica se miran en el espejo, se reconocen, se aman y saben para
siempre que no necesitan ya a ningún ULYSES sin historia y sin futuro en su barca.

Abandona la habitación y en el palacio crece el bullicio. Llama a sus criados y damas de


compañía, y le informan que ha crecido el malestar entre los pretendientes y vecinos de la
ciudad por la llegada de ese extraño, que algunos suponen que es ULYSES. Hay una pausa, un
prolongado silencio. Todos miran el rostro de PENELOPE. Pero no hay ningún indicio. Ya está
aquí, – piensa PENELOPE – y sé que no será sencillo reconocerlo, reencontrarse, volver a él.

Y mientras camina, PENELOPE piensa en todo lo que hace en esas noches de


multiplicado desvelo:

Se mira al espejo. Hace una pausa. Analiza cada poro milimétricamente.


No se reconoce. Ve dentro de la oscura pupila que la observa desde el otro lado.
Luego de todas las muertes asiste a su propio funeral.
Ha llegado de nuevo. Ha vuelto a ella.
Querrá tocarla. Sentir su piel que ha comenzado a marchitarse.
Hurgará su herida. El escozor la hará gemir.
Buscará su boca convertida hoy en sepulcro.
Inventará un gemido.
Sus manos rugosas le rasparán la piel.
El alma desgajada. Como una fruta cítrica a medio abrir.
Ha vuelto a ella. Querrá calma. Rutina. Pausados pasos que resuenan.
Y ella no quiere verlo. Y ella, la del espejo y la de la carne, no quiere nada.
Ella quiere hacerse a la mar. Fundirse en espuma.
Subirse, aferrarse a una tabla.
Desaparecer como una mujer de arena.
Ella no lo quiere. No lo quiere más.
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JORGE EDUARDO NORO
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03
TELÉMACO, PERPLEJO

Ha nacido signado por la fatalidad y ha sido un juguete del destino. Mientras observa
todos los movimientos en el palacio familiar y vigila la organización del torneo que, finalmente,
le permitirá a su madre elegir a quien sea su nuevo esposo y resolver la situación doméstica y
política de ITACA, TELEMACO piensa, con los perdidos en un horizonte que casi llega hasta el
mar.

Es el hijo único del gran ULYSES, uno de los grandes héroes de GRECIA en la guerra con
TROYA. Pero no puede reconocer a su padre porque lo abandonó cuando era muy pequeño. Es
el hijo de un ULYSES que no conoce. Y ha crecido al calor de su madre PENELOPE, una bella
mujer a quien el paso de los años ha ensombrecido y cansado. Tampoco conoce a su madre,
porque nunca la pudo conocer y tratar en el ámbito familiar imaginado. Es el hijo privilegiado
que, sin embargo, no ha tenido nada.

TELEMACO piensa: se ha vuelto grande, es un joven que puede pensar y decidir por su
cuenta. Ha sido un milagroso acompañante, MENTOR, quien lo ha despertado y lo ha hecho
crecer. La presencia de su madre y la ausencia de su padre habían detenido su crecimiento,
pero ya se siente seguro y fuerte. Recuerda TELEMACO: en esos últimos meses se ha
enfrentado a su madre y le ha pedido que tome alguna decisión sobre su vida y sobre los
bienes de su padre, ha discutido con los pretendientes porque organizan desde hace años
innumerables banquetes que van consumiendo la hacienda familiar. Y, sobre todo, ha salido a
recorrer los reinos de los grandes de Grecia para solicitar información cierta sobre su padre, y
ayudarlo a regresar.

TELEMACO ha crecido, se ha vuelto adulto, es el hijo digno de un padre heroico, a quien


no conoce aun como padre. No quiere vivir de sus gestas guerreras, de sus batallas, de sus
armas. El quiere a ULYSES como el ser humano atravesado por los mismos miedos que padece,
al padre que lamenta no haber acompañado el crecimiento del hijo, a ese ULYSES que no ha
tenido nunca.

TLEMACO piensa que los reconocerá porque por primera vez, sus ojos de adulto podrán
ponerle rostros a su padre. Y reconocerá porque hay un proceso de re-conocimiento que debe
probar que ese extraño mal trazado y viejo es su padre, es el esposo de PENELOPE, es el rey de
ITACA. No puede ni quiere pensar o imaginar la vida familiar con este retorno, tratándose de
acomodar cada uno a los hábitos de los otros.

TELEMACO también sabe que el reconocimiento es un encuentro de uno con el otro.


Ninguno de los dos tiene experiencia del otro. Hace veinte años que no se ven: es decir que
hay una vida entera que se ha ido sin descubrirse. TELEMACO debe ser el hijo digno de su
padre, con las condiciones que solamente el hijo de un héroe puede tener. Y ULYSES debe ser
un padre digno de su TELEMACO para que tanta espera y tanta búsqueda no hayan sido en
vano.

Alguien le ha dicho a TELEMACO que un extraño ha llegado, que un barco extraño lo ha


depositado en la orilla dejando a su lado pertenencias y riquezas. No sabe TELEMACO que en
ese barco va NAUSICA, la hija de los reyes de los FEACIOS, no saben aun que NAUSICA será su
futura esposa. Le han dicho también que ha quedado casi media jornada durmiendo y tirado
allí. No han elegido el puerto principal, la llegada triunfal del barco, los habitantes de la isla, los
abrazos. Curioso, piensa TELEMACO, ¿podrá ser ese su padre? ¿Hay mas aventuras que las
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que ya le contaron en las diversas cortes de los reyes helénicos? Allí viene PENELOPE, su
madre, preocupada por la misma noticia.

04
ITACA: TODOS LOS NOMBRES

Aunque la halles pobre, ITACA no te ha engañado.


Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las ITACAS

ITACA no es sólo la isla minúscula que atrae a los turistas por las viejas historia de nos
regaló HOMERO. ITACA es una multitud de lugares que tienen su mismo significado e
identidad.

ITACA ES LA PROPIA VIDA y una vida no tiene una sola cara, una sola forma, un solo
lugar. La vida es siempre muchas vidas. Y hay que salirse de la propia vida y crear otras vidas,
meterse en otros mares para darle a la existencia el sentido que queremos y que nunca será
definitivo. La vida no es la tierra firme, sino el mar, el tumultuoso mar plagado de aventuras y
sorpresas.

ITACA ES LA FAMILIA en donde uno ha nacido, y hay un día, un momento, una noche en
que necesitamos abandonar la familia, renunciar a su seguridad y cambiarla por el riesgo del
crecimiento (como TELEMACO). Matar a los padres y matar ese nido proyector para poder
volar. Ya no habrá regreso. Nunca regresamos al entorno familiar, a los hermanos, a los padres
de la infancia. No podemos, no. Somos definitivamente otros y frecuentemente perdemos el
camino de regreso.

ITACA ES LA CIUDAD en la que uno vive y con los que con-vive, pero no puede quedar
preso de ese entorno que siempre es demasiado mezquino y limitado. Siempre tienen una
mirada mezquina y vulgar sobre nosotros, y nosotros somos presa de esa mirada. Por eso
necesitamos salir de ese lugar, buscar otros horizontes, armar otras historias, entre extraños y
ajenos que seguramente nos ayudarán a construir lo que realmente somos. Y entonces habrá
un regreso que ya no será el mismo, porque nosotros somos definitivamente otros.

ITACA ES EL TRABAJO O LA PROFESIÓN que elegimos o en los que caímos. Ese quehacer
nos dará toda la seguridad y estaremos tentados de convertir nuestra vida en la repetición de
lo que siempre hicimos y hacemos. Pero hay un momento en que no aguantamos más: hay una
guerra que nos convoca, hay sirenas que nos tientas y extrañas voces que nos llamas.
Definitivamente, cuando abandonamos lo que siempre hicimos como esclavos condenados a
repetirnos, descubrimos el verdadero sabor de la felicidad y esa plenitud que buscamos tanto.

ITACA ES EL AMOR institucionalizado y seguro, que repite los rituales porque ha


encontrado en el hábito y en las costumbres, en los contratos y el ejercicio cotidiano de los
derechos y de las obligaciones el pasaporte para alejar la soledad. Y de pronto, aparece otro
amor, ese que nos revela que hace mucho tiempo que estamos solos, que ITACA es el reino de
la soledad y que solamente abandonando ITACA y saliendo a navegar es posible amar y
descubrir el sabor de la vida com-partida. Y no habrá regreso, sino un mar infinito con infinitas
playas para recorrer.
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JORGE EDUARDO NORO
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ITACA ES UNO MISMO, el propio yo, ese que descubrimos en las viejas fotos o en los
espejos, ese que no reconocemos. Y tal vez haya que morir a uno mismo o matar partes de
uno para poder llegar a ser. La comodidad de lo que siempre fuimos no nos hace grandes, sino
insignificante jugarreta del destino.

05
HOMERO Y AQUELLAS VIEJAS HISTORIA

Piensa HOMERO en aquellas viejas historias que cantó en su juventud, cuando se hizo
eco de las historias que abundaban en las cortes, y las transformó en los dos cantos que lo
hicieron famoso. Es verdad – piensa – que fue un habitante de las grandes cortes, de las cortes
de la paz, donde abundaba el lujo y alimentaban la presencia y el oficio de los poetas y aedos.
Por más que haya tantas versiones y leyendas sobre su persona, lo cierto es que creo primero
la ODISEA porque era el reflejo del mundo que vivía: era el escenario y eran los personajes que
a diario veía. Y así – piensa con sus ojos abiertos pero definitivamente ciegos - pudo cantar esa
historia de regresos, de viejas guerras, de triunfos con jugadas milagrosas, de caballos de
madera, de dioses entrometiéndose en la vida de todos, de mares, de peligros y sobre todo de
mujeres. Pero entonces nace la otra historia, la ILIADA, más rústica, más salvaje, más ajena a
todas estas historias de poetas y de amores cuidados. En esta historia, las mujeres se roban,
se salen a buscar, provocan guerras y venganzas, y hasta regresan para seguir siendo amantes
esposas de sus maridos reyes.

La figura de ULYSES siempre fue muy especial – piensa HOMERO – y quiso entender a
ese héroe distinto que tenía la misma fortaleza que el resto, que atraía a las mujeres y que se
manejaba con la astucia de los dioses. ¿Por qué no había regresado? ¿Por qué seguía dando
vueltas por ese mar sin fronteras en lugar de retornar? Y supuso a PENELOPE como todas las
reinas de estos reinos, amantes de sus esposos, fieles y aguardándolos. Y así surgió la versión
de la historia: los poetas son siempre muy libres y les agrada crear mundo imaginarios para
poder desplazarse libremente por ello. No le quedaba otra opción que crearle a ULYSES una
PENELOPE a la medida de estas gestas heroicas.

Le sorprende a HOMERO escuchar el pensamiento de ULYSES y las razones de su demora


en regresar. No podía escribir él esa historia, aunque fuera verdadera, la verdadera historia. Le
sorprende por igual las confesiones de PENELOPE que ha roto el molde de mujer y reina
helénica. Y piensa: es más lógico que PENELOPE se rebele contra ese ULYSES que se resiste a
regresar, a encontrarse con ella y que no da señales de vida. Es más coherente que pensar a
una mujer helénica fiel, obediente, discreta, temerosa que juega a tejer y a destejer la túnica
para dilatar la decisión de elegir un nuevo esposo y un nuevo rey.

Ya no habrá otra historia – piensa el viejo HOMERO, mientras lamenta su ceguera y sus
años – porque no puede pensarse como poeta, como aedo, como quien escribe esos versos
que deben soportar el ritmo y la musicalidad de la historia. Pero parece verlo a ULYSES aun
tirado en la arena de la playa, y verla a PENELOPE desplazándose desde su habitación a las
salas del palacio. Es otra ITACA y él no puede imaginarla más que cómo y cuándo la conoció.
ULYSES NO QUIERE REGRESAR A ITACA
JORGE EDUARDO NORO
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PROF. DR. JORGE EDUARDO NORO


2017 /2018

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