1.2. Precisamente la convención primera que el estatuto pragmático del género
lírico ha asumido en sus formulaciones contemporáneas ha sido la auto- reflexividad de su discurso. La poesía lírica parece querer anular su dependencia -ineludible como cualquier otro mensaje- respecto de la referencia a los “estados de hecho” para proponerse como auto-revelación, como lenguaje emergente con visible separación de las construcciones referenciales que la mimetización de acciones históricas parecen imponer a los discursos narrativos. Tanto K. Stierle (1977) desde la perspectiva de la fenomenología, como M. Riffaterre (1978) y M. Corti (1976) desde la semiótica han insistido en esta función reflexiva, responsable último de la tendencia a proponerse como meta-poesía que todo poema revela. Riffaterre (1978:9-10) lo explica contraponiendo a la referencialidad usual de los discursos no poéticos, legible en términos de “meaning”, la que él denomina significance o discurso que proyecta una hermenéutica propia, fundamentalmente por la vía del desarrollo de la matriz semántico-estructural que todo poema propone y que precisa estrategias propias de descodificación para alcanzar la interpretación de su referencia (vid. también M. Riffaterre, 1979:29). K. Stierle deduce de esta especial capacidad autorreflexiva del poema su situación de anti-discurso por el expediente de la discursivización del texto de modo que el texto adviene un elemento del propio discurso (K. Stierle. 1977:435-437) y María Corti afirma , por último, que la poesía es afirmación meta-semiótica: dice que es poesía y el poema se comunica a sí mismo al proponerse su “operación significante” como el principal de sus significados (M. Corti, 1976:122-113).
El poema El poeta de V. Aleixandre plantea la dimensión de la poesía como
privilegiada vía de conocimiento de la totalidad o reconstrucción del mito del hombre poeta como universo totalizador y fuerza cósmica cuya unicidad se sitúa más allá del lenguaje , mito platónico ampliamente medular del Romanticismo, pero que ha tenido continuidad en algunas de las propuestas hoy suscitadas en ambientes científicos para dilucidar la especial situación Pragmática de la lírica. Antes, pues, de analizar el poema propuesto me detendré en presentar las tesis teóricas -fundamentales de teoría pragmática- que la Poética actual sobre la lírica ha pergeñado y para las que luego el análisis del poema de Aleixandre actuará de ejemplo, si bien he de advertir que no concibo esta intercomunicación de la misma forma: Aleixandre ilustra esa especial situación teórica pero lo hace sin conocerla de modo explícito (la mayor parte de las teorías que comentaré se han explicitado con posterioridad a su creación poética) y no se puede decir sin embargo que la influencia contraria no se dé , puesto que tales presupuestos teóricos en torno al modo especial de ser objeto comunicativo el poema lírico, han sido hechos, insisto, sobre el núcleo de poemas románticos posrománticos, con una evidente reducción paulatinamente acentuada, del campo mismo de actuación del género lírico a su neta formulación dentro de ese núcleo.
2. El análisis de El Poeta de Aleixandre ilustrará tres tópicos centrales en la
teoría pragmática de la lírica que inmediatamente enuncio y seguidamente explico con la brevedad a que obligan los límites de este estudio: 1) el tópico de mayor significación, 2) la poesía como absolutización de la experiencia con el lenguaje; 3) la inmanencia de los roles pragmáticos.
2.1. La de mayor significación es una convención pragmática que puede
definirse como tal en el momento en que afecta a la actitud de lectura que la poesía impone o reclama de sus lectores. G. Genette (1969:150) comentó que la lírica despierta en el lector una actitud motivadora que más allá de los rasgos prosódicos o semánticos y concede al discurso poético la presencia intransitiva y existencia absoluta que Eluard llamó evidencia poética . Más allá de una forma particular la poesía revela un estado, un grado de presencia particularmente intensa, entre dos márgenes de silencio que invita al lector a llevar su interpretación al lugar de la suposición de una mayor significación. De esta forma añade J. Culler (1975:175): “To write a poem is to claim significance of some sort for the verbal construct one produces, and the reader approaches a poem with the assumption that however brief it may appear it must contain, at least implicity potential riches which make it worthy of his attention.” El ethos del mayor alcance, de símbolo de mayor riqueza semántica está íntimamente relacionado con el mayor grado que la lírica guarda de polifuncionalidad. Este rasgo, comentado por S. J. Schmidt (1978:29) afecta al fenómeno de reconocimiento por parte de los lectores de diferenctes posibles lecturas de los propios constituyentes textuales. Aunque el fenómeno de la lectura plural sea un fenómeno general para el mensaje literario, como la estética de la recpción alemana ha venido a recordar, hay que advertir que es aceptado en el caso de la lírica con un grado mayor de aleatoriedad que en cualquier otro mensaje y es reconocido por los usuarios como normal. Es más, habrá versos del poema de Vicente Aleixandre que puedan quedar vacíos respecto a una interpretación cabal del poema, sencillamente ininteligibles o de difícil interpretación en la misma referencialidad de su propio constituyente textual. Advertir este fenómeno es bien diferente a predicar la apertura del significado artístico como condición de su recepción. La especificidad pragmática de la lírica en este caso se define porque el grado de apertura lo acepta el lector comúnmente para el cifrado textual del propio mensaje. De ese modo la lírica lleva el fenómeno general de la desautomatización al circuito pragmático y conjuntamente al esquema de referencialidad textual (vid. J.M. Pozuelo, 1988b:19-68 y R. Posner, 1976: 4). Quizá sea esta una consecuencia del carácter eminentemente más técnico de la codificación lírica respecto a la narrativa o a la dramática. Si la llamada por I. Lotman (1976:341-342) múltiple codificación es propiedad de la totalidad de la literatura no es menos cierto que el cifrado lírico afecta a códigos de técnica elocutiva y de espacio simbólico más especializado y complejos y minoritarios. Los códigos superpuestos al lingüístico en la poesía -tanto los propios del material formal como los de género y tradición han permitido siempre un mayor grado de despliegue imaginativo y de apertura del sentido para el poema que para el cuento o la obra dramática. apelo a la experiencia de los lectores que son capaces de admitir a la lírica “libertades” de asociación, de oscuridad y opacidad significativa que difícilmente aceptarían, con igual espíritu colaboracionista aquellos otros géneros. 2.2 El tópico de la absolutización de la experiencia con el lenguaje será muy visible en el texto de Vicente Aleixandre que propondrá su poema como fuerza creadora cósmica y divina aprehensión del universo. Es tópico que los teóricos del Romanticismo desde Herder habían comentado y posee muy diferentes tratamientos posibles. El más evidente, en la veta del Romanticismo, había sido la ruptura de la separación lenguaje-origen natural y la aprehensión por medio de la poesía de la unicidad primigenia que los órdenes reacionales habían roto definitivamente, entre ellos el propio orden del lenguaje. P. de Man ha glosado ampliamente la metafísica unitiva del Romanticismo para criticar, desde posiciones deconstructivistas el mito del ser como presencia que tal concepción ofrece (P. de Man, 1984). Sin embargo la poética contemporánea no ha dejado de verse influida por tal idea, hasta el punto de elevar la imagen del poema como totalidad autónoma y de autosuficiente significación como una de las principales convenciones que afectan a la recepción misma del género lírico. Comentaba J. Culler (1975:171) que un final abrupto en poesía no es la quiebra de la totalidad sino el índice de una construcción asimismo total con el sentido preciso para no saldarse como insuficiente o anómalo. Una de las vertientes más poderosas de esta concepción absoluta del lenguaje lírico ha afectado incluso a su orden discursivo, como veremos, pero sobre todo ha impedido que la lírica sea campo de receptividad para los discursos no líricos. Cuando M. Bajtin contrapuso una concepción Ptoloméica del lenguaje a una concepción galileana pudo observar la propiedad intensamente monológica y absolutizadora del lenguaje del poema, a diferencia del lenguaje polifónico, plural y ampliamente abierto a los discursos sociales del género novela. Bajtín llamará lenguaje autoritario al de la lírica precisamente por este fenómeno particular de proponerse como singular y único, alejado de los dialectos sociales no literarios: “Aussi, en matière de poésie, est possible l’idée d’un langage poétique particulier, d’un langage des dieux, d’un langage poétique prophétique, etc. Il est constant que le poète, dans son refus de tel langage littéraire, reve de créer artificiellement un nouveau langage poétique plutot que de recourir aux dialectes sociaux existants. Les langages sociaux sont objecteux, caractérisés, socialment localisés et hornés, mais le langage de la poésie, créé artificiellement, sera directement intentional, péremptoire, unique et singulier... Les symbolistes, puis les futuristes, réverent de créer un langage spécial pour la poésie, et firent meme des tentatives pour y parvenir... L’idée d’un langage poétique spécial exprime toujours la meme conception ptoloméenne d’un mande linguistique stylisé” (M. Bajtín, 1978:109-110).
Cuando hagamos el análisis del poema de Vicente Aleixandre podremos
advertir hasta qué punto Bajtín podría -de haberlo conocido- haber ejemplificado con él su diagnóstico de la absolutización que la poesía hace de su propio lenguaje y la impermeabilidad que muestra hacia los otros lenguajes, excepción hecha de los pertenecientes a la tradición poética anterior, a los que sí se muestra muy abierta. De hecho cuando C. Segre amplió el concepto de intertextualidad puedo ejemplificar el primer fenómeno en la lírica para con otros lenguajes poéticos previos, pero la riqueza de la transmisión interdiscursiva muestra predominancia el elementos de lenguajes no poéticos y se ejemplifica mejor en la novela o en el discurso cotidiano , preñado de citas (C. Segre, 1984: 103-118). Pero, por encima de estas constataciones, interesa aquí subrayar que la crítica de Bajtin hacia la concepción de un lenguaje poético singular y único, absoluto, no hace sino reconocer una convención de la que nuestra cultura participa y admite: la experiencia que el poeta tiene con el lenguaje es primigenia, fundacional, instauradora y aunque el poético no sea otra cosa que un discurso más se propone asimismo como el lugar de despliegue de la instauración del lenguaje como venero creativo, expulsando de su seno toda virtualidad de representación de otros lenguajes o mimetización de otros discursos, como no fuera del religioso, curiosamente la otra esfera de la absolutización de la experiencia y casualmente el dominio religioso está íntimamente unido al espíritu de los románticos europeos (H. G. Schenk, 1966: Abrams, 1953: Harmen, 1980, y Bowra, 1969) y consideró la poesía como su rival. 2.3 . Por inmanencia de los roles pragmáticos quiero referirme al fenómeno donminado por Lotman (1973:114) autocomunicación y por I.Levin (1976) comunicación intra-textual. Supone en lírica en especial estatuto comunicativo que posibilita y fuerza la situación del yo-tú-él del propio circuito de la comunicación en favor de una consideración inmanente del mismo. Quiero significar con consideración inmanente la subordinación de los deícticos personales, espaciales y temporales a la propia frase que da lugar a la enunciación por parte del llamado yo lírico. El género lírico comparte con la totalidad de la literatura el fenómeno pragmático peculiar por el que la comunicación emisor-receptor tiene carácter diferido, in absentia. C. Segre ha hablado para la literatura en general de un grieta o ruptura del circuito de comunicación Emisor-Mensaje-Recptor que rompe su sucesión para producir dos segmentos de circuito agrietado:Emisor-Mensaje/ Mensaje-Receptor (C. Segre, 1969:74). Pero la lírica obtiene también en este circuito específicas relaciones pragmáticas, fundamentalmente la de la comunicación yo-yo. La lírica, en efecto, y tendremos la ocasión de constatarlo en el poema de Vicente Aleixandre ha re-situado el papel de los hablantes y por ello adquiere notas de especificidad en sus roles pragmáticos que conviene analizar. Tan frase imaginaria es un cuento como un poema lírico pero en éste la cuestión fundamental del YO y de la identificación de la primera persona ha adquirido proporciones enormes en la teoría, hasta el punto de que puede afirmarse que la cuestión del hablante poético, del yo inmanente y su situación con relación al tú constituye la cuestión central en los análisis pragmáticos y será cuestión de singular importancia en el texto que nos proponemos comentar. Aunque la lectura tradicional quiso identificar yo=autor hombre este fenómeno está hoy ampliamente desterrado y ha originado sólidas críticas desde la raíz ontológica misma del hablar imaginario que es el literario. F. Martínez Bonati (1960) ha sido especialmente contundente para con esta cuestión. Una vez situados dentro del habla imaginaria el principal rasgo pragmático destacado hoy por todos los autores es el que Culler denomina distancia e impersonalidad . Según la convención de distancia e impersonalidad el valor de los deícticos y sus efectos origina un proceso de generalización según el cual el yo-tú del poema se ubican en un circuito propio, extensible a cualquier lector (J. Culler, 1975:164-270). U. Oomen (1975:141) habla de serias dificultades para la identificación del yo y del tú poéticos que puede identificar a varias y diferentes personas, separadas del referente del mundo real e inmanentes al texto. Una falta semejante del referente de Mundo real provoca una multiplicación y extensión de los roles, hasta incluso , como veremos, llegarse a una identificación del tú con el yo, en una misma instancia, fenómeno muy peculiar de la comunicación lírica. Obviamente esta generalización y multiplicación de referentes de los deíciticos depende de que la situación de habla no está en el poema prefijada como en el discurso cotidiano ni está fijada, como en la novela, por el hablar de los personajes y por la actividad del narrador. En efecto, tampoco en la novela los referentes son los del mundo real, pero en cambio la narración fija las situaciones de habla inmanentes del texto y de ese modo tiende a eliminar su distancia respecto al actuar lingüístico cotidiano. Mientras que en la novela interesa el que Roland Barthes llamó efecto de realidad (Vid. R. Barthes, 1970) la lírica evita a menudo ese efecto, por el expendiente de dejar sin fijación alguna la situación de habla y conseguir por esa vía el margen de ambigüedad, la generalización de la experiencia y un proceso de identificación del lector (tú) con el yo lírico. Iuri Levin (1976:206) se ha referido a que en la lírica el carácter de subjetividad favorece la emergencia de una comunicación directa entre el lector, el autor implícito y los personajes explícitos, dándose, por el efecto de generalización una adaptabilidad de los roles que permite al lector la proyección de la situación del poema sobre su experiencia personal o imaginada, soñada o deseada. K. Stierle (1977) ha explicado magistralmente el fenómeno al señalar que en poesía el estatuto del emisor y del receptor han favorecido la discursivización del texto, de modo que si el sujeto de enunciación es una función del discurso en toda comunicación, ocurre que en la comunicación lírica también se produce viceversa: el discurso mismo llega a plantearse como función del sujeto de enunciación, por lo que éste, como rol, pierde su identidad o, mejor dicho, rol y función discursiva se funden, advienen idénticos. Esta problematización de la identidad del sujeto de enunciación hace emerger un sujeto lírico o rol de sujeto lírico, que no es una entidad identificable fuera del poema mismo. El discurso mismo es una función del sujeto de enunciación y viceversa. Se origina una pérdida de identidad extradiscursiva y el poema adviene una constante búsqueda de esa identidad problemática del sujeto. (Vid. K. Stierle, 1977:436 y ss.) Igual ocurriría con el tú poético, que a veces tiene un referente designado por el propio texto y aun en esos casos el valor de la referencia se amplía para abarcar al lector y en otros al sujeto mismo (yo), en un proceso claro de identificación con quien ha escrito. “La fuerza ilocutiva de una poesía -escribe F. Lázaro (1984:47)- es siempre una invitación al lector a que asuma el mensaje como propio. Esta relación pragmática... me parece fundamental. Sólo por ello se explica el relieve del lector en la comunicación lírica”. La multiplicación de los contextos no se limita en la lírica a los deícitcos personales, sino que se extiende a los contextos espaciales y temporales que sufren idéntico proceso de generalización. El “ahora” del poema no es el ahora de cuando fue escrito, sino el ahora de cuando es leído, sus contextos originarios se pierden para dar paso a una multiplicación y extensión de los mismos (Vid. U. Oomen, 1975:143-144; J. Culler, 1975:165 y K. Stierle, 1977:432). La extensión del lugar y del tiempo está relacionada con la extensión de lo que U. Oomen llama espacio de percepción o totalidad de los factores que les vienen dados a los participantes a través de la situación, la cantidad de información extralingüística compartida por los interlocutores en el acto comunicativo (objetos comunes, acontecimientos presentes en la comunicación de habla, etc.). “En la comunicación escrita no poética el hablante tiene que informar al destinatario de las circunstancias en que se escribe en el caso de quiera hacer referencia a la situación. En poesía, sin embargo mencionan a menudo objetos y acontecimientos como si vienieran dados por un espacio de percepción y como si el destinatario formara parte de dicho espacio y estuviera, por tanto, familiarizado con él”(U. Oomen, 1975:145). Por esas vías el lector es liberado de su situación “real” e introducido en un nuevo espacio perceptivo, intemporal, sin restricciones concretas que multiplica el contexto comunicativo y lo extiende a toda situación de lectura en que se crea el mundo imaginario por el que esos objetos y acontecimientos vuelven a tener presencia.