Professional Documents
Culture Documents
Vane Farrow
Ana Avila
Índice
Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Final Debt
Sobre el autor
Sinopsis
Habíamos ganado. Habíamos superado la mentira y la traición y
prometimos una alianza que nos liberaría ambos. Pero incluso cuando
ganamos, perdimos. No vimos lo que venía. No sabíamos que teníamos que
planear una resurrección.
Nila Weaver se enamoró. Regaló su alma completa a un hombre que
creía era digno. Y en el proceso, se destruyó a sí misma. Tres deudas
pagadas, la cuarta a sólo unos días. La Herencia de la Deuda casi se ha
cobrado otra víctima.
Jethro Hawk se enamoró. Dejó caer sus paredes a una mujer que
creía que era su cura. Por un momento, fue libre. Pero luego pagó el precio
más alto.
No hay más amor. Sólo guerra. La esperanza está muerta. Ahora,
sólo hay muerte a su alrededor.
** Sólo apto para los amantes del romance oscuro.
Indebted, #5
Prólogo
Traducido por Vane Farrow
Corregido por Annie D
Vaughn[
Es curioso cómo la vida juega bromas pesadas.
Los últimos días, eso tenía que ser una jodida broma, ¿verdad?
Ninguna respuesta lógica daría sentido a lo que vi, oí y viví las
últimas setenta y dos horas.
Mi hermana.
Mi mejor amiga y gemela.
¿Con esto era con lo que estuvo viviendo? ¿Esta era la forma en que
era tratada?
¿A esto era a lo que quería volver?
¿Jodidamente por qué? ¿Por qué quería alguna vez volver a esta
locura?
Fuimos criados en un hogar roto, encadenados a un imperio que nos
absorbió desde el nacimiento. Pero estuvimos seguros, cálidos, y fuimos
amados. Crecimos juntos. Compartíamos todo.
Pero ahora... no tenía ni puta idea de quién era mi hermana.
Pero entonces ella vino a mí.
Una mujer que no sabía que existía.
La más impresionante criatura que había visto alguna vez.
Sólo que no vino a mí sobre los pies o con alas de un ángel. Rodó a
mi vida y exigió mi ayuda.
Y para bien o para mal...
La ayudé.
Traducido por Hansel, Vane hearts & Vane Farrow
Corregido por Lu
Nila[
—¡Déjame ir!
Daniel se rió como una hiena loca, sus dedos punzando mi bíceps.
Sin romper su paso, me tiró lejos de la sala y dentro de la casa.
No quiero ir. No quería ir a ninguna parte con él.
—¡Llévame de vuelta!
¡No puede estar muerto!
El hecho de que yacía inmóvil y ensangrentado no significaba que se
había ido.
Eso es exactamente lo que significa.
Negué, desalojando esos pensamientos terribles. Está vivo. Tenía que
estarlo.
No podía tolerar ninguna otra respuesta. Me negaba a vivir en un
mundo donde el mal triunfa sobre el bien. Eso no estaba bien, la vida no
podía ser tan cruel.
Siempre ha sido así.
Mi mente se llenó de imágenes de mi madre. La desolación de mi
padre. Mi infancia rota. El mal nos había controlado desde el primer día.
¿Por qué ahora sería diferente?
¡No está muerto!
Tragué un sollozo.
Por favor no estés muerto…
Luché duro. —Déjame verlo. ¡No puedes hacer esto!
Daniel se rió más fuerte. —Deja de mendigar, Weaver. ¡No te hará
ningún bien!
¡No está muerto!
Bloqueé mis rodillas, luchando contra él en cada paso. —¡Detente! —
Mirando hacia atrás por el camino que habíamos recorrido, la puerta de la
sala parecía muy lejana, un faro brillante al final de un pasillo—. Eran tus
hermanos, psicópata. ¡¿No sientes nada?!
Por favor, déjame ir a él. Tiene que estar vivo...
Por favor, deja a mi gemelo mantenerse con vida...
¡Deja que todo esto sea una pesadilla!
No podía hacer frente a Jethro asesinado; me volvería clínicamente
loca si mataban a V, también.
—Siento alivio. Ya no tengo que aguantar su mierda. —Mostró sus
dientes—. Cut nos hizo un favor a todos.
Cut debe morir.
Era la reencarnación del mal. Merecía morir de una manera
terriblemente dolorosa.
Me niego a creer que están muertos.
—¡Dije que basta! —Me retorcí más duro, teniendo éxito en que los
dedos de Daniel desgarrara mi carne. La piel de gallina cubrió mi piel
mientras que el hielo congeló mis venas. Cada segundo era tortura sin fin.
No podría vivir sin Jethro.
¡No puede terminar así!
—No vas a ganar, Weaver. —Daniel tiró con más fuerza—. Acepta lo
que jodidamente pasó y obedéceme.
El entumecimiento que me ayudó a soportar que Jethro y Kes
colapsaran no había durado mucho. En el momento en que Cut me había
dado a Daniel, el segundo exacto en que entregó mi vida a su hijo enfermo
de control, perdí esa manta de entumecimiento.
Agonía que nunca había experimentado antes dejó mi corazón roto
en irremplazables pedazos diminutos. Todos mis pensamientos se
relacionaban con el asesinato y la muerte. Mis gemidos se habían
mezclado con los de Jasmine. Las maldiciones y los gritos de Vaughn
ahogados por el dolor.
Era un círculo sin fin.
Está muerto.
Está muerto.
Me dejó.
Está muerto.
Está muerto.
Se fue.
Dios, quería que se detuviera. Quería que esto terminara, para que
el telón de esta producción cayera y el director gritara “corte”. Para hacer
que todo sea una fantasía.
Pero ¿Y si es cierto?
Está muerto.
Está muerto.
Me ha abandonado.
Me hundí en el agarre de Daniel, bombardeada por la tristeza. Si se
trataba de la verdad, ¿Que más importaba? ¿Por qué importaba mi futuro
cuando no tenía a nadie por quien luchar?
Vaughn... pelea por él.
Tex... pelea por él.
Mis pulmones se aplastaron. Podría luchar por ellos, pero en última
instancia, no me necesitaban. No como Jethro me había necesitado.
Finalmente se había abierto a mí, finalmente me dejó entrar y me dio un
nuevo hogar en su amor. Pero ahora había sido expulsada de nuevo; no
podía soportar el desierto vacío sin él.
Está muerto.
Está muerto.
Está perdido…
Tropecé, sucumbiendo al peso de la roca en mi espalda, la roca de la
pena eterna. No me molesté en tratar de estabilizarme. Quería enroscarme
en una bola y nunca moverme de nuevo.
Él está… muerto…
—Por el amor de Dios. —Daniel me levantó a mis pies—. ¡Contrólate!
Camina. Haz lo que digo o…
—¡No! —Mi voz sonando por el pasillo, helada de miedo. De alguna
manera, mi luto azotó con un látigo violento, hiriendo mi interior con
furia—. Nunca voy a hacer lo que digas. ¡Debes terminarlo ahora porque
me niego a escuchar a una escoria como tú! —Rasguñé la mano con la que
sostenía mi brazo, pero al igual que cuando Cut me había arrastrado
desde el dormitorio de Jethro, no se inmutó ni respondió—. ¡Nunca! ¿Me
escuchas? He terminado.
La desesperación creó agujeros de rabia dentro de mi mente. Quería
colapsar al lado de Jethro y recoger su sangre y dársela de nuevo, para
obligarlo a volver a la vida. Quería sostener a mi gemelo y decirle que todo
iba a estar bien, para eliminar su pánico. Y quería decirle adiós a Kestrel,
enviarlo al éter sabiendo lo agradecida que me sentía por lo que había
hecho.
Pero no podía hacer ninguna de esas cosas.
El agarre de Daniel me tenía enjaulada.
Bastardo.
Bastardo enfermo y retorcido.
Mi temperamento chilló fuera de control, y por primera vez en mi
vida, me dejé llevar por él. Abrí los brazos para dejar ir el tornado de odio y
gritos de la parte superior de mis pulmones. —¡Que te jodan, Daniel! ¡Que
te jodan! ¡Jódete y que se joda Cut, que se jodan todos ustedes!
El mundo se detuvo.
Daniel se congeló.
Temblé.
Entonces, me dio una cachetada.
Mi cabeza giró hacia un lado. Su huella decorando mi mejilla con
llamas de fuego, y todo se salió de control.
—Tú, pequeño coño. —Me dio un tirón hacia delante. Su inercia no
me dio otra opción que tropezar con él—. Ten tu pequeño berrinche.
Vamos, grita y haz un espectáculo de ti misma. Pero no va a cambiar los
hechos. —Arrastrando sus dedos por mi mejilla en llamas, murmuró—:
Acabas de contradecirte a ti misma. En primer lugar dijiste que no me
obedecerías, pero luego dijiste que me jodiera... —Se rió entre dientes—.
Estoy tomando la parte de “jódete” literalmente. —Poniendo sus dedos a
los lados de mis mejillas, me dio un beso—. No tienes que escucharme
para que te folle. Ni siquiera tienes que obedecerme. Cualquiera que sea el
poder que tenías sobre mis hermanos ha terminado, Weaver. Lo verás.
Jethro...
Dejando ir mi cara, me agarró del brazo y me tiró por el pasillo.
Más y más lejos de Jethro, Kestrel, y Vaughn.
Más y más dentro del infierno.
Está muerto.
Está muerto.
No es nada...
Todo en mi interior gritó con incredulidad. No podía estar muerto.
Simplemente no podía. Necesitaba volver a verlo. ¿Cómo iba a ir cuando no
creía lo que había sucedido? ¿Cómo podría esperar respirar y existir
cuando todo lo que quería era renunciar como él lo había hecho?
Tragué otro tsunami de lágrimas. Mi alma no creía. Pero mis
circunstancias decían lo contrario. Esta era mi vida ahora, miseria sin fin.
—No vas a salirte con la tuya.
Daniel rió, mirando por encima de su hombro. —¿Salirme con qué?
El asesinato de mi futuro.
Asesinar cualquier posibilidad de felicidad que he tenido.
—Todo.
Lo único es que... se han salido con la suya durante siglos.
Con cada paso moría un poco más, dejando a mi corazón latir al
lado de Jethro mientras su cuerpo se enfriaba. Mientras más nos
separábamos, menos humana me sentía. Era como si la cuerda que nos
unía se fuera a romper en cualquier momento, dejándome vacía y sola.
Está muerto.
Está muerto…
Es verdad...
Frías lágrimas tiñeron mis mejillas, apagando el fuego de la
cachetada de Daniel.
Gruesa apatía secuestró mis miembros. Dormir... me llamó. Todo lo
que quería era caer en su cuna mullida y desaparecer.
Daniel me arrastró más dentro de la casa, pasando vestíbulos y
alcobas, y entramos a un ala que nunca había conocido.
Cada paso dolía; cada respiración como una cuchilla. Mis ojos
nunca pasaron de la alfombra. Quería darme por vencida, pero la
necesidad de luchar nunca se fue. Me obligué a enfrentarme a él, no
importaba que no tuviera sentido. —Tu padre acaba de matar a dos de los
miembros de tu familia. ¿No temes que hará lo mismo contigo? Hay
demasiadas personas que saben, Daniel. Los medios de comunicación…
—¿Piensas que unos putos twitteros y mensajes en las redes
sociales nos pueden parar? —Me impulsó a sus brazos de un tirón—.
Pensé que habías dejado de ser delirante. —Sus labios se convirtieron en
una mueca—. Por otra parte, de buen grado has vuelto. Eso te convierte en
una perra tonta que merece lo que le viene.
Volví por él.
Pero ahora se ha ido.
Retrocedí en sus brazos. La última vivacidad de mi corazón
desapareció. Había sido testigo de la muerte del amor de mi vida. Había
presenciado dos homicidios y demasiadas vidas arruinadas. No podía... no
podía soportar más.
Me hundí...
Cedí.
Me evaporé en el interior.
Estoy en shock.
Daniel se rió entre dientes, sin dejar de tirar de mí por los pasillos
que no reconocía. Dejé de prestar atención, siguiéndolo como una buena
oveja, tropezando con un umbral que nunca había cruzado antes.
Me empujó hacia adelante. —Bienvenido a tu nuevo hogar, perra.
Tropecé, girando los brazos, mi mente luchando contra el vértigo.
Un golpe fuerte rebotó detrás de mí. Una puerta. Una puerta de
prisión.
Me di la vuelta, respirando con dificultad. No tenía ninguna palabra
o energía. Estaba enferma, aterrada, con el corazón roto. Pero a pesar de
todo, estaba entumecida.
Había aceptado mi destino, con indicación de la verdad, y,
finalmente, visto lo que significaba todo aquello.
Está realmente, realmente muerto.
Daniel se dirigió hacia mí.
Automáticamente, mis pies se arrastraron hacia atrás, y no por la
instrucción consciente, sino por una necesidad primordial de
autopreservación. En realidad, ya no importaba lo que pasaba. Era como
si me viera desde la seguridad del techo, mirando hacia abajo a la pobre
desafortunada Weaver, sin preocuparse de lo que le pasó a la sangre y al
hueso cuando ya no lo habitaban.
Está muerto.
Está muerto.
Quiero morir, también.
Daniel nunca dejó de acorralarme en todo el espacio. A través de los
ojos vidriosos, vi el brocado esmeralda en su cama con dosel, las
antigüedades de valor incalculable, y las paredes de color musgo. Los
tonos verdes hacían parecer que habíamos viajado al interior de un
bosque.
Él era el cazador, levantando la escopeta para disparar al ciervo.
Yo soy el ciervo.
Sus manos extendidas; el rostro iluminado por la lujuria maníaca. —
Eres toda mía ahora, Weaver. Encerrada en mi habitación, con destino a
mis reglas, a mi merced. Joder, esto va a ser bueno.
Mis oídos resonaban por su voz. Mis ojos escocían por su apariencia.
Quería irme, perseguir a Jethro hacia las estrellas. El suicidio no
cuadraba. Tomar mi propia vida no se registró. No era una cuestión de
vida o muerte, matar o sobrevivir, sino de trascender de un mundo a otro.
No está muerto.
Sólo... evolucionó.
Y no quería que se fuera sin mí.
Éramos un par. Un dúo.
Ya he terminado con esta existencia.
Mi mente se había ido, fuera de foco y lenta. Pero mi cuerpo todavía
quería sobrevivir. Mis pies tropezaban hacia atrás por cada uno de los
pasos de Daniel, pero no había ninguna delicadeza. Me movía como un
robot con nadie en los controles.
Desde mi santuario en el techo, me compadecí de la chica delirante.
¿Por qué estaba dando marcha atrás? ¿Por qué prolongar lo inevitable?
Cuanto antes Daniel me agarrara, más pronto me haría daño y finalmente
me enviaría a Jethro.
Déjalo ir.
Déjalo ser.
El entumecimiento en el interior bloquearía el dolor externo, sin
duda.
Lo mejor era parar todo. Para dejar de pensar, dejar de respirar,
dejar de sobrevivir.
Mis rodillas se bloquearon. Me puse de pie firme.
Daniel arqueó una ceja. Se detuvo cuando no continué nuestro baile
mórbido. Ladeando la cabeza, buscó la trampa. —¿Dándote por vencida
tan fácilmente, puta?
No respondí. No susurré, me encogí de hombros o parpadeé. Me
quedé mirando a través de él, a una nueva dimensión que prometía un
nuevo comienzo con Jethro y el fin de las dificultades.
Daniel gruñó por lo bajo. —¿Estás en serio simplemente dándote por
vencida? —Pisando fuerte hacia adelante, me agarró del pelo, con sus
manos sudorosas—. ¿No me vas a hacer luchar como lo hiciste con mi
hermano?
Tenía razón.
No se ha registrado el dolor. Sin agonía o malestar.
Mis sentidos eran decoración sin sentido.
—¡Pelea! ¿Dónde está el puto punto si solo te dejas?
Tiró de mi pelo, levantando mis ojos hacia él. Si me concentraba,
traería su cara pútrida a mi visión. Me habría estremecido ante su
estructura ósea aguda, pequeña barba, peinado hacia atrás y cabello
oscuro. Si todavía tuviera mi sentido del olfato, inhalaría su olor de
excitación, que no podía ser escondido debajo de su abundante crema de
afeitar. Y si tuviera sentido del tacto, hubiera sentido su calor corporal
infectar el mío, filtrándose en mí como una enfermedad.
Pero no tenía nada de eso, así que no me di cuenta de ninguno.
Todo lo que vi, oí, sentí era un vacío: nada más que silencioso viento
en mi cara y vacío delante de mí.
Su boca se torció con rabia. —Que te jodan, Weaver. Eres mía ahora.
¿Qué tienes que decir?
La quemadura en mi cuero cabelludo ahuyentó las lágrimas heladas
en mis mejillas. Mi corazón renunció en el momento en que una bala
impactó al amor de mi vida. Si él quería una reacción, no la conseguiría.
No esta vez, bastardo.
Nada.
No tengo nada.
—Mis hermanos están muertos. ¿Cómo te hace sentir?
Nada.
No siento nada.
—¡Respóndeme, perra! Dime cuanto no quieres que te toque.
¡Cuánto me temes!
Nada.
No me importa nada.
Jethro se había ido. Nunca había visto morir a nadie antes. Nunca
había estado en un funeral o había sido testigo de la muerte de una
mascota, incluso mi propia madre simplemente desapareció en vez de
morir. Mi primera participación en la muerte y fueron dos hombres que
capturaron mi afecto, convirtiéndome en una persona completamente
diferente.
La vieja Nila murió el día en que entró en Hawksridge. Pero esta
nueva Nila era una fotografía desvaneciéndose, desapareciendo pieza por
pieza, mientras que su amante se desangraba en una invaluable alfombra.
Daniel me lanzó lejos de él. —¡Recupérate!
El vértigo me atrapó en su repugnante abrazo. Por una vez, no luché
contra ello. Caí a la alfombra, dejando que un montón de emociones y
náuseas me lleven, gracias a mi cerebro roto. Normalmente, era el peor de
los castigos, pero ahora era mejor que enfrentarse a la realidad.
Las vibraciones en la alfombra me alertaron de la cercanía de Daniel.
Era mucho más alto que yo, rabia pintando su rostro. —¡Préstame
atención, Weaver! —Su bota se disparó como un meteoro negro,
conectando con mi vientre.
Aire explotó de mis pulmones.
El dolor se deslizó sobre mis sentidos: dolor que no quería sentir
porque me recordaba que no estaba muerta... no era libre. Estaba todavía
aquí, en este juego sin sentido de locura y engaño.
Él está muerto.
Él está muerto.
Estoy completamente sola.
Daniel me dio otra patada.
Su bota se aplastó contra mi vientre, enviando agonía al rojo vivo
hasta mi pecho.
Agonía.
Y con la agonía llegó la vida.
No estás sola.
Vaughn. Mi padre. Todavía tenía familia que importaba. Gente que
no podía abandonar.
No estoy muerta.
No tengo el lujo de renunciar.
Jethro y Kes fueron asesinados por hombres que habían
contaminado el mundo durante el tiempo suficiente. Les hice una promesa
a mis antepasados de poner fin a esto. Ahora les hice una promesa a ellos.
Voy a matar a su familia.
Voy a terminar esto de una vez por todas.
Mis ojos se ampliaron. Energía atacó mis extremidades. La agonía
me hizo imprudente, concediendo falso valor. Yo era más fuerte que esto.
¿No lo demostré tanto con lo que viví? Cada deuda que soporté, evolucioné
a partir de una niña ingenua a una mujer.
Soy más valiente que esto.
Gateando hacia atrás, puse tanta distancia entre la próxima patada
de Daniel y yo como pude.
Colocó sus manos en sus caderas, riendo con frialdad. —Finalmente
decidiste jugar, ¿eh? Te tomó mucho tiempo.
Tosiendo, sostuve mi vientre con moretones y me obligué a ponerme
de pie.
No se acercó a mí, dándome tiempo para calmarme. Disfrutaba que
luchara, me quería viva y gritando.
Bastardo.
—Te voy a matar —dije en voz baja, haciendo una mueca con cada
respiración.
Se rio entre dientes, moviéndose hacia mí. —¿Qué dijiste?
Irguiéndome, clavé mis ojos en los de él. Mis costillas gritaron por
sus patadas, pero acero entró en mi tono. —Dije que te mataré.
Se pasó una mano por el cabello oscuro, sonriendo. El mal
manchando su alma lo sofocaba, no era atractivo aunque externamente
tenía una buena estructura ósea y atractivo sexual. Para mí, era un troll,
una pila de excremento apestoso.
—Me gustaría verte intentándolo. —Cerró la distancia entre nosotros
un paso a la vez.
Me hice hacia atrás. —No lo verás venir.
—No serás capaz de acercarte lo suficiente para hacerlo. —Guiñó
con aire de suficiencia—. No eres nada comparada a mí.
Mostré mis dientes. —Sucederá cuando menos te lo esperes.
—Nunca va a suceder. —Flexionó sus músculos—. Soy invencible.
—Eres humano.
Y eso te hace asesinable.
Cada palabra me llenaba de energía. Convicción y confianza
empujaron a un lado a mi entumecimiento y dolor.
Jethro y Kes estaban muertos. Pero no era el final para mí. Tenía un
propósito. Completaría ese propósito.
—¿Quieres saber por qué volví? ¿Por qué no corrí o me escondí? —La
nieve en mis venas se abrió camino a mi corazón—. Regresé para
arruinarte. —Saliva se acumuló en mi boca. Si hubiera sido más valiente,
la habría escupido por todo su rostro—. Volví por él, pero eso ya se acabó.
Voy a vengarlo, así que ayúdame Dios. A Kestrel, también. Y a mí
misma. Y a mi hermano. Y a mi madre y a mi abuela y a generaciones de
mujeres Weaver.
Este era el principio del fin.
La herencia de la deuda era nula, Cut se encargó de eso. Era el
momento de sacrificar a los Hawks y extinguir una dinastía de tortura.
Cada segundo me hacía más fuerte, llenándome con una extraña
aceptación. La felicidad no era mi camino de vida, pero la destrucción si lo
era. Sería ese instrumento de destrucción.
Daniel sacudió la cabeza, brillando positivamente con locura. —
¿Regresaste para verlo morir? Que considerada.
—Estás equivocado. Volví para ponerle fin a esto. —La oscuridad se
asentó alrededor de mi alma, borrando cualquier luz restante.
Él está muerto.
Él está muerto.
Pero voy a mantener mi promesa.
No fui capaz de salvar a Jethro, pero no lo abandonaría. —Hice un
juramento a mí misma. —Entrecerré los ojos, contenta de que dejaron de
aguarse, que podía mirarlo con fuerza en lugar de terror—. ¿Quieres saber
acerca de qué era ese juramento?
Se puso rígido. —No quiero saber nada de ti, Weaver. —Se lamió los
labios—. Tacha eso. Quiero saber tres cosas y sólo tres cosas.
Me estremecí con asco. —Mi juramento fue destruirlos. Terminar con
tu padre. Terminar contigo. No importa lo que hagas…
Se lanzó rápidamente hacia delante y golpeó una mano sobre mi
boca. Su palma me hizo callar, enviando a mi corazón un traqueteo de
odio. —Ah, eso es jodidamente grosero. Debías preguntar qué tres cosas
quiero saber, no decir mierda ridícula. —Sus ojos dorados, tan similares a
los de Jethro y a los de Kestrel, brillaron—. Vamos... pregúntame.
Sus dedos aplastaron mis mejillas mientras negaba con la cabeza.
No podía hablar, pero no me impidió gritar con cada molécula.
¡Nunca!
Su temperamento se arremolinó alrededor de nosotros. —Bien. No es
necesario que preguntes, porque te voy a decir de todos modos. —Me
arrinconó, presionando su cuerpo contra el mío. —Tres cosas, perra.
Quiero saber cómo sonarán tus gritos en mis oídos. —Sus dedos bajaron
de mi boca, trazando mis labios con su toque salado.
»Quiero saber cómo se sentirán tus pequeñas manos luchando
contra mí. —Su palma bajó por mi garganta, por encima de mi collar de
diamantes, a mis pechos.
Cerré los ojos mientras seguía su camino, más bajo y más y más.
Mis dientes sujetaron mi labio inferior mientras ahuecaba mi centro
con dedos rancios. Las bragas delgadas y camiseta que llevaba al
compartir la cama de Jethro me dejaron vulnerable. —Y quiero saber cómo
sabrá tu coño en mi lengua. —Sin ninguna advertencia, me apartó de la
alfombra y me lanzó contra una pared.
Mi hombro chocó contra un retrato de fruta de cera. Caí de rodillas.
El dolor estalló, el miedo se hinchó y el vértigo hizo todo lo posible para
llevarme.
Él está muerto.
Él está muerto.
No te atrevas a ceder.
—Te voy a mostrar que consigo lo que quiero. Te voy a enseñar a
jodidamente respetarme. —Me sobrepasaba, sus puños apretados—. ¿No
es eso lo que piensas de mí? ¿Que soy un niño mimado que fue un “error”?
¿Que nunca fui lo suficientemente bueno para esta familia o para tener a
mi propia Weaver para atormentar? —Su voz se profundizó con rabia—. Vi
el video manipulado, Nila.
Luché para estar de pie, sin apartar los ojos de sus botas.
Se equilibró, listo para patear. —Siempre supe que Kes era un idiota,
pero nunca lo tomé por un puto soñador. Cualquiera podría decir que no
eras tú con Cut. Y fue una jodida estupidez pensar que yo creería en esas
imágenes malamente unidas de mí con una puta. Ni siquiera pudo
superponer tu cara sobre su cuerpo de la manera correcta. Por no
mencionar el hecho de que recuerdo la noche que desfiguré a esa perra y
Jethro trató de salvarla.
Su mano arremetió, agarrando mi cabello. —Ella podría haber
sobrevivido si él lo hubiera intentado. Él la mató, dijo que era lo que ella
quería. Que era la única forma en que podía vivir con lo que hice. Lo llamo
jodida mierda.
Negó con la cabeza, ojos salvajes. —Siempre ha sido un coño y Kes
siempre fue un jodido tonto. Jet nos drogó y mintió, pero fue tonto de su
parte. Cut te hará pagar nuevamente la tercera deuda. Kes metió la pata
con la mala calidad del video, podría haber sido el mejor video editado en
todo el sangriento Hollywood, y no lo habría creído. —Levantándome
lentamente, dijo entre dientes—: ¿Sabes por qué?
Kes fue un verdadero amigo. Jethro fue un verdadero amante.
Están muertos.
Están muertos.
Dos amigos se han ido.
Mi corazón se rompió de nuevo, pero en vez de hundirse en las
profundidades de la desesperación, algo sucedió. Mi temperamento se
calentó, haciéndose cada vez más brillante y más fuerte, empujando a un
lado el dolor.
Algo estaba cambiando... contrayéndose, evolucionando.
—¡Respóndeme! —Daniel me sacudió—. Dime por qué nunca habría
creído en ese jodido vídeo.
El temperamento se tornó en ira, lo que cambió a furia, creando un
brebaje burbujeante de venganza.
Me puse de pie delante de él, orgullosa e invicta. —Sé por qué.
Porque eres un pervertido enfermo y trastornado que recuerda cosas como
la violación y la tortura.
Ladró de risa. —Bueno, jódeme, si entendiste.
Respiración a respiración, vendí mi alma a la ira agitándose dentro.
Renuncié a mi inocencia. Cambié toda semejanza de paz y pureza, dejando
que la oscuridad me consuma.
Jethro me confundió, haciéndome creer que las deudas eran
tolerables. Que al final, ganaríamos porque lo merecíamos. Su bondad
eclipsó a su crueldad, mezclando los mensajes que envió.
Pero no Daniel.
No había más confusión.
Sabía con tanta seguridad como que saldría el sol que Daniel me
violaría, mutilaría y mataría. No había compasión o afecto dentro de él.
Esa fantasía se terminó.
Pero con ese conocimiento llegó lucidez. Ya no quería hacer pelear al
odio con el amor o el dolor con ternura.
Debía encontrar a Daniel en el abismo y matarlo antes de que me
mate.
—Sé lo suficiente para destruirte, Daniel Hawk.
Mi corazón latió por última vez, congelándose, protegiéndose a sí
mismo de lo que yo haría. Nunca planeé convertirme en la villana. Pero
nunca planeé perder a mi alma gemela, tampoco.
Daniel gruñó. —Eres una mujer muerta. —Me apretó la garganta
debajo de mi collar de diamantes, colocándome contra la pared—. Llenaré
tus días finales en la Tierra con sufrimiento. Ya verás. Pedirás que te mate
antes de que haya terminado.
Di un grito ahogado. Cada instinto suplicó pelear contra sus dedos
apretados. Pero no quería suplicar o implorar. El entumecimiento se
convirtió en frialdad y entendí mi situación mejor que nunca.
Soy una asesina.
Sólo necesitaba un arma para consumarlo.
—¡Buzzard!
Daniel se congeló, volviéndose hacia la puerta. Su mano nunca soltó
mi garganta, la ira filtrándose a través de su agarre.
No podía volver la cabeza, pero en mi periferia se encontraba mi
segundo objetivo. El hombre que mataría después de despachar a su hijo
menor.
Bryan Hawk.
—Suéltala por un momento. Sé un buen chico. —Cut tocó una llave
contra la barbilla, la llave que sin duda desbloqueó la entrada a la
habitación de Daniel. Avanzando poco a poco sobre el umbral, llegó más a
la vista.
Daniel me acercó más a él, me volteó y me aplastó contra su parte
frontal. Su aliento flotaba en mi oído mientras su mano apuñaba mi pecho
como si fuera un trofeo a ser promocionado.
No me importaba. Mi cuerpo estaba entumecido como mi alma.
Mis ojos se abrieron mientras una Jasmine con cara roja, y manchas
de lágrimas rodó detrás de su padre. Si no hubiera bloqueado mi dolor,
habría estallado en lágrimas y compartido su dolor.
¿Por qué se encontraba aquí? ¿Cómo podía soportar estar alrededor
de su padre después de lo que hizo?
Dos de sus hermanos, muertos.
La mitad de su familia eliminada por el hombre que debería haberlos
protegido de todo.
Había intentado matarla, pero de buen grado respiraba el mismo
aire que él.
¿Por qué?
—¿Qué estás haciendo? —gruñó Daniel, masajeando mi pecho—.
Dijiste…
—Sé lo que dije. —Cut se acercó, su mirada observando mis ojos
secos y manos formadas en puños. Su mandíbula se hallaba tensa, pero
esa era la única señal de emoción—. Algo ha salido a la luz.
Jasmine me miró. Algo no parecía correcto. Sus pómulos destacados
sobre piel pálida, su corte estilo bob normalmente liso se hallaba
desordenado y enredado. Pero tenía un borde sobre ella que hablaba de
imprevisibilidad y casi... trastornada manía.
Está muerto.
Está muerto.
Por supuesto, ella no lo soportaría.
—¡Fuera! —Daniel dio un paso atrás, arrastrándome con él.
Nuestras piernas entrelazadas, pero no luché. Tenía el poder para matarlo,
pero teníamos que estar solos. Esa era la única forma.
Cut metió la llave en el bolsillo. —Buzzard, escucha…
—No, escúchame a mí. —Jasmine empujó los bordes de su silla de
ruedas, pasando más allá de Cut y rodando a una velocidad supersónica
hacia nosotros—. ¡Joder, suéltala, Dan!
Daniel se estremeció.
Que Jasmine maldijera era malo, como si nunca hubiera maldecido
en su vida. Se veía demasiado perfecta, para caer tan bajo. Sin embargo, el
brillo desquiciado en sus ojos dorados y el rostro pálido no mostraba
ningún indicio de debilidad al ver a dos hermanos morir.
Se veía lívida en lugar de desconsolada.
¿Qué está pasando?
La mirada de Daniel se abalanzó a Cut. —Que dem….
—Haz lo que te dice —ordenó Cut.
Tragué cuando Daniel retorció mi pezón. —Como la mierda que lo
haré. Ella es mía. Todos lo hemos decidido.
—Escucha a tu padre, niño. —Bonnie apareció, entrando en la
habitación y apoyando dos manos sobre su bastón.
Mierda, todos están aquí.
Los cabellos de mi cuello se levantaron.
En mi melancolía y furia incipiente, me olvidé de Bonnie. Conté sólo
dos víctimas. Dos hombres que se asfixiaría en fosas sucias, comidos por
los gusanos.
Tengo tres objetivos.
Tres vidas por robar para vengar a tantas otras. —Todos ustedes. La
puerta estaba cerrada por una jodida razón.
Bonnie gruñó, sonando como un oso pardo a punto de enseñar a sus
cachorros una lección. —Suéltala. No me hagas decirlo otra vez.
¿Suéltala? Como si fuera un hueso de juguete de un perro.
La oscuridad burbujeando en el interior quería golpear y destrozar
su laringe. Quería que sangrara a mis pies.
Justo como él.
La sangre de Jethro manchaba esta casa.
La de ella también lo hará.
—Esto es una mierda —escupió Daniel, empujándome lejos de él. En
el momento en que era libre, Jasmine rodó hacia mí y capturó mi muñeca
con los dedos fríos.
Mi estómago se revolvió.
No me gustaba este giro de acontecimientos. No quería más
confusión. Daniel era blanco y negro. Yo era blanco y negro. Muerte o vida,
esas eran mis dos opciones. Este altercado era una zona gris y si me
permitía aflojar mi mentalidad feroz, no sería capaz de continuar.
Está muerto.
Está muerto.
No volverá.
El dolor amenazaba con lavarme de nuevo. —Ella es mía. Soy la
mayor. —Jasmine hizo girar su silla, arrastrándome para enfrentar a
Bonnie y Cut—. Ustedes estuvieron de acuerdo. Díganle.
Miré por encima del hombro a Daniel, odiando el hecho de que
estuviera detrás de mí. No quería apartar los ojos de la pequeña mierda.
Eres un hombre muerto caminando, Buzzard.
Mi mente se apresuró con imágenes de mi daga robada deslizándose
entre sus costillas. O cortando su garganta. O cortando sus bolas.
—Tienes un argumento válido, Jasmine. —Estuvo de acuerdo
Bonnie—. Y discutiremos más a fondo cuando el lío de hoy esté acabado.
Tragué un jadeo. ¿El lío de hoy? Hablaba sobre el asesinato de sus
dos nietos como si fuera un percance inconveniente.
¿Quiénes son esas personas?
—No, quiero escuchar que es mía. En este momento. —Sus uñas se
clavaron en mi carne, rompiendo mi piel, estampando cortes de luna
creciente.
No me estremecí.
Los ojos de Jaz se encontraron con los míos. Se encontraba tan
inerte y fría como yo. Un interruptor se disparó en las dos, dejándonos
perdidas en este nuevo mundo.
—Me perteneces, Nila Weaver. Eres la razón por la que mis dos
hermanos están muertos. —Tirándome a su altura, siseó—: Tendrás que
pagar. Haré que pagues tan malditamente tanto por lo que has hecho.
¿Qué?
Una nube peor que entumecimiento me consumió.
Ella había perdido todo en la sala. Incluso se perdió a sí misma.
¿Quién era esta mujer? Claro, Jasmine nunca había sido muy
amigable conmigo. De hecho, la última vez que la visité me pidió que
muriera para salvar a su hermano. Pero nunca había visto a alguien tan
lejano y vastamente cambiado.
Por otra parte, ¿qué esperaba? ¿Por qué se suavizaría hacia mí
ahora que lo peor había sucedido?
Cut intervino. —Lo discutiremos con mayor detalle. Pero estoy de
acuerdo; Daniel no tiene los derechos totales sobre ella. Eres mi hija y la
matriarca sucesora. Conoces nuestro imperio de adentro hacia afuera,
mientras que Daniel aún está siendo entrenado. Es justo que tengas la
propiedad conjunta de las deudas finales, y el dolor que está obligada a
pagar.
Me mordí el labio, incapaz de apartar los ojos de Jasmine.
¿Qué significaba esto? ¿Tendría que cavar cuatro tumbas en lugar
de tres? Nunca quise matar a Jasmine. Pero lo haría si me daba una
razón.
Ahora era yo contra ellos. No me vendría abajo de nuevo.
Estoy harta de ser torturada.
Era su turno.
Daniel pisoteó hacia delante, lanzando sus manos al aire en una
rabieta de niño malcriado. —Pero, jodidamente lo prometiste.
Cut inhaló. —No prometí nada. Todavía heredarás, pero como estoy
rompiendo todas las reglas últimamente, podría haber una herencia dual.
La primogenitura ha terminado. Ahora estoy analizando todas las bases.
—¡Pero eso no es justo! ¡Hay reglas, contratos!
—Sí, y si hubiera seguido esas reglas, no la tendrías tampoco,
maldito ingrato —espetó Cut—. Necesito unos días para ordenar esta
mierda. Entonces podemos proceder correctamente una vez que los
documentos hayan sido modificados.
Espera. ¿Documentos? ¿Qué modificaciones?
Daniel rió, deslizándose a mi lado y envolviendo su mano en mi pelo.
Las largas hebras enredadas alrededor de su muñeca, proporcionaron una
cuerda perfecta para jalarme lejos de Jasmine.
Sólo, que ella no me soltó. Sus uñas se clavaron profundamente en
mi muñeca, manteniéndome atrapada entre los dos hermanos peleando.
—Suéltala. ¡Ella es mía! —Jaz lo detuvo.
—Puedes tenerla cuando haya tomado lo que quiero. —Daniel me
jaló hacia él.
Grité, tropezando y balanceándose, dos partes de mí capturadas por
dos Hawks.
Oh Dios mío.
Era una piñata en medio de una familia peleando, tirando, devorado
y en última instancia golpeando hasta que me rompiera y muriera.
Me reí en voz alta de la locura apestando la habitación.
Jasmine estaba tan loca como el resto de su linaje. También tendría
que irse.
Está muerto.
Está muerto.
Él era bueno donde todos son malos.
—¡Suficiente! —rugió Cut.
Al mismo tiempo Bonnie gritó—: ¡Compórtense!
Los hermanos Hawk dejaron de pelearse como niños mimados.
Miramos a Cut y Bonnie, jadeando duro, atrapados en un ciclo de idiotez.
—Por el amor de Dios. —Cut se pasó una mano por la cara—. Están
actuando como niños de dos años. Tengo una buena idea para socarles la
correa a los dos. —Su mirada cayó sobre sus hijos, aguda e intensa—. Ella
estará encerrada hasta que tengamos una reunión familiar. Entonces
podemos decidir quién la tiene primero y como se dividirán los castigos.
Jasmine se burló—: Ves, Dan. Suéltala.
—Suéltala primero.
—Dios, eres tan idiota. —Jasmine renunció a su agarre. Al instante,
la sangre se filtró de las cortes que hizo, corriendo por mi muñeca.
—Eres solo una inválida que nunca ha sido follada. —Daniel me tiró
lejos—. Siempre lo tuviste tan fácil, hermana. Desde tu “accidente”.
Mis oídos dolían. El aura de misterio que rodeaba a Jasmine sólo se
volvió más pesado. Quería saber todo sobre ella antes de que la eliminara.
Al igual que quería saber todo acerca de Bonnie, Cut y Daniel. Usaría su
historia como un talismán. Sería la última persona que supiera sus
cuentos antes de que se desvanecieran en la oscuridad.
Jasmine sorbió por la nariz. —Estás enojado porque tu hermana
inválida e inútil ha ganado. Soy la mayor ahora; por lo tanto, mi palabra es
la ley.
—No te adelantes, Jaz —dijo Cut.
Daniel lo ignoró. —Eso no es cierto en absoluto. —Golpeando las
manos en los barandales de la silla de Jasmine, la acorraló—. Ahora tengo
dos mujeres en mi lista negra en lugar de una. —Se pasó un dedo por el
cuello—. Tendría cuidado si fuera tú.
Liberando el agarre, deliberadamente empujó con el hombro a Cut
en su camino, frunció el ceño a Bonnie, y salió de la habitación.
En el momento en que desapareció, mis músculos se estremecieron.
De alguna manera, había evitado lo que pasaría. Me deslicé en shock y salí
lista para asesinar. Y había sido dada a otro Hawk que me odiaba.
Cut negó con la cabeza, mirando a su madre. —Nunca aprenderán,
joder.
Bonnie se rió. —Tampoco tú, querido. No por mucho tiempo.
Él le pasó un brazo por los hombros frágiles. —No puedo imaginar
alguna vez ser tan terrible.
Mis uñas se clavaron en mi palma mientras era testigo de un vínculo
aparentemente normal. ¿Cómo podría el mal tener tantas capas? ¿Cómo
podía ser tan obvio en un momento, luego, oculto por los lazos familiares y
la jerarquía al siguiente?
Bonnie golpeó su bastón contra el pie de Cut. —No estás olvidando
lo que hiciste, ¿verdad? Porque tengo noticias para ti, eras peor. Mucho
peor. —Moviéndose hacia adelante, se desprendió de su abrazo—. Pero
arreglé el lío que hiciste. Arreglé las cosas. Tengo toda la fe que también lo
harás.
Cut asintió. —Malditamente correcto, lo haré. —Sus ojos se
tensaron, pero aparte de unas pocas grietas en su apariencia lisa, nunca
habría adivinado que apretó el gatillo en dos de sus hijos.
Está muerto.
Está muerto.
Todo por mi culpa.
Cada vez más cerca de Jasmine, le susurré así sólo ella oiría. —Él
intentó dispararte, pero Jethro te salvó. ¿No tienes vergüenza?
Sus ojos se centraron en los míos. Los pensamientos y las emociones
parpadeaban sobre su rostro pero no respondió.
Su traición dolía. Jethro y Kes la amaban. Habían muerto por ella.
¿Quién podría decir que los amaba también pero, continuaba en la misma
casa que el hombre que les disparó?
Mi estómago se retorció. —Me enfermas.
Sus manos se apretaron alrededor de los bordes de sus ruedas.
Cerró con fuerza los ojos, pero aún no había respuesta.
Las lágrimas picaban pero no tenía nada más que decir. Sólo una
promesa que bien podría oír, así sabría que realmente amaba a su
hermano. —Te mataré por esto. Al igual que los mataré.
Se sentó más alto. Bloqueó los ojos conmigo, dijo fríamente—:
Supongo que ya veremos, ¿no es cierto? —Levantando la voz, señaló la
puerta—. Tu destino será discutido y decretado. Ve a tu cuarto. Déjanos.
Me froté la muñeca, untando la sangre que ella conjuró. Cuando no
me moví, me guio con ruedas plateadas hacia la salida.
—Dije que te vayas. —No se detuvo, empujándome entre Cut y
Bonnie.
Mi piel se arrastró cuando Cut extendió la mano, tirándome hacia él.
Apartó el cabello negro que se pegó a mis mejillas húmedas. Sus ojos
dorados brillaban con poder. —Me temo que nuestro periodo de tiempo se
ha acelerado desde que llegaste. Emma estuvo en mi control durante un
período encantador de tiempo. Esperaba que Jethro pudiera manejar lo
mismo. Pero... Crié hijos mediocres y tengo la esperanza de que mi hija
pueda hacerlo mejor.
Jasmine empujó contra la parte posterior de mis muslos. —Suéltala,
padre. Tiene que ser entrenada en obediencia. —Sus piernas se mantenían
cubiertas con una manta de color rosa, pero su temperamento sonrojaba
sus mejillas—. Ese era su problema con Jet. Nunca escuchaba. Le
enseñaré lo contrario.
¿Cómo juzgué a alguien tan mal? Todo este tiempo, pensé que
Jasmine era la mitad cuerda, un apoyo para su hermano y más fuerte que
todos ellos juntos. Pero era tan diabólica.
—Si alguien puede hacerlo, eres tú, Jasmine. —Cut me soltó—. No
tengo ninguna duda.
Bonnie sonrió, apoyándose en su bastón. —Jasmine es una
estudiante ejemplar. Estará a la altura del desafío.
—Nunca tienes que dudar, padre. —La voz helada de Jasmine envió
escalofríos por mi piel—. Soy diez veces más hombre que lo que mis
hermanos eran.
¿Quién era esta persona? Esta arpía sin corazón que no le
importaba. Cómo podía sentarse y hablar con el hombre que mató a sus
hermanos, y mucho menos estar de acuerdo en torturarme.
Está muerto.
Está muerto.
Es libre de esta locura.
No podía controlar la animosidad frívola por más tiempo. Mis labios
la sacaron. —Todos son monstruos. Cada uno de ustedes. Todos pagarán.
Cut suspiró. —Se te dijo que te vayas, señorita Weaver. Sugiero que
escuches.
Bonnie golpeó la parte trasera de mis pantorrillas con su bastón. —
Muévete, pequeña golfa.
—Espera, abuela. —Jasmine se rodó a sí misma frente a mí con
unas pocas maniobras expertas—. Tengo algo más que quiero decir.
La habitación contuvo el aliento, todos nosotros esperando.
Su mirada se posó en la mía, muerta y vacía. —Tú, Nila Weaver, eres
la razón de que mi mejor amigo esté muerto. Tú eres la razón de que ahora
sea hermana de un solo hermano. Y eres la razón por la que mi familia
está cayendo a pedazos. —Su rostro se oscureció, las cejas cuidadas
cubriendo sus ojos de ira—. Te pedí una vez que permitieras que las
deudas se pagaran. Te pedí que dieras la vida por él, como siempre lo ha
sido. Pero no escuchaste. —Moviéndose lejos, señaló la puerta con la
mano—. Ve a tu habitación y piensa en eso. Porque esta vez, no te estoy
dando una opción. Esta vez, haré que pagues.
Traducido por Julieyrr, Nika Trece, Josmary, Beatrix & Miry GPE
Corregido por Daliam
Nila[
Nunca dormiría de nuevo. No mientras Daniel recorriera los pasillos
y Cut sostuviera mi vida en sus manos. Nunca volvería a relajarme
mientras ellos respiraran. Nunca dejaría caer la guardia mientras
planeaban mi muerte.
Pero antes de que ellos la planearan, yo lo haría.
Juntos, nos encontraríamos en el infierno, y yo estaba más allá de
preocuparme sobre quién ganaría. Mientras que los exterminara,
negociaría felizmente mi vida por justicia.
Doce horas pasaron.
Doce horas donde mi corazón sangró por Jethro y cada minuto
borraba su huella en este mundo.
Doce horas donde había estado sola.
No he visto a nadie más que a Flaw. Llamó a mi puerta alrededor de
las nueve de la noche, trayendo un guiso de carne de venado y baguettes
crujientes. Se veía tan mal como yo, sus penetrantes ojos empañados con
estrés, su cabello oscuro un lío turbulento. Era un espejo directo de
incredulidad gris y desolación. Quería que se quedara, que me protegiera
si Daniel decidía hacerme una visita nocturna, pero al momento en que
había entregado mi cena, se fue.
La comida era ceniza en mi boca, pero me obligué a comerla en
bocados pequeños, cuidadosamente deglutiendo y suministrando energía a
la única arma en la que podía confiar. Una vez que había comido cada
bocado, me senté en el centro de la cama y apreté mi agarre alrededor de
la daga de rubies incrustados.
No podía acostarme porque el olor de Jethro se encontraba en mis
sábanas.
No podía cerrar los ojos debido a que su hermoso rostro y amor
ardiente me perseguían.
Y no podía relajarme porque tenía que estar lista para atacar si
algún Hawk venía por mí.
Solo que, nunca vinieron.
El alba trajo una pizca de paz, iluminando Hawksridge—una vez
más, ocultando el sucio mal que parecía tan obvio por la noche.
Mis mejillas ardían por la sal de mi tristeza, y me dolía la cabeza por
deshidratación.
Durante un descorazonador momento, me permití enterrar la cara
por primera vez en la ropa de cama, donde Jethro me había dicho todo. Me
permití la pena de abrazarme con los brazos y ahogarme en terribles
lágrimas.
Reviví su toque y besos. Me castigué con recuerdos de él
deslizándose dentro de mí, de él diciendo que me amaba por primera vez.
Me deshice completamente mientras abrazaba mi cuchillo e inhalaba los
últimos recuerdos que alguna vez tendría de él.
No tenía fotografías, ni cartas de amor.
Solo unos pocos mensajes de texto y recuerdos.
No tenían ningún valor monetario, pero en un abrir y cerrar de ojos,
se convirtieron en mis posesiones más preciadas.
Una vez que había derramado una lágrima final y me drogué con su
sutil olor de madera y cuero, me arrastré fuera de la cama y a la ducha.
Entrar al pulverizante calor se sentía como una traición a Jethro, como si
me lavara el pasado, a un futuro sin él.
Pensé que había llorado mi última lágrima, pero debajo de la
cascada, me purgué de nuevo, dejando que mis lágrimas se arremolinaran
por el desagüe.
Voy a matarlos.
Y voy a bailar sobre sus tumbas cuando lo haga.
Nila[
Entrada del diario, Emma Weaver.
Me enteré de lo que pasó con el hermano de Bryan hoy. No creo que
quisiera decirme, pero he aprendido cómo manipularlo así que en ocasiones
se le escapa. Normalmente no escribiría eso, pero mañana... todo se acaba.
He visto donde lo harán. Bonnie tuvo gran placer en hacerme tejer la cesta
que me atrapará. Estoy más allá de pensar en lo enfermo que es todo. Hice
lo mejor que pude. Fingí preocuparme por Cut. Le hice creer que estaba
enamorada de él. De forma dispuesta compartí su cama y representé la
mujer enamorada alrededor de su familia. Pero todo era una mentira.
¿Escuchas eso, hijo de puta maligno? Si estás leyendo esto, entonces en
buena hora. Al menos no me puedes tocar nunca más. Me dijiste cosas que
dudaba que hubieras dicho si supieras que cada vez que me tocabas, quería
despedazarte con mis propias manos. No me habrías dejado entrar en ese
helado corazón tuyo si supieras que cada vez que te deslizabas dentro de
mí, me regalaba a mí misma al diablo, todo para que él cumpliera una
promesa.
Ganaste. Pero un día, no lo harás. Un día, tus pecados se pondrán al
día contigo y todo habrá terminado. Mi hija ya es dos veces la mujer que
soy, y sigue siendo tan joven. Si vas tras ella, será lo último que harás. Lo
juro por todas las religiones, todos los santificados Dioses. Vas a morir,
Bryan. Recuerda mis palabras, vas a morir…
Un ruido sonó fuera de la habitación.
Mi cabeza se levantó de repente. Mi respiración era fuerte y rápida.
Me dolía con el dolor que mi madre escribió en el Diario Weaver. De alguna
manera, no usó tinta; utilizó su desesperación y frustración. Su emoción
latía de las páginas, apuñándose alrededor de mi corazón. Me enojaba, tan
malditamente tanto que no estuve allí para salvarla.
Había hecho lo mismo que yo.
Hizo a Cut enamorarse de ella, al igual que yo había ido tras Jethro,
para controlarlo.
Sólo que, a diferencia de Jethro, Cut no fue tan fácil de romper.
Todavía llevó a cabo la Deuda Final. Mató a la mujer de la que
estaba enamorado.
¿Y todo para qué?
El ruido vino de nuevo.
Mi pulso se aceleró. Con manos temblorosas, cerré el diario y lo
deslicé bajo las mantas.
Después de la visita de los abogados, me dirigí a la cocina y
almacené alimentos. No sabía con qué frecuencia estaría encerrada en mi
habitación en este nuevo mundo sin Jethro.
Está muerto.
Está muerto.
No volverá.
Apreté las manos, obligando a la pena a mantenerse alejada.
No importaba cuán a menudo pensaba en él, siempre pensaba en él
como vivo y sólo a un corredor de distancia.
Mi cerebro me jugaba bromas. Cada vez que el antiguo Hall crujía,
oía mi nombre susurrado en las paredes. Cada vez que el viento silbaba y
se torcían mis cortinas, lo oí suplicar que lo encontrara.
Me estaba volviendo loca lentamente.
No puedo. Aún no. Tengo un trabajo que hacer primero.
Me concentré en la puerta de mi habitación, aguzando el oído por el
ruido. Después de mi incursión en las cocinas, arrastré mi provisión de
nuevo a mi habitación. El cocinero me dio una bolsa de lona para llevar
fruta enlatada, carne curada, galletas empaquetadas, y cereales. Escondí
la comida en el armario donde guardaba mis agujas, hilo, y cinta.
Si su intención era encerrarme, al menos no moriría de hambre.
Podría mantenerme fuerte y esperar para derribarlos.
Una vez que me preparé para la guerra, deliberé si debería mandarle
un mensaje a mi padre. Quería decirle lo mucho que lo amaba. Cuán
afortunados éramos de que esto pudiera terminar pronto.
Si Vaughn y yo moríamos... no habría más Weavers. Ni más niños
que atormentar.
La deuda terminaría para nuestro linaje, pagaría otro pobre de
sangre Weaver.
No es la forma que habría elegido, pero era una conclusión con la
que tenía que vivir, un legado que tenía que dejar.
Jethro.
Mi corazón se estrujó, pero mis ojos se mantuvieron secos.
El ruido vino de nuevo.
Fue leve, pero allí.
Un sonido de rasguño y apresurado.
¿Ratas, tal vez?
O una rata en particular.
Mi corazón resonó.
Daniel.
¿Había venido a cumplir su promesa de violarme esta noche?
¿Nuestra reunión privada lejos de la vista de Jasmine y Cut?
Miré las ventanas. Tono negro reflejaba mi habitación en perfecta
simetría, distorsionando la tela de colores, arremolinándolos en una obra
caleidoscópica.
Después de la reunión, una tormenta se estrelló sobre la finca,
empapando todo en húmeda oscuridad. Tenía mis luces encendidas desde
entonces, leyendo y absorta en el Diario Weaver.
Sólo generaciones seleccionadas habían añadido al gran tomo. Mi
madre no fue diligente, y otros fragmentos no fueron firmados. Me hizo
preguntarme si los Hawks les dieron una salida para la verdad, en lugar de
utilizarla contra ellos. No era un requisito escribir, sino una opción.
Mis ojos se clavaron en el reloj sobre el tanque de peces de color
turquesa.
11.00 pm.
¡Mierda!
Saliendo de la cama, me lancé a través del cuarto. Mis pies descalzos
se hundían sobre la alfombra gruesa, y las mallas y chaqueta de punto
que había usado durante todo el día se hallaban arrugados. Mi espalda y
cuádriceps dolían por el ejercicio que soporté después de regresar a mi
habitación.
No corrí, pero utilicé todos los músculos de mi cuerpo.
¿Cómo? Protegiéndome a mí misma.
Mi puerta se abrió de repente, golpeándose contra la cómoda que
laboriosamente vacié y empujé la más pequeña cantidad a través de la
alfombra. La madera antigua pesaba demasiado, pero pasé horas dedicada
a empujarla a través del cuarto, por si acaso.
Salté un montón cuando la puerta se estrelló contra la cómoda de
nuevo, un suspiro agravado explotando.
Él podría tener una llave para encerrarme en el interior, pero tenía
una mejor barricada. Sólo me tocaría cuando estuviera lista. Y entonces,
sería la última cosa que hiciera.
Supuse que le agradecía por su advertencia previa. Permitiendo que
me preparara para un visitante nocturno.
No sólo moví la cómoda a través de la puerta, también fabriqué
trozos de tela con agujas afiladas incrustadas para hacer una manopla
sencilla. Conté el número de tijeras que tenía, cuántas herramientas
podría utilizar para defenderme, y lo que causaría el mayor daño.
Escondí mi arsenal alrededor de la habitación. Algunos guardados
en mi mesita de noche, un poco debajo de mi estación de trabajo, e incluso
metidos en los bolsillos cosidos en mi edredón. Mi ropa también se sometió
a una mejora con agujas de tejer y escalpelos cuidadosamente cosidos en
puños y dobladillos.
Una vez que moví la cómoda, reemplacé los cajones y pesados rollos
de tela que se encontraban en el interior de su carcasa. No existía manera
de que alguien pudiera moverla. No a menos que tuvieran diez Diamantes
Negros fuera de mi puerta.
Lo cual no descontaría como una posibilidad.
Jethro se había ido. Pero eso no significaba que me iría en silencio.
Estoy lista, gilipollas.
Sólo inténtalo.
Casi en el momento justo, la puerta se golpeó de nuevo,
estrellándose contra la cómoda con un crujido resonando. Una maldición
cayó en el silencio; sacudieron el pomo, seguido de otro gran crujido.
Me puse de pie vibrando en el otro lado, sacando la daga de mi
cintura.
Daniel necesitaría una bomba para mover la cómoda, pero eso no
quería decir que estaba a salvo. ¿Quién sabía si tenía pasadizos secretos
en esta habitación? Casas antiguas, como Hawksridge tenían conejeras de
vías invisibles y compartimentos secretos.
La puerta se estrelló de nuevo, golpeteando más fuerte con
frustración.
Me acurruqué en una posición de batalla, preparada para apuñalar
la mano de Daniel a través de la grieta. Mi boca se hizo agua con el
impulso de lanzar blasfemias y maldiciones. Amenazar y boicotear.
—Nila, abre la maldita puerta.
Me quedé helada.
No era Daniel.
El tiempo pasó marcado, estirándose incómodamente.
—Nila... soy yo.
¿Yo?
La voz era femenina. Dulce y suave, pero silenciosa y preocupada.
No es un hombre con violación en su mente, sino una hermana con
pena.
Una hermana que no podía soportar.
Me reí con frialdad. —Así que obligarme a firmar esta tarde no fue
suficiente, ¿eh? —Mi mano se enroscó apretado alrededor de mi daga—.
¿Vienes a causar más daños al igual que tu jodida familia?
Jasmine contuvo el aliento.
Me moví un poco más cerca de la puerta, nerviosismo apareciendo
en mi sangre.
—Sólo abre la puerta. Ahora.
—¿Qué? ¿Así pueda darte la bienvenida para una fiesta de pijamas y
podamos pintarnos las uñas la una a la otra? —Resoplé—. No lo creo,
Jasmine. Eres una traidora a tus hermanos, una serpiente al igual que tu
abuela. —Llenando mi voz con veneno, escupí—: Eres igual que ellos, y no
quiero tener nada que ver contigo.
—No tienes elección. Déjame entrar en la maldita habitación.
Está muerto debido a ti. Está muerto porque te quería.
Mis dientes se apretaron. Dios, si estuviera frente a mí, la
apuñalaría en su pecho sin corazón.
—Vete a la mierda.
—Déjame entrar.
—No creo. La próxima vez que nos veamos, no terminará bien. Te
sugiero que te vayas de mi vista.
Jasmine golpeó la puerta o la embistió con su silla, el ruido
señalando ira rápidamente peleando. —Ah, joder, ¡¿qué vio él en ti?! —
Chocó contra la puerta de nuevo, bajando la voz—. Tenemos que hablar.
—No hablo con traidores.
—¿Quieres que traiga alguien que me ayude? Porque lo haré. Y no te
gustarán las consecuencias.
Mi mano se levantó, la luz de mis lámparas laterales besó la daga
con promesas. —Haz lo que quieras, pero te aseguro que será a ti a quién
no le guste la….
—¡Muy bien!
El silencio cayó.
La animosidad latía, asentándose lentamente cuanto más
permanecíamos calladas.
Por último, un pequeño susurro cayó a mis oídos. —Sólo dame dos
minutos. Sólo escucha. ¿Puedes hacer eso? ¿O es pedir demasiado?
Hice una pausa.
Dos minutos no eran nada en la vida. Sin embargo, dos minutos
para mí era un costo demasiado alto. Vivía en tiempo prestado.
—¿Por qué debería? —Me acerqué a la puerta a pesar de mí misma.
—Porque... es importante.
La honestidad genuina en su voz me arrastró hacia adelante. Sonaba
más real y verdadera en ese microsegundo que lo que lo hizo en toda la
tarde.
Inclinándome alrededor de la cómoda, miré por la rendija.
No había mucho visible, pero la cara de Jasmine brillaba en el
pasillo oscuro. Ojos enrojecidos, labios tristes, y tristeza manchada en sus
mejillas, no se veía bien.
De hecho, parecía diez años mayor que cuando la vi en la reunión.
Casi como si las últimas horas la hubieran drenado del todo.
Quería golpearme a mí misma.
¡No lo creas!
Era todo un acto. La perfecta timadora haciéndome confiar en ella
porque se veía tan deshecha.
—No funcionará, ya sabes. —Fruncí el ceño—. No compraré tu acto
de hermana triste. No después de lo que has hecho.
Levantó la mirada, su rostro demacrado. —Sé que me odias. Lo
siento. Pero tienes que dejar eso de lado y escucharme.
Si la puerta no nos separara, retorcería su cuello y ahogaría
cualquier palabra intrigante que quería decir. —No tengo que hacer nada.
Extendió la mano a través de la puerta.
Di un paso hacia atrás, levantando mi cuchillo. —No, a menos que
seas feliz con cuatro dedos en vez de cinco.
—Dios, ¡¿por qué no escuchas?!
—¡Porque no creo ni una sola palabra de las que dices!
—No, no con tus oídos, vaca tonta.
Me reí. —Una gran manera de lograr que escuche. Llámame una
vaca de nuevo y vamos a ver…
—¿Jethro no te enseñó nada?
Me quedé helada.
Rabia lívida se desplazó por mi espalda, en mis piernas, brazos,
cabeza. —Ni incluso…
—¿Hable de él? Es mi hermano. Ha sido mío mucho más de lo que
ha sido tuyo.
Mis oídos sangraban. —Era, no quieres decir. Era tuyo. Pero se ha
ido. ¡No pertenece a ninguna de las dos, y eso es todo tu culpa!
Suspiró, frotándose la cara con las manos. —¿Por qué eres tan
terca?
—¿Por qué eres tan condenadamente confusa? —Mis ojos cayeron a
su atuendo.
Hice una pausa, frunciendo la frente.
Un manto negro cubría sus piernas, junto con una sudadera con
capucha negra y guantes negros. O había llevado el luto a un nuevo
extremo y mudó su pijama a la oscuridad también, o...
—¿Qué te traes entre manos, Jaz?
Sus ojos se levantaron de repente. —¡Finalmente! Finalmente haces
una pregunta decente. —Miró por encima del hombro—. Déjame entrar. Te
diré.
Negué con la cabeza. —Nop. No pasará.
—No tengo toda la jodida noche, Nila. Déjame entrar antes de que
sea demasiado tarde.
Mi corazón saltó un latido. —¿Qué? ¿Qué… qué quieres decir?
¿Demasiado tarde?
—Te lo diré si abres la puerta.
—Dime antes de abrir la puerta.
Ya no era ingenua. No caería en más trampas de los Hawks.
Tenía sus motivos y secretos, igual que todos los demás. Sólo, que lo
que dijo acerca de escuchar... ¿qué quería decir? ¿Con mis instintos? ¿Con
mi corazón? ¿Qué podía tener que decirme que ya no supiera?
Era una perra sin corazón que debería haber muerto y no su
hermano.
Frunció el ceño, su elegante corte bob negro cubrió de nuevo su
cara. Cuanto más la miraba, más mi corazón se aceleraba. Algo estaba
apagado, algo estaba mal.
Se veía como un ninja a punto de ir a un robo.
Parecía como si supiera algo que yo no.
Parecía como si todo lo que vivió a través de las últimas horas era
una mentira. Y esta era la verdad.
Esto era real.
Bajé el cuchillo. —¿Que… qué está pasando?
Sonrió con fuerza, nuevas lágrimas corrían por sus mejillas. —¿Me
creerás? ¿Finalmente estás escuchando?
La piel de gallina se extendió en mis brazos.
Tragué. Asentí.
Se dejó caer como si pudiera finalmente compartir la carga que
llevaba.
—En ese caso... —Contuvo el aliento—. Necesito tu ayuda.
Tardó una eternidad para que encontrara mi valor.
Sabía que en el momento en que hablara, mi mundo cambiaría todo
de nuevo.
Por último, murmuré—: ¿Para qué?
Extendiendo la mano a través de la puerta, agarró mi mano.
Sus ojos brillaban.
Le temblaban los labios.
Su voz me partió en dos.
—Necesito tu ayuda... porque... —Me apretó los dedos, alegría
explotando en su cara—. Nila, él está vivo.
Traducido por Vane Farrow
Corregido por Annie D
Jethro[
La muerte era peor de lo que alguna vez imaginé.
Esperaba cuando llegara el día, sería gentil, un corte tierno cuando
fuera viejo y gris, una simple transición de un mundo a otro. No importaba
que nunca creí que llegaría a la vejez... era lo que fantaseaba.
Sin embargo, si hubiera sabido lo insoportable que sería, si hubiera
imaginado lo prolongado y atroz que era morir en realidad, me hubiera
puesto fuera de mi miseria hace años.
¿Debido a que esto? No existía nada superviviente sobre esto.
Este no era el cielo. Mierda, ni siquiera era el infierno.
Era la condenación en la tierra y todavía me aferraba, no importa lo
jodidamente doloroso.
—Tú todavía… —Tosí, incapaz de continuar. Mis pulmones se
hallaban pesados, mi cuerpo en llamas. Existía en el borde. El borde de
deslizarme lejos, muy lejos y no volver nunca más.
No estaba deshidratado o hambriento.
No sentía frío ni desprotección.
Pero ninguna de esas simples necesidades humanas podría
salvarme. Me quedé sin tiempo, y ahora era una simple cuestión de juegos
en los que la dolencia me mataría.
¿El sangrado constante?
¿La fiebre extendiéndose?
¿El agujero de bala?
Renuncié a tratar de elegir. Pensé que me desvanecería hace horas,
cediendo finalmente ante el dolor.
Pero no.
Todavía me aferraba, colgando del acantilado proverbial, demasiado
débil para soltarme y demasiado débil para no hacerlo.
¡Dios, por favor deja que termine!
Me estremecí mientras absorbía una respiración profunda.
Respirar... Divertido que odiaba y amaba la acción.
Lo odiaba porque otra respiración significaba que sobreviviría unos
minutos más. Lo amaba debido a que respirar significaba que aún existía
por Nila.
Nila...
Mi corazón intentó acelerarse, evocando la costurera de cabello
oscuro que capturó mi corazón. Pero todo lo que consiguió fue un golpeteo
patético.
Gimiendo con el peso de mil dagas, miré el catre al otro lado de mi
mazmorra.
Cómo llegamos hasta aquí, no tenía ni puta idea.
Por qué teníamos suero en nuestras manos, mantas agrupadas
alrededor de nosotros, y medicina administrada crudamente, era un
completo misterio.
¿Quién hizo esto?
¿Por cuánto tiempo habíamos estado aquí?
¿Cuánto tiempo pasó?
¿Quizá este era el purgatorio? ¿Un lugar intermedio, una existencia
deplorable donde sólo el peor iba a pagar la penitencia?
No podíamos estar vivos. ¿Podríamos?
Una luz parpadeante en la esquina mantuvo a los vampiros de la
cripta en la bahía, pero no ofreció ninguna calidez, ningún respiro del
antiguo hielo calándose en mis huesos de las catacumbas olvidadas por
Dios.
Me quedé mirando vagamente la forma de un hombre envuelto en
mantas. Sólo que él no se había movido, gemido, o hecho un sonido en
horas. Mi don, no mi maldición, ya no funcionaba.
Alguien más se encontraba aquí abajo conmigo. Sin embargo, no
tenía pensamientos, ni temor, ni súplicas.
No quería admitirlo, pero mi hermano... ya no estaba vivo. Sin
embargo, tenía que tratar de traerlo de vuelta de entre los muertos. Tenía
que recordarle que me encontraba allí para él, para que no se diera por
vencido, a pesar de que deslizarse por el precipicio se hizo más atractivo a
cada minuto. —¿T-tú todavía es-estás vivo, K-Kes?
Nunca oí su respuesta.
En el momento en que terminé, caí en un estupor que duró supo
Dios cuánto tiempo. Mi energía muerta y me sumí en sueños, pesadillas y
fantasías.
En un momento, volaba a través del bosque sobre Alas.
El siguiente, me hallaba de vuelta en esa habitación odiada hiriendo
a Jasmine para arreglarme a mí mismo.
Un segundo, hacía el amor con Nila, deslizándome dentro de su
calor.
El siguiente, temblaba con hielo huyendo de Hawksridge cuando
tenía catorce años.
Cada hora, me volvía más débil. Cada hora, me deslizaba un poco
más.
Si no fuera por el terror de dejar a Nila en el mundo atroz que ayudé
a crear, simplemente me dejaría ir y desaparecería.
Quiero tan jodidamente mucho desaparecer.
Quería libertad del dolor.
Santuario de la agonía.
No era lo suficientemente fuerte como para vivir con semejante
tormento aplastante del alma.
Pero no importa cuán caliente y llameante mi dolor se hiciera. No
importa qué tan delirante y atormentado por los temblores me encontraba,
no podía morir.
Me negaba a jodidamente morir.
No puedo. No mientras estén vivos.
Era mi deber acabar con ellos. Poner fin a la locura de mi herencia
que se salió con la suya durante siglos.
Sólo una vez que hubiera equilibrado la balanza de lo correcto e
incorrecto podría relajarme y dejarme llevar.
Sólo una vez que hubiera salvado quién me salvó podría decir adiós
y caer en el vacío.
Mi corazón tartamudeaba de vez en cuando, fuera de sincronía, sin
energía, casi como si reconociera la muerte y quisiera ceder. Lo obligué a
hacer lo esencial, librándome de una tumba. Yo estaba en el ataúd listo
para ser enterrado, pero no era un cadáver por el momento.
Entrecerré los ojos a la luz sin brillo, siguiendo los contornos del
cuerpo de mi hermano.
Todavía no se movía.
El tiempo tenía un contexto extraño aquí abajo. Podría haber pasado
décadas desde que pregunté si estaba vivo o sólo unos segundos.
Podría voltearme para estar frente a él, esperando ver un cuerpo
cubierto de sangre, sólo para encontrarme cara a cara con un esqueleto
polvoriento en su lugar.
Todo era posible en la cúspide de la muerte.
Mis pulmones muriendo hicieron todo lo posible para trabajar a
través de las cenizas y moho para hablar de nuevo. —K-Kes...
Un minuto más pasó o tal vez fue una hora, pero, finalmente, mi
hermano se movió. Su gruñido de agonía resonó en las paredes.
No me hallaba solo.
Aún no.
Nila[
La perseguí.
¡Está vivo!
Vértigo trató de hacerme tropezar mientras corría tras sus ruedas.
Desconfianza y sospecha hicieron lo posible por matar a mi embriagadora
felicidad.
Está vivo.
Está vivo.
Es un milagro.
Nunca me afectaron ese tipo de palabras. Nunca tuve una voz que
chocara contra mi corazón, arrancara, reiniciara, y me dejara en una
esperanza tan cruel, no quería respirar en caso de desequilibrar este nuevo
mundo lleno de peligros y descubrir que Jethro no estaba vivo después de
todo.
Quería llorar. Gritar. Reír.
¡Está vivo!
Corrí más rápido cuando Jasmine se impulsó hacia delante.
Nunca había sido amiga de una persona con una discapacidad. Me
gustaba pensar que era de mente abierta y trataba a todos de la misma
manera, pero la sociedad aún tenía un estigma sobre la igualdad.
Jasmine hizo añicos toda la incomprensión que tenía.
Pensé que tendría que dejar pasar el tiempo a su lado. Equivocada.
Tuve que correr para seguirle el paso.
Pensé que tendría que abrir puertas y ofrecer asistencia alrededor de
curvas cerradas. Nop, Jaz maniobró su silla, la puerta, y cerró con llave
más rápido de lo que jamás podría.
Era feroz y fuerte, y aunque se sentaba debajo del nivel de mis ojos,
su personalidad consumía la mía.
Me hallaba en su sombra.
Está vivo.
¿Pero cómo?
No me había dado respuestas. En el momento que me dijo que
Jethro no había muerto, vacié la cómoda, la empujé fuera del camino, y la
seguí sin otro estímulo.
¿Era una trampa? ¿Una broma de mal gusto?
Completamente posible, pero no podía ignorar la oportunidad de
salvar a Jethro. Tenía que poner fin a este dolor antes de que me rompiera.
Finalmente escuchar a Jasmine me dio nueva comprensión. Dejé de
escuchar con mis oídos y confié con el corazón. Me di cuenta de cosas que
habían sido tan obvias, pero de las que estuve tan cegada. Ella adoraba a
sus hermanos. Se destrozó con su dolor. Sin embargo, en lugar de
odiarme... estaba... está tratando de salvarme.
¿Eso podría ser posible?
¿Todo lo que sucedió, la lucha por la propiedad y todas las
enmiendas al contrato, podría ser por él?
¿Le pidió que hiciera eso?
Para protegerme.
—¿No ibas a herirme... verdad? —susurré, bajando otro laberinto de
pasillos. Sin luces encendidas en nuestro camino, y las cámaras de
seguridad arriba no parpadeaban. Ninguna luz roja dio a entender que
nuestra carrera de medianoche fue grabada y lista para delatar.
No sabía cómo las apagaba. No sabía cómo conocía que Jethro se
encontraba vivo. No sabía nada.
Estoy a ciegas.
—Ya era hora, maldita sea —murmuró, empujando hacia adelante
como un tanque—. Pensé que se suponía que eras inteligente.
Tapices colgaban silenciosos y represivos. Pinturas de monarcas
muertos husmeaban con desdén mientras nos apresurábamos
sigilosamente como pequeños ratones. La terrible sensación de ser
arrastrada sin control apretó mi corazón. Quería hacer tantas preguntas,
pero algo me detuvo.
Está vivo.
Y quería que permaneciera de esa manera.
—¿Cómo se supone que lo iba a saber? Fuiste tan...
—¿Convincente? —Miró por encima de su hombro, con los brazos
empujándola hacia delante—. He aprendido de los mejores.
Cayó un incómodo silencio. Nos dirigimos más profundamente en la
sombra.
Jasmine rompió la crispada tensión. —¿Qué te hizo dudar ahora?
Me detuve. Yo misma me había hecho la misma pregunta. La única
conclusión que podía surgir fue: porque finalmente escuché la verdad en
lugar de lo que he oído.
No le respondí. En cambio, contesté su pregunta con otra. —¿Todo
lo que pasó en la reunión... no fue real?
Sus labios se torcieron en una misteriosa sonrisa. —Ya sabes la
respuesta a eso.
—Ya no sé nada.
Se rió por lo bajo. —Eso es un testimonio de mis habilidades de
planificación.
Nos agachamos por debajo de otra cámara. —¿No tienes miedo de
que nos atraparán?
Me dio una despiadada sonrisa. —No.
—¿Pero Cut no verá las grabaciones?
Extendió su sonrisa. —Nop.
No me molesté en preguntar de nuevo. Había hecho algo. Y supuse
que nunca lo sabría.
Mi estado físico no era útil, mientras nos agachábamos y
serpenteábamos a través del antiguo salón. Jasmine mantenía un ritmo
perverso, y cada latido del corazón me aplastaba con el mismo increíble
mensaje.
Está vivo.
Está vivo.
Llega a él más rápido.
Persiguiendo a Jazmine en su atuendo negro y rapidez, mi mente se
llenó de otras preguntas. ¿Dónde pasa sus días? ¿Cómo se desplaza?
¿Cómo mantuvo esto en secreto? —¿Cómo te mueves de arriba a la planta
baja?
Sus ojos se abrieron ante mi aparente pregunta al azar. —Tengo un
ascensor privado en el centro de la casa. Se dirige a unos cuantos pisos.
—¿Hay más?
Resopló. —¿En serio? ¿No has visto el tamaño de este lugar?
Probablemente hay cientos de habitaciones que todavía no has visto.
Prisiones, dormitorios y bóvedas secretas llenas de tesoros.
¿La madre de Jethro podría estar oculta en una? ¿Podría haber
innumerables misterios ocultos simplemente esperando derribar a los
Hawks?
Un escalofrío me recorrió la espalda. —Dime lo que está pasando.
¿Dónde está Jethro?
Sacudió su cabeza. —Solo tendrás que confiar en mí.
—Ya te lo he demostrado. —Quitar la cómoda y seguir a Jasmine
demostró dos cosas: una, que me encontraba dispuesta a poner mi vida en
sus manos, y dos, que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa con el fin
de salvar a su hermano.
Está vivo.
Está vivo.
No se ha terminado.
—Todo lo que necesitas saber es que está resistiendo, y necesito tu
ayuda.
—Cualquier cosa. Haré lo que necesites.
Sus ojos se suavizaron. —Esperaba que dijeras eso. —La máscara de
mujer serena se deslizó, mostrando el pánico por la vida de su hermano.
Mi corazón se hizo un nudo. —Kes. ¿Está vivo, también?
Mi columna se tensó, preparándose para las malas noticias. Parecía
demasiado tener a Jethro volviendo de la muerte, mucho menos el otro.
Contuvo el aliento. —Lo está. Por ahora.
Mis manos se cerraron en puños. Quería correr más rápido. —¿Qué
significa eso?
Miró con furia hacia delante, estrés afinando su boca. —Fueron
trasladados antes de que Cut pudiera disponer de ellos. Hemos hecho lo
que hemos podido, pero no es lo suficientemente bueno. —Tragó saliva—.
Se nos acaba el tiempo.
Nosotros...
¿Ella y Flaw?
—¿Dónde los pusiste?
—El único lugar no monitoreado.
—¿Y, dónde está eso?
Bajó la voz. —No importa. No vienes conmigo.
Mi estómago dio un salto. Tenía que verlo. Tenía que abrazarlo,
besarlo y decirle que nunca dejé de amarlo. —Viniste por mi ayuda. Voy
contigo.
Jasmine frunció los labios. —Tiene que ser de esta manera. Tiene
que ser esta noche. Y tiene que ser ahora. Cuanto más tiempo discutas,
menos tiempo tenemos y peor será para todos nosotros. ¿Entiendes?
Quería discutirlo, abofetearla y dejar de lado la impotente rabia en
su interior. En cambio, contuve mi temperamento. —Bien.
Pero al minuto que esté a salvo y bien, lo estoy reclamando. Él es mío,
no tuyo.
Volando por una esquina, Jaz susurró—: Ahora, guarda silencio. Las
respuestas vendrán más tarde.
Jethro[
—No. Así no, maldición.
—Calla, mujer. Creo que sé cómo usar un soplete.
—No, obviamente no lo haces. No tienes la válvula abierta para el
acetileno.
Una maldición, un rasguño, y entonces un fuerte siseo.
Imágenes de serpientes retorciéndose y de llamativas cobras llenaron
mi mente nublada. ¿Qué diablos? ¿Por fin había salido de la tierra y caído
al infierno, donde los reptiles y los dragones esperaban mi muerte?
Algo brillante y feroz se deslizó a través de la oscuridad.
Me estremecí.
Sí, sin duda era el infierno.
Están esperando por mí.
El calor de sus bocas respira-fuegos batallaba lejos del frío
penetrante.
—Ahora tienes demasiado. Mézclalo con el oxígeno, idiota.
—¿Idiota? Mantén los insultos a un mínimo. De lo contrario, tendrás
que buscar otro burro para que te ayude.
—Solo… déjame. —Un arrastrar sonó, seguido por otra ráfaga de
calor y luz.
Las voces se hicieron eco como si vagaran a través de abismos de
agua y escombros. Femenina y masculina; grave y entonada.
¿Desde cuándo los dragones hablan?
—¿De todos modos cómo diablos hiciste para conseguir esta cosa
aquí? —El siseo se hizo más fuerte, chispas iluminando la oscuridad
detrás de mis ojos.
—Un amigo lo puso aquí. Lo único que teníamos en la finca que
abriría la cerradura.
—¿Nunca han escuchado de una jodida llave?
Más luz. Más siseo.
—Él cometió un error. Cerró la puerta para mantenerlos a salvo, sin
darse cuenta de que sólo había una llave.
—¿Y no tuviste ganas de usarla? ¿Demasiado fácil? ¿Querías ir por
la ruta de James Bond?
Una maldición seguida por una lluvia de chispas más brillantes que
cualquier fuego artificial.
—Cállate. Para tu información, no fue posible conseguirla.
—¿Por qué? ¿El querido padre la tiene?
Un chirrido, seguido por otra explosión de calor. La chica gruñó—:
Sí.
—Nunca he conocido a nadie tan bajo el control de su padre.
Una pausa seguida por una fuerte maldición. —Eso es lo que te pasa
por hablar de cosas que no entiendes. Ahora, cállate. Haz la mezcla bien. Y
saca a mis hermanos de allí antes de que te golpeé de nuevo.
—¿Alguien te ha dicho alguna vez que eres malvada?
—Todo el tiempo. Ahora haz lo que digo.
Su conversación cesó, sustituida por la canción de cuna del fuego y
la quema.
Perdí la noción de la realidad y de la vida. Ya no era más un ser
humano. Ni tenía dolor o muerte.
Simplemente era... tiempo.
Sin sensación ni recuerdos. Sin dificultades o angustias. Solo el
tiempo marcando más allá de lo indeseado e invisible.
No era nada, nadie… desaparecido.
—Por el amor de Dios. Levántame de nuevo. Yo lo haré, maldita sea.
—¡Lo estoy haciendo, mujer! ¿Cuántas putas veces necesito
decírtelo?
—No vas lo suficientemente rápido.
La luz amarilla se volvió blanca con poder, haciéndome señas hacia
adelante, prometiendo una vida mejor que la que tuve que soportar.
Quería llegar a ella, entrecerrando los ojos en mi mente mientras la
luz se hacía más grande, más brillante, aspirándome a su orbe.
Nunca había visto algo tan puro… como si estuviera mirando el
núcleo del sol o la entrada al cielo.
¿Soy digno del paraíso, después de todo?
—Apresúrate. Tenemos que irnos.
—Mujer, dame un maldito momento, ¿de acuerdo?
La luz estalló como una supernova. El siseo aumentó en decibelios
hasta que hizo eco en mis dientes. Electricidad se expandió en mis
músculos, volviéndome poco a poco a la vida. Traté de moverme, para ver
qué bestia siseaba tan fuerte, pero ya no podía comandar mi cuerpo. Se
hallaba débil y roto y estaba más allá de escuchar tales peticiones.
Mi mente confusa no se centraría; jirones de pensamientos y
parpadeos de imágenes, todos se desvanecieron con cada fallido latido del
corazón.
No sabía por qué continuaba aferrándome a cualquier apariencia de
vida que tenía.
Esto no era vida.
Era una simple condena.
—Mierda, no está cortando.
—Sé que no está jodidamente cortando. ¡Tienes mal la proporción!
—Si eres una maldita sabelotodo, tú arréglalo.
Mis oídos resonaban con disputas.
No conocía al hombre, pero la chica me recordaba a mi hermana.
Una niña que había amado desde la infancia, pero que también me volvía
loco. Agarraba constantemente mis juguetes favoritos y los escondía donde
nunca podía encontrarlos.
Corría en círculos alrededor de Kes y de mí. Volviéndonos locos,
probando que el amor no era suficiente para proteger a una hermana
exasperante de las represalias… generalmente en forma de ranas en su
cama o escarabajos en su cereal.
Intenté una sonrisa, pensando en esos momentos más felices.
La luz se apagó, seguida de un ruido de raspado.
—Ahora, gira ese calibrador a la izquierda y ese a la derecha. Ves
esas dos líneas... esa es la proporción ideal.
—Está bien. Hecho. ¿Ahora qué?
—Ahora, quiero hacer funcionar la vara.
—¿Qué? De ninguna manera.
Algo resonó en las paredes de barro. Mis oídos se torcieron,
recordándome que todavía funcionaban, incluso cuando otras partes de mí
no lo hacían. Hacía tiempo que dejé de sentir el suave chapoteo de gotas
intermitentes en la frente o de tensarme cuando una nueva oleada de
agonía bañaba mi piel con fiebre.
—Levántame y luego dame la vara. ¿Entendido?
—Dios, eres insoportable.
—Amable de tu parte darte cuenta. Ahora... levántame.
—Pero debería ser yo quien…
—¿Por qué? ¿Porque eres hombre y jugar con herramientas
eléctricas es un trabajo de hombre?
Un suspiro pesado. —No... porque es…
—Mira, el plan original era que yo utilizara el soplete. Si no hubieras
ido todo “Súper-macho” sobre mí, ellos serían libres y a mitad de camino de
Londres.
Silencio de nuevo.
Durante un tiempo, minutos me arrastraron, concediendo esa
sensación extraña de tiempo que no pasa, pero aún así horas
transcurriendo.
—Probablemente ya están muertos. No se han movido desde que
empezamos esto.
Una maldición lívida llenó el aire. —Si no lo logran, nuestro trato se
termina. Te prometí que Nila estaría a salvo si me ayudabas a rescatar a
mis hermanos. Si mueren... ¿por qué debería respetar eso?
Nila...
El nombre…
Como un ángel.
Nila...
Mi corazón se despertó de repente. Deshaciéndose de la muerte,
enviando sangre aletargada por mis venas.
Nila.
Mía.
La mujer que quiero, pero a la que le fallé.
—Threads saldrá de aquí, sin importar que no lo logren.
—Supongo que la única manera de saberlo con seguridad es
sacando a mis hermanos de aquí antes de que sea demasiado tarde.
Absorbí un inútil aliento... fue como respirar ceniza incinerada.
Antes, el vacío en el que existía no tenía ninguna emoción, ningún
sentimiento que me dejara seco. ¿Pero estas dos personas? Mierda. Tenían
mucho que decir y ninguna palabra correcta que decir. La mujer lloraba de
impotencia y desesperación, escondiéndolo debajo de bravatas y rabia. El
hombre… se hallaba simplemente demasiado impotente y perdido; solo
que lo cubría con confusión e incredulidad.
—Bien, bien, entiendo tu punto. —Botas se clavaron en el suelo de
tierra—. ¿Cómo debería hacerlo de nuevo?
Una risa burlona salió, persiguiendo demonios y monstruos. —Te
dije cómo. Tus brazos bajo mis rodillas y alrededor de mis hombros. No
puedes romperme.
—No, pero he oído hablar de gente como tú…
—¿Gente como yo?
—Mierda, solo me refería a personas con tu…
—Mi discapacidad… ¿es eso lo que ibas a decir? ¿Gente como “yo”
que no puede sentir nada por debajo de su cintura?
Una tos incómoda. —Solo me refería a que sé que puedes tener
moretones con facilidad y no es tan fácil de curar como alguien normal…
—Guau, esto solo se pone mejor y mejor. ¡¿Estás diciendo que no
soy normal?!
—Whoa, maldita sea calma…
—¿Sabes qué? No tengo tiempo para esto. Levántame, dame el
maldito soplete, y cierra la maldita boca. Cuando estén a salvo en el
hospital entonces podremos discutir las formas políticamente apropiadas
para discutir mi condición. ¿Entendido?
Un profundo suspiro. —Bien.
No podía darle sentido a nada.
¿Qué demonios significaba esto?
¿Mi cerebro me estaba gastando bromas? ¿Dándome una discusión
cargada de angustia, todo para qué? ¿Para evitar que me esforzara lo
suficiente para mantenerme lúcido? ¿O dos personas realmente
intentaban salvarme?
—Ahí. ¿Estás bien?
—Estaré bien una vez que los saquemos de aquí. Correcto, pásame
la vara.
Una pausa.
—Bueno. Llévame más cerca.
Unos segundos más tarde, el siseo comenzó. Quería levantar la
cabeza y mirar. Pero todo lo que podía hacer era disfrutar en la escasa
felicidad que el sonido daba y deslizarme de nuevo.
El brillo de repente estalló, pasando más allá de mis párpados,
imprimiéndose en mis retinas. Sin hablar, sin peleas, solo el lamido de las
llamas contra cualquier enemigo que lo destruyera.
El tiempo se escapaba de nuevo, como un disco defectuoso, saltando
adelante, chillando hacia atrás, nunca reproduciendo la pista en orden.
—Ya casi terminas —dijo el hombre.
Casi como una señal, un chasquido sonó, seguido de un chirrido
pequeño.
—Ah, mira. Qué poco confiabas en mí.
Más arrastres de pies. —Me retracto. Eres una chica, y sabes cómo
usar herramientas eléctricas.
—Tienes toda la maldita razón, lo hago.
Se hizo el silencio a excepción de una pisada ocasional y un sonido
de metal contra metal.
Suspiré mientras los ánimos arremolinándose alrededor de mí se
desvanecieron y el compañerismo y la victoria robaron su frustración. La
paz interior se instaló, y renuncié a tratar de aguantar.
La emoción desapareció, dándome un cuerpo que estaba frío,
hambriento, y plagado de dolor.
Estoy listo para irme ahora. Estoy listo para partir.
Pero entonces otro sentido volvió a la vida.
El sentido del tacto.
—Kite ... ¿puedes oírme?
El calor más suave revoloteó sobre mi mejilla y frente.
Quería gemir de puro placer. Para responder a su pregunta y
demostrar que no había renunciado, no importa lo mucho que ansiaba el
santuario.
—Te encuentras bien. Estarás bien. —El calor se precipitó sobre mi
pecho, mi brazo.
Luego, una voz muy dulce susurro en mi oído—: Te tengo, Jet. Ahora
estás a salvo. Solo espera.
Traducido por Miry GPE
Corregido por Vane Farrow
Nila[
—Está en el baño.
»No se siente bien y no puede venir a la puerta.
»Tengo su silla… ¿ves? Por supuesto, se encuentra aquí conmigo.
»Está en la cama. Tuvimos una fiesta de pijamas y no puede
levantarse.
Gemí, frotándome las dos manos sobre el rostro.
—Nada funcionará.
El cuarto vacío se tragó mis palabras, evitando que mis mentiras
llegaran a oídos Hawk.
Desde que dejé a Jasmine y a Vaughn en el pasillo que conduce
hacia las cocinas, practicaba una mentira creíble. Lo único era que, no
existía nada creíble. Después del odio visible entre Jaz y yo en la reunión
con los abogados, nadie compraría la excusa de una pijamada, plática de
chicas o pasar el rato juntas.
No hay esperanza.
Lo mejor que podía esperar era nada de visitantes y que V y Jaz
volvieran tan pronto como fuera posible.
Mi mente saltó de nuevo a la noche anterior.
Mi espalda se estremeció con misterio mientras V se inclinaba en la
oscuridad y, vacilante, tomaba a Jasmine de la silla. Nunca vi sus piernas
a la vista y tampoco pijamas holgadas, ni una manta ocultando los
músculos descarnados, pero verlas colgando sobre los brazos de V me
golpeó fuerte.
Hubo un tiempo en el que ella podía correr, montar a caballo y
perseguir a sus hermanos.
Ahora, tenía que confiar en el hermano de su enemiga para que
fuera su transporte.
Un precio brutal a pagar por una deuda que no conocía.
La mirada en los ojos de V mientras me daba la espalda y me dejaba
en el pasillo vacío con una silla de ruedas vacía, apretó mi corazón hasta
que no podía respirar. Ayudar a un Hawk iba en contra de todo en lo que
él creía. En su mente, traicionaba su postura sobre el chantaje en los
medios sociales, difamando el nombre Hawk, y defendiendo a nuestra
madre y a mí.
Sin embargo, allí estaba, abandonando a su hermana con el fin de
ayudar a otra a salvar a sus hermanos.
No era fácil, pero me mostró una mayor lealtad y fuerza de lo que
alguna vez vi. Atrás quedó el bromista engreído quien atraía mujeres con
una sonrisa. Atrás quedó el jugador desinteresado que trabajaba duro,
pero de alguna manera disfrutaba de la vida con cuchara de plata.
Mientras desaparecía con una Jaz vestida de negro en sus brazos,
creció de niño a hombre, y hubiera querido correr tras él y agradecerle por
salvar a Jethro; por una vez más poner mi felicidad por encima de la suya
propia y hacer lo que le pedí.
Tomó todo mi control no seguirlo. Agarrar los mangos de la silla de
Jasmine y llevarla en la dirección opuesta.
Van por ti, Jethro.
Ellos te salvarán.
Me mataba el que no estaría ahí. Que no sería la que le influyera
vitalidad, la que lo rescatara del dolor. Pero, al mismo tiempo, ese derecho
pertenecía a Jaz. Jethro sacrificó su vida para salvar la de ella, era justo
que ella hiciera lo mismo.
Por otra parte, ella arrastró a mi hermano a sus maquinaciones. No
dijo sus planes, cualquiera que estos fueran, serían ejecutados a la
perfección. Sin decir que estarían a salvo.
Si Cut los descubría, Jaz sería castigada, Jethro y Kes asesinados de
verdad, y Vaughn golpeado repetidas veces. No tenía duda alguna de que
lo destruirían hasta que rogara por la muerte.
¿Y todo para qué? Por la desafortunada maldición de ser de mi
sangre.
Deja de pensar en eso.
Miré la silla de ruedas, acechando en las sombras junto a la puerta.
Se veía tan triste, tan vacía sin su dueña. La máquina de metal se
lamentaba por su ocupante, ya sin querer proporcionar un propósito sin
ella.
El amanecer se ocultaba en el horizonte.
Remolinos rosa y manchas púrpuras lentamente hacían a un lado el
negro de la medianoche.
Por quincuagésima vez, miré el reloj.
Seis treinta y siete a.m.
Regresé a la habitación a las doce con diez minutos. Hace más de
seis horas.
¿Dónde estaban?
¿Qué hacían?
¿Aún estás vivo, Jethro?
¿Estás a salvo?
No dormí. No me relajé. ¿Cómo podría hacerlo cuando se hallaban
por ahí, escondidos bajo las cámaras dormidas y salvando a los hombres
que según Cut estaban muertos?
La cómoda se encontraba de regreso frente a la puerta, firmemente
acuñada y protectora. Pero eso no detuvo mi creciente pánico a medida
que cada hora de la noche se cambiaba por una de día y la posibilidad de
ser atrapados aumentaba.
—¿Cómo que Jasmine está perdida? No, no lo está. Se encuentra
aquí... en el baño. Y no, no puedes verla.
Gemí, caminando hacia el final de la cama. Eso sería un error. Si
estuviera en el baño, necesitaría su silla para moverse.
—Ella está tomando una siesta; no quiero molestarla.
Todo lo que Cut tendría que hacer, era golpear la puerta y
“despertarla” para darse cuenta de que no había una siesta que molestar.
—Dios, esto no funcionará.
¡Por favor, dense prisa!
La última luz de la luna se volvió luz solar, reflejándose en los
bordes plateados de la silla de Jasmine. Tenía la extraña sensación de no
estar sola. Como si el objeto inanimado de alguna manera tuviera vida,
como si tuviera una presencia en la habitación; el fantasma de Jaz;
dejando su impresión conmigo, incluso mientras corría aventuras con mi
hermano.
¿Qué hacen?
¿Funcionó el plan?
¿Cuánto tiempo más necesitarán?
No podía dejar de pensar en eso. Odiaba ser dejada atrás, dejada
para preocuparme, inquietarme y crear teorías dementes de qué pasaba
sin mí.
Hubiera dado cualquier cosa por estar con ellos.
No está muerto.
¡Está vivo!
Alegría burbujeó.
Sostuve una mano contra mi pecho, evitando que las burbujas
felices se dispersaran. Era demasiado pronto para celebrar. Demasiado
pronto para creer que estaba a salvo. De alguna manera horrible, no
quería traer la mala suerte al creer lo mejor cuando lo peor aún podía
ocurrir.
El tiempo siguió avanzando, volviendo mi miedo en depresión.
¿Y si Jasmine subestimó su plan para salvarlos? ¿Y si esperaron
demasiado tiempo? ¿Y si? ¿Y si? ¿Y si?
Mirando al reloj, me mordí el labio mientras la aguja de las horas
llegó a las siete a.m. Nadie en Hawksridge era un madrugador, pero
Jasmine jugaba con fuego. Tenía que volver y pronto. Tenía que regresar a
mi hermano.
Caminé por la alfombra gruesa. Cada crujido de la antigua casa,
calentándose con el temprano sol de invierno, me hacía saltar. Cada ruido
y gorgoteo de las tuberías viejas hacían que mi corazón se acelerara.
Tiene que haberlo logrado.
Tiene que haberlo salvado.
Un golpeteo sonó. Tenue y fugaz.
Me paré de pronto, mi mirada voló hacia techo, paredes, ventana,
puerta.
Llegó de nuevo.
El suave golpe y la voz más silenciosa. —Threads, abre.
Después de caminar decenas de kilómetros y morderme las uñas por
la preocupación, estaban de regreso.
Volé.
Con fuerza sobrehumana, hice a un lado la cómoda y abrí la puerta.
—Déjanos entrar. Rápido. —La voz de Vaughn era ronca y cansada,
pero viva.
Gracias Dios.
Me hice a un lado. El corredor oscuro ocultaba a mis visitantes
secretos hasta que llegaron a la penumbra y se precipitaron al interior.
Vaughn caminó hacia adentro con Jasmine asegurada en sus brazos,
moviéndose a través de los rayos de la luz del sol, mientras se dirigía
directamente a su silla.
Inmediatamente, cerré la puerta de nuevo, deliberando si poner la
cómoda de nuevo o no.
El brazo de Jaz colgaba sobre los hombros de él, su cuerpo relajado
en su abrazo. Algo era diferente.
Cuando él la tomó en brazos y desapareció hace siete horas, ambos
se hallaban incómodos y rígidos. Ahora, compartieron una experiencia,
una misión en la que no tuve el privilegio de participar.
La espalda de Vaughn se onduló bajo una nueva camiseta mientras
colocaba a Jasmine suavemente en el artilugio con ruedas. Lo miré. No
vestía eso anoche. El antiguo atuendo que vestía era una camisa azul
oscuro ensangrentada. Esta era una camiseta color gris oscuro, con una
etiqueta de una marca deportiva en el frente, para nada algo que mi
hermano usaría.
Mi corazón latía con misterios. ¿Qué vieron e hicieron juntos? ¿Qué
relación construyeron? ¿Y por qué no pude ser parte de eso?
Mi mandíbula se tensó cuando Jasmine le sonrió a V.
Él metió sus piernas inútiles en los estribos y dio un paso atrás. —
¿Estás bien?
Ella asintió. —Gracias.
Me acerqué, sintiéndome excluida, perdida y totalmente demasiado
cerca a las lágrimas.
Ella estaba de nuestro lado. Hizo lo que pudo para salvar a los
hombres que ambas amábamos, pero al mismo tiempo, no podía olvidar lo
desagradable que fue. El ardid de hacerme odiarla causaba que mis
sentimientos se dividieran. Quería que me agradara, pero una parte de mí
todavía tenía dudas, aún estaba en el borde.
Me pidió que muriera por su hermano.
Pero... ¿no haría lo mismo si se tratara de V?
Me tragué el dolor, me crucé de brazos. —¿Cómo fue?
Por favor, dime que fue un éxito.
El resto de eso: la tristeza de no compartir su aventura y el dolor por
no ser capaz de ver a Jethro disminuía al momento en que supe que se
hallaba en las manos de aquellos que podrían curarlos a él y a Kes.
Jasmine se acomodó en la silla mientras Vaughn dio un paso atrás.
Su mirada se encontró con la mía. —Los llevamos al hospital.
—Oh, gracias a Dios. —Mi corazón intentó saltar de mi pecho—.
¿Los doctores dijeron algo?
—Hay mucho que decirte, Threads. —Vaughn se acercó. Sus brazos
se envolvieron a mi alrededor, apretando con fuerza.
Lágrimas picaron en mis ojos.
No comprendí lo sola que me sentí, tan temerosa y con el alma en un
hilo durante toda la noche.
Acepté su abrazo, pero rápidamente me separé. No podía aceptar su
abrazo cuando cada parte de mí se sentía celosa de que no pude ser la que
ayudara. No podía encontrar consuelo en sus brazos, de lo contrario me
echaría a llorar. —Dime. Dímelo todo.
V me soltó. —Nos quedamos tanto como pudimos. Los llevamos ahí,
llenamos el papeleo, y nos despedimos cuando los llevaron a cirugía, pero
no pudimos esperar más tiempo a averiguar el pronóstico.
Su estómago gruñó audiblemente, destruyendo la atmósfera tensa.
—¿Pero, lo lograrán?
Su estómago gruñó de nuevo. Finalmente dándome una tarea que
podía realizar, me dirigí a mi escondite secreto en el armario de tela.
Vaughn miró a Jaz.
El rostro de ella estaba tenso. Su sudadera y mallas negras la
pintaban como un ladrón en la noche. Si alguien la veía vestida así,
tendría que dar muchas explicaciones. —Ellos estaban bien cuando los
dejamos. Pero se encuentran con los expertos ahora. Todo lo que podemos
hacer es esperar.
Sin estar dispuesta a caer en otro pozo de desesperación, forcé mi
mente a concentrarse en un escenario.
Lo lograrán.
Abriendo el armario, saqué una caja de barras de muesli. Mirando a
Jaz, pregunté—: ¿Cómo los mantuviste con vida por tanto tiempo? ¿Y
dónde? —Abrí la caja, le lancé una barra a V y una a Jaz. Ambos las
atraparon.
Jasmine sonrió en agradecimiento, metiendo la suya en la bolsa de
su silla de ruedas. V, por el contrario, quitó el envoltorio con los dientes y
la devoró en pocos bocados. —Joder, no he comido en mucho tiempo.
¿No lo alimentaron? Mi corazón se endureció. Más dagas de odio
crecieron hacia Cut y Bonnie. Quería matarlos lentamente, dolorosamente;
hacer con ellos lo que le hicieron a hombres y mujeres inocentes.
Jasmine respondió—: No fui sólo yo. Tuve ayuda.
—Malditamente correcto que la tuviste. —Guiñó V—. Yo.
Ella sonrió, una mueca entrelazada con genuina diversión. —No,
campeón. —Su mirada se encontró con la mía de nuevo—. Flaw.
Me paralicé. Tenía razón.
Mi mente saltó a nuestra conversación. Algo sobre que yo no lo
juzgara, y de qué él era una buena persona. —¿Él ayudó? ¿Cómo?
Ayer en el pasillo.
Se hallaban muy cerca... discutiendo sobre Jethro.
Jasmine suspiró. —Yo era un maldito desastre cuando Cut les
disparó. Quería caminar de nuevo cuando perdí la capacidad, pero en ese
instante quise volar. Elevarme a través del cuarto y arrancarle el jodido
corazón.
Mis manos se cerraron alrededor de la caja de barras de muesli. —
Conozco esa sensación.
—Después, Bonnie me llevó arriba y trató de calmarme. No estoy
completamente segura del resto, pero a Flaw se le dio la tarea de limpiar.
—Tragó, sus ojos se volvieron oscuros—. Se dio cuenta de que... no
estaban muertos.
—Tenían goteos y mierda... parafernalia médica ahí abajo —
interpuso Vaughn—. ¿Quién hizo eso?
—Flaw de nuevo. Abandonó la escuela de medicina después de
descubrir que los diamantes eran mucho más lucrativos que coser carne.
Conseguimos el equipo, pero no le dijo a nadie. Trasladó sus cuerpos,
colocó lo que necesitaban, luego vino a mí en el momento en que estuve
sola. Todo salió de acuerdo al plan, a pesar de la desgracia de cerrar la
puerta de la celda.
Eso ocurría a la vez que ella vino a salvarme de Daniel.
¿Cómo llegó a un plan tan rápido? ¿Y por qué Cut escuchó sus
demandas como hija mayor?
Mi mente. —Así que... ¿Flaw los mantuvo vivos?
Asintió. —Si no hubiera sido por él, se habrían desangrado sobre la
alfombra.
Sacudí la cabeza. —Pero había tanta sangre. Ellos se encontraban
inconscientes.
Jaz rodó más cerca. —Se realizó un milagro, Nila. Siempre estaré
agradecida por eso. Sin embargo, no hay garantía de que saldrán adelante.
Los doctores intentaron ser optimistas cuando llegamos, pero...
Vaughn retomó donde ella calló. —Las caras de los doctores,
Threads. Se podría decir que no tenían muchas esperanzas.
La alegría de saber que Jethro y Kestrel fueron rescatados estalló,
desinflándose como un globo de aire caliente, chocando muy rápido contra
la Tierra. —Así que... puede ser que aún... —No pude terminar.
Jaz sonrió tensamente, sus ojos brillando con lágrimas contenidas.
—Centrémonos en lo positivo. Están lejos de Hawksridge, con personas
que saben lo que hacen. Eso es todo lo que tenemos.
Un silencio terrible cayó, como una cortina que ya nos robaba a
Jethro y Kes.
Vaughn finalmente murmuró—: ¿Por qué mantenerlos ahí abajo?
Era un maldito calabozo.
Su línea de pensamiento me dio algo en qué enfocarme.
Jasmine saltó a responder, como si fuera incapaz de manejar el
silencio cuando no podíamos detener nuestras mentes de picotear los “Y
si”.
¿Y si no lo logran?
¿Y si lo hicimos demasiado tarde?
—Es el único lugar en Hawksridge que no tiene cámaras. Todas las
habitaciones, baños, bodegas; todas son monitoreadas. No podíamos
correr el riesgo de que Cut los viera.
Me enderecé. —¿Qué pasó con las cámaras anoche?
Sus manos se sumergieron en su cabello. Quitando la horquilla, dejó
que su corte bob liso cayera en su lugar alrededor de la barbilla. —Hace
unos meses, Kes me enseñó cómo cargar un virus que ponga las cámaras
en hibernación durante unas horas. Después de un tiempo, se reinician
como si nada hubiera pasado. Si alguien intenta arreglarlas mientras
están así, el virus secuestra el disco duro y arruina los datos de dos
meses. —Se encogió de hombros—. O nadie se dará cuenta y pensará que
la falta de grabación fue un fallo técnico, o alguien lo hará y pensará que
es un disco duro dañado.
—Interesante. —Vaughn se frotó la cara—. Tendrás que mostrarme
ese truco práctico. —Su estómago gruñó de nuevo, incluso más fuerte que
antes.
No pude ayudar a Jethro o mejorar su pronóstico, pero podría
ayudar a otro hombre que amaba. Volviéndome de nuevo al armario, cogí
un puñado de manzanas, galletas, y otra caja de barritas de muesli. Se los
di a mi hermano. —Aquí. Ten estos. —Dirigiéndome a mi closet, saqué
unos suéteres extra grandes que me gustaba usar con el hombro caído y
una correa y se los di, también—. Y estos. Para mantener el calor.
Jaz rodó hacia adelante. —Es una buena idea. Esa habitación es
congelante. —Sus hombros cayeron—. V, no ha sido precisamente fácil
tratar contigo esta noche, pero tú has sido increíble. Ayudar a mover a Jet
y Kes, conducir la furgoneta, llenar los formularios en el hospital. No creas
que no estoy agradecida porque lo estoy. Pero…
Vaughn tenía la boca llena con una manzana verde crujiente. —Pero
tienes que llevarme de vuelta.
Jaz asintió.
—No, seguramente puedes simplemente dejarlo i…. —Me moví entre
ellos.
Vaughn se tragó su desayuno. —¿No hay posibilidad de una
habitación más caliente? ¿Algo sin una ventana rota?
Ella sonrió con tristeza. —Lo siento. Tenemos que hacer que parezca
como si nada pasó. Cut no puede saber que Jet y Kes están vivos.
Cualquier escape o cambio de habitación lo harán sospechar. Sin
embargo, haré lo que pueda y te mudarás en unos pocos días.
Me paré frente a V, dejando fuera a Jaz. —No permitiré que lo
mantengan en ese lugar. —Poniendo las manos en las caderas, la fulminé
con la mirada—. ¿Por qué no puedes simplemente dejarlo ir? Estuviste
fuera de la finca esta noche. Sólo llévalo de regreso a Londres y déjalo
esconderse hasta que todo esto termine. Cut me puede culpar si se pone
sospechoso.
Vaughn me agarró de los hombros. —¿Piensas que haría eso? ¿Huir
y dejarte aquí?
Me zafé de su agarre. —Si no estás aquí, no tienen nada con que
controlarme. Seré libre para hacer lo que hay que hacer.
Los ojos de Vaughn destellaron. —No seas tan estúpida, Threads. No
voy a ir ninguna parte sin ti. Fin de la jodida historia.
Jaz se puso rígida. —Te das cuenta que al decir “cuando todo esto
termine” estás aceptando tu muerte, ¿verdad?
Gruñí. Estupendo. Algo perfecto para decir delante de un gemelo
sobreprotector.
—¿Qué? —exigió Vaughn—. ¿Qué demonios significa eso?
Rodé los ojos. —No aceptaré la muerte. Tengo mi propio plan para
poner fin a esto. De cualquier manera, necesito que te hayas ido, V. No
puedo tener gente que quiero aquí.
Jaz se lanzó hacia delante y agarró mi mano. —No hagas nada
imprudente, Nila. Le prometí a Jethro que te cuidaría. No puedo romper
esa promesa.
Mis ojos se abrieron. —¿Cuándo hiciste eso?
Su rostro se suavizó. —Hay una gran cantidad de conversaciones y
momentos robados en esta casa que no ves o escuchas. El día que la
policía vino por ti después de la Segunda Deuda, sabía que lo habías
cambiado. Se negaba a hablar conmigo. Me sacó de su vida por completo,
pero no necesitaba decirme para entender.
—Hay tanta mierda de la que no sé —se quejó Vaughn—. Necesito
un poco de formación. Alguien tiene que informarme sobre lo que me
perdí. ¿Segunda Deuda?
Jaz y yo no le hicimos caso.
Mi corazón se aceleró, borracho ante el pensamiento de Jethro.
Imaginándolo vivo y feliz. El hecho de que había hablado de mí... que su
hermana sabía lo que sentía por mí, hizo nuestro amor tan real. Incluso si
estaba prohibido.
Mi voz se volvió un susurro. —Eres como él... ¿verdad?
—¿Cómo quién? —preguntó V con la boca llena de galletas HobNob.
Jaz bajó la mirada. —¿Él te dijo?
Su tono era a la vez impresionado y un poco molesto.
—¿Esto te molesta? —La aversión residual de ella manchaba mi voz.
Sacudió la cabeza. —¿Molesta? No. ¿Sorprendida? Sí. Pero... sabía
que se había enamorado de ti. Podía sentirlo en él.
—¿Sentirlo? —V sacudió las migas de su camiseta—. Eso es algo
extraño para decir.
Me volví hacia él. —Ella es una PME. —Después de la lección de
Jethro, el otro día, me sentí orgullosa de saber el término. Saber el nombre
técnico para una condición tan común en las personas que se había vuelto
un defecto regular, de acuerdo a la sociedad.
V arrugó la nariz. —¿Qué demonios es eso?
Jaz rió. —No. Y Nila se ha equivocado. Soy empática hasta el punto
de sentir las emociones, pero ni de cerca tan malo como lo de Jethro. No
me llamo a mí misma nada diferente. Sólo en sintonía con mi hermano, lo
mismo que ustedes están en sintonía uno con el otro. —Agitó su mano
hacia V y yo—. Son gemelos. Hay diferencias entre ustedes, pero en
general, comparten la suficiente genética para sentirse el uno al otro en un
nivel más profundo.
Vaughn asintió. —Eso es gemelos para ti.
Jaz sonrió. —Gemelos y empáticos.
Un fuerte ruido sonó a unas pocas habitaciones.
Todos nos congelamos.
Los habitantes de Hawksridge estaban despertando.
Odiaba que las respuestas tenían que venir más tarde, pero odiaría
aún más si nos sorprendían. —Por mucho que quiera seguir hablando,
creo que... es el momento de esconderse.
Jaz asintió, rodando hacia la puerta. —Tienes razón. —Sin mirar por
encima del hombro, dijo—: V, te llevaré de vuelta a tu habitación.
Mi corazón se contrajo por la forma casual en la que llamó a mi
gemelo por su apodo. Quería decirle que no tenía derecho. Pero, de nuevo,
yo había robado a su hermano. Me había forzado a mí misma a su vida y
la reemplazó conmigo.
De repente, entendía a Jaz mucho más. Yo le gustaba porque era
buena para su hermano. Pero, al mismo tiempo, me despreciaba por
alejarlo de ella.
Corriendo hacia adelante, abrí un poco la puerta, pero puse el pie
fuera para evitar su desaparición. Agachándome, dije en voz baja—: Sólo
quiero darte las gracias. Tienes mi palabra de que no lo lastimaré, nunca
de nuevo. Estoy en esto para toda la vida, y espero que sepas que nunca te
lo quitaría por completo. —Sonreí—. Soy muy buena compartiendo.
—¿Compartiendo qué? —preguntó V, poniendo sus manos sobre los
hombros de Jaz.
La acción irreflexiva tras una noche de aventuras y contacto habló
más de lo que las palabras podían. Ellos se relajaron alrededor del otro. Lo
que sucedió había formado una confianza mucho más rápido que la que
Jethro y yo construimos.
Estoy… estoy celosa.
Pero también, extrañamente feliz.
—Nada. —Retrocedí, sonriendo a V.
Sin embargo, Jaz entendió.
Se encogió de hombros, quitando el toque de V. —Sin embargo, creo
que hay esperanza para ti y para mí, Nila Weaver. —Acariciando mi mano,
se giró hacia el pasillo.
V siguió, haciendo una pausa para darme un beso en la mejilla.
Cubrió su hombro con los suéteres que le di y abrazó su comida robada. —
Te veré cuando te vea, supongo.
Más pronto que tarde.
Me apretó con fuerza. —Todo estará bien. Ya verás.
Jaz contuvo el aliento. —Eso espero. Si Kes y Jet lo logran, habrá
esperanza para todos nosotros. —Sus ojos capturaron los míos, oscuros
pensamientos acechando en las profundidades—. Una cosa es segura. Ya
no se trata de Hawks contra Weavers. Somos la nueva generación. Hemos
heredado los pecados de nuestros antepasados. Pero seremos los que
cambiarán la historia.
Traducido por NnancyC & Vane Farrow
Corregido por Julie
Jethro[
Nila rió.
Levanté la mirada del reporte sobre el último buque de contrabando y
me cubrí los ojos debido al arrollador sol detrás de ella.
Permaneció envuelta en un halo de calidez dorada, como la diosa que
yo adoraba a diario. Ella era etérea, mágica… mía.
—¿Qué es tan gracioso?
Saltó a mi lado y me tomó una mano. Al instante que su piel tocó la
mía, mi corazón dio un vuelco. Incluso después de todo este tiempo juntos,
incluso después de entrelazar nuestras vidas completamente, aún estaba
perdidamente enamorado. Ella era mi reina, la guardiana de mi alma, al
igual que yo prometí cuando me rendí a ella la noche que le conté todo.
Con una sonrisa tierna, colocó mi mano sobre su vientre en
crecimiento.
Mi mandíbula se apretó con una mezcla de amor devorador, orgullo y
protección.
Llevaba mi hijo.
Juntos hicimos esta criatura aún no nacida.
Mitad suyo, mitad mío. Sería un Weaver y Hawk. Costurera y
contrabandista de diamantes.
Nuestro.
—Él pateó.
—¿En serio? —Presioné mi mano con más fuerza.
La firmeza de su vientre no se movió.
El rostro de Nila decayó. —Se detuvo.
La atraje cerca, presionando un beso en su bollito cubierto de algodón.
—Sigues diciendo él. Todavía no hemos descubierto el sexo. Podría ser una
niña.
Sacudió la cabeza; su largo cabello negro absorbiendo el sol como si
ella de algún modo aprovechara su poder. Amaba su cabello. Amaba cuán
libre la hacía.
—Es un niño.
Jalándola a mi regazo, la besé en los labios. Esta mujer me seducía
completamente. —¿Qué si no quiero un niño? ¿Qué si quiero una niñita que
sea tan perfecta como tú?
—Está reaccionando.
—Muévete a un lado, por favor.
Pitidos fuertes llenaron mis oídos. El dolor me inundó. La pesadez
me constriñó. La agonía me aporreó desde todas las direcciones.
Mierda, haz que se detenga.
No me gustaba aquí. Quería regresar. Retornar a donde el sol
brillaba y mi esposa llevaba mi hijo.
Más dolor in crescendo. Me di por vencido en pelear.
Mierda, haz que se detenga… ¡haz que se detenga!
Mi corazón se aceleró, empujándome precipitadamente en mi deseo.
Con un suspiro, dejé mi cuerpo, ignoré los llamados intentando
arrastrarme de vuelta a la vida, y caí.
—¿Quieres una niña?
Asentí. —Más que nada.
—¿Y qué si quiero un hijo?
—Tendrás que esperar.
Nila soltó unas risitas. —¿Esperar?
La atraje más cerca, inhalando su suave aroma de flores silvestres y
verano. —Hasta que tengamos otro.
—Señor Ambrose. Vamos.
La ilusión cálida se hizo añicos de nuevo.
Me tensé, preparándome para que el dolor me diera la bienvenida.
No había dolor. Solo una niebla. Una manta metalizada bloqueaba la fiebre
y la terrible agonía. Por primera vez desde siempre, pude pensar sin estar
discapacitado por el sufrimiento.
Con el dolor desaparecido, abrí las barreras para que todo lo demás
se volviese conocido.
Mi cuerpo estaba cansado. Más allá de cansado. Fatigado hasta los
huesos y aletargado.
No quiero estar aquí.
Extrañaba mi mundo de ensueño, donde todo era rayos de sol y
sonrisas, lejos de cuales fueran los recuerdos gruñendo en los límites de la
compresión.
Quiero olvidar… solo por un ratito más.
El sueño sujetó mi mente, jalándome hacia el pasado, deslizándome
bajo la superficie y entregándome de regreso a Nila.
—¿Otro? —Me dio una palmada en el pecho, riendo en la brillante
tarde—. Te estás poniendo un poquito codicioso, ¿no crees?
Acurruqué la nariz en su cuello. —¿Codicioso? No lo llamaría
codicioso.
Sus labios se abrieron mientras trazaba besos por su garganta,
bordeando su mentón, cerniéndome sobre su boca. Su aliento se quebró y
volvió superficial, esperando en anticipación de un beso. —¿Oh? ¿Cómo lo
llamarías?
Hice una pausa sobre sus labios. Quería con tantas ganar besarla.
Beber de su sabor y verter mi amor por su garganta. Quería tan
desesperadamente recompensarla. Hacerla olvidar el pasado y recordarnos
a ambos que había terminado. Que éramos libres.
—Lo llamo construir un futuro mejor.
La cabeza de Nila se echó hacia atrás. Capturé su nuca,
manteniéndola atrapada en mi control. La boca se me hizo agua, todavía a
milímetros de besarla.
—¿Cuántos? —susurró cuando mis labios finalmente tocaron los
suyos.
Mi lengua se deslizó en su boca, bailando un tango con la suya,
moviéndonos en el mismo baile que sabíamos de memoria. Reconocería a
Nila incluso si todos mis sentidos fueran robados. La conocería si estuviera
ciego, sordo y mudo. Siempre la conocería debido a que podía sentirla. Su
amor tenía un cierto sabor; un licor espumoso que me intoxicaba siempre
que dejaba caer mis muros y sentía lo que ella sentía, vivía lo que ella vivía.
Murmuré—: Tantos como podamos.
—Señor Ambrose, tiene que abrir los ojos.
Esa maldita voz de nuevo. Y ese nombre… era incorrecto. Ese no era
mi nombre.
Una vez más, intenté ignorar el tirón, queriendo caer de vuelta en el
sueño, pero esta vez las barreras se encontraban cerradas. No podía
deslizarme dentro.
Me cerní allí: en un mundo intermedio donde la oscuridad
ininterrumpida se volvía más luminosa y el mundo lentamente se
solidificaba.
El dolor seguía cubierto, el cansancio no era tan arrollador, pero
había rareza en todas partes.
Olores raros.
Ruidos raros.
Personas raras.
¿Dónde estoy?
—Eso es, despierte. No vamos a morder.
Me encogí contra el falso tono optimista. No toleraba la insinceridad
y quien sea me alentaba ocultaba sus verdaderos pensamientos.
Mi afección fue el primer sentido que retornó con completa fuerza,
alimentándome del hombre a mi lado… el hombre al que le importaba, se
preocupaba y me evaluaba clínicamente. En su mente, yo pertenecía a él.
Mi progreso, mi recuperación, era todo testimonio de sus habilidades como
mi…
Médico.
El lugar desconocido y olores desconocidos de repente tuvieron
mucho más sentido.
Luces brillantes eran más brillantes y la manta ocultándome del
dolor que vivía profundo en mis venas.
Drogas.
No podía moverme. No podía hablar. Podía apenas respirar.
Pero estaba vivo.
Y, erróneamente, siendo llamado señor Ambrose.
El sonido de pitidos un frenesí más rápido mientras me sumía en
todas las facetas de mi cuerpo. Dedos de la mano a dedos de la mano.
Dedos del pie a dedos del pie. Era como vestir en cashmere costoso
después de semanas de usar lana áspera. Era casa.
—Está volviendo.
—Eso es. Estamos aquí. No hay necesidad de temer. Está a salvo.
La voz del médico alcanzó la oscuridad restante en mi cerebro,
tirándome a la superficie. Mis ojos eran persianas pesadas, rancias y
llenas de polillas, rehusándose a abrirse.
Un oleaje de frustración vino de la nada, arrancándome más
velozmente de mi neblina, golpeándome dentro de un cuerpo que ya no
quería más.
Mis ojos se abrieron.
—Grandioso. Excelente trabajo, señor Ambrose.
Sin demora los cerré otra vez. El cuarto era tan brillante, demasiado
para ver.
—Dele un momento y la incomodidad pasará. —Alguien me palmeó
en el hombro. El toque de tambor resonó por mi cuerpo, despertando todo
lo demás.
Intenté nuevamente, esta vez entrecerrando los ojos para limitar la
cantidad de luz.
La escena ante mí cristalizó de un mar de vacilantes acuarelas a
formas que reconocí.
Conocía este mundo. Sin embargo, no conozco a estas personas.
Volví en un cuerpo roto, maltratado hasta quedar apenas con vida.
Estaba frío y sintiéndome con náuseas e interminablemente cansado.
Prefería mi mundo de ensueño donde Nila estaba a salvo, éramos felices y
no había maldad disparatada amenazando con separarnos.
El médico se aferró a mi mano, la que se encontraba libre de una
aguja intravenosa.
Traté de liberarme, pero mi cerebro falló en enviar el mensaje,
dejándome en su agarre. —Nos dio tremendo susto, señor Ambrose.
Tragué saliva, forzando mi garganta demacrada a lubricarse. —Es-
Ese no es m-mi… —me interrumpí antes de poder terminar.
Mi nombre… ¿cuál era mi nombre…?
Solo tomó un milisegundo.
Soy Jethro Hawk. Heredero de Haksridge, primogénito y
recientemente asesinado por su propio padre. Cada cosa de mi pasado, mis
suplicios y mi amor por Nila encajaron en perfecto lugar, dejándome lúcido
y consciente.
Por lo que mi padre sabía, yo había muerto cuando la bala destinada
a Jasmine rasgó mi cuerpo. Quien fuese me había entregado al hospital
estaba de mi lado. Y el nombre era una máscara manteniéndome a salvo.
Un destello de agonía hizo su camino a través de cual fueran los
analgésicos que me dieron, reactivándome en otro tema. —¿Qu-quién es
us-usted?
El médico me estudió. Su bigote retorcido color marrón y cabello
rizado sacudido no combinaba con la sombría bata quirúrgica verde claro
que vestía o la suavidad de su mano alrededor de la mía. Lucía como un
granjero excéntrico, alguien más en casa abrazando una gallina, que
cuidando de un paciente para regresarlo a la vida.
—Mi nombre es Jack Louille. Fui el cirujano que te operó. —Sus ojos
bajaron a mi estómago, cubierto en sábanas blancas almidonadas—. Casi
te perdimos por un ratito, pero respondiste bien al tratamiento.
—¿Qu-qué trat-tratameinto?
Sonrió con placer, con una ola de orgullo emitiéndose de él; sus
emociones de un trabajo bien hecho y satisfacción por sus funciones me
azotaron. —No sé cuánto recuerdes, pero te dispararon.
Asentí. —Mi me-memoria está completamente in-intacta. —Cuanto
más hablaba, más fácil mi garganta encontraba hacerlo.
—Ah, esa es una noticia genial. Como tú eres consciente entonces,
una bala te atravesó por tu costado. —Se inclinó sobre mí—. No necesito
decirte cuán cerca estuvo de ser una herida mortal. Una herida abdominal
puede romper los intestinos, el hígado, el bazo y los riñones. Hay también
vasos sanguíneos importantes que pueden ser cortados, lo cual equivale a
una posibilidad de supervivencia mucho más baja, especialmente en tu
caso, ya que fuimos incapaces de brindarte tratamiento inmediato.
¿Por qué era eso?
No pude recordar.
Recuerdos de la omisión de tiempo y el fuego silbando trataron de
tener sentidos. Kestrel había estado a mi lado…
¡Kes!
Me levanté de un salto, agarrando la muñeca del médico. Mi cuerpo
se encendió con agonía, pero lo ignoré. —El otro ho-hombre. ¿Está aquí,
ta-también? —No me atreví a decir su nombre. Dudaba que estaría bajo
ese nombre de todos modos, igual que yo.
El doctor Louille se detuvo, y su felicidad ante mi recuperación se
desvaneció al tiempo que la impotencia sofocaba sus pensamientos. —Su
hermano, todavía está con nosotros, pero... no sabemos por cuánto
tiempo. Sus lesiones fueron más extensas, menos sencillas de operar. —Se
aclaró la garganta—. Le diré acerca de él pronto. Primero, permítame
explicar su condición y luego necesita descansar. Hay tiempo para todo lo
demás después.
No, no hay tiempo.
Si Kes no estaba bien, quería verlo antes de que fuera demasiado
tarde.
Necesito a mi hermano. Mi amigo.
—Es usted lo que yo llamo un suertudo extraordinario. —Sonrió
Louille—. Una vez tuve un paciente que se resbaló en el baño y rompió una
ventana. El vidrio cortó su cuello, pero no la arteria yugular y la carótida.
¿Sabe cuán casi imposible es eso? Pero tuvo suerte. He tenido muchos
pacientes que, por derecho, deberían estar muertos pero de alguna manera
engañan a la muerte para que los deje en paz. —Palmeó mi hombro—. Es
el último suertudo. La bala le atravesó la parte alta del abdomen, pasó a
través de los músculos que rodean los órganos básicos, y nunca entró en
la cavidad abdominal. Has sufrido desmayos por la sobrecarga de
adrenalina y el dolor, y ha sido terriblemente desagradable y sangriento,
pero aquí estamos.
Mi cabeza palpitaba.
Aquí estaba yo.
Me han dado una segunda oportunidad.
No era tan despreciable que merecía morir; no era tan malo como
para merecer un billete de ida al infierno.
No voy a desperdiciarla.
Utilizaría esta nueva vida para arreglar todos mis errores y
garantizar que merecía la suerte de que me dieron.
—¿Cu-cuánto tiempo ha pa-pasado?
El médico Louille se pasó una mano por el bigote. —Estuviste en
cirugía durante tres horas y dormido durante tres días en cuidados
intensivos. Tus signos vitales fueron lo suficientemente fuertes para dejar
de depender del sedante y permitir que la naturaleza siga su curso.
¿Tres días?
¡Tres jodidos días!
Mierda, ¿qué pasó con Nila?
Mi corazón sonó fuera de control. Una cantidad exorbitante de
adrenalina me inundó. Me lancé hacia arriba, me tambaleé por el borde de
la cama. El dolor será condenado. Hijo de puta herida de bala condenada.
¡Tres días!
—M-me tengo que i-ir.
Louille posó sus manos en mis hombros, empujándome contra el
colchón. —¿Qué demonios hace? Le acabo de decir que fue afortunado.
¿Está tratando de arruinar esa suerte?
Luché, viendo un reloj moviéndose más cerca de la muerte de Nila
dondequiera que miraba.
¡Nila!
¡Tres días!
¿Qué le hicieron hasta este momento?
—Dej-déjame i-ir!
—Es imposible. Es mi paciente. Seguirá mis reglas. —Los dedos de
Louille se clavaron en mi bíceps, sosteniéndome en el lugar—. Cálmese o le
restringiré. ¿Quiere eso?
Me quedé inmóvil, respirando con dificultad. Mi estómago rechinó
con dolor agonizante.
Tres días…
Mi energía desapareció. Una oleada de mareo casi me hizo vomitar.
Oh, mierda. La habitación se volvió al revés.
Louille se compadeció y me soltó. —La náusea pasará. Es la morfina.
Solo acuéstese quieto y estará bien.
En todo lo que podía pensar era en Nila y el hecho de que la
abandoné.
¡Mierda!
—Molly, tal vez aumenta la dosis del señor Ambrose y aplícale un
sedante.
—¡No! —Ya perdí demasiado tiempo. De ninguna manera perdería
más. Necesitaba cada minuto despierto para sanar y volver corriendo a mi
mujer.
Mis ojos se posaron en la chica en el fondo. Una enfermera con el
cabello rubio recogido en un moño y un bloc de notas en la mano. Sus
emociones se encontraban bloqueadas, apenas registrando mi condición.
O bien se contenía o bien las náuseas mantenían mi sensibilidad al
mínimo.
Obligándome a permanecer cuerdo, al menos hasta que el médico se
fuera para que pudiera planear mi escape, pregunté—: ¿Cu-cuánto tiempo
ten-tendré que quedarme aquí?
—¿Por qué? ¿Tiene que asistir a algún viaje de esquí en Suiza? —Se
rió el doctor Louille. Cuando se dio cuenta de que hablaba muy en serio,
se aclaró la garganta—. Calculo tres semanas para estar totalmente bien.
Dos semanas para que sane la herida y otra para que se desvanezcan las
magulladuras internas. Veintiún días, señor Ambrose, entonces firmaré los
papeles de la salida y le enviaré lejos de aquí feliz.
¿Tres semanas?
Joder, no podía esperar tanto tiempo.
Incluso tres días me volvían loco.
Negué con la cabeza. —No puedo estar le-lejos por tan-tanto tiempo.
No me abandones, Nila.
Tenía que estar allí para mantenerla a salvo. No podía ser sometida a
más terror, sobre todo en las manos de mi padre y hermano bastardo.
¡Joder, joder, joder!
Mi corazón se apretó como un puto limón, cauterizando mi interior
con ácido cítrico al pensar en ella estando tan vulnerable y sola.
—Lo siento, señor Ambrose, pero no está en condición de irse. Y está
bajo mi cuidado hasta que diga que se encuentra bien. —Volviendo su
atención a la enfermera, le hizo un gesto para que se acercara—. Dame ese
número de teléfono. Mejor le hacemos saber a la familia que está despierto.
Mi corazón explotó a través de mis costillas. —¿Q-qué familia?
No le diga a mi padre bastardo.
Sería envenenado o sacrificado antes de que se terminara el día.
El doctor Louille alcanzó el teléfono en la mesita de noche blanca.
Todo en la habitación era o blanco, de vidrio, o azul claro. Un televisor de
pantalla plana colgado en la pared, mientras que una pequeña mesa y
sillas se encontraban en la esquina.
—La mujer que lo trajo aquí, por supuesto. —Se mordió el labio
inferior mientras marcaba un número y ponía el teléfono en la oreja.
Esperó a que se conectara—. Sí, hola, ¿señora Ambrose? Sí, es el doctor
Jack Louille. —Una pausa—. Tengo buenas noticias. Acaba de despertar.
Ya se lo paso.
Cubriendo la boquilla, me pasó el teléfono. Mi mente daba vueltas,
intentando mantener el ritmo. Negué con la cabeza. ¿Y si esto era una
trampa? ¿Y si era Bonnie?
El médico no tomó mi vacilación como un signo de detener su
persistencia. —Es su hermana. Ha llamado cada hora durante los últimos
días. Quítemela de encima y hágale saber que está bien. —Empujando el
teléfono en mis manos, dijo—: Hable con ella. Descanse. Volveré más tarde
para responder más preguntas y evaluar sus niveles de dolor. Y quédese
en la cama.
Mis dedos se cerraron alrededor del teléfono.
Sin promesas.
Huiría tan pronto como pudiera respirar sin querer vomitar.
Temblé, luchando contra el cansancio y la idea de hablar con
alguien todavía en Hawksridge, alguien a quien amaba, alguien a quién le
había fallado tanto como le fallé a Nila.
Esperé hasta que el médico y la enfermera se hubieran ido, y sostuve
el teléfono a mi boca. —¿H-hola?
La pausa más larga crepitó en mi oído.
—¿H-hola? ¿Estás allí?
Un sorbido vino por la línea. —Ya era hora, condenado idiota.
Mi corazón latía más fuerte.
Podría haberle fallado a Nila.
Podría haber estado muerto durante unos días.
Pero Jasmine logró lo imposible. Si me mantuvo vivo, tenía que
confiar en que había hecho lo mismo con Nila.
—Tú si-siempre tuviste un gr-gran te-temperamento, Jaz.
—Dios, tú de verdad... —Su voz se quebró y luego explotó en sollozos
ruidosos.
Más tarde supe lo que había hecho por nosotros. Cómo nos salvó.
Cómo Flaw nos mantuvo a Kes y a mí con vida el tiempo suficiente para
sacarnos de la finca sin ser vistos. Cómo nos escondió en la cripta,
proveyéndonos medicina, dejándonos para fosilizarnos lentamente y
volvernos en esqueletos debajo de la casa en la que viví toda mi vida,
trabajando contra reloj para llevarnos a un lugar seguro.
Le debía a Flaw una deuda enorme. Le pagaría con creces. Pero
tampoco subestimaría mi hermana o la tomaría por sentado nunca más.
No podía creer que había dejado voluntariamente Hawksridge.
Después de una vida de encadenarse al Hall, incautó uno de los
muchos vehículos en la cochera y de alguna manera nos trajo a Kes y a mí
al hospital. Por la forma en que hablaban los médicos, sonaba como si era
algo simple. Una o dos horas, y Kestrel habría muerto y yo no mucho
después.
Cómo se las arregló para hacer eso, no tenía ni idea. La llamada
telefónica fue breve, susurrada, una rápida puesta al día así Bonnie no
escucharía. Su alivio había sido genuino, pero también me ocultó algo.
Algo que tenía la intención de averiguar.
Después de colgar, la enfermera vino de nuevo y contra mis deseos,
puso más sedante en mi suero.
No podía tratar de correr. No podía valorar lo débil que estaba. Todo
lo que podía hacer era deslizarme en sueños vacíos como un idiota
drogado. Nila no vino a visitarme y, desperté molesto y herido a las pocas
horas.
Kestrel robó mis pensamientos por la billonésima vez desde que
desperté. Mi corazón se encontraba destrozado por mi hermano.
De acuerdo con Louille, todavía no despertaba. Se encontraba en
cuidados intensivos y un coma inducido. La bala de la que salvé a Jaz fue
un disparo limpio. Por la propia admisión de Louille, yo era un “suertudo”,
una suerte de la naturaleza, un puto milagro. No hay huesos rotos, ni
órganos destrozados. Una herida de entrada y salida, y me dejó sangrando
e infectado, pero por lo demás intacto.
Pero si yo era un milagro, eso venía con ciertas obligaciones y
privilegios.
Privilegios, a los que recurriría con el fin de terminar con el hombre
que me mató.
Obligaciones que quería mantener ahora que era libre.
Regresé de entre los muertos.
Y llevaría la ira del infierno hacia mis enemigos.
Traducido por Paltonika & florbarbero
Corregido por Vane Farrow
Nila[
Entrada del diario, EMMA Weaver.
Me dijo esta noche. Acostado en mis brazos, creyendo que estaba a
salvo, me dijo lo que le hizo a su hermano. Una parte de mí puede
entenderlo, que se te diga toda la vida que eres el segundo mejor, sólo para
quebrarte cuando algo que tú deseas más que nada te atormenta. Pero otra
parte, no pude entender porque nunca pude ser tan egoísta, centrada en mí
misma, o cruel. Una cosa es segura: sus hijos están condenados. Incluso los
no infectados con su locura son arruinados por lo que su padre le hizo a su
madre y su tío.
Un sonido agudo atravesó mi concentración.
¡No!
Tenía que averiguar lo que Cut hizo. ¿Por qué Jethro y sus
hermanos se hallaban condenados? ¿Qué diablos pasó hace tantos años?
Tres días habían pasado. Tres noches donde dormí en sábanas con
el aroma de Jethro desvaneciéndose. Tres mañanas donde caminé de un
lado a otro y me preocupé y rogué. Daniel se hallaba fuera, dejándome el
aburrimiento en lugar de la tortura. No había visto a Vaughn o Cut, y
había sido mantenida aislada, encerrada en mi habitación como una
verdadera prisionera.
Desperdiciar tres días en el limbo era un sacrilegio.
Quería venganza. Sin embargo, mi mente no podía dejar de nadar con
preocupación. Jethro, Jethro, Jethro. Nada más importaba. No existía
nada más importante.
El repique discordante persistió; aparté los ojos de la página restante
en blanco. No había más. Mi madre dejó el misterio sin resolver.
El Diario Weaver era el único con el poder para alejarme de
pensamientos repetidos de Jethro. Sin embargo, la lectura de las páginas
del diario me dio la más extraña sensación, como si hubiera levantado el
velo del tiempo y mirara a Hawksridge en una cápsula
de entonces y ahora. Escuchar sobre Jethro cuando era joven, sobre Bryan
amando a mi madre, e incluso Bonnie dando las gracias a Emma por
hacer sus vestidos, era surrealista.
Incorrecto.
Ring. Ring. ¡Ring!
Arrojando el diario, me arrastré fuera de la cama. Caminando a
través del cuarto, eché un vistazo a través de los metros de lana
albaricoque, buscando el origen del sonido. Haciendo a un lado la tela y
abriendo un pequeño cubículo en el interior del armario de
almacenamiento, encontré la fuente.
¿Qué en la tierra? ¿Por qué nunca había visto esto antes?
Sacando el teléfono de su cuna deslustrada, lo sostuve a mi oído. —
¿Hola?
Al instante, una voz femenina dijo—: Está despierto.
Mis rodillas cedieron.
Golpeándome contra la cómoda, me aferré el borde. La adrenalina
empapó mi sistema como una tormenta tropical. No importa lo mucho que
había rezado y esperado que se mantuviera con vida, no lo creí realmente.
—¿Estás-estás segura? —Mi voz era silenciosa como un ratón—.
¿Cómo puedes estar segura?
No me des falsas esperanzas. No seré capaz de soportarlo.
—Estoy segura. —Jaz sorbió felizmente—. Hablé con él mismo.
Mi corazón saltó de alegría sobre montañas. Inclinándome hacia
delante, puse mi frente sobre las manos temblorosas. —Gracias a Dios.
Jaz no habló por un momento.
También me quedé en silencio.
Ambas suspiramos en voz alta, viviendo en felicidad comprada
con fortuna duramente ganada.
Las cosas serían mejor ahora.
Dejando el conocimiento asentarse, me centré en el otro hombre en
mi corazón. —¿V... lo moviste?
—Sí. Está en una habitación diferente. Cálida, con comida regular.
—Hizo una pausa—. Voy a mantener un ojo sobre él. Lo prometo.
Apreté los ojos. —Gracias.
Un silencio incómodo cayó, amplificando nuestra necesidad tácita
para hablar de Jethro.
Jethro sigue siendo el heredero. Terminará esto. Sé que lo hará.
—¿Jasmine? ¿Cuánto-cuánto tiempo…?
¿Cuánto tiempo estará lejos?
Era codiciosa. Había estado despierto sólo durante unos minutos,
sin embargo, lo quería ahora. Quería tocarlo, besarlo, abrazarlo, acunar la
verdad con mis manos. Pero eso no era la única razón. La verdadera razón
se sentaba como una mancha siniestra en mi alegría. ¿Cuánto tiempo
tendré que soportar los caprichos de Cut?
Tuve suerte estos últimos tres días. No tenía ninguna ilusión de que
la suerte duraría.
Jasmine leyó entre líneas. —Por cuánto tiempo es irrelevante. Eres
mía. Haré lo que prometí, Nila.
Lágrimas nuevas se desencadenaron. —Lo sé.
Harás lo mejor posible, pero en última instancia, estoy sola.
Al igual que estuve sola cuando Jethro controlaba mi destino.
Supongo que nada había cambiado. Todavía planeaba cortar sus
corazones repugnantes.
—Y Ke… —Me interrumpí. Mantente en clave y código. Quién sabía
que líneas se hallaban intervenidas y cuales paredes tenían oídos—. El
otro... ¿está despierto?
Jasmine suspiró pesadamente. —No.
La palabra sola latía con tristeza, sin dar lugar a preguntas.
Un crujido ruidoso, luego, un rápido—: Me tengo que ir. —Un
segundo después, el tono de llamada sonó fuerte y vacío.
Apartándome de la alacena, coloqué el teléfono de nuevo en su lugar.
Su llamada me dejó saltando de esperanza y desolada por el dolor. Quería
que ambos lo lograran, escuchar que sólo Jethro estaba despierto era
agridulce.
¡Está despierto!
Me abracé a mí misma.
No me ha dejado.
Poco a poco, me dirigí hacia la cama donde dejé el Diario Weaver. En
el último segundo, cambié de opinión. No podía manejar el leer sobre
conspiraciones antiguas y dolor. Necesitaba limpiar mis pensamientos con
algo sobre lo que tuviera el control total.
Cambiando de dirección a la tumbona, volqué la cesta donde metí
un panel de damasco y el encaje de Georgia.
Está despierto.
Esas dos palabras eran ahora mis favoritas en todo el idioma
español. Alisé el damasco y saqué una aguja de un alfiletero.
Está despierto.
Mejor que vivo.
Está despierto.
El destino finalmente había sido amable, las mesas finalmente se
voltearon.
Todo será diferente ahora.
Cut, Daniel, y Bonnie tomarían el lugar de Jethro y de Kestrel en el
suelo. El equilibrio entre el bien y el mal se corregiría a sí mismo. Y
Vaughn y yo continuaríamos con cualquier sueño que teníamos sin
guillotina cerniéndose sobre nuestro futuro.
Encendiendo otra luz lateral, me incliné a mi tarea de reparar el
encaje con la costura meticulosa. No era tarde, pero el sol se había puesto
hacía unas horas y Hawksridge crujía a mi alrededor, depositando sus
residentes en la noche. Los gruñidos de motos interrumpieron el aire
invernal, Diamantes Negros desaparecían para hacer otra entrega de
contrabando.
Me perdí en la destreza exquisita, entregándome a pensamientos
dispersos. La misión de rescate de Jaz y de Vaughn pasó desapercibida.
Flaw había hecho lo imposible. Jethro engañó a la muerte.
Ganamos.
¿Podría Cut decirlo? ¿Podía sentir que sus hijos no estaban
muertos?
No importaba.
Su arrogancia era su perdición.
Tic Tac. Tic Tac.
Su tiempo se está acabando.
Jethro[
Cuatro días.
Un total de noventa y seis horas desde que había despertado de la
cirugía.
Una eternidad de mirar al techo azul empolvado con un cartel de
perrito alegre volviéndome jodidamente loco por la preocupación por Nila.
¿Qué hacían con ella?
¿Cómo estaba afrontándolo?
Jasmine había dicho que iba a hacer todo en su poder para
mantenerla a salvo, pero por mucho que confiaba y amaba a mi hermana,
sabía lo que mi hermano y mi padre eran capaces de hacer.
Ella no está segura allí.
Tengo que sacarla.
También sabía lo que Bonnie era capaz de hacer y eso me asustaba
hasta la jodida muerte.
Suspirando en la habitación estancada, apreté los dientes y me puse
en posición vertical. Estaba harto de yacer en posición horizontal. Me
sentía molesto porque me dijeran lo que podía y no podía hacer. Y ya había
tenido suficiente de sustituir una prisión por otra.
Louille me había amenazado a diario con retenerme. Especialmente,
cuando me encontró en el suelo el día después de la cirugía, sangrando
por lanzarme fuera de la cama, creyendo que me hallaba lo
suficientemente curado para luchar.
Fui estúpido por tratar, pero tenía que hacerlo. No tenía elección.
No podía quedarme allí. Esa no era una opción. Nila me necesitaba.
Y no le fallaría de nuevo.
Es hora de hacer las cosas a mi jodida manera. De lo contrario, será
demasiado tarde.
Los tres primeros días, Louille había sido como un maldito nazi en
mis intentos de caminar. Entendía que él era responsable de mi bienestar.
Que había hecho su trabajo y remendado para asegurarse de que viviría
un día más. Pero lo que él no entendía era que no quería vivir otro puto día
si Nila no estaba allí conmigo.
Es mi responsabilidad, maldición.
No le fallaría. Nunca más.
Ayer, había ganado una batalla. Desprecié mi degradación a un trozo
de carne en descomposición, acostado en la cama con tubos de drenaje en
el costado y un catéter en mi jodida polla.
Había demostrado lo sano que estaba con un concurso de gritos,
asegurando la retirada del catéter y de los drenajes. El tiempo era un
enemigo, pero también un amigo. Cada tic dejaba a Nila fuera de mi
protección, pero cada tac me sanaba, así que finalmente podía corregir mis
errores.
Solo deseaba tener un dispositivo mágico que detuviera el tiempo en
Hawksridge y acelerara mi existencia para que pudiera volver a ser fuerte.
Espérame, Nila.
Mantente con vida por mí, Nila.
Balanceando las piernas a un lado de la cama, miraba al esterilizado
suelo de linóleo. Al menos me sentía más como un hombre que como un
vegetal en curación. Los últimos días habían sido horribles, pero me
encontraba cada vez mejor; sin importar lo débil que estaba.
Odiaba ser tan jodidamente débil. Demasiado débil para ser de
alguna utilidad.
Pero no importaba mi frustración, no podía luchar contra el
cansancio o el dolor de mi cuerpo uniéndose de nuevo. Se curaba tan
rápido como podía. Simplemente tenía que aprender a ser paciente.
Aspiré. Sí claro. Paciente cuando mi trastornada familia tiene a mi
mujer. Como si eso alguna vez pudiera ocurrir.
No tienes elección.
Si tan solo pudiera sanar más rápido.
Tomando una respiración profunda, me levanté de la cama. Mis pies
descalzos golpearon el suelo frío. La habitación se sentía temblorosa,
recordándome demasiado a Nila y su desequilibrio. Somos perfectos el uno
para el otro. Ambos un poco rotos. Ambos ligeramente defectuosos. Pero
perfectamente enteros una vez que dejamos que nuestros corazones se
conviertan en uno.
Mis dedos se clavaron en el suelo liso de linóleo, manteniéndome en
posición vertical. El dorso de mi mano dolió mientras la línea de suero me
jalaba. Gemí, secándome el sudor que ya salía de mi frente.
Aprendí de la manera difícil cuando por primera vez intenté ir al
baño que tenía que rodar el artilugio que alimentaba el suero, conmigo; de
lo contrario, la aguja en mi mano me echaba hacia atrás.
Eso había dolido. Pero no tanto como lo hacía mi corazón cada vez
que pensaba en Kes todavía manteniéndose sobre este mundo. Él no había
muerto; no importa qué tan inflexible había sido el doctor Louille de que él
podría nunca despertar.
No pienses en él.
Tenía mucho de qué preocuparme. Estar en un lugar de alto tráfico
público significaba que mis emociones se mantenían escondidas. Por
suerte, tenía una habitación privada, pero eso no detenía a mis emociones
de empapar las paredes.
Fragmentos de dolor y de esperanza fuera de lugar se deslizaban
bajo mi puerta proveniente de miembros de familia visitando a sus seres
queridos. Un dolor horrible y el ansia de muerte flotaban como las olas
llenas de olor procedentes de pacientes curándose de su trauma.
Odiaba los hospitales.
Tengo que salir; si no por el bien de Nila, entonces por el mío.
Podría ser capaz de sanar mucho más rápido alejado de personas
que me drenaban la vida.
Apretando los dientes, me arrastré hacia adelante. El gran vendaje
alrededor de mi cintura le dio a mi costilla rota un poco de apoyo, pero la
agonía irradiaba de todos modos. El doctor Louille había cortado mis
analgésicos a petición mía. Necesitaba saber la verdad; para supervisar mi
curación y ser capaz de enfrentarme a la incomodidad en mis propios
términos.
Porque tres semanas eran un tiempo jodidamente largo.
No voy a esperar tanto tiempo.
En el momento en que pudiera llegar al baño sin que me tomara
unos sangrientos veinte minutos, me iría, y no me importaba lo que dijera
cualquiera.
Cada paso alimentaba de energía a mis atrofiados músculos.
Cada desliz obligaba a mi cuerpo a revivir.
Y cada tropiezo aseguraba que podía irme mucho antes.
Once minutos.
Una mejora para los dieciséis minutos de ayer.
No era el mejor logro para ir de la cama al baño, pero reduje cinco
minutos en menos de veinticuatro horas. Sanaba rápido; reforzado por mi
presión implacable.
Mientras me tambaleaba de nuevo hacia el despreciado colchón, me
detuve en el centro de la habitación. La idea de volver a meterme en las
sábanas almidonadas y mirar de nuevo hacia el techo azul empolvado sin
ningún jodido propósito diferente al de torturarme con imágenes de Nila no
me inspiraba.
Todavía no era bueno para ella. Tenía que ser sensato y sanar antes
de salvarla, pero no podía quedarme allí un momento sin hablar con ella.
Sin decirle lo mucho que la amaba, que me preocupaba por ella, que le
echaba de menos, que la anhelaba. La necesitaba. Necesitaba su sonrisa,
su risa, su tacto, su cuerpo.
Te necesito, Nila, tanto.
Después de hablar con Jasmine el primer día, acordamos mantener
la comunicación poca y escasa. Era difícil no saber lo que sucedía en
Hawksridge, pero Cut no sabía que habíamos salido con vida. Por lo que
sabía mi querido y cariñoso padre, mis huesos y los de Kes ahora eran
mierda de cerdo en la parte trasera de la finca.
Y quiero que siga siendo así.
Jaz había hecho todo lo posible para ocultar nuestra reencarnación
de todos. Los médicos y enfermeras me llamaban señor James Ambrose.
Nadie conocía mi verdadera identidad. Incluso nos trajo a un hospital en el
que nunca habíamos estado; apartando a nuestro equipo médico habitual
en favor de extraños que nos mantendrían desconocidos.
Aunque esto no quería decir que confiara en nadie.
Arriesgué mi anonimato poniéndome en contacto con Nila, pero no
podía negarme a mí mismo algo más. Solo pensar en enviarnos mensajes
como lo hacíamos antes de que la reclamara hacía que mi corazón latiera
más fuerte y que la sangre bombeara más rápido.
Ella era mi cura; no los medicamentos ni médicos. Fui estúpido por
evitar contactarme con ella durante tanto tiempo, cuando todo lo que
quería hacer era arrastrarla a mi abrazo y mantenerla a salvo por siempre.
Envolviendo el brazo alrededor de mi cintura, añadiendo presión a la
herida punzante, moví un poco los pies descalzos fuera de la habitación,
arrastrando el suero en sus pequeñas ruedas detrás de mí.
Soy un jodido inválido.
El hospital se encontraba tranquilo.
Sin emergencias. Sin visitantes.
Era un agradable respiro de las horas del día en las que tenía que
centrarme exclusivamente en el picor de mis puntos de sutura y en el
dolor de mi costilla para negar el abrumador exceso de emociones de un
lugar concurrido.
No sabía la hora, pero las luces de neón brillantes eran tenues,
dando la ilusión de paz y somnolencia. Sin embargo, el silencio morboso
de la muerte interrumpió la falsa serenidad, acechando en la oscuridad,
esperando para encargarse de su última víctima.
Muévete, muerte. No me llevarás a mí, ni a mi hermano, ni a Nila.
Esta vez no.
Mi mente saltó de nuevo a las imágenes que Bonnie me mostró hace
un mes o algo así. Su estudio siempre había sido un festival de flores y
bordados, pero cuando me había invitado a tomar el té, tenía una nueva
adquisición.
Fotografías.
Imágenes de una Weaver, que lucía exactamente como Nila, y de mi
tatarabuelo.
Siempre supe que me parecía a Owen Hawk. Cut me lo había dicho
un par de veces a medida que crecía. Pero esa había sido la primera vez
que había oído cuán similar era la historia de Owen y de Elisa a mi propia
vida.
Se suponía que eso iba a asustarme. A mantenerme en línea y
mostrarme lo que pasaría si seguía ese camino.
No me detuvo.
Aspiré en voz baja.
Y se hizo realidad.
Owen fue asesinado, justo como yo. Pero allí era donde terminaban
las similitudes. Owen había muerto y dejó a Elisa para que sufriera.
Yo sigo vivo y la salvaré.
Mi frente goteaba de sudor, y tragué respiraciones agonizantes en el
momento en que arrastré los pies por el pasillo hacia la recepción del ala
de recuperación. Una enfermera que había visto una o dos veces levantó la
vista del teclado.
El pelo oscuro trenzado coronaba su cabeza mientras que ningún
maquillaje pintaba su cara. A la mitad de sus cincuenta, formal y con un
sensato código de vestimenta, asumía el rol de cuidar a los demás en lugar
de a sí misma. Pero a pesar de su falta de joyas personales, sus ojos eran
cariñosos. En un vistazo, me dio más afecto maternal de lo que tuve en mi
juventud.
Por primera vez en mucho tiempo, mi madre hizo una aparición en
mis pensamientos.
Mi corazón latía con fuerza por la intrusión. Nunca me gustó pensar
en ella porque no podía soportar los recuerdos que venían con ello. Había
sido una buena persona que acabó atrapada en un mal lugar. Había
entregado lo mejor de ella y dado a luz a cuatro hijos antes de que su
fuerza la abandonara, dejando su único legado para que se las arreglaran
sin ella.
Durante un tiempo, la odié por ser tan débil.
Pero ahora la entendía.
La compadecía.
La enfermera salió disparada de la silla mientras me tropezaba hacia
delante, agarrando la mesa para mantener el equilibrio. —Señor Ambrose,
no debería estar fuera de la cama. —Rodeando rápidamente la división,
pasó un brazo alrededor de mi cintura, quemando mi lesión.
Con una bata sin espalda, y ya alimentándome de sus impulsos
cuidadores y de su frustración por tener un paciente rebelde fuera de la
cama, la despedí con un gesto. —Solo deme un momento. Estoy bien.
—No lo está.
Entrecerré los ojos, bloqueando sus pensamientos y centrándome en
los míos. —De verdad. Le prometo que no voy a desplomarme y morir en
su turno.
Resopló, pero se alejó, manteniéndose a cierta distancia. Esperaba
que mi culo no estuviera colgando de la espantosa bata.
Apoyando la espalda contra el mostrador así ella no conseguiría un
vistazo, sonreí. —Necesitaba un poco de aire fresco y un cambio de
escenario.
Eso no es todo lo que necesito.
Asintió como si tuviera perfecto sentido. —Me lo dicen mucho. Pues
bien, el cuarto de TV está justo allí. —Señaló más allá del pasillo—. Puedo
conseguir una silla de ruedas e instalarlo si quiere. Hay un montón de
DVDs para mantener entretenido a un ave nocturna.
Incliné la cabeza, fingiendo contemplar la idea. —Suena tentador.
¿Pero sabe lo que realmente quisiera hacer?
Frunció los labios. —¿Qué?
—¿Hay alguna tienda en el edificio? ¿Un lugar donde pueda comprar
un teléfono? ¿Algo que pueda conectarse a la Internet, y también realizar
llamadas básicas?
Frunció el ceño. —Hay una tiendita en la planta baja por la cafetería,
pero no puedo dejarle ir allí abajo, señor Ambrose. Es el cuarto piso y es
tarde. Además, dudo que se encuentre abierta a estas horas de la noche.
Mi corazón se apretó con abatimiento.
Nila.
Tengo que hablar con ella.
No podía esperar más. Agarrando la mano de la enfermera, eche una
mirada a su tarjeta de identificación. Inyectando tanto encanto a mi voz
como era posible, murmuré—: Edith, realmente necesito ese teléfono. ¿Hay
alguna forma en que me pueda ayudar?
Tiró de mi agarre, parpadeando. —Um, es en contra de la política del
hospital ayudar con las solicitudes del paciente aparte de los requisitos
médicos.
Me reí, haciendo una mueca cuando mis músculos anunciaron otro
baño de agonía. —No estoy pidiendo que me traiga una hamburguesa o
algo malo para mi salud.
Se rió suavemente.
—¿Seguramente, aparecer en la planta baja y traerme un teléfono
estaría bien? —Me agaché para mirar más profundamente en su mirada—.
Estaría para siempre en deuda con usted.
Deuda...
Mierda, odiaba esa palabra.
Nila no estaría en deuda de nuevo durante el tiempo que viviera. Me
gustaría erradicar esa palabra para la puta eternidad en el momento en
que todo esto terminara. No existía razón o explicación por lo que mi
familia hizo a los Weaver. Lo que comenzó como venganza se convirtió en
entretenimiento rápidamente.
Aburrimiento.
Esa era la causa. Tenía que ser.
Mis ancestros nunca fueron preparados para hacer frente a la vasta
riqueza y no tenían nada mejor que hacer que arrancar las alas de
mariposas inocentes y herir a los menos afortunados.
Había tal cosa como demasiado tiempo y decadencia, convirtiendo a
alguien en un monstruo sin corazón.
Edith se mordió el interior de su mejilla. —No sé. —Mirando el
pasillo hacia mi habitación, dijo—: Le voy a decir algo, regrese a la cama.
Puede hablar con el gerente en la mañana y ver lo que pueden hacer.
Mi estómago se encogió.
Tiene que ser esta noche.
—No. No puedo correr ese riesgo. Ahora usted está aquí. Una
petición, entonces la dejaré en paz. ¿Qué dice?
Joder con esta bata sin espalda y la falta de bienes materiales.
Estaba tan acostumbrado a elevarme sobre la gente con rico lino y
algodón a medida, sacando una billetera llena de dinero. El dinero siempre
conseguía lo que quería. Dinero en efectivo siempre tentaba a alguien a
decir que sí.
En verdad era un arma de doble filo.
—Si va ahora, voy a pagarle el triple de lo que vale el teléfono.
Todo su cuerpo se puso rígido.
Mierda, no debería haber dicho eso.
—No acepto sobornos, señor Ambrose.
El dolor atravesó mi sistema, empapándome en sudor de nuevo. No
podía estar en posición vertical mucho más tiempo. Mis hombros rodaron
en derrota. —Por favor, Edith. No se lo pediría si no fuera muy importante.
—En contra de todos mis instintos, dejé caer mis barreras y rogué—: Por
favor. Necesito hablar con alguien. Ellos piensan… Piensan que morí. No
puedo permitir que sigan preocupándose por mí. No es justo. —Siseando
entre dientes mientras una ola caliente de incomodidad me tomó como
rehén, murmuré—: No le haría eso a un ser querido, ¿verdad? ¿Dejarlos en
casa sentados y temiendo lo peor?
Su expresión cayó. —No, creo que tiene razón.
Gracias a Dios.
De repente, se movió de nuevo alrededor de la mesa y cogió un bolso
de color púrpura. Hurgando en el interior, me pasó un modelo antiguo de
teléfono celular. —Aquí tiene. Envíale un mensaje de texto ahora. Mi turno
ya casi termina. Le daré el teléfono mañana cuando vuelva al trabajo.
No era lo ideal, pero los mendigos no podían elegir.
Me temblaba la mano al alcanzarlo. —No puedo agradecerle lo
suficiente.
Ella agitó la mano. —No hay de qué.
En el momento en que sostuve el teléfono, quería correr a mi
habitación. Para escuchar la voz de Nila. Para pedir su perdón. Para saber
que estaba bien.
Empujé lejos el dolor, sosteniendo el regalo y el conocimiento que
podría finalmente llegar a ella.
Odiando que no pudiera robar el teléfono de Edith y encontrar un
poco de privacidad, me arrastré fuera un poco y tecleé en el dispositivo
viejo.
El tiempo parpadeo en la pantalla principal.
02 a.m.
¿Dónde estás, Nila?
¿Estás en la cama? ¿Estás a escondidas montando a Polilla para
encontrar un poco de paz como yo solía hacer? ¿Está el teléfono, incluso
cargado?
Preguntas y preocupaciones explotaron en mi corazón.
Cut había dicho que su vida seguiría sin ser molestada, pero eso fue
antes de que nos disparara. Quién sabía qué nuevas reglas y locura había
puesto en su lugar ahora que nos habíamos ido.
Si la ha tocado, voy a hacer que lo pague.
Mis temblores se volvieron salvajes mientras abría un nuevo
mensaje. Mi memoria se hallaba oxidada mientras introducía su número.
Esperaba que lo hubiese hecho bien. Le había enviado cientos de mensajes
a ella, pero nunca me tomé el tiempo para imprimir su número en mi
alma.
Por favor, por favor, que sea el correcto.
Utilizando el teclado, escribí:
De un deudor a otro, no estás olvidada. Te amo. Te extraño. Solo
pienso en ti.
Presioné enviar antes de que pudiera írseme la mano. De hecho,
revelaba demasiado, especialmente si Cut le había confiscado su teléfono.
Por otra parte, el número era de un extraño. Se vería como cualquier
otro reportero hurgando por una historia o un truco publicitario. Incluso
con nuestra entrevista de Vanity Fair, los residuos de historias parecían
revivir historias pasadas juntando hechos fabricados.
Eso era otro asunto de recuperarte en un hospital sin nada que
hacer. La televisión durante el día era suficiente para pudrir el cerebro de
cualquier persona, demente o no.
No dejé mi nombre. No envié otro.
Pero ella lo sabría.
Lo entendería.
Sabría que iba a ir por ella.
Nila[
Dejé de contar el tiempo por horas.
Un día.
Dos días.
Tres días.
Cuatro.
Ya nada tenía sentido. Pensé que los Hawks no podrían hacerme
daño una vez que hubiera caído a su nivel y jugado sus juegos. Creí que
estaría a salvo para trazar mi venganza y aguantar hasta que Jethro
viniera por mí.
Era una niña muy, pero muy estúpida.
Bonnie probó eso una y otra vez. Rompiéndome en pedazos,
disipando mi valor, quemando mi odio hasta que no quedaba nada más
que polvo. Polvo, cenizas y desesperanza.
Cinco días o eran seis...
Ya no sabía cuánto tiempo había existido en este infierno.
Ya no importaba, ya que ellos lentamente rompían mi voluntad,
arruinando mi convicción de que podía ganar. Sin embargo, Jethro nunca
me abandonó. Su voz vivía en mis oídos, en mi corazón, en mi alma.
Obligándome a permanecer fuerte, incluso cuando no podía ver el fin.
Si no fuera por el paso del otoño al invierno, puede que hubiera
pensado que el tiempo se había detenido. El tictac de los relojes solo era
desgarrado por el dolor. El paso de la noche al día sólo era penetrado por
los caprichos y los deseos de Bonnie.
Estoy muriendo.
En mis momentos más malos, pensé que me encontraba muerta. En
mis momentos con más energía, todavía fantaseaba con matarlos. Era lo
único que me ayudaba a pasar la semana infernal a la que me sometían.
Mi odio se convirtió en un ser vivo, algo que respiraba. No me
quedaba nada más que odio.
¿Qué más había allí para sentir cuando vivía con monstruos?
Mi mente a menudo me torturaba con pensamientos de épocas más
felices... Vaughn y yo riendo, de mi padre sintiéndose tan orgulloso, la
dulce satisfacción que obtenía de la costura.
Quería que esto terminara. Quería ir a casa.
Cada vez que mis pensamientos se dirigían hacia Jethro, me
cerraba. El dolor era insuperable. Cada día, dejaba de creer que
sobreviviría y en vez de eso me preocupaba por lo peor. En mi mente
rápidamente desenroscada, estaba muerto y creía en una mentira.
Jasmine hizo su mejor esfuerzo para apartarme de lo peor.
El Atormentador al que se había negado.
La Cuna de Judas que de plano rechazó.
Pero había otros que no podía rechazar, no podía desobedecer a su
abuela, sin importar que sus ojos gritaran disculpas y nuestro vínculo
tácito se uniera con más fuerza.
Jethro ya no estaba allí. Pero Jasmine sí.
Y aprendí a amarla y a odiarla por ayudarme.
Su ayuda no era amor, besos y momentos tiernos robados. No. Su
ayuda era seleccionar el castigo ante el que era lo suficientemente fuerte
como para sobrevivir, esculpiendo mi alma sueño tras sueño,
manteniéndome con vida el mayor tiempo posible para encontrar una
manera de salir de la locura.
La peor parte de mi castigo era que Vaughn veía todo.
Fue testigo de lo que hicieron los Hawks.
Ahora sabía a lo que era sometida.
Sus gritos eran lo que me deshacía; no la risa de Bonnie o las risas
entre dientes presumidas de Cut, ni siquiera las carcajadas dementes de
Daniel.
El amor era lo que me arruinaba más.
El amor era el destructor final.
Pero sin importar lo mucho que trataba de dejarme ir... no podía
hacerlo.
—¿Te arrepientes, Nila? ¿Estás de acuerdo en pagar la Deuda Final?
Me retorcí en mis ataduras, asfixiándome de terror mientras Daniel
me dirigía hacia la guillotina. A mí alrededor se encontraban de pie
invenciones etéreas de mi familia exterminada, sus cabezas separadas
flotando por encima de sus cadáveres.
Un aullido salió del páramo. ¿Era la muerte? ¿Era la esperanza?
Pronto lo descubriría.
—No, ¡no me arrepiento!
Cut vino hacia mí. Su cara se hallaba cubierta por la máscara negra
de un verdugo. En sus manos descansaba una pesada hacha brillante,
pulida, afilada y esperando cortarme el cuello.
Inclinándose hacia mí, besó mi mejilla. —Demasiado tarde. Ya estás
muerta.
—¡No!
—Oh, sí. —Daniel se rió entre dientes. Empujándome hacia adelante,
la guillotina pasó de ser una simple báscula con una cesta a algo
horrendo—. De rodillas.
Caí de rodillas, los sollozos sofocándome. —No lo hagas. Por favor, no
lo hagas. ¡No lo hagas!
Nadie escuchó.
Bonnie presionó mis hombros, obligándome a inclinarme sobre la
luneta y a mirar a la cesta tejida que se hallaba a continuación. La misma
cesta en la que mi cabeza rodaría.
—¡No! ¡No! ¡Detente! ¡No hagas esto!
—Adiós, Nila Weaver.
El hacha se elevó con un sonido. El sol besó su hoja.
Bajó cortando.
Una campana me despertó.
Un pequeño tintineo en la pesadez envolvente de la oscuridad. Mi
ritmo cardíaco sonaba como platillos, y mis manos se extendieron por mi
garganta. —No... —Los diamantes todavía me aprisionaban. Mi cuello aún
estaba intacto.
—Oh, gracias a Dios.
Todavía estoy viva.
Solo fue un sueño…
¿O fue una premonición?
Tosí, alejando esa pregunta.
La fiebre había traído muchas alucinaciones durante el último par
de días: imágenes de Jethro entrando en mi habitación. La risa de Kestrel
mientras me enseñaba a saltar sobre Polilla. Cosas imposibles. Cosas
desesperadamente deseadas.
Y también el temor y la consternación. La tortura no se detenía
cuando Cut se divertía... mi mente seguía crucificándome cuando me
encontraba sola.
La campana sonó otra vez.
Conozco ese sonido... pero ¿de dónde?
Me encontraba cansada y adolorida. No quería moverme nunca más
solo si era más hacia adentro en lo profundo, me las arreglé para
encontrar la fuerza de desenroscarme de mi nido de ropa de cama y de
extender mi mano por debajo de la almohada.
¿Podría ser?
Mis dedos se engancharon alrededor de mi teléfono, mi corazón
empezó a sonar como los platillos de una batería. El ritmo sonó
inciertamente empapado de enfermedad y hacía todo lo posible para
mantenerme viva. Mi nariz estaba mal ventilada, los ojos los tenía llorosos,
mi cuerpo dolía.
Me encontraba enferma.
Junto con mi esperanza, mi cuerpo había cedido, capturando
gérmenes temibles y encadenándome a otra debilidad más.
Me había derrumbado por la gripe hace unos cuatro días atrás. Un
día después de que Bonnie me dijera lo que sucedería. Veinticuatro horas
después de que hubiera visto qué le pasó a Elisa en esas fotografías
terroríficas. Pero nada de eso importaba si la campana señalaba lo que con
tanta fuerza necesitaba.
Durante días, había esperado tener noticias de él. Pero todos los
días, me había decepcionado. Vacié mi batería tantas veces,
persiguiéndome con el resplandor azul claro, deseando que apareciera un
mensaje.
Entrecerré los ojos en la oscuridad, desnutrida y desvanecida por lo
que había sufrido. Por suerte, la fiebre había llegado a su punto cumbre
esta mañana. Había conseguido una ducha caliente, y cambié la ropa de
cama. Me encontraba débil y tambaleante, pero todavía me aferraba a la
promesa de Jethro.
Te estoy esperando. Todavía estoy aquí.
La pantalla se iluminó. Mi corazón brotó con una nueva vida, y
sonreí por primera vez en una eternidad.
Número desconocido: Respóndeme. Dime que estás bien. Estoy
bien. Las dos nos encontramos bien. Necesito saber de ti. Necesito
saber que sigues siendo mía.
Dejé caer el teléfono.
Y me eché a llorar.
Durante mucho tiempo, el mundo afuera de Hawksridge había
estado a oscuras. Ningún mensaje por parte de mi padre. Ningún correo
electrónico de mis asistentes. Ya había estado muerta, no valían la pena
las vibraciones o los sonidos de correspondencia.
Pero no estaba muerta.
Aún no.
Sin importar cuántas veces moría en mis terribles pesadillas, todavía
me encontraba aquí.
Jethro había encontrado una forma de enviarme un mensaje de
texto.
Lloriqueando y limpiándome las lágrimas con el dorso de la mano,
me tomó unos minutos antes de que pudiera controlar a mis dedos para
que respondieran.
Needle&Thread: Estoy bien. Más que bien ahora que sé que tú
estás bien.
Pulsé el botón de enviar.
Mi enfermedad y mi fiebre ya no importaban. Si lo ignoraba, se iría.
No tenía tiempo para estar enferma ahora que Jethro me había dado un
incentivo para mejorarme.
¿Viene por mí?
¿Todo podría haber terminado?
Quería decirle tanto, pero de repente, no tenía nada que compartir.
No podía contarle sobre los últimos días. Nunca se lo compartiría, porque
no quería lastimarlo más de lo que ya se sentía.
Mi mente volvió al pasado de golpe, obligándome a revivir el horror
desde que Bonnie me mostró el destino de Owen y de Elisa.
Mi puerta se abrió.
Jasmine se sentaba con una mano en el pomo de la puerta y el otro
alrededor de su rueda. —Nila...
En el momento en que la vi, supe que algo terrible estaba a punto de
suceder. Mi columna se contrajo y el tejido de cuentas en el que había
estado trabajando se cayó de mis manos. —No. Lo que sea que sea, no lo
haré.
Dejó caer su mirada. —No tienes elección.
Me puse de pie de inmediato. —Sí tengo elección. Una elección de libre
albedrío. Cualquier cosa que esa bruja piense que puede hacerme, ¡no
puede hacerlo!
Jasmine se acurrucó en su silla, con una extraña mezcla de
frustración y de disculpa. —Ella puede hacerlo y lo hará. —Su mirada
dorada encontró la mía—. Te he mantenido fuera de las manos de Daniel,
pero no puedo alejarte de las de Bonnie. Te he dado todo el tiempo que he
podido. —Apartó su mirada, su voz llenándose con aprensión—. Va a
volverse peor, Nila. Nunca me han dicho los detalles exactos de la deuda, no
soy un hombre, y, por lo tanto, Bonnie insistió en que se me protegiera
contra dicha violencia, pero sí sé que Cut está planeando algo grande. Tengo
que encontrar una manera de salvarte antes de que...
No quería escuchar, pero su angustia me dio fuerzas. —Me necesitas
para evitar que ceda...
—Sí. —Suspiró pesadamente—. Perdóname, pero no tengo otra opción,
al igual que tú. Sin importar lo que creas.
No tuve ninguna respuesta. Pero mi cuerpo sí. Un último intento de
huir.
Mis pies se movieron por su propia voluntad, retrocediendo hasta que
me puse contra la pared. Quería gritar y luchar. Quería empujarla por la
puerta y cerrarla con llave para siempre.
Pero no había ningún lugar en el que esconderse. No había nadie para
que me salvara. Solo el tiempo podría hacer eso. El tiempo que ni Jasmine,
Jethro, Vaughn, ni yo misma teníamos.
—¿Has oído hablar de él? —Mis puños se apretaron contra mis
piernas cubiertas con mezclilla. El gran pantalón de gimnasia gris que
usaba no podía derretir el hielo alrededor de mi corazón. Mi mente seguía
reproduciendo imágenes de Jethro y de Owen. De Elisa y de mí.
Su desaparición había sido terrible, sobre todo la de ella.
Bonnie me dijo que mi castigo comenzaría inmediatamente. Ella no
había mentido.
—No. —Se enrolló aún más en el umbral—. Acordamos tener contacto
mínimo. Es lo mejor.
Eso tenía sentido, a pesar de que fue la cosa más difícil en el mundo.
Si tan sólo pudiera hablar con él. Me haría mucho más valiente.
—Nila, ven conmigo. No le dejes ver tu miedo más de lo que tienes que
hacerlo. Te dolerá, pero no te hará daño. Te doy mi palabra. Has resistido
cosas peores.
—He soportado cosas peores porque sabía que a Jethro le dolía
hacerme daño. De alguna manera me dio fuerzas.
Sonrió con tristeza. —Sé que él no está aquí para compartir tu dolor,
pero yo sí. No te dejaré. —Girando su silla hacia la puerta, extendió su
mano—. Voy a tomar su lugar. Atravesaremos esto juntas.
Mis hombros se hundieron.
¿Qué otra opción tenía?
Había hecho una promesa de permanecer con vida, esperando a que
Jethro volviera. Su hermana estaba de mi lado. Tenía que confiar en ella.
En silencio, seguí a Jasmine lejos de los aposentos de los Weaver
hacia el comedor.
Entramos sin decir ni una palabra.
Las ruedas de Jasmine hacían ruido en la alfombra gruesa mientras
rodeábamos la gran mesa. A diferencia de los tiempos de comida, la
habitación lacada de color rojo estaba vacía, sin alimentos ni hombres. Los
retratos de Hawks miraban con los ojos pequeños y brillantes como el
petróleo al tiempo que Jasmine me guiaba hasta la parte superior del gran
espacio en donde Cut y Bonnie se encontraban.
Sonrieron con frialdad, sabiendo que habían ganado una vez más.
Entre ellos se encontraba una silla.
Bonnie dijo que los primeros castigos serían más fáciles.
Una vez más, había sido estúpida e ingenua.
La silla ante mí había sido utilizada durante siglos para extraer
información y confesiones. Un tortuoso implemento para cualquier persona,
inocente o culpable. Era un dispositivo común pero absolutamente letal
dependiendo de su uso.
¿Bonnie sospechaba que escondía algo?
¿Pero qué?
¿Era este su intento de arrancar mis secretos?
Nunca los tendrá.
Mi corazón tronó más rápido. Mi sangre se espesó en mis venas.
La silla no era lisa o bien acolchada con terciopelo o raso. No daba
una bienvenida cómoda. De hecho, el diseño se burlaba de la idea misma de
lujo.
Cada pulgada se hallaba cubierta de pequeños picos y clavos,
martillados a través de la madera. Asiento, respaldo, reposabrazos,
reposapiernas. Cada punto brillaba con el sol de finales de la tarde. Cada
aguja terriblemente afilada, a la espera de pinchar carne.
Tragué saliva, obligándome a ocultar mi terror. Jasmine tenía razón.
Su satisfacción provenía de mis reacciones. Era más fuerte que esto, que
ellos.
No los dejaré obtener placer de mi dolor.
—¿Sabes por qué estás pagando esta cuota, Nila?
Mis ojos se abrieron ante Cut. Se encontraba de pie con las manos a
los costados, su chaqueta de cuero absorbiendo el sol menguante.
Negué con la cabeza. El poder de la voz me abandonó.
Todo mi valor ante la idea de matarlos se desvaneció como un traidor.
—Es porque debe ser despojada de tus complots desagradables y
deseos de hacernos daño. Es porque tú causaste la muerte de dos hombres
Hawk. —Bonnie se acercó más, golpeando con su bastón la silla horrible—.
Junto con el pago de la Tercera Deuda, debes soportar algunos extras, para
asegurarte de que estás adecuadamente consciente de tu lugar dentro de
nuestra casa.
Me estremecí cuando Bonnie cerró la brecha y pasó sus dedos
regordetes a lo largo de mi collar de diamantes. —Has vivido bajo nuestra
hospitalidad durante seis meses. Lo menos que puedes hacer es mostrar un
poco de gratitud. —Agarrando un trozo de mi pelo largo, me empujó hacia el
artefacto bárbaro—. Ahora siéntate y se agradecida.
Jasmine se colocó a mi lado, extendiendo una mano para ayudarme a
bajar hacia los picos. Di gracias a mi previsión de usar pantalones vaqueros.
La mezclilla gruesa me protegería hasta cierto grado.
Temblando un poco, me di la vuelta para sentarme.
Por desgracia, Cut debe de haberme leído la mente. —Ah, ah, Nila. No
tan rápido. —Agarrando mi codo, me levantó de nuevo—. Eso sería
demasiado fácil.
Mi corazón se detuvo.
Riendo, tiró de la cintura de los pantalones. —Ropa fuera.
Jasmine dijo—: Padre, los picos dolerán suficiente…
—No lo suficiente. —Su mirada fue suficiente para incinerarla.
Suspirando, Jaz me enfrentó. —Quítatela. —Extendiendo su brazo
como una percha temporal, entrecerró los ojos—. Rápidamente.
Apretando los dientes, empecé torpemente con el dobladillo de mi
jersey. Debería ser cómodo estar desnuda en torno a estas personas, había
sucedido con la suficiente frecuencia, pero que se me pidiera desnudarme
trajo lágrimas furiosas y degradantes a mis ojos.
Respirando con dificultad, me quité mi suéter y me desabroché los
pantalones vaqueros. Contoneándolos abajo por mis piernas, me estremecí
ante el aire cortante. El comedor tenía un fuego crepitante en la chimenea
imponente, pero las llamas no habían extinguido el frío invernal.
Un sonoro golpe aterrizó detrás de mí.
¡Oh, no!
Los ojos de Cut cayeron a la daga incrustada de rubíes tendida a
plena vista.
Quería acurrucarme y morir. Me había acostumbrado tanto a esto
calzado contra mi espalda, que olvidé que el cuchillo estaba allí.
Cut me dio una sonrisa maliciosa, inclinándose para recogerlo.
¡Rápido!
En cuclillas, recogí la cuchilla antes de que tuviera la oportunidad. Sus
ojos se abrieron cuando lo empuñé en su rostro. —No me toques.
Se rió. —No haría eso si fuera tú, Nila.
Mi boca se hizo agua al pensar en alguna manera de apuñalar a todo
el mundo en el corazón de una sola vez.
Pinchando el aire entre Cut y yo, gruñí—: Debería haber hecho esto
hace meses. Debería haberte matado al momento en que te conocí.
Su cuerpo se puso rígido. —Sólo inténtalo. —Sus ojos se movieron
detrás de mí—. Tienes dos opciones. Tratar de atacarme y pagar. O
entregarme el cuchillo y pagar.
—Preferiría matarte y ganar.
—Sí, bueno, eso nunca pasará. —Chasqueando los dedos, ordenó—:
Colour, toma el cuchillo.
Me di la vuelta, pero era demasiado tarde. Colour, un hermano
Diamante Negro que había visto una o dos veces, arrancó el puñal de mi
mano como un sonajero de bebé. Mis dedos palpitaban con el vacío
cuando Cut le entregó la daga a Cut.
Mi lucha se evaporó.
Lo intenté.
¿Mi única rebelión se acabó, y cuál era mi recompensa?
El dolor y la humillación.
—Gracias, Colour.
Colour asintió, retrocediendo de nuevo a su escondrijo junto a la
chimenea. El gran estilo rococó que envolvía el fuego ocultaba la mayor parte
de él a la vista, dando la ilusión de privacidad.
Cut agitó la daga en mi cara. —Muy interesante la pieza de equipo
que tienes bajo tus pantalones vaqueros, Nila. —Pasando el borde afilado
sobre mi collar, su rostro se oscureció—. No sólo eres una alborotadora, sino
también una ladrona. —Colocando la daga en su propia cintura, sonrió
maliciosamente—. Recordaré eso para los pagos futuros.
De pie en un sujetador negro y bragas, cerré los ojos con fuerza. Nada
iba como lo planeé. ¿Dónde estaba mi valor, la creencia de que clavaría esa
daga en su corazón en el momento en que tuviera la oportunidad?
Mi oportunidad se había ido.
—Quítate el sujetador —dijo Cut—. A menos que quieras que use el
cuchillo para ayudarte.
Mis manos volaron entre los omóplatos, agarrando el cierre.
Bonnie tosió. —No, no lo creo. Mantén tu ropa interior puesta.
Mis ojos se abrieron.
—¿Qué? —dijo Cut.
Ella arrugó la nariz. —Ver una rata de alcantarilla desnuda arruinará
mi apetito.
Cut rio. —Tienes los ideales más extraños, madre.
Ella sorbió. —Discúlpame si prefiero disfrutar mi comida sin sentir
repulsión. —Golpeando con fuerza su bastón en la silla de nuevo, añadió—:
Siéntate. Cállate. Y reflexiona sobre lo que has hecho.
Jasmine me empujó hacia adelante, desempeñando el papel de
enemigo perfecto.
El frío apretó mi piel, ofuscó mi corazón, y pinchó los dedos de mis
pies cuando incliné mis rodillas y me senté. Reprimí un grito, cuando miles
de clavos besaron mi trasero y muslos.
Mis piernas temblaban mientras me bajaba lentamente, haciendo todo
lo posible para permanecer en el aire y cernirme sobre las agujas agudas y
punzantes.
—Deja de luchar contra lo inevitable, Nila. —Cut se colocó detrás de la
silla.
Me tensé.
Entonces grité cuando empujó mis hombros, presionándome
cruelmente en los clavos. Tirándome hacia él, pasó un brazo alrededor de
mi pecho, abrazándome desde atrás.
Su aliento caliente flotaba en mi oído. —Duele, ¿no? ¿Sientes miles de
alfileres hundiéndose lentamente en tu piel?
No podía concentrarme en nada, excepto en los millones de pequeños
incendios arrastrándose lentamente a través de mi carne.
Bonnie agarró mis muñecas, tirando de mis brazos hacia adelante y
empujándolos contra los brazos de púas. La silla completa pinchó con
armamento y agonía.
—¡Detente! —Luché contra ella, pero Jasmine tomó el lugar de su
abuela, forzando mis brazos contra los clavos y envolviendo las esposas de
cuero alrededor de mí.
Ella no podía hacer contacto visual, colocando torpemente la hebilla.
—Esto no es para matarte, así que los amarres no estarán apretados. Es
simplemente para mantenerte en tu lugar.
Las lágrimas corrían por mis mejillas espontáneamente al tiempo que
cada centímetro palpitaba de dolor y tensión. No podía relajarme, mantuve
todos los músculos tensos, para no hundirme aún más en los picos.
—No luches contra esto, Nila. —Jasmine probó las esposas antes de
rodar lejos—. Será más fácil.
¿Más fácil?
Cada centímetro de mi piel escocía. Mi sentido del tacto se volvió loco,
ardiendo de espaldas a antebrazos, de pantorrillas a culo. No podía
distinguir qué parte dolía más. No podía decir si ciertas áreas sangraban o
se perforaron o si los clavos se hallaban desafilados por el tiempo y sólo
rozaban en lugar de perforar.
De cualquier manera, fue horrible. En cuanto a equipos de tortura se
trataba, quería levantarme de la silla inmediatamente. Tomaría la Primera
Deuda de nuevo porque al menos el dolor llegaba en oleadas y era más
rápido, esto... despojaría mi mente, latido por latido, hasta que era un
desastre tembloroso de agonía.
Jadeando, respiraba por la nariz. Mi mente dispersa rebotaba como
una pelota de squash caprichosa, no dejándome domar mi ansiedad.
Cut rió entre dientes mientras se ponía de cuclillas delante de mí. —El
comienzo es la parte fácil. —Se levantó y me besó la mejilla con un beso
suave—. Sólo espera y observa lo que pasará cuando los relojes suenen
más adelante. —Miró a Bonnie—. ¿Cuánto tiempo le decimos, madre?
Bonnie comprobó un reloj de oro delicado alrededor de su muñeca. —
Elisa sufrió dos horas durante la cena.
Cut sonrió. —Perfecto. Que sean tres.
Volví de nuevo al presente, tosiendo con una explosión extrema. Mis
dedos frotaron las costras sanando salpicadas como constelaciones por la
parte posterior de mis muslos, espalda y brazos. Las llagas habían
cambiado de llamas a picar al tiempo que mi cuerpo sanaba, pero los
restos de los clavos me marcaron mucho más que superficialmente.
Incluso ahora, días más tarde, todavía sentía las numerosas
pinchaduras.
Me dormí con clavos fantasma apuñalándome y desperté
hiperventilando, soñando estar atrapada en un ataúd lanceado con
millones de agujas.
Tres horas en esa silla fueron las peores tres horas de mi vida.
Se supone que debería estar honrada de que hicieran el máximo
esfuerzo para destruirme. Que demostré ser una anomalía, un reto que no
habían previsto. Jodí sus grandes planes y puse en movimiento cosas que
nadie debería tener que soportar.
Y eso fue sólo el principio.
Esa noche, después de la Silla de Hierro, sucumbí a una gripe
fuerte.
No tenía reservas. Apenas comía. Carecía de la luz del sol y el amor.
Vivir con tanta maldad y negatividad despojó mi sistema
inmunológico, lanzándome directamente a escalofríos y dolores de cuerpo.
Y no había nadie que me cuidara bien.
Vaughn fue desvanecido de mi vista. Jasmine se hallaba perdida.
El resto se volvió en un borrón mientras me acurrucaba en una
cama bañada de sudor y me estremecía.
Mi habitación nunca se calentó. No tenía energía para encender una
fogata, e incluso si lo hiciera, no me habrían dado ninguna madera fresca
para iniciar una.
Tenía frío y hambre y desesperadamente quería irme. Traté de
recordar cómo era la vida antes de Hawksridge, antes de que Jethro se
fuera, antes de que mi madre muriera. Pero me encontré con las manos
vacías. Todos esos recuerdos felices eran vacíos.
Número desconocido: Joder, te extraño. Saber que estás bien...
No puedo decirte lo agradecido que estoy. ¿Es esa la verdad? ¿Te
encuentras segura?
Mi corazón se cayó de su pedestal, salpicando en el suelo. Estaba
bien. Era más fuerte de lo que parecía, pero no era tan valiente como creía.
Tosí más, destrozada por los escalofríos enfermos.
Jethro, quiero decirte todo.
Te diré lo que significas para mí.
Te diré lo que me han hecho.
Quería llorar en su hombro y compartir mis cargas, para erradicar lo
que había vivido, así podría dejarme ir y olvidar. En su lugar, embotellé
todo y mantuve mis secretos.
Needle&Thread: Sí, estoy a salvo. Ella ha sido maravillosa. No
me han tocado. No te preocupes por mí. Sólo ponte mejor.
Ocultarle la verdad a Jethro era lo menos que podía hacer por él. Me
estremecí, incapaz de detener los recuerdos de lo que ocurrió una vez que
fui atada a la Silla de Hierro.
Los hermanos Diamantes Negros entraron una hora después de
empezar a soportar mi tortura. Me miraban con simpatía, pero no fueron en
contra de la orden de Cut de dejarme ahí. Aparte de Flaw, no había hablado
con ninguno de los hermanos desde el tiroteo. Recibieron la orden de
mantener su distancia, apartándome de cualquier aliado que pude haber
encontrado.
La cena fue servida y me retorcí al tiempo que mi peso corporal me
empujaba lentamente sobre los picos. Las quemaduras de cada uno se
extendían en una manta de terror doloroso.
La sangre manchaba los brazos de la silla y no me atreví a mirar al
suelo para ver si goteaba sobre la alfombra. Estaba fría y caliente, cubierta
de sudor y estremecimientos. Mis músculos se expandieron; cada tirón envió
fuego incontrolado a través de mi sistema.
Y entonces llegó Vaughn.
Sus ojos se encontraron con los míos.
—¡Threads! —Casi colapsó en rabia—. ¡Mierda! ¡Suéltenla! —
Atravesando la habitación, V se movió tan rápida y furiosamente, que se las
arregló para golpear al idiota de Cut en la mandíbula antes de que alguien
reaccionara.
—¡V, no! —Una parte de mi amaba que hubiera golpeado a Cut. La
otra se encontraba horrorizada—. Estoy bien. No logres que…
—¡Deja de lastimarla, maldito bastardo! —V volvió a atacar, pero
perdió a Cut cuando él se agachó y chasqueó los dedos para que los
Diamantes Negros agarraran a V.
—¡Déjalo en paz!
Mis gritos no hicieron nada bueno.
Conmoción disparó al caos. Los hombres empujaron sillas hacia atrás.
Puños se balancearon. Gruñidos se hicieron eco.
—¡Basta! ¡Por favor, basta!
No se detuvieron.
No sólo millones de pequeños clavos atrapaban mi cuerpo, sino que
me vi obligada a ver a mi gemelo golpeado y pateado y dejado sin aliento a
mis pies.
Sólo se había tomado unos minutos.
Pero el castigo fue severo.
Gemí, golpeando mi frente.
Deja de pensar en ello.
Después de la Silla de Hierro, he estado encerrada en mi habitación
sin vendas ni ungüento médico. No se me permitió ver a Vaughn, y me
ocupé de mis lesiones en un baño de agua tibia del que me faltaba fuerza
para salir.
Me sentía agotada.
Habían encontrado una receta que podría bien y verdaderamente
romperme para siempre.
Número desconocido: Voy a estar de vuelta tan pronto como
pueda. Cada día me siento más fuerte. Sólo un poco más, entonces
todo esto habrá terminado. Lo prometo.
Suspiré, enroscándome alrededor del teléfono. La fiebre volvió,
empapando mi interior con malestar gélido. Tenía toda la intención de
luchar. Les haría daño. Les haré pagar.
De alguna manera, mantendría mi juramento.
¿Pero un poco más? Eso hacía que el tiempo sonara como si fuera
nada: solo una frase impertinente, un pequeño segmento de momentos;
pero para mí, era una eternidad sin fin.
No tengo mucho más tiempo, Jethro.
Sin contar con las gracias de Bonnie. Cada día hacía algo peor.
En serio era Elisa, apagándome hora a hora, consumiéndome por
debajo del tormento.
Tragándome más lágrimas, tosiendo con los pulmones húmedos,
escribí:
Needle&Thread: Estaré aquí esperando por ti. Cada noche sueño
contigo. Sueño con tiempos felices… tiempos que no hemos tenido la
suerte de disfrutar todavía. Pero lo haremos.
Como si el destino quisiera desterrar esos sueños, para probarme
que debí haberme dado por vencida meses atrás, trajo a la memoria lo que
pasó el día después de la Silla de Hierro.
Me habían convocado a la cocina, creyendo que Flaw tenía algunas
buenas noticias para mí o que Vaughn habría sido liberado. Había tomado
lo última de mi fuerza llegar hasta la cocina. Quizás, el cocinero me diera un
poco de sopa de pollo caliente y un poco de medicina para mi gripe.
En su lugar, Bonnie me encontró. —En vista de que te negaste a
confesar tus pecados en la Silla de Hierro, tendrás que pagar el precio
opuesto.
—¿Confesar mis pecados? —Tosí—. No hay nada que confesar. Estás
haciendo esto para tu propio placer enfermo.
Se rió entre dientes. —Debo admitir que es bastante agradable. —
Echándose hacia adelante, envolvió sus dedos alrededor de mi brazo y me
arrastró a través de la cocina hacia una pequeña alcoba donde crecían
hierbas y plantas pequeñas.
La fiebre volvió todo nebuloso. Mi nariz tapada y la sinusitis hicieron
que todo fuera una verdadera pesadilla.
Cut dio la vuelta a la esquina, con algo colgando en sus manos. —
Buenos días, Nila.
Me puse rígida, jalando mi brazo del agarre de Bonnie. Mirándolos,
traté de entender lo que esto conllevaría. Cualquier cosa en las manos de
Cut brillaba con plateado perverso y barbarie.
Mi piel todavía rezumaba por la Silla de Hierro. Apenas podía estar de
pie. —Estoy enferma. Por una vez, tengan piedad y déjenme ir a la cama. —
Tosí para probar mi punto—. Soy inútil si muero antes de que deseen que lo
haga.
Cut rió. —Tu salud física ya no es mi principal preocupación. —
Levantó la máscara brillante, agitándola de un lado a otro. Sus ojos dorados
brillaban con arrogante suficiencia—. ¿Sabes qué es esto?
Los nervios bajaron por mi espalda. Sus juegos de rol me hacían
acobardarme lentamente incluso cuando estaba de pie con fiereza delante
de ellos. Jasmine no estaba aquí. Daniel no estaba aquí. Parecía que la
generación anterior había tomado el control.
—Ya basta de perder el tiempo. —Tosí de nuevo, en busca de una
salida de la alcoba de hierbas—. No estoy para adivinanzas… —Un
estornudo explosivo me interrumpió—. Sólo quiero estar sola.
Bonnie golpeó la parte posterior de mis muslos. —Nada de esas
objeciones, golfa.
Mi corazón se estremeció de miedo incluso mientras mi estómago se
convertía en piedra. Enfrentarme a ellos venía con su propio tipo de tortura:
un fugaz afrodisíaco de rebelión seguido rápidamente por el pesar
sofocante.
No importa que haría todo lo posible para matarlos, no podía detener
su poder sobre mí.
Se llevaron mi cuchillo.
Odiaba estar indefensa.
Odiaba ser tan débil por el propio diseño de mi cuerpo.
¡Maldita enfermedad!
Cut se acercó. —Esto, Nila, ya que te niegas a seguir el juego, se
conoce como una Brida de regaño. —La levantó, cegándome mientras un
rayo de luz atrapaba la plata, convirtiendo todo en blanco—. Es dado a las
rameras y a las chismosas por difundir mentiras. Están amordazadas y su
capacidad de hablar es arrebatada hasta que hayan aprendido la lección.
Todos mis instintos gritaban que huyera..
¿A quién engañaba? No podía correr con mis pulmones ahogados en
mucosa.
Cut se movió detrás de mí, doblándose alrededor para sostener la
máscara de plata en frente de mi cara. —Te explicaré cómo funciona.
Me tambaleé hacia los lados tratando de soltarme de su abrazo.
¿Cómo me había atrapado con tan poco esfuerzo?
La gripe volvió todo pesado; deteniendo el tiempo, usándolo en mi
contra.
Mis ojos devoraron la máscara, por fin entendiendo. El libro de texto
que Vaughn me mostró cuando éramos jóvenes tenía un instrumento similar.
A diferencia del elemento medieval en el libro, este era bastante elegante y
refinado.
Pero no lo hacía más agradable.
Dos agujeros para los ojos, un agujero de la nariz, y el resto de plata
maciza. Donde debería haber estado el agujero de la boca, había un pico de
plata, bastante amplio y afilado, esperando posarse en mi lengua para
forzar el silencio o desatar las náuseas. La parte trasera estaba curvada
para acunar el cráneo de su víctima, atrapando su cabeza entera en su
desagradable abrazo.
Cut se balanceó contra mi espalda, inhalando mi cabello. —Ya sabes
cómo funciona, ¿verdad? —Acercando más la máscara, se rió entre
dientes—. Bueno. Eso desecha conversación innecesaria.
—Enciérrala, Bryan. —Bonnie caminaba lentamente hacia adelante.
Mi corazón latía más rápido mientras la plata se acercaba. —¡No
espera! ¡No voy a ser capaz de respirar! Tengo la nariz tapada.
—Sí lo harás. Abre la boca. —Cut apretó sus brazos mientras trataba
de correr—. Hazlo. De lo contrario, solo te lastimaré hasta que lo hagas.
Mis pulmones gorgoteaban mientras Cut me mantenía en posición. Me
retorcía y gemía, pero no sirvió de nada. —¡Detente, por favor!
El mundo se volvió oscuro al tiempo que el metal helado se posaba
sobre mi cara.
—¡No! —Apreté mis labios, evitando que el pico entrara en mi boca.
Pero Bonnie lo arruinó pegándome en la espinilla con su bastón.
—¡Ahh! —El dolor hizo que mis labios se abrieran ampliamente,
acogiendo la plata.
Amordazada y aprisionada, solamente tuve éxito en trastabilar hacia
atrás, en los brazos de Cut. El frío metal en la lengua envió espasmos través
de mi cuerpo. El agua llenaba mis ojos mientras me estrangulaba.
Sus codos se posaron en mis hombros, manteniéndome inmóvil. —No
luches, Nila. No tiene sentido.
Luché.
Pero tenía razón.
No tenía ningún sentido.
Todo lo que podía hacer era ignorar la mendicidad de mi cuerpo por
ser amordazado y hacer mi mejor esfuerzo para respirar.
Bonnie llevó la pieza posterior de la máscara hacia detrás de mi
cabeza, asegurándola con un pequeño candado en mi oído.
En el instante en que estaba cerrada, la peor claustrofobia que alguna
vez había sufrido me tragó entera. El vértigo entró en la oscuridad, haciendo
girar mi cerebro, tirándome al suelo. Asfixiándome de nuevo.
Me aterrorizó. Me degradó. Estaba atrapada.
Mi nariz se tapó aún más.
Mi cabeza palpitaba.
Mis oídos resonaron.
Mi miedo me consumía.
Perdí
El
Control.
Grité.
Y grité.
Y grité.
Cut me dejó ir.
Ya no veía, ni escuchaba ni prestaba atención.
Mis gritos resonaron con fuerza en mis oídos. Tragué y tosí y me
lamenté en busca de ayuda. Mi nariz tapada detuvo la entrada de oxígeno;
inhalé y exhalé alrededor de la plata, reciclando mis gritos en una ráfaga de
aire envenenado.
Me sofoqué.
Entré en pánico.
Entré en un espiral de locura.
Mi mundo se redujo a la oscuridad. Hawksridge Hall, con sus pórticos
y hectáreas de tierra, condensadas en una máscara de plata pequeña. La
condensación se formó rápidamente a partir de la respiración. Me asfixié
una y otra vez.
Perdí todo lo que me hacía humana.
Mis gritos se volvieron quejidos.
Voy a morir.
Cada respiración era peor que la anterior. Caí de lado mientras el
vértigo se hacía peor.
Las náuseas se arrastraron hasta mi garganta.
No vomites.
Si lo hacía, me ahogaría. No había manera de expulsarlo, ninguna
boquilla. Solo dos pequeños orificios nasales que no proporcionaban
suficiente oxígeno.
Imágenes de la Silla de Hierro regresaron.
Esto era tan malo. Demasiado atroz.
La claustrofobia volvió peor, comiendo agujeros en mi alma.
No puedo soportarlo.
—¡Déjenme salir! —Las palabras eran claras en mi cabeza, pero la
paleta pulsando en mi lengua las hacía ilegible y quebradas.
Los débiles sonidos de risas se oían por encima del siseo y el sonido
de mi frenética respiración.
Mis manos se dispararon a los cierres, luchando, jalando. Arranqué
cabello y rasguñé un lado de mi cuello, haciendo mi mejor esfuerzo para
liberarme. Rompí un clavo, luchando con el candado. Gritos y gemidos y
quejidos seguían escapando.
No podía formar palabras, pero sí podía vocalizar mi terror.
Bonnie me dio una patada, riendo más. —Creo que una o dos horas
en la Brida de Regaño te hará mucho bien. Ahora sé una buena chica, y
soporta tu castigo.
La campanilla me salvó.
Mi corazón sentía todo de nuevo, recordando el calor denso, el
pánico abrumador de la brida. No quería volver a vivir eso de nuevo.
Nunca.
Eres libre. Se acabó.
No creía que fuera posible, pero la brida era peor que la silla. Incluso
recordar eso causaba que las paredes se deformaran, apretándome
incómodamente fuerte.
Tenía una nueva aflicción: la claustrofobia.
Número desconocido: Tengo la sensación de que no me estás
diciendo algo. ¿Recuerdas cómo solía llamarte? ¿Mi monja traviesa?
Dios, era tan tonto. Me enamoré de ti incluso entonces. Creo que
estaba enamorado de ti, incluso antes de poner los ojos en ti.
Todo el miedo residual y las dolencias de la semana pasada se
desvanecieron. El miedo era una emoción fuerte, pero era nada contra el
amor.
Unas nuevas lágrimas salieron en cascada sobre mis mejillas.
No tienes idea de lo mucho que me gustaría volver a esa inocencia.
Para solo sufrir preocupaciones por líneas de moda y pedidos
pendientes de pago o si Vaughn había ordenado suficientes botones de
color gris topo. Tales problemas, tales frívolas preocupaciones que se
resolvían fácilmente.
No como con lo que lidio ahora.
Mi corazón se rompió de nuevo. El castigo del abuso lentamente
volvió mi cabeza y cuerpo en escombros, solo sirviendo para dormir o
morir.
Needle&Thread: Te amo tanto.
Número desconocido: Te amo más. Te amo con cada respiración
que tomo, y con cada latido de mi corazón. Te amo más cada día.
Un hormigueo se disparó desde mi cabello hasta los dedos de mis
pies.
Needle&Thread: Me gustaría que estuvieras aquí. Te besaría y
tocaría y me quedaría dormida en tus brazos.
Número desconocido: Si te durmieras en mis brazos, te
sostendría toda la noche y te mantendría a salvo. Traspasaría tus
sueños y me aseguraría de que supieras que me perteneces y te daré
el futuro que te mereces.
Needle&Thread: ¿Qué es lo que merezco? ¿Qué clase de futuro
ves?
Número desconocido: Te mereces todo lo que soy y más. Mereces
la felicidad en la cima de la felicidad. Mereces protección y
adoración y el conocimiento de que nunca vamos a estar separados.
Mereces tan jodidamente mucho, y voy a dártelo todo.
Suspiré, sintiendo que la más cálida y más suave manta me cubría.
Jethro podría no estar aquí físicamente, pero espiritualmente sí. Sus
palabras no susurradas eran abrazos, y su preocupación era el más dulce
de los besos.
Needle&Thread: Solo dime que vamos a salir de esto. Dime que
estaremos juntos y envejeceremos juntos y construiremos una vida
que nadie nos pueda volver a quitar.
Su respuesta se tomó un momento, pero cuando mi teléfono sonó,
de alguna manera me dio todo lo que su familia me había quitado. Borró
los terribles sucesos y me dio esperanza.
Número desconocido: No solo planeo tenerte a mi lado por
siempre, sino que te quiero como mi esposa. Te quiero como la madre
de mis hijos. Te quiero como mi amante y mi mejor amiga. Vamos a
salir de esto. Todo va a terminar pronto. Y cuando lo haga, las cosas
van a cambiar para mejor. Voy a pasar el resto de mi vida haciendo
eso para ti, Nila, y demostrando que tomaste a un cobarde y lo
hiciste querer ser un héroe. Tu héroe.
Mis labios temblaron con lágrimas de felicidad. Susurré—: Te amo,
Kite.
Mirando a mi teléfono, leí y releí sus mensajes. Por mucho que
quería imprimirlos y dormir envuelta en sus palabras, tuve que
eliminarlos.
No podía correr el riesgo que Cut los encontrara.
No tuve elección.
Morir o matar.
Luchar o derrotar.
Me mató arrastrar toda la conversación a la papelera y eliminarla.
Ven a salvarme pronto.
Ven a terminar esto antes de que sea demasiado tarde.
Mi felicidad se aplastó repentinamente mientras las paredes me
acechaban por todos lados. Mi mente regresó, recordando de nuevo.
No me podía mover del suelo en la alcoba. No sabía qué camino
llevaba hacia arriba. No podía respirar. No podía hablar. Todo lo que podía
hacer era aferrarme a las tejas de la pizarra y montar la ola tras ola de
vértigo y claustrofobia.
Mi corazón acelerado borró años de mi vida por el pánico sin diluir.
Me desmayé.
Fue una bendición.
Para el momento en que Bonnie volvió a soltar el candado, ya no me
encontraba coherente.
Sacudiendo la cabeza, me froté la cara.
¿Cuántas torturas había sufrido Elisa antes de haber sido
“purificada”?
Número desconocido: Maldita sea, Nila. Te necesito mucho.
Necesito mostrarte cuánto te amo. Cuanto te extraño.
Mi corazón se hallaba en pedazos sin él.
Needle&Thread: Yo también te necesito. Tanto. Demasiado.
Cuando estemos juntos de nuevo, voy a…
Un ruido hizo que mi cabeza se levantara.
¡No!
Mis ojos se posaron en la puerta sin seguro.
¡Por favor no!
La única cosa horrible de estar tan enferma era que no tenía fuerzas
para hacer a un lado la cómoda y así mantenerme a salvo.
El teléfono volvió a la vida en mis manos, reclamando mi atención.
Llamada entrante de Número Desconocido. ¿Responder?
El dispositivo vibró con urgencia, rogándome aceptar su desafío.
Jethro...
Mi alma lloró. Quería tanto, tanto, tanto responder.
Pero no puedo.
Bloqueando la pantalla del teléfono, lo metí debajo de la almohada.
No borraste el último mensaje.
La puerta se abrió.
Demasiado tarde.
Daniel apareció, regodeándose, engreído. —Es hora de otro juego,
Nila. Y no podemos llegar tarde.
Traducido por NnancyC
Corregido por Annie D
Jethro[
Me incliné sobre mi hermano.
Los tubos y el monitor de corazón lo hacían lucir como algún
monstruo Frankenstein, reconstruido con trozos del hombre que una vez
llamé amigo, sostenido todo por hechicería y pura suerte.
Su piel poseía una ligera tonalidad amarillenta; sus labios partidos y
secos, abiertos para permitir el tubo metido en su garganta.
Los médicos hicieron todo lo que pudieron; lo curaron de emergencia
y mantuvieron su corazón bombeando. Dependía de él ahora.
Una semana y media había pasado. Diez días terriblemente largos.
Si no fuera por los mensajes frecuentes de Nila, habría perdido la cabeza
de preocupación.
Sus mensajes de texto me mantuvieron cuerdo.
Cada hora, me volvía más fuerte. Me forcé a mí mismo hasta que el
dolor bramó y mi resistencia mejoró. Cada minuto, tramaba mi estrategia
de juego, y cada segundo, pensaba en Nila.
Ella respondía de noche. Ambos bajo el mismo cielo, escribiendo a la
luz de las estrellas, enviando mensajes prohibidos. Ella se encontraba en
el mundo que yo solía habitar; yo estaba en una tumba, enviado allí por mi
padre.
Aunque nada podía mantenernos separados.
Pronto, ambos seríamos libres.
No obstante, sus mensajes no eran como antes. Cuando Nila todavía
vivía en casa con su padre y hermano, fue tímida y fácilmente se
avergonzaba. Era dulce y tan malditamente tentadora en su inocencia.
Pero ahora sus textos se encontraban sombreados con lo que no decía.
Retenía tanto, solo diciéndome lo que yo quería escuchar.
Era malditamente frustrante.
¿Por qué no respondes mis llamadas, Nila?
Cada vez que le marcaba entre nuestros mensajes, siempre me
ignoraba y desaparecía. Casi como si mentirme por caracteres innatos
fuera todo de lo que era capaz.
Necesitaba hablar con ella. Necesitaba descubrir la verdad.
Lo que realmente necesito es salir de este maldito lugar.
Sentí una punzada en el costado, recordándome que podría estar
perdiendo la cabeza con impaciencia, pero todavía no valía la pena pelear.
Maldita sea.
El monitor de frecuencia cardíaca de Kes nunca detuvo su incesante
pitido monótono. Deseaba que acelerara, que mostrara alguna señal de él
despertando.
Agarrando su mano, la apreté. —Estoy aquí, hombre. No te des por
vencido.
Mi otra mano fue a la deriva a mi torso, tocando la costilla delicada.
Louille dijo que tuve suerte que la bala pasó tan limpiamente. Él no podía
explicar cómo la trayectoria no tocó órganos tan vitales, pero yo sí. Volar a
través del aire, retorciéndome en posición para salvar a mi hermana me
mantuvo con vida.
La bala no encontró un blanco perfecto.
Trazando la piel fruncida a través del algodón delgado de una camisa
que me dieron, apreté los dientes. Esta mañana, removieron mis puntos.
Discontinuaron los antibióticos y anunciaron la buena noticia.
Me curaba rápidamente.
Concordé con que era una buena noticia. Demandé irme antes de
tiempo.
Pero Louille solo rió a carcajadas como si debería ser trasladado a la
sala de psiquiatría en lugar de recuperación. Sus emociones gritaban que
se sentía complacido con mi irritación; eso probaba que se distinguía en
su profesión como curandero; pero su boca dijo que no me mataría esperar
otro par de días.
Lo que él no sabía era que sus palabras estaban demasiado cerca de
la verdad.
Kestrel, por otra parte…
Apreté sus dedos de nuevo. No había despertado. Le indujeron
estado de coma por casi dos semanas, dándole a su cuerpo el tiempo para
curarse. La bala entró a su pecho, reventando su pulmón izquierdo,
destrozando un par de costillas. Fragmentos de huesos perforaron otros
tejidos delicados, asegurando que su cuerpo tuviera mucha más
recuperación para hacer que el mío.
Su pulmón izquierdo recibió el impacto completo, desinflándose y
ahogándose en sangre. Permaneció conectado al ventilador desde que
llegó. Louille dijo que, si atrapaba neumonía debido a su sistema
inmunológico estando tan débil, no habría mucho que pudieran hacer.
No podía pensar en los “que sí”.
Por ahora, respiraba. Vivía.
Superarás esto, hermano. Tengo completa fe.
Él siempre fue el más fuerte.
Louille también dijo que Kes estaba vivo gracias al pequeño calibre
de la bala que Cut usó y a la costilla que recibió un montón del impacto
original. Dijo que era sorprendentemente difícil matar a alguien con un
arma; a pesar de las historias; y procedió a contarme un cuento para
dormir; completamente no solicitado; sobre una guerra de pandillas en el
sur de Londres. Uno chico de dieciséis años tuvo cinco balas disparadas a
él; una alojada en su cráneo, la otra le dañó el corazón; aun así,
permaneció vivo y se curó.
Kes también lo haría. Tenía que mantener esa esperanza viva.
La suave ráfaga de aire siendo forzada en el cuerpo roto de mi
hermano calmaba mis nervios. Pese a que no se hallaba despierto, le ofrecí
compañía y aceptación.
Estar a su lado no era solo sobre la compañía.
Yo tenía un propósito.
Mis sentidos se desplegaron en abanico, esperando ver si alguno de
sus pensamientos o emociones atraía mi afección. Día tras día, esperaba
que fuera a despertar. Mi potencia sensorial se extendió, buscando algo de
dolor o sufrimiento: si podía sentirlo, entonces se encontraba lo suficiente
despierto para emanar sus sentimientos.
No obstante, al igual que ayer, no sentí nada, solo vacío.
Suspirando, acomodé su cabello rebelde. —Mejorarás. Ya verás. No
te vas a ir a ningún lado, Kes. No lo voy a permitir.
Traducido por Vane Farrow
Corregido por Daniela Agrafojo
Nila[
El pequeño juego de Daniel resultó ser un tres en raya.
Solo que no había ningún ganador, bajo ninguna circunstancia.
Al principio, me negué a jugar, pero pronto me enseñó que esa no
era una opción. Jasmine no podía hacer nada al respecto. Era una
espectadora mientras yo era el peón para el entretenimiento.
Noche familiar, lo llamó Bonnie.
Una velada acurrucados en la sala de juego en la que se intentó la
Tercera Deuda. Sin cuidado ni preocupación, jugaron Scrabble, Monopolio,
y cartas.
Cut sonreía con suficiencia cuando me estremecía con recuerdos de
esa noche, mirando las paredes y alfombra estilo ajedrez.
Kestrel había sido tan amable y honorable. Jethro había estado tan
conflictivo y herido.
Jasmine hizo todo lo posible por mantenerme ilesa, pero Daniel tenía
el control libre esa noche. Sus reglas: jugar el juego que deseara o
someterme a un beso en su lugar.
Y no cualquier beso. Uno descuidado y mojado, con su lengua
hundiéndose más allá de mi reflejo nauseoso y las manos toqueteando mis
pechos.
Después del segundo beso, me di por vencida a rebelarme y jugué.
Cut se limitó a reír.
Bonnie asintió como si fuera una leona enseñando a su cachorro
cómo jugar con su comida.
Algo se rompió profundamente en mi interior. Mi alma se dobló en
trozos, tratando de proteger mi fuerza y resistencia final.
Mis recuerdos, mi felicidad, mi pasión... todo se secaba lentamente
mientras más bebía su veneno.
Estaba pasando. Ellos iban a ganar. Me encontraba tan cerca de
rendirme.
¿Querían que me sometiera a jugar un juego estúpido? Bien.
Ganaron.
Jethro[
Diecinueve horas desde que hablé con Nila.
Esperé hasta la noche para escribirle de nuevo; casi me desgarré con
impaciencia. Lo único que me mantuvo dentro del hospital y me impidió
tomar una moto y precipitarme hacia Hawksridge era el latido persistente
en mi lado.
Me sentía mejor, pero no estaba al cien por ciento.
No es que tuviera que estar completamente sano para destruir a mi
padre, pero no sería estúpido esta vez.
No arruinaría mi sorpresa.
Finalmente, después del chequeo nocturno y la desagradable cena
del hospital, era seguro escribirle a Nila sin temor de ser atrapado.
Número desconocido: Necesito hablar contigo de nuevo. Quiero
tocarte, incluso si eso significa que no puedo hacerlo físicamente.
Llámame.
Al oír su deliciosa voz la noche anterior me excitó, me enfureció, y
me puso los nervios de punta. Se sentía como si yo fuera el que tuviera
una hoja de guillotina sobre la cabeza; castigado por el deseo de protegerla
y amarla.
Mi polla no se suavizó en toda la noche, pero me negué a
satisfacerme.
Quería esperar a Nila.
Podemos ofrecernos entre sí una pequeña medida de alivio.
Nunca tuve sexo por teléfono antes, pero si concedía una pizca de
satisfacción en nuestra separación, lo intentaría.
Mi corazón se apretó.
Los mensajes de Nila eran tan desinteresados. Tan preocupados por
mí y Kes. Apenas hablaba de sí misma, no importa cuántas veces rogaba.
La noche anterior, cuando hablé con ella, solo confirmó mis sospechas. Se
desvió mucho en sus respuestas. Y jodidamente odiaba eso.
Está escondiéndome cosas.
Después de diez minutos de no recibir nada, lo intenté de nuevo.
Número desconocido: Llámame. Te necesito.
Sin respuesta.
Sin notificación.
Nada.
Mi corazón se hundió, sangrando con cada tic del reloj frustrante.
Número desconocido: Respóndeme. ¿Estás bien?
Todavía sin respuesta.
La nieve se ofuscó en mi alma, arrastrándome más rápido hacia una
conclusión horrible.
Nila... ¿qué ha ocurrido?
El teléfono al lado de mi cama sacudió el silencio.
El timbre imitó una horrible alarma, rasgándome los tímpanos.
Arrancando el receptor de la base, tiré mi celular sobre las sábanas.
—¿Sí?
—Jet... ¿estás seguro para hablar?
Al instante, mi cuerpo se puso rígido. Joder. Sentándome demasiado
rápido, mi costilla palpitó. —Jaz... ¿qué ha pasado?
Hizo una pausa durante demasiado tiempo.
Algo ha salido mal.
¡Nila!
Esto era todo. No podía curarme por más tiempo. Mi cuerpo
descansó lo suficiente. Terminé con este lugar de mierda.
Balanceando las piernas sobre la cama, salté a mis pies. No cedí
ante el dolor que brotaba. No dejé que mi cuerpo me descartara.
He terminado. Estoy acabando esto.
—Escúpelo, Jaz. En este maldito momento.
Tenía que irme. Me encontraba lo suficientemente fuerte como para
matar a Cut y llevarme a Nila lejos.
Jasmine esnifó ruidosamente.
—¡Háblame!
Las lágrimas brotaron de inmediato en su voz. —Yo… lo intenté, Jet.
Hice mi mejor esfuerzo.
Mi sangre se convirtió en granizo. —¿Qué le hicieron?
No la Tercera Deuda. ¡Joder, si la tocaron…!
La voz de Jaz era frágil y llena de pena. —Me mintieron. Me dijeron
que iba a estar presente en cada castigo. Me enteré hoy que no fue cierto.
—¿Qué castigos, Jaz? —La habitación se cerró. Mi ritmo cardíaco
explotó—. ¿Qué han hecho?
—Bonnie tenía bloqueado el ascensor por mantenimiento. No pude ir
a la planta baja, Jet. Yo… —Un sollozo se le escapó.
Que se joda esto.
—¡¿Qué hicieron?! ¿Está viva? ¡Por el amor de Dios, habla conmigo!
—Han estado atormentándola, Kite. ¡Lo lamento tanto! Lo siento
mucho.
No tenía ropa de invierno. Nada para cambiarme de los pantalones
de chándal y la camiseta que me dieron. No me importaba.
Correría jodidamente desnudo a Hawksridge si tuviera que hacerlo.
—Que Flaw esté aquí, ahora. Haz que traiga ropa y suministros. Lo
quiero aquí en una hora. ¿Me escuchas?
Ella contuvo un sollozo. —Voy… voy a decirle. Kite… han estado
utilizando el viejo equipo. Lo utilizaron en Elisa en esas fotos. ¿Sabes?
Me quedé helado en el linóleo. —¿Qué demonios usaron?
Jaz se quedó en silencio.
—¡¿Qué usaron, Jasmine?!
—La Silla de Hierro, la Brida de Regaño, la Cigüeña. —Volvió a
llorar—. Lo siento mucho, Jethro. Estuve allí para la mayoría de ellos. Hice
todo lo posible para consolarla y apoyarla. Pero no podía decir que no. No
podía correr el riesgo de que supieran que tú estás… —Más lágrimas.
Emociones en conflicto corrieron a través de mí. Odiaba que no
pudiera salvar a Nila. Pero entendía al mismo tiempo. Era demasiado pedir
de mi hermana paralizada. Demasiado para cualquier persona que vivía en
ese manicomio.
Mi alma se hundió aún más. —¿Qué otra cosa, Jaz?
Le temblaba la voz. —Esta noche... le hicieron daño. Traté de
detenerlo, pero no pude. Ni siquiera supe hasta que fue demasiado tarde.
Mi corazón se rompió. —Esta noche. Joder, Jaz. ¿Qué pasó esta
noche?
Aspiró con fuerza. —Utilizaron el Tenedor del Hereje. Ella se resbaló.
—¡Mierda!
El tenedor era letal. Un tropezón y era la muerte. Mi mente nadaba
con imágenes de la llave del cuello cerrado con candado alrededor de la
garganta de los acusados, obligándolos a mantener la cabeza alta durante
varios días. Las mortales puntas agudas se encajaban contra el esternón y
la garganta, a la espera del cansancio o una caída al sacudir sus cabezas
hacia abajo y apuñalarlos a través del corazón y la mandíbula.
—Eso… eso no es lo peor de todo —tartamudeó.
Mi cuerpo se volvió lava y odio. —¡Maldita sea! ¡¿Qué más pudieron
hacer?!
—Parte de la Cuarta Deuda. Ellos…ellos… —No pudo terminar.
No.
No.
¡Maldita sea, no!
Arranqué la pulsera del hospital e intercambié el ser paciente por
vengador colérico.
Ellos no se saldrían con la suya.
Ya no más.
Están malditamente muertos.
—Que Flaw esté aquí. Voy a casa.
Traducido por Nika Trece
Corregido por Vane Farrow
Jethro[
Me volví alguien en quien nunca supe que era capaz de convertirme.
Un monstruo.
Un vengador.
El héroe que tenía que ser.
Nadie la tocaría de nuevo.
Ni yo.
Ni mi familia.
Ni siquiera el dolor mismo.
Di un paso hacia la tierra de Hawksridge. Mi tierra. Mi legado.
Estoy aquí por ti, Nila.
Arreglaré esto.
Solo esperaba que no fuera demasiado tarde.
Traducido por evanescita
Corregido por Mary Warner
Nila[
DORMIR.
Era la única paz que tenía en estos días.
Paz de mi alma fracturada. Paz desde la devastación.
Ellos habían ganado.
Finalmente me rompieron. Finalmente demostraron que nadie tenía
recursos ilimitados para mantenerse fuerte. Que todos nos quebramos con
el tiempo.
No estaba orgullosa de mí misma.
Odiaba haber perdido.
Pero al menos Vaughn se encontraba a salvo. Siquiera hice lo
correcto por él.
No tenía las armas para defenderme. No tenía la energía para
empujar a un lado el armario y protegerme a mí misma. Mi creencia de
que podría arruinarlos desapareció, se hizo polvo.
Ya nada importaba.
Era suya para hacer lo que quisieran. Y mi corazón se hallaba
oficialmente vacío.
Mi reflejo en el espejo del baño mostraba una transformación
aterradora. Concavidades se asentaban en mis mejillas, sombras rodeaban
mis ojos, y la sangre en mi pecho brillaba con fuego carmesí.
Sin embargo, haber perdido mi cabello era lo que más me dolía.
Desigual y esquilado, mis hebras de color negro brillante ahora
estaba hecho pedazos. Colgaban sobre mis oídos, en diferentes longitudes,
macheteado a abominación por las aberraciones de Daniel. Ya no parecía
Nila Weaver, la hija de Tex, hermana de Vaughn, la emperatriz de una
empresa que vale millones. Me veía como una fugitiva, una esclava, una
chica que había visto la muerte y ya no existía entre los vivos.
Me veo lista para pagar la Deuda Final.
Me siento lista para pagar el precio final.
No había fuerzas que quedaran dentro de mí.
Mirando fijamente a mis ojos negros, me estremecí ante mi apatía.
Ni siquiera me dejaron decir adiós.
Al momento en que la última hebra cayó al suelo, Marquise sacó a
Vaughn de la habitación sin mirar atrás. Nunca había visto a V tan salvaje
o tan impotente.
En dos segundos, desapareció.
Quería llorar, sollozar, estallar.
Pero me quedé allí hasta que Cut me dio permiso para retirarme.
Estaba en un billón de pedazos.
¿Cómo iba a encontrar mi camino de regreso cuando no tenía más
pegamento para arreglarme a mí misma?
Inclinando la cabeza, odiaba la falta de familiaridad, brisa gélida
silbaba alrededor de la parte de atrás de mi cuello. Mi cabeza se hallaba
ligera como el aire y pesada como nubes tormentosas.
Lo perdí todo. Mi agalle. Mi fe. Habían robado más de mí que sólo
vanidad, me robaron el derecho a la misma.
No aparté la mirada lado mientras me lavaba y atendía. No podía
dejar de mirar mi nuevo rostro.
No tenía palabras de aliento para reforzar mi coraje. No tenía la
esperanza de arreglar mi corazón herido. Todo lo que tenía era este vacío y
el deseo hasta los huesos de ir a dormir y olvidar.
Utilizando un trozo de percal, lavé mi herida lo mejor que pude. El
agua limpió la sangre, pero nada podía lavar la suciedad existente dentro
de mí.
Me había rendido.
Me desvanecí con tanta certeza como Cut había ganado.
Terminé con esto.
Tropezando salí del baño, dejando atrás la última parte que quedaba
de mí. Me despedí de la mujer que una vez conocí y caí de bruces en la
cama.
Sin pensamientos.
Sin deseos. Sólo vacío.
Dejé que el sueño me consumiera.
Jethro[
Mi vida ya no era mía.
Era de ella.
Suya.
Suya.
Le había dicho eso, pero no creí que me creyera. Pero ahora regresé.
Estaba vivo, listo y jodidamente enojado. Ella era mía para proteger y
adorar, y hasta ahora, le fallé.
Nunca debería haberla traído aquí. Debería haber tenido agallas y
terminado esto cuando Cut mató a Emma. Debería haber encontrado
ayuda para mi condición la noche en que herí a Jasmine. Debería haber
puesto fin a su maldad el día que mi madre no pudo hacerle frente.
Tanta historia, tantas lecciones y decisiones. En el momento, había
jugado el juego; esperé, aprendí y oré.
Pero fue estúpido pensar que habría otra conclusión.
Se necesitó que Nila me abofeteara hasta despertarme, electrocutara
mi corazón con su coraje y me mostrara que yo era una buena persona en
el interior. Que los pensamientos que sufrí, de tortura y ruina, no eran
míos. Que los horrores que cometí en nombre de los valores familiares no
me hacían el monstruo que fui preparado para ser.
Soy mi propia persona.
Y llegó el momento de demostrarle a Nila la transformación que
experimenté.
En el momento en que apareció en la cresta, luché por respirar.
Nila...
La luz de la luna la proyectaba en plateado mientras bajaba
suavemente por la pequeña colina, sus piernas blancas apareciendo bajo
el dobladillo de su camisón blanco. Un abrigo largo y negro inundaba su
cuerpo, y una capucha le cubría la cabeza, revoloteando alrededor de su
cara. No corrió. Se deslizó sobre la hierba helada y brillante.
Quería que remontara vuelo hacia mí. Que volara.
Pero algo andaba mal. Se movía con demasiada lentitud. Como una
mujer que perdió su fuego.
Mi corazón se rompió mientras lentamente cerraba la distancia.
Parecía mágica, mística y demasiado preciosa para domesticar.
Pero yo le domestiqué. Y ella me domesticó.
Ven más rápido, Nila.
De prisa.
Mis manos se cerraron cuando no aumentó su ritmo. Me quedé
donde estaba, acechando en las sombras, esperando.
Mi cuerpo vibraba, queriendo tan jodidamente cargar hacia ella.
Derribarla en la suave hierba y besarla hasta dejarla inconsciente bajo las
estrellas. No podía soportar otro segundo más sin ella en mis brazos.
Di un paso hacia el patio de adoquines.
No lo hagas.
El sentido común me obligó a retroceder a la sombra. No podía
abandonar la seguridad de los establos, no podía arriesgarme a que
alguien me viera desde el Hall.
Espera.
Cada segundo era una maldita tortura.
Se movió tan recta y verdadera como el cernícalo que le envié.
Kes.
Su nombre y recuerdo eran una mancha en mi alegría.
Mi hermano tenía que sobrevivir porque se merecía ver el nuevo
futuro. A él y Jasmine se le debían una vida más feliz que la que nos fue
otorgada.
Los quería a mi lado cuando introdujera a Nila a Hawksridge y le
mostrara que este lugar no había sido amable con ella, pero una vez que
fuera mío, sería nuestro refugio privado.
Ven. Más rápido. Corre.
Mi corazón tronó con una síncopa errática.
Nila se deslizó por la pequeña pendiente, el destello de zapatillas de
ballet con brillos capturando la luz de la luna.
Cada paso la acercaba. Suspiré profundamente. La palpitación en mi
costilla se desvaneció; la punzada de mis puntos de sutura recién retirados
desapareció. Por primera vez desde que desperté en el hospital, me sentí
realmente curado. Mi cuerpo se había reparado, pero sin ella, mi alma
habría estado desgarrada para siempre.
Intercambiando la hierba por los adoquines, los zapatos de Nila
golpearon suavemente, cerrando la distancia entre nosotros. Su
respiración entrecortada, si hubiera estado enferma, pero sanando, y la
capucha ocultaba su impresionante cabello largo.
Mi piel echó chispas cuando corrió alrededor del bloque de montaje y
navegó a través de las puertas dobles de los establos.
Finalmente.
La agarré.
Gritó cuando mis brazos serpentearon alrededor de ella, atrapando
su vibrante forma, saludándola con los ecos de los latidos de mi corazón.
Haciéndola girar en mi agarre, planté ambas manos en sus caderas y la
empujé contra la pared.
Nunca dejé de moverme.
Empujando, moviendo, jodidamente desmoronándome al tenerla en
mis brazos.
Sus ojos encontraron los míos. Su miedo desapareció,
consumiéndome bajo una avalancha de amor. —Oh, Dios mío... es
verdad... estás aquí.
Sonreí, abriéndome a mí mismo por completo. Me alimenté de su
felicidad, amando cuán profundamente se preocupaba por mí. No podía
soportarlo. No merecía tal aceptación incondicional. Pero algo la opacaba.
Se sentía... diferente... más calmada. No tenía su chispa habitual o
vibrante voluntad.
Mi alma gruñó ante la idea de ella desvaneciéndose de mí.
La traería de vuelta.
Lo haré.
Su espalda chocó contra la pared de ladrillo, mis manos se
dispararon desde sus caderas a sus mejillas, y nada más importaba. —
Cristo, te he extrañado. —Agachando la cabeza, capturé su boca en un
beso brutal.
Vive por mí. Respira por mí. Regresa a la vida por mí.
Mis labios magullados con lo duro que la besé. No había querido ser
tan rudo, pero Nila explotó. La pasión y ferocidad carentes dentro de ella
de repente detonaron a la existencia.
Gemí cuando sus manos desaparecieron en mi pelo, agarrando
puñados, tirando de mí más cerca. Se derritió y luchó; su lengua se
disparó dentro de mi boca.
Gimió cuando mi beso se tornó violento, impulsado por la necesidad
de afirmar que esto era real. Que se encontraba realmente en mis brazos y
seguía luchando, seguía sobreviviendo.
Nuestras cabezas se inclinaron, cambiando la dirección del beso.
Sus dedos tiraron más duro de mi pelo. La besé más profundo.
—Estás aquí. —Vertí las palabras con los besos, sin saber si hablaba
o gritaba desde mi alma—. Joder... estás realmente aquí.
Su lengua se arremolinó con la mía, su pecho presionando fuerte
mientras succionaba rápidas respiraciones. Me dolía el costado, pero nada
me impediría besarla hasta que nos desmayáramos de placer.
Regresó a mí, pero aún continuaba apagada por dentro, todavía
vacilante e insegura.
—Estoy aquí. —Me besó más rápido—. Estás vivo. —Sus dedos se
hundieron más firme—. Dios, Jethro... estás bien. —Su voz se quebró, y el
mundo cesó de existir.
Era solo gusto, amor y calor.
La presa de sus emociones me ahogó, y grité mientras ella
reencarnaba en mis brazos. Joder, la había extrañado. Joder, me preocupé
por ella.
Pero estaba viva.
Seguía siendo mía.
Sus manos recorrieron mi espalda, tocando apasionadamente. Hizo
una mueca mientras contuve el aliento cuando rozó sobre mi costilla en
curación.
Jadeó. —Lo sien…
Tiré de su cabeza hacia atrás con un puñado de su capucha,
forzándola a mirarme. Sus labios lucían hinchados, brillando en la
oscuridad. —No puedes romperme, Nila.
La besé otra vez, incapaz de soportar la abrumadora emoción en sus
ojos. Se abrió para mí, dándome la bienvenida para tomar lo que quisiera.
En cuestión de segundos, estaba borracho. Intoxicado por completo de su
sabor, toda mi visión de futuro, mis planes para poner en acción, todos
podrían esperar.
Porque esta diosa no podía.
Yo no podía.
No podía tener suficiente. Nunca tendría suficiente de ella.
Tropezamos hacia los lados, mi mente inundada de necesidad, mi
cuerpo y manos completamente descontrolados. Mi hombro chocó contra
una casilla mientras Nila perdió el equilibrio, cayendo contra mí. Le di la
vuelta, apretándola contra la nueva obstrucción, besándola con más
fuerza.
Gimió y nos tambaleamos de nuevo, chocando y luchando pero
siempre besándonos.
Sin detenernos nunca.
—No puedo creer que estés vivo. —Sus manos se enredaron más
profundas en mi pelo, manteniendo mi cara bloqueada con la de ella—.
Todas las noches rogué porque no te hubieras ido.
Me agaché para capturar su garganta, besando mi camino a lo largo
de la línea de su mandíbula, frunciéndole el ceño a los brillantes
diamantes atados a su cuello.
No importaba lo que pasara y la libertad que ganáramos, Nila usaría
para siempre ese collar. Lo odiaba, pero preferiría verla usarlo todos los
días durante los próximos ochenta años, antes que verlo de nuevo posando
en su pedestal en la bóveda, a la espera de su próxima víctima.
Mordí su cuello, chupando su sabor, inhalando cada parte de ella.
Quería esas imágenes fuera de mi cabeza. Por siempre.
Gimió cuando capturé su pecho, apretando la carne sin restricciones
a través de su camisón.
—Jethro…
Mi puta polla palpitó de deseo, mi corazón permanentemente situado
en la carne dura como una roca. Tenía que estar dentro de ella. Solo
entonces está loca necesidad de devorarla cesaría.
Aún no.
Cosas tenían que ser discutidas.
Tomó todas mis fuerzas, pero me aparté, arrastrando una mano por
mi cara.
Nila se quedó bloqueada contra la casilla, su pecho subiendo y
bajando; su abrigo abierto, mostrando pezones sobresalientes con lujuria.
La maldita capucha me impedía ver más allá de la boca y los ojos.
Su mirada se encontró con la mía en la penumbra, lágrimas
brillando en sus pestañas. —¿Por qué… por qué paraste?
No podía apartar la mirada de sus labios. Tan regordetes, rojos y
húmedos.
Yo hice eso. Prácticamente la devoré viva.
Las ganas de hacerlo de nuevo me volvían malditamente loco.
—Tenemos que hablar. —Mi voz era heno y polvo, agrietada y seca.
—Oh. —Bajó la mirada, sus dedos jalando el abrigo. La maldita
capucha mantuvo su cara en la sombra. Se encontraba tan herida como
yo. Herida con pasión. Lacerada por la lujuria.
Mierda.
Cerré los ojos con fuerza, cortando mi visión, pero alimentando más
la percepción de mis otros sentidos. Mi piel rogó por conectar con la de
ella. Mi corazón gruñó por latir contra el de ella. Y mi puta verga me
castigó por no estar dentro de ella.
—A la mierda.
Cedí.
Cayendo de nuevo sobre ella, dio un grito ahogado mientras la
empujaba con fuerza contra la casilla.
—A la mierda la conversación. —La besé en los labios, la barbilla, las
mejillas—. Te necesito, Nila. Necesito cada centímetro de ti.
—Tómame. —Chilló cuando mi mano recogió su vestido, arrugándolo
por encima de su cadera—. Por favor. Por favor no te detengas.
—Nunca he deseado a alguien tanto como te deseo. —Gemí cuando
abrió sus piernas—. Nunca he amado a nadie tanto como te amo.
Se quedó sin aliento y agarré la parte posterior de su rodilla,
enganchándola por encima de mi cadera. Algo se rasgó —su dobladillo o
abrigo— no me importó. Su talón se clavó en mi trasero mientras se
aplastaba contra mi verga.
Me estremecí. Mi mano se estampó contra la casilla para evitar que
mi cuerpo la estrujara.
—No pares. —Envolviendo los brazos alrededor de mi cuello, me
arrastró de nuevo a ella.
Mi lado punzaba y mi frente sufrió pinchazos de dolor, pero no me
importó. Mi pene me gobernaba ahora y quería estar dentro de ella en este
puto instante.
Buscando a tientas con una mano, arranqué mi cinturón y bajé mis
pantalones vaqueros y bóxer. La ropa había llegado por cortesía de Flaw,
junto con el viaje de vuelta a Hawksridge, silencio jurado, y una nota para
entregar a Jasmine.
Mi polla saltó de mi pantalón, ondulante con la necesidad y pegajosa
con pre-semen. Empuñando la base, me sacudí contra ella, tratando
desesperadamente de encontrar su entrada.
Sus dedos arañaron mis hombros, tirando de mí más cerca, pero
sosteniendo a distancia al mismo tiempo. —Espera… espera…
—No puedo esperar.
—Pero te dispararon... probablemente no deberías… —Sus manos
cayeron, acariciando mis caderas desnudas, clavando sus uñas en mi
carne—. ¿Estás bien para hacer esto?
La besé de nuevo. —Voy a mostrarte lo bien que estoy haciéndote el
amor. —Empujé contra ella.
Sacudió la cabeza. —¡Espera! —Su atención se disparó a mi torso,
en busca de las heridas. No tenía ninguna intención de quitarme la
camiseta y mostrarle el vendaje ocultando el área de los puntos de sutura
o mencionar mi costilla rota.
¿No lo entendía? Nada de eso jodidamente importaba, ella era el
mejor analgésico.
Nunca me había sentido tan bien al tenerla en mis brazos, superar
la muerte, derrotar lo imposible.
—Discutes conmigo de nuevo, y voy a deshacerte una y otra vez
hasta que me creas.
—Pero…
—Basta. —Presionando un dedo sobre sus labios, la hice callar—.
Silencio. —La punta de mi polla encontró su apretado calor—. Si me
detienes de tomarte, voy a morir. Voy a, literalmente, tener un ataque al
corazón.
Su cabeza cayó hacia atrás cuando la provoqué, cerniéndome tan
cerca, pero no tomándola. Empujando hacia arriba el más pequeño ápice,
temblamos con el placer. Mi cabeza se inclinó, presionando contra la pared
detrás de ella mientras hice mi mejor esfuerzo para mantener el control.
Mis muslos tensos mientras todos mis instintos bramaban por conducirme
dentro de ella. —Te necesito tanto que apenas puedo respirar.
Sus emociones corrieron como locas, golpeándome desde todas las
direcciones.
Lujuria.
Miedo.
Preguntas.
Amor.
—Deja de pensar con tanta fuerza; me estás distrayendo. —Mirando
en sus ojos, tracé su mejilla, calmando sus pensamientos turbios—. Todo
lo que quiero sentir de ti, Nila, es deseo. Todas las otras cosas... podemos
hablarlas más adelante. —La besé suavemente—. Ahora, cállate, deja de
pensar, y permite que te folle.
Se estremeció y obedeció.
Sus emociones cambiaron a un pensamiento: querer que la tomara.
Sería mi placer cumplir.
Doblando las piernas, me moví hacia arriba.
Su espalda se arqueó mientras me deslizaba en el interior de su
calor líquido. Más y más alto, estirándola.
—Dios, Jethro… ¡Sí!
La acerqué, sosteniéndola con mucha fuerza mientras subía más
profundo. Solo una vez que me tuvo totalmente envuelto, embestí.
Nuestros labios pegados entre sí, y nos cabalgamos juntos.
No era rítmico o sensual.
Era puramente animal y primitivo.
—No voy a durar. No puedo durar.
—No me importa. —Su coño se apretó mientras conducía más
rápido—. Solo demuéstrame que estás vivo.
—Eso lo puedo hacer.
No pasó mucho tiempo.
Mi cuerpo no tenía la resistencia y el tiempo que pasamos separados
significó todo sobre Nila embrujándome en explotar demasiado rápido.
Con cada embiste, el placer se volvió catastrófico; mis bolas ceñidas.
—Oh, mierda... —Fragmentos de rayos se dispararon por mi pene,
chorreando a borbotones dentro de ella—. Infiernos sí. —Olas de liberación
me paralizaron mientras salpicaba dentro de la mujer que quería para
siempre. Me mordí el labio mientras mis piernas se apoderaron, mi polla
empalándola una y otra vez.
El último chorro me dejó mareado, pero fue el orgasmo más corto,
más agudo y más gratificante que jamás había tenido.
—Maldita sea, es bueno verte.
Tenerla en mis brazos, venirme dentro de ella, sabiendo que
estábamos juntos de nuevo, ayudó a enjugar mis preocupaciones y
simplemente ser.
—¿Dónde están Polilla y Alas?
La voz de Nila se envolvió alrededor de mi satisfacción,
arrastrándome hacia ella. El frío de los establos se desvaneció gracias a las
lámparas de calor que encendí arriba.
Me di la vuelta para mirarla; mi cinturón desabrochado y mis
vaqueros tintinearon.
De alguna manera, luego de llegar al orgasmo, nos tambaleamos
hasta el pasillo de los establos y nos desplomamos encima de uno de los
fardos de heno de una casilla sobrante. Nila había perdido sus zapatos, y
su chaqueta negra estaba arrugada y polvorienta del roce contra la pared,
pero nunca pareció más hermosa. Sin embargo, todavía no se quitaba la
capucha, y emociones raras fluían de ella, ocultas y silenciosas,
asustándome más con cada minuto que pasaba.
Yo era muy consciente de cada pensamiento suyo, y también,
íntimamente consciente de que Nila no se había venido.
Quiero rectificar eso.
Su mente daba vueltas, enviando destellos de ideas y preguntas en
todas las direcciones. Las dejé atravesarme, sin querer centrarme en la
realidad por el momento.
Esta podría ser la única vez que lleguemos a tener este tipo de
perfección antes de que todo esté terminado.
Pretendía disfrutar tanto como fuera posible.
—Están en el potrero. Si no son necesarios para una cabalgata
normal, son sacados.
Se relajó. —Oh, eso es bueno. Tuve la horrible idea de que pudieron
haber herido a Alas ya que tú estás muer... Bueno —Sonrió— estabas
muerto.
Al acercarla más, el dulce olor a heno limpio nos rodeó. —Todavía
estoy muerto de acuerdo a mi padre. También Kes.
Mi frente se arrugó al pensar en mi hermano. Él tiene que despertar.
Estar lejos del hospital iba en contra de mi deseo de velar por él, pero tenía
que confiar en que el doctor Louille sabía lo que estaba haciendo. Que con
el tiempo, una vez que Cut estuviera muerto y las cosas estuvieran
resueltas, Kes despertaría y podría tomarle el pelo por dormirse a través de
todo el trabajo duro.
Despierta, hermano. No me abandones cuando estamos tan cerca.
—¿Cómo está él?
Eché un vistazo a Nila. La belleza simplista de sus ojos de ónice y
labios sensuales sacudieron mi polla de nuevo. —Continúa vivo. —Mi voz
permaneció en el silencio estancado. No había caballos apeando esta
noche, los perros dormían al otro lado del patio, y la hora de las brujas nos
dio nuestro propio aislamiento de la realidad, escondiéndonos de las
pesadillas.
Nila tiró de la manta de cuadros que coloqué sobre el fardo de heno.
—¿Va a seguir estando de esa manera?
Mi corazón se encogió. Eso espero. —Seguirá así si sabe lo que es
bueno para él.
Ella sonrió, pero no se rió, demasiado llena de melancolía como para
aligerar el estado de ánimo. Era imposible aligerarlo, no cuando un
hermano y un amigo estaba muriendo.
Cambiando de tema, entrelacé mis dedos con los suyos. —¿Puedo
pedirte algo?
Asintió. —Claro.
—¿Puedes quitarte la capucha? Quiero verte. Estás demasiado
tapada.
Al instante, sus emociones se dispararon. Miedo anegado, seguido
por la desesperación. Luego de sentarse, negó con la cabeza. —Prefiero
dejarla puesta. Tengo frío. —Para reforzar su mentira, agarró el abrigo con
más fuerza y se abrazó a sí misma.
Me senté de golpe. —Tonterías. Sé cuándo mientes. Al igual que
sabía que estabas mintiendo en la mayoría de los mensajes de texto que
enviaste.
Encorvó los hombros. Sus manos fueron a cada lado de la capucha,
manteniéndola apretada alrededor de su cara.
Moviéndome en frente a ella, tiré de la tela negra. —Nila... Quítate la
capucha.
—No.
—Nila… —Mi voz se convirtió en un gruñido—. ¿Qué me estás
ocultando?
Las lágrimas pusieron vidriosos sus ojos.
Mi corazón se partió. —Nila, por favor. No puedo soportar que no me
digas la verdad. —Mis manos tiraron de nuevo, luchando contra su agarre.
Una lágrima se deslizó por su rostro. —Por favor... No me obligues.
Mi corazón dejó de latir.
—¿Qué te pasó? La primera vez que te vi, estabas casi muerta por
dentro. Siento que volviste a la vida, pero algo ha cambiado. —Mi voz se
volvió pesada—. Por favor, Nila. Déjame arreglar esto. Sea lo que sea que
haya pasado, déjame tratar de ayudar.
Más lágrimas corrían en silencio por su rostro. Miró hacia otro lado.
—Yo-yo fui débil. Cedí. No creía que quedara nada dentro de mí. —Su
aliento se atascó—. Pero entonces te vi y me acordé de porqué luchaba. Me
diste un propósito de nuevo. Me recordaste que todavía importo y es mi
deber. No seguir con vida por mí misma, sino por ti. Ya has ayudado, más
de lo que te imaginas.
—Mierda... Nila... —Se me encogió el pecho cuando me invadió su
tristeza—. ¿Qué puedo hacer para mejorar esto?
Sonrió débilmente. —Ya lo has hecho. Estoy reconstruyéndome a mí
misma de nuevo. Estoy mejor ahora. He recordado quien soy. —Apretó sus
dedos—. Solo, por favor, no me pidas que me quite la capucha.
No podía soportarlo. Mi temperamento empeoró. —Quítatela. Tengo
que saber.
Negó con la cabeza.
—No me hagas quitártela. Tienes que mostrarme. Estamos en esto
juntos, ¿recuerdas? Eso significa compartir nuestro dolor y decir la
verdad.
Encorvó los hombros. Vaciló por demasiado tiempo. Por último, bajó
la cabeza. —Por favor... Por favor, no me encuentres fea.
—¿Qué? —Mi aire explotó—. ¿Por qué me pedirías tal cosa?
Inhalando un suspiro tembloroso, soltó la capucha.
Mi condición absorbió sus emociones: desesperación, dolor,
conflictividad, ira. Pero sobre todo, una desesperanza paralizante. Mi alma
se pulverizó mientras poco a poco quité la tela sombría y vi lo que trató de
ocultarme.
No podía hablar.
No podía pensar.
Todo lo que podía hacer era mirar y llenarme con tal furia, con tal
inmenso odio, que las lágrimas llenaron mis ojos.
Con los hombros encorvados de forma abatida, no podía mirarme. —
Yo-yo... —Renunció, ocultando el rostro en sus manos y dejando salir su
tristeza.
Su pelo impresionante había sido reemplazado por múltiples
longitudes diferentes y formas. Los mechones desalineados caían en
cascadas sobre sus manos.
Ellos pagarían. Maldición, iban a pagar por esto.
Temblando de rabia, la atraje hacia mí, aplastándola en mis brazos.
—Esos malditos hijos de puta.
Se volvió en mis brazos, envolviendo los suyos alrededor de mí,
llorando en silencio en mi cuello. Le acaricié la espalda, el cuello, los
mechones desordenados. Se sentía tan diferente, tan extraño.
Esto era lo que se encontraba tan mal. La razón por la cual se sentía
tan peculiar.
Su coraje había sido despojado, al igual que su hermoso cabello.
Tengo que arreglar esto.
No tenía idea de cómo, pero no podía dejar que siga sufriendo.
Soltándola, me fui hasta el fondo del establo y cogí un par de tijeras
del cuarto trasero. Luego de regresar, me senté detrás de ella en el fardo de
heno y sin mediar palabras, rocé las hebras andrajosas con mis dedos y
besé su cuello.
Con el silencio entre nosotros, corté las puntas desparejas.
Eché mi amor y compromiso con cada corte, sacrificándome con
cada mechón que recorté.
Mi corazón se aceleró mientras su pelo caía al heno, entrelazando
dorado con negro. Ella se estremecía e hipaba con respiraciones llorosas,
pero no me detuve. En todo caso, sus hombros se relajaron, me dejó
corregir la agonía que mi familia le había causado.
Me tomé mi tiempo.
Le acaricié como lo haría con cualquier potranca rota, recordándole
que me importaba, la adoraba y nunca la lastimaría. El espesor suave de
su pelo se deslizó entre mis dedos, pasando a la uniformidad mientras más
me ocupaba.
No solo reparé su cabello, sino también su alma. La sentí mejorando,
pegando sus piezas dispersas, volviendo a ser la Nila que conocía y
adoraba.
Me enamoré de ella aún más ante la fuerza que le tomó volver del
borde de perderse a sí misma.
Y lo hizo por mí.
Bajo mi toque, cobró vida.
Bajo mi fuerza de voluntad, respiraba con libertad y una pizca de
felicidad.
No me tomó mucho tiempo, cortando hasta la altura de su
mandíbula, peiné los mechones de ébano. Con un recorte final, me senté
para mirarla y familiarizarme con esta nueva mujer que sostenía mi
corazón con tanta seguridad como la que había dejado atrás.
Acunando su cara, aparté su pelo y la besé suavemente. —Eres de
alguna manera aún más hermosa, Needle.
Se quedó sin aliento.
El apodo que utilicé en nuestros mensajes de texto se deslizó por mi
lengua sin esfuerzo. La palabra simbolizaba todo lo que me encantaba de
ella. Todo lo que llegué a adorar.
Sus labios se separaron, dándome la oportunidad de besarla más
profundamente.
Gemí cuando escabullí mi lengua en su boca, lamiendo su tristeza y
haciendo mi mejor esfuerzo para que viera la verdad.
Yo nunca estaría libre de ella. Nunca.
En silencio, nos tumbamos en el heno, cara a cara, besándonos
suavemente. Mis dedos se deslizaron en su cabello, masajeando su cuero
cabelludo, manteniéndola allí en mis brazos en lugar de en sus
pensamientos tormentosos.
Pasó el tiempo, y aun así, nos besamos y existimos. Silenciosos y
seguros, enamorándonos de nuevo. Nos dimos un sentido de normalidad
que nunca tuvimos antes, fingiendo que este era nuestro mundo, donde
nada nos podía tocar.
Por último, me aparté, acariciando su mejilla con mis nudillos. —
Entiendo que Bones te entregó mi mensaje.
—¿Bones?
—El cernícalo.
La cara de Nila se iluminó por primera vez desde que la había visto.
El dolor de su cabello recortado se desvaneció un poco. —Sí. No tenía idea
de que las aves rapaces podían ser entrenadas para hacer eso.
Me dejé caer sobre mi espalda, ocultando mi mueca de agonía. Follar
a Nila de pie no era exactamente recomendable para un paciente en
recuperación. —Pueden hacer todo tipo de cosas. —Mis labios se
contrajeron, recordando lo que le habíamos hecho a Jasmine cuando
éramos más jóvenes. Me animé más para mantener a Nila entretenida,
haciendo mi mejor esfuerzo para que se olvidara de su cabello y disfrutara
de nuestra paz juntos—. Por ejemplo, una vez, Kes entrenó a un halcón
para que volara a la habitación de Jasmine y entregara ratones de campo
muertos cada noche solo para enojarla. Ella chillaba y perseguía al pájaro
todo el camino de regreso hasta las caballerizas.
—¿Caballerizas?
—Pajarera. —Agité mi mano en dirección a las perreras—. En el
último recuento, creo que teníamos seis aves rapaces en la propiedad.
Viven en el ático de las perreras. El pájaro que te envié habrá regresado a
casa después de entregar su mensaje.
Nila jugaba con un pedazo de heno, todavía más tranquila de lo
normal. —Primero me entero de que hay cerdos escondidos aquí, y ahora
pájaros. Cuanto más vivo en Hawksridge más me doy cuenta de lo poco
que sé.
¿Y quieres saber más?
Por mucho que odiaba la jerarquía de mi padre, me encantaba esta
propiedad. El Hall no tenía poder sobre mí, podían ser escombros para
todo lo que me importaba, pero amaba la tierra. Los acres de la libertad, el
santuario y la vida silvestre.
Finalmente, cuando se erradicara el mal, esperaba que Nila adoptara
este lugar como suyo y lo hiciera tan puro como ella.
Esos son pensamientos para después de que todo esto termine.
Fruncí el ceño cuando me concentré en la otra parte de su oración.
—¿Los cerdos?
Su rostro se endureció. —Olvídalo.
Intenté discutir pero levantó su barbilla, arrastrando mis ojos por su
garganta hasta la pequeña mancha en su camisón. Unas gotitas carmesí
empaparon al algodón. —¿Qué demonios es eso? —Me enderecé. Mi propio
dolor no pudo evitarme sentir el suyo. Dejé que mi condición se
fortaleciera, en busca de sus secretos, tratando de descubrir cómo se
había lastimado.
Sé cómo.
Mis puños se cerraron.
Nila de inmediato puso una mano sobre el corte en su esternón. —
No es nada.
—A la mierda que no es nada. —Apartando su mano, fruncí el
ceño—. ¿Quién te hizo eso? —La furia fría se apoderó de mi alma. Su
tensión y secretos despertaron alrededor de mí—. ¿Quién lo hizo, Nila?
Respóndeme.
Su rostro se contorsiono, y apartó la mirada. —Como he dicho, no
importa. Viste mi pelo, esto fue nada comparado con eso.
Capturando su barbilla, atraje sus ojos a los míos. —Maldición, a mí
me importa. Necesito saberlo. —Todo lo que quería hacer era irrumpir en
Hawksridge, y apuñalar a mi padre repetidamente en el maldito corazón.
Quería sentir el dolor de la muerte. Quería que sufriera para siempre—.
¿Cut?
Cerró los ojos. Noté más de sus emociones: temor, asco, debilidad,
culpa. ¿De qué diablos se sentía culpable?
Echando un vistazo a los dos cortes que estropeaban su perfección,
sabía que Jasmine tenía razón. Las marcas solo podían haber sido
causadas por un aparato.
—Ese maldito cabrón. Utilizó el tenedor de hereje.
Se estremeció. —¿Cómo...?
—¿Qué más te han hecho, Nila? Tu pelo, tu piel. —Me froté la cara,
incapaz de quitarme el odio a mí mismo por dejarla en manos de mi padre
y mi hermano—. Deberías haberme enviado mensajes de texto, decirme lo
que te estaban haciendo.
Se sentó. —¿Cómo has adivinado acerca del tenedor de hereje?
Fruncí el ceño. —Al menos una persona me dice la verdad en lugar
de tratar de ocultarlo para hacerme sentir mejor.
Ella miró hacia otro lado; la ira iluminó sus ojos. —Jasmine.
—Sí, Jasmine. —Agarrando su muñeca, la obligué a mirarme—. La
hermana a la que le pedí te mantuviera a salvo. La mujer en la que se
suponía confiarías y le dirías si necesitabas ayuda o protección. —Quería
sacudirla—. Sin embargo, no lo hiciste. Sufriste, y me mentiste que todo
estaba bien…
Liberó la mano de mi agarre. —¿Qué debía hacer, Kite? Pensé que
estabas muerto. Me convertí en alguien que no reconocí. Y luego me enteré
que estabas vivo e hice una promesa de permanecer de esa manera para
que pudiéramos ponerle fin a esto juntos. —Sus ojos bajaron, dejándome
fuera—. Además, he sobrevivido a cosas peores. Acabo de tener un
momento de debilidad antes de venir aquí esta noche, eso es todo.
—Eso no es todo y lo sabes. —Tragué saliva cuando sus emociones
gritaron lo obvio mientras su boca se negaba a hablar—. Estás con los
nervios a flor de piel, Nila. Lo siento. —Agarrando sus hombros, la
sacudí—. Maldita sea, eres más fuerte que ellos. No dejes que ganen.
Prométemelo.
Ella había sobrevivido a cosas peores en mis manos.
El taburete de inmersión en el agua. Los latigazos.
Pero la herí más al no estar allí para ella.
—Dios, Nila. —Levanté mis rodillas, enjaulándome a mí mismo. Esta
posición había sido mi favorita cuando era niño. Rodillas arriba, envueltas
con los brazos, cabeza gacha; un pequeño fuerte que separara la
intensidad abrumadora que no podía apagar—. Nunca me perdonaré por lo
que he hecho.
Mis ojos pinchaban con furia contra quien me permití ser. Por ser
tan condenadamente débil.
Nila se lanzó de rodillas, acurrucándose contra mí. —Basta, no
necesitas perdón. Ya hemos dejado atrás eso.
—Nunca voy a dejar atrás eso, no mientras viva. —Viendo su mirada
oscura, juré—. Nunca voy a dejar de compensarte por ello.
Sonrió con tristeza. —No hay nada que compensar. —Acunando mi
mejilla, pasó el pulgar sobre mi labio inferior—. Después de lo que acabas
de hacer por mí; cortarme el pelo, devolverme lo que había perdido,
estamos a mano. Has vuelto de entre los muertos por mí, Kite. Te has
probado a ti mismo mucho más de lo que jamás podrían las palabras.
Pasé un brazo alrededor de ella, abrazándola con fuerza. —Puede
que nunca más sienta tu dolor. Maldición, antes me paralizó, pero ahora
me mataría.
Negó con la cabeza. —El único dolor que me causarás, Jethro, es si
mueres de nuevo. —Resopló, haciendo su mejor esfuerzo para aligerar el
ambiente—. Por lo tanto, prométeme que no vas a morir, y el resto va a
estar bien.
—El único dolor que quiero soportar es el dolor soportado por
protegerte y merecerte.
Ella se puso rígida. —¿Qué significa eso?
Significa que tengo un plan para poner fin a esto, pero la guerra tiene
bajas en ambos lados.
—Nada. —Apartando su cabello corto, le acaricié el cuello—. No
quiero hablar más de esto.
Se hizo el silencio entre nosotros. Quería hacer más preguntas; su
curiosidad pinchaba en mi piel como espinas, pero las reprimió.
—No me has preguntado cómo me escapé para venir a verte. —
Apartándose de mi abrazo, se acostó sobre su espalda, palmeando la
manta a su lado—. Ahora mantienen mi puerta cerrada con llave, así que
no podía correr a través del Hall.
Me recosté de nuevo, sosteniendo discretamente mi lado que sanaba,
concediendo un poco de presión de la incomodidad en aumento. —¿Cómo
te escapaste entonces?
Sus dientes brillaron en la oscuridad. —Escalé la bajante fuera de
mi cuarto de baño y utilicé el enrejado de hierba sobre la torrecilla para
llegar al suelo.
Gemí. —Mierda, Nila. —Hawksridge había evolucionado a lo largo de
los siglos, la instalación de cañerías interiores era una nueva adición con
tuberías antiestéticas que arruinaban la hermosura de la fachada. Mis
antepasados hicieron todo lo posible para ocultarlos con el enrejado de
hierba, haciendo crecer el enrejado por el edificio. Sería una escalada fácil,
pero no para alguien con el inconveniente del vértigo—. Eso fue una
estupidez.
Si hubiera sabido que tenía que escabullirse y arriesgar de romperse
el cuello, no la habría convocado.
¿A quién quieres engañar?
Habría ido por ella si no hubiera conseguido mi nota. Estar en la
propiedad, estar tan cerca pero tan lejos, no podía soportarlo. —Te podrías
haber caído. —Tracé su bonito cuello debajo de la envoltura de
diamantes—. Te podrías haber lastimado por nada.
—¿Nada? Tú difícilmente eres nada. —Tembló bajo mi tacto—.
Habría volado aquí con los huesos rotos solo para estar contigo.
El aire cambió de estancado a eléctrico.
—Tú me haces una mejor persona. —Acercándola, nos tendimos a
centímetros de distancia—. Fue en serio lo que dije de merecerte más cada
puto día.
Sus labios se separaron, su mirada se mantuvo en mi boca. Sus
pensamientos se volvieron de conversación a sexo, arrastrándome más
profundamente en su hechizo.
Había vivido a través de años de terror.
Pasé por tantas etapas de negación.
Y había hecho todo lo posible para recordar quién era yo bajo la
afluencia de las órdenes de Cut. Pero en una mirada, Nila me rompió en
pedazos y brilló la luz sobre el hombre que había olvidado que existía. Un
hombre que encontró la felicidad en los animales en lugar de los seres
humanos. Un hombre que intentó tanto de complacer pero solo se
destrozó. Y un chico que conoció a una chica en su pasado, que fue criado
para odiarla, le dijeron que la torturaría y mataría, solo para encontrar el
valor para amarla en su lugar.
—Te quiero. —Me incliné para besarla—. Te quiero para siempre. —
Nuestros labios se tocaron; ondas sísmicas bailaron por mi espalda. Mi
polla se endureció y Nila, una vez más me tomó como rehén.
Su respiración se atascó, resonando en sus pulmones.
Me aparté. Había estado enferma con nadie para ayudarla. ¿Cuántos
otros jodidos secretos me ocultó? —¿Estás enferma?
Se sonrojó. —No es nada. Solo un resfriado. Estoy bien.
No era solo un resfriado y no estaba bien. Le fallé otra vez. Pero por
mucho que odiaba que me mintiera, la amaba aún más por ser tan
desinteresada.
No merezco esta mujer.
Los labios de Nila susurraron sobre los míos. —Además, nada de eso
importa ahora. Regresaste. Podemos huir.
Me congelé.
¿Huir?
No había más huir.
Se apartó, su rostro hundiéndose lentamente en la desesperación. —
Espera... estás aquí por mí, ¿verdad? —Su voz balbuceó—. Vamos a dejar
este lugar. Huiremos esta noche. Te pondremos mejor, así podremos
terminarlo cuando estés lo suficientemente fuerte. Tienes que llevarme,
Jethro. No puedo volver. No puedo.
Mi corazón se hizo un puño. Quería forjar mi alma para hacerla
entender. —Estoy aquí por ti, Nila. Mil veces aquí por ti.
Se movió hacia atrás, pero agarré su muñeca.
Las lágrimas brillaban en sus ojos. —¿Pero no me vas a salvar esta
noche?
Voy a salvar más que a ti. ¿No lo ves?
Tantas vidas descansaban en mis hombros, al igual que las había
cargado toda mi vida.
—No podemos huir. Me niego a huir de nuevo.
Se enjugó una lágrima, negándose a mirarme.
Gemí, trazando la piel translúcida de su muñeca. —Huir ya no es
una opción. Si huyo y lamo mis heridas, él gana de nuevo. Tenemos el
elemento sorpresa ahora. Piensan que estoy muerto. Me da la oportunidad
perfecta para poner fin a esto. Para ser libre. Pero tiene que ser ahora.
—Pero no estás lo suficientemente bien.
Agarrando su mano, la coloqué directamente sobre mi costado.
Apretando los dientes por el destello de dolor, gruñí—: Te demostré que
estoy vivo al follarte. Estoy aquí para salvarte; tienes mi palabra. Pero hay
otros que necesito salvar, también.
Se desanimó, sabiendo que hablaba la verdad, sin embargo, no lista
para aceptarla. Sus emociones se volvieron egoístas, queriendo
mantenerme para ella solamente. Ya accedió en que no podíamos huir, sus
pensamientos resonaron, pero no le impidió consentirse con un momento
de fantasía.
—Pero si huyéramos, seríamos libres. —Levantó la vista,
pronunciando palabras que no quería decir—. Tú tienes dinero. Yo tengo
dinero. Podríamos desaparecer. —Su convicción y egoísmo se
desvanecieron el segundo que terminó.
Suspiró, sus latidos disminuyendo con la resolución.
Metí las hebras cortas detrás de su oreja, mi alma maldiciendo la
muerte de su cabello magnífico de nuevo. —Ya sabes lo que voy a decirte y
estás de acuerdo conmigo, pero lo diré de todos modos. Huir no es una
opción. Vaughn todavía está aquí. Tex. La compañía de tu familia. ¿Estás
diciendo que dejarías todo atrás, cuando solo en unos pocos días más,
podría estar terminado para siempre? ¿Por qué deberíamos ser los que
huyen cuando es por nuestras vidas por las que estamos luchando?
Nuestro futuro está aquí. Nuestras familias están aquí. No voy a ir a
ninguna parte y tú tampoco.
Frunció los labios. —Dejaron ir a Vaughn. Estará de vuelta con mi
padre y espero que sea lo suficientemente inteligente como para ocultarse.
Podríamos huir. —Sus emociones abrumadas con el sufrimiento—. Tengo
que irme, Jethro. No puedo volver. No puedo. Me voy a romper. Estoy muy
cerca de romperme. No soy lo suficientemente fuerte. No puedo…
La agarré, sosteniendo su cuerpo tembloroso. —Cálmate. No te estoy
pidiendo que vuelvas por tanto tiempo. —Por mucho que me mataba,
añadí—: ¿Y realmente crees que dejaron libre a Vaughn? ¿No han hecho
nada decente aún; por qué empezarían ahora? —Se congeló—. Lo único
que podemos hacer para garantizar la seguridad de tu familia es luchar.
Eres la persona más valiente que conozco, Nila. Has demostrado que soy lo
suficientemente fuerte como para hacer lo que se necesita hacer. Y haré lo
que se necesite hacer. Pero para poder hacerlo te necesito a mi lado. Te
necesito conmigo, lo que significa que no huiremos. Nos quedaremos aquí
y lucharemos.
Negó con la cabeza, a pesar de que sus emociones se hallaban de
acuerdo conmigo sin reservas.
La besé en la cabeza. —Eres tan increíble, Needle. Tan hermosa y
fuerte. Voy a terminar esto, ¿vale? Solo tienes que creer en mí un poco
más.
Lloró en silencio, acurrucándose en mi abrazo. No pudo verbalizarlo,
pero me dio permiso. Y jodidamente la amaba por eso. Por ser lo
suficientemente fuerte como para estar de acuerdo. Por estar conmigo,
incluso cuando le pedía tanto.
Mi voz cayó a un susurro. —Nila... te amo. Nunca te lastimaré de
nuevo. Inequívoca, profunda y totalmente, tienes mi corazón y alma.
Arreglaré esto, lo prometo. —Tomando su mano, besé sus nudillos—.
Todavía confías en mí, ¿verdad?
Un destello de una sonrisa seductora cruzó sus labios aún cuando
las lágrimas se derramaban de sus ojos.
Los recuerdos de preguntarle si confiaba en mí cuando había
compartido mis secretos regresaron. Al principio dijo que sí, incluso
cuando su corazón gritaba no. Pero, para el momento en que le mostré la
intensidad con mi fusta y le hice el amor, confiaba en mí por completo.
Su piel era de un color crema muy pálido en la oscuridad. Mis labios
anhelaban besarla de nuevo. Mi pene latía por estar dentro de ella.
Sus ojos pasaron más allá de mi condición humana y en la parte de
mí que era eterna. —Confío en ti.
No pude evitarlo.
La empujé sobre su espalda y subí sobre ella. Su pelo corto se
desplegó como un halo negro, enredado con el heno. No me detuvo cuando
presioné mi peso sobre ella. Sus piernas se abrieron, sus manos reunieron
el material de la camisola, y me dio la bienvenida al encajarme entre sus
deliciosos muslos.
Gemí mientras su cuerpo se derretía. Mi pene golpeó contra mi bóxer
queriendo llenarla toda de nuevo.
Por mucho que necesitaba estar dentro de ella, no quería
apresurarlo. Mis dedos se enroscaron a través de su cabello,
manteniéndola sujeta. Nila se retorció, suavizándose debajo de mí.
Mordiéndose el labio inferior, sus dedos se movieron a mi cintura. —
Si eres lo suficientemente fuerte como para luchar ahora, incluso después
de recibir un disparo, entonces pruébalo de nuevo. —Sus dedos se
sumergieron en mi bóxer, envolviéndose alrededor de mi polla—.
Demuestra que puedo confiar en ti.
Mi erección saltó en su mano. Su collar de diamantes brillaba
mientras besaba la curva de su pecho. —Me vuelves loco.
—Bien. —Su respiración se aceleró—. Te quiero demente. Loco por
mí. Completamente consumido por mí.
Embestí en su palma. —Ya lo estoy.
Una sombra cruzó su rostro, trayendo consigo un destello de
pensamiento que no capté. Apoyándome en los codos, me quedé
mirándola. ¿Qué había estado pensando? ¿No confiaba en mí? ¿No me
creyó cuando dije que nunca dejaría que le ocurriera nada?
—¿Qué pasa? —pregunté, mi corazón latiendo fuera de control—.
Dime lo que no estás diciendo.
Contuvo el aliento, mirando al techo. —Nada. Todo es perfecto. —
Sus dedos se apretaron alrededor de mi pene—. Te deseo, Kite.
Su voz resonó con amor, pero no la dejé distraerme. No esta vez.
—Dime. ¿Me odias? ¿Me detestas en secreto por lo que he hecho?
No seré capaz de vivir si lo haces.
—¿Cómo puedo compensarlo? —Mi voz se volvió irregular—. ¿Cómo
puedo demostrarte lo que digo? Que jodidamente lo siento. Que nada más
nunca…
Me hizo callar, presionando un dedo sobre mi boca. —No hay nada
más que puedas hacer. Te creo.
Su voz decía una cosa, sus pensamientos otra.
Odiaba cuando la gente mentía. Me enredaba en jodidos nudos
intentando averiguar su verdadero significado. Ese había sido el problema
de mi infancia. Cut me ordenaría que hiciera una cosa, pero su fría
crueldad de corazón me guiaba a hacer otra. Kestrel aprendió desde una
edad muy joven a nunca mentirme. Necesitaba máxima honestidad para
sobrevivir la vida en un hogar con tantos ideales en conflicto y jerarquías.
—No me puedes mentir, Nila. —Mi sangre se espesó con la fatalidad
inminente. ¿Qué no estaba diciendo? ¿Me destruiría si lo decía? Presioné
mi frente contra la suya—. No puedes ocultarme cosas. Sé que hay algo
que no estás diciendo y hasta que lo aclares esa emoción sobrepasará todo
hasta que me vuelva loco.
Su cara se tensó. —Tu condición puede ser un verdadero dolor,
¿sabes?
Reí irónicamente. —¿Acabas de darte cuenta? —El humor burlón no
destrozó la tensión entre nosotros—. Dímelo. Ahora.
Una sola lágrima escapó.
Mierda.
—Nila... no. —Muy suavemente, lamí la gota salada, tomando su
tristeza y prometiendo convertirla en felicidad sin fin. Se merecía tanta
felicidad. Felicidad eterna.
Y sería quién se la diera.
Mi pecho se resquebrajó. —Lo siento mucho, Nila. —Enterrando la
cara en su pelo, la agarré con fuerza—. Lo siento tanto por todo, por lo que
soy, por lo que demando de ti, por las cosas que no puedo arreglar.
Sus brazos se envolvieron alrededor de mí. —No necesitas arreglarlo,
Jethro. Eres bombardeado cada día con estímulos. Eres tan fuerte como
para haber soportado una infancia vivida aquí. Pones en marcha
mecanismos para protegerte. Solo...
—¿Solo? —Seguí la mejilla con la yema del dedo—. Continúa…
Se tensó, vacilación y reticencia vertiéndose de ella. Respirando
hondo, se precipitó—: Sé que te amo. Nunca he sabido nada tan
claramente, pero no puedo dejar de preguntarme si me amas.
Retrocedí. —¿Qué?
No podía haberme herido más si lo hubiera intentado.
—¿Cómo siquiera puedes pensar algo así? ¿Qué te acabo de decir?
¿Crees que te he estado mintiendo? —Me aparté de ella, temblando de
rabia—. ¿Qué significa eso, joder?
Se sentó, retorciendo sus dedos. —Solo quiero decir... tú sientes lo
que otros sienten. ¿Podrías estar reflejando lo que siento por ti? ¿Cómo
sabes lo que es real y lo que no lo es? Esto me hace preguntar si te obligué
a amarme. Que cualquier mujer que se preocupara por ti después de una
vida de vivir con Cut y Bonnie te habría hecho enamorarte. No enamorarte,
sino reflejar su afecto. —Sus ojos brillaban con lágrimas no caídas—.
¿Cómo puedo confiar en que sabes que lo que sientes no solo soy yo
poniendo esos pensamientos en tu cabeza?
Empujé el fardo de heno, incapaz de mantenerme quieto. —No puedo
jodidamente creer esto.
¿Cómo podía ser tan despistada? Tan cruel para decir que estaba
tan perdido como para no conocer mis propios deseos y sueños. ¿Cómo
podría siquiera preguntar eso después de que le corté el cabello y casi
jodidamente lloré ante su dolor? —Soy un ser humano, Nila. Tengo los
mismos pensamientos y sentimientos que el resto de la población.
Bajó la cabeza, el pelo oscuro cubriendo su rostro. —Tú lo haces,
pero también tienes mucho más. Tu condición, Jethro... Es decir, yo tenía
un objetivo cuando me trajiste a Hawksridge: Hacer que me amaras así
podría usarte para liberarme. —Tragó saliva, los ojos tensos con la
confesión—. ¿Qué pasa si tuve éxito?
Por supuesto, tuviste éxito.
Pero me enamoré de ella por mi propia voluntad.
Debería estar aterrado, pero en realidad, lo había sabido todo el
tiempo. La sentí conspirar, empujándome a dejarla entrar. La cosa era...
que no necesitaba hacer que la amara. Ya me había enamorado, mucho
antes de que comenzara sus juegos. Incluso antes de que me obligara a
darle un beso, le di mi corazón sin saberlo.
—No tienes idea de lo que estás diciendo.
—¿No? Desde que me contaste lo que eras, me lo he preguntado.
Cuando moriste, me mató pensar que nunca sabría la verdad. Nunca
sabría si tú sentías con la profundidad que siento por ti, o el dolor que
sentí cuando te alejaron de mí.
Arrastrando las dos manos por mi cabello, mi cara ardía de dolor.
Sus palabras me azotaban como miles de balas. Como un empático era
sometido a cientos de empujones emocionales y tirones todos los días. Mi
cordura era reducida a un centímetro cada segundo.
Pero eso no quería decir que copiaba los pensamientos más fuertes.
No quería decir que era débil y no podía pensar por mí mismo. En todo
caso, mi condición me hacía más fuerte. No solo tenía que examinar cada
opinión y sentimiento, sino también aprendí cómo proteger mis propias
conclusiones de ser contaminadas por otros.
Mis verdaderos pensamientos estaban en una fortaleza, intactos y
puros, y sabía exactamente lo que sentía hacia ella. Sin importar que me
hubiera mentido.
No confía en mí.
Dejé de caminar, volviéndome hacia ella. —¿Eso es lo que has
pensado desde el principio? ¿Que no estoy de verdad enamorado de ti?
Piel de gallina cubrió su piel; y apartó la vista. —Honestamente, no
quería pensar. Quería creer en la fantasía, en lugar de destrozar nuestra
relación. Este último mes ha sido un infierno; no lo negaré. Esos primeros
días en que pensé que estabas muerto, realmente quería estarlo, también.
Pero tenerte de vuelta... todo parece demasiado bueno para ser verdad.
¿Cómo puedo confiar en que estés aquí por mí? ¿Qué me salvarás? ¿Qué
pondrás fin a esto? —Sus ojos se estrecharon en los míos—. ¿Quieres
hacer eso por mí o por ti? Porque si es por mí, entonces, ¿cómo puedes
escoger a tu familia sobre una chica que te obligó a amarla? Cómo puedes
considerar incluso matar a tu padre, sin importar lo horrible que ha sido
contigo, cuando no puedes estar seguro de que no te manipulé de la
misma manera en que Cut hizo todos esos años.
Retrocedí.
Ella cortó con éxito mi alma en tiras, haciéndome dudar de que sus
emociones por mí eran genuinas. ¿Todas habían sido una farsa para
ponerme de su lado?
No crees eso.
Me confundió, destrozó la única cosa que había sido cierta en mi
vida, y me hizo dudar.
Maldita sea ella. Maldita sea todo esto.
Deliberadamente, dejé caer la guardia y dejé que mi condición la
alcanzara, saboreando su cóctel de lujuria y pánico.
Hice todo lo posible para encontrar un hilo de mentiras. Para ver si
su afecto por mí era mentira. Pero a diferencia de mi padre y sus raros
momentos de camaradería y respeto, no había matices hoscos o control
pasivo-agresivo.
Era honesta y verdadera. Me amaba. Podría no haber querido
amarme, pero ocurrió de todos modos.
Con un suspiro, caí de rodillas delante de ella. —Lo tienes al revés,
Nila.
Sacudió la cabeza. —No veo…
—No ves porque no entiendes completamente. —Miré los tallos de
heno amarillo, deseando estar en algún lugar seguro y brillante. Esta
conversación había traído sombras entre nosotros que no tenían derecho a
estar allí—. Sí, estoy más influenciado por las emociones de otros, pero
todavía soy mi propia persona. Todavía tengo el derecho de elección y
reflexión. He estado alrededor de mujeres. He estado alrededor de amigos y
enemigos. He vivido una vida normal como cualquier hombre y podría
haber encontrado la felicidad si la elegía.
Se estremeció. Sus dedos jugueteaban con su camisón.
Deteniendo sus dedos inquietos con los míos, sonreí. —Pero, Nila,
todavía estoy gobernado por mi corazón. ¿Te permití influenciarme? No. Te
dejé entrar porque vi lo fuerte y valiente que fuiste. Te dejé entrar porque
me acordé de la chica que conocí y la forma en que solía sentirme a su
alrededor. Te dejé entrar, porque vi a alguien tan perdido y tan controlado
como yo cuanto te envié el primer mensaje.
Se quedó sin aliento, temblando en mi agarre.
No había terminado.
—Tuve envidia de que una chica destinada a morir por los pecados
de sus antepasados era más valiente de lo que yo podía ser. Me enamoré
de tu tenacidad. Tu valentía. Tus defectos. Me enamoré de ti porque me
enseñaste a confiar en mí mismo, confiar en que tenía el poder para ser
mejor. —Levantándome sobre mis rodillas, acuné su rostro, mi voz
palpitaba con la verdad—. Me hiciste una mejor persona por mostrarme en
lugar de forzarme. Me enamoré de ti porque eres la única para mí. No
porque eras una mujer en mi casa y en mi cama. —Me senté a su lado—.
¿Qué poco debes pensar de mí, para creer que podría rebajarme a tal
nivel?
Mi corazón dejó de latir. ¿Encontraríamos alguna vez la felicidad, o
siempre tendríamos que dudar y ser empañados con las condiciones y
pasados?
Ella cree que soy incapaz.
Que no luché tan duro por ella como ella lo hizo por mí.
Y tiene razón.
Había bloqueado mis verdaderos deseos en favor de obedecer a mi
padre. Lo dejé controlar mi vida cuando debería haber asumido la
responsabilidad de mis acciones. Pero ahora sabía eso. Era lo
suficientemente fuerte ahora.
Debido a ella.
Suavemente, la empujé sobre su espalda, subiendo sobre ella otra
vez, deslizándome entre sus muslos. —¿Me crees ahora? —La besé una
vez—. ¿Crees que mis pensamientos son míos? ¿Que mi corazón sabe que
es tuyo a través de mi decisión, no de tu manipulación? —La besé de
nuevo—. Arreglaré esto entre nosotros. Ya verás. Voy a demostrarte que lo
que siento por ti no es un subproducto de mi condición o algo que no pude
controlar. Te mostraré que por voluntad propia te di mi alma antes de que
siquiera me conocieras.
Sus ojos se entrecerraron. —Gracias.
—¿Qué estás agradeciéndome?
—Que me mostraras lo estúpida que he sido.
Me reí, poniéndome más duro por ella, deseándola tanto. —Solo
confía en mí.
Gimió, su boca buscando la mía. —Confío en ti. Confiaré en ti.
En el instante en que nuestros labios conectaron, nos perdimos a
nosotros mismos.
Caímos en el otro, desesperados por reafirmar nuestra verdad
hablada con afecto corporal. Existían demasiadas conclusiones mal
interpretadas entre nosotros. Necesitaba mostrarle que decía en serio cada
palabra. Y entonces la realidad tendría que inmiscuirse. Tendría que
contarle mis planes y prepararla para lo que sucedería después.
—¿Puedo? —Deslicé mi mano bajo su camisón, haciendo a un lado
el algodón.
Sus muslos temblaron bajo mi tacto. Contuvo un jadeo cuando mis
dedos rozaron su centro. —Sí...
Su permiso provocó un sacudón en mi polla con necesidad. Apreté
los dientes mientras arrastraba mi dedo a través de sus pliegues. —Ahora
que hemos aclarado las cosas, quiero saber algo muy importante.
Se arqueó cuando mi dedo tatuado con NTW vagó hasta presionarse
contra su clítoris. —¿Oh? ¿Y qué es eso?
Le mordí el labio inferior. —¿Me extrañaste? —Deslicé un dedo
dentro de ella lentamente.
Abrió la boca, frotando su lengua en la mía. —Muchísimo.
—¿Cuánto? —Sus dedos se deslizaron en mi cabello, agarrándome
con fuerza. Me besó con toda la fuerza feroz que poseía. Mi respiración se
aceleró hasta que mi costado ardió.
Soltándome, sonrió con timidez. —Así de mucho.
Nunca aparté mis ojos de ella cuando introduje mi dedo, estirando
sus músculos internos, reclamándola. —Buena respuesta. —Se retorció
mientras empujaba un segundo dedo—. No puedo esperar a llenarte. Para
demostrar que lo que siento es real. —Se hallaba tan apretada, su cuerpo
luchando contra mi invasión.
Mi pulgar acarició su clítoris. Se estremeció de placer, sus manos
agarrando mi camiseta. —Más...
Mi boca se hizo agua por saborearla. Por beberla y adorarla. No
teníamos tiempo. Debería llevarla de vuelta a la seguridad y esperar a que
esto hubiera terminado, pero no pude contenerme.
—Te daré más. —Deslizándome por su cuerpo, levanté el camisón
sobre su cintura, dejando al descubierto su coño reluciente.
Sus ojos se abrieron cuando agarré sus muslos en mis manos e
incliné la cabeza sobre sus rizos oscuros.
—Kite...
Mi corazón saltó. Sonreí. —¿Alguna vez te he dicho lo mucho que me
gusta cuando me llamas así?
Antes de que pudiera responder, chupé su clítoris con mi boca.
—¡Oh, Dios! —Sus piernas se contrajeron, enganchándose alrededor
de mis orejas.
Bordeé su entrada, volviéndonos locos a ambos. Se retorció en la
manta, intentando liberarse de mi lengua cuestionadora.
No la solté.
—Kite, oh... te necesito.
Sonreí. —Eso se puede arreglar. —Hundí la lengua dentro de ella
desesperadamente.
—¡Oh, mierda!
Gruñí—: No especificaste cuál parte de mí necesitabas, así que
tomaré libertades si no te importa. —Hundí mi lengua de nuevo,
lamiéndola, bebiéndola, justo como lo quería.
Mi pene latía, sacudiéndose dentro de mi bóxer.
—¡Te quiero, todo de ti!
Me reí, arrastrando la lengua hacia arriba, girándola alrededor de su
clítoris antes de empujarla de nuevo dentro de ella. —Ya tienes todo de mí.
Se aferró al heno, sus piernas apretándose más cuanto más duro la
chupaba.
Su sabor me drogó. Tenía que tener más. Mi ritmo aumentó,
arremolinando, follando, mostrándole que estaba vivo y aquí, y nunca la
lastimaría otra vez.
Mis dientes anhelaban morder.
Mis caderas se sacudieron por la necesidad de entrar en ella, pero
no dejaría de darle placer, no todavía. No hasta que se deshiciera y
aceptara mi don. El don de todo lo que yo era.
Sus uñas jalaron mi cabello. —Suficiente. Necesito tu polla.
Negué con la cabeza, chupando con más fuerza. —Todavía no. —
Provocando su entrada de nuevo, respiré—: Cada noche separados fue una
jodida tortura. Cada vez que cerraba los ojos, soñaba contigo. —Mi dedo
sustituyó la lengua mientras chupaba su clítoris, llevándola al cielo—.
¿Quieres saber qué fantasías tenía mientras sanaba?
Gimió.
—Lo tomaré como un sí. —Empujando dos dedos en su coño,
ronroneé—: No te imaginé como podrías pensar. Sí, me puse duro por ti,
imaginándote atada a mi cama y aceptando todo lo que te daba. Sí, me
torturé a mí mismo con las imágenes de tus pezones duros y piel
sonrojada.
Gimió cuando me moví más rápido.
—Pero no fueron esas imágenes las que me deshicieron. —Besé la
cara interna de su muslo—. ¿Quieres saber qué lo hizo?
Bajó la vista, fijando los ojos conmigo.
Asintió.
Sonreí, una vez más, volviendo a mi tarea de adorar a esta mujer. —
Fue un sueño que me dio esperanza. Un sueño en el que hacíamos cosas
ordinarias. Hablábamos de la vida ordinaria. Nos volvíamos amigos, así
como amantes. Quiero conocerte completamente, Nila. Quiero saber todo
sobre ti.
Sus piernas temblaban alrededor de mis hombros. Su mirada de
ónice combinaba con la oscuridad de los establos. —También lo quiero.
Gimió cuando la mordí. Con una chupada húmeda malvada, forcé
su pierna sobre mi hombro, dándome un mayor acceso y profundidad.
Su piel ardía, flameante de deseo. Una parte de mí quería llevarla al
clímax. Quería que se viniera en mi lengua y lamer cada gota. Pero la otra
parte quería que se acurrucara en mis brazos, sus piernas envueltas
alrededor de las mías, nuestros dos cuerpos dando, tomando, llevando,
deseando.
—Te quiero para siempre.
—Para siempre. —Sus caderas se arquearon involuntariamente,
buscando más.
Extendí mi mano sobre la parte baja de su abdomen, sujetándola
mientras se sacudía en mi boca.
—Jethro... por favor.
—¿Qué quieres?
—A ti. Te quiero. Todo de ti. Cada parte de ti. Solo tú.
Mi boca se secó. No podía negárselo.
Sus ojos eran salvajes mientras retiraba mis dedos y vagaba hacia
arriba por su cuerpo. Sin apartar la mirada, lamí la humedad de mis
dedos y me incliné para besar su boca.
—Saboréate a ti misma. Date cuenta de que te pertenezco
completamente.
Gimió, seduciéndome con su confianza. —Te quiero dentro de mí.
Quiero sentirte más profundo, que me vuelvas loca.
Ella era mi mejor fantasía hecha realidad. Cabello oscuro, cuerpo
flexible, fuerza viciosa y poder innegable. La lamí pero en lugar de sentir
que le había dado una parte de mí, sentí como si me hubiera dado más.
Mucho, mucho más.
Agarrando sus muñecas, las sujeté encima de su cabeza. Heno
crujía debajo de la manta, apuñalando mis rodillas, picando la piel
desprotegida. Pero era la mejor maldita cama en el mundo, porque éramos
solo nosotros. Sin cámaras. Sin cerraduras. Sin miedo.
—Dios, te quiero. —Mi voz era ronca, obsesionada con ella.
Sus labios estaban rojos e hinchados, combinando con el color de
sus pezones a través del algodón blanco. Nunca la había visto tan
atractiva. —Te quiero gimiendo, necesito los increíbles sonidos que haces
cuando me deslice dentro de ti.
Sus labios se separaron. —Haré lo que quieras si dejas de hablar y
me follas.
Me reí. —Tus deseos son órdenes.
Colocándome sobre ella, empujé mis pantalones vaqueros y bóxer
hasta mis rodillas y apoyé los codos a ambos lados de su cabeza. Debería
haber soportado más de mi peso, pero necesitaba sentirla debajo de mí.
Para que supiera que estaba cubierta por mi cuerpo y alma, que la
protegería para siempre. Que ella era mía.
—Guíame dentro de ti —susurré, tocando su coño con la punta
ancha de mi pene.
Se sacudió en mis brazos mientras empujaba, deslizándome a través
de su excitación resbaladiza, tomándola con tanta seguridad como ella me
había tomado. Mis brazos se tambalearon mientras agarró mi culo,
arrastrándome hacia adelante.
No podía soportarlo. Era demasiado bueno. Demasiado intenso.
Jodidamente demasiado.
Gemí, enterrando la cara en su garganta. Sin advertencia, me lancé
hacia arriba, empalando mi gruesa longitud completamente en su interior.
Su humedad no ofreció ningún obstáculo, aceptando cada
centímetro.
—Cristo, Nila. —Froté mis caderas contra ella al tiempo que gemía.
—Más. ¡Más! —La desesperación en su voz me tomó de rehén. Lo
hice. La destrocé cuando me dispararon y al hacerla dudar de mi afecto.
Era suyo para la eternidad. Pasaría el resto de mi vida haciéndole
creer eso.
Su humedad caliente se ciñó alrededor de mí, enloqueciéndome.
Embestí con más fuerza.
Rápidamente nos volvimos de hacer el amor a follar, esforzándonos
para robar más el uno del otro, impulsados por la necesidad de herir, pero
también de complacer.
Sus labios se posaron en mi barbilla.
Al instante, llevé mi boca a la suya, uniéndolas, imitando la acción
de nuestras caderas. Apartándome, gemí—: Cuando te vi llegar a los
establos... quedé aún más enamorado de ti. —Embestí más rápido—.
Cuando me permitiste tomar lo que quería mientras te lamía, te di el
último trozo de mi corazón.
Echó la cabeza hacia atrás, el sudor brillaba en el hueco de su
garganta.
Lo lamí, evitando la frialdad de los diamantes alrededor de su cuello.
—Tan hermosa. Tan perfecta. —Mi estómago se tensó. Apreté los dedos
alrededor de sus muñecas, amando el rápido golpeteo de su pulso—.
Nunca te dejaré ir.
Sus ojos se nublaron por la lujuria. —No sé quién soy sin ti. —Se
arqueó, besándome, gimiendo debido a mis embestidas—. Creo en ti.
Quería mostrarle con besos. —Nunca me acostumbraré a que me
quieras.
—¿Quererte? —Sus ojos se encendieron—. Jethro, yo soy tú. Ya no
soy una persona completa sin ti.
Hice una mueca al tiempo que sus palabras me apretaron el
corazón. —Joder, Nila. —Acercándola más, me sumergí más duro.
Gimió, sus músculos internos ondulando.
—Mierda, eso se siente tan bien. —Cerró los ojos, apretando sus
pechos contra mí; recordándome que todavía se hallaban cubiertos, aún
obstruidos de ser completamente libres—. Estás tan profundo.
—Puedo ir más profundo. —Gimió cuando la follé más rápido. Mi
costado dolía con cada embestida, pero un orgasmo escalaba a la
existencia. Mis bolas se apretaron y la presión deliciosa reuniéndose en la
base de mi columna vertebral me hizo apretar la mandíbula—. Quiero
venirme tan jodidamente tanto.
—Entonces córrete.
—Quiero venirme sobre ti, dentro de tu vagina, tu boca. Te quiero en
todas las formas imaginables. Quiero todo de ti.
—También quiero eso.
—Te necesito sobre tu espalda, tus rodillas, estómago, contra la
pared, en todas partes. Podría follarte por el resto de mi vida y aún así no
tener suficiente de ti.
La besé, chupé su lengua, volviendo cada susurro y caricia
sobrealimentados con pasión erótica.
—Dios, estoy cerca. —Me devolvió el beso, húmedo y apasionado,
sus labios bailaban, robando mi alma toda de nuevo. Sus muslos
apretaron mis caderas, encarcelándome mientras me movía dentro de ella
una y otra vez—. Me voy a venir... Dios, me estoy viniendo.
Bombeé con más fuerza, cediendo a la felicidad y las estrellas. —
Córrete. Joder, quiero que te vengas.
—Córrete conmigo.
—Sería mi jodido placer.
Nada más importaba. Nada más que la felicidad y la unión.
Cedimos.
Nuestros movimientos se volvieron rabiosos, buscando un objetivo,
devorándonos uno al otro en un ataque de pecado.
—Fóllame. Oh, Kite. Ámame. Fóllame. Móntame.
No pude aguantar más. Clavando las rodillas en el heno, le di lo que
quería. Viví en sus súplicas y me moví rápidamente hasta que el dolor rojo
atravesó mi sistema.
Me sumergí en ella, nuestros gemidos y gruñidos ahogando los
sonidos de nuestra follada.
Su núcleo se tensó.
Me moví con más fuerza, frotándome contra su clítoris. Mis bolas
golpeaban contra la curva de su culo y el heno pinchaba como pequeñas
agujas. Nuestros cuerpos batallaron entre sí, una vía perfecta de
emociones violentas.
Empujé una y otra vez y otra vez. —Joder, voy a venirme.
Su espalda se tensó, su núcleo se ciñó, sin darme otro lugar a donde
ir.
Sus piernas se apretaron alrededor de mi cintura. Grité cuando su
rodilla tocó mi herida.
—¡Sí! —Se vino con fuerza y furiosa, tensándose alrededor de mí,
arrastrando doloroso placer de cada centímetro.
Mi orgasmo llegó sin advertencia, explotando como una tormenta
eléctrica a través de cada músculo. Los rayos y las gotas de lluvia,
vertieron mi muy jodida alma en ella.
Una cosa era segura, no solo me vine. Me deshice.
Y solo Nila tenía el poder para rehacerme de nuevo.
Traducido por Nika Trece
Corregido por Vane Farrow
Nila[
El tiempo era mi peor enemigo.
Nada bueno nunca ha venido con el tiempo.
Pasaba demasiado rápido, buenos momentos y recuerdos felices
pasaban en un segundo. O pasaba demasiado lento, malas experiencias y
circunstancias infelices arrastrándose por una eternidad.
Y ahora, cuando todo lo que quería hacer era quedarme dormida en
el caliente establo con Jethro envuelto alrededor de mí y el dulce aroma de
heno en la nariz, en todo lo que podía centrarme era... el tiempo es
limitado.
Habíamos extendido todo lo que podíamos, y ahora se acabó.
Miré a Jethro. Mi cabello recién cortado rozando lo largo de mi
mandíbula. Mi corazón se sofocó con amor por él y lo que había hecho.
Él por si solo me trajo de vuelta desde el borde, devolviéndome mi
autoestima, arreglándome lo suficiente para mantenerme fuerte durante
un poco más de tiempo.
Se subió los pantalones y los abrochó. Sin decir una palabra, se
levantó del fardo de heno y me ayudó a ponerme de pie. No habíamos
hablado de lo que sucedería ahora, pero ya sabía. Quería enviarme de
vuelta.
Me está dejando de nuevo.
Tristeza y temor hormiguearon sobre mi espalda.
No puedo volver.
Pero no tenía elección.
Me romperé.
Pero tenía que seguir siendo fuerte.
No podía mirarlo mientras alisaba mi camisón, reajustaba mi abrigo,
y arrancaba caprichosas hebras de heno de mi pelo.
Dilo. Dime que vamos a ir por caminos separados después de todo lo
que ha pasado.
Jethro se puso rígido, obviamente, sintiendo mi frustración y terror.
El tiempo se interpondría entre nosotros otra vez. Lo odiaría aún
más.
—Nila... para. — Abrazándome, me dio un beso en la mejilla—. Ya
sabes lo que estoy a punto de decir. Lo sentí.
Me acurruqué contra él, a pesar de que quería empujarlo. Toda esa
charla sobre mantenerme a salvo, pero él esperaba que volviera a esa
guarida de monstruos sin él
Por favor, no lo hagas... llévame contigo.
—¿Qué vas a hacer? —Inhalé sobre su piel, estremeciéndose contra
el extraño olor a antiséptico y almizcle. Normalmente olía tan delicioso
pero ahora me recordaba la muerte y fatiga—. Lo que sea que estés
planeando, no lo hagas. Todavía podíamos irnos. Esta noche.
El tiempo no nos necesita separados de nuevo. Ha tenido su
diversión.
Quería crear mi propio tiempo en el que nos convertiríamos en
inmortales y viviríamos una existencia segura y feliz para siempre.
Pero sabes que tiene razón.
No importaba lo mucho que quería, no podía dejar a Vaughn y él no
podía dejar a Jasmine. Y si alguna vez Kestrel despertaba, Jethro le debía
un hogar seguro al que volver. Por mucho que quería gritar y rogar, forcé
mi debilidad. Estaba de su lado, haría lo que me pidiera, incluso si era lo
más difícil que jamás haría.
Malditas obligaciones y sentido común. ¿No merecía una ideología
fantástica donde podíamos correr hacia el atardecer y existir felices para
siempre?
¿Por qué no podía ser la vida como los libros de cuentos?
Jethro suspiró, abrazándome con fuerza. Sus músculos vibraron; su
corazón palpitó. Estaba vivo, en mis brazos, y su orgasmo se secaba en la
cara interna de mi muslo.
Está vivo.
Tenía que confiar en que se quedaría de esa manera para llevar a
cabo todo lo que había planeado.
—Tengo que terminar esto, Nila. —Se alejó, mirándome a los ojos—.
Sabes tan bien como yo que no podemos ser libres hasta que lidie con
esto.
Los cortes en mi esternón ardieron, concordando con él. Habíamos
sufrido bastante, era su turno.
Mis ojos cayeron a su cintura. No había escapado a mi atención que
se negó a quitarse la camiseta. Sin embargo, no pudo ocultar el pequeño
agujerito de sangre a través del material de color gris claro.
Extendí la mano hacia él.
Retrocedió de un salto, sujetando un brazo alrededor de sí mismo,
mirándome, retándome a atreverme a cuestionar su convicción de que era
lo suficientemente fuerte como para hacer esto. —Un día, dos a lo sumo.
Tendré todo en su lugar y finalmente podremos ser felices.
Negué con la cabeza. —Algo va a suceder. Siempre pasa. —Las
lágrimas aumentaron. Odiaba que era débil, pero no podía negar que el
pensamiento de volver a Hawksridge me petrificaba—. No puedo volver,
Kite. Por favor, no me obligues.
Tanto para no mendigar.
—Ellos me lastimaron. Casi ganaron. Sé que crees en mí, pero,
sinceramente, ya no creo en mí misma. Por favor... por favor no me hagas
volver.
No podía dejar de temblar. No tenía el poder de caminar de nuevo
allí.
Besó la cima de mi cabeza. —Has sido tan condenadamente fuerte,
más fuerte que yo, por mucho. Envié una nota a Jasmine diciéndole lo que
estoy planeando. Le pedí que inventara una excusa para mantenerte en su
habitación. Ella te va a vigilar. Dirá que la estás enseñando a coser o algo
así. —Su voz goteaba de amor—. Se asegurará de que estés a salvo y fuera
de sus manos durante dos días.
No tuve el corazón para decirle que el poder de Jasmine era mínimo,
deslizándose más sobre una base diaria. Bonnie tenía sus modos de
restringir a Jasmine. No me extrañaría que la vieja bruja la envenenara
por ir en contra de su querida abuelita.
Si Bonnie se entera del trabajo de Jasmine contra ella...
—¿Qué vas a hacer? Dos días es demasiado tiempo.
El tiempo de nuevo.
El enemigo de todos nosotros.
Las arenas del infierno.
—Voy a llamar para pedir ayuda. —La mandíbula de Jethro tembló
como si el pensamiento de admitir que necesitaba de otros lo frustrara.
—¿A quién?
Frunció el ceño. —Solo déjamelo a mí. No te preocupes por ello.
—Dime. Quiero saber.
—Necesitas volver antes de que se den cuenta que no estás. —Sus
ojos se estrecharon—. No subas por la tubería de desagüe. Ve a través de
la puerta principal y pide a Jasmine una llave. Ella limpiará la filmación de
las cámaras por la mañana.
Di un paso atrás, necesitando tomar distancia así podría salir de allí
sin arrodillarme y rogarle que me llevara con él. — Estás cambiando el
tema. Dime lo que estás planeando.
Salió del compartimiento, obligándome a seguirlo por el pasillo. —
¿Qué quieres saber?
¿Por qué no podía ver que al pedirme que confiara en él y
voluntariamente regresar al Hall, me debía todo?
Está tomando todo lo que soy no mostrarte lo aterrada que estoy.
Cuán sola. Cuán derrotada. Tienes que darme algo a qué aferrarme. Algo
que me mantenga fuerte.
—Quiero saber lo que piensas hacer.
Miró por encima de su hombro, sosteniendo su costado.
¿Era sólo yo o su piel estaba más blanca que antes? ¿Una fiebre
besaba su frente?
Quería atarlo a una cama y alimentarlo hasta que recuperara la
salud por completo. Todavía tenía un largo camino por recorrer, sin
importar cuán insistente era.
Sus ojos dorados brillaban en la oscuridad. —Está bien, llamaré a
Kill. El tipo que conociste en el Callejón Diamante. Voy a pedir su ayuda.
—¿Y él te la dará?
—Digamos que, tenemos un acuerdo. Él vendrá.
—Pero está en Estados Unidos. Le tomará dos días llegar hasta aquí.
Jethro se dio la vuelta, viniendo a plantar sus manos en mis
caderas. —También planeo contactar a otra persona. Alguien que ha
estado haciendo una gran conspiración en el último mes. Alguien que ha
tenido suficiente tanto como yo.
Mi corazón saltó. ¿Vaughn? —¿Quién?
Me dio un beso en la mejilla, apartando el cabello con dedos suaves.
—Tu padre.
Quedé helada. —¿Tex?
Asintió. —Arch ha estado ocupado las últimas semanas. Mientras
me he estado curando, he mantenido un ojo en él. Está reuniendo un
ejército, Nila, no sólo los medios de comunicación esta vez, sino
comprando un equipo adecuado. Está listo para cazar y le daré el blanco
perfecto.
—¿Cómo… cómo sabes eso?
Sus dientes brillaron con ira y compromiso. —Miré en su historial.
Pidiendo algunos favores para averiguar si ha habido gastos inconsistentes
en sus cuentas.
—Guau…
—Eh, ¿Jet? —Una figura apareció en la oscuridad.
Salté. Sin embargo, en lugar de esconderme detrás de Jethro, como
lo habría hecho hace unos meses, en busca de protección y otros para
salvarme, sin pensarlo me coloqué delante de él. Mis brazos se levantaron,
los puños se cerraron, mostrando los dientes en desafío.
Podría estar casi rota, pero protegía a los que amaba.
El jorobado se acercó más, acechando entre las sombras. —
Impresionante postura, Nila. Pero si quieres seguir adelante con un golpe,
asegúrate de dejar que tu pulgar esté en el exterior de los dedos. De lo
contrario, los romperás.
Entrecerré los ojos mientras la figura arrojaba dos bolsas de deporte
de sus hombros hasta los adoquines. La tela gruesa golpeó con fuerza el
silencio de la noche.
—¿Flaw?
Una risa baja llegó a mis oídos cuando salió de la oscuridad. —Hola,
Nila. —Sus ojos se deslizaron sobre mí, ampliados con la comprensión de
lo que Jethro y yo habíamos estado haciendo.
Jethro me abrazó por detrás, plantando un beso en mi mejilla. —No
pensaba que podría amarte más de lo que ya lo hago. Acabas de
demostrarme que estoy equivocado. Gracias por protegerme.
Mi corazón estalló.
Soltándome, se movió hasta estar frente a mí y tendió su mano. —
Una vez más, te has ganado mi agradecimiento.
Flaw asintió, sacudiendo el apretón de Jethro. —He hablado con
Jasmine. Tengo lo que me pediste, y nadie más está enterado. —Sus ojos
se posaron en mí—. Puedo llevarte de regreso a la finca, Nila. Darte una
coartada si alguien está despierto a estas horas. —Buscando en su
bolsillo, levantó una llave—. Tengo la llave de tu habitación.
Jethro se frotó la barbilla. —Esa puede no ser una mala idea. Sólo
piensa en una excusa decente. —Estrechó su mirada en mi dirección—.
Has estado enferma con gripe, no puedes negarlo, aún puedo escuchar el
ruido en tus pulmones. Usa eso como una razón para deambular a
medianoche. Necesitabas la medicina. —Su rostro se oscureció—. Lo que
dudo que pidieras, mientras sufrías.
Aparté la mirada. —Lo que hago cuando no estás cerca es mi
asunto. Al igual que tu recibiendo un disparo y haciéndonos a todos creer
que estabas muerto es el tuyo.
¿Escuchas lo que te digo? Que ya no soy más una víctima, me pararé
por mí misma sin tener en cuenta si estás allí para ayudarme o no.
Jethro apretó su mandíbula.
Flaw se rió. —Tensión en el paraíso, ¿eh?
Gruñendo en voz baja, Jethro cambió de tema. —¿Conseguiste
atraparlo bien?
Flaw sonrió, su fuerte mandíbula sombreada con barba oscura. —
Un poco cabrón para empezar, pero nada que un puñado de avena no
pudiera superar. —Señalando a los bolsos, agregó—: Los suministros
médicos en ésta. Junto con el agua y comida suficiente para una semana.
Prendas de vestir, tienda de campaña, y cosas de supervivencia en ésta.
Dudo que quieras hacer un fuego en caso de que vean la columna de
humo, así que traje un calentador de gas para cocinar y para mantener el
calor, junto con una manta eléctrica que es alimentada por energía solar.
Mis ojos se abrieron. —Espera, ¿por qué necesitas todo eso?
Jethro se volvió hacia mí. —Porque puede que vayas de nuevo al Hall
sola, pero he hecho una promesa que nunca te dejaría otra vez. —Me tomó
la mano, me guío lejos de Flaw y afuera donde la luna empapaba la
explanada. Antes había estado vacía y silenciosa. Ahora Alas esperaba
pacientemente, ensillado y embridado, su pezuña trasera pateaba con
aburrimiento.
El ver a la bestia negra causó que la esperanza explotara toda otra
vez.
Me giré en los brazos de Jethro. —¿Te vas a quedar cerca?
—Permaneceré en el mismo terreno. Sí. —Sacando un teléfono
plateado, sus ojos se oscurecieron—. Te voy a enviar mensajes. Te envié
un par ayer que no respondiste. ¿Se llevaron tu teléfono?
No, sólo estaba atrapada en el Tenedor de Hereje y atormentada.
Negué con la cabeza. —No lo he comprobado. Lo tengo escondido,
por si acaso.
—Tienes que permanecer en constante contacto ahora —gruñó—.
Necesito saber dónde te encuentras, que estás bien. De lo contrario,
jodidamente enloqueceré.
Mi corazón reaccionó como el de una adolescente enamorada. —
Debo admitir que estoy muy impresionada de que recordaste mi número.
Jethro sonrió, la primera reacción alegre desde que había regresado.
—No he olvidado nada de ti.
Rodé mis ojos. —Supongo que es justo ver como recuerdo tu
número, también. Solía repetirlo una y otra vez mientras me quedaba
dormida. —La parte aparentemente normal de salir, de mensajería secreta,
y la deliciosa alegría de encontrar que la persona de la que estabas
enamorada se sentía de la misma forma brillaba en el interior.
Realmente me ama.
No era una proyección de mi amor. No es un reflejo o espejismo.
Es verdad.
Nunca había estado más agradecida.
Se acercó más, con ojos caídos. —Puedo recitar todo sobre ti. Si
alguien me preguntara cómo sabes, tendría la descripción perfecta. Si
alguien me ordenara que listara cada peca, tendría el número exacto. Y si
alguien quisiera saber cuan brillantemente perfecta eres, o escuchar
acerca de cualquiera de tus virtudes; sería capaz de entretenerlos durante
horas. —Envolvió sus brazos alrededor de mí—. Nunca olvidaré nada, ya
que son las pequeñas cosas las que te hacen real.
Flaw se rió. —Buen Dios, hombre, no tienes vergüenza.
Quería que se largara. Mi corazón se desintegró y mi centro se tensó
por tener a Jethro dentro de mí otra vez. Estaba húmeda, deseando.
Jethro se rió. —No estoy avergonzado de ser honesto por primera vez
en mi vida. Esta mujer es mía. La amo, y no me importa un carajo quien lo
sepa.
Me sonrojé. Mi alma dolía ante la idea de dejarlo. No podía dejarme.
Ahora no. No ahora que habíamos sido honestos y finalmente hablado más
que de las deudas y el dolor. —No te vayas... podemos planear algo más.
Quédate por favor.
La sonrisa de Jethro cayó, la tristeza ocultándolo. —Tengo que. Otro
día más o menos y luego estaremos seguros para hacer lo que queramos, ir
a donde nos plazca. —Tomando mis manos, apretó con fuerza—. Vete
ahora, Nila. Necesito que regreses. —Mirando por encima de su hombro,
tendió su mano.
Flaw se adelantó y dejó caer la llave en su palma.
Jethro me la dio. —Pensándolo bien, sería mejor si vas sola. Diles
que Jasmine te dio la llave, porque a menudo tiene tareas para ti fuera de
los requerimientos de Cut. —Su voz se quebró con frustración—. Desearía
en Dios que no tuviera que obligarte a que hagas esto. Pero te prometo que
todo terminará pronto.
Flaw murmuro—: Cut ha sido jodidamente feliz el último par de
semanas. Ha sido mucho más indulgente con los hermanos Diamantes
Negros. Dudo que cause ningún problema por los próximos dos días.
Jethro se burló—: Creo que matar a sus hijos revoltosos hace que
todo sea miel sobre jodidas hojuelas en su mundo. —Besándome una
última vez, me instó hacia el pasillo—. Vete ahora. Te enviaré un mensaje
cuando todo esté en su lugar y te dirá a dónde ir.
Abrí la boca para discutir, para exigir que me mantuviera con él.
Dondequiera que fuera, merecía estar a su lado. —Jethro…
No creo que pueda hacer esto...
Gimió, jalándome hacia él. —Dios, te echaré de menos. —Su boca se
cerró sobre la mía, besándome rudo. Tan repentino como me reclamó, me
soltó—. Vete. Te amo.
Por mucho que quería discutir, la desesperación en su mirada me
obligó a obedecer.
No tenía otra opción.
Soy lo suficientemente fuerte como para hacer esto.
Él me mantendría a salvo.
Confío en él.
Para demostrar que lo hacía, le di la espalda y volví sola a
Hawksridge Hall.
Jethro[
Mi nuevo hogar.
Por las próximas treinta o más horas.
Observé mi campamento. Alas se encontraba atado a un árbol y mi
carpa se establecía en el pequeño valle. Tardé una hora o algo así para
instalarla, hubiera sido menos si mi cuerpo tuviera energía y si el dolor de
mi herida no se hiciera sentir.
El pago por ignorar las señales de advertencia, mientras le
demostraba a Nila que era fuerte, capaz y merecedor de su confianza.
Louille tendría un jodido ataque si se enteraba de lo que hice tan
solo unas horas después de que solicité mi alta del hospital.
Juré en voz baja, pinchando la mancha de sangre fresca en mi
costado. Los puntos de sutura hicieron su trabajo y lo mantuvieron unido,
pero el mismo borde de la piel se desgarró ligeramente. Un latido resonaba
de la costilla al pulmón.
Oh bien. Era una buena prueba para juzgar de lo que soy capaz de
hacer.
Sin mencionar que lo haría todo de nuevo, incluso si se me abría el
costado. Nila consumía cada uno de mis pensamientos, cada uno de mis
sentidos. Solo había estado lejos de ella desde hacía sesenta minutos, y sin
embargo la extrañaba como si fueran sesenta años.
Abriendo la cremallera frontal del bolso de lona, saqué algunos
analgésicos extra fuertes. Agarrando algunos, los tragué y volví a fijar la
última estaca de la tienda.
No sabía por qué me molestaba. No dormiría. Nunca podría
descansar sabiendo que Nila se encontraba en Hall siendo torturada
mental y físicamente.
¿Cómo jodidamente se atrevieron a utilizar el Tenedor del Hereje y a
cortarle el cabello? ¿Cómo jodidamente se atrevieron a pensar que tenían
ese derecho?
Locos, todos ellos.
Si fuera más fuerte y tuviera mejores probabilidades, habría
irrumpido en Hawksridge esta noche y asesinado a mi padre en su lecho.
Pero él tenía a los Diamantes Negros de su lado. Tenía un ejército que yo
no tenía.
No cometería suicidio siendo estúpido.
Ya lo fui durante el tiempo suficiente.
Estaba en casa.
Este era mi imperio, y había tenido suficiente de la locura de mi
familia.
Lanzando la bolsa de lona más pequeña dentro de la tienda, me
arrastré tras ella. Este campamento no era extraño para mí. Pasé muchas
noches acurrucado en el valle, lejos de Hall, lejos de los ruidosos estados
de ánimo, excusas infestadas de culpa y requisitos cargados de ira.
Cuando Cut me lanzó para llegar al lindero al final del invierno, no
habría sobrevivido si no hubiera sido autodidacta cómo para construir mi
propio refugio, para cazar y navegar. Me gustaba mi pequeño santuario. Si
hubiera tenido la fuerza para subir, podría haber renunciado a la frágil
carpa y escalado las ramas de un árbol de roble antiguo donde construí un
fuerte en mi juventud.
Solía llevar a Kes y Jaz allí antes de que fuéramos lo suficientemente
mayores para saber nuestros deberes.
Antes de que la vida nos arruinara.
Apenas era consciente de la salida del sol, pero mañana por la
mañana, tenía la esperanza de cambiar el futuro de Hawksridge. No solo
tendría el valle para paz y seguridad, tendría toda la finca.
Finalmente, tendría lo que era mío.
Sin esperar a cumplir los treinta. Sin obedecer a un psicópata.
Ya no.
Veinticuatro horas para poner en su lugar el resto de mi vida.
Unas horas más para ponerlo en marcha.
Le dije a Nila dos días. Me apegaría a esa promesa.
Respirando profundamente, me coloqué sobre la camilla plegable.
Flaw realmente me ayudó. Incluso empacó un pequeño generador, así
podría cargar mi teléfono y mantener una luz contra la oscuridad que se
arrastraba lentamente.
La piel de gallina cubrió mi cuerpo, escondido debajo de la gruesa
parka que Flaw me dio en el hospital. El invierno se encontraba bien
establecido, determinado a recordarme un momento hace tiempo, le di la
bienvenida a la escarcha. Imitaba el invierno mediante la absorción de su
hielo y haciendo todo lo posible para congelar otras emociones.
Era como un viejo amigo, un nuevo enemigo, un miembro de la
familia del que ya no necesitaba ayuda.
Agarrando el pequeño calentador eléctrico que se encontraba en la
parte inferior de la bolsa de lona, lo conecté en el generador y lo coloqué a
mis pies. Mi cuerpo no tenía la energía que necesitaba para mantener el
calor, no mientras la mayoría de mis células se centraban en la curación
de mi costado.
Mis pensamientos se desviaron hacia Nila.
¿Llegó a su habitación de forma segura? ¿Estaba caliente en la
cama, pensando en mí… reviviendo mis dedos en su interior, mi lengua
barriendo la suya?
—Mierda. —Sacudiendo la cabeza, hice todo lo posible por mantener
lejos esos pensamientos. Mi pene se hallaba demasiado ansioso para
intentar una tercera vez.
No funcionó.
Los gemidos de Nila hacían eco en mi mente. Su voz vibró en mis
oídos cuando admitió que me amaba.
¿Cómo se supone que voy a concentrarme?
Nila fue reemplazada con imágenes de Kestrel, muriendo solo y
lentamente en un extraño hospital. Entonces mi padre saltó en mi cabeza,
riendo, atormentándome.
Nunca dejó de ser un mocoso consentido, al igual que Daniel.
No sabía la historia completa de cómo mi padre se convirtió en el
heredero, pero mi madre lanzó pistas. Emma, también… cuando se
encontraba viva. Cut era muchas cosas, pero le contó algunos de sus más
oscuros secretos a Emma, sabiendo que morirían con ella sin
repercusiones.
Rabia lívida calentó mis venas, mejor que cualquier calentador.
Ahora, él pagará.
Y sabía exactamente cómo lo haría.
Sacando mi teléfono, le envié un mensaje a Nila.
Número desconocido: Te amo con cada respiración y latido de
mi corazón. Permanece fiel a ti misma. Créeme. Eres lo
suficientemente fuerte; eres lo suficientemente valiente. Eres mi
inspiración para poner fin a esto. No me abandones, Nila. Dos días y
se acabó.
No esperé una respuesta. Esperarla me volvería loco y conclusiones
horribles me consumirían. Tenía que confiar en que Jasmine mantendría a
Nila a salvo y me permitiría hacer lo que se necesitaba.
Metiendo la mano en la bolsa de lona, saqué la pequeña libreta
negra de direcciones que mantenía oculta en mi habitación. Le di
instrucciones a Flaw sobre dónde recuperarla cuando me recogió. Una
libreta de direcciones era arcaica hoy en día con móviles y ordenadores,
pero nunca me encontré más agradecido por prácticas pasadas de moda.
No tenía ni idea de dónde se hallaba mi viejo teléfono. Este era mi
última anotación.
Hojeando las páginas muy manoseadas, suspiré aliviado, agradecido
por los contactos en los que podía confiar. Los hombres que conocí y eran
leales a mí, no a mi padre. Que eran implacables por derecho propio. Que
me podrían ayudar a ganar contra Cut y su gente.
Mis ojos saltaron sobre los números de los conocidos con los que me
encontré en las rutas de contrabando. Fuera de la ley y pioneros,
capitanes de buques y guardacostas sobornados.
Puede que los necesite en el futuro, pero no para esto.
Tenía a un hombre en mente.
Ahí está.
Arthur “Kill” Killian, Pure Corruption MC.
Dudaba que muchos herederos de un patrimonio inglés tuvieran el
contacto personal de un presidente de un club de motociclistas
estadounidense.
Pero, jodidamente gracias, lo tenía.
Introduciendo el número, presioné llamar y lo acerqué a mi oreja.
La línea crujía, careciendo de una señal adecuada en el bosque,
luchando para conectar Buckinghamshire a Florida.
El sonido se detuvo, seguido por un fuerte chirrido. —Te
comunicaste con Kill.
Mi mano apretó el teléfono. —Hawk llamando.
Una pausa, seguida por el sonido de pies arrastrándose. —Espera.
Permíteme conseguir algo de privacidad.
—Por supuesto.
Esperé a que se desvanecieran los débiles sonidos de voces, Killian
regresó. —¿Qué sucede?
—Necesito tu ayuda. ¿Tienes hermanos de confianza en el Reino
Unido?
—Puede que sí. ¿Por qué?
—Necesito de tu ayuda para derrocar a alguien. Dame algunos
hombres, sin preguntas, y nuestra alianza se consolidará para lo que
necesites en el futuro. Diamantes, contrabando, lo que sea. Es tuyo.
Ahora no era el momento para mencionar que cuando estuviera en el
poder, planeaba dejar ese lado del negocio. Para mí, los diamantes,
estaban cubiertos de sangre y muerte. No quería saber nada de ello.
Silencio por un momento.
Kill dijo bruscamente—: Dame un par de horas. Veré qué puedo
hacer.
Terminó la llamada.
La primera fase completa.
La siguiente parte de mi estrategia sería complicada, pero no tenía
otra alternativa. No tenía ni un plan A o B. Este primer intento era el único
que tenía.
Funcionará.
Actualizando la pantalla, marqué otro número, uno que nunca llamé
antes, pero sabía de memoria debido a nuestra asociación.
Sonó y sonó.
Una llamada telefónica al amanecer no sería aceptable para nadie,
pero si sabía lo que era bueno para él, atendería.
Finalmente, una voz adormilada, casi borracha respondió—: ¿Hola?
Mi corazón se apretó al pensar que mi familia intimidó tanto a este
empresario orgulloso que se convirtió en un afligido padre cobarde. Le
ganamos a su familia, más veces de las que podía contar. —¿Tex Weaver?
Contuvo el aliento. Se oyeron sonidos de crujidos, su voz perdió su
turbidez. —Tú. Tienes jodidas agallas para llamarme después de lo que has
hecho. —Tosió, su temperamento aullando a través de la llamada
telefónica—. Jodidamente te asesinaré con mis propias manos. ¿Dónde
está mi hijo? ¿Mi hija?
—De eso quería hablar contigo.
Tex dijo con rabia—: El tiempo de hablar terminó. Estoy harto de
esto. Harto de todas sus amenazas y promesas. Se llevaron a mi Emma,
pero no dejaré que tengan a nuestros hijos. —Respirando con dificultad,
dijo bruscamente—: He puesto las cosas en su lugar, Hawk. Terminaré
esto. De una vez por todas.
Recogí la hoja de un roble desde el suelo de la tienda. —Sé lo que
has estado haciendo, Tex.
—No tiene importancia. No me detendrás. No esta vez. No me puedes
asustar como lo hiciste con Emma. Moriré antes de dejar que les hagas
más daño a mis hijos.
—Esperaba que dijeras eso.
Se detuvo. —¿Qué? ¿Qué quieres decir?
Inclinándome hacia adelante, me quedé mirando a través de la
abertura de la tienda de campaña al bosque a mí alrededor. Esta era mi
oficina, mi cuartel general, y ya era hora de organizar un batallón para la
batalla. —Estoy de tu lado. Quiero ayudarte.
—No te creo.
—No tiene que creerme. Es la verdad.
—¿Qué has hecho con mis hijos? Si le has hecho daño a Nila…
—Señor, ella es la que me ha hecho daño.
Tex contuvo el aliento. —Bien por ella. Espero que te arrancara el
puto corazón.
Me reí. —Estoy enamorado de su hija, señor Weaver. No tengo
ninguna intención de dejarla arrancarme el corazón.
El temperamento de Tex se disparó en mi oído. —¡Sin embargo,
felizmente la decapitarías al igual que a su madre! ¿Qué clase de mierda
enferma eres?
—No estás escuchando lo que digo.
—Te escucho perfectamente bien, hijo de puta, pero ya no me puedo
asustar con estas retorcidas llamadas telefónicas. Tu padre jugaba el
mismo juego. Llamando para decirme que Emma era demasiado dulce,
demasiado pura para morir, que encontraría una manera de terminar con
todo. ¡Solo para llamarme en la víspera de su muerte para decirme que
todo era una mentira! Me destruyó, y ahora está destruyendo lo que
queda. —Algo se estrelló en el fondo—. Te diré algo ahora mismo, no estoy
escuchando. Voy por ti, Hawk, y jodidamente te voy a hacer pagar.
Mi ira se desbordó, igualando la de él. —Por el amor de Cristo.
Escúchame. Estoy enamorado de Nila. Estoy poniendo fin a esta disputa.
No tienes que creerme. Solo escucha. Te ofrezco todo lo que deseas. Tu
hijo, tu hija... nietos que no pagarán por alguna absurda venganza.
¿Quieres eso? ¿Correrías el riesgo de hablar conmigo para que podamos
trabajar juntos a fin de terminar con esto?
Silencio.
Más silencio.
¿Qué esperaba? Nuestras familias fueron instruidas para odiarse.
Archibald perdió a su esposa a manos de mi padre… por supuesto, me
odiaba.
Puedo hacerlo sin él.
Tal vez entonces me creyera cuando le dije que Nila ahora era mía y
haría todo lo posible para mantenerla a salvo.
Suspiré—: Mira…
Tex interrumpió—: ¿Qué esperas de mí, Hawk?
Mis hombros se hundieron con alivio.
Lo tenía.
—Espero que me ayudes a salvar a la mujer que amamos.
Traducido por Annie D
Corregido por Laurita PI
Nila[
Los tapices me observaban como si ya estuviera muerta.
El mismo aire erizaba mi piel con aprensión.
El Hawksridge Hall me envolvía, absorbiéndome de nuevo en su
mórbido mal. Con cada paso, quería llorar. Con cada respiración, quería
correr a toda velocidad por la puerta y nunca volver.
No puedo hacer esto de nuevo...
No puedo...
La fuerza que encontré en compañía de Jethro rápidamente se
disolvió, y las grietas y fisuras de lo que ellos hicieron arruinó mi
determinación.
Mi valor se desangró, derramándose como una mancha de sangre
cuanto más me adentraba al Hall.
No existía más felicidad, solo tormento y desesperación. No sabía
cómo iba a sobrevivir otra hora, y mucho menos dos días.
Puedes hacerlo.
¿Puedo?
No me sentía tan segura.
Siguiendo por el pasillo, me tragué un grito cuando Daniel dobló en
la esquina.
—¡No!
Tenía el cabello mojado y peinado hacia atrás. Su pequeña barba
desapareció, su cara de bebé suave, y ojos brillantes de emoción en lugar
de nebulosos por el sueño.
Todavía no ha amanecido.
¿Cómo podía estar despierto? ¿Qué broma de mal gusto me jugaba
el destino?
No. Esto no puede estar pasando. ¡¿No he dado suficiente?!
Daniel se detuvo de golpe, la sorpresa dibujándose en su rostro.
Me quedé inmóvil, queriendo que un milagro me convirtiera en
invisible.
Su pecho se hinchó de alegría; sonrió. —Bueno, bueno, bueno. —
Dio un paso hacia mí, luego otro.
No me podía mover.
El tiempo se derramaba más rápido a través de su odiado reloj de
arena, succionándome.
—¿A dónde diablos te has estado escabullendo? —Siguió
merodeando hacia mí, pequeños pasos, pasos de bebé, dando la ilusión de
que podía correr antes de que me atrapara.
¡Corre!
El mensaje disparó mis piernas y comencé a correr.
Pero era demasiado tarde.
Los pies de Daniel tronaron en la alfombra, recogiéndome en sus
brazos antes de que incluso corriera unos pasos.
—¡Déjame ir!
Se rió entre dientes, sosteniéndome fuerte contra su frente. Su
erección se clavó en mi espalda baja y su respiración hizo eco en mi oído.
—De ninguna forma. Nunca te dejaré ir de nuevo, pequeña Weaver.
Me abrió los dedos, revelando la llave apretada en mi puño. —¿De
dónde coño has sacado esto? —Jalándola de mi agarre, la sujetó—. No es
que importe.
Me retorcí en su agarre, haciendo todo lo posible para chocar su
nariz con mi cráneo. —¡Déjame ir!
No me vas a quebrar. No otra vez.
Se rió en voz alta. —Oh, malditamente voy a disfrutar esto. —
Colocándome de golpe de nuevo en mis pies, golpeó mi mejilla con la mano
que sostenía la llave.
El metal grueso crujió contra mi pómulo, sacando borbotones de
lágrimas calientes de mis ojos.
Me agarré la cara, tomando respiraciones profundas. El cabello corto
se pegó alrededor, hiriendo mis mejillas.
No llores. No muestres debilidad.
Daniel envolvió el puño alrededor de mi garganta, tirándome a él. —
Sabes que, Weaver, incluso no me importa que estás fuera de tu
habitación sin permiso. No me importa las travesuras de mierda que has
estado haciendo o cómo obtuviste la llave. Ya nada de eso importa.
Arrojando la cabeza hacia atrás, grité tan fuerte como pude—:
¡Jasmine!
—Oh, no, no harás esa mierda. —Golpeando una mano sobre mi
boca, susurró—: No le perteneces a Jasmine para la siguiente parte, puta.
—Su lengua trazó la huella impregnada de la llave en mi mejilla—. Me
perteneces. ¿Recuerdas lo que dijo Cut anoche? Sobre una sorpresa...
bueno, ¡sorpresa! Prepárate para pagar por todos tus pecados en uno.
Luché con más fuerza, gritando detrás de su palma.
Arrastrándome por el pasillo, se rió tan frío como las profundidades
de Hades. —Nadie puede salvarte ahora, Nila. ¿Sabes por qué?
Grité de nuevo, pateando todo lo que podía.
—En unos pocos minutos, vas a ir a un pequeño viaje, y ahí
aprenderás todo lo que hay que saber acerca de nosotros. Por fin,
entenderás la forma en que triunfamos sobre tu familia. Cómo ganamos y
ustedes perdieron. Cómo todo esto malditamente terminará.
Daniel me acarició la mejilla. —Nuestras primeras vacaciones juntos.
¿No va a ser divertido? —Su voz se volvió ronca—. Y lo primero que te haré
hacer cuando lleguemos es volver a pagar la Tercera Deuda.
Arrojándome contra la pared, me agarró la mano y la puso sobre su
gruesa erección. —Voy a follarte. Mi padre va a follarte. Y entonces...
tendrás que pagar la deuda que hemos mantenido en secreto. La que unirá
todo esto. La Quinta Deuda. Finalmente entenderás.
La furia se disparó a través de mi sangre. Luché en su agarre. —¡No
quiero entender! ¡Solo déjame ir!
Sonrió. —Nunca serás libre de nuevo. Y verás por qué. Todo tendrá
sentido. Estarás jodida, pero por lo menos al fin sabrás cómo ganamos.
Besándome con fuerza, su pútrida lengua pasó más allá de mis
labios.
Tuve arcadas.
En un destello de desafío, lo mordí.
Retrocediendo, me dio un duro bofetón.
Mis oídos sonaron, y luces brillantes se estallaron detrás de mis
ojos. El dolor se registró pero todo lo que podía pensar era Jethro.
¡Vuelve!
¡Ven a reclamarme!
¡Ven a salvarme!
Sacudiéndome, Daniel gruñó—: Tienes seis días, perra. Seis días
para pagar tus deudas restantes. Y joder, sí que voy a divertirme
extrayéndolas.
Escupí en su cara. —Vete al infierno, Buzzard. Morirás antes que yo.
Suspiró con indulgencia, su temperamento hirviendo con arrogancia.
—Nila, Nila, Nila, eres tan delirante. No estás prestando atención a lo que
te estoy diciendo. Nadie te puede salvar. Nadie oirá tus gritos. Seis días.
Ese es el tiempo que tienes para vivir. Nos vamos a Almasi Kipanga ahora
mismo, en este puto segundo.
Sus dientes brillaron en la oscuridad. —¿Lo entiendes?
¿Comprendes lo que esto significa? Te llevamos a Sudáfrica, a nuestras
minas de diamantes, a donde todo comenzó. Serán las últimas cosas que
verás. Escucharás las últimas cosas que alguna vez oirás. Y vas a vivir tus
últimos momentos en suelo extranjero.
Mi corazón se encogió.
No, no. Dios, no.
Daniel pasó de ser hombre a monstruo, oscureciendo mi futuro, mi
alma, mi esperanza.
No tenía dos días.
Ni siquiera tenía dos horas.
¡Jethro!
Me llevaban lejos.
¡Ellos estaban robando todo!
Daniel me encaminó de la vida a la muerte, riendo con cada paso. —
Ah, y otra cosa que debería mencionar. Este pequeño viaje... será el
último, ya que no vas a volver con vida.
—¡No!
Después de todo lo que pasamos. Después de todo lo que
prometimos y planeamos.
Fue todo para nada.
El tiempo nos jodió una vez más...
…
Jethro
se
tardó
demasiado.
Final Debt
El último libro en las Series de Romance Oscuro
Más Vendidas de New York Times. Donde el amor
intenta triunfar y la oscuridad sigue reinando...
“Estoy enamorado de ella, pero podría no ser
suficiente para evitar que sea la última víctima de
la Herencia de la Deuda. Sé quién soy ahora. Sé
lo que debo hacer. Estaremos juntos, sólo espero
que sea en la Tierra en lugar de en el Cielo”.
Todo se reduce a esto.
El amor frente a la vida.
Deudas frente a muerte.
¿Quién ganará?
Sobre el autor
Pepper Winters asume muchos roles. Algunos de ellos incluyen;
escritora, lectora, a veces esposa. A ella le encantan las historias oscuras y
tabú. Cuanto más torturado el héroe, mejor, y constantemente piensa en
maneras de romper y arreglar sus personajes. Ah, y sexo... sus libros
tienen sexo.