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Que presentan ciudadanas y ciudadanos de la ciudad de Chihuahua ante

la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en relación con las acciones de


inconstitucionalidad promovidas contra la Ley de Seguridad Interior.
H. SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN

Presente.-

Los suscritos, en nuestro carácter de ciudadanas y ciudadanos mexicanos,


señalando como domicilio la calle Mina No. 1415, Col Pacífico, CP 31030, de la
ciudad de Chihuahua, Chih., así como la calle Belisario Domínguez No. 32, primer
piso, Col. Centro Histórico de la Ciudad de México para todos los efectos de ley,
nombrando como nuestra representante a la C. Flor Hilda Gómez Ortiz y autorizando
para oír y recibir notificaciones a las/os CC. Francisca Jiménez Barrientos, Martha
Rocío Martínez Carrera, Rogelio Luna Jurado, Uriel Daniel Hernández Echeverría,
Andrei Ornelas Armendáriz y Noel Antonio García Rodríguez, atentamente
comparecemos para exponer:

Que en la vía ciudadana y con fundamento en la costumbre y en las garantías


constitucionales de audiencia, de petición y demás relativas, así como en la
Convencionalidad aceptada, VENIMOS A PRESENTAR UN PLIEGO CIUDADANO
EN CALIDAD DE LA CONOCIDA FIGURA DE AMICUS CURIAE, con la atenta
petición de que sea turnado para su consideración al ministro instructor del asunto
que adelante se identifica y, en su caso, sea atendido al efecto de fortalecer la
declaración de inconstitucionalidad de que trata el tema central. Se funda nuestra
acción en las siguientes consideraciones y argumentos:

I. ANTECEDENTES

1o.- Con fecha 21 de diciembre de 2017 se publicó la Ley de Seguridad Interior (LSI),
en el Diario Oficial de la Federación.

2o.- En fechas subsecuentes a la publicación citada se han presentado ante esta


Autoridad diversas acciones de inconstitucionalidad de la norma referida, así como
otros recursos en otras competencias.

3o.- Se ha convertido en público y notorio, particularmente en el ámbito de las Redes


Sociales del Espacio Público, la preocupante especie, en grado de convicción
personal y consenso público, de que la ley en cuestión vulnera la libertad social y
política y es proclive a la grave modificación del Estado mexicano hacia un sistema
excepcional, antidemocrático y autoritario.

4.- Quienes suscribimos hemos decidido unirnos de la presente manera a las


acciones que demandan la declaración de inconstitucionalidad de la ley citada.
AMICUS CURIAE. Acciones de inconstitucionalidad contra la Ley de Seguridad Interior. Febrero de 2018

II. CONSIDERACIONES GENERALES

Se perturba el orden público cuando los actos determinados


en el párrafo anterior tiendan a producir
rebelión, sedición, asonada o motín.
Se afecta la soberanía nacional cuando dichos
actos ponen en peligro la integridad territorial de la República,
obstaculicen el funcionamiento de sus instituciones
legítimas o propaguen el desacato de parte de los
nacionales mexicanos a sus deberes cívicos.
Artículos 145 y 145 bis del Código
Penal Federal, antes de su derogación por el
movimiento de 1968

Motivan esta Acción de Amicus Curiae (AAC) las siguientes razones y


consideraciones:

1a.- MEDIO SIGLO... ¿PARA REINCIDIR? Qué gran peso y qué trágica ironía se
presentan cuando esta Suprema Corte se encuentra en el peligroso jaque de volver a
instalar la sustancia cualitativa del centro de las demandas del pliego petitorio del
movimiento estudiantil-popular del 68, a saber, el núcleo del uso de la fuerza como
razón de Estado principal. Si la LSI permanece, porque esta Superioridad lo autorice,
estaremos irremediablemente ante la realización de la vieja consigna política: "la
historia sucede la primera vez como tragedia y la segunda como farsa". La
intelectualidad, a coro, repite que ésta es la ocasión suprema de la Corte para salvar
al Estado que se consolida como un modelo de corrupción sistémica, a la manera
como lo profetizó Maquiavelo. Nos sumamos sin reserva a esa posición que forma
amplio consenso y aspiramos a que se convierta en una razón suficiente para
declarar la inconstitucionalidad de la ley, como lo demandan los actores de las
diversas acciones.

2a.- UNA CONTRADICCIÓN LETAL. La coyuntura es insólita: un pavoroso remolino


de corrupción y violencia se mueve peligrosamente en un candente caldo de cultivo
electoral. Ni el más agudo analista político es capaz de discriminar la identidad del
Estado en este momento: unos sostienen que es un "narcoestado" otros que no hay
Estado (L Meyer) y muchos más sostienen que ya casi franqueamos la frontera del
Estado de excepción. Los Ministros de esta Corte saben de cierto que la teoría
política que no alcanza para definir al Estado, está literalmente desarmada. Por ello,
los suscritos podemos sostener que la materia cualitativa de las acciones que han
sido planteadas a esta suprema autoridad, una vez desbrozada la maraña jurídica de
las violaciones concretas que se reclaman, no es otra sino la siguiente formulación a
la Corte de dos demandas de alcance estratégico:

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AMICUS CURIAE. Acciones de inconstitucionalidad contra la Ley de Seguridad Interior. Febrero de 2018

a).- Que defina al Estado mexicano actual; y


b).- a partir de esa claridad, que siente las bases para una refundación del
Estado como una entidad moderna o incluso posmoderna, sin el fardo de la
predominancia militar

A los promoventes nos queda claro que, por un lado, la Corte tiene que cumplir con
la racionalidad política del deber formal de dar sustento superestructural al Estado,
con esa particular amalgama que proporciona la jurisprudencia sabia, bien dictada y
de buen dirimir. Pero por otra parte, son los tiempos de la moralidad y del también
sabio manotazo sobre la mesa para reordenar al Estado y ponerlo proa a nuevo
puerto, cuyas luces se asomaron en los horizontes de 1934-40, 1968, en la reforma
política de 1977 en adelante y en la reforma constitucional de junio de 2011. El
tesoro de las nuevas decisiones y de la redefinición del Estado esta en esa hilera de
luces que alcanzaron hasta la asunción de la Convencionalidad, con una batería de
jurisprudencias fundamentales. Esa es la gran contradicción estratégica que enfrenta
esta Suprema Corte. Si bien hay una racionalidad kelseniana en el cumplimiento del
"deber superestructural" para ajustar la propia entraña razonable de la pirámide
constitucional, la historia demuestra que los desmanes en esa función de la
superestructura jurídica cuestan muy caro al Estado, pero sobre todo al contrato
social. Ello conduce a concluir que es la hora de la gran moralidad política, por
encima de los intereses bastardos de la tormentosa coyuntura, para alzarse con la
gran alternativa de la definición cuidadosa del Estado y del aporte de los primeros
elementos para su reordenación avanzada. Esto resuelve bien la contradicción y eso
es lo que en el fondo plantean las acciones presentadas a este alto ministerio.

3a.- UN RÉGIMEN DE CONTRABANDO. Bien vista, la LSI contiene una propuesta


inconfesa de reforma del Estado, que es la verdadera identidad del componente
reaccionario de la tesis oficial en la estructura de la contradicción. Esa posición se
confronta con la antítesis que representan las posiciones que globalmente se
formulan en las acciones contra la ley que ha recibido esta Corte. En efecto, CC.
Ministros, la LSI está proponiendo realmente la tortuosa asociación política de una
figura presidencial (lo más fuerte posible) procesada electoralmente, con una
estructura militar con carta blanca para decidir cómo y cuándo instala el estado de
excepción, sin apego a lo dispuesto en la Carta Magna. Hipotéticamente, tal fusión
podría tener semejanza con lo que en teoría política se conoce como "cesarismo", de
suyo identificado siempre, en rigor, con un golpe de Estado disfrazado. El esquema
vergonzante que está tras bambalinas consistiría en la imposición "electoral" de un
presunto mediador político-social, bien visto por los poseedores de la riqueza
acrecentada con las "reformas estructurales", pero con un sostén militar
cualitativamente distinto al que contempla la Constitución, que es precisamente la
entraña tanto abierta como oculta de la LSI. Un aval a la ley por parte de esta Alta
Autoridad, sería un discurso de reforma del Estado con el modelo autoritario que se
contradice con las luces inventariadas antes. Es decir, se trata del formato ius in
bello, para consolidar el esquema que ya funciona de facto. Esta Corte deberá
estudiar cuidadosamente esa trama fraudulenta, para deducir la inconstitucionalidad
pedida y a la vez sentar las bases de un modelo avanzado de reforma del Estado.
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AMICUS CURIAE. Acciones de inconstitucionalidad contra la Ley de Seguridad Interior. Febrero de 2018

4a. UNA LEY INTERIOR... ¿DESDE EL EXTERIOR? La hipótesis de la influencia de


los Estados Unidos de Norteamérica (EEUU) en la imposición de la LSI para imponer
y sostener un régimen militar es un criterio sumamente extendido, sobre todo en el
ala progresista y democrática de la sociedad mexicana. Los argumentos que
estableció el senador Manuel Bartlett Díaz, en la discusión de la acción presentada
por los senadores, examinan prolijamente el tema y permanecieron en el documento
de acción constitucional que presentaron ante esta Supremacía. Los suscritos nos
remitimos a sus razones para sostener la inconstitucionalidad de la ley, todo ello con
el debido respeto a la función jurisdiccional de esta Corte (ver el punto 11 del capítulo
de resumen de varios conceptos de invalidez).

5a. OTROS ELEMENTOS: VIOLENCIA, CRIMEN Y SEGURIDAD. La sociedad


mexicana se encuentra actualmente atrapada entre el asedio de los grupos de la
delincuencia organizada -que se dedican no sólo al narcotráfico sino también al
secuestro y la extorsión, entre otros delitos-, la ineficacia y corrupción de muchas de
sus corporaciones policíacas así como la falta de voluntad gubernamental para
superar esta condición, la inconstitucional actuación de las Fuerzas Armadas en las
labores de seguridad pública y la constante violación a derechos humanos por
diversos cuerpos de seguridad, sean civiles o militares.

Así, no existe un conjunto de políticas articuladas en materia de seguridad


determinado a partir de un diagnóstico que arroje claridad sobre la complejidad que
representa la criminalidad común, la organizada y la vinculada a la corrupción
gubernamental; que cuente con los soportes políticos suficientes –en el Congreso, en
la sociedad civil, los partidos políticos y los gobiernos locales- que la hagan viable,
sustentable y eficaz en el corto, mediano y largo plazos. En pocas palabras, a cinco
años de haber iniciado, este gobierno fue incapaz de construir una política de Estado
en materia de seguridad.

Por el contrario, lo que existe es un conjunto de decisiones inconexas que:

a) Muestran improvisación. Cuando ocurre un brote de violencia criminal en alguna


entidad federativa, la respuesta estatal consiste en trasladar a ésta a las fuerzas
federales (Ejército, Marina y Policía Federal); que éstas permanezcan ahí hasta en
tanto los criminales temporalmente se repliegan o explota otra crisis de inseguridad
en otra entidad. Cuando se retiran, los grupos criminales retoman la misma
intensidad de su actividad delictiva en la entidad.

b) Mantienen dinámicas provenientes del gobierno anterior que ya han


mostrado su ineficacia e incluso sus efectos contraproducentes, como la
consistente en basar los términos del éxito en el combate a los grupos criminales en
su descabezamiento mediante la captura o eliminación de sus líderes sin priorizar del
mismo modo la desarticulación total del grupo criminal. A lo largo de los últimos diez
años esta decisión ha provocado la fragmentación de varios grupos de la
delincuencia organizada y el surgimiento de nuevos, los cuales en muchos casos
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AMICUS CURIAE. Acciones de inconstitucionalidad contra la Ley de Seguridad Interior. Febrero de 2018

abandonan o reducen su actividad en el narcotráfico y en cambio intensifican la


comisión de delitos predatorios como el secuestro, la extorsión o la trata de
personas.

c) Parten de diagnósticos equivocados que confunden las causas de la


capacidad de fuego y del poder corruptor del crimen organizado con sus
efectos. El ejemplo más claro fue la iniciativa de reforma constitucional presentada
por el Titular del Ejecutivo Federal en diciembre 2014, que proponía, entre otras
medidas, la intervención total o parcial –previa aprobación del Senado- por la
Federación de aquellos gobiernos municipales de los que se contara con indicios de
haber sido infiltrados por el crimen organizado, como si determinados gobiernos
municipales fueran la causa del poder corruptor del crimen organizado y que por eso
había que someterlos mediante una interdicción funcional desde la Constitución,
cuando el fenómeno se explica precisamente a la inversa: La debilidad municipal es
causada por la capacidad de la delincuencia organizada de corromper y capturar el
funcionamiento de ese nivel de gobierno.

Estos factores, junto con la debilidad, corrupción e impunidad que padecen todos los
eslabones de la cadena de justicia penal -policías, ministerios públicos, jueces y
autoridades penitenciarias- a nivel federal pero sobre todo a nivel local, han
provocado que la sociedad mexicana siga padeciendo los peores efectos de la
ausencia de una política integral, legítima y sustentable en materia de seguridad: El
número de homicidios dolosos en lo que va de este año, con 23,968, que lo colocan
como el más violento de la historia reciente; la persistencia de las tasas de
secuestros, extorsiones, robo en transporte público –con modalidades terribles, como
lo son los casos de violación a mujeres en transporte foráneo de pasajeros-, los
recurrentes casos de colusión de policías con grupos de la delincuencia organizada
en la desaparición forzada de personas.

La reforma constitucional aprobada por el Senado en junio de 2016 y que se


encuentra en la Cámara de Diputados para su discusión constituye un primer paso
importante en la construcción de esa política de Estado. La conformación de cuerpos
policíacos de los tres niveles de gobierno basada en la certificación de capacidades y
su evaluación permanente para lograr altos estándares de profesionalización en el
desempeño de sus funciones sin duda constituye un cimiento sólido para la
construcción corporaciones profesionales, honestas y eficaces.

En lugar de esto, el gobierno y su mayoría en el Congreso -tan lejana de la opinión


de sus representados- han optado por mantener la inconstitucional presencia de las
fuerzas armadas en funciones de seguridad pública, sin configurar una estrategia de
salida que, al sanear el sistema de seguridad y justicia civil infectado por la
corrupción, la ineficacia y la colusión con la criminalidad organizada, permita un
regreso ordenado de Ejercito y Marina a las labores que tengan exacta conexión con
la disciplina militar, atendiendo a la reforma al artículo 21 constitucional de 2008.

Esta solución inconstitucional y autoritaria solapa también la incapacidad o


negligencia de varios gobernadores que prefieren depender del Ejército y la Marina
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AMICUS CURIAE. Acciones de inconstitucionalidad contra la Ley de Seguridad Interior. Febrero de 2018

para atender una explosión de violencia criminal en sus entidades federativas en


lugar de focalizar sus recursos políticos y financieros a depurar y fortalecer sus
policías locales. Es más, prefieren no invertir en capacitación y fortalecimiento policial
porque los resultados de estas acciones se palpan a mediano plazo y no son visibles
ni llamativos para fines electorales. Prefieren gastar en obra pública que mejore su
imagen; si llegan a gastar en sus policías, adquieren patrullas en lugar de
capacitarlos y pagarles salarios decorosos.

La normatividad que contiene la Ley de Seguridad Interior nos coloca en el peor de


los mundos posibles: Es inconstitucional, no fortalece la democracia, no genera una
estrategia de salida gradual y ordenada para las fuerzas armadas, ni contribuye a la
construcción de instituciones civiles capaces de defender a los ciudadanos; en
cambio, sólo amplía el sendero por donde transitan desde hace tiempo el
autoritarismo, las violaciones a los derechos humanos, la corrupción y la impunidad
que día a día padecen los mexicanos y que ya no soportan más.

III. SOBRE LOS CONCEPTOS DE INVALIDEZ

No es el propósito de este AAC plantear conceptos de invalidez, por obvias razones


de formalidad y vía de impugnación. Reduciremos nuestra exposición a reiterar en
forma resumida algunos de los puntos que configuran la inconstitucionalidad
planteada por los actores en las acciones presentadas.

1.- Confusión Conceptual. El artículo 1 de la Ley de Seguridad Interior establece


que las disposiciones de ese ordenamiento “son materia de seguridad nacional en
términos de lo dispuesto por la fracción XXIX-M del artículo 73 y la fracción VI del
artículo 89 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en materia
de seguridad interior.” Así mismo, el precepto invocado contempla como objeto de la
Ley el de “regular la función del Estado para preservar la Seguridad Interior, así
como establecer las bases, procedimientos y modalidades de coordinación entre la
Federación, las entidades federativas y los municipios, en la materia.”

Sin embargo, el objeto descrito en el párrafo que antecede ya es materia de


regulación de la Ley de Seguridad Nacional, misma que en el párrafo segundo de su
artículo 1 dispone como objeto el de “establecer las bases de integración y acción
coordinada de las instituciones y autoridades encargadas de preservar la Seguridad
Nacional, en sus respectivos ámbitos de competencia; así como, la forma y los
términos en que las autoridades de las entidades federativas y los municipios
colaborarán con la Federación en dicha tarea; regular los instrumentos legítimos para
fortalecer los controles aplicables a la materia.” Ello, sin especificar que dicha Ley
regule un ámbito de la seguridad nacional diverso a la seguridad interior, en términos
de lo dispuesto por la fracción XXIX-M del artículo 73 y la fracción VI del artículo 89
de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

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AMICUS CURIAE. Acciones de inconstitucionalidad contra la Ley de Seguridad Interior. Febrero de 2018

El objeto estricto de la Ley de Seguridad Interior es el establecimiento de facultades


legales para que el Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea de México puedan ejercer
funciones de seguridad pública en todo el territorio de nuestro país. A ello se dirigen
expresamente los tres objetivos específicos que pueden diferenciarse como
novedosos en la Ley de Seguridad Interior, por no estar ya regulados en la Ley de
Seguridad Nacional, a saber: a) el establecimiento de la Declaratoria de Protección a
la Seguridad Interior, el procedimiento para su emisión y sus consecuencias
jurídicas; b) la concentración en la figura del Presidente de la República de una
potestad hoy no concentrada, como lo es la de determinar cuándo existen riesgos y
amenazas a la seguridad interior y las acciones para enfrentarlos, y c) la forma,
términos y plazos de participación de los integrantes de la Fuerza Armada
permanente en la identificación de dichos riesgos y amenazas, así como en la
ejecución de dichas acciones.

Los tres objetivos específicos antes diferenciados y, por lo tanto, el objeto estricto de
la Ley de Seguridad Interior señalado previamente, son anticonstitucionales y tienen
defectos de inconvencionalidad. Por consecuencia, toda la Ley de Seguridad Interior,
publicada en el Diario Oficial de la Federación el 21 de diciembre de 2017, es
anticonstitucional e inconvencional y debe ser invalidada por ese máximo tribunal.

2.- Carácter civil de las instituciones de seguridad pública.- Conforme dispone el


artículo 21, párrafo décimo, de la Constitución Federal, las instituciones que realicen
las tareas de seguridad pública que describe el párrafo noveno del mismo artículo
deben ser de carácter civil; así, el Ejército no puede asumir la más mínima función de
seguridad pública, ni siquiera las de prevención. Todo proyecto que disponga la
intervención de la Fuerza Armada Permanente en tareas de seguridad pública es
inconstitucional.

La definición de la seguridad pública conforme a las funciones que ésta implica; la


determinación de que dichas funciones deberán realizarse por instituciones de
carácter civil de los tres niveles de gobierno y la estructuración de todo un andamiaje
institucional para la coordinación de dichas instituciones, consolida la conformación
constitucional de todo un esquema normativo institucional que excluye la posibilidad
de incluir en cualquier etapa o actividad a las fuerzas militares, un cuerpo de
seguridad cuya misión difiere, por orden constitucional, de la seguridad pública.

3.- Defectos en la aplicación de la interpretación judicial.- El contenido de los


artículos 89, fracción VI, y 129, así como su relación con el artículo 21, todos de la
Constitución, han dado motivo de diversas tesis jurisprudenciales emitidas por el
Pleno de esa Suprema Corte de Justicia de la Nación, con relación a la
constitucionalidad de la participación de las fuerzas armadas en tareas de seguridad
pública. Al respecto compartimos la tesis de que la masa jurisprudencial invocada y
analizada en las diversas acciones presentadas en ningún caso apoya la posición de
que las fuerzas armadas intervengan en asuntos de la seguridad pública,
considerando la citada reforma constitucional al artículo 21 en 2008.
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AMICUS CURIAE. Acciones de inconstitucionalidad contra la Ley de Seguridad Interior. Febrero de 2018

4.- Derechos humanos y seguridad pública. El Estado mexicano, conforme al


artículo 1º, párrafo tercero de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, tiene la obligación de promover, respetar, proteger y garantizar los
derechos humanos reconocidos por la propia Constitución y los tratados
internacionales de los que nuestro país forme parte, de conformidad con los
principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad. En
consecuencia, el Estado deberá prevenir, investigar, sancionar y reparar las
violaciones a tales derechos humanos.

Los artículos 5, 6, 14, 16, 20, 25, 26, 27, 28 y 30 de la Ley de Seguridad Interior que
se impugna violentan esos parámetros de fuente internacional que permiten la
limitación de derechos sólo bajo condiciones de proporcionalidad, necesidad y
razonabilidad, al permitir que miembros de las Fuerzas Armadas participen o realicen
funciones que material y sustancialmente son de seguridad pública, aunque la propia
Ley denomina de seguridad interior.

En efecto, es inconstitucional disponer normativamente que las Fuerzas Armadas


participen o realicen funciones que material y sustancialmente son de seguridad
pública, aunque la propia Ley denomina de seguridad interior.

Se entiende que la limitación a los derechos sólo puede imponerse por el plazo
estrictamente requerido por las exigencias de la situación y no puede proclamarse
por períodos indefinidos o prolongados. El principio de excepcionalidad es
abiertamente vulnerado por el artículo 15 de la Ley de Seguridad Interior, ya que el
mismo permite que no exista un plazo cierto para la vigencia de la Declaratoria de
Protección a la Seguridad Interior, pues el plazo de un año puede prorrogarse
indefinidamente de manera discrecional por el Presidente de la República. El plazo
por tanto, no sólo puede ser indefinido, sino también prolongado por un acto que
decide por sí y ante sí el Presidente de la república.

5.- Labores de "inteligencia" inconstitucionales.- Otro tema que la ley impugnada


permite y que vulnera derechos humanos consiste en que la participación de las
Fuerzas Armadas en asuntos de seguridad pública no se limita al despliegue
territorial de acciones realizadas bajo el amparo de la Declaratoria de Protección a la
Seguridad Interior, mediante la implementación de planes operativos que tienen
como objetivo central incrementar la visibilidad de los efectivos mediante técnicas de
patrullaje preventivo o disuasivo, sino que esa participación se verifica también en la
autorización de actividades de inteligencia que pueden terminar en actos de
investigación criminal.

Al respecto dice el artículo 30 de la ley impugnada:

“Artículo 30.- Las Fuerzas Federales y las Fuerzas Armadas desarrollarán


actividades de inteligencia en materia de Seguridad Interior en los ámbitos de sus
respectivas competencias. Al realizar tareas de inteligencia, las autoridades

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AMICUS CURIAE. Acciones de inconstitucionalidad contra la Ley de Seguridad Interior. Febrero de 2018

facultadas por esta Ley podrán hacer uso de cualquier método lícito de recolección
de información.
Toda obtención de información de inteligencia se realizará con pleno respeto a los
derechos humanos reconocidos por la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos.”
Si consideramos la definición laxa de amenaza a la seguridad interior que ya se
mencionó, lo que la Ley de Seguridad Interior permite es que las Fuerzas
Armadas puedan realizar actividades de investigación, de obtención y
recolección de información en prácticamente cualquier asunto, incluidos los
que son materia de seguridad pública. Esto es así porque las labores de
inteligencia implican realizar actos de investigación. Para ilustrar mejor este
punto, a continuación se transcribe lo que la Ley de Seguridad Nacional define
al respecto:

“Artículo 29.- Se entiende por inteligencia el conocimiento obtenido a partir de la


recolección, procesamiento, diseminación y explotación de información, para la toma
de decisiones en materia de Seguridad Nacional.”

Que las fuerzas armadas puedan obtener información, procesarla y utilizarla para
casos no restringidos a la disciplina militar destroza el eje fundamental establecido en
la Constitución por el cual las labores de investigación en materia penal, y con mayor
razón las que tengan un carácter no penal sean realizados por autoridades civiles.
Dicen al respecto los párrafos noveno y décimo del artículo 21 constitucional:

“La seguridad pública es una función a cargo de la Federación, las entidades


federativas y los Municipios, que comprende la prevención de los delitos; la
investigación y persecución para hacerla efectiva,…”
“Las instituciones de seguridad pública serán de carácter civil, disciplinado y
profesional. El Ministerio Público y las instituciones policiales de los tres órdenes de
gobierno deberán coordinarse entre sí para cumplir los objetivos de la seguridad
pública…” (El subrayado es nuestro)

Es aquí donde la ley comete otra falta a la constitución. Mediante una ficción jurídica,
en su artículo 18, párrafo segundo, se dice que: “En ningún caso, las Acciones de
Seguridad Interior que lleven a cabo las Fuerzas Armadas se considerarán o tendrán
la condición de seguridad pública.”

Es decir, para ocultar la inconstitucionalidad evidente, la Ley ordena que se deje de


llamar por su nombre lo que de verdad están autorizando, Dice que las acciones de
seguridad interior no serán de seguridad pública pero autoriza la investigación, para
fines penales o no penales, en forma de inteligencia para la seguridad interior. Esto
conlleva a que las fuerzas armadas realicen recolección de información fuera de su
ámbito castrense, lo que está prohibido por la Constitución en su artículo 13.

Al respecto, la CNDH en su acción presentada, postula y concluye:

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AMICUS CURIAE. Acciones de inconstitucionalidad contra la Ley de Seguridad Interior. Febrero de 2018

CUARTO. El artículo 9 resulta violatorio al derecho humano de acceso a la


información y contrario al principio de máxima publicidad, que rige la materia
de transparencia y acceso a la información, ya que posibilita como regla
general la clasificación ex ante de toda la información que se genere con
motivo de la aplicación de la propia Ley —incluso aquella que no
necesariamente se encuentre relacionada con razones de interés público y
seguridad nacional o la que derive de violaciones graves a derechos
humanos—, contrario a los dispuesto por el artículo 6º constitucional que
estipula como regla general la publicidad de toda la información en posesión
de cualquier autoridad, entidad, órgano y organismo y únicamente como
excepción la reserva y confidencialidad de la información.
..............

A juicio de esta Comisión Nacional de los Derechos Humanos, el artículo 30,


al posibilitar el desarrollo de actividades de inteligencia, incluso por Fuerzas
Armadas, sin garantizar el control superior por parte de autoridades civiles, se
aleja de los parámetros internacionales establecidos tanto por la Comisión
como por la Corte Interamericanas de Derechos Humanos sobre las tareas de
inteligencia y por ello, representa el incumplimiento de las obligaciones
internacionales del Estado mexicano en materia de derechos humanos.

6.- La protesta social y la normatividad oscura.- El artículo 8 de la Ley a discusión


dispone:

“Las movilizaciones de protesta social o las que tengan un motivo político-electoral


que se realicen de conformidad con la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, bajo ninguna circunstancia serán consideradas como Amenazas a la
Seguridad Interior, ni podrán ser materia de Declaratoria de Protección a la
Seguridad Interior.”

El párrafo transcrito pretende proscribir la posibilidad de que las movilizaciones de


protesta social o por motivos políticos-electorales sean consideradas como una
Amenaza a la Seguridad Interior. Sin embargo, imprime a dicha prohibición un
elemento de entera subjetividad: la necesaria concordancia de dicho ejercicio con las
disposiciones constitucionales.

El ejercicio de los derechos constitucionales que se relacionan con la protesta social


(libertad de expresión y de reunión, derecho de petición, etc.) no ha sido objeto de
una regulación general y no pueden serlo, para resguardo de su eficacia, por lo que
no está estrictamente determinado cuándo una conducta se apega plenamente a los
términos en que se reconocen los derechos en la Constitución Federal y en el ámbito
internacional. Más aún, una definición estricta de esos cánones de conducta
burocratizaría el ejercicio de los derechos y sumiría en esquemas administrativos el
desahogo de la tensión natural que generan los actos de gobierno con la ciudadanía,

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AMICUS CURIAE. Acciones de inconstitucionalidad contra la Ley de Seguridad Interior. Febrero de 2018

así como las formas del ejercicio de la protesta (oposición civil, bloqueo de
actividades gubernamentales, bloque parcial o total de vialidades, etc.).

La inexistencia de dichos parámetros de “constitucionalidad” de la protesta social


permite que los mismos sean definidos por quienes tienen la potestad de aplicar los
distintos extremos de la Ley en cuestión, en el momento mismo de su aplicación, lo
que nuevamente permite su aplicación discrecional y arbitraria.

Así, del artículo 8 del proyecto resulta que la prohibición aparente de reprimir la
protesta social mediante la aplicación de la ley, en realidad significa la inclusión de
esa posibilidad en el ámbito de aplicación de la normatividad. Aplicación que,
además, queda reservada a la entera discrecionalidad del Ejecutivo Federal que, a
su juicio, podrá incluso utilizar a las fuerzas armadas para reprimir una protesta que
considera alejada de los términos constitucionales en que se reconocen los
derechos.

Además de los términos ambiguos y su potencial interpretación arbitraria, debe


destacarse que el artículo 8 contiene una omisión que hace presumir su eventual uso
para el espionaje político o social por parte de agentes del Estado, incluyendo las
fuerzas armadas.

Si bien, en el precepto bajo análisis se limitan las condiciones bajo las cuáles la
protesta social o político-electoral no podrá ser considerada una amenaza a la
Seguridad Interior, por lo que no podrán aplicarse en tales casos Acciones de
Seguridad Interior, no se limitan respecto de la protesta social y político-electoral los
casos en que pueden realizarse dichas Acciones para hacer frente a lo que la Ley
denomina como “Riesgos a la Seguridad Interior”.

Mientras que las Amenazas son definidas por la fracción II del artículo 4 en la forma
de ciertas afectaciones a la Seguridad Nacional, la fracción III del mismo precepto
define como Riesgo a la Seguridad Interior la “Situación que potencialmente puede
convertirse en una Amenaza a la Seguridad Interior”.

El artículo 8, al no especificar limitación alguna, permite la realización de “políticas,


programas y acciones para identificar, prevenir y atender oportunamente”, incluso
mediante el uso de la inteligencia militar, los Riesgos para la Seguridad Interior que,
conforme al juicio discrecional de las autoridades, se identifiquen en movilizaciones
de naturaleza social o político-electoral con potencial de convertirse en
movilizaciones de protesta que puedan resultar no ajustadas a la Constitución. Cabe
recordar que los artículos 6 y 26 permiten a las fuerzas armadas realizar, de manera
permanente y sin necesidad de una declaratoria, “acciones para identificar, prevenir y
atender riesgos en aquellas zonas o áreas geográficas del país, vías generales de
comunicación e Instalaciones estratégicas que lo requieran”.

Lo anterior, no sólo permitiría el establecimiento de un esquema de espionaje político


en contra de la sociedad y de sus partidos, agrupaciones o ciudadanos, sino que
incluso pareciera estar estableciendo dicho régimen.
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AMICUS CURIAE. Acciones de inconstitucionalidad contra la Ley de Seguridad Interior. Febrero de 2018

En función de lo expuesto, es claro que el artículo 8 de la Ley impugnada es


anticonstitucional, inconvencional y contribuye al régimen de militarización de las
funciones de seguridad pública que debe realizar el Estado Mexicano que genera la
legislación combatida, en la forma de un sistema normativo integral.

7.- Concentración de facultades.- En sus artículos 11, 12, 15, 16 la Ley de


Seguridad Interior realiza una excesiva concentración de poderes y funciones en el
Titular del Ejecutivo Federal, la cual vulnera tanto el sentido normativo del artículo 49
constitucional como su lectura en clave democrática.

Esta concentración exacerbada consiste en que el Presidente de la República podrá


determinar y ordenar por sí mismo o a petición de las legislaturas de las Entidades
Federativas, o de su Ejecutivo en caso de receso de aquellas la intervención de la
Federación –incluyendo desde luego a las fuerzas armadas- en el territorio de una
Entidad Federativa o zona geográfica del país para la realización e implementación
de Acciones de Seguridad Interior.

También podrá el Presidente de la República emitir la Declaratoria de Protección a la


Seguridad Interior en donde el propio Ejecutivo determinará discrecionalmente –ya
que el proyecto de Ley no precisa en qué consisten- las acciones de seguridad
interior que podrán realizar las autoridades federales, incluyendo a las fuerzas
armadas.

El Presidente de la República también podrá, por sí mismo y bajo las justificaciones


que él mismo establezca, determinar la prórroga de la Declaratoria de Protección a la
Seguridad Interior, lo que implica la ausencia de una temporalidad efectiva a la
intervención de la Federación –incluyendo las fuerzas armadas- en una entidad
federativa o una región del país. Esto puede llevar al extremo de que la presencia de
las fuerzas armadas o las fuerzas federales en un estado o región puede prolongarse
por el tiempo que discrecionalmente determine el Titular del Ejecutivo Federal. (Art.
15)

Bajo el supuesto laxo, impreciso y excesivamente abierto de “amenazas que


representen un grave peligro al funcionamiento de las instituciones fundamentales de
gobierno”, el Presidente de la República podrá ordenar acciones inmediatas a las
fuerzas federales y las fuerzas armadas. (Art. 16)

La hipertrofia presidencial señalada, grave en sí misma, produce otro problema al


sistema constitucional mexicano: el debilitamiento del parlamento como instancia de
control y contrapeso frente a esa excesiva concentración funcional. En pocos casos
el control democrático es tan relevante para la vigencia del Estado de Derecho como
lo es en la fiscalización del ejercicio de la fuerza física por parte de la autoridad.

La Ley impugnada sólo establece de manera escueta que se remitirá a la Comisión


Bicamaral de Seguridad Nacional la Declaratoria de Protección a la Seguridad
11
AMICUS CURIAE. Acciones de inconstitucionalidad contra la Ley de Seguridad Interior. Febrero de 2018

Interior y el informe de las acciones de seguridad interior que se realicen. No se


establecen comparecencias periódicas de los servidores públicos respectivos ante
esa comisión y ante el Pleno de las Cámaras donde constantemente rindan cuentas
de las acciones que realizan y sean cuestionados sobre la implementación de las
mismas.

Ese debilitamiento del control parlamentario impediría el funcionamiento de una


dinámica constitucional democrática, bajo el cual el cúmulo funcional de un poder es
proporcional a las facultades de contrapeso de otro poder, como lo es el parlamento.
En este caso, entre mayor sea la concentración de funciones, más intenso debe ser
el control y fiscalización sobre las mismas. No es así como se establece en la Ley
impugnada y por eso produce un inconstitucional y antidemocrático desequilibrio de
poderes.

Esto nos lleva al punto central de este concepto de invalidez: Si la Constitución en el


artículo 49 establece como estructura fundamental de organización del poder público
su división funcional ¿Deben esos poderes estar equilibrados? Si la respuesta llegara
a ser afirmativa, ¿Cuáles son las condiciones normativas que deben cumplirse para
afirmar válidamente que se ha roto ese equilibrio de poderes? Responder a estas
cuestiones pasa, en primer término, por asignarle un contenido normativo a lo que
mandata dicho precepto. El mismo dice a la letra:

“Artículo 49. El Supremo Poder de la Federación se divide para su ejercicio en


Legislativo, Ejecutivo y Judicial.
No podrán reunirse dos o más de estos Poderes en una sola persona o corporación,
ni depositarse el Legislativo en un individuo, salvo el caso de facultades
extraordinarias al Ejecutivo de la Unión, conforme a lo dispuesto en el artículo 29. En
ningún otro caso, salvo lo dispuesto en el segundo párrafo del artículo 131, se
otorgarán facultades extraordinarias para legislar.”

La división funcional del poder público o división de poderes públicos en Legislativo,


Ejecutivo y Judicial tiene dos finalidades primordiales: a) Evitar que la concentración
de funciones en una sola persona produzca el abuso o desvío de las mismas; y b)
Proteger los derechos de las personas de una autoridad despótica o arbitraria que, al
concentrar en un solo individuo las funciones primordiales del Estado, no encuentre
ningún valladar para violentar las libertades públicas de los gobernados.

Lo anterior significa que la División de Poderes constituye un instrumento que limita y


controla al propio poder público, con la legítima finalidad de proteger los derechos de
los gobernados de un poder arbitrario. Este control se realiza primordialmente a
través de una técnica normativa que contiene también una dinámica política:
Establecer constitucionalmente las funciones que le corresponden a cada uno de los
poderes, dentro de las cuales se incluya las facultades para cada Poder de revisar,
evaluar e invalidar los actos de los otros dos Poderes. Esta dinámica incluye la
colaboración entre Poderes para emitir determinados actos de autoridad que les
estén atribuidos.

12
AMICUS CURIAE. Acciones de inconstitucionalidad contra la Ley de Seguridad Interior. Febrero de 2018

Ese cúmulo de facultades para cada Poder de revisar, evaluar e invalidar los actos
de los otros dos Poderes o para colaborar entre ellos para el ejercicio de
determinadas funciones es lo que se conoce como “pesos y contrapesos”; la
racionalidad de esta dinámica, desde su concepción clásica, es que el poder controle
al propio poder. Es así como dicha función de contrapeso que tiene cada Poder
cumple una elevada finalidad democrática: Contiene los excesos en que puede
incurrir uno de los poderes, lo cual redunda en beneficio de las libertades públicas de
los gobernados.

Si las finalidades de la división del poder es limitarlo y controlarlo, la función de los


contrapesos es fortalecer ambas finalidades. La mera división del poder, sin
contrapesos, sería ineficaz para lograr las finalidades democráticas de limitación y
control. Son los contrapesos existentes entre cada Poder los que permiten que cada
uno se mantenga dentro de sus ámbitos competenciales y no vulnere las libertades
públicas de las personas. Así, la existencia normativa de facultades de revisión,
evaluación, invalidación y necesaria colaboración produce otro efecto constitucional
distinto a la limitación y control del Poder Público, que no es otro que el equilibrio
entre poderes. Esa es la manera en la que podemos concluir que el artículo 49
constitucional no solo establece la división funcional del Poder Público, sino que
podemos dotar de sentido normativo, como parte del mandato constitucional, que
debe existir un equilibrio racional y democrático entre poderes.

8.- Federalismo vulnerado.- El Federalismo es una modalidad democrática de


división vertical de poderes. Esto implica una distribución competencial entre distintos
niveles de gobierno elegidos popularmente. Su finalidad es la de evitar la
concentración de funciones, pero sobre todo, respetar la autonomía democrática de
las entidades federativas en las cuestiones relativas a su régimen interior bajo el
reparto de atribuciones establecido a nivel constitucional.

Esa autonomía democrática que en la que se manifiesta el Federalismo es


abiertamente avasallada por los artículos 4, fracciones I y IV; 11, 12 y 17 de la Ley de
Seguridad Interior.

9.- CNDH aborda confusiones. Consideramos fundamental tomar en cuenta y


resolver a su favor, esta posición que presenta la acción interpuesta por la Comisión
Nacional de los Derechos Humanos (CNDH):

En ese sentido el Congreso de la Unión, se encuentra constitucionalmente


habilitado para legislar en materia de seguridad nacional, no así en materia de
seguridad interior, por lo cual la aprobación del Decreto por el que se
expide la Ley de Seguridad Interior, transgrede el derecho humano de
seguridad jurídica y el principio de legalidad. Lo anterior, ya que, en un
Estado Democrático Constitucional de Derecho, como el nuestro todo el actuar
de las autoridades, incluso las legislativas deben tener sustento constitucional,
de lo contrario se daría pauta al pleno arbitrio de los Poderes.
13
AMICUS CURIAE. Acciones de inconstitucionalidad contra la Ley de Seguridad Interior. Febrero de 2018

Como se puede ver en su original a cargo de esta Corte, la posición se sustenta con
varios argumentos, pero es de nuestro interés recordar lo siguiente:

El artículo 89, fracción VI de la Constitución Política de los Estados Unidos


Mexicanos a la letra dispone:

“Artíulo 89. Las facultades y obligaciones del Presidente,


son las siguientes:
I-V…
VI. Preservar la seguridad nacional, en los t駻minos de la ley respectiva, y
disponer de la totalidad de la Fuerza Armada permanente o sea del
Ejército, de la Armada y de la Fuerza Aérea para la seguridad interior y
defensa exterior de la Federación.”

Dicha fracción ha sido reformada por el Poder Constituyente Permanente en


fechas 10 de febrero de 1944 y 5 de abril de 2004. Conviene transcribir el
texto de la fracción referida en los términos previos a las modificaciones
sufridas:

14
AMICUS CURIAE. Acciones de inconstitucionalidad contra la Ley de Seguridad Interior. Febrero de 2018

Como se desprende de la evolución demostrada que ha sufrido la fracción VI


del artículo 89, se colige que la seguridad interior se encontraba prevista en el
texto constitucional desde el texto original, incluso previo a la adición del
término “seguridad nacional”. Por ello, resulta insostenible afirmar que “la
seguridad interior es una rama de la seguridad nacional” (Dictamen de la
Comisión de Gobernación, con proyecto de Decreto por el que se expide la
Ley de Seguridad Interior, p. 51.) puesto que la seguridad nacional es una
materia de relativamente reciente creación.
con esta importante conclusión:

Como se precisó con anterioridad, suponiendo sin conceder el hecho de


“considerarse a la seguridad interior como parte de la Seguridad Nacional,” al
concebir una Ley de Seguridad Interior, como una rama de la Seguridad
Nacional, el Legislador Federal Ordinario necesariamente debía partir de los
parámetros normativos establecidos en materia de Seguridad Nacional en la
ley de mérito.

Es decir, se reitera, suponiendo sin conceder, que en efecto la Seguridad


Nacional es un todo y la seguridad interior es sólo una parte de ese universo,
el ámbito de oscilación de la segunda, debe estar dentro del marco de la
primera. Situación que no acontece en el caso concreto, en tanto que el
artículo 2 de la Ley de Seguridad Interior, trasciende al previsto en el diverso 3
de la Ley de Seguridad Nacional.

10.- Pueblos sin consulta. La CNDH asume la siguiente posición en su acción, que
compartimos:

SEXTO. La Ley de Seguridad Interior, vulnera el derecho a la consulta previa


de las personas pertenecientes a comunidades indígenas reconocido en los
artículos 6 y 7 del Convenio Número 169 de la OIT sobre Pueblos Indígenas y
Tribales, ya que, del proceso legislativo de la Ley en comento, se advierte que
no se llevó a cabo la consulta previa para su creación, misma que afectan
directamente a las comunidades citadas, consecuentemente resultan
contrarios a los artículos 1° y 133 de la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos.

11.- La "influencia" exterior y el Estado militar. Una importante argumentación


que precedió a la acción de los senadores de la República pertenece al senador
Manuel Bartlett Díaz y en ella previene duramente sobre la tesis de la influencia
norteamericana en la LSI y sus objetivos estratégicos. Las tesis quedaron incluidas
en el apartado de alegatos de la demanda de acción de inconstitucionalidad que
presentaron los senadores ante esta Suprema Corte. Enseguida citamos en extenso
la referida argumentación, habida cuenta de que consideramos fundamental que esta
Suprema Corte establezca convincentemente que la independencia es (o debe ser)
15
AMICUS CURIAE. Acciones de inconstitucionalidad contra la Ley de Seguridad Interior. Febrero de 2018

un factor real del Estado mexicano, como el prolegómeno esencial para su definición
actual y su refundación:

A. La construcción del Estado Policíaco-Militar: un breve recuento.

La aprobación, promulgación y publicación de la Ley de Seguridad Interior


constituye el último eslabón en la construcción de un Estado policíaco-militar
en México. Se trata de la elaboración paulatina de un sistema jurídico
concatenado y planeado para trastocar las bases del Estado Constitucional
Democrático de Derecho y otorgarle al Presidente de la República y a las
fuerzas armadas facultades metaconstitucionales en violación a la norma
suprema y a los derechos fundamentales de las personas.

El Estado policíaco militar se caracteriza por:

1) Mantener un estricto control social por medio de las fuerzas armadas;

2) Las amenazas al país ya no son externas, el enemigo es interno:


terrorismo, guerra contra las drogas, crimen organizado; y,

3) Se exige la garantía de la represión policíaca y militar en contra de


sectores de la población en nuestro país.

Aunque en su texto original de 1917 la fracción VI del artículo 89 constitucional


consideraba el concepto de seguridad interior, esta categoría jurídica, aplicada
a la Ley que se impugna, no se desprende de los motivos que llevaron al
constituyente original a plasmarla en la Constitución, sino del concepto
Homeland Security de 2001 construido en los Estados Unidos. Esa noción de
seguridad interior implica que los riesgos y amenazas ya no provienen del
exterior o del sostenimiento interno de la República, sino a los riesgos y
amenazas al interior del propio Estado, en donde los enemigos son los
habitantes del país, ya se les denomine terroristas, narcotraficantes, miembros
del crimen organizado, a los que se les considera enemigos.

En un Estado Constitucional y democrático de Derecho los defensores del


orden constitucional y de la seguridad nacional son los ciudadanos y las
instituciones republicanas. El defensor último y final es y debe ser el órgano de
control de constitucionalidad, en nuestro orden jurídico la Suprema Corte de
Justicia de la Nación. Debe quedar claro que la guerra y los estados de guerra
están proscritos en el Derecho Internacional y en el Derecho interno de los
Estados democráticos, salvo cuando es en legítima defensa tratándose de una
invasión, un golpe de Estado o una rebelión en los términos que señala el
artículo 136 de la Constitución a fin de mantener la inviolabilidad de la
Constitución. Aceptar la tesis de que las fuerzas armadas son las defensoras
del Estado es admitir el punto de vista del jurista nazi Carl Schmitt, que en su

16
AMICUS CURIAE. Acciones de inconstitucionalidad contra la Ley de Seguridad Interior. Febrero de 2018

obra "La defensa de la Constitución"1, mantiene que son el Jefe del Estado y
las fuerzas armadas las que tutelan al Estado y defienden la Constitución o del
precursor del autoritarismo hegeliano Jakobs, con su Teoría Penal del
enemigo.

Por el contrario, nuestra ruta político constitucional está ligada al punto de


vista de Hans Kelsen, quien sostuvo que son los Tribunales Constitucionales,
las instituciones todas y los ciudadanos los que defienden al Estado y a la
Constitución2. Una República sólo tiene enemigos externos o internos cuando
estos ponen en riesgo su soberanía popular; para una República democrática
las conductas antijurídicas son delitos y sus ejecutores delincuentes, no
enemigos.

El punto de vista de Kelsen es importante, porque el Estado de Derecho, si lo


es, sólo puede estar tutelado y defendido por los procedimientos democráticos
y la racionalidad más plena del ordenamiento jurídico, así como por las de sus
instancias garantes y por los ciudadanos. Si aceptamos que sólo el ejecutivo o
las fuerzas armadas defienden la seguridad nacional e interior del Estado
estamos al borde de la dictadura, del rompimiento con el orden constitucional
democrático.

La idea de un Estado en donde las fuerzas armadas juegan un papel


destacado en la defensa del orden constitucional y la soberanía interior
subvierte la lógica entera de la República Constitucional, Democrática y
Representativa. Las fuerzas armadas son auxiliares en ese propósito y su
papel está constreñido por la propia Constitución. Están subordinadas al
órgano de control de constitucionalidad, al resto de los poderes públicos y a
los propios ciudadanos.

El hecho de que las decisiones del ejecutivo o de un Consejo de Seguridad


Nacional no puedan ser controladas por el legislativo, el poder judicial, las
entidades federativas, los municipios o los ciudadanos, coloca a ese poder por
encima de los demás órganos y poderes del Estado. El conceder además al
ejecutivo, mediante la interpretación indebida de la Constitución, el superpoder
–preservar la seguridad nacional y además disponer de la totalidad de las
fuerzas armadas para la seguridad interna- limita de entrada la soberanía
popular y hace nugatorios los principios de división de poderes y el
federalismo.

La Ley de Seguridad Interior es inconstitucional porque se le interpreta sin


tomar en cuenta el carácter sistémico e integral de la Constitución –la
interpretación conforme-. Es decir, algunos, empezando por el titular del

1
SCHMITT, Carl, La defensa de la Constitución, prólogo de Pedro de Vega, Madrid, Tecnos,
1998.
2
KELSEN, Hans, ¿Quién debe ser el defensor de la Constitución?, Madrid, Tecnos, 2002.

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AMICUS CURIAE. Acciones de inconstitucionalidad contra la Ley de Seguridad Interior. Febrero de 2018

ejecutivo actual la leen o interpretan desvinculándola del procedimiento de


suspensión de derechos o garantías, de la declaración de guerra que debe ser
autorizada por el Congreso, de los mecanismo de intervención federal
previstos en el artículo 119 de la Constitución, de la competencia en materia
de seguridad pública que corresponde a las autoridades civiles según el
artículo 21 de la Constitución, de lo dispuesto en el artículo 129 de la
Constitución que indica que en tiempos de paz la competencia de las fuerzas
armadas se constriñe a la disciplina militar y que el lugar de ellas reside en los
cuarteles y, de las normas constitucionales sobre derechos fundamentales que
prohíben actos de molestia que no estén fundados y motivados por una
autoridad competente, primordialmente de carácter jurisdiccional.

La competencia de la fracción VI del artículo 89 de la Constitución ha sido mal


interpretada y aplicada por el titular del ejecutivo, pues se ha usado para
militarizar el país3 y emprender una guerra de facto y ahora de jure en contra
del crimen organizado, a fin de seguir al pie de la letra la autoritaria y fascista
doctrina del Derecho Penal del Enemigo. Tal estrategia bélica ha costado
hasta ahora miles de muertos, miles de desaparecidos, un número inmenso de
víctimas, huérfanos y desplazados.

El gobierno federal, si quiere jurídicamente la militarización y la guerra, tendría


forzosamente que recurrir en condiciones democráticas al procedimiento de
suspensión de derecho y garantías del artículo 29 de la Constitución, a una
declaración de guerra autorizada por el Congreso en los términos del artículo
73 fracción XII de la Constitución o al procedimiento previsto en el artículo 119
de la Constitución de intervención federal en las entidades federativas.

La militarización en curso, que se fundamenta por el titular del ejecutivo en la


fracción VI del artículo 89 de la Constitución reformada en 2004, violenta los
derechos fundamentales al permitir los retenes, los cateos, las detenciones y,
las intervenciones telefónicas, entre otras acciones, a cargo de las fuerzas
armadas, todas ellas actos de molestia contrarios al artículo 16 constitucional.

Éstas han asumido atribuciones que no les corresponden como son las
relacionadas con la seguridad pública, la prevención, persecución,
investigación y sanción de los delitos que sólo competen constitucionalmente
a los jueces, al Ministerio Público y a la policía, según lo establece el artículo
21 de la Constitución.

3
La militarización implica sustituir los mecanismos de mediación política y de racionalidad
jurídica del Estado de Derecho por estrategias coercitivas que hacen descansar en las
fuerzas de seguridad, fundamentalmente militares, la reproducción del orden social
dominante. RODRÍGUEZ REJAS, María José, La norteamericanización de la seguridad en
América Latina, México, Akal, 2017, pp. 18-20.

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AMICUS CURIAE. Acciones de inconstitucionalidad contra la Ley de Seguridad Interior. Febrero de 2018

La interpretación del Presidente de la República a la competencia de la


fracción VI del artículo 89 de la Constitución, es para justificar que el ejecutivo
tenga poderes extraordinarios para militarizar al país, violando el principio de
división de poderes, el pacto federal y para producir un régimen de excepción
permanente4.

La militarización que vivimos no permite la participación ciudadana efectiva en


las políticas y en el diseño de la seguridad nacional y pública, pues no existe a
la fecha un solo mecanismo de democracia participativa ciudadana, de
transparencia o de rendición de cuentas en las instituciones de las fuerzas
armadas, en el ejecutivo o en los esquemas gubernamentales hoy vigentes,
en donde los ciudadanos de verdad se involucren en las funciones de
seguridad pública, interna y nacional.

El papel del Congreso de la Unión se ha eliminado por el ejecutivo abusando


de la interpretación sui generis que hace de la fracción VI del artículo 89 de la
Constitución. Los actos de militarización del ejecutivo constituyen auténticas
resoluciones de estados de excepción o de sitio (suspensión de garantías) que
para nada cumplen con el procedimiento del artículo 29 de la Constitución,
pero que son consecuentes con la visión hegemónica de los Estados Unidos.

Ningún concepto de seguridad pública, interna o nacional debe colocarse por


encima de los derechos humanos. La seguridad debe ante todo ser soberana,
decidida por los ciudadanos, a través de mecanismos participativos.

La guerra y los estados de guerra son la negación del Estado de Derecho y


por eso, su existencia y su reconocimiento jurídico absoluto, sin matices, son
muestras fehacientes de que se pretende un Estado de Facto. Desde el
"bellum justum" (guerra justa) hasta hoy, con la llamada guerra contra el
crimen organizado (Derecho Penal del Enemigo), la guerra constituye un
problema para la existencia del Estado de Derecho y la conciencia del
desarrollo civilizado y democrático de los pueblos.

Norberto Bobbio ha explicado que "la historia de la evaluación moral de la


guerra puede dividirse, por lo menos en lo que respecta a las obras
relativamente más cercanas, en tres fases: la del bellum justum, la de la raison
d´etat y la de la guerra como crimen"5; en ese contexto, desde el derecho la
guerra se ha considerado, en primer término, como un posible medio de
justicia; en segundo, como una prerrogativa de la soberanía y tercero que es
el contemporáneo, como un crimen. La guerra y los estados de guerra son un
crimen contra la humanidad.

4
AGAMBEN, Giorgio, Estado de excepción. Homo sacer, II, 1, Buenos Aires, Adriana
Hidalgo Editora, 2005.
5
BOBBIO, Norberto y MATTEUCCI, Nicola, Diccionario de Política, México, Siglo XXI
editores, tomo I, 1988, p 766.

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AMICUS CURIAE. Acciones de inconstitucionalidad contra la Ley de Seguridad Interior. Febrero de 2018

A su vez, desde la ciencia política, se ha dicho que la guerra y los estados de


guerra son la continuación de la política por otros medios (Von Clausewitz).

Según la doctrina tradicional que se ha construido en torno al fenómeno


colectivo de la guerra como objeto de estudio, varios son los elementos
constitutivos que ayudan a determinar su concepto: a) una actividad militar, b)
un elevado grado de tensión en la opinión pública, c) la entrada en vigor de
normas jurídicas atípicas, y por cierto difícilmente democráticas, respecto de
las que rigen en el periodo "de paz", d) una progresiva integración política
dentro de las estructuras estatales beligerantes.

En la caracterización de la guerra y de los estados de guerra, se "adopta al


mismo tiempo la forma de una especie de conflicto, de una especie de
violencia, de un fenómeno psicológico-social, de una situación jurídica
excepcional y de un proceso de cohesión interna en algunas ocasiones" 6, que
contraviene, cuando se vuelve un estado de excepción permanente, las bases
del Estado Constitucional y democrático de Derecho.

Por ello, Kant no dudó en expresar que la guerra –y los estados de guerra-
son intrínsecamente antidemocráticos, pues el pueblo obligado a hacerlos no
sólo pierde su soberanía, sino su propia dignidad humana y civil 7.
Precisamente porque se trata de un estado de excepción, en el que se coloca
en extrema vulneración a grandes grupos humanos, la guerra debe ser la
última ratio, el último recurso que debe utilizar un Estado que se pretenda
civilizado. Por eso es que la guerra, como nos dice Luigi Ferrajoli:

(...) por sus intrínsecas características destructivas, no admite hoy


justificaciones morales y políticas. Es de por sí un mal absoluto, con respecto
al cual los viejos límites iusnaturalistas de la guerra justa resultan ahora
insuficientes, al haber quedado desbordados todos los límites naturales a sus
capacidades destructivas. Por sus propias características, la guerra es una
regresión al estado salvaje o de naturaleza del homo homini lupus. Con la
diferencia de que la sociedad salvaje de los Estados no es una sociedad de
lobos naturales, sino una sociedad de lobos artificiales, es decir, de esos
"hombres artificiales", como los llamó Hobbes, que son los Estados creados
por los hombres para tutela de sus derechos y que hoy amenazan con
escapar a su control y revolverse contra sus creadores como máquinas
artificiales capaces de destruirlos”8.

6
BOBBIO, Norberto y MATTEUCCI, Nicola, obra citada, tomo I, 1988, p. 762.
7
FERRAJOLI, Luigi, Democracia y garantismo, Madrid, Trotta, 2008, p. 366.
8
FERRAJOLI, Luigi, Las razones jurídicas del pacifismo, Madrid, Trotta, 2004, p. 33.

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AMICUS CURIAE. Acciones de inconstitucionalidad contra la Ley de Seguridad Interior. Febrero de 2018

El espíritu de prohibir el uso de la fuerza y, por ello, considerar como último


recurso la guerra, lo incorporó desde su constitución la Organización de las
Naciones Unidas en su Carta. En el preámbulo, la Carta de Naciones Unidas
se pronuncia por defender la paz, expresando que los Estados miembros se
comprometen "a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la
guerra (...) a unir nuestras fuerzas para el mantenimiento de la paz y la
seguridad internacionales, a asegurar, mediante la aceptación de principios y
la adopción de métodos, que no se usará; la fuerza armada sino en servicio
del interés común". Así pues, como premisa mayor la Carta de Naciones
Unidas prohíbe el uso de la fuerza, esto en su artículo 2º, párrafo 4: "Los
Miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se
abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad
territorial o la independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra
forma incompatible con los Propósitos de las Naciones Unidas".

La guerra así, en el marco jurídico internacional, sólo está permitida cuando se


lleva a cabo en legítima defensa, lo cual explica que actualmente se considere
a la guerra y los estados de guerra como un crimen contra la humanidad y por
ello, que cualquier refugio en la misma se pueda considerar contrario a la
moral y al derecho9.

Nuestra acción de inconstitucionalidad se inscribe en la formulación de la


Carta de Naciones Unidas, en el derecho internacional de los derechos
humanos y, en los principios de nuestra Constitución. Es imprescindible que el
Presidente exclusivamente pueda disponer de la totalidad de la Fuerza
Armada permanente o sea del Ejército, de la Armada y de la Fuerza Aérea
para la defensa legítima del país frente amenazas externas y, a nivel interno
en el caso específico al que se refiere el artículo 136 constitucional y mediante
la suspensión de derechos y garantías considerada por el artículo 29 de la
Constitución.

Las Fuerzas Armadas no pueden intervenir en funciones vinculadas a la


seguridad pública o para prevenir o reprimir movimientos sociales y mucho
menos violentar derechos fundamentales de los gobernados10.

Por lo expuesto, a esta Suprema Corte de Justicia de la Nación atentamente


pedimos:

PRIMERO.- Tenernos por exhibiendo este pliego bajo el procedimiento democrático


y ciudadano de Amicus Curiae.

9
BOBBIO, Norberto y MATTEUCCI, Nicola, obra citada, tomo I, p. 769.
10
WOLKMER, Antonio Carlos, Teoría crítica del Derecho desde América Latina, México,
Akal, 2017, p. 279.

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AMICUS CURIAE. Acciones de inconstitucionalidad contra la Ley de Seguridad Interior. Febrero de 2018

SEGUNDO.- Tomar en consideración los conceptos y manifestaciones que se vierten


para optar por la resolución de inconstitucionalidad de la Ley de Seguridad Interior,
conforme a las diversas acciones presentadas.

Protestamos lo necesario

Chihuahua, Chih., a 21 de febrero de 2018

Atentamente:

NO. NOMBRE FIRMA

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AMICUS CURIAE. Acciones de inconstitucionalidad contra la Ley de Seguridad Interior. Febrero de 2018

Hoja ___ de un total de ____ hojas anexas de firmas del escrito AMICUS CURIAE
dirigido a la Suprema Corte de Justicia de la Nación por ciudadanas y ciudadanos de
Chihuahua, con fecha ____ de febrero de 2018, en relación con las Acciones de
Inconstitucionalidad promovidas contra la Ley de Seguridad Interior.

NO. NOMBRE FIRMA

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