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CAPÍTULO 1
EL TRASTORNO ORGANICO
La enfermedad de un niño afecta a la madre en un plano narcisista: hay una pérdida brusca de toda
señal de identificación. Se trata de un pánico ante una imagen de sí que ya no se puede reconocer ni amar.
La relación amorosa madre –hijo tendrá en algunos casos un trasfondo de muerte, de muerte negada,
disfrazada: la mayor parte del tiempo de amor sublime; a veces de indiferencia patológica; en ocasiones, de
rechazo conciente;
Para el niño débil mental, el retardo no es siempre percibido de entrada; la anomalía no se presenta
como fatal desde el comienzo; llega a suceder a menudo que la insuficiencia mental sea descubierta en
forma accidental, en ocasión de una consulta médica. Hay que subrayar un hecho: se consulta por un
síntoma preciso que alcanza dimensiones de real gravedad y se trata a menudo de algo distinto por completo.
Cuando se nos viene a consultar por un “retardo mental”, raros son los casos en que los padres aceptan
de buen grado que se asigne una dimensión psicoanalítica a un problema que para ellos debe resolverse en
un nivel práctico: debemos, o bien negar que haya un retardo, o dar un remedio concreto para
desembarazarse de un mal muy concreto.
Pero, ¿Qué es en realidad la debilidad mental?
Son posibles dos actitudes: o bien el consultor “sabe” y con toda conciencia orienta al niño hacia un
servicio de reeducación competente, o bien trata de comprender y el tiempo poco importa. Yo he optado por
no saber, llevando para el niño el tiempo del dialogo lo más allá posible.
En cada caso se ha desprendido más allá del síntoma, una significación. Aparecía un tipo de relación
interhumana que permitía introducir en el lenguaje lo que a menudo quedaba enmascarado en el solo
síntoma. Al reeducar apresuradamente el síntoma, hubiera dejado escapar una posibilidad de expresión
esencial, y me hubiera hecho cómplice de una mentira en el terreno de los padres.
Desde el punto de vista del grado de gravedad del síntoma, podemos hablar del débil mental cuyo CI
escalona entre 50 y 80 y que no manifiesta trastornos caracteriales evidentes ni una evolución psicótica
caracterizada. Esta “etiqueta” de débil mental ha sido adjudicada a los niños luego de una consulta médica.
El problema que me planteo no es el de si es débil o no. El problema sería del orden siguiente: ¿Qué
hay de perturbado en el nivel del lenguaje (en la relación madre-hijo) que se expresa por un camino
extraviado, inmovilizando al sujeto en el estatuto social que se le ha adjudicado; fijando a la madre en el rol
que ella misma se ha asignado?
La debilidad mental, cualquiera sea el origen que se le atribuya, es concebida en general como un
déficit de la capacidad del sujeto. Los tests son considerados como medida de la capacidad restante y no
como indicaciones de un síntoma. La curación estáorientada en el sentido de una utilización práctica de la
capacidad restante. El éxito de la cura se va definir en términos de readaptación.
Es la familia quien detenta el poder de frenar en el sujeto todo desarrollo que el analista debe cuidar
tanto no tomar la posición de esta familia. La debilidad mental concebida como déficit de la capacidad aísla
al sujeto en su defecto. Al buscar para la debilidad una causa definida, se niega que pueda tener un sentido,
es decir una historia, o que pueda corresponder a una situación. No debe engañarnos la influencia de la
familia, que tratara de mantener el lugar que se le ha asignado al niño. Por eso, el estudio del débil mental,
como el del psicótico, no se limita al sujeto, sino que comienza por la familia.