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DOLTO Y NASIO

EL TRABAJO PSICOTERAPÉUTICO

Los inicios, diagnostico. Indicación del tratamiento


Hay padres que, movidos por su inquietud o aconsejados por un profesor, llevan a su hijo a un centro
psicopedagógico. Después de una entrevista con ellos, se establece el estado de salud física del niño por
medio de un examen médico general. Se procede entonces a un examen psicológico de su capacidad y del
rendimiento intelectual y escolar comparados; y de los conflictos afectivos que se pueden manifestar a través
de distintos tests proyectivos. Estos exámenes permiten apreciar las anomalías o las deficiencias respecto de
los resultados habituales de los sujetos de su edad.
Se cita entonces a los padres y a menudo el responsable del centro o uno de sus auxiliares. ¿Qué
hacer? Hay una única solución: una psicoterapia. Los padres se asustan, ya están arrepentidos de haber
venido a consultar. El término los inquieta, la cosa más aún, el misterio de las entrevistas reiteradas de su
hijo con una persona que no conocen, la influencia que podría tener sobre él: parece que uno les va robar el
hijo. A grandes rasgos, ese es el comportamiento de quienes consultan.

El primer contacto con el psicoterapeuta. Su importancia


Generalmente, después de algunas dudas, piden la primera entrevista de psicoterapia. Se trata de otra
nueva persona, todavía desconocida. De ésta primera entrevista dependerá el sentido que para el niño, su
familia y su medio tendrá el trabajo psicoterapéutico, esa recuperación de la disponibilidad emocional, por el
momento bloqueada en una actitud estéril, nefasta o regresiva.
Lo primero que tiene que averiguar el terapeuta preguntando a los padres es ¿qué dijeron a su hijo
respecto de los motivos que los hicieron venir? ¿Quérespondió el niño a sus informaciones? ¿Quiénes son
las personas que están al corriente? ¿Qué opinión tienen respecto de su decisión de hacerlo tratar? Si se trata
de personas que tienen importancia en la vida emocional del niño, uno debe saberlo para tenerlo en cuenta.
Esto es importante ya que la integración de una persona al grupo familiar es signo de que vive en simbiosis
con él. Si las personas importantes se muestran negativas respecto del tratamiento, se dicen algunas palabras
indulgentes para con ella e incluso se puede solicitar su concurrencia un día como acompañante.
Entonces el psicoterapeuta, en compañía de los padres, toma conocimiento en profundidad del informe
que le ha sido preparado. Lo lee casi todo en voz alta, pidiendo algunos detalles o precisiones. Agrega en el
margen todo lo que de nuevo o diferente le dicen. Suele suceder que en la primera visita no se haya
proporcionado detalle alguno sobre el embarazo, el parto, las primeras reacciones del niño, temas que al
principio parecían carecer de importancia. Hay que completar todo lo que se pueda acerca de los ritmos
vegetativos y su variación en la vida del niño: alimentación, higiene, sueño, funcionamiento digestivo.
También hay que averiguar las normas de conducta exigidas al niño y cuáles son las sanciones. La
incidencia eventual de la educación del padre o de la madre. Saber también sobre la escuela ¿Qué maestro
tiene? ¿Lo quiere? ¿Qué actitud tienen los padres respecto de los deberes y las lecciones? ¿Los
conocimientos del niño relativos a la vida sexual? ¿Su opinión al respecto, motivos? Y además, ¿a quién de
su familia o de la de su conyugue cree que se parece el niño? ¿Desde cuándoestá preocupado por él? ¿Usted
y su conyugue coinciden en lo referente a las cuestiones de educación? ¿El niño tiene amigos?
Y para terminar, ¿cuál debiera ser el objetivo del tratamiento? Rara vez los padres contestan a esta
pregunta con una respuesta positiva y referida al niño. Las más de las veces se escucha “que no… más y que
le vaya bien en la escuela”.
Después de esta conversación viene la gran pregunta: la de los padres que siempre se sienten culpables
por haber fallado en su educación y que quisieran consejos: ¿qué tenemos que hacer ahora? ¿No hay que
retarlo más? La única respuesta que se les tiene que dar es la siguiente: “Sigan siendo padres, no renuncien
por el hecho de que su hijo vaya a hacer una psicoterapia. Es ahora cuando deben mantener su autoridad. No
cambien nada, y díganle lo mismo al maestro o a la maestra”. Este último punto es necesario ya que a
menudo observe que el niño que acude al tratamiento por consejo de sus maestros, es luego tratado con
cierto favoritismo. Sin embargo, ahora que está en terapia, los padres deben vivir con él del modo mas
espontaneo que puedan, y el educador debe mantener con él las mismas normas que para los demás. Son las
imágenes más importantes en relación a las cuales el niño debe continuar su estructuración.
Los padres hacen lo que pueden, como todos los padres. Para un padre, el niño es carne de su carne;
para un maestro, no es más que un alumno. Los educadores pedagogos aplican métodos y reglamentos en
función del interés del grupo del cual el niño forma parte y apuntan al aprendizaje ya sea de una técnica, ya
de una disciplina.
El psicoterapeuta esta tan solo para ayudar al niño a liberarse de los daños emocionales relativos a lo
que paso anteriormente. Un psicoterapeuta es todo lo contrario de un profesor o de un maestro de buena
conducta. O al menos lo es indirectamente, porque provee la oportunidad de expresar y aliviar las angustias
debidas a acontecimientos traumatizantes o a pruebas difíciles de pasar, al posibilitar su reviviscencia
emocional en la situación paciente-psicoterapeuta.
Algunos, piden a los padres que cuando el niño venga solo, le den una cartita contando los sucesos
acaecidos entre las sesiones, y que no duden en pedir una entrevista en caso de que quieran saber que está
pasando en el tratamiento, en lugar de preguntarle al niño.
También les pido que no impidan al niño hablarles de las sesiones si lo hace de modo espontaneo, y
que jamás se sorprendan de las frases que el niño prestaría al psicoterapeuta. “Y bueno, la señora D me dijo
que tendrías que tomar otro marido cuando papá se va” o “La señora D me dijo que me va dar una cosita
cuando yo sea grande, y que pondré niños todos los días sin semillas de ningún marido, porque le parece
repugnante como lo hace papá contigo” Sin duda, esto puede sacar de quicio a los padres acostumbrado a
niños cerrados, tímidos, juiciosos.
Esta primera entrevista del psicoterapeuta con los dos padres es prolongada, y en caso de que esté
presente solo uno de ellos, debe serle dicho de modo explícito que se esperaba también al otro y que deberá
concurrir.
Con frecuencia, nos encontramos con madres que dicen “Mi marido me deja toda la iniciativa, está de
acuerdo conmigo pero no tenía tiempo de venir hoy” o “No cree en esto”. Atención, esos padres tienen
razones para no “creer en esto” y corresponde al psicoterapeuta no ir más allá sin verlos y conocer sus
puntos de vista.
Lo siguiente a la entrevista con los padres es aclarar muy bien las cosas con el niño, a quien entrevisto
a solas, en caso de que ambos padres hayan venido ya decididos a asumir el tratamiento. ¿Sabe quién soy,
por qué vino? Si dice que no, lo mando de nuevo con sus padres para que se lo expliquen. Luego, ¿Qué
piensas, que crees, estás contento? Así se entabla un dialogo franco en donde el niño puede hablar de lo que
él considera que está mal. Entonces lo invito a conocer los resultados del examen que pasó, así como lo
esencial de lo que sus padres me dijeron y que le concierne.
Hay niños quienes al encontrarse frente a su responsabilidad, no que decidir, ni si debe aceptar o
rechazar. Hay casos en que el niño dice “les tengo que obedecer”, por ende les propongo tres sesiones de
prueba. En el caso de que el niño rehúse claramente, respeto su negativa, hago volver a los padres y asumo
la decisión de aplazar, por el momento, un tratamiento directo con el niño que se opone a él, pero le doy cita
–delante del niño- a la madre o a ambos para que vengan en lugar del niño. Se dice de modo explícito que el
niño solo será tratado si él personalmente lo desea.
Hay niños fóbicos que dicen: “solo vendré si asiste mamá”. Sin responder en ese momento doy el
próximo turno. Hay niños que dicen delante de sus padres “no soy yo quien necesita tratamiento, es papá –o
mamá-“Estos son los casos más esténicos. Es fácil preguntarle a un niño así si esa idea se le ocurrió a él o si
se al sugirió alguien a quien él quiere mucho. Resulta fácil responder a ese niño: “Y bueno, si de verdad
quieres que ayuden a tu padre o a tu madre, ven y juntos veremos cómo puedes ayudarlos, aunque ellos
piensen que el problema eres tú. De todas maneras quien es infeliz en la familia eres tu” “Te voy a escuchar
y voy a intentar comprender contigo que es lo que te impide… Me hablaras con palabras, dibujos,
modelados, contándome tus sueños” Entonces, se lo pone en conocimiento de lo que es el secreto
profesional, asegurándole que no repetiré lo que me haya dicho ni siquiera a sus padres. Pero que en cambio
le diré todo lo que sus padres me digan y que pueden serle útil saber. Por otra parte, que él es libre de contar
a sus padres lo que me haya dicho, pero debe saber que a ellos les pedí que por si mismos no se lo
preguntaran.
Se decide la frecuencia de las sesiones. Siempre termino diciendo los honorarios por sesión Es natural
que los padres quieran ayudar a su hijo.
¿Y en caso de padres divorciados? Hago lo mismo, solicito la concurrencia de ambos padres si es
posible. ¿Y los huérfanos o medio huérfanos? De quienes se trata es de las personas u organismos que uno
ve la primera vez, y más tarde, de los tutores familiares o extrafamiliares a cuya casa va el niño en
determinadas fiestas y en los que encuentra objetos de transferencia edípica.
Si me extendí en esta primera sesión es porque considero que es la piedra de toque de un tratamiento.
Las sesiones de tratamiento
No hay dos sesiones ni dos tratamientos que se parezcan, ni en su desarrollo ni en su duración.
Además, la edad y el carácter del niño, así como los problemas que está sufriendo, también hacen variar el
tipo de contenido de las sesiones.
Sea cual fuere el problema del niño, la hipótesis general es que padece una angustia de culpabilidad
inconsciente, cuyos síntomas constituyen la forma que se encontró para canalizar esa angustia e impedir que
destruya más gravemente aún el equilibrio de su salud.
La gravedad de un caso no está determinada por la intensidad de los trastornos, sino por su antigüedad.
Lamentablemente, hay demasiados casos que son graves y que hubieran sido benignos si se los hubiera
tomado con bastante seriedad en su momento.
El material utilizado para la psicoterapia varía según los psicoterapeutas, pero el único fin es liberar la
verbalización de los afectos, y posibilitar la expresión de los conflictos y las tensiones del niño. El terapeuta
interviene lo mínimo indispensable y sólo para posibilitar la expresión de las dificultades y los conflictos del
niño consigo mismo y con su medio. Es fundamental la actitud permisiva para decir todo pero para hacer
todo.
El proceso es siempre el mismo, sea cual fuere el terapeuta. Éste último habla poco, a veces no habla
en absoluto, o justo lo imprescindible para relanzar el discurso y posibilitar al niño superar una “resistencia”.
Hay tratamientos que exigen sesiones menos espaciadas entre sí, que provocan incluso la angustia de
uno de los padres, demasiado alterado por la mejoría de su hijo. Tales padres no soportan ese cambio en su
hijo y necesitan, también ellos, ayuda para evitar caer en una depresión.
A veces el niño mismo, en un momento de resistencia al análisis se las arregla con sus palabras o con
su comportamiento para que los padres suspendan el tratamiento sin la aquiescencia del terapeuta.
Un tratamiento no finaliza porque los síntomas más molestos hayan desaparecido. Termina cuando la
relación emocional paciente-terapeuta (transferencia) hizo revivir la situación emocional del sujeto con su
medio en el momento en que tuvieron lugar las experiencias traumáticas más arcaicas. Una experiencia
traumática es aquella que provoca “síntomas de descompensación” psicosensoriales o caracteriales
duraderos, en lugar de producir la evolución sana de una personalidad cuya estructura se abre cada vez más
a los intercambios benéficos y fructíferos con el medio.
Interrumpir un tratamiento antes de término no siempre es dramático, pero constituye una posibilidad
de recaída en el futuro. Cuanto más a tiempo se trata una neurosis, más se evitan las complicaciones tardías.

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