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«El marxismo como teoría científica de la emancipación social»

José María Laso

«El marxismo como teoría


científica de la emancipación
social»

SESIÓN SEGUNDA

Cuaderno segundo

Curso «Marxismo: Pasado y presente»

Partido Comunista de Asturias – Organización Local de Oviedo


Área de Formación y Debate Teórico

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José María Laso

Estos materiales han sido editados para su distribución. La


intención de los editores es que sean utilizados de la forma más
ampliamente posible, adquiriendo originales permitiendo así
nuevas ediciones y en el caso de reproducción, esperamos se
haga constar el título y la autoría.

Edición a cargo de:


Carlos Glz. Penalva

Diseño de portada:
Carlos Glz. Penalva

© de la presente edición:
Asociación Cultural Isidoro Acevedo
© del texto: José María Laso Prieto
Plz. América, 10, 4º
Oviedo, España

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«El marxismo como teoría científica de la emancipación social»

Índice:

Inicios del pensamiento emancipador 5


Valoración por Marx y Engels del socialismo utópico 5
La perspectiva de Marx y Engels 6
Valoración de Marx 8
Causas de la permanente significación del marxismo 9
Crisis y vigencia del marxismo 10
La operatividad del marxismo 12
Las estrategias revolucionarias 14
El marxismo y las consecuencias históricas de la Revolución 15
soviética
Las dos hegemonías 16
La Revolución Soviética cumplió las condiciones exigidas 18
por Marx
Recapitulación de Adam Schaff 21
El caso polaco 22
La advertencia de Alfred Lampe 26
Dimitrov y las democracias populares 27
Lenin y el componente interno de las revoluciones 29

APÉNDICE.
«Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo» V.I. Lenin 30

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José María Laso

Inicios del pensamiento emancipador

Desde que la sociedad humana se dividió en clases


antagónicas; y surgió así la explotación del hombre por el
hombre, emergieron también los pensadores que se propusieron
contribuir a la creación de un modelo de sociedad en el que
desapareciesen la injusticia social, la opresión y la explotación
del hombre por el hombre. Ni las luchas de los esclavos contra
los esclavistas, ni la de los siervos de la gleba contra los
señores feudales, propiciaron que en el seno de las clases
explotadas surgiese un pensamiento emancipador. Hubo que
esperar hasta el Renacimiento –en el que se manifestaba ya
claramente la crisis de la sociedad feudal– para que surgiesen
comunistas y socialistas utópicos de la talla de Tomás Moro y
Tomás Campanella, que fueron seguidos por Meslier, Morelly,
Mably, Esteban Cabet, Godwin, &c., hasta culminar en los
grandes socialistas utópicos del siglo XIX: Saint Simon,
Charles Fourier y Robert Owen.

Valoración por Marx y Engels del socialismo utópico

Marx y Engels, no obstante la crítica científica que


realizaron del socialismo utópico, siempre valoraron
positivamente las aportaciones geniales de tales socialistas
utópicos a la doctrina de la emancipación social, pero dejando
también constancia de que el socialismo utópico era incapaz de
aglutinar una fuerza social revolucionaria o de transformación
social. Realmente, ni siquiera lo pretendían los socialistas
utópicos, ya que basándose en grandes ideas abstractas,
expresadas siempre con mayúsculas (Justicia, Libertad,
Igualdad, Fraternidad, &c.) no se dirigían a una clase social

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«El marxismo como teoría científica de la emancipación social»

concreta sino al conjunto de la sociedad. Para los elaboradores


del socialismo utópico, el problema social no radicaba en una
contradicción o contraposición de intereses sociales, que por su
antagonismo revestía la forma de lucha de clases, sino que su
origen se debía a la ignorancia –tanto por parte de los
explotadores como de los explotados–, de una concepción justa
de la sociedad. Según los socialistas utópicos del siglo XIX,
para disipar esa ignorancia bastaría con la realización del ideal
colectivista, a través de la implantación de un modelo de
comuna, falansterio, comunidad colectiva, &c.

La perspectiva de Marx y Engels

La perspectiva de Marx y Engels fue diametralmente


opuesta a la de los socialistas utópicos. Compartiendo con los
grandes socialistas utópicos la indignación moral contra la
explotación, la opresión y el dominio de clase, no basaron su
teoría emancipatoria en los grandes ideales éticos expresados
con letras mayúsculas, sino en el estudio científico de la
sociedad real a transformar. En una carta que Carlos Marx
dirigió a su amigo Wedemeyer, le explicó que él no había
descubierto la existencia de las diferentes clases sociales, ni
elaborado la teoría que explicaba su lucha. Según Marx, su
aportación a la teoría social se centraba en la culminación de la
lucha de clases en la dictadura del proletariado o dominación
económica, política y social de la clase obrera sobre el conjunto
de la sociedad.

Sobre la base del estudio de la realidad social a transformar,


Marx y Engels aportaron a la teoría del proceso emancipatorio
del proletariado los siguientes puntos nodales:

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José María Laso

1. Una concepción del mundo racional: el materialismo


filosófico no mecanicista
2. Un método de análisis de la realidad: la dialéctica
materialista revolucionaria.
3. Una teoría del desarrollo social: la concepción materialista
de la historia y la función de la lucha de clases como motor
de la historia.
4. La especificidad de la función del proletariado en la lucha
de clases. Su misión como clase universal.
5. El descubrimiento de las leyes que rigen el origen y
desarrollo del Capitalismo, así como las leyes de la
acumulación y concentración del capital.
6. La teoría de la plusvalía como fundamento del
desenmascaramiento de la explotación capitalista.
7. El principio universal del internacionalismo proletario.
8. La formulación de las premisas generales para lograr el
tránsito del Capitalismo al Socialismo.

Valoración de Marx

La mayoría de los filósofos e historiadores


contemporáneos, coinciden en considerar que junto con
Newton, Darwin, Einstein y Freud, Marx ha contribuido
decisivamente a configurar nuestra época. A partir de Marx ha
cambiado nuestra concepción de la filosofía, de la Historia, de
la economía, la sociología y la política e incluso, de la ética y
de la estética. Los hombres actuales casi no somos capaces de
concebir que, prácticamente cuando hablamos o pensamos,
utilizamos conceptos y categorías marxistas. En esta situación
están también incluidos algunos empresarios capitalistas.

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«El marxismo como teoría científica de la emancipación social»

De hecho, el impacto de la obra de Marx sobre la


sociedad ha sido tan considerable como notoria su influencia
sobre el destino de los trabajadores y de los pueblos. En ese
sentido, el haber dotado a la clase obrera, y a los pueblos en
general, de los instrumentos teóricos necesarios para que éstos
puedan abordar su proceso autoemancipatorio, ha constituido
un verdadero hito de la historia universal. Las grandes
revoluciones sociales de nuestra época se han desarrollado bajo
la inspiración y la bandera del marxismo: Revolución Soviética
de Octubre, Revolución China, Revolución Vietnamita,
Revolución Cubana. También las luchas contra el colonialismo
y por la emancipación de los pueblos dependientes, han tenido
una fuerte impregnación de la teoría emancipatoria marxista.

Los trabajadores que siguen sometidos al régimen de


explotación capitalista también se han beneficiado del impacto
del marxismo sobre la sociedad. Aunque, por una ironía de la
historia, las teorías revolucionarias de Marx han tenido una
mayor incidencia sobre los países subdesarrollados, no por ello
tal incidencia es despreciable en Occidente. Si bien es cierto
que la fuerte implantación de la clase dominante en los países
occidentales ha impedido profundos procesos revolucionarios
de transformación social en tales países, sin embargo el
marxismo ha proporcionado a los trabajadores occidentales
conciencia de su fuerza social y orientación de como aplicarla.
Ello ha obligado a la clase dominante a hacer importantes
concesiones en la lucha de clases, que no cambia la esencia del
sistema capitalista, ya que subsiste la explotación de los
trabajadores. El «Estado del Bienestar» (Welfare State), que ha
sido una de las consecuencias de tales concesiones, no obstante
sus limitaciones, que varían según los países, ha supuesto una
cierta mejoría del nivel de vida de los trabajadores. De ahí que
la actual ofensiva neoliberal contra tales conquistas sociales

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José María Laso

trata de retrotraer a los trabajadores al estado de indefensión en


el que se encontraban a comienzos del siglo XIX.

Causas de la permanente significación del marxismo

Según el gran historiador marxista británico Eric


Hobsbawm, las causas de la permanente significación del
marxismo, son:

1. Su abierta crítica del sistema capitalista. Si el Capitalismo


hubiese resuelto los problemas de muestra época, nadie se
ocuparía ya de una teoría, como la marxista, cuya esencia
sigue siendo la critica del Capitalismo.
2. La transformación del mundo que han emprendido personas
inspiradas por Marx ha sido efectivamente colosal. Un
tercio del mundo ha sido, de una u otra forma,
transformado, y este es un elemento que hace mantener el
interés por el marxismo. Por esa razón, el marxismo
continúa siendo una alternativa de forma de vida.
3. El marxismo es una forma de pensar, la cual ha inspirado a
diversas generaciones. Reviste una importancia particular la
concepción materialista de la historia.

Crisis y vigencia del marxismo

Los procesos de crisis del denominado modelo de


socialismo real que culminaron con la desintegración del
Bloque de Estados socialistas de Europa central y oriental, ha
suscitado con fuerza la existencia de una crisis global del

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«El marxismo como teoría científica de la emancipación social»

marxismo que conduciría a su obsolescencia definitiva como


teoría del desarrollo social.

En realidad, el tema de la eventual crisis del marxismo no es


nuevo, ya que puede remontarse hasta los propios orígenes del
marxismo como teoría revolucionaria. Ello suscitó la
afirmación irónica de Lenin, de que la vitalidad y vigencia del
marxismo encontraba su mejor confirmación en el hecho de
que sucesivas generaciones de profesores se habían dedicado a
refutar el marxismo, o a darlo por fracasado, muerto u obsoleto.
Así se produjeron diversas batallas ideológicas contra la
denominada «hidra marxista». Esta lucha ideológica no obtuvo
nunca resultados definitivos. Este fenómeno ha quedado muy
bien caracterizado por el sociólogo Ramesh Mishra en su obra
El Estado de Bienestar en crisis. Pensamiento y cambio social,
cuando dice:

«El marxismo quizás sea la aventura política e intelectual


más fascinante de muestro tiempo. Política revolucionaria,
religión secular, fantasía utópica, teoría social, análisis duro y
teórico del capitalismo, filosofía de la historia, socialismo
científico, y muchas cosas más a la vez, ha estado amenazando
al capitalismo por más de un siglo. En más de una ocasión, sus
contrincantes burgueses han estado convencidos de que al fin
descansaba en el cementerio de la historia de las ideas. En
todas las ocasiones, ha regresado de la muerte para burlarse de
la ciencia social «burguesa» y para cuestionar sus vanas
pretensiones. La buena suerte ha sonreído al marxismo, cuando
la buena fortuna del capitalismo palidecía. No es de extrañar,
por lo tanto, que en la década del 70, cuando la economía
capitalista se enfrentaba a graves problemas, la sombra del
marxismo volvía a ocupar un puesto importante.»

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José María Laso

En ese sentido, el fenómeno que se había denominando,


durante muchas décadas, la «crisis del marxismo» –también en
algunos casos, «crisis y obsolescencia del marxismo»– había
constituido, fundamentalmente, una batalla ideológica
promovida por los enemigos del marxismo para neutralizar su
operatividad revolucionaria. De ahí su rechazo académico,
durante más de un siglo, y las numerosas obras publicadas con
la finalidad de refutar al marxismo o considerarlo obsoleto.

La operatividad del marxismo

A pesar de la presunta obsolescencia del marxismo, no


obstante, a todo lo largo de los siglos XIX y XX, el marxismo
siguió demostrando su operatividad tanto en el plano de la
metodología de la investigación científica como en el de la
elaboración y aplicación del marxismo al análisis de la
situación de diversos países. Para confirmar esta opinión,
bastaría con citar el reconocimiento que muy diversos
científicos – de distintos campos de la investigación científica–
han realizado de la ayuda que la metodología marxista les
proporcionó en sus tareas de investigación y en sus trabajos
científicos. A su vez, en el plano de la praxis política, el
marxismo demostró una fecundidad sin precedentes en la
historia de las ideas y de las teorías políticas. Los mayores
movimientos de masas de nuestro tiempo, fueron suscitados e
impulsados por el marxismo. Bajo la inspiración del marxismo
surgieron, se desarrollaron y adquirieron operatividad
suficiente para cambiar la historia de diversos países.

Aunque no en las condiciones previstas inicialmente por


Marx y Engels, como consecuencia de la directa aplicación de

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«El marxismo como teoría científica de la emancipación social»

las estrategias marxistas, se realizaron revoluciones sociales


como las que tuvieron lugar en naciones como Rusia, China,
Vietnam, &c. La estrategia revolucionaria de Lenin, tan
didácticamente expuesta en obras como ¿Qué hacer?, Dos
tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática y
en Las tesis de Abril, no constituía una desviación de los
principios revolucionarios del marxismo, sino de su aplicación
creadora a unas condiciones políticas concretas. La tesis de
Lenin sobre la posibilidad de la ruptura del eslabón más débil
de la cadena imperialista –basada en la profundización que
Lenin realizó de los análisis marxistas del capitalismo
monopolista– se confirmó plenamente con el desarrollo de la
Revolución Soviética de Octubre de 1917. Contrariamente al
proceso de «exportación de la Revolución» que se realizó en la
década del 40, en los países de Europa oriental y central
ocupados por el Ejército soviético, al liberarlos de los nazis, en
los territorios dominados secularmente por el Imperio Zarista
tuvieron lugar auténticos procesos revolucionarios que no
contradecían las premisas objetivas y subjetivas que los
clásicos del marxismo habían considerados indispensables para
su éxito inicial y consolidación posterior. No obstante, tanto los
clásicos del marxismo como el propio Lenin habían
considerado siempre que esa consolidación, y la ulterior
construcción del socialismo, sólo se podría realizar
satisfactoriamente si el proceso tenía carácter universal y se
desarrollaban revoluciones socialistas en diversos países
europeos. Precisamente, fue el fracaso de tales procesos
revolucionarios –especialmente los de Alemania– , en gran parte
consecuencia del respaldo de los dirigentes socialdemócratas a
sus respectivas burguesías, y la necesidad de que, por eso, se
tuviese que intentar la edificación del socialismo en un sólo
país aislado y atrasado, uno de los factores más relevantes que

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José María Laso

determinaron la ulterior deformación del régimen soviético que


hizo crisis en el proceso de la «perestroika».

Las estrategias revolucionarias

Las estrategias revolucionarias, aplicables a los países


occidentales del capitalismo avanzado, también se inspiran en
el marxismo.

Tanto en las tesis originales de Marx y Engels, como en


la posterior concepción de Gramsci, expuesta en su trabajo
Guerra de movimientos y guerra de posiciones – utilizando una
metáfora bélica, basada en los conceptos de bloque histórico,
hegemonía, &c.– las estrategias revolucionarias del marxismo
suscitan la posibilidad de que el marxismo, como método de
análisis de la realidad social a transformar, y como proyecto
emancipador de clase, haya quedado gravemente afectado por
el fracaso, al menos temporal, de la experiencia socialista que
de 1917 a 1991 se realizó en la URSS. Tal tesis podría
encontrar un fundamento en quienes sostienen la tesis de que,
sin las consecuencias que se derivaron de la Revolución
Soviética de 1917, concretadas en la posterior creación de un
sistema de Estados socialistas– cualquiera que fuese el grado de
su deformación burocrática– Marx no habría pasado de ser uno
de tantos reformadores sociales que se han dado a lo largo de la
historia del género humano. De ahí que no obstante haber sido
la tesis de la crisis del marxismo un tema recurrente –desde que
Marx y Engels desarrollaron la tesis del socialismo científico, o
marxismo–, es también cierto que la crisis y hundimiento
posterior de los regímenes sociales que habían adoptado el
modelo del denominado socialismo real constituye un viraje

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«El marxismo como teoría científica de la emancipación social»

histórico suficiente para considerar la existencia real de una


crisis global del marxismo.

El marxismo y las consecuencias históricas de la Revolución


soviética

En la más de una década transcurrida desde la


desintegración de la URSS, y del sistema de Estados socialistas
que en Europa central y oriental se habían nucleado en torno a
su hegemonía, se han publicado diversos trabajos, del más
diversificado significado político, tratando de explicar la causa
de tal proceso de crisis, y las consecuencias teóricas que de
ellas podrían derivarse, respecto a la vigencia del marxismo. En
ese sentido ha sido quizás el filósofo y sociólogo polaco Adam
Schaff quien más ha profundizado en el análisis de dicha
temática.

En una síntesis periodística de su posición, publicada


con el titulo de «La venganza póstuma de Marx», en el diario
español El País, Schaff sostenía que la causa fundamental del
hundimiento del sistema de Estados socialistas de los países de
Europa central y oriental había sido que en su implantación y
desarrollo no se habían respetado las condiciones objetivas y
subjetivas que Marx había considerado indispensables para la
edificación de la sociedad socialista. De ahí el titulo de su
artículo, ya que Marx, en cierto modo, se había vengado
póstumamente de esa falta de respeto. Tal metáfora suponía
sostener, de hecho, que el hundimiento del modelo de
«socialismo real», lejos de refutar las tesis del marxismo,
constituía la más plena verificación en una práctica histórica
determinada.

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José María Laso

Debe precisarse que Adam Schaff, al analizar esa falta


de condiciones objetivas y subjetivas, no se refiere a la
iniciación de la Revolución Soviética de Octubre, donde sí
considera que se daban tales condiciones, sino al intento
posterior de edificar el socialismo, donde tales condiciones
evidentemente faltaban.

Empero Adam Schaff no limitaba a Marx la necesaria


referencia teórica acerca de las condiciones necesarias para la
eficiente edificación de una sociedad socialista. Precisando el
problema, a juicio de Adam Schaff, la constitución del
proletariado como una clase dominante significa la fundación
de un nuevo tipo de Estado basado en unos principios político-
jurídicos nuevos y específicos suyos, lo que no está en
contradicción con que este Estado nuevo pueda, si es necesario,
utilizar la violencia para aplastar la resistencia de las viejas
clases dominantes. Precisamente en esto era en lo que pensaba
Engels cuando sostenía que la República Democrática es una
forma específica de dictadura del proletariado; en esto pensaba
también Gramsci, alguien de quien no se ha valorado
suficientemente su calidad de teórico marxista, cuando
subrayaba la contraposición entre el concepto de hegemonía
político-moral del proletariado y el concepto de hegemonía
administrativa. Es decir, realizada a través de la pura violencia,
no apoyada en ningún consenso social.

Las dos hegemonías

Es obvio, sin más, que una «dictadura sin proletariado»


así concebida no excluye la posibilidad del pluralismo, tanto en
el terreno político (partidos), como en el ideológico, y esto es lo
que tenía Engels presente cuando sostenía que la República
Democrática sería la forma especifica de dictadura del

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«El marxismo como teoría científica de la emancipación social»

proletariado en la etapa de transición del capitalismo al


socialismo. Por su parte, la dictadura de la burguesía, en el
marco del Estado burgués, no excluye, cuando adopta la forma
de una República así, el pluralismo político interclasista.

La fórmula de Lenin, según la cual la dictadura del


proletariado suponía un ejercicio del poder no limitado por
ningún principio jurídico, respondía a las condiciones de la
sangrienta lucha contra la contrarrevolución, que se dio en
Rusia durante la guerra civil entre blancos y rojos, y era la
expresión del «terror rojo» surgido como respuesta al «terror
blanco». Es decir, era la expresión de una fórmula acuñada in
extremis. Lenin era, sobre todo, un teórico y un práctico de la
revolución, y ésta no fue la única vez que dio una configuración
de definición general a una formulación muy determinada,
coherente con las necesidades inmediatas de la lucha y la
situación relacionada con ella. Para conseguir precisar
debidamente si el proceso de deformación sufrido por el
desarrollo ulterior de la Revolución Soviética suscitaba, o no,
una crisis del marxismo, Adam Schaff intenta resolver también
algunas de las confusiones originadas por las distintas
interpretaciones que se han realizado del concepto de dictadura
del proletariado. Y así argumenta:

«Como ya señalábamos en las consideraciones anteriores, no


puede haber ninguna duda en lo relativo a que Marx y Engels
defendían la necesidad de «una dictadura del proletariado»
como período de transición, y que Marx consideraba esta tesis
como su aportación fundamental y original a la teoría de la
lucha de clases; pero también está fuera de toda duda que Marx
y Engels le daban al concepto un carácter distinto al que
posteriormente le dio Lenin, particularmente en algunas
formulaciones extraordinariamente exageradas del periodo de
la guerra civil, y, en particular, un contenido distinto al que

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José María Laso

adquirió el concepto de dictadura del proletariado en el periodo


en que Stalin dirigió el PCUS y el Estado soviético. Por
consiguiente, puesto que en ambos casos se entienden
contenidos distintos, bajo los mismos términos. Pensemos en la
definición engelsiana de la dictadura del proletariado como
República Democrática, y en la formula leninista como un
poder no limitado por ningún principio jurídico; pensemos
también en la definición de Gramsci, y en su distinción entre la
dictadura del proletariado como coerción administrativa, y
como hegemonía política y moral. Existe el peligro de una
equiparación, como fruto de un malentendido semántico. Por
eso parece oportuno y justificado abandonar una designación
actualmente equívoca y centrarse en la especificación de las
nuevas intenciones.»

La Revolución Soviética cumplió las condiciones exigidas por Marx

Estas precisiones de Adam Schaff acerca de la


deformación que sufrió el concepto de «dictadura del
proletariado» – y sobre todo, su práctica aplicación– no
pretenden rechazar la Revolución Soviética, ya desde su fase
inicial. Se refieren a la etapa histórica que se inicia con la
victoria de Stalin contra Trotsky y la vieja guardia bolchevique
y, sobre todo, al intento de implantar el socialismo manu
militari, a pesar de que entonces no se daban las condiciones
objetivas que el marxismo consideraba indispensables para
construir una sociedad socialista. Respecto a la Revolución
Soviética de Octubre de 1917, la posición de Adam Schaff es
rotunda:

«La Revolución de Octubre fue una revolución socialista


adecuada a las condiciones y circunstancias sociopolíticas de la
Rusia zarista de 1917. Y, además, a una combinación muy

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«El marxismo como teoría científica de la emancipación social»

particular de la misma, porque, como es sabido, Lenin no


excluyó otro modelo posible de revolución socialista rusa: el de
una evolución política hacia el socialismo sobre la base de un
pluralismo político, al menos entre la izquierda.»

Globalmente, Adam Schaff llega a la conclusión, a través


del análisis concreto de los procesos de deformación que el
socialismo sufrió en los países de Europa central y oriental,
donde se impuso el modelo de socialismo real, que la práctica
histórica había confirmado la certera visión de Gramsci sobre la
imposibilidad de construir una sociedad socialista, sin haber
logrado, previa o simultáneamente, el consenso ampliamente
mayoritario de la población del país concernido. Consenso que
sólo puede lograrse actuando en el campo de la cultura, para
conseguir implantar la hegemonía cultural y moral del nuevo
Bloque Histórico emergente. La aportación específica de
Gramsci en el campo de la previsión científica para la
transformación social, la sitúa muy bien Adam Schaff, al
precisar:

«Mientras que Marx subrayaba la importancia de las


condiciones objetivas de la revolución, Gramsci desarrollo, en
un periodo posterior, aprovechando la experiencia de la
Revolución Soviética, la teoría del consenso como teoría
subjetiva de la revolución socialista.»

Este tema de las condiciones necesarias para la revolución


socialista –tanto de las objetivas como de las subjetivas– Adam
Schaff lo considera suficientemente relevante para dilucidar si
el destino final de los Estados socialistas, surgidos como
consecuencia de los efectos inmediatos o posteriores de la
Revolución Soviética, confirman o ponen en cuestión la
teoría marxista. Como consecuencia de su preocupación por
esta problemática, Adam Schaff la plantea, tanto en forma

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José María Laso

general como en su especificidad concreta, en el proceso


histórico que el denomina el caso polaco. En el plano general,
precisa:

«La realización del socialismo, como forma de sociedad


superior no es, pues, cosa puramente dependiente de la
voluntad. No puede reducirse simplemente a los píos deseos de
los hombres. La esencia de la cosa debe cifrarse en la tesis
marxista de que, para la victoria del socialismo, no sólo es de
todo punto necesario que los hombres que llevan a cabo la
revolución socialista quieran tal victoria, sino que puedan
asimismo alcanzarla en las correspondientes condiciones
concretas. La conciencia de que el triunfo de la Revolución (en
el sentido más amplio de la realización de relaciones
interpersonales cualitativamente nuevas en la sociedad, no en
el restringido del derrocamiento de la burguesía) no depende
exclusivamente de la voluntad de quienes luchan por él, sino
también de los elementos necesarios para la configuración de
una nueva sociedad, diferencia –entre otras cosas– la
aproximación científica del marxismo, a los problemas del
socialismo, de las ensoñaciones de los socialistas utópicos y de
los anarquistas. La conclusión a deducir, de todo ello, será sin
duda, en cuanto altamente sobria y racional, una ducha fría
para la impetuosidad de determinados exaltados extremistas: el
socialismo, en modo alguno, puede – ni debe– ser realizado ad
libitum, sino allí donde se dan las condiciones necesarias. Allí,
en fin, donde las condiciones económicas y sociales están
maduras para ello. Sobre estas circunstancias y condiciones
Marx se manifestó en muchas formas: en La ideología
alemana, por ejemplo, encontramos un paso, que por su
pregnancia y laconismo, puede ser considerada como una
aportación clásica al tema. Marx escribía entonces así: "esta
alienación sólo puede ser superada, como es lógico, en base a
dos supuestos prácticos:

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«El marxismo como teoría científica de la emancipación social»

1. Que se convierta en un poder, contra el que hay que alzarse ,


tiene que hacer de la masa de la humanidad una masa
absolutamente 'desposeída' y, al mismo tiempo, en
contradicción con un mundo presente de riqueza y cultura,
cosas ambas que presuponen un gran aumento de las fuerzas
productivas; un alto grado evolutivo de las mismas.
2. Por otra parte, este desarrollo de las fuerzas productivas, es
un presupuesto práctico de todo punto necesario,
precisamente porque sin él sólo se realizaría la escasez, de
modo pues, que con la necesidad tendría de nuevo que dar
comienzo, de nuevo, la lucha por lo necesario y otra vez
comenzaría la mierda anterior... El comunismo sólo es
empíricamente posible 'de una vez', y simultáneamente con la
obra de los pueblos dominantes".»

Recapitulación de Adam Schaff

Recapitulando sus tesis sobre las posiciones de Marx,


acerca de las condiciones necesarias para edificar una sociedad
socialista, Schaff sostiene:

«Marx respondió a esta cuestión en la forma más general en


el año 1847, cuando formuló en La ideología alemana: "Las
condiciones para una revolución socialista, condiciones que
hoy se evocan de muy mala gana, y que raramente se citan,
fueron expresadas por Marx muy categóricamente:

1.Un nivel de desarrollo económico lo suficientemente


elevado, como para poder acceder, en el plazo más breve, al
bienestar general de la población.
2.Una clase obrera lo suficientemente desarrollada, como para
ser soporte de la transformación social.
3.Una difusión internacional de la revolución socialista, que,
para Marx, no podía ser, en m odo algu no, m ás qu e “ en todo el
mundo” (lo que entonces suponía el grupo de países altamente

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José María Laso

desarrollados), capaz de impedir que una ola nacionalistas


anegase al socialismo.
4. Por consiguiente, Marx era muy restrictivo, al señalar que
una revolución socialista no podía ser en modo alguno una
función del voluntarismo revolucionario, y advertía,
consecuentemente, que la ausencia de esas condiciones
objetivas produciría el regreso de “la vieja m ierda” (die alte
seisse). La ausencia de libertad del individuo, la limitación,
cuando no la supresión, de sus derechos básicos, son todos
éstos, sin duda, aspectos del retorno de aquel pasado
maloliente.»

El caso polaco

Pasando de los planteamientos generales, al ejemplo


concreto que suponía el denominado caso polaco – muy
ilustrativo de los procesos desarrollados en los Estados
socialistas de Europa central y oriental– Adam Schaff recuerda
que en el intento de edificar al socialismo en Polonia, se
cometieron los siguientes errores, que Schaff califica de
«pecados»:

«I. Pecado primero y original: el intento de implantar el


socialismo en un país que no poseía las condiciones objetivas y
subjetivas.

II. Pecado segundo: fue el intento de edificar el socialismo sin


atenerse a las condiciones de la psicología social.

III. Pecado tercero: fueron todas las acciones que llevaron a la


alienación del Partido, fuerza dirigente indispensable en el
sistema socialista.»

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«El marxismo como teoría científica de la emancipación social»

Según Adam Schaff no se pueden comprender los


acontecimientos polacos –escribió ese texto en 1982– y el
repentino resquebrajamiento de todo el sistema, el estallido del
odio, la desaparición del escenario político de un partido de tres
millones de miembros (Gierek, cuya política contribuyó
decisivamente a destruir al Partido y convertirlo en algo similar
al Bloque de Cooperación –organismo creado en 1928, bajo la
dirección de Pilsudski, que agrupaba a quienes estaban
dispuestos a colaborar con el régimen militar semifascista, era
símbolo de la ausencia de ideales y de colaboración servil–
decía, con orgullo, «¡Tres millones de comunistas!»), la
aparición de un anticomunismo militante, la anarquía social,
&c., no se pueden comprender si no se comienza por el
principio, el pecado original, que fue el imponer por la fuerza
(presencia del Ejército Rojo en las tierras polacas liberadas de
los nazis) a una sociedad, sin condiciones objetivas para ello, y
decididamente adversa a tal política. Se trataba de un país que
poseía, antes de la guerra, de un 75% de población rural, y cuya
clase obrera sumaba el 12% de sus habitantes, un país pobre
antes de la guerra y destruido casi totalmente durante la misma,
un país en el cual los nazis habían asesinado a 6 millones de los
38 millones de habitantes, aniquilando casi totalmente a la clase
trabajadora.

«Era un país que, por su composición social (predominio de


campesinos, su profundo catolicismo, su patriotismo dirigido
históricamente contra Rusia, como potencia opresora, y el
anticomunismo de amplios grupos sociales) tenía una actitud
de repulsa respecto a los cambios socialistas, los cuales
innegablemente aparecían como un regalo ruso. El asunto
estaba muy claro, el referéndum de 1946, que debía de decidir
sobre el régimen político del país, dio una respuesta
rotundamente negativa; por el país paso una ola de progroms.
No era una continuación del antisemitismo nazi sino una

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José María Laso

venganza contra los judíos, a quienes se identificaba con el


nuevo régimen; estalló una nueva guerra civil, conocida en las
obras de historia como lucha contra las bandas reaccionarias,
que duro hasta 1947, y estaba dirigida por el Gobierno polaco
exiliado en Londres. Había, pues, sobradas pruebas de que la
población de Polonia no daba su consentimiento (el consenso
que exigía Gramsci como condición para la revolución
socialista) para cambiar el sistema y, aún más, que era enemiga
del cambio.»

Y Adam Schaff prosigue su análisis, del caso polaco,


como paradigma de una inadecuada aplicación del marxismo:

«Era una perogrullada afirmar que la realización de cambios


revolucionarios socialistas, cuando faltaban las condiciones
objetivas y subjetivas para ello, constituye una empresa
decididamente antimarxista, aún cuando la emprendan partidos
comunistas que invocan el marxismo-leninismo. Para
comprenderlo, basta recordar que Marx era severamente
restrictivo con respecto a las condiciones objetivas necesarias
para el éxito de la revolución socialista, y lo expresó muy
categóricamente: "Si no se tienen en cuenta las condiciones
objetivas, la vieja mierda (die alte scheisse) volverá en nueva
forma".

Esta idea la repitió en numerosas ocasiones, con particular


claridad en La ideología alemana, de 1847, vale decir en una
obra de su periodo maduro pero que no fue publicada hasta
1932, razón por la cual era desconocida de Lenin y de toda la
pléyade de marxistas revolucionarios. En este, y en otros
trabajos, Marx menciona las siguientes condiciones para la
revolución socialista:

1.Un nivel de desarrollo económico que permita proceder de


inmediato la distribución de la propiedad (la igualdad en la
miseria no sería socialismo).

23
«El marxismo como teoría científica de la emancipación social»

2.Un nivel de desarrollo cultural de la clase obrera que le


permita dirigir una industria moderna.
3.La victoria simultánea del socialismo en los países más
importantes.»

Para Adam Schaff, mientras Marx, subrayó las


condiciones objetivas de la revolución socialista, Gramsci
desarrollo, en un periodo posterior, aprovechando la
experiencia de la Revolución Soviética, la teoría del consenso,
como teoría de las condiciones subjetivas de la revolución
socialista. Sin el acuerdo de la sociedad, no se puede realizar
con éxito la revolución, ni mucho menos verificar la dictadura
del proletariado, como hegemonía moral y política (y no como
imposición violenta). Este consenso, debe lograrse mediante un
trabajo ideológico. De ahí el importantísimo papel que atribuye
Gramsci a la intelectualidad, en su teoría de la revolución
socialista.

La advertencia de Alfred Lampe

Según Adam Schaff, esas condiciones tan adversas, para


intentar edificar el socialismo en Polonia, fueron advertidas, a
su debido tiempo, por un destacado dirigente y teórico del
Partido Comunista Polaco. Se trata de Alfred Lampe, que
falleció en Moscú en 1943. Antes de su muerte tenía preparadas
las notas de un ensayo sobre el futuro de Polonia, luego
conocido como El testamento político de Lampe. El documento
de Lampe comienza con una evaluación pesimista de la
situación económica y social de Polonia al final de la guerra en
el país, y llega a la conclusión de que «a Polonia no se le
planteaba una revolución socialista, sino un gobierno pluralista
de unidad nacional, que debería dirigir la reconstrucción
democrática del país destruido». En ese sentido, los puntos más

24
José María Laso

significativos del documento de Lampe son los apartados b y c


de su punto 3:

«b) El camino de la revolución social no es el que se abre en


Polonia. Las enormes destrucciones causadas por los alemanes
a la economía y a la población, imponen no una guerra civil
sino la mancomunidad de los esfuerzos... para la
reconstrucción del país. El camino de Rusia en 1917 no es el
camino de Polonia en 1943.»

«c) Polonia necesita un camino de desarrollo propio, sin copiar


modelos del este o del oeste. Hay que proteger a Polonia de los
ataques de la especulación, contra los intentos de imponerle
desde fuera un régimen político (fascismo) o económico
(dominio del capital extranjero) o de desatar una guerra civil
por intereses ajenos. La primera condición del resurgimiento
nacional, es la libertad de establecer caminos de desarrollo
propios.»

Lampe se mostró también contrario a cualquier


interferencia en los asuntos internos polacos. Así en la página 3
de su documento, decía:

«Cualquier injerencia externa debe generar en Polonia fuertes


resistencias y luchas, lo cual conduciría a una injerencia
permanente. Ante lo exiguo del apoyo con que se puede contar,
tal estado de cosas sería sumamente indeseable, tanto para la
URSS como para el desarrollo progresista normal de Polonia.»

No habiendo tomado en consideración , las advertencias


de Lampe, según Adam Schaff, en parte por razones
estratégicas, que impulsaban a la URSS a asegurar, a través del
corredor polaco, la comunicación con la zona de Alemania que
ocupaba el Ejército Soviético y, en parte, por la resistencia de
los comunistas polacos a no aprovechar la coyuntura favorable

25
«El marxismo como teoría científica de la emancipación social»

existente para implantar el socialismo, se actuó de tal forma


que se desató una guerra civil en la que perecieron más de
10.000 comunistas y una cifra superior de las denominadas
«bandas anticomunistas». Los preliminares de esta dura
confrontación, se describen muy bien en la novela Cenizas y
diamantes de Jerzy Andrzejewski, magistralmente llevada al
cine por Andrzej Wajda.

Dimitrov y las democracias populares

Aunque el caso de Polonia reviste peculiaridades propias


muy acentuadas, en otros aspectos tiene también rasgos
comunes con los demás países del Este, a donde se exportó la
revolución aprovechando la ocupación por parte de los
Ejércitos soviéticos que les habían liberado del dominio nazi.
Tampoco se puede aplicar adecuadamente el modelo de
Democracia Popular que, según la concepción de Dimitrov,
debería haber constituido un régimen socialista basado en el
pluripartidismo. De hecho, por decisión de Stalin y su
Politburó, tales regímenes de Democracia Popular, fueron
vaciados de su contenido diferencial respecto al régimen
soviético. En definitiva, en el caso de los regímenes socialistas
de los países de Europa central y oriental, dicho vaciamiento
tuvo por consecuencia que tales países se suprimiese todo rasgo
diferencial, como democracias populares, para constituir meros
calcos del modelo soviético. Este tema surgió –entre otras
razones– debido a que no se realizó –debido a la traición de la
socialdemocracia alemana– el proceso revolucionario que
hubiese extendido los efectos de la Revolución Soviética a
otros países europeos, y ello, a la postre, resultó decisivo para
el futuro del régimen soviético. Tal tema de la dimensión
internacional de las revoluciones socialistas, aunque se aborda
en el Manifiesto Comunista, se concreta todavía más en el

26
José María Laso

trabajo Los principios del comunismo, de Federico Engels. En


algunas alusiones de este trabajo –que antecedió al Manifiesto
Comunista– originalmente se denominaba Catecismo
Comunista, por la forma de preguntas y respuestas que revestía.
El trabajo de Engels, Principios del Comunismo, era un
proyecto previo de programa de las Liga de los Comunistas. El
II Congreso de la Liga, de 8 de diciembre de 1847, encargó a
Marx y Engels que redactasen su Programa, en forma de
Manifiesto. Al escribir el Manifiesto del Partido Comunista,
Marx y Engels se valieron de varias tesis enunciadas en
Principios del comunismo. En el punto XIX de dicho texto se
plantea la pregunta: ¿es posible la revolución socialista en un
sólo país? La respuesta es:

«No. La gran industria, al crear el gran mercado mundial, ha


unido ya tan estrechamente todos los pueblos del globo
terrestre, sobre todo a los pueblos civilizados, que cada uno
depende de lo que ocurra en la tierra del otro. Además, ha
nivelado en todos los países civilizados el desarrollo social, a
tal punto que, en todos estos países la burguesía y el
proletariado se han erigido en las dos clases decisivas de la
sociedad, y la lucha entre ellas se ha convertido en la lucha
principal de nuestros días. En consecuencia, la revolución
comunista no será una revolución puramente nacional, sino que
se producirá simultáneamente en todos los países civilizados,
es decir, al menos en Inglaterra, en América, en Francia, en
Alemania, la revolución se desarrollará en cada uno de estos
países más rápidamente o más lentamente, dependiendo del
grado en que esté, en cada uno de ellos, más desarrollada la
industria, en que se hayan acumulado más riquezas y se
disponga de mayores fuerzas productivas. Por eso, será más
lenta y difícil en Alemania, y más rápida y fácil en Inglaterra.
Ejercerá también una influencia considerable en los demás
países del mundo, modificará de raíz y acelerará

27
«El marxismo como teoría científica de la emancipación social»

extraordinariamente su anterior marcha del desarrollo. Es una


revolución universal y tendrá, por eso, un ámbito universal»

Lenin y el componente interno de las revoluciones

Lenin no desconocía la necesidad del carácter


internacional de los procesos de edificación del socialismo.
Con la ruptura del eslabón más débil de la cadena imperialista,
en el Imperio Zarista, Lenin consideraba que se abría un
proceso revolucionario internacional que llevaría a la clase
obrera al poder en diversos países. De ahí la responsabilidad de
los dirigentes socialdemócratas que, violando las resoluciones
del Congreso de Basilea (1912) de la Internacional Socialista,
se unieron a sus respectivas burguesías durante la Primera
Guerra Mundial (1914-1918) y, en la crisis revolucionaria de la
posguerra, contribuyeron decisivamente al mantenimiento del
sistema capitalista en Alemania, Austria, Hungría, Polonia,
Francia, Gran Bretaña, &c. Así quedó aislado el régimen
soviético, sobre todo el proceso de edificación del socialismo
en Rusia y demás naciones integradas coercitivamente en el
Impero Zarista. Así, en su Informe al IV Congreso de la
Internacional Comunista, el 5 de diciembre de 1922, titulado
Cinco años de la Revolución Rusa y perspectivas de la
Revolución Mundial, Lenin abordó con realismo algunos
problemas derivados del aislamiento y cerco internacional que
intentaba asfixiar al poder soviético: «Es indudable que hemos
cometido muchas torpezas, y cometeremos todavía más, ¿por
que cometemos torpezas?» se planteaba Lenin, y contestaba:

«La razón es sencilla:

1.Porque somos un país atrasado.

28
José María Laso

2.Porqué la instrucción en nuestro país es mínima.


3. Porque no recibimos ayuda de fuera. Ni uno sólo de los
países civilizados nos ayuda. Por el contrarío, todos actúan en
contra nuestra. Por culpa de nuestro aparato estatal. Hemos
heredado el viejo aparato estatal del zarísmo y esta ha sido
nuestra desgracia. Es muy frecuente que este aparato este
contra nosotros. Ocurrió que en 1917, después de que tomamos
el poder, los funcionarios del Estado comenzaron a
sabotearnos. Entonces nos asustamos mucho y les regamos:
"por favor, vuelvan a sus puestos." Todos volvieron a sus
puestos y esa ha sido nuestra desgracia. Hoy poseemos una
verdadera masa de funcionarios, pero no poseemos elementos
con suficiente instrucción para poder dirigirlos de verdad.»

Así finalicé mi exposición de la ponencia Vigencia o


crisis del Marxismo en los Encuentros filosóficos hispano-
cubanos desarrollados en la Universidad Central de Las Villas,
de Santa Clara (Cuba) de 1996. En el correspondiente debate de
la misma, la opinión del profesor Gustavo Bueno fue que el
marxismo continuaba siendo operativo, como método de
análisis de los fenómenos sociales, y que la crisis se daba
únicamente en el marco histórico en que se había aplicado y
desarrollado el marxismo.

29
«El marxismo como teoría científica de la emancipación social»

APÉNDICE

V.I. Lenin

«Tres fuentes y tres partes


integrantes del marxismo»1

1
Con motivo del treinta aniversario del fallecimiento de Carlos Marx, V. I.
Lenin publicó en el número 3, de 1913, de la revista Prosvechenie (La
ilustración), el artículo «Las tres fuentes y las tres partes del marxismo», que
constituye una síntesis del origen de las corrientes teóricas que culminaron
en el marxismo

30
José María Laso

Introducción2

La doctrina de Marx suscita en todo el mundo civilizado la


mayor hostilidad y el odio de toda la ciencia burguesa (tanto la
oficial como la liberal), que ve en el marxismo algo así como
una "secta perniciosa". Y no puede esperarse otra actitud, pues
en una sociedad que tiene como base la lucha de clases no
puede existir una ciencia social "imparcial". De uno u otro
modo, toda la ciencia oficial y liberal defiende la esclavitud
asalariada, mientras que el marxismo ha declarado una guerra
implacable a esa esclavitud. Esperar que la ciencia sea
imparcial en una sociedad de esclavitud asalariada, sería la
misma absurda ingenuidad que esperar imparcialidad por parte
de los fabricantes en lo que se refiere al problema de si deben
aumentarse los salarios de los obreros disminuyendo los
beneficios del capital.

Pero hay más. La historia de la filosofía y la historia de la


ciencia social muestran con diáfana claridad que en el
marxismo nada hay que se parezca al "sectarismo", en el
sentido de que sea una doctrina fanática, petrificada, surgida al
margen de la vía principal que ha seguido el desarrollo de la
civilización mundial. Por el contrario, lo genial en Marx es,
precisamente, que dio respuesta a los problemas que el
pensamiento de avanzada de la humanidad había planteado ya.
Su doctrina surgió como la continuación directa e inmediata de

2
La presente edición de Tres fuentes y tres partes del marxismo de V.I.
Lenin ha sido realizada sobre la base a Ediciones en Lenguas Extranjeras de
1980 en la colección V. I. Lenin, Marx Engels Marxismo.

31
«El marxismo como teoría científica de la emancipación social»

las doctrinas de los más grandes representantes de la filosofía,


la economía política y el socialismo.

La doctrina de Marx es omnipotente porque es verdadera. Es


completa y armónica, y brinda a los hombres una concepción
integral del mundo, intransigente con toda superstición, con
toda reacción y con toda defensa de la opresión burguesa. El
marxismo es el heredero legítimo de lo mejor que la humanidad
creó en el siglo XIX: la filosofía alemana, la economía política
inglesa y el socialismo francés.

Nos detendremos brevemente en estas tres fuentes del


marxismo, que constituyen, a la vez, sus partes integrantes.

32
José María Laso

Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo

V.I. Lenin

La filosofía del marxismo es el materialismo. A lo largo de


toda la historia moderna de Europa, y en especial en Francia a
fines del siglo XVIII, donde se desarrolló la batalla decisiva
contra toda la escoria medieval, contra el feudalismo en las
instituciones y en las ideas, el materialismo se mostró como la
única filosofía consecuente, fiel a todo lo que enseñan las
ciencias naturales, hostil a la superstición, a la mojigata
hipocresía, etc. Por eso, los enemigos de la democracia
empeñaron todos sus esfuerzos para tratar de "refutar", minar,
difamar el materialismo y salieron en defensa de las diversas
formas del idealismo filosófico, que se reduce siempre, de una
u otra forma, a la defensa o al apoyo de la religión.

Marx y Engels defendieron del modo más enérgico el


materialismo filosófico y explicaron reiteradas veces el
profundo error que significaba toda desviación de esa base. En
las obras de Engels Ludwig Feuerbach y Anti-Duhring, que --
al igual que el Manifiesto Comunista -- son los libros de
cabecera de todo obrero con conciencia de clase, es donde
aparecen expuestas con mayor claridad y detalle sus opiniones.

Pero Marx no se detuvo en el materialismo del siglo XVIII,


sino que desarrolló la filosofía llevándola a un nivel superior.
La enriqueció con los logros de la filosofía clásica alemana, en
especial con el sistema de Hegel, el que, a su vez, había
conducido al materialismo de Feuerbach. El principal de estos
logros es la dialéctica, es decir, la doctrina del desarrollo en su

33
«El marxismo como teoría científica de la emancipación social»

forma más completa, profunda y libre de unilateralidad, la


doctrina acerca de lo relativo del conocimiento humano, que
nos da un reflejo de la materia en perpetuo desarrollo. Los
novísimos descubrimientos de las ciencias naturales -- el radio,
los electrones, la trasformación de los elementos -- son una
admirable confirmación del materialismo dialéctico de Marx,
quiéranlo o no las doctrinas de los filósofos burgueses, y sus
"nuevos" retornos al viejo y decadente idealismo.

Marx profundizó y desarrolló totalmente el materialismo


filosófico, e hizo extensivo el conocimiento de la naturaleza al
conocimiento de la sociedad humana. El materialismo histórico
de Marx es una enorme conquista del pensamiento científico.
Al caos y la arbitrariedad que imperan hasta entonces en los
puntos de vista sobre historia y política, sucedió una teoría
científica asombrosamente completa y armónica, que muestra
cómo, en virtud del desarrollo de las fuerzas productivas, de un
sistema de vida social surge otro más elevado; cómo del
feudalismo, por ejemplo, nace el capitalismo.

Así como el conocimiento del hombre refleja la naturaleza


(es decir, la materia en desarrollo), que existe
independientemente de él, así el conocimiento social del
hombre (es decir, las diversas concepciones y doctrinas
filosóficas, religiosas, políticas, etc.), refleja el régimen
económico de la sociedad. Las instituciones políticas son la
superestructura que se alza sobre la base económica. Así
vemos, por ejemplo, que las diversas formas políticas de los
Estados europeos modernos sirven para reforzar la dominación
de la burguesía sobre el proletariado.

34
José María Laso

La filosofía de Marx es un materialismo filosófico acabado,


que ha proporcionado a la humanidad, y sobre todo a la clase
obrera, la poderosa arma del saber.

II

Después de haber comprendido que el régimen económico es


la base sobre la cual se erige la superestructura política, Marx
se entregó sobre todo al estudio atento de ese sistema
económico. La obra principal de Marx, El Capital, está con
sagrada al estudio del régimen económico de la sociedad
moderna, es decir, la capitalista.

La economía política clásica anterior a Marx surgió en


Inglaterra, el país capitalista más desarrollado. Adam Smith y
David Ricardo, en sus investigaciones del régimen económico,
sentaron las bases de la teoría del valor por el trabajo Marx
prosiguió su obra; demostró estrictamente esa teoría y la
desarrolló consecuentemente; mostró que el valor de toda
mercancía está determinado por la cantidad de tiempo de
trabajo socialmente necesario invertido en su producción.

Allí donde los economistas burgueses veían relaciones entre


objetos (cambio de una mercancía por otra), Marx descubrió
relaciones entre personas. El cambio de mercancías expresa el
vínculo establecido a través del mercado entre los productores
aislados. El dinero, al unir indisolublemente en un todo único la
vida económica íntegra de los productores aislados, significa
que este vínculo se hace cada vez más estrecho. El capital
significa un desarrollo ulterior de este vínculo: la fuerza de
trabajo del hombre se trasforma en mercancía. El obrero

35
«El marxismo como teoría científica de la emancipación social»

asalariado vende su fuerza de trabajo al propietario de la tierra,


de las fábricas, de los instrumentos de trabajo. El obrero emplea
una parte de la jornada de trabajo en cubrir el costo de su
sustento y el de su familia (salario); durante la otra parte de la
jornada trabaja gratis, creando para el capitalista la plusvalía,
fuente de las ganancias, fuente de la riqueza de la clase
capitalista.

La teoría de la plusvalía es la piedra angular de la teoría


económica de Marx.

El capital, creado por el trabajo del obrero, oprime al obrero,


arruina a los pequeños propietarios y crea un ejército de
desocupados. En la industria, el triunfo de la gran producción
se advierte en seguida, pero también en la agricultura se
observa ese mismo fenómeno, donde la superioridad de la gran
agricultura capitalista es acrecentada, aumenta el empleo de
maquinaria, y la economía campesina, atrapada por el capital
monetario, languidece y se arruina bajo el peso de su técnica
atrasada. En la agricultura la decadencia de la pequeña
producción asume otras formas, pero es un hecho indiscutible.

Al azotar la pequeña producción, el capital lleva al aumento


de la productividad del trabajo y a la creación de una situación
de monopolio para los consorcios de los grandes capitalistas.
La misma producción va adquiriendo cada vez más un carácter
social -- cientos de miles y millones de obreros ligados entre sí
en un organismo económico sistemático --, mientras que un
puñado de capitalistas se apropia del producto de este trabajo
colectivo. Se intensifican la anarquía de la producción, las
crisis, la carrera desesperada en busca de mercados, y se vuelve
más insegura la vida de las masas de la población.

36
José María Laso

Al aumentar la dependencia de los obreros hacia el capital, el


sistema capitalista crea la gran fuerza del trabajo conjunto.

Marx sigue el desarrollo del capitalismo desde los primeros


gérmenes de la economía mercantil, desde el simple trueque,
hasta sus formas más elevadas, hasta la gran producción.

Y la experiencia de todos los países capitalistas, viejos y


nuevos, demuestra claramente, año tras año, a un número cada
vez mayor de obreros, la veracidad de esta doctrina de Marx.

El capitalismo ha triunfado en el mundo entero, pero este


triunfo no es más que el preludio del triunfo del trabajo sobre el
capital.

III

Cuando fue derrocado el feudalismo y surgió en el mundo la


"libre" sociedad capitalista, en seguida se puso de manifiesto
que esa libertad representaba un nuevo sistema de opresión y
explotación del pueblo trabajador. Como reflejo de esa
opresión y como protesta contra ella, aparecieron
inmediatamente diversas doctrinas socialistas. Sin embargo, el
socialismo primitivo era un socialismo utópico. Criticaba la
sociedad capitalista, la condenaba, la maldecía, soñaba con su
destrucción, imaginaba un régimen superior, y se esforzaba por
hacer que los ricos se convencieran de la inmoralidad de la
explotación.

Pero el socialismo utópico no podía indicar una solución


real. No podía explicar la verdadera naturaleza de la esclavitud

37
«El marxismo como teoría científica de la emancipación social»

asalariada bajo el capitalismo, no podía descubrir las leyes del


desarrollo capitalista, ni señalar qué fuerza social está en
condiciones de convertirse en creadora de una nueva sociedad.

Entretanto, las tormentosas revoluciones que en toda Europa,


y especialmente en Francia, acompañaron la caída del
feudalismo, de la servidumbre, revelaban en forma cada vez
más palpable que la base de todo desarrollo y su fuerza motriz
era la lucha de clases.

Ni una sola victoria de la libertad política sobre la clase


feudal se logró sin una desesperada resistencia. Ni un solo país
capitalista se formó sobre una base más o menos libre o
democrática, sin una lucha a muerte entre las diversas clases de
la sociedad capitalista.

El genio de Marx consiste en haber sido el primero en


deducir de ello la conclusión que enseña la historia del mundo
y en aplicar consecuentemente esas lecciones. La conclusión a
que llegó es la doctrina de la lucha de clases.

Los hombres han sido siempre, en política, víctimas necias


del engaño ajeno y propio, y lo seguirán siendo mientras no
aprendan a descubrir detrás de todas las frases, declaraciones y
promesas morales, religiosas, políticas y sociales, los intereses
de una u otra clase. Los que abogan por reformas y mejoras se
verán siempre burlados por los defensores de lo viejo mientras
no comprendan que toda institución vieja, por bárbara y
podrida que parezca, se sostiene por la fuerza de determinadas
clases dominantes. Y para vencer la resistencia de esas clases,
sólo hay un medio: encontrar en la misma sociedad que nos
rodea, las fuerzas que pueden -- y, por su situación social,

38
José María Laso

deben -- constituir la fuerza capaz de barrer lo viejo y crear lo


nuevo, y educar y organizar a esas fuerzas para la lucha.

Sólo el materialismo filosófico de Marx señaló al


proletariado la salida de la esclavitud espiritual en que se han
consumido hasta hoy todas las clases oprimidas. Sólo la teoría
económica de Marx explicó la situación real del proletariado en
el régimen general del capitalismo.

En el mundo entero, desde Norteamérica hasta el Japón y


desde Suecia hasta el África del Sur, se multiplican
organizaciones independientes del proletariado. Este se instruye
y educa al librar su lucha de clase, se despoja de los prejuicios
de la sociedad burguesa, está adquiriendo una cohesión cada
vez mayor y aprendiendo a medir el alcance de sus éxitos,
templa sus fuerzas y crece irresistiblemente.

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«El marxismo como teoría científica de la emancipación social»

Títulos publicados en la colección Formación y Debate Teórico:

1.- «Qué es el marxismo». Francisco Erice


2.- «El marxismo como teoría científica de la emancipación social».
J.Mª. Laso

EN PREPARACIÓN

3.- «La teoría de la historia: el Materialismo Histórico. (I)». Francisco


Erice
4.- «La teoría de la historia: el Materialismo Histórico. (II)».
Francisco Erice
5.- «La teoría económica de Marx». Francisco Erice
6.- «La teoría económica marxista. Debates en la IIª y IIIª
Internacional»
7.- «Ciencia e Ideología en el materialismo (I)»Pablo Huerga
8.- «Ciencia e Ideología en el materialismo (II)»Pablo Huerga
9.- «Acción política, Revolución, Dictadura del Proletariado y
Comunismo. Los planteamientos de Marx y Engels». Francisco
Erice.
10.- «La estrategia política y la construcción del socialismo (I). »
Francisco Erice
11.- «La estrategia política y la construcción del socialismo (II). »
J.Mª. Laso

Para la adquisición de los cuadernos, ponerse en contacto en

Asociación Cultural Isidoro Acevedo


Organización local de Oviedo
Plz. América, 10, 4º
Oviedo (Asturias), 33005
Tlf: [34] 985 253 900
Correo electrónico (provisional): pcoviedo@nodo50.org

O, en breve, a través de nuestra página web:


www.isidoroacevedo.org

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