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Félix María Samaniego

Félix María Serafín Sánchez de Samaniego Zabala (Laguardia, Álava, 12 de octubre de 1745-ibídem, 11 de
agosto de 1801) fue un escritor español famoso por sus fábulas, de tono aleccionador mediante moralejas.
Biografía
De ascendencia noble, su familia disponía de recursos suficientes para permitirle dedicarse al estudio. Se
conoce poco acerca de su infancia y juventud: su principal biógrafo, Eustaquio Fernández de Navarrete, afirma
que estudió en un colegio en Francia. Más tarde cursó estudios en la universidad de Valladolid, para
finalmente, tras un periplo por Francia, afincarse en Vergara, viviendo con su tío abuelo el conde de
Peñaflorida. Formó parte de la Sociedad Bascongada de Amigos del País, fundada por Peñaflorida, donde leyó
sus primeras fábulas. La primera colección de las mismas fue publicada en Valencia en 1781.

De su entusiasmo por los enciclopedistas, con quienes tuvo contacto en su periplo por Francia, adquirió la
afición por la crítica mordaz contra la política y la religión; se burló de los privilegios, y llegó a rechazar un
cargo ofrecido por Floridablanca. Sus cuentos más subidos de tono fueron compuestos al estilo de las Fábulas
eróticas de Jean de la Fontaine. Por estos escritos y otros de índole anticlerical, sufrió la persecución de la
Inquisición: el Tribunal de Logroño trató de confinarlo en un convento en 1793 tras considerar anticlerical y
licenciosa parte de su obra, y le confinó durante varios meses en un convento en Portugalete; se salvó del
castigo gracias a la intervención de sus influyentes amigos. Se desconocen, sin embargo, los detalles del
proceso inquisitorial. Según Julio Caro Baroja, fue recluido "por una temporada" en el convento bilbaíno del
Desierto "por denuncias respecto a su irreverencia". De su estancia allí escribió una "saladísima sátira, que se
conoce hoy sólo por fragmentos en la que describe la vida que llevaban los padres carmelitas. La descripción
del refectorio y la comida, presidido todo por una triste calavera":

Verá entrar con la mente fervorosa


por su puerta anchurosa
los gigantescos legos remangados,
cabeza erguida, brazos levantados,
presentando triunfantes
tableros humeantes,
coronados de platos y tazones,
con anguilas, lenguados y salmones;
verá también, así como el primero
en la refriega el capitán guerrero
entra por dar espíritu a su gente;
verá, digo, que el mismo presidente
levanta al cielo sus modestas manos,
pilla el mejor tazón, y sus hermanos,
imitan como pueden su talante:
y al son de la lectura gangueante.
que es el ronco clarín de esta batalla,
todo el mundo contempla, come y calla!
Son conocidos los violentos enfrentamientos literarios que mantuvo con algunos de sus colegas, como Vicente
García de la Huerta y Fray Diego González. Pero, sin lugar a dudas, la más célebre y destacada contienda fue la
que durante años sostuvo con Tomás de Iriarte, que había sido su amigo largo tiempo, contra quien escribió
opúsculos como la "Carta apologética al señor Masson". Samaniego, que había publicado en 1781 su primera
colección de fábulas, se irritó cuando Iriarte presentó la suya, publicada al año siguiente, como la «primera
colección de fábulas enteramente originales».
Obras
La influencia de su educación francesa se advierte en la única obra por la que lo conocemos: las Fábulas en
verso castellano para el uso del Real Seminario Bascongado (1781), 157 fábulas distribuidas en 9 libros.
Samaniego ridiculiza los defectos humanos en sus fábulas, imitando a los grandes fabulistas Fedro, Esopo y La
Fontaine. Aunque las fábulas de Samaniego están escritas en verso, su carácter es prosaico, dados los asuntos
que trata y su finalidad es didáctica. Siguiendo el ejemplo de Fedro, Samaniego elimina de sus fábulas el tono
ingenuo y entrañable de que dotara Esopo a las suyas y las llena de críticas veladas pero implacables contra
personajes relevantes, hábitos sociales y actitudes políticas de dudosa integridad. Entre sus principales fábulas
tenemos: La paloma, Congreso de ratones, La cigarra y la hormiga, El perro y el cocodrilo y La zorra y las uvas.
Escribió asimismo una colección de poesía erótica, de tono humorístico y contenido procaz, que se publicó por
primera vez con el título de El jardín de Venus.
Félix María Samaniego
(Laguardia, 1745- id., 1801) Escritor español, famoso por sus Fábulas morales. Junto con Tomás de Iriarte es
considerado el mejor de los fabulistas españoles; la violenta enemistad surgida entre ambos ha pasado a la
historia de la literatura.
Perteneciente a una familia noble y rica, tras los primeros estudios (llevados a cabo en el hogar paterno) fue
enviado a cursar derecho a la Universidad de Valladolid, donde permaneció dos años sin llegar a concluir la
carrera. En un viaje de placer a Francia se entusiasmó con los enciclopedistas, y se quedó mucho tiempo en
tierra francesa; allí se le contagió la inclinación a la crítica mordaz contra la política y la religión tan grata a los
hombres del siglo, y cierto espíritu libertino y escéptico que le indujo a burlarse de los privilegios y a rechazar,
incluso, un alto empleo en la corte que le ofreció el conde de Floridablanca.

A su regreso a España contrajo matrimonio y se estableció primeramente en Vergara, donde participó en la


Sociedad Patriótica Vascongada, tendente a la difusión de la cultura en los medios populares, y de la cual llegó
a ser presidente. Las fábulas escritas para que sirvieran de lectura a los alumnos del Real Seminario Patriótico
Vascongado de Vergara son su obra más conocida. En 1781 se publicaron en Valencia los cinco primeros libros
con el título de Fábulas en verso castellano, y en 1784 apareció en Madrid la versión definitiva, titulada
Fábulas morales y formada por nueve libros con 157 fábulas.

Las fábulas de Samaniego se inspiran en las obras de los fabulistas clásicos Esopo y Fedro, y también del
francés La Fontaine y del inglés J. Gay; todas ellas tienen una finalidad didáctica. De estilo bastante sencillo y
métrica variada, muchas fábulas destacan por su espontaneidad y gracia: La lechera, Las ranas que pedían rey,
El parto de los montes, La cigarra y la hormiga, La codorniz, Las moscas, El asno y el cochino, La zorra y el
busto o El camello y la pulga.
La publicación de las fábulas de Tomás de Iriarte (que había sido su amigo) un año después que las suyas, con
un prólogo en el que afirmaba que eran "las primeras fábulas originales en lengua castellana", irritó a
Samaniego y desató una rivalidad entre ambos escritores que duraría toda su vida. Samaniego publicó
anónimamente el folleto satírico Observaciones sobre las fábulas literarias originales de D. Tomás de Iriarte
(1782) y, poco después, una parodia del poema La música, también de Iriarte, que tituló Coplas para tocarse al
violín a guisa de tonadilla. Siguieron numerosos libelos, contestados con la misma violencia por Iriarte. Sin
embargo, cierto espíritu volteriano confería a los ataques de Samaniego una crueldad mayor.

Con la subida de los Borbones al poder se produjo un proceso centralizador que entró en litigio con las
instituciones forales del País Vasco. Al complicarse la situación, en 1783, Samaniego fue comisionado por la
provincia de Álava para que de una manera directa gestionara los problemas provinciales en la Corte, aunque
también tramitó otros asuntos regionales y de la Vascongada. En la capital, su actividad literaria fue intensa;
asistió a reuniones y tertulias y gozó de la amistad de nobles y escritores. Participó en las polémicas teatrales
de la época defendiendo el teatro neoclásico y la ideología ilustrada. Esta actividad cultural fue más exitosa
que los progresos de las gestiones que le habían encargado. Tampoco llegó a buen puerto el plan de un
Seminario para señoritas, que la Vascongada pretendía establecer en la ciudad de Vitoria.

De nuevo en Bilbao, volvió a llevar las riendas de su hacienda, bastante olvidada, y a frecuentar las antiguas
amistades. En 1792 decidió llevar una vida más tranquila y se retiró a su villa natal, Laguardia. Dos sucesos
rompieron su tranquilidad: por un lado, la invasión francesa del año 1793 que dejó malparadas sus posesiones
guipuzcoanas; por otro, algunas poesías satíricas y licenciosas le valieron el principio de un proceso
inquisitorial en 1793. El tribunal de Logroño llegó incluso a decretar la detención del autor. Samaniego evitó
peores consecuencias gracias a la influencia de sus amistades en los altos niveles.

Las fábulas de Samaniego


Publicadas en 1784, la Fábulas morales recogen un total de 157 composiciones, distribuidas en nueve libros y
precedidas de un prólogo. Fueron compuestas para los alumnos del Colegio de Vergara, en cuya labor
pedagógica colaboraba. Su intención está dentro del carácter didáctico de la literatura neoclásica e ilustrada y
respondía a la máxima estética de instruir deleitando. Debieron de influir en la elección del género sus
conocimientos de la literatura francesa, en especial de La Fontaine, aunque Samaniego no es un mero
traductor, sino que actualiza la materia tradicional desde las fuentes clásicas (Esopo y Fedro), aumenta los
datos explicativos y dramatiza las escenas en relación con la función didáctica que pretende.
En el desarrollo de las fábulas, el escritor alavés sigue la estructura convencional, aunque procura plantear
claramente la oposición entre los personajes-animales por medio de adjetivos antitéticos, para que de ella se
desprenda clara la moraleja. La formulación de la moralidad suele ir al final de la fábula, como consecuencia
aleccionadora de lo sucedido en el episodio que la precede. Quizá sea la moraleja, desde el punto de vista de
la estructura, el aspecto menos conseguido en Samaniego, por culpa de su excesiva extensión. Se exige que
sea concisa y breve, de forma que pueda quedar grabada con facilidad en la mente infantil. Pero Samaniego se
pierde con frecuencia en rodeos inútiles, a diferencia de La Fontaine, que solamente insinúa la moraleja.
El tipo de moralidad de las fábulas no es cristiana, ni tan siquiera ingenua. Se aplica, siguiendo la tradición, el
concepto naturalista de la moral. Las bases están próximas a la ideología de Rousseau, pero en realidad es una
ética de supervivencia y de lucha por la vida la que los animales parlantes nos predican. Una moral en la que
tienen cabida el egoísmo, la venganza, la astucia, la desconfianza... Tampoco debemos olvidar el rico caudal de
ideas ilustradas o de estética neoclásica. Otras veces son simples principios de convivencia o reflexiones
dictadas por la experiencia, de puro valor práctico. Por eso no es extraño que las moralejas estén tan cerca de
la filosofía del refrán y que a veces se formulen con uno de ellos, literalmente o con ligeras modificaciones por
imperativos de la rima.
Consecuente con sus principios estéticos y los destinatarios iniciales de la obra, Samaniego hace en sus fábulas
un derroche de gracia y sencillez. La gracia la consigue a base de viveza y colorismo en la expresión. Las
fábulas están esmaltadas, ya que no de metáforas, sí de expresiones cálidas e ingeniosas, construidas sobre un
lenguaje corriente. Juega también con los refranes y los dichos populares. Otros rasgos que definen su estilo
son la ausencia de elementos cultos, la simplicidad del vocabulario y la acumulación de sustantivos y verbos,
signos de su dicción concisa.
Igual que su opositor Iriarte, Samaniego presta atención a los recursos métricos. Intenta huir de la monotonía
buscando un tipo de acomodación significativa y cierta musicalidad pegadiza. Utiliza con preferencia la silva,
cuyo libre balanceo entre heptasílabos y endecasílabos se adapta con facilidad al ritmo narrativo. Pero esto no
es óbice para que encontremos otras estrofas como serventesios, redondillas, endechas, romancillos,
décimas... Sin ser innovador, Samaniego cumple con decoro su misión de versificador, aunque pueden hallarse
en ocasiones ripios o de defectos rítmicos.
A grandes rasgos puede afirmarse que Samaniego es el autor de la moral bonachona, del optimismo y de las
verdades mediocres; todas las virtudes y defectos de la literatura moral y didáctica del siglo XVIII están
contenidos en su libro. Samaniego trata los asuntos de la fabulística tradicional de una manera fácil, mediante
el instrumento de un verso ligero y sonoro, lo que da a su obra un carácter de agilidad que no tiene la obra de
Iriarte, aunque hay que destacar que el propósito de ambos autores es diferente. Samaniego las escribió con
la finalidad de ofrecer ejemplos a los niños del Seminario, mientras que la intención de Iriarte es proporcionar
una "educación" literaria, reafirmando y defendiendo los principios y reglas del gusto literario neoclásico.

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