Professional Documents
Culture Documents
Hay dos clases principales de ideas que trascienden la situación: las ideologías y las
utopías. De esta forma, se puede distinguir entre las ideas que tienden a destruir el orden de
cosas existentes en determinada época: utopía; y aquellas que son capaces de realizar o
conservar el orden cosas existentes: ideología.
La concepción utópica que busca el autor es aquella que se esfuerza por tomar en
cuenta el carácter dinámico de la realidad, en cuanto acepta no una realidad en cuanto tal,
sino una realidad histórica y socialmente determinada, que se halla en constante proceso de
evolución. Se propone llegar a una concepción de utopía cualitativa, histórica y
socialmente diferenciada; pasando de un análisis abstracto y teórico al reconocimiento de la
plenitud concreta de la transformación histórica y social en determinado período.
1
Mannheim, K. (1987), Ideología y Utopía, México: CFE.
1
irrealizadas que representan sus necesidades. Esto determina el nacimiento de utopías que
derriban el orden existente y permiten que se produzca el siguiente orden de existencia.
2
3. Cambios en la configuración de la mentalidad utópica: sus etapas en los tiempos
modernos
La mera idea del advenimiento de un reino milenario (quiliástico) en la tierra entrañó una
tendencia revolucionaria.
Esta forma radical y fundamental de la utopía moderna fue moldeada con una
extraña materia: correspondió a la fermentación espiritual y a la excitación de los
campesinos. No fueron las ideas, sino las energías extáticas (de éxtasis) y orgiásticas, las
que conducen e impulsan a determinados actos; las raíces de tal erupción de rebelión y
guerras campesinas yacen en planos vitales más profundos y elementales de la psique.
3
No cualquier utopía racional equivale a la fe milenarista, ni representa
desprendimiento y apartamiento del mundo. La índole abstracta de la utopía racional
contradice la intensa corriente emocional de una fe sensualmente alerta en el completo e
inmediato presente. Así, la mentalidad utópica racional, aunque a veces nacida de él, puede
convertirse en el principal adversario del milenarismo.
El moderno pensamiento liberal lleva una doble lucha: por un lado, rehúye la
visionaria concepción de la realidad que implica la invocación quiliástica a Dios, y por otro,
la dominación conservadora y mezquina de los hombres y las cosas. La concepción
intelectualista se basaba en la clase media, en la burguesía y en la clase intelectual.
En la idea liberal humanitaria existe una ausencia de contenido de todos los ideales
que prevalecieron en el apogeo de este modo de pensar: la cultura, la libertad, la
personalidad son meros recipientes de un contenido dejado deliberadamente indeterminado.
A veces la meta parece ser “la razón y la justicia”, otras, “el bienestar del hombre”.
4
Otra fuente de la idea de progreso se halla en Alemania. Con Lessing surge la idea
de evolución que tenía un carácter de pietismo secularizado. El pietismo hace comprender
la idea de desarrollo como fuga o abandono de la idea milenarista en el sentido de que la fe
permanente se convierte en “espera y anticipación” y el sentido del tiempo quiliástico se
transforma en sentido de la evolución.
La mentalidad normativa liberal considera un mal todo lo que se ha vuelto parte del
pasado o parte del presente; aplaza la verdadera realización de esas normas a un remoto
futuro y, al mismo tiempo, lo ve como surgiendo del proceso del devenir en el aquí y
ahora, surgiendo de la vida cotidiana.
5
La idea liberal, aunque abstracta, dio vida a uno de los periodos más importantes de
la historia moderna: la “ilustración”. Su fuerza propulsora se debió a que apelaban al libre
albedrío y conservaban vivo el sentimiento del ser indeterminado e incondicionado.
La mentalidad conservadora no siente afición alguna por las teorías: los seres
humanos no hacen teorías respecto de situaciones reales en las que viven, mientras que se
hallan bien adaptados a ellas. Consideran el ambiente parte de un orden natural. Esta
mentalidad en sí no tiene utopía. Sólo el contraataque de las clases de oposición hace que la
mentalidad conservadora inquiera las bases de su propio dominio. Así surge una
contrautopía que sirve como medio de orientación y defensa.
Los conservadores consideraron la idea liberal algo vago; concibieron la idea como
algo arraigado en la realidad viviente, que se expresa concretamente en ella. El sentido y la
realidad, la norma y la existencia no se pueden separar aquí, porque la idea utópica, la “idea
concretizada”, se halla presente en el mundo, en un sentido vital. Lo que en el liberalismo
no pasa ser una norma formal, adquiere en el conservatismo un contenido concreto en las
leyes vigentes del Estado. En las objetivaciones de la cultura, en el arte y la ciencia, la
espiritualidad se despliega y la idea se expresa plenamente.
6
pasado, del tiempo como creador de valores. La historia deja de ser una mera extensión
unilineal en el tiempo; ahora tiene una tercera dimensión imaginaria que deriva de que el
pasado se experimente y concibe como un presente vital.
El socialismo y la utopía liberal son una sola y misma cosa en el sentido de que ambos
creen que el reino de la libertad y de la igualdad se realizará sólo en un remoto futuro. El
socialismo coloca este futuro en el período en que se derrumbe la cultura capitalista. Pero
difieren en lo que se refiere a la penetración de la idea en el proceso evolutivo y el
desarrollo gradual de la idea: la mentalidad socialista no los concibe en esa forma
espiritualmente sublimada, sino como algo así como un organismo viviente; tienen más
bien una vida concreta y propia y una función precisa en el proceso total.
7
Frente a este fenómeno de determinación, el socialismo mezcla una fuerza social
progresista con las restricciones que la acción revolucionaria le impone en automático a sí
misma cuando percibe las fuerzas determinantes de la historia.
Estos dos factores ejercen una acción recíproca dentro del movimiento socialista
comunista. Los grupos que conquistaron hace poco el poder y que, al participar en él y al
compartir la responsabilidad del orden vigente, quedan ligado a la realidad, llegan a ejercer
una influencia retrógrada al adoptar un cambio ordenadamente evolutivo. En cambio, las
capas que no han puesto aún su interés en las cosas como son, se convierten en los
portadores de la teoría comunista que concede vital importancia a la revolución.
Sin embargo, antes de la división, tuvo que vencer dos obstáculos: el sentido de la
indeterminación histórica que implica el quiliasmo y que tomó la moderna forma de
anarquía radical, y esa misma ceguera a las fuerzas determinantes de la historia que
acompaña al sentido de indeterminación de la “idea” liberal. Fue decisivo el conflicto entre
Marx y Bakunin: el utopismo milenarista surgió precisamente de ese conflicto.
8
En esta concepción se descubren más determinantes, no sólo el pasado es un factor
determinante, sino que la situación económica y social del presente condiciona también el
acontecimiento posible. La fecunda tensión entre el ideal y la existencia, los valores
trascendentes, que en lo sucesivo se habrán de concebir como incorporados a la existencia
real, se buscarán en lo cercano y en lo inmediato.
El proceso histórico muestra una mayor aproximación a la vida real de una utopía
que en una época trascendió completamente la historia. Cuanto más extensa es la clase que
logra dominar las condiciones concretas de la existencia, cuanto mayor son las
oportunidades de una victoria obtenida por una evolución pacífica, tanto más probable es
que esa clase tome el camino del conservatismo. Esto se evidencia en el hecho de que la
forma más pura de la moderna mentalidad quiliástica, el anarquismo radical, desaparece
casi enteramente.
9
evita cualquier suposición metafísica y ontológica al hablar del concepto de totalidad, y el
segundo rechaza la actitud racionalista.
La ausencia aparente de tensión en el mundo actual está siendo socavada por dos
lados. Por una parte, se observan las capas cuyas aspiraciones no se han cumplido aún, y
que se esfuerzan en aplicar el socialismo y el comunismo. Su presencia implica la
existencia de utopía y contrautopías. Gracias a una evolución pacífica podemos alcanzar
una forma más elevada de industrialismo tan elástica que proporcione a las capas inferiores
un grado relativo de bienestar.
Por otra parte, existe otro factor social, una clase media, social e intelectual, una
capa que se orientaba más bien hacia lo que podíamos llamar el dominio del espíritu, a los
que sociológicamente se les podría dar el nombre de “intelectuales”. Sus intereses
intelectuales y espirituales armonizaban con los de la clase que luchaba por la supremacía
social. Esto aplica lo mismo a Thomas Münzer, a Hegel y a Marx. Esta sección intelectual
tiene que enfrentarse con la situación total que se esfuerza por suprimir completamente
cualquier tensión social.
10
La única forma en que se nos presenta el futuro es la de posibilidad. El futuro se
ofrece como una muralla. La necesidad de un imperativo (utopía) nos impulsa hacia
adelante, hacia una meta. Es posible que en el futuro pueda existir una condición en que el
pensamiento esté completamente vaciado de elementos ideológicos y utópicos, lo que nos
conducirá a un “realismo”, que en definitiva significaría la decadencia de la voluntad
humana.
Aquí radica la diferencia más esencial entre esos dos tipos de trascendencia de la
realidad: la decadencia de la ideología representa una crisis solamente en ciertas clases
sociales, y la objetividad que proviene del desenmascaramiento de las ideologías siempre
asume la forma de una autoclarificación de la sociedad considerada en conjunto; la
completa desaparición del elemento utópico del pensamiento y de la acción significaría que
la naturaleza y el desarrollo humanos adquirían un carácter completamente nuevo. La
desaparición de la utopía produce una inmovilidad en la que el mismo hombre se convierte
en una cosa. Haber llegado al grado más elevado de dominio racional de su existencia,
privado de ideales, se convertiría en una criatura de meros impulsos; al abandonar la utopía,
el hombre perdería la voluntad de esculpir la historia y su facultad de comprenderla.
11